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MAESTRÍA EN EDUCACIÓN

ORIENTACIÓN EN PEDAGOGÍA DE LA FORMACIÓN


Modalidad Virtual - Docentes de Ecuador
SEMINARIO: Trayectorias sociales y escolares de los jóvenes

ACTIVIDAD DE INTEGRACIÓN FINAL – AULA 3.

ESTUDIANTE: PEDRO DANIEL GREFA CHIMBO

ANÁLISIS DE DISCURSOS DETERMINISTAS Y ESTIGMATIZANTES SOBRE LOS


JÓVENES.

Quiero partir haciendo hincapié en la descripción de los discursos sobre los jóvenes
bajo la perspectiva de Mariana Chaves (2005), quien presenta una clasificación de sus
comportamientos en diferentes periodos históricos, según se alejan o no del patrón
establecido.

http://www.sigloxxieditores.com.ar/pdfs/reguillo_culturas_juveniles.pdf

http://www.inju.gub.uy/innovaportal/file/25098/1/mirada_joven_web.pdf
En este link la autora expone desde varios puntos de vista los discursos deterministas
de la cultura juvenil como: discurso culturalista, discurso de pánico moral y discurso
sociologísta aborda a la juventud como una cultura distinta a los demás.

(Rossana Regillo, 2000) autora del libro “Cultura juveniles” formas políticas del
desencanto aborda los problemas de los jóvenes en América Latina. En ella expone
que a los jóvenes se les trata “[…]como “sujetos inadecuados”, actores de la violencia,
del “deterioro o la pérdida de valores”, desimplicados y hedonistas, calificaciones que
provienen tanto de las derechas robustecidas como de las izquierdas desconcertadas;
por el otro, los jóvenes como “reservas para un futuro glorioso”, “el bono demográfico”
para los países de América Latina. Además, se puede ver en estos dos discursos
aparecer la figura del “llanero solitario”, es decir, el joven que triunfa “a pesar de todo”,
que flota como figura espectral en las ondas televisivas y la retórica de los gobiernos.

Satanización o exaltación parecerían ser las operaciones discursivas con las que se
pretende dotar de contenidos a la categoría social que llamamos “jóvenes”.
Operaciones que desde luego no son neutras y que están inscriptas en el contexto de
las profundas transformaciones sociopolíticas y culturales surgidas del tardo
capitalismo, la globalización económica y la mundialización de la cultura, cuyas
repercusiones locales o consecuencias aún no han sido suficientemente calibradas”
(Regillo, 2000).

Esto me hace volver en el tiempo y recordar de cuando tenía apenas 12 años, que en
la comunidad donde vivo hasta la actualidad, se podía dejar cualquier objeto aun así
sea de valor y permanecía hasta el día siguiente, es decir nadie robaba, no había más
que una escuela donde tuve mi experiencia, es decir, mi trayectoria escolar, aunque
sin muchos lujos, ni juguetes, sin dinero, solo con velas porque no había energía
eléctrica, ni teléfonos, peor aún las redes sociales, con solo dos docente, aun así
estábamos muy felices de la vida; mientras que ahora que tenemos centros de
enseñanza secundaria, docentes para cada grado, energía eléctrica, internet, aun mas
con leyes que protegen a los niños y jóvenes, la situación ha cambiado mucho que nos
hacen pensar y categorizar a los jóvenes actuales en determinismos estigmatizantes
como las que clasifica Mariana Chaves.
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En estos tiempos debería ser mejor la convivencia donde los gobiernos de turno en
sus discursos, hablan de la disminución del alto índice de analfabetismo, de pobreza,
de desigualdad, de una educación de calidad y calidez, más aún se vea la sociedad
totalmente estigmatizada y en especial de los adolescentes. “La juventud no es más
que una palabra”, es una construcción social” (Bourdieu, 1990), es decir, los jóvenes
pugnan por el poder frente al mundo de los adultos y que hay nuevas juventudes, esto
intenta dar cuenta de que existen muchas formas de ser joven y diversas maneras de
dotar de significados a la condición juvenil.

Estos jóvenes, nombrados, perseguidos o “representados” en las coyunturas


electorales como parte fundamental de los desarrollos nacionales o –como suelen
decir algunos organismos internacionales–“como actores estratégicos del desarrollo”,
para estos jóvenes, el repliegue del Estado benefactor, la fuerza creciente del
mercado, la irrupción de los medios de comunicación, el descrédito de las instituciones
y actores tradicionales (partidos, iglesias, sindicatos), la globalización, la migración, la
fuerza del narcotráfico y del crimen organizado constituyen no ya un escenario posible
sino el entramado complejo, sistémico, multidimensional del ámbito donde los jóvenes
–en cuanto a categoría socialmente construida, situada, histórica y relacional–se
configuran como actores sociales.

Sara Ortiz. (2015). Riñas, robos y discordia son las causas de asesinatos a jóvenes. El
Comercio, 4.
http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-185186-2012-01-11.html

Aquí se ve claramente cómo a los jóvenes se los categoriza en el discurso de pánico


moral: considerando como enemigos peligrosos para la sociedad. Que las riñas,
robos y discordias son las causas de asesinatos entre jóvenes. Cómo los padres ven a
sus hijos víctimas de otros jóvenes, con sus cuerpos destrozados producto de un arma
blanca o de arma de fuego tendidos en la vía cerca de su colegio. No hay seguridad
en las calles, se ha convertido en tierra de nadie donde impera la ley de la violencia.
Muchas veces surgen también rivalidades por equipos de fútbol, grupos juveniles y por
novios. Datos de homicidios ocurridos en el Ecuador, de enero a junio de 2015,
denotan 525 víctimas adolescentes, que por estas razones son excluidos de recibir
una educación regular y pasan a engrosar las cárceles y centros de rehabilitación
social, es una muestra de cómo aun hoy la juventud en contexto educativo formal
sigue presentándose como peligrosa.

En el link página 12 del diario la ventana, el autor Roberto Samar, expone que siguen
presentes en medios de comunicación la estigmatizan a jóvenes pobres como
peligrosos. Estos jóvenes son mirados con miedo cuando camina. La policía lo detiene
y averigua sus antecedentes y está más expuesto a ser detenido por sospecha. Esto
no puede ser, que solo por el hecho de ser pobre ya sea considerado como peligroso.
Y he aquí a modo de ejemplo, según el autor, cómo la estigmatización atraviesa a los
medios de comunicación, el monitoreo de niñez y adolescencia en la prensa argentina
del año 2008, desarrollado por Periodismo Social, señala que, “los artículos que se
refieren concretamente a medidas de privación de libertad de los adolescentes
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sospechosos de delinquir incluyeron términos peyorativos en el 65 por ciento de los
casos”.

Lo que arriba se menciona encaja perfectamente en las categorías como: “indóciles”,


“anormales”, “rebeldes”, “subversivos”, “guerrilleros”, “revolucionarios”,
peligrosos” y “criminales” resultaron ser aquellos que la escuela secundaria debía
educar y socializar en un patrón de normas y reglas de los cuales estos no
participaban en su configuración (Bracchi, 2015).

Quiero referirme en esta parte de lo que ocurre en la institución educativa, que quien
ejerce la rectoría de la Unidad Educativa, lo estigmatiza a muchos jóvenes, que porque
en ocasión anterior se le encontró a aquellos estudiantes en estado de embriaguez, le
hagan un seguimiento de sus acciones aun en su casa. Que todo indicio (pálido, ojos
rojos, adormecidos, diferente corte de cabello, peinado, formas de vestirse, etc.) sean
considerados como signos de borrachera, drogadicto, bohemio, antisocial, delincuente;
sin tomar en cuenta si talvez tuvo problemas en el hogar, o está enfermo. Ante esto le
hemos tratado de hacerle entender que no debe continuar con la “tradición
disciplinaria” o llamado paradigma de la disciplina, sino que debemos cambiar y
proceder con el paradigma de la convivencia, no está dispuesto a cambiar su
postura autoritaria. La clase nos dice que se está dando nuevas maneras de
regulación de lo escolar. Esto es los preceptos, normas y valores vigentes que
pretenden un orden específico en el espacio escolar: ordena lo primero y lo prohibido,
señala y marca qué conductas son aceptables y cuales repudiables. Estamos pues,
ante transformaciones de la gramática escolar clásica en lo que implica la cuestión del
orden escolar estamos viviendo estas transformaciones en el marco del paso del
paradigma de la disciplina al paradigma de la convivencia (Bracchi, 2015).

El discurso naturalista: define a la juventud como una etapa biológica natural, que
existió siempre y de la misma manera, también se puede decir que la etapa juvenil se
considera, habitualmente, al periodo que desde la adolescencia (cambios corporales,
relativa madurez sexual, etc.), hasta la independencia de la familia, formación de un
nuevo hogar, autonomía económica, que representarían los elementos que definen la
condición de adulto. Un período que combina una considerable madurez biológica con
una relativa inmadurez social. La juventud como transición hacia la vida adulta,
(algunos autores hablan de cinco transiciones que se dan en forma paralela: dejar la
escuela, comenzar a trabajar, abandonar el hogar de la familia de origen, casarse,
formar un nuevo hogar) es diferente según el sector social que se considere”
(Margulis, 1996: 14).
En la revista, jóvenes, instituciones y delito, en palabras de Castoriadis “las personas a
través de la valoración imaginaria colectiva, disponen de parámetros para juzgar y
actuar, a la vez, las acciones de las personas producen modificaciones en ese
imaginario”.
La sociedad no debe estigmatizar a los adolescentes, porque la responsabilidad de
que ellos tengan mejores días, de que sean tomados en cuenta como actores,
depende de todos, los gobiernos de turno, los medios de comunicación, las
instituciones educativas, padres de familia, aunar esfuerzos para dar el espacio que
los jóvenes necesitan ser escuchados en esa etapa de transición (trayectoria social y
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escolar) a la vida adulta, porque en las primeras décadas del siglo XX los
adolescentes escolarizados eran considerados meros pasajeros hacia la vida adulta y
algunos de ellos eran los destinatarios de la vida universitaria (Gagliano, 1992)
Para concluir creo es importante citar lo que dice la clase (Bracchi, 2015) la
emergencia de formas más democráticas de transitar la escolarización y de construir
una escuela para todos en el marco del paradigma de la convivencia, implica:

 El modo de concebir a los estudiantes: “ya no como sujetos incapaces de


auto-gobernar su conducta” sino como sujetos de derecho, con voz y poder de
participación en la vida escolar.
 La convivencia implica un “hacerse cargo” de los conflictos sin negarlos y
pensarlos como posibles espacios de aprendizaje a partir del trabajo en
colectivo para su resolución.
 Esto conlleva a que el enfoque de la convivencia destaque la participación
estudiantil como parte del ejercicio colectivo de la ciudadanía y la escuela
debe en este sentido, asegurar la circulación de la palabra de todos los
estudiantes y a través de sus diversos modos de organización.

El trabajo está aprobado: 9 (nueve)

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