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UN CORTO RECORRIDO HISTÓRICO SOBRE EL PENSAMIENTO CRÍTICO

Se debe tener en cuenta que las raíces del pensamiento crítico surgen en la antigua
Grecia, se desarrollan en el medioevo y se fortalecen en nuestros días. En la
referencia griega se encuentran diferentes filósofos que pretenden aportar a un
primer atisbo de conocimiento, que permitiera dar cuenta de alguna posible
explicación de los fenómenos naturales que ocurrían a su alrededor. Tales de Mileto
es considerado tal vez el primer pensador griego que se interesó por estos temas:
“Tales presentaba sus ideas no como un conocimiento acabado sino como hipótesis que debían ser
perfeccionadas. Él y sus seguidores sabían que las ideas raras veces eran correctas y que eran los
errores y la corrección de los mismos lo que conducía al progreso”. (Marciales, G. 2003; p 20)

Desde esta perspectiva, Tales comprende que todo conocimiento es una


explicación temporal e imperfecta de los fenómenos analizados o estudiados, y que
necesariamente la búsqueda del conocimiento, debe ser una constante crítica a lo
que damos por sentado, es decir, no hay saberes universales o totalitarios que de
una vez y para siempre puedan dar la explicación total de un fenómeno. Por el
contrario, el conocimiento es una búsqueda incesante de aquellos saberes que en
un momento dado podemos considerar válidos, y que es a través del pensamiento
crítico, de la mirada crítica a los fenómenos, que podemos decir que se está
haciendo verdadera ciencia, construyendo conocimiento.
Pero, sin lugar a dudas, el teórico que más se aproximó a entender la necesidad de
poner a pensar a sus seguidores y entender que el conocimiento es posible de ser
construido por todos los seres humanos, fue Sócrates.
“Sócrates rechaza la presunción de los sofistas, que pretendían poseer un saber hecho, así como
podérselo enseñar a otros. La verdad es que todos los hombres ya saben, pero es necesario sacar
a la luz los conceptos que se ocultan en las opiniones”. (Marciales, G. 2003; p 20)

A partir de esta postura, se puede observar que para Sócrates el conocimiento ya


estaba dentro de los hombres y que solo teníamos que aplicar los medios
necesarios para que se pueda manifestar este conocimiento o que de alguna
manera todos tenemos una capacidad intrínseca para resolver los problemas que
cotidianamente se nos presentan. En este caso, parece que el papel del maestro no
es enseñar, sino guiar con preguntas al otro para que el mismo encuentre el
conocimiento y en esto parece haber un carácter innato en los hombres que les
permite acceder al conocimiento. Los diálogos socráticos son una apertura a la
reflexión del papel del maestro y del lugar del conocimiento y el estudiante dentro
del proceso de enseñar y aprender; no dentro de categorías establecidas, de
autoridad dadas por uno que sabe frente a otro que ignora, sino en la posibilidad de
que el otro descubra los conocimientos que lleva dentro o los que pueda adquirir.
A pesar de los avances de Platón y Aristóteles para abordar posteriormente muchos
de los temas expuestos por Sócrates, fue claro que la historia del pensamiento sufre
un estancamiento dogmático a partir de la edad media y recupera algo de su brillo
en la época llamada del renacimiento. Uno de los autores que primero intento
abordar estas temáticas fue Francisco Petrarca: “Petrarca se mostraba crítico con
la esterilidad del pensamiento escolástico y, en particular, con el aristotelismo
excesivamente rígido que había en el núcleo del dogma cristiano”. (Greenwood,
2011; p. 72).
En este caso se observan dos posturas cruciales de Petrarca que se considera
como el fundador del Renacimiento Humanista (Greenwood, 2011; p. 72) que
consiste en ataque a las ideas del escolasticismo que eran las ideas de Aristóteles
y que servían de fundamento a la Iglesia Católica, predominante en gran parte de
la Edad Media. Y en segundo lugar, se oponía fuertemente a los dogmas propios
de la iglesia, que pretendían acallar cualquier tipo de conocimiento que estuviera en
contra de los postulados centrales de la iglesia o que estuviera en contra de su
cuerpo de doctrina.
Con Petrarca se abre un primer camino a la reflexión crítica de los saberes, que
continuará con los aportes de dos grandes pensadores: Descartes y Bacon. Con
René Descartes se inicia el proceso que llevaría a pensar que solo a través de la
razón podemos llegar al conocimiento concreto, real, de los objetos que nos
proponemos conocer (Hergenhahn, 2001; p 112). La construcción de una verdad
que vaya más allá de la especulación filosófica y que siembre sus raíces en la
posibilidad de dudar del conocimiento mismo del objeto para llegar a su aprehensión
de manera más profunda.
Sin embargo, otros autores plantean que la aproximación de Bacon fue sin duda la
más importante para la estructuración de la ciencia tal como la conocemos
actualmente (Marciales, G. 2003; p 36): “La figura capital de la filosofía en el
renacimiento en Inglaterra fue un pensador que se opuso conscientemente al
aristotelismo, y no a favor del platonismo o de la teosofía, sino en nombre del
progreso científico al servicio del hombre…”. Desde esta postura Bacon se dedicó
a trabajar y fortalecer lo que se considera parte de la ciencia actual. Reconoce la
importancia de la inducción y la deducción en los procesos de la construcción
científica, aunque considera de mayor valor la inducción:
“Destaca Bacon el valor del establecimiento de leyes científicas mediante el empleo paciente del
método inductivo que resulta a la larga de mayor utilidad que las verdades particulares sin
coordinación, por mucho que éstas puedan parecer inmediatamente prácticas”. (Marciales, G. 2003;
p 37).

Es decir, que a partir de cierto tipo de evidencias particulares se pueden llegar a


generalizar procesos más complejos, lo que llamamos leyes, que permiten englobar
los fenómenos estudiados en un momento dado. Sin embargo, Bacon sostiene que
hay muchos factores que no permiten una clara aproximación sobre los saberes o
conocimientos, que tenemos preconceptos y prejuicios que entorpecen nuestra
visión de la realidad. (Marciales, G. 2003; p 37).
El pensamiento crítico surge en oposición a cualquier dogma que quiera encerrar o
clausurar la crítica, relegando la posibilidad de conocer o de validar ciertos tipos de
conocimientos desde un lugar particular. Es en un primer momento el conocimiento
científico, el ejemplo de lo que consideramos el producto del pensamiento crítico.
Todo conocimiento científico, al menos en un principio así era considerado, tiene
como condicio sine qua non ser un producto del pensamiento crítico, fundamento
mismo del conocimiento científico.
Entre los siglos XVI y XVII los trabajos de los empiristas ingleses Hobbes y Locke,
marcaron una tendencia bastante fuerte en la filosofía. Por un lado, “Hobbes adaptó
una visión naturalista del mundo en la cual todo debía ser explicado por la evidencia
y el razonamiento” (Marciales, G. 2003; p 39). Es decir, que a través del contacto
con las evidencias, el ser humano puede razonar para encontrar el conocimiento
del mundo que lo rodea. Es fundamental en este caso para el autor, comprender
que la experiencia es vital en el conocimiento del mundo y que la reflexión dada
desde el pensamiento nos ayuda en la adquisición del conocimiento.
Mientras que Locke va a expresar “desde el momento en que la mente, en todos
sus pensamientos y razonamientos, no tiene otro objeto inmediato sino sus propias
ideas... es evidente que nuestro conocimiento está tan solo relacionado con ellas...”
(Leahey, 2001, citado en Marciales, G. 2003; p 40). En este caso, Locke le da un
peso más importante al razonamiento, que a la experiencia misma. Es decir,
considera que ya en la mente nos hacemos una explicación de los fenómenos que
observamos, de tal forma que anticipamos un conocimiento para ser corroborado
en la experiencia.
Después de esta época, surge lo que se va a llamar la Ilustración. “…periodo en el
pensamiento europeo que se dio entre los siglos XVII y XVIII, cuando la confianza
en la razón y la experiencia humanas sustituyeron de manera gradual la fe en la
religión y la autoridad tradicional”. (Greenwood, 2011; p. 105). Fue este el verdadero
periodo donde al final surge el pensamiento científico, un pensamiento desligado de
la tradición aristotélica y de las influencias fuertes de la iglesia católica, que todavía
se veían en los pensadores anteriores. Pero al reformularse en estas épocas no
solo la parte social, sino la política y económica en los países, los científicos de
aquella época estuvieron en libertad de aportar de forma más contundente y libre a
la construcción de un conocimiento más crítico frente a las realidades que los
rodeaba. Esto trajo consigo una disposición abierta las diferentes formas del
pensamiento humano y tratando en ultimas de mejorar la calidad de vida de las
personas, ideales sostenidos en los procesos de la modernidad.
Entre esos primeros pensadores se destacan Voltaire y Rousseau, siendo
considerados como los pensadores de la ilustración que tenían una nueva visión del
progreso:
“…los filósofos de la ilustración suponían una teoría del progreso según la cual este consiste en la
progresiva racionalización del hombre, lo que implica su emancipación de la superstición religiosa y
de las formas irracionales de gobierno, eclesiástico o civil. Los frutos del progreso estaban
óptimamente representados por los librepensadores ilustrados; el ulterior progreso consistiría en
difundir las ideas que defendían y en reformar la sociedad de acuerdo con los ideales de la
ilustración”. (Copleston, 1994, citado en Marciales, G. 2003; p. 42)

El pensamiento al servicio de la sociedad. Construyendo un hombre reflexivo


alejado de las supersticiones, de los amarres religiosos, construyendo formas de
gobiernos alejados de la irracionalidad, propendiendo por el progreso de la
humanidad. Que la historia pueda con el tiempo criticar los logros de esta época
ilustrada, donde la razón se erigía como pilar de la sociedad, una sociedad más
equitativa y justa; y justamente es lo que va a ocurrir, cuando los fundamentos de la
razón comienzan a ser reprochados, juntos con la fortaleza de los proyectos de
modernidad que ella pretendía sostener. Sin embargo, estas son críticas a la posible
aplicación del conocimiento en sí y no a su formulación o validez dentro del contexto
de la ciencia.
Solo hasta Kant y Schopenhauer en el siglo XIX, vamos a encontrar críticas más
directas al sentido del conocimiento científico y crítico, que derivaran en los trabajos
elaborados de Marx y Freud, en los socioeconómicos y los postulados del
inconsciente, respectivamente. (Marciales, G. 2003; p. 47). Estas posturas,
pretenden ubicar un nuevo saber que se construye no a partir de una lógica
imbricada desde una reflexión pura de la razón, sino entendiendo que en todo saber
hay causas que van más allá de los factores dados de la razón y que se encuentran
elaborados a partir de los procesos sociales e históricos que los rodean, con sus
vertientes políticas y económicas como ejes del saber.
Estas dos posturas, permitirán a finales del siglo XIX y principios del siglo XX el
surgimiento de las dos líneas de pensamiento en investigación más importantes: el
enfoque hermenéutico y el enfoque positivistas. Sin lugar a dudas, los desarrollos
posteriores harán que gran parte de estos saberes posteriormente se diversifiquen
hacia otros tipos de aproximaciones al conocimiento. Sin embargo, podemos
considerar que estas dos líneas actuales del conocimiento sostienen la manera
como se produce o se trabaja el pensamiento científico. Las reformulaciones dadas
a partir de este acercamiento nos permitirán entender que no es fácil llegar a
acuerdos sobre lo que se puede considerar el pensamiento crítico, ni siquiera lo que
en un momento dado pueda entenderse como pensamiento científico, llegándose
actualmente a una crisis frente a los paradigmas centrales de las ciencias, en las
cuales se sustentan los diferentes conocimientos.
¿QUÉ ES EL PENSAMIENTO CRÍTICO?
Cuando se intenta definir el pensamiento crítico, es posible dar cuenta que cada
persona enuncia algunas características, en la gran mayoría de los casos validas,
sobre lo que es el pensamiento crítico y su importancia en la vida de las personas,
como puede ser desarrollado en la escuela, entre otros aspectos. Esto genera un
problema, debido que no se puede llegar a por lo menos un consenso aproximado
de lo que se puede llegar a llamar el pensamiento crítico. Sin embargo, es
importante aproximarnos a las diferentes definiciones de lo que consideramos el
pensamiento crítico y lo que representa en el campo educativo.
Por ejemplo, Chance (1986, Citado en Zapata, Y 2010, p 13) considera que el
pensamiento crítico es: “La habilidad de analizar hechos, generar y organizar ideas,
defender opiniones, hacer comparaciones, hacer inferencias, evaluar argumentos y
resolver problemas”. En esta definición se observa cierto tipo de habilidades
necesarias en lo que se llama el pensamiento crítico, como son la capacidad de
análisis, posibilidad de hacer inferencias, entre otros. Son en realidad
características muy generales del pensamiento. A su vez, se hace necesario indagar
un poco más a que se refieren los autores con este tipo de conceptos: pensamiento
crítico.
“El pensamiento crítico es y se configura, entonces, como un pensamiento de naturaleza filosófica,
que se interesa por el cultivo y el mejoramiento de razonar de cada individuo, en un proceso donde
se rescata la importancia y función del conocimiento en la vida académica y social de cada persona,
relacionando íntimamente la forma en que se construye un pensamiento con la forma en que se
emiten juicios razonables y se ejecutan acciones sensatas”. (Zapata, Y 2010, p 24)

A partir de esta definición de Zapata es posible entender el pensamiento crítico


como aquello que se caracteriza por una constante crítica a su propia manera de
razonar, tratando de realizar este proceso de mejor manera cada día, pero también
vinculando ese pensamiento a la vida social, cotidiana y académica de esa persona.
En ese sentido, se entiende el pensamiento desde la vinculación a lo significativo,
a lo reflexivo en la vida diaria de la persona. No es un pensamiento que se desarrolle
desligado del entorno ni del sentir del estudiante, sino que por el contrario vincula
su sentir y pensar en el día a día. Es decir, en últimas, a través del desarrollo del
pensamiento crítico, se busca la posibilidad de mejorar nuestra capacidad de
razonar constantemente sobre las cosas que ocurren a nuestro alrededor.
“La noción de pensamiento crítico incluye en sí misma la idea de su aplicación a la experiencia, pues
no puede ser crítico, considera Lipman, un pensamiento que no tiene ningún efecto sobre la vida
misma. El pensamiento crítico se ocupa de la búsqueda de razones y la toma de decisiones; por ello,
se interesa por la forma de utilizar nuestro conocimiento en la vida práctica”. (Zapata, Y 2010, p 25)

Es entonces el pensamiento crítico necesariamente ligado a los procesos de


creación de juicios, según Lipman, que le permitan al sujeto tomar decisiones sobre
las situaciones que ocurren en su entorno, demostrando la capacidad de
autocorregirse y la capacidad de ser influenciada por el contexto en el cual se
encuentra el sujeto y se producen los juicios.
Esto implica varias cosas, por un lado se debe entender el pensamiento crítico como
un sistema de pensamiento que establece reflexiones puntuales frente a las
problemáticas, pero que también es un pensamiento flexible frente a las
necesidades del entorno, al cual se encuentra fuertemente relacionado, propiciando
de esta forma un compromiso cercano del sujeto frente a su entorno.
Pero, en esencia, ¿Cuáles son las habilidades más relevantes del pensamiento
crítico? Para Facione (2007; pág. 4) dentro de las habilidades del pensamiento
crítico podemos encontrar el análisis, la inferencia, la explicación, la evaluación, la
interpretación y la autorregulación. Todas estas habilidades deben de alguna
manera ser desarrolladas de forma integral, entendiendo que una y otras producen
un proceso sinérgico posibilitando el surgimiento del pensamiento crítico en el
estudiante. Es decir, no son habilidades aisladas, sino que comprenden un todo que
posibilita la toma de decisiones del sujeto frente a las diferentes situaciones que en
un momento dado pueda enfrentar.
En ese sentido, Facione considera que las dinámicas propias del pensamiento
crítico pueden chocar directamente con los factores escolares, de tal forma que se
conviertan en contraproducentes para lo que se pretenden logar en un momento
dado: “El pensamiento crítico va mucho más allá del salón de clase. Y muchos
expertos temen que algunas de las experiencias escolares sean, en realidad,
nocivas para el fomento y desarrollo de un buen pensamiento” (2007; pág. 8). Es
decir, las experiencias propias de la escuela pueden ser consideradas como óbices
para que pueda emerger de manera adecuada el pensamiento crítico en la escuela,
pensamiento que no se reduce al espacio escolar y que permite al sujeto la pregunta
constante por los fenómenos que ocurren a su alrededor.
En este orden de ideas, es importante entonces plantearse cuáles son las
estrategias que dentro de la escuela tradicional no permiten el desarrollo de este
tipo de pensamientos, o como pensar una escuela que vaya más allá de los
procesos de adoctrinamiento o de socialización, que reducen al estudiante a un
repetidor mecánico de unos saberes descontextualizados y al docente en un
ejecutor sin autonomía de unos ejercicios pedagógicos y unos contenidos de
conocimientos desligados de su propio quehacer cotidiano.

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