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Qué esta pasando con la maternidad hoy? Qué es lo que miramos y cómo
miramos este proceso? Por un lado tenemos las estadísticas que nos dicen en
qué segmentos se divide la población de embarazadas hoy en día, y por otro lado
tenemos el encuadre que nos proporciona la Psicología Holística y que nos va a
servir para "leer" esas estadísticas -y para todo lo demás-. Veamos entonces las
estadísticas de noviembre del 2003 que nos indican los siguientes índices
poblacionales de embarazo:
Establecimientos estatales y
privados
ESPIRITUAL
LOS DISTINTOS CUERPOS
FÍSICO
MENTAL
EMOCIONAL
EMOCIONAL
MENTAL
FÍSICO
ESPIRITUAL
2
SOCIEDAD
COMUNIDAD
FAMILIA
PAREJA
EMBARAZAD
A
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De modo que, en primer lugar, vamos a dar una serie de pautas acerca de
qué cosas nos importa mirar de una embarazada para intentar un primer
acercamiento a esa totalidad de la que hablamos. Veamos:
aprender básico
1°Fase individual
instintiva
0 A 21 AÑOS
tener
2°fase indiv.
Personal relacional
21 A 42 AÑOS
enseñar
3° fase comunitaria
relacional
42 A 63 AÑOS
donar
4° fase comunitaria
humanistica
63 A 84 AÑOS
Como vemos cada etapa vital está signada por un tipo de experiencia
peculiarmente distinta a las demás, y este cuadro puede aún ser complejizado si
pensamos que cada cuadrante, a su vez, se divide por septenios. A nivel global,
debemos tener en cuenta que en nuestra cultura las personas luchan por
pertenecer -o por aferrarse- al cuadrante del Tener (el que va de los 21 a los 42
años), y esto lo vemos en las costumbres -pero también en el lenguaje- de un
sector de la población que define políticas de consumo; o sea: las cosas que se
deben usar o las que se deben hacer y que, juntas, implican un "tener".
EL PROBLEMA DE LA CONCIENCIA
Ahora bien, este Genograma puede y debe ser enriquecido con el análisis
-aportado por la Psicología Humanística- de cómo se estructura la conciencia del
ser humano, entendiendo como "conciencia" a todo aquello que yo se dé mi
mismo, lo que defino como propio de mi ser, de mi individualidad. Pero, como
todas sabemos, también existe un capa inconsciente que va cobrando forma
desde el útero de la madre: el bebé vive situaciones que van configurando este
inconsciente, situaciones que no necesariamente luego recuerda y que -si más
adelante inicia un trabajo de análisis- el terapeuta va sacando a la luz mediante los
recursos propios del psicoanálisis (sueños, asociaciones libres, etc.). Y aunque
para muchos aquí se acaba la historia, quienes seguimos las enseñanzas de Jung
respecto del problema de la conciencia, sabemos que todavía hay sucesivas
capas de lo que él llamo Inconsciente Colectivo: un territorio de ideas e imágenes
compartidas por la humanidad toda, una suerte de acervo común de recuerdos,
mitos y arquetipos ancestrales que a todos nos llega por herencia genética y que
es como el sueño compartido de la especie.
EL ESPECTRO DE LA CONCIENCIA
Para analizar lo que "baja" hacia la conciencia desde las capas del
Inconsciente Personal, Familiar y Comunitario, debemos tomar en consideración
de 2 a 3 generaciones pasadas, y ver cómo se transmiten ideas, creencias y
costumbres, tanto en el nivel familiar como en el de las etnias a las que estas
familias pertenecen o han pertenecido en el nivel comunitario (capa para la que
tomamos en consideración de 100 a 200 años de experiencias históricas). Para la
capa del IC Social tomamos en cuenta, por ejemplo, todo el siglo XX, y cuando
pasamos al estadio del IC Filogenético tomamos en cuenta todo lo que la persona
hereda en tanto pertenece a una determinada raza. Y por último, tal como se
observa en el cuadro, hay diferentes disciplinas que se ocupan de trabajar cada
una de estas capas, y asimismo hay distintos abordajes posibles según sea el
nivel del IC que se desee o necesite trabajar.
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Por el contrario, nosotras creemos que lo que sucede es que no existe una
cabal comprensión del fenómeno y que, en todo caso, lo que infantiliza a la mujer
es este enfoque que la "fija" a un estado de conciencia que es el habitual de todos
los demás seres humanos. La embarazada pasa por diversas alteraciones de la
conciencia, lo que Ken Wilber llama estados ampliados de conciencia que
suponen la posibilidad de activar lo que nosotras llamamos núcleos progresivos
-por ser todo lo contrario a regresivos-. Cuando estos núcleos progresivos se
activan, la crisis que todo embarazo supone se trasmuta en una oportunidad
especialísima para el desarrollo de las potencialidades de la mujer (y, en este
sentido, todos los niveles dan maduración, claridad, tranquilidad).
Claro que no sólo la mujer tiene esta chance, sino que durante el período
del embarazo también se debe tener en cuenta al varón que está accediendo a su
paternidad. Y esto en un doble sentido. Por un lado no debemos olvidarnos de
que, aún cuando la mujer haya decidido comenzar y continuar su embarazo en
soledad, siempre -en algún momento- ha existido un hombre: pero inclusive, y
más importante que ello, es que no podemos permitirnos soslayar -como pretende
cierto feminismo ultramontano- la "función padre". Por otro lado, tampoco
debemos caer en ciertas versiones edulcoradas en las cuales la oportunidad/crisis
para el hombre se reduce a una extrema sensibilización. Hay que tener mucho
cuidado con ese imaginario en el cual el hombre está pegado como un sticker
sobre la panza de su compañera mientras de fondo se escucha el Adagio de
Albinoni. No: si cuando la mujer accede a ser madre representa la energía
centrípeta, el adentro, el hombre es el afuera, la energía centrífuga, y para él el
embarazo debe ser un momento de fortísima conexión con el mundo externo.
Pero veamos cada grupo por separado y analicemos -por un lado- lo que
les ocurre en cada uno de los distintos cuerpos y, por otra parte, veamos también
cómo inciden en cada grupo aquellas pautas que veíamos al principio
(deseo/aceptación, cómo atraviesan el embarazo, parto y postparto). Y, finalmente,
veremos también nuestra propia posición como instructoras frente a las
problemáticas específicas de cada grupo, y qué decisiones y/o abordajes se hacen
necesarios cuando la intervención promete más desfazajes que encuentros.
Entonces, al nivel del cuerpo emocional, nos encontramos con una actitud
negadora y esta negación en algún momento hace eclosión, y habitualmente lo
hace en el postparto. En el postparto las adolescentes pasan invariablemente por
la tristeza puerperal y no es infrecuente que inclusive lleguen a la depresión
postparto -y, en los casos más graves, a la psicosis postparto-. Un escenario
habitual es que la abuela se hace cargo masivamente del bebé como si fuera su
hijo, y lo cría como si fuera un hermano más de la reciente madre cuando -en
realidad- la adolescente tuvo un hijo y no un hermano. En este escenario, la
adolescente vuelve al secundario, retoma su noviazgo y sus amistades y circuitos
habituales de salidas, mientras que la abuela la alivia de la tareas propias de una
madre y, de ese modo, queda revitalizada por el nieto. Es un verdadero pacto de
huida: la adolescente no quiere ser madre y la madre de la adolescente no quiere
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ser abuela; entonces la abuela joven hace de madre y la madre joven hace de
hermana del bebé.
Solas: Este es un grupo donde las mujeres suelen haber buscado muy
activamente quedar embarazadas y donde, por lo tanto, el deseo habitualmente se
halla aumentado. Por lo general, lo hacen de los 30 años en adelante cuando la
barrera biológica les hace sentir que están jugadas (y mucho más de los 35 años
en adelante). Estas son embarazadas que tienen un aumento de conexión con su
cuerpo físico -al que veneran como un templo- pero necesitan elaborar los motivos
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Por ejemplo: si por indicación médica "hay que" tener relaciones y salir corriendo a
la clínica, pues sencillamente lo hacen pasando por encima del deseo, del amor,
del encuentro con la pareja, de lo que sea. En los grupos de embarazadas, ellas
avasallan a las demás mujeres y buscan una alianza de la coordinadora para ser
las elegidas del grupo. Anhelan lograr una especie de lugar de privilegio y no
pueden ver o interesarse por las otras compañeras: en estos casos conviene
darles un espacio aparte, un apoyo para volcar lo que les pasa. Y, aunque muchas
veces hacen relatos eternos plagados de términos difíciles -casi irreproducibles-,
ellas suelen tener mas información que nosotras y, en ese sentido, conviene
escucharlas y aprender -nosotras y el grupo- de lo que ellas traen. En el nivel
espiritual estos largos relatos movilizan en nosotras cuestiones que tienen que ver
tanto con la Ética como con la Bioética, como ser hasta qué punto vale la pena
avasallar tantas situaciones vitales a cambio de tener un hijo biológico y si, por
ejemplo, no sería mejor encarar una adopción. Nuevamente tenemos que ser
absolutamente honestas y, si no toleramos alguna de estas situaciones, debemos
derivar.
Bien, veamos ahora los resultados. "Una madre es": buena, abnegada,
amorosa, está siempre disponible, sabe escuchar, es exitosa, vidente, no deja de
ser mujer, moderna, trabajadora, sacrificial, amamanta a sus críos, tiene a su
propia madre como referencia, tiene pareja, es afectuosa, protectora, responsable
contenedora, integradora, compañera, manipuladora, mediadora, comunicativa,
comprensiva, auténtica, omnipotente, sexualmente activa, aguantadora, brinda
seguridad, sostén, cuidado, alimento, es facilitadora, proveedora, ejemplo, modelo,
primera responsable, culpable, desborda energía, madre = mártir, sagrada, santa,
virgen, origen, castradora, rígida, flexible, permisiva, persona.
¿Qué denso, no? Pues bien, este sería una suerte de arquetipo bastante
universal, presente al menos como "deber ser" en la matriz judeo-cristiana y se
despliega como mandato en una multiplicidad de culturas diferentes. Es muy
frecuente que una mujer cumpla con todos estos mandatos (porque ellos
-atención- susurran, por lo bajo, un paraíso de felicidad absoluta a cambio de tanto
sacrificio) para luego darse cuenta que no es en absoluto feliz. Todo esto se da a
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nivel del centro medio y se experimenta en toda situación no resuelta, y es por ello
que debemos revisar si a estos mandatos los estamos teniendo en cuenta en toda
su complejidad. Porque cuando decimos revisarlos, estamos hablando de todos
los niveles en que revisar el mandato es posible porque, amén de revisar en qué
medida nos exigimos estar a la altura de semejante bronce, también debemos
revisar si juzgamos o no a una mujer que -por ejemplo- haya dejado a sus hijos
con el padre para irse a vivir con el novio. También debemos tener en cuenta que
toda vez que no cumplimos con el modelo nos llenamos de culpa y que, si no
queremos que el deber ser se nos imponga, debemos cuestionarnos acerca de
qué tipo de mujer y de madre aspiramos a ser. De la respuesta que honestamente
le demos a esa pregunta, resultará una autenticidad necesaria no sólo para
nosotras mismas como personas sino que, además, es una autenticidad
indispensable en nuestra tarea como instructoras que se proponen ayudar a otras
mujeres en un tramo especialmente crucial de sus vidas.
EL DESPLIEGUE DE LA CONCIENCIA
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