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*Advertencia:
la 1ª: conviene advertir en dos cosas. la primera es, que el amor se debe poner más en las obras
que en las palabras. Pero también en palabras. Obras son amores y no buenas razones.
la 2ª: el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el
amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el
amado al amante. Dar y recibir. Hay que saber hacer ambas cosas. Exigir nunca, pero
recibir siempre con gratitud y alegría paladeándolo. Recibir ayuda, cumplidos, cariño.
*composición; que es aquí, ver cómo estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de
los santos interpellantes por mí. Orquestación solemne que indica la importancia que
Ignacio daba a esta contemplación. Puedo hacer testigos también a los santos de la
tierra y este año a mis compañeros de ejercicios.
*pedir lo que quiero; será aquí, pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo
enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad.
Como pedimos conocimiento interno de mis pecados, y del Señor que por mí se hizo
hombre, pedimos ahora conocimiento interno de tanto bien recibido, a través de una
trama de mediaciones y causalidades.
Primer punto: Todo es don. Todo es gracia. El sentido es volver a entonar nuestro gran Hallel
del primer día, pero después del paso por el misterio pascual de Cristo. Reconciliación con la
propia historia. No autocomplacencia, pero descubrimiento del Dios que me ha llevado de la
mano. El hijo ve la realidad como un don universal. Todo lo que Dios ha hecho es bueno (Gn 1;
Si 39).
Insistir. Todo lo más hermoso que tengo me lo dieron gratis. Mis padres me dieron mi
presencia física, mi talento, mi buen oído musical, mi facilidad para los deportes. Los grandes
aprendizajes fueron gratuitos. No me cobraron por enseñarme a andar, o por enseñarme a
hablar, o por enseñarme a amar. Mis estudios fueron gratuitos, los pagaron mis padres, los pagó
la Iglesia. Gratis es el aire que respiro, el agua que bebo, la brisa que me acaricia. Ver un álbum
fotográfico con las fotos de mi historia y de las personas que la han acompañado.
Dar las gracias también por mis limitaciones. Frente a una actitud falsamente religiosa que
solo descubre a Dios donde las cosas me van bien a mí, haciendo de Dios una ventaja personal.
Algunos regalos vienen envueltos en papel de periódico.
Por tanto todo me debe servir como lenguaje de amor, para expresarle a Dios mi amor:
salud y enfermedad, vida larga o corta.
Oblación y coloquio: Deseo de que todo lo que tengo y lo que me falta sirva para el
Reino. Una fe en que será mucho más útil si Dios dispone según su voluntad que si yo
dispongo según la mía. Y la fe de que si Dios dispone para el mayor servicio de su Reino eso
será lo que en definitiva me conviene a mí.
Hay que buscar a Dios en todas las cosas que han sido creadas para el hombre, pero con
frecuencia es el hombre quien vive para ellas, y acaban secuestrándolo. Claro que no tienen
ellas la culpa.
Cuanto más pretendemos apropiárnoslas y asegurárnoslas, a costa de lo que sea, más nos
dominan. Y es que cuando las miramos con los ojos turbios del deseo, las convertimos en
objeto de apetito y de conquista. Y dejan de ser el regalo diario, el “pan nuestro de cada día”, la
prueba cotidiana de cómo somos amados por un Dios que “trabaja y labora por mí en todas las
cosas criadas sobre el haz de la tierra {236}. Por mí y por todos. Cada ser humano puede con
todo derecho afirmar lo mismo.
Y cuando negamos “las cosas” o no les reconocemos su sacramentalidad, abrimos la puerta
a todas las profanaciones, a todas las depredaciones. Se nos convierten –las convertimos- en
presa para el más rapaz. Y despojamos al débil, a quien también le pertenecen por igual
derecho. Naturalmente dejan de sernos ayuda necesaria, objeto de gozo y de paz, mesa de
comunión fraterna y se nos convierten en manantial de angustia y miedo, no somos ya libres
respecto a ellas y consideramos justificadas todas las violencias con tal de retenerlas y
asegurarlas. Y sin embargo “es menester” hacernos indiferentes” {23}, es decir, libres frente a
ellas.
Pero el problema no es de las cosas, sino de nuestra intención sobre ellas. “De nuestra parte
el ojo de la intención debe ser simple” {169}. ¿No será que no sabemos situarnos ante las
cosas porque no sabemos contemplarlas? ¿No será que la raíz de todas nuestras pequeñas o
grandes idolatrías y de nuestras pequeñas o grandes injusticias es que no sabemos o no
queremos ver? San Ignacio nos invita, pues, a contemplar.
Recibo una llamada a restaurar todas las cosas en él. En el Principio y Fundamento había
todavía una mirada instrumental sobre las criaturas. Debo usar de ellas cuanto me ayudan y
privarme de ellas cuanto me estorban. Todo el mundo estaba pensado en función de mí. Ahora,
en cambio, en la Contemplación para alcanzar amor, descubro que simultáneamente, cuando no
tengo afectos desordenados, cuando soy de verdad indiferente, me hago capaz de dar sentido a
esas criaturas que me están ayudando a darme sentido a mí.
Descubro la llamada a restaurar todo en Cristo, liberando a las cosas y a las personas.
Limpiándolas. Descubriendo y sacando hacia fuera esa presencia de Dios que hay en ellas.
Educar viene de “educere”: sacar. Educar es sacar, es ayudar a parir lo que las personas ya
tienen dentro, al Cristo escondido que cada hombre lleva en sí.
Hay que liberar as cosas, dejándoles fluir hacia Dios, sin intentar apresarlas ni dominarlas.
Cuando los otros sean lo que son llamados a ser, también yo seré lo que he sido llamado a ser.
Realizaré mi vocación en la medida en que respete a los demás y colabore a que ellos también
realicen su vocación en Cristo. Así hago que todo tenga a Cristo por Cabeza.