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DOS VISIONES DEL CEREBRO ADOLESCENTE

Aprendizaje y desarrollo de la personalidad


Master en Educación Secundaria Obligatoria (MESOB)
José Carlos Muñoz Castellanos (Grupo 12)

Para este trabajo, partimos de dos artículos sobre el cerebro adolescente.


Nuestro objetivo sería componer un resumen de cada uno de ellos para, a
continuación, dilucidar en qué aspectos coinciden y en cuáles divergen y ofrecer
una breve reflexión personal.

Hermosos cerebros, por David Dobbs

Este artículo se basa, en buena medida, en la siguiente afirmación: “la


investigación indica que los adolescentes dan más importancia a la recompensa
que a los riesgos”. Y recoge una idea firmemente insertada en el imaginario
colectivo: los adolescentes llevan a cabo conductas imprudentes. Y esta es un
creencia que, además, no es exclusiva de nuestro tiempo: ya hace más de dos
milenios Aristóteles dejó escrito que “la naturaleza caldea a los jóvenes como el
vino a los beodos”.
Pero, volviendo a nuestra época, desde finales del siglo XX sabemos que
entre los doce y los veinte años nuestro cerebro aumenta sus capacidades a través
de un proceso llamado “poda sináptica”, por el cual las conexiones neuronales más
empleadas se refuerzan y las menos se debilitan. Algunos autores han relacionado
este proceso con las a veces arriesgadas conductas adolescentes: “¡se comportan
así porque sus cerebros todavía no están terminados!”. Pero el artículo que
nosotros examinamos maneja otra visión, en concreto, una visión adaptativa de la
adolescencia. Según la misma, el adolescente sería un ser sumamente flexible,
capaz de adaptarse a múltiples contextos, para así poder hacer frente mejor a la
transición hacia la vida adulta. Los rasgos generales de este adolescente altamente
adaptable serían:

- Búsqueda de sensaciones intensas (alcanzan el punto álgido a los 15 años)


que, si bien pueden dar lugar a situaciones de riesgo, también pueden
generar aprendizajes y situaciones positivas.
- Propensión a correr riesgos: bastante relacionada con la anterior, se podría
sintetizar en la idea de que minusvaloran los costes frente a la recompensa.
- Preferencia por la compañía de sus coetáneos y, por ende, se registra una
menor predisposición a agradar o congeniar con “sus mayores”.

Basándose en estos rasgos, en el “poco conservadurismo” (si se nos


permita la expresión) de los adolescentes, el autor concluye con la siguiente
aseveración: “en términos científicos, los adolescentes pueden ser un incordio,
pero son posiblemente los humanos con mayor capacidad de adaptación”. Y añade
algo que nos va a interesar, por el contraste que presenta con la visión del otro
artículo: “ese reconocimiento casi universal desmiente la idea de que [la
adolescencia] se trata de un concepto cultural”.

El mito del cerebro adolescente, por Robert Epstein

El titulo de este breve ensayo es ya de entrada significativo: la idea de un


“cerebro adolescente” es un mito, y se opone a la visión universal de la
adolescencia con la que hemos cerrado el anterior epígrafe al afirmar: “la rebelión
juvenil no viene dada por la biología, es un producto de la cultura occidental
moderna”.
Para apoyar esta tesis argumenta que alrededor del 60% de las sociedades
≪ pre-industrializadas ≫ de la actualidad no tienen un término para definir la
adolescencia. También recurre a estudios históricos amplios que han concluido
que la adolescencia, tal y como la entendemos hoy en día en nuestro mundo
occidental, es algo nuevo que apenas tiene más de un siglo de antigüedad. En
síntesis, para Epstein, las problemáticas asociadas a la adolescencia tienen una
génesis fundamentalmente histórica, social y cultural (o, aglutinándolas todas, un
origen ambiental). En sus propios términos:

La crisis de la adolescencia no es inevitable. Se trata, pura y simplemente, de una


creación de la cultura moderna, igual que, por lo que parece, el cerebro de los
adolescentes conflictivos.

Pero la crisis de la adolescencia en nuestra realidad es algo que sí existe; si


no obedece a motivos biológicos, ¿qué factor o factores la generan? Para Epstein,
la principal explicación es que tratamos a los adolescentes como si fuesen niños, a
pesar de que son ya perfectamente capaces de razonar como adultos, con lo que se
les empuja a cometer mil disparates: “tratarlos ≪como niños≫ les empuja a actos
absurdos; pero cuando son tratados como adultos, aceptan el reto de inmediato y
dan la talla”.

A modo de conclusión: biología, cultura y adolescencia

El diferente enfoque entre ambos artículos ha quedado, creemos, bastante


claro: Dobbs achaca la problemática adolescente a una variable explicativa
bilógica, mientras que Epstein lo hace a través de un factor ambiental. En esencia,
estamos frente al siempre recurrente (y siempre irresoluble) debate acerca de si
nacemos o nos hacemos. Pero también hay que reconocer el elemento en el que
confluyen ambos artículos: dan por superada la tesis, procedente de la magna obra
Adolescence de Hall (publicada en 1904), que planteaba que los adolescentes son
inherentemente incompetentes e irresponsables. A este respecto, Dobbs les
reconoce una extraordinaria capacidad adaptativa; y Epstein unas excepcionales
habilidades cognitivas.
Pero, retomando la oposición entre biología-ambiente, me parece que
ambos autores adoptan un enfoque excesivamente maximalista (lo uno o lo otro).
Asumiendo que no soy ningún experto en esta materia, y que por ello lo que diga a
continuación puede resultar arrogante –y probablemente erróneo–, me cuesta
asimilar que los fenómenos complejos puedan responder a un único tipo
determinado de causas. En este caso, Dobbs se inclina por unas causas externas, y
Epstein internas. Y ambos dan argumentos sólidos para ello: por ejemplo, no se
puede obviar las evidencias a favor de la existencia de un proceso de poda
sináptica; pero tampoco que en algunas culturas, como la samoana, la adolescencia
no es un proceso problemático como sí lo es en la nuestra. Por ello parecería,
quizá, más interesante, un enfoque integrador. Un enfoque en el que la biología,
universal por definición, ofreciese una base para el desarrollo que, a su vez, fuese
moldeada de un modo complejo, abriendo canales de interacción mutua, por los
factores ambientales (culturales, sociales, económicos, políticos, etc). En
definitiva, la realidad es sumamente compleja, si queremos aprehenderla, nuestras
explicaciones no pueden ser excesivamente simples.

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