Вы находитесь на странице: 1из 64

t:::::s

~
~
't:::::s
~ ~ CI'l
'<:::::> <:::::> o
~
(;I';¡
...
~
'o .~
:z
o
s
~
~
~
'O
....
...u g
~
;:i
~ ~
.",
~
< ~ «
el
~
'"
'CI.l
¡..,
<:::::>
~
~
<:::::> ~
;.
~ ~
u
Ü ~ ~ o '"

z
~
:::::: <
< ~
~ u
¡:
~ 8
t::;:)
<:::::>
~
~
. .
"
r

Planteamien to
&~probl~rl!ª_cJ.~I~_unidacLstel g~nerll narrativo lo tonnul6
ya a nes -del siglo pasado-un novelísta tan lúcido como Mau­
passant: «El crítico que después de Manon Lescaut, Pablo y Vir­
ginia, Don Quijote, Las relaciones peligrosas, Werther, Las afinidades
electivas, Clarisa Harlowe, Emilio, Cándido, René, ÚlS tres Mos­
queteros, Mauprat, PaPá Goriot, La prima BeUe, Colomba, Rojo y
negro, La señorita de Maupín, Nuestra Señora de París, Salamb6, Madame
Bovary, Adolfo, Sajo, etcétera, se atreva a decir: "Ésta es una
novela y ésta no lo es", me parece dotado de una perspicacia
que se acerca mucho a la incompetencia,»
y añade luego: «Si Don Quijote es una novela, c'Rojo y negro
también lo es? Si Monle Cristo es una novela, ¿sucede lo mismo
con l' Assommoir? ¿Se puede establecer una comparación entre
Las afinidades elect1'vas, de Goethe, Los tres Mosqueteros,de Dumas,
Madame Bovary, de Flaubert, M, de Camor, de Feuíllet, y GermmaL,
de Zola? ¿Cuál de es~~ obras es una novela? ¿q~ále_~ son esas
~é)-_t.!!º.El~_.!:.c.:gl~ún las-cuales -u'ñ.¡ bístün<i' escrita debería
llevar otro nombre]? ¿De...dónde...vknen?,¿Qpién las ha esta­
blecido? ¿En virtud de qué principios, de qué--autoiídad y
de qué razonamientos?') '.
EI_2.ª-S_!Ldd..t!~!!l---RQ__I!2.__hª__ ~y'~~~do mucho a resolver el
P!o6felpa de la unídad deI.z.én~~!LnaJ'rÚí.yº.;,por"·er contrario,
pensemos que, a Ta--jjstá anterior, deben añadirse obras como
iRises, El proceso, James Bond contra Goldjinger, Eres una pecadora
o Rayuela. Evídentemente) la clara delimitación del género
resulta hoy mft:.s. 9ye .pro~Te~-¡(tlca-'---ya--ñing'úñ--úrtíco' 'cauto

1 Prólogo a Pierr~ ti Jean (181:17)'

9
..

se atreverá siquiera a mencionar las reglas de que hablaba novela como gé-nero imperialista, que incorpora constante­
Maupassant. En nuestro paia, muchos se han acogido a la mente a su comente nuevos ámbitos y perspectivas.
escéptica declaración de Camilo José Cela según la cual es Pero esto nos reenvia al problema del origen, por grande
novela el libro que así lo haga constar al comienzo. que sea la sencillez. y la falta de aparato erudito con que aquí
A la vez. que el de la unidad y muchas veces confusamente in­ queramos plantearlo. Como dice Michel Butor, <da novela
volucrado con él. se plantea hoy el problema de la crisis de la es una forma particular del relato. Éste es un fenómeno que
novela. En el ambiente literario español produjeron cierto rebasa considerablemente el' terreno de la literatura; es uno
efecto las declaraciones coincidentes de un novelista catalán de los elementos esenciales de nuestra aprehensión de la rea­
y un crítico madrileño supuestamente riguroso en el sentido lidad» s.
de que hada muchos años que nO leian novelas, pues, a partir Aceptemos tal punto de partida, por humilde que parezca,
de una determinada edad, (da novela ya no interesa». Claro gracias a su solidez y sensatez. En efecto, parece claro que la
es que no les interesa a ellos, que, con esta simple declaración novela surge en un terreno común con el cuento y que posee
quedan ya suficientemente caracterizados. El hecho que hemos puntos de contacto más o menos grandes con el folklore, la
mencionado, sin embargo, no es aislado. Se vuelve a insistir literatura de viajes, la epopeya y el mito. Algunos de estos
en la idea de fa novela como género despreciable, objeto de acordes pueden hoy seguir resonando junto a la refinada
consumo preferentemente femenino, escapismo de los autén­ melodía que es la actual narración. En efecto, si algunos cuentos
ticos problemas, etcétera. O se afirma que hoy ya no se es­ «apelan con tanta energia a ja imaginación de las gentes ad­
criben buenas novelas, sólidas ,y atrayentes, como en el siglo quiriendo perennidad tal, es porque su contenido apunta
pasado. Se proclama, am, que la novela está en crisis o, más de algún modo hada nexos de fascinante atracción para el
taxativamente, que ya ha muerto. ¿Cuándo sucedió esto? espíritu humano, y deben remitirse, por consiguiente, al campo
Algunos curiosos estudios franceses nos muestran que 10 mis­ de 10 mítico, donde la creaci6n poética radica» +. Sin esta
mo exactamente se decía en la segunda mitad del siglo XIX, presencia subterránea del mito no se podría eXT,licar, por
en la época de Flaubert, Maupassant~ Zola ... y no hace ejemplo, el deslumbramiento mundial ante Ciro aiio~ de soLedad,
falta ser muy erudito para hallar diatribas (por razones mo­ de García Márquez. Y tantas novelas mediocres se benefician
rales o literarias) contra la novela española en esa misma de la permanente fascinación que ejerce sobre el eS'l,íritu hu­
época. mano el tema del viaje.
Admitamos el término: crisis, sí, pero como sinónimo de Tenemos, pues, encuadrada a )a novela dentro del marco
expansión y enriquecimiento, no de decadencia o muerte. del relato. Tal como hoy la entendemos (históricamente. por
Un género líterario que intente refic;jar la realidad del mundo supuesto, no ha sido así) es una narración en prosa. Y se distingue
actual. ¿podrla no estar en crisis? Esta es la hipótesis de que del cuento por su carácter duralÍvo, consecuencia ínevita ble
partimos para nuestro trabajo y que sólo a lo largo del mismo de la diferencia de extensión.
adquirirá cierta dosis de verosimilitud. ya que no -eso seria Como todo chist'e o anécdota que narramos, la novela busca,
imposible- de matemática certeza. primariamente, interesar al oyente o lector y divertirle.
Creemos bAsícamente -y no sería dificil acumular tes­ Para conseguirlo se basa, ante todo, en la novedad de la
timonios de tipo sociológico a favor de ello- que la novela , historia narrada, «Novela» deriva de «novella» = las cosas
es el género predominante en nuestro siglo: expresa hoy, según " , nllevas, las nuevas historias. (Esta es la definición clásica de
Albérts, lo que en otro tiempo fue patrimonio de la "epopeya,
la crónica, el tratado moral, la DÚstica y, en parte, la poesia 2,
Es lo mismo que nos dice Vargas Llosa con su metáfora de la • Micl,eJ Butor, Sobrs (ilnatura, 1, Barcelona, Seí)( Barral (Bibliolrca
Breve), '~,. ed .. /967, pág. 7.
• Franci.co Ayala, La estr¡¡ctura nalTaliv(f. Madrid, TaUTU& (Cuadernos
l R. M. Albére~, HiSloírt du RDm(lJl Modlrnl. Paris, Albín Michd, /962 , pág 7· Taurus), 1970, pág. 66.

10 11
..

,
Goethe y el punto de partida para la reflexión de Ortega.) cuento, quien, como tal narrador, se incluye dentro de la es­
Desde este punto de vista resulta graciosa la denominación de tructura narrativa en una posición básica; tanto, que ese mismo
un movimiento francés actual: «nouveau romam>, esto es, cuento, contado por otro, será ya otro cuento».
nuevas novedades. Pero el tiempo desgasta las escuelas y las La historia puede tener una base real. Pero lo que importa,
denominaciones, igual que los tratamientos de cortesia '. Se en definitiva, es el libre navegar de la imaginaci6n del narrador,
ha hablado ya de un (<nouveau nouveau roman>t, y la repetición abriendo caminos por los que circularán luego las imaginaciones
puede continuar hasta el infinito. ' de sus lectores.
Este punto de partida elemental desaparece rapidisimamen te. Nuestra curiosidad se ve atra!.da, ante todo, por lo extraor­
Lo que despierta la curiosidad no es ya la historia en sí, sino dinario: el narrador presentará a nuestros ojos sucesos inespe­
la forma de narrarla, el modo má.s o menos hábil con que un rados, ambientes inaccesibles, mundos maravillosos, personajes
narrador (hombre especialmente dotado para ello) evoca fuera de lo común ...
los personajes, presenta los ambientes, refleja las situaciones El niño sueña con las aventuras del caballero medieval
y nos conduce a lo largo de las diversas peripecias hasta la con­ o el pirata malayo. En los adultos., la novela sirve muchas veces
clusi6n. de escape y compensación a una vida gris, mon6tona, a un
La tradici6n nos presenta a ese narrador como un hombre trabajo no elegido: la mecanógrafa descansa con el baile
de cierta edad, que ha vivido y meditado mucho: permanece de alta sociedad y los hoteles lujosos; el estudiante encerrado
habitualmente en silenCio, pero alguna vez enhebra el largo entre sus libros, con la vida azarosa del agente secreto que posee
collar de sus recuerdos en una historia que todos escuchan un atractivo fisico irresistible o con las aventuras del playboy
con admÍración. internacional. No otro es el secreto del éxito de tanta literatura
De modo más o menos consciente, el narrador utilizará popular '.
toda una serie de recursos o procedimientos para mantener La radical extrañeza, sin embargo, acaba produciendo
viva la atención de sus oyentes: esto es lo que Wayne C. Booth indiferencia. El lector debe sentir que existe alguna relación
denomina (da retórica de la ficci6n»6. 0, si se prefiere, el estílo, entre esa historia que le cuentan y su propia vida.
en el sentido más amplío del término; o, usando la palabra Corremos aqul. el riesgo ,de la identificaci6n puramente
redescubierta por los formalistas rusos, la «poética>} de la sentimental, infantil, del lector con el «héroe», que impide toda
narraci6n. reflexión critica. Es lo característico -pero no exc1usivo- de la
Se incluyen aqul el tono, la perspectiva, la estructura del líteratura popular, de consumo, 'y contra lo que reaccionó el
relato, la limitaci6n o no del narrador. Y, ante todo, la actitud teatro de Bertolt Brecht. Pero en el fondo -seamos realistas­
que éste adopta con respecto a su propia historia. Como dice responde a una tendencia inevitable del ser humano. El secreto,
Francisco Ayala, el narrador, muchas veces, «procurará in­ como siempre, estará en la medida.
cluso, si ello es posible, presentarse como protagonista o, cuando Ya Thomas Hardy supo expresar muy claramente que «el
menos, testigo presencial de la acdón, con el fin de animarla problema del escritor es el de la forma de equilíbrar la balanza
y reforzar en su cuento la ilusi6n de verdad: la mimesis. Sus entre lo que no es habitual y lo que es corriente, de manera
oyentes suelen at.:eptar esta convención, y mientras se complacen que, mientras que por un lado se despierte el ínterés, por el
en escucharlo, saben disociar en su mente al hombre concreto otro se exponga la realidad)&. ,
que habla, Fulano de Tal, que es tan ameno, y al narrador del La relación entre el lector y la historia narrada puede ser
lejana y profunda, a un mismo tiempo: los sentimientos del
• Vid. Rafel Lapesa, Hisltlna de la Imglla tSpflM[a, Madrid, Escelicer,4.Aed., , Vid. Andrés Arnorós, Sociologla de una ROllela rosa, Madrid, Taunu (Cua­
pág. ~51. dernos Taurus), 1968.
• Wayne C. Booth. Thc Rethan, 01 Fution, Chicago. The Univenity ofChi­ • Apud. Miriam Allol, LBS n~oeli!las .1 la ,¡¡lVlla. Barcelona, Seix Barral
cago Press, 8. a ed., 1968. (Biblioteca Breve). '966, pág. 76.

12 13

protagonista encuentran un eco en nuestro corazón. Hay algo de las leyendas heroicas. La necesidad de una distraccí6n de
que tiembla dentro de nosotros cuando sus fuerzas flaquean tipo sentimental para llen<.tr el obligado ocio femenino. Las
o la fortuna le vuelve la espalda. cartas. Las memorias... En definitiva, el deseo de /ler claro el
Otras veces. la relaciÓn es mucho más pr6xima: ¿cabe mundo que nos rodea y la necesidad que lodos sentimos de
mayor deleite que ver vivir a un hombre parecido a nosotros, consuelo.
que viste ropas como las nuestras, pasea por calles que cono­ Desde el punto de vista retórico, es un género muy dificil
cemos bien y hasta hace las mismas extravagancias que algún de clasificar. Fue considerado tradicionalmente como una
vecino nuestro? prosificación de la épica o de la epopeya heroico-cómica. La
Nos gustaría saber cómo vivieron los hombres hace cin­ calificaci6n del Q,uijote, por ejemplo, fue durante muchos años
cuenta años, tres siglos: la novela hist6rica nos lo dice, con todo un dificil problema. Todavla Jovellanos y Fie1ding. en el siglo
el color y dramatismo que deseamos. Tenemos curiosidad por xvm, ven e! Q¡tijotecomo un poema. Incluso Valcra lo mantendrá:
saber c6mo vivirán nuestros bisnietos, ad6nde va el mundo, «en una narración poética, que tal es cualquier novela, aunque
cómo sed. dentro de cien años: las utopias y las novelas de ciencia­ en prosa esté escrita ...) j¡. Claro que Valera supone una «ano­
ficción nos 10 hacen ver, sin alejarnos nunca demasiado de malía literaría») 10,
nuestro momento actual, el único que en realidad nos interesa. Esta dificil retórica constituy6 un obstáculo importante
Nada más dulce (y amargo, a la vez) que revivir nuestra para el nacimiento de la novela moderna en España, según
infancia, el tiempo perdido ya definitivamente. Por eso leer han demostrado los estudios deJosé F. Montesinos 11.
a Proust puede ser una auténtica experiencia vital. Todavía los manuales más utilizados 12 siguen fieles a esta
Nada puede interesarnos más que enderezar de modo tradición. Pero ¿tiene esto algo que vereon la novela delsigl0 xx?
conveniente nuestra vida furura. Se ha hecho famosa la decla­ Tratemos de averiguarlo.
ración de Maurice Nadeau de que la novela que deje tal cual
al escritor y al lector es una novela inútil. Y ya Unamuno
-luego 10 veremO$- pretendia que su lector, al acabar la
novela, no fuera el mismo que la empez6. Este es el poder y la
grandeza de ]a novela contemporánea.
Buscamos en la novela salir de nosotros mismos, vivir en
otros, escapar a nuestros limites, multiplicar nuestra experiencia
vitaL Pero, en el fondo, leemos las historias de unos personajes
ficticios para llegar a conocernos mejor, para aprender a vivir,
para ser, más y mejor, nosotros mismos.
Todo esto (y mucho má.s) puede hacer una novela. Unas
veces predomina en ella la imaginación i otras, la forma na­
rrativa. Oscila entre realismo y ensueño, entre compromiso y
evasión, entre historia y utopia, entre testimonio social y bio­ • Valenl, Pasarst d, listo, en Olmu compl.tas, 1, Madrid, Aguilar, !l." ed.,
grafia intima. pág. 506.
,. JOli~ F. Montesinos, Va/mi o laftcciiin film, Madl'íd, Castalia, 2." ed., 1970.
En el nacimiento de la novela confluyen, entre otros, estos " ~:~pedahllcllle estos dus: InlruduN:i6" a una hirtoria de /0 novela en España en
elementos: un material narrativo de origen oriental (indio el Jig(u XIX, Valencia, Castalia, 19);-" )' CQJlurubriwlo y novdu. lúuayo sobre
y árabe). El mito. El folklore. La epopeya. La literatura reli­ el drscubrimien/o de la realidad española, Valencia, Castalia, 1960.
u Wolfgang Kayser, Int.,prtl¡¡.ión y I1.ndlirir d,. (a obra filtran'u, Madrid,
giosa y de viajes. La literatura burlesca medieval, oculta mu­ Credos (Biblioteca Románica Hispfmica), 3." ed" 1961. René Wellek y Austin
chas veces bajo la «(ermosa cobertura~~ aristocrática. La pro­ Warrcn. Teoría l¡¡m.lría, M¡¡drid, C.-eo.lus (l!iblimec., llománica Hispáníca),
sificación, para una burguesía ciudadana amante dd realismo, 3.- e<l., 1!l62.

14 15

VI

La novela del siglo xx.

Mundo inquietante

El mundo estable, tranquilizador, a la medida del hombre,


es hoy sólo un (¿bello?, ¿nostálgico?) recuerdo. Ha cambiado
el mundo y ha cambiado la novela. Pocas imágnes me parecen
tan simbólicas de este cambio como la que nos ofrece el cuento
l:J perseguidor, deJulio Cortázar: para el músico de jazz, el mundo
aparece lleno de agujeros, colándose a sí mismo ...
¿Qué ha sucedido en estos setenta años para que nuestra
imagen del mundo sea esencialmente inquietante? Un cas­
tizo diría: «Casi ná... ) Recapit.ulemos, a efectos pedagógicos:
el maquinismo. Las computadoras y cerebros electrónicos.
La «rebelión de las masu». Unos americanos en la Luna.
Fidel Castro en Cuba. La bomba atómica. La persecución
de los judlos. Dos guerras mundiales. La China de Mao. Un
concilio y el «aggiornamento» de la Iglesia. Vietnam. El exis­
tenciaJismo. Los «beatnick.!m, los «híppies», etcétera. La for­
mación de los dos bloques. El tercer mundo. El «boom» demo­
gráfico y la pUdora «anti-baby». La «(primavera de Praga».
Hitler, Stalin, los Kennedy, Juan XXI1I, Che Guevara, De
Gaulle... Después de todo esto, ¿podria ser la novela actual
como la del siglo XIX?
Hechos menos espectaculares, pero igualmente impor­
tantes, son la sustitución de una comunidad reügiosa por el
ateismo masivo, de una comunidad social jerárquica por
la lucha de clases.
Han quebrado concepciones básicas; el racionaullmo es
sustituido por un vitaüsmo que, manifestándose en formas

49

diversas> es una de las claves esenciales de nuestro siglo: «La Ha muerto la tradición, han quebrado las creencias «a
razón pura no puede reemplazar a la vida» (Ortega). «No priori~. Se parte del hecho de que cada ser tiene en su vida
acepto la razón. Me rebelo contra ella. Todo lo vital es irracio­ su verdad individual, su única norma de conducta. La
nah> (Unamuno). «En cuanto a mí, yo sé que la vida, la vida frase de Gide constituy6 un verdadero lema revolucionario:
sola, es la clave del universo ... Todo lo demb es secundario), (cNatanael, tira ese lihro.» Es decir: busca tu propia verdad.
(D. H. Lawrence). Papini ha anunciado el crepúsculo de losfiló. El ideal humanístico de vída, esa visión optimista y autosu­
sojas, para acabar proclamando con suficiencia: «Licencio la ficiente de la cultura que solia ejemplificarse en las univer­
610s06a.» Y Cortázar. por medio de su portavoz Persio: «No sidades alemanas herederas del Goethe más sereno, ha comen­
cree Persio que lo que esté ocurriendo sea racionaüzable; no zado a ser arqueologia l. Los jóvenes rechazan en bloque los
lo cree asi.» valores culturales que los mayores pretenden transmitirles,
Frente a la tranquilidad burguesa, se impuso en muchos por medio de las instituciones educativas, y buscan «otro
escritores y mi norias intelectuales el gusto por la aventura: mundo» menos corrompido.
«Que! beau mor, I'aventure.,' (Oide). En sus diversas formas: El hombre se entrega ahora a la existencia inmediata,
politica (Malraux), geográfica (T. E. Lawrence), estética a la pura existencia: «(Hasta ahora, el hombre habia organizado
(Cuturismo, surrealismo, Cocteau), metafIsica (Psichari, Saínt­ su propio círculo bajo la influencia de un mundo invisible.
Exupéry). ¿Adónde lleva -nos preguntamos hoy- esa aven­ El reino de Dios o la razón universal gobernaban su existencia
tura? Su misma idea parece en cierto modo el sueño romántico y le indicaban un objetivo; es ahora cuando, por primera vez,
de un adolescente. , el hombre pertenece a la existencia inmediata» 2.
La ciencia ha amenazado con destmir a la religión. Lo Esa liberación, en un primer momento, pudo parecer
frecuente hoy no son los ateos angustiados, problemáticos, fuente de alegrías nuevas. En realidad, desemboca en una
sino agnósticos tranquilos y -hasta cierto punto- felices. visión trágica de la vida que Unamuno ha sabido expresar
Las ciencias particulares parecieron llegar muchas veces a (de ah! su vigencia universal) con fuerza impresionante. La
resultados opuestos. Se han hecho cada vet más especializadas: vida aparece en la novela de nuestro tiempo como algo esen­
hoy una sola persona no puede abarcarlas todas a la vez, ni una cialmente en tensión, contradictorio. Más aún: como decep.
de ellas en 8U totalidad. sino una parcela cada vez más reducida. ción y fracaso, como náusea como algo sin sentido: ~(L'espoír
El conocimiento ya no está a la medida humana. Desaparece rait mah> (Sartre). «El mundo es una serie continua de sufri­
asi un sueño de todas las épocas, el ideal del hombre sabio que mientos desconocidos» (Guido Piovene). Se pone en cuestión
puede guiar a los demás. Todos nevamos camino de conver­ la validez de todas las creencias tradicionales: «La verité,
tirnos en el obrero de Tiempos moderrws, de Chapün, ocupado c'est l'homme humi)ié, l'homme qui ne compte paso Fini le
siempre en repetir el movimiento por el que hace girar una temps des phrases. La verité, c'est la faim, la servÍmde, la peur,
tuerca. la merde), (G. Nyvernaud). «Los hombres mueren y no son
Se ha tomado (por fin) conciencia de la situación inhumana felices.> (Camus).
de mucbos hombres. Los escritores contemporáneos han bus­ Todo esto se refleja profundamente en la novela contem­
cado sin cesar, torturándose, una sinceridad absoluta que poránea. No s610 en el argumento o las ideas que expone, sino
parece escurrirse siempre entre las manos. Hesse acusa as!. ~n su misma estructura. El mundo aparece ya como algo esen­
a Goethe, en El lobo esteparilJ: «Sois demasiado poco sincero.
Eso es lo esenciab> Y la misma autenticidad personal, al margen
.. cialmente inquietante, inestable, en peligro. La novela na nOS
da una lección completa, sino un CIlígma. Hay en eUa desorden,
de cualquier código, parece ya ser un recuerdo histórico propio
de la época y el talante existencial, mientras que se difunden , Vid. J. L. Arllngurm, lmplicaciolld de la jilqsDfla e~ la vida <fmtmrporá1'lea,
hoy los valores del juego libre, del «carnaval», del derecho M.ul ..id. Taurul (CuadernQs Tauros). [9(13, pág. 24·
a la inconsecuencia. • Rudolf Eucken, Lo s.ns ti la w1lur dr la uit, Alean. '9 12 .

50 II 51

I

complejidad, caos; igual que lo hay en la conciencia de sus al lector no totalmente acabada y perfecta, sino como una
personajes. (Hay que amar sobre todo lo incongruente, porque suma de posibilidades de interpretaci6n. Y el lector de Cortá·
sólo en ello se revela la verdadera vida» (Lawrence Durrell). zar, por ejemplo, disfruta «completando» la novela tanto como
Una realidad oscura, contradictoria, exige ser expresada lo hacía el de nuestro Siglo de Oro reconociendo las alusiones
también de una forma oscura, desconcertante. De ah[ la dí­ clásicas en un poema de Garcilaso o G6ngora.
ficultad que muchas novelas contemporfmeas presentan para De esta inquietud úpica del arte (del hombre) del siglo xx
el lector medio. Éste no recibe ya un mensaje claramente nace la gran novela contemporánea. Por eso Ernesto Sábato
expresado, sino que es invitado a penetrar en un laberinto s niega que exista una «crisis de la novela» y propone, más bien,
sugestivo. Es incompleta la presentación del escenario y los hablar de una «novela de la crisis»: «y pienso sí no será siempre
,personajes. Éstos actúan muchas veces de forma inconexa asi, que el arte de nuestro tiempo, ese arte tenso y desgarrado, 1
o contradictoria. Como 'en la vida real. El lector cobra un nazca invariablemente de nuestro desajuste, de nuestra an- .
papel mucho más activo. Ha llegado realmente (es el título siedad y nuestro descontento. Una especie de intento de recon- I
de una obra de José Maria CasteUet) La hora dellector4. cíliación con el universo de esa raza de frágiles, inquietas y t
Pero a la vez es cierto, como dccia Hcnry James, que el anhelantes criaturas que son los seres humanos») 8.
verdadero novelista crea a su lector tanto como a sus perso­ Mundo inquietante el que nos ha tocado en suerte vivir...
najes. Si olvidamos esta perspectiva nos resultarán incom. Recordemos, para concluir este tema, que WiJliam Faulkner
prensibles muchos fenómenos de la «sociología del gustO», toma el titulo de una de sus más famosas novelas del verso de
Volvemos hoy, en cierta medida, a un ((trobar c1us», dificil, Shakespeare; la vida es «(a tale told by an idiot, full of sound
oscuro, y no se puede achacar esto exclusivamente a bizan­ and fury».
tinismo o esnobismo de los narradores. Como dice Butor, (a
realidades diferentes corresponden diferentes formas de relato.
Ahora bien: está claro que el mundo en el cual. vivimos se
transforma con gran rapidez. Las técnicas tradicionales del
relato son incapaces de incorporarse todas las nuevas apor­
taciones así originadas»~. ~,

No es esto totalmente nuevo, por otra parte. Si la sencillez


es fuente de deleite, la complejidad puede no serlo menos,
para cierto público. En la novela actual tiene gran importancia
el «placer de descifran)6 y el de colaborar con el autor. Ya
hablaba Henry James de un lector que, cuando las cosas marchan
.bien, «hace la mitad del trabajo~). Pero esto, hoy, se ha exten­
dido .enormemente; al menos como deseo. La obra narrativa
típicamente contemporánea es una «obra abierta», según
la consagrada expresión de Umberto Eco 7, que se propone

• Ese es el título de una novela de Alaín Robbe-Grillet, En tllll.lTinIQ.


• J. M. Castellet,lA hlffll de/leclor, Barcelona, Seix Barral (Bíblioteca Breve),
'956.
, M. Butor. Sobre literatura, 1, cd. dIada, pAgo JO.
, Wayne C. Bomb, obra citada, pAgo 30l •
, U mb~rto Eco, Obra IJbitrltl. FQrrM < iná.lerminaci6n e1l el arre ,rmtnrtJ>ordneo, • Ernesto SAbato. S&pre hhlltS y tumb4S, 5." oo., Buen<lS Aircs, Sudamericana,

OarceIc;ma, Sei)( Barral (Biblioteca Breve), 1965. 1966, pág. 468.

52 53

VII
Profundización de la psicología
Uno de los rasgos que caracterizan a nuestra novela es la
profundización de la psicologia tradicional. Narrador tan
clásico como Fran(jois Mauriac reconoce que las nuevas gene­
raciones han comprendido que «las pinturas de caracteres
según los modeJos de la novf'la clásica no tienen nada que ver
eón la vida» l. Aunque hoy nos suene a algo ya pasado, pen­
'o. semos en la revoluci6n que supuso Freud, el descubrimiento
y, lo que es más importante, la vulgari2:ación d('l psicoanálísis
en el ámbito narrativo 2.
El psicoanálisis ha proporcionado al narrador un nuevo
instrumento de trabajo de considerable ímportancía, a la hora
de construir sus personajes. A la vez, ha determinado el naci­
miento de un tipo de critica literaria que descubre nuevas
dimensiones en Jos personajes novelescos mediante el empleo
del método psicoanalítico. Los resultados son interesantes
cuando se aplican a las novelas que poseen amplias zonas de
oscuridad (Dostoievski, Kalkaj en nuestra literatura, Valera) 3
y muy espectaculares en el caso de personajes clásicos: Ulises,
Hamlet, Macbeth ... 4 • En nuestra opinión, sin embargo, los
estudios de ese tipo suelen ser bastante elementales, atienden
I jo'. l\fauriac, L, fOfflllJlcíer tr ses ~rsonflllK's, Parls, ~dici6n Buchel-Chastel,

1933. pllK· 117·


• Para las relaciones de Freud con la literatura, veá.se el estudio de Líonel
TrlUing incluido en lA imagil/Qtión tilitral, Buenos AirCll, Sudamericana, 1951.
Hay edici6n española posterior de Seix Burral. Un planteamiento general es
el de W.'llek-Warren, obra citada, UI. cap. 8: 4<Literatura y psicologia ...
• Mario Maurin, .. Valenl y la ficci6n encadenada», en Mundo N,.n¡D, Parls
núm. 14, agoslo 1!}67.
• U na cómoda inlroducción y muestrario de 1'$13 c1:lse de estudiot es la
antologia Ps.~,/lUanQ{jsis aná liluatare, editada por Hendrid. M. Ruitenbeck,
Nueva York, Dulton. 1964.

55

mucho a la normalidad patológica y demasiado poco a los El desprecio de lo racional abre también vias para que la
valores estrictamente literarios. Un paso más adelante ha sido novela del siglo xx explore mundos interiores: 10 inconsciente,
dado por el psicoanálisis existencial, tanto en las novelas (Sartre) el ensueño, el recuerdo (Proust), la impresión fugaz (Henry
como en la critica Q. P. Richard). James, Virginia Woolf), la atm6sfera de pesadilla (Kafka,
La profundizaci6n de la psicologia novelesca sigue ta~bién Beckett), la melancolia (Dnetti), la realizaci6n del amor por
otros caminos muy diversos: la elevaci6n (en posibilidades lo que parece más contrario (Musil),la nostalgia de otro mundo
concretas, no s610 en teórica dignidad) de la mujer abrió nuevas (Giraudoux) ...
vias a la novela. Virginia Woolf señaló' las dificultades insu­ Nuestro siglo marca, sobre todo entre los anglosajones,
perables con que hubiera tropezado un Shakespeare femenino la desaparición de muchas represiones convencionales, hijas
en la Inglaterra del síglo XVII, y mucho después ... del puritanismo. Y esto produce, evidentemente, una amplia­
En nuestro siglo, una gran cantidad de mujeres han sido ci6n y profundización del campo psicológico tratado por el
novelistas profesionales. Recordemos, por ejemplo, la impor­ novelista.
tanda del grupo inglés formado por la misma Virginia Woolf, La psicologia novelesca se beneficia de otra tendencia:
con Katherine Mansfield, Margaret Kennedy, Victoria Sac­ el análisis intelectual de las actitudes sociales convencionales
keville-West, Rosamond Lehman ... Y es precisamente apor­ para desenmascararlas y destruirlas. Huxley, por ejemplo,
tación suya a la literatura la finísima sensibilidad para los exhibe en Contrapunto un extraordinario conocimiento de los
matices y los detalles mínimos pero entrañables; la percepción motivos recónditos (y, en general, despreciables) que mueven
de mundos interiores (ilusión, desengaño ... ) detrás de los he­ muchas veces a los seres humanos. Es típica de la literatura
chos cotidianos más triviales. La mujer puede ya ser novelista contemporánea la obsesión por la autenticidad. Sobre todo
yeso constituye un indudable avance, aunque algunos ejem­ en Francia: Giraudoux, Anouílh,. Sartre continúan la tradi­
plos de la literatura española de la posguerra nos hagan a ci6n de los moralistas clásicos franceses (Montaigne, Pascal),
veces añorar tiempos menos feministas. Y el novelista, en todo desenmascarando los modos usuales de conducta que encubren
caso, puede conocer mejor a la mujer. ' una falsedad, deshaciendo la «comédie>} sodal.
De un modo menos preciso, la mayor actividad social de Es una actitud que recuerda, claramente a la de Quevedo,
la mujer inyecta en nuestro mundo cierto tipo de valores que nuestro gran moralista desengaftado. Y parece posible que,
le son propios. No cabe duda de que nuestro mundo está más como Quevedo, los autores actuales desemboquen en el ci­
empapado que el anterior de valores típicamente femeninos, nismo al comprobar el abismo que existe entre el ideal y la
y ello repercute en la novela. Pensemos, por ejemplo, en lo que realidad social lamentable.
debi6 suponer para la obra de Mareel Proust el frecuentar En cuanto a los personajes, un importante novelista y
intimamente ciertos círculos femeninos. crítico de la novela contemporánea, E. M. Forster, hizo la
Muchas veces hemos imaginado el cambio que hubiera distinción, hoy clásica, entre (cflat characters» (personajes
podido experimentar la literatura española del Siglo de Oro planos) y «round characters» (personajes redondos).
de haber sido la actividad social de la mujer más espontánea Los primeros son los construidos alrededor de una idea
y natural, menos sujeta a laJi rigurosas leyes del honor. Quizá 1) cualidad únicas. Pueden ser expresados en una sola frase.
la visión del amor en nuest'tos clbicos hubiera seguido entonces No conyjene desdeñados demasiado, porque son muy útiles
caminos de mayor complejidad psícol6gíca 6. para el autor como elementos constructivos de la novela:
actúan con fuerza y el lector los recuerda facilmente. Su sen­
, V. Woolr, Uf! cuarto prppio. traducción castellana de J. L. Borges, Bueno$ cillez, por supuesto, no excluye la profundidad humana. Un
Airet, Sur, 1956. Hay edición elpai'iola posterior de Seix Barra!. ejemplo tipieo es el Pere Goriot, de Balzac: su profundidad es
• Los e.tudios cliJlicos. magistrales, sobre ale tema SDn los de América
Castro. Para un planteamiento general de la cuestión, veáse Dt la edad eyjdente, impresionante; pero está construido en torno a una
tí~a, 1, 2." ed., Madrid. Taurus (Persila), 1963. pasión única: el amor por sus híjas.
S6 57

Los personajes «round», en cambio, tienen varias facetas,


Evidentemente, toda gran literatura profundiza en los
no se pueden resumir en una frase, nos sorprenden al actuar.
tipos recibidos de la tradición literaria. Lo mismo que hace
No cabe duda de que estos últimos son Jos tlpicos de la novela
Cervantes con las figuras del entremés 12, lo realiza Gald6s
del siglo xx.

con Torquemada, cuya clave es la humanizaci6n compleja


No sena dificil acumular testimonios de CÓmo los narra­
del tipo literario clásico del avaro: «pintáronle como un usu­
dores más sagaces del siglo pasado advirtieron ya lo atractivo
rero de sainete, como un ser grotesco y lúgubre, que bebía
(y lo real) de este nuevo campo. Recordemos unos pocos ejem­
sangre y oUa mal (... ) cuando (... lle vieron y le trataron muchos
plos españoles.
que le hablan despellejado de lo lindo, no le encontraban ni tan
Ya Valera, tan razonable, defendía cierta dosis de inde­ grotesco ní tan horrible como la leyenda le pintó. y esta opinión
terminación dentro de su personaje: (Bien sabe el autor o daba lugar a grandes polémicas sobre la autenticil!;.ld del tipon l ' .
narrador de esta historia que aqui, como en otros pasajes de Hay que tener en cuenta que la novela ofn:ce, en comparación
ella, han de incomodarse Jos lectores con el héroe principal, con el teatro, una mayor calma y reflexión en el lector, lo que
de quien exigen en novela· una fidelidad y una constancia permite al escritor otras sutilezas. Poniéndolo en boca de un
prodigiosaJ ...• pero tire contra él la primera piedra quien en pedante, proclama Gald6s: ((todos los caracteres son complejos
la vida real haya tenido menos variaciones y menos fundadas o polimorfos. Sólo en los idiotas se ve el monomorfismo, o sea,
variaciones en sus amores .. 7. Y. con imnia, defiende la com­ caracteres de una pieza, como suelen usarse en el arte dramá­
plejidad de su personaje: «Ella podrla ser, o era, más o menos tico, casi siempre convencional» u.
pecadora. Yo no he llegado a ponerlo bien en claro, de suerte Tambien fue consciente del problema la Pardo Bazán,
que al ir escribiendo esta historia lo probable es que lo deje desde un punto de vista más teórico: Balzac y Zola «crearon
turbio o nebuloso» *. E insiste en la misma novela: (Era doña personajes l6gicos, que obran conforme a los antecedentes
Inés... personaje de carácter tan enrevesado y complejo, que a .. sentados por el novelista, que van por donde les lleva la fata­
menudo me arrepiento de haberla sacado a relucir como una lidad de su complexi6n y la tiranía de las circunstancias. Los
de las dos heroinas de esta historia, porque hallo dificil des­ personajes de los Goncourt no son tan automáticos; parecen
cribirla bien y transmitir a mis lectores concepto igual al que más caprichosos, más inexplicables para el lector; proceden
tengo formado de ella, investigando y dilucidando con claridad con independencia relativa y, sin embargo, no se nos figuran
el móvil de sus pasiones y de sus actos»', En otra novela vuelve maniquíes ni seres fantásticos y soñados, sino personas de
a insistir sobre la complejidad del ser humano, usando un carne y hueso, semejantes a muchos individuos que a cada
viejo argumento filosófico: «(Pero la mayor parte de Jos seres paso encOntramos en la vida real, y cuya conducta no podemos
humanos, y Rafaela entra en esta cuenta, no son sólo de un predecir ¡;:on certeza, aún conociéndoles a fondo y sabiendo
modo, sino de varios; se dirla que no tienen un alma sola, de antemano los móviles que en ellos pueden influir. La con­
sino dos almas con opuestas propensiones ... » '0. y el personaje tradicci6n, irregularidad e inconsecuencia, el enigma que
lo corrobora: «Mi entendimiento vacila, cambia y duda mucho. existe en el hombre, lo manifiestan los Goncourt ... )} l~. N6tese
Suele mirar las cosas por diversos lados, y según el lado por donde que jUlOtifica esto no por pura técnica, sino por cercanía a la
las mira, las ve con aspecto distinto. Me inclino a creer que l"I'a!id:HI.
a todo el mundo le sucede lo mismo. La diferencia está en que
yo lo confieso, y son raras las personas que lo confiesan») 11.
\ ..1. Eugenia Ascnsio, ltintrario dtltftfrrmis, Madrid, Gredos (Biblioteca
RUHW,k.' IIIspl,ni<.:a), 19b5. cap. IV.
7 .Valera, Las íllUrimtl lI,t doctor Fau.rlino, ed. citada, pág. 337.
Il Pérez Gald6s, Tor'luetnllda en ,[ purgat(Jrio. en Otras (OmpldaJ, V, 4.& ed.,
• Vlllera, ]1I.11."ita la LQrga. ed. citada, pág. 578 •
Madrid, Aguilar, 1965. pág. 1054.
• Valera, ]uanita la Larga. ro. citada, pág. 61 3.
,. Ibiátm, pág. 1043 .
•• Valerll. G,nio.J figura, oo. citada, ptog. 643.

" Pardo Bazán. La (un/i6n palpitantt, edici6n de C. Bravo Villasanle, Sala­


11 Valera. Gnr.iQy figura, ro. citada, pág. 699.

manCll, Anaya, I')G6, pago 1 '3.

58
59

Pero todo esto, en definitiva, son ejemplos que hemos re­


buscado y que poseen cierto carácter de excepción. Lo normal
en la novela del siglo XIX es el personaje «plano~), unilateraJ,
sólidamente construido y que, por ello, se recuerda con gran
facilidad.
En la novela contemporánea son muy frecuentes los per­
sonajes dudosos, contradictorios, que emprenden rutas acer­
tadas y luego las abandonan, que saben elevarse a héroes en
un capitulo para volver a su mezquindad en el siguiente. De­
VIII
trás de ellos, en lo hondo, yace el misterio de su personalidad,
que no parece estar predeterminado por el novelista, sino ir Perspectivismo
haciéndose a lo largo de la obra; sin que nadie, ni el lector,
ni el novelista, ni el propio personaje, lo conozcan de antemano. Es tipica de nuestro tiempo la quiebra de muchos dog­
El mismo Forster lo ha expresado con una metáfora acertada: matismos, de verdades absolutas y universales, Parecen triun­
los personajes de la novela contemporánea son «seres enor­ far, en cambio, el relativismo metafísico y, desde luego, el
mes, indecisos, invisibles en sus tres cuartas partes, como los psicológico. Cada hombre tiene su propia verdad, su verdad
ícebergs». personal, y debe acomodar a ella su actuación para vivir con
Don Manuel Bueno, en la novela de Unamuno, es un buen autenticidad. Como tantas veces, Unamuno nos da la frase
ejemplo de este misterio sugestivo que se propone al lector que resume a la perfección esta tendencia de nuestro siglo:
(y a los otros personajes de la novela). El personaje de Vir­ «El hecho supremo, el gran hecho, el hecho fecundo, el hecho
ginia Woolf (Mrs. Dalloway, por ejemplo) es un conjunto de redentor sería que cada uno dijera su verdad.»
impresiones y sensaciones, de impulsos sueltos. Muy poco sa­ No existe ya la realidad como un bloque compacto, de
bemos, en definitiva, sobre los más típicos personajes de Musil. signo claro y evidente. Lo que existen son miles de pequei'ias
Brausen (en La uida breve, de Onetti) es una pluralidad de posi­ impresiones. Varían según el ~ujeto, según el momento, la
bilidades, un yo que busca o se inventa su identidad. luz, el ambiente, el talante afectivo. Para dar Ímpresión de
y todo esto -insisto una vez más- no es puro bizanti­ vida auténtica, lo mejor es adoptar el punto de vista de un
nismo técnico ni deseo de desorientar al lector ingenuo. Es testigo humano. {(Una novela es una impresión personal de
que, si profundizamos un mínimo por debajo de las relaciones la vida. Veo dramas dentro de los dramas, e innumerables
convencionales, cuasi-mecánicas, comprobaremos que los hom­ puntos de vista", dice Henry James l. Estas nociones crista­
bres (mis amigos, la mujer a la que amo, yo mismo) no somos lizan literariamente en un concepto esencial, el de perspec­
así, no tenemos la consistencia artificial, como de cartón piedra, tivism0 2 •
de los héroes novelescos del siglo XIX. Todos tratamos de rom­ Los novelistas de todas las épocas han sabido que cada
per las barreras que nos separan de los demás, pero todos personaje debe no s61p hablar de una manera especial (mani­
sabemos que esas barreras existen. Incluso -es lo más grave­
en nuestro interior. Todos, si no caemos en el absoluto cot}­ , Henry James, TIt.. Arl tifF¡chOll,Londre;¡, Hart-Dads, [94-8. p.1g. 79.
formismo, somos peregrinos de un viaje interior a la búsqueda 2 Vid. Norman Friedman, "Poin! of view in Fiction: the Development of
a Critica) Concept», en PMLA, diciembre 195). Seilalo algunos fundamentOl
de la unidad con nosotros mismos. en la filosofia y critica contempor(¡nea en mi tral;íajo "Perspectiva y novela»,
incluido en el volumen que recoge 10lI presentados al 1 Congreso de Estructura
e Historia de la. obra literaria. En Espaila, el principal divulgador de esta nociÓn
ha sido el profesor Baquero Goyane~. en varios articulos y en el libro --ya c;lado­
Pmptctiuismo.1 cOlltro..rú.

60 61

festación la más iumediala de su peculiaridad personal), sillo Se llega a veces, Jncluso, ti. una proclamación teórica rela­
darnos la visión del mundo que le es propia. Algunos grandes tivamente clara: «en la historia que voy narrando, el lector
novelistas profundizaron más en esta tendencia: e!l el caso no puede ver más que un aspecto de Jos sucesos; el que tenían
de Cervantes, por ejemplo, según los estudios, ya citados, para mí; y al través de mis ojos es como ha de contemplar el
de Américo Castro. alma de la mujer fuerte. Yo no juro, pues, que los hechos fuesen
No seria dificil encontrar casos daros de perspectivísmo cual voy a referirlos; s610 afirmo que así se me representaban» 6 •
en la novela española decimonónica. Ante todo, de la visión Pero todos estos no pasaban de ser intentos aislados y,
desde un punto de vista (flsico y sentimental) determinado. en general, poco conscientes. Hoy, en cambio, el perspecti­
Asi) la Pardo Bazá.n nos presenta una cacería de liebres desde vlsmo se ha hecho general. Es una de las grandes leyes de la
la perspectiva de un cazador, tendido en el suelo: «A la claridad narración contemporánea. Y ha sido formulado te6ricamente
lunar divisa, por fin. un monstruo de fantástico aspecto, pe­ con claridad absoluta. Para Percy Lubbock, «tod'l cuestión
gando brincos prodigiosos, apareciendo y desapareciendo como de método, en el terreno narrativo, debe ser presidida por la
una visión: la alternativa de. la oscuridad de los é.rooles y de cuestión del punto de vista, de la relación en que se coloca
los rayos espectrales y oblicuos de la luna hace parecer enorme el narrador ante su historia» 7.
a la indefensa liebre, agiganta sus orejas, presta a sus saltos Podriamos decir que, hoy, no es el tema el problema fun­
algo de funambulesco y temeroso, a sus rápidos movimientos damental que se plantea el novelista al empezar a trabajar.
una velocidad que deslumbra»'. El objetivo, situado muy a Ni la forma, entendida como puro estilo, lenguaje más o menos
ras del suelo, multiplica enormemente las dimen!liones de las culto o popular. Sí lo es la forma en sentido amplio. como
figuras. (Así sucedía, por ejemplo, en 'las grandes composicio­ rincipio configurador de toda la obra: tono y planteamiento
nes del Veronés y en algunos cuadros del Caravaggio.) y todo structural, de la arquitectura o composición. Pero, sobre
ello se pone al servicio de una visión poética de la realidad. ~.I~~ todo, elección de una perspectiva para narrar, de un punto de
Las cosas -todos lo sabemos- varían según el talante vista desde el cual se enfocará todo el relato.
de la persona que las contempla. Gald6s, siempr~ tan humano, El acierto en la solución de este problema es decisivo para
es maestro de este tipo de efectos. Asi, ~uando Angel Guerra, el éxito total de la novela. Porque al narrador se le ofrecen,
fuera de si) penetra en la catedral de Toledo. <das verjas pere­ en abanico, una serie de posibilidades. Y cada una de ellas
grinas le daban comúnmente idea de puertas celestiales, que, tiene sus venla.jas e inconvenientes.
cerradas para los pecadores, se abren para los escogidos. Aquel Maupassant se preocupó por la palabra justa, la única
dia se le antojaron frontispicios de jaulas magníficas para que puede expresar, con exactitud y belleza, un dl"lerminado
dementes atacados del delirio de arte y religión» 4. Encarna­ contenido afectivo: «(Sea lo que sea 10 que quiera decir, no hay
ción viva de esta variabilidad afectiva es el inefable don José más que una palabra para expresarlo, que un verbo para
Ido del Sagrario: «todo lo vela agrandado hiperbólicamente animarlo y que un adjetivo para calificarlo. Hay que buscar,
o empequeftecido, según los casos. Cuando estaba alegre, pues, lHlsta que se los descubra, esta palabra, este verbo y este
los objetos se revesdan a sus ojos de maravillosa hermosura; adjetivo, y no contentarse con el más o el menos, ní recurrir
todo le sonreía, según la expresi6n que le gustaba mucho usar. nunca a las supercherías, incluso las afortunadas, ni a paya­
En cambio, cuando estaba afligido, que era lo más frecuente, !ladas del idioma para evitar la dificultad» (prólogo a Pierre el
las cosas más bellas se afeaban, volviéndose negras, y se cubrían Jepn, 1888). Es la misma preocupaci6n que, entre nosotros,
de un velo .. " parecía propio decir de un sudario» ~. domina. a Azorin: «Hay en todo momento -cuando estamos
frente ;.¡ las cuartillas- una palabra, la palabra precisa, ésa
• Pardo Bazán, Los pw:.os dI Ullcl/1., ed. dtada, pig. 249
• Pérez Galdós, A'IIg,¡ Guerra. 00, ci~ada, pig 1414. • Pardo Bazán, La prueúa, ed. cilnda, pág. 638.

• P~rez Ga.ldÓll, Fl/f'lllllala y ](jrinta., ed. citada, pág. J07. , Perey Lubbock, Th, Crafl 01 Fictjan, Nueva York, The Viking Press, 1957·

62 63

y no otra» (El escritor). Pues bien, quizá uno de los problemas un profundo, radical perspectivismo. Es el caso de la admirable
fundamentales del novelista cQntempor~neo (si no el mayor) novela corta de Robert Musir Die Vollmdung der Liebe 10. Se
ya no sea el de la palabra exacta, pero si el de acertar con la trata, sencillamente, de la narraci6n del viaje en tren que hace
perspectiva justa, la única que puede hacer resaltar al máximo una mujer, Claudine, la cual, a través de la infidelidad, alcanza
los valores de una historia. Igual que el punto de vista del un grado superior del amor. Pues bien, a pesar de la tercera
fotógrafo o del operador' cinematográfico determina funda­ persona narrativa, la única perspectiva existente en la novela
mentalmente la belleza del paisaje u objeto que retratan~ es la de la protagonista, hasta el punto de que los otros perso­
«Toda escena en el cine, está fotografiada necesariamente najes son s610 sombras muy vagas, puros soportes para la ac­
desde un cierto punto de vista, y ese punto de vista forma tuación de ella. Como dice el autor del único libro castellano
parte de ella, es inseparable de su esencia, no se puede elimi­ que conocemos sobre Musíl, «las conversaciones, pensamientos
narlo para darnos una visi6n absoluta, la de un ser que care­ y relaciones son observados a través de Claudine, y todo lo
ciera por completo de punto de vista,> 8. La novela contempo­ que sucede, aun cuando aparezca otro personaje, se produce
ránea utiliza muchos recursos propios de la cámara cinemato-­ en Claudine misma, que se muestra como un laberinto~. 11.
gráfica: primeros planos, travcllings, fundido encadenado, Recordemos un ejemplo español, que ya debla ser clásico:
montaje, crossing up... Los ejemplos más claros de perspectivismo La novela de don Sandalio, jugador de ajedrez., de Unamuno. Se
nos vienen, quizá, del campo cinematográfico: en filmes como compone de las cartas de un lector a un tercero, «personaje
Rashomon o The outrage contemplamos las díferentes versiones visto desde fuera, cuya vida interior se nos escapa, que acaso
que de un mismo acontecimiento (generalmente, un delito) no la tiene) l2.
nos ofrecen cada uno de los actores o espectadores. En una brillante novela hispanoamericana, Tres trisles
En nuestro siglo se han hecho experimentos de novelas tigres, de Guillermo Cabrera Infante u, que fue Premio Biblio­
escritas por varios autores, cada uno desde su punto de vista. teca Breve de 1964, vemos la persístente vigencia artística
Así, The Whole Famig (lg08), de James y once colegas más. del perspectivismo más claro: una de I.as partes de la novela
No está lejos esto de la técnica que luego llamamos «pers~ lleva por titulo «La muerte de Trotsky.-:referida años después
pectivismo múltiple y sucesivo», desarrollada con gran bri­ por varios escritores cubanos o éUltes». Ante un mismo hecho,
llantez, por ejemplo, por Virginia Woolf en Las olas. Nos presenta
una serie de acontecimientos a través de seis personajes, tres
tenemos la reacción artisuca mur
diferente de escritores como
Marti, Nicolás Guillén, Carpen~!er, Lino Novás Calvo, etc.
chicos y tres chicas: Rhoda, Jinny, Suzanne, Louis, Neville y Una de las mejores novelas españolas de los últimos años
Bernard 9. Oímos los monólogos de cada uno, sin que se nos nos puede servir también de claro ejemplo. Me refiero a Cinco
diga expresamente quién habla. Cada uno nos da un retazo, horas con Mario, de Miguel Delibe!l t4, que aparentemente cae
una perspectiva diferente y complementaria de la vida de lejos de lo que aquí estamos examinando, pues está. contruída
ese grupo de amigos que va envejeciendo ... Todavia hay una sobre el esquema de una serie de mon6logos interiores de una
séptima perspectiva: la de Perceval, el amigo muerto, cuya mujer ante el cadáver de su marído. Pero, en el fondo, lo que
ausencia constituye el principal protagonista, el reactivo que
pone en marcha toda la novela.
La perspectiva es, en este caso, muy fácil de captar. Pero t. U80 la. traducci6n francesa: «Vaccompliuement de I'amour». fragmento
de }{O(;tS, inclllido en el volumen Trois ¡mzmlt, Parle, Du Seuil, 1963' (No se
existe también la posibilidad de una forma novelesca absolu­ incluye en la traducci6n apaflola de Seix Barral).
tamente tradicional (narraci6n en tercera persona) que oculta ., J05~ Emilio Os&es, Rablrt Musil en tres obr/U sin ',,-alidadl¡, Santiago de Chile,
UniverBidad (El espejo de papel), 1963, pág. 50.
1> Unamuno, Ptólog¡¡ a Sa~ Ma~lld Butllo,rmfrtir,y 1m hi.rt~rias mtÍ.J. ed. citada.
• Claude-&lmonde Magny, L'oge du romal'l americain, ed. cilada, pig, 99· tt G, Cabrera Infante, Tres tris/u tigres, Barcelona, Seíx Barral, 1967.
• Les vagues, Paris, Plon (Feux Groi5~). 1957. Hay traducciÓn espaliola .. M. Delibes, Cinco horas ,en Mario, .Barcelona, Destino (Áncora y Detnn),
posterior de ed. Lllmen. 1qt:,.

64 6~

Para que el vanguardismo, en su sentido más amplío, logre


se nos da es el contraste permanente de dos perspectivas, las
alguna resonancia social es precisu multiplicar la información
de los dos esposos, ante cada uno de los probk>mas cotidianos:
divulgadora.
el amor, el dinero, el coche, el Concilio ... Todavia podrlamos
La dificultad no debe desanimarnos ni inducimos a pereza.
ver, apurando un poco nuestra búsqueda, una tercera pers­
Como muy rotundamente declara Butor, «todo lo que es
pectiva, la del hijo, que resume y supera dialécticamente
a las otras dos. interesante presenta dificultades. Las cosas nuevas son for­
En principio (es una ley evidente) el punto de vista ele­ 2:osamente dificiles. El signo mismo de que son nuevas es que
se apartan de lo habitual y que, en consecuencia, nos hará
gido debe ser mantenido a lo largo de toda la obra. Ésta parece
falta aprender a descifrarlas. Delante de esas maneras diferentes
ser la única actitud honrada y congruente que puede adoptar
de ver y de decir, nos encontramos en la situación de aquel
el novelísta. La critica actual ataca duramente, con mucha
que todavia no sabe leem I~,
razón, a los novelistas del siglo pasado cuando alteran arbi­
En \a madurez de su último líbro de cllClllqs, explica Jorge
trariamente el punto de vista inicialmente adoptado y no dan
Luis Borges la razón de que no sean sellcillo,,: "No hay en la
explicación alguna de ello al lector, buscando sólo la mayor
facilidad y comodídad para llevar adelante su historia. tierra una sola página, una sola palabra, que 10 sea, ya que
todas postulan el universo, cuyo más notorio atributo es la
Este modo de actuar no parece hoy admisible en modo
complejjdad.~ 1&, Y cita a Kiplíng, que nos puede proporcionar
alguno. Pero cabe plantearse otro problema: si existe un único
punto de vista adecuado para una historia, agudizando más (con el titulo de una de sus obras) el mejor comentario a esta
afirmación: Precisamente aJÍ.
nuestra sensibilidad lIegaremps quizá a percibir que cada
episodio de esa historia requiere, para explotar al máximo
sus posiblidades expresivas, un punto de vista propio, y dife­
rente según los distintos episodios.
Por otra parte, la combinación de diversos puntos de vista
(tal como la han realizado, por ejemplo, Dos Passos y Carlos
Fuentes) puede producir efectos artísticos considerables. Ese
es el procedimiento relativamente equivalente al montaje
cinematográfico, esencial para dar sentido al material pre·
víamente filmado.
No pretendemos con esto que todo ~velista actual adopte
las técnicas menos comunes. sr parec~ necesario, en todo caso,
que el novelista de nuestro siglo se plantee con claridad estos
problemas, y los resuelva de un modo decidido y consciente.
Detrás de este perspectívismo existen. desde luego, hondas
cuestiones intelectuales. Pero, en la práctica, cristaliza en una
determinada técnica novelesca, como luego veremos.
Por otra parte, todo novelista renovador posee hoy una
lengua personal, un modo original de encararse con la realidad.
El lector que penetre por vez primera en un mundo 'hovelesco
debe hacerlo con la paciencia y apertura mental (y un poco
del ánimo esforzado y laborioso) del estudiante de idiomas. I! Varios: Tradllilln OIlJ innovar;on J/I Cvntrmparary Lilua/o,.. P. E. N, r01l1l({

Cuando las dificultades se multiplican, es muy conveniente' loMr, i:ludapest, Corvina Press. 1966, pág. 70.
IS J. L. BOrge5, El in/orm. d. Brodil. Buenos Aires, Emecé. 1970, págs. 7-8.
la ayuda de una persona ya familiarizada con esos problemas.

66 67

IX

La condición humana
La novela del siglo XIX tenia por tema, muchas veces,
problemas particulares, limitadlsimos. Recordemos, por ejem­
plo, la minuciosidad con que Pereda retrata campos o cos­
tumbres montañesas. Eugenio d'Ors ha hecho una brillante
crítica de esto: «Cuando me son explicadas en unas páginas
interminables las querellas familiares de la familia Vega y
Hernández, muy señores mios, o los secretos de alcoba de
madame Durand, que quiere tanto a monsieur Dupont, y buen
provecho le haga, yo siento en mi una especie de sensaci6n
humillante y vergonzosa, como si estuviese mirando a través
del ojo de la cerradur¡¡t en uQ.a cámara cerrada» l.
No se trata, apresurémonos a decirlo, del tema. La novela
actual puede perfectamente detenerse en los mismos temas
que la decimonónica; la perspectiva, sin embargo, suele ser
distinta
Baroja, por ejemplo, embarca a veces a sus personajes
(Camino de perfección, La dama nrante... ) en viajes aparentemente
sin sentido, sacándolos de su contexto dramático. Parecen
inútiles, desde el punto de vista del narrador, estos recorridos
por ciudades y pueblos castellanos, a travh de la sierra. Sin
embargo, el lector los recuerda como algo inolvidable, mucho
más convincente que aquellos momentos en que el autor de­
clara directamente sus ideas. La raz6n es muy sencilla: hay
en estos viajes profunda autenticidad humana, vital; sencillez
y frescura en la visi6n de las cosas, no.empaftada por prejuicios
retóricos y librescos.

I E. D'On, .N'lJ.eIJIJ Glosario, tomo nr, Madrid, Aguílar, 1949. pág. 1063.

69
...

II
I
Para hablar de una gran novela eXIgimos hoy que, por I
Las tendencias renovadoras del cine actual participan
debajo de la trama concreta, exista una hondura humana también de estc proceso: lo que hace realmente admirables
que le dé auténtica perspectiva de totalidad. Lo que Malraux las obras de Antonioni o Ingmar Bergman no es tanto la per­
nos cuenta en lA condid6n humaflll. no es una serie de episodíos feccíón estética de unos encuadres como el buceo en profundidad
de una revolución comunista en China, sino lo mismo que a partir del argumento relativamente trivial.
promete el titulo: una visi6n total de la condici6n humana, En nuestro mundo actual no se díscuten únicamente pro­
lo que el hombre puede y lo que no puede, cuáles son los peli­ blemas concretos, limitados. Es la condición humana en su
gros que le acechan y qué sentido tiene su esfuerzo. totalidad la que está en juego. Este es el gran tema, el único
Nuestro siglo es una época insegura de muchas cosas, asunto de la novela conlC'mporánea importante: el problema
hasta de las más fundamentales. Por eso, no podemos perder de] hombre, que encierra en sí todos los problemas. ¿Cómo
nuestro tiempo con pequeñeces. Salvo que estas pequeñeces es el hombre? ¿Cuáles son su destino y su libertad efectivas?
lo sean sólo en extensión, porque su profundidad humana ¿Tiene (todavia) posiblidades de salvación? ¿Qué se puc-de
les da un auténtico carácter universal. Por debajo de la reivin­ hacer para mejorar su condici6n? Unamuno, hlalrallx, Sartre,
dicación social concreta, la obra de Dos Passos, por ejemplo, Seroanos, Graham Greene, Cortázar... Todos nos dan su
también apunta al Hombre, más que al Capitalismo o a la personal respuesta a este problema. Intentan alcanzar un
Sociedad americana 2, humanismo nuevo, puesto al dla, que parte del dolor y el fra·
Gide nos aclara esto con el programa para su obra Los
caso, que no significa ya dominio del hombre sino piedad por
monederos falsf)J: «Mi novela I\~ tendrá un asunto, un tema.
el hombre; un humanismo no abstracto y teórico, sino arrai·
Los na.turalistas cogen un trozo de vida en el sentido temporal, gaclo en las condiciones de vida del hombre histórico, condi­
en longitud. ¿Por qué no en anchura o profundidad? Yo qui­ cionado profundamente por un «(aquí y ahora)~ muy concretos.
siera no cortar nada. yo quisiera que todo entrara en mi novela. Aunque rechace la idea de una naturaleza humana inmu­
Ningún tijere~azo que limite su sustancia, en tal punto mejor table a lo largo de los siglos, Sartre también se inscribe en esta
que en tal otro. Desde hace más de un. año que llevo traba­ tendencia -me parecc-- con sus novelas y al afirmar rotun~
jando en ella, todo lo que sé, todo lo que las vidas de los demás damente : (Todos somos escri tores metafísicos. Porque la
y la m{a me enseñan ... » Usando una técnica muy diferente, metalisica no es una discusión estéril sobre nociones abstractas
Virginia Woolf proclama repetidas veces el mismo prop6sito: que escapan a la experiencia, sino un esfuerzo vivo para abarcar
hay que meter todo en la novela. Incluso en un cuento breve. por dentro la condición humana en su totalidad» +,
La novela debe estar ((abierta,) a todo: ((¿Por qué la novela Por eso tiene tal importancia la novela contemporánea:
ha de tener un desarrollo como el de una obra de teatro? ¿Por porque rebasa el ámbito de lo puramente literario. Porque
qué no puede abrirse a su gusto?» (E. M. Fonter.) el hombre de nuestro tiempo ha hallado en ella respuestas
No se trata de complicar la historia. de ampliar el tema, valiosas a todos sus problemas. Leemos novelas hoy (podría·
de multiplicar los escenarios o los personajes. (Esto último mas decir) para ser fieles a Sócrates, para conocernos a nos­
lo hará cierta tendencia novelistica, muchas vece.s con un O( ros mismos; y, conociéndonos, salvarnos. Según André Rous­
signo social.) Un i:ema cualquiera debe ser tratado con tal scaux, ,da literatura de la felicidad cede hoy anle la lüeratura
intensídad humana que refleje 10 esencial de nuestra condi­ de la salvación»; enlendiclldo este término no en un sentido
ci6n. Podriamos hablar, por eso, de una auténtica perspectiva concreto y ligado a una religión determinada, sino en el más
metaflsica, de totalidad 9. amplio, unamuniano sentido de la palabra: necesidad abso­

• Claude.Edmonde Maglly, obra citada, pág. 78 • , JI'. Sartre, SilualiQlLf,lI, Parb. Gallimard, I!.HB.
IVid. Jean-Laurent Prévost, La /JúsqlUd4 d, lo d$pluto IR la rwwla fnsm:e$Q Traducción española: Q,ui es la litera/ura, 3," ed., Buenos Aire~, Losada, 1962,
clmlmlpo,dnlQ, Madríd, Razón y Fe, 196 7. pág. 191.

70 71

luta de que mi pobre yo no muera para siempre, de salvar


de alguna manera ese impulso misterioso del que brotan todos
mis actos; o, más sencillamente, necesidad de buscar algo que
unifique y dé sentido a la serie de actos inconexos que forman
una vida, una novela.
Ernesto Sábato es uno de los novelistas que más insisten
en esta vocación metafisica -por decirlo asi- de la novela:
contemporánea, en cuanto supone un descenso hasta el fondo
de la conciencia de los personajes: «Este descenso es un descenso
x
al misterio primordial de la condición humana; y, dadas las
características de esa condición, un descenso a su propio in­
Novela más rica e inquietante
fierno. Allí se plantean, inevitablemente, los grandes dilemas: La novela contemporánea, en resumen, es mucho más
¿Por qué estamos hoy y aqui? ¿Qué hacemos, qué sentido rica que la del siglo XIX. No es esto un juicio de valor, sino la
tiene nuestro existir limitado y absurdo, en un insignificante comprobación de una realidad indudable: ha derribado mu­
rincón del espacio y el tiempo, rodeados por el infinito y la chas de las barreras que limitaban a la novela clásica. El campo
muerte? Hundidos en el precario rincón del universo que nos que abarca parece no tener apenas límite.
ha tocado en suerte, intentamos comunicarnos con otros frag­ Han ascendido a protagonistas personajes de cualquier
mentos semejantes, pues la soledad de los espacios ilimitados condici6n social, cada uno con su ambiente, visión del mundo
nos aterra. A través de abismos insondables, tendemos tem­ y modo peculiar de expresarse. Recordemos la novedad y el
blorosos los puentes, nos transmitimos palabras sueltas y gritos escándalo que supuso, dentro de la literatura española de la
significativos, gestos de esperanza o de desesperación» 5. posguerra, La familia de Pascual Duarte, de Cela, precisamente
No nos ciegue el fervor del especialista: la nov,ela contem­ por ofrecernos, con apariencia de inmedíatez absoluta, el
poránea -como tantas otras cosas- no es un 6n en s1 misma, punto de vista de un,personaje muy alejado de todo triunfa­
sino un medio al servicio del hombre. Un medio para conocer lismo, corrección y respetabilidad. .
y transformar el mundo y a nosotros mismos. Junto a la curiosidad por los ambientes má.s bajos se ha
dado también el intento de reflejar al hombre medio, al «ave­
rage man>. o «everyman» inglés, que representa bien, con su
falta de rasgos singulares, a la sociedad de masas: es únicamente
(son titulos de novelas norteamericanas sín especial interés)
«una cara en medio de la multitud.>, un «hombre de traje
gris». Ya Huxley buscaba, en Contrapll.llllJ, «la sorpresa que
producen las cosas más vulgares». Y Los premios, de Cortázar,
tiene un lema de Dostoievski que puede resumirse así: cómo
hacer interesante a la gente vulgar.
La novela de nuestro siglo ha profundizado) por ejemplo,
en la comprensi6n de los mundos misteriosos de la niñez y
adolescencia. Para la niñez podemos citar el caso de una re­
ciente novela francesa, L'Opoponax, de Monique Wítíg 1, que
, M. Witig, L'Opupolla!t., Paro, La editiomde MiDl.lít, 1964- Hay traducc.i6n
elpatlola de Seix Barral.
~ E. Sábato, El tscri!ot.J su.rfllllltWnas, ed, citada, pág. '5·

73
72

pretende dar una visión del mundo lo más infantil que sea
posible, sin nigún comentario intelectual. La adolescencia Por todo esto nos part~ce la novela contemporánea mucho
ha dado lugar a obras ya clásicas como Re/rato del artista aJo­ más rica, compleja y variada que la novela clásica, sin que
ltlsctnttl, de Joyce, A. M. D. G., de Pérez de Ayala; EljOfIl/L Tor­ dejemos por ello de reconocer los grandes valores que ésta
less, de Musil, o, más recientemente, La ciudad y los perros, de posee en sus ejemplos máximos.
Vargas Llosa. La evolución en las formas de vida de los jóvenes La novela de nuestro siglo presenta también otro carácter
se refleja también en nuevos tipos de novela: desde hace veinti­ fundamental, a mi modo de ver; es una novela escrita para
cinco aflos, por ejemplo, ha alcanzado gran fama una novela Hace buena así la afirmación (muy discutible en
del norteamericano J. D. Salínger, Th~ Catcher in Me Rye, que su segunda parte) del pintor Draque: (cEI arte está hecho para
nos presenta con frescura y espontaneidad las inquietudes inquietar, la ciencia tranquiliza.t) Como dice Pratolini, «las
y vacilaciones de un joven estudiante 7. Salinger es extraor­ novelas no nos liberan de ninguna de nuestras angustias; al
dinariamente brillante, sobre todo, al reproducir el ambiente contrario, las exasperan,.. Así concebimos hoy el papel de
y el lenguaje (mezcla de vulgarismo y esnobismo) propios de una buena novela.
un cccollege» norteamericano. Sábato lo expresa con una metáfora brillante: ((Decía
Sea cual sea su protagonista, hoy la novela no se limita DonDe que nadie duerme en la carreta que lo conduce de la
a los grandes hechos, las decisiones fundamentales, las frases cárcel al patibulo, y que, sin embargo, todos dormimos desde la
espectaculares. Por el contrario, atiende sobre todo a esa trama matriz hasta la sepultura, o no estamos: enteramente despier­
gris aparentemente sin sentido, que constituye nuestra vida tos, Una de las misiones de la gran literatura: despertar al
cotidiana.. Los escenarios en qlle se desarrolla comprenden hombre que viaja hacia. el patíbulo»s.
todas las gamas de lo real, además de lo simbólico y fantástico. Aunque los hombres se resisten a ser despertados. Nos
La novela actual se ocupa de toda' clase de problemas: lo dice Cortázar, con su habitual ingenio: ((Para qué volver
morales {Gide, Coccioli}, sociales (Dos Passos, Pratolini). sobre el hecho sabido de que cuanto más se parece un libro
Ha descubierto nuevos mundos interiores (Proust, Kaika). a una pipa de opio más satisfecho queda el chino q~e lo fuma,
Ha refinado de modo extraordinario la seosiblidad para captar a lo sumo, a discutir la calidad del OpiO, pero no
matices y sensaciones (Hen'ry James, Virginia Woolf). Sabe sus efectos letárgicos)} 4.
ser portadora de contenidos rotundamente intelectuales (Huxw La novela contemporánea nos ofrece un mun,lo mqult;­
ley, Mann, Pérez de Ayala) o exaltar lo vilal (;omo única fuer­ tante, no acabado del todo. En Los premios, de Cortázar, por
za primaria (D. H. Lawrence). Ve el amor humano como ejemplo, todo es un caos y sólo nuestra larga costumbre de
algo espiritual, platónico, que nos encamina hacia Días (Char­ cerelllonias nos impide V¡;rlo 5. Contemplamos un mundo
les Morgan) o como un impulso elemental (Henry Miller). que tiene límites e imperft'cciones. El idealismo choca con
Ha multiplicado las perspectivas personales (Faulkner) y esta realidad. Asi, chocando con ella, rccilazándola o acep­
potenciado la carga poética (Giraudoux). Ha adoptado, por tándola, adaptándose a ella, vive el hombre. Nos ofrece esta
último, una. técnica mucho más compleja y refinada. novela, ante todo, el testimonio de esta realidad que se nos
Upllllf". Pero .sabe también darnos la nostalgia de una vida en
En conjunto, la novela actual parece ser muchas veces
una exaltación del vitalismo. Pero también, como todo el. plenitud, de esa «verdadera vida» que, scgún Rimbaud, está
arte contemporáneo, es mucho más int.electualista. Reflexiona ausente de nuestro mundo.
sobre sí misma (Unamuno: Niebla; Gide: Paludes; Corlbar: Ernesto Sábato confirma con su autoridad nuestro diag­
Rayuela), es más consciente, menos espontánea. nóstico: ((En suma, la novela del siglo xx no sólo da cuenta

Salinger, Tlrt Ca{cktr in {lit Ryt, Ba,ton, Lhde Brown Edilion, 1951. • E. SábalO, El <!eritor J jllJ Jan/asmas, ed. citada, p:\g. 90.
S610 en Estados Unidos ha alcanzado ya má$ de veinticinco ediciones. S610 • Julio Cortázar, La IIUtito a/ día ell or!ltllfa milI/do!, 4.' cd., Buellos Aires, Siglo
conozco una traducción argentina. XX.l, Igo/l, pág. 25.
1 Julio Conázar, Lor /lrtmillS, t:d. ciracJa, pág. 16.

74
75

de una realidad más compleja y verdadera que la del siglo


pasado, sino que ha adquirido una dimensión metafisica que
no tenia. La soledad, el absurdo y la muerte, Ja esperanza y la
desesperación, son temas perennes de toda gran literatura.
Pero es evidente que se ha necesitado esta crisis general de la
civilización para que adquirieran su terrible y desnuda vigencia ...
La novela de hoy, por ser la novela del hombre en crisis, es la ~
novela de esos grandes temas pascalianos. Y, en consecuencia,
no sólo se ha lanzado a la exploración de territorios que aquellos XI
novelistas no sospechaban, sino que ha adquirido una grande
dignidad filosófica y cognoscitiva» 6. Asi es, me parece. Novedades técnicas
Va siendo ya necesario pasar a hablar de algunas novedades
técnicas que caracterizan a la novela de nuestro siglo.
Ante todo, el realismo objetivo se ha retirado ante la in­
vasi6n del subjetivismo.
Fijémonos, por ejemplo, en la descripción. Pereda nos
puede ofrecer un tipíco ejemplo decimonónico:
«Quién de los dos empujó primero, yo no lo sé. Quizá
fuera el mar, acaso fuera el río ... Lo indudable es que el empuje
fue estupendo, diérale quien le diera; es decir, el río para salir
al mar, o el mar para colocarse en la tierra. Mientras el punto
se aclara, supongamos que fue el mar, siquiera porque no se
conciben tan descomurlales fuerzas en un rio de quinta clase
que no tiene doce leguas de curso.
¡Labor de titanes! Primero el peñasco abrupto,. recio
y compacto de la costa. Alli, a golpe y más golpe, contando
por cúmulos de siglos la faena, se abrió al fin ancho boquete
irregular y á.spero, como franqueando a empellones y embes­
tidas. Al desquiciarse los peñascos de la ingente muralla, algo
cayó hacia fuera, que resultó islote mondo y escueto, y m!s
de otro tanto hacia dentro, en dos mitades casi iguales, que
vinieron a ser a modo de contrafuertes o esconzados de la
enorme brecha. La labor del Íntruso para continuar su avance
fue ya menos dificil: sólo se trataba de abrirse paso a través de
una sierra agazapada detrás de la barrera de la costa; y for­
cejeando allí un siglo y otro siglo, buscando a tientas al obs­
táculo las má.s blandas coyunturas de su armazón de granito,
quedó hecho el cauce, profundo y tortuoso, entre dos altos
taludes que el tiempo fue tapizando de césped y bordando
• E. Sábato, El m:rilor y sus jantasmas, ed. citada, pág. 69· de malezas.

7& 77

Atravesando la sierra, el cauce desembocó en un valle, Las raíces de este subjetivismo están bien claras: la filosofía
verde y angosto, encajonado entre ondulantes cerros y colínas, idealista y la profundización, sobre todo a partir de Freud,
que van escalonándose suavemente y credendo a medida que de la psicología. Ha quebrado as.! una visión objetiva y estable
se alejan hacia la erguida cordillera que recorta el horizonte del mundo. Para la novela contemporánea parece ser axioma
con su perfil de jorobas y picachos de Este a Oeste. La;¡ aguas, fundamental el de que «la verdad habita en el ¡ntedor del
detenidas un instante al asomar al valle, como para formar hombre». La novela, hoy, se propone fundamentalmente una
allí un remedo de golfo, corrieron hada la izquierda, lamiendo indagación del hombre, y, para lograrlo. el escritor debe re­
por aquel lado las faldas del montecillo que las separaba del currir a todos los instrumentos que se lo permitan, sin que le
mar; después retrocedieron súbitamente, describiendo rápida preocupen demasiado la coherencia y la unidad 3.
curva sobre la derecha; se deslizaron mansas, tranquilas y Desde el punto de vista de la evolución histórica, el puro
en línea recta ... , hasta dar con otro cerro de escarpada ladera, realismo objetivo da la impresión de haber sido algo así como
y arrimad itas a él continuaron corriendo y abriendo cauce una etapa de paso, un periodo de aprendizaje. Igual que el
tierra adentro hasta perderse en un laberinto inextricable aprendiz de pintor copia los modelos de yeso antes de lanzarse
cuyos misterios no habia penetrado todavía la luz del sol» l. a interpretar y crear la realidad en sus lienws. Es evidente el
Todo esto~ con sus exclamaciones, dramatismo, sedes de paralelismo en esta evoluci6n de la literatura con las artes
adjetivos y visión cerebral de las fuerzas gigantes en pugna, pláslÍ<:as contemporáneas.
nos resulta hoy puro cartón piedra, por mucho que fuera Claro que, al decir esto, no me refiero al realismo en el
estimado en su época. '" \ sentido profundo de la palabra, ideal siempre válido y plena~
Compárese con la descripción mucho más sencilla e im~ mente vigente en todas las épocas, sino a una concreta técnica
presionista que nos ofrece Baroja: narrativa que fue predominante en el siglo XIX. El uso de la
«Después, al caer la tarde, el aire y la tierra quedaban misma palabra para designar dos cosas tan diferentes es raíz
grises, polvorientos; a lo lejos, cortando el horizonte, ondulaba de innumerables confusiones. (Espero' que el lector de este
la línea del campo árido, una linea ingenua, formada por la libro sepa evitarlas.) Estoy aludiendo a que la capacidad de
enarcadura suave de las lomas; una línea como la de los pai­ retratar con viveza realidades fisicas, materiales, fue muy
sajes dibujados por los chicos, con sus casas aisladas y sus chi­ apreciada como novedad valiosa en el siglo pasado; hoy> en
meneas humeantes. Sólo algunas arboledas verdes manchaban cambio~ como la poseen hasta los escritores más comerciales +
a trechos la. llanura amarilla, tostada por el sol y bajo el cielo y como otras técnicas (cine, televisión) llevan ventaja incues­
palido, blanquecino, turbio por los vapores del calor; ni UI~ tionable en ese ({realismo», exigimos algo mús a la novela.
grito, ni un 1eve ruido hendía el aire. Por eso Jan Watt ha caracterizauu la evolución de la novela
Transparentábase, al anochecer, la niebla, y el horizonte como un paso de lo objetivo a lu subjetivo t~ individualista \
se alargaba hasta verse muy a 10 lejos vagas siluetas de mon­ Dos tendencias recientes significan una vuelta (relativa)
tañas no entrevistas de dia, sobre el fondo del crepúsculo» ~. al objetivismo. Por un lado, el neorrealismo, de signo decidi.
No se trata de que esto sea más bonito o más feo que 10 damente social, intenta dar testimonio fiel de una realidad
anterior, sino, sencillamente, que es más personal, más Vc:'r­ que debe ser modificada. Por otro, el (mouveau roman» francés,
dadero; y. por eso, más artistico, en el auténtico sentido de acaudillado por Robbe Grillet.
la palabra. Pero la novela contemporánea, en general, abandona
la técnica del realismo minucioso, objetivo. No hay que creer
, Pereda, Lo puchera. 'l:."
ed., Madrid, Victoriano Suárez, 1901> págs. 5-7.
Lo comc:ntaJosé: F. Montesinos, Pereda fila Nov.la idilio, Madrid, Castalia, 1969,
pág. z66. j E. Sáb"IO, El m:rilorl Jusfanto.l'ltIo,l. etl. ¡;it.." h. pág. 113.
t Baroja, La busto, en Obra; rOmpfel(l.f, 1, Madrid, Biblioteca Nueva, 1946, • ,V;¡yn.· C. Uooth, ohra "ilat!." pago 12il.
pág. 29). • lan Watt. íhe rire of ¡he noo,l, llerkeley, Calirornia, 19.>7.

78 79

que esto suponga necesariamente desembocar en el idealismo que llegaron a hacerme vomitar toda la cena ... » 8. Ya se ve
fantástico. Todo lo contrario. Lo que intenta la novela es hasta dónde puede llegar la «impasibilidad}} del artista.
reflejar con más exactitud la auténtica realidad, que no está Un propósíto semejante persigue Chejov; «El artista no
hecha s610 de cosas y acciones exteriores. debe ser el juez de sus personajes ni de sus conversaciones,
Otro cambio fudamental en la técnica es el paso de la sino un puro testigo imparcial. Lo que debe hacer es plantear
descripción a la narración y, sobre todo) de ésta a la «prese~· correctamente la cuestión, no resolverla>t '.
tacióm). Ortega supo verlo con gran sagacidad. Es una técnica El tema, pues, como todos los verdaderamente interesan­
vivaz y auténticamente realista: cada personaje se define por tes, dista mucho de estar claro. Porque la objetividad o neutra­
sus palabras y sus obras mucho más que por la caracterización lidad con respecto a los personajes no implica negadón de
previa que de él nos hace el autor. Supone sustituir la concep­ toda clase de valores, sino que suele esconder un fuerte com­
ción mecánica y racionalista de la novela por una concepci6n promiso del novelista en favor de ciertos valores. Muchas
vital. El autor desaparece, dentro de lo posihle (síempre hay veces, de hecho, la narración aparentemente impersonal puede
en esto algo de convención), tras los personajes, que quedan potenciar el subjetivismo que se supone intenta curar. El
C"n libertad para actuar conforme a los imperativos de su problema básico no consiste en que el autor no juzgue, sino
peculiar manera de ser. en que su juicio nos parezca admisible a la luz. de los hechos
El precursor de esto, en el siglo XIX, es Flaubert, con su relatados. En definitiva, la materia de que se forma la gran
teoría estética del ((détachement») 6: «El novelista puede co­ novela no es otra que las emociones y juicios de su autor 10.
municar su opinión sobre la vida, pero no me gusta que la Como ya apuntamos antes, Dámaso Alonso ha señalado
diga explícitamente. Imparcíalidád: así el arte adquiere la que ese definirse los personajes por sus propios. actos es carac­
majestad de la justicia'y la precisión de la ciencia ... El artista terístico de la mejor tradici6n de-la literatura española, con
debe estar en su obra como Dios en la creación; invisible y su (crealismo de almas». Es lo que la critica anglosajona deno­
todopoderoso. Se debe sentir su presencia en t,odas partes, mina (csbowing) (mostrar) frente a «(telling» (decir).
pero no debe ser visto en ninguna.) Aplica a la novela Flaubcrt Podrlamos pensar, tomando por base las constideraciones
algo parecido a la «paradoja del comediante», de Diderot 7: de Ortega 11, que algo \de esto se da también en los retratos
(Cuanto menos siente uno una cosa, es más problable que logre barrocos españoles de cierta calidad: no hay apenas conven­
expresarla como es realmente.>~ Tenía esto relación con el cionalismo académico. El pintor parece no existir. Yel modelo
deseo de aproximarse a la objetividad de las ciencias fisicas, da la impresi6n de estar continuamente «apareciéndose» desde
pero debe ser entendido «cum grano salis», porque el mismo un fondo gris, revelando su individualidad personal.
Flaubert nos informa claramente de que imparcialidad no El respeto del autor a sus personajes, lo mismo que el res­
quiere decir indiferencia: «Mis personajes imaginarios adoptan peto a la naturaleza del tema elegido, significan el acatamiento
mi forma, me persiguen, o, por mejor decirlo, soy yo quien por parte del artista de las leyes intrínsecas de la obra literaria,
está en ellos. Cuando escribí el envenenamiento de Emma . que existen y existirán siempre, a pesar de no estar formuladas
Bovary tuve en la boca el sabor de anéníco con tanta intensidad, me en los tratados de retórica. O, quizá, precisamente por eso.
sentí yo mismo tan auténticamente envenenado, que tuve Cuando el escritor aparece demasiado (por torpeza o
dos indigestiones, una tras otra; dos verdaderas indigestiones, vanidad) en su obra, ésta no logra la objetividad .artística

• Maria"ne Bouwit, G. Flauberl el le prineip, tf'impassibilíU, tJniv. de Cali­ • M. AIlQt, obra citada. pág. 200.
fornia, Berkelcy, '950. • ]bfd,m. pág. 129.

1 Que tanto ha influido también en Pérez de Ayala. Vid. León LivingBlone. lo Cfr. Wil.yne C. Booth, obra citada, págs. 6!)-85.

«The theme orlhe HParadoxe sur le com~ien" in the novels ofPérez de Ayala». 11 Ortega, Go)l4. Madrid. Reviua de Occidente (El Arquero). 1958, págs.

en HúpQJ!ic R,uí,w, Philaddphia, julio 1954. 1 °3- 1 °5.

HO 81

l deseable: le falta vigor para vivir independientemente. Aunque


este defecto puede compensarse en casos particulares (el de a sus personajes para discutir con ellos. Por ejemplo, «como en
Unamuno. por ejemplo) cuando la individualidad del escrítor f Juan las decisiones eran rápidas y apa.s.íonadas, al retirar
es extraordinariamente sugestiva. , su fe de los artistas la puso de lleno en los obreros». Pero el
Los novelistas y críticos contemporáneos reaccionan contra narrador replica: ((No veía que la falta de envidia del obrero,
las intervenciones del autor que tan frecuentes eran en la más que de bondad, dependia de indiferencia por su trabajo,
novela decimonónica. Recordemos algunos ejemplos espa­ al no sentir el aplauso del público, y tampoco notaba que si
ñoles: a los obreros les faltaba la envidia, les faltaba tambjén, en
La Pardo Bazán aprueba: «Las observaciones, demasiado general, el sentimiento de) valor, de la dignidad y de la grati.
exactas, de la compositora .. ,)) O censura: «Para no atizar un tud» 11. No hace falta decir que, desde el punto de vista técníco,
pescozón a aquel tonto de artista» n, esto nos parece de lo más anticuado que hay en Baroja.
Galdós intercala sus ideas en medio de la narración: «El En efecto, todas estas apariciones del autor, interrumpiendo
consuelo era dificil, sobre todo para Guerra, privado de aquel su relato, nos resultan hoy chocantes y hasta. desagradables.
recurso de la religión, bá.lsamo por la virtud esenclal de las No bastan, desde luego, para descalificar una novela, pero
creencias, bálsamo lambiln por el entretenimiento.Y ejercicio que si nos parecen un recurso envejecido, que es preciso compensar
proporcionan los actos de culto.» o. expresa sus sentimientos: «A con otros valores. Aunque tampoco es conveniente caer en el
semejante vida Jel yermo ya nos podíamos aboTUlr toJOS») Il. fetichismo del «showin~). que imperó durante algunos años
En Valera, el escritor tam~ién corta su narración para en la critica anglosajona. Una de las pocas cosas que hoy sa­
intervenir: «Lanzó, Dio$ se lo haya perd(mado, dos o tres blas­ bemos con absoJuta certeza en el campo narrativo es que no
femias espantosas.. , Confesemos que ellanee era para asustar a cual­ se pueden dar reglas absolutas sobre cómo debe ser una buena
quiera.> l •• y lJega a atribuir a la posibilidad de estas interven­ novela. Lo que si se puede hacer -es 10 que intentamos- es
ciones su gusto por la novela, dotándolas de un sentido moral describir una serie de usos novelescos y justificar, en general,
muy pintoresco y discutible: «Por esto escribo novelas y no el sentido que tiene su evolución.
dramas. En la novela caben todas las explicaciones: en pOli Otra caracteristica importante de la técnica narrativa
del veneno se administra la triaca. El autor puede tomar la contemporánea es la importancía de los experimentos con
palabra en medio de la narración y contradecir a sus perso­ el espacio y el tiempo. Hace años decía ya Azorin: «Desearía
najes mitigando o ahogando en seguida el mal efecto que yo escribir la novela de 10 indeterminado; una novela sin
las opiniones de cualquiera de ellos haya producido» 1lI, No espacio, sin tiempo y sin personajes.» En las narraciones de
olvidemos que Valera, hombre incrédulo, se preocupa mucho nuestro siglo es habitual que el espacio y el tiempo sean impre­
por la moral.ídad de sus novelas, probablemente para evitarse cisos, suponiendo a veces (en Kafka, por ejemplo), la aper­
problemas enojosos. Quizá lo más interesante de esta pintoresca tura a mundos de ensueíio o simbólicos,
declaración sea su intuición prebarojiana de la novela como La raz6n básica de esto no es otra, a mi modo de ver, que
ur'l género abierto, de gran libertad, en el que casi todo cabe. el suhjetivismo que antes hemos comentado. No nos interesan
Todavía a Baroja le gusta asomar su cabez.a en medio ya el tiempo o el espa.cio i1sicos, mensurables objetivamente,
de la narración: «Soy de los que tienen un respeto supersti­ sino el tiempo y el espacio vitales, efectivamente vívidos por los
cioso) un respeto de salvaje, por los relojes» 16. O interrumpe }?ersonajes de la narración. En nuestra vida cotidiana, una
hora no se parece en nada a otra hora ni un lugar a otro lugar,
" Pardo Bad.n, Lu quimera, oo. citada, páp. 764*76 5. porqlle t'st{m unidos íntimamente a nuestras vivencias, banales
lO P6re~ Gardós, Ángel GlI.ma, ed. chada, pág3. I zB4 y 1362. o inolvidables. El reloj o el metro no sirven para medir esos
•• Valera. LI/s ilusiones dtl doclor Farmino. ed. citada, pág. ~99.
" VareTa, Pasorrt dt lirki, ed. citada, pAgo 48 0.
lugares, esos momentos que se han hecho vida palpitante,
,. Baroja, El mayora<:go de Labra" ed. citada, pág. 106.

" Raroja, AUfllm roja, ed. dtada, 551.


R2
83

rlue recordamos siempre con temblor y emoclOn. Cada lugar escritores contemporáneos, Proust, Joyce, Dos Pass os,
cada momento, además, son el centro de una complicadisima Faulkner, Gíde, Virginia Woolf, han intentado mutilar el
madeja de relaciones sin las cuales carecerian de todo sentido tiempo»2+.
y que el novelista debe evocar. El narrador no puede limitarse En efecto, a partir de Proust, la novela significa un reen­
a darnos un reloj, un calendario, un mapa. Aunque un mapa cuentro con el tiempo pasado. Es tan intima la conexión entre
(asl, en La vida breve, de Onetti) pueda ser el resumeQ y el re~ los recuerdos y las vivencias actuales, que el novelista pasa
cuerdo de muchos momentos de vida. Como dice Cortázar; muchas veces de uno a otro plano sin anunciarlo claramente
«(hay un mundo, hay ochenta mundos por día ... » ID. Y asi al lector.
es, en la realidad. Es un recurso habitualisimo hoy en la novela el «flash­
Los experimentos del narrador pretenden (igual que los back» o vuelta atrás en el tiempo. Por ejemplo, en Nudo de
procedimientos que antes vimos) una comprensión más autén­ víbora, de Mauriac, o Las nieves de Kílimandjaro, de Heming­
tica y profunda de la realidad. Como dice Butor, «(el espacio way_ (N6tese, una vez más, el paralelismo entre las técnicas
vivido no es en modo alguno el espacio euclidiano ctiyas partes narrativas y cinematográficas.) Tanto es asi que, para Mary
se excluyen unas a otra!!. Todo lugar es el centro de un hori­ McCarthy, el «nash·back» constituye la técnica más carac­
zonte de otros lugares, el punto de origen de una serie de re­ tcristica de la novela americana moderna y se puede decir
corridos posibles que pasan por otras regiones más o menos que la novela es en si misma un gran «flash-basck» que incluye
determinadas» 19. El deseo de recoger en la novela esta com­ otros «flash-backs» internos.
plejidad de lo real producirá obras tan ricas e interesantes La técnica de Jos saltos en el tiempo (como casi todos los
(tan diflciles, también) como Degrés, del propio Butor, o 62, recursos técnicos que estudiamos) no es absolutamente nueva.
modelo para armar, de Cortázar, Ya decía Fielding: «Mi lector no se sorprenderá si, en el curso
Son especialmente frecuentes los experimentos' con el de esta obra, encuentra algunos capitulos muy cortos, y otros
tiempo ~o. La conciencia de la temporalidad hurqana es una muy largos; algunos contienen sólo el tiempo de un dia y otros
de las grandes vivencias de nuestro siglo: Ser y tiempo es el título comprenden ai'ios; en una palabra, si mi historia parece a veces
de la obra de Heidegger. No podia por menos de reflejarse pararse y a veces volar.) Y luego añade que da al lector (~la
esto en la literatura. Sobre todo en la novela, un género radi­ oportunidad de emplear esa sagacidad maravillosa, en la cual
calmente temporaL Para Jean Hytier, el tiempo es el único es maestro, de llenar estos espacios de tiempo vaclos con sus
elemento necesario para la definición de la novela 21. Yeso propias conjeturas» 2~. Porque en la vida no aprendemos las
es precisamente lo que la diferencia de la novela corta 22. cosas por orden cronológico, del comienzo al final, sino por
Pues bien, la novela contemporánea ha tomado conciencia fragmentos desordenados.
decididamente del elemento «tiempo~). Según Baquero Goyanes, También en la novela española del siglo XIX podemos
«el tiempo es muchas veces el único personaje de la no­ encontrar usos peculiares del factor «tiempo»). En La regenta,
vela moderna» u. Para Sartre, «la mayoría de los grandes por ejemplo, la primera mitad abarca tres días, y la segunda,
tres años. Ya, antes, Valera abandonaba alguna vez su tra­

l.'a Julio Conázar. La vuella al dCa en {)cf!mla mundos. c:d. dtada, pág. 10.
Michel BUlor, SObT! literatura, n, ed. citada. pág. 59 .
• 0 Los libros clásicos de este lema son los de George Poulet, La áir/ancl illtí­
dicional ritmo lento. En un solo capitulo de Las ilusiones del
doctar Faustino resume diecisiete años de la vida en Madrid
del protagonista y se disculpa por ello: «Toda esta parte de
r¡tllT y Elude SUr lt /empt huma¡n, :3 vols., París, Plon. 1949-1964- También eJI ím­
porlante el de Pouillon, TtmpJ el roman, París. Gallimard. 1946. la vida del doctor se refiere aqui en compedio y a escape, porque
.. Jean Hytier, LIS fommu d. ['indiv¡du, Parls, Le. Ans et le Livre, '928, no importa mucho a la acción o argumento principal de esta
pág. 4.
u Charles Plísnier, Roman, papim rl'Ul! romaneitr, Parls Grassel, 1954.
" Baquero Goyanes, Prowo de la novda actual, Madrid, Rialp (BibliOleca del ,. Sartre. Silll.alíons. r, París, Gallimard, 1948. pAgo 77­
Pensamienlo Actual). 1963­ t. Fielding, Tom JOfll!s. libro IlJ, cap. 1.

84 85

verdadera historia» 25. La novela del siglo xx no ha hecho más para el futuro, y lodo se da en un bloque indivisible y confuso.
que sacar las consecuencias de observaciones tan sensatas De ahí ciertos recursos técnicos que me sentí obligado a uti­
como ésta. lizar, que hacen el relato a vcces un poco confuso, pero que
La técnica del «flash-bach> fue defendida ardorosamente no podía no utilizar. Y hay otro hecho que con este contrapunto
por Conrad y Ford Maddox Ford. Dice aquél que para con­ queria manifestar: la contradicción y, a la vez, la síntesis que
seguir una impre~j61l viva de un personaje fuerte «no se puede en todo hombre hay entre lo hist6rico y lo atemporal. Pues
empezar por el comienzo y seguir su vida cronológicamente aunque el ser humano vive en su tiempo y es necesariamente
hasta el fin. Primero hay que cogerlo con una fuerte impresión un ser social e histórico, también subsiste en él el hecho bioló­
y después marchar hacia atrás y hacia delante por su vida» 27. gico de su mortalidad y el problema metafisico de la conciencia
Un ejemplo excepcional de vacilación entre el orden cro­ de esa mortalidad, su deseo de absoluto y de eternidad)29.
nológico y el «flash-back» nos lo proporcionan las dos ver­ y Max Aub declara rotundamente: «Para narrar una
siones de la gran novela de Scott Fitzgerald, Tender is the night: historia, nada más absurdo que intentar seguir exactamente
primero empleó la técnica del (dlash-back», luego restableci6 los sucesos según la hora en que acontecieron; no hay un solo
la cronologia. personaje -sin eso no seria una novela- que viva a la misma
Los novelistas han intentado también alcanzar, en este hora que otr05)29.
plano temporal, lo que podríamos llamar el «desorden con La rxperiencia más atrevida, quizá, en este sentido es la
sentido». El sencillo recurso de El tiempo y los Conway, la obra que suele llamar del «(tiempo circulan~: el orden en la lectura
teatral de J. B. PriestIey (el .tercer ~cto sucede en un tiempo es indiferente, se puede abrir la novela y dejarla por cualquier
intermedio entre el primero y el segundo), se multiplica enorme­ página. Han intentado realizar esto Joyce, en su obra Finne­
mente, por ejemplo, en Ciego en Gaza, de Huxley: cada capitulo gan's Wake 3D , y algunos autores franceses del (fiouveau roman».
lleva al frente una fecha. Pero estos capitulas no siguen el orden No hace falta subrayar las ,dificultades que este procedimiento
cronológico, sino otro aparentemente arbitrario. Parece obvio plantea al lector medio, que sigue buscando en la novela una
señalar que este procedimiento busca (y consigue) un efecto buena historia que le entretenga.
artístico concreto. No se trata ya, como en la obra de Priestley, La conclusión que hemos de sacar ahora es semejante a la
de mostrar CÓmO el tiempo destruye implacablemente tantas que ya vimos en un capítulo anterior. El novelista debe ser
ilusiones juveniles, sino que la biografia de un personaje ha consciente del problema (tiempo)). N o puede olvidar que,
sido pulverizada, se ha, reducido a una serie de momentos como dice Forster, «(en toda novela hay siempre un reloj».
discontinuos que s610 en la cabeza del lector encuentran orden El autor debe adoptar una postura decidida ante este problema
y armonia. En este tipo de procedimiento es hoy maestro, y ser hunesto con su lector. Puede (y quizá debe) jugar con
por ejemplo, Mario Vargas Llosa. el tiempo. Pero, si 10 hace, el lector debe ver con claridad que
¿Es preciso repetir que estos saltos en el tiempo no son puro el novelista está conscientemente jugando con el tiempo. Por
juego, atan de originalidad snob o deseo de desorientar al último, el repertorio de posiblidades que existen para resolver
lector? As! los justifica Sábato: «A esa visión del mundo que este problema es hoy mucho más amplio que en el siglo pasado.
tengo obedece la inclusi6n de ese contrapunto, como también No 1I0S, interesa hoy el tiempo cronológico, sino el tiempo
la superposici6n de los tres tiempos en d relato; ya que para mi humano, efectivamente vivido, relativo y problemático. Sí
la conciencia del hombre es atemporal, contiene el presente, la rilovela se hace asi más complicada es porque la vida (nuestra
pero es u~ presente lastrado de pasado y cargado de proyectos
" E. SábalO, ¡;;¡ escrilor y fUs/an/llm",r, cel, cil"da, p\~(, ...

Valen;'. Las iluJiune¡ d.t doctor Fau.rlino, ed. cilada, pág. 3~!.
lO
.. )l.lax Allb. El campo df o{meudM. ed. cil;,d". pág. ;;6+

" Ford Macldox Ford, Jostph Conraá: A pmorull rmllTllbraru:e. B06lOn, 192.\-, so Vid. Michel BUlor, «Esbozo de un umbral para }'inneg~ln ... en Sobre

pág. 130. Litrratura, l, ed. citada, pá.gs. 319-340,

86 87
..

humilde vida de todos los días, si logramos quitar la costra


de rutina con que la contemplamos) también 10 es.
La novela, por otra parte, se ha liberado de esa estricta
minuciosidad que era exigida por la aplkación rigurosa del
principio de verosimilitud. El novelista cuenta hoy unas cosas
y se calla otras, deja en Ja oscuridad mil acciones sin impor~
tanela, se ocupa s6lo de los hechos que, a su entender, encíerran
el sentido esencíal de su narración 31.
Lo que más admiraba Proust en La eáucaciém sentimental, XII

de Flaubert, era el período en blanco que comprende ¡quince


años en la vida de Fréderic, después de la muerte de Sénecal: Tipos de composición

«Viajó. Conoció la melancolía de los grandes barcos, el des­


pertarse con frío bajo la tienda, la acumulación de paisajes La novela clásica utiliza principalmente la composición
y de ruínas, la amargura de las simpatías interrumpidas.» lineal: desarrollo 16gico de un asunto, alternando climax y
Nuestra vida también está llena de esos «tiempos muertos.) anticlimax para prender mejor la atención del lector. Y tam­
en los que no pasa nada, en que se suceden los acontecimientos bién la que podríamos llamar composici6n individual: la
con regularidad casi mecánica mientras el yo dormita o se estructura de la novela se pliega para seguir las andanzas de
va deshaciendo lentamente ... La novela contemporánea salla su protagonista, ya sea Lazarino, Alonso Quijano o TomJones.
estos períodos o alude a ellos mediante una rápida elípsis, Estos dos tipos persisten, naturalmente, en la novela con·
como en el cine, pero no los relata con todo detalle. El análisis temporánea. Pero se han desarroUaqo, además, una serie de
psicol6gico o el monólogo interior, en estos casos, no serviría posibilidades extraordinariamente inte!"esantes.
probablemente para mucho. «La e\ipsis aparece as1 como Los franceses' hablan, a propósito de Proust, de «compo~
el único procedimiento retórico adecuado a la nada, el único sición en rosetón). (<<rosace>.): la arquitectura novelesca es
que sea capaz de expresarla literalmente)/ 32. Y la nada es mucho más complicada. El prin~ipio de unidad es profundo:
también uno de los componentes básicos de nuestra vida. hay siempre un Yo narrador tperspectivismo). Se repiten
también una serie de temas: amor, celos, olvido, sueño~, len­
guaje ... La novela se desarrolla por ondas concéntricas alre­
dedor de las sensaciones, los recuerdos que éstas despiertan
y los cambios que ha ocasionado el paso del tiempo. Dentro
de eso, la memoria intelectual coopera con la afectiva y sen­
sitiva para introducir un poco de coherencia cronológica en
la novela.
El escritor Ford Maddox Ford expresó hace años un deseo
que la novela contemporánea ha realizado por completo:
(~Sueño con una gran novela, en la que los personajes sean
masas de gente o intereses.» Muchas novelas se construyen
" Rúbbe~Gri!lel hace una proclamación te6rica bastante clara de este hoy teniendo como protagonista a un grupo de personas unidas
principio en la introducción a su gui6n cinematográfico El aoo pa.sado tll Marí~nbad por una circunstancia, generalmente local l. La novela popular
(Barcelona, Seix Barral [Biblioteca Breve]. '9611). Pero lo expone como si se
tralara de un halla~go perllOnat, sin aludir a los autores que lo apliclU'on ante.s , Vid. M. ButQr, «Individuo y grupo en la novela», en Sobr~ literatura, 11.
que él. ~. citad ... pigs. 93-113. J. F. Cirre, "El protagonista múltiple y su papel en
31 Claudc-Edmonde Magny, obra citada, pág. 73. la reciente novela espaliola". en Paptlts d, Son Armadans, mayo 1964.

88 {N

y el cine han divulgado este procedimiento. Ejemplos tlpicos, lleva implicito un deseo de testimonio o de reforma social.
entre tantos como existen, son los de Orient Express, Gran Hote/, ReL:ordcmos los ejemplos de La colmena y San Camilo 1936, de
Estación Victoria a las 4,30... Cela; MaMallan Transjer, de Dos Passos; La noria, de Luis
Esto puede coincidir o no con lo que se suele llamar «com­ Romero...
posición sinfónica», basada en el entrecruzamiento de diversas La agud1sima inteligencia de Huxley intentó, en su obra
historias. Un novelista tan clásico como FranfIois Mauriac máxima, realizar un tipo de. composición que, por el titulo
nos da su cIara justificación: <cIncluso los más grandes: Tolstoi, de dicha novela, se ha llamado «contrapunt[stical>. La fina­
Dostoievski, Proust. no han podido más que acercarse, sin lidad que perseguia Huxley nos la revela el diario de uno de
alcanzarlo verdaderamente, a ese tejido vivo en que se entre­ sus personajes; «Musicaljzar la novela. No a la manera sim­
cruzan millones de hilos que es un destino humano. El nove­ bolista, subordinando el sentido a los sonidos, sino en gran
lista que ha comprendido una vez que es eso lo que ~l debe escala, en la construcción. Meditar sobre Beethoven : los cambios,
restituir, o bien seguirá escribiendo sus pequeñas historias las transiciones abruptas ( ... ) Todo lo que se necesita son per­
según las fórmulas habituales, pero ya sin confianza ni ilusi6n, sonajes convincentes y argumentos paralelos en contrapunto.
o bien se sentirá atraído por las búsquedas de Joyce, de Vir­ Mientrasjones está asesinando a su esposa, Smüh está paseando
ginia Woolf; se esforzará en descubrir un procedimiento, por por el parque el cochecillo del niño. Los temas se alteran.
ejemplo el monólogo interior, para expresar ese inmenso mundo Aunque más interesantes, las modulaciones y variaciones
interrelacionado y siempre cambiante, jamás inmóvil, que son también mAs difidlcs. Un novelista modula reduplicando
es una sola. condencia humana, y se, agotará intentando dar las situaciones y los personajes, Muestra a gentes distintas
una visi6n simultánea. Pero hay más: ningún hombre existe enamorándose, o muriéndose, o rezando, de diferentes maneras...
aislado, todos estamos profundamente hundidos en la pasta Tipos no similares que resuelven el mismo problema. O vice­
humana. El individuo, tal como lo estudia el novelista, es una fic­ versa, gentes parecidas enfrentadas con diferentes problemas.
ci6n. Solamente por comodidad, porque es más fácil, pinta seres De esta forma se puede modular, a través de todos los aspectos
separados de todos los demás, como el bi6logo lleva una rana a de un tema se pueden escribir variaciones en un número cual­
su laboratorio. Si el novelista quiere alcanzar el objetivo de su quiera de diferentes tonos •• 3.
arte, que es pintar la vida, deberá esforzarse en dar esa sinfonia Ya Romain Rolland. en ]ean-Christophe, quería sustituir
humana de la que todos formamos parle, dentro de la cual la exposición de un conflicto por una vasta serie de episodios
lodos los destinos se prolongan en los otros y se compenetram> 2. que forman la crónica de una vida y por la' orquestación de
Con estos proced~mientos) la dificultad lógicamente se los diversos temas. Edouard, el novelista de Los monederos falsos,
multiplica para el autor y, a veces, también para el lector. declaraba: «Yo lo que quisiera hacer, compréndame, sería
Pero no cabe duda de que el efecto estético que puede lograrse algo que se pareciera al Arte de lafuga. Y no veo por qué lo que
es mucho más rico; y, sobre todo, el procedimiento parece fue posible en música tiene que ser imposible en literatura» 4.
adecuado para registrar la compleja multiplicidad de rela­ Y Gíde, en su Diario de los monederos falsos, dijo que queria ar­
ciones que se dan en toda vida humana. monizar un andante con un aUegro. Por eso novelistas tan
Avanzando un paso más por este camino, llegamos a las ah'jados como Jean Giradoux y Michel Butor han comparado
novelas cuyo protagonista es toda una masa sodal. El nove­ el arte del novelista al del músico.
lista realiza un corte en la estructura de la socícdad y nos pre­ . Vemos en seguida la vaguedad de estos propósitos, así
senta los perfiles de una de sus capas. Su labor se acerca bastanle, como la3 dificultades que l:IlÓcrrall. La obra qUé siga este
por tanto, a la del sociólogo. La presentací6n. en general, -_._­
, Huxlcy, Cunlraplmlo. ed. franc., Paris, }'lon (Livre de Poche), 19631 págs.
• F. Mauriac, Le romllJlcíer <1 ItS ptmmnagtJ, Parls, Buchet-Chastel , '933, 343 y 5S.
pág. ui. • André Cide, LIS Faux-Monnayam, parte lI, cap. 111.

90 91

camino adolecerá, sin duda, de cerebralismoj pero ofrecerá el preludio de un nuevo ~,romantic:ismo» que coloca otra vez
unas posibilidades antes inéditas de visión y combinación de los valores vitaJes y expresivos. por encima del juego abstracto
los diversos elementos. Así sucede hoy, por ejemplo, con las de las estructuras. Aunque en novela (como en arte moderno,
novelas de Juan Carlos Onettí (La vida breve), Carlos Fuentes en general) las conquistas son irreversibles y no hacen más que
(Cambio de Piel) o Julio Cortázar (6.2, modelo para armar). El ampliar el acervo de posibilidades de los futuros narradores.
éxito popular de estas obras desmiente muchos de los temores
que lógicamente se podían abrigar soore la eficacia expresiv.a
de estos procedimientos.
En resumen, la novela contemporánea ha abierto amplia­
mente el campo de las posibiüdades en lo que se refiere a es­
tructura de la novela. Pero hay más: se ha puesto incluso en
tela de juicio la necesidad (o conveniencia) de que la novela
tenga composición. Algunos artistas de estilo intimamente
romántico no lo creen ya necesario. "Es posible una novela
sin historia, sin arquitectura, sin composición», dijo Baroja ~,
Una postura semejante defiende un personaje de Chejov:
«Si..., c.ada vez estoy más cerca del convencimiento de que
el hombre, cuando escribe, no piensa en viejas o en nuevas
formas, sino que deja fluir libremente su alma»6.
La mayoría de los escritores, sin embargo, subrayan hoy
la importancia de los valores estructurales, de forma semejante
a lo que ocurre en las artes plásticas. Así, dice Butor: «No
puedo empelar a redactar una novela hasta después de haber
estado estudiando durante meses su disposición, hasta que ha
"
llegado el momento en que estoy en posesión de esquemas
cuya eficacia expresiva, en relación con esa región que desde
el principio apelaba a mi, me parece ser, por fin. suficiente.»
Precursor de la novela contemporánea en ese sentido
(yen otros muchos) fue Henry James: «Lo fundamental es
la forma, la arquitectura, la composición-.» Culmina esta
tendencia en el «nouveau roman», que, según parte de la crí­
tica, debe ser leído como algo abstracto, un conjunto de formas,
la resonancia interna de una serie de estructuras. En todo
caso, la moda actual (y arrolladora) del estructuralismo en
sus diversas manifestaciones conduce a una supervaloración
de los valores estrictamente compositivos, de la disposición
interna que organiza los distintos elementos del relato. Quizá
esto, según la ley de alternancia de los gustos, no haya sido sino

, Baroja, Prólugo a La nave de los tucos ([ 925),

s Chejov, La gaviota, en Teatro compltlo, Madrid, Aguilar, 1959. pág. 405.

92 93

XIII

Limitación del autor

Uno de los problemas técnicos fundamentales de la novela


contemporánea es el de la limitación del autor. La novela
clásica apenas se lo planteaba. Por el contrario, en una novela
inglesa del sígl~ XVIII (Tlle Hist()ry cif Charlotte Summers, ehe
FQrtll.nale París Cl'TI) se hace así la alabanza del narrador omni~
potente: «Somos dueños de una especie de arte mágico, pues
s610 t("n('mos que decir la palabra Y. presto, te ves transportado,
en la posición que tenias en aquel tiempo, al lugar justo donde
nos esperan,»
La novela clásica presentaba a un autor omnisciente,
cuasídivino (todavía en 193 Q afirmaJulien Green' «Es necesario
que el novelista sea como Dios Padre para sus personajes»),
que sabe lodo de sus personajes en (,lIalquier momento: dónde
cSlán, qué )¡;:¡CCl! ,e, incluso, lo que piensan, ..
Para demostrar que no arremetemos contra una fórmula
abstracta, creada por nosotros mismos, vamos a citar algunos
ejemplos. Dentro de la literatura española, Valera nos pro~
porciona un material excelente, incluso con declaraciones
tajantes: «(Es evidente que el comendador nO oyó lo que le
decían: pero el novelista todo lo sabe y lodo lo oye)) l. En otra
/
ocasión: «Adelantémonos nosotros, penetrando, invisibles, en
casa de nuestras heroinas y conociéndolas antes que el conde» 2.
En la misma novela: «La diferencia está en que nosotros sabre­
mos la causa en el capitulo siguiente y don Braulío se quedará

, El wmmdador MtndQza, ro. citada, r~g- 394­


, Valcra, Pllforse de listo, cd. <:ÍIiHla, r~g 1-66,

95

\.

a oscuras y ca vilanda» 3. Varias veces en Genio y figura: «Voy hombre recto y justo, temeroso de Dios y apartado del maL"
en adelante a prescindir del método histórico y a seguir el Sí) pero ese tipo de información no lo tenemos nunca en la
método novelesco, penetrando, con auxilio del numen que vida, ni siquiera sobre nuestros más íntimos amigos, Y, sin
inspira a los novelistas, si logro que también me inspire, así embargo, 10 hemos de aceptar si queremos seguir la historia.
en el alma de los personajes como en los más apartados sitios Si en la vida real un amigo nos dijera que su amigo era «recto
donde ellos viven, sin atenerme sólo a lo que el vizconde y yo y justO», matizaríamos la ínformación según nuestro cono.­
podíamos averiguar vulgar y humanamente.» No es difiqil cimiento del que habla y nuestra opini6n sobre la naturaleza
ver en estas palabras algo de ironia contra la convención nove­ humana. Aqui, sin embargo, hemos de confiar plenamente
lesca. Pero la verdad es que él también se aprovecha de ella, en el narrador. Y, más adelante, se nos dice: «En todo esto
aunque, para hacerla más verosímil, quiere darle una jus­ no pec6 Job ni juzgó a Dios neciamente" (r-22). Pero ¿quién
tificación lógica: «Voy a penetrar (... ) como novelista( ... ) en el puede dar una opinión autorizada sobre este tema sino el
centro más rec6ndito del alma de Rafaela; pero por ningún propio Dios? Se nos dan, después, las palabras de Dios a Sata­
estilo quiero fingir nada, y s610 penetraré en las profundidades nás. Pero nuestra c.onfianza en las palabras de Dios sigue de­
donde el novelista penetra cuando lo que yo muestre en dichas pendiendo del narrador, que nombra a Dios y nos asegura
profundidades sea tan l6gica consecuencia de la verdad hist6­ que la voz que oimos es verdaderamente la Suya '. Según eso,
ricamente demostrada que nO pueda menos de ser también el narrador no es sólo cuasidivino, sino que, incluso, garantiza
la verdad. y sobre aquello de que yo no esté seguro, no ima­ a Dios en cuanto aparece como personaje de su relato.
ginaré ni bordaré nada, dejándole en cierta penumbra y como Se acumulan, en el siglo xx, los juicios condenatorios sobre
este tipo de narrador. Se ha dicho, de un modo pintoresco,
entre nubes))·. que el novelista clttsico planea como un gran pájaro sobre
El narrador omnisciente incluye también en su relato 10
que piensan los personajes de sus interlocutores. Por ejemplo, sus personajes, cuy,o cerebro está oportunamente abierto para
en la Pardo Bazán: «Cuando llegaron a la verja del chalet, que él lo vea todo. Sin embargo, no aprovecha estas facilidades
cuyos mecheros de gas brillaban ya entre la sombra de los para percibir íntegramente la realidad. Se le escapa el mundo
árboles, Miranda dijo para sí: "Ésta es más entretenida que más o menos inconsciente e inconexo, as! como casi todo lo
mi mujer. Al menos dice algo, aunque sean tonterías, y está que supone referencia a hechos o situaciones poco agradables.
de buen humor, a pesar de que tiene medio pulmón Dios sabe No queremos hoy, en general, que el novelista sea un dios
cómo ... " "Esta chica es más sosa que el agua, que el agua ... ", omnisciente y todopoderoso, sino que, conforme a nuestra
pensó a su vez Perico al separarse de Lucía» '. experiencia de la realidad, sea un hombre esencialmente
No hace falta ser un feroz vanguardista para advertir 1imitado. Para ello, es indispensable que adopte una deter­
la falsedad y el convencionalismo básicos de estos procedi­ minada perspectiva. Esta elección será decisiva para el éxito
mientos. Wayne C. Booth, que ha estudiado largamente el de la novela. Asi lo afirma un crltico poco amigo de las novelas
tema 6, compara al novelista con el carnicero que, para ven­ más vanguardistas como es Montesinos: «Es increíble la im~
dernos su mercancía, nos dice lo que quiere; pero nosotros portancia que puede tener esto de que la novela se escriba
le creemos o no ... Y abre su libro ofreciéndonos algunos ejemplos en primera, segunda o tercera persona; en cada caso, la pers­
clásicos:, muy llamativos. Así, el comienzo del Libro de Job, pectiva diferente puede permitirnos aceptar como verosímiles
en la Biblia: «Habia en tierra de Hus un var6n llamado Job, cosas que podrían no serlo.} 8. E insiste en otra ocasión: (1amás
se exagerará la importancia que esto del "punto de enfoque"
puede tener en la armonla y en la economía de un libro. El que
• lbidflll, pág. 485.
• Valen., Gtnioyfigur4, oo. citada, pAgo 644·
, ¡bU.m, plgs. 3-4.
~ Pardo Ba;:.án, Un oiaj. d. novios. cd. citada, pág, /28.

• En su obra TIt. R.tJwrU: of Fíction, ed. citada, que tanto utiliz.amo•. • Jos~ F. Montesinos. GaldÓl, I.Madrid, Castalia, 1968, pág. 107.

97
9b
.

sea el novelista o su héroe el que relate cambia totalmente que va indisolublemente unido a cuestiones más radicales
la perspectiva de la novela))'. y básicas. Tenia razón, una vez más, Henry James cuando
Un novelista como Sábato nos dice lo mismo, desde la decía que lo esendal no es cómo liberarse del autor, sino algo
actitud complementaria: «Vacilé mucho en la elección del más posi tivo: cómo lograr una intensa ilusión de realidad, incluyendo
punto de vista de la narración. problema siempre decísivo las complejidades de la realidad mental y moral.
en el arte de la ficción, pues según la elección que se haga Desde el punto de vista descriptivo y simplificador (peda­
puede darse más intensidad y verdad al relato, o quitárselas gógico) que aqu! estamos siguiendo, no cabe duda, sin embargo,
hasta el punto de ma.lograrlo,) 10. Nada menos que eso. de que la novela de nuestro siglo ha tendido a prescindir del
La crítica anglosajona, en general, ha insistido mucho autor omnisciente y a plantearse el problema de su autolimi.
sobre este tema, proclamando la supremacía del novelista tación, para acercarlo más a nuestra experiencia cotidiana
limitado, que muestra simplemente, sobre el omnisciente, que sobre los relatos y los modos de adquirir información en la
dice. Conviene, sin embargo, no olvidar un prudente relati­ vida. Este cambio de perspectiva da origen a una serie de
vismo. Las soluciones no son nunca, en novela, universalmente procedimientos narrativos concretos.
válidas. Como le dijo R. L. Stevenson a Henry James, lo que El primero de ellos es la narración en primera persona,
produce el éxito de una obra seria en otra impertinente y que supone el perspectivismo absoluto. El autor se limita a ver
aburrido. Una determinada técnica puede. ser útil en un mo­ y comprender lo que caería verosímilmente dentro de las po­
mento dado de una obra concreta y con cierta finalidad, pero sibilidades de un personaje. Conoce muchas cosas exteriores
no en otro pasaje de la misma obra, "ni mucho menos en otra y toda la interioridad (siempre que no sea demasiado ilógica
obra, con finalidad distinta. ' o desa.gradable) de sí mismo. Se da esto ya en dértas novelas
Coincide esto' con la idea (viejísima, de sentido común, clásicas (la picaresca, por ejemplo) que tienen, gracias a eso,
pero renovada en nuestros dias por T. S. Eliot) de que la obra un aspecto bastante moderno. Se trata, evidentemente, de un
de arte debe ser una sucesión afortunada de dimax y anticlimax. recurso técnico que facilita mucho la narración, pues resuelve
Es decir, que seria artisticamente contraproducente mantener con sencillez el problema del punto de vista y hace que la
indefinidamente al lector en situaciones de máxÍma tensión noveJa aparezca de un modo convincente a los ojos del lector.
emocional. Por todo esto, se trata hoy, quizá, del procedimiento más
En la práctica, los modos de omnisciencia del narra·' aconsejable para un escrilor novel. Sin embargo, estas ventajas
dor pueden ser muy variados !l. Un episodio «dicho» a lo se pagan caro. Es muy dificil mantener a la figura protago­
mejor nos impreslona más que otro ((mostrado», por tanto, nísta en un humano término medio enlre el pedante orgulloso
«decin) puede ser productivo para la economia general de y el lipo vulgar cuya historia no nos interesa. No olvidemos
la obra; o alternar el «decín) con el «mostrar». De igual que una narración en primera persona también puede ser
modo} no se puede afirmar rotundamente que los comen­ implacablemente objetiva, contando sólo lo que un tercero
tarios del autor arruinen su relato, aunque hoy estén pasados podria saber. Así, en El extranjero, de Camus, o Cosecha roja,
de moda, porque nuestra simple experiencia de lectores nos de Hnmmett.
informa de que, en ocasiones, de ellos extraemos un peculiar El monólogo interior o corriente de conciencia (stream 01
placer. consciousness) abre un mundo nuevo para la novela. Lleva a sus
Quiero insistir en que todo esto -y todos los temas de que últimas (y l6gicas) consecuencias la. narración en primera
se trata en este libro- no es cuestión de pura técnica, sino persona. Significa el triunfo total de un subjetivismo sin límites 12.

• Joel: F. Montesinos, Peredllo la novelll idilio, Madrid, Castalia, 1969. pág. 136.
" PI)r eso lo censuraba' (en Principios J fina/u de /~ novela, ed. citada) un
'o E" Sabato, El nmtor y S//.$ faRlasmo..r, cd. citada, pág. 14.
autor de tendenda c1asícistil romo Pérez r1~ Ayala, defensor de la armónica
11 Wayne C. BOOlh, abra citada, pág. 16.
('omhinación de lo objelivo cun lo slIbjetlvu.

98 99
..

"~~"'"
\.. " ­

Se suele admitir que el primero en utilizarlo fue Edouard 2) En cuanto a su espiritu, es un discurso anterior a toda
Dujardin, en una novela francesa aparecida en 1887: Les organización lógica, que reproduce este pensamiento en su
lauries sont coupis, que no tuvo en su tiempo ningún éxito, pero :, estado naciente.
sobre la que llamó después la. atención James Joyce. " S) En cuanto a su forma, se realiza en frases directas
Prescindamos de cuestiones históricas para fijar nuestra reducidas al mlnimo sintáctico, y asl responde esencialmente
atenci6n en el monólogo interior arquetipico, el del Ulises, a la concepción que nos hacemos hoy de la poesia), IS.
de Joyce: el autor desaparece por completo detrás de un peri­
sonaje. Seguimos con toda minuciosidad el universo complejo Son innegables la novedad y el interés de este procedimiento,
que se encierra en un solo dí.a de la vida ordinaria de un per­ que «permite una fusión más concentrada de la forma de
sonaje vulgar. Lo más interesante es que éste no nos entrega ( novela y la de confesi6n» l..
Pero su justificación profunda,
sus pensamientos y afecto en forma elaborada conforme a la como siempre, excede el campo de lo puramente técnico.
lógica, el decoro y la gramática, sino en su forma primitiva Así lo afirma Sábato: «Al volver el hombre del siglo xx la mirada
y auténtica de reacciones instintivas, inconexas. La corriente
hacia un mundo hasta ese momento casí desconocido, como es
de pensamiento de este personaje (de cualquiera) es, desde
el subconsciente, era inevitable y legitimo el empleo del mon6­
luego, algo muy poco racional, que se manifiesta discontinua­
logo interior,) I~. Y 10 confirma uno de los criticos más especia­
mente, por cortos fragmentos, y se repite muchas veces, con
lizados en el tema, Robert Humphrey: «El uso del monólogo
bastante monotonía. En 10 hondo de la conciencia, como es
interior supone, en resumen, fin esfuerzo para revelar la natura­
lógico, no hay «censura» ni barrera alguna, salvo las incons­
leza psíquica de los personajes, un intento de analizar la natu­
cientes: la realidad completa, incluyendo también la más
raleza humana, de presentar al personaje más exactamente
desagradable o la puramente fisiológica deja su huella (si no
y más realista mente}) 1&. Sólo 'desde este punto de vista, me
existe alguna represión inconsciente) en la candencia humana.
parece, se puede comprender atinadamente su significadón.
Se pretende, en cierto modo, instalar al lector en el in­
Son, en cierto modo, precedentes de esta técnica todos
terior mismo del personaje que monologa. En vez del relato
los procedimientos narrativos que, a lo largo de la historia,
habitual, asistimos con la máxima inmediatez que sea posible al
han intentado incorporar a la novela de un modo más com­
desarrollo de la corriente de candencia. El lector presencia el mo­
pleto la subjetividad humana. Por ejemplo, la novela construida
mento en que el pensamiento está naciendo y formándose, con­
mediante cartas y la novela totalmente dialogada 17. También
fuso todavía. Es esencial, por tanto, el método de asociación de
podría encontrarse algún antecedente (escaso y parcial, desde
ídeas, puente que lo enlaza con la investigación psicoanaJítica
luego) del monólogo interior en los «apartes») de nuestro teatro
y con la técnica surrealista de la «escritura automática».
clásico. Muchi.simos antecedentes del monólogo interior po­
Resulta curioso, después de tantas especulaciones críticas,
drían hallarse en las mejores novelas del siglo XIX. Citemos
volver a la definición ~(can6nica») que nos dio su creador, Du­
algunos ejemplos, limitándonos a España.
jardín: «El monólogo interior, como todo monólogo, es un

discurso del personaje de que se trate y tiene por objeto intro­


' 1) E. Dujardin, Le mOllo{ogue i7lUrieur. SOIl apparilion. Su origines. 54 Plac, do.ns
('0I:1l.'()f8 de Ja.m.11 JOJee, París, Messein, 1931, págs. 58 YSS.' Vid. lambién Melvin
ducirnos directamente en la vida interior de ese personaje
Friedman, l'/!!Jl!!'__cif"C;().nciou,rntIs,:" A slud;J ;11 IiltTary me/lwd, New Haven, 1955.
(
sin que el autor intervenga con sus explicaciones o comentarios;
"-NOrihrop Frye, Ana¡0"lJ' of&riliiíim; Newy(lrk;-Atnéñeum~g.
y, como todo monólogo, es un discurso sin auditor, un discurso
iO~,-~
no pronunciado, pero se diferencia del mon6logo tradicional
.. E. Sábato, El I$crilor;1 .fI(1 fantasmas, ed. citada, pág. 23.
•< Roberl Humpbrey, Strell11l of CorucioUSlf4ss ín t/¡, rlllJdern III}lI/Il, Berkeley,
en lo siguiente: California, 1954, págs. 6-7.
n Com'o es sabido, este tipo de novela totalmente dialogada IlÍrvi6 a GaldÓ.!
1) En cuanto a su materia, es la expresión más íntima de transición entre la novela y el teatro: Realidad es la primera de 5US novelas
del pensamiento, la más cercana al insconsdente. (1889) que luego fue convertida en obra teatral (18gili).

101
100

La Pardo Bazán ve muy claro el problema en su exposici6n ,¡quel momento le agitaba; pero aún es más arduo el empeño
teórica del naturalismo: Zola «(presenta las ideas en la misma de distinguir 10 que bullía en aquel caos y darlo a conocer por
forma irregular y sucesión desordenada, pero lógica, en que medio de la palabra escrita ... Lo que en su mente era simul­
afluyen al cerebro, sin arreglarlas en periodos oratorios ni táneo no podla menos de sucederse en el soliloquio; pero lo
encadenarlas en discretos razonamientos; y con este método que él interiormente se hablaba careda de conclusión y de
hábil y dificiUsimo a fuerza de ser sencillo, logra que nos haga­ principio y se manifestaba todo a la vez» 21.
mos la ilusión de ver pensar a sus héroes» 18. Estamos, como se De todo lo que hemos. dicho se deducen con claridad las
ve, en el camino justo, aunque hoy no opinemos que las ideas dificultades que este procedimiento (tan frecuente hoy) presenta
afluyen al cerebro en forma lógica. En una de sus novelas al lector sencillo, incluso en los casos más logrados artísticamente.
presenta a una mujer que escribe sin puntuación, traduciendo Es necesario, para disfrutar con este tipo de novela, carecer
asl inmediatamente su pensamiento: escribia «sin asomo de por completo de prejuicios racionalistas 22, poseer una inte­
puntuación ni división de periodos con párrafos aparte o ma­ ligencia e intuición muy vivas para componer con las piezas
yúsculas. Lo cual, aunque parezca raro, presta a este género de desordenadas de este gigantesco puu.le un conjunto coherente
cartas iracundas y femeniles cierta enérgica monotonia y y, en definitiva, admitir una parte importante de misterio,
rapidez que duplica su efecto» 111. no exigir la comprensión absoluta de todo.
Como ya hemos dicho, Ricardo Gu1l6n ha señalado nume­ La fidelidad estricta a este procedimiento parece hoy
rosos e interesantes precedentes del monólogo interior en haber pasado algo de moda. No es extrai'lo, si se desea ante
¡
Galdós. Recordemos nosotroS solamente lo que dice el novelista ¡ todo lograr la comunicaci6n con una masa relativamente

~I·\
del monólogo de un moribundo: (Era 'como si se hubiera roto amplia. Sin embargo, su influencia ha sido extensa e ím·
en míl pedazos el manuscrito de un sabio discuno, convirtién­ portante.
dolo en papeletas que, después de bien revueltas en un som brero, Virginia Woolf lo aprovechó en Mrs. Dalloway (otro de
se iban sacando, a semejanza de] juego de los estrechos» 20. los ejemplos que se suelen citar como clásicos) para un fin
¿No nos parece estar leyendo una descripci6n metafórica e estético bastante diferente al de Joyce. O'Neill lo llevó al tea­
imprecisa del monólogo interior? tro, en su Extraño interludio. Dos Passos lo ha combinado en
El mismo Valera, tan neoclásico y dieciochesco, llega Paralelo 42 con otros elementos: narra el autor episodios vividos
a un presentimiento vago de la nueva técnica: ((En todo discurso, por algunos personajes; con el titulo El ojo de la cámara, incluye
si se enuncia por el lenguaje humano, las im6.genes, las pasiones mon610gos interiores; y, bajo el rótulo Actualidades, incorpora
y los pensamíentos van tomando forma, sucedíéndose y mos­ a su novela una serie de titulares y recortes periodísticos, reflejo
trándose con cierto orden y gradación, unos en pos de otros. objetivo de acontecimientos básicos. Faulkner, en El ruido'y la
En Fray Miguel no era asi; en silencio exterior estaba él, sin furia, «se sirve de esa técnica para intentar un realismo abso­
voz y sin acento que pudiesen percibir los sentidos; pero allá luto (lejos de practicar el ¡rrealismo que suponen los entusiastas
en los abismos de su alma se levantaba tempestad espantosa. del naturalismo fotográfico), ya que s610 mediante esa técnica
Recuerdos, esperanzas, dudas y desengaños, todo acudía en puede describir aproximadamente la visión que tiene un
tumulto y asaltaba y atormentaba su mente. Arduo sería idiota dd mundo, de un ser para el cual el universo es un con­
penetrar en el espiritu de fray Miguel y descubrir cuanto en glomerado de olores, visiones fugitivas y sabores: un universo
: caótico y contingente.> 2'.

,. Pardo Badon, La rutstWIl plllpilantt, ed. C. Bravo VilIasante, Salamanca,


Anaya (Bíblioteca Anaya), 1966, pág. 168. ., V.alera, M~rsamDr, ed. citada, pág. 730.
n Pardo Badn, Ulla cristilUla, en O'r/U ~lmIpltlas, 1, (d. cifada, pág. 550. " Por ellO no le gultalia a Eugenio d'Ors, por ejemplo. Vid. su critica a
"1\1 I'~rez Ualdós, 'f~rlJlUmada '11 la (.'nu:, en Uby/U complet/U, V. ed. citada, Joyce en Arriba, Madrid, .') de mayo d(' 1946.
pág. 938. lO E. SAbato, El emilor y SUS/01tla.lI"Qs, ed. citada, pág. l60.

102 103
..

Dentro de la reciente novela española, Tiempo de sileflr;lI. citada) de la separación o détachemenl, la antítesis del subje­
de Luis Martin Santos", ha significado, entre otras cosas, tivismo absoluto que significa, en general, el monólogo interior.
una vuelta consciente a la escuela de Joyce, perceptible en Esta teona fue acogida con fervor, hace unos anos, por
ocasionales mon6logos interiores y, en general, en la libera­ un grupo de j6venes novelistas y criticos españoles 2~. La moda
ción de un talento verbal que llega a rozar, a veces, el exceso del objetivismo parece haber cedido hoy el puesto a un realismo
rebuscado. No cabe olvidar la brillantez con que usan el monó­ critico con pretensiones dialécticas y a una revalorización
logo interior algunos novelistas hispanoamericanos como Fuen.: de la fantasía.
tes, Vargas Llosa ... Tanto en aquél como en éstos, el mon6logo Es curioso comprobar que Maupassant tuvo ya una clara
interior no ha supuesto precisamente irrealísmo, pero si supera­ visión de la novela objetiva COmo opuesta a la psicológica,
ción en profundidad psicológica y critica del chato costum­ de análisis; incluso la defendía como más real y más sincera:
brismo loea!ista que: antes era habitual en la novela de lengua «Los partidarios de la obj etividad (¡q ué fea palabra!) pre­
española. tenden, 'por el contrario, darnos la representación exacta de
Hoy no se suele seguir de un modo estricto la técnÍca del lo que tiene lugar en la vida. evitar con cuidado toda expli­
mon61ogo interior. Pero también es cierto que esa técnica se caci6n complicada, toda disertación sobre los motivos, y se
ha incorporado, como un recurso más, al conjunto de posi­ limitan a hacer pasar ante nuestros ojos los personajes y los
bilidades de que dispone el narrador de nuestro siglo. Su huella acontecimientos. Para ellos, la psicologia debe estar escondida
es evidente en muchísimas novelas contemporáneas. Ha sido en el libro, como lo está en realidad bajo los hechos, en la exis­
asimilada plenamente, con naturalidad. El problema estético tencia. La novela concebida de este modo gana en jnterés,
que se plantea el autor actual es el de decidir cuándo debe movimiento, color y vida palpitante. Así, pues, en lugar de
utilizarlo. Parece claro que algunos personajes necesitan ser explicar largamente el estado. de esplritu de un personaje,
vistos «desde fuera». Otros, en cambio, ganan magnetismo los escritores objetivos buscan la accÍón o el gesto que este
contemplados «desde dentro». La labor del escritor sigue con­ estado de alma debe empujar a realizar a ese hombre en una
sistiendo fundamentalmente en una elección. ' situación determinada. Y le hacen conducirse de tal modo,
Otra posible técnica, derivada en parte de ésta, es un pers­ de un extremo a otro Idel. lib.ro, que todos sus actos, todos sus
pectivismo múltiple y sucesivo. Es decir, que el narrador se movimientos, sean el retlc;jo de su naturaleza intima, de todos
identifique sucesivamente con una serie de personajes. Este sus pensamientos, de toda su. voluntad o todas sus dudas. Es.
procedimiento es compatible con el empleo del mon6logo in­ conden, pues, la psícologia en lugar de desplegarla, hacen de
terior (Faulkner: Mientras agonizo), pero no lo exige necesa· ella el esqueleto invisible de la obra, que no -aparece en el
riamente (Dos Passos). retrato que nos hace un pintor. Me parece también que la
La pluralidad de perspectivas plantea algunas nuevas novela de este tipo gana en sinceridad y es más verosimil, pues
dificultades al lector. Pero responde más ajustadamente, sin la gente que vemos actuar ante nosotros no nos cuenta los
duda, a la complejidad de la vida. móviles a los que obedece.~) Pero defendia esta técnica sin
Cabe, por último, adoptar un punto de vista objetivo, exclusivismos. Comprendía que «en todo caso, el puro análisis
relacionado con la técnica cinematográfica y la psicología psicológico puede darnos obras de arte tan hermosas como
behaviourista o del comportamiento: considerar como real las obtenidas por otros métodos») 26,
s610 aquello que tiene existencia objetiva, 10 que percibe Un El objetívismo sigue, en general, a Sartre en su crítica de!
observador imparcial. Alcanzamos asi el punto máximo a que análisis psicológico como algo esencialmente burgués y en la
hasta hoy hemos llegado en la radicalización de la teorla (antes explicación fundamentalmente histórico-sociológica de la obra

'J Veánse los libros, ya citados, de JO$~ Maria Castellet y Juan Goytisolo.
" L. Martln Santos, Tiempo d, sil.ndo, Barcelona.. Sc:ix Barral, 196'2. ,. Prefacio a Pitm el Jtafl.

104 105
.

de arte, Coinciden también con una serie de teorias de nuestro para oírle. Siempre -clam está-- que no se exceda en el uso
siglo que han propugnado un nuevo objetivismo en literatura: ue la palabra n.
as.i, T, S. Eliot y Brecht. (En España, por ejemplo, lo hizo Franc;:oís Mauriac nos ofrece un criterio muy rotundo:
José María Valverde). Supone todo esto una reacción contra «Detrá.s de la novela más objetiva, si se trata de una obra bella,
el empacho de psicologismo y simbolismo. de una gran obra, se disimula siempre ese drama vivido del
La opinión que merezca esta tendencia depende, ante novelista, esa lucha individual con sus demonios y con sus
todo, de que comulguemos o no con sus bases filosóficas. Per­ esfinges. Pero quizá el éxito del genio comiste precisamente
sonalmente seguimos creyendo que existe un abismo, dentro en que nada de ese drama personal se traicione al exterior ( ...) \
del hombre, entre la vi\lencia interior y su expresión externa. En la medida en que nuestra obra es imprrfecta, a través de sus
Existen (la vida nos lo demuestra continuamente) el fingimiento} fisuras se traiciona el alma atol'mentada de su miserable autom 2&.
el disimulo, 'la reserva, las vacilaciones interiores, las mflscaras Este ideal de la obra unitaria, como bloque sin fisuras, es muy
adoptadas voluntaria o forzosamente, la hipocresia, los «pa­ hermoso; pero, ¿t:s posible? Incluso: ¿es deseable? ¿No será rne- (
peles~) que la vida social o profesional nos obliga a desempeñar. jor una obra «demasiado humana», histórica, que refleje las
No querer ver más que lo exterior supone una actitud clara aspiraciones pero también las limitaciones de su creador?
y honesta. Pero nos parece también que es límitarse volun­ ¿Es posible la objetividad? Muchas veces, el narrador
tariamente, sin necesidad, el campo visual. El novelista (un se descubre a sí mismo escribiendo su obra. A :1 te él y ante los
hombre) no tiene por qué conocer las reacciones sentimentales demás. Todo critico especializado en algún novelista tiene la
de todos sus personajes, pero en .la vid~ de los hombres existe, experiencia de cret:r conocerlo mejor, más profundamente, que
de hecho, la interioridad. La obra de arte, por otro lado, ha sus familiares, los amigos con los que tomó café infinidad de veces
sido siempre considerada como una expresión personal, sub­ a lo largo de su vida. Y lo que nos atrae en algunas novelas -no
jetiva. No parece aconsejable reducir al autor a puro espejo nos engañemos- no son estrictas razones artísticas, sino coinci­
de una realidad sociológica., dencias temperamentales, de tipo personal. La novda resulta ser
Esta, en definitiva, es una opinión ,puramente personal, el ámbito en el cual coinciden (se comunican) un al tor que pone
muy discutible. Lo que parece más seguro es que esta técnica en la obra lo mejor de si mismo y un lector que s¡ be recrearla.
resulta casi imposible de mantener con exclusividad, sobre Muchas veces se ha dicho que el escritor log,a una obra
todo en varias obras. Los mismos autores españoles (Cela, supl'fior a si mismo. Lo cual, en cierto modo, es falso, porque
Ferná.ndez Santos ... ) que citaban como ejemplo los crlticos todu sale de él. Pero es cierto en cuanto que la obra puede
defensores de esta tendencia la han abandonado en sus obras rdlcjar -más que cualquier otro acto de su vida cotidiana­
posteriores. El caso de Robbe-GriHet es más curioso, pues lo mejor de sus posibilidades. Podriamos aplicar aquí la bella
se mantiene fiel al objetivismo cuando le conviene para aban­ imagen amorosa de Pedro Salinas diciendo que el autor se
donarlo a continuación. En nombre del objetivismo rechaza pone en la punta de los pies para llegar a sí mismo, a su obra.
toda búsqueda de un «sentido~~ detrás de sus novelas; pero, Cl1alquier critico posee la experiencia de que muchas veces
a la vez, se beneficia de todas las libertades que el subjetivismo _.. JI{) sil!mpre, por ~upuesto-- resulta más interesante leer las

mfls absoluto le concede. ubl'as de un novelista que conocerle personalmente, Y todo

El objetivismo, en resumen, aparece como una posibilidad esto no es exclusivo de la novela o de la poesía, sino que se da

m:ls que se abre al narrador contemporáneo. Un procedimiento también -confiemos- en la crítica, en cuanto rebase la pura

con aspectos muy interesantes, aunque sus bases te6ricas es­ erndición y sea auténtica creación, obra vivida, experiencia

trictas no nos convenzan. Practicado con exclusividad nos vital, expresi6n de una persona.

parece que presenta grandes flancos abiertos a la critica. De


hecho, la voz del narrador nunca está totalmente callada. n WaYlle·C. Booth, obra citada, pág. 60.

y una de las razones por las que leemos novelas es precisamente ,. F. Mauriac, L. romancier ti .es ptrJonnagu, ed. cilada, págs. '4~-l.t3·

106 107

, .'

XXVII

Algunas teorías: Ortega


Vamos a ver, por último, algunas teorias contemporáneas
sobre la novela. Hemos preferido no insistir en algunas de las
más habituales (varias han sido citadas a lo largo de este tra·
bajo) para fijarnos en otras que suponen la aportación original
de una personalidad independiente. Confrontando puntos de
vista muy distintos comprenderemos mejor la extraordinaria
variedad de la novela contemporánea. Junto a los crltícos y
ensayistas, hemos prestado especial atención a las opiniones
de algunos novelistas, que ofrecen un particular interés a 'pesar
de su carácter disperso y su falta de sistema.
Comencemos Con la ¡teoria ~e Ortega, en su libro Ideas
sobre la novela, del año 19251, Leyendo hoy este libro adver­
timos en seguida los cincuenta años que han transcurrido
desde su aparidón. Las afirmaciones teóricas que debieron
ser revolucionarias adoptan, en general, formas de gran timidez
expresiva. El temor que siente Ortega de que la novela se
consuma rápidamente por falta de nuevos argumentos no
puede por menos de hacernos sonreir. Sin embargo, casi todos
los teóricos espai'íoles que se ocupan de la novela contempo­
ránea parten de este librito. Veamos por qué.
Dos son sus afirmaciones fundamentales: la primera, que
la novela debe ser «hermética), es decir, debe apresar total­
mente en sus redes la atencí6~ del lector 2.

I Como ea labido. se ocupa tambif,n de cste tema en $US M,dilac¡o,,,s del

Q;¡ijote (1914): "Meditación primera; Breve tratado de la novela...


• Vid. Baquero Goyanes, «Discusi6n en 1911!) acerca de la novela: Ortega
y Baroja.., en op. dt., pág•. ~!)-63.

185

t

La observación es cierta. Alude al carácter que posee la Ortega acierta en varios detalles concretos. As[, al descri­
novela de ser una estructura total, un orbe completo formado bir la evolución: descrípci6n --narración-- presentación.
por partes que se sostienen mutuamente. Al afirmar filos6ficamente el perspectivismo. Y al sostener
Pero Ortega hace derivar esto de lo que él llama el «prin­ que es misión esencial de la novela el presentar una atmósfera.
cipio genérico del arte: la intrascendencia». Aunque apunta Sabe ver también que la novela es un género fundamental.
a un carácter real, no cabe duda de que ni la palabra ni el mente moroso, retardario.
concepto de (<intrascendencia» nos parecen hoy muy apro­ Su máximo acierto. quizá, es éste: «El novelista ha de' ser
piados para ello. Notamos aquí el ambiente intelectual de un como el pintor impresionista, que sitúa en el lienz.o los ingre­
momento: es la época de los intentos del «arte puro», de la dientes necesarios para que yo vea una m.lOzana.» Lección
creaci6n artística deshumanizada. La intrascendencia del arte clara, exacta, y, en lo csencÍ:-tl l ahsolutl1menle "úlida wdnvía.
pudo producir grandes obras concretas, pero, como principio Se ('(¡uivoca, en cambiu, al considerar la novedad ud
teórico, es hoy inadmisible. argumento como el elemento esencia] de la novel,\. Por l:SO
Si entendemos el «hermetismo,) como simple capacidad cree que el «género novelesco, si no está irremediablell\Cnte
de atracción, producida por la unidad estructural de la obra agotado, se halla de cierto en su periodo últimoll.
de arte, esta afilmación de Ortega sigue siendo plenamente En resumen, Ortega reacciona decididamente contra la
válida, incluso refiriéndola a las formas más extravagantes concepción novelesca del siglo XIX. Pero no puede evitar el
de la narrativa actual. encontrarse todavía demasiado cerca de ella. Sus ideas sobre
Baroja comprendió mal e.!lte~precepto y, reaccionando con­ la novela están muy unidas a teorías estéticas que ya han cadu­
tra él, afirmó que la novela debe ser «permeable»: abierta cado. Hoy nos sorprende el orgullo intelectual con que cree
a los demás géneros, a la vida, a la política, a las ciencias. (Con­ estar viviendo un momento clave en la historia de Occidente.
tra lo que Baroja reaccionaba era contra el efimero ideal de Nos resulta hoy pintoresca la seguridad con que señala siete
la «novela pura~> de Gíde.) En realidad, no se trata de términos tendencias generales que cubren todas las obras de arte esen­
opuestos, sino complementaríos: la novela puede incluir cialmente modernas. Se libra de los tradicionales prejuicios
dentro de si. toda clase de elementos ajenos siempre que no realililas, pero es unilateral y peca por intrascendencia y des­
parezcan postizamente añadidos, sino que se integren en humaní/.ari6n.
una unidad de ambiente y estructura que apasione al lector. Acierta Ortega al criticar al lcclor solamente atento a los
El mismo Ortega había reconocido que (da novela es el gé­ valort$ argumentales, al «qué va a pasar al fina!>;. Defiende
nero que puede contener mayor número de elementos ajenos las cualidades estéticas e intelectuales de la novela frente a las
al arte». puramente melodramáticas. En definitiva, como señala Booth,
La segunda afirmación importante de Ortega es el carncter esto no cae muy lejos del deseo de un cierto distanciamiento
decisivo de los valores formales. Flaubert introdujo en Francia del l~ctor (o espectador teatral) con respecto a la obra, como
esta teoría, que tardó bastante en ser aceptada. Subrayar la defienden Edward Bullough y Bertolt Brecnt. Claro que la
importancia de la forma parece inicialmente acertado (eso abril ¡ileraria actúa siempre sobre varias zonas de interés del
hace hoy la estilistica o cualquier formalismo, estructural lector: distanciarle resp('cto de una de tiJas supone envolverle
o no) si no se llega a caer en el exceso. Es cierto que la literatura más en las otras'. Y, en touo caso, pretender purificar el arte,
se hace con palabras, pero la técnica formal es sólo un instru­ t:litllímmdo progresivamente los dementas humanos y cons.­
mento al servicio de algo más profundo. El refinamiento formal truyeudu una «novela pura)) nos parece hoy (a pesar de lo que
eleva la novela contemporánea a la categoría de arte. Pero opinen algunos estTucturalistas o seguídores del «(nOUVeau
esta novela es verdaderamente grande porque, por encima roman») 1111 sin sentido ..
de eso, ha sabido abrirse a problemas profundos del hombre
de nuestro tiempo. , Waylle C. llOOlh, op. cit., p,igs. 122-I~S·

186 187

XXVIII

U namuno: La novela
como búsqueda
La valoración critica de las novelas de Unamuno sigue
constituyendo un problema amplíamente discutible l. La ma­
yoMa de los criticos censuran su esquematismo, su sequedad,
la ausencia de atmósfera. Julián Marias, en cambio, sostiene
que (<las novelas son lo más decisivo y má.s propio y hondo de
su obra toda, aquello en que forzosamente culmina». Los nove­
listas españoles actuales parecen haber olvidado por completo
su ejemplo; el público lector, en cambio, especialmente la
juventud, las sigue leyendo con interés que no decae.
La extraordinaria personalidad de Unamuno no debe
impulsarnos a hacer ahora un estudio puramente descriptivo.
Queremos, sí, considerar sus novelas en relación con las ideas
expuestas en este trabajo. Utilizaremos también su obra Cómo
se hace una novela, que trata temas muy alejados del que anuncia
su título, pero apunta algunas observaciones muy interesantes 2.
De este modo intentamos acercarnos a la «teoria de la novela»
que está latente bajo la obra de creación de Unamuno.

I Principales estudios sobre Unamuno como novelista: J. Marias, M. de U.,


cap'. IIl-V. Madrid, E¡palla-Carpe (Austral), 1950. J. de Entrambll$aguas,
«M. de U.» en Las mdorts fWlJtlas ,olJJt1njlor(¡neas, 1, Barcelona, Planeta, 1957.
págs. 1475-1596. E. de Nora, La novela espaila/a contemporánea, 1, Madrid. Gredo.s
(Biblioteca Románíca Hispánica). 1956. págs. 13-49. Ricardo Gullón, Aulo~ío.
grqffruqt Unamul'lo, Madrid, ed. Gredo.s (Biblioteca Románica Hispánica), 1964.
~ Obras completas, lomo X, Aguado-Vergara, I!'IS6. págs. 827-927. Ha sidQ
estudiado por Armando F. Zubizarrela, Ullamunu m Sil «l'Ii!l(l/a*, Madrid,
Tauru! (Persíle5), 1960. Su lectura se ha hecho mis fiícil desde la reedici6n en
la colecci6n «El libro de bolsillo» de Alianza Editorial.

169

Es evidente que las novdas de Ullamullo se parecen bas­ sino el! un rincón cekslíaJ donde ver su plleblo. Parece que,
tante poco al tipo normal de narraci6n dominante en España de algún modo, reduce el cielo a la tierra; ve en él lo que hay
en el momento en que se publicaron. Lo que, quizá, no ha sido de continuación, no lo que hay de transfiguración.
subrayado tanto es que sus peculiaridades vienen a coincidir Todas estas ideas nos llevan, evidentemente, bastante
con tendencias innovadoras propias de ]a novela contempo­ lejos de las pintorescas descripciones de montañas santande­
ránea. Veamos algunos rasgos técnicos concretos. rinas o pueblos andaluces que tanto se dan en nuestro siglo XIX.
Comencemos por lo más evidente, lo más frecuentemente Si buscamos un ejemplo semejante de relaci6n profunda entre
comentado: las novelas de Unamuno se caracterizan por la el hombre y eJ paisaje recordaremos en seguida la enorme
escasa importancia de las descripciones: «Fácil me hubiera influencia del ambiente mediterráneo sobre los héroes de
sido distribuir entre mis novelas las descripciones de tierras Camus.
y de vistas, de montañas, valles y poblados, que aqui recojo; Censura Unamuno, naturalmente, las ingtnuas limita­
pero no lo he hecho por dades ligereza y a la vez densidad. ciones del realismo superficial. En el prólogo a la novela que
El que lee una novela ( •.. ) se halla muy propenso a saltar las nos está ,!,j¡'viendo de ejemplo cita una Irase de Melo: «He
descripciones de paisajes por muy hermosos que en si sea m) 3. deseado mostrar ,;¡us ánimos, lIO los vestidos de seda. lana y
Casi no hace falta decir que esta condena de la descripción pieles ... » Coincide así U namuno con todos los novelistas
rima perfectamente con el gusto de nuestro siglo. Si pensamos contemporáneos que se han burlado de la novela decimo­
en la novela española debemos reconocer que las descripciones nónica por su deseo de presentar a cada personaje corree­
{tan alabadas tradicionalmentel de Pereda, e incluso las huma­ tisimamente vestido, hasta el último botón, según su categoría
nisimas de Galdós, son tipicas d·el.sigld XIX. La visión ciara de social.
Unamuno parece abrir en nuestra Patria el camino de la novela Afirma nuestro autor, como cualquier novelista de van­
contemporánea 4, guardia: «Para una verdadera novela (... ) tampoco importa
Las descripciones de Jos personajes no son nunca natura­ mucho lo que suele llamarse el argumento de ella.~~ y pone
listas, sinQ vitales s. Los rasgos llsicos concretos interesan menos Como ejemplo de esto su Novela de don Sanda!io,}ugador de ajedm:.,
que el misterio de la personalidad y su reflejo en los demás obrita interesantísima también por su absoluto perspectivismo:
hombres: «Era alto, erguido, llevaba la cabeza como nuestra la nov('la se compone de una serie de cartas que un lector
Peña del Buitre lleva su cresta, y había en sus ojos toda la hon­ dirige a un tercero. Sentimos la tentación de decir que «don
dura azul de nuestro lago. Se llevaba las mil'adas de todos, Sandalia» se anticipa al objt"tivismo más ff"cientc, porque
y tras ellas los corazones. y él, al mirarnos, pareda, traspasando «es un personaje visto desde fuera, cuya vida interior se nos
la carne como un cristal, mirarnos al corazón>. 6. escapa, que acaso no la tiene>.7,
En este mismo ejemplo vemos la pl'Ofunda y misteriosa DOIl Sandalio es un personaje opaco, impenetrable, que
compenetraci6n del hombre con la Naturalez.a, nunca redu­ no llegamos a conocer bien. También don Manuel Bueno es
cida a puro escenario inerte. El lago y la montaña juegan un complejo, ambiguo; ni él mismo se comprende plenamente.
papel deci~ivo, aunque no fácil de definir, en la vida de don Estamos aquí muy lejos del «tipo~} decimonónico, perfecta­
Manuel y de su aldea: son algo asi como su cielo inmanente, mente caracterizado eo Jo tísico y en 10 moral, que actúa casi
los signos de su radical enraizamiento. No piensa en eJ cielo, como un aut6mata, teniendo en cuenta los fines que busca
y los m(~dios que posee. En Unamuno hallamos ya esta com­
I Prólogo de Álldom::/lJ)' uisíones eJp/J.;¡ollJS. paracíón, lan frecuente en nUéstros dias. Ridiculiza esos per­
• Pa<. ro lo g/Jerrll, su primera. novela (1697), es la única excepción en este sonajes de novela que son «maniquícs vesddos, que se mueven
y en muchos Olroo a$pectoa. por cuerda y que llevan en el pecho un fonógrafo que repÍte
• Marias, .p, cit., pág. 124.
I San Manuel BUt1l9, mdrlir. Madrid, Espasa-Calpe (Austral), 5. A cd.,
1963. pllg. 2b. 1 PrÓlogo a San Manu,¡ Bueno, mártir,)' tr~s historia, más.

190 191

las frases que su maese Pedro recogió por canes y plazuelas»ll. La novela, en resumen, no tiene reglas fijas. Por ser reflejo
Los personajes de Unamuno, como los de gran parte de la de la vida, debe ser libre y variada como la vida misma. A esta
novela contemporánea, están hechos de confusión y misterio. preocupación responde, evidentemente, la creación del tér­
N o saben bien 10 que buscan (Una hístoria de amor) actúan 1 mino «nivola») u: supone, ante todo, un modo inteligente de
movidos por secretos complejos que poco a poco llegamos liberarse de las normas tradicionales.
a comprender (La tla Tula). Coincide también Unamuno con las tendencias contem­
Podemos señalar, incluso, un procedimiento narratÍ\;o poráneas al subrayar la importancia del lector en esta novela
ti pico de Unamuno: pone ante nosotros unos personajes tras­ sin reglas. Hace falta, afirma, un «lector actor, para quien
tornados por un proceso interior tan oscuro que ni ellos mismos leer es vivir lo que lee» 19. «A la vez que lee, el lector va ha­
lo comprenden bien. La tensión interna se manifiesta esti· ciendo, creando al personaje» Ji. Varios años después, J. M.
Iísticamcntc en la abundancia de exclamaciones, frases entre­ Castellet afirmará que ha sonado ya la hora del lector.
cortadas, puntos suspensivos. Parecen recipientes llenos de un Roza también Unamuno, en la obra que acabamos de
vapor que no puede ya mantenerse dentro de sus limites. La citar, un tema típico de nuestro siglo, la novela de la novela,
crisis sobreviene, ordinariamente, en un diálogo: al manifes­ en su doble aspecto; «Lo verdaderamente novelesco ea cómo
tarse a otra persona, se descubren a sí mismos. se hace una novela» u y (da novela de la lectura de una novela) .e.
El personaje de Unamuno es esencialmente un agonista La afición a 10 original y paradójico le han ayudado, quizá,
o luchador. Más que nuestro yo actual o nuestro reflejo en los a adoptar este punto de vista, característico de la novela contem­
demás le interesa aquel que queremos ser 9. Esta vida concebida poránea desde Gide (Los mon.ederos falsos) hasta el {(Oouveau
como proyecto acerca sus novelas a las existenciales de Sartre roman'~.

o Camus. Hemos visto basta ahora una serie de rasgos técnicos que
Cuando Unamuno piensa hacer una novela sobre sí mismo, emparentan a Unamuno con las tendencias renovadoras de
decide llamar a su protagonista U., es decir, )a inidal de su la narración en el siglo xx. Debemos pasar ya a preguntarnos
apellido 10. Si pensamos en la novela contemporánea, esto nos en qué consiste la novela para Unamuno.
recordará inmediatamente al enigmático K., que protagoniza El campo propio de ta novela es para él, ante todo, el mundo
algún relato de Franz Kafka. interior. Pero no hay que entender esto en el superficial sentido
Desmonta Unamuno otro convencionalismo de la novela intimista o psicológico, sino en la creaci6n de personajes con
clásica: el del desenlace que integra armónicamente todos los hondura existencial. La novela de Unamuno es, hasta la exa­
elementos y personajes de la obra. Afirma, por el contrario, geración, novela del interior del hombre. Dentro de eso, atiende
que la verdadera novela no tiene final: ((Todas las novelas normalmente a los sentimientos más fuertes, a las pasiones que
que se hacen y no que se contenta uno con contarlas, en rigor arrebatan: «No encuentro poesia, esto es, creación, o sea,
no acaban. Lo acabado, lo perfecto, es la muerte, y la vida acción, donde no hay pasión, donde no hay cuerpo y carne
no puede morirse. El lector que busca novelas acabadas no de dolor humano.~> No le interesan demasiado (ésta es una
merece ser mí lector; él está ya acabado antes de haberme buena cualidad para el novelista) las ideas abstractas, sino su
leído), ¡¡ . encarnacíl¡n concreta en hombres de carne y hueso.
Se plantea una y otra vez U namuno el problema de la
personalidad. Su novela se acerca así. al drama (de ahi los
• Prólogo a San Manutl Bueno, mcfrtir•.,lres hisloriaJ más. Vid. Ricardo Gullón,
«Don Sandalio o el juego de los espejos», en PQpeleJ de Son Al7lladans, septiembre .. Veáse Nitbla y el libro citado de Zubizarrcta.

1963. Incluido luego en el dtado Aulobiograflas dt UnamltM. u Cómo se hace una rloo,la. pág. 875.

.. ¡Mie"" pág. 907.

• Jb(dml.
,. Góm& se hace una lIfJuela, pág. 8 65.
" [bid,m, pitg. 1153.

lO Ihídem, pág. 893.

". l!.irlrm, pág. 870.

192 7 193
...

monólogos), pero más aún a la biografla, concebida de un La novela de Unamuno, en efecto, es hondamente auto­
modo existencial. biográfica: « ¿N o son acaso autobiografias todas las novelas
No hay que caer en el error de suponer que Unamuno que se eternizan y duran? (.,.) Toda expresión de un hombre
busca una novela intelectual o filos6fica. Podemos decir que híslórico vcrd aclero es a u tobiografla» 19. Está í n timamen te ligada
quiere ser realista, (Ya hemos visto, a lo largo de este trabajo, a la persona del autor, a sus ideas y creencias. Nos encontramos
la posibilidad de aplicar esta calificación a obras muy distin­ aquí en el polo opuesto de la impersonalidad objetiva de un
tas.) Pretende reflejar fielmente la realidad ... tal como la Flaubert, por ejemplo. (Aunque él también ded3: (cMadame
concibe Unamuno: ((La novela tiene que ser, como la vida Bovary soy yo.») La estimaci6n de las novelas de Unamuno
misma, organismo y no mecanismo (.,.) No es maquinaria depende absolutamente de la que otorguemos a su persona
lo que hay que mostrar, sino entrai'las palpitantes de vida, y al conjunto de su obra.
calientes de sangre» 17. La realidad íntima, entrai'lable. es la Para Unamuno (y esto es, quizá, lo más importante), la
verdadera realidad. novela es una búsqueda, un método de conocimiento, un
Jumo a la personalidad; 10 que queremos ser, juega aqui intcuto, entre otros muchos, de desvelar el misterio de nuestra
papel decisivo la imaginaci6n: habla de (mi novela» refirién­ existencia. Escribe novelas para descubrirse a sí mismo 20,
dose a la visión que los demás tienen de él. La condena del Desde un punto de vista estrictamente filosófico 21 la novela
dato documental y la defensa de la imaginaci6n alcanzan un fracasa en este empeño porque usa el lenguaje común y porque
grado extremo al final de lA novela de don Sandalio: «(Me basta carece de sistema. Es evidente, sin embargo, que la novela
con lo que yo me invento ( ... kNo me. interesa su historia, me puede ofrecer intuiciones muy profundas sobre la condición
basta con la novela. Y en cuanto a ésta, la cuestión es soñar]a.~> humana. Esta pretensión de totalidad, ya existente en las
La novela es un sueño de personajes tan ligados al autor novelas de Unamuno, constituye, en nuestra opinión, el mérito
que desemboca en el autodiálogo: «(Busca un caf~ de es­ máximo y el atractivo fundamental de la novela de nuestro
pejos, enfrentados y empañados, y ponte en medio de eUos siglo.
y échate a soñar. Y a dialogar contigo. mismo ... Y tú mismo La visión de Unamuno es fundamentalmente individua­
mientras asi le sueñes y con él díalogues te harás nove­ lista 22, pero la profundidad de su individualismo supone cierta
lista.» pl'fSpccliva comunitaria. El ensayo sobre Cómo se escribe una
Unamuno llega a establecer una asombrosa identidad nauda acaba proclamando ese ~(deseo de comunión» que es lino
entre la novela y la vida. Las dos consisten en soñar, pero el de los caracteres del gran novelista modcrno 23 • La comunidad
lector de novelas no se sueña a si mismo, sino al protagonista. radien, desde lut"go, en el doJor, en la inquietud, en el hambre
Hace un pintoresco paralelo entre la curiosidad por el final de ílllllOl'lalídad. Al final de su vida, la rigida tia Tula descubre
de la novela (el suspense, diriamos hoy) y la gran curiosidad q lIC (eno tenemos alas, no somos ángeles ... Es lo último que os
de nuestra vida: su final. La novela. como la vida, consiste digo, no tengáis miedo a ]a podredumbrel>. Esta «voz humana»
en hacerse problema de si mismo: «Mihi quaestio [actus sum» L8. cstfi predicando la única esperanza posible en nuestro siglo,
Unamuno usa frecuentemente la expresión (da novela de la la que cantarán Remanos y Graham Greene, la esperanza
vida», La razÓn de esto, según Zubizarreta, radica en que que nace de la humildad yel fracaso.
Unamuno ve a la novela como susceptible de expresar la tem­
poralidad y la autocreaci6n del hombre. Al fondo, una vez '" IbiJ,m, pág~. Ilri" Y 913.
más, está. el sentimiento trágico de la vida y la necesidad de no 'u lbfJtlm, pá.g. HtiG.
morir para siempre. " Vebe la obra dLada de Jldi,il'l l\hrias. edr. IV.
>7 V~'$e la introducci6n de Aranguren a la Antolog(a de Unamuno, Madrid,
Fondo de Cultura Econ6mica, 1965.
" /hItÚm. poig. 91 Q • u Ve fue Amado Alonso, «Lo español y lo universal en la obra de Gald6s»,
l. ¡~fdtm. ptlgs. 87.)·887 Y916. en M(/l~ria J forma en poesía. Madrid, Gredos, 1955, págs. 230-256.

194 195
• .,1,

Hemos considerado a Unamuno desde el punto de visla


concreto de su relaci6n con la novela contemporánea: las
peculiaridades técnicas de sus obras coinciden muchas vece'>
con tendencias innovadoras plenamente vigentes. Unamuno,
sobte todo, concede a la novela la importancia fllos6fica que ha
alcanzado en nuestro siglo.
Para un autor como Unamuno, nUe'>tras notas suponen,
sin duda, una visión demasiado fría y confusa. No nos parece
inútil, sin embargo, irnos acostumbrando a oír citar a Una­ XXIX
muno entre los renovadores de la novela contemporánea,
junto a Sartre o Camus, a Graham Grcene o Bcrnanos, a Gide
o Robbc-Grillct. Pérez de A yala :

La novela total

Pérez de Ayala hace consideraciones dé mucho interés


en su libro, ya citado, Principios y finales de la novela. Aqui nos
vamos a limitar s6lo a una: «Salvo excepciones, no es posible
escribir la gran novela antes de la madurez. El autor necesita
estar pertrecho en años de vida. observaci6n y experiencia.)\
La novela resulta ser as!, adaptando el título de Proust, un
descubrimiento del tiempo al parecer perdido y que, en realidad,
no lo fue.
Esto deriva de una concepción de la novela como mayor
condensaci6n de la vida vivirla. La única forma de revivir este
pasado será profundizando en él, seleccionando 10 intrascen­
dente en apariencia, pero que es, en realidad, sustancial. El
talento del artista consiste esencialmente en percibir los por­
menores externos que se relacionan nece'>ariamente con una
manera de ser o de obrar.
Pérez de Ayala lleva e'>ta teorla a sus últimas consecuen­
cias: «Quizá el soñarlo ideal de todo gran novelísta ha sido
escribir una sola novela universal, en el otoño de su exis­
tencia) con toda la sustancia de la vida que le ha quedado
atrás y todo lo del más allá que desde esta posición única está
columbrando ya. Pero se escribe antes porque uno no nace
con la vida garantizada, y el futuro reside en el regazo de los
diose'> .•)
Notamos aquí una actitud muy clásica: la literatura tiene
esencialmente una función social. es portadora de sabiduría
humana. La pizca de ironía no es obstáculo, sino que aumenla
este clasicismo vital, no erudito.

196 197

No podemos dejar de mencionar una paradoja personal:


Pérez de Ayala, pensando de este modo, escribió casi todas
sus novelas en la juventud. Y no escríbi6 ninguna en los últimos
años de su vida.
Lo más interesante es que Pérez de Ayala se refiere aqui
a un tipo de novela que podríamos llamar la «novela totah~,
esa novela que nos da en sin tesis la experiencía y sabiduría
humana adquiridas a lo largo de toda una vida. El Qy.ijote es
un ejemplo claro. Pero este tipo de novelas se ha dado también XXX
en nuestro siglo. Recordemos los nombres de Proust, Mano,
Huxley, Pa.pini, Pasternak, Lampedusa...
Lukács: La melancolía.

Hoy esto se da cada vez con menos frecuencia. Se tiende, El realismo crítico

por el contrario, a profundizar lo más posible en la compren­


si6n de- una realidad limitada. La novela es cada vez menos El filóso[o marxista Lukács ha influido de modo importante
testamento espiritual o madura sabiduria humana para con­ en la critica Iíteraria contemporánea, abriéndote nuevos ca­
vertirse en el trabajo honrado y minucioso de un artesano minos dialécticos. Es fundamental y revolucionaria, por ejem­
literarío. plo, su vis.ión de la novela histórica. Queremos ahora recordar
su idea de la novela en general, tal como la expone en su Thlo­
'" rie du Roman l.
Para Luká.cs, la novela debe tratar de la vida de un indi­
viduo problemático en un mundo contradictorio, contingente.
El núcleo de la novela moderna es la búsqueda de valores
en una sociedad que ]os ha perdido, realizada por un héroe
problemático. Pero esa búsqueda es también impura, degradada.
La clase de relación que existe entre el héroe novelesco
y la sociedad determina la distinci6n de los géneros literarios:
la lragedia y la poesía lírica se caracterizan por la ruptura
total enlr~ el yo y la socieuad (visión trágica). En la epopeya,
existe una comunidad entre la sociedad y el héroe que la ex­
presa. La novela es un género intermedio entre los dos.
Dentro de esto, distinguió Lukács tres clases de novelas:
l. Novela del idealismo abstracto: su héroe es activo,
pero tiene una visión demasiado estrecha del mundo. Ejemplos:
Don Quijote, J ulián Sore!.
2. Novela psicológica: su héroe es pasivo, posee una
amplitud excesiva de sueños y deseos con relación al mundo
en que vive. Ejemplo: los héroes de Flaubert.

• Este libro rue publicado por primera vez en 19~O. Durante mucho tiempo
negó LuU.c$ el permiso para la reedicián, que se ha producido, en francés,
en 19G3: lidie. Gonthier (Bibliotheque Mediatío!ls). Existe traducción española,

198
199

;.,~

3. Novela de aprendizaje, en 1a que el héroe logra limi­ Es preciso añadir a todo esto la rotunda defensa que hace
tarse a sí mismo sin abdicar de su búsqueda de '(alores. Es la Lukács del realismo, absolutamente determinada por sus
novela de la resignacíón viril, de la madurez: el Wilhelm Meíste r, convicciones politicas 3. Distingue en la literatura de nuestro
de Goethe, por ejemplo. siglo dos grandes tendencias, la vanguardista ~ y la realista.
Bastante cercana a la de Lukács es la teoría de Girard 2: Acumula sobre la primera (entendida muy ampliamente) toda
lo típico de la novela (frente a la actitud romántica) es buscar clase de censuras, mientras que colma de alabanzas a la segunda.
los valores de modo indirecto, a través de una realidad me­ En realidad, ésta es la única literatura contemporánea cuya
diadora. existencia le parece justificable.
El concepto de {(mediación» es la aportación fundamental La caracterización que realiza Luk:lcs del vanguardismo
de Girard a este tipo de estudios. La realidad mediadora puede rebosa inteligencia y originalidad. En realidad, más que carac­
encontrarse fuera del universo propio de la novela (los libros terización se trata de una crltica acerba, por todos los caminos
de caballería para Don Quijote) o en el· interior mismo de ese yen todos los sentidos. En contra de muchas nociones habitua­
universo (El eterno marido, de Dostoievski). les, esta teoría ve al vanguardismo como algo esencialmente
Girard admite, en todo caso, la posibilidad de una con­ reaccionario; ní siquiera concede que su protesta contra las
versión final, en la que el protagonista se libera de este esquema convenciones de nuestro mundo pueda constituir un factor
triangular, se convence de la inautentícídad de su búsqueda dinámico, sino un puro escapismo.
y reconoce el verdadero valor. Girard resulta as! más opti­ En realidad, Luká.cs no delimita de modo estricto la exten~
mista que Lukács, para quien la conversión final del prota­ sión de este vanguardismo. Los ejemplos de él que cita con más
gonista significa la toma de conciencia de la vanidad y el frecuencia son Kalka, Joyce, Musil y Proust. Pero también
carácter degradado, no s610 de la búsqueda anterior, sino de aparecen incluidos en esta categoria autores tan díversos como
toda búsqueda. Virginia Woolf, ·Gide, Montherlant y Beckett.
El punto de vista de Lukács, en definitiva, es el clásico y ¿Qué es lo que cilracteriza a esta actitud ((vanguardista)?
pesimista. La novela contemporánea parece heredar la tra­ Su intención ontológica: pretenden decirnos lo que es «el
dici6n de la tragedia clásica, mostrando la pequeñez de nuestro hombre», no el homDre de tal país y tal época. Consideran la
poder en comparación con la tarea que nos vemos impulsados soledad y la angustia como integrantes de la Ilcondición hu­
a intentar y las fuerzas que se noS oponen. La novela, as!, es un mana)) universal y necesaria, no como destino social peculiar
fruto de la virilidad madura. Con lo cual, por un camino muy de aigunas persOIIas. Emplean casi todo su esfuerzo en un
diferente, viene Lukács a coincidir de modo curioso con Pérez formalismo decadente. S610 de modo muy secundario expresan
de Ayala. el hic el nunc concreto. Su absoluto subjetivismo supone la
Ha subrayado Lukács la oposición entre hombre creador, disoluci6n de la personalidad y la ínexplícabilidad de la rea­
entre ideal y realidad. Ante ella, es claramente pesimista: lidad objetiva del mundo. Se limitan a un determinado tipo
«Dos grandes sentimientos matizan toda gran novela: ironía de asuntos, con predilecci6n especial por lo er6tico y patológico.
y melancolia ... Melancolía porque la lucha con el mundo Carecen de perspectiva, no seleccionan: de ahí su fundamental
está perdida de antemano.» tendencia naturalista. Emplean frecuen [rmente la alegorla
La novela adquiere de este modo caracteres trágicos, es
<da epopeya de un mundo sin dioses». Lukács pone de mani­ , En La ,sigr¡!/icacúlll actual del realismo critico, tra.d. esp¡ulola, México, Era,
fiesto el valor universal, humanamente ejemplar, que posee 1963. Obras anteriores sobre este mismo tema: Dit 8,,1, IIIf.(/ diL Furmrn (1911).
trad. itaL, Sugar Edit., 1963; Estudios sobre ti rtllli.mro, trad. esp., Buenos Aires,
la gran novela. No es de extrañar que, con estas ideas, El Qui­ Siglo Veinte. 1965.
jo/e le sirva de ejemplo importante. • Sobre el vanguardismo pueden vuse R. Poggioli; T••ria del arlt de VIl"­
guariíll, Madrid, Revista de Occidente, 1964. y la ya citada de G. de Torre,
, .\/cu,ulIge romanljq~ ~t vmtl Toman,."". Parb, Grasset, 196 1. Hülo,ia ie la.r liteTalllfl/S de ~angllardia.

200 201
.,

como un medio para crear un abismo entre el hombre y la el estatísmo con el dinamismo frenético, sin sentido? ¿Por qué
realidad. En resumen, ("onduye LuHcs, el vanguardismo liene Fbubert es un paradigma del realísmo y no un precursor del
una esenda profundamente antlartístíca y aparece histórica­ vanguardismo? ¿Cómo compaginar a Montherlant con Bec­
mente como un producto necesario de la sociedad capitalista. kett y Musil? Sobre todo, ¿quién es (salvo la máquina foto­
Frente a todo esto, el realismo contempla la auléntica gráfica) absolutamente realist~t? Dividir toda la novela contem­
realidad desde un punto de vista crítico. Considera al hombre poránea en dos grupos y atribuir a esta división un carácter
como un ser social e hist6rico. Presenta la posiblidad concreta moral (los buenos y los malos) supone excesivo Al
de un hombre concreto en un mundo que también lo es. Afirma llegar a cierta altura, las etiquetas rotundas comienzan a
que la causa de la angustia no es el caos del mundo, sino la perder brillo, y nosotros a preguntarnos si tienen sentido.
incapacidad para captar el sentido y las leyes de la evolución En nuestro país (y desde una perspectiva ideológica totalmente
social. Aspira, por supuesto, a mejorar el mundo. Existe, por opuesta), algo efe esto le pasó a d'Ors con su dualismo de lo
tanto, una alianza histórica entre el realismo critico y el rea­ clásico y lo barroco.
lismo socialista. El reciente desarrollo de la estilistica supone, muchas veces,
El esquematismo de este resumen no debe inducirnos a una atención eXCt:~iva a lo puramente formal. Lukács incurre,
error: como todo hombre inteligente, Lukács sabe suavizar sin duda, en el exceso opuesto: atiende cxcl'lsivamente a la
algunas de sus teorias más discutibles con afirmaciones inspiradas ideologia. la imagen del mundo, y afirma que s610 aquí reside
en el relativismo y el sentido común. Veamos estas dos frases la específica singularidad artística de la obra y del escritor
del final de su libro: ((Las raices-de la verdadera grandeza de considerados. En realidad, no basta con que esta cosmovisión
un escritor están en la profundidad y riq'ueza de sus relaciones sea rica y profunda para alcanzar resultados estimables. Es
con la realidad.» Dentro de eso, ((el escritor desarrolla su maesw necesario saber expresarla, lograr una forma que responda
tría mediante el hallazgo de la forma literaria especial y ade­ naturalmente al tema, al temperamento del autor, a la situa­
cuada a su propia personalidad». ción de la técnica narrativa en el momento del erminado.
Pocos críticos podrán discutir estas dos afirmacíones: el Nuestra opinión personal ha de acogerse, u la vez más,
ideal no es una máquina fotográfica, sino un escritor que tenga al modesto y vulgar término medio: la obra litera.-ia es fondo
relaciones «ricas y profundas» con la realidad. Con esto nos y forma. Nada más interesante que estudíar la evolución de
remitimos directamente al problema filosófico: qué es y cómo las ideas a lo largo de la novela contemporánea. Existe, sin
es la realidad. Lukács da por resuelto el problema, desde una embargo, otra perspectiva importante: el lento y progresivo
perspectiva marxista: esto priva a su leoría de una validez desarrollo df' la técnica novelesca. Existe esta técnica concreta
general. No se trata s610 de que no seamos marxistas, sino de como existe la dd pintor, el aUluero o el límoiabotas. Una
que nos parece inaceptable su dogmatismo. Cada novelista crítica global de la novela contemporánea, y
deberá reflejar en su obra su personal visión del mundo, de la sobre la novela, no puede desconocerla.
realidad humana. En definitiva, Lukács condena una tendencia que él ejem­
No creemos ser nihilistas decadentes por admÍlir la validez pliíica en Jos nombres de Proust. Gide, Kafka, Joyce, Musíl,
de diferentes y aun opuestas concepciones del mundo. Sí somos Virginia Woolf... A nuestro modo de ver, éstos son los princi­
francamente relativistas al afirmar que hay muchas clases de palc:s renovadores de la novela en el siglo xx.
novelas contemporáneas, y que una teoria de la novela debe
tener en cuenta muchas de ellas. La teoría de Lukács es un
ejercicio mental de gran brillantez. Sin embargo, su simpli­
ficación nos parece exagerada.
¿Por qué el vanguardismo tiende al caduco naturalismo y
no al loable realismo? ¿Cómo coexiste dentro del vanguardismo

202 203
..

XXXI
Sociología de la novela
La importancia creciente de la sociología en el mundo
contemporfmeo y, sobre todo, las cualídades que posee el
método sociológico han determinado su aplicación al campo
de la literatura. Creemos que la crítica literaria no debe Iimi~
tarse a los usos tradicipnales (biografia del autor, resumen del
contenido, influencias verificables de una obra sobre otra), sino
que debe enriquecerse con nuevos métodos tomados de las
ciencias humanas. Todo camino es bueno si nos permite apro~
ximamos algo a la obra literaria. Por desgracia, la crítica
española apenas ha utilizado el de la historia social!. Vamos
a recordar ahora algun~s de la,s interpretaciones sociol6gicas
de la novela.
Escarpit nos proporciona 2 el método más sencillo. La novela
es, desde luego, una creación indiyidual, pero está desunada
a una colectividad (público). y esto plantea importantes pro­
blemas históricos, polítícos, sociales, económicos. Cabe aplicar

'Una excepci6n el el libro dejo A. Maravall, El mUlldo $~i4{ lit «ÚJ Ctl,s­
tina», Madrid, Gredos (Biblioteca Romlinica Hísp{I[Uca), 1964
El manl,lal má$ utilizado en nuestro plÚll es el de Amold Hauser, Historia
social de la filtra/lira y ti arlt, Madrid, Guadarrama, 3.- ed .• 1964' No dedica
especial atención a la novela del siglo xx.
Una útil y amplia bibliografla es la de Laura Benzi y Mario Marchetti,
"Bibliografia dall$íficata di sociología della letleratufll.... en Q,uulerni di SocIl>logill,
[-2, vol. XVII, Torino, Taylor, enero-junio 1968.
El an~lisis sociol6gíco parece especia ¡mente apto para aproximarse al ml,lndo
de la literatl,lfa popular o sublíteratura. Vid., por ejemplo, mi S~wtogfa de 111111
QOlltlo rom, Madrid, T"uru~, (968.
• Sociofogil tlt ld titliralUrt, Parls, Presses Universitaires de France (Que
sais-je?), 1964.

205

a la novela los conceptos de producción, distribución, oferta, Supone una actitud de separación del individuo frente a la
demanda, política del libro, etcétera. Será preciso estudiar, sociedad; la novela le distrae de la verdadera realidad.
\ ante todo, las cifras de tirada, de venta y de exportación. Pero Históricamente, cree Caillois que la novela contribuye
esto es s6lo el comienzo, existen problemas mucho más im­ así a disolver la moral y la sociedad, con lo que fUlja su propia
portantes. muerte. Un movimiento de reacción hará que se refundan las
¿Cuáles son las razones concretas que impulsan a un lector formas de la vida colectiva, que apenas si dejará ocios al indi­
a elegír una novela determinada? ¿De qué clase social pro­ viduo. No habrá ya sitio para la novela, sino para la historia
ceden predominantemente los novelistas de éxito? ¿A qué edad o el canto épico. S610 una nueva dislocación de la sociedad
escriben sus obras más populares? ¿Qué variaciones se pro­ volverá de nuevo al hombre hacia su vida interior, y, por tanto,
ducen en estos datos a lo largo de la historia? ¿Cómo agrupar hada la novela.
a los escritores en generaciones? ¿Cuáles son las condiciones Todo esto se resume en una condena moral: la nov(·\a hace
econ6micas de vida de los novelistas de nuestro siglo? ¿Yen alltisocial al individuo. Acentúa y empozoña todo conflicto.
siglos anteriores? ¿Qué criterios se siguen en las editoriales Desmoraliza, pues muestra la pasividad de tudo esfuerzo.
para seleccionar las novelas? ¿Hasta qué punto estas editoriales Superpone al universo de la vicia real y wtidiana una fantas­
dirigen el proceso de la novela contemporánea, aceptando unas magoría seductora.
y rechazando otras? Estas son algunas de las cuestiones a que Hemos tratado de resumir con fidelidad las ideas de Caillois.
puede dar respuesta satisractoria una sociulogía de la novela, Debemos ahora plantear algunas objeciones:
si sabe eludir dos grandes riesgos. í l. La novela no es el único género literario que ha roto
En nuestra opinión, el estudio no debe limitarse a la obten­ con las reglas tradicionales. Estt" fen6meno se ha dado para­
ci6n de los datos positivos i éstos necesitan ser interpretados por lelamente en la poesía y en el h:alro.
una persona que, poseyendo amplios conocimientos literarios, 2. La novela goza hoy de un evidente éxito popular.
sepa integrarlos en el conjunto con la debida perspectiva. La Pero esto, aun unido al prejuicio del especialista, no basta para
aplicación del método sociológico, además, no debe olvidar ('oll¡;j,!e-rarla como el único género hoy viviente. Lo mismo
la radical unicidad propia de la creación literaria. podrían pretender, por ejemplo, el ensayo, el artículo perío­
Escarpit nos ofrece un amplio panorama de las posibili­ dístico, etc.
dades de la sociología aplicada a la novela, y a la literatura 3. Creemos que la novela no puede reducirse a contenido
en general. Un importante sociólogo francés, Roger Caíllois, puco. Es también forma artística creadora, y esta forma es
propone una interpretaci6n sociológica de la novela moderna 3 prcci!,amrnte la que ha sufrido grandes transformaciones en
que debemos considerar. nuc~tro siglo. Claro está que subsiste una novela popular que
Caillois concede gran importancia a la novela: cree que es se limita a narrar aventuras o historias de amor. Caillois parece
el únÍco género lleno de vida que hoy existe, precisamente haber atendido únicamente a este tipo de novelas. Parece
porque no admite reglas y aumenta cada vel. más sus dominios obvio, sin embargo, que el otro tipo también existe. Y esa novela
a costa de los demás géneros literarios y de otras ciencias. que concede importancia a la forma sí que proporciona al
Su valoraci6n de la novela desde el punto de vista estético lector un auténtico goce estético. No se trata ya de «identificarse»>
es mucho menor: cree que continúa al folletín, porque es con­ .infantilmente con un héroe o una heroína desgraciados, sino de
tenido puro que excluye toda preocupación formal. Según eso, «(\'('1' vivir» a unos personajes.
no pertenece al orden literario, no proporciona goce estético,
sino participación e identificación. Tiene éxito porque da a la 4. Como consecut!ncia de lo anterior, la novela no es
masa acceso a una vida diferente, más aventurera y apasionada. s610 distracci6n de la realidad, alienación, sino también vía
importante de acercamiento a la realidad humana. Se ha
• Suci%gfa d, la noo.la, Bueno. Aires, Sur, 1942 llegado a calificarla de «ciencia del hombre».

206 207

Hay novelas que nos separan de la sociedad, pero hil~ se podría hablar de una sola que se manifiesta en dos planos
otras que nos integran en ella. El individualismo y la <ddcn­ diferentes.
tificación1) no son exclusivos de la novela, se dan también En esta sociedad inauténtica, solamente algunos indivi­
(quizá más) en la Uriea. Tanto la poesía comó la novela (y 'el duos continúan orientados hacia los valores de uso (no de
cine, la radio, la televisión) llenan una necesidad de evasión cambiÓ): son jos creadores, en todos los dominios, que por eso
que no parece totalmente censurable. Tampoco creemos, mismo se sitúan al margen de la sociedad y se hacen individuos
justa, desde ningún punto de vista ideológico, la condena de; problemáticos. .
toda la novela como instrumento de alienación: hay novelas Señala incluso las tres etapas que pueden distinguirse en
sociales, novelas revolucionarias, novelas demócratas, novelas este proceso de reíficaci6n:
ex.istencialistas, novelas marxistas, etc.
En resumen, la condena «mOl·ab. de la novela nos suena 1. Al capitalismo decimonónico corresponde la novela
hoya algo un poco pasado, aunque se haga desde una perspec­ tradicional, biografia de un héroe en un medio social.
tiva social que apunta al futuro. Para los que as! lo desean, 2. En la época del «imperialismo» de trosts y monopolios
la novela (igual que la poesía) puede ser un instrumento para (19 12*1945, según Goldmann) se intenta reemplazar en la
cambiar el mundo. En definitiva, la novela actual es un mundo novela la biogralJa individual por los valores nacidos de dis­
muy variado, y toda interpretación sociol6gica deberá atender tintas ideologías, comienza la disolución del personaje en
a esta variedad so pena de caer en el prejuicio ideológico. J oyce, Kafka, Mu sil, etc.
Otra importante interpretación sociológica de la novela 3· A la época del (capitausmo de organización estatal»
es la del critico francés Luden Goldmann 4. Discípulo de corresponde un mundo social y novelesco plenamente reificado:
Lukács, se basa en las teorías ya comentadas de su maestro y de el «(nouveau roman» escribe la novela de la ausencia del sujeto
René Girard. Parte de su base común: la novela como búsqueda y de toda la búsqueda que progrese realmente. Y esto engendra
de los valores en un mundo en que esos valores hao sido de­ orientaciones paralelas en el teatro de la ausencia y en la pín­
gradados. tura no figurativa.
Intenta poner en relaci6n una estructura social y otra 1,

novelesca. Para realizar este paso, usa en general como nexo Además del interés que tiene este análisis, se plantea aquí
el concepto de cosmovisi6n, o realidad mental producida por otra cuestión de fondo: la sociología de la literatura se ocupa
la situaci6n social. (En el caso de Racine y Pascal, por ejemplo, tradicionalmente de relacionar el contenido de la obra literaria
se trata de una cosmovisión trágica.) Pero no halla una visión con la condencia colectiva. Los inconvenientes de este método
del mundo que corresponda a la novela, o no cree necesario son evidentes, y Goldmann propone otro distinto: relacionar
hallarla. Piensa que se da una homología estructural, inmediata, las estructura. del universo de la obra con las estructuras men­
entre la novela moderna y la sociedad capitalista. tales de ciertos grupos. Según esto, la obra maestra (a ella era
Caracteriza al capitalismo como un tipo de sociedad en especialmente inaplicable la sociologia del contenido) ya no
el cual las cosas han perdido su valor auténtico, de uso, que es un reflejo de la conciencia colectiva, sino de los elementos
es sustituido por el puro valor de cambio en el mercado. La que la constituyen. Goldmann lleva a la práctica este método
relación con las cosas y con los seres aparece as! radicalmente comprobando (como ya hemos visto) la homologia entre la
degradada, pues se vive bajo el dominio del dinero. Goldmann estructura de la sociedad capitalista y la de la. novela moderna.
llega a afirmar que las dos estructuras (de la sociedad capita­ Para sus teorlas, ha partido Goldmann de dos creencias
lista y de la novela moderna) son rigurosamente idénticas, básicas: por un lado, la tesis sociológica de que los sujetos de
la creaci6n cultural son los grupos sociales. Desde el punto de
• Pour una JociolDgie áu TOmar¡, Paris, N. R. F. (Bibliothtque des IMes), 1964. vista literario, no creemos se pueda disminuir tanto la impor­
Hay trad. esp.: Para una socivl¡¡gia de la "o~la, Madrid, Ciencia Nueva, 1967. tancia del individuo creador.

208 209

En el fondo se plantea aqui el prob~ema de raíz de la cri­ dicionalistas y progresistas; indianos enriquecidos), la clase
tica literaria: si constituye o no· una verdadera ciencia, si puede m~dia y el pueblo (plebeyus y obreros de las fábricas). Dentro
(o debe) llegar a serlo. Goldmann cree' que la crítica literaria, de cada una, señala el sistema de mOlivaciolles, las aspiraciones
usando los métodos recientemente descubiertos, comienza a más frecuclltes, los roces entre las sucesivas generaciones, etc.
ser una ciencia dd espíritu tan seria, t;igurosa y positiva como El estudio de Bécarud es clarísimo, ordenado, ejemplar.
las ciencias naturales. Esta opinión se resiente, a nuestro en­ Creemos que el mundo de la novela española del siglo XIX está
tender, de un optimismo totalmente inmotivado. Los métodos pidiendo a gritos estudios de este tipo, que aclaren el trasfondo
adelantan, pero la crítica literaria (y artística, en general) sociol6gico de nuestras grandes novelas b • No hace ralta su­
seguirá siendo siempre la visión esencialmente personal, sub­ brayar que un estudio de este tipo uniría al interés puramente
jetiva, de un critico. Una cuestión de buen gusto, no de reglas literario el de rozar problemas candentes dl' nuestra historia
seguras ni de ciencia exacta. con temporánea.
El paralelismo estructural que establece Goldmann entre También es necesaria, desde luego, la sociología de la novela
la sociedad capitalista y la novela moderna presenta demasiados española contemporánea. Este lema lo trató J. M. Castellet
puntos débiles: la caracterización que hace de la sociedad en su primer libro '. Ulla de las parte,; lié esta (Jura de 1~)I1o
capitalista es, incluso desde el punto de vista económico, de juvenil, inconformista, se litula así: «Notas de wciulog-ía lite·
una sencillez excesiva. raria.» El intento merece, desde luego, toclas IlLlCSlras simpatías,
La teoda de Goldmann nos parece demasiado unilateral aunque no se trate (tampoco pretende serlo) de una obra
y te6rica. Aunque sea paradójico lIegar a esto desde una pers­ plenamente lograda.
pectiva sociológica y con intención de' realizar algo tan estric­ Así, pues, con todas sus dificultades, sigue abierto el campo
tamente cientifico como las ciencias naturales. Basándose de la sociología de la novela contemporánea realizada por
exclusivamente en Lukács, alcanza formulaciones cada vez españoles. Ni los manuales de uso habitual ni tantos artículos
más alejadas de la realidad.novelesca; no atiende, en absoluto, de revista progresistas pueden llenar adecuadamente este
igual que su maestro, a la evolución de la técnica novelesca hueco. Es preciso estar al día, vivir al rilmo de la época actual,
concreta. pero también trabajar con seriedad y rigor. Nuestra crítica
Todos nuestros reparos no deben impedirnos reconocer literaria necesita urgentemente abrirse a estas nuevas perspec­
la importancia indudable de estos intentos de explicación tivas.
sociológica de la novela. Lanzarse a formular grandes teorlas
de conjunto supone riesgo, pero también valen tia para afron­
tarlo, además de una preparación considerable. Si volvemos
la vista al campo de la literatura española no encontramos
nada comparable. Incluso en el plano de los estudios concretos,
apenas se ha aplicado el punto de vista sociológico a la nq.vela
contemporánea. Merecen, por tanto, toda nuestra alabanza
los escasos ejemplos que existen. Citemos dos de ellos.
El investigador francés Jean Bécarud ha realizado un ex­
celente trabajo sobre la vida social provinciana que refleja
La regenta~. Estudia sucesivamente el pa,pel que desempeña • También serian rom'cni'"le; ",ludios soríoJógicos (muchas vece, desmi·
en esta obra el alto clero, la clase dirigente (aristócratas tfa­ lir.~adurc$) sobre las grandes ul>ras de nuestro Siglo de Oro. Vid., por rjemplu,
103 tr"ba)ü' soure la picaresca de F. Brun y C. V. Aubrun en el volumen 1. illlrntu rt
el SV(lelf. ProM,mes d. mlthodologie '" ,oánlog'" de la I¡I/lra/u", llruxellcs, U nivCTsíté
, «La regenta», de Clarín, y la R.slauracWn, Madríd, Taurus (Cuadernos LiL", (Editiom de "]nslítut de Sllci"lo¡.:ic), '967.
Taurus), 1964. , N.las s"b~. li/,ratura espaiwla (onlemporánra. Bal'cdolla, L"y~, '955.

210 211

ti,~;;.'

XXXII
Pavese: Construcción y personalidad
Abramos el diario intimo de Cesare Pavesc, el gran novelista
italiano l. Pocas veces podremos hallar una conciencia del
dolor tan clara, tan honda, tan poco gesticulante. Pavese
encarna, en muchos aspectos, la grandeza y la debilidad del
hombre de nuestro siglo. Muchas amarguras le han vacunado
contra la retórica y la autocomplacencia. Por eso escribe,
sencillamente, el 25 de abril de 1936: (Hoy, nada.»
En su diario hallamos también a un novelista muy inte~
ligente, extraordinariamente lúcido, haciéndose preguntas sobre
su obra: son párrafos muy breves, a veces frases sueltas, No
parece dificil, sin embargo, ordc[1ar un poco estas opiniones.
Podemos empezar por 10 más sencillo: «Mi antigua manla
de superar el naturalismo,» Esto puede parecernos obvio, por
coincidír con importantes tendencias de nuestro siglo. No 10
es tanto, por el contrario, si tenemos en cuenta la corriente
neorrealista que predomina en gran parte de la novela italiana
" contemporánea y la posición ideológica de Pavese.
Pensemos en el novelista desde una perspectiva absoluta­
mente empiríca y concreta, sin idealismos de ninguna clase.
No es Pavese precisamente el tipo de escritor burgués, plena.
mente «(acomodado» en el mundo, satisfecho con su vida y su
trabajo: «Entre los signos que me advierten que mi juventud
., ha terminado, el principal es el percatarme de que la literatura
ya no me interesa verdaderamente.), Lo que le interesa, desde
luego, es su vida y la vida de los demás, la vida humana en

I Jl "",¡riere dí ui~ere, trad. esp,: El r¡ficío de vivír. Diario (1935-J950). Buenos

Aire$, Edit. Raigal (El Hombre y sus Espejos), 1957.

213
.

general. Pero da la casualidad de que sus obras Ji terarias son Al iniciar el año 1940 considera con despego las obras
una de las expresiones esenciales de su persona. (El amor es escritas durante el anterior, pero se consuela porque «sé querer
otra.) En último término, la literatura es su trabajo, su ocupa­ un estilo y sostenerlo, yeso es suficiente». Descubre que es el
ción en esta vida: cualquier buen artesano se interesa por los ritmo, y no los personajes, lo específicamente narrativo. (Vir­
problemas de su oficio, desea practicarlo cada Xa con más gínia Woolf proclama el mismo principio en Las olas.) La
perfección. elección originaria y fundamental del narrador recae sobre
Pavese comprende que, en su labor creador , la incor~ ese tono fundamental que empapará todos los acontecimientos,
poraci6n de elementos naturales «en bruto» significa un fallo, los personajes y las situaciones de la novela. Con palabras de
un defecto. Pero sabe también que es.to es lo más fácil, que a Pavese: «Una vez escrita la primera linea de un relato, todo
ello tiende nuestro modo de ser perezoso y distraido: «A veces está elegido, tanto el estilo como el desanollo de los hechos.
basta, en 1a segunda línea, un trazo naturalista para provocar Dada la primera línea, el resto es cuestión de paciencia: todo
págínas y páginas de naturalismo implacable, documentales saldrá de ella.H
y ya no narradas, es decir, d"onde cada acontecimiento se coloca Afirma repetidas veces Pavese la importancia fundamental
en el plano de tal trazo, negándose a dejarse repensar.» de la perspectiva en la narración contemporánea: «Ahora
La labor del narrador supone, así pues, apropiarse plena­ todo se describe mirando con los ojos del personaje ... Nada
mente y expresar de modo personal la materia novelesca. «>5 más esencial, al comenzar una obra de arte, que garanti­
Es, podríamos decir, como el cocinero que asa un gran animal: zarnos la riqueza del punto de vista.)} Este es el instrumento
no debe dejar ninguna porción cruda. Por eso escribir relatos adecuado para superar un psicologismo que hoy se nos revela
es una labor dura, no sólo un entretenimiento para aristÓcratas insuficiente: «No se trata de descubrir una nueva realidad
aburridos. psicológica, sino de multíplicar los puntos de vuta que revelarán,
Para Pavese, que también coincide en esto con una impOl"­ en la realidad normal, una gran riqueza.>} Este perspectivismo
tante tendenda contemporánea, la labor del narrador es enlaza, en la práctica, con el tema de la narración en primera
esencialmente constructiva. Se opone así, a la vez, al documento persona, a la que presta gran atenciÓn Pavese.
naturalista y a la reproducción automática (surrealismo, Eslas opiniones son interesantes, pero no poseen una gran
monólogo interior ... ) de las vlvencías personales. originalidad. Llegamos ahora a un punto concreto que nos
Es éste, creemos, uno de sus rasgos más clásicos. Confiesa llama más la atención: Pavese subraya la importancia de la
estar aquejado de un «frenesi constructivo». Opone a la rea­ del narrador como factor que determÍna decisi­
lidad natural la fantasía inteligente, constructiva: hoy el vamCllle 1:.. calidad de su obra. Escribe el 14 de agosto de 1940:
escritor no debe escribir para desahogarse, sino para construir «Sólo logra realizar cierta obra quien vale más que esa obra.»
un mundo unítarío. Esta construcciÓn abstracta es lo que dará Comprueba cómo las cualidades humanas del individuo se
a la obra un valor expresivo. reflejan en su estilo: «Los escritores que agradan por su exis­
Estas afirmaciones son bastante lógicas y fácíles de aceptar. tencia -'PUI' la actitud tomaron en la existencia ... - son,
El problema se plantea a la hora de señala.r los medios concretos en gt'ueral, también el estilo «es la realidad de
que determinan esta estructuraciÓn. No cabe, naturalmente, quien cuenta, único personaje insustituible». Las novelas son
aferrarse hoya criterios neoclásicos. La exigencia de la unidad las, «historias de un contemplador» (el novelista). En el arte
novelesca se ha relajado hasta límites de amplitud casi indefi~ contemporáneo esto se refleja daramente en la ironia, a la que
ruda. Pavese adopta un criterio amplio que no podemos por Pavesc atribuye un pape! esencial.
menos de elogiar: lo que da unidad a la estructura es lo mismo Estas ideas riman perfectamente con la preocupación hu­
que slrve para superar el naturalismo; el estilo personal. Pero mana, é-tica, que predominu sobre la literariil en el diario de
éste no hay que entenderlo como forma más o menos sencilla, Pavese. Corren el doble riesgo de parecer obvias, evidentes, y de
sino, en la narraciÓn, como un tono o ritmo fundamental. ser coudenadas en bloque por la critica estrictamente literaria.
214 215

No piensa Pavese en términos de pequefia moral. Todos todo nuestro trabajo: «La novela busca una nueva ley en un
sabemos que con buenas intenciones y buenas ideas se hacen mundo que se va renovando, y no se contenta con moverse
muchas veces (aunque no necesariamente) novelas pésimas. en el nuevo mundo según la vieja dimensión.» La afirmación
En su diario, Pavese proclama una serie de valores éticos que optimista tiene má-s valor viniendo de una persona tan honda­
han pasado hoya primer plano: au tentiddad personal. Seriedad. mente pesimísta como Pavese.
Aceptaci6n del dolor. Antirretoricismo. Sentido de lo concreto.
Etcétera, :
Hoy no leemos novelas s610 para divertimos. Exigimos
en los novelistas cualidades literarias, pero también (o sobre
todo, según los casos) cualidades humanas, morales. Princi­
palmente una muy dificil de definir: la «decencia» u honradez
fundamental en la actitud ante los 'demás hombres 2. Esta
cualidad del novelísta (o su ausencia) la percib~' muy fácil­
mente el hombre actual. No es otra la razón, por ejemplo, del
éxito mundial de Camus. Dentro de la obra de Hemingway,
El viejo y el mar destaca por la perfección narrativa, pero tam­
bién y esencialmente por el canto a unos valores humanos
que resplandecen en medio del fracaso. Ya Ortega, en el año
1915, basaba el elogio de Baroja 3 en una serie de cualidades
morales que respiran (no predican, claro está) sus obras:
sinceridad, lealtad consigo mismo, protesta contra el modo de
pensar y sentir convencional... .
La honestidad del autor es uno de los valores que podemos
percibir en la novela. Solamente uno, no el único. Pavese ha
sabido subrayar la importancia de la personalidad del nove­
lista, y esto nos parece un acierto. De ah! se deduce una con­
clusión: todo escritor tiene una «imagen central, formalmente
inconfundible, a la cual su fantasia tiende siempre a volver ...
como a algo único, que simboliza toda su experiencia». Es lo
mismo que, en el flmbito de nuestra critica literaria, formuló
con tanta brillantez Pedro Salinas·,
Podemos cerrar ya nuestra consideraci6n de las ideas
sobre la novela de Pavese con una sencilla frase que resume

, Veáse la obra, ya citada, de Aranguren, La juventud europea y otras nuayos,


2.& ed., 1962. pág. 46.
, "Ideas sobre Baroja», en El esptCladar, 1. Obras <omp/elas, tomo JI, 2.- ed.,
Madrid, Revista de Occidente, '950, p(¡gs. 69""103.
• La poesta d. Rub/r¡ Dario (Erurga Jobre e/lema y los lema.! d.l pOlla), BuenO.!
Aire" Losada., 1948. Vehe tambitn]uan Marichal, "Pedro Salín as y lo¡ valore.!
humanos de la literatura hisplmica», pr61ogo al libI"O de Salinas Eruayos á. lile·
I

ra/ura Hispánica, 2." ed., Madrid, Aguilar, 196/, págs. 9.21.

216 217

XXXIII
«N ouveau roman»
En la década de 1950 nace en Francia el «nouveau romam> ,
rodeado de una aureola de escé.ndalo semejante a la que en
su momento despertaron los «ismos)~. No está. nada claro que
'~ sea una verdadera escuela o movimiento con caracteres rela­
tivamente urutarios. En realidad, se trata de un conjllnto de
novelistas cuya intenci6n artislica y valor absoluw son hete­
rogéneos. Los nombres que se suelen citar con más frecuencia
como representantes de esta tendencia son Alain Robbe-Grillet,
'~ Michel Butor, Nathalie Sarraute, Marguerite Duras, Claude
Simon, Claude OHier, Samue:l Beckett y Robert Pínget. Les
une el rechazo de las formas novelísticas tradicionales, el deseo
de hallar nuevos caminos... y casi nada más. Como se ve,
caracteres que informan a todas las tendencias renovadoras
de nuestro siglo.
El lector medio y el critico formado en criterios tradiciona­
lo
les se tropiezan con unas obras muy oscuras, díficiles de
entender, aburridas en general, pero que demuestran una
evidente brillantez formal. La reacción es evidente: « ¡Qué
lástima que unos novelistas tan bien dotados no sigan un
camino mt'jorl ... » (No conviene ridiculizar demasiado al pú­
blico medio. Quizá. nuestro juicio acabe siendo bastante pare­
cido a éste.)
El escándalo incipiente estalla cuando algunos de estos
novelistas publican escritos teóricos en los que defienden su
manera de escribir de un modo absolutamente provocativo.
El defensor principal de estas nuevas ideas es, indudablemente,
Alain Robbc-Gri!lct. Debemos comenzar por el examen de

219

.\

sus diversos artículos teóricos, reunidos en un libro I que pasa explicación debe ser sustituida por el simple presentar las cosas).
por ser el manifiesto del movimiento. El órgano más adecuado para ello, el más «inocente», es
Critica implacablemente Robbe-Grillet algunas «nociones la vista, que se limita a recorrer la superficie de las cosas,
periclitadas», propias de la novela tradicional: el personaje, su forma geométrica, sus límites, renunciando a toda pro­
el argumento ... Esta crítica nos parece evidentemente acertada fundidad engañosa. Las novelas de Robbe-Grillet están repletas
si la reducimos a sus justos límites. Es evidente que la necesidad de minuciosisimas descripciones de este tipo. De aqui deriva
de un personaje bien definido y de un argumento claro y verO­ el nombre que recibe también este movimiento: «Ecole du
símil se entienden hoy con mucha menos rigidez que en el regard~>.
siglo pasado. En algunos casos se prescinde del personaje y Todo esto se relaciona filosóficamente, de un modo bas­
del argumento (entendidos a la manera tradicional) sin que tante vago, con la crítica del «humanismo» y de la «tragedia»:
desaparezca por ello la novela. No parece tan claro, desde no hay por qué ver el mundo desde el punto de vista del hombre
luego, que esto sea una ley general ni que deba ser exigido a ni subrayar la distancia entre el yo y las cosas.
toda novela contemporánea. Para Robbe-Grillet, la realidad del arte reside en su forma.
Sc complace COIl frecuencia Robbe-Grillct en oponer su Lo más curioso es que, con una dialéctica implacable, pres­
mundo novelesco al de Balzac. Es evidente que las diferencias cindiendo de los problemas que no le interesan y reduciendo
son muy considerables. Lo que no suele comentar Robbe· al absurdo algunas posibles objeciones, lleva esta afirmación
Grillet es que entre Balzac y él hay una serie muy grande de a su extremo: el sentido y el único contenido del arte es la forma.
autores (Proust, Gide, Joyce, Virginia Woolf, Hmdey, Musit, La literatura, como la música, es una arquitectura necesaria,
Kafka, etc.) a los que se debe la evolución contemporánea pero necesaria para nada. La obra de arte no da testimonio
de la novela. Parece tener la obsesión (probablemente con de nada, es una realidad en si misma.
alguna base en la realidad, como casi todas) de que todos Desde este punto de vista, condena radicalmente el realismo
los que le atacan lo hacen por seguir aferrados a los modelos socialista y el compromiso. No deja de ser gracioso que todo
decimonónicos. ' ~ esto se afirme en un mundo como el nuestro, repleto de sociolo­
gías, testimonios e intenciones politicas. Aunque, en eL fondo,
Cita frecuentemente el ejemplo de personas que le hacen
reproches tan absolutamente «verlstas» y retrógrados como tiene bastante poca gracia.
éstos: «No hay ningún hotel como el de Marienbad», o «El La obra de arte, para Robbe-Gríllet, no tiene sentido, no
soldado perdido "en el laberinto" lleva sus distintivos mili­ hay por qué buscárselo, no expresa nada: es una forma, una
tares mal colocados». Claro está que rechazar estas críticas estructura arquitectónica. No cabe hablar aquí de «esteticismo»,
no supone hoy una revolución demasiado grande; más bien j
ya que por ningún lado se menciona la belleza; es, exclU5iva~
nos recuerda una antigua expresión española: «Dar lanzadas mente, un formalismo absoluto al borde siempre de lo ingenioso y
a moro muerto.') técnicamente hábil, de la pura trivialidad.
Entremos ya en las afirmaciones positivas de Robbe­ En las teonas de Robbe·GriHet hay contradicciones dema­
Grillet: preconiza la objetividad más aséptica. Lo impor­ siado evidentes: critica a los que conciben al creador como un
tante en una novela no es el autor, ni la historia, ni los per­ puro instrumento inconsciente pero no sabe nada de su obra.
sonajes, sino las cosas. Dentro de eso, «hay que evitar toda Se ampara en las brechas que ha abierto el subjetivismo en la
~ novela contemporánea para proclamar la necesidad del ob­
humanización del mundo, toda proyección subjetiva, toda
metáfora. Hay que reflejar la realidad de las cosas, que' no tiene jetivismo. Demuestra claramente que la realidad profunda
ningún "sentido", sino que es una pura "presencia". Toda no era captada por la novela del siglo XIX y predica la aséptica
limitación a lo superficial.
Lo peor del caso es que muchas de estas contradicciones
, Alain Robbe·Grillet. POllr!t1! nouueau romano Parls. 00,. Ga.!limard, N. R. F.
(ldées). 1965. Hay trad. e$p. en la col. Biblioteca Breve de 8eix Barral. dan la impresi6n de ser fáciles medios para evitar las objeciones

220 221

a sus teorlas: sus obras no quieren expresar nada; si lo quisieran, Según Nathalie Sarraute, lo que más nos interesa en una
elegiría el camino del ensayo. Los criticos no pueden saber novela contemporánea es la personal visión del mundo, el modo
nada) porque se ven obligados a juzgar las obras actuales particular que posee un hombre concreto de estar en éL Para
sirviéndose de criterios basados en obras anteriores. Él mismo evitar que el lector se distraiga con los personajes, el protago­
se limita a buscar y preguntar, no sabe nada de sus obras al nista suele ser «ym): procura despersonalizar a los héroes,
escribirlas ni después de haberlas concluido. Todo esto parece suprimir sus nombres, para manejarlos a gusto. El elemento
llevar al nihilismo; si no fuera porque conduce a algo peor: psicológico tiende a bastarse por .sÍ mismo. La novela llega a
la irresponsabilidad.. - :. ser, al contrario que en Robbe-Grillet. pura ex.presión, subje­
Muy diferente es otro libro te6rico escrito por una novelista tivídad absoluta.
de este grupo: L'Ere dI/. Soupfon, de Nathalie.Sarraute 2 • No hay También se opone a este autor en otro aspecto esencial:
aquí dogmatismos tan extremosos. referencias a nuevas es~ la realidad es profunda, no superficial. De aquí .se deduce una
cuelas ní pretensiones de manifiesto. Se trata, simplemente, interesante concepción del realismo: «El verdadero realismo
de unos inteligentes «estudios sobre la novela». es aquel que busca captar y expresar fielmente las capas pro­
Basándose especialmente en dos autores clave: Kafka y fundas, auténticas, de la realidad. Los dem~s son formalistas.»
Dostoievski, presenta la. decadencia progresiva de Jos ele· Parece innecesario subrayar el acierto de estas consideraciones,
mentos tradicionales de la novela del siglo XIX: ya que a lo largo de nuestro trabajo defendemos con frecuenóa
l. Los personajes «vivos», «tipos» peculiares, caracteres ideas muy semejantes.
firmes. El «carácter» de un pc:rsonaje es una etiqueta grosera Hemos visto. asi pues, las teorias sobre la novela de dos
y perezosa que no refleja en modo alguno la complejidad de autores del «nouveau roman» que son muy distintas y basta
lo real. Ni el novelista ni el lector creen ya en los personajes, opuestas. La misma variedad hallaremos en sus narraciones.
que suelen ser visiones, sueños, ilusiones., reflejos. Lo que hoy Vamos a señalar, muy rápidamente, algunos temas carn.c·
nos interesa son los portadores o soportes de estados que encon~ teristico$ de cada autor, así como ciertas innovaciones técnicas
tramos en nosotros mismos. originales s.
2. La intriga atrayente, sabiamente graduada, con m~
En las novelas de Robbe-Grillet destacan, ante todo, las des­
mentos privilegiados en los que se revela la intimidad más pro- . cripciones de objetos hechas con frialdad absoluta. La inicial
funda de 108 personajes. Hoy el cine puede llenar esta funci6n objetividad, sin embargo, va adquiriendo progresivamente el
de distraer. ­ carácter de una fascinación. El ambiente está hecho de silencio,
3. La motivación psicológica casi mecánica, la abstracta quietud, absurdo, recuerdos morbosos y obsesiones neuróticas.
exposición de motivos que se suele considerar como el limite El protagonista no sabe con frecuenóa qué hace, adónde
de los procedimientos de análisis. Por debajo de todo esto ha va, qué debe hacer; tiene mala memoria y no entiende cuando
hallado Natbalie Sarraute lo que constituye uno de los motiv08 le haulan. Hay aquí la lógica reacción contra el narrador
fundamentales de sus novelas: (Esos movimientos sutiles, decimonónico que lo sabía todo; pero no se ha quedado en
apenas perceptibles, fugitivos, contradictorios, evanescentes.:. un narrador que sepa sólo una parte, como (creemos) debía
Los débíles temblores, los esbozos de timidas llamadas y retro­ ser, sino qu~ el narrador sigue sabiéndolo todo pero nos oculta
cesos, las sombras ligeras que se deslizan, cuyo juego incesante algo: en El mirón, por ejemplo.
constituye la trama invisible de todas las relaciones humanas ; La técnica de Robbe·Grillet incluye consta.ntes repeticiones
y la sustancia misma de nuestras vidas.)) Estamos aqui, eviden­ y vueltas hacia atrás, que él maneja con gran perfección formal.
temente, rozando el absoluto impresionismo de Virginia WooH; .
l Vid. J. Bloch-Michel. La (mUt~a n~Ulla". Madrid, Guadarl'ama (Punlo
ft fU

• L'Er, du SOUPf(lIl. Euou sur 1I '_11, Paris, GaUimard, N. R. F., í956. Omega), 1967. Una brillante refutación de N. Sarrame y Robbc.Grillel puede
Hay trad. esp., Madrid, GUildarrama. ] ' . j !, verse en S1balo, El ucrilor)' ¡Uf !antafI7l0r. eu. citada, págs. I06-12~.

222 223
'\.~
....,

,
,
~
~ ",
..
, ~',
.,

La atmósfera de la narración es, a la vez, cotidiana e in­ etcétera 4. Se trata, evidentemente, de un intento de unir al
quietante, como en las obras de Kalka; pero el autor niega lector con el protagonista.
rotundamente que exista detrás de ella ningún sígnificado En Degrés intenta dar cuenta completa de una hora de clase
o slmbolo. Limitado asi al pur~ .enigma sin sentido, y pese a de un instituto. Esta hora es el punto en que confluyen múl­
la brillantez de la forma, el lector no anda lejos del aburri­ tiples factores: vida del profesor y de sus alumnos, relaciones
miento. Según el autor, esto no sucedería si fuera un hombre de cada uno de ellos con todos los demás, influencias familia­
de buena fe, una persona sencilla que no haya: leído a res, etc. Pocas obras ejemplifican mejor la vocaciÓn de totalidad
Balzac. ' de la novela contempor:mea.
Recordemos la estructura de su novela más famosa, En el Éstas son algunas de las obras que han hecho famoso al
laberinto: Se compone de un repertorio de escenas que se repi­ «nouveau romam,. Repitamos 10 dicho al comienzo de este
ten y se combinan, en sucesivas versiones, con pequeñas dife­ capítulo: se trata de autores muy diversos en sus intenciones
rencias: una habitación. Una calle con un niño. Una habitací6n estéticas y en su valor literario. Coinciden, quíz&, únicamente
con una mujer, luego un inválido y uit niño. Un soldado por en lo negativo: critica de los caracteres de la novela clásica.
la calle. El soldado sigue al niño. Un cuartel. En la habitación Siguen as! la más interesante tradición de nuestro siglo. En este
hay un grabado de un café. El niño conduce al soldado a ese sentido, no suponen ninguna revolución. Hacemos nuestra
café. Etcétera. El libro es, según Albérts, «una trampa delí­ una afirmación tajante de Albéres 5: «(En Europa, el "nou veau
ciosa para el espíritu»_ roman" existía ya hace treinta afios, en algunos grandes crea­
A Nathalie Sarraute le interesan los movimientos infinita­ dores... Ha conseguido llevar a la actualidad del periódico
mente pequeños o «tropismos» (ése es el titulo de su primera la ambición de la novela desde hace cincuenta años: ser una
obra, de 1936) que se dan en nosotros de modo inconsciente, obra de arte.» .
El «nouveau roman») se aparta, indudablemente, de las
antes de que lleguen a fijarse en palabras o en pensamientos.
Su gran tema es la tré.gica dificultad de las relaciones humanas. habituales vías del realismo y el compromiso social o político.
Continúa as! una tradici6n de novela psicológica, corriente Los problemas técnicos de la novela constituyen su preocupa­
de condencia e impresionismo: Proust, Joyce, Virginia Woolf. ción esencial. En algún ~aso (el de Robbe-GriUet, a nuestro
Es muy grande también la influencia de Dostoievski. Hace juicio) llega a caer en el puro formalismo, Ha dado origen,
desaparecer la anécdota; los personajes carecen de limites sin embargo, a obras muy valiosas que ensayan nuevas técnicas
precisos. Nos presenta el subsuelo que yace por debajo de 10 con el fin de lograr una comprensi6n mfl.s auténtica y.completa
psicológico, la conservación auténtica, sin palabra encubierta de la realidad actual.
por las frases triviales.
Michel Butor, la otra gran figura de este movímiento, se
parece muy poco a Robbe-Grillet. En El empleo del tiempo utiliza
la anécdota de un joven narrador que escribe su diario para
proseguir en profundidad la «búsqueda del tiempo perdido~>
de Proust; pero el pasado no es inmóvil, sino que cada nuevo
acontecimiento cambia su sentido.
En Passage de MUan presenta Butor la vida colectiva de una • Recordemos d ejemplo paralelo de Carlos Fuentes. Vid. Franci&co Yn­

casa de pisos, a lo largo de una jornada. La modification se ha dUl;ain, «La novda desde la segunda penana. AnálisÍlJ estructural.. , en Prosa

hecho famosa por un punto concreto de técnica narrativa: nouetu&/l: actutÚ, Univ. Internacional Menéndcz Pelayo, ¡g68, págs. 157- 183.

Michel BUlor, ",El UIIO de los pronombres per,onala en la novela», en So/m

no está escrita en la habitual tercera o primera persona, sino


liltrlltura, II, cod. cit., pltgs. 77-93·

en la segunda de cortesía; «Usted entra. Usted coge su maleta», • Hísloire tl" ro"",,, moátrTII, págs. ,4-17-4 18•

224 225

.aaLI0'1'JK!.L U)l'.,;/ ....\,


---. .... . . . . ... ~Iftb ••, ........

,
,1

XXXIV

Virginia Woolf: El impresionismo


La experiencia de esta escritora es especialmente intere­
sante para comprender la novela de nuestro siglo. Señala con
gran lucidez los caminos te6ricos I y expone los problemas
relativos a su propia creación~.
..... Virginia Woolf significa la plena realización de la novela
impresionista. Lleva :lo la práctica la definición dada por Henry
James: «Una novela eg una impresión personal de la vida.})
La realidad, ante todo, ya no es un bloque marmóreo que
se nos impone por su evídenda. Se ha fragmentado hasta el
infinito. S610 existen aspectos, momentos, impresiones, pers­
pectivas. Un paisaje, el interior de un hogar, mi propio yo,
no tienen caracteres definidos e inmutables. Varian según el
momento del di a, la luz que cae sobre ellos, el talante de quien
los contempla: ((La vida no es un objeto sólido, sino un flujo
y reflujo perpetuos.)
Es artificial aislar en nuestra mente a las personas, a los
objetos. En las novelas de Virginia Woolf, una flor amarilla
irradia belleza en un ambiente sombrlo; un vestido de mujer es
más verde y tiene más vida si destaca sobre una cortina de
terciopelo rojo; las notas de un piano pinchan mis dedos como
alfileres; el roce de una tela trae de nuevo hasta mí la arena
dorada de las playas de mi niñez ...
Ya l,10 hay barreras entre las cosas, todo se comunica: «(No
creo en' el valor de las existencias separadas.» El mundo de las
I En TI¡, Crnnmon R.ad" y Tire S,¡;l}nd C_on Rtoder, Nueva York, Harcollrt.

Brace and eo. (Harvest Bookl). 1925 y [932.


, En A Wríl"'s Díl1ry (1954). TraducciÓn francesa: ]QufTUll á'ltn Ecnvain,
MÓnaco, DI.! Rocher, 1958.

227

sensacÍones adquiere una riqueza y profundidad insospechadas. Ya no existen, desde luego, «materÍas nobles}~ para la
Pero, a la vez, se vuelve inquietante, intranquilizador. El sub­ novela: «No existe una materia especialmente propia de la
jetivismo lo tiñe todo. Sensaciones y sentimientos se enlazan novela: cualquier sentimiento, pensamiento, percepción, pue­
en Intima unión. Desde esta perspectiva, el realismo que se den serlo.»
limita a lo exterior parece una torpe mentira piadosa. Virginia Woolf se ocupa, ante todo, de la trama gris, de
Algunos de los párrafos anteriores nos han debido recordat las acciones cotidianas. Pero, con una sensiblidad y un arte
a Proust) y a algunas experiencias básicas de la pintura conterp­ de la sugerencia extraordinarios, nos muestra todo el misterio
poránea: los impresionistas, sobre todo, han descubierto que que se encierra detrás de lo intrascendente.
el mundo cambia según los momentos y la luz; que el color de No le interesan las personalidades muy definidas, los
un objeto influye y se refleja en los cercanos; que el contorno «héroes» o «tipos~) propios de la novela clásica. Sus personajes
de las cosas no es una gruesa línea negra, sino un halo difuso. son s610 puntos de referenda. Lo esencial es el asombro ante
En algunos pintores (Raoul Dufy, por ejemplo) las manchas la vida, ante el misterio: (l ¡Qué extraño es el vivir! No se sabe
de color coinciden sólo muy parcialmente con los contornos nunca hacia dónde se va, ni qué es lo que reaJmente se desea
dibujados: el oro de los trigos invade en parte el verde de los ( ... ) La novela es un buceo en todo lo infinitamente extraña
árboles, y el azul del cielo se extiende también por los campos que es la condición humana.»
en flor. Copiamos, por último, un texto de Virginia Woolf que,
El mundo novelesco que se nos ofrece gana aSl riqueza, como los de Proust antes citados, nos parece esencial para
profundídad, hermosura. Y cercania con la realidad auténtica. comprender la novela de nuestro siglo:
Pero también dificultad para el lector. La cualidad necesaria «El escritor parece obligado a imaginar un asunto y darle
(en éste y en el novelista) para acceder a ese mundo es la sen· un aire de probabilidad que embalsame todo el conjunto de
siblidad: «Cuando escribo no soy más que una sensibilidad.» modo tan impecable que si las figuras vinieran a la vida se
Pero llevada a limites extremos, que rozan la enfermedad ner­ encontraran vestidas hasta el último bot6n de su abrigo a la
viosa. moda apropiada... Pero a veces nos preguntamos: ¿Es asi la
Para esta concepción, la novela tiene un único tema po­ vida? ¿Deben ser asi las novelas?
sible: la vida, en su paso a través de una sensiblidad. Es decir, Miremos a lo hondo y 4escubriremos que la vida está
una impresión personal. Los temas concretos de las novelas muy lejos de ser "así". Examinemos por un momento una
son extraordinariamente poco importantes. En realidad, el mente ordinaria en un dia normal. Recibe miles de impre­
tema «no es más que una posiblidad que se ofrece a las condi­ siones: triviales, fantásticas, agudas, evanescentes ... De todos
ciones del novelista». lados cae sobre ella un torrente continuo de innumerables
Por eso, el trabajo básico del autor es acumular impresiones, átomos. Y el acento cae cada dia sobre cosas distintas. De
asimilar la vida, empaparse de ella: «Lleno mi espiritu de todo modo que, si un escritor fuera un hombre libre y no un
lo que contiene un cuarto o un departamento de tren, como se esclavo, sí pudiera escribir lo que él elija y no lo que deba,
llena una estilográfica mojándola en un tintero.» Y trabajar si pudiera basar su obra sobre sus propios sentimientos y
la forma con la devoción y constancia de un artesano, para no sobre convenciones, no habría en su novela argumento,
lograr que la expresión se acerque lo más posible en exactitud tragedia, comedía, historia de amor ni catástrofe en el
y belleza a la impresión anterior. sentido habitual, y quizá ni siquiera un botón bien colo­
Virginia Woolf advierte con agudeza que el lector no debe cado.
darse cuenta de este trabajo. El ideal inalcanzable es que la La vida no es una serie de lámparas simétricamente dis­
obra de arte acabada, muy elaborada, conserve todas las puestas, sino un halo luminoso, una envoltura semitrasparente
cualidades del esbozo. El autor debe desaparecer detrás de la que nos rodea desde el comienzo de nuestra consciencia hasta
obra, que ofrecerá un aspecto de frescura y libertad. el fin. La tarea del novelista es ofrecer este variado, desconocido,

22B 229

impreciso espíritu, con la menor mezcla posible de elementos


aj enos y externos) ~ .
Virginia Woolf culmina as! una tradídón de la novela in­
glesa, muy psicol6gica. hondamente intelectual. a la que añade
una sensibilidad exacerbada. Los experimentos narrativos que
realiza, partiendo del subjetivismo absoluto, son antecedente
directo del «nouveau roman». El objeto de su búsqueda coincide
con el de gran parte de la literatura contemporánea (poesía
y novela): el misterioso mundo de las relaciones humanas,
la dificultad de" una-auténtíCácomUriiéaci6n. xxxv
Charles Morgan: La imaginación
Recordemos, por último, la teoría de Charles Morgan 1,
que representa la fidelidad al valor clásico y esencial de la novela:
la imaginación. Morgan considera que es el instrumento
mediante el cual el hombre es capaz de llegar a un conocimiento
intuitivo de )0 universal, de las tres verdades trascendentales
"­ de la vida; que son (en su teorla y en sus novelas) el amor, la
poesía y la muerte.
La imaginación no es algo exclusivo del artista. Todos
podemos alcanzar, en ciertos momentos de nuestra vida, una
intuición profunda de estas verdades. Pero ... hablando en
general, estos momentos son relativamente escasos. Las ocu­
paciones nos distraen, en el descanso buscamos también salir
de nosotros mismos, «divertirnos»; como vio con tanta pro­
fundidad Pascal, al hombre de todas las épocas le es muy
dificil quedarse solo, en una habitación desnuda. Además, la
rutina nos vence, nos hace insensibles a la constante maravilla
del vivir. Son tan pocos esos auténticos «momentos de nuestra
vida» de que habla Sarayan ...
Para Margan, la novela cumple la importantísima función
social (humana) de contribuir a remediar este mal; «La ima­
ginación tiende a congelarse. La novela la descongela, derriba
las barreras de los tópicos. Es un medio de comunicaci6n entre
i elllombre y los universales. Nos revela la naturaleza de] hombre.»
Ésta es, desde luego, la razón más alta (existen también
otras muy inferiores) que explica el enorme éxito popular de
algunas novelas.
• «Modern Fiction". en Th, Comm"" Reader, págs. 153-[54. I .. Defensa del arte de narrar"" en el volumen E/escritor .J su mundq, Barce­

lona, Pla¡¡¡a y Janés, 1962.


230
231
..

Las consideraciones de Charles Morgan sobre la novela


culminan en una frase muy hermosa, que revela su intima asi­
milación del platonismo: «El fin primordial de la novela es
correr las cortinas, abrir las ventanas y admitir la luz» ~,

XXXVI
Conclusión
Al hablar en estas notas de «la novela del siglo xx» nm
hemos referido exclusivamente a la orientación más innova­
dora. Seria incompleto e injusto concluir sin citar otra tendencia:
pervive hoy también la novela tradicional, la que sigue 1m
módulos establecidos ya en el siglo Xix. Con fidelidad absoluta.
unas veceSj con pequeñas variantes y adaptaciones a 10 actual.
casi siempre.
Al comíenzo de nuestro trabajo recordá.bamos la duda
de Maupassant sobre la unidad del género narrativo. El pro­
blema, hoy, se ha multiplicado infinitamente. Sin embargo,
como ha señalado ,\certadamente Baquero Goyanes, (en le
sustancial, seguimos acercándonos a la novela con una dispo­
sición lectora que no es la misma que adoptamos frente al poema.
al libro cientUico o al ensayo filosófico»,
La generalización supone si-empre cierta dosis de inexac­
titud. Sin embargo, creemos sustancialmente válida nuestra
tesis: la novela del siglo xx significa una revolución profunda
(no total, claro está) con respecto a toda la novela anterior.
Creemos que <;xiste una concepción de la novela que alcanza
su plenitud clásica en el siglo XlX. Se basa en el predominio de
los valores imaginativos. Busca, ante todo, divertir al lector.
Nos presenta un mundo estable, dominado por el bum.1ln-_
Su técnica es esencialmente realista.
La novela contemporánea utiliza con provecho toda esta
\ ....
experiencia anterior, parte de ella. Pero sus caracteres básicos
son bastantes diferentes. Junto al elemento narrativo, de pura
imaginación, son esenciales ahora en la novela una serie de
• Una imagen parecida es ulilizada lamb¡~n por Charles Margan en la resonancias: psicológicas, sociales, estéticas, simbólicas, filos6­
escena clave de Spar/¡enbrQ/r." su novela más importante.
233
232

ficas ... La fórmula de Albéres nos parece muy acertada, bajo


su apariencia radical: «La novela es un ejercicio literario en el Stravinski: (¿Qué crédito puede merecer la opinión de per­
que nos servimos de una narración para expreaar otra cosa.» sonas que caen en éxtasis ante los grandes del pasado, cuando
La novela contemporánea ha profundizado en el realismo ante una obra contemporánea su actitud revela triste indi~
y la psicológia. Ha descubierto en el hombre mundos interiores ferencia o una marcada inclinaci6n hacia lo mediocre o el
apenas entrevistos antes. Se ha planteado con rigor los problemas lugar común ?»
del tiempo y de la perspectiva personal. Nos ha ofrecido una No olvidemos tampoco que cada novela es la obra de un
concepCIÓn del mundo inquietante, en la que juegan papeles individuo concreto, que recrea personalmente los temas y las
decisivos la limitación humana y el misterio. Ha adquirido técnicas. La calidad es independiente de! tipo de novela ele­
un carácter total, enfocando desde los má.s diversos puntos gido. Al margen de toda escuela, de todo procedimiento
de vista el problema de la condici6n humana. Hacemos nuestra narrativo, depende siempre, en definitiva, de las cualidades
la optimista afirmación de fe de Butor: «No existe. de momento, personaJes de su autor.
ninguna forma literaria cuyo poder sea tan grande como el de ¿Está hoy en crisis la novela? ¿No será, más bien, el mundo
la novela. Pueden vincularse a ella. de!una manera extrema­ entero el que está. en crisis -no sabemos si de destrucción o de
mente precisa, por sentimiento o por razÓn, los incidentes renacimíento- y la novela, la justa expresión de esa crisis?
aparentemente m~s íruignificantes de la vida cotidiana y los Hacemos nuestra la tajante declaración de Ernesto Sábato:
pensamientos, las intuiciones y los sueños aparentemente más «Por el contrario, picll30 que es la actividad más completa
alejados del lenguaje de todos los dias\ Es, por tanto, un medio del espiritu de hoy, la más integral y la más promisoria en ese
prodigioso de mantenerse en pie, de seguir viviendo inteli­ intento de indagar y ("xpresar e! tremendo drama que nos
gentemente en el interior de un mundo casi furioso que nos ha tocado en suerte vivir.»
asalta por todas partes.)} La novela contemporánea ha supuesto una tentativa para
Hay que evitar la tentación de unilateralidad. Ya Henry abrazar más fielmente la auténtica realidad. Para lograrlo,
James negaba que se pudiera decir c6mo dt'be ser una buena ha derribado Umites convel~cionales, ha ampliado de modo
novela. Y Wayne C. Booth insiste en que no hay que dar reglas extraordinario su horizonte. El novelista disfruta 'IOY de unas
abstractas sobre lo que deben hacer los novelistas, sino recordar posillilidades infinitamente mayores que cn el si ~Io pasado.
lo que han hecho los más importantes. En este sentido, la novela del siglo xx ha supue~to un real,
Coexisten hoy (y seguirá.n haciéndolo) la novela «c1~sica>, inmcnso avance.
y la novela «contemporánea)" la <(Vanguardista» y la «realista~~. Su trascendencia rebasa hoy el campo de lo puramente
En realidad, muchisimos tipos muy distintos de novela. Pero, literario. La novela contemporánea es, usando el término de
incluso si el novelista vuelve (como muchos han hecho) a téc­ Alb~('(\s, una de las grandes ((aventuras intelectuales de nuestra
nicas que podemos llamar tradicionales, él se ha enfrentado época». Está unida a las más íntimas aspiraciones y problemas
con problemas que los narradores anteriores a Henry James del hombre del siglo xx.
-por decir un nombre significaúvo- ignoraban. Al llegar al final de este recorrido recordamos de nuevo
No interesa tampoco demasiado la preferencia puramente algunas afirmaciones: (,No puede haber gran novela sin un
personal por uno de estos tipos de novela. Cada lector encuentra replanteamiento dd problema de la realidad» (Montesinos).
hoy el que necesita, el que anda buscando para que le ayude «Creo que hay que marchar hacia un nuevo estilo ... Ese nuevo
a vivir. Es necesario y conveniente que existan muchas especies estilo sólo podrá resultar de una nueva visión del mundo»
distintas de novela, como existen muchas clases de hombres (Cot'tázar). Y, no sé si pur cncájar bien aquÍ () por debilidad
y de problemas humanos. pel"sonal, las frases de Virginia Woolf: «( ¡Qllé extraño es el
Para un lector no puramente pasivo es lógico que la narra­ vivir! No se sabe nunca hacia dónde se va, ni qué es lo que
ción contemporlÍnea le atraiga de modo especial. Como dice realmente se desea ... La novela es un buceo en todo lo infini­
tamente extraña que es la condición humana .••
234
235

Hablar de la novela del siglo xx no es s610 hablar de novela,


sino del mundo contemporáneo, del hombre de nuestro siglo,
de nuestra propia vida. Para conocer mejor el mundo y a nos·
otros núsmos, para tomar conciencia de los problemas o des­
cansar con la imaginación, para multiplicar nuestra vida y
consolarnos de tantas tristezas, seguiremos leyendo novelas.

Bibliografia fundamental
ALlllíhts, R. M" L'/luenture intlfl/ICtuellt dI!. xr sUele, 3.- ed. aumentada,
Parfs, Albin Michel, 1963.
ALBÉRES, R. M., Milamorplwul du roman, Paris. Albin Michel, 1966.
AL:8Éd;s, R. M., Histoire dI/. roman modmu, Nouvelle edilíon, Parls,
Albin Michel, 1967.
ALLEN, Walter, Writers 011 Wrilillg, compilada y editada por E. P.
Dutton and Co., New York, 1964.
ALLOT, Miriam, Los lIovIlislasy la novela, Barcelona, Seix Barral (Biblio­
teca Breve), 1966.
AMORÓS, Andrés, Sociol()gía de una nov,la fosa, Madrid, Taurus (Cua­
dernos Taurus), 196B. .
AYAt.A, Francisco, La tstTuctura narrativa, Madrid, Taurus (Cuader.
nos Taurus), 1970.
BAQ.uER.o GOYANES, Mariano, Proceso de la RQvela aClual, Madrid, Rialp
(Biblioteca del Pensauúento ~ctual), 1963.
BAQ.UER.O GOYANES, Mariano, Estructuras de la novela ottual, Barcelona,
Planeta, 1970.
BooTH, Wayne C., The Relhorit' ¡if Fichon, Chicago, The University
of Chicago Press, 8. a ed., ¡968.
BUTOR., Michel, Sobre lileratura, Barcelona, Seix Barral, 1967.
CA$TELLET, José Maria, La h()ra del l,.lor, Barcelona, Seix Barral
(Biblioteca Breve), 1956. .
FOIUTER., E. M., Aspetts of /he Novel, New York, Harcourt, Brate and
World, 1927.
GIR.ARD, René, Mensonge romantiqut ti vfTilJ romanut¡ut, Panl, Grasset,
1961 .
GOLDMANN, Luden, p(}Ijr une .f(J(;iologie ti" r/1man, Parla, Gallimard,
I N. R. F. (Bíbliotheque des Idéell), 1964. Trad. esp.• Para una sotio­
~ logía de la novela, Madrid, Ciencia Nueva, 1967•.
\ GOYnSOLO, Juan, Problemas de la novefa, Barcelona, Seix. Barral (Bi­
•I
blioteca Breve), 1959.
JAMES, Henry, TIu Arl of /he Novtl, ed. by R. P. Blackmur, New York,

\ Charles Scribner', Sons, 1934


JAMES, Henry, The Fulufe of the Novel, N ew York, Vintage Books, 1956.

237
236

LUBlJOCK, Percy, Th, Graf! rif Fietion, New York, The Viking Prcs>,
1957·
LUKÁCS, Georges. Théf¡r¡e du Romall, París, Gonlhicr (tiibhoth!/:que
lI.lédiations), 1963.
LUKÁCS, Georges. La úgn!fica.i6n actual delualismo critico, Méjico, Era,
196 3.
MAGNY, Claude-Edmonde. Historie dll rtlmarl !rancaise depuis 19 tB,
París, du SeuiL 1950,
MAGNV, Claude·Edmonde, L'Jge du roman americain, nueva edición, Apéndice de 1974
París, du Seuil, T968.
MUIR, Edwin, The Slruclure of the Novel, London, 1928.
NADEAU, Ma.urice, Le roman franfaíse dllpuis la tuerre, Paris, N. R. F.
Al aparecer por tercera vez este volumen, me parece ne­
(Idées), 1963.
PÉREZ MIN1K, Domingo, Introducción a la nOllela inglesa actual, Madrid,
cesario añadirle algunas Ilotas bibliográfica;; n:óentes. No se
Guadarrama, 1968. trata, por supuesto, del imposible de!;eo de st'r completo (cual­
RA 'i'MOND, Michel, Le r!>man dtpuis la Rllvolution, París, Armand Colin quier repertorio bibliográfico lo es mucho más) ni de la ingenua
(U), 1967. . vani(\¡¡d de «estar a la última», que tantos estrJ.gos suele hacer
RODRíGUEZ ALCALDE, Leopoldo, Hora actual de la n()vela en el mllndo, en nuestra realidad cultural. No voy a caer en la pedantería,
Madrid, Taurus (Persiles), 1959· cada vez más frecuente, de citar libros en checo o en finlandés,
SÁBATO, Ernesto, El escritor y sus fantasmas, \Bu eoos Aires, Aguilar, I 963. idíomas que, por desgracia, desconozco.
SARTRE, J. P., Siluations, n, Parla, Gallímard, 1948. Trad. esp.,
¿Por qué, entonces, este apéndice bibliográfico? Por una
Qué es la litera/UTa, 3.a. ed., Buenos Aires, L05ada, 196'2.
STANTQN, Robert, lntroducci6n a la narrativa, Buenos Aires, Ca.rlos
razón muy simple: desde su concepción, este libro pretendió
Pérez, 1969. ser útil a estudiantes y lectores españoles. Su primera versión
THIBAUDET, A., Reflexions sur le roman, Paris. Gallimard, 1936. fue cCllsurada en una editorial por ser «demasiado clara y
TORRE, Guillermo de, Historia de las literaturas de vanguardia, Madrid, peebgógku». (Es un recuenlo que, hoy, me divierte mucho).
Guad::lrrama. 1965. tI.: pudido compruoar cómo a muchas personas -estudiantes,
VARE!.A JÁCOME, Benito, Renovaci6n de la nvvela en el siglo XX, Bar­ sobre todo- les resultaba verdaderamente útil, informándoles y
celona, Destino, 1967. orientándoles en medio de una maraña de autores y tendcncia,
VARIOS, L'Anaiyse structurale du récit, en revista. C()mmunicalicms, núm. no ludIes de asimilar. Muchas veces he oído exponer, con
8, Paris, du Seuíl, 1966. aires de gran novedad, afirmaciones que, según muestra este
libro sencillo y pedagógico, son verdad admitida hace ya
varias décadas.
La novela contemporánea, tal como yo la concibo, la
novela de nuestro siglo, es un ciclo abierto, tanto en su desa­
rrollo como en su estimación critica. Sin caer en el fetichismo
de lo último, no cabe duda de que el presente, en su evolución
; continua, nos hace comprender mejor el sentido de un pasado
bastanle próximo, cuyo peso sigue gravitando claramente
sobre nosotros. A la vez, no cabe duda de que la investigación
sobre la prosa narrativa está hoy en pleno dcsilrrolIo y ha al­
canzadu en los últimos :Ii'íos té-rminos muy precisos.
Así pues, para que este libro siga manteniendo su utilidad,

239
23B

Вам также может понравиться