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En Números, Cristo es revelado como Aquél que le da sentido a la vida del pueblo
de Dios. Al parecer, durante los cuarenta años que estuvieron en el desierto, los
dos millones de israelitas no hicieron nada solo criaban sus ganados. No se
dedicaron a la industria, ni al comercio ni a la agricultura. En vez de ello, día tras
día se ocuparon de una sola cosa: el Arca del Testimonio de Dios (Nm. 7:89). El
Arca del Testimonio era el centro del tabernáculo, llamado el Tabernáculo del
Testimonio (1:50, 53). Durante cuarenta años, los israelitas se ocuparon de
mantener el Arca con el tabernáculo. El Arca con el tabernáculo era el significado
de sus vidas. De no haber habido un Arca, la vida de los israelitas no habría tenido
sentido alguno. Tanto al Arca como al tabernáculo se les llamaba el Testimonio de
Dios. Puesto que el Arca tipifica a Cristo, lo que le daba sentido a la vida de los
israelitas consistía en ocuparse de Cristo, el Testimonio de Dios. Cada vez que la
nube y la columna de fuego se movían ellos tenían que moverse, levantaban el
tabernáculo con sus enseres, esto era fundamental para el pueblo de Dios, ellos
tenían bien claro esto, su vida giraba en torno al tabernáculo, no podía moverse la
nube y la columna de fuego y ellos quedarse en el mismo lugar esto significaría
que la presencia de Dios no estaría con ellos esto también es crucial para nosotros
el día de hoy, tenemos que movernos juntamente con El, Moisés dijo al Señor si tu
presencia no va con nosotros no nos saques de aquí, el entendía claramente esto.
El Nuevo Testamento nos dice que Cristo es la corporificación de Dios (Col. 2:9).
El hecho que Cristo sea la corporificación de Dios significa que Él es el retrato de
Dios y que, como tal, Él es el testimonio de lo que Dios es. Puesto que Cristo es el
testimonio de lo que Dios es, a Él se le llama "el Testigo fiel y verdadero" (Ap. 3:14;
1:5). Como Testigo de Dios, Cristo porta del testimonio de Dios para mostrarnos
qué clase de Dios Él es.
El pueblo de Dios no debe tomar a Cristo únicamente como Aquel que le da sentido
a la vida, sino que también debe llevar una vida que testifique de Cristo. Cuando
el pueblo de Dios lleva esta clase de vida, Cristo llega a ser el testimonio que ellos
portan. En Números vemos a Cristo como testimonio del pueblo de Dios.
Cristo también es el centro del pueblo de Dios. Podemos ver esto en la manera en
que los hijos de Israel acampaban alrededor del tabernáculo con tres tribus en cada
uno de sus costados. Los cuatro campamentos, cada uno conformado por tres
tribus, y las tres familias de la tribu de Leví, todos tomaban como centro al
tabernáculo con el Arca. Los hijos de Israel, por tanto, tomaban a Cristo como
Aquel que le da sentido a la vida, el testimonio y el centro. Esto nos muestra que
hoy en día nosotros, la iglesia, debemos tomar a Cristo como Aquel que le da
sentido a nuestra vida, como nuestro testimonio y como nuestro centro, es muy
significativo ver como estaba conformado el ejercito de Dios que entro a la tierra
prometida, ¿Qué lugar ocupaba el arca en el libro de Josué? ¿En qué lugar iban los
que alababan y los sacerdotes? el arca iba en medio, Cristo es el centro de todas
las cosas y todo gira en torno a Él, amen.
El libro de Números revela que este Cristo, el que le da sentido a nuestra vida,
nuestro testimonio y nuestro centro, es Aquel que se mueve, actúa y siempre
avanza. Al avanzar, Él es nuestro Líder nuestro capitán (Mt. 23:10), nuestro
camino (Jn. 14:6) y nuestra meta (Fil. 3:12-14). Tomar la delantera equivale a
avanzar en el camino. Hoy en día tomamos a Cristo como nuestro Líder y capitán
le seguimos. Él nos guía por Su camino y hacia Su meta, los cuales de hecho son
Él mismo. La gente del mundo carece de un camino y una meta, pero nosotros
tenemos a Cristo, no sólo como nuestro Líder, sino también como nuestro camino
y nuestra meta.
La Biblia en su totalidad nos muestra una sola cosa: que la intención de Dios es
ganar un pueblo que llegue a conformar un ejército que tome a Cristo como Aquél
que da sentido a la vida, como testimonio, centro, Líder, camino y meta, y lograr
que dicho ejército avance y combata por Dios a fin de que Dios pueda obtener el
terreno en la tierra y logre edificar un pueblo como Su reino y Su casa, cuya
consumación será la Nueva Jerusalén.
Antes de que los hijos de Israel fueran constituidos un ejército, toda la tierra había
sido poseída por el enemigo de Dios. No obstante, en Números vemos que un linaje,
el linaje de Israel, fue salvo, santificado y formado y dispuesto como ejército. Esto
era una vergüenza para el enemigo.
No hay mente humana que haya podido escribir un libro como Números. Hay
muchos otros documentos históricos que nos muestran cómo eran formados los
ejércitos, pero ninguno de ellos se compara al libro de Números. Sólo Dios pudo
haber escrito un libro como éste y proveer las personas necesarias para conformar
tal ejército. Las personas que conforman este ejército toman a Cristo como su todo,
a saber: como Aquel que da sentido a la vida, su testimonio y su centro, así como
su Líder, su camino y su meta.
CONFORMAN UN EJÉRCITO
Es difícil ver la encarnación del Dios Triuno en Números 1, pues no tenemos tal
concepto. Si hemos de ver la encarnación del Dios Triuno en este capítulo, debemos
considerar el asunto del tabernáculo con el Arca. Dentro del tabernáculo estaba el
Arca, y dentro del Arca estaba la ley. A la ley se le llama "el Testimonio" (17:4, 10).
La ley es un testimonio de Dios por cuanto testifica de Dios, nos muestra a Dios.
Por consiguiente, el centro en realidad era Dios. Sin embargo, no vemos
simplemente a Dios por Sí mismo, sino que vemos a Dios en un Arca hecha de
madera de acacia recubierta con oro. Este Arca, por ser una sola entidad
compuesta de dos elementos, la madera y el oro, tipifica a Cristo en Su humanidad
junto con Su divinidad.
En el cuadro de la Nueva Jerusalén que nos presenta Números 1 vemos que las
doce tribus de Israel acampaban alrededor del tabernáculo. La Nueva Jerusalén
tiene doce puertas, tres en cada uno de sus cuatro lados, con los nombres de las
doce tribus de Israel inscritos en ellas (Ap. 21:12-13). En Números vemos que las
doce tribus fueron distribuidas en orden, lo cual nos muestra un cuadro. Según ese
orden, tres tribus, cada una de las cuales era un ejército, acampaban en cada uno
de los cuatro lados del tabernáculo. Al oriente, hacia donde se levanta el sol, se
encontraba el campamento de Judá, compuesto de los ejércitos de Judá, Isacar y
Zabulón (Nm. 2:2-9). Al occidente, que era la parte posterior, estaba el
campamento de Efraín, compuesto de los ejércitos de Efraín, Manasés y Benjamín
(2:18-24). Al sur se encontraba el campamento de Rubén, compuesto de los
ejércitos de Rubén, Simeón y Gad (2:10-16). Al norte se encontraba el campamento
de Dan, compuesto de los ejércitos de Dan, Aser y Neftalí (2:25-31). La manera en
que estaban acampadas las doce tribus nos presenta un cuadro de la Nueva
Jerusalén.
Ahora podemos entender cómo es que Números 1 nos presenta un cuadro del
Nuevo Testamento, desde la encarnación hasta la Nueva Jerusalén. Esto, de
hecho, es un resumen de la historia de la iglesia, la cual comenzó a partir de la
encarnación y alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén. En la tipología,
la historia de Israel, desde Números hasta Malaquías, que incluye cosas muy
buenas y alentadoras como también cosas muy negativas y desalentadoras, nos
provee un cuadro de la historia de la iglesia.
Cuando Dios estaba únicamente en Cristo, nadie más podía entrar en Él. Si Cristo
no se hubiera expandido, nadie habría podido entrar en Dios. Pero ahora, al
expandirse y venir a ser un tabernáculo, Cristo no es únicamente la morada de
Dios, sino también el lugar donde nosotros podemos entrar en Dios. Hoy podemos
entrar en Dios, tomando a Cristo como nuestra vida, a fin de que Él sea quien le
da sentido a nuestra vida. Al ser Él nuestra vida y quien le da sentido a nuestra
vida, el es nuestro testimonio. Nosotros le vivimos, expresamos y exhibimos en
todo aspecto y en todo sentido. Entonces, de manera espontánea Él llega a ser
nuestro centro. Por consiguiente, hoy Cristo es quien le da sentido a la vida,
nuestro testimonio y nuestro centro.
Los hijos de Israel conformaron un cuerpo que debía combatir por Dios en calidad
de guerreros y servirle en calidad de sacerdotes con miras a llevar a cabo el
propósito de Dios. El propósito de Dios es obtener la Nueva Jerusalén, esto es,
mezclarse con Su pueblo redimido. El hecho de que los hijos de Israel conformaran
un cuerpo que debía combatir por Dios y servir a Dios tipifica el que los creyentes
neotestamentarios sean conjuntamente edificados como Cuerpo orgánico de Cristo
que ha de combatir por Dios para llevar a cabo, mediante su servicio a Dios, la
economía eterna de Dios.
El ejército de Dios que protege el testimonio de Dios guarda relación con una
asamblea, no con individuos. Actualmente algunos cristianos hacen hincapié en la
espiritualidad individual. Pero a los ojos de Dios, la espiritualidad de individuos
separados no significa nada. Lo que Dios desea es que el Cuerpo de Cristo sea
formado y esté coordinado.
SON CONTADOS
Los hijos de Israel conformaron un ejército combatiente al ser contados por sus
familias y líderes (vs. 1-16), así como también conforme a sus edades (vs. 20-46).
Los hijos de Israel fueron contados por sus familias y líderes, es decir, por la fuente
de vida y bajo el liderazgo (la autoridad) en vida. Las familias hacen referencia a
la fuente de vida. En nuestra historia espiritual, debemos tener una fuente de vida.
Incluso en nuestra vida de iglesia hoy, debemos tener una familia. ¿Quién lo trajo
a usted a Cristo? ¿Quién lo engendró en Cristo? En otras palabras, ¿quién es su
padre espiritual? En este asunto, la Biblia es muy equilibrada. Por supuesto, Dios
es nuestro Padre divino. No obstante, Pablo les dijo a los creyentes corintios que
aunque tuvieran "diez mil ayos en Cristo", no tenían muchos padres, pues él los
había engendrado en Cristo Jesús por medio del evangelio (1 Co. 4:15)
impartiéndoles la vida divina, de modo que llegaron a ser hijos de Dios y miembros
de Cristo. Por consiguiente, aquellos creyentes pertenecían a la "familia" de Pablo.
Ellos no oyeron el evangelio, ni se arrepintieron ni creyeron independientemente
de él, quien era su padre espiritual, su fuente. Como creyentes de Cristo, todos
nosotros tenemos tres clases de padres: un padre carnal, un padre espiritual y el
Padre divino. El conteo hoy en día depende de la fuente de vida.
En el conteo eran incluidos todos los varones de veinte años para arriba (vs.2-3).
Esto se refiere a aquellos que podían salir a la guerra.
Son excluidos todas las mujeres y los varones menores de veinte años
En el conteo eran excluidos todas las mujeres y los varones menores de veinte años.
Las mujeres representan a aquellos que espiritualmente son más débiles, y los
varones menores de veinte años representan a aquellos que son espiritualmente
inmaduros. Las hermanas que hoy están en la vida de iglesia no deben sentirse
excluidas, porque en un sentido espiritual ellas pueden ser varones, los más
fuertes. Lo que cuenta aquí no es lo que somos en nuestro estatus natural, sino la
naturaleza espiritual de nuestro ser. Los que son más débiles y los que son
inmaduros no son aptos para ir a la guerra.
Los primogénitos son contados desde que nacen, y los varones de los
levitas son contados de un mes para arriba
Todos los primogénitos de Israel, quienes pertenecían a Dios, eran contados desde
el momento en que nacían (3:13). Además, todos los varones de los levitas, quienes
servían al tabernáculo, eran contados de un mes para arriba (3:15).
La edad para hacer un voto y la edad para combatir
Para hacer un voto a Dios, un varón israelita de la más alta valoración debía tener
entre veinte y sesenta años de edad (Lv. 27:3), pero para combatir, un varón
israelita sólo debía tener veinte años o más, sin límite máximo de edad. Incluso
cuando tenía ochenta y cinco años, Caleb seguía siendo un guerrero, apto para
combatir por la nación de Israel (Jos. 14:10-11).
El conteo de Israel fue reconocido por las autoridades en tres aspectos: primero,
por Moisés, que representa a Cristo la Cabeza en el ejercicio de Su autoridad;
segundo, por Aarón, que representa a Cristo el Sumo Sacerdote en el cumplimiento
de Su sacerdocio; y tercero, por los líderes de las doce tribus, que representan a los
ancianos de las iglesias en el hecho de que éstos llevan la delantera entre el pueblo
de Dios. Si decimos que no hay liderazgo en la iglesia, anulamos, desechamos, a
los ancianos, quienes constituyen el liderazgo real y práctico en la vida de iglesia.
Esto haría que la iglesia se convirtiera en una anarquía; ella se volvería inicua,
sin ningún tipo de gobierno.
Los levitas no fueron contados como parte del ejército (Nm. 1:47-54; 2:33). A ellos
se les encargó servir ministrando al Tabernáculo del Testimonio y acampar
alrededor de él a fin de evitar que los hijos de Israel lo tocasen.
Los israelitas combatientes eran la protección externa de los levitas, que servían
en pro del testimonio de Dios. Los levitas acampaban alrededor del tabernáculo y
estaban rodeados por las doce tribus, las cuales los protegían.
Los israelitas en formación tipifican a la iglesia. Efesios, un libro que trata sobre
la iglesia, revela que la iglesia es un guerrero corporativo que combate en pro del
testimonio de Dios (Ef. 6:10-20). La iglesia también está compuesta por los que
sirven a Dios en calidad de levitas. Para combatir, nosotros conformamos un
guerrero corporativo, y para servir, somos los levitas, incluso los sacerdotes, esto
es lo que vimos cómo estaba formado el ejercito de Dios que entro en la buena
tierra, y que lugar ocupaba el arca del testimonio, en esto podemos ver, como el
Señor desea que su cuerpo corporativo este conformado, hasta que lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento de Dios, a un varón perfecto a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo, que pelea por sus intereses en esta tierra .
ACAMPAN EN ORDEN
En Números 2 vemos que los hijos de Israel acamparon en orden. Poner algo en
orden es acomodar algo de una manera hermosa para exhibirlo. Todas las tribus
acampadas en orden exhibían un orden hermoso. En este orden estaban incluidos
las doce tribus, las tres familias de los hijos de Leví y un grupo extraordinario
conformado por Moisés, Aarón y los hijos de Aarón, los sacerdotes.
Los hijos de Israel acampados en orden tipifican al pueblo redimido de Dios, cuya
consumación será la Nueva Jerusalén. Según nuestra observación y según la
aparente situación de la iglesia hoy en día, no se ve que nadie acampe en orden.
En la Iglesia Católica, en las iglesias estatales, en las denominaciones y en los
grupos libres hay mucha confusión. En todas estas entidades hay verdaderos
creyentes, los cuales son personas que Dios ha escogido. No obstante, entre estos
verdaderos creyentes, hay mucha cizaña, muchos falsos creyentes, como se revela
en la parábola de Mateo 13:24-30, 36-43. Por supuesto, el ejército que Dios
conforma no incluye la cizaña; éste únicamente se compone de los verdaderos
creyentes de Cristo que han existido en todas las generaciones. Todos estos
creyentes, después de que sean salvos, santificados, renovados, transformados y
conformados a la imagen de Cristo, serán glorificados. En esta glorificación se verá
la realidad de la Nueva Jerusalén, la cual será la consumación de la obra de la
nueva creación que Dios, según Su economía neotestamentaria, lleva a cabo en la
vieja creación.
La Biblia en su totalidad, en los sesenta y seis libros que la componen, nos muestra
una sola cosa: la economía de Dios. La economía de Dios consiste primeramente
en producir la vieja creación. Luego, a partir de la vieja creación, Dios usa cuatro
dispensaciones para producir la nueva creación. Hoy en día la consumación de esta
nueva creación es la iglesia; durante el milenio, dicha consumación será la Nueva
Jerusalén en pequeña escala; y en el cielo nuevo y la tierra nueva, esta
consumación será la Nueva Jerusalén en toda su magnitud. La Nueva Jerusalén
es la consumación del cuadro de la economía de Dios revelado en la Biblia.
Tenemos que reconocer que, en el presente, aún tenemos algo de levadura y algo
del elemento del gran árbol. Tener el elemento del gran árbol equivale a tener el
deseo de ser grandes y de tener una bonita fachada. Confesamos que la levadura
y el elemento del gran árbol aún persisten entre nosotros y que incluso están en
nosotros. No obstante, podemos alegrarnos al estar seguros de que también
tenemos oro, perlas y piedras preciosas, y que éstos están creciendo y aumentando.
Podemos estar seguros de esto con respecto a nosotros mismos y también con
respecto a la iglesia. Al observar nuestra iglesia y nuestra obra, tal vez nos
entristezca ver el daño causado por la situación desordenada en que nos
encontramos. Mateo 13 nos muestra que esto es inevitable. Pero un día iremos
desde Mateo 13 hasta Apocalipsis 21 y 22, donde vemos la Nueva Jerusalén
constituida de oro, perlas y piedras preciosas.
Hoy en la presente vida de iglesia es posible que los ancianos experimenten más
dolores de cabeza que alegrías. Sin embargo, en vez de desechar la iglesia, ellos
deben seguir adelante hasta que hayan salido de Mateo 13 y hayan llegado a la
Nueva Jerusalén.
"Los hijos de Israel acamparán, cada uno junto a su bandera, bajo las enseñas de
sus casas paternas" (Nm. 2:2a). Que todo hombre tuviera que acampar junto a su
bandera, bajo la enseña de su casa paterna, significa que el pueblo de Dios fue
dispuesto no según su propia elección determinada por sus preferencias, sino
según lo ordenado y dispuesto por Dios. Por tanto, si un israelita nacía en la casa
de Rubén, tenía que acampar con la tribu de Rubén y estar bajo la enseña de
Rubén. Él no podía acampar con Judá ni con otra tribu. Hoy en día nosotros
debemos aprender a no proceder según nuestras propias preferencias, sino
conforme a lo ordenado y dispuesto por Dios.
Todos los hijos de Israel acamparon "mirando hacia la Tienda de Reunión" (v, 2b),
es decir, teniendo el testimonio de Dios como su único centro y meta. El Arca, que
estaba en el tabernáculo, era el testimonio de Dios, y el testimonio de Dios era la
ley dentro del Arca (Éx. 25:16). La ley es un retrato de Dios, que tipifica a Cristo
como testimonio de Dios, pues expresa lo que Dios es. Por consiguiente, el Arca
que estaba dentro del tabernáculo, como tipo de Cristo, la corporificación de Dios,
era el centro del pueblo de Dios, el cual proseguía en sus jornadas y combatía en
pro del testimonio de Dios. Por contener el testimonio de Dios, el tabernáculo era
llamado el Tabernáculo del Testimonio; por ser el lugar donde se reunía el pueblo
de Dios, era llamado la Tienda de Reunión.
Los hijos de Israel acampaban alrededor de la Tienda de Reunión (Nm. 2:2c). Esto
tenía como fin brindar protección al Tabernáculo del Testimonio.
Los hijos de Israel acampaban a los cuatro lados del tabernáculo. En cada lado
había un campamento, compuesto por tres tribus (vs. 3-16, 18-31).
Los cuatro campamentos, de tres ejércitos cada uno, forman un total de doce. El
número doce, compuesto de tres multiplicado por cuatro, representa al Dios Triuno
(tres) mezclado con Sus criaturas (cuatro) quienes, así, forman una entidad
gobernante eterna y perfecta. El número doce es el número del gobierno de Dios,
el cual es perfecto y completo. Los doce apóstoles, por ejemplo, son para el gobierno
de Dios.
A fin de leer el libro de Números como es debido, debemos humillarnos delante del
Señor y permitirle que nos abra Su palabra. Entonces Él nos iluminará y nos
disciplinará.
EL SERVICIO SANTO
El servicio santo estaba totalmente a cargo de los levitas. Por esta razón, la tribu
de Leví no salía a combatir, sino que únicamente se ocupaba del servicio santo. El
servicio era santo porque consistía en atender al Tabernáculo del Testimonio de
Dios.
El Tabernáculo del Testimonio con todos sus enseres y el altar, al cual
ministran los sacerdotes y los levitas, tipifica a Cristo en todos Sus ricos
aspectos, quien es ministrado a otros por los creyentes
neotestamentarios
El Tabernáculo del Testimonio con todos sus enseres y el altar, al cual ministraban
los sacerdotes, tipifica a Cristo en todos Sus ricos aspectos, quien es ministrado a
otros por los creyentes neotestamentarios. El tabernáculo era la tienda, y el altar,
ubicado en el atrio, era donde se ofrecían los sacrificios a Dios. El altar hace
referencia a la redención efectuada por Cristo, y el tabernáculo hace referencia a
Cristo como corporif'icación de Dios, por medio de quien Dios mora entre los
hombres y por medio de quien los hombres pueden entrar en Dios para disfrutar
de todo lo que Él es.
En hebreo, la palabra servicio que aparece en 4:3, 35, 39, 43 significa "batalla", lo
cual alude al servicio militar. Por tanto, aun el servicio santo que desempeñaban
los sacerdotes y los levitas era considerado una batalla. Hoy en día nosotros, los
sacerdotes del evangelio de Dios, deberíamos considerarnos guerreros. Mientras
predicamos el evangelio, enseñamos a otros, suplimos a otros y edificamos el
Cuerpo de Cristo, libramos un combate. Los sacerdotes neotestamentarios son
guerreros, y nuestro servicio sacerdotal es una batalla.
El servicio sacerdotal, el servicio santo, depende del combate. Esto nos lo muestra
1 Samuel 4.
El principio básico del servicio santo es que carece de confusión; dicho servicio se
basa en la vida. Todo lo relacionado con el servicio santo sigue un buen orden y
está sujeto a la ordenación divina.
Puesto que el servicio santo se basa en la vida, en este servicio no hay confusión
alguna. Usemos el cuerpo humano como ejemplo. Cuando en nuestro cuerpo se
presenta algún tipo de confusión, ello es un síntoma de enfermedad. Debido a que
nuestro cuerpo tiene vida, no tolera la confusión. Asimismo, el Cuerpo de Cristo
como ejército de Dios, el cual depende absolutamente de la vida, debe tener una
buena coordinación.
Números 3 tiene mucho que decirnos acerca de las personas y sus deberes.
Debemos profundizar en esto porque, de hecho, guarda relación con nosotros y con
nuestros deberes.
En primer lugar, consideraremos los deberes de los sacerdotes, y luego, los deberes
de los levitas. Los sacerdotes son los ungidos que sirven a Dios directamente.
El sacerdocio de hoy ya no tiene que ver con una sola familia, como lo fue en el caso
de Aarón; el sacerdocio es universal. Con todo, el principio sigue siendo el mismo.
No todos pueden pasar por los guardias de la puerta para acercarse al Arca que
está detrás del velo. Los que deseen hacer esto deben pasar primero por el
sacerdocio. Una vez que un creyente pasa por el sacerdocio que guarda el
tabernáculo, entonces tiene derecho a entrar en el tabernáculo, pasar por el
segundo velo y acercarse al Arca, donde Dios se reúne con Su pueblo.
Hoy en día el sacerdocio es universal. Eso significa que cada creyente es un
sacerdote y debe servir como tal. Sin embargo, es un hecho que no todos los
creyentes ejercen su función como sacerdotes.
Los sacerdotes debían estar a cargo del santuario (vs. 38b, 32). El santuario era el
tabernáculo con sus dos secciones: el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. La palabra
cargo se refiere a una responsabilidad. Con respecto a los sacerdotes, estar a cargo
del santuario significaba hacerse responsables de todo el santuario y todo lo
relacionado con él. Si algo se dañaba o era robado, los sacerdotes eran los
responsables.
Los sacerdotes debían estar a cargo del tabernáculo "en lugar de los hijos de Israel"
(v.38b). Con relación al tabernáculo, Dios dio varios encargos a los hijos de Israel.
Ellos debían hacer ciertas cosas y no hacer otras cosas. Si el pueblo cumplía con
estos encargos, los sacerdotes eran afortunados. Pero si el pueblo no podía
encargarse de lo encomendado por Dios, los sacerdotes eran responsables de ello.
Los sacerdotes tenían que corregir al pueblo, o mantenerlos alejados del santuario
o cumplir las obligaciones de ellos. Esto es lo que significa el que los sacerdotes
estuvieran a cargo del santuario en lugar de los hijos de Israel.
"Se dará muerte al extraño que se acerque" (v. 38c). El extraño aquí se refiere a
un laico, alguien que no era un sacerdote. Todo laico que se acercara, debía morir.
Los levitas reemplazaron a los primogénitos de Israel (3:5-9, 11-37, 39-51). ¿Por
qué era necesario que los primogénitos de Israel fuesen reemplazados o redimidos?
Cuando se celebró la Pascua en Egipto, todos los primogénitos fueron condenados.
Pero a diferencia de los primogénitos de los egipcios, los primogénitos de Israel no
fueron aniquilados. Mediante la Pascua todos los primogénitos de Israel fueron
redimidos, salvos y reemplazados. Debido a esto, en las subsiguientes generaciones
todos los varones primogénitos entre los hijos de Israel debían ser reemplazados
por los levitas, los servidores. Los primogénitos habían perdido su posición; por
tanto, era necesario que los levitas los reemplazaran. Por esta razón, el número de
levitas debía ser igual al número de primogénitos, y toda carencia debía ser
redimida.
Que los primogénitos fuesen reemplazados por los levitas, los servidores, indica
que todo el que fue redimido, salvo y reemplazado tiene que servir. Debido a que
nosotros hemos sido redimidos, salvos y reemplazados, tenemos que servir.
Sirven al sacerdote
"Haz que se acerque la tribu de Leví y ponla delante del sacerdote Aarón, para que
le ministren" (v, 6). Aquí vemos que los levitas servirían al sacerdote.
Leví tenía tres hijos: Gersón, Coat y Merari. Los gersonitas, los descendientes de
Gersón, acampaban detrás del tabernáculo, al occidente, y a su cargo estaba el
tabernáculo con todas sus partes (vs. 21-26). Puesto que acampaban detrás del
tabernáculo, ellos lo protegían de los enemigos que pudieran atacar por la
retaguardia. Ésta era una responsabilidad importante, ya que el enemigo a
menudo ataca por la retaguardia. Además, cuando había que trasladar el
tabernáculo, los gersonitas se encargaban de todo el tabernáculo con todas sus
partes.
Dios le dio a Jacob doce hijos de modo que hubiera doce tribus que acamparan
alrededor del tabernáculo, tres tribus en cada uno de los cuatro lados. Dios le dio
a Leví tres hijos para que acamparan en los tres costados del tabernáculo: los
gersonitas al oeste, los coatitas al sur y los hijos de Merari al norte. Moisés, Aarón
y los hijos de Aarón acamparon al este, delante del tabernáculo. Al considerar esto,
nos damos cuenta que únicamente Dios podía escribir el libro de Números, y que
únicamente Dios podía proveer los "materiales" necesarios para tal ordenamiento.
Ninguna de estas personas que participaron en tal ordenamiento fue contratada,
sino que todas nacieron para ello. Las doce tribus nacieron de Jacob, y los que
guardaban el tabernáculo nacieron de Leví. Puesto que nadie había sido
contratado, tampoco se podía despedir a nadie. El nacimiento guarda relación con
la vida, pero el hecho de contratar y despedir a alguien es completamente ajeno a
la vida. La edificación del Cuerpo de Cristo hoyes completamente ajena a la
contratación o el despido de personas; la edificación del Cuerpo depende
íntegramente de la vida divina, por lo cual es algo orgánico.
Los coatitas acampan al lado sur del tabernáculo, y a cargo de ellos están el Arca,
la mesa, el candelero, los dos altares, los utensilios del santuario y el lienzo
Los coatitas acampaban al lado sur del tabernáculo, y a cargo de ellos estaba el
contenido del tabernáculo: el Arca, la mesa, el candelero, los dos altares (el altar
del holocausto que estaba afuera del tabernáculo, cuyo fin era la redención, y el
altar del incienso que estaba dentro del tabernáculo, cuyo fin era la aceptación de
Dios), los utensilios del santuario y el lienzo (vs. 27-31).
Esta manera de hablar respecto a Cristo quizás sorprenda a las personas, debido
a que nunca han escuchado tal presentación de Cristo. Presentar a Cristo de esta
manera equivale a predicar el evangelio.
¿Alguna vez usted ha presentado a Cristo de esta manera, como corporificación de
Dios? Si no sabemos presentar a Cristo de esta manera, eso significa que no
sabemos atender al Arca. Además de aprender a presentar a Cristo como Arca,
también debemos aprender a presentar los aspectos de Cristo representados por
la mesa del pan de la Presencia, el candelero, los dos altares, las vasijas del
santuario y el lienzo.
Los hijos de Merari acampan al lado norte del tabernáculo y están a cargo de las
tablas del tabernáculo, sus barras, sus columnas, sus basas, todos sus aparejos y
todo el servicio correspondiente, y las columnas alrededor del atrio, sus basas, sus
estacas y sus cuerdas
Los hijos de Merari acampaban al lado norte del tabernáculo y estaban a cargo de
las tablas del tabernáculo, sus barras, sus columnas, sus basas, todos sus aparejos
y todo el servicio correspondiente, y las columnas alrededor del atrio, sus basas,
sus estacas y sus cuerdas (vs. 33-37). El tabernáculo tenía cuarenta y ocho tablas.
El número cuarenta y ocho, compuesto de seis multiplicado por ocho, representa
al hombre natural en resurrección. El número seis representa al hombre, quien
fue creado en el sexto día, y el número ocho representa al Cristo resucitado, al
Cristo que fue resucitado en el octavo día.
Los sacerdotes y los levitas tenían ciertos deberes relacionados con el traslado del
tabernáculo. Trasladarse de un lugar a otro significa avanzar. Por consiguiente, lo
que se abarca en el servicio santo no guarda relación con un Cristo inactivo, sino
con un Cristo muy activo. Nosotros debemos corresponder a Cristo en Su actividad.
En el Antiguo Testamento Dios podía actuar por Sí mismo, sin depender del
hombre. Por ejemplo, cuando creó los cielos y la tierra, Él no necesitaba que el
hombre le correspondiera. Pero el Nuevo Testamento comienza con la encarnación
divina. Eso estableció el principio de la economía neotestamentaria de Dios, según
el cual Dios requiere que el hombre le corresponda. Sin el hombre, Dios no puede
hacer nada. En el Antiguo Testamento, Dios pudo hacer muchas cosas sin el
hombre. En el Nuevo Testamento, Dios ha decidido permanecer unido al hombre.
Un ejemplo de esta unión entre Dios y el hombre es la carrera de tres piernas, en
la cual los corredores corren con una pierna atada a la de su compañero. En el
Nuevo Testamento, Dios necesita que el hombre le corresponda, sea uno con Él,
coordine con Él. Éste es el principio básico de la economía neotestamentaria de
Dios.
Hoy en día el mover del Señor está con nosotros. En cuanto a Su mover, podemos
ser "un carro de mulas" o un "jet 747". Lo que quiero decir con esto es que si somos
lentos, el mover del Señor con nosotros será lento; pero si somos rápidos, el mover
del Señor con nosotros será rápido.
Debemos ver cómo el Señor se mueve hoy en día. Él se mueve dentro de nosotros.
Nosotros somos los actuales gersonitas, coatitas e hijos de Merari. Si queremos ver
cómo Cristo se mueve en la tierra, debemos comprender cómo se efectuaba el
mover del tabernáculo. El tabernáculo era trasladado sobre los hombros de los
descendientes de los tres hijos de Leví. Este traslado era realizado en el debido
orden, sin confusión alguna. Solamente Aarón y sus hijos podían ver las cosas
santas y tocarlas. Los levitas podían verlas y tocarlas sólo después que éstas
habían sido embaladas y cubiertas. Los laicos no tenían derecho alguno de tocar
las cosas santas.
Lo que hemos visto hasta ahora nos permite entender que no cualquiera puede
llevar el recobro del Señor de un país a otro. Por la misericordia del Señor, puedo
testificar que cuando vine a los Estados Unidos, traje el Arca con todos los enseres
del santuario. También traje la Tienda de Reunión, la cual es el agrandamiento de
Cristo, la iglesia. El Señor puede efectuar Su mover al portar nosotros el Arca, los
enseres del santuario y la Tienda de Reunión.
Los deberes relacionados con el traslado del tabernáculo fueron asignados a los
sacerdotes y a los levitas. En el Antiguo Testamento se hacía distinción entre los
sacerdotes y los levitas; sin embargo, en el Nuevo Testamento solamente existe
una clase, la de los sacerdotes, que incluye a los levitas. Por consiguiente, lo que
hicieron los levitas en el Antiguo Testamento, también lo debemos hacer nosotros,
los sacerdotes neotestamentarios.
Los sacerdotes embalaban los enseres del santuario, entre los cuales estaban el
Arca, la mesa del pan de la Presencia, el candelero, el altar de oro y el altar (vs. 5-
14). De los enseres del santuario, lo primero que se embalaba era el Arca. Los
sacerdotes cubrían el Arca con el velo del lienzo, una cubierta de pieles de marsopa
y un paño todo de hilos azules (5-6).
Hoy nosotros tenemos el privilegio de embalar las cosas que pertenecen a Cristo.
Primero, embalamos a Cristo como Arca, con todo lo que ello implica. Luego,
embalamos la mesa del pan de la Presencia. Esto equivale a ministrar a Cristo
como alimento, como pan, a los que sirven a Dios. El Señor Jesús dijo: “Yo soy el
pan de vida [...] El que me come, el también vivirá por causa de Mí" (Jn. 6:48, 57b).
También embalamos el candelero. La mesa del pan de la Presencia tiene como
finalidad dar vida, y el candelero tiene como finalidad iluminar. Además,
embalamos el altar de oro, el cual tiene como finalidad la aceptación de Dios, y el
altar de bronce, el cual tiene como finalidad la obra redentora de Dios.
Los sacerdotes asignaban a cada levita su servicio (Nm. 4:19, 27-28, 33). Los levitas
no realizaban su servicio como a ellos les parecía, sino según la dirección de los
sacerdotes ungidos. Esto indica que nosotros, los sacerdotes neotestamentarios
que servimos a Dios, no debemos actuar conforme a nuestras propias ideas sino
bajo la dirección de la perspectiva ungida, es decir, bajo la dirección del propio
Espíritu que nos unge.
Los levitas
Con relación al servicio de los levitas, vemos que a ellos se les requería tener cierta
edad. Para servir como levita, se debía tener entre treinta y cincuenta años de edad
(Nm. 4:3, 23, 30, 35, 43, 47). Estos son "los años dorados" de la vida humana.
Incluso el Señor Jesús no tuvo la edad suficiente para el servicio de Dios sino hasta
que cumplió los treinta años (Lc. 3:23). Él no comenzó Su obra sino hasta cumplir
los treinta.
Los sacerdotes se encargaban de las cosas principales, las cosas más importantes,
y los coatitas se encargaban de algunas de las cosas secundarias. Encargarse de
los enseres del santuario equivale a encargarse de las cosas secundarias. Los
sacerdotes se encargaban del Arca. Esto significa atender a Cristo directamente y
ministrar Cristo a otros. Los coatitas trasladaban los enseres del santuario (Nm.
4:2-4, 15, 17-20, 34-37). Hoy en día esto equivale a hablar acerca de la iglesia como
expansión de Cristo.
A los coatitas no se les permitía tocar las cosas santas (v; 15) ni entrar para verlas
(v, 20). En uno u otro caso, el castigo de ello era la muerte.
"Aarón y sus hijos entrarán y señalarán a cada uno su servicio y su carga" (v, 19b).
Aquí vemos que Aarón y sus hijos asignaban a los coatitas sus servicios. Esto
indica que en el Antiguo Testamento había dos categorías: los sacerdotes y los
levitas. Pero en el Nuevo Testamento estas dos categorías vienen a ser una sola.
Hoy nosotros somos sacerdotes y levitas. Cuando como sacerdotes desempeñamos
el trabajo levítico, debemos hacerla supervisados por la perspectiva sacerdotal. Por
ejemplo, acomodar las sillas en el salón de reuniones no es una labor espiritual,
sino un servicio levítico; con todo, este servicio levítico debe llevarse a cabo bajo la
perspectiva intrínseca y espiritual propia del sacerdocio. Si se acomodan las sillas
de esta manera, entonces los servidores orarán por la iglesia y por aquellos que se
sentarán en esas sillas. El mismo principio se aplica con respecto a salir a tocar
puertas con el propósito de predicar el evangelio. El servicio levítico de tocar
puertas debe llevarse a cabo bajo la supervisión de la perspectiva sacerdotal. Si lo
hacen así, entonces los que llevan el evangelio a las personas de esta manera
orarán mucho. Quizás digan en su oración: "Señor, mientras toco a la puerta de
esta persona, te pido que Tú toques a la puerta de su corazón".
Hoy en día el servicio levítico no debe estar separado de tal perspectiva sacerdotal.
Todo tipo de actividad externa debe llevarse a cabo bajo la supervisión de la
perspectiva intrínseca y espiritual propia del sacerdocio.
A los gersonitas (vs. 22-28, 38-41) se les encargó llevar las cortinas del tabernáculo,
la Tienda de Reunión, su cubierta, la cubierta de pieles de marsopa, el lienzo de la
entrada de la Tienda de Reunión, los cortinajes del atrio, el lienzo de la entrada de
la puerta del atrio, sus cuerdas y todos los aparejos de su servicio. Ellos hacían
esto según las órdenes de Aarón y de sus hijos, y bajo la dirección de Itamar, hijo
del sacerdote Aarón (vs, 27-28).
Todo se hacía bajo la supervisión del sacerdocio. Esto nos muestra además que
debemos aprender a hacer las cosas externas bajo la perspectiva intrínseca del
sacerdocio. Por ejemplo, la manera en que se realizan las labores en la oficina
administrativa de la iglesia debe ser muy diferente de la manera en que se trabaja
en un banco, donde no hay ninguna supervisión sacerdotal. Todo el servicio
realizado en la oficina administrativa de la iglesia debe estar bajo la perspectiva y
supervisión celestiales de los sacerdotes. Si es así, todo lo que hagamos en la oficina
administrativa de la iglesia se convertirá en una actividad espiritual y ministrará
vida a los demás. Mientras atendemos a los asuntos administrativos, debemos
ministrar vida a los demás. Si lo hacemos, nuestro servicio levítico estará bajo la
perspectiva y supervisión propia del sacerdocio.
A los hijos de Merari (vs. 29-33, 42-45) se les encargó llevar las tablas del
tabernáculo, sus barras, sus columnas y sus basas, las columnas del atrio
alrededor, sus basas, sus estacas y sus cuerdas, con todos sus aparejos. Esto era
realizado bajo la dirección de Itamar, hijo del sacerdote Aarón.
Todo lo que está escrito en la Biblia es para nuestro bien y merece nuestro estudio.
Por consiguiente, debemos estudiar cada uno de los ítems del tabernáculo, qué
lugar ocupaban los sacerdotes, los levitas los tres hijos de Levi, Moisés y Aarón, el
pueblo de Dios, también las columnas, las basas, las estacas y las cuerdas. Cada
uno de estos ítems tipifica a Cristo. Cristo es nuestra estaca y nuestra cuerda. Al
conocer todos estos ítems del tabernáculo, conoceremos a Cristo, y cuál ha sido el
deseo que ha estado en su corazón y cuál es el propósito de economía. Amen.