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La existencia humana encierra algo más, algo que no podemos ver ni tocar.
Hablamos de las cosas que realmente trascienden, traspasan fronteras y
perduran en el tiempo.
Todo en el mundo es y existe. Lo que diferencia al ser humano del resto de las
especies es la capacidad de elegir y la conciencia de sí. Siempre está sujeto a
decidir entre una u otra cosa. Esa es su libertad y como ente individual inserto
en una sociedad debe asumir la responsabilidad de sus actos. La manera en
que el hombre se rige moralmente, su patrón de conducta, es lo que llamamos
ética. La idea actual del hombre y la existencia humana, no es más que el
resultado de cómo ha evolucionado este mismo pensamiento. La historia nace
con la necesidad de conocer todas aquellas experiencias que nos han llevado a
ser lo que somos hoy.
Para comprender cómo surge la idea de Dios en el hombre, el camino es cierto
y lógico, es comprender la vida del hombre en el mundo y sus diferentes
manifestaciones. Una de las manifestaciones universales y humanas es la
religión y, ésta es la que orienta y da sentido a la vida misma del hombre
cuanto ser en el mundo. El hombre religioso que cree en Dios, definitivamente,
tiene una vida llena de un sentido que no se compara con el sentido de aquél
hombre que es no creyente y a religioso, entonces, la disputa entre lo finito y lo
infinito, aparecerá, por tanto, como una de las formas de disputa mayor, que
ocupará toda la historia de la filosofía antigua y medieval.
El hombre es un ser finito (limitado), tanto en su ser que no puede pensar ni
realizar, ni al mismo tiempo, ni total y plenamente, sus posibilidades. Que sea
finito significa que es un ser temporal. En cuanto tal, no puede descubrir las
posibilidades de lo humano. Que el hombre sea finito significa también que ha
sido hecho, esto es, que ha sido introducido en un mundo común humano (en
un escenario humano de actuación y de pasión) y que, al morir, dejará de ser,
actuar y padecer en ese mundo humano. Que sea finito significa que el ser del
hombre no es el resultado de lo que haga consigo mismo, sino de lo que haga
a partir de lo que otros hacen con él.
El hombre es además un ser contingente, significa que es pero podría no haber
sido, que su existencia es un don, algo recibido gratis, como un valor del que
no se puede disponer como dueños. El hombre es un ser contingente porque
recibe la existencia. La categoría del tener, recibir, exige una razón, un más allá
del ente finito; el hombre recibe de alguien este beneficio.
Lévinas subrayaba la idea de alteridad, rechazando de este modo lo anunciado
por la ontología. Ésta se caracterizaba por reducir a lo Mismo todo lo que se
oponía a ella como Otro. El conocimiento representaba, así, una estrategia de
apropiación, de dominación. Por el contrario, el filósofo de Kaunas,
inspirándose en la tradición hebrea, buscó otro modo de pensar esta relación,
ya que, como él señalaba, no somos tan sólo hijos de los griegos sino también
de la Biblia. La filosofía occidental había mirado hasta el momento únicamente
a Grecia, olvidándose de Jerusalén.