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Como ya puso de manifiesto Walter Mischel en sus estudios sobre el impacto del autocontrol
en la efectividad, las personas con LCI tienen mucho más fácil mejorar su efectividad, ya
que entienden la relación entre las acciones que realizan y los resultados que consiguen.
Esta capacidad para establecer relaciones causa-efecto produce un potente efecto motivador,
muy necesario para compensar el esfuerzo que sin duda conlleva todo proceso de cambio,
como es el caso de la mejora de la efectividad.
Cuando una persona cree en su capacidad para cambiar las cosas actuando sobre sí misma y
sobre su entorno, la motivación para superar los inevitables obstáculos es mucho mayor que
cuando cree que las cosas ocurren por factores externos y que su capacidad real de influencia
es limitada.
No se trata de ignorar una realidad que no nos gusta, sino todo lo contrario. Se trata de
aceptar que hay parte de esa realidad que escapa a nuestro control y ser conscientes de que
hay otra parte de esa realidad que sí podemos influenciar, y hacerlo.
Stephen Covey ya observó este efecto psicológico y lo reflejó de algún modo en su modelo
de círculos, en el que diferencia entre el círculo de preocupación y el círculo de influencia.
Lo que nos explicaba Covey es que el principal factor de éxito para la efectividad es la
proactividad y que dicha proactividad es muy superior en las personas que entienden que su
círculo de influencia es comparativamente mayor.
Obviamente, las personas con LCI consideran que su zona de influencia es amplia, es
decir, que hay muchas cosas que está en su mano cambiar. Por el contrario, las personas con
LCE creen que su zona de influencia es pequeña, ya que la mayor parte de las cosas no
depende de ellas, es decir, cae en su zona de preocupación.
Para mí, resulta a día de hoy bastante sencillo identificar dónde está situado el locus de
control de una persona. Me basta con escucharla hablar un rato sobre qué puede hacer para
cambiar una situación que actualmente no le gusta.
Una persona con LCI habla mayoritariamente de posibles soluciones consistentes en cosas
que podría hacer, o dejar de hacer, ella misma. Sin embargo, una persona con LCE habla
principalmente de causas ajenas a ella que explican o justifican por qué la situación es como
es y ella no la puede cambiar.
El maestro Francisco Alcaide también sabe muy bien la importancia y los efectos de tener un
LCI o un LCE, y lo resume en una genial frase: «Los ganadores buscan soluciones; los
perdedores buscan excusas», entendiendo por «ganar» y «perder» alcanzar los resultados
deseados.
Si esta frase fuera de Covey, diría probablemente: «Las personas proactivas se centran en
su zona de influencia; las personas reactivas se centran en su zona de preocupación».
Finalmente, desde el punto de vista de la efectividad, ambas frases nos vienen a decir lo
mismo: «Las personas con locus de control interno se centran en qué pueden hacer para
alcanzar los resultados que desean; las personas con locus de control externo se centran en
qué causas externas les impiden conseguir los resultados que desean».
Por eso, a partir de ahora, si realmente quieres mejorar tu efectividad personal, deja de buscar
excusas de por qué las cosas son como no te gusta y céntrate en qué está en tu mano hacer
distinto para que la realidad se acerque más a lo que a ti te gusta.