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Resumen:
Guadalupe Dueñas es poco conocida como una escritora que haya configurado un
sólido mundo fantástico, a diferencia de otras escritoras mexicanas del siglo XX como
Elena Garro o Amparo Dávila. Quizás esto se deba a que dentro del conjunto de su breve
obra, las figuras de lo sobrenatural (duendes, vampiros, fantasmas, seres míticos o sin
forma precisa) son poco aprovechadas en su apariencia y sus roles tradicionales; en cambio,
realidad, aquél lo desmiente y ratifica el mundo conocido. La lucha entre estas dos
entidades textuales configura un cuento que superpone dos tipos de realidad aparentemente
incompatibles y con ello proyecta, por momentos, destellos fantásticos de manera eficaz.
Palabras clave: Guadalupe Dueñas, literatura fantástica, literatura mexicana, literatura del
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Publicado en Castro Ricalde, Maricruz, (2011), “Visos fantásticos en la narrativa de Guadalupe Dueñas”,
en Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, vol. 17, no. 50, Universidad de Texas at El Paso, Ed.
Neón, p. VII- XIII, ISSN14052687
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Visos fantásticos en la narrativa de Guadalupe Dueñas
conocido de ellos fue Tiene la noche un árbol (1958) aunque sus otros dos volúmenes, No
moriré del todo (1976) y Antes del silencio (1991) concitaron la atención de la crítica en la
voz de personajes como José Luis Martínez, María Elvira Bermúdez y Emmanuel Carballo.
a diferencia de otras escritoras mexicanas del siglo XX como Elena Garro o Amparo Dávila
quienes también cultivaron el cuento corto. Quizás esto se deba a que dentro del conjunto
míticos o sin forma precisa) son poco aprovechadas en su apariencia y sus roles
marco de lo que se considera la realidad. Varios de los relatos incluidos en los textos
mencionados dan fe de ello: “La hora desteñida”, “Pasos en la escalera”, “La dama gorda”,
“Todos los sábados”, “Enemistad”, “La sorpresa”. Tal recurso aprovecha la noción de
moriré del todo. Uno de ellos fue “Girándula”, en el que se centrarán las siguientes líneas.
encabezado por el mencionado Yáñez (autor canónico dentro de lo que se conoce como la
editado en 1991 (Castro Ricalde, 2010: 45-61). Es decir, si no lo fue el cuento completo,
por lo menos su cierre fue tan significativo que determinó el nombre de un volumen que
entre la llegada a su casa y el intento de vestirse para acudir a una anhelada cita. Todo
ocurre en unos momentos “antes del silencio”, antes de su muerte. Desde el título, este
cuento advierte la relevancia de lo percibido y cómo esto se transmite a los lectores a través
del proceso de la enunciación, pues una girándula es tanto un “Artificio que se pone en las
fuentes para arrojar el agua con agradable variedad” como una “Rueda llena de cohetes que
mismo y la proyecta hacia otro sitio fuera de sí. Su movimiento rotatorio impide observar
circunferencia de mayor amplitud dibujada gracias al efecto de la luz (en el caso de los
cohetes) o del agua (en el de las fuentes). Tal efecto funciona como una isotopía de las
elecciones perceptivas del personaje masculino, quien opta por constituir un universo
paralelo al que está viviendo y así evitar la conciencia de su propia e inminente muerte.
Pero, al mismo tiempo, las figuras generadas por la girándula sólo son posibles gracias a la
existencia del aparato mismo que es referido – explícitamente y con gran fortuna – como un
ojo que, de manera implícita, posee una visión estereoscópica. La girándula, entonces,
despliega mecanismos de los textos de ficción que abordaré en este trabajo. Me propongo
lucha entre estas dos entidades textuales configura un cuento que superpone dos tipos de
realidad aparentemente incompatibles y con ello proyecta, por momentos, ciertos destellos
determinar quién es o a quién atribuir su narración. Para los lectores resulta sencillo
advertir, desde las primeras líneas del cuento, las omisiones de Julio y las contradicciones
personaje o la perspectiva del narrador. El inicio de los dos primeros párrafos resalta lo
que el aspersor del prado le bañaba el rostro y, mucho menos, en la pequeña Maité […]
Julio no advirtió que el caluroso atardecer de mayo humedecía sus axilas […] (Dueñas,
extrañado” (39). Enunciados como los anteriores descubren el doble papel ejecutado por el
enunciador quien subraya la arbitrariedad de la realidad observada por Julio, pero también
la torna ambigua al atribuirla al contexto del personaje. Así, cuando se detiene “Acezante”
esfuerzo producido por subir las escaleras y a su “invariable torpeza”. Y si no se fija en ese
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Citaré de esta edición, por lo que en lo sucesivo sólo incluiré el número de la página. Igualmente, me
atribuyo todas las cursivas insertas en dichas transcripciones. Este cambio tipográfico será útil para centrar
la atención en aquello que me interesa demostrar.
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momento en el foco mencionado, es por la ansiedad que lo invade ya que esa noche tiene
una cita con una joven a la que ha pretendido desde dos años atrás y apenas ahora parece
interesarse en él. Es decir, el narrador contribuye a crear una polisemia que esclarece las
razones por las cuales el orden habitual de Julio se ve perturbado y, al mismo tiempo, abre
el espacio para introducir la duda sobre si basta esa causa para producir las crecientes
alteraciones físicas y anímicas del personaje. Tal dubitación se instaura con singular fuerza,
“insistente dolor del brazo” experimentado por Julio desde la noche anterior.
sensación aparecerá tanto de manera repetida como descrita cada vez más incisivamente. Si
primero se le “había adherido como una ventosa” y aumentaba “más y más”, después le
dolor – es el más reiterado, pero aparecen muchos otros ligados a un ataque al corazón: el
va diluyendo, connato de vómito, mejillas lívidas, fotofobia, dolor de cabeza y sienes que
“parecían estallar”.
A tales señales podrían añadírsele algunas que Julio no reconoce o bien que el lector
no puede asegurar si provienen del estado actual del personaje o de la percepción que tiene
de sí mismo. El primer caso puede ilustrarse con la aparición en el lavabo de “dos coágulos
dos tarántulas” (42). El segundo con la intensificación de las arrugas de su rostro, la de las
venas “congestionadas” de sus manos o las de sus piernas que “parecían correas; tensos
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acueductos de agua negra”. Si el rechazo hacia su apariencia se relaciona con los nervios
por la cita con alguien mucho más joven que él, la visión de su cuerpo decadente se explica
culmina en una caída que hace “saltar los sesos contra el brocal de la tina” y cuyo “cráneo
al estrellarse” produce un sonido de cascarón (45). Así, tanto lo que pasa inadvertido para
el arquitecto como los hechos que lo dejan perplejo y lo convencen de la existencia de una
según la nomenclatura de Tzvetan Todorov (1981: 25-35). Esa “sensación de que alguien,
fenómeno sobrenatural.
se manifiesta la importancia del compromiso social contraído por Julio. Después de dos
“años de martirio. Dos años de desearla sin esperanza; seiscientos veinte días de anhelar
una palabra, una mínima señal que lo diferenciara de la camaradería usada con los demás
arquitectos”, Lucinda le pidió que la llevara al teatro y luego cenaran con su familia (40).
inexplicable. Adelanto, entonces, una de las conclusiones de este trabajo al sostener que la
integración de otro nivel de realidad se sustenta en la incapacidad del sujeto de lidiar con lo
conocido; en concreto, el horror que inspira el proceso de decadencia física del sujeto y la
muerte como culminación del mismo. Esto es tan monstruoso e inaceptable que es
Las pistas sobre ciertas anomalías han sido lanzadas con la mención de una
– por lo menos – ha estado antes en él, y la ausencia del traje que Julio esperaba encontrar
incluyen repetidamente dentro del texto: si la luz de afuera ha sido prendida es porque
Rosa, la mujer del servicio doméstico, había recogido la indumentaria que el protagonista
portaría y lo dejó en donde él lo solicitó. Si dicho traje no está, ¿quién encendió entonces el
otro: si la empleada cumplió con lo pedido, Julio no ve el traje oscuro porque hay algo en
perspectiva. Pero si la ropa no está en el lugar esperado y Rosa no fue al hogar de Julio
(porque, además, no solía trabajar ese día de la semana), los temores del arquitecto son
fundados y algo externo a sí mismo está trastocando el orden que lo rodea. La narración da
fantástico, ligados al punto de vista del personaje y, como hemos señalado, cada vez más
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Julio comienza a inquietarse por dos hechos que ocurren de manera casi simultánea:
por no encontrar el traje y por “la sensación de que alguien, en ese momento, había entrado
a su alcoba” (40). Esto lo pone en actitud acechante: “Claramente oyó girar los goznes de la
ratifica con el conjunto de acontecimientos inusuales de los que sólo Julio es testigo y de
los cuales tiene la total certeza, según indica el adverbio “claramente” en ésta y en otra
afirmación que transcribo unas líneas más adelante. La soledad del personaje se vuelve en
su contra, pues las aserciones de la voz narradora prevalecerán ante la explicación de los
síntomas fisiológicos aludidos, pero también porque no hay nadie que corrobore esas
situaciones anómalas. Algunas de ellas son el descubrimiento de los dos coágulos de sangre
en el lavabo y cuyo origen no es aclarado (Julio se examina, revisa sus encías y la navaja de
afeitar, sin detectar “Absolutamente nada”). Enseguida se topa “con la camisa almidonada
que no encontró un minuto antes” (42). Después leemos: “No dio crédito a la silueta, mejor
[sic]. Le llegó un fuerte olor a cieno” (42). El personaje se resiste a admitir lo que sus
sentidos le advierten, “que en su cuarto había una presencia, una presencia viva y extraña,
un algo que lo cohibía y ¿por qué no decirlo? Algo mágico e intangible que le iba quitando
fuerza” (42). Los dos últimos hallazgos que lo sumen en la zozobra es la aparición del traje,
advertir que “alguien levantaba un mazo y lo dejaba caer sobre su nuca, una y otra vez”
(44-45).
El ser anónimo percibido por Julio transgrede las leyes del espacio, pues es capaz de
penetrar en una habitación cuya ventana se encuentra cerrada y la puerta tiene “echado el
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cerrojo”. Es un ser al que le es imposible enfrentarse, a pesar de haber revisado debajo de la
cama, detrás de las cortinas y las puertas. Julio se pregunta: ¿todo ello es un producto o no
que pasa, cómo “con tranquilidad, sin ofuscarse” observa “todo con detenimiento”, de qué
que iba en aumento”, “el desaliento que se adueñaba de su persona”, cómo queda “Abatido
personaje e, incluso, para el lector que, aún en el supuesto de que se adhiriera a la hipótesis
de la voz enunciadora (que Julio está sufriendo un infarto), no puede dejar de sentirse
intimidado por el horror ascendente que embarga al protagonista. Luego, el peso gradual
del narrador que apuesta por la verosimilitud de lo que cuenta, alineado con las leyes del
puede tener lugar. En “Girándula”, la naturaleza, el paisaje o los páramos – tan caros para
modernidad del siglo XX. Se trata ahora de los novedosos edificios de departamentos de la
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segunda mitad de esa centuria en una zona urbana. Los personajes pertenecen a un nivel
socioeconómico medio alto, dado su nivel de estudios y el tipo de empleo. En este cuento
necesario, en cuanto a su posición social y el vínculo existente entre ellos. De aquí que si en
los apartados anteriores las configuraciones de sentido han emanado del cuento mismo, en
de Rosalba Campra (2008: 111). El silencio con el que concluye el cuento analizado y,
paradójicamente, con el que Dueñas abrirá (al incluirlo en el título) el último de sus libros.
teme tanto la extinción física como el relato fantástico es soslayado por “una tradición de
crítica literaria más preocupada por sostener los ideales establecidos que por subvertirlos”
(Jackson, 1986: 181). La girándula del cuento posa su ojo inmóvil, pues, en lo que se ha
optado por marginar dado su carácter amenazante hacia el orden conocido y dominante, sea
Dueñas, entonces, instala el horror en el presente que aún alcanza a los lectores del
nuevo siglo. Aquellos que pertenecen a una ciudad letrada que, como el arquitecto de la
en dos ocasiones. La segunda vez aparece en las últimas líneas del texto y apunta hacia la
necesidad de que prevalezca la razón, de que ella dote de significados a lo que el aterrado
Julio percibe a través de los sentidos. En lugar de exorcizar el horror a través de un proceso
el tiempo que lleva a su servicio la misma empleada doméstica indica una economía
desahogada y disfrutada desde hace años. Su rango laboral es superior al de otros colegas
(el trato que le concede el gerente es más bien de amistad y no de subordinación: juegan
póker y van juntos al club). Su apariencia distinguida facilita su inserción en una posición
dada dentro de la sociedad y ambas (apariencia y posición social) son los argumentos que
teatro y gozar una cena familiar. La información leída o colegida se encamina hacia la
trayectoria de quien, a partir del estudio y el ascenso en el mundo laboral, consigue una
familia y los afectos de Julio, con excepción de su desmedido y desesperanzado interés por
Lucinda. Se infiere que vive solo y con una rutina organizada (siempre le da un caramelo a
la pequeña Maité; en otra situación hubiera sido capaz de advertir cualquier anomalía de su
peso a los apellidos o a la antigüedad del tronco familiar y, en cambio, estratifica a sus
tradición. Así, al asociar las creencias derivadas de las supersticiones a “un tipo de
demás” y favorece la creación de jerarquías sociales, sostiene Tobin Siebers (1989: 13).
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Consecuente con su formación y su adscripción a un grupo social determinado, Julio es
con el mundo al cual pertenece. Pero si posiciona los acontecimientos dentro de los límites
propia vida y, por ende, la inminencia de su fin. Al asumir que el mazo asestado
aceptar la muerte como un continuum de la vida. Dueñas, entonces, opta por desplazar el
horror producido por la idea de lo sobrenatural al horror generado por lo “natural” que no
habitual, pues sigue el planteamiento de Ana María Barrenechea al intuir el “orden dentro
del desorden que insinúa un peligro oculto, la presencia de cosas detrás de las cosas, de otra
cualquiera que pudiera advertirle sobre su estado de salud. Es decir, se dividen de tajo tanto
los dos niveles, el de la realidad y el de un más allá, como los dos tipos de explicaciones
sobre lo que ocurre. La construcción de tal frontera habla de un individuo concebido como
un ser diferenciado en relación con los otros y esto es sostenido – según advertimos líneas
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aleja de su temor verdadero, el de la muerte (que ni siquiera es concebida y mucho menos
nombrada).
El aislamiento de Julio funciona también como una coraza hacia los dos rangos
temor, la subestimación. En ambos casos, el Otro se erige en una amenaza que culmina con
tanto desde la lectura de género como desde la de la clase social, elegir a Rosa como su
El título del cuento alude a aquello que produce un efecto gracias al movimiento
rotatorio que impide apreciar con claridad el dispositivo que lo genera, dada la distracción
de la mirada. Tal y como el personaje, en forma inconsciente, se centra en unos hechos para
de Julio por la proximidad de la cita con la joven crece a la par de su malestar corporal, se
alteran hiperbólicamente tanto lo visto como lo intuido. Sin embargo, lo inexplicable es una
pretendido demostrar cómo van apareciendo ciertas anomalías en las que se insinúa la
“flor de cristal, girándula luminosa por el último rayo del sol”, no es difícil que los lectores
último rayo del sol”: mientras se acerca al momento final, establecerá una serie de
de ser una “flor de agua” a un “mirasol enloquecido”. Cuando esto ocurre, Julio descubre
Después, mientras siente que las sienes le estallan, el aspersor será comparado por la su
efecto hipnótico con los ojos de Lucinda. Finalmente, el objeto pierde la movilidad y es
entonces, como el punto de visión del relato en su vínculo con Julio. La velocidad del
aparato cambia de ritmo conforme se aceleran y luego se extinguen las pulsaciones vitales
del personaje. Ese compás es distinto en su relación con el horror, intensificado frente a su
girándula anticipa tanto la muerte del ser como la instalación del horror momentos antes.
poseen una perspectiva general en la que el personaje también horroriza. Como aquello que
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él ve o deja de apreciar, según la variabilidad de su percepción, quien lee el cuento
cambios corporales que éste experimenta. La diferencia radica en la naturaleza del peligro
que entrañan tales mutaciones: mortal para Julio, inocuo para los receptores. Éstos, sin
embargo, son advertidos sobre el riesgo que entraña la convivencia de sujetos marcados por
el género y la clase social. Pero, sobre todo, se previene que en un periodo en el que se
personaje hacia su propia mutación que lo convierte de maduro a viejo, de fuerte a débil, de
esfuerzos por frenar la decadencia del ser humano, en la desesperada y vana búsqueda de la
afirmación del sujeto y en el horror como resultado de la existencia del otro marcado por la
ejemplo textual que reflexiona sobre lo fantástico moderno, al plantear que sólo sobrevive
Obras citadas
Castro y Laura López (eds.). Guadalupe Dueñas. Después del silencio. México: FONCA,
Renacimiento.
1991.
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