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LA IGLESIA DE CRISTO
Cristo no sólo es el fundador sino el fundamento “Pues del costado de Cristo dormido en la
Cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia” (SC 5) y es el fundamento constante
de su Iglesia. La fundación de la Iglesia no se puede ver en un acto exclusivo de Jesús. No
hay que pensar en un acto solemne mediante el cual la Iglesia hubiera sido proclamada, pues,
no existe tal acto formal. La Iglesia creció a lo largo de la vida de Jesús conforme a su voluntad
creadora y a su voluntad de extender el amor del Padre, que comparte con el Espíritu Santo,
a todo el mundo. Pero ciertas acciones particulares de Jesús tienen especial significación, ya
que revelan de modo especial su voluntad de fundar la Iglesia. Estos actos de Jesús se pueden
clasificar de la siguiente manera (Actos preparatorios):
Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo "presente ya
en misterio" (LG 3). "Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y
en la presencia de Cristo" (LG 5). El germen y el comienzo del Reino son el "pequeño rebaño"
(Lc 12, 32) de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el
pastor (cf. Mt 10, 16; 26, 31; Jn 10, 1-21. CEC 764).
Elección y misión de los “Doce”. “El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que
permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Al representar, estos Doce, a las doce
tribus de Israel, ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén. Los Doce y los otros discípulos
participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte” (CEC 765).
Vocación y misión de Pedro. Existe una voluntad explícita de Cristo que entre ellos haya uno
que sea la Roca que dé consistencia y que debe confirmar a sus hermanos. Tras la confesión
de Pedro aparece la promesa de que Cristo edificará su Iglesia sobre la persona de Pedro y
también sobre la Fe en que él es el Mesías.
La Última Cena es el acto fundacional. La Nueva Iglesia surge por la entrega de Cristo y la
participación de los creyentes en ese “tomar el cuerpo” que es anticipada en la Última Cena.
Se presenta al pueblo como la Nueva Alianza con el encargo de hacerlo en su
conmemoración.
1
Primado a Pedro y encargo apacentar sus ovejas como potestad de Cristo; la
potestad no es delegada, sino la misma potestad de Cristo hecha presente porque
representa a Cristo como pastor.
Los apóstoles como representantes de Cristo, quienes lo harán a partir de un acto
sacramental.
Misión universal de predicar, santificar y gobernar. Todo esto cuando les manda
perdonar los pecados atar y desatar y predicar su Evangelio por todo el mundo.
2
La Iglesia es Misterio de Comunión: En la Iglesia es donde Cristo realiza y revela su propio
misterio como la finalidad del designio de Dios: “Recapitular todo en Él”. San Pablo llama gran
misterio al desposorio de Cristo y de la Iglesia. Porque la Iglesia se une a Cristo como a su
esposo, por eso se convierte a su vez en Misterio. Contemplando en ella el Misterio, San Pablo
escribe: “El misterio es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria” (CEC 772). Esta
comunión de los hombres con Dios por la caridad que no pasará jamás, es la finalidad que
ordena todo lo que en ella es medio sacramental ligado a este mundo que pasa (CEC 773).
Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo: Ella es asumida por Cristo como
instrumento de redención universal, sacramento universal de salvación, por medio del cual
Cristo manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre. Ella es el
proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad que quiere que todo el género humano
forme un único Pueblo de Dios con la ayuda del Espíritu Santo (CEC 776).
Una: Tiene un solo Señor, confiesa una sola fe, nace de un solo Bautismo, no forma más que
un solo Cuerpo, vivificado por un solo Espíritu, orientado a una única esperanza (cf Ef 4, 3-
5).
Santa: Porque su fundador es Santo; Cristo, su Esposo, se entregó por ella para santificarla;
el Espíritu de santidad la vivifica. Es “inmaculada aunque compuesta de pecadores”, o más
bien, “necesitada de conversión”, dirá la nueva evangelización. En los santos brilla su santidad
(CEC 867).
Apostólica: Está edificada sobre sólidos cimientos: “los doce apóstoles del Cordero” (Ap 21,
14); es indestructible; se mantiene infaliblemente en la verdad: Cristo la gobierna por medio
de Pedro y los demás apóstoles, el Papa y el colegio de los obispos (CEC 869).
3
La relación entre los sacramentos y la comunidad de gracia. La Iglesia tiene una
estructura sacramental, de tal manera que dentro de los sacramentos hay un
sacramento que hace la Iglesia: la Eucaristía.
Hay una implicación de los servicios o ministerios que se dan en la Iglesia y que la
presentan como un organismo.
En este cuerpo, el principio vital o de unidad es el Espíritu Santo.
Esta noción une el AT con el NT, así el Nuevo Pueblo de Dios se entenderá como la
continuación del ( קהלqahal), ἐκκλησία; la cual no tiene distinción de raza y cultura.
Hay continuidad en las ideas de vocación y elección. Todos han sido llamados y
convocados a formar este pueblo, esta vocación resume la antropología de la Iglesia.
Se comprende que en la Iglesia lo fundamental es el ser cristiano.
Implica también la idea de Alianza. Se requiere una respuesta de fe, obediencia y
fidelidad. La Iglesia es portadora de la Alianza y sacramento de salvación.
La Iglesia tiene como finalidad la alabanza y la gloria de Dios al igual que el “qahal
Yahveh” del AT. Esta alabanza está ligada al desarrollo del sacerdocio de Cristo en la
Iglesia: testimoniar las maravillas de Dios.
Se pone de relieve el sentido escatológico de la Iglesia.
Del amor de Dios por todos los hombres, la Iglesia ha sacado (en todo tiempo) la obligación,
la fuerza y el motivo de su impulso misionero: “porque el amor de Cristo nos apremia” (2 Co
5, 14). En efecto, “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento
pleno de la verdad” y por amor Dios entregó su Hijo al mundo (1 Tm 2, 4; cf CEC 851).
El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión eclesial (Rm 21). Él es quien
conduce la Iglesia por los caminos de la misión, los mismos que recorrió Cristo; esto es, el
camino de la pobreza, la obediencia, el servicio y la inmolación de sí mismo hasta la muerte,
de la que surgió victorioso por su resurrección (cf AG 5; cf CEC 852).
Por último, algunas características concretas, propuestas por el Concilio Vaticano II, que debe
tener el camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, son: Ser camino
de conversión y renovación; ser camino de paciencia, de esfuerzo hacia la unidad de los
cristianos; y de manera especial, ser diálogo respetuoso con los que todavía no aceptan el
Evangelio.