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TEMA 38

REVOLUCIÓN INDUSTRIAL E
INDUSTRIALIZACIÓN

Versión a

1– LA PRIMERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


1.1– INTRODUCCIÓN.
1.2– FACTORES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.
1.3– INICIOS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN EUROPEA CONTINENTAL.

2– CONSECUENCIAS DE LA PRIMERA REVOLUCION


INDUSTRIAL.
2.1– LAS CONDICIONES DE VIDA DEL MUNDO OBRERO.
2.2– LIBERALISMO ECONÓMICO.
2.3– LA SOCIEDAD CAPITALISTA.

3– LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


3.1– INNOVACIONES DEMOGRÁFICAS
3.2– EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO Y LAS INNOVACIONES TECNOLÓGICAS.
3.2.1– AGRICULTURA.
3.2.2– TRANSPORTES.
3.3.3– TRANSFORMACIONES INDUSTRIALES.

4– BIBLIOGRAFÍA

1– La primera Revolución Industrial.

1.1– Introducción.

La situación sobrevenida a partir de 1780 va a suponer una alteración profunda en


la vida de los seres humanos. Se trata de la llamada "revolución industrial", que supuso un
cambio tan radical como la "revolución neolítica" en su momento. La revolución industrial
supone la sustitución del trabajo animal y humano por las máquinas: de este modo, la
economía, sociedad, política y cultura se verán profundamente afectadas.

Pero no se trata de un cambio únicamente técnico (sistema de fábricas, utilización


de la energía del vapor de agua, etc.), sino de un cambio global: de mentalidad (disposición
para asumir y emplear las nuevas técnicas), de ampliación del mercado (que haga rentables
emplear las nuevas técnicas), de educación (una mano de obra capaz de usar la nueva
tecnología). En general puede decirse que se trata de un conjunto de factores
interrelacionados: la revolución agrícola implica un crecimiento de población, que
proporciona mano de obra que emigra a las ciudades y nuevos consumidores; así, se obliga

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a una mayor producción para satisfacer la nueva demanda, por lo que es preciso introducir
nuevos cambios técnicos, en cascada.

No fue, como puede parecer, un cambio surgido de la nada, sino basado en la


protoindustrialización, los capitales obtenidos mediante el comercio colonial, y los cambios
agrícolas precedentes. Por otro lado, durante mucho tiempo conviven esta
protoindustrialización y la industria tal como luego se desarrollará.

La primera Revolución Industrial tuvo lugar en Reino Unido a finales del siglo
XVIII e implicó una profunda transformación en la economía y sociedad británicas. Los
cambios más significativos se produjeron en los procesos de producción: qué, cómo y
dónde se producía. La producción se trasladó de la fabricación de productos primarios a la
de bienes manufacturados y servicios, gracias al aumento de la eficacia técnica. La
Revolución Industrial tuvo como consecuencia una mayor urbanización y, por tanto,
procesos migratorios desde las zonas rurales a las zonas urbanas.

Los cambios más importantes afectaron a la organización del proceso productivo,


traduciéndose en un aumento del tamaño de las fábricas y la profunda modificación de su
estructura organizativa: en términos globales, la producción empezó a realizarse en grandes
empresas o fábricas en vez de pequeños talleres domésticos y artesanales, y aumentó la
especialización laboral.

a– Protoindustrialización.

A principios del siglo XVIII existe un crecimiento notorio de la industrialización en


determinadas zonas rurales de Gran Bretaña, como East Anglia. En dichos distritos rurales,
una gran parte del campesinado había pasado de una dependencia de la agricultura a la de
la industria rural. Los trabajadores poseían normalmente sus medios de producción (los
telares no son muy caros). Lo que no tienen son materias primas ni pueden vender los
productos directamente: esto era tarea del comerciante, que compra materia prima, la lleva
a los trabajadores, recoge los paños y los vende: sistema de industria a domicilio, o
domestic system o putting–out system.

Pero para obtener mejores resultados, era preciso procurar una concentración de los
trabajadores en fábricas donde estuvieran sujetos a una disciplina, ahorrando al tiempo los
recorridos por zonas rurales mal comunicadas a que el anterior sistema obligaba.

b– La agricultura inglesa entre 1650 y 1750.

El período crítico en que la producción agrícola aumenta más rápidamente que la


población (condición necesarias para: que sobre mano de obra en el campo que vaya a las
ciudades como trabajadores, y capacidad para alimentar a la población de las ciudades)
comienza a producirse entre 1650 y 1750 en Inglaterra. Los factores pueden ser: rotación
de cultivos, eliminación de los barbechos y promoción de cría de ganado para obtener
abonos, selección de simientes y de razas. Favoreció una agricultura de alto rendimiento.

c– Concepto de "Revolución Industrial".

Se refiere a las transformaciones económicas británicas de fines del XVIII y del


XIX. Se puede hablar de tres "revoluciones": la primera (1750–1850) corre a cargo del
sector textil, con carbón como fuente de energía y ferrocarril como medio de transporte. La

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segunda (1870–1945) es predominante el sector de la química pesada, electricidad y motor
de explosión (Diesel). La tercera tiene como señas la robótica y electrónica, energía
atómica y exploración espacial.

Nos centraremos en la primera revolución industrial. Se caracteriza por:

1– escasa amplitud geográfica: Gran Bretaña, y después Bélgica y algunos núcleos


franceses o alemanes.
2– Se suprimen los anteriores límites de productividad.
3– Modificación de las anteriores relaciones sociolaborales: venta de la fuerza de trabajo
(proletarios); creación nuevo sistema social: no por nacimiento, sino por riqueza,
sustituyendo los estamentos por clases, y consolidándose pronto un dominio político de la
burguesía.

d– La"industrialización" se refiere al proceso por el que los países que no son pioneros
en la Revolución Industrial van incorporando estos cambios posteriormente ("importación
de la Revolución Industrial")

1.2– Factores de la Revolución Industrial.


a– Progresos científico–técnicos.

En la primera fase de la revolución industrial, las innovaciones prácticas son en su


mayoría fruto del azar y no de una investigación científica, más bien un truco práctico a
cargo de un artesano ingenioso (hasta mediados del XIX) que verdaderos inventos. Pero la
producción está interrelacionada, por lo que se producirá una reacción en cadena: si se
inventa un aparato que acelere el tejido, entonces se produce un estrangulamiento en la
producción del hilado, que actúa como obstáculo: y, para resolverlo, se precisa buscar
nuevos procedimientos.

El algodón fue el motor de los cambios. Se trabaja en Europa desde el siglo XII:
pero el hilo sacado era fino, por lo que necesita ir asociado al lino. Al conquistar la India
(primer país industrial mundial en el XVIII), existe una textil barata: la única manera de
competir con ella desde Gran Bretaña era introducir máquinas. Además, se comienza a
prohibir la industria artesanal de la India para poder vender a aquel mercado productos
elaborados.

La máquina de Akrwright y Crompton (1775) crea un hilo fino y resistente.


Además, existen pocos hilanderos especializados, mientras que máquinas como la
lanzadera volante de Kay avanzan la fase posterior del tejido: por eso se produce el
descubrimiento de la Jenny de Hargreaves, que permite obtener más hilo por cada hombre
(de 8 a 120 husos por máquina de hilar). Por último, la transformación más decisiva es la
aplicación de la máquina de vapor de Watt (1785) al hilado del algodón (en 1800 había
500, en 1830 más de 15.000), que inicialmente constituirá una tecnología secreta (se
venden pocas unidades al exterior), lo que libera a las fábricas de la cercanía de los ríos. El
telar mecánico es así posible hacia 1820. Produce el mejor algodón, más barato y en mayor
cantidad que el resto de Europa (materia prima asegurada por las colonias del sur de
Norteamérica, presentando un consumo interior creciente)

Los nuevos métodos provocan una concentración geográfica intensa: sobre todo en
la región de Lancashire –Manchester y Liverpool–.

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El primer paso para la mejora de la producción de hierro fue la lenta introducción
de carbón de coque en los hornos en vez del vegetal: se emplea por Darby en 1709, pero no
se generaliza hasta finales de siglo (por la escasez de la madera, tanto como por la
competencia del hierro sueco). La máquina de vapor fue introducida como fuelle por
Wilkinson. También se producen innovaciones en la depuración del metal: pudelación –el
carbón se quema, con un hierro más puro– por Onion y Cort. El resultado será la
concentración de las fábricas cerca de las minas de carbón, sobre todo en los Middlands,
con centro en Birmigham, y en el sur del País de Gales

b– Acumulación de capital e inversiones.

La agricultura anterior, el comercio colonial (el dominio marítimo inglés es


incuestionable, y el tráfico de ultramarinos crea grandes fortunas que luego son invertidas
en industria), la banca y los beneficios empresariales hacen de Gran Bretaña un caso único
en Europa. Se crea un "espíritu de empresa": en parte por la religión protestante y su modo
de vida austero y ahorrador, por una educación más desarrollada en las clases altas, y un
prestigio del comercio.

El Banco de Inglaterra ejerce una importante labor: presta dinero para la política
exterior, apoya a compañías con monopolio comercial con consentimiento estatal. Se crean
nuevos bancos privados, ajustando la circulación de billetes a las reservas de oro,
validando cheques y letras de cambio. Pero no conceden préstamos a largo plazo: la
mayoría de los industriales tiene que autofinanciarse. Tendrá una gran importancia el nuevo
sistema de compañías anónimas, especialmente en la venta de acciones en las compañías
ferroviarias.

c– Revolución de los transportes.

La revolución de los transportes influye en un doble sentido: provoca un


incremento de la demanda de metal, y una aceleración de los intercambios con un coste
muy inferior al del transporte terrestre (por lo que no encarece los productos, lo que
permite intercambios con regiones distantes).

El ferrocarril es hijo de la mina de carbón, en donde desde tiempo atrás se empleaba


un sistema de raíles empujados por caballos (y de esta forma se disponía de tres veces más
fuerza sobre raíles que sobre un camino). Faltaba introducir la fuerza de la máquina de
vapor, lo que se llevará a cabo en 1800. Es una fecha tardía, en parte porque la inicial
competencia de los canales, conectados con los centros mineros y red de puertos, no hacía
imprescindible el transporte terrestre. Tuvo una gran importancia de la línea Liverpoll–
Manchester (1830)

La red de transportes se completa con la introducción de la navegación a vapor


(Fulton, 1807, New York–Albany) conectada con la terminal de ferrocarril. Los caminos
son mejorados gracias al adoquinado ideado por Macadam, y también se permite la
construcción de "carreteras de peaje" a particulares. Destacaron puertos como los de Dover,
Plymouth, Londres (primer puerto comercial del mundo, sustituyendo a Amsterdam),
Bristol, Liverpool y Glasgow.

En el comercio debe destacarse la importación de materias primas (hierro sueco o


guipuzcoano, trigo del este europeo), y el control del comercio de esclavos entre África y

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América, así como exportación de algodón y productos industriales acabados.

d– Revolución agrícola.

Antes de la Revolución Industrial, existe en el campo una estructura típica de


openfields o campos abiertos, propiedades muy grandes divididas en "hojas". Se trata de
grandes propiedades comunales (con las que se abastece la beneficencia, o se proporciona
leña u otros productos naturales): la mentalidad prevaleciente era el antiindividualismo.
Además, la baja nobleza posee la mitad de las tierras, junto con los grandes comerciantes
enriquecidos y jueces: frecuentemente arriendan a los campesinos las tierras. La alta
nobleza (200 familias) y propietarios libres se reparte la otra mitad de las tierras.

Las Leyes de cercamiento pretenden obligar a cercar las propiedades y legalizarlas


(iniciándose un proceso de individualización). Los campesinos se oponen porque este
proceso supone grandes gastos. El Parlamento promulga leyes que permiten que la nobleza
y burguesía se apropien de las tierras comunales y las de los campesinos más pobres que no
podían hacer frente a los gastos, lo que provocó una concentración de la propiedad. Este
proceso posibilitó el introducir cambios en el sistema de producción que aumentaron la
productividad.

Frente a la falta de abonos, se comienzan a plantar vegetales nitrogenantes: trébol,


alfalfa, habas (ciclo de pocos meses): permite suprimir el barbecho. Si antes el ganado
pastaba libremente por los openfields, al estar ahora estabulado y mejor alimentado,
produce más alimentos.

También hay que resaltar los avances técnicos: siembra en hileras (método de
Jethro Tull), empleo del arado de Rotherham triangular, primeras trilladoras en el siglo
XIX. De esta forma, aumentó la productividad un 90%, y se incrementaron los niveles de
consumo interior al elevarse la renta familiar de los agricultores (pueden comprar más
productos industriales).

e– Crecimiento de la población.

Existió un enorme crecimiento de la población total: de 5 millones a principios del


XVIII a 10,5 millones en 1800.

Hasta 1740 el crecimiento poblacional no fue espectacular, con una alta natalidad y
algo menos elevada mortalidad (pese a la desaparición de las epidemias, y debido a la falta
de higiene que provocaba una enorme mortalidad por enfermedades enteríticas e
infeccioas).
La existencia de trabajo infantil hace que las familias tengan muchos hijos,
dado que no suponen grandes gastos de manutención y sí una aportación a las
economías familiares.

A partir de 1760 el crecimiento de población se dispara sobre todo por la


bajada de la mortalidad:

 A mejores condiciones económicas, se producen más tempranos


matrimonios.
 Una mejor alimentación va a suponer un aumento de la fertilidad. También
fue crucial la posibilidad de importar alimentos, gracia al nuevo transporte.

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 Avances en la medicina, con la aparición de la vacuna, y nuevas formas de
higiene (gracia a los descubrimientos de Pasteur)

Se registra una mayor mortalidad en las ciudades que en el campo en un


principio, dado que la ciudad no está preparada para recibir tanta gente. Luego la
relación se va invierte, gracias a las mejoras urbanas como el alcantarillado, o las
modernas ideas sobre la higiene personal.

Cuando baje la mortalidad, con bastantes años de retraso empezará a descender


la natalidad, producto de una mentalidad en la que prevalece el individualismo (frente a
la gran familia tradicional), la prohibición del trabajo de los niños (que por tanto pasan
a ser una carga gravosa), o la retracción de las creencias religiosas y por tanto práctica
del control de natalidad.

f– Un nuevo marco político.

El peso del Parlamento fue crucial en Inglaterra desde el siglo XVII. La victoria en
la guerra de los Siete Años frente a Francia y España convierte a Gran Bretaña en la
dueña del mar (además, la pérdida de EEUU no supuso un grave daño para su
comercio).

En el siglo XIX las guerras napoleónicas hicieron abandonar la política


librecambista: el bloqueo de Napoleón obligó a un fuerte proteccionismo, a dedicar
grandes extensiones al trigo. Pero los granos eran más caros que en Europa, por lo que
tras la caída del Imperio napoleónico, los aristócratas pretenden que siga el
proteccionismo, frente a los burgueses que luchan por el librecambismo. Finalmente los
proteccionistas logran su objetivo en 1848. También se suprimen las reglamentaciones
que frenaban la expansión económica.

El Parlamento estaba formado por dos cámaras: Alta o de los lores (compuesto
por 300 nobles, de la que dependía el Alto Tribunal de Justicia, y con prerrogativa de
veto presupuestario) y Baja o de los Comunes (elegida por sufragio censitario, y
compuesta fundamentalmente por propietarios de tierras).

El sistema político está presidido por una gran corrupción, con aspectos como
los "burgos podridos", escaños provenientes de villas que en la Edad Media tenían
cierta importancia, pero ya no en el siglo XVIII, y que eran aprovechados por arrivistas
que con la compra de pocos votos podían hacerse con un escaño. Van a ser suprimidos,
y también la regla que exige ser propietario de tierras para votar o ser elegido en la
Cámara Baja: es un triunfo de la nueva burguesía.

1.3– Inicios de la industrialización europea continental.

En Europa existen tímidos progresos hasta mediados del siglo XIX, con niveles de
producción muy alejados de los de Gran Bretaña, de tal modo que hasta 1850 sólo Bélgica
se acercaba a los niveles del modelo inglés. Francia y Alemania inician su despegue más
tarde.

-Bélgica.

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En Bélgica existió una concentración industrial en torno a Lieja, donde la red de
transportes facilitaba la llegada de carbón. La fabricación de hierro colado permite la
exportación a través del puerto de Amberes, especialmente con intercambios con la
Renania alemana.
En 1830 (año de independencia de este país de los holandeses) se crea la banca
belga Société Genéral, que permite inversiones en los distintos sectores, el especial el textil
y el ferroviario. Se dedican a la compra de minas fuera de su territorio (España, etc.),
conservando el monopolio del zinc.

-Francia.

La lenta industrialización se impuso a partir del II Imperio. La Revolución Francesa


consagró el reparto de la tierra entre los campesinos. Ello provocó una escasa
capitalización y poca emigración del campo a la ciudad, al contrario de lo que sucede en
Inglaterra. Por otro lado, la tasas de natalidad bajaron antes que las del Reino Unido, por lo
que la población no creció tan rápidamente (por el sistema de división hereditaria entre
todos los hijos): la consecuencia es menor demanda, y por tanto menor consumo y número
de posible obreros disponibles.
En Francia sigue durante las primeras décadas de la Revolución Industrial el
predominio del sector agrícola, con gran número de rentistas que no reinvierten sus
ganancias. Los mayores consumidores son las clases altas, por lo que la industria se orienta
a productos de lujo y de calidad alta. El Estado fue intervencionista, al contrario que en
Gran Bretaña.

-Alemania.

Alemania fue un crisol de estados independientes hasta 1870, lo que dificulta su


industrialización. Fue a partir de la Unión Aduanera o Zollverein de 1834 cuando comenzó
un despegue importante, sobre todo gracias a la siderurgia dependiente de los ferrocarriles
y locomotoras.

El sistema educativo alemán se orienta, más que hacia las disciplinas humanistas
como en Francia, a las ramas técnicas, destacando una avanzada universidad. También se
aprovechan las reservas de carbón y de hierro del Rhur, Sarre y Silesia, donde comenzó
una industrialización que tendrá en el siglo XIX un espectacular desarrollo.

2– Consecuencias de la primera revolución industrial.

2.1– Las condiciones de vida del mundo obrero.


-La vida en las ciudades.

Existe un deterioro del nivel de vida de los ciudadanos en la primera fase de la


Revolución Industrial: el crecimiento rápido e imprevisto de pequeñas aglomeraciones sin
condiciones para convertirse en centros industriales produjo miseria, barrios obreros
segregados de las ciudades (separación entre zonas residenciales de la burguesía y el centro

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abandonado o la periferia de los obreros), sin alcantarillado ni agua corriente, iluminación;
falta de escuelas suficientes para atender a los nuevos llegados, hacinamiento por la
escasez de espacio construido, vida pésima. Se inician planes de reforma de urbanismo,
como el de Haussman de París, pero que llegan demasiado tarde, y no siempre se hacen por
motivos altruistas: la clase obrera es considerada como un peligro, por lo que se reforman
las ciudades: grandes avenidas para que la policía pueda pasar. Además, para los
constructores los obreros suponen un mercado improductivo (bajo poder adquisitivo de
cara a comprar viviendas), por lo que sus viviendas las construyen con pésimas
condiciones obreros no especializados. Es frecuente la prostitución de las mujeres como
consecuencia del hambre.

-El lugar de trabajo.

La industria textil presenta condiciones de temperaturas elevadas, gran humedad


(para mantener la fuerza del hilo), escasez de luz, respiración del polvo de algodón:
enfermedades como la invalidez precoz, raquitismo, tuberculosis...

-Condiciones de trabajo

Generalmente fueron muy duras, por prevalecer el concepto de beneficio por parte
del patrón ante cualquier otra consideración. Las jornadas son desde salida a puesta del sol,
la disciplina estricta y los despidos frecuentes, gracias a una reglamentación puesta por la
empresa: se impuso así la supresión de los descansos dominicales y festivos.

Además, comparativamente a las condiciones de trabajo anteriores, la fábrica era


más exigente para los trabajadores, emigrantes rurales en gran medida: en invierno la
jornada en el campo era menor, pero con el alumbrado de gas se alarga en las fábricas.

Es frecuente el trabajo de niños, defendido por el gobierno de Pitt y por la misma


Iglesia anglicana, incluso con jornadas de 14 horas diarias (y a veces abusos de hasta 18
horas). Pese a la prohibición del trabajo infantil a menores de 9 años por parte de la
Factory Act o Ley industrial de 1833, ésta se incumple sistemáticamente. Sólo a partir de
1844 la situación de la infancia comienza a transformarse.

-Cambio psicológico.

En el campo existía un trabajo más variado, organizado por el mismo agricultor, sin
duda algo más humano. Tampoco puede olvidarse la pésima situación de los jornaleros del
sur de Gran Bretaña en los tiempos precedentes, casi similar a la de los obreros
industriales. El nuevo trabajo era mecánico, con un ritmo marcado por las máquinas,
rutinario. El control en las fábricas era asfixiante, y no existen seguros de enfermedad ni
compensaciones por los despidos.

Los artesanos tenían un sistema de trabajo de calidad, que les posibilitaba


promocionarse si eran eficientes: en las fábricas no sucede nada de eso.

-Dimensión política del problema.

Las clases altas, el propio gobierno, crearon una atmósfera hostil frente a cualquier
organización defensiva de los obreros. No hay una legislación que regule los aspectos

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humanos del trabajo en las fábricas. Sólo a partir de 1830 hay cierta reacción de la
sociedad, que comienza a plantearse la defensa de una legislación social.

2.2– Liberalismo económico.


Esta escuela económica nace cuando la Revolución Industrial estaba en sus inicios.
Su base fundamental es que el interés individual es el móvil que impulsa al hombre en su
obrar económico. Esta doctrina apoya entonces totalmente la iniciativa privada: el Estado
ha de limitar su papel, y dejar que las "leyes naturales" rijan libremente en la economía.
Defienden la iniciativa individual, libre competencia y libre mercado son los puntos
básicos.

Adam Smith fue uno de sus puntales fundamentales. Fue crucial en la corriente su
obra Ensayo sobre la Naturaleza y causa de la Riqueza de las Naciones (1776). Smith
piensa que la riqueza es consecuencia del trabajo humano, y señala que la "opulencia tiene
su origen en la división del trabajo": así, es el primero en estudiar el aumento de la
productividad que comporta dicha especialización de las tareas laborales. Los productos,
opina, deben circular en libertad, y el Estado sólo debe intervenir en tres campos: mantener
la justicia interior, defender el territorio nacional y preocuparse de aquellas obras
necesarias que la iniciativa privada no realiza.

Introduce la diferencia entre "valor de uso" (utilidad real de un bien) y "valor de


cambio" (capacidad para ser cambiado por otros).

Por su parte, Tomas Robert Malthus representa la visión pesimista del liberalismo:
la población crece en progresión geométrica mientras los alimentos lo hacen en progresión
aritmética. Consecuencia inevitable será la escasez de alimentos y lucha por la propia
conservación. Los únicos frenos posibles son "positivos" (hambre, plagas, enfermedades) y
"preventivos" (disminución voluntaria de la natalidad).

En Ensayo sobre el Principio de la Población de 1798 llega a decir que la caridad


pública del Estado era inútil, porque así los pobres tendrían más hijos pobres, aumentando
el círculo vicioso de la disminución de la oferta de empleo y de los recursos alimenticios,
que perjudican al pobre.

Para David Ricardo el valor de los bienes está determinado por su coste de
producción, y el capital ha de considerarse como trabajo acumulado. Afirma que es
necesaria la libre circulación de productos agrícolas entre los países.

Para Ricardo hay dos salarios: el natural, que permite a la familia obrera subsistir, y
el de mercado, condicionado por la ley de la oferta y la demanda.

John Stuart Mill propone limitar el derecho de hacienda, grabar tributariamente la


tierra y fomentar cooperativas de producción. El Estado debe abstenerse de intervenir, pues
es un mal empresario frente a los particulares.

2.3– La sociedad capitalista.

Nos referiremos a los sectores nuevos que crea el capitalismo, fuertemente


afectados por las transformaciones socioeconómicas producidas en torno a la revolución

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industrial y su desarrollo.

-Aparición del "industrial".

A fines del siglo XVIII y en el siglo XIX surge el industrial. Sus orígenes sociales
son diversos (incluso algunos procedían de la nobleza) y más aún lo eran sus ocupaciones
anteriores: muchos fueron comerciantes, negociantes, banqueros que pasan del comercio o
la especulación a la producción (en este caso de trata de un trasvase de capitales del
comercio a la industria), pero también era muy corriente el pasaje gradual del empresario
rural hacia la fábrica urbana.

La novedad del trabajo del industrial era total. El industrial es, a la vez, un
comerciante, ya que necesita vender sus productos, y un empresario, puesto que se le
exigen cualidades organizativas. Por una parte, debe adquirir las materias primas en las
mejores condiciones, y conocer las posibilidades de venta de antemano. Además, debe
organizar su empresa imponiendo una disciplina colectiva. Por último, debía conocer lo
fundamental de las nuevas innovaciones tecnológicas.

A lo largo del siglo XIX adquirirán conciencia de sus intereses, aunque no siempre
los vieran como comunes. Podría decirse que formaban a la vez el núcleo más reconocible
y vertebrador de la burguesía y su nivel superior. Sin embargo, eran un grupo
numéricamente reducido.

-El ascenso de los cuadros técnicos.

La categoría de los técnicos se desarrolla y multiplica durante todo el siglo XIX. La


constituyen elementos variados: ingenieros, contramaestres, diseñadores, contables,
representantes, etc. Comparte con las profesiones liberales (médicos, abogados, etc.) el que
el ejercicio de su profesión requería una sólida instrucción. Lo que les diferencia es que sus
estudios, técnicos por naturaleza, exigen una preparación especial que no es ofrecida por
ninguna de las antiguas instituciones de enseñanza. Su función se ha ido creando poco a
poco, a medida que surgían necesidades crecientes.

Así, la creciente importancia de los ingenieros dependía de que la tecnificación de


la industria adquiriera un carácter más científico y de que existiera la posibilidad de su
formación en escuelas especializadas. Al respecto hay grandes diferencias: mientras en
Alemania el sistema educativo se centró en programas más prácticos y orientados a la
utilización en la industria, en Francia la educación es más humanística (lenguas clásicas,
literatura, historia, carencia de especialización productiva)

-El comercio y las profesiones liberales.

La revolución industrial se vio acompañada por una verdadera revolución en el


sector de los servicios, que generó, a su vez, la aparición de nuevas ocupaciones. La figura
del viajante de comercio se desarrolla a fines del XVIII.
Por otra parte, el tendero tradicional persiste frente a una doble amenaza: la
aparición del almacén o tienda de novedades, que ofrece una extensa y variada selección de
tejidos; la aparición del gran almacén, en el que se prefirió compensar la disminución de
los márgenes de beneficio con un aumento del volumen de ventas.

De esta manera, a todos aquellos que no participaban directamente en el progreso

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industrial, se les ofrecían otras vías paralelas de ascenso en el seno de las clases medias. El
comercio es una de ellas, la banca otra. En el mismos sentido puede citarse el gran
desarrollo de las profesiones liberales, ya se trata de juristas (muy relacionados con el
mundo de los negocios) o de diversas categorías sanitarias y de profesores.

3– La Segunda Revolución industrial


3.1– Innovaciones demográficas.
A lo largo del siglo XIX todo el mundo fue testigo del más prolongado crecimiento
de la población conocido hasta entonces. Este fenómeno es extraordinario en los casos de
Europa y América. Paralelamente al fenómeno de la industrialización, el número de
europeos se duplicó a lo largo del siglo XIX, con algunas excepciones como Irlanda y
Francia (crisis agrícola y temprano control de natalidad, respectivamente). En América
coincide igualmente el aumento de la población con sus transformaciones económicas
(agrarias, y en EE.UU. también industriales), derivadas en parte de su incorporación al
creciente comercio internacional y en parte al incremento del mercado interno tras la
llegada masiva de inmigrantes procedentes de Europa.

La primera fase de la revolución demográfica (coincidente con la primera


revolución industrial) se caracteriza por un descenso de la mortalidad, en tanto que las
tasas de natalidad se mantienen muy elevadas. La mayor consecución de alimentos
agrícolas tras la revolución agrícola, explicaría la menor incidencia de las crisis periódicas
de mortalidad catastrófica (sin embargo, todavía presentes en el siglo XIX: como ejemplo,
la provocada en Irlanda hacia 1846–1847). Aunque con distintas periodizaciones según el
grado de modernización de las estructuras sociales y demográficas, Europa y EE.UU. van
atravesando el camino entre un régimen demográfico antiguo y uno moderno.

El régimen demográfico antiguo, propio de las sociedades agrícolas, se caracteriza


por un equilibrio inestable, donde las altas tasas de natalidad (40–45 por mil) son
ligeramente superiores a las de mortalidad (35–45 por mil). Los episodios catastróficos
hacen aumentar la mortalidad, que periódicamente frena el crecimiento. La natalidad se
rige por factores biológicos, en tanto la mortalidad infantil suele ser altísima (30–35%),
con una esperanza de vida al nacer corta (40 años). En Europa, EE.UU. y Canadá este tipo
de régimen demográfico se prolonga hasta finales del XVIII; en América Latina, África y
Asia, hasta el primer tercio del XX.

El régimen demográfico moderno se caracteriza por un descenso de la mortalidad,


especialmente la infantil, que es ampliamente dominada. La fecundidad–natalidad
lentamente (con cierto desfase respecto al descenso de la mortalidad), van siendo
controladas. Se llega así a un crecimiento de la población lento, pero sin oscilaciones
bruscas. A los grandes avances socioculturales, con una profunda modificación de los
hábitos y mentalidades sobre la población (vigencia del maltusianismo). La natalidad se irá
restringiendo hasta valores próximos al 20 por mil a finales del XIX, mientras la
mortalidad pasa en un primer momento a cifras del 20–25 por mil y luego cae, más
lentamente, hasta valores próximos al 15 por mil (ya en el siglo XX).

Hay una neta diferencia, dentro de Europa, entre dos modelos de transición
demográfica. Europa occidental y nórdica inicia más rápidamente este proceso, en tanto
que en Europa mediterránea y oriental los fenómenos se repiten con casi 50 años de

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retraso.

De 1873 a 1913 se produce en Europa una auténtica explosión demográfica. La


población mundial pasa de 1.175 millones de habitantes a 1.723 (un 50% de crecimiento).
La distribución de la población es bastante desigual, ya que Europa crece un 50%, mientras
EE.UU. un 222% y África y Asia un 20%. En Europa, el ritmo de incremento de la
población se frenará a partir de 1900–1913.

Las causas del crecimiento de la población europea son:

1– Una mejor alimentación, hasta el punto de que según Rainhard se duplica el consumo
medio en alimentación.

2– Una mejora en las condiciones sanitarias, sobre todo a partir de a aplicación de las
vacunas (Jenner) y la asepsia (Pasteur). Enfermedades como el tifus, la difteria, el cólera
morbo, se reducen considerablemente mediante vacunas. La relación entre los progresos de
la industria química (también por el uso de pesticidas y plaguicidas que eliminan los
vectores que transportan dichas enfermedades, como el mosquito anofeles respecto a la
fiebre amarilla) y el crecimiento de la población aparece de forma patente.

Dentro de este factor es importante señalar que los conceptos higiénicos van siendo
difundidos entre la población, sobre todo entre las clases más ilustradas. La propia
preocupación de los estados por la higiene se plasma en la adopción de medidas legales
destinadas a evitar los hacinamientos insalubres propios de los inicios de la revolución
industrial: planes urbanísticos (con mayor o menor fortuna) como los de Haussman de
París – "boulevares"–, "ciudad jardín" de Howard, etc)

3– Ampliación de las redes de comercio, especialmente de cara a los productos agrícolas:


las crisis de subsistencia "locales" son superadas mediante la compra de alimentos de zonas
geográficamente alejadas. Ello es posible por la revolución de los transportes: en una
primera fase el ferrocarril (Stephenson) y luego el barco a vapor (Fulton, 1808): Europa
oriental y países como Argentina se convertirán así en el "granero" y "carnicería" de
Europa1. El establecimiento de redes de transporte regulares internacionales permite una
migración "natural": de zonas excedentarias a otras escasamente pobladas (EE.UU.,
Australia, Canadá, etc.)

4– Relativa estabilidad internacional: superados los ciclos revolucionarios europeos, y


especialmente desde 1870 hasta 1914 apenas hay grandes conflictos multinacionales en
Europa, si descontamos los pequeños conflictos coloniales.

5– Progresiva adopción por parte de los estados de medidas y legislaciones sociales: desde
la Ley de Pobres inglesa a las primeras legislaciones sobre seguridad social (seguros de
accidente, pensiones, etc.), mayores exigencias de seguridad en el trabajo, etc. Las
conquistas del obrerismo se plasmarán en una mejora de las condiciones laborales y vitales
de buena parte de la población.

El boom demográfico lleva a preocupar, tomándose en algunos países medidas:

1 Al ser zonas socialmente más atrasadas (pervivencia de los siervos en Europa oriental, grandes latifundios
en La Pampa), los costes de la mano de obra son mínimos, factor en el que basan su baratura los productos.

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1– Prácticas maltusianas: el control de natalidad comienza a ser efectivo a partir de 1876,
especialmente en los países nórdicos y Francia. A finales del XIX proliferan sociedades que
intentan reducir la natalidad. Incluso los puritanos ingleses aceptan este control. Las clases
medias y altas son las más proclives a aceptarlo, en tanto los obreros apenas sí lo hacen:
incluso el socialismo critica el control como algo burgués.

2– La emigración: supone un factor negativo para Europa: hasta 1900 afecta a los países
occidentales, y tras 1900 a los eslavos: emigración selectiva (jóvenes entre 20–35 años). Es
una válvula de escape de la presión demográfica, y generalmente supone el envío de
divisas a los países de partida, aunque hace que el precio de la mano de obra se encarezca
en su país de origen. Pero para los receptores (EE.UU, etc.) supone un beneficio (su
desarrollo económico coincide con la llegada de emigrantes). En una segunda fase los
países receptores irán poniendo trabas a la emigración: selección de emigrantes.

Por otra parte, es fundamental el trasvase de población del campo a la ciudad,


iniciado a finales del XVIII. En el XIX afecta a todos los países, y llega a ser tan
importante que el número de habitantes de las ciudades se duplica en el siglo. A mediados
del XIX hay en Europa 44 ciudades de más de 100.000 habitantes, y en 1918 hay 180, con
10 de más de un millón de habitantes. Sin embargo, la distribución rural–urbana es muy
desigual: mientras en Gran Bretaña antes de la PGM sólo el 20% de la población vive en el
campo, en Rusia el 86%.

El sector primario irá cediendo su predominio a partir de mediados del XIX (no así
en los p. mediterráneos y eslavos): Francia a finales del siglo un 20–25% de sector
primario, en tanto Inglaterra tiene un 50% de población dedicada a industria.

3. 2– El desarrollo del capitalismo y las innovaciones tecnológicas.


El cambio de la primera a la segunda revolución industrial se sitúa alrededor de
1870, y debe a una serie de transformaciones básicas: las nuevas fuentes de energía serán la
electricidad y el petróleo. Los sectores punta del desarrollo son la industria química, la
nueva metalurgia o las mecánicas del automóvil o del avión. Los nuevos países industriales
serán Alemania y EE.UU., y desde 1868 (revolución Meijí) Japón.

Es una etapa optimista pese a las crisis económicas. Incluso el proletariado ve


mejorada su condición vital, transformándose en consumidor de productos más baratos.

La segunda fase de la revolución industrial se caracteriza por centrarse en un


capitalismo "planificado":

– Planificación económica: los bancos como soporte de las nuevas inversiones


productivas (crecientemente más costosas, al tiempo que se desarrolla técnicas más
complejas): las bancas otorgan así a una serie de familias el control de grandes recursos:
Morgan, Rockefeller, Ford, Thyssen, etc. En segundo lugar, surge la idea de la
concentración empresarial: trust o empresas gigantes que nacen de la unión de varias y
controlan un sector productivo; holding (en Japón, zaibatsu) que controlan todas las etapas
de elaboración de un determinado producto). Por último, las empresas se organizan bajo
nuevas formas jurídicas: sociedades
– Planificación científica: nueva estructura productiva: de una fase en la que los
inventos son producto de mejoras artesanales descubiertas casi al azar, se pasa a una
planificación científica en la estructuración productiva: el "invento" es fruto de un proceso

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de racionalización de la ciencia: primero se plantea una "necesidad" que es resuelta a partir
de la investigación específica. También surge una nueva estructuración de la fábrica:
comienza la producción "en cadena" (división atomizada del trabajo) preconizada por
Henry Ford, en serie, etc.
– Planificación estatal: Las potencias orientan su política global a la búsqueda de
espacios vitales donde puedan desarrollarse las necesidades del nuevo capitalismo, siendo
ésta la primera preocupación estatal de los estados burgueses. Es el origen del imperialismo
(búsqueda de materias primas y mercados). Esto va a plantear una dicotomía: los países
capaces de asegurarse imperios coloniales son los que van a obtener un desarrollo
económico mayor, mientras los países más débiles verán empeorar su situación relativa.
limitadas, anónimas, cotización en bolsa, etc.

En el siglo XIX existe una fase hasta 1895 donde los precios decaen, no
continuamente, pero sí de modo general. Hay variaciones importantes establecidas en torno
a la primera crisis del capitalismo (1870–73). Pasada esta crisis, hay una cierta
recuperación hasta la crisis de 1893–96, en la que se vuelven a hundir los precios.

Esto no quiere decir, sin embargo, que el nivel económico global en el último tercio
del XIX sea una etapa de recesión, sino de cierta prosperidad económica.

En 1873 se produce una gran crisis, la primera del capitalismo, de larga duración,
sólo superada por la de 1929. Afecta especialmente a Europa central, nórdica y oriental. Es
el crack alemán. Se produce en Austria (caída de la bolsa de Viena), coincidiendo con la
euforia de la unidad alemana y las indemnizaciones de guerra que Bismarck impone a
Alemania: se crea una euforia especulativa, finalmente acabada con una reacción en cadena
provocada por la venta de acciones de una banca sin liquidez. La crisis afectó también a
EE.UU. e Inglaterra (por la bancarrota de los gobiernos turco y peruano), pero no a Francia
(inmersa en el pago de los 5.000 m de francos a Prusia).

Tras una nueva etapa expansiva, sucede una crisis menor en 1890: en Francia se
hunden varios bancos con el escándalo de Panamá. Nuevos episodios críticos se
desarrollan (casi con periodicidad decenal: ¿son intrínsecos al capitalismo, como opinan
los marxistas?; ¿son simplemente crisis de crecimiento?), con especial importancia en 1907
(crisis de superproducción) y 1913, por la crisis de los Balcanes.

3.2.1– Agricultura.
Terminadas las guerras napoleónicas hasta 1870 es la etapa de la agricultura
metódica, con una actitud de explotación agrícola racional, lo que da lugar a cambios
estructurales en la propiedad: desamortizaciones, etc. La nueva demanda de productos
agrícolas por parte de los emigrados a la ciudad incrementa las necesidades productivas,
estimula la adopción de sistemas más aptos.

A lo largo del XIX desaparecen en los países más avanzados las "hambres"
tradicionales, a partir de tres factores:

a– Cambios en las formas de la propiedad. Gran Bretaña fue el primer país en el que se
realizaron importantes reformas. Se ponen en cultivo nuevas tierras, eriales y baldía, y se
incrementa la productividad por trabajador y hectárea. Pero el sector agrícola británico
sufrió a lo largo de la segunda revolución industrial un progresivo deterioro, ya que la
política librecambista del gobierno facilita la llegada masiva del trigo estadounidense o de

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las carnes argentinas.

En Francia las transformaciones son más lentas, teniendo que sufrir, además, la
crisis de la filoxera de la vid, así como la competencia del trigo estadounidense y
canadiense: ante esta amenaza, el gobierno adoptó una política proteccionista.

En Alemania, los junkers comenzarán la modernización de sus grandes


propiedades.

En los países nuevos colonizados por europeos (EE.UU., Canadá, Argentina o


Australia) las grandes extensiones de tierra permite la roturación de grandes ranchos
especializados en un solo producto: cereales, vacuno u ovino, que por su enorme
producción saturan el mercado, hacen que los precios bajen, suscitan problemas agrícolas.

Ante esta competencia, Inglaterra y Suiza se especializan en productos lácteos,


como prados, forrajeras, incluso remolacha. También suscita un enfrentamiento entre
proteccionistas y librecambistas: defender a los campesinos, o abaratar el precio de
alimentos básicos. Ello provoca la aparición de cooperativas agrícolas, e incluso de la
presentación de peticiones por medio de movimientos organizados (sindicatos):
incorporación del campo a la política.

b– Fertilización del suelo. El guano del Perú (abono de gaviota) se comienza a explotar tras
1850 por los ingleses, y desde 1860 los nitratos chilenos y sales potásicas de Alemania.
Pero a partir de 1880 será la industria química la que proporcione nuevos abonos sintéticos.
Además, la existencia de piensos compuestos permite una agricultura intensiva
estabulizada: los excedentes pueden ser comercializados gracias a los nuevos medios de
conservación (iniciados por Appert y continuados por Pasteur), así como los frigoríficos
(1882). Estas circunstancias permiten una diversificación de la dieta.

c– Mecanización del campo. Inventos como la segadora de Mac Cormikc (1846) ahorraban
dos terceras partes de la mano de obra campesina. Las gavilladora automática de 1878, las
cosechadoras–trilladoras inventadas en California, etc., incrementan los rendimientos. El
único problema para el campesino será el poder costear su adquisición.

3.2.2– Transportes.
La red ferroviaria se va uniendo a los centros secundarios. Pero la mayor revolución
es el transporte individual. El surgimiento del motor de gasolina cambiará el panorama de
los transportes, gracias a la invención del motor de explosión por Benz, y el de Diesel en
1893, aplicado pronto a los automóviles. En principio los automóviles son pequeños trenes,
luego independizados de los raíles (1895). También son importantes los ciclomotores
(generadores de un nuevo culto a la velocidad).

Peugeot incorpora el neumático inventado por Michelin, lo que provoca una intensa
demanda del caucho y petróleo. Las compañías petrolíferas (que exigen gran inversión)
serán por otra parte un modelo de concentración productiva.

El automóvil arrastra a otras industrias auxiliares, como la siderurgia y metalurgia,


y exige la mejora de la red de carreteras mediante la macadanización (carreteras). El Ford
T, muestra de producción en cadena, alcanzará los 15 millones de unidades, lo que da
muestra de la gran concentración industrial que esta producción implica.

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Paralelamente se desarrolla la aviación. El primer dirigible a vapor data de 1852, y
Zeppelín aplicará el motor de explosión. A partir de 1903 EE.UU. desarrollará la industria
de la aviación, que tendrá especial importancia con las contiendas militares mundiales.

Dentro de las comunicaciones, se desarrolla el correo, telégrafo y teléfono. El


sistema de sellos se divulga a partir de 1840 en Gran Bretaña. En 1879 en Francia se crea
el Ministerio de Correos y Transportes. El telégrafo (sistema Morse) fue utilizado mediante
un sistema visual en principio, con lo que suponía una dependencia respecto al clima. En
1850 se empieza a emplear el eléctrico (en 1860 se construye un cable trasatlántico). La
telegrafía o radio es desarrollada por Marconi. El teléfono (Bell, 1876) tardará casi 50 años
en alcanzar formas de utilización individual apreciables.

Otros instrumentos útiles para las comunicaciones son: la máquina de escribir


(1886), el fonógrafo (1876), el cine (Lumière 1895–Edison 1896). Se pasa a un mundo
interrelacionado ("aldea global"): creación de rutas marítimas y aéreas, canales de Suez y
Panamá, carreteras y autopistas, etc.

3.3.3– Transformaciones industriales.


Hasta 1914, el carbón sigue siendo la fuente de energía principal. Pero la gran
novedad será el petróleo y la electricidad: ésta, a través de los saltos de agua, alcanza un
desarrollo importante a partir de 1867 con la invención de la dinamo de Siemens. En 1879,
Edison descubre la bombilla, y a partir de 1883 se construyen líneas de alta tensión (dan
origen a la creación de grandes compañías eléctricas, como la General Electric Co.): así, a
finales de los 70 comienzan a iluminarse las ciudades.

Aplicada a la industria permite el desarrollo de nuevas formas de transporte (metro


de París, ferrocarriles, tranvías) y la independencia de las fábricas respecto a las minas de
carbón. Además, se trata de una energía limpia, fraccionable, de transporte instantáneo, etc.
(como problema, la dificultad de almacenamiento, la necesidad de conjugar producción–
consumo).

El petróleo se conoce desde la antigüedad, pero su uso industrial data de mediados


del XIX (sólo se empleaba en iluminación): pozos de Pennsylvania (EE.UU.) y Bakú
(Rusia). Su consumo se incrementará al par que la producción de nuevos motores, y la
industria química dependerá desde tempranamente de él como materia prima (refinerías,
plásticos, etc.)

En la industria siderúrgica, la novedad principal es la posibilidad de hacer acero


ininterrumpidamente, a partir de los convertidores de Bessemer, Siemens, Martin y
Thomas, que permiten aprovechar minerales menos puros (más sulfurosos): si en 1870 se
producen 4 millones de Tm., en 1814 son ya 80 millones (el consumo por persona se
incrementa notablemente) Como nuevos materiales hay que destacar el cobre (usos
eléctricos), aluminio, etc.

La industria química se orienta masivamente a la producción de productos como la


sosa (jabones), ácido sulfúrico (explosivos), colorantes, perfumes, medicamentos (ácido
acetilsalicílico por la Bayer, penicilina tras el descubrimiento de Fleming, quimioterapia,
etc.), materiales sintéticos como el rayon, plásticos, celuloides, etc.

La textil experimenta también grandes transformaciones: la máquina de vapor

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permite la independencia respecto a los saltos de agua. Poco a poco se introducirán
máquinas eléctricas y de gasolina. Un invento revolucionario es la máquina de coser en
1835 (Sigma): cada hogar puede ser un pequeño taller. EE.UU. y Japón (desde 186) harán
la competencia a Europa. Por otra parte, nacen los grandes almacenes, innovaciones como
la publicidad (desarrollo de la sociedad de consumo).

4– BIBLIOGRAFÍA
BELINCHON, M–ALONSO, I.: Otra visión de la Revolución Industrial Británica:
presencia de las mujeres. Recopilación de textos y materiales. Ed. Península,
Barcelona, 1968.
BERG, M: La era de las manufacturas, 1700–1820. Una nueva historia de la Revolución
Británica, 1750–1850. Ed. Crítica, Barcelona, 1990.
BRIGGS, A. (ED.): El siglo XIX: las contradicciones del progreso. Madrid, 1989.
CAMERON, R.: Historia económica mundial. Madrid, Alianza, 1990.
KENWOOD, A.G.: Historia del desarrollo económico internacional, ss. XIX y XX.
Madrid, Istmo, 1989.
LANDES, D.S.: Progreso económico y revolución industrial. Madrid, Tecnos, 1978.
NERÉ, J.: Historia contemporánea. Barcelona, Labor, 1982.
RULE, J.: Clase obrera e industrialización. Historia social de la Revolución Industrial
Industrial británica. Editorial Crítica, Barcelona, 1987.
VV.AA.: La Revolución Industrial. Ed. Crítica, Barcelona, 1988.

Ver Bibliografía de Tema 38PD (GRA).

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