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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL ALTIPLANO

ESCUELA DE POSTGRADO

MAESTRIA EN GEOTÉCNIA Y GEOMECÁNICA MINERA

TEMA: TALUD EN SUELOS

CURSO: ASPECTOS FUNDAMENTALES EN GEOTECNIA


Y GEOMECÁNICA

DOCENTE: Dr. ERASMO CARNERO CARNERO

POR: MARCO ALEX CALLA HUARACHI

PUNO – PERU

2017

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INTRODUCCION

El creciente desarrollo de las actuales vías de comunicación, tales como caminos y


ferrocarriles, así como el impulso de la construcción de edificaciones han puesto al diseño
de la construcción de taludes en un plano de importancia de primer orden.

Hoy en día han puesto al diseño y la construcción de taludes en un plano de


importancia a consecuencias derivadas de su falla, los taludes constituyen una de las
estructuras ingenieriles que exigen mayor cuidado por parte del proyectista. Es obvio que
la construcción de estas estructuras es probablemente tan antigua como la misma
humanidad; sin embargo, durante casi toda la época histórica y han constituido un
problema al margen de toda investigación científica; hasta hace relativamente pocos años
los taludes se manejaron con normas puramente empíricas, sin ningún criterio
generalizador de las experiencias adquiridas, la expansión del ferrocarril y el canal primero
y de la carretera después, provocaron los primeros intentos para el estudio racional de este
campo; pero no fue sino hasta el advenimiento de la actual Mecánica de Suelos cuando fue
posible aplicar al diseño de taludes normas y criterios, que sistemáticamente tomasen en
cuenta las propiedades mecánicas e hidráulicas de los suelos constitutivos, obteniendo
experiencia sobre bases firmes y desarrollando las ideas teóricas que permiten conocer
cada vez más detalladamente el funcionamiento particular de estas estructuras. La historia
del desarrollo de la técnica constructiva de presas de tierra y de los métodos de análisis de
las mismas es uno de los tantos ejemplos en apoyo de la afirmación anterior; hoy gracias
al aporte de la Mecánica de Suelos al análisis de taludes, entre otras razones se constituyen
doquiera presas que hace apenas 30 o 40 años se estimarían imposibles de realizar

Un talud es una superficie inclinada respecto de la horizontal que adopten las


estructuras de tierra, donde la mecánica de suelos, de roca y la geología analiza, aplica
diseño, genera criterios y finalmente la norma.

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1. TALUD EN SUELOS

Se entiende por talud a cualquier superficie inclinada respecto de la horizontal que


hayan de adoptar permanentemente las estructuras de tierra. No hay duda que el talud
constituye una estructura compleja de analizar debido a que en su estudio coinciden
los problemas de mecánica de suelos y de mecánica de rocas, sin olvidar el papel básico
que la geología aplicada desempeña en la formulación de cualquier criterio aceptable.

Cuando el talud se produce en forma natural, sin intervención humana, se denomina


ladera natural o simplemente ladera. Cuando los taludes son hechos por el hombre se
denominan cortes o taludes artificiales, según sea la génesis de su formación; en el corte,
se realiza una excavación en una formación térrea natural (desmontes), en tanto que los
taludes artificiales son los lados inclinados de los terraplenes.

En ciertos trabajos de la Ingeniería Civil es necesario utilizar el suelo en forma de


talud como parte de la obra. Tal es el caso de terraplenes en caminos viales, en presas de
tierra, canales, etc.; donde se requiere estudiar la estabilidad del talud. En ciertos casos la
estabilidad juega un papel muy importante en la obra, condicionando la existencia de la
misma como puede verse en camino vial, donde un mal cálculo puede hacer fracasar la
obra.

Imagen 1: Deslizamiento, en suelo granular, producido por precipitaciones intensas

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El resultado del deslizamiento de un talud puede ser a menudo catastrófico, con la
pérdida de considerables bienes y muchas vidas. Por otro lado el costo de rebajar un talud
para alcanzar mayor estabilidad suele ser muy grande. Es por esto que la estabilidad
se debe asegurar, pero un conservadorismo extremo sería antieconómico.

2. ESTABILIDAD DE TALUD

Se entiende por estabilidad a la seguridad de una masa de tierra contra la falla o


movimiento. Como primera medida es necesario definir criterios de estabilidad de taludes,
entendiéndose por tales algo tan simple como el poder decir en un instante dado cuál será
la inclinación apropiada en un corte o en un terraplén; casi siempre la más apropiada será
la más escarpada que se sostenga el tiempo necesario sin caerse. Este es el centro del
problema y la razón de estudio.

A diferentes inclinaciones del talud corresponden diferentes masas de material


térreo por mover y por lo tanto diferentes costos. Podría imaginarse un caso en que por
alguna razón el talud más conveniente fuese muy tendido y en tal caso no habría motivos
para pensar en “problemas de estabilidad de taludes”, pero lo normal es que cualquier
talud funcione satisfactoriamente desde todos los puntos de vista excepto el económico,
de manera que las consideraciones de costo presiden la selección del idóneo, que
resultará ser aquél al que corresponda la mínima masa de tierra movida, o lo que es lo
mismo el talud más empinado.

Probablemente muchas de las dificultades asociadas en la actualidad a los


problemas de estabilidad de taludes radican en que se involucra en tal denominación a
demasiados temas diferentes, a veces radicalmente distintos, de manera que el estudio
directo del problema sin diferenciar en forma clara tales variantes tiende a conducir a
cierta confusión. Es indudable que en lo anterior está contenida la afirmación de que los
taludes son estructuras muy complejas, que prestan muchos puntos de vista dignos de
estudio y a través de los cuales la naturaleza se manifiesta de formas diversas. Esto hará
que su estudio sea siempre complicado, pero parece cierto también, que una parte de las

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dificultades presentes se debe a una falta de correcto deslinde de las diferentes variantes
con que el problema de estabilidad se puede presentar y se debe afrontar.

Los problemas relacionados con la estabilidad de laderas naturales difieren


radicalmente de los que se presentan en taludes construidos por el ingeniero. Dentro de
éstos deben verse como esencialmente distintos los problemas de los cortes de laderas y
los de los terraplenes. Las diferencias importantes radican, en primer lugar, en la
naturaleza de los materiales involucrados y, en segundo, en todo un conjunto de
circunstancias que dependen de cómo se formó el talud y de su historia geológica, de las
condiciones climáticas que primaron a lo largo de tal historia y de la influencia del hombre
que ejerce en la actualidad o haya ejercido en el pasado. Esta historia y génesis de
formación de laderas y taludes, la historia de esfuerzos a que estuvieron sometidos y la
influencia de condiciones climáticas o, en general, ambientales, definen aspectos tan
importantes como configuración de los suelos y las rocas, o el flujo de las aguas
subterráneas a través de los suelos que forman la ladera o el talud, el cual influye
decisivamente en sus condiciones de estabilidad.

Para que se produzca la inestabilidad y puesta en movimiento de una masa de


terreno deben intervenir y modificarse de forma conjunta varios factores. Aunque las
formas de la superficie terrestre se pueden considerar como resultantes de un sistema
evolutivo y, por tanto, en continuo cambio, a la escala de tiempo en la que se producen
estos movimientos del terreno, a algunos de los factores que intervienen en ellos se les
puede conceptuar como constantes o con poca variabilidad a lo largo del tiempo y, a otros,
como factores variables que sufren modificaciones con cierta periodicidad.

Los primeros, serían de carácter pasivo y condicionarían y conformarían el tipo de


rotura y su mecanismo. De otro lado, los factores variables o activos interferirían sobre los
anteriores, modificándolos y desencadenando la inestabilidad y puesta en movimiento del
terreno, además de determinar, en muchos casos, la magnitud del proceso. El conjunto de
estos factores comprende lo siguiente:

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2.1. FACTORES CONSTANTES

2.1.1. Naturaleza de los materiales

La litología de los materiales aflorantes y su grado de alteración condicionará


sus características físico-mecánicas y, por tanto, su estabilidad potencial, por lo que
el comportamiento variará de unos materiales a otros aun cuando actúen sobre ellos
con igual intensidad los mismos factores.

Los parámetros resistivos dependerán de la composición mineralógica y de la


textura, compactación, tamaño, forma y cementación de las partículas que formen
la roca o sedimento. Por tanto, materiales poco cementados, con tamaños de grano
fino (limo-arcilla o arenas limo-arcillosas), o de un amplio rango granulométrico
(derrubios de ladera) son litologías más propensas al deslizamiento.

La influencia de la composición mineralógica de los materiales es, en


ocasiones, determinante para que se produzcan inestabilidades. En sedimentos con
abundancia de minerales de la arcilla del tipo montmorillonita, se puede producir,
en épocas de lluvia, un hinchamiento de estos minerales por la absorción de agua en
su estructura molecular y posterior dilatación, lo que provoca una expansión del
terreno, con aumentos de volumen que son problemáticos si alcanzan el 5% y que,
en casos excepcionales, pueden llegar al 50%. Asimismo, el lavado de las sales
contenidas en determinadas arcillas marinas conduce a un reordenamiento en la
estructura de las partículas, pasando de floculadas a dispersas y dando lugar a una
reducción de la resistencia al corte.

También, la alternancia o intercalación de materiales de distinta naturaleza,


y por tanto, con resistencia, compactación y permeabilidades diferentes, producirá
heterogeneidades en el comportamiento global de la masa, que según la tipología
de aquéllas, tendrá una respuesta variable a los factores externos que se
manifiesten, lo que favorece la aparición de fenómenos de inestabilidad.

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Del mismo modo, el espesor de los diferentes materiales podrá determinar
que el movimiento sea superficial o profundo.
Clasificación de los suelos:

Tabla 1: Sistema unificado de Clasificación de Suelos

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Tabla 2: Gráfica para clasificar los finos en función de su plasticidad.

2.1.2. Pendiente topográfica y morfología de la ladera

La pendiente topográfica y la altura de las laderas son factores que


condicionan el desarrollo de procesos de deslizamiento por su contribución a la
inestabilidad de los materiales; tanto es así que son parámetros utilizados
sistemáticamente en la mayoría de los métodos de cálculo de estabilidad de
taludes. En terrenos homogéneos, cada tipo de material tendrá una altura crítica y
un ángulo máximo, a partir de los cuales se producirá un desequilibrio gravitacional,
siendo posible la rotura. No obstante, en zonas muy húmedas, la morfología no tiene
por qué ser necesariamente abrupta para que materiales arcillosos, debido a la
saturación, puedan generar movimientos rápidos, de tipo flujo, con velocidad
considerable.

También, las características morfológicas de la ladera aumentarán o


disminuirán su equilibrio, y ya que estas formas son además el resultado de un
proceso evolutivo, nos servirán también como indicadores de inestabilidad. Una
topografía abrupta, con valles profundos, grandes diferencias de altura entre
vaguadas, alto gradiente hidráulico, relieve escarpado, red de drenaje densa y
encajada, formas acarcavadas y laderas con morfología cóncava, es indicativa de
zonas con alto potencial de inestabilidad.

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De este modo, mediante la combinación de determinados índices
morfológicos y morfométricos del terreno, tales como la morfología, altura y
pendiente topográfica, la superficie y longitud de la cuenca superficial y de los conos
de deyección, etc., se han desarrollado métodos para determinar la susceptibilidad
de rotura de una ladera.

2.1.3. Vegetación

Es éste un factor controvertido, tanto en su uso como parámetro a intervenir


en la estabilidad, como en el papel que desempeña. Esto es debido tanto a las
distintas circunstancias que se producen en la presencia de la amplia variedad de
especies vegetales existentes, dentro de las cuales algunas tienen un marcado
carácter estacional, como a los efectos que en ellas se manifiestan.

Aunque es el factor menos constante de los hasta ahora reseñados y no llega


ser determinante para la estabilidad global de una masa de terreno, sí condiciona
de forma notable la acción de otros factores.

El efecto positivo que produce la vegetación es el de mantener la estabilidad


superficial del terreno y evitar su degradación, ya que las raíces cohesionan las
partículas del suelo y disminuyen la disgregación de los niveles superficiales. La
presencia de una cobertera vegetal también favorece el drenaje por la absorción del
agua superficial del terreno, al tiempo que disminuye el efecto producido por la
erosión hídrica. Como contribución negativa, está la producida por el efecto de cuña
realizado por algunas raíces al desagregar el suelo, provocando los consiguientes
efectos mecánicos en grietas y fracturas.

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2.2. FACTORES VARIABLES

2.2.1. Climatología

Las causas que intervienen en los movimientos del terreno están muy
influidas por las características climatológicas de la zona, que deben ser
consideradas como agentes que influyen en la formación del relieve por su
repercusión en los procesos geomorfológicos.

Los efectos del clima se derivan principalmente de la pluviometría y


temperatura. Por lo que respecta a las precipitaciones, no sólo influye el volumen
total anual, sino también la distribución estacional, el régimen y su intensidad.

De esta manera, cuando las lluvias son torrenciales, el impacto físico de


las gotas de agua ataca enérgicamente el suelo y provoca la disgregación y
removilización de las partículas superficiales, que son arrastradas por el agua. A su
vez, la cantidad de lluvia caída en tan poco tiempo, excede la capacidad de
infiltración en el terreno, por lo que se produce una escorrentía superficial que
intensifica el efecto erosivo del agua sobre las laderas durante el transporte del
sedimento y forma depósitos característicos al pie de las pendientes. Si, por el
contrario, el agua de lluvia se infiltra lentamente, se produce un mayor grado de
saturación del terreno, que puede llegar a formar un nivel de agua subterránea.

En general existe una buena correlación entre la frecuencia de


deslizamientos y la estación del año, correspondiendo un mayor número de
aquéllos a los meses más lluviosos. Este fenómeno se incrementa en zonas muy
húmedas y durante los periodos con lluvias más extensas e intensas aumenta
también la magnitud de los movimientos, ya que el terreno presenta un elevado
grado de saturación como consecuencia de lluvias anteriores.

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Por lo que respecta a las temperaturas, parámetro de menor importancia,
cuanto más altas y más extremas sean, mayor será su influencia sobre los ciclos de
humedad sequedad del suelo. Los cambios de temperatura originarán procesos de
expansión y contracción de los poros del terreno, con los consiguientes efectos
sobre su grado de esponjamiento y saturación.

2.2.2. Meteorización

Este factor produce una alteración de la roca o del sedimento original de la


ladera, cambiando su resistencia y permeabilidad. Las transformaciones químicas,
mineralógicas y texturales que se generan durante el desarrollo de este proceso, por
la acción de reacciones de disolución, oxidación, hidrólisis, etc., destruyen el
empaquetamiento de los materiales, disgregan el conjunto y generan una pérdida
de la cohesión, lo que lleva en definitiva a una disminución de su resistencia.

2.2.3. Agua

El agua es el agente que contribuye con mayor peso a la modificación de las


condiciones de estabilidad de una ladera. Por una parte, provoca la disgregación
física de la estructura de las partículas del suelo, así como su alteración química
mediante procesos de disolución, oxidación, etc. Todo ello genera cambios
mineralógicos, composicionales y texturales, lo que da como resultado, en ambos
casos, una disminución de sus parámetros resistivos.

Por otra parte, cuando el agua se infiltra y percola en el subsuelo a través de


poros y fisuras, puede formarse un nivel de saturación variable, con un drenaje y
un flujo determinado. A nivel intuitivo, puede pensarse entonces, que el papel
desestabilizador del agua procede del efecto lubricante que ésta produce sobre las
partículas y discontinuidades del terreno.

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Sin embargo, su acción desestabilizadora proviene tanto de la sobrecarga
proporcionada por el peso del agua al ocupar poros y fisuras antes vacíos, como
de las presiones intersticiales. Al tener un suelo saturado, constituido por partículas
sólidas y agua, los esfuerzos son absorbidos en diferente proporción por ambos
elementos. Como el agua no puede soportar esfuerzos cortantes, se disminuyen
las tensiones efectivas del terreno, y se incrementa el esfuerzo de corte, lo que
afecta, por tanto, a la estabilidad. Esto es de gran importancia cuando el terreno está
compuesto por una alternancia de capas permeables e impermeables, ya que las
primeras son capaces de desarrollar presiones intersticiales considerables.

2.2.4. Erosión fluvial y costera

Las laderas escarpadas de las riberas de los valles fluviales se ven afectadas
por el caudal y nivel de agua. Durante las crecidas se modifican las condiciones
geométricas y erosivas y puede cambiar la posición y extensión del cauce, al tiempo
que aumenta la carga hidráulica y la capacidad erosiva del río. De este modo, se
induce una socavación lateral en las márgenes y cambia la morfología inicial de las
vertientes, aumentando su verticalidad. Todo ello genera una disminución de su
soporte por la base, desarrollándose deformaciones elásticas e incrementándose el
esfuerzo de corte sobre los materiales.

El mismo efecto de socavación se produce en la base de los acantilados


costeros por la acción del violento choque de las olas durante los periodos de
tormenta, lo que actúa como factor modificador y desestabilizador del relieve y de
la línea de costa.

2.2.5. Sismicidad de la zona

Los movimientos sísmicos son factores que pueden acelerar y desencadenar


grandes movimientos de masa como resultado de la generación de una serie de
vibraciones que se asocian a un incremento de la aceleración vertical y horizontal.

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Estas oscilaciones provocan una sacudida del suelo, desplazan de su vertical a la
componente de peso de una ladera e inducen una mayor tensión tangencial de
cizalla en el plano de rotura. Además, como resultado de la alteración del
empaquetamiento de los granos del terreno, se disminuye la cohesión, lo que en
materiales poco compactados y saturados se traduce en fenómenos de licuefacción,
generados por la compactación y el aumento de la presión intersticial producida por
las vibraciones.

2.2.6. Acciones antrópicas

Las actividades humanas pueden modificar parte de los factores que se han
tratado anteriormente. La intervención en laderas naturales o la construcción de
taludes artificiales, tenderá a variar las condiciones de equilibrio iniciales, y podrá
originar procesos de inestabilidad.
Estas actividades pertenecen principalmente al campo de la obra civil y a las
actuaciones urbanas, sobre todo en aquellos municipios ubicados en zonas de
montaña.

Una ladera en equilibrio estricto puede ponerse en movimiento cuando se


sobrecarga en su parte superior, situación que se ocasiona por la construcción de
edificios, depósitos de agua o carreteras sobre materiales que no pueden
mantenerse estables bajo las nuevas condiciones de carga adicional.

A su vez, una excavación en la base de una vertiente natural disminuye las


tensiones estabilizadoras normales y aumenta las restantes. Esta circunstancia se
produce en las construcciones al pie de un talud o, con mucha más frecuencia, en el
caso de la ejecución de obras lineales, principalmente carreteras, cuyo trazado
tiene una alta probabilidad de atravesar zonas con desprendimientos y
deslizamientos activos o antiguos, además de ser la causa de la generación de dichos
movimientos.

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También en las acumulaciones artificiales de materiales, tales como
vertederos de residuos urbanos, inertes y escombreras de mina pueden
desencadenarse movimientos de masa si no se han construido atendiendo a las
condiciones de estabilidad y seguridad que requiere la geometría y la naturaleza del
relleno.

En las obras públicas, las inestabilidades de ladera pueden constituir un


grave problema en las boquillas de los túneles, que además pueden generar
subsidencia en zonas urbanas. El nivel de agua en embalses puede estar sometido
a importantes variaciones estacionales. Cuando las presas son sometidas a un
desembalse rápido tras un periodo de aguas altas, el nivel del vaso desciende con
más rapidez que el del agua existente en los poros de los materiales circundantes,
por lo que las zonas que antes se encontraban bajo el agua pueden deslizar dentro
del embalse. Al perder parte del sustento por la base, los materiales que quedan por
encima pierden apoyo, desarrollándose deslizamientos ladera arriba.

Por lo que respecta a las actuaciones urbanísticas, la edificación en zonas de


pendiente elevada comporta la ejecución de muros de contención, a veces con
drenaje insuficiente, que produce un efecto de retención sobre las aguas de
infiltración. La expansión urbanística conlleva, de modo paralelo a la edificación, la
ejecución de redes de abastecimiento, saneamiento y pluviales, cuyas fugas
provocan una infiltración directa y continua en el terreno. A estas infiltraciones
puede unirse el riego de zonas ajardinadas, con lo que, en su conjunto, se supera
con creces la infiltración pluvial anual. Si estas fugas provocan movimientos del
terreno, las conducciones rígidas enterradas pueden fisurarse, y el fenómeno se
autoalimenta de nuevo.

La actividad humana modifica las condiciones hidrogeológicas del área


urbanizada. Al estar ocupada por edificaciones y pavimento la práctica totalidad del
suelo urbano, no queda casi superficie para que se produzca una infiltración de agua
de lluvia y un drenaje natural. Por tanto, la alimentación principal de las aguas

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subterráneas se produce por las fugas antes señaladas, generando una humedad
continua del terreno subsuperficial. Además, esta infiltración no se lleva a cabo por
toda la superficie del suelo, sino que se localiza en determinados puntos,
provocando heterogeneidades en el comportamiento del subsuelo. A esto se suma
que en épocas de lluvia, ya que el agua queda recogida por la red de alcantarillado,
la inyección directa producida por los eventuales escapes de la red sea muy elevada,
lo cual puede producir movimientos de masa repentinos. Estas circunstancias
aconsejan que en las urbanizaciones realizadas sobre zonas escarpadas, las redes de
drenaje sean diseñadas, proyectadas y ejecutadas atendiendo a las características
naturales del terreno.

3. DESLIZAMIENTOS

Se denomina deslizamiento a la rotura y al desplazamiento del suelo situado debajo


de un talud, que origina un movimiento hacia abajo y hacia fuera de toda la masa que
participa del mismo. Los deslizamientos pueden producirse de distintas maneras, es decir
en forma lenta o rápida, con o sin provocación aparente, etc.

Generalmente se producen como consecuencia de excavaciones o socavaciones en


el pie del talud. Sin embargo existen otros casos donde la falla se produce por
desintegración gradual de la estructura del suelo, aumento de las presiones intersticiales
debido a filtraciones de agua, etc.

Los tipos de fallas más comunes en taludes son:

 Deslizamientos superficiales (creep)


 Movimiento del cuerpo del talud
 Flujos

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3.1. Deslizamientos superficiales (creep)

Cualquier talud está sujeto a fuerzas naturales que tienden a hacer que las
partículas y porciones de suelo próximas a su frontera deslicen hacia abajo.

Se refiere esta falla al proceso más o menos continuo, y por lo general lento, de
deslizamiento ladera abajo que se presenta en la zona superficial de algunas laderas
naturales.

El creep suele involucrar a grandes áreas y el movimiento superficial se


produce sin una transición brusca entre la parte superficial móvil y las masas
inmóviles más profundas. No se puede hablar de una superficie de deslizamiento.

Imagen 2: Deslizamiento producido por la saturación del suelo. Además puede


observarse la inclinación de los árboles respecto de la vertical, lo que hace pensar
que se está ante la presencia de creep.

Existen dos clases de deslizamientos: el estacional, que afecta solo a la


corteza superficial de la ladera que sufre la influencia de los cambios climáticos en
forma de expansiones y contracciones térmicas o por humedecimiento y secado, y
el masivo, que afecta a capas de tierra más profundas, no interesadas por los

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efectos ambientales y que, en consecuencia, solo se puede atribuir al efecto
gravitacional. El primero en mayor o menor grado siempre existe, variando su
intensidad según la época del año; en cambio el segundo los movimientos son
prácticamente constantes.

El fenómeno es más intenso cerca de la superficie, la velocidad de movimiento


ladera debajo de un creep típico puede ser muy baja y rara vez se excede la de algunos
centímetros al año.
El fenómeno se pone de manifiesto a los ojos del ingeniero cuando nota que los
árboles y postes están inclinados respecto de la vertical, cuando se evidencian
agrietamientos o escalonamientos en el talud.

Figura 1: Indicadores que indican la presencia de un movimiento superficial (creep)

El fenómeno es más intenso cerca de la superficie, la velocidad de movimiento


ladera debajo de un creep típico puede ser muy baja y rara vez se excede la de algunos
centímetros al año.

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3.2. Movimiento del cuerpo del talud

Puede ocurrir en taludes movimientos bruscos que afecten a masas


considerables de suelo, con superficies de falla que penetran profundamente en su
cuerpo, interesando o no al terreno de fundación. Se considera que la superficie de
falla se forma cuando en la zona de su futuro desarrollo actúan esfuerzos cortantes
que sobrepasan la resistencia al corte del material; a consecuencia de ello sobreviene
la ruptura del mismo, con la formación de una superficie de deslizamiento a lo largo de
la cual se produce la falla.

Estos fenómenos se los denomina “deslizamientos de tierras” y puede


estudiarse dos tipos bien diferenciados.

3.2.1. Falla Rotacional

En el primer lugar se define una superficie de falla curva, a lo largo de la cual


ocurre el movimiento del talud. Esta superficie forma una traza con el plano del papel
que puede asimilarse, por facilidad y sin mayor error a una circunferencia, aunque
pueden existir formas algo diferentes, en la que por lo general influye la secuencia
geológica local, el perfil estratigráfico y la naturaleza de los materiales. Estas fallas son
llamadas de rotación.

Este tipo de fallas ocurren por lo común en materiales arcillosos homogéneos


o en suelos cuyo comportamiento mecánico esté regido básicamente por su
fracción arcillosa.

En general afectan a zonas relativamente profundas del talud, siendo esta


profundidad mayor cuanto mayor sea la pendiente.

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Las fallas por rotación se denominan según donde pasa el extremo de la masa
que rota. Puede presentarse pasando la superficie de falla por el cuerpo del talud (falla
local), por el pie, o adelante del mismo afectando al terreno en que el talud se apoya
(falla en la base). Cabe señalar que la superficie de este último tipo de falla puede
profundizarse hasta llegar a un estrato más resistente o más firme de donde se
encuentra el talud, provocando en este punto un límite en la superficie de falla.

Figura 2: Nomenclatura de una zona de falla.

Figura 3: Distintos tipos de falla.

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3.2.2. Falla Traslacional

Estas fallas por lo general consisten en movimientos traslacionales importantes


del cuerpo del talud sobre superficies de falla básicamente planas, asociadas a la
presencia de estratos poco resistentes localizados a poca profundidad del talud. La
superficie de falla se desarrolla en forma paralela al estrato débil y se remata en sus
extremos con superficies curvas que llegan al exterior formando agrietamientos.

Los estratos débiles que favorecen estas fallas son por lo común de arcillas
blandas o de arenas finas o limos no plásticos sueltos. Con mucha frecuencia, la
debilidad del estrato está ligada a elevadas presiones de poro en el agua contenida
en las arcillas o a fenómenos de elevación de presión de agua en estratos de arena
(acuíferos). En este sentido, las fallas pueden estar ligadas también al calendario de las
temporadas de lluvias de la región.

Las fallas del material en bloque, muchas veces están asociadas a


discontinuidades y fracturas de los materiales que forman un corte o una ladera
natural, siempre en añadidura al efecto del estrato débil subyacente.

Las fallas de una franja superficial son típicas de laderas naturales formadas por
materiales arcillosos, producto de la meteorización de las formaciones
originales. Se suelen provocar por el efecto de la sobrecarga impuesta por un
terraplén construido sobre la ladera. En estas fallas el movimiento ocurre casi sin
distorsión.

Figura 4: Falla de base.

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Figura 5: Falla limitada por un estrato firme.

En bloque.

Falla en bloque propiciada por la estratificación del terreno natural.

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Desprendimiento superficial

Figura 6: Tipos de fallas tranlacionales.

3.3. Flujos:

Se refiere este tipo de falla a movimientos más o menos rápidos de una parte
de la ladera natural, de tal manera que el movimiento en si y la distribución
aparente de velocidades y desplazamientos se asemeja al comportamiento de un
líquido viscoso.

La superficie de deslizamiento o no es distinguible o se desarrolla durante un


lapso relativamente breve. Es también frecuente que la zona de contacto entre la parte
móvil y las masas fijas de la ladera sea una zona de flujo plástico.

El material susceptible de fluir puede ser cualquier formación no consolidada, y


así el fenómeno puede presentarse en fragmentos de roca, depósitos de talud, suelos
granulares finos o arcillas francas; también son frecuentes los flujos en lodo. El flujo
en materiales relativamente secos comprende en primer lugar a los fragmentos de
roca, desde los muy rápidos (avalancha) hasta los que ocurren lentamente. Afecta a
grandes masas de fragmentos y suelen ser de catastróficas consecuencias. En segundo
lugar se puede encontrar deslizamientos producidos por la licuación de la estructura de
los loess, asociado muchas veces a temblores.

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Los flujos de tierra (materiales no demasiados húmedos) generalmente
ocurren al pie de los deslizamientos del tipo rotacional en el cuerpo del talud. Por
lo común estos deslizamientos retienen a la vegetación original, así como la
estratigrafía y aspecto general de la formación en la que ocurrió el
deslizamiento.

Los flujos de tierra de suelos granulares finos son típicos de formaciones


costeras y se asocian generalmente a la erosión marina y a fluctuaciones repetidas
de la presión de poros debido a la ascenso y descenso del nivel de agua con las mareas.
Se originan con procesos análogos a la licuación.

En los flujos de lodo, el deslizamiento ocurre en materiales finos con muy alto
contenido de agua. La forma típica del deslizamiento es análoga al avance de un glaciar
y la velocidad de desplazamiento puede variar desde unos pocos centímetros por año
hasta la correspondiente a deslizamientos catastróficos. En los flujos lentos es común
que en la velocidad del movimiento influyan las variaciones estacionales del clima, en
tanto que los flujos rápidos suelen seguir épocas de violenta precipitación pluvial.

Los flujos de lodo muy rápidos se presentan muchas veces en laderas de las que
se ha removido la cobertura vegetal por alguna razón comenzando en muy modestas
proporciones y creciendo rápidamente transportando el suelo sobre el que pasa,
formándose auténticos ríos de lodo.

4. Cálculo de la estabilidad

La naturaleza y la homogeneidad de los materiales constitutivos son básicos para


plantear y definir el problema de la estabilidad de un talud en cualquiera de sus
múltiples aspectos.

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El ingeniero, como es en él usual, analiza estos problema tratando de extraer los
suficientes conocimientos de carácter general como para poder establecer un modelo
matemático en el que el analizar la estabilidad sea una simple cuestión de lápiz y papel y
aplicación de tal o cual procedimiento matemático o secuencia de cálculo algebraico.

Los métodos de cálculo, para definir la estabilidad, establecen un mecanismo


cinemático de falla, extraído naturalmente de la experiencia, con base en el cual se
analizan las fuerzas tendientes a producir el movimiento como fuerzas de gravedad,
filtración, presión de agua, etc.(fuerzas motoras), las cuales se han de comparar por
algún procedimiento con las fuerzas que son capaces de desarrollarse y que tienden a
que el mecanismo de falla no se produzca como resistencia del terreno, raíces y otras
(fuerzas resistentes). Es decir que la estabilidad se entiende como la seguridad de una masa
de tierra contra la falla o el movimiento. Así todos los métodos de cálculo en boga están
ligados a un mecanismo cinemático de falla específico, por lo que solo serán aplicables a
aquellos problemas de estabilidad en que la falla sea del tipo que se considera.

El propósito del cálculo de la estabilidad se centra en dos temas principales. El


primero es determinar la resistencia media al corte “s” de los suelos a partir de
deslizamientos ya producidos. El segundo punto a tratar es la determinación del
coeficiente de seguridad “F” que define la estabilidad del talud.

4.1. Cálculo de “s” a partir de deslizamientos ocurridos

Durante la construcción, suelen a veces producirse roturas locales de los taludes


de desmontes o de terraplenes. Dichas roturas indican que el valor medio de la
resistencia mínima al corte ha sido sobrestimado y estos deslizamientos ofrecen una
oportunidad excelente para valorar la resistencia mínima real, y evitar nuevos
accidentes en la obra cambiando el proyecto en función de los nuevos datos.

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El procedimiento a seguir consiste en determinar por medio de perforaciones
o excavaciones, la posición de la superficie de deslizamiento, computar los pesos de las
distintas partes de la masa que tendió a producir o a oponerse al deslizamiento, y
calcular la resistencia media al corte s del suelo que resulta necesaria para satisfacer las
condiciones de equilibrio.

El método que se utiliza para determinar la resistencia media al corte de los


suelos, en función de los datos que se pueden obtener de deslizamientos ocurridos
viene ilustrado por la siguiente figura:

Figura 7: Equilibrio de fuerzas en un deslizamiento producido.

Por medio de mediciones en el terreno, se obtiene la profundidad Zc de


las fisuras de tracción y de la forma de la superficie de deslizamiento. La línea de
deslizamiento se sustituye luego por un arco de círculo de radio r y de centro en O.
Planteando sumatoria de momentos alrededor del punto O se obtiene:

Despejando S:

W1: peso de la masa de suelo situado a la derecha de la línea punteada


W2: peso de la masa de suelo situado a la izquierda de la línea punteada

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4.2. Taludes en arena seca sin cohesión

Un talud de arena limpia es estable cualquiera sea su altura, siempre que el


ángulo β entre el talud y la horizontal sea igual o menor que el ángulo de fricción
interna Ø de la arena en estado suelto. El coeficiente de seguridad del talud con
respecto a su deslizamiento puede expresarse por la relación siguiente:

Cualquiera sea su altura, la existencia de taludes con ángulos de inclinación


mayores de Ø es una imposibilidad en caso de arenas limpias.

4.3. Taludes en suelos puramente cohesivos

La resistencia media al corte s de la superficie potencial de deslizamiento de una


arcilla blanda homogénea saturada bajo condiciones no drenadas (Ø=0) es
aproximadamente a la mitad de la resistencia a la compresión simple qu de la arcilla.
A este valor se lo denomina cohesión c.

Conocido c, la altura crítica Hc de un talud con ángulo con ángulo de inclinación


β puede expresarse por la ecuación siguiente:

En esta ecuación, el coeficiente de estabilidad Ns es un número sin dimensiones


cuyo valor depende solo del ángulo β del talud y del factor de profundidad nd que
expresa la profundidad a que la arcilla descansa sobre una base firme.
Según esta figura la rotura de todos los taludes con un ángulo mayor a 53º se
produce por un círculo de pie. Si β es menor de 53º, el tipo de rotura depende del valor
del factor de profundidad nd, y para valores bajos de nd, también del ángulo β del talud.
Si nd es igual a 1 la rotura del talud se produce por un círculo de talud, y si nd es
mayor que 4, el talud se desliza por un círculo del punto medio, tangente a la base
firme, cualquiera sea el valor de β. Para valores intermedios, la rotura se produce por

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un círculo de talud si el punto que representa los valores de nd y β se halla por encima
del área sombreada de la figura. Si el punto se halla dentro del área sombreada el círculo
crítico es un círculo de pie.

Por último, si el punto se encuentra debajo de dicha área, el talud rompe por un
círculo del punto medio tangente a la base firme.

Figura 8: Relación para material sin fricción entre el ángulo del talud β y el
coeficiente de estabilidad Ns.

4.4. Taludes irregulares en suelos no uniformes. Método de las fajas

Si el talud tiene una superficie irregular de modo que no puede ser


representado por una línea recta, o si existe la posibilidad de que la superficie
de deslizamiento pase a través de varios materiales con diferentes valores de cohesión
(c) y del ángulo de fricción interna (Ø), la estabilidad se puede analizar
convenientemente utilizando el método de las fajas.

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Figura 9: Relaciones geométricas para una superficie circular y diagrama de
cuerpo libre de una faja.

De acuerdo con este procedimiento se elige un círculo tentativo y la masa deslizante


se subdivide en un número de fajas verticales. Cada faja está solicitada por su propio peso
W y por las fuerzas de corte T y normales E en sus caras laterales, y por un conjunto de
fuerzas en su base que son la fuerza de corte S y la normal P. Las fuerzas que actúan en
cada faja deben satisfacer las condiciones de equilibrio. Las fuerzas T y E dependen de la
deformación y de las características tenso-deformación del material que desliza. Como no
pueden ser evaluadas rigurosamente, por simplificación se suponen iguales a cero. Además
de ésta hipótesis se supone que existe un estado plano de deformaciones y la presión de
poros es nula.

El equilibrio del conjunto de la masa deslizante requiere que:

Si s es la resistencia unitaria al corte a lo largo de l, resulta:

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y por lo tanto:

de lo cual se deduce:

La resistencia unitaria al corte s está determinada por la ecuación

Donde p es la tensión normal que actúa en la superficie de deslizamiento l. Para


evaluar p se debe considerar el equilibrio vertical de la faja, de la cual se obtiene:

Por lo tanto

Y de donde

Si de llama:

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Resulta:

La última ecuación que produce el coeficiente de seguridad F para el círculo


tentativo que se está analizando, contiene en el segundo miembro la cantidad m α que es a
su vez una función de F. Por esto la ecuación debe resolverse por aproximaciones sucesivas
en las cuales se adopta un valor F = F1, que se usa en el cálculo de mα para el cálculo de F.
Si el valor de F difiere en forma significativa de F1, el cálculo se repite. La convergencia es
muy rápida. Los cálculos se facilitan utilizando el siguiente gráfico, del cual se pueden
obtener los valores de mα.

Figura 10: Abaco para evaluar el coeficiente mα.

Teniendo en cuenta que los cálculos se refieren solamente a un círculo tentativo, estos
deben repetirse para otros círculos hasta obtener el mínimo valor de F.

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4.5. Método de las fajas en presencia de presión de poros

En general, el talud suele estar parcialmente sumergido y además se desarrollan


presiones de poros a lo largo del círculo tentativo. La magnitud de estas presiones depende
de las condiciones del problema. En algunos casos éstas pueden ser estimadas por medio
de una red de filtración, por medio de ensayos de suelo o en base a observaciones
realizadas en el terreno. Si el nivel de la superficie del agua se denota por A-A, el peso W
de la faja se puede escribir como:

en el cual Wa es el peso de la parte de la faja situada encima de A-A, W es el peso de la


parte situada por debajo de A-A y z.b.γw es el peso de un volumen de agua igual al de la
porción sumergida de la faja.

Figura 11: perfil transversal en presencia de la napa freática.

Si toda la faja está situada debajo del nivel freático, el peso del agua situada encima de la
faja debe ser incluido en la expresión z.b.γw. La presión de poros en el punto medio o de la
base de la faja es igual a z.γw+u, donde u es la sobrepresión de poros con respecto al nivel
externo del agua. Si el nivel del agua externo A-A está ubicado por debajo de o’ en la base
de la faja, la presión de poros en o’ es h/γw, donde h es la altura hasta la cual el agua sube

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en un piezómetro en o’. Si la presión de poros se debe a capilaridad, h es negativa.

Figura 12: Equilibrio de fuerzas de una faja típica.

Teniendo en cuenta que las fuerzas que actúan sobre una faja están en equilibrio, éstas
pueden ser representadas por un polígono de fuerzas.

Figura 13: Polígono de fuerzas y composición vectorial de las fuerzas despreciando T y E.

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La fuerza normal P consta de una componente efectiva P’, de la fuerza ul causada por la
sobrepresión de poros, y de las fuerzas z.l.γw causada por la presión hidrostática del agua
con respecto a A-A. La resistencia t a lo largo de la superficie de deslizamiento es igual a:

De donde:

El equilibrio de momentos de todo el deslizamiento con respecto al centro del círculo


tentativo requiere que:

Teniendo en cuenta que el agua situada debajo del nivel A-A esta en equilibrio resulta:

De donde se obtiene:

El valor de F de esta última ecuación depende de P’, que puede ser determinado
para cada faja por medio de un polígono de fuerzas (Figura 13). Si la superficie de
deslizamiento es circular, la influencia de las fuerzas T y E entre fajas es relativamente
pequeña y P’ puede comúnmente evaluarse con suficiente aproximación en la hipótesis de
que las fuerzas T y E son iguales a cero. El polígono de fuerza se reduce entonces a la Figura
13, con lo cual:

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y

De donde:

Reemplazando ecuación en (1) se obtiene:

Esta última ecuación también debe resolverse con aproximaciones sucesivas porque el
coeficiente de seguridad F está contenido en la expresión de m α que aparece en el segundo
término de la misma. Se puede notar que la influencia de nivel de agua externa resulta
totalmente incluida utilizando el peso sumergido Wb y que la sobrepresión de poros u se
calcula para la base de cada faja como se explica al plantearse la ecuación del peso de la
faja al principio del desarrollo de la demostración.

Si se desea calcular el coeficiente de seguridad F utilizando las fuerzas T y E entre las fajas,
la exactitud obtenida no supera del 10 al 15% y el esfuerzo adicional a realizar usualmente
no se justifica.

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CONCLUSIONES

 Los factores determinantes de los deslizamientos son los materiales blandos, las
fuertes pendientes, el mal manejo de las aguas superficiales y subterráneas y por
último la sobre carga del talud por construcciones.
 Lo costos de un proyecto van directamente relacionados al material a remover en
un talud y por lo tanto al ángulo del talud.
 Los taludes constituyen una de las estructuras ingenieriles que exigen mayor
cuidado por parte del proyectista.

BIBLIOGRAFIA WEB

 https://es.wikipedia.org/wiki/Sistema_Unificado_de_Clasificaci%C3%B3n_de_Suel
os
 https://es.slideshare.net/a17045o/mecanica-de-suelos-en-la-ingenieria-
practicakarl-terzaghi-y-realph-b
 https://es.slideshare.net/antuanets/mecanica-desuelos-peter-l-berry
 http://www.fceia.unr.edu.ar/geologiaygeotecnia/Estabilidad%20de%20Taludes.p
df

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