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Agricultura en América

El crecimiento poblacional o crecimiento


demográfico es el cambio en la población en un cierto plazo, y puede ser cuantificado como el
cambio en el número de individuos en una población por unidad de tiempo para su medición. El
término crecimiento demográfico puede referirse técnicamente a cualquier especie, pero se
refiere casi siempre a seres humanos, y es de uso frecuentemente informal para el
término demográfico más específico tarifa del crecimiento poblacional, y es de uso frecuente
referirse específicamente al crecimiento de la población humana mundial.
Los modelos simples del crecimiento demográfico incluyen el modelo del crecimiento
de Thomas Malthus y el modelo logístico. Las teorías que explican los cambios demográficos
modernos son la teoría de la revolución reproductiva —apoyada en estudios longitudinales—,
la teoría de la transición demográfica y la teoría de la segunda transición demográfica -
apoyadas estas últimas en estudios transversales.
EL SECTOR AGRÍCOLA Y EL CRECIMIENTO ECONÓMICO
Como el aumento de la productividad de la agricultura libera fuerza laboral para otros sectores,
durante varias décadas del siglo pasado esta relación entre agricultura y crecimiento económico
global fue distorsionada en la forma de una doctrina que perseguía la industrialización aún a
expensas del desarrollo agrícola, socavando por lo tanto las posibilidades de que la agricultura
contribuyera al desarrollo global. Se consideraba que el papel del sector era el de ayudar al desarrollo
industrial, que era el elemento esencial de la estrategia de crecimiento. De hecho, se pensó que la
industria era tan importante para las perspectivas económicas a largo plazo que subsidiarla fue una
práctica común, a expensas del contribuyente fiscal y de otros sectores.

Esta fue la doctrina de la primera generación de estrategias de desarrollo económico. La costumbre


de favorecer y subsidiar el desarrollo industrial fue especialmente marcada en América Latina y
algunos países de Asia. Quizás el más conocido de los primeros exponentes latinoamericanos de
esta tradición fue Celso Furtado. En palabras que hoy suenan raras, Furtado observó, refiriéndose a
las prioridades sectoriales del desarrollo brasileño:

La acción gubernamental, fuente de amplios subsidios para la inversión industrial a través de las
políticas cambiarias y crediticias, ha permitido la expansión, aceleración y ampliación del proceso de
industrialización. Sin la creación de industrias básicas (acero, petróleo) por el estado y sin los
subsidios del sistema cambiario y las tasas de interés negativas de los préstamos oficiales, la
industrialización no habría alcanzado la rapidez y amplitud que desarrolló durante ese cuarto de
siglo[6].

En este enfoque del desarrollo, el papel de la agricultura fue considerado como el de proveedora de
“excedentes” (de mano de obra, divisas y ahorro interno) para impulsar el desarrollo industrial. No
fue vista como una fuente de crecimiento del ingreso por sí misma. Sin embargo, la concesión de
subsidios a la industria significaba imponer un gravamen, implícito o explícito, sobre la agricultura,
que con toda probabilidad deprimiría sus perspectivas de crecimiento.

Agricultura y ecología de la región

El tema de la agricultura y su efecto sobre el medio ambiente no es nuevo. Por su


naturaleza la agricultura implica la manipulación e intervención en el ecosistema del
planeta por el hombre. Es evidente entonces que la agricultura inevitablemente causaría
cambios y disturbios en el contorno natural. Aplicar riego en áreas áridas, sembrar nuevas
especies de pastos en las praderas naturales, cambiar el cauce de los ríos y aplicar
sistemas de drenaje a los pantanales son ejemplos de modificaciones que el hombre
ocasiona, al perseguir la agricultura y que sin lugar a duda afectan la ecología.

Las preocupaciones de muchas personas en los últimos años son debidas a que los
cambios que el hombre es capaz de provocar hoy en día son mucho más fuertes y
profundos que antes. Además de la aceleración de nuevas tecnologías tanto mecánicas
como químicas en combinación con la demanda creciente por productos agropecuarios,
están impulsando la apertura de nuevas zonas agrícolas en regiones donde los recursos
naturales no aguantan las modificaciones. Aunque creemos que la agricultura es una gran
industria al servicio del hombre, no podemos ‘tapar el sol con un dedo’. Donde existe
peligro de cambios irreversibles en el medio ambiente que a lo largo dejarán áreas que no
servirán para la agricultura ni para otro propósito hay que admitir que tales intervenciones
son injustificables, ilógicas y no merecedoras de llevar el título de “agricultura” (minería de
los recursos naturales sería una expresión más adecuada).
Productividad del sector pecuario

El sector pecuario juega un papel crucial en la agricultura de la región. No solamente debido


a la necesidad de proteína de origen animal en la dieta de la población, sino también porque
los animales, sobre todo los rumiantes, tienen la capacidad de convertir alimentos de muy
baja calidad como forrajes fibrosos y sub-productos agrícolas en productos de alta calidad
nutritiva. Los rumiantes pueden aprovechar áreas donde las características de suelo o la
topografía no permiten la agricultura mecanizada. Además, en zonas muy lejanas sin
infraestructura caminera los productos pecuarios pueden salir hacia el mercado
‘caminando’. La presencia de animales en fincas comerciales permite el uso de rotaciones
de cultivos con gramíneas y leguminosas. Además proveen fuentes de abono orgánico
natural. En sistemas de los pequeños productores el componente animal tiene múltiples
propósitos como alimentación, fuerza y trabajo, cuenta de ahorro, fuente de abono orgánico
y otros.

Síntesis

La vida de cada habitante del mundo está íntimamente relacionada con la agricultura y la
ganadería, en forma directa o indirecta por el simple hecho de que todos tenemos que
comer. Nuestra región de América Latina y el Caribe depende de la agricultura como base
de su economía en términos de trabajo, comercio interno y generación de divisas a través
de las exportaciones. Frente al creciente peligro de un deterioro catastrófico del medio
ambiente la agricultura responsable representa la única solución para contrarrestar las
tendencias negativas que atentan contra el desarrollo socio-económico de las generaciones
futuras. Por estas y otras razones, dedicarse a la agricultura es una decisión tanto
vocacional en pro de la humanidad como algo meramente técnico.

La agricultura de América Latina ante desaceleración


económica
La agricultura de América Latina
afronta como principales retos la
desaceleración económica mundial
y los cambios climáticos, toda vez
que por ellos se prevé que en el
corto plazo haya mayor
incertidumbre y volatibilidad en los
precios internacionales.

La agricultura de América Latina


afronta como principales retos la
desaceleración económica mundial y
los cambios climáticos, toda vez que
por ellos se prevé que en el corto
plazo haya mayor incertidumbre y
volatibilidad en los precios internacionales, así como un incremento de la pobreza e indigencia rural,
indicó un estudio de organismos internacionales divulgado hoy. El buen desempeño del sector
agropecuario y de la economía son importantes para evitar que la pobreza rural se incremente,
indicaron la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la Organización de
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Instituto Interamericano de
Cooperación para la Agricultura (IICA).

Los organismos recordaron que durante la crisis de 2007-2008 la pobreza se redujo en países en
donde creció el sector agrícola y el producto interno bruto (PIB). Sin embargo, apuntan que en este
año varios países del continente, entre ellos México, tuvieron bajos rendimientos y altas tasas de
pérdida en sus cosechas agrícolas, principalmente por la sequía y por efectos del fenómeno de La
Niña. Los organismos incluyeron a México entre cuatro naciones de la región donde resulta notable
la disminución del empleo rural.

Además 45% de quienes todavía se dedican a las actividades agrícolas son asalariados, no dueños
de sus propias tierras que trabajan por cuenta propia, a pesar de que las unidades productivas se
incrementaron casi 8% porque persiste la costumbre de subdividir la propiedad entre las familias.
México se colocó como segundo país de América Latina y el Caribe que más redujo el número de
hectáreas dedicadas al cultivo de maíz en cinco años, en un porcentaje de 5%, de acuerdo con los
organismos.

En contraste, existe la tendencia en diversas naciones de América Latina de incrementar hasta 17%
la superficie de siembra para sus productos básicos, como respuesta a la crisis alimentaria y para
reducir la pobreza, "Como respuesta a la crisis alimentaria, diversos países de la región han buscado
mejorar el autoabastecimiento de productos agrícolas, incrementando la superficie destinada a
productos de relevancia fundamental en la dieta de sus habitantes... Los que experimentaron
aumentos significativos en la superficie sembrada de maíz no fueron aquellos con vocación maicera
(Canadá, Argentina, México, Brasil y Estados Unidos), sino algunos de los que presentaban alta
dependencia a las importaciones de cereales", indicaron los organismos en el estudio Perspectivas
de la agricultura y del desarrollo rural en las Américas 2013.

Frente al incremento que han registrado 15 países de América Latina y el Caribe en las hectáreas
que destinan al cultivo de maíz, lejos de que México hiciera lo mismo en la misma proporción y
velocidad redujo la superficie para el que es su principal grano básico en 5%, sólo superado por
Guatemala que registró un desplome de más de 10% entre 2005 y 2009, último periodo del que los
organismos tienen cifras comparables de la mayoría de las naciones de la región.

En cambio, 15 de 26 naciones analizadas aumentaron las tierras para maíz y el nivel máximo de
17% correspondió a Guyana, seguido de Honduras, República Dominicana, Paraguay, El Salvador,
Cuba, Argentina, Trinidad y Tobago, Belice, Costa Rica, Colombia, Perú, Venezuela, Estados Unidos
y Ecuador. En otro comparativo más extenso referido al porcentaje anual en que creció la superficie
agrícola de cada país entre 1990 y 2009, México también se ubicó entre las naciones que reportaron
resultados negativos. Mientras República Dominicana, Nicaragua y Paraguay aumentaron cada año
las hectáreas para todos sus cultivos entre 1% y 2%, seguidos por otras 11 naciones que lo hicieron
en menor proporción, México reportó una reducción anual de 0,20% al respecto. En ese periodo, por
ejemplo, Argentina y Brasil triplicaron la superficie dedicada a la soya, aprovechando el
encarecimiento de los alimentos.

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