Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Hasta los libros han perdido su encanto, por que los profesores se han adueñado
de su saber, ya el estudiante no encuentra magia todo es normal, no hay
misterios, no encuentra un sitio para él, para habitarlo y recrearse.
El estudiante cuando estudia, se ha montado al barco, y ha zarpado a la mar, pero
no ha marcado el mapa de su rumbo porque parece que lo que le da significado a
su existencia solo es navegar. Ha perdido su sentido porque solo se ha dedicado a
flotar en el presente, ha tomado una actitud segura, en si mismo cierra su cuerpo y
se convierte en pasivo solo esperando que el paso de los años le traigan un título
académico.
El silencio del estudiante es atención, pureza, escucha y recogimiento. Es el
respecto por la palabra penetrante del maestro que enmudece cualquier lenguaje
de motivación. El estudiante asume callar.
Este silencio del estudiante se asemeja a un cuerpo sin alma que vegeta como
una planta, solo se mueve según la dirección del viento. Parece que su función se
limitado a imitar.
Ubicándonos en la otra parte del escenario se escucha una frase muy popular, “no
hay malos estudiantes, solo malos profesores”. Aquí se muestra al maestro como
el entorpecedor de la creatividad del estudiante. Pero hay que señalar que ese
poder puede también potenciar las cualidades y provocar un deseo inmenso por
aprender.
Se ha oído con frecuencia que el nuevo maestro egresado llega a la escuela,
deseoso de implementar lo aprendido y tal vez de crear nuevas formas
pedagógicas. Pero en general, el profesor se ve frente a una serie de expectativas
respecto a su papel que proviene de distintas direcciones: su propia formación,
sus colegas, su ideología social o política, los padres de familia, el gremio
magisterial, la comunidad en que se inserta, su lugar de trabajo, sus necesidades
económicas, su deseo de prestigio. Todos estos factores se le exigen en una
forma armónica y de pronto, se ve inconscientemente forzado a cumplir solo
alguna de estas expectativas; tal vez creerá que cumple con la misión de “formar
integralmente” al educando, pero en realidad, cumple con lo que el rector espera
de él: que instruya eficientemente y no tenga grandes problemas con sus alumnos.
El lenguaje del maestro debe despojarse de la verdad absoluta, del poder del
convencimiento. Su expresión debe callar, para que el estudiante rompa el silencio
y se atreva a cuestionar su actuar.
“El hecho educativo es profunda, esencialmente comunicacional. La relación
pedagógica es en su fundamento una relación entre seres que se comunican, que
interactúan, que se construyen en la interlocución.”3
El acto educativo no puede continuar siendo solo el intercambio de saberes que se
da al interior del aula, en un desencuentro total de dos seres que forman parte de
la misma especie y que tienen la necesidad humana de relacionarse y de construir
en conjunto; El respeto por el otro, por los saberes y las condiciones de los otros,
el encuentro y la vivencia en los valores que nos permiten ser parte de un conjunto
social, también son parte de la misión del maestro como agente de fortalecimiento
y cambio social. A eso se le apuesta en la educación, a crear un escenario donde
los estudiantes aprendan a enfrentar la vida como un compromiso, y se decidan a
ser felices.
Un buen profesor tiene que saber qué es lo que le interesa a sus alumnos, por ello
la enseñanza tiene que enfocarse a despertar el interés asociando las tareas de
aprendizaje con problemas de la vida cotidiana y articularlas a las problemáticas
sociales y a los avances tecnológicos.
3Prieto
Castillo, Daniel (1999). La comunicación en la educación. Ediciones Ciccus/La Crujía.
Buenos Aires