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Entrevista al filósofo argentino Tomás Abraham (2003)

Su libro Situaciones Postales salió finalista en el Premio Anagrama de Ensayo y se publicará simultáneamente en Argentina y en España
"A mi me enseñaron que hacer filosofía no era ser una persona interesante, no era tener ideas, no era ser un personaje de novela, no era
escribir ideas sino que fundamentalmente era saber cómo se compone un texto, tenia que aprender a leer"

Entrevista de Araceli Otamendi


(Buenos Aires)

A raíz de la publicación de su último libro Pensamiento rápido, a fines del mes de mayo entrevisté al filósofo argentino Tomás Abraham en
su estudio de la ciudad de Buenos Aires. Nacido en Rumania, se hizo ciudadano argentino a los veintidós años. Estudió en Francia con
Foucault, Althusser y Canguilhem. Es profesor titular de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. Fundó el Colegio Argentino de Filosofía
y, desde 1984 coordina a un grupo de aficionados a la filosofía conocido como el Seminario de los Jueves. Ha publicado varios libros entre
los que están La guerra del amor, Los senderos de Foucault, La empresa de vivir, Batallas éticas, El último oficio de Nietzche, Historias de la
Argentina deseada. También publica notas en diarios y revistas. Su libro Situaciones Postales acaba de salir finalista del Premio Anagrama de
Ensayo y se publicará simultáneamente en Argentina y en España por esa editorial. Controvertido, sus opiniones siempre provocan
polémicas. Hablamos de su último libro, de los intelectuales, de la Argentina, de las dictaduras, de la filosofía, de Sartre, de Foucault, de la
literatura entre otras cosas.
El lugar donde se desarrolló la entrevista es un loft con una biblioteca que abarca una pared desde el techo hasta el piso. Hay algunos
adornos, muy pocos y algunas láminas. También hay una enorme mesa de trabajo donde apoyo el grabador que se empecina en no
funcionar. La mesa está llena de libros y papeles. Por la ventana entra mucha luz, que además de ser ésa una de las características de
Buenos Aires, motivo de asombro para muchos extranjeros que la visitan, aporta alegría al ambiente sumamente silencioso. Mi grabador
sigue empecinado en no funcionar y después de algunos minutos utilizo un grabador que hay en el estudio.

A.O. -.A raíz de la publicación del libro Pensamiento Rápido, donde se evidencia que se puede pensar filosóficamente sin hacer larguísimas
y complicadas elucubraciones que no abordan temas tan de actualidad como los de ese libro, la pregunta es:¿a partir de cuándo empezás a
escribir filosofía de esta manera?

T.A. - Primero Pensamiento rápido no es pensar rápido sino que se refiere a la situación de alguien que hace filosofía en Argentina, que está
en apuros. Porque la actualidad produce apuros en la Argentina, un tipo de presión, no hago comparaciones con otras sociedades aunque
estimo que en comunidades más estables, más previsibles y más resguardadas con ámbitos académicos asegurados el afuera no penetra
tanto el adentro de las instituciones donde los llamados filósofos y demás, trabajan.
En Argentina la actualidad es de una presión enorme, por diversas circunstancias y desde hace mucho tiempo. Cuando yo empiezo a escribir
filosofía y a publicar algunas cosas durante los primeros años de mi trabajo, publico libros que tienen que ver con mi formación francesa.

A.O-.¿Cuándo empezaste a escribir filosofía?

T.A. -El primer trabajo es de 1978. Después lo hice en forma muy esporádica hasta que reuní mis trabajos en un libro que se llamó
“Pensadores bajos” que se reeditó hace poco con agregados.

A.O.- Estudiaste en Francia, en la Sorbona...

T.A. -textos, discuto, utilizo esa formación que tuve, lo que yo estudié de Gilles Deleuze, de Michel Foucault, también está Sartre presente,
una serie de temas que tiene que ver con esa formación, después escribo un libro sobre Foucault, “Los senderos de Foucault” y también “La
guerra del amor” que es un libro tiene que ver con lecturas que hice de historia, también de Foucault y de Lacan. Ese tipo de textos que
escribí durante un tiempo hasta el año 1992 eran textos de estudio, aunque escritos de una manera, heterodoxa, casi hereje, elaboraciones
teóricas sobre temas que yo siempre de alguna manera vinculaba de modo indirecto con la actualidad porque el tipo de preguntas, de
acercamiento a los temas tenía que ver con inquietudes que se relacionaban con lo que pasaba en la Argentina.Por algo se me ocurrían
también los temas, la elección de un tema es un nudo que tiene distinto tipo de hebras. Una es lo que pasaba en la Argentina. Cuando
empecé a escribir La guerra del amor, un texto que tiene que ver con la primera literatura poética de homenaje a la dama, en occidente,
que se desarrolla en el medioevo europeo, fundamentalmente francés...
...
A.O.- Se trata del surgimiento de “la dama”

T.A. -Sí, durante el medioevo francés y también español y yo incursiono en ciertos temas, en la importancia que tuvo la cultura árabe en la
poética de occidente, y ese es un tema que los historiadores franceses soslayaron y que en general en occidente se soslayó.

A.O.-¿Cuál crees que fue el motivo de soslayar ese tema?

T.A. -Una de las posibilidades es que las culturas europeas y los historiadores franceses no son tan ecuménicos como pretenden, que hay un
provincialismo, una especie de prejuicio frente a lo que pasa del otro lado de los Pirineos. Leen poco español muchas veces y además Duby
nunca ha incursionado mucho ese tema, siempre ha dicho que el amor siempre lo ha citado en Francia, más en París que en la Provenza,
pero del otro lado de los Pirineos toda esta especie de pasaje permanente entre las fronteras y lo que se desarrolló en el al-Andaluz, eso no
lo consideran.
. Pero eso estaba muy estimulado con lo que pasaba con la cultura árabe en el mundo durante la Guerra del Golfo. Y eso también estaba
muy estimulado con lo que pasaba en la Argentina cuando Menem había ganado las elecciones y toda la sociedad porteña se reía de ese ser
primitivo que provenía de La Rioja de ascendencia turca y que aterrizaba acá en Buenos Aires .Había entonces una serie de prejuicios
encontrados en la sociedad, un occidente que hablaba de terrorismo islámico y de fundamentalismo islámico sin distinguir absolutamente
nada de las distintas facetas de la cultura árabe. Y en la sociedad argentina existía este prejuicio que tenía hacia un provinciano turco y yo
estaba tratando un tema donde se estaba hablando del renacimiento europeo, del iluminismo europeo de la primera época, que tuvo que
ver con el otro Renacimiento el de los cuatroccento. Esta mutación cultural no hubiera sido posible sin la cultura árabe que venía desde
Bagdad hasta España y la enorme importancia que tuvieron los árabes para el auge del retorno de los griegos a occidente. Sin eso no
hubiera sido posible. Esto era un modo de acercar problemáticas que tienen que ver con áreas muy vastas y con
con esos temas. El tema fundamental era el elegido, el manifiesto, no era el encubrimiento de otro.
En el año 1994 Europa era un mundo que me resultaba cada vez más lejano. Yo había estudiado muchísimo la historia de las ideas en
Francia, los movimientos intelectuales europeos y franceses en el siglo XX , el tema de la colaboración con el régimen nazi.
A.O.- Escribías sobre estos temas en Francia...

T.A. - No, lo hacía en Argentina. Yo trabajaba sobre un debate entre Jean Paul Sartre y George Bataille durante la ocupación nazi haciendo
preguntas acerca de cómo los filósofos pueden discutir sobre temas tan sutiles con las botas puestas encima de la cabeza, eso me hacía
pensar cómo fue acá el “proceso” (militar, llamado proceso de reorganización nacional), cómo trabajé yo solo en filosofía durante esos
años, el enorme contraste entre lo que pasa en la calle y lo que uno hace en el escritorio, eso es a veces de un enorme contraste. Pero mi
trabajo era en relación a Francia hasta que en un momento dado ese mundo me resultó cada vez más lejano porque la sociedad argentina
se alejaba de todo eso. Se dio cuando accedió al poder Menem, con la caida de Alfonsin. No solamente se terminaba un gobierno sino
también un período cultural. Con Alfonsin el progresismo argentino todavía tenía una ambición, un sueño de progreso y de acercamiento a
los niveles de vida europeos, fundamentalmente a Italia y España que eran los más cercanos a esa estrategia política. Había que anudar
lazos. subir, subir y a lo mejor igualar y entrar en un diálogo universal con los valores de la ilustración europea. Después del año 1989 me
parecía que realmente “no nos daba el cuero”.

A.O.- Te parecía que no íbamos a poder

T.A. -No, no íbamos a poder y además la realidad hacía que las cosas fueran para
otro lado. Empecé a pensar que las cosas iban hacia una Argentina deseuropeizada y no estaba muy lejano a eso.

A.O.- ¿Una Argentina más latinoamericana?

T.A. -Yo diría una Argentina más argentina. No asociaba a la Argentina con Ecuador, por ejemplo, ni con la cultura andina. Alguien que vive
en Salta o en Santiago del Estero puede asociar a la Argentina con la cultura andina pero yo soy porteño y no la asociaba. Algo estaba
pasando en la Argentina, el asunto era saber qué estaba pasando y cómo iba a vincular mi forma de ser y de ver con lo que pasaba en la
Argentina, tenía que inventar esa relación. Entonces empecé a tomar temas y el primer tema que tomé fue Mariano Grondona, porque me
interesaba cómo los intelectuales progresistas descubrían a Mariano Grondona socialdemocráta o demócrata cristiano o democrático. Iban
todos intelectuales progresistas a su programa de televisión y estaban muy contentos y satisfechos de haber recuperado para la democracia
a un periodista de tal fuste. A mi me parecía todo tan grotesco que hice un estudio sobre Mariano Grondona para de un modo indirecto
hablar de los intelectuales progresistas de nuestro medio que frente al menemismo tenían horror y frente a quien había sostenido
ideológicamente a los verdugos del 76 se sentían halagados. De ese estudio salió un trabajo que se llama “Los negritos del doctor Mariano
Grondona”.

A.O..-.-¿Ese trabajo se publicó aparte?

T.A. -Primero lo publiqué en mi revista que se llamaba La Caja y después lo integré como un capítulo en el libro Historias de la Argentina
Deseada. Después, desde España me pidieron un trabajo sobre la cultura durante la dictadura militar. A ese trabajo le di el nombre
“Operación ternura”y ese trabajo también integra el libro Historias de la Argentina Deseada.

A.O.-Sí, he leido el libro y recuerdo ese capítulo, vos pensás que utilizar la ternura fue una operación.

T.A. -Es una operación permanente, los argentinos somos tiernos, somos sentimentales, cualquiera que quiera llegar y manipular va a venir
por ese lado. No van a poner a un tipo, a un político a que nos hable como
nos hablaría un político sueco, no van a poner a un pragmático que hable con cifras, que mire derecho, duro y frío y que diga que es
responsable y que es un hombre confiable,
Un López Murphy es un desastre acá, no importa lo que alguien dice sino cómo lo dice. En Argentina se necesita esa cosa tierna, la figura del
amigazo. Cuando escribí Operación ternura yo tomo ese análisis de lo que pasó durante la dictadura. Cómo hubo una operación ternura en
los programas de Tato Bores, en Polémica en el bar, hubo toda una cultura en la que el poder se acercaba sentimentalmente a la gente a
través de una serie de operaciones de candor y ternura donde se mostraba que los que ocupan el poder son como uno. Viola (presidente
durante la dictadura) se sacaba fotos comiendo ravioles, a todos nos gusta el fútbol, somos todos hinchas de la selección argentina, Tato
(Bores) comía tallarines con todos . Entonces yo ya tenía ese trabajo que llamé Operación ternura....

A.O.- Vos habías observado eso en la sociedad

T.A. -Y lo sigo observando...

A.O.-¿Es decir que sigue vigente?

T.A..- Hoy la gente está de muy mal humor y no se traga nada, ni siquiera la ternura. Sólo el futbol de la selección nacional distrae. Veremos
qué pasa después del Mundial-.Volviendo al tema, yo ya tenía ese trabajo Operación ternura que se publicó en España y este trabajo sobre
Mariano Grondona que se publicó en La Caja, entonces me di cuenta que esa era una forma de escribir y que había que elegir temas. El
siguiente tema que me interesaba mucho fue el gobierno de Onganía. Entonces el siguiente trabajo que publiqué en la revista La Caja, fue
Introducción a la vida fascista. Yo me fui a Francia en esa época, cuando subió Onganía. Y volví en mi mente, a las imágenes de mi
adolescencia, de mi juventud. Hice ahí un trabajo bastante grande sobre los famosos años sesenta. Los sesenta están en el escaparate de los
más importantes momentos de la cultura argentina. Onganía aparece en el año sesenta y seis, forma parte de los sesenta. Presento la idea
de cruzada moral, referida a cómo en la Argentina en esa época, la moral y las buenas costumbres fueron una de los dispositivos
espirituales- así como lo fue la ternura años después - más importantes de los regímenes dictatoriales y de terror. Ningún terror estatal
puede difundirse en la sociedad y ser aceptado sino viene con la bendición de la moral y las buenas costumbres. En Onganía fue muy claro y
por supuesto las morales para enunciarse necesitan del inmoral, del otro que pone en peligro. Tomé tres personajes principales que ponían
en peligro el orden moral tal como lo quería establecer el “escorial rosado”como se llamó a si mismo el neofranquismo de Onganía . Esos
elementos desestabilizadores eran los judíos, los ateos y los hippies.

A.O.- ¿Los hippies también?

T.A.-Sí. Hay que entender que para un régimen dictatorial el puritanismo es un arma importantísima en la sociedad argentina para poder
establecerse. Le da legimitidad espiritual, si no no se puede entender nunca por qué un gobierno que tiene un plan económico que echa a
Illia porque es un atrasado, que pretende ejercer el gobierno en nombre de la modernización, lo primero que hace es terminar con los
hoteles alojamiento, apalear a todos los que se fueron a “rascar”a Palermo, tirar a todos los “carritos”de la Costanera ...

A.O.-También se dio el cierre del Instituto Di Tella en esa época.

T.A.- El cierre del Di Tella tiene un obejtivo moralista y censor más claro pero ¿y los choripanes? (se refiere al cierre de los carritos de la
Costanera) ¿o los hoteles alojamiento? Higiene total. Entonces este tipo de necesidad de bendición moral o la cruzada moral, hicieron que
trabajara con los textos de los doctrinarios de la época de Onganía: el padre Meinvielle, el coronel Guevara, el padre Ousset, Bruno Genta,
Mariano Grondona, Mariano Castex, los cursos de cristiandad, los elaboradores de la metafísica fascista que fue muy importante acá en la
Argentina. Cuando estaba haciendo el trabajo sobre la época de Onganía yo pensaba que la dictadura del proceso que fue diez años
después no hubiera sido posible sin esta preparación moral, ya que la categoría de “subversivo” ya estaba en esa época. La persecución y la
eliminación no física en la época de Onganía pero sí la eliminación que ya se estaba aprontando de aquello que subvierte el orden
occidental y cristiano, según se decía. Yo ya había hecho ese trabajo. Después trabajé sobre Frondizi y otros temas. Durante diez años cada
vez me fui metiendo más en los temas de actualidad, empecé a escribir artículos sobre lo que pasa en el momento y fui dejando de lado los
trabajos de tipo histórico. Poco a poco empecé a estudiar los temas económicos. Me parecía que en lo económico el nuevo dispositivo de
poder desde el año 1989 estaba absolutamente estructurado para limitar la acción del estado y para orientar las
políticas futuras. Había un gran vacío de parte de los intelectuales ,de los políticos y de los economistas con respecto a ese tema. Tomé este
tema durante toda la época del gobierno de Menem y el producto fue el libro La empresa de vivir. También escribía artículos en diarios, en
revistas como El amante y en otras, a eso le agregué el tema de la televisión, veo bastante televisión, la utilicé como medio de información,
medio de información de todo: costumbres, humor, ternura, de política, de todo. Durante toda esa época yo utilicé tanto los medios de
comunicación gráficos, de video, radiales y libros. Paralelamente escribí un libro sobre Nietzche, otro que se llama Batallas éticas pero
fundamentalmente desde 1992 hasta el 2002 cuando publiqué Pensamiento rápido estuvo metido en mi mente el tema de la Argentina.

A.O.-¿Vos te hiciste ciudadano argentino hace un tiempo?

T.A. -Hace bastante, a los veintidos años. Pero me hice argentino estudiando la Argentina y opinando, escribiendo mis artículos. Me
argentinicé la cabeza.

AO.-¿Qué opinás de la gente que dice “no hay más remedio que irse de la Argentina” y se va?

T.A. -Estoy viejo para eso, me encantaría viajar y pasarme seis meses en Barcelona escribiendo un libro, hay muchos escritores que hacen
eso, claro son famosos....

A.O.- Sí, son famosos...

T.A.-Vamos a hacer lo posible... esos escritores famosos se van a Tánger, Barcelona, después vuelven. Me gustaría ser más itinerante
porque me ahogo acá a veces, pero tengo familia, tengo raíces, mientras mis descendientes no se muevan yo no me muevo, además si me
muevo es ida y vuelta, yo no puedo ver otras caras, estoy demasiado acostumbrado a ver estas caras, a que tengan mal humor, es muy
dificil adaptarse a otros ambientes. Siempre me fue dificil, tremendamente dificil adaptarme a otros ambientes, ya de joven me costaba,
imaginate ahora ¿de qué voy a hablar? ¿de lo que pasa en Cataluña? Me muero de angustia...

A.O.- Volvamos al libro Pensamiento rápido, en uno de los capítulos, habla de psicoanálisis lacaniano, del lacanismo, que fue una moda
quizá larga que tuvimos en la Argentina

T.A.-Fue más que una moda, fue una institución.

A.O.- Ahora la gente no cree tanto en el lacanismo ...

T.A.-Bueno, si es asunto de fe no , el lacanismo en la Argentina tuvo un peso cultural enorme. En un momento dado a través del lacanismo,
en las instituciones lacanianas se estudiaba un poco de todo: a través de los grupos de estudio, de las instituciones lacanianas se estudiaba
semiología, epistemología. Estas instituciones absorbían el capital cultural que había en la sociedad que estaba completamente reprimido y
censurado porque era en la época de la dictadura. Entonces la gente buscaba maestros, alumnos, pacientes, revistas. Los círculos lacanianos
actuaban con relativa tranquilidad porque la temática que el mundo lacaniano desplegaba tenía que ver con cuestiones casi metafísicas.
Entonces los lacanianos no eran molestados, tenían libre circulación. Eso se aprovechaba para estudiar cosas sin tener que ver con lo
político porque no tenían que ver con lo político, tenían que ver con linguística, estructuralismo, todas esas cosas vinieron a través de eso,
no me refiero a Masotta, que se fue y que fue quien inició acá el movimiento lacaniano sino ya la institución de los años setenta y parte del
ochenta, eso impulsó una gran actividad intelectual. Yo la ví, también participé, ya que en un momento dado Raúl Sciarretta que era un
filósofo me invitó a fundar una institución de formación para psicoanalistas donde yo daba filosofía pero tenía muy fuertes discusiones
hasta la ruptura porque yo trabajaba con el tema del pensamiento de Foucault, de Deleuze que cuestionan el orden imperante y a pesar de
tomar recaudos en mis palabras indudablemente esta gente hablaba del poder, cosa que en los círculos lacanianos esa palabra estaba
absolutamente tachada del vocabulario que usaban.

A.O.- La palabra poder estaba tachada, entonces.

T.A. -Sí, ellos hablaban de la “Ley”que era una entidad metafísica analítica. Después escribí sobre eso, hice un trabajo que se llama “La ley
mayor”. Entonces fue más que una moda, como todo fenómeno fuerte en la cultura puede llegar a transformarse en moda. aparte porque
tiene prestigio cultural muy querido por los argentinos ya que el lacanismo venía de Francia.

A.O.-Siempre lo que viene de Francia tiene un aura...

T.A.- Ahora está todo raro, ya se murieron todos, quedan pocos así que decir que algo viene de Francia suena un poco anacrónico.

A.O.-Aparentemente el aura ahora lo tiene algo que viene de New York aunque a partir de los atentados a las Torres Gemelas no se sabe
muy bien cuál es el lugar que puede tener un aura de prestigio

T.A.-No se sabe bien y además no sabemos con qué lucirnos.


A.O.-Ya que mencionaste el estructuralismo, también en Pensamiento rápido hablás del tema

T.A.-El estructuralismo fue una palabra con la que se aglutinaba gente que hacía trabajos diversos. A mediados del 60 hasta mediados del
70. Entonces ahí se hizo converger a gente que tuvo enormes diferencias entre si: Althusser, Lacan, Levi Strauss, Foucault. Digamos que el
estructuralismo tiene una base linguistica. Todo lo que supone que la cultura y que las ciencias humanas y sociales y hasta la filosofía deben
trabajarse desde los adelantos de la linguistica y de pensar a la cultura como lenguaje y de aplicar de alguna manera metodologias que
estudien los textos como estructurados como un lenguaje tiene olor a estructuralista. El estructuralismo es un malentendido porque
además no se puede juntar a Foucault con Althusser y a Althusser con Levi Strauss. Y ellos mismos se encargaron de demostrarlo en el
desarrollo de sus propias obras. Sin duda que esta convergencia era porque algunos puntos en común tenian pero para mi el
estructuralismo fue de alguna manera una escuela cuando yo llegué a Francia. En esa época llegaba con un bagaje personal de autodidacta,
era joven, tenía diecinueve años ,en ese bagaje que llevaba la figura de Sartre era muy importante y llegué a un medio donde Sartre era ya
una antiguedad y era estructuralista. Yo no tenía idea de qué era eso. Los primeros años yo estudié con la gente que tenía que ver con
Althusser y Althusser tenía que ver con el pensamiento estructural. y eso me hizo ver totalmente distinto lo que era el trabajo filosófico. A
mi me enseñaron que hacer filosofía no era ser una persona interesante, no era tener ideas, no era ser un personaje de novela, no era
escribir ideas sino que fundamentalmente era saber cómo se compone un texto, tenia que aprender a leer. Que leer no era leer y pensar
que entiendo o no entiendo, o qué es lo que no entiendo, para eso necesitaba entender que un texto se compone como un pentagrama.
Que las palabras que están puestas en un texto filosófico están puestas por algo y su significado tiene que ver con el texto y no con lo que
yo creo. Si yo leo “real”en Hegel es una palabra que yo uso pero no tiene nada que ver con el real de Hegel y si yo no sé eso, no aprendo
eso, el código de la filosofía hegeliana, voy a creer que cuando Hegel dice “real”es lo que yo digo cuando digo real, entonces tengo que
aprender a leer un texto. Eso me lo enseñó el estructuralismo.

A.O.- En cuanto a Sartre, ya que lo mencionaste, se publicó en el año 2000 cuando se conmemoró el aniversario de la muerte de Sartre, una
entrevista a Bernard Henri -Lévy acerca de qué opinaba de Sartre y dijo que era un gran lector .

T.A.-Yo leí el libro de Lévy con mucho entusiasmo, Lévy es un hombre que escribe muy veloz, es muy interesante, a veces me reconozco un
poco en él, hasta en mis defectos

A.O.- ¿Has tenido trato con él?

T.A.- No. El es un ensayista, de formación filosófica.

A.O.- Cuando leí la opinión de Henri-Lévy sobre Sartre me llamó la atención que dijera que Sartre leía mucho.

T.A.- A mi también porque Sartre escribía mucho y alguien que escribe mucho lee poco porque no tiene tiempo. Ahora creo que Sartre leía
salteado y poco. Habría que ver la época, según un condiscípulo y colega de él , Raymond Aron, tenía una enorme capacidad de darse
cuenta de lo que habla un texto sin necesidad de leerlo todo y tambien tenía una enorme capacidad para capturar las ideas de otros. Por
eso Merleau Ponty, estaba leyendo, se cuidaba de hablar con Sartre porque le robaba las ideas. Y además le daba un uso de una enorme
imaginación, con dos o tres palabras que Merleau Ponty tenía que seguír pensando Sartre ya podía construir . Yo no sé si como dice Levy,
Sartre era un gran lector, como hombre de biblioteca, sino más bien un hombre muy imaginativo y le sacaba el jugo hasa las naranjas más
chiquititas y muy bien.

A.O.- Volvamos ahora a Pensamiento rápido, vos hablás en un capítulo de Foucault y de Deleuze. Se te considera a vos como el introductor
de Foucault en la Argentina

T.A.-Si, es cierto.... es asi, fuimos dos quienes introdujimos el pensamiento de Foucault en la época de la dictadura: Enrique Marí y yo, la
diferencia está en que yo lo metí en la universidad. Cuando entro en la Universidad en 1984 doy un texto de Foucault.

A.O.-¿Cuál fue ese texto?

T.A. La verdad y las formas jurídicas, de editorial Gedisa. Era una edición pirateada que había hecho esa editorial sin autorización de
Foucault, ya que habían editado unas conferencias de él en Brasil. Gedisa tenía catorce ejemplares y yo tenía tres mil alumnos, así que el
centro de estudiantes hizo mucha plata, yo no. Imaginate, tres mil alumnos y después vino el ciclo básico en mil novecientos ochenta y
cinco. Era la única cátedra de filosofía, había miles de alumnos y todos leían a Foucault. También en 1984 fundé el Colegio Argentino de
Filosofía y también dimos con colegas varios seminarios sobre Foucault. Y además formé docentes que no tenían idea de cómo se escribía el
nombre del filósofo y que ahora dan por todas partes clases sobre Foucault. Fue todo un trabajo pedagógico.

A.O.- Me comentaba un periodista de Chile que en Chile no conocen a Foucault

T.A.- No, porque en Chile no entra ese tipo de cultura, entra otro tipo de cosas, el lenguaje técnico, práctico, econométrico, sin duda que
también debe haber nichos pero esta especie de europeísmo francófilo que tenemos los argentinos no existe en Chile. Estoy enojado con
los chilenos por eso (risas).

A.O.- A mí me extrañó que no lo conozcan a Foucault en Chile

T.A. - A mi no me extraña, todas las sociedades tienen algo . Los chilenos tienen un cierto desprecio por el pensamiento contestatario de
tipo francés y ese desprecio también es típico de ciertas universidades tecnocráticas y de filosofía analítica del mundo anglosajón. También
ocurre algo así en la Argentina, acá entró el pensamiento de Foucault pero hay círculos cerrados, en la Facultad de Filosofía Foucault no
entra.

A.O.- ¿En la Facultad de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires?

T.A. -Si, lo que pasa en los círculos del sicoanálisis, en los de la sociología, en los de las ciencias políticas, ciencias de la comunicación, en la
carrera de letras Foucault tiene fuerte influencia pero los cotos filosóficos son muy cerrados y muy censores y no entran ni Sartre ni
Foucault ni Deleuze.

A.O.- Es curioso que pase algo así.


T.A. - En las sectas filosóficas de la burocracia universitaria argentina especialmente de la Universidad de Buenos Aires y otros lugares han
hecho una especie de coto de filosofía analítica, algunos de algunos filósofos alemanes donde el espíritu francés un poco rebelde los pone
de mal humor y no lo aprecian ni respetan.

A.O.- ¿Qué pasa en otros países de Latinoamérica con el pensamiento de Foucault, por ejemplo?

T.A.- En Brasil el pensamiento de Foucault tiene una enorme circulación, tambien debe tener dificultades en los sectas filosóficas que se
mantienen gracias a la reproducción de los textos de las universidades europeas y norteamericanas, porque son bastante estériles, pero la
circulación es enorme en el ambiente sicoanalítico, en el ambiente de las humanidades circula. En Uruguay también Foucault tiene
presencia, pero siempre en las carreras de sociología.

A.O.- ¿Qué pasa con el pensamiento de Deleuze?

T.A. - Deleuze es más complicado, es menos leído. Tuvo una gran difusión en el ambiente de los sicoanalistas antilacanianos, en lo que se
llama sicología institucional y sicología social. Ellos fueron los que más trabajaron con el pensamiento de Deleuze, pero lo caricaturizaron. Lo
usaron como bandera y lo empobrecieron bastante.

A.O.- Pasando a otro tema, te voy a preguntar sobre literatura,¿has leido a Paul Auster?

T.A.-Sí, lo he leído.

A.O.- Hace poco estuvo en la Argentina, presentó el libro Creía que mi padre era Dios, un trabajo de edición de Paul Auster, donde de una
recopilación de más de cuatro mil historias el escritor seleccionó ciento ochenta. Son historias escritas por personas muy distintas entre si,
personas comunes.

T.A.- ¿Cuáles eran los temas que pidió que escribieran?

A.O.- Auster pidió historias a toda la gente de Norteamérica, y pidió que se las enviaran por mail o por correo, recibió más de cuatro mil y
las agrupó por temas, es una propuesta que le hicieron a Auster desde una radio, y realmente me asombró, porque introduce un cambio en
la literatura actual.

T.A.- Yo creo que escribir un relato de tres páginas se hace en los talleres literarios, algunos son buenos y otros no. Ninguna actividad
humana es inalcanzable, puede ser muy trabajosa. Y a veces puede ser inalcanzable porque no se tiene talento y a lo mejor se puede suplir
el talento con mucho trabajo. Es posible, no creo que se puede hablar en términos de absolutos. Pero escribir una novela no la escribe
cualquiera. Ni siquiera los que escriben novelas escriben bien. Cada vez me doy más cuenta de cuánto trabajo exige hacer algo, es decir hay
mucho chanterío. Desde mi punto de vista, el trabajo intelectual, escribir exige mucha continuidad, lo otro es un juego. A veces sale bien.
Por ejemplo César Aira es un escritor que publica cuatro o cinco novelas por año, es un juego que a él le gusta jugar más allá de cómo le
salen. Aira se da una enorme libertad hasta tal punto que ha engañado a todo el mundo incluidos los editores.

A.O.- ¿También a los editores?

T.A.- Sí, porque lo hace con mucha clase y cuando escribe algo mal hace decir a los críticos que es tan bueno, tan bueno que no se nota. Es
un tipo muy inteligente, el más inteligente de la literatura argentina. Pero hay un juego ahí ya que con gran inteligencia hace que los
editores corran detrás de él. El dice, entre otras cosas que no corrige, y que cuando algo no le gusta hay que mejorarlo siguiendo con la
escritura, si una página no salió bien hay que escribir otra página, no hay retroceso. Esto puede dar una sensación de facilidad. Aira lee
muchísimo, hizo un diccionario de autores latinoamericanos que no sé cómo lo hizo, traductor, maneja varios idiomas.

A.O.- Evidentemente escribe mucho, hay que escribir mucho para publicar cuatro o cinco novelas por año

T.A.- A veces son libros cortos, pero es un gran lector con una gran preparación y una gran inteligencia. Yo creo que la de Aira es una “pose”
de elegancia porque él dice que es vago y también creo que escribir da mucho trabajo.
Esa es la pedagogía que yo trasmito, sea en la universidad, colegas, en mis seminarios, porque veo que a la gente le cuesta mucho decidirse
a comprometerse con lo que hace, cada vez más. Le cuesta mucho hacer una sola cosa, quieren hacer cuatrocientas, pasean de un lado a
otro, no saben lo que es la concentración. Le tienen horror a la concentración.

A.O.-Hay un horror a la concentración

T.A.- Sí, porque se cree que se pierden muchas cosas.

A.O.- Hay una frase, "la literatura o la vida".

T.A.- Bueno, yo no sé qué es la vida, de la literatura tengo alguna idea (risas).Pero indudablemente para desarrollar una tarea de tipo
intelectual que tenga que ver con escribir, hay que estar todo el día sentado. La idea famosa de que estás viajando, emborrachándote,
acostándote con putas, cazando, pescando, como Hemingway, como Kerouac, como Rimbaud en Africa, no es así. Estás todo el día sentado,
sos un burócrata. Cuando empezamos a hablar sobre el libro de Auster se me ocurre que no hay una raza de escritores, sin duda, eso es un
monumento inventado, cualquiera lo puede hacer, pero hay que hacerlo. Insume mucha energía.

A.O.-Me llamó la atención porque paralelamente en España está Juan José Millás con un programa de radio donde invita a los lectores a
enviarle textos sobre un tema propuesto por él, después los selecciona, los lee por radio y los publica en el diario El País, es algo similar a lo
de Auster. Como vos decís esto es un juego, porque la gente está contenta, se le publica lo que escribe y se puede expresar.

T.A. -Además que muestra una cosa muy importante, la expresión por escrito es muy importante, más allá de si es un arte, porque uno es
distinto cuando escribe, es decir la identidad de un escrito no es la de uno cuando habla o se muestra, sino que uno se crea una nueva
identidad.

A.O.- Es el famoso ‘yo” del autor, o el narrador.


T.A.- Uno se va haciendo, es una expresión nueva , es una potencialidad humana que te transforma, no te convierte en más bueno, ni en
más bello, te amplía, es otra faceta, al escribir te ensanchaste, entonces eso es algo muy interesante, no es algo que haría yo, pero me
parece que sí es interesante ese tipo de juego donde la gente escribe, donde se muestra que no hace falta ser profesor de letras para
escribir , que puede ser un albañil, que puede ser un diseñador gráfico o un ingeniero que escriban un cuento, como lo escribe un
profesional y tal vez mejor. Eso es bueno, porque hay mucha gente que cree que para escribir hay que nacer con el don, y cuando se dice
que alguien es escritor la gente tiene verguenza de hablar con él, entonces este prejuicio existe y es bueno que la literatura se desacralice
mostrando que cualquiera lo puede hacer.

A.O.- Entonces para vos esa desacralización es buena.

T.A.-Sí, es buena porque lo otro es una pavada. Cuando a mí me dicen “Usted que es un pensador”lo tomo con mucho mal humor, para mi
es un desprecio, porque yo no soy un pensador, si lo fuera no estaría en el estudio todo el día, estaría pensando, se me ocurrirían cosas muy
geniales, sería como “El pensador”de Rodin. Hay gente que cree que un filósofo es alguien que se le ocurren cosas fantásticas, si fuera un
pensador no estaría todo el día subrayando libros y haciendo fichas como un estudiante de cuarto año de secundaria. Si me dicen pensador
me están despreciando el trabajo. Hay gente que le encanta decir pensador porque le gusta ocupar ese lugar del pedestal, hablan en voz
grave.

A.O.-Hay todo un prejuicio hacia lo que es ser filósofo.

T.A.-Claro, utilizan ese prejuicio a su favor, hay un montón de personajes así en nuestra cultura porteña que se visten de una especie de
solemnidad especial y hacen sermones laicos. Eso es para mi despreciable y me siento despreciado también.

A.O.- Cambiando de tema, qué opinión te merece lo que dicen Victoria Camps y Rafael Argullol, los dos coinciden en privilegiar el concepto
de persona en lugar del de individuo.

T.A-Conozco poco a Argullol.

A.O. -Argullol tiene un libro junto con Trias, El cansancio de Occidente.

T.A.-A los dos los noté muy cansados, los noté como agobiados por tanta prosperidad en España. Me gusta en cambio el pensamiento de
Félix de Azúa, ese es un hombre inteligente.

A.O.-Por último, hay una frase tuya que dice “La filosofía de hoy no tiene por qué tener pretensiones de saber”

T.A.- La información, no hablemos de saber, saber es un verbo que no le cuaja al filósofo. Ni siquiera te puedo decir yo sé Foucault. Yo leí
muy bien a Foucault. Decir saber es escolar, es como decir ¿sabés la lección? Yo hago uso de la información no para constituir un saber, yo
no sé nada, sé un poco bien y un poco mal, hay que hacer un uso de la información. Cuando quiero escribir sobre algo acopio información,
la selecciono, la uso, escribo, se me ocurren algunas cosas, y después dejo la información, cuando escribí el libro ya está. No volví a leer
cosas del amor provenzal, me harté. En realidad escribo un libro para no saber más.

(c) Araceli Otamendi- Archivos del Sur

Copyright 2003 Quaderns Digitals Todos los derechos reservados ISSN 1575-9393
Edita Centre d'Estudis Vall de Segó Joaquin Rodrigo 3 FAURA VALENCIA tel 962601337

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