© Copyright 2010, Michel Goulart da Silva (org.).

Capa: Kythão

Revisão: Mariana Silveira dos Santos Rosa

________________________ 1ª edição
1ª impressão

Marxismo e natureza: (2010) 

ecologia, história e Todos os direitos reservados. 

Nenhuma parte desta edição pode 

política
 
Michel Goulart da Silva (Org.)
________________________
ser utilizada ou reproduzida ‐ em qualquer meio ou forma ‐, 
nem apropriada e estocada sem  a expressa 
autorização de Michel Goulart da Silva (Org.).  
Michel Goulart da Silva (org.)
Marxismo e natureza: ecologia, história e política. Michel Goulart
da Silva (Org.). Pará de Minas, MG: Editora VirtualBooks, 2010.
xxxp.14x20 cm.

ISBN xxxxxxxxxxxxxxxx

1. Ciência política. Brasil. I. Título.

CDD- 320

Livro preparado e editado por  
VIRTUALBOOKS EDITORA E LIVRARIA LTDA. 
Rua Benedito Valadares, 560 ‐ centro – 
  35660‐000‐ Pará de Minas ‐ MG ‐ Brasil 
Tel.: (37) 32316653 ‐ e‐mail: vbooks01@terra.com.br 
http://www.virtualbooks.com.br 
VirtualBooks

5 6
 Prefácio
Sobre si es posible entender el mundo y
Sumário revolucionarlo

Prefácio, por Pablo Rieznik /00 Pablo Rieznik*

Introdução /00 Con esta especie de interrogante presente algunos años

atrás un libro de mi autoría,1 aventurado en recorrer un
territorio tan amplio como el que sugiere el título de esta obra
1 Capitalismo, ciência e marxismo, por Osvaldo que ahora presentan colegas y amigos muy apreciados. No
Coggiola /00 cabe duda que la indagación sobre “ecología, historia y
política” revela una aproximación totalizante a los problemas
2 História, trabalho e evolução, por Michel Silva /00 de nuestra época. Es el enfoque, que algunos estudiosos
denominan “holístico” porque interpela precisamente a
nuestra realidad como un todo se ha convertido inclusive en
3 Marxismo e ecologia: uma relação dialética, por
una suerte de desiderátum de la mejor de la ciencia
Gilson Dantas /00
contemporánea. Por eso mismo la preocupación por el “todo”
lejos de constituir el objeto de una metafísica estéril y
4 Ecologia, capitalismo e luta de classes, por Osvaldo especulativa, tiene un sentido muy concreto y ocupa algunas
Coggiola /00 de las mejores cabezas del quehacer científico de este tiempo
que nos toca vivir. Stephen Hawking, considerado uno de los
5 Avatar: revolução e paradoxo da técnica, por Daniel mayores físicos vivos, autor de la célebre “Historia del
Delfino /00 Tiempo”, conjeturó inclusive que tal teoría podía ser acabada
en el inicio del siglo XXI. El debate, no obstante, continúa. Un
eminente astrofísico llamado John D. Barrow publicó ya hace
algún tiempo un libro que lleva como título “Teoría del todo”
relativo precisamente a explicar las posibilidades y alcances
Autores: de la cuestión, es decir, avanzar hacia una representación
Daniel Delfino única del origen y evolución del universo que habitamos. Una
Gilson Dantas “teoría del todo”, entonces, debería operar como síntesis de las
Michel Silva leyes naturales descubiertas por la propia ciencia y sería, al
Osvaldo Coggiola
*
Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
Buenos Aires (UBA).
7 8
mismo tiempo, resultado de una tendencia más general que
recorre el avance del conocimiento científico desde sus
orígenes. Nos referimos de esta manera al hecho de que la
ciencia progresó históricamente vinculando fenómenos y/o
áreas de investigación que parecían carecer de relación entre
sí. El mismo hilo conductor, desde el punto de vista
metodológico, es el que puede identificarse en lo que
normalmente se denomina la concepción marxiana del mundo.
El abordaje “totalizante” es materia de conocimiento
científico y parte de reconocer la relación que mantienen entre
sí los elementos de la realidad como totalidad orgánica,
irreductible a sus partes constitutivas. Como especie, los
hombres somos aún antes de pensarnos a nosotros mismos la
manifestación de una evolución integral y de conjunto del
universo del cual, por supuesto, somos parte y resultado. El
punto de vista opuesto a este enfoque es lo que se conoce
como “reduccionismo” y que supone que basta el análisis
fragmentado de lo que existe para reproducir luego el conjunto
como mero agregado de sus diversos pedazos. Esto
equivaldría a definir al hombre como un conjunto de células, a
un libro como un conjunto de palabras, a una sinfonía como
un conjunto de notas, etc. o cualquier otro ejemplo que se
pretenda pedagógico. El abordaje crítico de esta visión de las
cosas, muy extendido en el ámbito de la investigación
científica es el que también se retoma aquí.
El par “Marxismo – Naturaleza” que orienta los
trabajos que se ofrecen al lector invitan a una reflexión precisa
y al mismo tiempo abarcativa con una estrecha relación con el
darwinismo que, por supuesto, nada tiene de casual. Marx y
Engels, como se sabe, cultivaban un particular empeño en
destacar la filiación científica de sus planteos y tenían una
particular estima por la obra de Charles Darwin, su
contemporáneo, en quien encontraron el “fundamento
histórico-natural” de sus propias ideas. Durante mucho
tiempo, además, se difundió la especie de que Marx pretendía
9 10
que la dedicatoria del Capital fuera dirigida al propio Darwin;
una alternativa desmentida por investigaciones al respecto.
Los lazos que unen a Darwin y a Marx tienen un valor en sí
mismo contra la plétora de planteos que en materia de ciencia
social pretenden establecer una muralla entre esta y las
ciencias de la naturaleza. Contra un punto de vista extendido
en el ámbito de las “humanidades” acerca de la imposibilidad
de “naturalizar” la ciencia de la sociedad, este libro nos
recuerda en qué sentido es imprescindible unir como un
“todo” el conocimiento científico del contexto social y natural
de nuestra vida.
La visión “totalizante”, que también es específica del
marxismo, tomó un vigor particular con descubrimientos muy
importantes de la ciencia del siglo XX. En particular por los
esfuerzos por alcanzar una “teoría única” del universo que
cobró con los descubrimientos de algunos de los prohombres
de la ciencia contemporánea, Einstein en primer lugar. El
énfasis en el “todo” reflotó asimismo un interés por viejas
filosofías y mitos del pasado, muchas de ellas ligadas al
costado oriental de nuestro planeta, que podrán también ser
calificadas de “totalizantes”. Notablemente, como dice el
anteriormente citado John D. Barrow, es fácil percibir porque,
paradojalmente, esta perspectiva dificultó en lugar de
estimular el progreso de la ciencia: por el bloqueo que
establecía al estudio de las partes de un sistema, aisladas del
resto. Y la ciencia no tenía más remedio que comenzar por
algún lugar, por alguna parte y arrancar de lo más sencillo a lo
más complejo. El abordaje del orientalismo no era equivocado
sino prematuro, dice acertadamente Barrow.
Pero si en este prefacio hacemos referencia a esta
paradoja (la cuestión es el “todo” y sin embargo hubo que
comenzar por alguna parte) es para poner de relieve un punto
decisivo: es necesario ser concreto y no confundir el énfasis
en la totalidad con el deslizamiento a privilegiar lo genérico o
la vaguedad. El “todo” es concreto, es siempre una realidad
histórica precisa tanto para el universo natural como para el
mundo social humano. El “todo” del presente en el ámbito de
la sociedad se caracteriza por un sistema de dominio de la vida
humana signado por la decadencia, por las convulsiones
económicas y las catástrofes sociales más profundas y vastas
que haya conocido nuestra especie. El mundo del hombre de
hoy es un mundo pleno de paradojas y contradicciones porque
se combina la descomposición del orden social capitalista y
una barbarie globalizada con las manifestaciones de una
capacidad del hombre por dominar y entender la naturaleza y
el universo que no resiste comparación alguna con cualquier
época pasada. Estamos inmersos en la paradoja y la
contradicción; algo que, por otra parte, siempre fue el estímulo
del conocimiento y de la acción Por la misma razón nos
inclinamos a responder al interrogante formulado al comienzo
de este prefacio de un modo contradictorio. No es posible
entender el mundo si por tal cosa suponemos una suerte de
explicación última y definitiva de todo. Sí es posible, sin
embargo, avanzar hacia una “teoría del todo” integrando y
profundizando el conocimiento del mundo y de los hombres.
No es posible pretender que el avance de nuestra comprensión
del universo sea apenas una tarea científica. Está condicionada
por una estructura social agotada que ha llegado a ser una
amenaza al medio ambiente y a la vida de los habitantes de
este planeta. Si es posible entender ese mundo nuestro para
revolucionarlo y reconstruirlo humanamente. ¿Es posible
entender el mundo y revolucionarlo? No y sí, sí y no. Un
aparente dilema que se resuelve actuando.
Una clarificación adicional para concluir. Cuando se
terminaba el siglo XIX el responsable de un departamento
patentes norteamericano recomendó a sus superiores que la
cerraran porque ya nada nuevo podía ser inventado. “Todo” ya
había sido entendido y creado. No se trataba, sin embargo, de
una novedad. Una confianza similar sobre el hecho de que el
hombre había llegado a comprender la totalidad del mundo se
11
fue afirmando en el siglo que va desde los descubrimientos de
Newton hasta el comienzo de la llamada revolución industrial
en la conclusión del siglo XVII. Ahora no son pocos los
científicos que alertan que la búsqueda de una “teoría del
todo” pueda estimular una confusión similar. Y sin embargo,
no cabe duda que el alcance de la indagación humana sobre el
universo como un “todo” ha alcanzado profundidades tan
increíbles como conocer de un modo satisfactorio lo que
habría pasado desde que surgió el universo hace alrededor de
15.000 millones de años.
Entender el mundo como un “todo” en el sentido de
una receta acabada para siempre significa clausurar todo
futuro entendimiento y dar por terminado el conocimiento. Es
decir, negar que el universo como tal está en evolución y en
movimiento “creativo”, es decir creando nuevas realidades y
un futuro entre posibilidades varias. Pero aunque en este
sentido no sea posible entender el mundo, es decir, concebir
una “teoría del todo” como absoluto final, no sólo es posible
sino necesario revolucionar el mundo si queremos seguir
conociendo e inclusive viviendo. Aquí la paradoja y la
contestación a la pregunta que titula estas líneas es también
creativa y práctica. Cambiemos la vida revolucionando el
mundo y contribuyamos así a entenderlo mejor y a
entendernos mejor. Me parece una buena indicación para
estimular la lectura de las páginas que siguen. Que las
disfruten.
Notas
1
Cf. El mundo no empezó en el 4004 antes de Cristo: Marx Darwin y la
ciencia moderna. Editora Biblos, Buenos Aires, diciembre 2005. Es en el
prefacio de este libro donde planteamos las líneas claves del planteo que
aquí reformulamos.
12
 Introdução
Este volume reúne estudos que, tomando o marxismo
como referencial teórico ou como objeto de análise, discutem
temas relacionados à ecologia ou à produção de
conhecimentos acerca das relações estabelecidas entre o
homem e a natureza. Os textos são oriundos de diferentes
áreas, em especial da História e da Sociologia, e tem como
principal objetivo sistematizar um conjunto de discussões
realizadas nos últimos anos, acerca da ecologia ou de temas
relacionados, no campo do marxismo. O fundamental nessas
linhas é enfatizar a relação indissociável entre a humanidade e
a natureza, a história social como parte da história natural,
enfim, o metabolismo fundamental existente entre o homem e
o meio onde vive.
O primeiro ensaio, “Capitalismo, ciência e marxismo”,
de Osvaldo Coggiola, analisa de forma panorâmica a
emergência da ciência nos últimos séculos e de que forma o
capitalismo, por meio de sua tendência de mercantilizar toda a
produção humana e a própria humanidade, determina o
conhecimento científico.
O segundo ensaio, “História, trabalho e evolução”,
Michel Silva discute a relação entre trabalho e evolução
humana, destacando a contribuição dessa atividade humana
essencial enquanto mediador da relação entre homem e
natureza. Essa relação foi defendida principalmente pelos
marxistas, como Engels, no texto que é mais detidamente
discutido no artigo, mas é presente também em Charles
Darwin.
O terceiro ensaio, “Marxismo e ecologia: uma relação
dialética”, de Gilson Dantas, discute a relação entre marxismo
e ecologia, destacando, a partir das contribuições de John
Bellamy Foster e outros pensadores do campo do marxismo, a
13
presença de um pensamento ecológico em Karl Marx e de que
forma essa relação dialética acabou sendo distorcida pelas
deturpações do marxismo ao longo do século XX.
O quarto ensaio, “Ecologia, capitalismo e luta de
classes”, também de Osvaldo Coggiola, discute a questão
ecológica em sua relação com a luta de classes,
problematizando a destruição ambiental promovida pelo
capitalismo.
O último ensaio, “Avatar: revolução e paradoxo da
técnica”, de Daniel Menezes Delfino, analisa uma das
produções cinematográficas mais comentadas neste ano. Em
seu texto, o autor discute tanto os limites ideológicos da
proposta política presente no filme como a “revolução” a que
se pretende no que se refere à técnica de produção
cinematográfica.
O prefácio da obra cabe ao professor Pablo Rieznik,
amigo e inspirador de muitas das reflexões que deram origem
a este livro, e que tem feito de sua vida uma luta pela ciência
contra a tendência a mercantilizá-la e torná-la, assim,
empobrecida e meramente funcional aos interesses
econômicos de grupos particulares.
Haveria muitas pessoas para agradecer, mas quero
destacar principalmente os autores dos textos aqui reunidos
que, apesar de suas várias tarefas, aceitaram contribuir com
algumas reflexões a este volume. São todos queridos amigos
que, independente dos caminhos políticos tomados por cada
um, têm colaborado dentro do possível com o projeto da
revista Contra a Corrente, editada em Brasília, sob a batuta de
Gilson Dantas.
Também devo agradecer à Mariana, minha
companheira, pela presença na minha vida e pela força que
vem me dando nesses trabalhos que venho trazendo a público
nos últimos anos. Tenho com ela uma dívida impagável, mas
14
cujo pagamento, penso, pode ser adiado até o fim de nossas 1
vidas.
Capitalismo, ciência e marxismo
Por fim, cabe desejar ao leitor um bom proveito deste
livro, que não pretende dar respostas acabadas, mas tem a
modesta intenção de suscitar debates e sugerir caminhos Osvaldo Coggiola*
possíveis para reflexão.

Para Marx e Engels, a técnica constituía um importante

Michel Goulart da Silva elemento de libertação do homem, mas é preciso assinalar que
Florianópolis, julho de 2010 ela não poderia cumprir plenamente esse papel positivo senão
na sociedade socialista. Isso significa que a técnica deveria
estar a serviço das necessidades humanas, e não da classe
capitalista e, por outro lado, que deveria apoiar-se sobre a
totalidade dos conhecimentos científicos. Para os marxistas, a
técnica não tem, “em si”, um papel positivo. No final do
século XIX e no início do século XX, é claro que os aspectos
negativos, destrutivos, da técnica, eram incomparavelmente
mais reduzidos do que os seus aspectos positivos, o que
explica que os marxistas tenham aparecido então como
defensores “incondicionais” do progresso técnico,
combatendo todas as ideologias conservadoras e passadistas,
que se opunham a esse progresso.
Do ponto de vista da história da ciência, a partir do
século XVII se inicia um movimento de renovação do
pensamento.

Nos títulos de centenas e centenas de

livros científicos publicados no decorrer
do século XVII, o termo novus é
recorrente. Não se tratava apenas de uma
fórmula literária; através dele, exprimiam-
se significativamente as exigências,

*
Professor Titular do Departamento de História da Universidade de São
Paulo (USP).
15 16
 inquietações e insatisfações de uma época
sensível à insuficiência dos modos
tradicionais de formação do homem.1
Nascido no século XVII, o pensamento cartesiano
transformou-se numa influente linha de reelaboração do
pensamento filosófico. Descartes foi a base de muitas das
fundamentações epistemológicas engendradas pela renovação
dos conhecimentos acumulados. Neste contexto a matemática,
por grande influência do cartesianismo, ocupa um papel de
destaque. Para os filósofos do século XVII a língua de Deus é
a matemática.
Porém, o pensamento cartesiano ainda se postulava
como incapaz de propor e elaborar a síntese entre a ciência e a
tecnologia. “O progresso efetivo da ciência depende, para
Descartes, da obra dos teóricos. A técnica, enquanto tal, não
traz nenhuma contribuição para o progresso do saber
científico”.2 A separação entre ciência e tecnologia se desfez
no interior do processo de evolução econômica do
capitalismo. Na raiz deste processo está a elaboração do
conceito de trabalho, que para François Vatin é elaborado em
referência explícita ao conceito de trabalho humano. Esta
elaboração, ainda para Vatin, foi produto do trabalho
intelectual de físicos-engenheiros na articulação do final do
século XVIII e início do século XIX, mais precisamente entre
1780 e 1830.3
Isto somente foi possível devido ao processo histórico
de elaboração das grandes sínteses responsáveis pelo
desdobramento posterior do capitalismo. Para que isto possa
ser inteiramente compreendido, faz-se necessário tornar
relativa a vulgar separação e/ou “departamentalização” das
ciências, em ciências humanas e exatas. Nas denominadas
ciências exatas, de acordo com o historiador da ciência Pierre
17
Guaydier, no período de 1835 a 1880 - de Faraday a Maxwell
são duas as grandes sínteses.
Elaboram-se vastas sínteses,
nomeadamente duas: por um lado, os
fenômenos do calor e da energia são
coordenados pela termodinâmica; por
outro lado a eletricidade, o magnetismo e
a luz são ligados por uma notável teoria
electromagnética. Estas duas sínteses são,
sem dúvida, as mais belas aquisições da
época.4
O problema é bem diferente na nossa época. A
tecnologia atual nada tem a ver com aquela do início do
século: ela é infinitamente mais destrutiva e para nada
“progressista”. Mas a ausência de toda referência nos clássicos
do marxismo à possibilidade de uma tecnologia desfavorável
ao progresso da humanidade criou, certamente, uma forte
barreira para a compreensão desse problema pelos marxistas.
Os stalinistas e os revisionistas do marxismo em geral
defenderam o papel progressista da técnica no quadro do
capitalismo imperialista, agonizante, vendo nela o índice de
uma nova etapa do capitalismo: o “capitalismo monopolista de
Estado” ou o “neocapitalismo”.
Muitos produtos que elevam consideravelmente a
produtividade humana e do solo, são extremamente danosos
para a natureza e a espécie humana, a longo prazo ou
irreversivelmente inclusive, e eles estão sendo produzidos em
escala crescente:
Alguns anestésicos, o estilbestrol, o
cloropreno, drogas citotóxicas, como o
bussulfan, antagonistas do ácido fólico e a
18
talidomida, são perigosas para o feto
humano. O cloreto de vinila ocasiona
anomalias morfológicas em
espermatozóides humanos; e outros
agentes demonstraram ser potencialmente
tóxicos em diversas espécies animais, mas
até agora não existem provas de sua ação
dismorfogênica no homem.
Mencione-se aqui a difenilhidantoina, os
hipoglicêmicos ingeridos oralmente,
alguns antieméticos, corticoesteróides,
salicilatos, drogas antituberculosas,
solventes industriais, antimaláricos,
anticoagulantes (as cumarinas), pesticidas,
reguladores do nível de colesterol
sanguíneo e drogas antineoplásicas.
Naturalmente, nem toda a substância
teratogênica (causadora de malformações)
é mutagênica, mas há uma inter-relação
estreita entre teratogenicidade,
carcinogênese e mutagênese, e calcula-se
que nada menos do que de 30.000-65.000
substâncias químicas sejam produzidas
comercialmente, nos países ocidentais,
cada ano. Outro ponto a ser salientado é o
de que existe sinergismo na ação das
radiações e das substâncias químicas; isto
é, quando ambas estão presentes, o seu
efeito combinado pode ser muito mais
marcante do que o da soma de cada um,
considerado isoladamente.
O homem primitivo vivia em íntimo
contato e em equilíbrio com a natureza. O
desenvolvimento sócio-cultural e quantidade gigantesca de conhecimentos científicos, do que
tecnológico nos tornou, até certo ponto,
independentes dos rigores do meio
ambiente. Mas esta conquista teve o seu
preço. Alguns dos problemas surgidos
19
relacionam-se à própria proliferação
desenfreada da população humana no
planeta; e, concomitantemente com esse
crescimento demográfico, outros males
foram se acumulando. A agricultura em
larga escala, mal orientada, vem criando
desertos e envenenando o meio ambiente
através da aplicação desordenada de
pesticidas, afetando o homem e causando
o desaparecimento de outras espécies
animais e vegetais.5
Juntamente com a putrefação crescente do
imperialismo mundial, a divisão do trabalho e a fragmentação
dos conhecimentos, já caracterizadas por Marx e Engels como
consequências inevitáveis do capitalismo, capazes de
impulsionar o conhecimento durante algum período histórico,
foram se acentuando. Vivemos agora uma época em que a
multiplicação dos “especialistas” atingiu níveis inéditos. E
eles empregam um jargão cada vez mais incompreensível até
pelos especialistas das disciplinas vizinhas.
Isso fragmenta o conhecimento em diversas disciplinas
estanques, e exclui a massa da humanidade dos conhecimentos
científicos. Já não é mais possível para um só homem ter uma
visão global e correta do conjunto dos conhecimentos
científicos, como quando Marx e Engels (ou Hegel, ou até
Kant, antes deles) podiam, a partir do método dialético, atingir
uma síntese coerente do conjunto dos conhecimentos da sua
época.
A dificuldade dessa síntese se explica menos pela
pela sua fragmentação. Se os problemas ecológicos são
considerados secundários, se eles não forem integrados a
análise do imperialismo contemporâneo, isso traduz essa
fragmentação: ela constitui uma destruição da cultura humana
20
enquanto unidade integrada, tal como foi levada ao seu ponto
mais alto pelas sínteses realizadas por Marx, Engels, Lênin e
Trotsky, ou seja, pelo movimento operário revolucionário dos
séculos XIX e XX. Essa destruição parcial da cultura é uma
das consequências da putrefação imperialista do capitalismo, e
exprime a crise mortal do desenvolvimento das forças
produtivas da humanidade.
É fato que diversas disciplinas científicas conheceram,
nas últimas décadas, um desenvolvimento sem precedentes,
mas não aconteceu o mesmo com a ciência, enquanto saber
organizado e global, para o homem e pelo homem, das leis
que regem o universo. Se o século XX foi marcado por um
desenvolvimento sem precedentes dos conhecimentos
fragmentados, esse desenvolvimento foi extremamente
desigual de um domínio científico para outro. É preciso
estudar as causas disso, em grande parte econômicas, no
sentido de vinculadas com as relações de produção e os
interesses de classe dominantes. Os domínios das pesquisas
que exigem tecnologias muito elaboradas e caras exibem um
grande desenvolvimento, por exemplo, no quadro da pesquisa
militar, ou da pesquisa vinculada a ela. As disciplinas que
exigem menor investimento em aparelhos e tecnologia, mas
um investimento maior em “massa cinzenta”, foram, pelo
contrário, largamente sacrificadas. Uma consequência mais ou
menos direta desse processo, no plano da ideologia
“cientificista”, é o fato de existirem disciplinas consideradas
“nobres” (ou hard, na anglófila terminologia acadêmica) da
pesquisa científica, ao lado de outras que são consideradas
secundárias ou até ultrapassadas, sem o menor fundamento.
A essa questão se refere a crítica à alienação capitalista
da ciência.6 O crescimento relativo do investimento em C&T
(noutros termos, o incremento da composição orgânica do
capital, base, por sua vez, da tendência para a queda da taxa de
lucro) foi uma característica marcante do desenvolvimento
capitalista de pós-guerra, em especial nos EUA, onde esse
21
investimento cresceu 15 vezes entre 1947 e 1967, contra uma
multiplicação por 3 do PIB, no mesmo período.7 A partir da
crise dos anos ’70 (e até o presente) esse gap aumentou ainda
mais, evidenciando o crescimento da concorrência mundial,
própria de todo período de crise capitalista.
Nos EUA, no entanto, associações de cientistas
criticam que, em que pese esse incremento espetacular do
investimento em C&T, a pesquisa em física e astronomia está
retrocedendo de modo alarmante, e de um modo geral toda a
pesquisa básica, base do desenvolvimento científico e
tecnológico e, por sua vez, do progresso econômico. Dos
fundos públicos para a pesquisa, por outro lado, US$ 58
bilhões (ou 65% do total) são absorvidos pela área de Defesa,
isto é, pela produção de armas de destruição massiva “para
valer” (não como as armas não encontradas nos buracos
precariamente cavados por Saddam Hussein no Iraque).
O não investimento em pesquisa básica está
dificultando cada vez mais, dizem os cientistas, as pesquisas a
respeito das mudanças climáticas, dos riscos dos OGM
(transgênicos), das novas doenças epidêmicas ou endêmicas
(novos germes patogênicos), da cada vez maior crise
energética, da segurança da vida posta pelos “problemas
morais postos pelos novos avanços tecnológicos”,
denunciando o favorecimento de posturas “fundamentalistas”
e a “perda do primado da razão”, o que não é pouca coisa.8
Dito de outro modo, a acirrada ofensiva “quantitativista”, está
mascarando a degradação da ciência, o bloqueio crescente, e
até a destruição, das forças produtivas sociais, o que não é
mais do que a consequência histórica da sobrevivência das
relações capitalistas de produção.
Uma constatação semelhante realizou Paul Forman,
um dos principais historiadores da física: a ciência é cada vez
mais “uma empresa política e econômica”, afinal atualmente
22
 a ciência é valorizada simplesmente como
um componente da tecnologia, e esta não
como um meio para fazer ciência. A
tecnologia se transforma no propósito da
ciência, estabelece seus objetivos e orienta
sua atividade, não mais concebida como
dotada de seus próprios fins ou objetivos
intrínsecos, porque carente de uma
concepção hierárquica de conhecimento: a
ciência é incapaz de criar seus próprios
fins, a tecnologia se converte no
instrumento e objetivo indispensável da
atividade científica.9
O suposto “avanço tecnológico”, portanto, encobre a
crise e o retrocesso científico reais; a “sociedade do
conhecimento”, cantada em verso e prosa por reitores e
ministros, tende a ser, na verdade, uma sociedade do
desconhecimento, entupida de gadgets tecnológicos, de cada
vez menor valor e utilidade sociais, no meio de um mar de
ameaças, não encaradas, à sobrevivência da humanidade,
incluídas as armas de destruição maciça, estas sob
responsabilidade crescente de indivíduos cujo “conhecimento”
se reduz à leitura, de segunda mão, de textos religiosos.
A lógica contraditória e parasitária do capital se
expressa, em relação ao conhecimento, na socialização
crescente da sua produção, e na privatização crescente da sua
apropriação, como ocorre, notadamente, no caso do estudo da
biodiversidade, e outros:
Tomando como pretexto a “revolução
multimídia”, certos lobbies mobilizaram-
se para pedir uma revisão do direito da
propriedade intelectual, fortalecendo-o em
proveito de seus detentores. Conseguiram
23
um prolongamento da duração de proteção
às obras, a criação de novos direitos de
propriedade intelectual (como o assim
chamado direito sui generis, que protege a
atividade, não inventiva, de constituição
de bases de dados a partir de elementos
pré-existentes), a limitação das exceções
legais (como o uso legal das obras
protegidas, chamado fair use), o
questionamento de direitos adquiridos
(caso das bibliotecas públicas) e até a
possibilidade de patentear programas de
computador...
Por trás dessa mudança, delineia-se um
remodelamento da correlação de forças
entre Estados - os puramente exportadores
e os importadores de produções
intelectuais - e entre grupos sociais com
interesses contrários (acionistas de
empresas, professores, educadores,
pesquisadores, usuários). Impõe-se,
portanto, uma reflexão sobre a noção de
"interesse geral", para evitar que os grupos
dominantes façam pender para seu lado a
balança do direito da propriedade
intelectual. A maioria das inovações e
invenções baseia-se em idéias que fazem
parte do bem comum da humanidade. É,
portanto, uma aberração limitar o acesso à
informação e ao conhecimento que
constituem esse bem comum, por força de
um direito excessivamente preocupado em
proteger interesses particulares. Garantir a
proteção de um “domínio público”
mundial da informação e do conhecimento
é um aspecto importante da defesa do
interesse geral. Além disso, o mercado se
aproveita dos “bens públicos mundiais"
24
 atualmente disponíveis, como
conhecimento pertencente ao domínio
público ou as informações e pesquisas
financiadas por verbas públicas, mas não
contribui diretamente para sua promoção e
defesa.10
Marxismo e ciência
Se, para Marx, o progresso científico era parte do
progresso social geral, era impossível considerá-lo em si,
senão imerso no quadro das relações sociais imperantes,
constituindo com elas um todo orgânico. Objetivamente, isto é
admitido até pelos representantes da ciência “pura”, que não
podem evitar a penetração das relações sociais nos seus
gabinetes de pesquisa. É famosa a frase inicial de um
importante texto de um dos mais famosos físicos do século
XX: “Quando se fala hoje em física, o primeiro pensamento
vai para as armas atômicas”.11
O que os cientistas pensam hoje como “influência da
política na ciência”, era pensado por Marx e Engels como
“unidade da ciência”. Isto não significa que a teoria marxista
possa ser desqualificada devido às limitações do
conhecimento científico do século XIX, pois foi o próprio
Marx quem se opôs ao transporte da “organicidade material”
para o âmbito da história humana, rebatendo por antecipado as
críticas ao marxismo por “darwinismo”, e criticando por
adiantado as concepções organicistas de um Oswald Spengler
ou Arnold Toynbee: “As falhas do materialismo abstrato
fundado sobre as ciências naturais, excluindo o processo
histórico, são logo percebidas quando nos detemos nas
concepções abstratas e ideológicas de seus porta-vozes,
sempre que se aventuram a ultrapassar os limites da sua
especialidade”.12
25
o A dialética materialista não foi apenas filha da
grandiosa filosofia especulativa arrematada por Hegel, da
economia política inglesa e do socialismo utópico francês,
mas também da enorme revolução científica provocada pelo
desenvolvimento do capitalismo e da revolução democrática, e
não como uma justaposição abstrata de todos esses elementos,
mas como uma nova síntese superadora que, no mesmo
momento em que se desenvolve a fragmentação das ciências
que conhecemos atualmente, recobra a unidade das ciências
próprias da antiguidade clássica, na base dos enormes avanços
científicos propiciados pelo avanço das ciências.
A ciência da história se inscreve no
grandioso processo de extensão da
cientificidade. Mais ainda, converge com
os grandes descobrimentos do século em
razão de que a constituição da ciência da
história é contemporânea do progresso
fundamental das ciências da natureza no
século XIX, de sua integração na
dimensão temporal, de sua historicização:
cosmologia racional, teoria das formas da
energia, teoria celular, teoria da evolução.
Portanto, toda ciência é realista e
materialista, mas implica uma forma de
materialismo incompatível com a forma
mecanicista dominante desde o século
XVIII, desautorizada pelos progressos do
XIX, que implicam todos a integração do
tempo. Trata-se na nova biologia
(Darwin), da nova energética (R. Mayer)
ou da ciência das sociedades (Marx
confirmado por Morgan enquanto às
sociedades primitivas), o racionalismo
científico caminha, na realidade, ao longo
de uma mesma frente, mas de uma frente
26
 com duas vertentes, anti-idealista e anti-
mecanicista.13
“Superação” não significa a eliminação da divisão do
trabalho científico, mas a sua conservação numa unidade
superior. Diversos autores acusam o marxismo de
“reducionista”, quando foram os autores marxistas os que se
empenharam em defender e conservar a especificidade do
método científico para cada área diferenciada do
conhecimento:
[Não é possível dizer] que cada fenômeno
social é diretamente reduzível à fisiologia
e logo às leis da química e da mecânica.
Pode-se dizer que este é o supremo fim da
ciência. Mas o método de aproximação
gradual e contínua a esse objeto é
completamente diferente. A química tem a
sua maneira especial de se aproximar da
matéria; seus próprios métodos de
investigação, as suas próprias leis.
Igualmente, sem o conhecimento de que
as reações químicas são reduzíveis em
última análise às propriedades mecânicas
das partículas elementares da matéria, não
há nem pode haver uma filosofia acabada
que una todos os fenômenos de um só
sistema, assim, por outro lado, o mero
conhecimento de que os fenômenos
químicos se fundamentam na mecânica e
na física não proporciona em si a chave de
nenhuma reação química.
A química tem as suas próprias chaves.
Pode-se escolher entre elas apenas pela
generalização e experimentação, através
do laboratório químico, de hipóteses e
27
teorias químicas. Isto é aplicável a todas
as ciências. A química é um poderoso
pilar da fisiologia com a qual está
diretamente relacionada através dos canais
da química orgânica e fisiológica. Mas a
química não é um substituto da fisiologia.
Cada ciência descansa sobre as leis de
outras ciências somente naquilo que se
chama de instância final. Mas ao mesmo
tempo, a separação das ciências, umas das
outras, está determinada, precisamente,
pelo fato de que cada ciência abarca um
campo particular de fenômenos, isto é, um
campo de tais complexas combinações de
fenômenos elementares que se requer uma
aproximação especial, uma técnica de
investigação especial, hipóteses e métodos
especiais.14
A ilusão de um “método científico único” está na base
da crítica de Karl Popper à teoria marxista, para a qual
pretendem aplicar o mesmo teste de verificação próprio das
ciências exatas e naturais (isto sim é reducionismo). Na
verdade, a “filosofia da ciência” vive tropeçando desde o seu
nascedouro, com a ilusão do estabelecimento desse “método
único”, o que significaria a redução da toda realidade à
ciência, e a substituição da “unidade das ciências” pela
“ciência única”, cuja impossibilidade se verifica, justamente,
no conceito de método.
A fim de chegar a este conceito unívoco,
tanto filósofos quanto historiadores do
método científico tiveram que selecionar
um aspecto particular do procedimento
científico: observação dos fatos, indução,
experimentação, medição e dedução
28
 matemática, postulação hipotética,
predição, e possivelmente verificação e
falsificação. Tentar um conceito unívoco
abarca necessariamente a exclusão de
outros elementos essenciais, e a real
tragédia desta univocidade, no entanto,
não reside nem na exclusão de uma
determinada característica particular -
posto que o elemento abandonado acaba
reaparecendo, resgatado por algum outro
autor - nem na própria perda do conceito
de método.15
Com seu método dialético-materialista, Marx e Engels
não pretenderam unificar abstratamente as diversas ciências, e
os métodos específicos de cada uma delas. Ao contrário, esse
método consiste na superação da velha concepção filosófico-
idealista (herdada do pensamento grego) que considera a
filosofia como “mãe” de todas as ciências, seja porque estas
são derivadas daquela, seja porque aquela generaliza no plano
da abstração os resultados concretos destas. Esta concepção
refletia, no pensamento, a escassa divisão social do trabalho
existente nas sociedades pré-capitalistas (pelo menos se
comparada com aquela existente na sociedade burguesa).
A Revolução Industrial, o desenvolvimento do
capitalismo, fez explodir a base material dessa concepção:
Nos períodos anteriores havia íntima
relação entre ciência e filosofia, ambas
não se distinguiam muito bem (caso da
Idade Média, quando elas eram
identificadas), ou a relação era óbvia (nos
grandes sistemas filosóficos do século
XVII, a ciência tinha um papel de
dependência). No século XVIII é que
29
vamos encontrar a separação entre elas,
pelo menos na formulação de seus
problemas. Este é o século das
especificações de várias disciplinas
científicas, das especializações. Depois do
século XIX e, sobretudo, no nosso século,
encontramos uma separação radical entre
ciência e filosofia, pelo menos numa visão
superficial, pois se olharmos com o
devido cuidado e profundidade, veremos
que suas relações são muito mais fortes
daquilo que aparece ou é proclamado.16
O último grande sistema filosófico especulativo, o
sistema hegeliano, ainda impregnado (devido ao escasso
desenvolvimento do capitalismo no seu berço histórico) da
velha filosofia pré-capitalista, levou até suas últimas
consequências metodológicas o desenvolvimento filosófico
anterior, criando o moderno método dialético, ainda
persistindo na inversão idealista das relações entre ciência e
filosofia, reflexo, na verdade, da própria inversão idealista da
realidade tout court (ou, nas palavras de Marx, o método
dialético ainda “de pernas para o ar”). Segundo Robert
Havemann, físico e marxista alemão,
foi exatamente por esse motivo que Hegel
fez com que sua filosofia fosse mal vista
pelos cientistas. Ele se imiscuía em todas
as ciências, a partir de seu sistema da
lógica dialética. O que resultava daí era,
na maioria das vezes, realmente ridículo.
Na melhor das hipóteses, tratava-se de
uma reprodução muito superficial das
concepções científicas de seu tempo.
Jamais conseguiu ele ir além daquilo a
que a própria ciência já havia chegado. Ao
30
 contrário, as tentativas de aplicação de sua
lógica na maior parte dos campos levavam
a absurdos conceituais. Foi por isso que
esse grande pensador dialético não pôde
ser de qualquer proveito para as ciências
naturais. Suas concepções e manifestações
foram finalmente consideradas como
inúteis e dispensáveis pela maioria dos
cientistas da natureza.
Em verdade, a dialética só pode ser
apreendida concretamente. Quando
separamos a dialética de seu concretismo
e a transformamos em uma formalística
abstrata, ela passa a ser um esquema
inócuo. Petrifica-se em um sistema que,
além do mais, se apresenta como o que há
de mais universal, significativo e profundo
que o espírito humano pode atingir.
Isolada da realidade, a dialética deixa de
sê-lo. Isolada da realidade, a dialética se
transforma em disputa gratuita sob a
forma de contradições absurdas,
fantásticas e sem sentido. Tal dialética
evidentemente não pode ser materialista.17
De acordo com Marx, em O Capital,
meu próprio método dialético é não só
fundamentalmente diferente do hegeliano,
mas inclusive seu oposto. Para Hegel, o
processo do pensamento (que ele
transforma em objeto independente,
dando-lhe o nome de idéia) é o criador do
real. Para ele, o real é somente a
manifestação exterior da idéia. No meu
enfoque, pelo contrário, o ideal não é
31
senão o material, transferido e transposto
na mente humana.
Materialismo e filosofia da ciência
A tendência para a fragmentação da ciência, desde
então, reflete de maneira inconsciente a própria tendência para
a fragmentação da produção, para o crescimento desordenado
da divisão social (capitalista) do trabalho. Isto não significa a
emancipação da ciência da filosofia, mas a sua submissão às
“ideias dominantes de uma época” (as ideias da classe
dominante), submissão que será consagrada “filosoficamente”
pelo positivismo francês (ou pelo utilitarismo norte-
americano). Como diz o autor já citado,
todo cientista, mesmo quando trata de
problemas de sua especialidade, é sempre
orientado por determinadas concepções
filosóficas... Os cientistas são sempre
escravos de determinada filosofia; quanto
mais atacam a filosofia, tanto mais se
transformam em escravos das filosofias
mais atrasadas e mais limitadas. É preciso
que se tenha clareza de que sempre se
pensa ‘filosoficamente’.
Ao se ocupar das ciências exatas e naturais, Marx e
Engels não pretendiam “impor” seu método a elas, mas provar
que os seus resultados verificavam a vigência do método no
próprio desenvolvimento material, e assim poder apontar os
caminhos do seu futuro desenvolvimento. É o que apontam os
compiladores russos dos escritos de Marx e Engels sobre as
matemáticas:
32

Marx não dispunha ainda das estritas
definições dos conceitos fundamentais da
análise matemática características da
análise contemporânea. À primeira vista,
o conteúdo de seus manuscritos pode
parecer periclitante, sem sair do marco
que Lagrange já conhecia em finais do
século XVIII. Efetivamente, a tendência
fundamental que caracteriza os
manuscritos de Marx continua revestindo
uma significação real em nova época.
Marx desconhecia a atual definição
rigorosa das noções de números reais, de
limite e de continuidade. Mas,
aparentemente, ainda no caso de tê-las
conhecido, ditas definições não o teriam
satisfeito. Marx busca um processo ‘real’
de descobrimento da função derivada.18
Marx e Engels não pretendiam revolucionar as ciências
de sua época, mas demonstrar que todo o seu desenvolvimento
progressivo devia refletir o movimento dialético da realidade.
Por isso, Engels viu em Descartes e nas “magnitudes
variáveis” o ingresso da dialética nas matemáticas: refletia um
processo necessário de desenvolvimento científico. A
dialética materialista não se fundava, portanto, numa
arbitrariedade especulativa. Invertendo (superando) Hegel,
Engels afirma que “a unidade do mundo consiste na sua
materialidade”. Daí que seja decisivo estabelecer a “dialética
da natureza”, responsável pelo suposto “materialismo
naturalista” de Engels: trata-se do ponto crucial da ruptura do
marxismo com a filosofia especulativa, aí incluída a
hegeliana, e sua não menos especulativa “filosofia da
natureza”. Sem o estabelecimento de suas grandes linhas, a
ruptura com a metafísica especulativa teria ficado incompleta,
33
e a tarefa de expô-la coube inteiramente a Engels. A dialética
da natureza não é uma espécie de “hipótese Gaia” primitiva,
personificando a natureza e “naturalizando” a sociedade
humana.19
Engels definiu a dialética em contraste à metafísica,
como “a ciência das interconexões”. Ele condensa essas
formas de interconexão em três leis: a lei da transformação da
quantidade em qualidade, a lei da interpenetração dos opostos,
e a lei da negação da negação. Mas, como ele enfatiza em
Feuerbach, “já não é mais uma questão de inverter
interconexões, mas sim de descobri-las nos fatos”. Em
Dialética da Natureza, Engels diz que o erro de Hegel
reside no fato de estas leis estarem
impostas à natureza e à história como leis
do pensamento, e não deduzidas das
mesmas. Esta é a fonte de todo o seu
tratamento forçado e até mesmo forjado...
se invertermos a coisa, tudo se torna
simples e as leis dialéticas que aparecem
de forma tão misteriosa na filosofia
idealista, imediatamente ficam simples e
claras como a luz do dia.
Ou, no Anti-Dühring, elas revelam “um processo que
ocorre todo dia e a toda hora do dia, que qualquer criança
pode compreender”.
No que concerne às ciências naturais, Engels disse, em
Dialética da Natureza, que
linhas rígidas e rápidas são incompatíveis
com a teoria da evolução... o velho
método metafísico não serve mais para um
estágio da visão da natureza em que todas
34
 as diferenças são fundidas em degraus
intermediários, e todos os opostos se
penetram mutuamente por ligações
imediatas. A dialética, que dessa forma
não conhece linhas rígidas e rápidas,
nenhuma validez universal
incondicional... e reconcilia os opostos, é
o único método de pensamento apropriado
no mais alto grau a este estágio.
Resumindo, a dialética, como ele a descreve em
Feuerbach, é aquele
grande pensamento básico de que o
mundo não deve ser compreendido como
um complexo de coisas já prontas, mas
como um complexo de processos, onde o
aparentemente estável, assim como a
imagem que temos dele, os conceitos,
sofrem um processo ininterrupto de vir a
ser e deixar de ser, onde, apesar de tudo
parecer acidental, há um desenvolvimento
fundamental que se impõe no final.
A dialética materialista não é “filosofia da ciência”,
mas um método que integra e supera (vale dizer, não elimina)
os métodos particulares de cada ciência. O grande arqueólogo
australiano Vere Gordon Childe demonstrou, em sua extensa
obra, que os estágios primários da sociedade humana só se
deixam compreender considerando a história humana como
parte da história natural, e não o contrário. A questão do
método dialético se manifestou com especial força no terreno
da biologia, talvez pelas razões apontadas por Marcel Prenant:
35
Um físico não teria dificuldades em
encontrar casos em que o pensamento
dialético lhe é indispensável. Também não
as teria para casos em que o pensamento
lógico seria suficiente. Que significa isto
e senão que ele lida, com frequência, com
objetos relativamente estáveis? Não
acontece o mesmo no domínio das
ciências biológicas e humanas, porque a
vida é, em grande medida, instabilidade.20
Dialética e evolução biológica
O próprio princípio da biologia é dialético, pois a
própria vida implica necessariamente movimento (mors
imortalis, o princípio mesmo da dialética, que só reconhece o
movimento como absoluto e invariável). Como afirma em A
Cinética do Desenvolvimento, o biologista Fauré-Frémiet:
“Apesar de algumas aparências, pode-se dizer que não existe
estabilidade compatível com a vida e que a idéia de
desenvolvimento, incluídas as diversas noções de
transformação, variação ou evolução, é inseparável da idéia de
organização ou de ser vivo”.
De maneira ainda mais direta, o conhecido biologista
contemporâneo Stephen Jay Gould reconheceu explicitamente
a importância do princípio materialista estabelecido por
Engels no seu artigo sobre O Papel da Mão na Transformação
do Macaco em Homem, para a análise do surgimento da
espécie humana: “A importância do ensaio de Engels está não
nas suas conclusões substanciais, mas sim na sua aguçada
análise política do movimento pelo qual a ciência se achava
tão apegada à asserção a priori da primazia cerebral”.
À medida que os seres humanos aprenderam a dominar
seu ambiente, diz Engels, foram acrescentando outras
36
habilidades à caça primitiva - a agricultura, a tecelagem, a
cerâmica, a navegação, as artes e as ciências, as leis e a
política e, finalmente, “a fantástica reflexão das coisas
humanas na mente humana: a religião”. Com o acúmulo de
riquezas, pequenos grupos tomaram o poder e forçaram outros
a trabalhar para eles. O trabalho, a fonte de toda a riqueza e o
impulso primeiro para a evolução humana, adquiriu o mesmo
baixo status daqueles que trabalhavam para os dirigentes. Já
que os dirigentes governavam pela vontade (vale dizer, por
feitos da mente), as ações do cérebro pareceram ter um poder
propulsor próprio. A filosofia não perseguiu um ideal de
verdade imaculado. Os filósofos dependiam do patrocínio do
Estado ou da Igreja.
Mesmo que Platão não tenha conspirado
conscientemente para proteger os privilégios dos dirigentes
com uma filosofia supostamente abstrata, sua própria posição
de classe encorajou uma ênfase no pensamento, considerado
mais importante e dominador e muito mais nobre que o
trabalho que supervisionava. Essa tradição idealista dominou a
filosofia até os dias de Darwin. Sua influência foi tão sutil e
penetrante que mesmo materialistas científicos como Darwin
sucumbiram na sua esteira. Um preconceito precisa ser
reconhecido primeiro para depois ser desafiado. A primazia do
cérebro parecia tão óbvia e natural que foi antes aceita como
um dado, do que reconhecida como um preconceito
relacionado à posição e classe dos pensadores profissionais e
seus patronos. Engels escrevia:
Todo o mérito do rápido avanço da
civilização foi atribuído à mente, ao
desenvolvimento e à atividade do cérebro.
Os homens se acostumaram a explicar
suas ações por seus pensamentos, e não
por suas necessidades... E assim, no
decorrer do tempo, surgiu aquela visão
37
idealista do mundo, a qual, especialmente
desde a queda do mundo antigo, vem
dominando as mentes dos seres humanos.
E domina-os a tal ponto ainda hoje que
mesmo o mais materialista dos cientistas
da escola de Darwin continua incapaz de
fazer uma idéia clara das origens do
homem, pois, sob essa influência
ideológica, não reconhece o papel que o
trabalho representou nisso tudo.
Do que Stephen Jay Gould concluiu:
De fato, o tema de Engels da separação
entre cabeça e mão contribuiu bastante
para estabelecer e limitar o trajeto da
ciência por toda a história. A ciência
acadêmica em particular tem sido regida
por um ideal de pesquisa ‘pura’ que,
tempos atrás, impediu que os cientistas
realizassem experimentos extensos e
testes empíricos. Mesmo hoje em dia,
pesquisadores ‘puros’ tendem a depreciar
a prática. Se levássemos a sério a
mensagem de Engels e reconhecêssemos
nossa crença na superioridade da pesquisa
pura pelo que ela é - ou seja, preconceito
social - talvez conseguíssemos promover
entre os cientistas a união entre a teoria e a
prática de que um mundo perigosamente à
beira do abismo como o nosso necessita
com tanto desespero.21
A questão “prática” (isto é, social) interfere
diretamente com a pesquisa pura, inclusive nos campos mais
avançados, como é o caso da genética e da biologia molecular,
38
cujas descobertas e possibilidades práticas se veem
diretamente afetadas pelos interesses de classe prevalecentes:
O DNA também pode suscitar delicados
dilemas éticos e sociais. Para Paul
Billings, da Universidade de Stanford, que
documentou centenas de casos de recusa
de emprego ou de benefícios da
previdência social devido 'à composição
genética de uma pessoa', esse tipo de
discriminação já é um problema.22
A validade do método materialista-dialético nas
questões “científicas” não se restringe, porém, como parecia
pensar Stephen Jay Gould, a chamar a atenção para o fato de
que “os cientistas, como todos os seres humanos, refletem
inconscientemente em suas teorias, as restrições políticas e
sociais da sua época”. Ele permite também antecipar, em
linhas gerais, os resultados que serão atingidos por ciências
particulares, como notou Valentino Gerratana:
Marx e Engels não tiveram que esperar
Darwin para conceber um
desenvolvimento histórico e se limitavam a analisar as modificações da
antiteleológico da natureza em relação à
sua concepção materialista da história. A
própria idéia da evolução das espécies
animais - uma idéia que, como se sabe,
não foi Darwin o primeiro a formular -
não era em absoluto alheia às esferas de
interesse daqueles antes de 1859.23
39
Marxismo e previsão científica
Nas ciências biológicas, há teorias mais modernas
sobre a formação dos seres, como a de Henri Atlan sobre a
organização dos seres vivos, a de Renée Thom, sobre a
morfogênese biológica, e a de Jacques Monod, sobre uma
filosofia natural da biologia, onde afirma que a natureza não
obedece à lógica dialética, mas ao cálculo de probabilidades.
Devemos também mencionar os trabalhos do biólogo e
marxista inglês J. B. S. Haldane, que em seu prólogo à edição
inglesa da Dialética da Natureza, escreveu:
O marxismo considera a ciência sob dois
aspectos. Em primeiro lugar, os marxistas
estudam a ciência entre as outras
atividades humanas. Eles mostram como a
atividade científica de uma sociedade
depende da evolução de suas necessidades
e, portanto, de seus métodos de produção,
que a ciência por sua vez modifica, assim
como a evolução de suas necessidades.
Mas em segundo lugar, Marx e Engels não
sociedade. Na Dialética, eles descobrem
as leis gerais da mudança, não apenas na
sociedade e no pensamento humano, mas
no mundo exterior, refletido pelo
pensamento humano. O que significa dizer
que a dialética pode ser aplicada a
problemas de ciência ‘pura’ assim como
às relações sociais da ciência.
40
 O princípio dialético-material, exposto por Engels,
rompeu antecipadamente com a matriz principal do
pensamento científico do século XIX, embora essa matriz
fosse ainda capaz de abrigar, durante todo um período, o
progresso científico:
Por diversificados nos seus objetivos que
tenham sido os pensamentos de Laplace,
de Claude de Bernard, de Berthelot, de
Henri Poincaré, eles refletiam a inspiração
comum a todo o pensamento do século
XIX, que é o determinismo. Parece
indiscutível e evidente que um
acontecimento seja causalmente
determinado se ele puder ser seguramente
predito e se condições causais idênticas
determinarem o mesmo efeito. Portanto, à
medida que o conhecimento se alargasse,
o campo do desconhecido diminuiria
pouco a pouco; no limite, o acesso às
causas primeiras revelaria a coesão das
leis universais com a harmonia de um
universo no qual o homem não passaria de
um elemento entre outros, dependente da
simples adaptação das leis gerais ao seu
caso particular.
As leis da natureza são universais,
imutáveis, independentes de qualquer
circunstância tanto de cronologia como de
lugar; mais ainda, são válidas, diferindo
apenas na escala, em todos os campos da
natureza, desde o universo astronômico ao
átomo. O homem pode acalentar o sonho
de as penetrar. A essa concepção
acresciam várias noções intuitivas; as
trocas de energia entre as radiações e a
matéria interpretam-se pelos raciocínios
41
de termodinâmica baseados na
continuidade e isso também se verifica no
caso das quantidades infinitesimais; o
espaço, o tempo, continuam a ser
parâmetros de referência dos fenômenos
físicos. O desenvolvimento dessas noções,
iniciado em 1900 com os quanta de
Planck, prosseguiu a partir de 1905 com
os fotões de Einstein e com a relatividade
restrita.24
Léon Trotsky assinalou, no início dos anos 20, no seu
artigo, Radio, Ciência, Técnica e Sociedade, que
o fenômeno da radioatividade nos está
levando ao problema da liberação da
energia intra-atômica. O átomo contém
em si próprio uma poderosa energia oculta
e a maior tarefa da física consiste em
extrai-la afastando os impedimentos de tal
modo que possa fluir livremente como
numa fonte. Nessas condições se abrirá a
possibilidade de substituir o carvão e o
petróleo pela energia atômica, que
também se transformaria na força motriz
básica. Esta não é uma tarefa sem
esperança.
E que perspectivas ela nos abre! Apenas
isto nos dá o direito de declarar que o
pensamento científico e técnico está se
aproximando de um ponto culminante,
que a época revolucionária no
desenvolvimento da sociedade humana
está acompanhada por uma época
revolucionária na esfera do conhecimento
e do domínio da matéria.
42

A genialidade da antecipação não fica ofuscada pelo
fato de Trotsky não prever que, com a sobrevida do
capitalismo, o principal uso da energia atômica teria fins
militares (as bombas).
Todo o desenvolvimento científico apontou para o
questionamento da perspectiva de uma “teoria única”, e final,
que explicasse toda a realidade (e que só poderia ser explicada
por Deus), e que pusesse um limite ao conhecimento
científico. O físico e epistemólogo Paul Feyerabend assinala o
fato de que as duas revoluções científicas do século (a
mecânica quântica e a teoria da relatividade), que a princípio
apareciam como “simples correções à mecânica clássica”,
perderam seu caráter absoluto a partir das transformações das
partículas elementares, processo para o qual emprega o
significativo termo de “se historicizarem”. Ele situou esse
processo dentro de um contexto mais geral:
Naquilo que toca a matéria, os atomistas
gregos nos legaram um projeto: tentar
conciliar a permanência e a mudança. Daí
a idéia de combinações temporárias de
elementos permanentes: átomos e
moléculas de ontem, partículas
elementares de hoje. Uma das descobertas
fundamentais das últimas décadas é
justamente aquela da instabilidade de
partículas elementares. Se as experiências
em curso se revelam positivas, seria
necessário concluir que o projeto atomista,
fecundo como tem sido, chega hoje a seus
limites.25
43
Estamos aqui bem longe da vulgata pseudo-marxista
stalinista (o chamado dia-mat) que pretendeu encerrar todo o
desenvolvimento científico ulterior dentro dos parâmetros
estabelecidos por Marx e Engels, com base nos resultados
científicos de sua época.26 Isto equivale a negar o próprio
princípio dialético do desenvolvimento científico, ou como
afirma um marxista, “se a forma de evolução de um sistema
retroativo complexo é dialética, e se as nossas ciências
constituem sistema retroativos complexos, a forma de
evolução das ciências deve ser dialética”.27
Nos seus Cadernos Filosóficos, Lênin colocou que “a
continuação da obra de Hegel e Marx deve consistir na
elaboração dialética da história do pensamento humano, da
ciência e da técnica”. O affaire do “biólogo” Lyssenko, a
negação dos princípios da evolução e da transformação
genéticas de Mendel, foi apenas exemplar: também a teoria da
relatividade, a mecânica quântica e até a psicanálise foram
declaradas “ideologias reacionárias burguesas” (de base
idealista) e banidas do curriculum, impondo um retrocesso
histórico à ciência soviética, sob pretexto de construir a
“ciência socialista num país só”, talvez o aspecto mais
grotesco desta ideologia reacionária.
Os mais recentes desenvolvimentos em história da
ciência provam que na sua base encontram-se as crises,
motivadas duplamente pela contradição da ciência acumulada
com a realidade e consigo mesma, da qual nascem as
“revoluções científicas”.28
A aparência desse desenvolvimento tende a ocultar
tanto a sua dialética interna quanto a sua interação com a
realidade:
Para o progresso da ciência são tão
importantes as longas cadeias de
investigação quanto os pontos de ruptura
44
 por descobrimentos de crucial
importância, mas enquanto os primeiros
são em sua maioria fruto do esforço de
espíritos com consciência mais comum
porém esforçados, os últimos vão unidos
em geral ao nome dos grandes cientistas.
Esse fato conduziu a uma concepção da
ciência em que esta aparece unicamente
como fruto do trabalho desses grandes
homens, ficando amplamente à margem,
portanto, do efeito dos fatores econômicos
e sociais.29
A interação com a realidade está determinada pela
própria natureza do conhecimento científico, determinado,
segundo Trotsky, pela “necessidade de conhecer a natureza,
que se impõe aos homens pela necessidade de subordinar a
própria natureza”. O próprio Bertrand Russell reconheceu esse
ponto ao afirmar que “o pensamento científico é, antes do
mais, pensamento-potência, isto é, pensamento cujo objetivo,
consciente ou não, é dotar seu possuidor de um poder”.30 A
crise como motor do desenvolvimento científico está no
nascedouro da física moderna:
A ‘crise’ do materialismo mecanicista
assinalou o fim de uma forma de aliança
entre física e filosofia, que se havia
revelado profícua no século XVII e ainda
nas primeiras décadas do século XIX. A
física assumiu então uma função de
vanguarda, investigando a estrutura
daqueles conceitos de objeto e de matéria
que o mecanicismo apresentara como
simples e fundamentais e que, no entanto,
se mostravam cada vez mais complexos.31
45
No seu ponto culminante, a teoria da relatividade,
encontramos a crise no seu sentido dialético, isto é, superação
através da conservação-negação do acumulado no passado: “A
melhor maneira de compreender a inovação de Einstein
consiste em superpor os dois aspectos: considerar a
descontinuidade da sua orientação metodológica dentro de um
desenvolvimento historicamente continuo”.32
Mas a “realidade” não é neutra: está dividida entre
interesses de classe irreconciliáveis, onde a pressão imediata é
exercida pelos interesses das classes dominantes. Sob o
capitalismo, essa contradição determina o vetor do
conhecimento científico:
Quanto mais a ciência descobre sobre a
matéria, tanto mais se descobrem
propriedades ‘inesperadas’ e com maior
zelo trata o decadente pensamento
filosófico da burguesia de utilizar as novas
propriedades ou manifestações para
demonstrar que a matéria não é matéria. O
progresso da ciência natural pelo domínio
da matéria é paralelo à luta filosófica
contra o materialismo.33
Notas
1
Paolo Rossi. Os Filósofos e as Máquinas 1400-1700. São Paulo,
Companhia das Letras, 1989, p. 67.
2
Paolo Rossi. Op. Cit., p. 95.
3
François Vatin. Le Travail. Economie et Physique 1780-1830. Paris,
PUF, 1993, p. 9.
46
4 19
Pierre Guaydier. A História da Física. Lisboa, Edições 70, 1984, p. 63.
5 os seus melhores expositores. Cf. Elisabeth Satouris. Gaia: the Human
Francisco M. Salzano. Biologia, Cultura e Evolução. Porto Alegre,
Universidade Federal de Rio Grande do Sul, 1993, p. 104.
6 Marcel Prenant. Biologie et Marxisme. Paris, ESI, 1937, p. 79.
Para uma atualização, ver: Laboratorio per la Critica Sociale. Profito o
Scienza? La controriforma universitaria al servizo degli interessi aziendali,
Roma, fevereiro 2001.
7 22
Ernest Mandel. O Capitalismo Tardio. São Paulo, Abril Cultural, 1988.
8 23
USA, cresce la ricerca privata: Fondi doppi rispetto allo Stato, Corriere
della Sera, 20 de novembro de 2003.
9 24
Hoy la ciencia se valora simplemente como un componente de la
tecnología. Entrevista com Paul Forman, El País, Madri, 12 de novembro
de 2003. Paul Forman é curador da área de física no Museu Nacional de
História Americana, na Smithsonian Institution.
10
Philippe Quéau. A qui appartient la connaissance? Le Monde
Diplomatique, Paris, agosto 2001 (Philippe Quéau é diretor da Divisão de
Informação e Informática da UNESCO).
11
Werner Heisenberg. Physique et Philosophie. Paris, Albin Michel, 1971,
p. 9.
12
Karl Marx. O Capital. Vol. 1, Livro I, Rio de Janeiro, Civilização
Brasileira, 1966, p. 425.
13
André Tosel. La eleboración de la filosofia marxista por Engels e Lenin.
In: Yves Belaval. Las Filosofias Nacionales. Siglos XIX e XX. México,
Siglo XXI, 1986, p. 292.
14
Leon Trotsky. La ciencia natural y el marxismo. Literatura y
Revolución, Buenos Aires, El Yunque, 1974, p. 270.
15
James A. Weisheipl. La Teoria Física en la Edad Media. Buenos Aires,
Columba, 1967, p. 117.
16
Michel Paty. Ciência, filosofia e sociedade. In: Osvaldo Coggiola. A
Revolução Francesa e seu Impacto na América Latina. São Paulo, Edusp-
CNPq, 1990, p. 95.
17
Robert Havemann. Dialética sem Dogma. Rio de Janeiro, Zahar, 1967,
p. 164.
18
K. Marx e F. Engels. Cartas sobre las Ciencias de la Naturaleza y las
Matemáticas, Barcelona, Anagrama, 1975, p. 141.
47
“Gaia”, por outro lado, não passa de uma hipótese, como o reconhecem
Journey from Chaos to Cosmos. Nova Iorque, Simon & Schuster, 1989.
20
21
Stephen J. Gould. Darwin e os Grandes Enigmas da Vida. São Paulo,
Martins Fontes, 1992, pp. 209-210.
Stephen S. Hall. Uma Nova Biologia. São Paulo, OESP, 1995, p. 9.
Valentino Gerratana. Investigaciones sobre la Historia del Marxismo.
Barcelona, Grijalbo, 1975, vol. I, p. 101.
Pierre Pizon. O Átomo e a História. Porto, Afrontamento, 1975, p. 133.
25
Entrevista com Paul Feyerabend. In: Christian Descamps. Idées
Contemporaines. Paris, La Découverte-Le Monde, 1984, p. 60. Cf.
também: Paul Feyerabend. Against Method. Minneapolis, University of
Minnesota, 1970.
26
Cf. por exemplo: Igor S. Kon et al. El Desarrollo en la Naturaleza y en
la Sociedad. Buenos Aires, Platina, 1971: tentativa de demonstrar que o
conjunto do desenvolvimento científico ulterior já está contido em Marx e
Engels, estabelecendo três tipos de leis: as da matéria inorgânica, as da
matéria orgânica, e as da sociedade.
27
Leo Apostel. Materialismo Dialettico e Metodo Scientifico. Torino,
Einaudi, 1968, p. 47.
28
Cf. Thomas S. Kuhn. A Estrutura das Revoluções Científicas, São Paulo,
Perspectiva, 1975. De acordo com Jacqueline Russ, “a crise representa
assim o prelúdio que permite a constituição de um novo modelo e a
reconstrução de todo um setor (no caso, a visão do universo) sobre novos
fundamentos. A partir daí, Kuhn está apto a definir uma revolução
científica, como passagem de um antigo a um novo paradigma, passagem
irredutível a um episódio cumulativo de desenvolvimento. Surge, com
Kuhn, uma imagem inédita da ciência, descontínua, rica em rupturas e
crises” (La Marche des Idées Contemporaines. Paris, Armand Colin, 1994,
p. 225).
29
John D. Bernal. Historia Social de la Ciencia. Barcelona, Península,
1973, p. 43.
30
Bertrand Russell. L’Esprit Scientifique et la Science dans le Monde
Moderne. Paris, J. B. Janin, 1947, p. 81.
48
31
Mauro Ceruti. O materialismo dialético e a ciência. In Eric J.
Hobsbawm. História do Marxismo. Vol. 9, Rio de Janeiro, Paz e Terra,
1987, p. 339.
32
Gerald Holton. La Imaginación Científica. México, FCE, 1985, p. 32.
33
Leon Trotsky. Radioactividad y materialismo. La Era de la Revolución
Permanente. México, Juan Pablos, 1973, p. 355.

49 50
 2 ignorantes; os conservadores o
consideram um livro decididamente
História, trabalho e evolução* perigoso, e até pessoas cultas citam
autores antiquados para mostrar que seu
autor não é melhor do que um homem
Michel Goulart da Silva** macaco.3

O que Friedrich Engels chamou de “transformação do
macaco em homem”, ou seja, a evolução humana, suscitou as
mais diferentes interpretações desde o momento em que foi
posto.1 Em um primeiro momento, a “origem simiesca” do
homem, hoje praticamente consensual, precisou provar suas
hipóteses contra as crenças oriundas dos dogmas religiosos. O
alemão Ernst Haeckel, teórico da evolução, afirmou em
polêmica com as interpretações religiosas: “a maravilhosa
‘alma do homem’ seria, segundo se afirma, uma ‘substância’
completamente especial, e muitos são os que consideram
como impossível que se tenha desenvolvido historicamente a
partir da ‘alma símia’”.2 Outro defensor da teoria da evolução,
Thomas Huxley, escrevendo em defesa de A origem das
espécies, de Charles Darwin, pouco depois de sua publicação,
afirmou:
os religiosos, leigos e eclesiásticos
condenaram-no com uma zombaria
moderada que até parece caridosa; os
fanáticos condenam-no com invectivas
*
Este texto é uma versão revista e ampliada do artigo “O macaco e o
trabalho”, originalmente publicado na revista Urutágua, Maringá, nº 14,
dez./jan./fev./mar. 2007/2008. Esta nova versão do artigo deve muito aos
comentários feitos por Pablo Rieznik e Gilson Dantas, a quem agradeço
imensamente, embora os isentando dos eventuais equívocos presentes no
texto.
**
Mestrando em História na Universidade do Estado de Santa Catarina
(UDESC).
51
Passado o século XIX, os teóricos da evolução
sofreram as mais diferentes críticas, grande parte em
decorrência de interpretações errôneas de suas hipóteses,
embora suas descobertas tenham sido, de forma geral, não
apenas comprovadas como aprofundadas.4 Segundo o biólogo
português Antônio Bracinha Vieira,
a teoria de Darwin sai incólume e
fortificada pela sua resistência às inúmeras
tentativas de refutação a que foi
submetida, e conseguiu algo de
extraordinário e único no mundo
científico: ao longo de um século e meio
foi englobando, sintetizando e dando
sentido a outras teorias, hipóteses
explicativas e modelos dispersos pelo
espaço imenso das ciências naturais, e
serviu de eixo diretor e estruturante a
disciplinas que vão da geobiologia à
biologia molecular, e assim se estendem
desde a escala planetária até à das
partículas.5
Embora as teses acerca da evolução humana
defendidas por Darwin tenham sido aceitas desde suas
primeiras exposições públicas, principalmente por meio da
obra A origem das espécies, publicada em 1859, as causas e os
mecanismos da evolução, cujos fundamentos estão na seleção
52
natural, demoraram a ser aceitos. Esse debate foi solucionado
a favor de Darwin apenas por volta da década de 1940.6 Para
Stephen Jay Gould, a falta de popularidade da teoria da
evolução no século XIX
deve-se principalmente à negação da
existência de um progresso geral inerente
ao funcionamento da evolução. A seleção
natural é uma teoria de adaptação local a
meios ambientes cambiantes. Não propõe
princípios aperfeiçoantes, não garante
melhoria geral; em suma, não fornece
motivos para uma aprovação geral num
clima político que favorecia a idéia do
progresso como inato à natureza.7
Se o principal fundamento das teses darwinistas
precisou de quase um século para mostrar sua validade, há
elementos importantes na obra de Darwin ainda hoje pouco
explorados. Um desses temas foi pouco percebido mesmo por
autores marxistas, embora seja um ponto de contato entre as
duas teorias: o trabalho e sua relação com o processo de
evolução. Essa questão foi apontada mais recentemente pelo
marxista John Bellamy Foster. Segundo ele, Marx e Engels
viam a relação humana com a terra em
termos co-evolucionário – uma
perspectiva crucial para uma compreensão
ecológica, visto que ela nos permite
reconhecer que os seres humanos
transformam o seu meio ambiente não
inteiramente conforme a sua escolha, mas
com base em condições dadas pela
história natural.8
53
Contudo, quando se discute a relação da evolução
humana com o trabalho, as pesquisas limitam-se à observação
da sequência de diferentes ferramentas utilizadas pelos
hominídeos ao longo de sua história, dos metais utilizados ou
da descoberta e o uso do fogo para diferentes funções.
Entretanto, apesar do contexto ideológico conservador e da
pouca maturidade das pesquisas arqueológicas na época de
Darwin, sua análises eram muito mais complexas. A respeito
da vida em sociedade e do uso de ferramentas, o biólogo
afirmou que
a escassa força e velocidade que o homem
possui, a sua penúria de meios naturais,
etc., são mais do que contrabalançados,
em primeiro lugar, pelos poderes
intelectivos, com os quais providenciou os
meios, os instrumentos, etc., enquanto se
encontrava ainda num estado de barbárie,
e, em segundo lugar, pelas suas qualidades
sociais que o levaram a prestar ajuda aos
seus companheiros ou deles recebê-la.9
O homem, portanto, diferencia-se dos demais animais
pela capacidade de adaptar-se a diferentes contextos,
intervindo coletivamente na natureza e construindo
ferramentas que possibilitem a ele mediar suas relações com o
meio.10 Por outro lado, quanto à relação entre o trabalho
humano e a adaptação local, em especial referência à forma
ereta de caminhar, Darwin afirma:
Tão logo um antigo membro da grande
série dos primatas foi induzido a viver
menos nas árvores por causa de uma
mudança na sua maneira de providenciar
os meios para viver ou por força de
54
 alguma alteração nas condições
ambientais, a sua maneira habitual de
proceder deve ter-se modificado: e assim
deve ter-se transformado mais
especificamente em quadrúmano ou
bípede.11
Ou seja, a especial ênfase dada por Engels à mudança
de postura, em sua inter-relação com as formas de trabalho,
estava apontada antes no próprio Darwin. Por outro lado,
acerca da divisão do trabalho, Darwin afirma que
os homens primitivos praticavam uma
divisão do trabalho; cada homem não
produzia os próprios instrumentos de
pedra ou os rústicos utensílios, mas parece
que alguns se dedicavam a este trabalho,
recebendo sem dúvida em troca produtos
da caça.12
Dialogando com o pensamento de Darwin, pode-se
afirmar em termos marxistas que o trabalho está diretamente
associado ao metabolismo entre o ser humano e o meio
natural.13 Fala-se em trabalho humano apenas quando “uma
determinada atividade altera os materiais naturais,
modificando sua forma original”.14 O trabalho é o processo
que realiza a mediação entre o ambiente e o homem, quando
este põe em ação as forças de que seu corpo está dotado –
braços, pernas, cabeça, mãos –, transformando em produtos os
elementos disponíveis na natureza, suprindo assim suas
necessidades, não importando “se elas se originam do
estômago ou da fantasia”.15
O trabalho, entendido como ação deliberada sobre o
meio e mediado pelas funções cerebrais e pela capacidade de
55
abstração e formulação de conceitos, nada tem a ver com as
atividades que realizam outros animais, como as abelhas ou as
formigas. O homem, ao atuar “sobre a natureza externa a ele e
ao modificá-la, modifica, ao mesmo tempo, sua própria
natureza”.16 O trabalho humano não é ação realizada sobre o
meio de forma instintiva ou mecânica, mas processo complexo
de aprendizagem, no qual o homem, além de repetir ações e
processos, como os outros animais, desenvolve técnicas e
tecnologia que lhe são úteis. O homem se diferencia dos
demais animais ao criar suas próprias ferramentas e sua ação
não se limita a modificar os materiais que encontra
disponíveis na natureza:
No fim do processo de trabalho obtém-se
um resultado que já no início deste existiu
na imaginação do trabalhador, e portanto
idealmente. Ele não apenas efetua uma
transformação da forma da matéria
natural; realiza, ao mesmo tempo, na
matéria natural seu objetivo, que ele sabe
que determina, como lei, a espécie e o
modo de sua atividade e ao qual tem de
subordinar sua vontade.17
Um traço marcante de diferentes sociedades humanas,
principalmente aquelas estudas por Friedrich Engels e Karl
Marx, foi uma divisão do trabalho, que se deu em muitas
sociedades pré-escravistas em função de características
fisiológicas, como gênero, idade, força física etc. Mas, à
medida que as relações de trabalho se diversificaram e a
técnica e a tecnologia se tornaram mais complexas, essas
primeiras formas de divisão foram substituídas pela divisão
entre os chamados “trabalho material” e “trabalho intelectual”.
Passava a haver, quanto à função imediata do indivíduo no
56
meio social, um trabalho realizado pela mente e outro pelas
mãos.18 Segundo Mario Alighiero Manacorda,
a divisão do trabalho condiciona a divisão
da sociedade em classes e, com ela, a
divisão do homem; e como esta se torna
verdadeiramente tal apenas quando se
apresenta como divisão do trabalho
manual e trabalho mental, assim as duas
dimensões do homem dividido, cada uma
das quais unilateral, são essencialmente as
do trabalhador manual, operário e do
intelectual.19
A divisão do trabalho limitou cada indivíduo a esferas
profissionais particulares e exclusivas; na relação mais
imediata com a esfera da produção, cada indivíduo está
limitado a classes ou profissões específicas, podendo ser
unicamente escravo, senhor, servo, caçador, operário, burguês,
professor, administrador etc. Por outro lado, o trabalho e seus
produtos passaram a ser, qualitativa e quantitativamente,
distribuídos de forma desigual, formando camadas sociais
responsáveis pela administração e pela segurança, enfim,
constituindo as primeiras formas de Estado.20
Engels e o macaco
Embora mais conhecido como um dos pioneiros do
materialismo histórico, Engels dedicou parte de sua vida
intelectual ao estudo das chamadas Ciências Naturais. No
texto intitulado Sobre o papel do trabalho na transformação
do macaco em homem, publicado postumamente, Engels
afirma que o trabalho é “condição básica e fundamental de
57
toda a vida humana”, sendo possível afirmar que, em certo
sentido, “o trabalho criou o próprio homem”.21 Segundo John
Bellamy Foster, o consenso da comunidade científica, até o
início do século XX, era radicalmente oposto ao tipo de
explicação oferecida por Engels. Enfatizava-se o
desenvolvimento do cérebro como o ímpeto subjacente à
evolução humana, nutrindo-se a expectativa de que os “elos
que faltavam” entre os primatas e os seres humanos, quando
fossem descobertos, mostrariam um cérebro num nível
intermediário de desenvolvimento. Contudo
estas expectativas foram a pique com a
descoberta, a partir do início da década de
1920, do gênero Australopithecus, que
remontava a até quatro milhões de anos. O
cérebro do Australopithecus era apenas
levemente maior e em geral a relação
cérebro-corpo era a mesma de um macaco.
Não obstante, os australopitecos eram
claramente espécies hominídeas, de
postura ereta, já exibindo mãos (e pés)
desenvolvidas e fabricando artefatos.22
Engels analisa em seu ensaio as transformações na
relação entre a humanidade e o restante da natureza e de que
forma sua intervenção sobre o meio ambiente influenciou a
formação da própria sociedade. Engels afirma que o trabalho e
a fabricação de diferentes instrumentos favoreceram a
“transformação do macaco em homem”, um processo lento
que inclui, entre outros elementos, o desenvolvimento de
certas características físicas, como a mão, a fala e o próprio
cérebro.
Para Engels, o fato de um grupo de macacos, há alguns
milhões de anos, ter deixado de necessitar das mãos para
caminhar, passando a adotar cada vez mais uma posição ereta
58
e deixando as mãos livres para executar as mais variadas
funções, foi o “passo decisivo para a transição do macaco em
homem”. Antes as mãos eram usadas apenas em tarefas como
“recolher e sustentar alimentos (...) construir ninhos nas
árvores (...) construir telhados entre os ramos (...) empunhar
garrotes, com os quais se defendem de seus inimigos, ou para
os bombardear com frutos e pedras”.23 Quando desceram das
árvores e fizeram uso da postura ereta, nossos ancestrais
adaptaram as mãos a novas tarefas. Embora nesse período de
transição a mão cumprisse funções bastante simples, ela
adquiriu ao longo do tempo mais destreza e habilidade,
transmitindo de geração em geração essa flexibilidade
adquirida.
Para Engels, a mão é produto do trabalho. No longo
processo decorrido de humanização a mão se adaptou a novas
funções, “pela transmissão hereditária do aperfeiçoamento
especial assim adquirido pelos ossos” e “pela aplicação
sempre renovada dessas habilidades transmitidas a funções
novas e cada vez mais complexas”.24 Também, além da
questão da hereditariedade, Engels dialoga com Darwin
quando corrobora a lei de “correlação de crescimento”,
segundo a qual “certas formas das diferentes partes dos seres
orgânicos sempre estão ligadas a determinadas formas de
outras partes, que aparentemente não tem nenhuma relação
com a primeira”.25 Dessa forma, a mão seria beneficiada, de
alguma forma, pelo que beneficia todo o corpo, ou seja, “o
aperfeiçoamento gradual da mão do homem e a adaptação
concomitante dos pés ao andar em posição ereta exercem
indubitavelmente, em virtude da referida correlação, certas
influências sobre outras partes”.26
Engels também destaca a fala como característica
essencial da evolução do homem, na medida em que os
humanos vivem coletivamente, se comunicam e comunicam o
que aprendem e observam, levando à necessidade de
desenvolver uma linguagem articulada, que pudesse expressar
59
ideias, conceitos, signos etc. Em função do progressivo
domínio da natureza e do desenvolvimento de novas técnicas,
o homem aos poucos foi descobrindo nos objetos propriedades
que até então não conhecia, ao passo que
o desenvolvimento do trabalho, ao
multiplicar os casos de ajuda mútua e de
atividade conjunta, e ao mostrar assim as
vantagens dessa atividade conjunta para
cada indivíduo, tinha que contribuir
forçosamente para agrupar ainda mais os
membros da sociedade.27
Isso explicaria o surgimento da linguagem, no
processo em que o organismo sofreria várias modificações:
a laringe pouco desenvolvida do macaco
foi-se transformando, lenta mas
firmemente, mediante modulações que
produziam por sua vez modulações mais
perfeitas, enquanto os órgãos da boca
aprendiam pouco a pouco a pronunciar um
som articulado após o outro.28
Segundo Engels, o trabalho e a palavra articulada
“foram os dois estímulos principais sob cuja influência o
cérebro do macaco foi-se transformando gradualmente em
cérebro humano”.29 Com o desenvolvimento do cérebro,
desenvolvem-se também os sentidos, instrumentos de contato
mais imediato com o meio. Para Engels,
da mesma forma que o desenvolvimento
gradual da linguagem está
60
 necessariamente acompanhado do
correspondente aperfeiçoamento do órgão
do ouvido, assim também o viveram, como morreram, e mesmo quantas foram exatamente
desenvolvimento geral do cérebro está
ligado ao aperfeiçoamento de todos os
órgãos dos sentidos.30
Esse desenvolvimento – do trabalho, da linguagem, da
capacidade de abstração, dos sentidos –, “em grau diverso e
em diferentes sentidos entre diferentes povos e as diferentes
épocas”,31 segundo Engels, foi o fator determinante para que o
homem e a própria sociedade também se desenvolvessem.
Engels e o Homo erectus
Sabe-se hoje, em função das pesquisas arqueológicas
desenvolvidas ao longo do século XX, que o Homo erectus,
que viveu há cerca de 2 milhões de anos, é o ancestral mais
antigo do Homo sapiens, o humano moderno:
O Homo erectus foi a primeira espécie
humana a utilizar o fogo; a primeira a
incluir a caça como parte significativa de
sua subsistência; a primeira capaz de
correr como os humanos modernos o
fazem; a primeira a fabricar instrumentos
de pedra de acordo com um padrão
definido; a primeira a estender seus
domínios para além da África.32
Sabe-se do grande número de espécies que evoluíram a
partir de ancestrais comuns ao macaco, todas bípedes embora
com fortes características simiescas: cérebro pequeno, dentes
61
molares grandes, maxilares protuberantes e um modo de
subsistência semelhante ao do macaco. Pouco se sabe de como
essas diferentes espécies. Mas sabe-se que, entre 2 e 7 milhões
de anos atrás, grande quantidade de espécies de macacos
bípedes evoluiu, sofrendo variações em sua constituição
biológica e adaptando-se a diferentes condições ambientais, e
que essas espécies se assemelhavam com os humanos em
alguns aspectos, como o modo de andar.
Como a sinalizar a origem do gênero Homo ou de
espécies com ele assemelhadas, “em meio a essa proliferação
de espécies humanas houve uma, entre 3 e 2 milhões de anos
atrás, que desenvolveu um cérebro significativamente
maior”.33 Esses ancestrais humanos começaram a produzir
suas primeiras ferramentas, batendo duas pedras uma contra a
outra, o que propiciou a eles, entre outras coisas, o acesso a
alimentos até então inacessíveis. “Os primeiros conjuntos de
artefatos encontrados têm 2,5 milhões de anos de idade; eles
incluem, além de lascas, implementos maiores tais como
cutelos, raspadores e várias pedras poliédricas”.34
O processo de evolução humana também é percebido
na alimentação, como foi destacado por Engels, que
relacionava a fabricação de ferramentas próprias para a
realização da caça e da pesca com a passagem de uma
alimentação essencialmente vegetariana para uma alimentação
mista. Essas novas características da alimentação teriam
oferecido ao organismo importantes ingredientes para seu
metabolismo, influência manifestada principalmente no
cérebro, “que recebeu assim em quantidade muito maior do
que antes as substâncias necessárias à sua alimentação e
desenvolvimento”.35 Esses novos hábitos alimentares
demandaram o uso do fogo, que auxiliava no processo de
digestão pelo cozimento dos alimentos, e a domesticação de
animais, aumentando as reservas de carne.
62
 Sabe-se, a partir das descobertas arqueológicas
posteriores a Engels, que o aumento do cérebro e as mudanças
nos dentes estão relacionados à passagem para a alimentação
mista. Partindo da compreensão de que a carne é uma fonte
concentrada de calorias, entende-se que “somente pela adição
de uma proporção significativa de carne à sua dieta poderia o
Homo primitivo ter ‘custeado’ a construção de um cérebro
maior em tamanho”.36 Além disso, o acréscimo de carne à
dieta humana provocou mudanças na forma de organização da
sociedade, nas formas de divisão do trabalho, de uso de
ferramentas etc.
O homem teve um grande número de antepassados,
alguns distantes, outros mais próximos, não tendo evoluído de
forma linear. Partindo de Darwin, evolução significa
adaptação local, que, no caso do homem, não se dá apenas
pela modificação biológica com descendências, mas tem no
trabalho um mecanismo que permite diminuir as
consequências negativas das intempéries do meio ou suprir
necessidades vitais, como comer ou se proteger do frio. Para
Darwin,
as alterações nas condições de vida têm a
mais relevada importância como causa de
variabilidade, e porque estas condições
atuam diretamente sobre o organismo, e
porque atuando indiretamente afetam o
sistema reprodutor. Não é provável que a
variabilidade seja, em todas as
circunstâncias, uma resultante inerente e
necessária destas transformações. (...)
Pode-se atribuir uma relativa influência à
ação definida das condições de vida, mas
não sabemos em que proporções esta
influência se exerce. Pode-se considerar
como causa, mesmo até como razão
considerável, o aumento do uso ou não
63
das partes. O resultado final, se se
consideram todas estas influências, torna-
se amplamente complexo. 37
Houve várias outras espécies, como as
australopitecíneas, contemporâneas aos ancestrais humanos,
que compartilhavam características hoje presentes no Homo
sapiens, do que se depreende que a “família” humana, entre
“primos” e “irmãos”, é grande e diversa. Também sabe-se que
o Homo sapiens não é a última parada da evolução humana,
nem um hominídeo perfeito e acabado que deve se perpetuar
com essa constituição biológica. Ora, sabe-se que
as “seqüências” evolutivas não são
degraus de uma escada, mas sim a
reconstrução em retrospecto de uma trilha
labiríntica, ramo por ramo, da base do
arbusto à linhagem, sobrevivendo agora
no topo. (...) O Homo sapiens não é
produto de uma escada que desde o início
sobe diretamente em direção ao nosso
estado atual. Constituímos tão-somente a
ramificação sobrevivente de um arbusto
outrora exuberante.38
Considerando a existência de espécies contemporâneas
dos ancestrais humanos, pode-se pensar que Engels se
equivocou ao defender a hipótese de que o homem haveria
surgido a partir de um único grupo de macacos. Essa visão
linear da evolução das espécies, deduzida do texto de Engels,
se confirmada, possivelmente deve-se à influência de teorias
pré-darwinistas, como as teses de Lamarck. Contudo, no
conjunto do texto de Engels evidencia-se o método
materialista e dialético, havendo uma íntima relação entre sua
64
obra e o melhor da teoria da evolução do século. Portanto,
desse conjunto de colaborações depreende-se que
a evolução normalmente se processa por
meio de uma “especiação” – uma
ramificação de uma linhagem a partir do
tronco parental – e não por uma mudança
constante e vagarosa desses grandes
troncos. Episódios repetidos de especiação
produzem um arbusto.39
O Homo erectus não surgiu numa explosão biológica,
mas é produto de um longo processo de evolução. É um
arbusto, não um degrau de escada, onde as espécies dele
oriundas apresentam outras especiações e assim
sucessivamente. Segundo Darwin,
as variedades um pouco mais acentuadas,
um pouco mais constantes, conduzem a
outras variedades mais pronunciadas e
mais persistentes ainda; estas últimas
conduzem à subespécie, e por fim à
espécie. A passagem de um grau de
diferença a outro pode, em muitos casos,
resultar simplesmente da natureza do
organismo e das diferentes condições
físicas a que tem estado muito tempo
exposto. Porém a passagem de um grau de
diferença para outro, quando se trata de
caracteres de adaptação mais importantes,
pode atribuir-se seguramente à ação
coletora da seleção natural, que explicarei
mais adiante, e os efeitos do aumento de
uso e não-uso das partes. Pode-se dizer
65
então que uma variedade grandemente
pronunciada é o início de uma espécie.40
Em seu ensaio, Engels não se preocupa em definir um
grupo de hominídeos e sua localização espacial e temporal,
mas expõe o processo de evolução humana em sua relação
com o trabalho. Embora seu texto remonte a uma única
origem humana, procura defender a hipótese de que foi o
trabalho – que, neste caso, apontamos como o responsável
pelas diversas especiações – o fator que diferenciou a
adaptação humana da adaptação de outros animais. Se todos
os ancestrais humanos e seus contemporâneos, de diferentes
regiões e épocas, têm características próprias, é óbvio que isso
se deu em função das diferentes formas que essas espécies
encontraram para se adaptar ao meio em que viviam,
produzindo, certamente, diferentes formas de trabalho,
utilizando diferentes instrumentos. Portanto, retomando
Engels, percebe-se que não é apenas em função de uma
determinação biológica que o homem se transforma, mas
também pela sua intervenção, pelo trabalho, sobre a natureza.
Em seu contato com o meio ambiente, o ser humano
aprendeu a dominá-lo, desenvolvendo habilidades como a
caça, a pesca, a agricultura e a tecelagem. O trabalho humano
desenvolveu, além de uma grande diversidade de técnicas e
ferramentas, diferentes formas de organização das sociedades.
Por meio da cooperação entre as mãos, os órgãos da
linguagem e o cérebro se produziram as artes e a política, a
cerâmica e as navegações, o direito e as religiões, a escravidão
e o capitalismo. Segundo Engels, “frente a todas essas
criações, que se manifestavam em primeiro lugar como
produtos do cérebro e pareciam dominar as sociedades
humanas, as produções mais modestas, fruto do trabalho da
mão, ficaram relegadas a segundo plano”.41 Nesse sentido, o
grande progresso técnico pelo qual passou a humanidade foi
atribuído ao desenvolvimento e à atividade do cérebro. “Foi
66
assim que, com o transcurso do tempo, surgiu essa concepção
idealista do mundo que dominou o cérebro dos homens (...) e
continua ainda a dominá-lo”.42 Para Engels, nem mesmo um
grande materialista como Darwin conseguiu levar às últimas
consequências suas próprias teses, identificando de forma
clara a contribuição do trabalho no processo de evolução, na
medida em que se tratava de um contexto dominado por
correntes científicas idealistas ou religiosas.
Segundo Stephen Jay Gould, “a importância do ensaio
de Engels está não nas suas conclusões substanciais, mas sim
na sua aguçada análise política do motivo pelo qual a ciência
ocidental se achava tão apegada à asserção a priori da
primazia cerebral”.43 O argumento de Gould aponta para a
importância da posição de Engels de crítica à separação entre
a mão e a cabeça, a prática e a abstração, tanto na sociedade
como nas ciências. Por outro lado, segundo John Bellamy
Foster,
boa parte da teoria antropológica moderna
retornou à visão materialista co-
evolucionária da qual Engels foi o pioneiro
no século XIX. Desde o princípio o
segredo, não só do desenvolvimento da
sociedade humana mas também da
“transição do macaco para o homem”,
estava no trabalho.44
Apesar das limitadas investigações científicas de sua
época, Engels tem o grande mérito de ser pioneiro na
discussão acerca da evolução humana. Seu texto, contudo, não
tem um caráter meramente analítico: seu exemplo é de prática
política, procurando combater, no terreno ideológico e da luta
de classes, a compreensão de superioridade do cérebro, que
relega ao trabalho com as mãos um papel menor, numa
67
sociedade que concentra o poder nas mãos de uma elite dita
“pensante”.
O trabalho hoje
É preciso, no âmbito das ciências humanas,
restabelecer a centralidade da categoria trabalho para entender
a vida humana, retomando a compreensão do trabalho como
ação que “produz a natureza humana na mesma medida em
que a delimita e a diferencia da natureza puramente animal,
através de uma apropriação específica do próprio mundo
natural”.45 Se ainda hoje é necessário, como o fez Gould na
década de 1970, retomar Engels e trazer à tona tal polêmica, é
sintoma de que, em essência, pouca coisa mudou desde o
século XIX.
Na sociedade em que Engels viveu, como na nossa, o
trabalho com as mãos é ato de aviltamento do ser humano,
cabendo sua realização a seres “inferiores”. Já o trabalho
realizado “pela cabeça” ganha papel de grandiosidade, sendo
muitas vezes não considerado trabalho, apesar de depende do
cérebro, ou seja, de um órgão. Assim, esquece-se que não há
trabalho puramente cerebral ou puramente manual, sendo a
prática uma parte constitutiva do aprendizado (afinal não se
aprende apenas observando ou refletindo sobre os processos).
Esquece-se também que aqueles trabalhadores supostamente
menos importantes, os que trabalham com as mãos, são os
responsáveis diretos pela produção de riquezas materiais, que
servem para suprir as necessidades de toda a humanidade.
Negando-se ao trabalho a sua importância fundamental, a
humanidade nega sua própria história, a história de uma
espécie animal que chegou a ser o que é, tornando realidade
um mundo de sonhos e maravilhas, pelo trabalho.
68
Notas la historia: una introducción al estudio de la economía política. 3ª ed.
Buenos Aires, Biblos, 2007, p. 59-69.
14
Osvaldo Coggiola. O capital contra a história: gênese e estrutura da
1
“Darwin, Lamarck e Haeckel – os maiores evolucionistas do século 19, crise contemporânea. São Paulo: Xamã; Edições Pulsar, 2002, p. 182.
da Inglaterra, França e Alemanha, respectivamente – não usaram a palavra 15
‘evolução’ nas edições originais de seus trabalhos mais importantes. Karl Marx. O capital: crítica da economia política. São Paulo: Nova
Darwin falou em ‘descendência com modificações’, Lamarck de Cultural, 1985, v. I, t. 1, p. 45.
‘transformismo’. Haeckel preferiu a ‘Teoria das Transmutações’” (Stephen 16
Ibidem, p. 149.
Jay Gould. Darwin e os grandes enigmas da vida. 2ª ed. São Paulo: 17
Martins Fontes, 1999, p. 25). Ibidem, p. 149-50.
18
2
Ernst Haeckel. A origem do homem. 2ª ed. São Paulo: Global, 1989, p. Friedrich Engels & Karl Marx. A ideologia alemã: (I-Feuerbach). 10ª ed.
21. São Paulo: Hucitec, 1996, p. 44-8.
19
3
Thomas Huxley. Darwiniana: “A origem das espécies” em debate. São Mario Alighiero Manacorda. Marx e a pedagogia moderna. São Paulo:
Paulo: Madras, 2006, p. 21. Cortez; Autores Associados, 1991, p. 67.
20
4
Cf. Gould, Op. Cit. Engels & Marx, Op. Cit., p. 44-8.
21
5
Antônio Bracinha Vieira. A evolução do darwinismo. Rio de Janeiro: Friedrich Engels. Sobre o papel do trabalho na transformação do macaco
Vieira & Lent, 2009, p. 11. em homem. In: Friedrich Engels & Karl Marx. Obras escolhidas. São
Paulo: Alfa-Omega, s.d., v. II, p. 269.
6
Gould, Op. Cit. p. 78. 22
Foster, Op. Cit., p. 282.
7
Ibidem, p. 36. 23
Engels, Op. Cit., p. 269-70.
8
John Bellamy Foster. A ecologia de Marx: materialismo e natureza. Rio 24
de Janeiro: Civilização Brasileira, 2005, p. 284. Ibidem, p. 270.
25
9
Charles Darwin. A origem do homem e a seleção sexual. São Paulo: Ibidem, p. 271.
HEMUS, 1974, p. 81. 26
Ibidem.
10 27
Entende-se que o uso por Darwin de termos como “barbárie” e a certas Ibidem.
comparações hierarquizantes entre formas de viver em sociedade devem-se 28
muito mais ao contexto em que o biólogo esteve inserido. Em Gould e Ibidem.
Foster fica evidente que certa teleologia não fazia parte do pensamento de 29
Ibidem, p. 272.
Darwin em seus fundamentos, ainda que em diferentes passagens de sua 30
obra possam ser encontradas contradições. Ibidem.
31
11
Darwin, A origem do homem, p. 67. Ibidem, p. 273.
32
12
Ibidem, p. 65. Richard Leakey. A origem da espécie humana. Rio de Janeiro. Rocco,
13
1997, p. 13.
Este texto não pretende analisar as relações de trabalho específicas de 33
cada modo de produção, como o capitalista, mas discutir o trabalho em sua Ibidem, p. 14.
forma abstrata. Para uma discussão acerca do trabalho no capitalismo e sua 34
Ibidem, p. 46.
relação com o estranhamento, ver Pablo Rieznik. Las formas del trabajo y 35
Engels, Op. Cit., p. 274.

69 70
36
Leakey, Op. Cit., p. 62.
37
Chales Darwin. A origem das espécies e a seleção natural. Curitiba:
Hemus, 2002, p. 48-9.
38
Gould, Op. Cit., p. 54-5.
39
Ibidem, p. 54.
40
Darwin, A origem das espécies, p. 60.
41
Engels, Op. Cit., p. 275.
42
Ibidem.
43
Gould, Op. Cit., p. 210.
44
Foster, Op. Cit., p. 284.
45
Coggiola, Op. Cit., p. 183.

71 72
 3 qualitativamente profunda; ao mesmo tempo aquele autor
Marxismo e ecologia: uma relação dialética
Gilson Dantas*
Kant e Fichte se alçam ao azul do firmamento / Em busca de alguma terra
distante / Eu apenas busco captar de modo profundo e verdadeiro / Aquilo
que – eu encontro na rua.1
O desafio de recuperar e colocar em discussão a
relação entre marxismo e ecologia vem sendo sucessivamente
enfrentado por uma série de integrantes do pensamento
marxista contemporâneo (a seguir citaremos alguns), e várias
e fecundas pontes têm sido estabelecidas. Este artigo dedicará
especial foco ao problema da relação entre o marxismo e a
questão ambiental, problematizando as formas de relação com
a natureza na sociedade capitalista e, ao final, esboçando
ideias sobre como esses elementos teóricos permitem abordar
o problema do desastre econômico em países como a URSS,
onde a grande propriedade privada tinha sido estatizada.
1. Introdução: o resgate de Marx (elos de continuidade)
John Bellamy Foster, autor de um avultado livro sobre
o tema, A ecologia de Marx,2 procura recuperar, partindo, da
concepção de natureza e de materialismo histórico em Marx e
Engels, a justa noção que Marx desenvolveu – sobretudo em
O capital, mas também em outros escritos – do impacto
destrutivo da relação homem-natureza que o capitalismo
institui de forma historicamente mais ampla e
*
Médico. Doutor em Sociologia pela Universidade de Brasília (UnB).
73
também assinala os elementos de continuidade entre o próprio
Marx e vários dos marxismos que a ele se seguiram, incluindo
também a experiência afirmativa, em favor do ambiente,
levada a cabo na primeira tentativa de poder dos
trabalhadores, nos primeiros anos com Lênin, na Rússia.
Esta obra de Foster pode ser um interessante ponto de
partida para o tema aqui em pauta, pelo fato bem simples, mas
relevante, de constituir-se em uma das raras obras exaustivas
sobre o tema traduzidas para o português,3 que recupera
sólidos argumentos em favor da importância crucial de Marx
na questão da degradação ambiental e, de uma maneira geral,
da justa concepção que advém de Marx (teórica, histórica,
política) sobre a relação homem-natureza, para além da
parcialidade que impera no discurso contemporâneo sobre o
tema.
De início, pode-se observar um interessante paradoxo
que se dá precisamente na fase em que a ecologia passou a ser
mais estudada por marxistas e passou a despertar maior
interesse em geral (últimas três décadas): ou seja, no seio dos
próprios marxistas que tratam do tema, eis que Marx desponta
mal-compreendido, parcializado, confundido com o
stalinismo. Pensando em resgatar elementos do pensamento de
Marx sobre natureza, meio ambiente, uma série de autores
opera – inadvertidamente ou não – uma leitura parcial de
Marx.
Sob esta ótica, Marx passou a ser frequentemente visto
como produtivista (alheio à necessária harmonia da economia,
dos homens com a natureza), prometeico (cego aos efeitos
negativos do desenvolvimento em si da tecnologia das forças
produtivas) e, finalmente, como alguém que não atribui valor
à natureza (“apenas” ao trabalho). Certos marxistas passaram
a vê-lo dessa forma. É ocioso lembrar que toda uma ala
74
intelectual liberal ou reformista e eclética já o enxergava dessa
forma.
Na verdade – e Foster e outros autores o têm
demonstrado, e mais especialmente Rees4 – não se tratava
exatamente de um problema de Marx ou Engels, mas de uma
névoa que foi sendo construída a partir de leituras parciais,
viciadas, céticas ou então dominadas pelo ecletismo, pelo
hábito do amálgama teórico, e algumas sob a pressão do
stalinismo e da cultura stalinista dos partidos comunistas
(PCs).
Foster e Burkett5 contribuem para dissipar essa névoa,
o primeiro recuperando – na perspectiva da preocupação
ambiental e da concepção de natureza em Marx – a trajetória
histórico-filosófica de Marx, e o segundo a estrutura
econômica do funcionamento do capitalismo, em sua relação
com a ecologia segundo Marx. John Rees vai além,
aprofundando o debate em todas as direções.
Os dois grandes temas da crítica ecológica de Marx, no
entendimento de Foster,6 eram o conceito de
desenvolvimento ecologicamente sustentável (associado à
ciência de Liebig) e a análise co-evolucionária emanada de
Darwin.7 Tais temas são ampliados por Engels – o que
mereceria um estudo à parte por conta da polêmica acumulada
a respeito da sua obra fora e dentro do campo do marxismo8 –
em suas dimensões ecológicas e, posteriormente, retomadas
aqui e ali por outros autores.
Do século de Marx, Foster destaca William Morris,
socialista utópico, leitor de O capital, em 1883, e que defendia
uma visão de socialismo expressamente “ecológico”.9 E
também August Bebel (1840-1913), marxista com importantes
elementos ecológicos no seu clássico Woman in the past,
presente and future. Além de Kautsky, com seu capítulo “A
exploração do campo pela cidade”, em A questão agrária, de
1899.
75
Do pensamento de Marx, na fase seguinte também
seriam retomadas ideias sobre capitalismo e meio ambiente
por autores como Lênin, Rosa Luxemburgo e Bukharin (este
se debruçou mais sobre o tema, embora só tivesse seus textos
mais específicos publicados nos anos 1990).10
Mais ou menos na mesma época, se destaca
Caudwell,11 nesse caso, na esfera dos fundamentos dialéticos
da crítica ecológica, método de pensamento que foi mais
rigorosamente tratado nos escritos filosóficos de Trotski, nos
anos 30.12
Ainda integrando essa mesma temática da filosofia da
natureza, daqueles tempos podem também ser mencionados
Gramsci e Lukács, ambos em sua crítica a Bukharin (acerca da
existência ou não de uma dialética na natureza);13 em
determinados escritos o mesmo tema é tomado por autores da
Escola de Frankfurt,14 embora agora com viés muitas vezes
criticado como culturalista.15
Rees (1998) examina brilhantemente parte desse
debate da época, especialmente na reação de autores como
Lukács16 a certo marxismo da II Internacional (que alguns
confundem ofensivamente com Engels), mas adota a cautela
de chamar a atenção para certa “desmaterialização” do
marxismo, levada adiante por Lukács e integrantes do
chamado “marxismo ocidental”.17 Esse debate perdeu seu
fôlego inicial à medida que se acumulavam derrotas nas lutas
de classes e a Revolução Russa mergulhava na degeneração
burocrática.
1.2 A retomada
O tema da crítica ecológica em Marx praticamente
desaparece da literatura marxista entre o fim dos anos 30 e a
década dos 60. Um exemplo é que o melhor estudo do
76
marxista britânico Caudwell sobre biologia/ecologia só viria a
ser publicado em 1986, meio século depois, por conta das
resistências do stalinismo do PC inglês. Caudwell tinha, por
exemplo, completa clareza sobre o caráter inseparável e co-
evolucionário da relação seres humano-natureza; e, para E. P.
Thompson, ele transcendeu o positivismo sem cair em viés
idealista.18
Depois da II Guerra Mundial, temos Sweezy, adotando
uma abordagem ecológica da economia, desde a sua Teoria do
desenvolvimento capitalista até seu artigo na Monthly Review
de setembro de 1989, com Paul Baran, intitulado Socialism
and ecology.19
Nos anos 60, o tema ambiental não possui, em
absoluto, a visibilidade/gravidade atual,20 mas vale destacar
algumas obras, das quais um dos exemplos pode ser em 1961,
o frankfurtiano Alfred Schimdt (sob orientação de Adorno e
Horkheimer) com foco na natureza.21
Schimdt22 é seguido por outros autores referenciados
em Marx, mas ainda tendentes às unilateralizações, como
Parsons (1977), que levou a cabo amplo trabalho de
recuperação do tema em Marx, e que integra todo um espectro
de autores – como Benton (1986) ou Giddens – que terminam
se alinhando com os chamados verdes e alguns liberais na sua
postura crítica a um Marx, na sua ótica, pouco “verde” e
supostamente “produtivista”. James O’ Connor também tenta
“completar” o lado “verde” do marxismo, do qual, segundo
seu entendimento, Marx era carente. Todos eles recuperam
elementos importantes do pensamento de Marx sobre
natureza, a exemplo do frankfurtiano Grundmann,23 que traz
amplos argumentos de Marx sobre a questão tecnológica.
Também reaparecem no marxismo leituras ecológicas,
com Raymond Williams e E. P. Thompson, e também no
citado grupo da Monthly Review, desde os anos 60.24 Em
1992, E. Altvater publicou em alemão o seu O preço da
77
riqueza: pilhagem ambiental e a nova desordem mundial,25
onde também trata do tema. Também vale destacar em alguns
cientistas de esquerda com opções materialistas um novo
ímpeto, nos anos 70, com R. Lewontin, S. Jay Gould e R.
Levins, todos de Harvard.26
Na mais recente etapa, despontam inúmeros estudiosos
marxistas do assunto, em tal quantidade que seria cansativo
enumerá-los aqui, mas os citados Burkett e Foster constituem
uma boa referência contemporânea a favor de uma
compreensão mais integral de Marx.
O entendimento desses dois autores, sobretudo Foster,
é o de que, em primeiro lugar, não se trata de “complementar”
Marx; este já deixara indicações e o método crítico para uma
visão radical sobre o tema das consequências negativas e
destrutivas do capital contra a sociedade e a natureza. A
relação natureza e sociedade é vista como co-evolutiva, e o
método de Marx, do materialismo histórico e dialético,
desponta como alternativa analítica para a crise ambiental,
superando todo enfoque “verde” (porém reformista), ou
aqueles anteriores, que não se davam conta de Marx como um
autor devidamente inserido – e com enorme poder analítico e
metodológico – no debate ambiental.
Em síntese, autores como estes e um crescente número
de pensadores com cada vez mais frequência converge para a
convicção de que: a) está instalado no planeta e em flagrante
desenvolvimento um processo de degradação e devastação dos
solos, ares e águas, que desconstrói a qualidade da vida
humana e cuja dinâmica ameaça nossa própria sobrevivência
b) a crescente degradação ambiental produzida pela sociedade
tem levado todas as espécies ao sofrimento, à degradação
biológica e, muitas delas, à extinção;27 e c) o marxismo está
apto a ir mais fundo e de forma prática mais consequente na
crítica a esse estado de coisas. O argumento de Wallis a esse
respeito é bem procedente:
78

não é necessário estar na esquerda para
reconhecer o ritmo acelerado em que os
fenômenos naturais estão se desviando de
seus padrões costumeiros, fenômeno pelo
qual certas espécies, incluindo os
habitantes humanos de zonas vulneráveis,
já estão pagando um preço alto. Porém,
em uma perspectiva socialista, estamos
equipados para combinar um senso
justificado de urgência com uma
abordagem radical correspondente na
análise das causas reais do problema.28
Este texto, portanto, pretende chamar à reflexão sobre a
pertinência e a atualidade do instrumental de análise marxista
de crítica à crise ambiental. E, junto com o resgate de
elementos da obra de Marx e Engels, parece igualmente
importante, ainda dentro da ótica deste texto, o
questionamento sobre aquilo que aparece como marxismo,
mas que, frequentemente, não articula a crítica ambiental com
a perspectiva política-teórica mais cara a Karl Marx, a dos
combates da classe trabalhadora e oprimidos do mundo; ou
seja, com a questão do sujeito e, principalmente, com a mais
correta estratégia de transição e superação revolucionária
desta sociedade, elemento do qual careceu o chamado
“socialismo real” (como veremos em outro tópico). Perde-se
aqui um elo de continuidade com o cerne do pensamento
“ambiental” de Marx (vale repetir: a questão do sujeito
incontornável capaz de recolocar a relação dos homens com a
natureza fora dos marcos da alienação e do fetiche do
dinheiro). Vejamos alguns elementos, então, do pensamento
de Marx e Engels sobre o tema ou que abrem perspectivas
analíticas de fundo.
79
2. Marx e o meio ambiente
No Manifesto Comunista, o documento público onde
Marx inaugura sua concepção política revolucionária e sua
concepção materialista histórica para um público maior e
dirigindo-se à classe trabalhadora, já é evidente aquilo que
tomaria forma mais madura em O capital e outros textos de
Marx e de Engels: uma noção de que, para além do
desenvolvimento de forças produtivas, o socialismo é a
sociedade dirigida pelos produtores associados – pelos
trabalhadores e seus aliados pobres – e que vai desconstruindo
o Estado e a separação artificial campo-cidade.
Portanto, de saída, o primeiro destaque, na verdade
guia de todo o raciocínio do Manifesto Comunista e de cada
obra posterior de Marx e de Engels – inclusive quando se
refere à degradação da natureza, à insustentabilidade do
capitalismo (que baseia sua sociabilidade no valor de troca) –
e que jamais deve ser deixado de lado em qualquer análise
ambiental, reside na seguinte perspectiva prática e histórica:
apenas a organização da sociedade e da sociabilidade com
base nos produtores associados permite superar a crise
ambiental, social e histórica na qual estamos imersos.
Marx jamais defendeu saída de reformas, de persuadir
os grandes capitais – matriz de toda depredação – ou de
“pressão” parlamentar sobre governos do grande capital.
Tampouco imaginou qualquer saída burocrático-produtivista,
com os trabalhadores submetidos, portanto qualquer
perspectiva que usurpasse a direção dos trabalhadores, a
democracia operária, em nome do socialismo. Processos desse
tipo, no final de contas, só levariam, como a história
amargamente demonstrou, a aprofundar e ampliar a miserável
relação do capitalismo com a natureza, já que sem a
democracia dos trabalhadores e seus aliados pobres, a
sociedade continua alienada de si e da natureza. Sem o
80
confisco do capital pelos trabalhadores não há socialismo, mas
apenas com o confisco, o impasse, a crise e a não-solução
estão instalados.
2.1 A concepção filosófica sociedade-natureza
“A visão de natureza que se desenvolveu sob o regime
da propriedade privada e do dinheiro”, escreveu Marx, em
1843, em A Questão judaica, “é de verdadeiro desprezo pela
degradação prática da natureza”. Neste sentido, Thomas
Müntzer declara ser intolerável que “todas as criaturas tenham
sido transformadas em propriedade, os peixes na água, as aves
no céu, as plantas na Terra”, eis o argumento já do jovem
Marx.29
O comunismo para Marx nada mais era – desde seus
textos iniciais – que a abolição positiva da propriedade
privada, mediante a associação entre os homens. Ele
argumenta que esse comunismo positivo
como naturalismo plenamente
desenvolvido é igual a humanismo e como
humanismo plenamente desenvolvido é
igual a naturalismo; é a resolução genuína
do conflito entre homem e natureza, e
entre homem e homem, a verdadeira
resolução do conflito entre existência e
ser, entre liberdade necessidade, entre
individual e espécie.
Neste argumento de Marx, nos seus Manuscritos
econômicos-filosóficos, tem-se que a essência humana da
natureza e essência natural da humanidade existem apenas
81
para uma sociedade de produtores associados, cujas relações
sejam, por tanto, integralmente sociais.
Engels, por sua vez, plenamente coincidente com
Marx, desenvolve argumentos sobre a incontornável unidade
entre a sociedade e a natureza, a necessidade do adequado
equilíbrio e sustentabilidade nessa relação, argumentos que
são atuais e inconfundivelmente ecológicos (sob a perspectiva
anticapitalista), como se pode constatar nessa longa e
conhecida citação:
Resumindo: só o que podem fazer os
animais é utilizar a natureza e modificá-la
pelo mero fato de sua presença nela. O
homem, ao contrário, modifica a natureza
e a obriga a servir-lhe, domina-a. E aí está,
em última análise, a diferença essencial
entre o homem e os demais animais,
diferença que, mais uma vez, resulta do
trabalho.
Contudo, não nos deixemos dominar pelo
entusiasmo em face de nossas vitórias
sobre a natureza. Após cada uma dessas
vitórias a natureza adota sua vingança. É
verdade que as primeiras conseqüências
dessas vitórias são as previstas por nós,
mas em segundo e em terceiro lugar
aparecem conseqüências muito diversas,
totalmente imprevistas e que, com
freqüência, anulam as primeiras. Os
homens que na Mesopotâmia, na Grécia,
na Ásia Menor e outras regiões
devastavam os bosques para obter terra de
cultivo nem sequer podiam imaginar que,
eliminando com os bosques os centros de
acumulação e reserva de umidade,
estavam assentando as bases da atual
82
aridez dessas terras. Os italianos dos
Alpes, que destruíram nas encostas
meridionais os bosques de pinheiros,
conservados com tanto carinho nas
encostas setentrionais, não tinham idéia de
que com isso destruíam as raízes da
indústria de laticínios em sua região; e
muito menos podiam prever que,
procedendo desse modo, deixavam a
maior parte do ano secas as suas fontes de
montanha, com o que lhes permitiam,
chegado o período das chuvas, despejar
com maior fúria suas torrentes sobre a
planície. Os que difundiram o cultivo da
batata na Europa não sabiam que com esse
tubérculo farináceo difundiam por sua vez
a escrofulose. Assim, a cada passo, os
fatos recordam que nosso domínio sobre a
natureza não se parece em nada com o
domínio de um conquistador sobre o povo
conquistado, que não é o domínio de
alguém situado fora da natureza, mas que
nós, por nossa carne, nosso sangue e
nosso cérebro, pertencemos à natureza,
encontramo-nos em seu seio, e todo o
nosso domínio sobre ela consiste em que,
diferentemente dos demais seres, somos
capazes de conhecer suas leis e aplicá-las
de maneira adequada.
Com efeito, aprendemos cada dia a
compreender melhor a leis da natureza e a
conhecer tanto os efeitos imediatos como
as conseqüências remotas de nossa
intromissão no curso natural de seu
desenvolvimento. Sobretudo depois dos
grandes progressos alcançados neste
século pelas ciências naturais, estamos em
condições de prever e, portanto, de
83
controlar cada vez melhor as remotas
conseqüências naturais de nossos atos na
produção, pelo menos dos mais correntes.
E quanto mais isso seja uma realidade,
mais os homens sentirão e compreenderão
sua unidade com a natureza.30
Autores contemporâneos críticos à devastação ambiental
e aos maus tratos aos animais costumam desenvolver
argumentos que em tudo se assemelham àquele de Engels. E
chamam a atenção para fatos reveladores da essência
destrutiva e parasitária do capitalismo hoje. Descrevendo a
colonização da Austrália, Samuel Branco nos conta que os
ingleses:
sentindo falta de um animal rápido e
esperto que substituísse a raposa européia
na prática de seu esporte predileto - a caça
à raposa -, levaram para lá o coelho da
América do Sul. Acontece, porém, que na
Austrália não havia animais capazes de
caçar o coelho, isto é, animais carnívoros,
espertos e traiçoeiros como a nossa onça,
o cachorro-do-mato, a jibóia etc. Ora,
todos sabem que o coelho é um animal
que se reproduz muito, gerando inúmeros
filhotes por ano. Resultado: em poucos
anos os coelhos formaram uma população
tão grande que não havia plantação que
resistisse a eles. Tornaram-se um
verdadeiro flagelo!
Até hoje, inúmeras tentativas têm sido
feitas para controlar ou mesmo erradicar,
isto é, eliminar completamente o coelho
da Austrália, sem resultado satisfatório. A
última tentativa consistiu numa verdadeira
84
 e desumana guerra biológica.
Disseminou-se no continente um tipo de
peste de coelho, causada por um vírus
altamente destruidor, que provocava
morte por hemorragia interna, bastante
dolorosa. Milhões de coelhos morreram
dessa forma, mas, algum tempo depois,
eles começaram a desenvolver anticorpos
e se tornaram imunes à ação do vírus.31
Salta aos olhos aqui a perspectiva e os métodos
essencialmente destrutivos de manejo ambiental. Tomando a
compreensão dos problemas da relação sociedade-natureza
mais de conjunto, Marx nos remete para a ideia de que não se
trata da relação entre os indivíduos e o meio ambiente, e sim
dos homens organizados em sociedade. Sob o império da
economia movida pelo lucro. E assim sendo, enquanto não
prevalecer a cooperação entre os homens, não há chance de
harmonização da relação sociedade-natureza. O argumento de
Caudwell a esse respeito é lapidar:
Um homem não controla a natureza por
conhecer as leis necessárias para fabricar
guarda-chuvas, nem porque consiga ficar
livre do domínio da física, uma vez que a
natureza não obedece ao homem
individual e sim aos homens organizados
em sociedade, e ela não cumpre nenhuma
vontade particular mas sim o resultado
histórico de todas as vontades em ação.
Por isso, os homens, além das
necessidades da ‘natureza’, devem
conhecer as necessidades da cooperação e
o resultado histórico das ações
socialmente empreendidas. Este
conhecimento forma parte da cooperação
85
da ação social, pois é sabido que são
necessárias tais e tais ações para se
alcançar determinado fim. Daí que
semelhante conhecimento implique no
abandono da economia burguesa e sua
substituição pela economia comunista.32
Entendendo-se aqui, com Marx, que a sociedade sob o
comunismo, não mais alienada pela instituição da propriedade
privada e pela acumulação de riqueza como a força motriz da
indústria, “é pois em essência a unidade aperfeiçoada do
homem com a natureza, a verdadeira ressurreição da natureza”
e o “humanismo realizado da natureza”. A sociedade do
capital é comparada por Marx com um mundo da “prostituição
universal do trabalhador” e da “poluição universal” das
grandes cidades, em que a “matéria morta” sob a forma do
dinheiro veio a “dominar necessidades e o
autodesenvolvimento do homem”, como nos lembra
Foladori.33
Filosoficamente, a concepção de natureza e de
alienação de natureza em Marx nem segue a busca
epicurista/feuerbachiana de liberdade individual abstrata – que
no caso de Feuerbach, e certamente de Epicuro, não inclui a
luta política nem o homem como “animal político” – e nem a
desalienação apenas espiritual-abstrata de Hegel.
Dominando o método revolucionário de pensar de
Hegel e aplicando-o materialisticamente à realidade social e
histórica em movimento (eis o materialismo histórico), Marx
não defende qualquer sistema filosófico (no sentido de
sistema fechado); ao contrário, propõe que toda interpretação
(política, social e também filosófica) da realidade
contraditória se desenvolva na perspectiva prática de sua
transformação revolucionária, isto é, na perspectiva da classe
86
que em sua luta tem o potencial de mudar o mundo,
humanizando-o.
Portanto, inspirando-se em Prometeu acorrentado (ou
em Epicuro), Marx vai muito além e, pretendendo desalienar
o homem da natureza, entende que este processo prático
passa pela desalienção do homem de si próprio através da luta
de classes com o programa de emancipação da classe
trabalhadora.
Desalienar tem, portanto, também o sentido de
recompor a relação dos homens com a natureza. Como
argumenta Rees,
a noção de relação entre os homens e a
natureza desenvolvida por Marx e Engels
nem reduz os seres humanos ao nível dos
animais – como fazem vários teóricos na
linha do ‘macaco nu’ atualmente – e
tampouco pretende que os seres humanos
e a consciência humana sejam totalmente
separados do mundo natural.34
Não há conciliação histórica possível entre uma
produção voltada para o lucro – cuja dinâmica inexorável é a
da acumulação do capital – e qualquer coisa parecida com
utilização racional e ambientalmente correta dos recursos
naturais. Como argumentou Marx sobre a agricultura
capitalista, ela não é apenas a arte de depredar o trabalhador,
como também o solo. Uma coisa leva necessariamente à outra:
a alienação na relação entre os homens é seguida da alienação
da relação sociedade-natureza.
A alienação da relação dos homens com a natureza
inclui uma alienação na relação entre os homens (no trabalho:
Hegel). Em sua crítica radical a esse estado de coisas, Marx
87
integra, além disso, a química de Liebig, a teoria
evolucionária de Darwin, a economia de Ricardo e, em sua
base dialética mais ampla, a economia política inglesa e o
socialismo francês. O resultado foi “um filosofia
revolucionária que visava nada menos que a transcendência da
alienação em todos os seus aspectos: um mundo de liberdade
humana e ecológica racional com base terrena – a sociedade
de produtores associados”.35
Como parte desse pensamento revolucionário e
ambiental mais amplo, por exemplo, o conjunto do
pensamento de Marx e Engels possui a noção de que
degradação e gigantismo urbano só serão devidamente
enfrentados com a liquidação do capitalismo:
De que outra forma, por exemplo, poderia
ser entendida uma afirmação tão flagrante
como a de Engels36 de que na sociedade
socialista era imprescindível reduzir ao
máximo o gigantismo das cidades? Uma
proposta que, por desgraça, não foi
atendida pelos marxistas no século XX e
nem levada à prática pelos socialismos
históricos, mas que hoje vem sendo
assumida como uma grande novidade por
alguns ecologistas e críticos sociais, sem
que mencionem para nada a Engels, como
se este não tivesse dito que a “civilização
nos legou, com as grandes cidades, uma
herança que custará muito tempo e
trabalho eliminar, mas as grandes cidades
têm que ser eliminadas, e o serão, ainda
que se trate de um processo lento”.37
Não há outro foco extra-marxista – chame-se ele
economia ambiental ou qualquer outro nome – que tenha essa
88
noção prática e teórica clara e fecundamente articulada como
ocorre com o marxismo. Desde que se leve em conta que é da
essência do marxismo, do programa de Marx desde o
Manifesto Comunista, passando pelas análises mais concretas
historicamente da Comuna de Paris, a clara defesa do novo
sujeito, o poder dos trabalhadores.
2.2 A falha crescente na relação sociedade-natureza: a
insustentabilidade do desenvolvimento capitalista
Marx parte do ponto de vista de que quando se instaura
a sociedade capitalista, a relação com a natureza sofre uma
determinada deformação ou “falha metabólica”: a produção –
ou a relação dos homens com a natureza através do trabalho –
se recompõe, tendo como objetivo a acumulação de capital, de
mercadorias.
Esta falha metabólica é inerente a um modo de produção
que não tem como objetivo atender necessidades; por conta
disso, para que a compreensão da crise econômica possa ser
profunda ou consequente, não deve ficar apenas na crítica
usual feita pelos verdes, ao “homem” que devasta ou que
produz ilimitadamente, ou que é “consumista”:
A tendência à produção ilimitada é o
resultado direto e necessário de uma
organização econômica que gira em torno
da produção de lucro e não da satisfação
das necessidades. Por isso, é impossível
entender a crise ambiental sem partir da
compreensão da dinâmica econômica da
sociedade capitalista. Por isso, também,
resultam fúteis as críticas à produção
ilimitada que não encaram, ao mesmo
89
tempo, as críticas à organização capitalista
da sociedade humana.
Não tem existido organização econômica
na história da humanidade que gere
população excedente como algo “natural”
e necessário. Essa restrição que exercem
as classes possuidoras ou proprietárias
sobre as despossuídas não tem
comparação nas outras espécies de seres
vivos. É como se um grupo de pássaros se
encarregasse de tirar as asas dos
pombinhos de outros grupos de sua
mesma espécie ao nascer para deixá-los
impossibilitados de acessar os meios de
vida. Ou como se um grupo de gatos se
encarregasse de mutilar as garras de
outros grupos, deixando-os indefesos
frente ao meio ambiente. Também aqui as
relações sociais antepõem e determinam
as relações ecológicas.38
No capitalismo, a “interação” (melhor: metabolismo)
dos homens com a natureza se dará mediada pelo objetivo da
acumulação de mercadorias, acumulação do capital. A
produção será um meio para valorizar o capital. O objetivo da
atividade econômica será aplicar um montante de capital para
valorizar este mesmo capital. Este mesmo processo se estende
e se aprofunda em escala mundial:
As reservas de produtos naturais,
renováveis ou não, não são utilizadas
apenas pelo país que as possui.
Desde a época dos descobrimentos e das
conquistas coloniais, os países do
hemisfério norte - especialmente os da
90
 Europa, mas hoje também os da Ásia e da
América do Norte - vivem da exploração
dos recursos naturais do hemisfério sul.
Assim sendo, o planejamento necessário
para um desenvolvimento sustentável não
diz respeito apenas ao território nacional,
mas a um planejamento mundial em que,
obrigatoriamente, os países do Primeiro
Mundo teriam de abrir mão de uma
parcela considerável de seu conforto e do
seu desenvolvimento econômico!39
Em escala local e mundial, o objetivo do capital é
imediatista: ele quer resultados em forma de lucro, não está
preocupado com as consequências; estas são tratadas, na
economia burguesa, como “custos”, redução da margem de
lucro. Engels já chamara a atenção sobre este ponto, através
do seu conhecido argumento:
A ciência social da burguesia, a economia
política clássica, só se ocupa
preferentemente daquelas conseqüências
sociais que constituem o objetivo
imediato dos atos realizados pelos
homens na produção e na troca. Isso
corresponde plenamente ao regime social
cuja expressão teórica é essa ciência.
Porquanto os capitalistas isolados
produzem ou trocam com o único fim de
obter lucros imediatos, só podem ser
levados em conta, primeiramente, os
resultados mais próximos e mais
imediatos. Quando um industrial ou um
comerciante vende a mercadoria
produzida ou comprada por ele e obtém o
lucro habitual, dá-se por satisfeito e não
91
lhe interessa de maneira alguma o que
possa ocorrer depois com essa mercadoria
e seu comprador. O mesmo se verifica
com as conseqüências naturais dessas
mesmas ações. Quando, em Cuba, os
plantadores espanhóis queimavam os
bosques nas encostas das montanhas para
obter com a cinza um adubo que só lhes
permitia fertilizar uma geração de
cafeeiros de alto rendimento pouco lhes
importava que as chuvas torrenciais dos
trópicos varressem a camada vegetal do
solo, privada da proteção das árvores, e
não deixassem depois de si senão rochas
desnudas! Com o atual modo de produção
e no que se refere tanto às conseqüências
naturais como às conseqüências sociais
dos atos realizados pelos homens, o que
interessa prioritariamente são apenas os
40
primeiros resultados, os mais palpáveis.
Marx e Engels, a partir da crítica sistemática ao modo de
produção capitalista, mostram a “falha metabólica” como
sendo esse hiato, essa ruptura que se abre na relação homem-
natureza. O objetivo da produção, diferentemente de antes,
não será o de satisfazer necessidades (mesmo que sejam as da
classe dominante, sua suntuosidade, seu poder, seu excedente
etc.), por meio da produção de valores de uso, de consumo. O
objetivo agora é acumular capital, produzir para vender para
obter mais-valia. A natureza estará subsumida ao reino das
mercadorias.
A abordagem marxista parte do
pressuposto de que os problemas
ambientais derivam do sistema social,
logo as possíveis soluções precisam ser
92
 buscadas nele, não no sistema técnico ou
físico-energético. É preciso, portanto,
mergulhar no sistema social para
explicitar e demonstrar as causas
profundas que acentuam a crise ambiental
contemporânea. Enquanto as contradições
intrínsecas à forma social de produção
capitalista não forem enfrentadas, as
explicações permanecerão em níveis
consideráveis de superficialidade.41
Hoje se propaga todo um discurso em defesa do
desenvolvimento verde, do desenvolvimento não-predatório,
ecologicamente correto. E fala-se muito em uma nova forma
de desenvolvimento econômico, “denominado
desenvolvimento sustentável ou desenvolvimento auto-
sustentado, que é obtido de forma compatível com a
preservação dos recursos naturais de um determinado país”.42
No entanto, nos marcos do capitalismo, na ótica de
Marx, essa possibilidade, da sustentabilidade, inexiste. No
argumento de Galafassi:
Nunca se pode ignorar que, sob a lógica
dominante, a primeira coisa a ser
sustentável deve ser a taxa de lucro.
Portanto, não é possível nenhum tipo de
desenvolvimento real e profundamente
sustentável se antes não se muda
radicalmente a lógica instrumental que
sustenta toda a sociedade de mercado, já
que mercado capitalista é sinônimo
irremediavelmente de predação e ambiente são complexos. Como também
degradação.43
93
E certamente não se trata estritamente de um problema
que nasce da lógica ou da cultura, mas de relações materiais
de produção fundadas na exploração do trabalho humano.
A análise das implicações das relações
sociais capitalistas e meio ambiente
permite-nos extrair algumas conclusões
que mostram diferenças de grau e de
essência a respeito de outras formas de
organização social. De grau, porque a
busca do lucro, como lógica interna
econômica, condiz a uma tendência à
produção ilimitada: diferente de outras
sociedades humanas na história, que
apresentam limites à produção em relação
à satisfação de suas necessidades. De
essência, porque pela primeira vez na
história da sociedade humana, o sistema
capitalista gera desemprego de maneira
crescente e estrutural, mostrando com
maior nitidez que as contradições no
interior da sociedade humana são o
aspecto mais candente da crise
ambiental.44
A essência é a organização da sociedade pelo lucro, pelo
capital. Todo lamento e toda denúncia que paire aquém dessa
compreensão não será mais que um lamento, não irá além da
denúncia; vejamos o argumento de Levins a respeito:
Os problemas da saúde, agricultura e meio
os de engenharia. Antes que a espaçonave
Challenger explodisse era muito comum
escutar a queixa exasperada: “Mas como
94
que se pode pôr o homem na lua e, no
entanto, não se resolve tal coisa? O “não
se resolve tal coisa” poderia ser eliminar a
fome ou curar a AIDS, salvar a floresta
tropical ou qualquer item de uma lista
crescente de graves problemas. A questão
usualmente era posta de forma retórica,
não na condição de busca de uma
resposta, mas muito mais como um grito
de protesto contra prioridades
desprezadas.
No entanto estamos diante de uma questão
séria que merece atenção cuidadosa.
Penso que aqui existem três razões
principais para a dificuldade de se resolver
esses problemas. Primeiro, aceita-se que
as causas são desconhecidas ou ocultas.
Queremos assistência de saúde para todos,
mas deixamos de lado o fato de que a
indústria farmacêutica continua a ser
privada e lucrativa. Outra contradição: nos
países atrasados como o meu, seguro-
saúde e até serviços médicos são
organizados para o lucro. Queremos
preservar a vida rural, mas sem infringir o
poder das oligarquias fundiárias.
Queremos respeitar as culturas e os
direitos à terra dos povos indígenas, mas
sem questionarmos o direito dos
oligopólios de óleo de explorarem o solo
livremente. Queremos estimular a
produção de alimentos, mas deixando de
lado que os alimentos importados possam
entrar livremente nos mercados do
Terceiro Mundo e concorrer com os
cultivos camponeses. Queremos uma
atmosfera livre de venenos, mas sem nos
95
intrometermos nos segredos comerciais
dos poluidores.45
Aqui estamos de volta a Marx. É sua concepção que
permite, com total clareza, a percepção de que:
A interação entre o ser humano e a
natureza é definida pelas relações de
produção vigentes na sociedade. Portanto,
para compreender profundamente a
complexidade da destruição ambiental é
necessário analisar suas condições
históricas e sociais. No modo de produção
capitalista tudo tende a ser transformado
em mercadoria e o produtivismo é a
tendência predominante.
Não é o valor de uso ou a utilidade de um
produto ou serviço que tem prioridade e
sim seu valor de troca, como aspecto
formal e quantitativo.
A mercadoria precisa ser comercializada o
mais rápido possível para concretizar o
processo de geração de mais-valia e lucro
nela existente. Não são as necessidades,
mas a capacidade de pagamento que
decide sobre o acesso a produtos, serviços
e meios de produção. Os interesses do
lucro definem de maneira decisiva as
inovações técnicas, as condições de
produção, a qualidade dos produtos assim
como sua sustentabilidade ecológica e
social. Ao contrário do que afirmam os
apologistas da economia de mercado, os
interesses de lucro não garantem uma
ciência fundamentada na sustentabilidade
social e ambiental, nenhum
96
 desenvolvimento e nenhuma introdução
de produtos orientada na sua reutilização,
controle e reparação.46
No preciso argumento de Foladori,47 ideias como a
expressa na afirmação a seguir, formulada por Marx,
poderiam, com certeza, passar como parte de um discurso
ambientalista atual, mesmo tendo sido escrito há cem anos:
Do ponto de vista de uma formação
econômico-social superior, a propriedade
privada do planeta nas mãos de indivíduos
isolados parecerá tão absurda como a
propriedade privada de um homem nas
mãos de outro. Nem sequer toda a
sociedade, uma nação, mais ainda, todas
as sociedade contemporâneas juntas são
proprietárias da Terra. Somente são seus
possuidores, seus usufrutuários, e devem
melhorá-la, como boni patres familias,
para as gerações futuras.
O mesmo capital que constrói, também destrói – de
forma desumana – em função do seu objetivo central, o de
valorizar-se.
Da mesma forma em relação à ciência: não há qualquer
neutralidade no uso capitalista da ciência e da tecnologia.
Seleciona-se, da ciência e da tecnologia, aquilo que permite a
maior acumulação do capital. O pensamento materialista e
dialético de Marx vai nessa linha: constata materialisticamente
que ciência e tecnologia revolucionam a vida; mas a
socialização e a formatação da tecnologia estão dialeticamente
subordinadas ao capital. Por isso um país que seria
tecnicamente adequado para ser recortado por linhas de ferro
97
torna-se o paraíso das rodovias. Não há razão científica ou
racionalidade nisto que não esteja profundamente submetido
ao capital.48 É ele que deforma, desvia e instrumentaliza
(contra a humanidade) a ciência:
Nossos laboratórios estão cheios de sábios
idiotas, gente com uma profunda
compreensão de sua própria disciplina,
mas que não sabem nada sobre a realidade
política e econômica que rege sua
aplicação. O modernismo primitivo de
Christopher Leaver, sua fé infantil na
capacidade da tecnologia para resolver os
problemas políticos e econômicos é
compartilhada por alguns dos melhores
pesquisadores da Inglaterra, incapazes de
ver para além de seu microscópio, que
sem terem se proposto a isso, convertiam-
se em mercenários da guerra corporativa
contra os pobres.
Se a crise alimentar que ameaça o mundo
for resolvida, o será através de uma
distribuição mais justa dos alimentos e dos
meios de cultivo, de estratégias de
conservação do solo e uma redução do
consumo de grandes quantidades de carne
e leite. As plantas geneticamente
modificadas oferecem ao mundo muito
poucos benefícios que o cultivo
convencional já não tenha produzido. Mas
oferecem às multinacionais o controle
sobre o que comemos. Assim, pois,
aqueles que as desenvolvem possuem a
ciência correta e tudo o mais é um erro.49
98
 Marx vê a ciência como um avanço e um ganho para o
ser humano, mas, dialeticamente não vê a ciência nas mãos do
capital como solução, e sim como algo subordinado ao
objetivo – hoje mais abertamente destrutivo que nunca – do
capital.
Dedica-se mais engenhosidade na
pesquisa da produção de detergentes
nocivos do que na investigação do câncer
enquanto que a meta de tornar possível
que poucos homens cruzem o Atlântico
em três horas e meia adquire mais
importância e exige investimentos muito
maiores do que a de permitir que a
maioria dos cidadãos de um pequeno país
como a Inglaterra, cruzem sua capital no
mesmo tempo.50
E se é certo que Marx não se propôs a discutir
problemas que são agudos no nosso tempo, como o da
sobrevivência ou não da espécie humana face à devastação
ambiental capitalista, no entanto, “a explicação marxiana do
funcionamento do sistema capitalista fornece elementos
inigualáveis para explicar os entraves sociais às possibilidades
de regular ou planificar o uso dos recursos naturais”.51
Marx afirmou o problema da destruição
ambiental antes da existência dos
movimentos ambientalistas modernos. Sua
compreensão de alienação do trabalho está
associada ao entendimento da alienação
do ser humano da natureza. Essa dupla
alienação ele se propôs a analisar. Com
isso, sua contribuição continua
extremamente atual, para evitar a
99
armadilha ideológica de redução do debate
ambiental a uma questão de afirmação de
valores, à moralização da economia ou a
uma falsa dicotomia entre ecocentrismo e
antropocentrismo. Na busca de saídas da
crise ambiental, é necessário compreender
como a relação humana com a natureza
está associada a relações materiais e
sociais. Essa concepção marxiana da
natureza e sua relação com a concepção
materialista da história demonstram que o
pensamento social de Marx está
profundamente associado a uma atual
visão ecológica do mundo.52
O foco de Marx de que os homens, os produtores
precisam se associar e comandar, coletivamente, a relação
com a natureza, a agricultura e a indústria é incontornável.
Este é o ponto de vista – digamos assim - ambientalmente
mais consequente e mais radical; o foco na emancipação dos
trabalhadores para uma relação não mercantil, não predatória
com a natureza.
2.3 A agricultura. A terra
A partir dessas ideias que captam o conflito no
metabolismo entre sociedade e natureza, que conduzirá à
separação antagônica campo-cidade, o Marx mais maduro irá
proceder a uma crítica à agricultura no capitalismo como uma
atividade que, apesar de mais e mais produtiva, tende a tornar-
se ambientalmente insustentável pela degradação dos solos
que o capital necessariamente leva a cabo. Terra e
trabalhadores são alvos preferenciais devastados no processo
da produção capitalista.
100
 Na esfera da produção fabril, o impacto das relações
capitalistas de produção tem seu exemplo clássico em Engels,
analisando a desumanidade no interior das fábricas.
A partir dos anos 1840, Marx e Engels vão insistir na
abolição do antagonismo cidade-campo (em benefício “da
saúde pública”, como argumenta Engels no Anti-Duhring, ao
defender que o excremento das cidades deve “produzir plantas
em vez de doenças”) e irão ocupar-se da questão dos solos, da
terra.
As análises sobre produção capitalista e a consequente
degradação do solo que se dá através dos mecanismos
detectados por Liebig em sua ciência agrícola, serão tratados
por Marx, que assinala que, nesse sistema, mais indústrias
significam, necessariamente, mais destruição, como se vê no
argumento de Marx, em O capital:
Quanto mais um país como os Estados
Unidos da América, por exemplo, partir
da grande indústria como base para o seu
desenvolvimento, tanto mais rápido será o
processo de destruição. Nesse sentido, a
produção capitalista somente desenvolve a
técnica e a combinação do processo de
produção social na mesma medida em que
destrói as fontes de toda a riqueza: a terra
e os trabalhadores.53
Marx denunciou a gênese da agricultura capitalista
como algo que rompe a relação orgânica do trabalhador com a
terra.54 A relação capitalista com o solo é puramente
mercantil, predatória. Não está conectada às gerações futuras.
A “interação” (metabolismo) homens-natureza tinha, em
Marx, o duplo sentido, econômico e também de relação de
troca material; dessa forma, está presente em Marx um
101
pensamento que é social e é ecológico ao mesmo tempo.
Temos um Marx que defende o ciclo metabólico completo,
profundamente influenciado por Tyndall (que impulsionou
Mayer e sua lei da conservação da energia), Schwann e
Liebig.
É importante recordar, nesses marcos, que no início,
nos anos 1840, Marx e Engels (Engels antes de Marx, já no
seu Esboço de uma crítica..., de 1844) combatem o fatalismo
pessimista de Malthus com argumentos otimistas a partir da
química dos fertilizantes de Liebig (da 2ª revolução agrícola);
eles argumentam que a agricultura pode ter uma produtividade
com a qual Malthus sequer sonha; nos anos 60, agora já no
auge da revolução agrícola, da química dos solos, Marx vai
aprofundar o foco, vai enfatizar a degradação ambiental e a
insustentabilidade da agricultura mais produtiva sob o
capitalismo.
Na dialética de Marx, a agricultura, agora mais
moderna, é capaz de resolver a fome – contra a opinião do
malthusianismo -, desde que seja planificada pelos produtores
associados, ao mesmo tempo em que também deve ser vista
como uma produção que, sob o comando do capital, degrada e
devasta a terra. Rouba seus nutrientes sem devolvê-los. O
cereal exportado leva o solo consigo. Por isso, Marx chega a
formular, no volume I de O capital, o argumento de que a
Inglaterra roubou o solo da Irlanda.55
Uma agricultura racional e humana requer a superação
das relações de dominação capitalista, de maneira que a
produção agrícola e o desenvolvimento das forças produtivas
estejam submetidos – no argumento de Marx em O Capital,
citado por Andrioli – ao controle dos trabalhadores (pequenos
agricultores autônomos e/ou produtores livremente
associados):
102
 A moral da história é a de que (...) o
sistema capitalista contraria uma
agricultura racional ou que a agricultura
racional é incompatível com o sistema
capitalista (mesmo que esse estimule seu
desenvolvimento técnico), carecendo ou
da mão do pequeno agricultor que trabalha
de forma autônoma ou do controle do
produtor livremente associado.56
Andrioli recupera de Marx, em O Capital, seu alerta
para o problema agrícola e ecológico da redução da fertilidade
dos solos com base no exemplo da utilização intensiva de
adubação química:
Cada progresso da agricultura capitalista
não é somente um progresso na arte de
expropriar o trabalhador, mas, ao mesmo
tempo, na arte de expropriar o solo; cada
progresso em aumento da sua fertilidade
por um determinado tempo é, ao mesmo
tempo, um progresso na ruína da fonte da
sua fertilidade a longo prazo. (…) A
redução da produtividade do solo em
função de sucessivos investimentos de
capital pode ser comprovada com base em
Liebig.57
Como pioneiro da química orgânica e dos solos, Liebig
preocupava-se em estudar formas de a agricultura devolver ao
solo os nutrientes que dele arrancados, e Marx vai por essa
mesma via,
103
retoma essa perspectiva e se refere à
separação capitalista entre o campo e a
cidade como a ruptura radical do
metabolismo com a natureza, o que hoje
em dia podemos chamar de causas da
insustentabilidade. Insustentabilidade
urbana por inchaço, poluição do ar, da
água, visual, crescimento desordenado,
congestionamento do tráfego etc.;
insustentabilidade rural pela erosão,
salinização, degradação da cobertura
vegetal, compactação do solo, ou acúmulo
de substâncias tóxicas.58
O Marx de O capital é contundente: para compreender
a agricultura, a química agrícola de Liebig é mais importante
do que a economia política. Nem com toda a química, nem
com todos os investimentos capitalistas, a agricultura no
capitalismo seria auto-sustentável. E a razão para isso é que o
objetivo do capitalismo é o lucro, e não a reciclagem do solo
ou o bom uso da ciência dos solos. Por tudo isso é
completamente válido o argumento de Roland Sheppard,
recuperado por Coggiola: “se não derrubarmos o capitalismo,
não teremos chance de salvar ecologicamente o mundo. Penso
ser possível uma sociedade ecológica sob o socialismo. Não a
acredito possível sob o capitalismo”.59
Esta constitui a única opção realista:
Neste ponto, é claro que o lema do
‘realismo’ mudou de mãos. Os
‘moderados’, com sua incansável
insistência em buscar uma saída ecológica
com base em um sistema inerentemente
empenhado em esmagar tudo que se
coloca em seu caminho, perderam todo o
104
 senso de realidade. A questão agora é se
uma população que até hoje foi enganada
E todo progresso da agricultura capitalista
estará preparada para exigir medidas
não é somente um progresso na arte de
radicais (claramente as únicas realistas em
esgotar o operário, senão por sua vez na
nosso contexto) ou se seus membros
arte de esgotar o solo (...) A produção
ficarão tão engessados pelo paradigma
capitalista, conseqüentemente, não
capitalista que as únicas saídas que
desenvolve a técnica e a combinação do
poderão buscar - seguindo as regras
processo social de produção senão
fixadas por aqueles que nos colocaram
solapando, ao mesmo tempo, os
nesta situação - será a regra do cada um
mananciais de toda a riqueza: a terra e o
por si.60
trabalhador.61

A respeito deste argumento de O Capital, Foladori

continua explicando que:
3. Uma polêmica: Marx unilateralizado
É certo que, entre os dois resultados da
produção capitalista, esgotar o operário e
As observações dos tópicos anteriores, ao mesmo o solo, Marx dedica sua atenção ao
tempo em que procuraram recuperar elementos indicativos da primeiro. Seu objeto de estudo foi a
concepção de Marx sobre a interação entre natureza e análise do sistema capitalista e de seus
sociedade, também trazem elementos que podem responder a efeitos sobre a classe operária, sobre os
críticas que lhe são usualmente dirigidas. E que certamente trabalhadores. Não obstante, seu método
comportariam outro artigo. lhe permitiu ver mais além do seu objeto
de estudo, assinalando os impactos
Tomada de conjunto e como teoria revolucionária, a concomitantes da produção capitalista
abordagem de Marx não é marcada pelo produtivismo; o sobre a natureza. Engels foi explícito no
desenvolvimento das forças produtivas não é tomado como o Anti-Dühring, quando comparou o uso
objetivo em si mesmo. Marx entendia como central o choque capitalista da ciência com o aprendiz de
entre o desenvolvimento das forças produtivas e as relações de feiticeiro, que desencadeia forças da
produção no capitalismo, estas funcionando como trava. Em natureza mas é incapaz de controlá-las.62
sua perspectiva, o desenvolvimento das forças produtivas
dependia da ruptura desse antagonismo, ruptura que se dá por
Em recente e fundamentado estudo sobre Marx, a
meio da ação política revolucionária da classe trabalhadora.
sociedade e a natureza, Foladori revela um Marx que nada tem
Nem produção nem avanço tecnológico eram fetichizados.
a ver com aquela ideia produtivista:
Foladori recupera de O Capital o argumento, aqui já citado,
que se opõe a qualquer viés desse tipo:
105 106
 Com uma teoria sobre a relação entre a
natureza externa e a sociedade humana –
metabolismo social –, uma teoria para
compreender a relação entre a sociedade
capitalista e seu ambiente – renda do solo
– e uma preocupação ética com a natureza
externa e as futuras gerações. De onde
provém, então, essa visão produtivista, tão
distante da que expusemos? A resposta a
essa pergunta mereceria outro artigo, mas
é evidente que na mente das pessoas a
realidade do que aconteceu na ex-União
Soviética se confunde com o que Marx
escreveu.63
Marx não propunha a revolução para desenvolver as
forças produtivas em si, mas para emancipar o proletariado,
para propiciar o reencontro da humanidade consigo mesma; o
contrário é imaginar que Marx acreditava na tecnologia ou na
ciência sob controle do capital, ou no progresso sob controle
do capital, da burguesia.64 Ele sequer ousava traçar qualquer
modelo ou qualquer tipo de projeto de viés tecnocrático ou
algum formato de engenharia social para a sociedade
comunista.
Na famosa carta de Engels a Kautsky, escrita em 1881,
citada por Coates, eis o argumento de Engels: “Será o próprio
povo nas sociedades comunistas quem deverá decidir se fará
isto [regular a população de seres humanos], quando fará isto
e como e que meios deseja empregar para tal fim. Não me
sinto chamado a fazer propostas ou a dar conselhos sobre o
tema. Este povo, em todo caso, não será menos inteligente do
que nós”.65
Se é certo e evidente que existe o mais amplo diálogo
do marxismo com toda preocupação ecológica, com todo
propósito sincero em fazer convergir, dialeticamente, a relação
107
sociedade-natureza, é igualmente bem claro que os
pressupostos filosóficos e ideológicos de boa parte dos
chamados movimentos ecologistas de esquerda e sua
perspectiva política ou “anti-política” nada têm a ver com
Marx. Sua coincidência é mais próxima ou mais convergente
com certas teorias semi-anarquistas, do socialismo utópico e
de certos tipos de utopias reacionárias e, às vezes, do
pensamento da burguesia em ascensão.
Adelmo Genro chama atenção para este ponto, ao
alinhar elementos de certo pensamento ecologista:
a crítica moral à sociedade como um todo,
sem priorizar o modo de produção; o
método idealista de análise da sociedade,
que concebe as transformações históricas
como produzidas fundamentalmente no
terreno genérico do processo ‘cultural’; a
incompreensão sobre a luta de classes;
desconhecimento ou subestimação do
papel das vanguardas e a crença na ação
espontânea (desde que sejam
‘convertidos’) das próprias classes
dominantes (socialismo utópico), do
‘povo em geral’ (anarquismo) ou dos
‘homens comuns’ (Ecologismo); o
desprezo pela política tradicional; o culto
das relações inter-pessoais e a apologia
das pequenas comunidades; a condenação,
aberta ou velada, em maior ou menor
grau, do progresso material.66
Esse tipo de pensamento, arremata Genro, funciona
dentro dos marcos do anarquismo: flutua – como o caixão de
Maomé – entre os polos magnéticos do passado e do futuro,
108
ambos igualmente idealizados.67 E aqui o mesmo autor nos
traz o argumento que não pode ser ignorado:
Não é a modorrenta aldeia da Idade Média
nem a insípida comunidade rural do
passado que devem nos servir de
inspiração para construir o futuro. É no
mundo moderno mesmo, através dos
computadores, dos meios eletrônicos de
comunicações, do aumento progressivo do
tempo livre, que hoje servem para nos
oprimir, controlar e imbecilizar, que
devemos procurar a base objetiva para um
futuro que seja melhor e possível. Para
que a igualdade social, a liberdade real e a
autoconstrução consciente dos indivíduos
seja, de fato, uma possibilidade concreta
elevada ao coletivo.
Caso contrário, nossas pequenas
idiossincrasias ou comoventes ‘filosofias
de vida’ serão apenas um aspecto da
própria crise de civilização que pensamos
enfrentar, um subproduto da
manipulação.68
4. Meio ambiente e stalinismo
Muitos dos autores que procuram resgatar um Marx
verde, ou fundamentos de uma preocupação ambientalmente
orientada no marxismo, são vítimas, como regra, de uma
determinada mistificação, direta ou indiretamente. Às vezes
imaginam ou iludem-se com a ideia de que uma vez
expropriado o capital – como em Cuba ou na URSS – pode-se
conseguir uma produção socialmente orientada e que se ponha
109
de acordo com a natureza e sua preservação sem a direção dos
produtores associados, sem a democracia operária. Ou, quem
sabe, pensam eles, através de amálgamas com a democracia
liberal.
Este é o enigma ou o desafio teórico que visivelmente
confunde quase todo o mundo universitário que se debruça
sobre Marx e meio ambiente, e também boa parte da mais bem
intencionada das esquerdas acadêmicas e não acadêmicas.
Nesse sentido, bons autores chegam a formular a mais
correta e exaustiva crítica ao modo de produção capitalista por
seu caráter inevitavelmente predador e dissipatório ou, em
uma palavra, ecocida. Chegam a entender, como Marx, que no
mundo dominado pelas mercadorias, pelo capital, não pode
haver ecologia. No entanto, retidos apenas nesse patamar da
crítica negativa, não dão o necessário passo seguinte: em lugar
do capital que foi expropriado é absolutamente necessário que
entre ativamente em cena o sujeito histórico classe
trabalhadora.
O socialismo – magna lição do século XX – não se
constrói sem a direção da classe trabalhadora, objetivo
declarado do marxismo na sua condição de teoria
revolucionária do proletariado. Por isso mesmo, a devastação
ambiental foi ampla e flagrante em todos os países onde a
expropriação do capital foi seguida da (ou coincidiu com a)
expropriação política do proletariado.
O motivo principal desse desastre tem mais a ver,
portanto, com a ausência de democracia operária. Não se pode
fugir das explicações históricas e concretas para o processo de
degeneração burocrática da Revolução Russa, por exemplo.
Nem é cabível imaginar que se constrói socialismo com
burocracia, deslocando a classe operária do poder de decisão e
planificação.
110
 O elemento de maior poder explicativo para aquele
problema continua sendo – e aqui estamos de volta,
classicamente, a Marx e Engels, mas também a Lênin, a
Trotski e a outros – que a relação entre os homens e a
natureza, para não resultar ecocida e degradadora do solo, das
águas e dos mares, não comporta mediação burguesa e nem
burocrática. Esta afirmação está longe de ser puramente
especulativa. Ela é fruto teoricamente demonstrável da trágica
experiência concreta dos últimos quase noventa anos.
Marx nunca afirmou que a transição ao socialismo
criaria, automaticamente, uma relação sustentável com a terra;
e, ao contrário, defendia medidas em prol dessa relação, a
começar pela superação do antagonismo cidade-campo; e uma
revolução na relação do homem com a terra.69 Da mesma
forma, Marx arremata o Manifesto Comunista com o chamado
à auto-organização dos trabalhadores como essência da
construção do socialismo. E nos textos sobre a Comuna de
Paris propõe a desconstrução do Estado desde o primeiro dia
da revolução.
Só assim os homens poderão planejar – humanizando –
sua relação com a natureza, começando, como sugere Foster
(retomando Marx) “com medidas voltadas para a eliminação
da divisão antagônica do trabalho entre a cidade e o campo”, o
que (...) inclui “a dispersão mais equilibrada da população,
integração de indústria e agricultura, a restauração e melhoria
do solo através da reciclagem dos nutrientes do solo”, por
assim dizer, uma agricultura orgânica.70
Neste ponto, o resgate que faz Foster dos primeiros
anos da URSS com Lênin, e ainda com elementos de
democracia operária (mesmo que em declínio), são
reveladores de que outra relação com a natureza é possível;
mas que para isto, além da revolução dever desembaraçar-se
do capital, é crucial que os meios de produção sejam
controlados pela classe trabalhadora.
111
A crítica ecológica de Marx e de Engels era
relativamente conhecida na URSS e só “foi descartada mais
tarde, sobretudo dentro da URSS com Stalin, quando a
expansão da produção pela produção se tornou a meta
suprema da sociedade”.71 Ou seja, a crítica ecológica de Marx
e Engels chegou a ser conhecida e teve impacto direto sobre a
geração marxista que se seguiu àqueles autores, como foi o
caso da URSS pré-Stalin, pois embora os fundamentos
filosóficos daquela crítica ecológica tenham permanecido
obscuros, eram mais sutis e difíceis de captar. Para Foster,
embora a aparente ausência de um
pensamento ecológico dentro do
marxismo soviético (e dentro da ciência
social marxista ocidental antes da década
de 1970) reforce há muito tempo a visão
de que o legado de Marx nesta área foi na
melhor das hipóteses muito fraco, tais
conclusões ignoram as lutas reais que
ocorreram.72
E ignoram, continua Foster na mesma citação, a
“enorme vitalidade da ecologia russa da década de 20 e início
da década de 1930, com seu rápido declínio sob o stalinismo”.
No entanto, não deixou de ser a ecologia “mais avançada do
mundo”, através dos exemplos como os de Vernadsky (1863-
1945), que publicou The biosphere, em 1926, e também de
Vavilov (1887-1943); Lênin, por sua vez, foi o primeiro
governo a criar uma reserva natural visando exclusivamente a
preservação e o estudo científico, nos Urais, em 1920.73
Tragicamente, com a degeneração da Revolução
Russa, todo o movimento conservacionista da URSS, no final
dos anos 30, estava completamente dizimado. A esta ecologia
soviética dos anos 1920, a mais avançada do mundo, seguiu-se
112
Lyssenko com seus ataques “científicos” à ecologia, à
genética, ao conservacionismo ambiental, e por fim o
dramático ecocídio da era Stalin.
O descarte da crítica ecológica virá com a afirmação da
“meta suprema” da sociedade burocrática soviética da
produção pela produção; a dialética da crítica ecológica
permanecerá obscura, exceto, em parte, para Caudwell e para
Bukharin, que continuariam por breve tempo escrevendo
sobre o tema em um viés marxista revolucionário.
Resumindo quase graficamente a ideia subjacente: o
capitalismo destrói o meio ambiente, é da natureza do seu
funcionamento. No entanto, qualquer formação social pós-
capitalista que se desvie de um processo político dos
produtores (proletariado) livremente associados dirigindo sua
relação com a produção, com a natureza, com a vida, tenderá a
conduzir mais devastação ambiental.
O desserviço que certo marxismo – ou autores que se
dizem referenciados em Marx – presta à luta política pela
construção da saída revolucionária concreta encontra-se
precisamente neste ponto: confundem capitalismo com
“socialismo”, ou seja, tomam por socialismo aquilo que não
passa ou não passou de sociedades deformadas, onde a
abolição do capital foi seguida da entronização de uma casta
que, usurpando o poder dos trabalhadores, passou a produzir
por produzir, a produzir em função do seu pensamento parcial,
interessado, burocrático e, portanto, com um método tão
instrumental quanto o mais genuíno pensamento burguês.
Não se trata de uma “razão instrumental”, burocrática,
que caiu do céu, sem dono, sem fundamento social, tão ao
gosto dos intelectuais ecléticos ou anti-operários; se trata,
antes disso, de uma razão burocrática, própria de uma camada
social usurpadora que, para ser totalmente burguesa, só
precisaria ser proprietária dos meios de produção. Este tem
sido, aliás, o porto de chegada lógico e histórico dessa camada
113
social: restaurar, no final de contas, as relações burguesas em
países como a própria URSS. O que só revela a natureza,
como já demonstrava teoricamente Trotski, reacionária e
contrarrevolucionária dessas camadas sociais.74
Esse tipo de “gestor”, da mesma forma que não
poderia ter interesse em estabelecer a democracia operária,
tampouco poderia ser capaz de ter objetividade para gerenciar
o meio ambiente.
Não é preciso procurar explicação para este processo
fora do marxismo. Não se faz necessário desembarcar de
Marx – “reconstruí-lo” como às vezes se pensa75 – para fazer a
crítica a esse “modelo” antimarxista. Essa é a questão crucial
quando se focaliza o problema ambiental na perspectiva
dialética de Marx. E para além dos clichês do tipo “o
socialismo devasta a natureza tanto quanto o capitalismo”.
Confundindo stalinismo com socialismo, Marx com
Stalin, com Mao, com Castro etc., tais autores imaginam que o
socialismo para Marx é a máquina, a produção pela produção,
portanto, em última instância, o ecocídio. Disso imaginam ser
necessário “refundar” o próprio Marx.
Afirmar que a ecologia tem que ser – na sociedade
humana – ecologia política, permite que a discussão avance
sim, muitos passos. É um enorme passo adiante em relação à
crítica verde despolitizada ou “anti-política”. Mas é preciso ir
além.
É correto e necessário jamais se perder de vista que a
espécie humana é a única em que um setor impede que os
demais tenham acesso natural aos víveres, à natureza, aos
meios de sobrevivência. Por conta da fratura social interna,
social e política. O que remete a ecologia e o ambientalismo
diretamente para o campo da política, política revolucionária.
Isto em primeiro lugar. Uma ecologia que recorra à dialética
materialista na sua análise da natureza e da relação da
114
sociedade com a natureza se faz, então, necessária. O que a
crítica de Marx vai mostrar é que a maioria dos homens – os
que trabalham e geram riqueza – foi política e
economicamente expropriada pela classe que não trabalha e
vive do trabalho alheio. Em consequência, “a luta ecológica
deve ser, antes de mais nada, uma luta de reconciliação da
humanidade consigo mesma, o que conduz – aliás a única via
que pode conduzir – à reconciliação da humanidade com a
natureza”.76
Esta é a base da crise ambiental na ótica de Marx,
desde os seus escritos mais filosóficos. A exploração dos
trabalhadores se dá a partir da expropriação dos meios de
produção, a expropriação política vem em consequência.
Quem trabalha precisa, para manter-se vivo, ir ao mercado
para vender sua força de trabalho.
No chamado “socialismo real”, por sua vez, ao ser
expropriado politicamente, o trabalhador nada pode fazer,
como classe, em relação a nenhum meio ambiente, a começar
pela fábrica onde reina a tirania. O trabalhador assistirá, diante
dos seus olhos, na vida concreta, ao aumento da desigualdade
social e, no limite, à restauração capitalista, se não consegue
levar a cabo (organizando-se e lutando) sua revolução política,
para por os meios de produção, agora estatizados, sob seu
controle. Eis o século XX.
Essa questão crucial é tangenciada ou discutida
abstrata e filosoficamente por vários autores que estudam a
preocupação de Marx com a natureza. É a crítica que faz
Crevarok a Vega Cantor77 e também a Joel Kovel.78 Esses
autores resgatam exaustivamente fragmentos de Marx e
clássicos para formular um marxismo verde, um “discurso
verde tingido de vermelho ou uma política de esquerda
ecologizada”. Para Crevarok, muito mais que isto, é
necessário “avançar com um verdadeiro programa que dê
resposta à crise ecológica ou ambiental à qual nos conduz o
115
capitalismo, denunciando sua lógica abutre e destrutiva e que
sirva como uma ferramenta a mais para a classe
trabalhadora”.79
Em Marx, tomando suas análises de conjunto e seu
engajamento político de vida, a sua crítica à dupla alienação
(homem-homem, sociedade-natureza), é importante destacar,
nestes marcos, o elemento sem o qual os outros fazem menos
sentido: sua postura política, sua perspectiva teórica e concreta
é a de armar a classe operária para ser o poder político. Por
isso mesmo, a crítica social, econômica e, no caso, ambiental,
se pretende ir além da crítica intelectual de natureza apenas
semi-marxista, deve colocar-se na perspectiva de uma
ferramenta articulada – na teoria e na prática – com as
condições políticas para a emancipação do proletariado.
Essa nos parece ser a única perspectiva dentro da qual
a crítica ecológica, para além de ser uma crítica da economia
política, pode tornar-se uma crítica revolucionária,
radicalmente ecológica, que contribua ativamente para o
combate dos trabalhadores pelo poder, única via, vale repetir,
de solução da crise ambiental e de todas as outras crises
engendradas pelo modo capitalista de produção.
Notas
1
Marx, 1837, citado em FOSTER, John Bellamy, 2005. A ecologia de
Marx: materialismo e natureza. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, p.
358.
2
Publicado pela Monthly Review em 1999 e, no Brasil, pela Civilização
Brasileira em 2005.
3
Outros autores, dentre eles, para citar alguns, DUARTE (1986) e
inúmeros artigos de elevado nível de autores como Foladori (1997; 2001;
2005) e Andrioli (2007), têm contribuído amplamente para trazer o
116

pensamento de Marx para a questão ambiental. Lowy (1979; 1999) tem
vários escritos sobre ecossocialismo que, no entanto, em que pese sua
notável erudição, devem ser objeto de crítica por conta de seu polêmico
resgate de Marx.
4
REES, John, 1998. The algebra of revolution: the dialectic and the
classical marxist tradition. London: Routledge.
5 18
BURKETT, Paul, 1999. Marx and nature: a red and green perspective.
New York: St Martin Press.
6
FOSTER, Op. Cit., p. 324.
7
Na verdade, mais profundamente entendida através da dialética de Marx e
Engels, como mostrado por Rees (1998) e Trotski (2004). Co-evolução
sociedade & natureza é tema que está especificamente formulado no já
citado livro de Foster.
8
Sobre Engels, ler capítulo 2 de Rees (1998), The dialectic in Marx and
Engels.
9 nature in Marx, e firmemente criticado por Foster (2005, pg. 336) por seu
FOSTER, Op. Cit., p. 325.
10
Foster cita especialmente os Philosophical arabsques de Bukharin, a ser
publicado pela Monthly Review Press (2005, p. 398). No seu Tratado de
materialismo histórico, Bukharin traz um capítulo intitulado O equilíbrio
entre a sociedade e a natureza, p. 112 a 142.
11
CAUDWELL, Christopher, 2008. La agonía de la cultura burguesa.
Buenos Aires: Ediciones Razón y Revolucion.
12
TROTSKI, Leon, 2004. Escritos filosóficos. Buenos Aires: Centro de
Estudos, Investigaciones y Publicaciones León Trotsky.
13
Foster, por sua vez, também formula determinada crítica a Lukács por
inaugurar tradição marxista que confunde a ciência com a sua equivocada
interpretação positivista.
14
Escola de Frankfurt é uma corrente de pensamento heterogênea (às
vezes chamada de “teoria crítica”) que se desenvolve após a derrota dos
movimentos operários e degeneração da Revolução Russa, nos anos 20 e
30, e que abarca desde Horkheimer, Adorno, Pollock, Fromm, Marcuse,
Neumann, até Benjamin e Habermas mais tardiamente.
15
Para E. P. Thompson – segundo o já citado Foster, em A ecologia de
Marx, p. 318 - a reação de Lukács, de Korsch, da Escola de Frankfurt e
Gramsci à invasão de certo marxismo pelo positivismo na década de 1920,
se deu com um custo muito elevado e entranhou o marxismo com uma
“prática teórica idealista”.
117
16
Com destaque para Lukács and the Marxist method (p. 244 a 252), The
dialectic of nature (p. 74 a 78) e sobretudo o capítulo 3, The first crisis of
marxism (p. 126 a 165).
17
O próprio Foster – à p.399 do seu citado A ecologia de Marx - admite,
até o final dos anos 90, ter sido vítima do veto lukácsiano a qualquer
“dialética da natureza”.
FOSTER, Op. Cit. p. 341.
19
Ibid., p. 402.
20
Em que pese obras influentes, de época, como Silent Spring de Rachel
Carson, publicado em 1962 nos Estados Unidos, com edição brasileira em
1964 pela Melhoramentos (Primavera silenciosa).
21
É clássico e influente seu estudo O conceito de natureza em Marx,
publicado em Frankfurt, em 1978 (Der Begriff der Natur in der Lehre Von
Marx), com post scriptum onde aborda a problemática ambiental
contemporânea. Foi publicado em Londres, em 1971, como The concept of
unilateralismo que o leva a separar dialética de materialismo. A crítica
sistemática a Schmitt seria levada a cabo por Burkett.
22
Autor-referência e inspirador da tese de mestrado em filosofia pela
UFMG, depois publicada em interessante livro: Marx e a natureza em O
Capital, de Rodrigo A. de Paiva Duarte, 1986, pela Loyola, São Paulo.
23
Reiner Grundmann publicou Marxism and ecology em 1991 em New
York. Anthony Giddens publicou A contemporany critique of historical
materialism na Califórnia em 1981.
24
Seus editores recentes são P. Sweezy, Harry Magdoff e Ellen M. Wood.
25
Publicado em 1995 pela Editora da UNESP.
26
Desde os anos 30 aparecem destacados cientistas materialistas de
esquerda como J. D. Bernal, J. B. S. Haldane, J. Needham.
27
Denúncias da degradação ambiental dos anos 70 constam em obras como
as do francês Dorst (1973) ou do alemão Liebmann (1979). Ver também
Caldwell (1976).
28
WALLIS, Victor, 2009. As respostas capitalista e socialista à crise
ecológica. Crítica Marxista, n.29, 2009, Unesp, p. 57-74.
29
FOSTER, Op. Cit., p. 110.
30
ENGELS, F., 2009. O papel do trabalho na transformação do homem
em macaco, Brasília: Editora Centelha Cultural, p. 33.
118
31 48
BRANCO, Samuel Murgel, 1997. O meio ambiente em debate. São Existe aqui a racionalidade instrumental: instrumentalizada para o
Paulo: Moderna, p. 14. objetivo da acumulação do capital, do lucro incessante. Adiante veremos
32 que mesmo quando o capital é confiscado, se os trabalhadores não dirigem,
CAUDWELL, Op. Cit., p. 299.
eles mesmos, a produção, irá prevalecer a razão “instrumental” da
33
FOLADORI, Guillermo, 1997. A questão ambiental em Marx. Crítica burocracia, da produção pela produção, a cultura produtiva herdada do
Marxista, v.1, n.4, maio 1997, São Paulo, p. 14. capital. Mandel (em El poder y el dinero, México: Siglo XXI, 1994) já
34 refletiu sobre essa irracionalidade global, de objetivos, que aparece sob a
REES, Op. Cit., p. 72.
forma de racionalidades parciais.
35
FOSTER, Op. Cit., p. 350. 49
MONBIOT, George, 1999. Os sábios idiotas. Em Tempo, n. 309,
36
Citação de Engels no Anti-Duhring, Grijalbo, México, 1983, à p. 294 de setembro 1999, São Paulo, p. 14.
Renan Vega CANTOR, 1999, El caos planetário: ensayos marxistas sobre 50
COATES, Ken, 1976. Socialismo y medio ambiente. In Socialismo y
la miseria de la mundialização capitalista. Buenos Aires: Antídoto. medio ambiente, de M. Caldwell, K. Coates, R. Jungk etc, Barcelona,
37
CANTOR, Op. Cit, p.184. Espanha, Editorial Gustavo Gili S.A., pg. 112.
38 51
FOLADORI, Guillermo, 2001. O metabolismo com a natureza. Crítica FOLADORI, A questão ambiental em Marx, p. 22.
Marxista n.12, maio 2001, São Paulo, p. 105-117. 52
ANDRIOLI, Antonio Inácio, 2008. A atualidade de Marx para o debate
39
BRANCO, Op. Cit., p. 93. sobre tecnologia e meio ambiente. Crítica Marxista n.27, Unesp, 2008,
40 p.11-25.
ENGELS, O papel do trabalho, p. 38, grifo nosso.
53
41 Ibidem., p. 20.
SOUZA-LIMA, José Edmilson de 2004. Economia ambiental, ecológica
54
e marxista versus recursos naturais. In Revista da FAE, Curitiba, v.7, n.1, FOSTER, Op. Cit., p. 238.
p. 119-127, jan./jun. 2004. 55
Ibidem, p. 230.
42
BRANCO, Op. Cit., p. 92. 56
ANDRIOLI, A atualidade de Marx para o debate sobre tecnologia, p. 20.
43
GALAFASSI, Guido, 2009. La produción de la naturaleza y el território 57
ANDRIOLI, A atualidade de Marx para o debate ambiental, p. 20.
como acumulación. In Revista Herramienta n. 42, octubre, 2009.
58
Disponível em: www.herramienta.com.ar/rentista-impresa/revista- FOLADORI, O metabolismo com a natureza, p. 111.
herraminta-n-42 Acessado em: 20/03/2010. 59
COGGIOLA, Osvaldo, 2004. Ecologia e marxismo. Motrivivencia, ano
44
FOLADORI, O metabolismo com a natureza, p. 105-117. XVI, n.22, jun.2004, p. 39-46.
45 60
LEVINS, Richard, 1996. When science fails us. International Socialism, WALLIS, Victor, 2009. As respostas capitalista e socialista à crise
n.72, Britain, September 1996. Disponível em: ecológica. Crítica Marxista, n.29, 2009, Unesp, p. 57-74.
http://pubs.socialistreviewindex.org.uk/isj72/ 61
FOLADORI, A questão ambiental em Marx, p. 7.
46
ANDRIOLI, Antonio Inácio, 2007. A atualidade de Marx para o debate 62
Ibidem.
ambiental. Texto apresentado ao V Colóquio Marx e Engels, UniCamp,
63
2007. Disponível em: FOLADORI, O metabolismo com a natureza, p. 117.
http://www.unicamp.br/cemarx/anais_v_coloquio_arquivos/arquivos/comu 64
As críticas aos autores que imaginam um Marx prometéico são parte da
nicacoes/gt2/sessao3/Antonio_Andrioli.pdf
elaboração teórica recente de autores como os já citados Foster (2005),
47
FOLADORI, A questão ambiental em Marx, p. 7. Burkett (1999), mas também Ellen Wood, Walt Sheasby etc. Na
contramão, temos Roy Bhaskar, outro autor que foi vítima da visão de
“prometeísmo tecnológico” de Marx.
119 120
65
COATES, Ken, 1976. Socialismo y medio ambiente. In Socialismo y
medio ambiente, de M. Caldwell, K. Coates, R. Jungk etc, Barcelona,
Espanha, Editorial Gustavo Gili S.A., p. 115.
66
GENRO Filho, Adelmo, 1986. Ecologismo e marxismo: dois pesos e
duas medidas, in Marxismo e filosofia profana, Editora Tchê, Porto
Alegre, 1986, pg. 77.
67
Ibid., p. 78.
68
Ibid., p. 77.
69
FOSTER, Bellamy, 2005. A ecologia de Marx: materialismo e natureza.
Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, pg. 237.
70
Ibidem.
71
Ibid., p. 324.
72
Ibid., p. 314.
73
Ibid., p. 331.
74
Cf. A revolução traída, de Trotski, 1980, Global Editora, São Paulo.
Livro escrito em 1936.
75
Como pensa Methe, citado por Andrioli (2007): “A experiência
catastrófica dos burocratizados países pós-capitalistas (assim chamado
socialismo realmente existente) com relação à problemática ambiental,
reforça a necessidade de uma reconstrução da teoria marxiana diante de
condições de crise ecológica”.
76
CREVAROK, Cláudio, 2006. El capitalismo y la “crisis ecológica”:
aproximaciones desde el marxismo. In Revista Luta de Clases, Buenos
Aires, n. 6, junio 2006, p.235-246.
77
CANTOR, Op. Cit..
78
KOVEL, Joel, 2005. El enemigo de la naturaleza. Buenos Aires: Tesis
79
CREVAROK, Op. Cit., p. 235-246, grifos nossos.

121 122
 4 Certamente, desastres naturais têm acompanhado a
Ecologia, capitalismo e luta de classes
Osvaldo Coggiola*
Por “crise ecológica” deve-se entender o
comprometimento dos mecanismos e ciclos naturais que
possibilitam a produção e reprodução da vida (inclusive a vida
humana) na Terra; não só, portanto, o seu aspecto mais
imediatamente visível e espetacular, as mudanças climáticas,
com sua sequela de catástrofes no período mais recente.
Refere-se, portanto, não apenas ao campo coberto pela
geologia ou a geografia (as “ciências da Terra”), mas também
ao coberto pelo conjunto das disciplinas que se referem ao
homem enquanto ser natural e social.
Na atual “economia ambiental neoclássica” aparece o
conceito de externalidade, e também a controversa valoração
monetária da natureza e a aplicação da noção de custo-
benefício aos danos provocados pela produção. O conceito
chave é o de “capacidade de suporte dos ecossistemas”,
referido à troca ecologicamente desigual que acontece quando
os produtos são comercializados por preços que
desconsideram os custos ambientais.
Já é consenso, na comunidade científica, que a ação
humana sobre o meio natural está provocando efeitos
destrutivos de longo prazo, suscetíveis de pôr em risco a
reprodução de vários ciclos naturais e de várias formas de
vida, e de afetar decisivamente a vida humana. A ideia já foi
admitida oficialmente pelos Estados, faz parte da chamada
“opinião pública” e, claro, dos “formadores de opinião”.
*
Professor Titular do Departamento de História da Universidade de São
Paulo (USP).
123
atividade humana desde o início da civilização. É impossível
se proteger completamente de desastres naturais, como sabem
muito bem as companhias de seguros: a indústria mundial de
seguros tem sofrido perdas nos últimos 50 anos, e só em 2004
perdeu cerca de U$ 115 bilhões. Mas os furacões sobre o
Atlântico têm sido mais frequentes do que no passado, na
última década e, ao que tudo indica, é o aquecimento global o
causador dos eventos anômalos.
Grandes inundações se tornaram também mais
frequentes na China, na Alemanha, na Europa Oriental, e até
no Brasil:
As evidências até agora não são
definitivas, mas o aquecimento global
causado pelo efeito estufa parece ser a
causa. O aquecimento global (da
superfície, dos oceanos, do ar e do solo) é
indiscutível e a temperatura média da
Terra já subiu quase um grau centígrado
nos últimos cem anos. O problema é saber
se ele é realmente a causa das atividades
climáticas “extremas” que estamos
presenciando, ou se elas se devem a
variações naturais. A grande maioria dos
cientistas acredita na primeira opção.1
Há um consenso em que a medida mais importante
seria a de reduzir as emissões de gases emitidos pelo consumo
(queima) de combustíveis fósseis (carvão, petróleo e gás
natural). A classe capitalista mundial encarou o problema
através do Protocolo de Kyoto, que estabeleceu um
cronograma para tal, mas o maior emissor mundial - os EUA -
se recusou a assiná-lo, devido à pressão dos produtores de
carvão e das empresas de petróleo. O protocolo estabeleceu
124
que os países industrializados teriam de reduzir suas emissões
de gases responsáveis pelo efeito estufa em 5,2%,
relativamente ao nível de emissões de 1990, até 2012.
Os países “em desenvolvimento” ficaram isentos
destas reduções, considerando que suas economias precisam
crescer e que limitações às emissões impediriam seu
desenvolvimento. Outros pontos de vista sustentam que não há
incompatibilidade entre crescimento econômico e redução de
emissões danosas ao meio ambiente, desde que tecnologias
modernas sejam incorporadas ao processo de desenvolvimento
industrial, evitando repetir os erros cometidos no passado, em
que, se diz, o crescimento era a meta a ser atingida a qualquer
custo, e a poluição, um problema a ser corrigido depois. A
receita que os EUA têm defendido para enfrentar o problema
do aquecimento global é o de adaptar-se a ele. Se o
aquecimento fosse lento e gradativo, com a temperatura
subindo pouco a cada ano, bem como a consequente elevação
do nível do mar, isso até poderia ser feito em muitos países.
Ecologia e capitalismo
Mas, qual é a relação entre a crise ecológica da Terra e
da humanidade, e a vigência das relações de produção
dominantes na atual etapa histórica (capitalista)? Raramente, a
questão ecológica é abordada sob este ângulo.
Está claro que, para o marxismo, a crise ecológica
existia como perspectiva teórica e concreta, devido às
contradições próprias do modo de produção capitalista, e à sua
magnitude mundial. No entanto, foi supostamente em nome
do marxismo que se afirmou: “Quando as temporalidades da
história humana estão por cima das idades da história
ecológica, são ultrapassados definitivamente os limites da
não-reprodução dos ecossistemas ou da sua entropia
125
crescente”.2 O problema dessa definição não é apenas seu
caráter anti-marxista, mas a sua arbitrariedade e
indeterminação (quando uma “temporalidade” está por cima
ou por baixo?) que não remete às contradições específicas do
capitalismo, e a uma fase específica do seu desenvolvimento.
Em última instância, inocenta o capitalismo pela crise
ecológica, atribuindo-a a uma “temporalidade” situada, no
estilo da École des Annales, além das fases concretas da
história da humanidade (os modos de produção da vida
social). Em nome de teses semelhantes concluiu-se
subscrevendo a tese (já declaradamente anti-científica) do
“esgotamento dos recursos naturais” (o que levou à proposta
do “crescimento zero” a diversos círculos reacionários, como
o Clube de Roma) e, nos autores citados, a uma conclusão
abertamente malthusiana: “A capacidade limitada dos
ecossistemas atingida em diversos lugares. Em várias áreas
geográficas, os efetivos crescem mais rapidamente que os
recursos”. Quebrando a unidade mundial da vida humana
presente, conclui-se na redução (ou, porquê não? “traslado”,
dos efetivos humanos das “áreas geográficas” sobre-
saturadas).
Da mesma maneira que o crescimento econômico, o
desenvolvimento científico não pode ser considerado de modo
isolado, mas no quadro do conjunto das relações
homem/natureza. É nesse quadro que a crise ecológica adquire
relevância como padrão para avaliar a ciência contemporânea.
A chamada “crise energética” (que, nos idos da década
de 1970, inaugurou uma nova fase de crise do capitalismo
mundial) não tem nada de uma “crise de crescimento” de um
modo de produção que teria esgotado uma fonte de
desenvolvimento, e que estaria prestes a substituí-la por outra:
Isto só é verdade se tomado o conceito de
matéria-prima na acepção tradicional. O ar
126
 puro, a água pura, o espaço virgem,
devem também ser considerados como
bens econômicos raros, constituídos de
matérias-primas aparentemente gratuitas,
mas na realidade muito custosas para a
coletividade. São as restrições do meio
ambiente que vêm agora subsistir-se à
rarefação dos combustíveis fósseis como
limite do desenvolvimento energético e,
portanto, de todo o desenvolvimento
industrial.3
A substituição do combustível fóssil por energia
nuclear afunda crescentemente toda perspectiva de equilíbrio
homem/natureza e compromete não só o futuro, mas,
sobretudo o presente da sociedade humana:
Há a notar que o plutônio, corpo
inteiramente artificial, que só perde
metade da sua radiatividade ao fim de
25000 anos, é verdadeiramente o objeto
mais sujo e mais perigoso que o homem
jamais criou. Não será fácil precavermo-
nos contra todo o risco de desvio ou
acidente durante o transporte quando
houver milhares de toneladas a circular
em todo o mundo.4
Ora, a pesquisa nuclear se desenvolveu exatamente no
ramo mais parasitário da economia mundial (a economia
armamentista), que é hoje (como nos tempos da Guerra Fria)
essencial para a manutenção do equilíbrio econômico
capitalista: em 1940, a produção militar não representava mais
de 1% da produção global, mas hoje representa entre 10 e
20% dessa produção nos países capitalistas avançados e,
127
indiretamente, os créditos militares se transformaram no
motor da economia capitalista mundial.
E essa pesquisa se desenvolveu diretamente ligada à
produção de armas, bombas atômicas. A energia nuclear não
pode ser desdobrada em “civil” e "militar", a primeira não
importando riscos: “Uma usina nuclear é, efetivamente, uma
bomba atômica controlada, que está constantemente num
estado bem próximo da explosão. Isso só não acontece porque
não se permite seu aquecimento demasiado”.5 Os diversos
acidentes nucleares (Grã Bretanha 1957, com centenas de
mortos; Three Mille Island, nos EUA, em 1977; Chernobyl, na
ex URSS, mais recentemente) demonstraram que a energia
nuclear, longe de constituir um “progresso produtivo”,
significa mais a libertação de um elemento crescentemente
incontrolável pela sociedade humana, pelas suas
consequências imediatas e mediatas.
A alegação de que a energia nuclear em grande escala
não seria especificamente capitalista, pois haveria (ou teria
havido) outra “socialista” (a da ex URSS) mais perigosa, pela
sua segurança menor, não leva em conta que a energia nuclear
russa nada teve de socialista, tendo sido imposta em virtude da
corrida armamentista levada adiante pelos EUA, com a
cumplicidade da política de “coexistência pacífica” da
burocracia do Kremlin (que alimentou durante décadas a
ilusão de superar o capitalismo através da emulação
econômica, boicotando a revolução internacional).
Segundo os cientistas, uma guerra nuclear “limitada”,
não “total”, teria igualmente efeitos irreversíveis para os
ecossistemas terrestres:
O cenário principal de referência de
guerra nuclear envolve um intercâmbio de
5000 megatons, que projeta uma porção
considerável da poeira e da fuligem
128
 produzidas por incêndios de cidades e
florestas na alta troposfera (parte superior
da baixa atmosfera) e na baixa estratosfera
(parte inferior da alta atmosfera), acima do
nível normal das nuvens. Essa tonelagem
ê bem menos da metade dos arsenais
somados dos Estados Unidos e (ex)
URSS. É também aproximadamente a
escala de conflito nuclear analisada no
relatório publicado em junho de 1982 pela
revista Ambio, da Real Academia Sueca
de Ciências, e em vários outros estudos
preliminares.
Conflitos nucleares mais limitados
parecem produzir da mesma forma
grandes perturbações ambientais e grandes
danos biológicos, além e acima dos
causados pelas explosões e pela radiação.
Parece que as perturbações ambientais
não guardam muita proporção com a
escala da guerra, desde que a tonelagem
seja suficiente para provocar grandes
incêndios Estudaram-se modelos com
tonelagens de apenas 100 megatons, e
mesmo nestes demonstrou-se a
probabilidade de efeitos adversos
importantes no caso de ataques a
concentrações urbanas (grifo nosso).
E acrescentam:
Muitos dos efeitos descritos no cenário de
5000 megatons fizeram-se presentes em
conflitos bem menores. Com o cenário de
5000 megatons para definir as condições
iniciais, pelo menos três grupos
129
analisaram modelos meteorológicos
globais na tentativa de estimar as
conseqüências do ponto de vista da
meteorologia e climatologia. Esses
modelos matemáticos alcançaram um tal
nível de sofisticação que a maioria dos
cientistas dedicados ao problema inclina-
se a acreditar que eles simulam de forma
realista as características gerais do mundo
real da meteorologia quando as hipóteses
básicas são bem compreendidas. As
últimas conclusões são bastante
alarmantes. As enormes tempestades
ígneas produzidas numa guerra nuclear
desempenham um papel considerável nos
danos ambientais, em função do smog e da
fuligem transportados às camadas altas da
atmosfera. Essas nuvens de partículas
alteram dramaticamente o equilíbrio da
radiação na atmosfera. Podem não apenas
produzir "trevas ao meio-dia", como
primeiro sugerido por Crutzen e Birks em
1982, mas também modificar
radicalmente os padrões globais dos
ventos, das chuvas e das neves.6
Cientistas do mundo inteiro reclamam “suprimir a
energia nuclear, que produz uma poluição irreversível no nível
do átomo (portanto, na base da matéria e dos fenômenos
vitais), poluição muito mais grave do que as outras, que agem
a um nível menos fundamental dos ciclos vitais”.7 Contudo, os
entraves para o fim da indústria nuclear não são energéticos
ou científicos, mas econômicos, ou seja, apontam para o
próprio coração do capital:
130
 No mundo, 62 reatores, 22 pilhas de
pesquisa e outros tantos submarinos
nucleares, assim como dezenas de
oficinas-laboratório estavam, em 1959, já
sem uso. A construção da primeira usina
nuclear alemã custou 54 bilhões de
marcos: o preço de seu desmantelamento
foi avaliado em 310 bilhões de marcos.
Para limpar nada mais do que quatro
usinas nucleares norte-americanas, seria
necessário desembolsar, no mínimo, 90
bilhões de dólares. E o custo de
manutenção dos depósitos de tratamento
de urânio vai de 10 a 20 dólares a
tonelada, o que equivale, a termo, ao
preço de venda do urânio.8
O capitalismo não pode, sob risco de falência
econômica, remediar o desastre ecológico em pleno
desenvolvimento. A propriedade privada dos meios de
produção impede que o capitalismo encare seriamente a
questão. A escala e o custo das energias substitutivas
ultrapassam o marco de ação da sacrossanta “empresa”, ou,
como disse o já citado Peter Raven: “Nem a energia solar nem
a eólica, ou qualquer outra, podem se desenvolver pelo setor
privado sem que haja um fluxo de fundos muito grandes da
parte do Governo para que se realizem as investigações. E o
mesmo acontece com muitas investigações biomédicas”.9
Segundo Maurice Strong, as iniciativas “reformistas”
mais modestas implicariam um custo de US$ 600 bilhões
anuais, mas já em 1992 os EUA e a CEE, atual União
Europeia, se recusavam a pagar US$ 120 bilhões anuais. A
dimensão mundial do problema choca-se com a ordem política
internacional do capital: “Não existem organizações
planetárias capazes de sustentar iniciativas mundiais”,
131
afirmou, cético, o ministro de Ambiente da Itália, Giorgio
Ruffolo.10
A própria avaliação dos danos ecológicos atuais e
potenciais está dificultada pela fragmentação e super-
especialização das disciplinas científicas, cada vez mais
voltadas e dependentes da produção capitalista, e
principalmente da militar. As tarefas derivadas dos problemas
colocados pela questão ecológica ultrapassam, portanto, o
marco do capitalismo. Ao contrário, do que pensam céticos de
todas as cores e defensores do progresso técnico e científico
do capitalismo, a contradição entre o desenvolvimento das
forças produtivas e as relações de produção dominantes é hoje
mais forte do que em qualquer período passado do
capitalismo.
As iniciativas ambientalistas e ecológicas do grande
capital são inócuas, quando não pretendem diretamente
aumentar o lucro capitalista e a opressão nacional dos países
atrasados. Bem longe da solução do problema ecológico:
A reconciliação entre a economia e o
meio, a união da ecologia com a indústria,
não surgirão da indústria de proteção
ambiental que existe hoje. Pode-se
inclusive fazer a afirmação contrária: à
maior proteção ambiental, maior cisão
entre ecologia e economia, e vice-versa.
Entretanto, estendeu-se a idéia de que em
uma economia florescente as chaminés
devem parar de fumegar, devem
simplesmente parar. Apesar disso, parece
que se desconhece que o novo filtro na
chaminé ou o catalisador no tubo de
escape não representam, de modo algum,
uma solução inteligente à questão
ecológica, não representam sequer uma
132
 solução transitória inteligente. A técnica
ecológica realmente inteligente do amanhã
não será para eliminar a porcaria de um
modo caro, mas para evitar, logo de cara,
tanto a porcaria quanto seus custos.11
Ecologia e luta de classes
Existe um denominador comum de todas as correntes
ecológicas burguesas e pequeno burguesas: a despolitização
da ecologia. Fala-se do meio ambiente e do planeta como se
fala do tratamento de um enfermo, que se tem de curar, mas
em nenhum caso descrevem que “vírus” provoca a
enfermidade. Escondem-se as forças que destroem o meio
ambiente, e também os milhões de marginalizados, que
sofrem as principais consequências. É um discurso pomposo e
vazio, com o qual se constrói o mito reacionário de que, diante
da degradação ecológica, toda a humanidade é igual em
responsabilidade (sem distinção de classes ou países) e estaria
unida pelos laços indissolúveis de interesses comuns de
sobrevivência.
Fala-se dos recursos comuns da humanidade,
esquecendo-se que muitos destes estão vedados para a
maioria. Esquece-se quem são os principais beneficiados pelo
esbanjamento energético e pelo saque capitalista do meio
ambiente (nos últimos 50 anos, só os EUA consumiram mais
combustível fóssil e recursos minerais que o resto da
humanidade em toda a história).
Desta forma, ao falar na diminuição da espessura da
camada de ozônio na atmosfera, não são responsabilizados os
interesses empresariais que generalizam as vendas de produtos
químicos, mesmo sendo prejudiciais, senão a crescente
demanda de frigoríficos nos países coloniais e semi-coloniais.
A fome e a miséria na África e Ásia seriam algo endêmico a
133
ser erradicado com a esmola e a caridade “humanitária”,
enquanto aceleram a mudança climática (os principais agentes
contaminadores são os países industrializados); o corte
descontrolado das massas florestais (estes países exportam à
Europa, Japão e EUA, grandes quantidades de madeiras
preciosas tropicais, para conseguir divisas, com as quais
pagam sua dívida externa), e a destruição de suas culturas e
antigos meios de subsistência (com frequência são suprimidos
os sistemas agrícolas tradicionais destes povos, para adaptá-
los às necessidades econômicas das metrópoles), estão na
origem destes desastres, que estão distantes de terem uma
origem “natural” e inevitável.
As multinacionais, o FMI e o Banco Mundial, os
governos dos países imperialistas, ou mesmo ONU, teriam
pouco ou nada a ver com a degradação ecológica e suas
consequências em relação ao sofrimento de bilhões de seres
humanos. É uma visão conformista da ecologia, na qual somos
convidados a fazer humanitarismo, enquanto deixamos nas
mãos dos que sabem (os governos “democrático”s e suas
burocracias), dos que conhecem realmente toda a
complexidade do tema, a solução.
Qualquer questionamento quanto aos seus métodos ou
às suas alternativas, é taxado de utópico e perigoso. Só as
instituições internacionais e os governos têm a capacidade
para enfrentar esses problemas. Vemos os poderosos
enquadrando os problemas meio-ambientais em função de
soluções que só as potências imperialistas e seus aliados, a
burguesia dos países coloniais e semicoloniais, podem
solucionar. A ecologia se converte desta forma, em uma das
bandeiras de penetração e de controle imperialista sobre estes
países.
São conhecidas as imagens que todos os meios de
comunicação nos ofereceram, durante a guerra do Golfo
Pérsico, sobre a perversidade de Saddam Hussein, queimando
134
poços de petróleo kuwaitianos e envenenando as costas e a
fauna da região (imagens que, comprou-se mais tarde, haviam
sido manipuladas para justificar a intervenção imperialista
contra o Iraque). Chama a atenção o silêncio, ou as tímidas
críticas dos principais grupos ecologistas, diante do modo
como o capitalismo manipulou a ecologia, a fim de legitimar
seus interesses mais inconfessáveis.
Demonstra até onde chega sua “independência
política” e seu papel, em última instância, de esquerda do
capitalismo. Muitas ONGs “ecologistas” norte-americanas
aplaudiram a criação de um comércio internacional de gases
de efeito estufa. Em grande parte da Europa, os partidos
verdes converteram-se em sócios menores dos governos
capitalistas. Os verdes alemães deram sua benção aos
bombardeios da OTAN sobre Belgrado, enquanto aceitavam
moderar suas velhas “exigências” ecológicas e antinucleares
em seu próprio país, e agora são responsáveis servidores do
Estado.
A ecologia, como muitas outras bandeiras (direitos
humanos, feminismo) converteu-se, para muitos, em um
mecanismo de promoção social e fonte de privilégios. São os
“verdes” responsáveis que evitam questionar o sistema
capitalista, que tacham aos que o fazem de irresponsáveis, e
que propõem medidas corretoras, como reformas fiscais
ecológicas, eco-taxas, ajudas aos países coloniais e
semicoloniais para um desenvolvimento limpo, projetos de
reflorestamento, entre outros. Ideias que não são negativas,
mas amplamente insuficientes para encarar o problema com
possibilidades de êxito. Em última instância, sua função é
evitar a radicalização dos setores sociais afetados e
sensibilizados, fazer-lhes crer que é possível um capitalismo
ecológico, como também seria possível um capitalismo
civilizado, com rosto humano, sensibilizado pela exploração
de crianças e mulheres.
135
Também na ecologia, na batalha pela preservação do
meio ambiente, encontramos a mesma luta que existe em
qualquer outro movimento: o enfrentamento irreconciliável
entre as distintas classes sociais. Entre os que vivem do
sistema e os que pretendem superá-lo para erradicar a
exploração do homem pelo homem, e a exploração demente e
depredadora da natureza, da qual somos parte. Todas as
bandeiras através das quais se expressam as contradições da
atividade humana se reduzem a uma só expressão: o conflito
entre o capital e o trabalho, ou seja, a luta de classes.
A ecologia não é uma exceção. Todas as
“sensibilidades” que existem no campo do meio-
ambientalismo não são outra coisa que as distintas expressões
dos interesses de classes e grupos sociais. E neste campo
encontraremos desde os “ecologistas profissionais”, que
converteram a ecologia em uma fonte de privilégios, até
aqueles setores que através da ecologia, chegaram à conclusão
de que a defesa do futuro da vida humana e do restante das
espécies que povoam nosso planeta, só pode ser feita através
da luta revolucionária pela superação do capitalismo e a
implantação de uma economia planificada, baseada não na
“rentabilidade” dos negócios de poucos privilegiados, mas a
serviço das necessidades de toda a sociedade (socialismo).
Atraso científico
Nas condições atuais, além de manifestar um atraso
dramático, a ecologia é uma das disciplinas mais ameaçadas
pelos planos de desmantelamento da pesquisa científica. Não
chega a ser surpreendente que as leis que regem o
funcionamento ecológico das populações de seres humanos,
os ciclos biológicos, as relações entre espécies e meio
ambiente e entre espécies e espécies, o equilíbrio e a evolução
136
das populações, dos povoamentos, das biocenoses e dos
ecossistemas, os ciclos da matéria e os fluxos de energia na
biosfera, sejam ainda desconhecidas. Apesar dos remarcáveis
progressos da ecologia nas últimas décadas, o estado atual dos
conhecimentos nos fornece apenas uma noção muito
superficial dessas leis, que são múltiplas e complexas. Mas é
da compreensão dessas leis que depende, finalmente, a
capacidade do homem para remediar a crise do meio-ambiente
e a sua possibilidade de sobreviver na Terra.
É bem possível que nossos descendentes dos séculos
futuros considerem como a fundamental descoberta biológica
do século XX a “simples” noção da Terra como um espaço
finito, com recursos finitos, e que para sobreviver nela os
homens estão obrigados a respeitar certo número de regras, e
também a não destruir os ciclos naturais sobre os quais
repousa a possibilidade de existência da própria vida. Essa
"descoberta" não tem só consequências “científicas”. Ela
também implica uma modificação da apreciação de que toda
técnica só pode ter um papel social progressista.
As causas principais da crise do meio-ambiente
geralmente invocadas são: a explosão demográfica planetária,
o emprego atual da tecnologia, e a tecnologia contemporânea
“em si”. Barry Commoner demonstrou que, ao menos no que
diz respeito aos países ditos desenvolvidos, a crise não está
ligada a uma superpopulação ou a um “excedente de
abundância”, inexistente na realidade. Para Commoner, a
causa principal da crise do meio-ambiente reside nos países
industrializados, na tecnologia contemporânea, ou seja, nas
técnicas que se desenvolveram depois da Segunda Guerra
Mundial. Essas técnicas (entre as quais a utilização, pacífica
ou militar, da energia nuclear, dos produtos sintéticos
orgânicos ou inorgânicos - plásticos, detergentes, pesticidas,
adubos -, o automóvel com motor a gasolina, os aviões
supersônicos, etc.) são, pela sua própria natureza,
infinitamente mais poluidoras, mais destrutivas, mais
137
incompatíveis - a curto ou longo prazo - com a manutenção
dos equilíbrios ecológicos, do que as técnicas ecologicamente
menos perigosas por elas substituídas.
As técnicas contemporâneas mudaram
qualitativamente o problema: elas introduziram na atmosfera
elementos naturalmente ausentes ou raramente presentes
(isótopos radiativos, metais pesados ou produtos sintéticos
orgânicos), que agem de modo nocivo sobre os organismos
vivos (efeitos patogênicos e mutagênicos), e perturbam o
funcionamento dos ciclos naturais. Além disso, a tecnologia
moderna expele elementos que se encontram na biosfera em
estado natural, em tais quantidades que eles não mais podem
ser "digeridos" pelo meio-ambiente, acumulando-se,
perturbando, ou até bloqueando totalmente, o funcionamento
dos ciclos naturais (fluxos de energia e transferências de
matéria). Os problemas ecológicos não decorreriam de uma
aplicação boa ou ruim dessas técnicas, mas simplesmente do
seu uso.12
Se mudanças ou melhorias muito caras poderiam
tornar essas técnicas menos poluentes, as exigências do lucro
levam os capitalistas a não realizar essas mudanças. Mas
apreciar o problema só sob esse ângulo seria totalmente
enganador: é uma ilusão acreditar que haveria uma solução
puramente técnica. Commoner insiste que o desenvolvimento
dessas técnicas não reflete uma necessidade da humanidade.
Ele explica que as novas técnicas e tecnologias não constituem
um “progresso” em relação às técnicas tradicionais, sendo
muito mais poluidoras do que aquelas, mas também muito
mais rentáveis para os capitalistas.
A análise das causas econômicas da passagem para a
tecnologia contemporânea está só esboçada no trabalho de
Commoner, e mereceria ser aprofundada. Uma das
características dessa passagem é, segundo o autor, a
substituição de um grande número de matérias-primas
138
(provenientes de todos os países do mundo e tratadas de
maneiras diversas) por um número restrito de matérias-primas:
os derivados do petróleo, sobretudo, são utilizados num leque
enorme de produtos terminados.
Commoner concluiu, constatando que a tecnologia
moderna, prejudicial para a humanidade, é indispensável ao
sistema capitalista, e que não deve esperar-se deste uma
espécie de auto-reforma: esse sistema preferiria se auto-
destruir, destruindo consigo toda vida sobre a Terra, sendo
absolutamente incapaz de se auto-transformar. Commoner
desconhecia o marxismo, e confundia o socialismo com a
caricatura stalinista então existente na URSS.
A crise planetária do meio-ambiente é um fenômeno
novo na história. A ruptura dos equilíbrios ecológicos
fundamentais da Terra significaria a desagregação da
economia mundial, ou seja, o início do fim da civilização
humana, o retorno à barbárie. Na verdade, na era da
putrefação do capitalismo, a ciência e a técnica não estão a
serviço da humanidade, mas da classe social parasitária que
leva a humanidade à barbárie, a burguesia. Cada vez mais as
forças produtivas se transformam em forças destrutivas: as
relações capitalistas de produção determinam que os meios de
produção se transformem em forças destrutivas tanto mais
poderosas quanto mais se desenvolvem a própria ciência e a
técnica. Ao parasitismo econômico é preciso acrescentar o
fenômeno da destruição do meio-ambiente, da biosfera, na
qual a humanidade vive e da qual ela tira seus meios de
sobrevivência e todos os elementos sobre os quais repousa a
sua técnica e a sua civilização.
A tecnologia contemporânea é, do mesmo modo que a
economia armamentista, uma força destrutiva direta. É errado
acreditar que essa tecnologia seria, ao contrário da economia
de armamentos, um fator de progresso. Sua introdução não
responde, em geral, às necessidades da humanidade, mas às
139
necessidades da economia capitalista, sendo finalmente, na
maioria dos casos, uma forma de destruição das forças
produtivas. A natureza "progressista" ou não de uma técnica
não é medidasó pela quantidade de kilowatts ou de toneladas
de produtos produzidos: ela só pode ser estimada depois de
um balanço de todas as consequências para a humanidade da
aplicação dessa técnica.
Do ponto de vista dos interesses globais da
humanidade, a destruição dos recursos e dos equilíbrios da
biosfera é, a longo prazo, inteiramente negativa, não podendo
ser justificada pelas “vantagens” momentâneas dessa técnica,
vantagens que, na melhor das hipóteses, só beneficiam a uma
minoria da humanidade. As relações sociais burguesas de
produção, sob o imperialismo, são responsáveis pela
fragmentação dos conhecimentos científicos atuais e, portanto,
pelo emprego de uma tecnologia inadequada e destrutiva, que
ameaça destruir o homem socializado. A crise do meio-
ambiente não reflete nenhuma fatalidade histórica, ela não é
consequência inevitável do "crescimento" ou da "técnica" em
si. Ela exprime a crise da humanidade, da civilização humana,
devida à sobrevivência do imperialismo capitalista.
A alternativa não é entre a tecnologia atual e o retorno
à Idade Média, como pretendem muitos. A alternativa é entre
a atual tecnologia destrutiva, ao serviço do capitalismo
agonizante, e uma tecnologia racional, a serviço das
necessidades da humanidade. A única alternativa real é entre a
sobrevivência do imperialismo, que leva a humanidade para a
barbárie, e a revolução socialista mundial. Não há solução
puramente técnica, no quadro do capitalismo, para esses
problemas; o capitalismo é totalmente incapaz de auto-
reformar-se; o problema é mundial e reclama uma solução
nessa escala; as massas devem se apropriar do problema para
resolvê-lo; a sociedade resultante será uma sociedade
racionalmente gerida, sobre a base do conjunto dos
conhecimentos científicos, e em função das necessidades da
140
humanidade, não dos interesses particulares de uma classe
social exploradora.
A defesa do meio-ambiente diz respeito à
sobrevivência da humanidade no seu conjunto. Implica em
lutar contra a destruição do principal capital da humanidade, o
conjunto dos ecossistemas terrestres. O prejuízo causado à
Terra pelos últimos 50 anos de desenvolvimento capitalista é
gigantesco e, em grande parte, irreversível: as espécies
extinguidas não reaparecerão, as florestas destruídas e os solos
erodidos só se reconstituirão no decorrer de séculos, assim
como os equilíbrios biológicos dos rios, lagos e mares
destruídos pela poluição.
Marx, Engels e a ecologia
Nada parece justificar a afirmação de Alain Lipietz:
Marx vê a história como uma
‘artificialização’ progressiva do mundo,
liberando a humanidade dos
constrangimentos externos impostos por
seu inadequado domínio da natureza. Isto
o leva – e aos marxistas que seguem o seu
rastro – a uma tendência em subestimar o
aspecto irredutível desses
constrangimentos externos (os ecológicos,
para ser mais exato). Nesse aspecto, Marx
compartilha inteiramente da ideologia
bíblico-cartesiana da conquista da
natureza, como seria considerada em seus
extremos, primeiro pela ‘burguesia
conquistadora’ e, depois, pelos aprendizes
de feiticeiro da Sibéria stalinista e das
estepes do Cazaquistão.13
141
Em livros recentes, no lugar de um Marx produtivista e
cego ao desenvolvimento das forças produtivas, surge um
Marx atento às consequências negativas para o ambiente e a
sociedade no conjunto. Em lugar de um Marx preocupado
exclusivamente com a dinâmica social, surge um Marx que
parte da evolução paralela entre a sociedade e a natureza. Em
lugar de um Marx que não teria nada a dizer sobre a crise
ambiental contemporânea, surge um Marx que poderia
oferecer com o método do materialismo histórico uma
alternativa à análise da crise ambiental. John Bellamy Foster
localiza o pensamento de Marx dentro da tradição materialista
e dialética rasteada até Epicuro. Enquanto hoje os
ambientalistas e ecologistas buscam um método de relacionar
as ciências físico-naturais e as ciências sociais, Marx tinha
consciência da necessidade de seu materialismo pertencer ao
“processo da história natural”, à tese de que há uma unidade
metodológica essencial entre as ciências sociais e as naturais.
A base dessa unidade está no que Marx chama de
metabolismo social, o processo social de transformação da
natureza através do qual a própria sociedade humana se
transforma.14
O pensamento marxista elaborou-se num contexto de
grandes sínteses científicas. Elaboradas no curso do século
XIX, aquelas encontraram uma explicação exatamente na
elaboração do conceito de trabalho, tanto na sua dimensão
físico-mecânica quanto na político-econômica. “Em sua
construção como em seu objetivo, a teoria mecânica do
trabalho e a teoria do valor de Karl Marx são em efeito
surpreendentemente similares. O objetivo fundamental é o
mesmo: encontrar uma medida comum de valor do produto”,
disse François Vatin.
Verificamos, no século XIX, a confecção de sínteses
que somente puderam se combinar sob a base do grande
142
fenômeno social e histórico que foi a Revolução Industrial.
Longe de ser um fenômeno objetivado pelos diversos fatores
que a historiografia habitualmente enumera, devemos buscar
nas mudanças das relações de produção e, portanto, nas
relações sociais de trabalho, a origem dos fatos ocorridos na
passagem do século XVIII ao XIX.
Para os adversários do marxismo, como o Prêmio
Nobel de biologia Jacques Monod, a dialética materialista não
passaria de uma construção artificial destinada a dar um
fundamento aos objetivos políticos do marxismo,
indispensável à coerência lógica do
materialismo dialético, como os epígonos,
senão os próprios Marx e Engels, bem
sabiam. Não esqueçamos, ademais, que o
materialismo dialético é uma adição
relativamente tardia ao edifício sócio-
econômico já erguido por Marx. Uma
soma claramente destinada a fazer do
materialismo histórico uma ‘ciência’
fundada sobre as leis da própria
natureza.15
Apesar de profundamente vulgar, esta concepção se
encontra amplamente difundida. Ela é inexata inclusive no que
diz respeito à cronologia da obra de Marx e Engels, que só se
adentrou no terreno sócio-histórico depois de ter ajustado
contas com a sua base científica geral, inclusive naquilo que é
coberto pelo que hoje se denomina “filosofia (ou
epistemologia) da ciência”, adotando o partido do
“materialismo filosófico”.
Em O Capital, Marx não se limitou à análise das
consequências da acumulação capitalista para o trabalhador,
mas também para o próprio meio natural:
143
Com o predomínio sempre crescente da
população urbana, acumulada em grandes
centros, a produção capitalista concentra,
por um lado, a força motriz histórica da
sociedade, mas, por outro, dificulta o
intercâmbio entre o ser humano e a
natureza, isto é, o regresso à terra dos
elementos do solo gastos pelo homem na
forma de meios de alimentação e
vestuário, ou seja, perturba a eterna
condição natural de uma fecundidade
duradoura da terra. Com isso a produção
capitalista destrói ao mesmo tempo a
saúde física dos trabalhadores urbanos e a
vida mental dos trabalhadores rurais...
Todo o progresso da agricultura capitalista
é um progresso não apenas da arte de
depredar o trabalhador, mas também, ao
mesmo tempo, da arte de depredar o solo;
todo o progresso no aumento de sua
fecundidade por um determinado prazo é
ao mesmo tempo um progresso na ruína
das fontes duradouras dessa fecundidade...
Por isso a produção capitalista não
desenvolve a técnica e a combinação do
processo social de produção mais do que
minando ao mesmo tempo as fontes das
quais emana toda riqueza: a terra e o
trabalhador.
Em O Capital, obra de “ciência social”, Marx já
alertava sobre a destruição do meio natural pela anarquia
produtiva do capitalismo, que seria, em nossos dias, a base do
“pensamento ecológico”. É o mesmo assunto que Friedrich
Engels abordou em Dialética da Natureza, obra redigida em
1876, demonstrando que para ambos pensadores a crítica do
144
capitalismo não se alicerçava em alguma ciência particular,
mas sobre uma concepção do mundo total, que articulava
tanto os conhecimentos das ciências sociais quanto aqueles
oriundos das ciências físicas e naturais. Disse Friedrich
Engels, na obra citada:
Não nos vangloriemos demais por nossas
vitórias sobre a natureza. Ela se vinga de
cada uma delas. Cada vitória traz consigo,
primeiramente, os benefícios que dela
esperávamos. Mas depois ela acarreta
conseqüências diferentes, imprevistas, que
destroem freqüentemente inclusive os
primeiros efeitos benéficos. (...) os fatos
nos lembram a cada passo que não
reinamos sobre a Natureza, como um
conquistador reina sobre um povo
estrangeiro, ou seja, como alguém que
estivesse fora da Natureza, mas que
pertencemos a ela como o nosso corpo,
como nosso cérebro, que estamos no seu
seio e que todo nosso domínio sobre ela
reside na vantagem que possuímos, sobre
o conjunto das outras criaturas, de
conhecermos as suas leis e de podermos
usar esse conhecimento judiciosamente.
De fato, aprendemos cada dia a
compreender mais corretamente essas leis,
e a conhecer as conseqüências naturais
mais longínquas de nossas ações mais
correntes na área da produção e, em
virtude desse conhecimento, de dominar
essas conseqüências. Quanto mais avança
esse conhecimento, mais os homens não
só sentirão, mas saberão que fazem parte
de uma unidade com a Natureza, e mais se
tornará insustentável a idéia absurda e
contra-natura da oposição entre o espírito
145
e a matéria, entre o Homem e a Natureza,
entre a alma e o corpo, idéia que difundiu
na Europa depois do declínio da
antiguidade clássica, e que conheceu com
o cristianismo seu desenvolvimento mais
amplo.16
A economia política clássica iniciou um movimento
que seria concluído pelo marxismo: o do deslocamento da
atenção da troca (circulação), que tinha caracterizado o
pensamento mercantilista, para a produção, e a própria noção
de modo de produção como chave de interpretação da história
humana e, a partir de certo grau de desenvolvimento histórico,
também da história natural. Materialistas, Marx e Engels
sempre consideraram a história humana como parte da história
natural. As diversas formações socioeconômicas que se
sucedem historicamente “são diversos modos de auto-
mediação da natureza. Desdobrada em homem e material a ser
trabalhado, a natureza está sempre em si mesma apesar desse
desdobramento”.17 Ao mesmo tempo, Marx era ciente de que,
pelo seu caráter tendencialmente mundial, o modo de
produção capitalista mudava qualitativamente as relações
homem-natureza. Na sua obra-prima, notou: “O capital eleva-
se a um nível tal que faz todas as sociedades anteriores
aparecerem como desenvolvimentos puramente locais da
humanidade, e como uma idolatria da natureza... e a natureza
se converte em objeto para o homem, em coisa útil”.
Pelo seu caráter mundial e pelo seu caráter
contraditório, o capitalismo colocava, teoricamente, a
possibilidade de uma crise global nas relações homem-
natureza. Em A Ideologia Alemã, Marx adiantou:
No desenvolvimento das forças
produtivas, se produz um estágio em que
146
 nascem forças produtivas e meios de
circulação que não podem senão ser
nefastos no quadro das relações de
produção existentes, e que já não são
forças produtivas, mas forças destrutivas
(o maquinismo e o dinheiro). Fato ligado
ao precedente, também nasce uma classe
que suporta todas as cargas da sociedade,
sem gozar das suas vantagens, que é
expulsa da sociedade e que se encontra
forçada à oposição mais aberta às outras
classes, uma classe da qual fazem parte a
maioria dos membros da sociedade e onde
surge a consciência da necessidade de
uma revolução radical, que é a consciência
comunista que, bem entendido, pode se
formar também nas outras classes quando
vêem a situação dessa classe.
Se a perspectiva concreta de uma crise ecológica
estava inscrita no desenvolvimento capitalista, também era
claro que o próprio desenvolvimento das forças produtivas
fornecia as bases para a sua superação. No texto já citado,
Engels colocava que
também nesse campo, só conseguimos
adquirir gradualmente uma visão clara dos
efeitos sociais indiretos, remotos, de nossa
atividade produtiva, através de uma
experiência longa e freqüentemente dura,
e através da obtenção e do crivo do
material histórico, e assim nos é possível
dominar também estes efeitos. Mas, para
realizar esta regulamentação se necessita
algo mais que o mero conhecimento.
Requere-se uma alteração total do modo
de produção que temos seguido até hoje e,
147
com ele, de toda nossa atual ordem social
em seu conjunto.
Marx já tinha notado que “as culturas que se
desenvolvem desordenadamente e não são dirigidas
conscientemente, deixam desertos na sua passagem”. O
capitalismo não fugia a essa regra. Em O Capital, Marx
declarava que “em Londres, a economia capitalista não achou
melhor destino para o adubo procedente de quatro milhões de
homens que utilizá-lo, com gastos gigantescos, em
transformar o Tâmisa num foco pestilento”. Se Marx já
constatou a degradação urbana provocada pelo capitalismo
industrial, também foi partidário da reciclagem dos resíduos
industriais, no texto citado:
Com trabalho em grande escala e o
aperfeiçoamento da maquinaria, as
matérias-primas que na sua atual forma
não são aproveitáveis, poderão
transformar-se para serem aptas para a
nova produção. É necessário que a
ciência, em espacial a química, realize
progressos para descobrir as propriedades
úteis dos desperdícios.
A característica da era atual consiste em que as
tendências destrutivas do capitalismo, já apontadas por Marx,
operam agora numa escala global, desnudando o anacronismo
histórico da sobrevivência desse modo de produção da vida
social, e a necessidade da sua substituição por um novo
regime social, baseado na propriedade social dos meios de
produção, o comunismo.
148
Notas

1
José Goldemberg. Clima, tsunamis e furacões. O Estado de S. Paulo, 20
de setembro de 2005.
2
Jean Paul Deleage e Daniel Hémery. De la eco-historia a la ecologia-
mundo. Inprecor n° 67, Madri, abril de 1989.
3
Louis Puisiex. Crise de Energia e Modo de Produção. Lisboa, Editora
Iniciativas, 1974, p. 59.
4
Ibidem, p. 63.
5
Ronaldo Bandeira. Poluição. A doença da Terra. Petrópolis, Vozes, 1977,
p. 48.
6
Paul R. Ehrich et al. The Atmospheric and Climatic Consequences of
Nuclear War. Nova Iorque, Open Space Institute, 1984, p. 185.
7
Le Nouvel Observateur, Paris, novembro de 1980.
8
Martine Deguillaume. Radioactivité naturelle et déchets nucléaires. Le
Monde Diplomatique, Paris, março de 1992.
9
Clarin, Buenos Aires, 26 de janeiro de 1992.
10
Istoé/Senhor, São Paulo, março de 1992.
11
Joseph Huber. La Inocencia Perdida de la Ecología. Buenos Aires,
Editora Abril, 1986, p. 72.
12
Cf. Barry Commoner. The Closing Circle. Nature, man and technology.
Nova Iorque, Alfred A. Knopf, 1972; do mesmo autor: Energias
Alternativas. Rio de Janeiro, Record, 1988.
13
Alain Lipietz. Political ecology and the future of Marxism. In:
Capitalism, Nature, Socialism. Nova Iorque, 2000.
14
John Bellamy Foster. Marx's Ecology. Materialism and nature. Nova
Iorque, Monthly Review Press, 2000.
15
Jacques Monod. Le Hasard et la Necessité. Paris, Seuil, 1973, p.55.
16
Friedrich Engels. Dialectics of Nature. Moscou, Progress Publishers,
1966.
17
Alfred Schmidt. El Concepto de Naturaleza em Marx. México, Siglo
XXI, 1976, p. 87.

149 150
 5 vague, cinema novo, Fellini, Kurosawa, Bergmann, Kubrick,
Avatar: revolução e paradoxo da técnica
Daniel M. Delfino*
As revoluções da história do cinema
Periodicamente, a cada uma ou duas décadas, o cinema
passa por revoluções que atualizam sua capacidade de
funcionar como a arte típica da sociedade capitalista moderna
e expressar seus dilemas e contradições. Esbocemos
sumariamente algumas dessas revoluções:
- A primeira delas foi a própria invenção do cinema
como veículo para contar histórias, saindo do submundo das
curiosidades circenses para se tornar um ramo independente
da indústria cultural com regras, métodos e cânones próprios.
Esse processo de construção do cinema como instrumento da
arte narrativa passa pelas criações de Méliès, Griffith,
Chaplin, Eisenstein, o movimento expressionista, até alcançar
a maturidade com Orson Welles e seu “Cidadão Kane”:
- a invenção do cinema falado no fim dos anos 1920;
- a introdução das cores no fim dos anos 1930;
- o aperfeiçoamento nas técnicas de projeção nos anos
1950 (CinemaScope, Cinerama, 3D), na tentativa de fazer
frente à concorrência da televisão;
- a revolução temática impulsionada pela explosão das
cinematografias não-hollywoodianas (neo-realismo, nouvelle
*
Bacharel em Ciências Sociais pela Fundação Santo André (FSA).
Bacharel em Filosofia pela Universidade de São Paulo (USP).
151
etc.) no pós-II Guerra e nos anos 1950;
- a chegada dessa revolução temática a Hollywood
pelas mãos da contracultura, na virada entre os anos 1960 e
70, deixando para trás a inocência dos musicais e contos de
fadas com final feliz obrigatório. O cinema se tornou capaz de
falar da vida de pessoas reais e abordar abertamente certas
questões sociais, com os marcos “Adivinhe quem vem para
jantar?”, “Sem destino”, “Uma rajada de balas”, “A primeira
noite de um homem”, até chegar ao “Poderoso chefão”; e
- a revolução dos efeitos especiais entre os anos 1970 e
80, cujos maiores expoentes são as trilogias “Guerra nas
Estrelas” e “Indiana Jones”.
O desenvolvimento dos efeitos especiais foi tido como
uma resposta ao surgimento dos videocassetes (assim como
nos anos 1950 fora preciso responder à massificação da
televisão). Era preciso criar um espetáculo suficientemente
grandioso para concorrer com o conforto do vídeo doméstico e
motivar os espectadores a continuar frequentando as salas de
cinema.
Na época, esse fenômeno foi interpretado por Pauline
Kael (reputada como a maior crítica de cinema estadunidense)
como a verdadeira morte do cinema, pois os filmes passariam
a estar cada vez mais baseados nos efeitos visuais do que na
história.
Coerentemente com essa interpretação “apocalíptica”,
vimos cada vez mais as salas de projeção serem invadidas por
filmes de ação, aventura, fantasia, ficção científica e histórias
em quadrinhos, que se sustentam em efeitos visuais e
secundarizam a expressão da realidade humana. Assim como
o cinema deslocou o teatro para uma espécie de gueto
habitado por remanescentes cultuadores das antiguidades
culturais, o cinema de efeitos especiais transformou os filmes
152
que tratam de pessoas reais num segmento apreciado por uma
restrita tribo de cinéfilos, seguidores de produções
independentes europeias, asiáticas, sul-americanas, etc.
A obra de James Cameron
Toda essa digressão sobre a história do cinema prepara
o terreno para a tentativa de localizar o significado do filme
“Avatar”, de James Cameron, um dos protagonistas da
revolução dos efeitos especiais com “O Exterminador do
Futuro”. A obra de 1984 era impulsionada por uma história
originalíssima, de profundo impacto e marcante influência no
imaginário da época (influência que perdura até hoje),
culturalmente representativa do último surto da Guerra Fria e
embalada por uma narrativa de suspense bastante eficiente,
elementos que o tornam um clássico. A partir desse sucesso
inicial, Cameron desenvolveu uma carreira pouco prolífica,
mas repleta de títulos que o tornaram sinônimo de ambição e
inovação: “Alien, o resgate”, “Segredo do abismo”, “O
Exterminador do futuro II”, “True Lies”, “Titanic”, e agora
“Avatar”.
A curta filmografia de Cameron inclui os 2 filmes de
maior bilheteria da história (o recorde de “Titanic” estava
sendo superado por “Avatar” no momento em que este
comentário era finalizado), fato da maior relevância para os
executivos de Hollywood e para a votação dos prêmios do
Oscar. Tal filmografia inclui ainda os marcos de mais duas
revoluções na história do cinema, ou pelo menos dentro da
atual fase da história:
- “Exterminador II”, primeiro exemplar de utilização
maciça e bem-sucedida de imagens geradas em computador
(conhecidas pela sigla em inglês “CGI”), que causou
153
escândalo na época pelo seu elevado custo de produção (mais
de U$ 100 milhões, marca rotineira a partir de então); e
- o próprio “Avatar”, filme quase inteiramente feito em
CGI e concebido para ser apreciado em 3D.
O paradoxo da técnica
No que se refere à técnica cinematográfica, “Avatar” é
indubitavelmente um salto adiante. As diversas revoluções
técnicas do cinema citadas acima acrescentaram sucessivos
aperfeiçoamentos à sua capacidade de funcionar como uma
armadilha sensorial que suspende o espectador da sua relação
com o mundo real, arremessando-o no universo da fantasia. A
sala escura, a tela gigante, a luz em que brilham os astros e
estrelas, o som ensurdecedor, a trilha sonora cuidadosamente
arquitetada para conduzir as emoções, o ritmo da edição, e a
profusão dos efeitos especiais, ganharam nas últimas décadas
a companhia das imagens em CGI e, no caso em questão, da
profundidade em três dimensões. Essas sucessivas inovações
técnicas, nas quais Cameron tem demonstrado inigualável
aptidão, dotaram o cinema das ferramentas necessárias para
reproduzir na tela as fantasias mais delirantes que o cérebro
for capaz de criar.
Os elementos criativos que povoam a história de
“Avatar” (colonização interplanetária, engenharia genética,
controle da mente sobre outro corpo, raças de humanoides
com 4 metros de altura e ossos de fibra de carbono, que
moram numa aldeia-árvore e se comunicam com animais e
vegetais, que cavalgam em dragões e voam entre montanhas
flutuantes) são lugares-comuns em vários nichos da ficção
científica, como os contos da lendária revista de quadrinhos
alternativos “Heavy Metal”. Claro que, para tornar o filme
palatável para as grandes audiências, Cameron teve que retirar
154
quase todo o sexo, violência, provocação política e
amoralidade que caracterizam aquela publicação, além da
vulgaridade e da futilidade em que os elementos acima
costumam vir empacotados na revista. “Avatar” é Heavy
Metal em embalagem da Disney.
A simplicidade quase banal da história e a falta de
originalidade tem rendido a Cameron uma série de processos
por plágio. Entretanto, a confiança do diretor em sua
capacidade técnica o fez desdenhar impavidamente esses
contratempos e se esbaldar com o brinquedo, dando livre
curso a algumas das suas obsessões típicas já exploradas em
filmes anteriores: o ambiente militar, a ética dos soldados, a
parafernália tecnológica armamentista, os limites da ciência (e
as criaturas bioluminescentes, como o absurdo “inseto-
cóptero” que passeia no filme), etc.
“Avatar” representa a chegada ao patamar histórico em
que qualquer coisa imaginada pode também ser filmada de
modo tecnicamente convincente, o que coloca em pauta outra
questão: o hiper-realismo proporcionado pela técnica
cinematográfica acrescenta credibilidade à fantasia ou destrói
a sua fecundidade, já que não deixa nada ao espectador para
ser livremente imaginado? Ou dito de outra forma, porque o
cinema fantástico-hiper-realista deve ser considerado um
avanço em relação ao teatro de bonecos, se este pode ser tão
eficiente quanto aquele na sua tarefa fundamental, que é
contar uma história?
O culto da novidade e da técnica como substitutos da
vida é mais um sintoma da patologia social contemporânea, da
qual “Avatar” é mais uma confirmação. Mas é uma
confirmação invertida, pois a moral da história é justamente...
a volta à natureza!
Esse paradoxo é o grande achado de “Avatar”. O
homem adquire a capacidade de viajar pelo espaço, conservar-
se vivo em sono criogênico, colonizar outros planetas,
155
construir e reconstruir corpos por engenharia genética,
controlar remotamente outro corpo, etc., mas o seu objeto de
desejo é retornar à mesma relação com a natureza praticada
pelos índios: caminhar descalço pela floresta, beber água
coletada da chuva pelas folhas das árvores, dormir em rede,
contar histórias em torno da fogueira...
A hipótese apocalíptica
Para explicar esse paradoxo, é preciso entrar na
discussão sobre a relação do cinema com o contexto político-
ideológico. Dentre os filmes de Cameron, “Avatar” é uma
espécie de antípoda do primeiro “Exterminador”, pois se
aquele contava com uma história poderosa e efeitos que hoje
podemos considerar precários, este possui um visual
absolutamente deslumbrante e uma história sofrível. Ponto
para Pauline Kael? Depende.
A hipótese apocalíptica da decadência artística do
cinema pelo abuso dos efeitos especiais tem uma contraparte
dialética, pois a extrapolação da corrida tecnológica, para o
cinema corresponde proporcionalmente à vigência dessa
mesma corrida tecnológica na vida social em geral. Assim
como o cinema se tornou irreal, a vida real se tornou
cinematográfica, espetacular, fantástica, ilusória e instável, no
contexto histórico do capitalismo plenamente mundializado.
Nesse sentido, o cinema mais espetacular e irreal pode ser
também o produto ideológico mais típico e ilustrativo de
determinados fenômenos sociais muito reais. Isso atualiza o
valor crítico do cinema e da crítica de cinema, ainda que o
cinema em questão venha à tela completamente despido de
intenções críticas; e demonstra também a impossibilidade de
se fazer crítica de cinema e de arte com alguma seriedade e
coerência sem uma perspectiva do conjunto da vida social.
156
 O paradoxo técnica X natureza em “Avatar” o torna
culturalmente significativo, a ponto de merecer a qualificação
de obra revolucionária, para além do aspecto cinematográfico
e do recorde de bilheteria. Para avaliar esse significado
cultural, é preciso relacionar sua narrativa aos discursos
ideológicos em voga. A história do filme, que já foi descrita
como “Pocahontas no espaço”, é um completo clichê: soldado
se apaixona por nativa e se volta contra os colonizadores, dos
quais era parte. Essa mesma história já foi contada muitas
outras vezes, merecendo destaque pela profundidade
antropológica e paixão humanista o clássico do cinema
recente “Dança com lobos”.
O que torna essa narrativa culturalmente significativa é
o acréscimo da questão ambiental. O ambientalismo é o bom-
mocismo do século XXI. É a causa que aparentemente unifica
a todos, o que ajuda a explicar o sucesso do filme (e o recorde
de bilheteria), para além do refinamento visual. Ao colocar a
defesa da natureza e a sua destruição em lados opostos,
“Avatar” fornece ao público heróis para os quais torcer e
vilões aos quais odiar, e não há nada que o grande público
aprecie mais do que heróis virtuosos derrotando vilões
odiosos. Mesmo sendo rasa, banal, repetitiva, pouco criativa, a
narrativa central de “Avatar” fornece ao espectador uma
experiência dramática gratificante, ou seja, boa diversão.
Gregos e troianos?
A consagração artística e comercial do ambientalismo
em “Avatar” (através de uma overdose de técnica
cinematográfica) representa ainda uma espécie de “vingança
estética” contra a era Bush. O discurso dos vilões do filme é
literalmente o mesmo dos sinistros personagens que povoaram
os noticiários na década de 2000, os procônsules
157
estadunidenses no Oriente Médio e os executivos rapaces da
Enron, Halliburton, AIG, Lehman Brothers e Cia. O executivo
que dirige a exploração do planeta Pandora, em “Avatar”, diz
que o importante para os acionistas é o balanço trimestral, a
mesma obsessão dos especuladores trazidos à berlinda pela
atual crise econômica. O coronel que chefia a milícia
particular da empresa diz que se deve “combater o terror com
terror”, a mesma postura dos Estados Unidos no Iraque e no
Afeganistão (e em Guantánamo ou em outras bases secretas
nas quais torturaram “suspeitos de terrorismo”) ou de Israel
contra Gaza.
Dando mostras do quanto está sintonizado com o
sentimento anti-Bush ainda presente na opinião pública
mundial, “Avatar” dá a pista dos próximos alvos da “guerra ao
terror”, quando lembra que o protagonista, antes de ser
mandado para o espaço, serviu na Venezuela, enquanto o
coronel servira na Nigéria, ambos “coincidentemente”
produtores de petróleo. Ao aterrissar em Pandora, o ex-
fuzileiro paraplégico ainda acredita na “luta pela liberdade”
das forças armadas estadunidenses na Terra, sendo a
corrupção dos soldados no processo da colonização causada
apenas pelo fato de estarem servindo como mercenários de
uma empresa privada.
Algumas de suas falas poderiam ter saído da boca de
um veterano do Iraque dos nossos dias, em meio à crise
econômica e ao desemprego galopante nos Estados Unidos,
quando diz ser possível reparar sua espinha para que pudesse
voltar a andar, “mas não nessa economia, não com essa
pensão”. Gradualmente, o protagonista muda seu ponto de
vista sobre o mundo de onde veio, passando a defender os
interesses dos nativos. Supera-se, também aos poucos, a
hostilidade mútua entre o soldado e os cientistas. A separação
entre o homem de pensamento e o homem de ação, entre
trabalho intelectual e trabalho braçal, típica da cultura
estadunidense, também é vencida no filme, conforme o
158
soldado se torna capaz de refletir (o videolog mostra-se uma
ferramenta bastante útil, mas também perigosa), e os cientistas
de se engajar numa rebelião contra a corporação.
Cameron também subverte outro padrão típico da
cultura estadunidense, retirando as mulheres do seu papel
subalterno tradicional e dando-lhes funções decisivas, um dos
traços mais marcantes da sua filmografia. Em todos os seus
filmes há personagens femininas fortes, que não ficam atrás
dos protagonistas masculinos, seja em inteligência ou
desenvoltura. Em “Avatar”, temos a cientista-chefe e até a
piloto de helicóptero, mas o destaque fica para a guerreira
nativa, capaz de desafiar as tradições de seu povo para unir-se
ao estrangeiro por quem se apaixonou.
Há outros traços “politicamente corretos” e pós-
modernos em “Avatar”, como a concessão que se faz à
religião, quando a “mãe natureza” se envolve no combate,
enviando um exército de criaturas para enfrentar os humanos,
ainda que se faça um esboço de explicação científica para a
experiência mística de comunicação com a divindade-natureza
vivenciada pelos Na'vi. A mesma concessão à religião, as
mesmas boas intenções e o mesmo paradoxo entre técnica e
natureza, comentado acima, já foram vistos antes em “Final
Fantasy”, tentativa pioneira e infeliz de substituir atores reais
por CGI que fracassou estética e comercialmente. Prova de
que é preciso algo além de boas intenções e propostas
politicamente corretas para que um filme possa funcionar.
“Avatar” oferece esse algo mais, expondo uma ilustração um
pouco mais radical das contradições sociais.
“Cedo ou tarde, sempre temos que acordar”, aprende o
fuzileiro. A exploração mineral em Pandora é uma metáfora
de todas as invasões imperialistas no planeta Terra. Repete-se
ali o mesmo processo desencadeado sobre a América, a África
e a Ásia, onde se destruíram povos, culturas e ecossistemas
em busca de riquezas efêmeras, com uma diferença: na
159
batalha de Pandora, os nativos venceram. E o público que
lotou os cinemas do mundo inteiro para dar a “Avatar” o
recorde de bilheteria torceu pela vitória dos nativos. Eis uma
novidade ideologicamente significativa, que sinaliza a vitória
política do ambientalismo.
Entretanto, qual é a conclusão a que a vitória dos
nativos pode nos levar? Devemos abandonar a tecnologia e
voltar a viver como os índios? Será que “caminhar descalço
pela floresta, beber água da chuva coletada pelas folhas das
árvores, dormir em rede, contar histórias em torno da
fogueira...” devem ser o nosso ideal de felicidade e realização
humana? Todo o progresso técnico realizado até hoje deve ser
jogado fora, pois representa um pecado contra a
inviolabilidade da mãe-natureza? Toda a ciência, a arte, a
cultura, a humanização do mundo, o conforto, são
inseparáveis dos males que o homem provocou ao mundo?
Trabalho alienado e natureza
Para responder a essas perguntas, é preciso recorrer a
uma perspectiva histórica concreta. Não existe tecnologia
(nem arte, nem religião, etc.) que não esteja envolvida no
contexto de determinadas relações sociais. A tecnologia é
apenas uma ferramenta a serviço de uma lógica social, que
determina o que deve ser produzido, de que forma, e em
proveito de quem. A lógica que dirige a utilização da
tecnologia em nossa sociedade é a da acumulação de capital.
Portanto, não é “o homem” abstrato que agride a
natureza, mas o homem histórico e concreto, o homem
envolvido em relações de produção social e historicamente
determinadas, o homem envolvido nas relações capitalistas
(para as quais inconscientemente se dirige a condenação moral
estetizada em filmes como “Avatar”). A relação destrutiva
160
com a natureza (e portanto auto-destrutiva) posta em prática
pelo homem é uma decorrência das relações de trabalho
alienado. O paradoxo técnica X natureza que viemos
debatendo se enraíza em contradições muito profundas, que
requerem uma adequada contextualização antropológica e
filosófica do trabalho alienado.
O trabalho é a atividade que diferencia o homem dos
demais animais. O homem se torna humano por meio do
trabalho, que se define como atividade previamente ideada, ou
seja, consciente. Ao contrário dos demais animais, cuja
atividade é inconsciente, instintiva, repetitiva e imutável, o
homem altera o mundo com seu trabalho e, ao fazer isso,
altera também a si mesmo. Por ser a única espécie capaz de
alterar o mundo e a si mesmo, só o homem possui uma
História propriamente dita, um desdobramento da história
natural. O surgimento da espécie humana, com sua capacidade
de trabalho, é um desenvolvimento de propriedades inerentes
ao mundo natural, mas ao mesmo tempo representa o
surgimento de um mundo novo, humano.
O trabalho constrói biologicamente o corpo do homo
sapiens, com seu caminhar ereto, polegar opositor e cérebro
superdesenvolvido, e cria o gênero humano como ser capaz de
atribuir uma finalidade aos objetos e um sentido para as
próprias ações. Ao satisfazer suas necessidades naturais
(comer, vestir-se, abrigar-se, procriar) por meio do trabalho, o
homem cria novas necessidades sociais, pois as satisfaz de
modo humano. As características humanas do homem, a
sociabilidade, a historicidade, a liberdade, a universalidade, a
consciência, a linguagem, são produtos do trabalho.
O trabalho é a forma especificamente humana, social e
histórica, de metabolismo com a natureza. Cada ser humano
está em relação com a natureza por meio de seu corpo físico,
cuja existência precisa ser mantida, mas essa relação não se dá
de forma imediata, pois é social e historicamente mediada
161
pelo trabalho. O uso de recursos naturais para produzir
alimentos, vestimentas, moradias, utensílios, etc., não é feito
separadamente por cada indivíduo, mas coletivamente, por
meio da formação social da qual este indivíduo faz parte. Ou
seja, o homem somente se relaciona com a natureza
indiretamente, por meio de sua relação com os outros homens,
com o meio social no qual desempenha algum tipo de papel
produtivo, e de onde recebe uma cultura.
A humanidade do homem não está dada de modo
imediato na realidade histórica, ou seja, cada homem não está
imediatamente unificado com a sua humanidade, da forma
como estão os animais. Cada animal é imediatamente idêntico
a sua espécie e capaz de fazer tudo que a espécie é capaz. O
homem, ao contrário, se encontra separado de sua espécie, da
sua humanidade, seu ser genérico, por conta da condição
histórica da divisão da sociedade em classes e do trabalho
alienado.
Assim que o trabalho se torna capaz de produzir um
excedente em relação às necessidades sociais, surge uma
classe social que se apropria desse excedente. Ao longo da
história, desenvolve-se uma luta entre as classes proprietárias
e as classes trabalhadoras pela posse desse excedente do
trabalho social. O controle do excedente pelas classes
proprietárias transforma o trabalho numa atividade alienada,
ou seja, estranha para a maior parte dos seres humanos. O
homem se separa de seu ser genérico, sua humanidade, ao não
poder determinar o que fazer com seu tempo de trabalho e ser
forçado a trabalhar para outro. O homem se aliena da
atividade do trabalho, dos produtos do trabalho, da sua relação
com os outros homens, que aparecem todos como elementos
externos e opressivos sobre o indivíduo; e se aliena também
da natureza.
162
Capitalismo e destruição da natureza
Se a relação com a natureza se dá primordialmente por
meio da relação social e histórica de trabalho, o trabalho
alienado leva a uma relação também alienada com a natureza.
Na sociedade de classes, a natureza se apresenta ao homem
como ambiente externo e objeto estranho a ser controlado,
dominado, usufruído e descartado, conforme os interesses da
classe dominante. A natureza deixa de ser o “corpo inorgânico
do homem”, como a definiu Marx, e se torna propriedade
privada. Nesta condição, a natureza pode ser usada e abusada
de maneira irresponsável, pois a necessidade coletiva é
desconsiderada em detrimento dos interesses privados.
Na sociedade capitalista, a forma mais recente da
sociedade de classes, a natureza mais do que nunca aparece
como estranha ao homem, como puro objeto de manipulação,
fonte supostamente inesgotável de matéria-prima e repositório
dócil para os infinitos subprodutos da ação humana (lixo e
poluição). O capitalismo simplesmente ignora que a natureza
não é inesgotável nem pode suportar indefinidamente os
dejetos que lhe atiramos. A lógica do capital considera apenas
o curto prazo, o balanço trimestral das empresas, a cotação
diária da bolsa de valores, e simplesmente despreza a
sobrevivência da espécie. Como disse um autorizado
representante da burguesia, o economista inglês John M.
Keynes, “a longo prazo estaremos todos mortos”.
O trabalho excedente apropriado pela burguesia é a
fonte da imensa acumulação de riqueza social que tem se
multiplicado desde o início da Revolução Industrial, ponto de
partida do capitalismo propriamente dito. Parte dessa riqueza
social é consumida improdutivamente em luxo, e parte tem
que ser necessariamente reinvestida na continuidade da
produção.
163
No entanto, não basta ao capitalista manter a produção
nos mesmos patamares do ciclo anterior de realização do
capital, pois ele é forçado a produzir sempre mais mercadorias
com o emprego de menos força de trabalho, para reduzir seus
custos, aumentar seu lucro e vencer os concorrentes na
competição por mercado. A reprodução ampliada do capital é
a força motriz que comanda as ações de burgueses, e
consequentemente dos proletários na sociedade capitalista.
Essa é a fonte material da ideologia do crescimento
econômico (que não é sinônimo de desenvolvimento humano),
do culto cego ao progresso e à novidade, que impulsiona um
modo de vida voltado para o imediato e desprovido de sentido,
em que os objetos se tornam sujeitos e os homens objetos.
Essa lógica social da reprodução ampliada origina uma
espiral infinita de aumento da produção de mercadorias. Esse
aumento da produção não leva em consideração as
necessidades humanas, mas a possibilidade de lucro. A
sociedade capitalista cria o paradoxo de uma gigantesca
capacidade produtiva, usada para gerar objetos absolutamente
inúteis, como bombas atômicas e bens de luxo, ao mesmo
tempo em que mais de 1 bilhão de pessoas passa fome.
Como se não bastasse o absurdo social desse
desperdício e do desvio de capacidade produtiva,
compromete-se a capacidade da natureza de suportar o
impacto das ações humanas. O consumo de matérias-primas e
de fontes de energia, o esgotamento da fertilidade do solo, o
acúmulo de lixo, a poluição da terra, do ar e das águas
chegaram a um nível que ameaça a continuidade da vida. O
efeito estufa, a elevação do nível dos mares, as secas e
inundações, as tempestades e os furacões, a escassez de água
potável, as ondas mortais de frio e calor, a desertificação, a
extinção em massa de espécies animais e vegetais, a
multiplicação de vírus e bactérias mortais; tudo isso é
consequência da ação irracional do capitalismo sobre a
natureza.
164

Superação da alienação
Na natureza, cada ação corresponde uma reação igual e
contrária. Os desastres naturais não são resultado de castigo
divino, mas reações naturais aos desequilíbrios provocados
pelo capitalismo. Esses desastres atacam justamente as
populações mais vulneráveis, os pobres, os pequenos
camponeses, os moradores das periferias metropolitanas, os
segmentos mais desprotegidos da classe trabalhadora, que
somente acessam uma fração insignificante das riquezas
geradas pelo trabalho social.
Os desequilíbrios não podem ser corrigidos sem uma
ruptura com a lógica do capital. O capital é uma força social
inerentemente incontrolável, e submete ao seu controle todas
as demais relações sociais. Não é possível impor restrições às
atividades das grandes corporações capitalistas. Não existe
Estado ou legislação capaz de impedir que essas corporações
sigam explorando a natureza de forma irracional. Não existe
pressão dos consumidores capaz de forçar que as empresas
produzam de forma ambientalmente responsável. A
competição entre as empresas e a corrupção das instituições,
que teriam o papel de fiscalizar suas atividades, abrem as
portas para novas transgressões a cada remendo imposto pela
pressão social.
Para restaurar o equilíbrio natural, e reverter os graves
danos já causados, é preciso reverter a lógica que dirige o
emprego das forças produtivas sociais, direcionando-as para o
atendimento das necessidades humanas. É preciso estabelecer
racionalmente o que a humanidade precisa produzir e de que
forma isso pode ser produzido, sem afetar a capacidade do
planeta de seguir fornecendo indefinidamente os recursos de
que necessitamos. Ao invés de produzir a infinidade de
objetos inúteis em que estamos entulhados, o trabalho social
165
passaria a produzir aquilo de que os seres humanos realmente
precisam para viver. Isso por si só já teria grande impacto na
reversão dos danos ambientais.
Mas isso só é possível com o fim do trabalho alienado,
ou seja, com a conquista do controle dos trabalhadores sobre
seu tempo e seus instrumentos de trabalho. Para isso é preciso
romper com a propriedade privada dos meios de produção e
com a divisão da sociedade em classes. Somente uma
humanidade sem classes pode se relacionar de forma racional
com seu trabalho, direcionando seu tempo e recursos para
produzir aquilo que realmente é necessário, e considerando o
equilíbrio da natureza e a continuidade da vida. Ao mudar a
relação do homem com o trabalho, muda-se também a relação
com a natureza.
Para a natureza, independente de ser habitado por seres
inteligentes ou por bactérias, o planeta seguirá seu curso em
torno do sol, quer sejam os homens os seus passageiros, quer
sejam os micro-organismos. Para o homem, entretanto, a
preservação de certas condições indispensáveis para a sua
sobrevivência, como ar respirável, água potável, terras férteis
e temperaturas suportáveis, deve ser resultado de sua ação
consciente e coletiva. Essa ação passa necessariamente pela
revolução social, pela superação da lógica do capital e pela
construção do socialismo, único regime capaz de devolver ao
homem o controle sobre seu trabalho, sua humanidade e sua
relação racional e sustentável com a natureza.
***
166