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NOMBRE: KERLLY POLANCO

Ensayo final de tres hojas

La existencia humana encierra algo más, algo que no podemos ver ni tocar.
Hablamos de las cosas que realmente trascienden, traspasan fronteras y
perduran en el tiempo.
Todo en el mundo es y existe. Lo que diferencia al ser humano del resto de las
especies es la capacidad de elegir y la conciencia de sí. Siempre está sujeto a
decidir entre una u otra cosa. Esa es su libertad y como ente individual inserto
en una sociedad debe asumir la responsabilidad de sus actos. La manera en
que el hombre se rige moralmente, su patrón de conducta, es lo que llamamos
ética. La idea actual del hombre y la existencia humana, no es más que el
resultado de cómo ha evolucionado este mismo pensamiento. La historia nace
con la necesidad de conocer todas aquellas experiencias que nos han llevado a
ser lo que somos hoy.
Para comprender cómo surge la idea de Dios en el hombre, el camino es cierto
y lógico, es comprender la vida del hombre en el mundo y sus diferentes
manifestaciones. Una de las manifestaciones universales y humanas es la
religión y, ésta es la que orienta y da sentido a la vida misma del hombre
cuanto ser en el mundo. El hombre religioso que cree en Dios, definitivamente,
tiene una vida llena de un sentido que no se compara con el sentido de aquél
hombre que es no creyente y a religioso, entonces, la disputa entre lo finito y lo
infinito, aparecerá, por tanto, como una de las formas de disputa mayor, que
ocupará toda la historia de la filosofía antigua y medieval.
El hombre es un ser finito (limitado), tanto en su ser que no puede pensar ni
realizar, ni al mismo tiempo, ni total y plenamente, sus posibilidades. Que sea
finito significa que es un ser temporal. En cuanto tal, no puede descubrir las
posibilidades de lo humano. Que el hombre sea finito significa también que ha
sido hecho, esto es, que ha sido introducido en un mundo común humano (en
un escenario humano de actuación y de pasión) y que, al morir, dejará de ser,
actuar y padecer en ese mundo humano. Que sea finito significa que el ser del
hombre no es el resultado de lo que haga consigo mismo, sino de lo que haga
a partir de lo que otros hacen con él.
El hombre es además un ser contingente, significa que es pero podría no haber
sido, que su existencia es un don, algo recibido gratis, como un valor del que
no se puede disponer como dueños. El hombre es un ser contingente porque
recibe la existencia. La categoría del tener, recibir, exige una razón, un más allá
del ente finito; el hombre recibe de alguien este beneficio.
Lévinas subrayaba la idea de alteridad, rechazando de este modo lo anunciado
por la ontología. Ésta se caracterizaba por reducir a lo Mismo todo lo que se
oponía a ella como Otro. El conocimiento representaba, así, una estrategia de
apropiación, de dominación. Por el contrario, el filósofo de Kaunas,
inspirándose en la tradición hebrea, buscó otro modo de pensar esta relación,
ya que, como él señalaba, no somos tan sólo hijos de los griegos sino también
de la Biblia. La filosofía occidental había mirado hasta el momento únicamente
a Grecia, olvidándose de Jerusalén.

Tras este olvido, Lévinas propondrá pensar de nuevo la filosofía entendiendo a


ésta no ya como amor a la sabiduría, sino a la inversa, como la sabiduría que
nace del amor. Pues lo que define al ser humano no es el ser, tampoco el
interés, sino el desinterés. Por ello, hemos de tomar distancia del cogito, del
sistema y de lo lógico, pues estos tres términos son los que habían
caracterizado al pensamiento occidental hasta el momento, y crear una filosofía
de la diferencia ya que lo importante no es el ser, lo concreto, sino la
diferencia.
En el análisis levinasiano emerge un tema básico que reaparecerá
constantemente en su reflexión filosófica, tema en el que tiempo y muerte se
relacionan entre sí envolviendo la alteridad del otro en semejante relación.
Levinas mira y valora los diversos temas tratados en la edición original y
subraya el tema de la muerte considerada entonces “no como pura nada, sino
como misterio inasumible y, en este sentido, eventualidad del acontecimiento
hasta el punto de irrumpir en el seno de lo Mismo de la inmanencia, de
interrumpir la monotonía y el tic-tac de los instantes aislados –eventualidad de
lo absolutamente otro, del porvenir, temporalidad del tiempo en la cual la
diacronía describe precisamente la relación con aquello que permanece
completamente exterior y continúa, el tema, en fin, de la relación con los
demás, con lo femenino, con la infancia, el tema de la fecundidad del yo,
modalidad concreta de la diacronía, articulaciones o digresiones inevitables de
la trascendencia del tiempo: ni el éxtasis en el que lo Mismo se absorbe en lo
otro, ni el saber en el que lo Otro pertenece a lo Mismo –relación sin relación,
deseo insaciable o proximidad del Infinito. la muerte se da la tentación de la
nada de Lucrecio y también el deseo de eternidad de Pascal.
Para Levinas el concepto de responsabilidad incluye, además, una dimensión
psico-sociológica, en tanto tiene en cuenta el sentimiento de responsabilidad
como resorte emocional individual del sentirse afectado por el otro y con la
obligación de hacerse cargo de él. Por ello, poner el énfasis en el término
responsabilidad al conversar sobre la ética, resulta algo crucial y que debe
estar en el sustrato de toda ética filosófica, ya que la responsabilidad alude
directamente a la alteridad
Vemos cómo la ética levinasiana es también una ética de la justicia pues,
queramos o no, estamos obligados a juzgar, a emitir juicios, a comparar. Por
ello, para convivir se hace imprescindible la presencia de un Estado que nos
garantice seguridad, aunque esto nos prive de una parte de nuestra libertad.
Lévinas advertirá que el Estado deberá ser democrático ya que, en un Estado
fiel a la justicia existe la preocupación constante de revisar la ley.16 Así, al
tener el mismo peso el Estado y los ciudadanos en una democracia, éstos
podrían cambiar poco a poco las leyes e introducir términos como los de
caridad y solidaridad en ellas, ya que lo que le exigimos a la justicia no es que
sea solidaria sino que sea justa. Es por lo que Lévinas hablará (al igual que
Ricoeur en su obra: Amor y justicia) de una subordinación de la justicia y del
Estado a la idea de caridad, responsabilizando así a los ciudadanos de
suavizar la dureza de las leyes.
No se trata de dos actitudes distintas: queremos morir y ser al mismo tiempo.
Se trata de acoger la muerte y seguir siendo sí mismo en medio de una
existencia en que inexorablemente le acontecerá el final del morir.
“El sujeto hace frente al acontecimiento sin aceptarlo como se acepta una cosa
o un objeto”. Luego de describir esta situación dialéctica en la que el yo se
encuentra ante la muerte, Levinas se propone mostrar una situación concreta
en la que se realiza tal dialéctica. A partir de aquí extiende su reflexión hacia el
acontecimiento que implica el encuentro con el otro. La Teología del Cuerpo de
Juan Pablo II se constituye en una profunda intelección «poetizada», que nos
llega como el resultado de su intención de «catequizarnos», en temas de tanta
actualidad como las «nuevas visiones» sobre el amor esposar, la familia, y la
sexualidad de acuerdo con los postulados de la Iglesia Católica y valgan los
comentarios finales en la voz de una estudiosa de esta insoslayable temática:

Por eso el matrimonio es un sacramento cotidiano que se lleva a cabo no sólo


en el momento de la celebración de la boda, sino también en la cotidiana
fidelidad y en el recíproco amor. Los esposos, conscientes de la gracia de Dios,
llenan de ella toda su vida, enseñan a los hijos cómo vivir en la presencia de
Dios. Su espiritualidad matrimonial consiste en reforzar y profundizar el vínculo
que los une. El amor en el matrimonio es símbolo de Dios. Los dos son
sacramento del Amor, que les ha creado y que les trasciende. La Teología del
cuerpo debe ser considera con este trasfondo.
A pesar de que no niega explícitamente que la procreación y educación de los
hijos es la principal finalidad del matrimonio, se preocupa casi exclusivamente
del amor conyugal y solo menciona la procreación como un mero agregado. En
lo que concierne al concepto de amor conyugal manifiesto en la Teología del
cuerpo, específicamente el de la entrega recíproca, quiero señalar que esta
idea ya estaba presente en ciertos autores que rechazaban la prioridad
absoluta de la finalidad procreativa del matrimonio. Esto resuelta que se a de
presentar el lado positivo del amor conyugal, ignora en gran medida la
concupiscencia, dando así una imagen incompleta e irreal de este amor. La
iglesia, en cambio, siempre ha reconocido y considerado seriamente este
desorden objetivo en la naturaleza humana, y por eso define la tercera finalidad
del matrimonio como «el remedio a la concupiscencia.

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