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-Me vas a enviar a la tierra pero, ¿cómo viviré allá, siendo tan pequeño y tan débil?
-Entre los muchos ángeles escogí a uno que te espera -le contestó Dios-.
Pero aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír y eso basta para mi felicidad. ¿Podré
hacerlo allá?
-Ese ángel te cantará y sonreirá todos los días y te sentirás muy feliz con sus canciones y sus
sonrisas.
-¿Y cómo entenderé cuando me hablen, si no conozco el extraño idioma de los hombres?
-Ese ángel te hablará y te enseñará las palabras más dulces y más tiernas que escuchan los
humanos.
-Pero estaré siempre triste porque no te veré mas, Señor. Sin verte me sentiré muy solo.
En ese instante, una paz inmensa reinaba en el Cielo. No se escuchaba ninguna voz. El niño dijo
suavemente a Dios:
Dios le contestó:
Ver
más: https://www.deguate.com/artman/publish/especiales_diamadre/Una
_Bella_Historia_Para_una_Madre_1576.shtml
Como todas las mañanas desde hace ya seis años, me despertó mi madre
muy temprano para ir a la escuela.
Casi sin lavarme la cara corrí a la cocina y entre un abrir y cerrar de ojos,
me tomé el desayuno que me había preparado, a la vez que me decía
"come despacio, te puedes ahogar". Como casi siempre, le contesté de mal
modo y hasta levanté la voz cuando comenzó con sus habituales
preguntas: ¿Te cepillaste los dientes?, ¿llevas el almuerzo?, ¿tienes listos
todos los útiles?.
Pero esta vez no estaba. Pensé que estaría entretenida con algo y corrí
hasta la puerta de mi casa que antes que la golpeara, se abrió y dejó ver la
figura de mi padre. Estaba distinto, parecía más viejo, sus ojos estaban
hinchados y sus hombros caídos. Mi corazón comenzó a latir
alocadamente, presintiendo algo. Casi sin voz, pude decir: -¿qué pasa
papá?, ¿por qué estás en casa?, ¿y mamá?.
Dios, perdóname, dile que me perdone. Aún soy un niño pretendiendo ser
un hombre. Dile, por favor, que ella es lo que más quiero en esta vida; que
sus abrazos me han dado seguridad siempre; que su sonrisa me
acompañará toda la vida, que prometo valorar a las personas que
comparten conmigo mi existencia...
A los que todavía tienen a su madre viva, disfruten todos los días de su
vida, nunca sabremos hasta cuándo tendremos la dicha de su presencia
mortal. Y si ya no está con nosotros, no te preocupes, las medres son
muy necias y nunca te dejarán solo.