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TERCERA EDAD

En la ancianidad se incrementa el revestimiento libidinal en el yo, retirando la libido


objetal o sea decatectizando el medio, tendiendo hacia la conservación. La tarea del
anciano será ya no encontrar ni cambiar los objetos donde depositar la libido, sino que
se centrará en la investidura sobre sí mismo y en la conservación del yo de lo ya
conquistado. Ya su vida no es la lucha por la expansión y conquista como lo es en la
adultez; la mayor preocupación es perder lo menos posible (tendencia en ciertos
ancianos a retener dinero, tiempo, etc.) Esta concentración en el yo, puede actuar
favorablemente como defensa, ante las pérdidas vividas y por vivir, pero esto a su vez
puede generar una desconexión respecto de su medio ambiente y la imposibilidad de
plantearse aunque sea pequeños proyectos, pudiendo caer en un estado de alineación
yoica.
Es importante encauzar al Sujeto nuevamente hacia el medio. La problemática que el
anciano plantea se centra alrededor del tema, no de la muerte en si misma sino de la
desesperanza, inutilidad y aislamiento, el temor a la dependencia, al sufrimiento vivido
como castigo, al desgaste y las pérdidas. Suelen compensar estos temores por la
temática central de sus dolencias y enfermedades.
Podemos pensar que el anciano siente el futuro como algo sumamente cercano; al
mismo tiempo vivencialmente está alejado, intentando aferrarse al pasado, para no ver
este futuro que lo lleva al fin de la vida. Ej. Regresiones hacia lo pre-genital,
encasillamiento y reminiscencias.
DUELOS EN EL ANCIANO:
1. Duelo per el cuerpo potente;
2. Duelo por el rol paternalista;
3. Duelo por el rol social;
4. Duelo por la pérdida de relaciones objetales
significativas. Decatectización
Duelo por el cuerpo Potente
Los cambios que se producen a nivel de las funciones y en el cuerpo del anciano
producen efectos psicológicos que obligan al sujeto a re-estructurar su esquema corporal
además de producir crisis en su identidad adulta hasta ese entonces adquirida. Los
cambios más significativos son: la disminución de la agudeza visual y auditiva, cambios
degenerativos en las articulaciones, deformaciones corporales, envejecimiento de las
células epiteliales, la pérdida de riego sanguíneo en todo el organismo que afecta a
órganos, haciendo que disminuyan sus funciones (por lo que se ven afectados
sobremanera el corazón y el cerebro) alteraciones del sueño, disminución de la función
sexual, etc. Si bien es cierto que esto no se produce de manera paralela, sino que cada
uno tiene un ritmo propio, esto hace que el proceso de envejecimiento sea algo muy
personal, influido por diversos factores (herencia, sexo, lo ecológico, trabajo, factores
económicos, físicos, sociales, psicológicos, drogas, etc.
De los cambios que mencionamos anteriormente interesa aclarar:
Con relación a la agudeza visual y auditiva aumenta la inseguridad para manejarse con
el medio externo y la sensación de aislamiento físico, en algunos casos con
movilización de ansiedades paranoides frente a lo que se vive como no manejable y no
conocido.
La disminución de recepción de estímulos hace que el anciano se vuelva apático e
inseguro; como tiene menor capacidad de atención porque además psíquicamente se
retrae hacia sí mismo) disminuye el (interés por el mundo. Si el mundo externo
incrementa, por esta situación, su hostilidad y su temor por el anciano, estamos ante un
círculo vicioso difícil de romper sin ayuda médica y psicológica.
-Disminución de la memoria: con los años disminuyen los procesos de fijación,
conservación y evocación. Por los primeros, el anciano tiene un ritmo más lento para
adquirir conocimientos nuevos.
La memoria a corto plazo puede declinar por lo que la comunicación a veces suele
dificultarse en edades muy avanzadas.
En estratos más profundos está la dificultad que el anciano tiene para manejarse con el
tiempo objetivo, ya que aclaramos, que la vivencia del tiempo es que éste se sucede
muy rápidamente. El espacio también está desorganizado, y entonces veremos al
anciano, que en un ambiente nuevo por ej., se “pierde” porque al fallar la memoria de
fijación y la percepción visual, no puede organizarlo. La desorganización espacial y
temporal, cuando la edad es muy avanzada dificulta enormemente la posibilidad de
adaptación real del sujeto a una institución, porque le exige un esfuerzo muy grande de
organización.
-El cuerpo se modifica: factores como la descalcificación, que produce cambios
esqueléticos, que hacen que la estatura disminuya, la fragilidad ósea, problemas de las
articulaciones, la distribución del tejido adiposo que se acumula en regiones específicas,
el cambio en el color de la piel, las manchas, arrugas, la postura de flexión típica de la
edad, la disminución en la marcha (debido a factores como las dificultades en lo
propioceptivo que le llevan no sólo a disminuir el ritmo del caminar, sino a arrastrar los
pies y mirar hacia el suelo para compensar su falta de sentido de equilibrio); los
problemas circulatorios que producen enfermedades como la arterioesclerosis,
problemas coronarios, menor riego sanguíneo en el cerebro, etc. que determina un 60%
de mortalidad en la actualidad, hacen que tengamos que ocuparnos de estos cambios
corporales, para luego entender por qué hay modificaciones en el esquema corporal, en
la identidad, y en los procesos psicológicos con mecanismos defensivos, características
ineludibles de tratar en la tercera edad.
Al aparecer el cuerpo, muchas veces como una fuente de angustia, el anciano va a
tender a negarlo, ya que lo que aquello que en su juventud pudo ser una fuente de goce,
aparece como el depositario de dolores y molestias. Esta negación desemboca en una
falta de conciencia corporal, que permite al anciano no poner en evidencia sus límites,
pero es esta misma inmovilidad la que los menta.
Estas posibles modificaciones corporales pueden determinar que el anciano tenga
tendencia a moverse menos, pero si esto se produce, se favorece un proceso de
anquilosamiento que lleva a una exacerbación de los problemas en lugar de lograr una
disminución o mejoría de los mismos; en general el cuerpo declinará no solamente por
la disminución biológica, sino también por la falta de estimulación y de ejercitación. El
entrenamiento de las capacidades corporales, sensoriales, emocionales, intelectuales (al
mismo tiempo que el desarrollo de las capacidades de relación inter e intrapersonales)
pueden hacer que el anciano no sucumba o que no se incremente cierto tipo de deterioro
y que permitan el reconocimiento de un cuerpo diferente, pero todavía vivo y con
posibilidades de disfrutar con él.

Debido a que se ha demostrado que el ejercicio sobre las capacidades hace a la


conservación de las mismas, es necesario investigar hasta qué punto las técnicas que
apelen a los sentidos pueden coadyuvar a la prevención o tratamiento de los ancianos.
Duelo por el rol paternalista:
Cuando el rol de tipo paternalista que desempeñaba el anciano durante toda su adultez,
le es vedado en su ejercicio por imposiciones que no puede vencer, o sucumbe a este
rol, o busca otros objetos en los que empeñar esta función.
Duelo por el rol social, por la pérdida de relaciones objetales anteriores.
El duelo por la pérdida de personas amadas produce una temporaria decatectización
normal; si este estado se hace permanente pueden producirse depresiones graves. Todas
estas pérdidas como las de amigos, cónyugue pérdidas del rol laboral y económico,
mudanzas, incrementan la incertidumbre pudiendo producir negación y aislamiento.
Frente al duelo por el rol social el anciano a veces se defiende, con regresiones, como
dependencia pasiva exagerada.

RECURSOS TERAPEUTICOS DESDE EL ABORDAJE CORPORAL


Buscamos a partir de los distintos recursos corporales el reencuentro del anciano de sus
partes sanas, su integración con las disminuidas, mediante el reconocimiento y
aceptación de las mismas, en un proceso de descubrimiento del goce por el movimiento.
Es importante tener en cuenta en este trabajo el ritmo del anciano, su respiración, su
caminar, pausado, y su necesidad de descanso durante el desarrollo de las tareas.
Cuando pensamos en el trabajo con ancianos en las instituciones geriátricas, debemos
tener en cuenta la renuncia a la que estuvo dispuesta o sometida la persona para poder
ser residente de tal institución. Renuncia por lo general, al hogar de toda la vida, lleno
de objetos, lugares y rincones cargados de historia.
Entendemos que la socialización en este nuevo ámbito es un objetivo que al atenderlo
estaremos colaborando con el sujeto a convivir entre pares con los que puede
comunicarse y compartir gustos y necesidades.
Es importante para esto proponer juegos o actividades donde se ponga de relieve el
contacto entre los participantes a través de la mirada, objetos intermediarios, la palabra,
el sonido, la integración de éste con el movimiento, ecos rítmicos, etc. a partir de los
cuales se posibilite el despliegue de características personales que pueden ser captadas y
reconocidas por el resto del grupo.
Teniendo en cuenta las características del geronte, las técnicas que se agrupan en las
llamadas gimnasias suaves como la Gimnasia Consciente. Eutonía, Método Feldenkrais,
etc. posibilitan la ejercitación de la movilidad articular, sensibilización táctil, auditiva,
térmica, etc. impidiendo así el deterioro que conlleva la tendencia a la inmovilidad.

BIBLIOGRAFIA: El senil y el otro. Marta Leonor Méndez –EUDEBA- Servicios de


Guías Universitarias
Técnicas corporales para la tercera edad. Marcela Katz
Paidós

Catectizar es el proceso por el cual un objeto llega a ser importante para nosotros. Concepto
propio de las escuelas psicoanalíticas. Según Freud, el sujeto puede dirigir su energía pulsional
hacia un objeto o una representación e impregnarlo, cargarlo o cubrirlo de parte de ella. Se
llaman catexias a estas descargas de energía psíquica. A partir de la experiencia de catectización,
el objeto cargado ya no le resulta indiferente al sujeto, más bien tendrá para él un halo o
colorido peculiar. Si los objetos y personas nos resultan atractivas no es, para esta descripción,
porque ellos mismos posean de forma objetiva el carácter de "deseable “o "atractivo", se trata
más bien de una figuración consecuencia de nuestras proyecciones de energía libidinosa sobre
ellos. La expresión más clara de las catexias es el enamoramiento. El sentimiento
amoroso es la emoción que acompaña la experiencia de catectizar.

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