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PARTE I
CONCEPTOS Y ANTECEDENTES
Capítulo 1. La sordera.
Introducción……………………………………………………………………………………
1.1.- Conceptos……………………………………………………………………..………………
1.2.- Etiología……………………………………………………………………………………
Comentarios finales...……………………………………………………………………….............
Capítulo 2. La salud mental y las personas sordas.
Introducción…………………………………………………………………………………
2.1.- Aspectos generales de la salud mental y su relación con las personas Sordas…………
Comentarios finales…..………………………………………………………………………
Introducción…………………………………………………………………………………………
3.2.- El proceso de la terapia con personas Sordas: facilitando el cambio desde una perspectiva
intercultural……………………………………………………………………………………………
3.6.1.- Aspectos que marcan diferencias entre la terapia con pacientes sordos y pacientes
oyentes…………………..………………………………………………….
Comentarios finales……...……………………………………………………………………………
Introducción……………………………………………………………………………………….......
Comentarios finales….………………………………………………………………………………..
PARTE II
LA EVALUACIÓN
PARTE III
LA INTERVENCIÓN
Comentarios finales……………………………………………………….
Agradecimientos
El más grande agradecimiento a las personas Sordas que hicieron posible este trabajo,
tanto con sus consejos, colaboración y participación, ya sea respondiendo el
cuestionario que hemos adaptado y participando como pacientes que recibieron el
tratamiento para la depresión.
En cuanto a las personas que supervisaron y dirijieron este trabajo, todo nuestro
agradecimiento al Dr. Mark Beyebach, director de la Tesis doctoral que dio como fruto
este libro. A la Dra. Carmen Delgado y la Dra. Carmela Velasco, tutoras indispensables
para la culminación de este trabajo. Al Dr. Jesús Sanz y Dr. Carmelo Vázquez de la
Universidad Complutense de Madrid por la supervisión recibida. A nuestro amigo
Roberto Freire Hernando, terapeuta de los pacientes sordos que participaron en el
último capítulo.
En cuanto a las personas e instituciones que financiaron los estudios que dieron como
resultado este libro, agradezco profundamente a mi tío y amigo, Dr. Luis Ernesto
Derbez Bautista, por abrir la puerta a un camino lleno de aprendizaje y experiencias y
hacer posible estudiar en Salamanca. Un sentido agradecimiento a la Universidad
Pontificia de Salamanca, al Rector Dr. Marceliano Arranz Rodrigo y al Vicerrector Dr.
Santiago Guijarro Oporto, a la Comisión de Doctorado y al Departamento de Becas,
por la beca de investigación concedida en el último año de la realización de los estudios
de doctorado, fundamental para la culminación de los mismos.
A mis padres, mi abuela, hermanos y hermanas: Sergio, Raúl, Juan Carlos, Mariana y
Charo. A mis queridas sobrinas, a toda mi familia y a la familia Mitre Fajardo, quienes
con sus oraciones y recuerdos, acompañaron e hicieron posible también este trabajo. A
mis primos Pedro Torres Estrada y Michael Núñez Torres por la solidaridad y amistad
todos estos años.
Este libro se dirige a una parte de la población que representa una minoría social,
cultural y lingüística: la población sorda. Como suele ocurrir con otras minorías en la
sociedad, también ésta ha sido socialmente maltratada y hasta hace muy poco tiempo
ignorada. Históricamente, la población sorda ha sido invisible en múltiples contextos, y
el ambito relacionado con nuestra investigación es uno de ellos, los contextos
asistenciales de salud mental, tanto en la práctica como en la investigación.
Por otro lado, las diferencias también apuntan a los rasgos culturales propios de las
personas que integran el colectivo, en cuanto a la forma de comprender la sordera.
Dentro del colectivo existen personas culturalmente sordas (con identidad sorda) y
aquellas que no comparten ese sentimiento de pertenencia hacia la comunidad sorda.
Incluso la Federación Mundial de Sordos (FMS) y la Unión Europea de Sordos (UES),
hacen una distinción entre “Sordos” (con mayúscula) y “sordos” (con minúscula). El
investigador español en el campo de la sordea, Alvaro Marchesi (1999), explica que el
primero de estos términos se refiere a una persona que no oye, y utiliza una lengua de
signos como primera lengua y además, se identifica a sí misma con otras personas
Sordas. El segundo término, denomina a una persona que, o bien, nació sorda, ha
perdido la audición en la primera infancia o ha perdido la audición de forma posterior,
pero no se siente miembro de la comunidad sorda ni hace uso de su lengua.
En este trabajo escribiremos persona “Sorda” con “S” mayúscula, en primer lugar,
porque estamos de acuerdo con la distinción que establecen dentro del propio colectivo
y la propuesta de la FMS y la UES. En segundo lugar, y hechas las anteriores
distinciones, porque nuestro libro está dirigido a una parte específica de la población
sorda (la mayoría): las personas “Sordas”. De igual manera queremos comentar que se
usará él termino deficiencia auditiva para referirnos a las personas con algún grado de
pérdida auditiva ya sea leve, moderado o grave.
En algunos países como España, hasta hace muy pocos años comenzaron los primeros
estudios en el área de la salud mental con personas Sordas, y en otros países como
México, son muy escasos los reportes de investigaciones. Por lo que nos encontramos
ante un campo de investigación en donde el número de estudios y publicaciones son
aún escasos. Las barreras de comunicación suponen una dificultad entre los
profesionales de la salud mental y los pacientes sordos, y esto ha provocado un
considerable atraso tanto en los servicios asistenciales como en la investigación en esta
área.
Algunos aspectos relacionados con la salud mental de las personas Sordas serán el
objeto de estudio del segundo capítulo. El estudio de la epidemiología de los trastornos
mentales nos hace plantear algunas interrogantes: ¿la incidencia de los trastornos
mentales en la población sorda es más alta que en la población general oyente?, y ¿cuál
es su incidencia en España? Además, estudiaremos algunos factores que inciden en la
formación de problemas de salud mental y los principales trastornos identificados, en
donde hemos puesto mayor atención al tema de la depresión. En este punto
estudiaremos uno de los principales y más importantes instrumentos para la medida de
la sintomatología depresiva, el Inventario para la Depresión de Beck.
Esta información será de utilidad cuando lleguemos a la parte final del capítulo en
donde analizaremos, a nuestro entender, cómo debe ser la evaluación en los contextos
de salud mental de la población sorda. Esto nos plantea otra interrogante: ¿cómo
plantear la evaluación psicológica de las personas Sordas cuando la mayoría de los
profesionales implicados no pueden comunicarse con ellos de forma directa? Por
último, comentaremos algunos factores implicados tanto en la selección de instrumentos
para su adecuada evaluación, así como para su adaptación a esta población.
En el cuarto capítulo el lector podrá encontrar una revisión del modelo de Terapia Breve
Centrado en Soluciones. Comenzaremos por estudiar su origen y desarrollo, así como
sus principales influencias teóricas y filosóficas, hasta llegar a sus presupuestos
teóricos. Teniendo en cuenta la población a la que se dirige este libro (sobre todo en el
último capítulo), será interesante dar respuesta a la interrogante: ¿Qué teoría del cambio
puede plantear este modelo, al asumir que en terapia se trabaja con construcciones tanto
de los clientes como de la realidad que perciben? Además, se revisan las principales
técnicas y herramientas terapéuticas del modelo. Por último, haremos una descripción
de la investigación de resultados de la terapia centrada en soluciones realizada en los
últimos 20 años.
CONCEPTOS Y ANTECEDENTES
Capítulo 1
La Sordera.
Es oportuno comenzar este capítulo con las palabras de Helmer Myklebust, autor
clásico en el estudio de la sordera, ya que ayudan a comprender la experiencia y la vida
de las personas Sordas. Es fundamental que comencemos en este capítulo facilitando
información esencial acerca de las personas Sordas y la sordera, aspectos como su
etiología y clasificación, su incidencia, sus consecuencias e implicaciones en las
diversas áreas del desarrollo con el objetivo de tener una visión global de la sordera,
antes de centrarnos en la salud mental de las personas Sordas.
Por ello, intentaremos desarrollar estos lineamientos principales para dar contexto al
estudio que nos hemos propuesto llevar y acercarnos con respeto y sensibilidad a la
realidad de las personas Sordas en general y a las que han participado en este trabajo en
particular. Al mismo tiempo, esta descripción de la variabilidad individual de las
personas Sordas nos ayudará a comprender la compleja heterogeneidad que caracteriza
a esta población. Por esta razón vamos a exponer en este primer capítulo las variables
diferenciadoras más importantes y posteriormente algunas de las consecuencias que
estas pueden llegar a producir en las distintas áreas del desarrollo.
Nuestro objetivo a lo largo de este capítulo es intentar ofrecer una visión panorámica
acerca de la sordera a partir de marcos de referencia como la Medicina, la Psicología y
la Sociología que nos asistan para comprender mejor una realidad tan compleja como la
sordera y a las personas que la viven en el marco de una cultura diferente, organizada
alrededor de una experiencia visual y haciendo uso de una lengua de signos (en
adelante, LS).
1.1 CONCEPTOS.
Entre cada uno de los términos antes mencionados existen diferentes matices. La
deficiencia auditiva se relaciona con la percepción y producción del habla. Sin embargo,
pérdidas iguales de audición; objetivamente consideradas, dan lugar a sorderas distintas
desde el punto de vista subjetivo; siempre se ha dicho que no hay dos sorderas iguales
(Torres, Rodríguez, Santana y Gonzáles, 1995) lo que imposibilita hacer
generalizaciones o comparaciones entre distintas sorderas o entre personas Sordas. Así,
desde nuestra opinión, cada persona con sordera representa un micro cosmos en donde
sus características auditivas y sus variables personales, le colocan dentro de la
heterogeneidad de un macro cosmos que correspondería al universo de la pérdida
auditiva y el punto que le coloque correctamente en un territorio conceptual, sería el
resultado de un acertado estudio sistémico de todas sus variables.
Para Perelló y Tortosa (1992), “la sordomudez es un estado patológico bilateral del
órgano auditivo, de diversa etiología, heredado o adquirido, que produce sordera en la
primera infancia y que impide la adquisición o hace olvidar el lenguaje ya adquirido”
(p.1). Estos autores se preocuparon de que lo definido estuviese claramente expresado y
esta última definición así lo deja ver.
Diversos autores han abordado esta polémica referida al como hay que nombrar a la
sordera (o sordomudez) y a las personas Sordas (o persona sordomuda). Como escriben
Perelló y Tortosa (1992) “La mudez no es producida directamente por la enfermedad
causal, y la palabra puede recuperarse con diversos procedimientos que se describen en
el apartado correspondiente. Por tanto, estaría justificada la tendencia actual a suprimir
la palabra mudez por impropia y deprimente” (p.1).
Por otro lado, otros autores se refieren a la definición de persona Sorda que hace la
Organización Mundial de la Salud (OMS) siendo aquella que no es capaz de percibir
sonidos, aún haciendo uso de aparatos amplificadores (Torres y col, 1995). Hay
quienes hablan de que una pérdida auditiva total es muy rara y que es posible la
existencia de algún grado de audición residual, lo que ha originado el término “pérdida
auditiva”, como preferible al de “sordo” considerado de nuevo por algunos como
poseedor de connotaciones negativas (Fernández Viader, 1996). También se habla de
restos auditivos para señalar que las sorderas nunca son absolutas (Torres y cols., 1995).
En cambio, otros autores también señalan que una sordera total y absoluta,
generalmente adquirida, se denomina Cofosis (Perelló y Tortosa, 1992).
En este trabajo queremos hacer énfasis en que “persona Sorda” y “sordera”, no son
inevitablemente sinónimos de discapacidad y mucho menos de enfermedad. Además,
intentamos partir de una definición que ponga el énfasis en los recursos, como lo serían
los restos auditivos que se conserven, los lenguajes alternativos como la LS, el
movimiento asociativo en el que participan las personas con deficiencias auditivas o la
educación a la que hayan tenido acceso.
Nos gustaría resaltar el hecho de que el tener una deficiencia auditiva no implica la
carencia de un lenguaje y la incapacidad de expresarse, el lenguaje de la mayoría de las
personas Sordas es la LS, lo que nos lleva a recordar uno de los axiomas de la teoría de
la comunicación: Es imposible no comunicar, toda conducta es comunicación
(Watzlawick, Beavin y Jackson, 1967). Tampoco la deficiencia auditiva tiene que
traducirse en minusvalía (término peyorativo cada vez menos usado) en el sentido
etimológico de “valer menos para algo” si se hace uso de los recursos actuales, tanto
técnicos como psicopedagógicos (Torres, Urquiza y Santana, 1999). Pese a que
“minusvalía” es un término cada vez menos empleado, en España por ejemplo, continúa
en uso desde la Administración correspondiente (Instituto de Migración y Servicios
Sociales, IMSERSO) para otorgar el “Certificado de minusvalía” a las personas que
demuestran tener un grado igual o superior a 33% de discapacidad.
1.2 ETIOLOGÍA.
Este tipo de sordera suele ser severa o grave, no se considera progresiva y puede estar
asociada con otras alteraciones. La sordera hereditaria es producida por malformación
del laberinto y acostumbra a ser bilateral (Perelló y Tortosa, 1992). Como causas, existe
en algunos casos la predisposición familiar a la sordera tales como antecedentes de
sorderas endógenas en familiares próximos y la consanguinidad de los padres (Torres y
cols., 1995). Las sorderas hereditarias se dividen en: Recesivas, Dominantes y
Asociadas al Sexo. En las comprobaciones realizadas en sorderas profundas infantiles,
permiten atribuirlas alrededor del 40% a herencia autosómica recesiva; un 10% son
autosómicas dominantes y un 3% estaría ligada al sexo (Moreno, 2000).
Las causas prenatales de sordera suelen ser infecciones contraídas durante el embarazo.
Tales infecciones pueden ser causadas por enfermedades víricas (Infecciosa: Encefalitis,
Meningitis cerebroespinal, rubéola materna, sífilis, otitis, tuberculosis. Parásita:
Toxoplasmosis. Anóxica: por hemorragia, principalmente en el período embrionario.
También se ha demostrado que el consumo de drogas como la cocaína y el alcohol e
incluso la exposición suficientemente prolongada a bastante ruido pueden llegar a
contribuir a una pérdida auditiva o bien, llegar a lesionar el sistema auditivo del feto
(Davis y Silverman, 1971).
Algunas de las causas perinatales de sordera son la hipoxia1 y la ictericia2. Una función
respiratoria retardada o inadecuada en el momento del nacimiento puede llegar a causar
una hipoxia y dejar secuelas locales y generales a menudo graves aunque dependiendo
principalmente del grado y la duración de la hipoxia.
1
Aporte nulo o escaso de oxígeno a los tejidos (Real Academia de la Lengua Española).
2
Condición patológica debida a la acumulación de bilirrubina en la sangre (Real Academia de la Lengua
Española).
c) Sorderas Adquiridas Postnatales.
Las causas más comunes se deben a prematuriedad, anoxia3 y trauma obstétrico, bajo
peso al nacer (peso > 1.500gr.), longitud anormal al nacer, y enfermedades que precisen
incubadora o medicación especial (Torres y col, 1995). También la meningoencefalitis y
la parotiditis (o paperas) son las causas más frecuentes de sordera en la primera y
segunda infancia afectando al oído interno. Es innegable que la sordera producida por
meningitis o encefalitis produce una mayor dificultad en el desarrollo intelectual del
niño; el virus del sarampión suele causar pérdidas auditivas bilaterales de moderadas a
graves, mientras que la parotiditis provoca una sordera unilateral (Perelló y Tortosa,
1992).
Por último, en cuanto al tema de los efectos del ruido en la salud, podemos mencionar el
estudio de García (2004), en el que analiza los riesgos que representa el ruido ambiental
para la salud evaluando los niveles de contaminación acústica a los que están sometidos
los españoles. En este estudio señalan que, algunas investigaciones previas, han
demostrado que la contaminación acústica afecta a la salud, calidad de vida y bienestar
de las personas, produciendo problemas fisiológicos y psíquicos a corto y largo plazo,
que van desde molestias auditivas hasta estados de irritación o estrés, cuando se superan
repetidamente determinados límites de ruido. Estos datos son alarmantes si tomamos en
cuenta lo que el Panel de Hogares de la Unión Europea (INE, 1999) señala sobre la
situación de España: Un 30,6 % de las viviendas españolas sufren el problema de los
ruidos exteriores colocándose así, por encima de la media europea y en el primer lugar.
De esta manera, observamos que la localización de la lesión puede distinguirse por ser
una dimensión cualitativa, el grado de la pérdida por ser cuantitativa y el momento en
3
Falta casi total de oxígeno en la sangre o en tejidos corporales. (Real Academia de la Lengua Española).
el que aparece por ser una variable determinante que dará origen a importantes
consecuencias tanto en la adquisición del lenguaje como en el desarrollo psicosocial.
Esto nos conduce a distinguir dos clasificaciones; hasta antes de la etapa de la vida del
niño en donde el lenguaje oral no se ha adquirido del todo (sordera prelocutiva) y la
etapa de adquisición del lenguaje oral y posterior (sordera postlocutiva).
La edad en la que sobreviene la pérdida auditiva es una de las variables más decisivas
para el futuro educativo y psicosocial de la persona Sorda. Por otro lado, dentro de los
primeros años de vida, mientras más tarde aparezca la sordera esta tendrá una menor
repercusión. En cuanto a la edad en la que se originó la pérdida se distinguen dos tipos
de sordera:
a) Sorderas prelocutivas.
b) Sorderas postlocutivas.
En este caso la pérdida sobreviene después de haber adquirido el lenguaje oral ya con
suficientes habilidades en la lengua oral y después de los tres primeros años de vida.
Este es un período muy importante en donde normalmente se desarrolla con naturalidad
la adquisición del lenguaje oral. Este período privilegiado puede corresponder a la
especialización funcional del hemisferio izquierdo para el lenguaje (Aimard y Morgon,
1989). Por este motivo, cuanto mayor sea el contacto con la lengua oral, hay más
posibilidades de mantener lo aprendido y continuar aprendiéndola.
Sin embargo, establecer si una sordera es prelocutiva o postlocutiva no resulta en todo
caso una tarea sencilla, según explica Valmaseda (1995), la adquisición del lenguaje
oral es un proceso lento y dilatado que se prolonga durante varios años y determinar si
un niño sordo es prelocutivo o postlocutivo no es una tarea sencilla. Aclara también que
las clasificaciones más estrictas proponen identificar el año y medio de edad como
límite entre un tipo de sordera y otro aunque también, de forma usual el límite se sitúa a
los tres años de edad.
Se le llama sordera conductiva debido a cualquier causa que provoque que el sonido no
pueda llegar hasta el oído interno. En las sorderas conductivas o de transmisión, los
trastornos se encuentran en el oído externo (otitis, malformaciones, ausencia de
pabellón externo) o en el oído medio (presencia de sustancias o de cuerpos extraños).
Las consecuencias de este tipo de sordera relacionada con el lugar donde se localiza la
lesión no son de gravedad para el desarrollo del habla y son poco duraderas,
permitiendo suprimir sus consecuencias al ser detectadas tempranamente y al ser
atendidas con tratamientos o intervenciones quirúrgicas (Fernández Viader, 1996). La
pérdida auditiva provocada por una alteración en la conducción del sonido es de tipo
cuantitativo; es decir, afecta al grado de la audición y no a la calidad de la misma. No
superan los 60 decibelios, siendo por tanto, una sordera media (Valmaseda, 1995).
c) Sorderas mixtas.
Son las sorderas que presentan lesión tanto en el oído externo o en el oído medio y en el
oído interno, por lo que tienen componentes de percepción y de transmisión.
Hasta ahora hemos analizado la pérdida auditiva comenzando por el momento en el que
se originó la pérdida, variable decisiva para el futuro de los niños. También el lugar en
donde se encuentra la lesión, situación que condiciona el pronóstico del tratamiento. Por
último, estudiaremos el grado de la pérdida auditiva, lo que también puede traducirse en
la cantidad de sonido que no se percibe.
Hablamos de que la audición puede ser clasificada como normal o con pérdida. La
audición con pérdida se clasifica en: leve, media, severa y profunda.
Cuando la pérdida es severa, sólo se escucharán ruidos muy fuertes y voces altas. La
pérdida en esta clasificación se encuentra entre los 70 y 90 dB y sólo se pueden percibir
algunas palabras amplificadas (Fernández Viader, 1996). Los sentimientos de
identificación se encuentran obstaculizados y las relaciones socio-personales son más
satisfactorias en compañía de otros sordos, generalmente con el mismo grado de
privación auditiva (Myklebust, 1964).
La pérdida auditiva profunda rebasa los 90 dB, en estos casos las personas no pueden
escuchar el habla y requieren de ayuda de códigos de comunicación gestuales o LS para
obtener una información plena. En este caso las implicaciones de la pérdida en todas las
áreas del desarrollo son considerables, el desarrollo de la lengua oral sufrirá importantes
dificultades, se tendrá una interacción social reducida con mucha desinformación y el
terreno cognitivo también muestra efectos en la dificultad para la comprensión de
algunos conceptos abstractos. Sin embargo, la situación con relación a las pérdidas
profundas está cambiando en los últimos años gracias a las nuevas tecnologías
desarrolladas en los implantes cocleares precoces (Villalba, 2004). La incidencia de la
sordera profunda en el nacimiento es aproximadamente 1 por 1000 (Fernández Viader,
1996).
Aprender la primera lengua es doble hazaña cuando el ser humano es sordo y aprende
un código comunicativo con doble representación: la lengua oral y la LS. Podemos
observar que el estudio del desarrollo cognitivo en las personas Sordas ha estado
modelado por tres principales líneas. La primera de ellas se centra en estudios
explicativos o causales, en cuanto que investigaban sobre cómo el desarrollo cognitivo
es influenciado por la ausencia, sea esta parcial o total, del sentido auditivo.
Posteriormente, los estudios fueron más bien comparativos, entre población oyente y
población sorda centrándose en diferencias cualitativas y cuantitativas en aspectos muy
variados como la memoria, la percepción y la habilidad o capacidad para resolver
problemas.
Una última línea de estudio sería la enfocada a estudiar el desarrollo cognitivo de las
personas Sordas desde la perspectiva de la relación entre pensamiento y lenguaje
debido a la situación concreta de la privación auditiva. Esto propició desde hace varias
décadas el estudio de las relaciones existentes entre pensamiento (cognición) y lenguaje
con un colectivo de personas con una experiencia caracterizada por su mayoritario
contenido visual y por lo mismo, con múltiples posibilidades para el acceso a un
lenguaje signado y con menores probabilidades de adherirse con éxito al lenguaje oral.
Esta realidad proporciona un contexto práctico y científico otorgado por la pérdida
auditiva para analizar y determinar sus implicaciones a nivel cognitivo, lo que ha
originado numerosos estudios sobre el desarrollo cognitivo de las personas Sordas en el
marco de la relación entre pensamiento y lenguaje y en este apartado revisaremos
algunos de ellos.
Moores (1987, citado en Heiling, 1995) llama a la primera aproximación de los estudios
sobre las implicaciones cognitivas de la pérdida auditiva “investigación deficiente” y
hace una seria critica sobre el hecho de que muchos estudios concernientes al desarrollo
cognitivo de los sordos están preocupados con probar teorías de Psicología general y
que pocos estudios se relacionan con la vida cotidiana y la realidad de las personas
Sordas. Comenta además que la postura del investigador rara vez tiene la suficiente
visión en la situación del sordo para conseguir poner sus resultados en contextos más
generales.
En la misma línea, Heiling (1995) cita atinadamente un párrafo de Maxwell (1985) muy
clarificador para resumir la perspectiva de los estudios sobre personas Sordas y orientar
el sentido de futuras investigaciones con un enfoque diferente. Se trata de un enfoque
culturalmente centrado desde la perspectiva de las personas Sordas y no desde la
oyente, lo que significa centrarnos en los recursos y en las posibilidades y alejarnos del
enfoque patológico o de anormalidad:
“El sordo ha sido estudiado desde la perspectiva de sus habilidades auditivas, sus
habilidades en la lengua oral, sus habilidades para la lectura, sus logros
educativos, su desarrollo psicosocial, sus patrones de matrimonio, y sus
características laborales. Usualmente tales estudios detallan las implicaciones de
la patología de la sordera para el desarrollo normal. Lo que todavía no ha sido
estudiado es la interacción normal de las personas sordas entre ellos mismos.”
(Maxwell, 1985, p. 97).
En cuanto a las investigaciones con niños sordos, éstas fueron consideradas como una
vía para estudiar la relación entre lenguaje y pensamiento (cognición) debido a la
presencia de una pérdida auditiva desde edades precoces y a la predominante facilidad
para interiorizar un lenguaje visual o de signos. Lewis (1989) explica que “si la persona
Sorda no tiene lenguaje y si el lenguaje es un prerrequisito para la cognición, entonces
la capacidad de la persona Sorda para razonar debería estar deteriorada o incluso
ausente. A la inversa, si el lenguaje depende de la cognición, entonces el conocimiento
y la comprensión de una persona Sorda debería ser equivalente al de una persona
oyente” (p. 80).
En la práctica, esto no es del todo cierto pero tampoco del todo falso, volvemos de
nuevo al dilema de la heterogeneidad de las personas Sordas. Depende de quién, cuál,
según qué, o según cómo. No obstante éste último análisis es mucho más complejo de
lo que a simple vista parece, ya que en él se parte de que las personas Sordas carecen de
un lenguaje oral (la mayoría) pero no carecen de un lenguaje, ya que usan el LS para
comunicarse y que sirve precisamente para estructurar el pensamiento en los primeros
años de vida de los niños sordos.
En este sentido, Lewis (1989) afirma que las personas Sordas que pueden comunicarse
a través de la LS, no pueden tacharse de no poseer un lenguaje. Por esta razón,
considera que el estudio del desarrollo intelectual de los sordos ha llegado ha ser “una
manera insatisfactoria de examinar la naturaleza de la relación entre lenguaje y
cognición” (p. 81). Tal vez el estudio de la relación entre pensamiento y lenguaje esté
más fundamentado con aquellas personas que no han tenido contacto con la lengua oral
ni educación a través de ella y tampoco tengan un LS (por ejemplo; el caso del “niño
salvaje” de Aveyron4), o cuando sólo la LS haya sido la vía para la educación y la
comunicación y cuando esta sea considerada en las investigaciones como un lenguaje.
4
Este caso es comentado por Oliver Sacks (2000). Es el niño encontrado en los bosques de Aveyron
(Francia) en 1799, carecía de lenguaje.
Este punto de vista se relaciona en cierta medida con las conclusiones de Furth (1966)
quien a través de sus estudios con niños sordos a los que él denominó “incompetentes
lingüísticamente”, restó importancia al papel del lenguaje (oral) afirmando que no es
esencial para el desarrollo del pensamiento.
Aclarar esto es importante, un error común en los estudios con personas Sordas es la
tendencia a generalizar los resultados al resto de la población sorda cuando en verdad
sólo se ha trabajado con una parte de esa población (por ejemplo; personas con un tipo
concreto de sordera) con características y variables muy particulares. Marchesi (1987)
explica que muchos estudios realizados han partido del supuesto de que los sujetos
sordos forman un grupo relativamente homogéneo, cuya variabilidad individual es
semejante a la de los niños oyentes con los que se comparan.
Cuando se trabaja en investigaciones con muestras de personas Sordas resulta muy
difícil conseguir una muestra homogénea provocando en algunos casos cierta
dispersión. Algunas causas apuntan a la heterogeneidad de esta población, otras
recuerdan que el colectivo de personas Sordas es una población en minoría, y en gran
medida a la dificultad de controlar variables de base como el tipo de sordera, factores
educativos, cognitivos, comunicativos y del entorno social y familiar en el que se han
desenvuelto.
Por otro lado, en cuanto al formato de los instrumentos que se han empleado en algunas
investigaciones, estos han sido de contenidos verbales y por tanto inadecuados para la
evaluación de personas Sordas y que además están basados en baremos de poblaciones
oyentes y en muchos casos diseñados para la población oyente en general. De igual
forma en otros casos, las estrategias empleadas para aplicar y explicar las pruebas no
son las más apropiadas; por ejemplo, el proporcionar las instrucciones de la prueba de
forma oral o a través de gestos naturales poco precisos.
En cuanto a la perspectiva histórica de los estudios sobre la inteligencia y las
características cognitivas de las personas sordas podemos observar que ha atravesado
por distintas etapas e importantes variaciones a lo largo de los años siendo las etapas
históricas propuestas por Moores (1987) las que más son citadas en los estudios
concernientes. Estas etapas en orden cronológico son: 1ª. La visión del sordo como
inferior, 2ª. La visión del sordo como concreto y 3ª. La visión del sordo como
intelectualmente normal.
Con relación a la primera etapa, algunos autores (Myklebust, 1964; Heling, 1995;
Marschark, 1993; Valmaseda, 1995; Marchesi, 1987) señalan el inicio de las primeras
investigaciones sobre niños sordos e hipoacusicos hacia comienzos de 1900, siendo
Pintner el primero en realizarlas. Por esta razón Myklebust (1964) le señala como el
padre de la Psicología de la sordera. Se destaca como nota característica de esta época
la aplicación de tests de grupo, usando para estas investigaciones el propio test de
Pintner, denominado Non-Language Mental Test. Una de las conclusiones principales
de estos estudios es que el nivel general intelectual del niño sordo es inferior al del niño
oyente y que la principal razón serían las alteraciones que la sordera origina, mostrando
defectos obvios en varios contextos cognitivos (Pintner, Eisenson y Stanton, 1941,
citado en Heiling, 1995).
Myklebust (1964) opina que la sordera guarda una estrecha relación con el desarrollo
de la capacidad de abstracción y dicha relación parece estar íntimamente relacionada
con la limitación de lenguaje verbal que impone la sordera, con lo cual las limitaciones
en la capacidad de abstracción de algunas personas Sordas estarían explicadas sólo por
las limitaciones en el lenguaje verbal y no por un retraso mental. Por un lado llega a la
conclusión de que uno de los rasgos principales de la inteligencia de las personas
Sordas sería una mayor vinculación hacia lo concreto y mayores dificultades para el
pensamiento abstracto, pero también matiza bastante esta postura cuando afirma que:
“Considerar las funciones mentales del sordo sólo bajo la perspectiva de una
continuidad de lo concreto a lo abstracto equivale a problematizar más todavía la
complejidad del entendimiento humano. Parece claro que la sordera influye sobre la
inteligencia, pero esto no nos obliga a pensar en unos efectos generalizados. Más
bien cabe presumir que hay ciertos aspectos, ciertas operaciones mentales, que, al
no ser afectadas negativamente, pueden ser activadas mediante el entrenamiento y
la educación” (p. 125).
Por último, la tercera etapa es situada por la mayoría de los autores en la década de los
años sesenta y a partir de los trabajos realizados por Hans Furth con su obra
denominada: Pensamiento sin lenguaje: Implicaciones Psicológicas de la sordera
(1966), un libro clásico en la literatura sobre la inteligencia de las personas Sordas y
que modificó en gran medida la comprensión de los procesos intelectuales de las
personas Sordas. En esta etapa el planteamiento de Piaget de que el desarrollo del
lenguaje depende del desarrollo intelectual modificó radicalmente las hipótesis
anteriores que sostenían que la privación auditiva y lingüística eran el origen de las
limitaciones intelectuales de las personas Sordas (Marchesi, 1987).
Una teoría paralela sobre la explicación que propone Furth en cuanto a la “deficiencia
experiencial” sería lo que Wood (1989, citado en Silvestre, 1998a) propone al tomar el
concepto de “andamiaje” creado por Bruner, quien lo define como aquellos procesos
sociales en que la persona adulta dirige a la criatura mediante pequeños pasos
comprensibles hasta la construcción de conocimientos. Con esto, la tesis principal de
Wood, es que la sordera obstaculiza la formación de estos andamiajes, a los que llama
también “procesos de enseñanza contingente” y para él, esta es la principal causa del
retraso cognitivo que presenta parte del alumnado sordo.
Es importante remarcar que cuando Furth (1966) habla de lenguaje aclara lo siguiente:
“El lenguaje se interpreta aquí como lenguaje oral de una sociedad; la conducta
lingüística es esa actividad humana que supone la competencia lingüística; es decir,
comprensión del habla y la lectura, así como una expresión del habla inteligible.” (p.
233). Debemos entender con esto que cuando se refiere a que el lenguaje no es esencial
para el desarrollo del pensamiento, sólo se refiere a él en los términos que aclara, y no
entonces al LS que en nuestra opinión, sí es esencial para ayudar a estructurar el
pensamiento de los niños sordos profundos, actuando como mediador lingüístico en sus
primeros años de vida y para facilitar el aprendizaje de una segunda lengua (oral)
integrando así una comunicación bilingüe.
Para Marchesi (1981) parece absolutamente necesario proporcionar al niño durante sus
primeros años una estimulación lingüística que favorezca el desarrollo de las
estructuras neurológicas y procesos básicos del lenguaje; y también que, vistas las
dificultades del niño sordo para aprender el lenguaje oral, se abre entonces el camino a
la necesidad de una forma de comunicación enteramente asequible a los niños
pequeños: el LS.
En cuanto a la polémica de si la educación de los niños sordos debe ser oral o con LS,
Conrad (1979) llega a la conclusión de que la educación exclusivamente oral de todos
los niños sordos no solo no tiene base científica sino que la práctica ha mostrado su
incorrección. Con esto, Marchesi (1981) afirma siguiendo la línea de Conrad, que la
necesidad de los signos como primer lenguaje de los sordos profundos no sólo es
debido a razones sociales, sino a razones de tipo biológicas. Del mismo modo concluye
que la mejor opción es la educación bilingüe, por un lado como defensa de la LS por
ser la lengua natural de las personas Sordas y por otro, porque no podemos olvidar el
aprendizaje de la lengua oral ya que es la lengua mayoritaria de la sociedad y constituye
el principal medio de acceso a la información y a la cultura (Marchesi, 1999). También
podemos decir; siguiendo las razones biológicas, que la adquisición precoz de una
lengua, sobre todo en sus aspectos gramaticales, es una condición necesaria para la
especialización hemisférica izquierda para el lenguaje (Santana y Torres, 2003).
Hasta aquí hemos hablado sobre las principales líneas de estudio sobre las que se ha
abordado el desarrollo cognitivo de las personas Sordas y también la perspectiva
histórica de los estudios sobre la inteligencia y las características cognitivas de las
personas Sordas, que nos situaba en una comprensión de las personas Sordas bajo tres
diferentes prismas: La visión de la personas Sorda como inferior, como concreto y
como intelectualmente normal. Conocimos a través de estas etapas los estudios más
representativos de cada una de ellas y sus principales conclusiones (ver resumen en
Cuadro 2).
Cuadro 2. Resumen de la revisión histórica de las etapas propuestas por Moores (1987) del
desarrollo cognitivo y la sordera.
Etapas Estudios / Autores Conclusiones
Una de las conclusiones principales de los trabajos de Pintner
(1941) es que el nivel general intelectual del niño sordo es
inferior al del niño oyente.
El sordo como Pintner (con estudios
Estos tres autores propusieron la hipótesis de la inferioridad y
inferior psicométricos)
concluyeron que los sujetos sordos mostraban un retraso de
Eisenson y Stanton.
10 puntos en pruebas no verbales comparados con sus iguales
oyentes.
Comienza sus estudios desde comienzos de la década de los
cuarenta y concluye que los niños sordos son
cuantitativamente similares, pero cualitativamente diferentes
El sordo como (inferiores) a los niños oyentes.
concreto
Myklebust La naturaleza de la inteligencia de las personas sordas sería
más concreta, menos abstracta. De ahí el nombre a esta etapa
(Valmaseda, 1995).
Llegaron a la conclusión de que los sordos eran
intelectualmente normales. Por un lado Furth (1964) llega a
la conclusión de que los procesos de pensamiento de los
niños sordos eran similares a los de los niños oyentes y en la
revisión que hace Vernon (1968) de los estudios de
Revisión de varios
inteligencia no verbal de los sordos (de entre 1930 a 1967)
autores sobre los concluye que la población sorda y oyente mostraban una
El sordo como
estudios del distribución similar. Rosentein (1961) ofrece una revisión de
intelectual-
funcionamiento
mente normal los primeros estudios sobre percepción, cognición, y el
cognitivo que habían desarrollo del lenguaje en niños sordos y señala que no hay
sido realizados hasta conclusiones claras sobre el nivel en el ámbito cognitivo de
ese momento
los niños sordos, pero que presentan pocas diferencias con
(Rosentein, Furth, relación a los oyentes en los aspectos cognitivos. La
Vernon). naturaleza de la sordera ofrece una oportunidad única para
examinar las teorías del aprendizaje (Vernon y Rothstein,
1968).
En cuanto a las orientaciones que surgieron después de la última etapa sobre los
estudios sobre el desarrollo cognitivo de las personas Sordas, Marchesi (1987) señala el
comienzo de una cuarta etapa a finales de la década de los años setenta, en la que en su
opinión, se han ido matizando e incluso rectificando algunos de los postulados y
conclusiones de la etapa anterior. Este mismo autor señala que el lenguaje ya no es
considerado exclusivamente determinado por el desarrollo intelectual y que ya no se
estudia el rendimiento en pruebas intelectuales sino más bien las estrategias cognitivas
utilizadas, la representación mental que el niño sordo construye de la realidad y la
forma de estructurar sus experiencias y sus recuerdos.
Otros autores dentro de la línea cognitiva como Oleron (1972; 1983, citado en Villalba
2004) y Conrad (1979) restan importancia al “déficit experiencial” como el responsable
de los problemas en el desarrollo cognitivo de los niños sordos y explican que de
cualquier forma, aún exponiéndolos a ambientes en donde su estimulación sea mayor y
a ambientes normalizados y aún con los esfuerzos por contrarrestar la falta de
experiencia, esto no ha sido suficiente para eliminar las diferencias entre sordos y
oyentes ni para evitar las dificultades de las personas Sordas en aspectos formales y
abstractos del pensamiento.
Según estos autores, las dificultades que encuentran los niños sordos se deben al
funcionamiento defectuoso o a la ausencia de mediadores simbólicos adecuados para
una correcta manipulación mental, a la posesión de un lenguaje pobre, limitado o
reducido en recursos (Villalba, 2004).
A modo de conclusión, después de revizar tan diversos estudios y posturas acerca de las
implicaciones de la pérdida auditiva en el desarrollo cognitivo podemos señalar que
parece claro que la sordera por sí misma no es un factor determinante y negativo para el
desarrollo cognitivo. En la misma línea Furth (1966) comenta: “Mi experiencia en
trabajos con sordos me han convencido, contrariamente a la opinión general, de que el
funcionamiento intelectual no puede depender básicamente del lenguaje” (p. 95).
Hay que concluir también que el desarrollo cognitivo de las personas sordas profundas
en general será lento y laborioso y esto se manifestará sobre todo en las siguientes
habilidades (Marchesi, 1999): 1.- En la capacidad de planificar la conducta y de
anticipar situaciones. 2.- En la capacidad de recibir información y de ampliar los
conocimientos generales sobre la realidad y 3.- En la capacidad de formular hipótesis y
de razonar mentalmente sobre diversas alternativas. Pese a estas conclusiones Marchesi
agrega que “los sordos tienen una capacidad intelectual igual a la de los oyentes. Sin
embargo, se enfrentan a dos problemas derivados de su discapacidad auditiva que están
muy estrechamente relacionados: la dificultad de adquirir el lenguaje oral y la dificultad
para ampliar la información y el conocimiento. Ambas limitaciones pueden superarse a
través de la adquisición y utilización de la lengua de signos” (p.33). Nuevamente esta
postura coloca a la LS como uno de los factores fundamentales para favorecer el
desarrollo cognitivo de las personas Sordas.
5
Es un sistema complementario de comunicación en donde se da un uso simultáneo del habla junto a los
signos.
No obstante, como ya hemos dicho antes, el 90% de los niños sordos6 son hijos de
padres oyentes, y tan sólo un 10% son hijos de padres sordos, esta situación
condicionará el desarrollo lingüístico del niño así como su educación y aprendizaje. Por
estas razones, la orientación y la formación de los padres de niños sordos, en el tema de
la sordera, es fundamental para aumentar las posibilidades de éxito de una intervención
en el área comunicativo-lingüística y en el desarrollo general del niño, es una manera
de involucrar a los padres en el desarrollo de su hijo y ayudarles a sentirse útiles para
optimizar el desarrollo comunicativo de su hijo sordo7.
6
FIAPAS (Federación Española de Asociaciones de Padres y Amigos de los Sordos) señala que la cifra
es del 95% (http://www.fiapas.es) y Torres (1995) más de un 94%.
7
Para ampliar esta información consultar Torres (1999a, pp. 171; Silvestre, 1998b, pp. 19-24; Núñez,
1991).
8
Sistema de claves manuales que junto a la lectura labiofacial permite una visualización completa del
código fonológico de la lengua oral (Alonso, 1997).
Elaborando un resumen de los resultados de las investigaciones que se han estudiado
con madres oyentes con hijos sordos sobre los intercambios interactivos de
comunicación (Meadow, Greenberg, Erting y Carmichael, 1981; Sánchez, González y
Quintana, 1991 citados en Valmaseda, 1995) hemos encontrado que en general, las
madres oyentes con hijos sordos ejercen mayor control en la conversación que las
madres oyentes de niños oyentes y que las madres sordas con niños sordos. En otros
estudios (Gregory y Mogford, 1981; citados en Valmaseda, 1995) se han encontrado
indudables diferencias entre las interacciones que se establecen entre las díadas madre
oyente-hijo oyente y madre oyente-hijo sordo, encontrándose en general mayores
dificultades en la interacción de la madre oyente con su hijo sordo. Valmaseda (1995)
atribuye las características de estos “intercambios comunicativos” a diversos factores
como el problema de la atención dividida de los niños sordos, el desconocimiento sobre
cómo establecer comunicación a través de una vía visual, la ausencia de un código
comunicativo compartido, el rol didáctico asumido por los padres cuando intentan
proporcionarle al niño habilidades relacionadas con el lenguaje y por último, las
posibles dificultades de carácter emocional por parte de los padres oyentes para la
aceptación de la sordera que podrían estar en la base de un mayor bloqueo
comunicativo.
Y en cuanto a las investigaciones con madres sordas con hijos sordos (Maestas y
Moores, 1980; Kantor, 1982; Kyle y Ackerman, 1987; Erting, Prezioso y O´Grady,
1990; Fernández Viader, 1993, citados en Valmaseda, 1995) estas han arrojado
resultados que indican que las madres sordas signantes, al igual que las madres oyentes
de niños oyentes, adaptan su comunicación y efectúan varios cambios en la LS cuando
establecen intercambios comunicativos con sus niños pequeños (Valmaseda, 1995).
También introducen a sus bebés en un dialogo pre-verbal, utilizando una comunicación
que tiene en cuenta todos los canales sensoriales con predominancia del visual
(Moreno, 2000).
En estos estudios se puede observar que a diferencia de las madres oyentes, las madres
sordas desarrollan muchas estrategias (la mayoría de ellas visuales) para asegurar
buenas interacciones con sus hijos (signan, hacen dactilología, y hablan con sus niños).
También para atraer y mantener su atención (las madres sordas comienzan a signar a
sus hijos una vez que han atraído su atención y que tienen contacto visual asegurado
con él. Además, estos signos se realizan dentro del campo visual del niño, que es
mucho más reducido que el de un adulto) y para relacionar la interacción con el entorno
más inmediato de forma significativa (tienden a colocar el objeto de atención del niño
en una posición en la que tanto el objeto como el signo de la madre puedan ser vistos
por el niño simultáneamente) (Valmaseda, 1995).
Desde el inicio de los estudios lingüísticos sobre las LS parece haber en todos consenso
al afirmar a modo de conclusión que los niños sordos expuestos a la LS en su medio
familiar y desde las primeras edades, adquieren esta lengua a un ritmo madurativo
idéntico a como los niños oyentes adquieren la lengua oral (Domínguez y Alonso,
2004). Normalmente esto sucede así cuando el niño es hijo de padres sordos, pero en
familias oyentes, en donde los padres realizan su primer acercamiento a la LS, tendrán
que aprender todas las estrategias visuales y experienciales antes mencionadas
(establecer contacto visual con el niño antes de signar, signar más lentamente,
prolongar los signos, llamar su atención para después signar, asegurarse de que no haya
distracciones y que preste la mayor atención a los signos) que de manera natural
desarrollan los padres sordos con su hijo sordo, para conseguir así una comunicación
más eficaz.
Durante algunos años, la lengua oral para estos niños será un conjunto de palabras
aisladas, mostrando una mayor lentitud en las adquisiciones y menor flexibilidad en el
uso de lo aprendido que los niños oyentes. Por ejemplo, les es más difícil hacer
generalizaciones para aplicar lo aprendido en un determinado contexto a otro distinto
(Moreno, 2000). Sin pretender generalizar, el dominio de la estructura gramatical del
lenguaje oral no siempre se consigue, esto es muy notorio cuando establecemos una
comunicación oral con una persona Sorda, que aún capaz de articular el lenguaje oral,
su estructura gramatical llama mucho la atención, se podría decir que es una estructura
de “economía verbal” en donde la estructura de la comunicación se comprime o se
reduce a lo estrictamente esencial e inmediato.
Podemos ver en la Tabla que a cada grado de pérdida auditiva le corresponde un límite
de tiempo para intervenir, de lo contrario se producirá un retraso en el desarrollo
cognitivo-lingüístico de algunos años y en algunos casos este retraso será muy grave e
irrecuperable, como podría ser el caso de una sordera profunda (con una pérdida
auditiva por encima de los 90 dB) sin diagnóstico y sin intervención de ningún tipo
antes del primer año de vida. Torres (1999b) opina que el lenguaje es una herramienta
tan potente que su mal funcionamiento afectará de forma negativa a toda la economía
cognitiva, por eso para este autor los problemas de un diagnóstico tardío de la sordera
se agrupan en cuatro bloques de consecuencias: 1) Provoca limitaciones en el desarrollo
de la comunicación oral. 2) Sin una buena base de lenguaje oral se dificultará mucho el
aprendizaje lector. 3) Sin lenguaje potente y sin nivel lector el pensamiento no puede
expresarse. 4) El resultado será la desigualdad socio-educativo-laboral y el aislamiento
social.
La cuestión de fondo de todos estos problemas es la pérdida auditiva, por esto para
mitigar estas consecuencias será necesario siempre que sea posible recurrir a las ayudas
técnicas disponibles (por ejemplo; los audífonos y en algunos casos el implante coclear)
y a la intervención logopédica, pero como señala Torres (1999b), en cualquier caso hay
que restablecer la comunicación e interacción social.
De manera general hemos encontrado que existe consenso al afirmar que habitualmente
los niños sordos presentan un retraso general en relación a los niños oyentes en lo que
se refiere a la adquisición del lenguaje oral, que las producciones verbales de los sordos
son menos numerosas y menos diversificadas que las de los oyentes (Valmaseda,
1995). Sin embargo, como hemos visto antes, la situación parece ser diferente cuando
el entorno del niño sordo desde su nacimiento es la LS (familia, escuela) porque existe
evidencia de que estos niños siguen etapas similares a las que siguen los niños oyentes
en relación al lenguaje oral.
En cuanto a la enseñanza del lenguaje oral a los niños sordos, este debe seguir algunas
pautas de intervención generales y otras más específicas como las que ofrecen
Domínguez y Alonso (2004), algunas de ellas serían9: a) La intervención en el lenguaje
debe comenzar lo antes posible ya que es fundamental ofrecer al niño cuanto antes un
sistema de comunicación. b) Aprovechar al máximo las potencialidades auditivas del
niño a través de una correcta adaptación protésica (por ejemplo; audífonos). c) Asesorar
a las familias de los niños sordos.
Domínguez y Alonso (2004) señalan que entre las causas implicadas en las dificultades
de los niños sordos para acceder a la lectura está el conocimiento y dominio de la
lengua oral, los conocimientos generales sobre el mundo, las experiencias y la
motivación hacia lo escrito, la codificación fonológica y la metodología de enseñanza
de la lectura y la escritura.
9
Para ampliar esta información ver Domínguez y Alonso (2004) y Alonso, (1997).
edad del comienzo de la sordera, la modalidad comunicativa del entorno del niño). A
pesar de esto, algunos sordos alcanzan mejores niveles de lectura que sus compañeros
sordos: son aquellos que cuentan con un buen lenguaje oral y aquellos que cuentan con
padres sordos (Valmaseda, 1995). De esta manera confirmamos que el contar con un
LS desde edades muy tempranas tal y como lo aprenden los niños sordos hijos de
padres sordos ofrece la posibilidad de desarrollar una competencia lingüística sobre la
cual construir un aprendizaje de la lectura y la escritura.
Para los que no conocen la LS y observan una comunicación mediante ella, les resulta
imposible comprender, e incluso creer que en ese momento se lleva a cabo un
intercambio de información que emerge de las manos, con total agilidad y naturalidad.
Sacks (2000) opina que el LS es “natural” para todo el que lo aprende (como primera
lengua) y tiene una belleza intrínseca y una precisión que la hacen superior a veces al
lenguaje oral.
El camino que han tenido que recorrer las distintas LS para demostrar que son un
verdadero y completo lenguaje ha sido difícil, los primeros estudios que así lo
demostraron fueron los realizados en el Gallaudet College sobre la LS de Estados
Unidos por William Stokoe10. Estos estudios marcaron un cambio radical en la
percepción de las LS otorgándoles un status de verdadera lengua. Así, probablemente
Stokoe fue el primer Signolingüísta, término que en la actualidad se designa a los
lingüistas que aplican esta ciencia al estudio de las LS. Las opiniones que se tenían de
las LS (y que en ocasiones desafortunadas todavía se conservan) es que forman parte
sólo de un conjunto de gestos más bien pertenecientes a la mímica, que sólo son
capaces de hacer referencia a objetos, cosas y momentos concretos y que son incapaces
de expresar la realidad en su totalidad, sea de forma abstracta u objetiva, en definitiva
que no se trata de una verdadera lengua. En México y en España, la LS ha sido
reconocida y aceptada como una verdadera lengua. En España la ha reconocido la Real
Academia de la Lengua Española quien otorgó su respaldo a la lengua de signos
española (CNSE, 2005a).
Para Marchesi (1999) están claras dos principales conclusiones que se pueden obtener
de los estudios sobre el desarrollo lingüístico de los niños sordos: Por un lado, los niños
sordos presentan serios retrasos en la adquisición y desarrollo de la lengua oral y por el
contrario tienen un desarrollo positivo y similar al de los oyentes cuando pueden
acceder a la LS. De esta manera, recomienda apoyándose en ambas conclusiones, que
los niños sordos deben vivir y recibir educación en un contexto bilingüe, es decir, con
LS y lengua oral. Recomienda además, que es importante que los niños sordos
pequeños adquieran la LS entre los dos y los seis años de edad (Marchesi, 1987).
Hasta este punto hemos observado que las implicaciones de la sordera en el área
comunicativo-lingüística pueden llegar a ser numerosas y graves en función del grado
de pérdida auditiva, situación que también condicionará la adquisición de la lengua oral,
y también en función de las medidas de intervención que se adopten para reducir en lo
posible las implicaciones que hemos visto. A modo de conclusión, en lo que se refiere a
la adquisición de la lengua oral, hemos observado que la mayoría de las personas Sordas
manifestarán un retraso general en relación con los oyentes, caracterizándose por tener
un vocabulario más reducido y menos diversificado. La LS adquiere así un papel
fundamental en el desarrollo comunicativo de los niños sordos. Sin embargo, debemos
recordar que las implicaciones comunicativo-lingüísticas están condicionadas por el
entorno de la persona Sorda; de manera que puede incidir en ella tanto de forma
negativa como positiva. Distinguimos dos escenarios cuando hablamos de
implicaciones en esta área, el del niño sordo hijo de padres oyentes y el niño sordo hijo
de padres sordos.
En cuanto al desarrollo social de los niños sordos, este se relaciona de forma estrecha
con su nivel comunicativo y lingüístico (Marchesi, 1999). Los problemas para acceder
a un lenguaje oral y a su vez las dificultades en su desarrollo cognitivo, tendrán
repercusiones en su desarrollo social y por ende en sus procesos de socialización. De
igual forma, estará también condicionado por numerosas variables alrededor del niño
sordo; como el crecer en un ambiente en el que se le estimule a comunicarse y a recibir
información en el sistema lingüístico en el que sea más competente, para que así pueda
establecer relaciones sociales más sólidas y similares a la de los niños oyentes.
También si los padres (en el caso de ser oyentes) aprenden la LS para comunicarse con
su hijo sordo, el intercambio comunicativo se verá fortalecido así como la relación
entre ellos, ayudando a consolidar la seguridad del entorno social inmediato del niño:
su familia.
El contexto familiar será siempre importante para el desarrollo general del niño y en
cuanto al desarrollo social, este de nuevo estará condicionado por el tipo y la calidad de
las interacciones comunicativas de los padres con el niño, si estas son en LS o en
lengua oral y si los padres son oyentes o sordos. La mayoría de los niños sordos crecen
en una familia oyente que no siempre logra comunicarse de manera eficaz con él
(normalmente eligen la comunicación oral y en mucho menor medida la LS). La
consecuencia más evidente es que los padres oyentes hablan menos con su hijo sordo
que los padres oyentes con hijos oyentes, esto puede originar que el niño sordo crezca
con cierto sentimiento de aislamiento, sin satisfacer adecuadamente sus necesidades de
interacción social y comunicativa. También, las dificultades en el lenguaje oral
impedirán al niño comprender las explicaciones verbales de las emociones y los
sentimientos del otro (Moreno, 2000). Al contrario, en la familia de sordos los niños
sordos crecerán en un entorno cultural, comunicativo y socio-cultural muy distinto,
aumentando así la calidad y la cantidad de sus habilidades sociales, facilitando su
desarrollo socio-afectivo y la formación de su identidad. Se ha encontrado que los niños
sordos hijos de padres sordos son relativamente más maduros que los niños sordos hijos
de padres oyentes con los que fueron comparados (Meadow, 1980).
Pero, ¿qué entendemos por procesos de socialización? y ¿por qué “tienden a ser
diferentes” en las personas Sordas? Si la socialización es el proceso por el cual
interactuamos con otras personas, principalmente mediante la comunicación verbal,
asumiendo ciertas normas o pautas de comportamiento social, los procesos de
socialización serán los ejercicios que se deriven de ese contacto interactivo con los
miembros de una colectividad y por lo tanto de una cultura. De esta manera, en un
colectivo en donde no se tiene tal comunicación verbal sino más bien una comunicación
a través de una lengua minoritaria como lo es la LS, como mínimo supone el
establecimiento de unos procesos de socialización que no se construirán de igual
manera que en el resto de la sociedad al existir unas barreras de comunicación que
dificultan, condicionan o incluso impiden la libertad de interacción. El fruto de este
proceso de socialización sería una competencia social que puede medirse, y el resultado
de tal métrica sería el grado de “madurez social”, concepto que elabora Doll (1953) y
que define como la capacidad de interesarse por sí mismo y de contribuir a los intereses
de los demás.
Sin embargo, la postura de que las personas Sordas “son más inmaduras socialmente”
es actualmente cuestionada por Valmaseda (2004) explicando que “muchos niños y
jóvenes sordos conviven con factores de riesgo social y de riesgo psicopatológico, es
decir, con circunstancias que pueden limitar su desarrollo social o conllevar mayor
riesgo en su salud mental. Los niños sordos, tomados en su conjunto y comparados con
los oyentes, tienen más riesgo de presentar dificultades de conducta y personalidad y de
tener dificultades para alcanzar una buena competencia social.” (p. 124). Esto nos lleva
a retomar el tema principal de este apartado, las implicaciones de la pérdida auditiva en
el área psicosocial y nos hace plantear dos preguntas: La primera: ¿cuáles son estas
dificultades de los niños y jóvenes sordos para desarrollar una buena competencia
social? Estas serían, según Valmaseda (2004) las dificultades para el control de sus
impulsos, para desarrollar un adecuado concepto y autoestima, para reconocer y
expresar emociones y sentimientos, para el desarrollo de la empatía, para valuar afectos
o emociones que resultan de ciertos actos o, para establecer procesos de atribución de
causa entre algunos acontecimientos.
La segunda cuestión sería: ¿cuáles son las características del desarrollo social y
personal de los niños y jóvenes sordos? A lo que también esta última autora explica que
las más frecuentes son: Mayor impulsividad, egocentrismo, inmadurez social y pobre
autoconcepto. No obstante, aclara que en ningún caso estas características pueden ser
tomadas como rasgos de personalidad sino más bien como características de un
desarrollo social y personal inmaduro, lo que guarda estrecha congruencia con su
postura de que “las personas Sordas no tienen unas características o rasgos específicos
de personalidad, ni son más inmaduras socialmente” (Valmaseda, 2004, p. 124).
También, otros autores indican que algunos inventarios de personalidad han mostrado
de manera consistente que los niños sordos tienen más problemas adaptativos que los
niños oyentes, mostrando también las características de rigidez, egocentrismo, ausencia
de control interno, impulsividad y sugestionabilidad (Meadow, 1980).
El concepto social más próximo para la mayoría de las personas Sordas que incide de
manera favorable en su desarrollo psicosocial es el denominado comunidad sorda. Pero,
¿qué entendemos por comunidad sorda? la definiremos como la colectividad
constituida principalmente por un conjunto de personas Sordas con pérdidas de
audición en distintos grados y por diversas causas. Vinculadas fuertemente entre sí por
11
Con sede en Madrid (http://www.cnse.es).
12
Con sede en Bélgica (http://www.eudnet.org).
13
Con sede en Helsinki, Finlandia (http://www.wfdeaf.org).
un conjunto de valores y experiencias en función de un contacto visual con la realidad y
el uso de un lenguaje en común y sumamente expresivo. Se identifican y se perciben a
sí mismos como miembros de un grupo diferenciado del resto de la sociedad, en el que
también puede haber personas oyentes cercanas a ellos.
Sin embargo, cualquier intento por definir a la comunidad sorda desde nuestra
perspectiva de oyentes carece de objetividad y de comprensión, pensamos que una
definición elaborada por las propias personas que integran esta comunidad sería más
propia, citaremos de forma global la ofrecida por las personas Sordas que participaron
en el estudio de Estrada (2003):
Esta definición se acerca bastante a la línea del colectivismo. Según Hofstede (1991) el
colectivismo hace referencia a aquellas sociedades en las cuales las personas, desde su
nacimiento, son integradas a grupos fuertemente cohesivos a través de los cuales sus
miembros son protegidos pidiendo sólo a cambio, lealtad incuestionable. También de
acuerdo con Hofstede (1980), las sociedades colectivistas dan mayor importancia al
“nosotros”, a la identidad colectiva, a la solidaridad grupal, el compartir deberes y
obligaciones, la necesidad de amistades estables y predeterminadas, decisiones de
grupo y particularismo. Todo esto, es bien observado en la comunidad sorda.
Con todo esto, las personas Sordas no están encerradas en la comunidad sorda, pero
viven en ella la mayor parte del tiempo, tienen hambre de comunicación y de contacto
con la sociedad, pero esta no siempre está preparada para responder a esta demanda.
Para finalizar este apartado ofrecemos en el Cuadro 3 un resumen sobre las
implicaciones de la sordera en las distintas áreas del desarrollo.
Cuadro 3. Resumen de las Implicaciones de la pérdida auditiva en tres áreas del desarrollo
(Moreno, 2000).
Implicaciones Necesidades
-Entrada de la información por vía visual -Utilización de estrategias visuales y
principalmente. aprovechamiento de otros canales de
transmisión de la información (tacto, restos
auditivos…)
Área Cognitiva
-Menor conocimiento del mundo. -Experimentación directa y mayor
información de lo que sucede.
En México, al igual que sucede con población con otras discapacidades no existe hasta
el momento un censo oficial y específico para determinar la incidencia de la
discapacidad auditiva y de la sordera, a pesar de que según datos de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) la discapacidad auditiva es una de las más presentes en
nuestro país. Según cifras disponibles del censo de población y vivienda realizado por el
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en el año 2000 en
México había 281 793 personas con discapacidad auditiva (155 814 hombres frete a 125
979), siendo la tercera discapacidad (luego de la motriz y la mental) que afecta a la
población (INEGI, 2005). El INEGI no ofrece datos para conocer cuántas personas
existen en México con sordera.
Hay que señalar que esta cifra es muy incierta debido a que el censo sólo habla de
discapacidad auditiva y la define como “una pérdida o restricción de la capacidad para
recibir mensajes verbales u otros mensajes audibles”, y esta es una definición imprecisa
que no clasifica con claridad la diversidad de la pérdida auditiva y que no permite
conocer qué tipo de sordera (ni aclarar lo referente a la clasificación14 o al tipo15 de la
misma) está reflejando este dato.
14
Según el momento en que se originó, según la localización de la lesión y según el grado de la pérdida auditiva.
15
Hereditária o adquirida.
Por otro lado, en España existen cerca de un millón de personas con sordera total en
una edad comprendida entre los 6 y 65 años y más según datos de la encuesta realizada
por el Instituto Nacional de Estadistica (1999). El 30% de ellos tienen entre 6 y 64 años,
el 70% restante superan los 65 años, lo que también refleja el nivel de envejecimiento
de la población española. Por otro lado, observamos que el 34% de las personas con
deficiencias del oído cuentan con una edad entre los 6 y 64 años y que el 66% tienen 65
años y más. En total, la cifra está alrededor de las 800, 000 personas con deficiencias
del oído. Como podemos ver, a mayor edad mayor indice de sordera total y de
deficiencias del oído.
COMENTARIOS FINALES
Entendemos que la sordera por sí misma no actúa como un sólo factor determinante y
negativo en el desarrollo de las personas Sordas, pero sus consecuencias serán
contundentes (sobre todo cuando la sordera es profunda y prelocutiva) de no intervenir
de forma sistémica y temprana. También si no se proporciona un entorno rico en
estimulación tanto física como social, que se traduzca en una mayor motivación y
experiencia con la vida, con la educación y con la sociedad. En definitiva, el desarrollo
cognitivo, comunicativo-lingüístico y psicosocial se percibe comúnmente como un
proceso lento, laborioso, con la necesidad de aprender aspectos puntuales de cada área
de manera sistemática, constante e intencional.
Una vez desarrollado en el capítulo anterior un panorama global de la sordera, que nos
ayudó a conocer las características y variables de las personas Sordas y las
implicaciones que la sordera puede tener en sus vidas, estudiaremos en este capítulo
algunos aspectos particulares relacionados con su salud mental. Durante este capítulo,
cuando hablemos de personas Sordas, estaremos haciendo referencia a las personas
Sordas profundas prelocutivas que usan la LS para comunicarse. La razón de esto es
delimitar la población debido a su gran heterogeneidad y a la necesidad de dedicarle un
mayor estudio y análisis a esta parte de la población sorda a la cual se dirige nuestro
libro, ya que presentan mayores dificultades para acceder a los servicios de salud
mental.
16
http://www.esmhd.org
Estudiaremos algunos datos sobre la epidemiología de los trastornos mentales en las
personas Sordas, lo que dará paso a una breve revisión de los trastornos mentales que
son más reportados en la literatura relacionada, para después estudiar las posibles
causas o factores que inciden en la formación de estos trastornos. Durante esta revisión
nos ocuparemos con mayor detenimiento en la depresión, tema de especial interés en
nuestro estudio. En este punto haremos una revisión del instrumento con el que hemos
trabajado en el Estudio 2 (Inventario para la Depresión de Beck, BDI-II) en la parta
empírica de nuestra investigación. Analizaremos algunas investigaciones previas en las
que se han obtenido datos normativos y traducciones a la LS de este instrumento en
otros países.
Por último, el tema de la evaluación de la población sorda ocupará el apartado final del
capítulo y en él revisaremos algunos puntos que pueden ser de gran utilidad en cuanto a
la selección de instrumentos para su evaluación. Por otro lado, describiremos algunas
consideraciones que pueden ser de utilidad en la selección de instrumentos para su
estandarización, adaptación y traducción a la LS, para su posterior aplicación a la
población sorda.
Se ha incluido en esta parte final una breve revisión de instrumentos que ya se han
estandarizado en la población sorda y en algunos casos también traducidos a la LS.
Aunque provienen de otros países, el objetivo de plasmarlos en este capítulo es el de
ofrecer un panorama sobre los instrumentos de evaluación que pueden usarse (o bien,
estandarizarse y traducirse a la LS española o a cualquier otra) en la población sorda.
Una vez más, no pretendemos abarcar en su totalidad el tema tan interesante y amplio
que ocupa este capítulo, sino más bien, facilitar la información más primordial que
valga para seguir dando cuerpo a nuestro estudio.
2.1.- Aspectos generales de la salud mental y su relación con las personas Sordas.
Tanto el origen como el desarrollo de los trastornos mentales que pueden manifestarse
en las personas con sordera profunda prelocutiva, serán muy diferentes con relación a
las personas con sordera postlocutiva, y entre estas últimas además habrá diferencias
entre las que perdieron la audición de forma repentina y en las que de manera gradual
con el paso del tiempo sobrevino la pérdida. Por lo que una vez más, hablar de forma
generalizada en cuanto a la etiología, desarrollo, diagnóstico y tratamiento de los
trastornos mentales en las personas Sordas será una tarea cuidadosa y prudente,
intentando tener en consideración el conjunto de variables que hacen de este un
colectivo tan heterogéneo.
Como mencionamos, el contenido de este capitulo hará referencia a las personas Sordas
profundas prelocutivas que usan la LS para comunicarse y que no pueden hacer uso de
los servicios de la red de salud mental debido a una doble barrera comunicativa. Por un
lado, debido a sus limitadas o nulas habilidades de comunicación oral y por otro, el
amplio número de profesionales de la salud mental que no conocen la LS a un nivel
suficiente para poder llevar una consulta mediante ella, hacen que sea necesaria una
atención en servicios específicos para personas Sordas.
Con relación a estos servicios en España, González y Rullas (2004) opinan que la
reforma comunitaria en servicios de salud mental a personas Sordas no ha llegado a
España e incluso mantiene patrones del siglo XVII. Describen además la situación
actual de atención de los problemas de salud mental de las personas Sordas como
catastrófica, aún a pesar del creciente interés de los últimos años en el tema. Si
hablaramos de la situación en México en cuanto a este tema, tendríamos que catalogarla
como desastrosa e indiferente.
En España, una prueba de esto es la existencia desde el año 2002 de tan solo una unidad
específica17 de intervención en salud mental en la red de servicios públicos en España
para cubrir las posibles demandas de atención de casi un millón de personas con
sordera total que existen en el país según datos del INE (1999). Los profesionales de la
17
Unidad de salud mental y sordera del Hospital Gregorio Marañón, Madrid.
salud mental que colaboran en este servicio desarrollan sus servicios en la mayoría de
los casos de manera directa con los pacientes sordos haciendo uso de la LS. En México
en cambio, no existe un solo centro específico en la red pública de servicios de salud.
El trabajo de los profesionales de la salud mental con pacientes sordos adquiere unas
características y diferencias que van más allá de las obvias derivadas de contar con
diferentes sistemas de comunicación, hasta alcanzar unas diferencias culturales y
psicosociales que dan origen a un trabajo intercultural en los contextos de salud mental
con pacientes sordos. De esta forma, esta labor se convierte en un trabajo cuidadoso
que debe llevarse teniendo en cuenta las variables y consideraciones de base que
originan la heterogeneidad de la población sorda, de lo contrario, tanto el diagnóstico
como el tratamiento podrán verse seriamente comprometidos y presentar importantes
errores.
Con esto, ¿cómo podemos definir la perspectiva actual de la salud mental y sordera? La
postura que asume la Sociedad Europea para la Sordera y la Salud Mental18 cuando
habla de su interés en la salud mental de toda la población sorda en Europa incluye: el
desarrollo emocional, psicológico y social sano, la prevención y tratamiento de las
enfermedades mentales y otros trastornos. Entre sus principales objetivos están: La
práctica de la salud mental adaptada a las necesidades de la población sorda, el acceso a
servicios especializados de salud mental para sordos con problemas de salud mental, la
investigación sobre sordera y salud mental, oportunidades para que los sordos puedan
ofrecer servicios de salud mental a otros sordos y el respeto por la lengua y la cultura de
la población sorda. En cambio, para Laurenzi (1996) aunque el término sordofrenia ha
sido abandonado, nada nuevo se ha desarrollado para llenar el vacío. Considera además
que el campo de la sordera y salud mental está en crisis, lo que refuerza la idea de
incrementar la investigación en este contexto.
Por otro lado, lo que aún no ha cambiado de manera significativa con el paso de los
años es que la comunidad sorda continúa siendo excluida del sistema de salud mental
por las barreras comunicativas y la falta de formación de los profesionales (Gerber,
1983). La gran mayoría de los profesionales de la salud mental son personas oyentes
que por lo general desconocen la LS, así como las variables que hacen de la población
de personas Sordas un colectivo tan heterogéneo. Desconocen además el territorio
cultural, social y experiencial que determinan la vida y la realidad de las personas
Sordas.
18
ESMHD(http://www.esmhd.org/espage.html)
Debido a esto, no es raro encontrar que las características “normalmente diferentes” de
las personas Sordas puedan ser algunas veces etiquetadas de psicopatológicas, por
ejemplo; la escritura disfluente puede ser mal interpretada como un reflejo de psicosis o
retraso mental, o el signar de manera fluida y animada puede ser mal interpretado como
labilidad afectiva (Pollard, 1998) o como una evidencia de enfermedad mental
(Denmark, 1966).
En países como Holanda, Inglaterra o Estados Unidos, algunas personas Sordas se han
formado como profesionales de la salud mental ofreciendo sus servicios a la población
sorda. Un dato que refleja el resultado de las dificultades a las que se enfrentan las
personas Sordas para acceder a una formación como profesional de la salud mental, es
que hasta 1990 se estimaba que en Estados Unidos existían tan solo veinte Psicólogos
sordos (Vernon y Andrews, 1990).
La evaluación de las personas Sordas en los contextos de salud mental puede realizarse
de forma correcta si se tiene el cuidado de prestar atención a algunas diferencias
importantes. Denmark (1994) afirma que la evaluación puede ser similar a la que
normalmente se hace con pacientes oyentes pero hay que tener en cuenta algunas
diferencias fundamentales por las siguientes razones:
Por otro lado, Pollard (1996) indica que desde hace décadas se ha reconocido la
necesidad de programas especializados de entrenamiento en psicología y sordera
(Elliott, Glass y Evans, 1988; Knell, 1983; Levine, 1977; Pollard, Gutman, DeMatteo y
Stewart, 1991; Pollard, 1996; Sussman, 1989). Sin embargo, a pesar de tal
reconocimiento, los servicios específicos de atención en salud mental para personas
Sordas todavía no se han incrementado. Estos autores coinciden en afirmar que un
servicio competente en este campo implica que los profesionales de la salud mental
sean capaces de mantener una comunicación fluida en LS y tener además conocimiento
de la sordera desde una perspectiva audiológica, educativa, vocacional, legal,
sociocultural, así como conocer su desarrollo y un sólido conocimiento en el terreno de
la salud mental (Pollard, 1996).
No obstante, está claro que desde hace tiempo existe una preocupación por diseñar,
crear e incrementar los servicios específicos de atención en salud mental para personas
Sordas tanto en España (García, 2000; Orihuela, Conde, Bueno, Lezcano y Franco,
2000; Rullas y González, 2002; Bosch, 2000) como en otros países (Brauer y
Mackinson, 1994; Olarra, 2000).
Este último estudio además reveló que los adultos sordos tienen:
Algunos otros datos indican que más de 40,000 sordos en Estados Unidos pueden sufrir
trastornos mentales serios (Goulder, 1977; Trybus, 1987). Pero además, si a esta cifra
se suma la población de personas hipoacusicas, la incidencia se incrementa hasta los
dos millones de personas (Trybus, 1987). Lo más destacable es que según Vernon
(1983) sólo el 2% de la población sorda con serios problemas de enfermedad mental
reciben tratamiento. En cuanto a esto último, existen una combinación de factores que
crean un círculo vicioso, que en cierta forma pueden explicar porqué la mayoría de las
personas Sordas, ni reciben ni buscan tratamiento: En primer lugar y quizás el factor
más determinante, es que muchas personas Sordas prelocutivas están desprovistas del
concepto de trastorno mental y desconocen la disponibilidad y la utilidad de los
servicios de salud mental (Denmark, 1994).
En la literatura revisada se reconoce que existen muy pocos estudios que exploren la
epidemiología de los trastornos mentales en la población sorda (Checinsky, 1994;
Pollard, 1998; Scheetz, 2004). Sin embargo, entre los resultados de algunos de ellos
parece haber acuerdo al afirmar que la mayoría de los trastornos mentales aparecen
aproximadamente con la misma frecuencia entre la población sorda y la oyente (Schein
y Delk, 1974; Corker, 1994; Elliott, Glass y Evans, 1988; Glickman y Harvey, 1996;
Lane, 1992; Pollard, 1994; Vernon y Andrews, 1990).
Los datos epidemiológicos de los trastornos mentales en las personas Sordas que con
mayor frecuencia hemos encontrado son los extraídos del estudio que ha conseguido
tener mayor reconocimiento en la literatura revisada. Así, la investigación de Pollard
(1994) encontró que entre la muestra de 544 casos de personas Sordas e hipoacusicas
existían muy pocas diferencias significativas con relación a los diagnósticos de la
muestra de los casos de personas oyentes. Porcentajes comparables de diagnóstico de
trastornos adaptativos, afectivos, orgánicos, psicóticos, de ansiedad, y de personalidad
fueron encontrados entre las dos muestras. Las diferencias encontradas fueron la menor
frecuencia de trastornos en niños y en los trastornos derivados del abuso de sustancias
en la muestra de personas sordas e hipoacusicas.
Por esta razón, Denmark (1994) señala cuatro riesgos potenciales en el diagnóstico de
los trastornos mentales en las personas Sordas:
El retraso mental es la causa más común de fallo en el habla y las personas que
no tienen un lenguaje pueden ser diagnosticadas de retraso mental (véase el caso
ejemplo que cita Denmark, p. 75). Por esta razón, es fundamental que los
instrumentos empleados para la evaluación clínica de las personas Sordas estén
validados en esta población para no comprometer el diagnóstico. En este
sentido, algunas pruebas de inteligencia han sido estandarizadas con niños
sordos (la mayoría en Estados Unidos). La Escala de desempeño pre-escolar
CID (Central Institute of Deaf, Preschool Performance Scale), la Escala no
verbal de desempeño de Smith-Johnson y la Escala de desempeño WISC-R han
sido normalizadas con estudiantes sordos (Scheetz, 2004).
1º) Una pobre relación entre los padres oyentes y el hijo/a sordo. Las carencias en el
vinculo padre-hijo/a debidas a la poca calidad en la relación interpersonal desde
temprana edad, pueden afectar el desarrollo emocional del niño y provocar problemas
de conducta (Paul y Jackson, 1993) así como la configuración de una personalidad
inmadura en muchos niños sordos prelocutivos (Denmark, 1994). Después de muchos
intentos frustrantes, algunos padres oyentes de hijos sordos no alcanzan el nivel
suficiente de comunicación en LS como para mantener un contacto comunicativo-
afectivo, cercano y efectivo. También los prejuicios sociales pueden interferir en el
desarrollo de la comunicación e interacción y afectar el vínculo entre los padres oyentes
y su hijo/a sordo/a.
Además, la abundante literatura sobre el tema ha dejado claro que los niños sordos
hijos de padres sordos tienen mejor autoestima, presentan logros académicos más altos
y son socialmente más maduros que los niños sordos hijos de padres oyentes.
(Marchesi, 1987, 1999; Valmaseda, 1995; BSMHD, 1998). Otros autores indican que
aproximadamente un 10% de los niños sordos hijos de padres sordos muestran
trastornos conductuales, en comparación con un 18 a 30% de niños sordos hijos de
padres oyentes (Vernon, 1969). Del mismo modo, parece que problemas similares de
salud mental encontrados en los niños sordos hijos de padres oyentes son también
encontrados en niños oyentes de padres sordos (Muñoz y García, 1999). Ambos datos
confirman que las dificultades en los procesos de comunicación e interacción
constituyen un riesgo para el desarrollo emocional y conductual y son factores
importantes en la generación de los trastornos mentales. En el estudio de Steinber,
Sullivan y Loew (1998) sobre el conocimiento, las actitudes y creencias de las personas
Sordas hacia los profesionales de la salud mental; un 41% de la muestra que participó
en el estudio, cree que los problemas de comunicación, el estrés familiar y los
prejuicios sociales, podrían llevar a problemas que van desde la depresión suicida, hasta
el abuso de substancias y conductas violentas.
2º) Sobreprotección parental: La sobreprotección de algunos padres hacia los hijos con
“necesidades especiales” puede ser una reacción frecuente. En el caso de los padres
oyentes de niños sordos, la tendencia es la de sustituir la deficiencia auditiva y las
dificultades de comunicación por un exceso de atención y protección que produce su
aislamiento, limitando así su desarrollo psicosocial. El resultado del exceso de cuidados
hacia el hijo sordo puede provocar importantes limitaciones en sus posibilidades de
aprendizaje social. En opinión de Muñoz y García (1999), generan además una baja
resistencia a la frustración y en ocasiones pueden adoptar actitudes de incompetencia y
desamparo que pueden ser la base de futuros trastornos mentales.
Por otro lado, un ambiente educativo que no responda a las necesidades de los niños
sordos y que no proporcione las condiciones para el desarrollo en todas sus áreas desde
temprana edad, es un factor que puede llevar al fracaso educativo y llegar a bloquear el
acceso a la información en general, provocando con el tiempo el aislamiento social y el
refugio dentro de una limitada y focalizada red social.
La necesidad de información y el contacto con otras personas Sordas con las que pueda
comunicarse en LS, pueden llevarle a una separación cultural de la familia oyente y ha
estar más tiempo integrado en la comunidad sorda. Es en este entorno en donde
consigue intercambios comunicativos gratificantes que en conjunto ayudan a construir
una “identidad cultural” (Kyle, 1990) y por lo mismo una identidad sorda. Cuando esto
sucede, muchos padres tienen un sentimiento de pérdida (Denmark, 1994). Recordemos
que el 90% de las personas Sordas son hijos de padres oyentes y una relación
comunicativo-afectiva sólida y efectiva, construye un ambiente determinante para el
desarrollo y la prevención de los problemas de salud mental.
Sin duda, el problema que puede provocar mayor bloqueo en el acceso a los servicios
de salud mental de las personas Sordas es el desconocimiento de la LS de la mayoría de
los profesionales de la salud mental o que su nivel de habilidad no sea el suficiente
como para permitirles llevar una conversación fluida, evaluar y proporcionar el
tratamiento necesario. Esto no quiere decir que el hecho de conocer bien la LS sea
suficiente para resolver el problema de comunicación; también la alta variabilidad del
nivel de habilidad y conocimiento de la LS entre muchas personas Sordas es una fuente
de gran heterogeneidad, incluso hay personas Sordas que nunca la han aprendido del
todo y su tipo de LS corresponde más a una LS “casera”.
En suma, la solución no es sólo que el profesional de la salud mental aprenda LS, sino
que también debe conocerla en profundidad a través del contacto directo con personas
Sordas y aprender de su forma de comunicarse mediante ella.
El Cuadro 4 ofrece un resumen de los factores que hemos analizado. Bond (2000)
explica que se ha encontrado que los problemas de salud mental parecen aumentar
cuando ocurren cualquiera de los factores de los últimos cuatro grupos. De estos,
destacan por su incidencia los factores comunicativos e interaccionáles.
Cuadro 4. Resumen de los factores que pueden dar origen a problemas de salud mental
en personas Sordas (Bond, 2000).
Por este motivo, parece que la mayoría de la investigación que se ha realizado sobre la
prevalencia de los trastornos de conducta en las personas Sordas se ha centrado en
niños y jóvenes sordos profundos prelocutivos hijos de padres oyentes. En estos
estudios se indica que los niños sordos son más vulnerables a los problemas de salud
mental que los niños oyentes (Departamento de Salud, 2003) y que los trastornos
conductuales aparecen al menos dos veces más en niños sordos que en niños oyentes
(Meadow, 1981; Hindley, McGuigan, y Kitson, 1994; BSMHD, 1998; Departamento de
Salud, 2005). Además, en algunas ocasiones las dificultades de comprensión o
entendimiento pueden llevarles a la frustración o a trastornos conductuales (Denmark,
1994).
En cuanto a los jóvenes sordos con padres oyentes, la investigación ha reportado que
durante la adolescencia suelen atravesar por problemas de adaptación y ajuste; dentro
de casa, en la escuela, en el trabajo o en su comunidad, que derivan de métodos
educativos ineficaces y expectativas poco realistas de los padres (Denmark, 1994).
Con frecuencia se atribuyen rasgos conductuales patológicos a las personas Sordas; que
en realidad en ocasiones suelen ser, más bien rasgos adquiridos producto de la historia
educativa, del entorno y de la cultura de las personas Sordas, que rasgos de la sordera
en sí. Algunos de estos rasgos conductuales patológicos pueden ser: pensamiento
concreto, egocentrismo, rigidez, poca empatía, proyectar la propia responsabilidad en
otros, falta de introspección y autocrítica, una visión irreal de sus habilidades, elevadas
demandas e impulsividad con un pobre control de la ira (Altshsuler, 1971). Para Pollard
(1998) esto no es más que otro ejemplo de conceptos erróneos sobre las personas
Sordas, puntualizando también sobre la falsa creencia de que la sordera y la LS están
asociadas a procesos de pensamiento abstracto. En cuanto a esto, Valli y Lucas (1992)
afirman que la LS es un lenguaje rico y complejo que de ninguna forma limita la
conceptualización o impide hablar sobre temas abstractos.
El retraimiento social y familiar sucede más a menudo entre las personas sordas
postlocutivas y entre las que sobreviene la pérdida, ya sea de forma súbita o de forma
lenta aunque progresiva y como consecuencia del envejecimiento (presbiacusia), por
enfermedades físicas o accidentes. Es común escuchar decir a estas personas frases
como: “estamos en tierra de nadie, no estamos en el mundo de los sordos y tampoco en
el de las personas oyentes”. Se encuentran justo en la frontera, han tenido muchos años
contacto con el mundo auditivo, con la lengua oral, su mundo pertenece al oyente pero
pronto ese mundo les resulta agobiante, incomprensible y poco a poco comienzan a
aislarse.
Sin duda, muchas personas Sordas profundas prelocutivas que usan la LS para
comunicarse, viven experiencias diarias de pequeños y grandes encuentros y
desencuentros con el mundo oyente y su lengua mayoritaria, con la información y la
desinformación, elaborándose así situaciones que provocan que el intercambio
comunicativo con personas oyentes (incluyendo la familia) termine siendo una tarea
frustrante y agotadora.
2.4.2.- Esquizofrenia.
Los seis síntomas restantes (pobre insight o perspicacia, labilidad afectiva, pobreza del
contenido, relación pobre, vaguedad, incapacidad para completar el curso de una
acción) no discriminaban entre pacientes sordos con y sin esquizofrenia ya que según
estos autores; son comunes en ambos, por lo que no son útiles en tal diagnóstico.
También Evans y Elliot (1981) encontraron que en pacientes sordos existían algunas
diferencias en el patrón de frecuencia de los síntomas de la esquizofrenia con relación a
pacientes oyentes, incluyendo además una reducción en la incidencia de alucinaciones
auditivas. En cuanto a esto último, Pollard (1998) estima que la investigación en cuanto
a las alucinaciones auditivas en pacientes sordos es limitada, aunque cuando estas se
presentan son usualmente experimentadas por pacientes con una pérdida parcial de
audición o en sorderas adquiridas en la vejez. Scheetz (2004) afirma que muchos
investigadores indican que aunque la mayoría de las alucinaciones que pueden
experimentar los pacientes sordos son visuales, éstas son generalmente poco frecuentes.
Sin embargo, como la investigación en esta área es aún muy limitada, es importante
considerar que aunque la ruptura o desorganización en la fluencia de la LS puede
reflejar una psicopatología, en la mayoría de los casos es un resultado de limitaciones
experienciales y educativas y así deberían considerarse (Thacker, 1994). También debe
estar presente la consideración de que la fluencia o habilidad en el LS varia mucho
entre una y otra persona Sorda.
Para la consideración de los errores en los cuales se puede incurrir podemos mencionar
el estudio de Thacker (1994) en donde transcribieron y analizaron el contenido de las
entrevistas (en LS) mantenidas con 30 pacientes sordos esquizofrénicos y 5 maniaco-
depresivos que fueron comparadas con las de un grupo control de sordos sanos. El
resultado fue el desarrollo de 31 categorías en las que personas Sordas signantes con
buena salud mental pueden cometer posibles errores que pueden confundirse con
síntomas esquizofrénicos comprometiendo el diagnóstico y el tratamiento. Algunos de
ellos son: contaminación inter-lingüística (entre LS y lenguaje oral), atención a la forma
de los signos más que a la relación semántica, perseveración, ecopraxia (imitación
opresiva de signos), pasar de una conversación a otra (descarrilamiento) e
incoherencias.
Retraso mental
Algunas de las causas prenatales, perinatales o postnatales de la sordera pueden
coincidir también con algunas de las posibles causas del retraso mental (algunas de
ellas: rubéola materna, consumo de drogas, hipoxia, lesión craneal, encefalitis) por lo
que en determinados casos la sordera y el retraso mental estarán asociados.
Depresión.
Desde hace tiempo ha existido cierta controversia con relación a la prevalencia de los
trastornos depresivos entre las personas Sordas. Hace varias décadas se señalaba que no
existían diferencias ni cualitativas ni cuantitativas de prevalencia de depresión dentro
de la población sorda con relación a la población general (Grinker, 1969). Otros
autores han señalado que hay menos depresión entre la población sorda (Altshuler,
1971) y que cuando ésta se presenta en personas Sordas, suele manifestarse de forma
diferente (Altshuler y Abdullah, 1981). A finales de los años 80´s muchos autores
reportaban menor prevalencia de trastornos depresivos en personas Sordas y de forma
previa, esta menor prevalencia había sido atribuida a un desarrollo tardío de la
personalidad (Kitson y Thacker, 2000).
Checinski (1991) reportó una prevalencia del 20% de depresión en adultos sordos y un
10% de ansiedad. En contraste, la prevalencia del trastorno depresivo mayor en adultos
en muestras de población general oyente ha variado entre el 5% y el 9% para las
mujeres y entre el 2 y el 3% para los hombres (APA, 1994). Además, Checinski (1994)
señala que en realidad existe mucha más depresión en la comunidad sorda de la que es
referida a los servicios de salud mental. De entre todos los argumentos antes
mencionados, nos sumamos a este último agregando como hemos mencionado antes,
que la ausencia del concepto de enfermedad mental en muchas personas Sordas impide
tanto su reconocimiento como la solicitud de ayuda de los servicios de salud mental al
desconocer también que los trastornos depresivos tienen tratamiento. En conjunto, estas
situaciones hacen que sea más difícil valorar de forma precisa la prevalencia de la
depresión.
Con la llegada de nuevos procedimientos de evaluación y herramientas diagnósticas
adaptadas a personas Sordas, se ha encontrado en otros estudios que hay más casos de
depresión media y moderada a severa en adolescentes, en estudiantes universitarios y
en adultos sordos que lo esperado en personas oyentes (Leigh, Robins, Welkowitz, y
Bond, 1989; Marcus, 1991; McGhee, 1995; Watt y Davis, 1991; Leigh y Anthony,
2001).
¿Por qué la depresión en las personas Sordas parece ser expresada de forma diferente?
Kitson y Thacker (2000) explican que una de las principales razones de estas
diferencias se debe en cierta medida a la relación que se establece durante la infancia
entre el niño sordo y sus padres oyentes, afirmando que:
“Los niños oyentes están bien versados en lo que se considera como conductas
apropiadas ya que han sido criados con expectativas paternales a través de
intercambios comunicativos orales. Por consiguiente, en el caso de que ellos no llenen
las expectativas de sus padres, pueden experimentar sentimientos de culpa y
remordimiento. Sin embargo, los niños sordos e hipoacusicos, con bastante frecuencia
están aislados tanto de las expectativas sociales como de las paternales debido a la
pérdida auditiva. Al ignorar las expectativas de sus padres, pueden no ser conscientes
del hecho de que han fallado en encontrar las normas específicas. Por consiguiente, a
diferencia de sus pares oyentes que sienten el remordimiento porque han fallado,
aquéllos que son sordos pueden tener una percepción diferente de la norma. En
esencia, para experimentar cualquier sentimiento de remordimiento, los niños deben
internalizar las expectativas paternales y entonces reconocer que han fallado. En caso
de que estas expectativas preconcebidas no sean internalizadas, este proceso no puede
tener lugar” (pp. 246-247).
Con estos últimos datos, parece comprobarse una vez más la importancia que adquiere
la construcción de un vínculo comunicativo eficaz entre los padres oyentes y sus hijos
sordos. Las carencias, limitaciones y barreras comunicativas constituyen por un lado,
una importante fuente de vulnerabilidad que obstaculiza la construcción de este
vínculo. Por otro, la base principal de los problemas de salud mental de las personas
Sordas y no la sordera en sí misma.
Por otra parte, el trastorno Bipolar ha sido poco estudiado en personas Sordas, la
conclusión del estudio de Shapira, DelBello, Goldsmith, Rosenberg y Keck (1999) es
que el trastorno Bipolar puede ser más común en pacientes sordos prelocutivos de lo
que había sido reportado en la literatura previa, señalan además que este trastorno es
con frecuencia diagnosticado de forma errónea.
Sanz, Navarro y Vázquez (2003) afirman que ambas versiones del Inventario para la
Depresión de Beck, tanto la versión original de 1961 como la versión revisada de 1978,
han sido ampliamente usadas como medida de sintomatología depresiva en pacientes
con trastornos psicológicos y en población normal, hasta consolidarse en el instrumento
autoaplicado para evaluar la depresión más utilizado en la clínica y en la investigación.
Según estos autores y en base a datos conseguidos mediante la búsqueda en dos
principales bases de datos (PsycINFO y Psicodoc2002), comprueban que entre las
principales escalas para la evaluación de la depresión, el Inventario para la depresión de
Beck, es el instrumento que más aparece recogido en estudios entre los años de 1992 y
2001 (dato que también hemos confirmado en dichas fuentes).
En el desarrollo del BDI-II las mejoras supusieron la extensión del marco temporal a
dos semanas. Es decir, en las instrucciones del cuestionario se le pide al sujeto que
informe sobre su situación o estado de ánimo de las últimas dos semanas incluyendo el
día en que responde la prueba. De esta forma cumple con el criterio diagnóstico de un
episodio depresivo mayor en el DSM-IV (APA, 1994).
También, cuatro ítems que se incluían del BDI-IA fueron excluidos (pérdida de peso,
cambio en la imagen corporal, preocupación somática y dificultades en el trabajo) y
reemplazados por cuatro ítems nuevos (agitación, sentimientos de inutilidad, dificultad
de concentración y pérdida de energía). Se rediseñó la redacción de otros doce ítems y
se modificaron los relacionados con la pérdida de apetito y sueño para que estos
pudiesen evaluar y registrar tanto los incrementos como los decrementos.
En opinión de Sanz, Perdigón y Vázquez (2003), con todas estas modificaciones (sólo
tres ítems del BDI-IA no fueron cambiados) esta nueva versión supone una importante
actualización del instrumento que lleva más de 40 años en constante investigación. Así
lo demuestran estudios psicométricos realizados hasta la actualidad que comprueban
que esta nueva versión presenta índices de fiabilidad y validez igualmente buenos como
los que ofrecía su predecesor el BDI-IA y en algunos casos se muestra superior, como
por ejemplo en su validez factorial y consistencia interna (Beck, Steer, Ball y Ranieri,
1996; Beck, Steer y Brown, 1996; Dozois, Dobson y Ahnberg, 1998; Sanz, Navarro y
Vázquez, 2003; Steer, Clarck, Beck y Ranieri; 1999; Whisman, Perez y Ramel, 2000).
Para puntualizar sobre las propiedades psicométricas del BDI-II en cuanto a las
características de las muestras en donde se han obtenido datos psicométricos que
comprueban la fiabilidad del BDI-II, podemos señalar los resultados que se han
obtenido en diversos estudios. Tal es el caso de estudios con muestras de estudiantes, en
donde la fiabilidad del BDI-II ha puntuado desde un alfa de 0,89 (Steer y Clark, 1997;
Whisman, Perez, y Ramel, 2000; Sanz, Navarro y Vázquez, 2003) hasta un alfa de 0,93
(Beck, Steer y Brown, 1996). Entre muestras de pacientes psiquiátricos, la consistencia
interna a puntuado desde un alfa de 0,89 (Steer, Rissmiller, y Beck, 2000) hasta un alfa
de 0,92 (Beck, Steer y Brown, 1996).
Con relación a los diversos grupos étnicos; Penley, Wiebe, Nwosu (2003) señalan que
diversos investigadores no han encontrado diferencias significativas en las puntuaciones
del BDI-II entre distintos grupos étnicos (Beck, Steer y Brown, 1996; Steer, Rissmiller,
y Beck, 2000). También informan que, hasta la fecha no hay estudios publicados que
examinen la asociación de las puntuaciones del BDI-II con la “aculturación”, o los
cambios afectivos, cognitivos y conductuales que resultan de la exposición o el contacto
con otra cultura (Berry, 1980; Gordon, 1964).
Por otro lado, se ha observado en algunos estudios con diversas muestras que las
mujeres puntúan de forma significativa más alto en el BDI-II que los hombres (Arnau,
Meagher, Norris, y Bramson, 2001; Beck, Steer y Brown, 1996). Rasgo que también
encontramos en estudios con muestras de estudiantes sordos universitarios observando
que las mujeres sordas tienden a puntuar más alto que los hombres sordos (Leigh, y
Anthony, 2001) apoyando los datos de puntuaciones altas de depresión en mujeres
(APA, 1994).
El BDI-II también ha sido usado en una gran cantidad de estudios con el objetivo de
evaluar la respuesta al tratamiento de grupos de personas con depresión (Connerley,
2003; Hyman y Schneider, 2004; Johnson, 2001; Kutlesa, 2003; Porter, 2001; Swan,
Sorrell, MacVicar, Durham, Matthews, 2004).
En cuanto a la validez de contenido del BDI-II, está diseñado para evaluar la intensidad
de los síntomas que se recogen en los criterios diagnósticos de los trastornos depresivos
del DSM-IV (APA, 1994): el trastorno depresivo mayor y el trastorno distímico. De tal
manera, se espera que los nueve criterios sintomatológicos del episodio depresivo
mayor y los siete del trastorno distímico (cinco de ellos comunes a los del episodio
depresivo mayor) tengan su reflejo en uno o varios de los ítems del BDI-II (Sanz,
Navarro y Vázquez, 2003). La Tabla 10 muestra los criterios diagnósticos para el
episodio depresivo mayor del DSM-IV que cubre el BDI-II. En ella puede apreciarse
que cubre los siete síntomas que definen el trastorno distímico y ocho de los nueve del
episodio depresivo mayor y aunque de manera parcial, también refleja y evalúa los
cambios de la actividad psicomotora que implican un aumento en tal actividad (ítem 11,
Agitación), pero sin reflejar su enlentecimiento o retardo.
Tabla 10. Comparación entre los criterios diagnósticos sintomáticos del DSM-IV para los
trastornos depresivos y los ítems del BDI-II (Sanz, Navarro y Vázquez, 2003).
DSM-IV (1994) Items BDI-II
(Beck, Steer y Brown, 1996)
1. Estado de ánimo deprimido (o irritable en niños y (1) Tristeza.
adolescentes). (10) Llanto.
(17) Irritabilidad.
2. Disminución del placer o del interés. (4) Pérdida de placer.
(12) Pérdida de interés.
(21) Pérdida de interés en el Sexo.
3. Aumento/disminución del peso o del apetito. (18) Cambios en el apetito.
4. Insomnio o hipersomnia. (16) Cambios en el patrón de sueño.
El BDI ha sido adaptado a muchos idiomas y países alrededor del mundo, en España
conocemos cuatro adaptaciones. En orden cronológico, la primera adaptación para la
población española de la versión original de 1961 se realizó en 1976 (Conde, Esteban y
Useros, 1976). Esta versión sólo tiene 19 ítems.
La tercera adaptación fue realizada a partir del año 1991 (Sanz y Vázquez, 1998;
Vázquez y Sanz 1991, 1997, 1999.). Esta adaptación tiene la importante característica
de ser la única adaptación española de la segunda versión del BDI (BDI-IA; Beck,
Rush, Shaw y Emery, 1979).
Por último, disponemos de una nueva y reciente adaptación española (Sanz, Navarro, y
Vázquez, 2003; Sanz, Perdigón y Vázquez, 2003; García-Vera, Espinosa, Fortín y
Vázquez, 2005). Esta adaptación se realizó a partir de la última versión del BDI de
1996, es decir el BDI-II (Beck, Steer y Brown, 1996). Estos autores realizaron en varias
etapas, una traducción de la prueba del inglés al castellano usando varios traductores, el
procedimiento de traducción inversa y un estudio piloto para revisar la comprensión
tanto de las instrucciones como de los ítems. De esta nueva versión española del BDI-II
con la que hemos trabajado en nuestra investigación, se han obtenido suficientes datos
estadísticos. Unos aseguran su fiabilidad, que en términos de consistencia interna es
buena y otros su validez, ya sea en muestras de estudiantes universitarios (Sanz,
Perdigón y Vázquez, 2003) de la población general (Sanz, Navarro, y Vázquez, 2003) y
en muestras de pacientes con trastornos psicológicos (García-Vera, Espinosa, Fortín y
Vázquez, 2005).
En la revisión bibliográfica sobre las adaptaciones del BDI en España, no fue posible
encontrar ningún estudio que sirviese como antecedente de adaptación del BDI a
personas Sordas profundas prelocutivas. Lo mismo sucede en el caso de México, no
existen adaptaciones de este instrumento. Es por estos motivos que realizamos la
adaptación del BDI-II a personas Sordas profundas prelocutivas españolas usando su
versión más reciente española20 (Sanz, Navarro, y Vázquez, 2003). En proximas
investigaciones adaptaremos este instrumeto a la población Sorda mexicana.
El BDI-II (Sanz, Navarro y Vázquez, 2003), al igual que la versión original de Beck,
Steer y Brown (1996), es un instrumento de autoinforme con 21 ítems diseñado con el
objetivo de evaluar la gravedad de la sintomatología depresiva en adultos y adolescentes
desde una edad mínima de 13 años. Cada uno de estos ítems cuenta con cuatro opciones
de respuesta, siempre ordenadas de menor a mayor gravedad, en donde la persona elige
aquella opción a manera de frase, que mejor represente su estado durante las últimas dos
semanas, incluyendo también el día en que responde el instrumento.
20
El Dr. Carmelo Vázquez (Profesor de la Universidad Complutense de Madrid) nos facilitó esta nueva
adaptación española del BDI-II y ha sido con la que hemos trabajado para realizar nuestra adaptación y
traducción a la lengua de signos española, para su posterior aplicación a personas Sordas profundas
prelocutivas.
Dependiendo de la puntuación total, el sujeto se colocará en un determinado nivel de
depresión según los puntos de corte que el instrumento establece. En cuanto a los
puntos de corte para distinguir los diversos niveles de depresión, estos han variado en
función de las distintas versiones y de los autores. Nosotros tomaremos para nuestra
adaptación a personas Sordas profundas prelocutivas los puntos de corte indicados en la
versión del BDI-II adaptada a la población española (Sanz, Navarro, y Vázquez, 2003)
y que coinciden con los usados en el estudio de Leigh y Anthony (2001) sobre la
fiabilidad del BDI-II con personas Sordas.
Estos puntos de corte son: depresión mínima (de 0 a 13 puntos), depresión leve (de 14 a
19), depresión moderada (de 20 a 28) y depresión grave (de 29 a 63). En caso de que
una persona elija más de una alternativa en algún ítem dado, se considerará únicamente
la puntuación de la frase seleccionada de mayor gravedad. Por otro lado, la pérdida de
peso (ítem 18) sólo se valorará en el caso de que el sujeto haya indicado no estar bajo
dieta alguna para adelgazar. En el caso de que esté en dieta se otorga una puntuación de
cero en el ítem.
Hemos encontrado que el primer estudio que adapta lingüísticamente el BDI para su
aplicación a personas Sordas es el realizado en Estados Unidos por Leigh, Robins, y
Welkowitz, (1988). En este estudio, se utiliza la versión del BDI de 1978 (BDI-IA;
Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979; Beck y Steer, 1993) para adaptarla de forma
lingüística a personas Sordas profundas prelocutivas.
En este estudio, el procedimiento de revisión gramatical de los ítems del BDI-IA, estuvo
a cargo de un profesor de inglés quién además era sordo. Los autores explican que los
ítems originales en inglés, son potencialmente difíciles para la lectura de las personas
Sordas, por este motivo todos los ítems fueron revisados y modificados para
aproximarlos a un nivel de cuarto o quinto grado de lectura. De esta manera, la versión
que obtuvieron en este estudio fue llamada BDI-R. Al aplicarlo a una muestra de 102
estudiantes sordos profundos prelocutivos, obtuvieron una moderada consistencia
interna de 0,66. Los autores explican que el bajo nivel de lectura de las personas de la
muestra pudo haber influenciado esta moderada puntuación. Los resultados de este
estudio confirman la importancia de realizar no sólo adaptaciones lingüísticas, sino
además, hacer traducciones de los instrumentos a la LS y presentarlos en un formato
visual (vídeo-grabados).
En otros estudios se ha registrado una consistencia interna ligeramente mayor del BDI-
R de 0,70 en una muestra de adolescentes sordos prelocutivos (Watt y Davis, 1991). Se
ha comprobado también que no existe diferencia significativa en las puntuaciones de
depresión registradas entre el Hamilton Rating Scale for Depression y el BDI-R
(Mulcahy, 1994). En una muestra clínica de personas Sordas, usando el BDI-R se
observa la presencia de más casos de depresión moderada que lo esperado en personas
oyentes, según informan los autores, 29% puntuaron dentro de un rango de depresión de
moderada a severa (Leigh, Robins, Welkowitz y Bond, 1989).
Con la aparición en 1996 de la última versión del Inventario para la Depresión de Beck-
II, encontramos un estudio más reciente de los autores Leigh, y Anthony (2001) en
donde se revisa la fiabilidad del BDI-II en una muestra de estudiantes sordos
universitarios. Estos autores señalan que la lengua materna de muchos sordos en
Estados Unidos no es el inglés, sino la LS Americana, una lengua que tanto en su
gramática, como en su sintaxis difiere del inglés (Moores, 2001). Lo mismo sucede con
la LS española con relación al castellano. Por tal razón, comentan que ha sido necesario
modificar el estándar de los instrumentos de valoración para dirigirse a las necesidades
específicas de lectura y LS Americana de esta población, a través de revisiones escritas
en inglés (LaSasso, 1982) o traducciones a la LS Americana grabadas en vídeo, tal es el
caso del MMPI, que fue traducido a la LS Americana (Brauer, 1989, 1992, 1993, 1994)
usando la técnica de traducción inversa para determinar equivalencias lingüísticas.
Sin embargo, según Leigh y Anthony (2001) los ítems del BDI-II parecen ser
lingüísticamente más accesibles para las personas Sordas e hipoacúsicas comparado con
el BDI-R; por tal motivo, en este estudio han aplicado el BDI-II sin hacer ninguna
modificación a una muestra de 53 estudiantes sordos de la Universidad Gallaudet en
donde obtuvieron un coeficiente de fiabilidad de 0,88.
Se observa en este último estudio, un notable incremento del índice de fiabilidad usando
el BDI-II (0,88) que cuando fue usado el BDI-R (0,66). Además encontraron que las
mujeres sordas que participaron en la muestra, mostraban más depresión que los
hombres, respaldando los datos de mayores índices de depresión encontrados en
mujeres de la población general (APA, 1994; Beck, Steer y Brown, 1996; Arnau,
Meagher, Norris y Bramson, 2001).
Concretamente con estos datos, observamos que el BDI-II al igual que en población
oyente, también incrementa la consistencia interna con muestras de estudiantes sordos
universitarios, en contraste con su anterior versión (BDI-R). Sin embargo, un
inconveniente de estos dos estudios (Leigh, Robins, y Welkowitz, 1988; Leigh y
Anthony, 2001) es que no desarrollaron una versión en LS para evaluar la intensidad de
la sintomatología de la depresión en personas Sordas. Por tal motivo, consideramos que
los resultados obtenidos están sujetos a valorar esta situación, ya que en términos
generales el lenguaje escrito no representa, en la mayoría de los casos, la mejor forma
de evaluar a las personas Sordas debido a las dificultades de este colectivo para acceder
a la lectura.
No obstante, debido a que en estos estudios se trabajó con muestras de estudiantes
sordos universitarios, se da por hecho, que tienen un nivel de lectura y de comprensión
superior al del resto de personas Sordas, con lo que podría estar justificado el no haber
desarrollado una versión en LS. Como ya hemos visto, en España sólo un 2,8% de las
personas Sordas consiguen estudios universitarios, lo que hace imprescindible la
traducción de instrumentos de evaluación a la LS.
Es importante indicar que de los estudios que han trabajado adaptando el BDI a
personas Sordas, hemos encontrado pocos en donde el BDI haya sido traducido a una
LS y grabado en vídeo: sólo el estudio de Brauer (1984) y el trabajo de McGhee,
(1995). Por otro lado, Leigh, Robins y Welkowitz (1988) citan otras versiones de
autores como Chaffee (1979) y Trybus (1985).
Una desventaja de las versiones en LS Americana vídeo-grabadas del BDI es que toma
entre 30 y 35 minutos completarlas, frente a los cinco minutos aproximadamente que
demora la versión escrita. Por tal motivo, Leigh y Anthony (2001) justifican la
necesidad de futuras investigaciones que desarrollen versiones escritas del BDI para su
uso con personas Sordas, para incrementar el uso efectivo del tiempo que los pacientes
emplean en responder el instrumento. Sin embargo, quisiéramos recordar que este
estudio está realizado en Estados Unidos y que, de manera general, la población de
personas Sordas en Estados Unidos puede ser muy diferente a la española. Por tal razón,
la propuesta de estos autores nos parece que responde sólo a la realidad de una minoría
de personas Sordas y no responde a las limitaciones en lectura ni se adapta a las
necesidades comunicativas de la mayoría, es decir la LS.
En México, este instrumento aún no está adaptado a las personas Sordas mexicanas, ni
ha sido traducido a la lengua de señas mexicana con el objetivo de evaluar la
sintomatología depresiva. No obstante, hemos comenzado ya ha trabajar en su
adaptación y esperamos en futuras publicaciones darla a conocer.
Por otro lado, existen algunos factores éticos implicados en el tema que merecen
especial atención por ser de particular relevancia para los profesionales de la salud
mental involucrados en la evaluación y tratamiento de pacientes sordos. De manera
general, en el trabajo en salud metal con pacientes sordos están involucrados los
mismos principios éticos que con pacientes oyentes. Sin embargo, los servicios de salud
mental y los profesionales implicados que no conocen las características de la
población sorda, corren el riesgo de cometer errores éticos y clínicos en la atención de
pacientes sordos (Gutman, 2005).
2.- Hacer uso sólo de aquellas técnicas que se encuentren dentro de la propia área de
entrenamiento o experiencia. Este punto hace referencia a lo que hemos estado
mencionando acerca de no hacer uso de instrumentos que no estén adaptados y
estandarizados en la población sorda. Por otro lado, ya que la mayoría de los
profesionales de la salud mental desconocen la LS, el uso de intérpretes formados en
salud mental puede ayudar durante la evaluación o tratamiento hasta que el nivel de
habilidad en LS del Psicólogo, Psiquiatra o Trabajador Social sea el suficiente para
prescindir en lo posible del intérprete.
1ª) ¿Los ítems del instrumento consisten en ítems de tipo verbal o no verbal (de
actuación-desempeño)? Por lo general cuando un instrumento tiene un contenido
verbal, es descartado en la evaluación de las personas Sordas. No obstante, esta es una
decisión que está en base a las habilidades en lecto-escritura de la persona que será
evaluada y de las habilidades y experiencia del evaluador.
2ª) ¿Las instrucciones del instrumento requieren ser administradas de forma oral
(verbal)? Las instrucciones de la prueba deben asegurar que la persona evaluada
comprenda la tarea a desarrollar, de lo contrario la validez de los resultados se verá
comprometida. Si las instrucciones de la prueba son verbales, por lo general no se
recomienda administrar ese instrumento, a menos que éste permita traducir las
instrucciones a la LS y asegurar así que la persona comprende la tarea a desarrollar.
3ª) ¿Cualquiera de los ítems del instrumento discrimina en contra de personas con
discapacidad auditiva? Algunos instrumentos pueden presentar ítems que estén
relacionados de forma directa o indirecta con habilidades auditivas o situados en un
entorno auditivo, con lo cual deberá descartarse el instrumento según sea el caso.
4ª) ¿Se encuentran incluidas las personas con discapacidad auditiva entre la muestra
normativa proporcionada por el creador del instrumento? Esto es prácticamente muy
poco probable para la mayoría de los instrumentos de evaluación más conocidos,
aunque como veremos más adelante, existen algunas excepciones.
5. ¿Se pueden traducir tanto las instrucciones como los ítems a la LS? Se debe valorar
con la ayuda de varios intérpretes y personas Sordas si las características de los ítems
del instrumento permiten adaptarlos y traducirlos, así como revisar si al adaptarlos
seguirán conservando su contenido.
6. ¿Es un instrumento extenso? Un factor muy importante es el tamaño del
instrumento, el número y el tipo de ítems condicionan el tamaño final del instrumento
traducido a la LS y grabado en vídeo, lo que puede causar el agotamiento de las
personas que serán evaluadas, y con esto, el abandono o rechazo del instrumento.
Los recursos técnicos como la cámara de vídeo o el espacio físico donde se grabará al
intérprete traduciendo el instrumento son aspectos que condicionan la calidad final del
vídeo, es importante que se vea nítido, con mucha luz y con un fondo adecuado para
que resalten las manos y la expresión del intérprete. Para todo esto es necesario tener
disponibilidad de tiempo y suficientes recursos económicos.
La Tabla 11 muestra una breve revisión que incluye sólo instrumentos que han sido
estandarizados o bien diseñados específicamente para su uso en población sorda y no
otros que aunque con frecuencia son usados, carecen de datos normativos. Aunque
provienen de otros países, son ilustrativos en un sentido práctico, metodológico y
orientador para la realización de adaptaciones de instrumentos a la población sorda
española.
2ª) La mayoría de los servicios de salud mental y los profesionales que laboran en ellos
desconocen la LS.
3ª) La necesidad de asegurar una evaluación segura, fiable y precisa de las personas
Sordas a través de instrumentos que se adapten a su modalidad comunicativa y en
muchos casos a su lengua materna, la LS.
Por último, otro aspecto importante estudiado dentro del escenario de la salud mental y
sordera, es el del efecto del intérprete de LS sobre la traducción tanto de los
instrumentos de evaluación psicológica como de la traducción en el contexto de la
terapia (de esta última nos ocuparemos en el capitulo siguiente).
Brauer (1992) realizó un estudio para comprobar que las variables del intérprete que
traduce el instrumento no comprometen su efectividad y que su forma de signar no
influye en las respuestas. Tradujo a la LS Americana 38 ítems del MMPI que fueron
grabados en dos vídeos, pero usando intérpretes diferentes y fueron administrados a una
muestra de 35 personas sordas (no se indica el tipo y grado de sordera de la muestra).
Los resultados demostraron que no había diferencias significativas entre las
puntuaciones de ambos instrumentos en vídeo, así como una correlación significativa
entre ellos.
Se encontró además un insignificante efecto del intérprete sobre ambas traducciones, de
esta manera se subraya en este estudio la potencial utilidad y viabilidad de futuras
traducciones de instrumentos a la LS para su uso con personas de la población sorda.
COMENTARIOS FINALES
Encontramos que la evaluación de la salud mental de las personas Sordas debe ser un
proceso cuidadoso, sistémico y prudente. Este proceso debe implicar el estudio
individual de las variables de cada persona Sorda, evitando una evaluación que no tenga
en cuenta el cúmulo de variables del colectivo. Durante la evaluación en salud mental,
compartir el sistema de comunicación con la persona Sorda es fundamental. Aunque
somos consientes que esto no siempre podrá ser posible, es importante considerar la
ayuda de intérpretes profesionales de LS con formación dentro del campo de la salud
mental.
Las personas Sordas representan un colectivo que está en continúo riesgo de exclusión
social y con ello sus posibilidades para acceder a servicios de salud mental que
respondan a sus necesidades se ven muy reducidas. Por esto y en base a la literatura
revisada, nuestra impresión es que las personas Sordas presentan mayor incidencia de
trastornos mentales, en comparación con las personas oyentes, de la que es registrada
por los servicios de salud mental. En cuanto al tema de la depresión y su relación con
las personas Sordas, de manera breve estudiamos algunos aspectos sobre su aparición,
desarrollo y evaluación en las personas Sordas, revisando con ello el instrumento para la
medida de la intensidad de la depresión que hemos adaptado a personas Sordas en
nuestra investigación (véase el Estudio 1, capítulo 5). También encontramos que existen
datos que indican una mayor prevalencia de depresión en jóvenes y adultos sordos que
lo esperado en población oyente.
Por último, en lo referente al tema de la evaluación psicológica de las personas Sordas
hay mucho trabajo por hacer. Como hemos comprobado, el número de instrumentos
estandarizados en poblaciones sordas es muy pobre, pese a que existen muchos
instrumentos que podrían ser adaptados y traducidos a la LS para asegurar una
evaluación fiable y más precisa. No obstante, estas adaptaciones y traducciones plantean
todo un reto metodológico que requieren de una profunda colaboración
multidisciplinaria, para que de esta manera puedan lograrse mediante un esfuerzo
conjunto.
Capítulo 3
El objetivo de este capítulo es proporcionar un panorama general acerca del trabajo que
se ha desarrollado desde la psicoterapia con pacientes sordos para que pueda ser de
utilidad a los profesionales de la salud mental intereados en trabajar con esta población.
Además, intentaremos transmitir la idea central del capítulo como un elemento
fundamental: que la psicoterapia con personas Sordas constituye una terapia
intercultural que demanda del terapeuta el aprendizaje de una sensibilidad cultural que
supondrá un ajuste significativo, tanto en el proceso de la construcción de la relación
terapéutica como en el proceso de la psicoterapia.
En la primera parte del capítulo haremos un breve recorrido histórico sobre los
comienzos de la psicoterapia con personas Sordas. El objetivo es estudiar sus orígenes,
desarrollo y estado de la cuestión, revisando también la situación de España en lo
relacionado a este tema.
Después de esto, en otro apartado intentaremos dar respuesta a la pregunta: ¿Por qué
comprender la terapia con personas Sordas desde un enfoque intercultural? Entendemos
que el encuentro de un terapeuta oyente con un paciente sordo supone una interacción
intercultural que considera y valora las diferencias culturales para el beneficio de una
adecuada, constructiva y positiva relación terapéutica, que sin duda trae consigo
beneficios para el proceso de la psicoterapia.
También, con la revisión de la investigación en psicoterapia con personas Sordas,
estudiaremos los modelos de terapia empleados con pacientes sordos y algunos
problemas de salud mental tratados mediante ellos. De esta forma, conoceremos el
trabajo que se ha realizado en psicoterapia con personas Sordas que pertenecen a otros
colectivos y grupos culturales. En este apartado se intentarán resaltar los aspectos más
prácticos de la intervención de estos modelos terapéuticos, para ofrecer así una visión
pragmática que sirva de ilustración y apoyo en la práctica de la Psicología clínica con
pacientes sordos.
Por otro lado, estudiaremos el papel del intérprete como facilitador de la comunicación
en el proceso de la terapia y analizaremos algunas de las implicaciones de su
intervención en este proceso.
Quizás los primeros servicios asistenciales de salud mental específicos para personas
Sordas surgieron en la década de los años 50᾿s dentro del terreno de la Psiquiatría en
Estados Unidos. En 1955 el Psiquiatra Franz Kallmann comienza los primeros servicios
asistenciales en el Instituto Psiquiátrico de Nueva York21. En aquellos años, el terreno
21
The New York State Mental Health Project for the Deaf.
de la Psiquiatría con personas Sordas era un terreno prácticamente inexplorado, pero su
desarrollo representa quizás el paso previo a la aplicación de modelos de psicoterapia
con personas Sordas. También otros profesionales de la salud mental e investigadores
como Edna Levine, Boyce Williams, Jonh Rainer y Kenneth Altshuler fueron
colaboradores en estos primeros servicios (Rainer, 1991).
En opinión de algunos autores, la creencia que prevalecía a principios de los años 60`s,
era que debido a deficiencias tradicionalmente atribuidas en las personas Sordas (como
las dificultades en el desarrollo del lenguaje, los problemas de comunicación,
inhabilidad para razonar en un nivel abstracto y problemas de personalidad), no eran
personas apropiadas o candidatos idóneos para beneficiarse de terapias profundas.
Tampoco para desarrollar una capacidad de introspección o beneficiarse de terapias con
orientación afectiva, psicoanalíticas o cognitivas. Se pensaba que sólo aquellos que
recibían mucha educación, los que tenían más habilidades orales y los sordos
postlocutivos podían beneficiarse de estas terapias (Sussman y Brauer, 1999). Para estos
autores, estas creencias son en gran parte las responsables del “moderado y lento
progreso” de la psicoterapia con personas Sordas.
En 1963, Jonh Rainer y Kenneth Altshuler iniciaron otro servicio en Washington para
proveer servicios específicos de salud mental a personas Sordas (Rainer, 1991). Sin
embargo, la literatura que dejaron algunos de estos primeros autores transmite una
visión patológica de la sordera y de las personas Sordas (Altshuler, 1971; Basilier,
1964; Grinker, 1969; Rainer, Altshuler y Kallmann, 1969), de esta manera se configuró
en este período lo que se ha denominado como modelo patológico de la sordera.
Mientras estos servicios comenzaban a surgir en varios países, las distintas LS todavía
no eran aceptadas ni reconocidas como un verdadero lenguaje (como ya hemos
estudiado en el primer capítulo). Esto también significó un obstáculo general en el
desarrollo de aquellos primeros servicios de salud mental para personas Sordas y en
particular para el desarrollo de la psicoterapia. Con esto, muchos de los profesionales de
la salud mental de aquellos años, rechazaban la idea de trabajar comunicándose
mediante LS o haciendo uso de un intérprete de LS con un paciente sordo en consulta
psiquiátrica o psicológica. Del mismo modo, esto también supuso un freno en el
desarrollo de servicios específicos de salud mental para pacientes sordos.
Es también durante los años 60᾿s que comenzaron a surgir los primeros investigadores
sordos; quienes afirmaban que la naturaleza y los principios básicos de la psicoterapia
con personas Sordas, no son diferentes a los de la psicoterapia con personas oyentes,
surgiendo así una “Psicología de la sordera” (Levine, 1960; Myklebust, 1960; Vernon y
Andrews, 1990). Sin embargo, también en este período se reconoce que existen
diferencias en la implementación de tales principios básicos debido a las diferencias
obvias entre el lenguaje de un terapeuta oyente y un paciente sordo y al contexto
cultural y psicosocial en el que este se ha desarrollado.
De forma global, los primeros años aunque pioneros, se caracterizaron por mantener un
enfoque patológico de la sordera y de las personas Sordas. Posteriormente comenzó una
etapa en la que se consiguió despatologizar la concepción de la sordera y de las
personas Sordas, debido en parte a la aparición de algunos autores sordos y a los
avances de la investigación en el campo de la salud mental y sordera. Con esta postura
se subraya, entre otras cosas, que la sordera por si misma no es la causa de los
problemas de salud mental en las personas Sordas, sino más bien un conjunto de
factores desencadenantes tales como los problemas de comunicación en la familia y el
desarraigo afectivo y cultural que esto provoca principalmente en las personas Sordas
con padres oyentes.
A partir de estas experiencias, los servicios de salud mental específicos para personas
Sordas comenzaron a incrementarse, tanto en Estados Unidos como también en algunos
países europeos como Inglaterra y Holanda. La mayoría de ellos coinciden en afirmar lo
centralizado que suelen estar estos servicios, lo que en muchos casos obliga a un gran
número de personas Sordas a recorrer grandes distancias para recibir tratamiento.
Posteriormente, a mediados de los años 70᾿s surgen los primeros estudios sobre la
aplicación de la terapia familiar con personas Sordas, tanto en familias con hijos sordos
de padres oyentes (la mayoría) como en aquellas en donde los hijos son oyentes y los
padres sordos (la minoría). Más adelante dedicaremos un amplio apartado para estudiar
este tema (ver punto 3.3.8).
Ya en los años 80᾿s otros profesionales como, Peter Hindley (alrededor de 1987)
integraron el primer equipo multidisciplinar y bicultural (profesionales sordos y
oyentes) para niños sordos y sus familias en Gran Bretaña (Hindley, 1994).
También alrededor de estos años, Leigh, Corbett, Gutman, y Morere (1996) explica que
otros autores continuaron demostrando la idea de que los principios básicos de la
psicoterapia en general, también se aplican a las personas Sordas. Aunque es en la
ejecución-implementación de tales conceptos en donde se difiere debido a la necesidad
(del terapeuta) de entender y asegurarse, cómo recibe y conceptúa la información el
paciente sordo e hipoacúsico (Anderson y Watson, 1985; Patterson y Stewart, 1971).
Más allá de las dificultades que en ese sentido plantean cualquier tipo de paciente, sea
sordo u oyente (de Shazer, 1994).
Por último, desde la década de los años 90᾿s hasta la actualidad, se incrementaron los
informes de la aplicación de distintos modelos de psicoterapia en pacientes sordos. Más
adelante en el punto 3.3 dedicaremos especial estudio a este particular tema.
22
Javier Muñoz, Presidente de la Sociedad Española para la Sordera y la Salud Mental (SESSM).
Como ya hemos mencionado, tan solo hace unos años comenzó la primera unidad de
sordera y salud mental en un hospital de la red pública en España23 para proporcionar
tratamiento específico a personas Sordas. Los diagnósticos más frecuentes que han
realizado son los trastornos de ansiedad y los trastornos de conducta (García, 2003).
Para Olarra (2000) la situación de España (en cuanto al contexto de los servicios
asistenciales de salud mental para personas Sordas, comparados con otros países
europeos con los servicios más especializados y avanzados), es más un caso que
adquiere “tintes de ciencia ficción” debido a la insuficiente asistencia y a lo centralizado
que se encuentra la poca existente. Esto obliga en muchos casos a que las personas
Sordas recorran grandes distancias para recibir atención en salud mental.
Otros autores como García24 (2000) también coinciden en que la única forma de lograr
que las personas Sordas en España acudan a los servicios de salud mental es que estos
sean específicos para personas Sordas, integrados por equipos multiprofesionales
(Psicólogos, Psiquiatras y Trabajadores sociales) y que estén centralizados en áreas de
asistencia especializada agrupando varias Comunidades Autónomas.
También desde la Confederación Estatal de personas Sordas (CNSE), así como desde
algunas Federaciones y Asociaciones de personas Sordas se han comenzado a
desarrollar servicios de orientación y a apoyo a familias con niños sordos y servicios de
atención psicológica a personas Sordas, prestando especial interés a las necesidades y
problemas de la mujer sorda a través de una comisión específica para tal propósito.
23
Hospital Gregorio Marañón, Madrid.
24
Psicóloga de la Unidad de Salud Mental y Sordera del Hospital Gregorio Marañón, Madrid.
y además, existen muy pocos profesionales de la salud mental que conocen a la
población sorda, su lengua y su cultura, por lo que no existe en la actualidad un servicio
de salud mental de calidad y especializado.
3.2.- El proceso de la terapia con personas Sordas: facilitando el cambio desde una
perspectiva intercultural.
Desde una perspectiva intercultural, Scheetz (2004) explica que cuando el terapeuta que
trabaja con pacientes sordos asume la responsabilidad de proporcionar una terapia de
calidad a través del reconocimiento de sus propias variables culturales y de las del
paciente sordo (el uso de la LS, los valores, creencias, opiniones y actitudes propias de
la comunidad sorda), el resultado es un encuentro cultural con respeto y sensibilidad
que favorece tanto la relación terapéutica como el proceso y los resultados de la terapia.
No obstante, añade que este proceso en sí mismo es complejo y las variables culturales
que deben ser consideradas son múltiples.
El estatus sordo u oyente de los padres tiene para Lytle y Lewis (1996), dos terapeutas
sordos, un impacto considerable en el proceso de la terapia. Aunque reconocen que se
necesita investigar aún más sobre este aspecto, explican que en su consulta los pacientes
sordos hijos de padres sordos que acuden a terapia individual, son a menudo fáciles de
identificar. Afirman que tienen más confianza y seguridad en el exterior, se relacionan a
un nivel más igualitario y de manera más rápida con sus terapeutas y son más
expresivos. Tienen la habilidad para presentarse exteriormente como seguros de sí
mismos. Por otro lado, explican que los pacientes sordos con padres oyentes representan
la mayoría de sus casos. Las características de estos pacientes responden a dos grandes
grupos con los que estos terapeutas entran en contacto, los que de niños han sido
mimados o sobreprotegidos y/o los que han sido abandonados o descuidados. Para estos
autores, los pacientes sordos que fueron mimados por sus padres, son los que
frecuentemente demandan del terapeuta que haga mucho por ellos y responden con
enojo cuando estas expectativas no se cumplen.
Glickman (1996) explica que en el trabajo con cualquier grupo minoritario, el terapeuta
necesita comprender la manera en la que interpretan típicamente experiencias comunes,
es decir, comprender su punto de vista. Opina que para determinar si la psicoterapia,
con adaptaciones, puede ser “culturalmente relevante” para algunas minorías, primero
es fundamental comprender cómo estas otorgan sentido a sus experiencias. Quizás un
relato que Glickman (1996) ofrece ayude a explicar con mayor claridad este punto:
“La diferencia entre el punto de vista sordo y el oyente me quedó bastante clara en el
funeral de un hombre sordo que una vez atendí. Durante el laudatorio, el predicador
remarcó que este hombre estaba ahora en el cielo con Dios y que ahora podía
<comunicarse con sus manos en los bolsillos>. El no necesitará más signar, continuó
el predicador. El puede ahora hablar. El puede ahora oír. El ahora está curado. Los
prejuicios del predicador fueron tomados por una astuta mujer sorda que cuestionó
por qué él asumía que las personas Sordas van al cielo y aprenden a hablar, pero no
las personas oyentes van al cielo y aprenden a signar, le preguntó si acaso el creía que
cuando los franceses mueren y van al cielo aprenden a hablar inglés. También
preguntó molesta por la suposición de que la gente sorda es deficiente y de que
cuando mueren son “curados” y se convierten en personas oyentes. Esta mujer sorda,
que había sido una amiga cercana del hombre fallecido, preguntó si podía acercarse a
la sepultura a decir algunas palabras. Signando y a través de un intérprete, remarcó
que este hombre había signado toda su vida y que signar fue su modo preferido de
comunicación. Comentó que sospecha que quizás ahora él puede estar listo para
trabajar con Laurent Clerc 25 en el desarrollo de otro tipo de lengua de signos; quizás
será el lenguaje de signos del cielo” (p. 22).
¿Cómo entender la actitud de esta mujer sorda?, ¿es una actitud reivindicativa o
defensiva?, ¿es una actitud que expresa enojo y resentimiento o frustración ante la
incomprensión cultural de la sordera? Para Glickman (1996) las respuestas a estas
preguntas están en función del punto de vista oyente o sordo que uno adopte. Para él, un
elemento clave del punto de vista sordo es una visión afirmativa de la sordera y una
visión crítica del mundo oyente.
Además, habría que añadir que lo que marca la diferencia en este relato entre el punto
de vista sordo y el oyente, es por un lado la percepción de los oyentes acerca de la
sordera como una terrible discapacidad y el choque cultural que supone comprender la
cultura sorda y el sentido que las personas Sordas otorgan a sus experiencias. Por otro,
la frustración que esto produce en las personas culturalmente Sordas, ya que para ellos
la sordera no es vista como un problema, ni como una terrible discapacidad, sino como
una experiencia de vida. Según el Constructivismo Social, esto es así debido a que
otorgamos significado a nuestras experiencias a través de las interacciones que tenemos
con otros. Las palabras de Harlan Lane explican con mayor claridad este punto de vista:
“La sordera no es en sí misma un problema significante en la vida de las personas
25
Laurent Clerc fue una persona Sorda que revolucionó la educación de los sordos en Estados Unidos, en
donde es reconocido como el primer educador de niños sordos y el primer profesor sordo en la educación
de los sordos. Su trabajo aún tiene gran influencia en la actualidad.
culturalmente Sordas. Son las personas oyentes las que han creado la sordera como un
problema” (Lane, 1992, p. 52; citado en Scheetz, 2004).
1. La idea de Lytle y Lewis (1996) sobre esta sensibilidad cultural, es que puede
adquirirse por la inmersión en la comunidad sorda por un periodo de tiempo que
permita desarrollar una LS fluida, que lleve a la apreciación de ver a la sordera como
una diferencia cultural más que como una discapacidad y a la comunidad sorda como
un hogar. No obstante, el proceso de aprendizaje de la LS no es del todo una actividad
sencilla y rápida, mientras tanto, el uso de un intérprete profesional de LS puede
proporcionar un entorno culturalmente sensible.
Modo de
comunicación Conocimiento de la LS
preferido INTÉRPRETE
Por otro lado, un ejemplo de enfoque cultural para trabajar en terapia con pacientes
sordos, en el cual se aplica un modelo culturalmente afirmativo a la teoría y la practica
de proporcionar psicoterapia a personas Sordas es el denominado: Psicoterapia
culturalmente afirmativa con personas Sordas (Glickman y Harvey, 1996; Glickman y
Gulati, 2003).
Explica además que (Glickman, 1996, p. 7): “Los terapeutas culturalmente afirmativos
se esfuerzan por ampliar la relevancia y la utilidad de la psicoterapia para las personas
culturalmente diferentes. Piensan acerca de la estructura social, la cultura, el poder y la
opresión y buscan intervenir en maneras que (a) sean relevantes y sensibles para el
cliente, (b) fortalezcan a los clientes y sus comunidades, (c) hacen conexiones entre
experiencias personales y colectivas, y (d) equilibran las consideraciones culturales y
clínicas. Para desarrollar esto, los terapeutas desarrollan un estilo cognitivo y
terapéutico flexible. Basan sus intervenciones terapéuticas en el contexto sociocultural
de sus clientes”.
De esta descripción podemos hacer algunas conexiones entre las intervenciones propias
de los terapeutas culturalmente afirmativos con las propias de los terapeutas centrados
en soluciones (De Shazer, 1985, 1988, 1991, 1994; de Shazer et al., 1986; O᾿Hanlon y
Weiner-Davis, 1990): ambos actúan de forma respetuosa para conseguir que sus
intervenciones sean relevantes y sensibles para los clientes. En ambas la relación entre
terapeuta y cliente se construye de forma cooperativa. Comparten además un alto
componente interaccional, puesto que ambas realizan conexiones entre las experiencias
personales y colectivas con lo que se pretende fortalecer a los clientes y su entorno
(comunidad sorda). Con esto resaltan los recursos potenciales de los clientes, asumiendo
que en ellos se encuentra la capacidad de cambiar la situación problemática, lo que
representa una forma de centrarse en las soluciones. Comparten además una naturaleza
constructivista, puesto que las intervenciones se elaboran a partir de una respetuosa
construcción positiva de la diversidad cultural dentro de su contexto sociocultural. En
este sentido pensamos en las intervenciones de la terapia centrada en soluciones, como
un ejemplo de terapia culturalmente afirmativa.
A pesar de esto, podemos mencionar algunos modelos de psicoterapia que han estado
aplicándose en el colectivo de personas Sordas con necesidades de atención psicológica
en los últimos 30 años. Algunos de estos estudios han revisado la aplicación de la
terapia familiar en personas Sordas (Robinson y Weathers, 1974; Shapiro y Harris,
1976; Harvey, 1982; Warner; 1994; 2000), también la aplicación del modelo sistémico
en personas Sordas e hipoacúsicas en el contexto familiar (Harvey, 1989, 2003), terapia
cognitivo-conductual (Greenberg, 1985; Greenberg, et al., 1984; Greenberg y Kusché,
1993, Harris, 1978; O᾿Brien, 1987; Austen y Klein, 1996), hipnoterapia Eriksoniana
(Morrison, 1991), terapias de orientación psicodinámica (Levine, 1981a; Rayson, 1985;
Virsida, 1985; Fernando, 1994; Kitson, Fernando y Douglas, 2000) y modelos de
terapia más específicos para personas Sordas que enfatizan sus recursos socio-
culturales, lo que han denominado como psicoterapia culturalmente afirmativa
(Glickman y Harvey, 1996; Glickman y Gulati, 2003).
Scheetz (2004) explica que a menudo los pacientes sordos entran en el contexto de la
psicoterapia preparados para participar en el proceso terapéutico, pero pueden
experimentar dificultades para encontrar un método efectivo para centrarse en las
soluciones y no en los problemas, con lo que responden de manera impulsiva cuando los
problemas se presentan. Mediante este modelo se les ofrece la oportunidad de centrarse
en el proceso de sus pensamientos cuando surgen los problemas, para que de esta
manera puedan indagar así, el cómo y el porqué de su conducta y elaborar entonces
soluciones.
Por otro lado, contrario a la creencia de que las metáforas en psicoterapia no tienen
buenos resultados con pacientes sordos, Isenberg (1996) ha encontrado que la narrativa
a través de historias psicoeducativas y el uso de historias metafóricas con pacientes
sordos, son herramientas terapéuticas útiles, efectivas y satisfactorias. Afirma además
(Isenberg, 1996, p. 177) que “se pueden conseguir mediante ellas los mismos objetivos
que con pacientes oyentes”. No obstante, estas metáforas requieren de adaptaciones que
acerquen las historias al entorno de las personas Sordas y sus características culturales.
De igual modo, Scheetz (2004) informa que el uso de la narrativa con pacientes sordos
puede ser una herramienta potente para descubrir soluciones creativas a problemas
difíciles.
Además, es útil que el terapeuta tenga presente durante la terapia que el tema de la
sexualidad es un tema muy desconocido entre el colectivo de personas Sordas. Existe
mucha desinformación y creencias erróneas que pueden causar mucha confusión en el
proceso de la identificación sexual durante la pubertad y la adolescencia. Los padres
oyentes proporcionan escasa educación sexual a los hijos sordos, y estos fácilmente
pueden confundir sus emociones y sentimientos.
Como hemos visto hasta ahora, las variables culturales de las personas Sordas son
valoradas y consideradas como un medio para aumentar la efectividad de la psicoterapia
con pacientes sordos. No obstante, también hemos visto que muchas personas Sordas,
además de pertenecer a la comunidad sorda y a su cultura, tienen también raíces
culturales propias de su país de origen, que es igualmente importante considerar durante
el proceso de la terapia. Esta es una línea de investigación que poco se ha tratado, a
pesar de que en Estados Unidos el 40% de los niños con pérdida auditiva pertenecen a
grupos culturales minoritarios (Schildroth y Hotto, 1996; citado en Eldredge, 1999).
Para mencionar algunos ejemplos, podemos comentar los aspectos generales que se han
descrito sobre la psicoterapia y la salud mental de personas Sordas Afro-americanas
(Corbett, 1999; Joseph, 1996), Indios nativos americanos (Eldredge, 1999), Asiático-
americanas (Wu y Grant, 1999) y Latino-americanas (Hernández, 1999) que viven en
Estados Unidos. Aunque son personas Sordas provenientes de distintos países; todas
tienen en común que al vivir en un país diferente, son un grupo minoritario dentro de
otro grupo minoritario, que se enfrentan con mucha probabilidad a una doble
discriminación por parte de la población general oyente, e incluso por parte de la
comunidad sorda. Corbett (1999) señala que la comunidad sorda no es inmune al
racismo ya que muchas personas Sordas Afro-americanas han tenido esta experiencia
perjudicial también desde la comunidad sorda.
Además, se ha descrito un estudio sobre el rol de los grupos terapéuticos trabajando con
adolescentes sordos latinos que emigran a Estados Unidos (Hernández, 1999). En este
estudio se informa que en Estados Unidos existen 31 millones de latinoamericanos, de
los cuales un 4.2% son deficientes auditivos. La autora del estudio explica que para
estos adolescentes la migración y el proceso de aculturación (por ejemplo, aprender la
LS americana) sumado a la sordera, acentúan o exacerban el estrés normal de la
adolescencia. Por esto, los objetivos de trabajo con estos adolescentes sordos profundos
desde los grupos de terapia, se orientaron a facilitar su integración y ajuste al nuevo
entorno y proporcionar así un contexto para compartir sus experiencias, sus orígenes y
su cultura.
El estudio también ofrece algunas recomendaciones de utilidad para los terapeutas que
trabajan en terapia con personas Sordas latinas inmigrantes, que también pueden ser de
utilidad para inmigrantes sordos de otros países (Hernández, 1999): “El terapeuta deberá
tener algún conocimiento de los aspectos culturales, valores tradicionales del país de
origen, así como la percepción cultural de la sordera. Además debe ser sensible al
impacto emocional que la migración puede tener en el adolescente sordo y construir
junto con su familia, la historia acerca de la migración” (p. 245).
Existen además, otras áreas en donde se han descrito aspectos de utilidad para la
psicoterapia con personas Sordas que suponen nuevos caminos para la investigación. En
este sentido, es interesante que mencionemos el trabajo en psicoterapia con personas
Sordas que han adquirido el virus VIH/SIDA.
Langholtz y Ruth (1999) explican que el impacto que esta enfermedad ha tenido en la
comunidad sorda es bastante impreciso ya que no se disponen de cifras oficiales para
determinar cuantas personas Sordas tienen VIH/SIDA, ni cuantas han fallecido a
consecuencia de la enfermedad. Sin embargo, estos autores informan que en algunos
reportes se sugiere una incidencia más alta de esta enfermedad entre el colectivo sordo
que en la población general.
Los autores Langholtz y Ruth (1999) consideran que es importante y de utilidad abordar
algunos temas durante la psicoterapia tales como la muerte y la agonía, la imagen
corporal (algunos signos físicos de la enfermedad) y el apoyo familiar. Estos autores
recomiendan además que cuando se trabaja con personas Sordas que son miembros de
dobles minorías, el terapeuta debe ser aún más cuidadoso en la comprensión de los
aspectos culturales implicados. Un recurso disponible de entrenamiento dirigido a
profesionales involucrados en el trabajo con personas Sordas que han adquirido el virus
VIH/SIDA, es un vídeo desarrollado por el Deaf AIDS Project (Veltri, Duffy y
Langholtz, 1996, citado en Langholtz y Ruth, 1999).
Otra línea de trabajo que se ha abordado en psicoterapia es el problema del abuso sexual
a niños/as sordos/as. La literatura sobre este tema estima que los niños sordos, y en
general los niños con alguna discapacidad están expuestos a un mayor riesgo de sufrir
maltrato, incluyendo el maltrato físico y cualquier tipo de abuso sexual, emocional o
ambos. Las barreras de comunicación y en concreto las dificultades de los niños sordos
de acceder al lenguaje oral y/o la carencia de habilidad en LS, constituyen factores que
elevan la vulnerabilidad y el riesgo de sufrir abuso sexual.
En cuanto a la incidencia del abuso sexual en niños sordos, existen diversos reportes
que indican que es en particular más elevada de lo que se observa en niños oyentes
(Sullivan, Vernon y Scanlan, 1987; Sullivan et al., 1991; Sullivan y Knutson, 1998;
Sullivan, Brookhouser y Scanlan, 2000). Incuso hay autores que estiman una
prevalencia de abuso sexual entre la población sorda superior al 50% (Burke, Gutman y
Dobosh, 1999; Sullivan, Vernon y Scanlan, 1987).
También, Burke, Gutman y Dobosh (1999) afirman que hay una limitada cantidad de
estudios acerca de los efectos del abuso sexual infantil en las personas Sordas, lo que
deja al descubierto una importante necesidad de investigación. No obstante, Scheetz
(2004) informa que los programas de prevención son de beneficio para niños sordos e
hipoacúsicos ya que son útiles para enseñarles a identificar las partes de su cuerpo, a
reconocer conductas de abuso y para proporcionarle estrategias de supervivencia y
escape.
Por su parte, Kennedy (1996) propone un modelo alejado de la patología, con el que
cambia la palabra “tratamiento” por la de “trabajo de supervivencia” y considera que
debido al escenario patologizador de las unidades de Psiquiatría, estas son inadecuadas
para niños o adultos sordos que han sido victimas de abuso sexual, a quienes llama
supervivientes.
Por ultimo, en la revisión de la limitada literatura sobre este particular tema, es evidente
la carencia de investigaciones en donde se revise la eficacia y los resultados de los
distintos modelos de psicoterapia que pueden ser empleados para tratar el problema del
abuso sexual de niños/as y adolescentes sordos/as, lo cual representa otra necesidad más
de investigación con este colectivo.
Haremos una breve revisión del modelo de tratamiento que se emplea con personas
Sordas alcohólicas y adictas a otras drogas. Debido a que la investigación sobre la
incidencia del alcoholismo y el abuso de otras drogas es tan reducida en la población
sorda, existe entre la literatura revisada cierta pluralidad de opiniones. Algunos autores
opinan que la incidencia del alcoholismo entre la población sorda es al menos igual que
en la población oyente (Boros y Sanders, 1977; Isaacs, Buckley, Martin, 1979; Johnson
y Locke, 1978; Lane, 1989; Watson, Boros y Zrimec, 1979). En cambio Guthmann
(1996) informa que muchos autores son de la opinión de que la verdadera magnitud del
abuso del alcohol y otras drogas entre la población sorda está subestimada, aunque la
mayoría creen que la prevalencia del alcoholismo en la comunidad sorda es por lo
menos tan alta como en la población oyente (Boros, 1981; Dixon, 1987; Ferrell y
George, 1984; McCrone, 1982). Además, Guthmann (1996) afirma que se ha estimado
que uno de cada siete individuos sordos será alcohólico, comparado con uno de cada
diez individuos de la población general, lo que señala cifras alarmantes.
Además, existen numerosas barreras que impiden el acceso de las personas Sordas e
hipoacúsicas a programas de rehabilitación del abuso del alcohol y otras drogas.
Algunas de estas barreras son (Guthmann, 1996):
Aunque la literatura concernirte ofrece escasos datos sobre el éxito de los programas de
rehabilitación para alcohólicos sordos, Scheetz (2004) informa que en el estudio de
Hetherington (1979) se reportó una tasa de recuperación de alcohólicos sordos más alta
que la de alcohólicos oyentes, con un 70% de recuperación en comparación con el 40%
encontrado con alcohólicos oyentes. No obstante, otros datos de recuperación de
alcohólicos oyentes apuntan una tasa de recuperación superior al 80% (de Shazer e
Isebaert, 2003).
26
El MCDPDHHI surgió en 1989 y desde entonces ofrece atención a personas Sordas a nivel nacional en
Estados Unidos y algunas provincias de Canadá. En su página Web pueden consultarse varios artículos
sobre alcoholismo y sordera (http://www.mncddeaf.org).
El personal del MCDPDHHI conoce la LS y la cultura sorda, además tiene experiencia
trabajando con personas Sordas alcohólicas y adictas a otras drogas. Guthmann,
Sandberg y Dickinson (1999), describen el modelo Minessota desde un enfoque
comprensivo y multidisciplinario para el tratamiento de las adicciones, orientado hacia
la abstinencia y basado en el modelo conocido como “12 pasos” (AA, 1952) seguido
por las reuniones de grupos de Alcohólicos Anónimos (AA) y de Narcóticos Anónimos
(NA). Con este modelo se realiza en su mayoría un trabajo conductual aunque también
se hace con él un fuerte énfasis espiritual. Estos grupos están repartidos por todo
Estados Unidos, al igual que en muchos otros países, razón por la cual se siguió este
enfoque.
Además, se enfatiza en el programa que todos sus contenidos sean visuales; los
educativos, de información, de interacciones terapéuticas y otras actividades, para que
así estén adaptados a sus necesidades específicas de comunicación. De esta forma, todos
los materiales escritos se modificaron y fueron traducidos a la LS y grabados en vídeo,
de manera que todos tengan acceso a los contenidos del programa. También el material
relacionado con el modelo de los “12 pasos” es traducido a la LS y grabado en vídeo.
Además, las personas Sordas tienen un acceso directo al programa al comunicarse ellos
mismos a través de teléfonos especiales para sordos (llamados TTY’s por sus siglas en
inglés).
Algunos datos sobre los resultados del Programa Minessota los encontramos en el
estudio de Guthmann (1996) sobre los resultados del tratamiento de 100 personas que
completaron el programa del MCDPDHHI. Se determinó que las variables que tienen
mayor impacto en los resultados, es decir; que ayudan a mantener la sobriedad después
de completar el tratamiento fueron: acudir a las reuniones de los “12 pasos” de A.A., la
habilidad para hablar a la familia acerca de la sobriedad y tener un empleo. De las
personas Sordas e hipoacúsicas de este estudio que entraron en el programa del
MCDPDHHI, un 75% estaban en el paro, y según esta autora, la investigación previa
indica que hay una fuerte relación entre abstinencia y empleo. Además, un nivel alto de
educación también resultó ser un predictor significativo de una mejoría general.
Esta breve revisión del tema del problema del abuso del alcohol y otras drogas en
personas Sordas ha dejado al descubierto otra línea de investigación para estudiar desde
la psicoterapia con este colectivo.
Aunque los primeros estudios de la aplicación de la terapia familiar con personas Sordas
surgieron a mediados de los años 70᾿s, la literatura sobre la aplicación de la terapia
familiar en familias en donde los padres son oyentes y al menos un hijo es sordo, es
hasta estos días escasa.
Por otro lado, también en aquellos primeros estudios se informaba sobre la aplicación
de la terapia familiar con familias en donde los padres son sordos y los hijos oyentes, tal
es el caso del estudio de Robinson y Weathers (1974). En el se concluye que es
necesario que el terapeuta desarrolle habilidades de comunicación especiales tales como
el uso de la LS y que debe tener en cuenta los aspectos psicosociales de la sordera. Sin
embargo, algunos autores opinan que en este estudio se da mayor importancia en la
terapia a crear una comunicación precisa y directa entre los miembros de la familia y el
terapeuta, dejando poco espacio a la exploración de otros temas implicados (Warner,
2000), tales como las variables culturales. Otros autores mencionan que en este estudio
no se toma en cuenta el rol de la identidad cultural de los miembros de la familia
(Myers, Myers y Marcus, 1999).
Los reportes sobre la aplicación de la terapia familiar con estas familias son también
escasos, a pesar de que el 90% de los padres sordos tienen hijos oyentes. Incluso
Warner (2000) opina que todavía no hay investigaciones documentadas sobre la
aplicación de la terapia familiar con cualquiera de estas familias descritas. No obstante,
hay algunos estudios sobre aspectos relacionados con estas familias que pueden
proporcionar información útil en cuanto a la intervención con terapia familiar (Harvey,
1989; Myers, Myers y Marcus, 1999; Preston, 1994; Rienzi, 1990; Warner, 2000).
En este apartado, nos centraremos en las familias en donde los padres son oyentes y al
menos un hijo es sordo, por esta razón en la literatura concerniente se les denomina
familias mixtas. Así, nuestra comprensión de la terapia familiar con estas familias parte
de una perspectiva sistémica, entendiendo que el impacto y las implicaciones de la
sordera tienen una repercusión dentro de un contexto familiar y por lo tanto, cada uno
de los miembros que la constituyen también se ven alcanzados por estas implicaciones.
Como ya hemos visto en el primer capítulo de nuestra investigación, el entorno familiar
es determinante en el desarrollo de las personas Sordas para ayudar a reducir algunas de
las implicaciones de la sordera que después pudieran ser el origen de problemas de
salud mental.
Así, Harvey (1989) describe desde un planteamiento sistémico, una estructura desde la
cual es relevante estudiar a las personas Sordas, comenzando por el nivel biológico,
psicológico, familiar, de redes sociales informales y redes profesionales (Audiologos,
Profesores, Psicólogos), terminando con el nivel cultural. Comenta que estos niveles
representan el contexto en donde pueden surgir problemas de salud mental y por tal es
necesario comprender profundamente los patrones interaccionáles dentro y entre cada
uno de estos niveles para proporcionar un tratamiento más eficaz.
No solo las diferencias lingüísticas en las familias mixtas son las que suponen un
desencuentro, además las diferencias culturales y psicosociales que existen entre los
miembros sordos y los oyentes, producen con el tiempo lo que se denomina como
“choque cultural” (Harvey, 1984; Slogan y Springer, 1987). En muchas ocasiones, las
personas Sordas no encuentran su lugar dentro de su familia oyente, y tampoco en la
sociedad en general, hasta que comienzan ha integrarse en la comunidad sorda, a través
de las Asociaciones de personas Sordas y el contacto mediante la LS con otras personas
Sordas. Pronto en estas familias existen diferencias culturales entre los miembros sordos
y los oyentes.
El impacto de este choque cultural también tiene repercusiones en el contexto de la
terapia con estas familias. Por ejemplo, además de lenguajes distintos, se tienen dos
puntos de vista culturalmente diferentes de las cosas, con lo cual, el terapeuta deberá
moverse con sensibilidad cultural entre un conjunto de creencias culturales: de los
miembros oyentes, de los miembros sordos y las de la familia en general.
Desde este enfoque, la terapia familiar con personas Sordas puede llegar a ser necesaria
en distintos momentos del ciclo vital familiar y ante distintos escenarios. Beyebach y
Rodríguez-Morejón (1995c) afirman que la idea básica del ciclo vital familiar es que
todas las familias experimentan cambios a lo largo del tiempo y que estos cambios se
ajustan a un patrón previsible el cual puede describirse en términos de etapas (Carter y
McGoldrick, 1989), de transiciones (Barnhill y Longo, 1978) o de crisis (Pittman,
1990).
Así, uno de estos momentos del ciclo vital familiar en los que la terapia familiar puede
ser necesaria, es cuando los padres oyentes se enfrentan a la confirmación del
diagnóstico de sordera de su hijo; situación que en su mayoría encontraremos con
mayor frecuencia en familias oyentes ya que la mayoría de los niños sordos nacen en
estas familias. Núñez (1991) explica que estas familias son difíciles de abordar en
psicoterapia ya que atribuyen todos sus problemas y dificultades a la sordera del niño.
Lo que se ha visto que funciona desde el punto de vista terapéutico con estas familias,
es su participación en grupos de padres en la misma situación, compartir sus problemas,
frustraciones, experiencias, conocer además a personas Sordas adultas y percibir su
experiencia de vida (Canavan, 2000).
También utilizan con estas familias la técnica del “equipo reflexivo” (Andersen, 1990,
citado en Warner, 2000; Hindley, Dettman, Beeson, 1998). El equipo se traslada al
salón donde se realiza la terapia. La familia, el terapeuta y el intérprete se cambian al
salón de observación del equipo. Un segundo intérprete entra también en el salón de la
terapia con el equipo y de frente al espejo unidireccional traduce a la familia y al
terapeuta el mensaje, ideas o sensaciones que el equipo transmite a la familia. Esta
técnica es el método de intervención más útil para ayudar a estas familias a explorar una
gama de ideas y alternativas en la terapia (Warner, 1994).
En todo este procedimiento, las personas Sordas del equipo pueden aportar un valioso
punto de vista en la dinámica de la terapia con familias mixtas, facilitando al resto del
equipo la comprensión de la comunicación no verbal de las personas Sordas y los
27
Team for People who are Deaf and their Families at the Prudence Skynner Familiy Therapy Clinic.
aspectos culturales implicados que pueden no ser advertidos por el resto de las personas
oyentes del equipo.
Otros aspectos a tener en cuenta en la terapia familiar con familias mixtas se pueden
resumir de la siguiente manera (Warner, 2000):
Por otro lado, autores como Myers, Myers y Marcus (1999) han descrito dos modelos
que en su opinión pueden ser útiles para explicar la dinámica intrafamiliar, tanto con
familias mixtas como con familias en donde los padres son sordos y los hijos oyentes.
El primero es un modelo sistémico (Harvey, 1989) que se centra dentro en la propia
familia. Estos autores aplican la teoría de la cibernética como un medio para examinar e
interpretar el contexto sistémico e intercultural y la dinámica de la familia entre los
miembros sordos y oyentes.
La sugerencia de Myers, Myers y Marcus (1999) con estas familias, es que los
terapeutas deben encontrar la manera de impulsar y estimular a la familia en un sentido
que promueva la comunicación y la interacción, educando a los miembros sordos acerca
de la “cultura oyente” y a los miembros oyentes acerca de la “cultura sorda”.
En la terapia familiar con familias mixtas pueden participar los padres oyentes/sordos,
al menos un hijo sordo, otros hijos oyentes y el terapeuta. Con esto, la necesidad de
contar con un intérprete de LS está bien justificada; aún si el terapeuta conoce la LS, no
es prudente que interprete para la familia lo que el miembro sordo dice y al mismo
tiempo estar concentrado en la terapia (Harvey, 1982, 1989).
El terapeuta familiar puede utilizar la presencia del intérprete de LS con estas familias
para elicitar y trabajar a través de él, las conductas y sentimientos mal adaptados hacia
el niño sordo (Harvey, 1982). No obstante, en el momento de hacer la definición del
contexto de la terapia, la familia debe tener muy claro que la única función del
intérprete es facilitar el proceso de la comunicación y que este asegurará en todo
momento la confidencialidad durante el tratamiento. Una vez que la familia ha aceptado
la presencia del intérprete y comprendido su rol en el proceso de la terapia, es
importante que se trabaje en la medida de lo posible siempre con el mismo intérprete.
Esto puede ayudar a crear en la familia un clima de seguridad y confidencialidad que
podrá ser de beneficio para la terapia.
Por otro lado, el intérprete profesional de LS, mantiene un riguroso código ético que
demanda condiciones esenciales para realizar su trabajo: la imparcialidad y la
confidencialidad en sus traducciones, la discreción y el establecimiento de límites
profesionales (Steimberg, 1991). Además, es importante que los intérpretes de LS que
intervienen en psicoterapia tengan formación sobre el proceso de la psicoterapia y
conozcan la naturaleza del proceso terapéutico, el propósito de las principales
herramientas terapéuticas y las técnicas más comunes (Standsfield y Veltri, 1987).
También el terapeuta puede aumentar la efectividad del intérprete al realizar una pre-
sesión antes del comienzo de un caso para facilitar información sobre aspectos
históricos y clínicos, de personalidad o de patología del paciente o la familia (Brunson y
Lawrence, 2002). Además, pueden ponerse de acuerdo en otros aspectos; por ejemplo:
el tipo de comunicación o el sitio en el que se colocaran ambos para asegurar que todos
los miembros de la familia participen en la terapia.
Es conveniente que el intérprete se siente a un lado del terapeuta para que de esta
manera la persona Sorda pueda tenerles dentro de un mismo y cercano campo visual. Lo
importante es asegurar que todas las personas que participen en la terapia familiar
tendrán la posibilidad de recibir y dar información con claridad. De esta forma, el
intérprete es más consciente de la naturaleza del proceso terapéutico y los elementos
que intervienen en él, se intenta conseguir así que la transmisión de la información se
efectuará desde un rol más neutral.
En ocasiones, algunas personas Sordas tienen sus propios signos integrados en una
“lengua de signos casera” que utilizan para comunicarse con su familia. Por esta razón,
los profesionales de la salud mental nunca deberán asumir que la presencia de un
intérprete asegura en su totalidad una comunicación adecuada o suficiente (Steinber,
Sullivan y Loew, 1998).
Harvey (1982; 1984; 1989) ha demostrado que el uso del intérprete en la terapia familiar
con familias mixtas, no sólo facilita el proceso de la comunicación, sino que además
tiene influencias inevitables, pero positivas en el proceso terapéutico; explica además
que: “el terapeuta puede ver al intérprete como parte del sistema terapeuta-familia y
usar al intérprete de forma sistémica para precipitar un cambio sistémico” (Harvey,
1989, p. 158).
Al ser las personas Sordas, tanto las que integran la comunidad sorda como las que no
se sienten parte de ella, un colectivo tan heterogéneo en muchos contextos: en lo
cultural, lingüístico, cognitivo, educativo y psicosocial, dar respuesta a sus necesidades
de atención en salud mental requiere de una preparación específica que supone el
desarrollo de ciertas habilidades y conocimientos previos por parte de los profesionales
de la salud mental que den atención a estas necesidades. Por ejemplo; el profesional
debe conocer las necesidades de la comunidad sorda y su cultura. Además, de que lo
ideal es que su comunicación con las personas Sordas sea en LS.
2. Estar informado de los avances tecnológicos y los recursos disponibles para las
personas Sordas, como por ejemplo: ayudas técnicas para la vida diaria y facilidades
para la rehabilitación. Instalar teléfonos para personas Sordas que faciliten su acceso a
los servicios de salud mental.
Además de estas recomendaciones, Denmark (1994, p. 49) sugiere como mínimo las
siguientes habilidades en los profesionales de la salud mental involucrados en el
tratamiento de personas Sordas:
Por otro lado, también Sussman y Brauer (1999) señalan otras necesidades especiales de
entrenamiento específico para profesionales de la salud mental implicados en la
atención de personas Sordas:
2.- Tener estudios completos de los aspectos psicológicos, del desarrollo y la salud
mental relacionados con la sordera, incluyendo todas las etapas de la vida, desde la
infancia hasta la vejez.
En cuanto a los elementos necesarios para incrementar la eficacia del servicio que los
terapeutas puedan ofrecer a pacientes sordos, hay también algunas sugerencias prácticas
que pueden servir de guía (Scheetz, 2004):
2º.- Usar preguntas abiertas y/o cerradas, pero cortas, claras y concretas.
Por último, Sussman y Brauer (1999) mencionan que en particular los terapeutas de
personas Sordas son proclives al fenómeno del burnout, ya que han comprobado que
algunos psicoterapeutas abandonan la práctica de su profesión con pacientes sordos y
continúan con otros pacientes. Parece ser que estos profesionales que abandonan el
terreno de la salud mental y sordera consideran que el trabajo con pacientes sordos es
demasiado demandante o un reto que difícilmente pueden conseguir cumplir. También
la necesidad de adquirir habilidades especiales como aprender la LS, demandan una
formación y un aprendizaje que pueden ser vistos como agotadores.
3.6.1 Aspectos a considerar que marcan diferencias entre la terapia con pacientes
sordos y pacientes oyentes.
1. Etiología de la sordera.
2. Periodo de comienzo de la sordera.
3. Grado de pérdida auditiva.
4. Sistemas de comunicación.
5. Nivel de comunicación.
6. Desarrollo del lenguaje, habilidades e incapacidades lingüísticas.
7. Desarrollo del entendimiento conceptual (razonamiento).
8. Handicaps adicionales.
9. Historia de crianza.
10. Historia educativa.
11. Origen geográfico.
12. Nivel de aceptación de la sordera.
13. Situación en la que se encuentran dentro de la cultura de los sordos.
14. Capacidades de afrontamiento, habilidades psico-sociales y habilidades de solución
de problemas.
15. Desarrollo emocional.
La duración de las sesiones con personas Sordas es otro punto en donde encontramos
diferencias debido en muchos casos a la comunicación, cuando se usa un intérprete de
LS las sesiones suelen durar 90 minutos. El formato tradicional de la sesión de 50
minutos suele ser poco tiempo y el proceso de la interpretación suele consumir mucho
tiempo (Brunson y Lawrence, 2002). Con frecuencia se utiliza más tiempo ya que hay
muchos más factores a valorar y además hay que asegurarse constantemente si el
paciente sordo nos ha entendido y cómo nos ha entendido.
Por último, hay que considerar que muchos de los problemas que llevan a consulta a las
personas Sordas, no son problemas de salud mental sino más bien problemas sociales
que no recibieron una respuesta adecuada, muchos problemas familiares y problemas
económicos que terminan influyendo de manera negativa en su salud mental. Por esta
razón, es común que se trabaje también desde una línea psicoeducativa para afrontar
estos problemas. En este sentido, y como hemos visto hasta ahora, es una población
heterogénea y compleja, de ahí la necesidad de comprenderla bien antes de trabajar con
ella en psicoterapia. A continuación, y a partir de las páginas que integran este capítulo,
elaboraremos algunas conclusiones que de él se desprenden.
COMENTARIOS FINALES
Esta situación ha cambiado para beneficio del colectivo de personas Sordas con
necesidades de recibir tratamiento en salud mental, tanto por el aumento de la
investigación realizada como por la formación de profesionales de la salud mental
sordos que han contribuido a la construcción de un modelo cultural de la sordera,
opuesto al modelo patológico que predominaba hasta hace poco más de dos décadas.
Pese a este ligero cambio, el progreso de la psicoterapia con pacientes sordos continúa
siendo lento, lo cual indica que existe en la actualidad la necesidad de incrementar la
investigación en el contexto de la psicoterapia con pacientes sordos y dar seguimiento a
las múltiples líneas de investigación que aún quedan por estudiar y que han sido
revisadas en este capítulo.
Por último, después de analizar las características necesarias del terapeuta de personas
Sordas, conseguimos una descripción de las habilidades básicas (conocer la LS y
desarrollar una sensibilidad cultural hacia el colectivo de personas Sordas) para
aumentar las posibilidades de proporcionar un tratamiento eficaz.
Capítulo 4
En la primera parte de este capítulo haremos una descripción teórica de la Terapia Breve
Centrada en Soluciones (en adelante, TBCS), comenzando por su origen y desarrollo.
Describiremos también las influencias teóricas y filosóficas de las cuales ha nacido el
modelo. Comprobaremos que la filosofía central de la TBCS es la búsqueda de
soluciones, a través de la identificación de las excepciones al problema y la
construcción de una expectativa de cambio. Esto es construido de forma conjunta entre
el terapeuta y el cliente, a través de una relación terapéutica de cooperación y respeto.
Con esto, es notable la línea constructivista que adopta el modelo como una de sus
principales características. En la TBCS se asume que el cliente es quien puede adoptar
un rol de experto ante su problemática y el terapeuta un rol de facilitador del proceso de
cambio que le acompaña en el camino hacia las soluciones, asumiendo con respeto que
los clientes tienen los recursos necesarios para conseguir el cambio.
La TBCS ha sido el modelo de terapia que hemos aplicado como tratamiento para la
depresión en personas Sordas en una investigación llevada a cabo recientemente (ver
capítulo 5), con el objetivo de conocer la eficacia de este modelo con esta población
específica y para el tratamiento concreto de la sintomatología depresiva.
En la segunda parte de este capítulo, describiremos brevemente la investigación de
resultados de la TBCS. El resultado será el informe de las investigaciones llevadas a
cabo en los últimos 20 años, en diversos países y en muestras de personas provenientes
de una gran diversidad de contextos. Estas investigaciones han estudiado la eficacia
(mediante estudios de seguimiento, estudios pre-post test, estudios controlados y
estudios con diseño de caso único) de la TBCS y en ocasiones también la eficiencia de
programas de tratamiento en donde se aplica el modelo centrado en soluciones como
tratamiento de muy distintos problemas (por ejemplo: el abuso de alcohol, la violencia
doméstica).
Han transcurrido ya más de 20 años desde la publicación del primer libro en el que de
Shazer (1985) explicaba los principios teóricos y algunas de las primeras técnicas e
intervenciones de la TBCS. También hace 20 años de Shazer y cols., (1986) publicaron
el primer artículo sobre los principios y técnicas de la TBCS. Con el tiempo, estas
publicaciones se han convertido en las referencias que indican el comienzo (en cuanto a
publicaciones se refiere) de la TBCS.
El hilo conductor del desarrollo de la TBCS se remonta quizás a 1958. Ese año Don
Jackson fundó el Mental Research Institute (MRI) en Palo Alto, California y unos años
más tarde, en 1968 John Weakland, Paul Watzlawick, Richard Fisch y otros
establecieron dentro del MRI el Brief Theraphy Center (BTC). El modelo de terapia
fruto de este grupo se denominó “centrado en los problemas”, debido a que se intenta
aliviar sólo las quejas específicas que los clientes traen a terapia, el problema son las
soluciones intentadas ineficaces (O´Hanlon y Weiner-Davis, 1990).
Con influencias de este grupo, de Shazer y cols., (1986) indica que en 1969 comenzó a
desarrollar su propio modelo de terapia breve, y reconoce en él una relación conceptual
y una conexión de desarrollo entre las ideas expresadas por el grupo del MRI
(Weakland, Fisch, Watzlawick y Bodin, 1974) y las de su trabajo y del resto de su
equipo (de Shazer y cols., 1986).
De ahí que algunos trabajos de Steve de Shazer previos a 1985, como el mismo
reconoce (de Shazer, 1988, p. 25) se centraron en la “resolución de problemas” (de
Shazer, 1982, 1984; de Shazer y Molnar, 1984). Es decir, en ellos los esfuerzos de la
terapia se centraban en la identificación del patrón del problema y en elaborar
estrategias para su ruptura o alteración, con el objetivo de facilitar la aparición de
nuevos patrones eficaces.
Así, se puede afirmar que el modelo centrado en soluciones (del BFTC) nació del
modelo centrado en los problemas (del MRI) y evolucionó hacia una filosofía orientada
a las soluciones. Esto es, la proyección al futuro sin el problema y la búsqueda de
excepciones, a través de una relación de cooperación con el cliente y el reconocimiento
de sus propios recursos para alcanzar el cambio.
Más adelante, en 1978 de Shazer, su esposa Insoo Kim Berg y otros de sus colegas
(Elam Nunnally, Eve Lipchik y Alex Molnar) establecen el Brief Family Theraphy
Center como un centro de investigación y de formación y entrenamiento de terapeutas.
A diferencia del grupo del MRI, en donde el foco de la terapia se dirige hacia la
resolución de problemas, en el BFTC se reorienta el foco de la terapia hacia las
soluciones. Esto podría definirse como: “un proceso durante el cual el terapeuta y el
cliente construyen algo (una solución), en vez de arreglar algo (una disfunción)”
(Molnar y de Shazer, 1987, p. 27).
El segundo paso para dar a conocer el modelo de TBCS fue la publicación en la revista
Family Process en 1986 del artículo Brief Therapy: Focused Solution Development (de
Shazer y cols., 1986). El titulo de este trabajo hace una evidente alusión (reconocida
además por los autores) al artículo publicado por Weakland, Fisch, Watzlawick y Bodin
(1974), titulado: Brief Theraphy: Focused Problem Resolution, con lo que de Shazer y
el resto del equipo confirman las influencias en su trabajo de las ideas del BTC del
MRI, aunque mostrando una clara preferencia por las soluciones y por la forma de
encontrarlas.
Desde hace un par de décadas, surgió una nueva orientación en la terapia que se centra
ahora en el futuro de los clientes. Esta última tendencia de la psicoterapia denominada
por O´Hanlon y Weiner-Davis (1990) como “megatendecia” (p. 14), tiende a apartarse
de las explicaciones, los problemas y la patología y se dirige hacia las soluciones y los
recursos. Se caracteriza también por su enfoque constructivista y la proyección futurista
de una realidad sin el problema, lo cual ayuda a centrar a la persona en las soluciones
sin la innecesaria búsqueda de causas subyacentes del problema ni la forma en que este
se mantiene. La TBCS representa un modelo de esta última orientación. Tan importante
es el futuro en la TBCS que de Shazer (1988) afirma: “para que la terapia breve resulte
satisfactoria, es necesario que el presente se proyecte en el futuro” (p. 209).
Este cambio de enfoque supuso además una reducción considerable en la duración del
tratamiento, el número de sesiones de terapia disminuyó de manera significativa.
Quizás en cuanto a la menor duración de la psicoterapia se haya aplicado de cierta
forma el principio de Guillermo de Occam (de Shazer, 1985). Es decir, lo que puede
solucionarse en pocas sesiones, en vano se solucionará empleando más. Por otro lado,
tal vez la disminución temporal obedeció más a intereses socio-económicos. En todo
caso, es difícil dudar desde el punto de vista económico, que es más rentable una
terapia breve que una de larga duración y que respondiendo a las necesidades de los
clientes, es éticamente preferible solucionar el problema a la mayor brevedad posible.
Mencionar las influencias y las ideas a las que Steve de Shazer y colaboradores
estuvieron expuestos para crear el modelo, ayudará a conocer el fundamento
epistemológico de la TBCS. Las ideas y el modelo terapéutico que de Shazer crea,
desarrolla y explica (junto a los demás miembros del BFTC) a lo largo de su obra
escrita, transitan históricamente desde Milton Erickson, Gregory Bateson y los
terapeutas del grupo del BTC del MRI. Llegan incluso hasta ciertas influencias asiáticas
derivadas de su esposa Insoo Kim Berg.
Ya que este modelo nació de la práctica de la terapia familiar, las primeras bases
provienen de la teoría general de sistemas (von Bertalanffy, 1976). Aunque parece que
de Shazer (1982) en un inicio centra el foco del estudio en “la familia como sistema”,
más tarde hace una distinción (entre el estudio de la familia y la terapia como sistema)
y centra el estudio en “la terapia como sistema” (de Shazer, 1988), posicionándose más
en esta última. No obstante, Berg (1994) explica que aunque la TBCS está basada en las
mismas ideas interaccionáles y sistémicas de la terapia familiar, difieren de manera
significativa en la visión del cambio. Añade que, mientras la terapia familiar considera
que la unidad familiar es impulsada por la presión de mantener un balance
homeostático y por mantener sus límites, para la TBCS el proceso del cambio es
inevitable y está ocurriendo constantemente.
Esta visión del cambio en constante movimiento es en realidad una influencia budista
que Insoo Kim Berg aporta en general a la filosofía de la TBCS y en particular al
pensamiento de S. de Shazer, quien considera las influencias budistas y taoístas
“decisivas” en su modelo (de Shazer, 1982, p. 14). En cuanto a la idea del cambio en la
TBCS, Berg (1994) explica que: “De igual forma que el punto de vista budista
considera que la estabilidad es nada más que una ilusión basada en la memoria de un
instante en el tiempo, la terapia centrada en soluciones considera la vida humana como
un proceso continuo de cambio” (p. 10).
Por otro lado, la influencia del pensamiento y la práctica clínica de Milton Erickson
contribuyó al desarrollo de la terapia familiar y luego al de la terapia breve/estratégica.
Tanto el grupo del BFC del MRI (terapia centrada en los problemas) como en el grupo
del BFTC (terapia centrada en soluciones) han sido influidos por las ideas y el trabajo
de Erickson. Sus ideas, ejemplos de casos clínicos y filosofía terapéutica son citados de
forma continua y son visibles en la mayor parte del trabajo y las ideas de Steve de
Shazer.
Al leer los ejemplos de intervenciones que Erickson hacia con sus pacientes (O´Hanlon
y Weiner-Davis, 1990; de Shazer, 1982, 1985) se aprecia que en ellas se centra en lo
que los pacientes hacen para corregir o solucionar sus problemas dejando de lado los
detalles de cómo se forma el problema. También Erickson creía que los terapeutas
debían emplear todo lo que el cliente le presentara para reorientarlos así hacia la
solución, esto era el “enfoque de la utilización”. Quizás de ahí que de Shazer (1985)
afirme que la clave de la terapia breve es “utilizar lo que el paciente trae consigo para
satisfacer sus necesidades de modo tal que pueda lograr una vida satisfactoria por sí
mismo” (p.24). Consideraba también que las personas traen consigo los recursos
necesarios para conseguir el cambio en la terapia y guardaba una postura respetuosa
hacia los pacientes confiando en sus capacidades. Otros métodos terapéuticos como por
ejemplo la “pseudo-orientación en el tiempo” (Erickson, 1954a) fueron la base de
técnicas que más tarde de Shazer desarrolló tales como “la bola de cristal” (de Shazer,
1978, 1985), la “tarea de fórmula de la primera sesión” (de Shazer, 1985) y la Pregunta
Milagro (de Shazer, 1988).
Estas ideas son de naturaleza orientada a la construcción de soluciones y junto con los
métodos terapéuticos de M. Erickson inspiraron gran parte del modelo centrado en
soluciones. Aunque como señalan O´Hanlon y Weiner-Davis (1990) Erickson no estaba
totalmente orientado a las soluciones y no siempre su enfoque era breve, más bien tan
heterogéneo que definirlo dentro de un sólo modelo psicoterapéutico sería incorrecto.
Por otro lado, el modelo centrado en soluciones adopta una fuerte línea constructivista.
El terapeuta centrado en soluciones construye e inventa con la cooperación del cliente,
una realidad terapéutica. A través del “constructivismo radical” (von Glasersfeld,
1975), de Shazer (1988, p. 84) afirma que, en mayor o menor medida, “la realidad
social se construye a través de la comunicación”. Como señalan Beyebach, Piqueras y
Rodríguez-Morejón (1991) quizás la adopción de un punto de vista constructivista
radical sea el presupuesto básico del modelo centrado en soluciones.
Los terapeutas centrados en soluciones acuden a la terapia con la certeza (al menos
teórica) de que podrán crear/inventar una expectativa de cambio en el cliente. Este es el
presupuesto al que de Shazer (1988) otorga un papel central en su modelo: “Sin la
expectativa de que las cosas pueden andar mejor, la terapia no tiene sentido. De hecho,
la expectativa de que las cosas pueden andar mejor es la presuposición central de toda
la terapia” (p. 209).
Se rechaza la idea de que el síntoma cumple una función, con lo que se adopta una
postura no-patológica de la problemática humana. De acuerdo con esto, y siguiendo la
postura de respeto que adopta el terapeuta centrado en soluciones, se rechaza adoptar
un modelo normativista que coincida poco con la idiosincrasia de los clientes.
La TBCS estima que el terapeuta puede llevar a cabo una terapia efectiva sin
conocer muchos detalles acerca del problema o queja o la función que esta cumple. Por
el contrario, lo que sí considera imprescindible conocer, (importante tanto para el
terapeuta como para el cliente) es cómo sabrá el cliente que el problema se ha resuelto.
Es decir, ¿cuál será la primera señal que le indique que ha resuelto el problema?
29
Totalismo (de Shazer, 1985).
Por último, también han influido en el trabajo de los terapeutas centrados en soluciones
tres reglas o principios que sirven de guía para orientar la terapia hacia las soluciones
(Berg y Dolan, 2001):
1) Si no está roto, no lo arregles: Esto es, ayudar al cliente a centrarse sólo en lo que
funciona para resolver el problema y en aquello que puede solucionarse.
2) Si funciona, hazlo más: Ampliar lo que está funcionando es una solución en
potencia. No importa lo pequeño que sea.
3) Si no funciona, deja de hacerlo y haz algo diferente: Esto es, mismos pensamientos y
acciones ineficaces, igual a mismos resultados. Se trata de interrumpir la espiral de
soluciones ineficaces introduciendo un elemento nuevo y/o diferente para reorientar los
esfuerzos por encontrar una solución.
Para de Shazer (1985), el cambio terapéutico “es un proceso interaccional que envuelve
a cliente y a terapeuta” (p. 82) y además un proceso “continuo e inevitable” (p. 86).
Como es interaccional, ambos construyen tanto la realidad del problema como de las
soluciones, para así abrir la puerta del cambio. De este modo, terapeuta y cliente
construyen sólo problemas que pueden resolverse y esto se realiza, según de Shazer, a
través de un “esfuerzo cooperativo” (p. 85) que inicia el terapeuta desde la primera
sesión. Así, esta cooperación tendrá un efecto positivo en la relación terapéutica y en
los resultados del tratamiento.
Para explicar un modo de construir la realidad terapéutica, de Shazer (1982, 1985) usa
dos teorías con las que interpreta el cambio desde dos posicionamientos teóricos: la
teoría de la cooperación (Axelrod, 1984) y la teoría de los estados de expectación
(Berger y cols., 1977).
Ahora, ¿cómo se aplica esta teoría del cambio? Los terapeutas centrados en soluciones
construyen dentro de la realidad terapéutica del cliente (a través de una relación
terapéutica cooperativa) la idea de que el cambio es posible e inevitable. Comienzan
elaborando estrategias (a través de técnicas) para proyectar el presente (sin el problema)
en el futuro más inmediato. Esto transmite al cliente la idea de que el terapeuta espera
encontrar cambios y está seguro de que se producirán. La tarea del terapeuta consiste en
identificar y ampliar las cosas que el cliente ya está haciendo (soluciones eficaces) para
conseguir y consolidar el cambio. También, identifica los momentos en los que el
problema no se presenta (excepciones) e investiga de forma interaccional, todo lo que
sucede a su alrededor, resaltando con ello los recursos de los clientes para resolver el
problema. Con esto se ayuda a crear la expectativa de que puede existir un futuro
cercano sin el problema.
Al igual que otros modelos de terapia breve, con frecuencia en la TBCS se trabaja en
equipo30 (Beyebach, 1995b, 1996, 2000), aunque no es indispensable, como señala de
Shazer (1985, p. 36): “el trabajo con un equipo: estimulante, pero no necesario”. En
30
Usando el formato tradicional, es decir, el equipo situado detrás de un cristal unidireccional que
observa al terapeuta y los clientes, con la posibilidad de intervenir a través de un intercomunicador.
También colabora con el terapeuta durante la pausa para planear la intervención, es decir, preparar los
elogios y diseñar las tareas.
todo caso, ya sea en la terapia en equipo o individual, los terapeutas centrados en
soluciones suelen seguir el mismo formato de entrevistas.
Además de ser un enfoque de terapia breve31, también se caracteriza por la rapidez con
la que el terapeuta inicia la búsqueda, construcción e identificación de soluciones. En la
primea sesión, dedica muy poco tiempo a la exploración del problema (aunque siempre
el suficiente) y centra de inmediato la conversación en los recursos de los clientes. Con
esto comienza a identificar y marcar las excepciones y a investigar de forma muy
detallada lo que sucede en el cliente y a su alrededor cuando el problema no se presenta,
ampliando esta información lo suficiente hasta crear expectativas de cambio, a través de
las cuales investiga con detalle, todo lo relacionado con el futuro cercano del cliente en
donde el problema está resuelto. Cuanto más consiga que el cliente hable y describa las
diferencias que crea la visión del futuro sin el problema, más capaz será de reconocer el
cambio cuando este ocurra. A continuación haremos una breve descripción de la TBCS
que sera expuesta con fines didácticos con el objetivo de que sea expuesto su
procedimiento y su implementación, lo cual no significa que sea aplicada
exclusivamente de esta manera o de una forma rigida.
31
de Shazer ha informado que el número promedio de sesiones oscila entre 4.6 (de Shazer 1991) y cinco
sesiones (de Shazer, 1985).
La relación que establecen el terapeuta centrado en soluciones y el cliente se distingue
por ser cooperativa. Para construir una buena relación terapéutica, O᾿Hanlon y Weiner-
Davis (1990, p. 71) centran en el lenguaje la clave para “unirse” al cliente y mantener
una conversación orientada al cambio. Proponen algunas técnicas de unión, como
“adaptarse al lenguaje del cliente” (usar algunas de sus palabras), “adoptar su
modalidad sensorial” (entrar en su lenguaje metafórico sensorial) y “encauzar su
lenguaje” (dirigir constructivamente los significados de su lenguaje). El objetivo es
crear un ambiente de confianza en el que los clientes puedan sentirse escuchados y
cómodos. Para esto, es importante tener en consideración los modelos de relación
terapeuta-cliente que explica de Shazer (1988): a) Visitantes (personas sin motivo de
consulta, acompañantes de otras personas o remitidos de forma obligatoria). b)
Demandantes (hay motivo de consulta y una expectativa de solución con la que indica
cooperación). c) Compradores (expresan además de una demanda de consulta y
cooperación, su disposición por hacer algo por conseguir una solución). En todo caso,
estas descripciones no son más que construcciones teóricas de los clientes que el
terapeuta puede considerar para conseguir ajustar (de Shazer, 1985) las intervenciones a
cada cliente en particular.
El terapeuta tiene varias oportunidades para construir y establecer los objetivos con
estas características. Beyebach, Piqueras y Morejón (1991) explican que hay tres
oportunidades en los que se pueden establecer: 1º.- A partir de la queja de los clientes.
Una vez que se ha definido el problema. 2º.- A partir de las excepciones al patrón del
problema. Se habla sobre cómo ampliar las excepciones hasta llegar a la solución. 3º.-
A partir de la Pegunta Milagro. Cuando el cliente describe el futuro sin el problema en
realidad está aportando definiciones operacionales de los objetivos que quiere
conseguir. No obstante, cada uno de estos momentos requieren del terapeuta un
constante y cuidadoso lenguaje orientado hacia las soluciones.
¿Qué son las excepciones? De Shazer y cols., (1986) las define como aquellas
situaciones o momentos en la vida de los clientes en donde en contra de lo esperado, no
se da la conducta-problema. Por el contrario, el cliente hace algo que funciona o que es
efectivo. El trabajo del terapeuta consiste en identificarlas, ampliarlas y atribuir a los
clientes el avance conseguido e investigar la forma en la que pueden mantenerlas. En
realidad el terapeuta puede desarrollar un trabajo sobre excepciones en cualquier
momento de la terapia, siempre que identifique algo positivo que los clientes están
haciendo y que suponga algo que contribuya en la mejoría del problema. Con el trabajo
sobre excepciones, la TBCS asume con certidumbre que en la vida de los clientes hay
siempre momentos en los que el problema no se presenta, nada ocurre siempre y puesto
que asume también que el cambio es posible e inevitable, encontrarlas es sólo cuestión
de tiempo.
a) Cambio pretratamiento.
“Muchas veces las personas advierten en el tiempo que transcurre entre que
conciertan la consulta y la primera sesión que las cosas ya parecen diferentes.
¿Qué ha notado en su situación?”
Hasta ahora hemos visto que una de las características principales del modelo centrado
en soluciones es la proyección al futuro. La técnica principal en la que se basa para
conseguirlo es la Pregunta Milagro. A través de ella, también se puede construir
objetivos terapéuticos bien definidos (véase punto 4.5.1.3), aunque el propósito central
de la técnica es trasladar al cliente a un futuro inmediato sin más equipaje que las
soluciones, expresadas en términos de las diferencias que supondrá en su vida la
desaparición “milagrosa” del problema.
Aunque de Shazer presenta esta técnica hasta su tercer libro (de Shazer, 1988), ya había
desarrollado un trabajo previo (como ya mencionamos, con influencia del trabajo de M.
Erickson) en el que hablaba de hacer que el futuro se destaque respecto del presente
(de Shazer, 1985). Así, desarrolló su propia versión de la técnica de la bola de cristal de
Erickson (1954a, 1954b) con la que proyectaba a los clientes a un futuro sin el
problema y en el que tienen éxito.
El resultado efectivo del trabajo con la Pregunta Milagro debe ser una narración
conductual en la que con lujo de detalles pueda verse como serán las cosas cuando el
problema esté resuelto y qué diferencias creará en la vida del cliente (y alrededor de su
entorno: familia, trabajo, amigos, pareja) su desaparición.
Tabla 12. Formas para construir objetivos bien establecidos en la Pregunta Milagro.
Una vez que se ha conseguido esta narración, el terapeuta puede usarla como un
método para construir excepciones. Por ejemplo, puede preguntar: ¿Cuándo ha sido la
última vez que una parte de este milagro se ha producido?
Esta herramienta terapéutica está diseñada para evaluar algunos aspectos subjetivos o
abstractos que ocurren dentro del contexto de la terapia y relacionados con el cambio.
Por ejemplo, a través de preguntas de escala se puede evaluar el nivel de autoestima del
cliente, la confianza que tiene en lograr o mantener el cambio, la evaluación del
progreso de la terapia, la disposición a trabajar en terapia y a realizar tareas, la prioridad
que otorga para resolver distintos problemas (Berg, 1994) e incluso el riesgo de
suicidio. Su aplicación resulta de gran utilidad en aquellos clientes que establecen
objetivos vagos e inespecíficos, ya que permite evaluar de forma clara el nivel de
avance que percibe el cliente en el tratamiento.
Una vez que se establece una escala, explica de Shazer (1988), existe al menos un
modo potencial de medir el progreso y tal vez la solución. Pero no sólo se usa para
medir sino para facilitar el tratamiento, de Shazer (1994) explica que las preguntas de
escalas se usan “no sólo para medir la propia percepción del cliente, sino también para
motivar y alentar y dilucidar los objetivos, las soluciones y todo lo que pueda ser
importante para cada paciente individual” (p.124).
Al igual que sucede con la Pregunta Milagro, existen varias versiones de la pregunta
escala de avance, pero la más empleada sería la siguiente:
“En una escala de 1 a 10, en donde 1 es el momento en el que los problemas que
les han traído aquí han estado peor, y 10 el momento en que estarán del todo
solucionados, ¿en qué lugar de la escala situarían las cosas?”
Las preguntas de escalas son tan versátiles que mediante ellas se pueden hacer
conexiones con la Pregunta Milagro. Por ejemplo, “Si el 10 representa el día después
del milagro y el 0 representa cómo estaban las cosas cuando usted comenzó la terapia,
¿en qué punto de la escala considera que se halla hoy?” (de Shazer, 1994, p. 226).
Además, a través de “preguntas de seguimiento” se puede ampliar la información
generada a partir de la pregunta escala de avance. Por ejemplo: ¿Cómo es que las cosas
están en un cinco y no en un dos?, ¿Cuál sería una pequeña señal de que las cosas están
un punto más arriba en la escala?, ¿Qué diferencias notará en su vida cuando las cosas
pasen de cinco a seis?
Por último, de Shazer (1994) ha encontrado que el uso de preguntas de escala es en
particular muy útil cuando ha trabajado en terapia con clientes con los que no podía
comunicarse de forma directa por diferencias en el idioma. En estos casos participó un
intérprete (alemán-inglés) que traducía las sesiones. Sobre el uso de preguntas de escala
cuando participa un intérprete en terapia de Shazer (1994) opina:
“Algo que quizás resulta sorprendente es que la situación termina siendo más fácil
para mí cuando participa un intérprete, porque esto nos obliga, tanto a mí mismo
como a los pacientes, a simplificar las cosas. Ninguno de nosotros puede suponer
automáticamente –como es habitual– que el otro <comprende>. En realidad, contar
con la participación de un intérprete contribuye a establecer un contexto en el cual
es muy probable que haya más <malentendidos> que <entendimientos>. En este
contexto, aún más cuando trabajo con pacientes de habla inglesa, tiendo a favorecer
las preguntas que implican el uso de una escala, ya que evidentemente todos los
pacientes pueden <comprender> la idea de que, en una escala que va de 1 a 10, 5 es
mejor que 4. Por eso podemos construir un entendimiento o, por lo menos un
malentendido mutuo, viable” (p. 197).
Señalar esta opinión es importante puesto que supone para nuestro trabajo sobre la
eficacia de la TBCS con pacientes sordos (en el que participaron intérpretes de LS), un
punto de encuentro significativo (en cuanto a la aplicación de la TBCS haciendo uso de
intérpretes, tanto con pacientes sordos como oyentes). Como veremos en el próximo
capítulo, la pregunta escala de avance mostró un desempeño exitoso con los tres casos
con los que trabajamos en el Estudio 2 de nuestra investigación. Encontramos al igual
que de Shazer (1994, p. 131), que las escalas figuraron “no sólo como un puente entre
terapeuta y pacientes, sino además como un puente entre las diferencias lingüísticas
(tanto en las palabras como en los conceptos)”. Además, al igual que sucedió en el
Estudio 2, de Shazer también observa que cuando trabaja con intérpretes, los clientes
(oyentes) suelen dirigirse a éste y no a él. Pero como siempre hay excepciones, en una
entrevista con un paciente alemán explica que: “Durante toda la entrevista el paciente
me habló directamente a mí en lugar de dirigirse al intérprete, lo cual es raro” (de
Shazer, 1994, p. 215). En todo caso, para de Shazer la presencia del intérprete en
terapia no parece causar dificultades ni en el proceso ni en los resultados de la terapia.
5.1.7.- Características del Mensaje Final.
a) Los elogios.
Durante el desarrollo de la sesión, el terapeuta toma nota de las cosas que los clientes
señalan que están haciendo bien y que les da buenos resultados. De esta manera, la
intervención que se entregue al final de la sesión dependerá de la dirección que esta
haya tomado (Molnar y de Shazer, 1987). Se trata de identificar las cosas positivas y
útiles que los clientes ya estén haciendo y que supongan un paso adelante (por pequeño
que sea) en la resolución del problema. Durante el mensaje final, el terapeuta
simplemente se encarga de transmitir una felicitación por estas cosas positivas con lo
que se intenta destacar los recursos y cualidades de los clientes. Con frecuencia en la
primera sesión suelen ser muy generales y se vuelven más concretos a medida que
avanzan las sesiones (de Shazer, 1982).
b) Las tareas.
Una vez que el terapeuta ha entregado los elogios a los clientes, propone ahora realizar
alguna actividad orientada hacia las soluciones. Esta puede implicar hacer cosas,
reflexionar, o prestar atención a un determinado tema. El análisis de las decisiones que
debe tomar el terapeuta acerca de qué tarea pedir a los clientes es un tema bien
investigado en la TBCS (de Shazer, 1985, 1988; Gingerich y de Shazer, 1991; Molnar y
de Shazer, 1987). Sin embargo, Beyebach (1999) expone unos criterios más sencillos y
breves para diseñar una tarea: 1) Pedir algo coherente con lo hablado en la sesión. 2)
Sugerir sólo aquello que consideremos que los clientes estarán dispuestos a realizar. 3)
Pedir lo más sencillo.
“Desde ahora y hasta la próxima vez que nos encontremos, a nosotros nos (a mí
me) gustaría que observe, de modo que pueda describirnos (describirme) la próxima
vez lo que ocurre en su (elija: familia, vida, matrimonio, relación) que usted quiere
que continúe ocurriendo” (de Shazer, 1985, p. 150).
Los principales objetivos de las entrevistas posteriores a la primera sesión serían (de
Shazer, 1994): 1) Construir el intervalo entre sesiones como periodos de tiempo en los
que ocurren mejorías. 2) Comprobar si el cliente considera que lo que el terapeuta y él
mismo hicieron en la sesión anterior resultó de provecho, es decir, si le ayudó a percibir
una mejoría. 3) Ayudar al cliente a especificar las cosas que está haciendo que la
llevaron a algún logro, de tal modo que el cliente reconozca en que debe perseverar. 4)
Analizar si los logros conseguidos son suficientes para el cliente, esto definirá si es o no
necesario continuar la terapia. 5) Evitar hablar del problema y de las cosas que no
funcionan cuando el cliente no describa mejorías.
Tanto en la segunda sesión como en las posteriores, las sesiones suelen comenzar con
preguntas que presuponen que las cosas han ido mejor (entre sesión y sesión) y que se
han producido mejorías. Por ejemplo, nada más comenzar la sesión el terapeuta
pregunta: ¿Qué cosas han ido mejor? O también hace preguntas vinculadas con la tarea
de la sesión anterior. Por ejemplo: ¿Qué cosas han sucedido que te gustaría que
continuaran sucediendo? El objetivo es mantener una conversación el mayor tiempo
posible destinada a descubrir cambios, mejorías y soluciones, aún cuando el cliente
informe en un primer momento que las cosas han ido mal o sin mejorías.
Una vez que el cliente informa de alguna mejoría, los esfuerzos del terapeuta se
orientan hacia (Beyebach, Piqueras y Rodríguez-Morejon, 1991): 1) Hablar todo lo
posible sobre ella y el mayor tiempo posible. 2) Suelen emplearse preguntas
interacciónales para abrir más el abanico de los cambios. 3) Se atribuye en los clientes
la responsabilidad y el logro de los cambios conseguidos. 4) Se investiga cómo
mantener los cambios, con la intención de crear confianza y seguridad en los clientes.
5) Como una forma de afianzar los recursos de los clientes y prepararlos en caso de que
reaparezcan problemas, se suele hacer una prevención de recaídas. 6) Una forma de
ampliar y mantener los cambios que informa el cliente, es pedirle que continué
haciendo más de lo que funciona para que continúen bien las cosas.
¿Cuándo finaliza la terapia? Uno de los criterios de la TBCS para dar por concluida la
terapia aparece cuando el cliente considera que ha alcanzado los objetivos terapéuticos
planteados. De ahí la importancia de definirlos con claridad y de forma concreta en la
primera sesión, ellos determinan el camino a seguir para alcanzar la meta (proyectan el
presente en el futuro). Berg (1994) indica que cuando los objetivos han sido descritos
en términos conductuales, concretos, y de forma que pueda medirse su avance (por
ejemplo, con preguntas escala), es fácil observar cuándo debe terminarse la terapia.
Además, con esta postura es el cliente quien determina si el cambio que ha conseguido
es suficiente y si coincide con la meta establecida. Así se mantiene hasta el final una
línea congruente con la postura llevada durante las sesiones de que el cliente es el
experto y el terapeuta un simple facilitador del proceso de cambio.
En algunos casos, otro criterio para terminar la terapia está impuesto de forma previa al
inicio por un número establecido de sesiones (por ejemplo: cuando el cliente asiste a
terapia con financiamiento de una empresa, o un seguro), aunque esto puede repercutir
tanto de forma positiva como negativa en los resultados del tratamiento.
El procedimiento para llevar a cabo esta revisión supone un recorrido histórico a través
de más de 20 años de investigación. Esta revisión está compuesta por estudios de
seguimiento, estudios pre-post test, y estudios controlados. En la última parte, haremos
una revisión de estudios que se han elaborado a partir de un diseño de estudio de casos.
Algunos criterios que hemos tenido en cuenta para la elaboración de esta revisión, así
como las fuentes bibliográficas consultadas se describen a continuación:
Aquellos en los que el tratamiento aplicado es descrito como TBCS por los propios
autores.
Estudios que reúnen una o más de las siguientes características propuestas por el
Brief Family Teraphy Center (de Shazer y Berg, 1997) y el European Brief
Theraphy Center, EBTA (Beyebach, 2002): 1) la Pregunta Milagro. 2) preguntas de
escala. 3) una pausa. 4) elogios y tareas. Aunque también se consideró el cambio
pre-tratamiento, el trabajo sobre excepciones por ser elementos fundamentales de la
TBCS.
Hay que señalar que algunos de los estudios que estas últimas fuentes incluyen, no han
sido considerados en nuestra revisión, ya sea porque el tratamiento no era TBCS (Cruz
y Littrell, 1998; Pérez Grande, 1991) o bien por presentar algunos problemas
metodológicos (Triantafillou, 1997). También en algunos casos, fue imposible localizar
los artículos en los que algunos estudios aparecen publicados, impidiendo así incluirlos
en la revisión (Johnson y Shaha, 1996; Morrison, Olivos, Domínguez, Gómez y Lena,
1993).
Los estudios con diseño pre-post test de la TBCS se han realizado con muestras
heterogéneas en centros ambulatorios (Beyebach, Rodríguez-Morejón, Palenzuela y
Rodríguez-Arias, 1996; Darmody y Adams, 2003; Lambert, Okiishi, Finch y Johnson,
1998) y en centros psiquiátricos (Vaughn, Young, Webster y Thomas, 1996). También
con pacientes esquizofrénicos y sus familias (Eakes, Walsh, Markowski, Cain y
Swanson, 1997). Algunos de ellos han usado la Pregunta Escala como principal
instrumento de medida de cambio, tanto en estudios del BFTC (De Jong y Hopwood,
1996) como externos a él (Fischer, 2004). Otros se han centrado en problemas
específicos como la violencia doméstica (Lee, Sebold y Uken, 2003ª; Lee, Sebold,
Uken, 2007) o en patologías específicas como la depresión (Lee, Greene, Mentzer,
Pinnell y Niles, 2001; Sundstrom, 1993). En contextos escolares con estudiantes con
dificultades de aprendizaje (Thompson y Littrell, 2000) y con grupos escolares
(LaFountain y Garner, 1996). Con pacientes en rehabilitación ortopédica (Cockburn,
Thomas y Cockburn, 1997). y con niños hispanos hijos de padres encarcelados
(Springer, Lynch y Rubin, 2000) También en terapia de grupos para padres de
adolescentes (Zimmerman, Jacobsen, MacIntyre y Watson, 1996) y con grupos de
parejas (Zimmerman, Prest y Wetzel, 1997).
También los estudios controlados generalmente se han llevado a cabo con muestras
heterogéneas en centros ambulatorios (Wheeler, 1995; Gostautas, Cepukiene, Pakrosnis,
Fleming, 2005) y con pacientes con trastornos específicos como la depresión y la
ansiedad (Knekt y Lindfors, 2004) y en programas de tratamiento para jovenes con
trastornos emocionales y conductuales (Wilmshurst, 2002). Además, en estudios que
aplican TBCS de una sola sesión tanto con niños y adolescentes con problemas de salud
mental (Perkins, 2006) como con estudiantes adolescentes (Littrell, Malia y
Vanderwood, 1995). Otros estudios han investigado la efectividad de la TBCS como
intervención de red con personas recluidas en penitenciarias (Lindforss y Magnusson,
1997), con enfermos catalogados con problemas psicológicos o con dolor muscular
esquelético (Nystuen y Hagen, 2006) y otros como forma de entrenamiento para
mejorar la calidad de vida (Green, Oades y Grant, 2006).
Otros estudios con este diseño han investigado la eficacia de la TBCS con familias con
conflictos entre padres e hijos adolescentes (Franklin, Corcoran, Nowicki y Streeter,
1997) y en niños agresivos y con conductas opositoras (Conoley, Graham, Neu, Craig,
O᾿ Pry, Cardin, Brossart, y Parker, 2003).
Por último, estudios con diseño N= 1 han investigado el impacto que tiene en la
conducta de estudiantes de educación básica una intervención conductual, una centrada
en soluciones y ninguna intervención, con el objetivo de comparar los resultados (Geil,
1998). En otros se estudia el uso clínico de la TBCS con personas adultas con
dificultades de aprendizaje (Smith, 2005) mientras que otros investigan el proceso de
cambio de la TBCS en un matrimonio (Franklin, 1996).
Como se puede apreciar, la TBCS ha ocupado un gran número de contextos, abordando
muy diversas problemáticas y patologías, en muestras de pacientes provenientes de
múltiples países, incluso podemos citar un par de investigaciones en donde la TBCS se
ha aplicado en contextos religiosos, en concreto abordando la psicoterapia pastoral
(Schubert, 2000) y la resolución de conflictos en congregaciones religiosas (Barnett,
2005).
4.6.2.- Limitaciones:
4.6.3.- Conclusiones:
COMENTARIOS FINALES
LA EVALUACIÓN
Capítulo 5
De esta manera, los objetivos de este estudio fueron: 1) realizar una traducción a la LS
española de la versión española del BDI-II de Sanz, Navarro y Vázquez (2003) y
revisar lingüísticamente el español para hacerlo más sencillo al escaso nivel de lectura
de la mayoría de las personas Sordas. De esta manera se busca obtener una versión
adaptada a las necesidades específicas de comunicación de las personas Sordas
profundas prelocutivas españolas. 2) Obtener información preliminar sobre las
propiedades psicométricas (datos normativos de fiabilidad en términos de consistencia
interna y validez factorial) de esta versión adaptada en una muestra no clínica de
personas Sordas profundas prelocutivas. 3) Aportar un instrumento valido y fiable para
medir la intensidad de la depresión con el que pueda hacerse una valoración más
objetiva y adaptada a las necesidades comunicativas de las personas Sordas profundas
prelocutivas.
5.1.- La evaluación de la depresión
Conscientes de las enormes dificultades a las que diariamente se enfrentan las personas
Sordas, principalmente debido a las barreras de comunicación (que en muchos casos
producen sentimientos de aislamiento de la sociedad y frustración ante la imposibilidad
de obtener y comunicar información), reconocemos la importancia de la investigación
destinada a mejorar la atención de las personas Sordas en los contextos de salud mental.
Siendo así, ¿Cómo evaluar la depresión en personas Sordas eliminando estas barreras
de comunicación? Como ya ha sido expuesto en el capítulo 2, el Inventario para la
Depresión de Beck es el instrumento que más se ha adaptado en otras investigaciones a
personas Sordas en distintos países, mismas que han sido señaladas con anterioridad.
Por este motivo adaptamos y validamos la versión española del BDI-II de Sanz,
Navarro y Vázquez (2003) a la población de personas Sordas profundas prelocutivas
españolas. Esta adaptación supuso realizar una traducción a la LS española del
instrumento para obtener así una versión adaptada a las necesidades específicas de
comunicación de esta parte concreta de la población sorda.
Cada una de las 21 preguntas cuenta también con las mismas cuatro opciones de
respuesta, siempre ordenadas por su gravedad, la persona puede elegir aquella opción
que mejor de respuesta a la pregunta y que mejor represente su estado de ánimo durante
las últimas dos semanas, incluyendo el día en que responde al cuestionario. De esta
manera se emplearon cuadros (escala pictórica) para sustituir a los números. En lo
referente a su corrección, cada ítem se valora de 0 a 3 puntos en función de la opción de
respuesta que haya sido escogida, la sumatoria de estos puntos sitúan al sujeto en un
determinado punto de corte y por lo mismo, en un nivel de depresión. Se pueden
obtener puntuaciones totales que pueden oscilar entre 0 y 63. En el caso de que alguna
persona marque más de una opción de respuesta, se tomará la puntuación de la frase
elegida de mayor gravedad. Los puntos de corte para establecer los niveles de
depresión, son los propuestos por Beck, Steer y Brown (1996) en el manual del BDI-II
y los mismos usados en la adaptación a la población española general (Sanz, Navarro, y
Vázquez, 2003) y en el estudio de Leigh y Robins (2001) para revisar la fiabilidad del
el BDI-II en personas Sordas. Etos son: 0-13 depresión mínima, 14 a 19 depresión leve,
20 a 28 depresión moderada y 29 a 63 depresión grave.
Antes de comentar los resultados de este estudio, pensamos que sería de mucha utilidad
para investigadores interesados en el tema, el exponer las principales limitaciones de
esta investigación, con el comprometido interés de que estas no se repitan en sus
investigaciones. Lo primero que hay que mencionar es que el tema de la depresión es un
tema difícil de abordar con las personas Sordas, ya que muchos no comprenden qué es
la depresión y muchas personas rechazan hablar de este tema, incluso aunque muchos
de ellos sufran de depresión y requieran tratamiento no son conscientes de ella. Es un
tema difícil de abordar y sobre todo de aceptar que necesitan ayuda. Encontramos que
tienen una gran desinformación acerca del trabajo que desarrolla el Psicólogo y el papel
que desempeña en el tratamiento de los problemas de salud mental. Por otro lado,
recibimos de algunos intérpretes y presidentes de Asociaciones de sordos informes
sobre una reacción de rechazo por parte de algunas personas Sordas que respondieron el
cuestionario, explicando que el tema que trata el cuestionario en algunos casos causó
desagrado. En especial, la pregunta sobre el suicidio causó rechazo, incomprensión y
molestia entre algunas personas. También informaron que observaron en las personas
que no se sentían deprimidas (porque así lo manifestaban) que no les gustaba contestar
el cuestionario. Todo esto, supuso una limitación para conseguir una muestra más
extensa, lo cual representó una limitación. No obstante, tomando en cuenta las
características de la población con la que trabajamos, la muestra obtenida es
satisfactoria y se asemeja a la reportada en estudios similares.
Entre los resultados más destacados podemos indicar que las personas Sordas
registraron una puntuación media por encima de la registrada en la población general
oyente. Asimismo y al igual que en estudios previos con el BDI en muestras de
personas Sordas (Leigh, Robins, Welkowitz y Bond, 1989; Marcus, 1991; McGhee,
1995; Watt y Davis, 1991), se encontró que hay un mayor porcentaje de personas
Sordas con niveles moderados y graves de depresión que lo esperado en población
general española oyente. Esto es, la población sorda registra mayor intensidad de la
sintomatología depresiva que la población oyente.
Por otro lado, en cuanto a las diferencias de género, aunque no existe una diferencia
estadísticamente significativa entre hombres y mujeres, la tendencia es que un
porcentaje más alto de mujeres registraron puntuaciones más altas en los niveles de
depresión leve (14-19) y grave (29-63) que los varones. Estos resultados también
coinciden con estudios previos realizados con personas Sordas (Leigh y Anthony, 2001)
y es la tendencia observada también en la población general.
De nuevo nuestra conlusión es que debemos continuar con esta investigación, ahora con
muestras de personas Sordas mexicanas y verificar si el efecto en la sintomatología de la
depresión en personas Sordas españolas es el mismo en sordos mexicanos.
Desafortunadamente, la literatura previa no ofrece datos con los cuales podamos
comparar nuestros resultados, la única publicación previa que adapta el BDI-II a
estudiantes sordos (Leigh y Anthony, 2001) en Estados Unidos no ofrece datos
factoriales.
LA INTERVENCIÓN
Capítulo 6.
Así, el principal objetivo es estudiar la eficacia de este modelo, con esta población
concreta, usando este instrumento y la Pregunta Escala de Avance como medidas del
cambio terapéutico. También se ofrece una ilustración del proceso de la terapia. Las
personas Sordas profundas prelocutivas forman parte de un colectivo que representa una
minoría dentro de la sociedad. Asimismo, aquellas personas Sordas profundas
prelocutivas con niveles de depresión y demanda de consulta psicológica, representan
una minoría dentro de una minoría. Por esta razón, el diseño de esta investigación ha
sido el estudio colectivo de casos (Stake, 1995). Para ampliar más la información sobre
el procedimieno, la metodología y los resultados de la aplicación de la TBCS a
pacientes sordos pueden consutarse otras publiaciones (Estrada y Beyebach, 2007a;
Estrada y Beyebach, 2007b). En este capítulo nos limitaremos a describir y analizar los
principales resultados de estos estudios.
La revisión de la literatura sobre salud mental y sordera y sobre la terapia con personas
Sordas en los capítulo 2 y 3 respectivamente, indicó que existe una fuerte necesidad de
atención a los problemas de salud mental en general de las personas Sordas y, en lo
particular, en el tema de la depresión en esta población. Como hemos visto, algunos
estudios indican que hay más casos de depresión media y moderada a severa entre
adolescentes, estudiantes universitarios y en adultos sordos que lo esperado en personas
oyentes (Leigh, Robins, Welkowitz, y Bond, 1989; Marcus, 1991; McGhee, 1995; Watt
y Davis, 1991).
Por otro lado, existe una carencia substancial de estudios empíricos en donde se
investigue la eficacia, el proceso y los resultados de los distintos modelos de terapia con
personas Sordas ante distintos problemas de salud mental. En concreto, en el tema de la
depresión, no existen estudios previos en donde se investigue la aplicación de la TBCS
con personas Sordas profundas prelocutivas.
De forma breve haremos una descripción de cada uno de los casos y su demanda de
consulta. Para referirnos a los pacientes hemos modificado sus nombres para proteger
su anonimato y confidencialidad.
a) Caso ROSARIO:
Rosario es una mujer sorda de 48 años de edad, tiene estudios primarios, está casada y
es ama de casa. Su esposo también es sordo, pero no profundo. Sus tres hijas son
oyentes. La menor tiene 15 años, le sigue su hermana de 17 y la hija mayor tiene 22
años, las tres estudiantes. Las hijas saben LS, la han aprendido de su madre desde muy
temprana edad. El caso tuvo una duración de 8 sesiones, repartidas durante 4 meses y
medio. En las tres primeras sesiones Rosario acudió sola, pero a partir de la cuarta
sesión, comenzó a participar el resto de la familia.
Previamente, en el contacto inicial, Rosario pide una consulta porque quiere hablar con
el Psicólogo, el motivo es inespecífico. En la 1ª sesión se establece la demanda de
consulta. Rosario pide ayuda para reducir la ansiedad, el estrés, la tristeza y mejorar su
autoestima. El terapeuta comienza explorando el Cambio pretratamiento y Rosario
informa sobre algunas primeras excepciones, aunque no pudo concretar sobre las cosas
que han mejorado. El terapeuta cree que no comprendió la pregunta sobre el cambio
pretratamiento.
Cuando Sofía comenzó a sentirse más confiada con el terapeuta, esta situación fue
cambiando y la relación terapéutica mejoró, incluso su marido y sus hijas informaron
de los cambios en Sofía respecto a la comunicación y de cómo fue mejorando la
relación con el terapeuta. Por este motivo, las tres primeras sesiones han sido de mayor
dificultad, debido a la ausencia de contacto visual y más lentas en el avance con
relación a la demanda debido a que no había un punto de comparación diferente acerca
de los hechos o acontecimientos en relación con su problema o demanda,
particularmente en casa en el tema de las tareas del hogar de las hijas.
Debido a una queja constante de problemas familiares, en concreto con las hijas, el
terapeuta sugiere a Sofía que acuda a terapia con el resto de su familia. A partir de que
entran a terapia el resto de los miembros de la familia (primero el marido en la 4ª
sesión, y después ambas hijas en la 5ª sesión), se observa una mejoría y más
excepciones de las que Sofía contaba en las sesiones anteriores individuales, ahora
informadas por sus hijas y también por ella, asintiendo en las mejorías que las hijas
informaban. El esposo de Sofía participó en tres sesiones, una de las hijas sólo en la
quinta sesión, y la otra en la quinta y en la 6ª sesión. En estas sesiones el trabajo del
terapeuta se centra en atribuir control sobre las mejorías y excepciones informadas por
Sofía y por los demás miembros de la familia. Esta mejoría se vio reflejada también en
la “Pregunta Escala” de estas sesiones indicando un ligero incremento en las
puntuaciones.
b) Caso SERGIO.
Descripción de las sesiones: Después de hacer una breve definición de contexto y una
pequeña fase social se aplica el BDI-IIAS y el terapeuta inicia la sesión. Intenta
concretar la demanda de consulta, aunque en Sebastián se observa cierto tono de
confusión y tristeza, pero aún con ello, se le ve dispuesto a explicar su situación.
Explica que todos los problemas iniciaron hace varios años en la empresa en donde
comenzó a trabajar, los compañeros de trabajo comenzaron a relacionarse de manera
muy negativa con él. Recibía burlas e insultos constantes y poca o nula orientación para
desarrollar su trabajo en igualdad de condiciones que los demás. Nadie sabía LS.
Existe Cambio pretratamiento ya que señala que hay algunas cosas que ahora van
mejor. Está arreglando los trámites del divorcio y restableciendo amistades que le
proporcionan una importante red de apoyo. El terapeuta comprueba que Sebastián habla
en pasado de su problema y se muestra dispuesto a tener un futuro mejor. Con toda esta
información positiva y de cambio generada y debido a que la sesión se había alargado
más de una hora, el terapeuta decide no hacer la pregunta milagro.
En la “pregunta Escala” Sebastián coloca las cosas que le han traído a terapia en un 4.
En el Mensaje Final, el terapeuta le comenta que sí le puede ayudar. Primero a superar
la situación de la empresa, y segundo, a estar más tranquilo, para sacar las cosas
adelante. Le pide que de aquí a la próxima sesión, siga en la línea que ha decidido
escoger, de no detenerse con los hechos del pasado, sino mirar hacia el futuro, y seguir
haciendo las cosas que está haciendo para sentirse mejor
Por último, en la 4ª sesión, Sebastián sigue informando que todo sigue bien y en la
línea que él buscaba, ha conseguido mayor autonomía, ha consolidado la amistad con
sus amigos sordos, tiene nuevos objetivos y metas. Incluso decidió asistir a clases de
Logopedia para aprender a hablar mejor y escribir. Informa que todas las cosas que le
trajeron a terapia están ahora resueltas. En la “pregunta Escala” coloca las cosas en 9
y medio. En el Mensaje Final el terapeuta le felicita porque le ve muy contento,
animado y feliz. Le anima a seguir con los cambios que ha conseguido y ha continuar
haciendo las cosas que le han ayudado para conseguirlo. Sebastián sonriendo da las
gracias por todo y al terminar la sesión responde por última vez el BDI-IIAS.
Juan Carlos es un joven sordo de 32 años de edad. Es soltero y cuenta con tiene
estudios primarios. Además, tiene formación como profesor de LS española. Está
desempleado pero es voluntario en una Asociación de personas Sordas. Hasta hace
poco tiempo vivía solo en su departamento, aunque ahora ha regresado a vivir a casa de
sus padres, que son oyentes igual que el resto de la familia. El caso tuvo una duración
de 7 sesiones repartidas en 3 meses y medio. Juan Carlos se comunica por teléfono con
el autor de esta investigación con la ayuda de una intérprete de LS para solicitar una
consulta. Sólo informa que tiene muchas dudas y que desea una cita con el Psicólogo.
Demanda de consulta: Explica que quiere trabajar, pero tiene muchas dudas que le
producen mucha ansiedad. Comenta además que la sobreprotección de sus padres le
agobia mucho. Demanda ayuda para terminar con estas dudas, con la ansiedad y con las
dificultades que tiene entre todos estos contextos que señala. Informa además de las
enormes dificultades que tiene para comunicarse y entender a las personas oyentes, esta
situación ha reducido su círculo social y sus relaciones, pasa más tiempo con sordos y
no entiende a los oyentes. Esto le produce ansiedad y también quiere cambiar esta
situación. También pide apoyo para conseguir estar tranquilo y poder conseguir trabajo.
El terapeuta hace la “pregunta milagro” pero parece que Pedro no la comprende. Con
dificultad responde que todo sería igual el día después del milagro y es incapaz de
generar información de proyección al futuro. No queda muy claro si existe una
dificultad para comprender la pregunta o una dificultad para generar información. En la
“pregunta Escala” sitúa las cosas en un 3 y medio. En el Mensaje Final el terapeuta
devuelve la demanda de consulta de manera concreta, resaltando sus recursos y los
objetivos que hasta ahora se ha propuesto. Pedro dice que esta sesión le sirvió para
desahogarse.
En la 2ª sesión, Pedro ha elaborado un plan para conseguir que todo vaya mejor, está
desarrollando estrategias que le motivan y le dan confianza para conseguir un puesto de
trabajo en el sitio en donde el desea trabajar. Con este primer cambio, Pedro informa ya
de excepciones y afirma que quizás el lío sea un poco menor ahora. El terapeuta marca
y amplía esta excepción y atribuye control. En el tema familiar y en sus relaciones con
personas oyentes, se ha dado cuenta que verlo todo junto es pesado, ha separado los
temas y al hablarlos en terapia el primer día sintió desahogo, antes tenía todo el agobio
para él solo, no tenía con quien hablar. El terapeuta atribuye control sobre esto.
También informa de algunas dificultades de comunicación con sus amigos oyentes. En
la “pregunta Escala” ahora coloca las cosas en un 5. En el Mensaje Final el terapeuta
elogia a Pedro porque ha sido capaz de dividir las dificultades en partes pequeñas y
afrontarlas de una en una. Le pide una tarea con relación a los amigos oyentes para que
consiga quedarse en una conversación cuando esté con varias personas oyentes,
informándoles que él se siente un poco agobiado cuando está con mucha gente y la
dificultad que para él supone mantener el contacto visual con todos. Por lo que les
pedirá que intenten hablar de frente a él y despacio.
Por último, en la 7ª sesión Pedro confirma los cambios que ha conseguido y que le han
ayudado ha mejorar. Informa que ha estado ocho días sin fumar, le funcionó muy bien
la tarea de la moneda, piensa que ha sido muy buena idea. El terapeuta amplia y marca
esta excepción y atribuye control. En la “pregunta Escala” informa que sitúa las cosas
en un 6 y nos dice que para él estar en un 7 sería fenomenal, pero prefiere quedarse en
un 6. En el Mensaje Final el terapeuta le anima a seguir adelante en las cosas que ha
conseguido, seguir teniendo claro el orientarse hacia una meta y planificar lo que debe
hacer para llegar hasta ella. Al terminar, Pedro responde por última vez el BDI-IIAS.
6.3.- Resultados obtenidos:
En cuanto al caso Juan Carlos (gráfico 2), antes de la primera sesión estaba situado
entre un nivel mínimo y leve de depresión. Y al igual que en los anteriores casos,
conforme fueron avanzando las sesiones de terapia, sus niveles disminuyeron por
debajo del criterio de recuperación clínicamente significativo (una puntuación por
debajo de nueve puntos en el BDI-II) para los pacientes españoles, considerándose así
una respuesta positiva al tratamiento (Sanz, Perdigón y Vázquez, 2003).
Por otro lado, fue notable también en los tres pacientes un nivel progresivo de mejoría
en el transcurso de las sesiones. Es decir, a medida que la sintomatología depresiva
remitía, el nivel de cambio terapéutico registrado con la pregunta escala siempre fue en
aumento
Gráfico 2. Resultados BDI-IIAS y Pregunta escala: caso Rosario y Sergio.
El terapeuta informa que con Rosario las primeras impresiones han sido distintas con
relación a los otros dos pacientes. Al principio todo era muy confuso y cada vez que
intentaba indagar en el motivo de su consulta, ella salía con información relacionada de
forma indirecta con su queja, como si fueran nuevas quejas para las que solicitaba
“modos” o técnicas para poder afrontarlas todas. En realidad se trataba de quejas sobre
otras personas, por ejemplo: fumadores de una Asociación de sordos, cuñadas, hijas.
Todo esto creó un poco de confusión e hizo que la relación fuese un poco más
complicada de establecer, puesto que el terapeuta no aceptaba como demanda de
consulta quejas de otros, ni conductas de otros para cambiarlas en la dirección que ella
quería. Para ello fue muy importante crear una buena y simple demanda que la dejó
bastante convencida para poder ir por partes, esperando el momento en que pudiesen
acudir todos los miembros de la familia y comprobar si se trataba más de obsesiones de
ella, que de cosas reales que todos comprobaban.
Fue hasta que acudieron los cuatro miembros de la familia a la terapia, que la relación
se facilitó muchísimo y el avance comenzó a ser evidente también para Rosario. En todo
momento hubo una excelente actitud de colaboración por parte de todos, en especial de
la hija mayor que hacía para todos más comprensible la LS y a su madre le ampliaba
información de cuando nos comunicábamos en lenguaje oral. La persona más inhibida
respecto al proceso de la terapia fue su marido.
Respecto a la parte técnica, el terapeuta cree que el bajo nivel cultural de la paciente ha
sido una constante dificultad, pero esto siempre mejoró cuando alguna de sus hijas
venía a la terapia, hijas a las que ella ha enseñado la LS desde muy pequeñas. En cuanto
a las sensaciones y diferencias percibidas al trabajo que normalmente se haría con
personas oyentes, las diferencias se refieren al mayor uso de la comunicación no-verbal,
característica que al igual comprueba en los otros dos casos.
Como es evidente, la diferencia más grande en los tres casos respecto al trabajo en
terapia con pacientes oyentes, radica en la necesidad de un intérprete de LS. Esta
situación hace perder mucho contacto visual con el cliente. Mientras el terapeuta habla,
el paciente ha de estar mirando fijamente a la intérprete para la traducción y mientras él
se expresa hace lo mismo, aunque no sea necesario. También el terapeuta necesitaba
estar muy atento a la comunicación de la intérprete y aunque mantuviera un adecuado
contacto visual, la atención está muy focalizada en lo que va diciendo la intérprete,
mientras el cliente sigue lo que ella dice para asegurarse de que transmite al terapeuta
toda la información.
A ello se añade una ligera ansiedad porque quisieran acceder a toda la información y
siempre les parece que no tienen toda la información o incluso que no se les
proporciona del todo. No es extraño que se expresen en términos de: “es que me pierdo
mucha información cuando estoy con un grupo de personas oyentes”. Todo eso les crea
una cierta confusión y las respuestas siempre son muy parciales, casi sin responder al
objeto de la pregunta.
La sugerencia del terapeuta para mejorar la atención psicológica a las personas Sordas
en terapia, es formar clínicos que conozcan la LS o intérpretes como clínicos de
Psicología. Facilitar la oferta de la relación de ayuda como algo normalizado no porque
sean personas Sordas, sino porque viven dificultades muy similares a las de las personas
oyentes. Por otro lado, también es importante la formación de personas Sordas como
terapeutas para facilitar una terapia culturalmente afirmativa y desde una misma
experiencia.
En opinión y valoración global del terapeuta, el trabajo realizado en terapia con Rosario
ha estado en cierta medida mezclado con alguna cuestión médica y la imposibilidad de
cambiar esa natural “desconfianza” de las personas Sordas. Este tema le ocasionaba
dificultades para conciliar el sueño y el terapeuta piensa que todo estaba mezclado con
algún problema de origen psicológico o incluso gástrico, por el constante estado de
alerta y nerviosismo que ella mantiene.
Aunque esta no era su demanda, al terapeuta le parecía que sería una buena demanda
para trabajar en la terapia, puesto que le resolvería muchas otras situaciones dentro de
su casa y también en la Asociación de personas Sordas. De todos modos, la relación
terapéutica ha ido en aumento, el uso del humor en la terapia con Rosario y muy
particularmente, los elogios en las intervenciones, han permitido mejorar la relación en
cada sesión y reforzar alguno de los cambios que han ido produciéndose en este tiempo.
En cuanto al segundo paciente, la sensación inicial del terapeuta con Sergio fue muy
positiva a través del contacto visual, mediante el cual podía apreciar a una persona
Sorda con un grave problema. Con tristeza, pero decidido a colaborar, mostrándose
como un excelente “comprador” (de Shazer, 1988) de la terapia desde la primera sesión
y hasta el final. La intérprete actuó como una excelente colaboradora que hizo todo lo
posible para facilitar la relación y permitir que la información recibida saliese
únicamente de Sergio. Además, el terapeuta tuvo cierta sensación inicial de ligera
desconfianza por parte de Sergio, pero a lo largo de la terapia se fue disipando a medida
que comunicaba aspectos personales con total libertad sobre las dificultades vividas.
Esto supuso para él, un alivio importante al poder comunicarlo y para el terapeuta
también fue un alivio al saber a qué se refería exactamente y que no era un problema de
poca comprensión.
Por último, el primer contacto del terapeuta con Juan Carlos tiene similares
características a otros encuentros con personas Sordas, con sensaciones condicionadas
por su interés como terapeuta por hacer una buena relación a través del lenguaje no
verbal, puesto que el lenguaje no verbal es su único medio de comunicación con
personas Sordas y lo demás pasa por la interpretación de la intérprete. En este caso las
sensaciones han sido muy positivas, sensación de buen rapport, empatía y un cómodo
contacto visual con Juan Carlos. La intérprete ha sido en todo momento facilitadora de
una buena relación puesto que ha respetado los tiempos de expresión, los tiempos de
silencio, el uso de ejemplos y comparaciones que, sin duda alguna, han contribuido a
mejorar el proceso inicial de la relación y el curso de la terapia.
Con relación a las dificultades encontradas para crear o construir la relación terapeuta-
paciente, el terapeuta explica que cuando el paciente sordo es “comprador”, no existe
diferencia alguna con personas oyentes a la hora de hacer la relación, incluso parece
más fácil. La única dificultad en este sentido es cómo cortar, interrumpir o intervenir en
los momentos en que el paciente se está expresando en LS por la cantidad de datos y
detalles que quiere dar de todo cuanto le trae a terapia. No es fácil interrumpirlo
verbalmente y no es fácil interrumpirlo no-verbalmente puesto que su atención está
focalizada en la intérprete. En cuanto a la relación, el terapeuta afirma sentirse en
ocasiones indeciso y con la necesidad de interrumpir demasiadas veces la comunicación
para ordenar toda la información que los pacientes generaban.
La opinión o valoración general del terapeuta sobre el trabajo realizado en terapia con
Juan Carlos es muy positiva, comprobó que el hecho de hacer terapia en estas
condiciones obliga a mantener un doble proceso de comunicación: uno de cara al
paciente que en ningún momento se ve interrumpido por la presencia de un intérprete de
LS. Otro, de cara a uno mismo, como terapeuta, manteniendo una constante atención
para dosificar la cantidad de la comunicación, ajustando las técnicas a las necesidades
tan particulares de las personas Sordas, generando auto-instrucciones constantes sobre
el uso técnico de la terapia en relación con los objetivos de una persona, que no siempre
son fáciles de delimitar.
COMENTARIOS FINALES
Los resultados conseguidos en los tres casos permiten afirmar que la TBCS ha sido
efectiva en los tres pacientes al identificar resultados significativos en muy poco tiempo
y después de llevar un período considerable de tiempo con la problemática que les llevó
a terapia. Los resultados obtenidos con el BDI-IIAS en los tres casos analizados,
aportan datos preliminares que apoyan su uso como herramienta para medir el cambio
terapéutico en pacientes sordos profundos prelocutivos. La recuperación de los tres
pacientes depresivos fue clínicamente significativa.
Los casos presentados han sido en particular especiales porque reflejan en muchos
sentidos la problemática de muchas personas Sordas y han ofrecido la posibilidad de
ilustrar el proceso de la aplicación de la TBCS. El caso Sergio es muy interesante
porque refleja un claro ejemplo de trabajo centrado en soluciones que facilitó una
sorprendente recuperación en un corto período de tiempo con relación al motivo de
consulta. El caso Juan Carlos ofrece un claro ejemplo de las enormes dificultades de
inserción laboral por las que atraviesan las personas Sordas y la ansiedad y la necesidad
de apoyo que esto genera en muchos de ellos. El caso Rosario, es particularmente
importante porque ofreció la posibilidad de invitar al resto de la familia a la terapia y
hacer un trabajo de terapia familiar. La mayor dificultad de este caso era el uso
simultáneo de la lengua oral y de la LS cuando asistían los demás miembros de la
familia. Se observó que cuando entraron los demás miembros de la familia a la terapia,
la relación terapéutica entre Rosario y el terapeuta se facilitó mucho más y el avance
comenzó a ser más evidente también para Rosario. Además se comprobó que la
dinámica familiar es altamente consistente con las características de muchas familias
con un miembro sordo.
A diferencia del trabajo con personas oyentes, se observa en los tres casos un trabajo
del terapeuta mucho más activo, haciendo constantes resúmenes de la gran cantidad de
información que se genera, al ayudarles más a identificar las excepciones y a atribuirles
el control de ellas. El uso de herramientas terapéuticas en forma de metáforas como la
Pregunta Milagro no tuvo un buen desempeño con los pacientes sordos y generaron
poca información que ayudara a construir una idea de cambio posible.
En resumen, en este estudio hemos aplicado la TBCS a tres casos de personas Sordas
profundas prelocutivas con diversos niveles de depresión, usando para controlar la
integridad del tratamiento los CIT y la revisión de los vídeos de los casos en donde se
pudieron grabar las sesiones. Además, siguiendo un manual de tratamiento y utilizando
una medida estandarizada para evaluar el cambio terapéutico. En los tres casos con los
que se trabajó se mostró que la TBCS puede ser efectiva con personas Sordas profundas
prelocutivas, pese a las dificultades específicas que parece presentar el trabajo con este
tipo de pacientes.
Bibliografía.