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A propósito de esta excesiva facilidad en juzgar santos a algunos difuntos, referiré aquí
un ejemplo sacado de las Crónicas de los Frailes Menores.
También ay exemplos de lo que es verdad católica, que las oraciones de los vivos
aprovechan a los ya difuntos. El Papa Benedicto Octavo, después de su muerte, se
apareció a Juan, obispo portuense, y le dixo que le aprovechavan mucho las oraciones
de Adilón, abad cluniacense, y que estava en penas de Purgatorio todavía.
Lo cual sabido por el abad, hizo con mayor cuidado oración por él, y mandó a sus
monges que hiziessen lo mismo, y no passó mucho tiempo que el mismo Benedicto,
rodeado de un grande resplandor, fue visto, primero, de Edelberto Monge, y después,
del propio Adilón, a quien dio las gracias, afirmando que por sus oraciones y las de sus
monges era trasladado del Purgatorio a la Gloria de los Bienaventurados. Y dízelo
Pedro Damián Cardenal, y refiérelo Laurencio Surio en el primer tomo. San Antonio de
Florencia, en la Segunda Parte, afirma que este mismo Abad Adilón, por revelación que
tuvo del Cielo, començó a celebrar aniversario por los difuntos el día siguiente al de
Todos Santos, y que, pareciendo bien, fue de unos en otros celebrado, hasta que toda
la Universal Iglesia Católica lo recibió, y mandó celebrarse generalmente. Refiérelo
Marulo, libro | segundo.
Gran discusión se suscitó un día entre dos frailes dominicos, Bertrán y Benito, sobre
qué fuese más perfecto y obra de más excelente caridad, a saber: el invertir todas las
obras en sufragio de las almas del Purgatorio o en la conversión de los pecadores.
Sostenía Bertrán la parte de los pecadores, diciendo que el Verbo divino vino
expresamente a la tierra para redimirlos; que están en continuo peligro de perderse
eternamente, y que, por lo tanto, el cooperar a su salvación es cooperar a la obra de la
redención divina; mientras que las almas del Purgatorio hállanse ya en estado de
seguridad, y si sufren tormentos, éstos son temporales, y en breve irán a gozar de la
gloria eterna del Paraíso. De otra parte, a favor de las almas purgantes, respondía
Benito, que después de su muerte el Redentor descendió a la cárcel del Purgatorio
para librarlas de las cadenas que las aprisionaban, y que si los pecadores se hallan
ligados por sus culpas, sus ataduras son voluntarias, y, con la gracia de Dios, pueden
romperlas cuando quieran, mientras que las almas del Purgatorio son retenidas en
medio de atrocísimos tormentos, sin poder en manera alguna valerse por sí mismas.
¿Quién necesita más ser socorrido, un enfermo que no puede valerse de sus
miembros, o un mendigo sano y robusto, el cual por su haraganería yace en la más
repugnante miseria? No cabe duda que el primero. Pues igualmente las almas del
Purgatorio, en su desolación, merecen que se las socorra con preferencia a los
pecadores, si bien obra más perfecta sería extender su caridad a los unos y a los otros.
Pero Bertrán no cedía al peso de tan convincentes razones, por lo cual permitió el
Señor que un alma del Purgatorio se le apareciese una noche llevando un grandísimo
peso, que cargó con sumo esfuerzo sobre el religioso para que por experiencia
reconociese aquella verdad que razonando negaba. Después de lo cual consagróse
con todo fervor a socorrer a las almas del Purgatorio con toda suerte de sufragios, y
llegó a ser tan devoto del Purgatorio cuanto al principio parecía contrario. No siempre
Dios permite lo mismo, pero el hecho de Bertrán sírvanos de instrucción útil y nos
enfervorice en la devoción y alivio de aquellas infelices prisioneras.
Cuando el cardenal les preguntó quiénes eran, le respondieron que eran ocho mil
almas que este hombre había liberado del Purgatorio gracias a sus oraciones y buenas
obras. Fueron enviadas por Dios, según explicaron, para llevarlo al Cielo sin pasar un
solo momento en el Purgatorio.
Comadrona Luxemburgo
Como le preguntase un día la piadosa doncella qué significaba o qué quisiera con
aquel su proceder, lanzando la difunta un profundo suspiro, exclamó; "¡Ah, tú no sabes
cuan gran pena sea el verse alejada de Dios! No hay comparación que pueda
expresarlo. Ardentísimo es el deseo, intolerable la ansiedad, inmenso el impulso que a
Dios me lleva, y el verme privada de Él por castigo me sume en tan profunda
desolación, que no es nada en su comparación el fuego intensísimo que me rodea.
Para mitigar su aspereza el Señor me ha concedido que venga al templo a adorarle en
su propia casa, en la tierra, hasta que llegue el momento de unirme con Él en las
mansiones del cielo. Y aunque envuelto en las sombras del misterio, su presencia
conforta tanto mi espíritu que sólo vive para Él. Pues ¿qué será cuando me sea
concedido poderlo contemplar sin velos en el Paraíso?". Y diciendo esto suplicaba a la
piadosa doncella le acelerase tan feliz momento con sus sufragios, y a procurarle los
cuales se dedicó con tan grande empeño la piadosa joven, que el día 10 de diciembre
la vio volar al seno de Dios, más resplandeciente que un sol. ¡Oh, dichosa de ella! Dios
es el centro, es el fin, es el todo de la criatura racional. Fijemos bien tal máxima en
nuestro entendimiento, que de esta suerte no buscaremos ningún otro bien en este
mundo fuera de Dios, y en la otra vida tendremos a Dios como eterna recompensa.
París, 1827. Una pobre sirvienta, que se había hecho una buena cristiana en su villa
natal, había adoptado la piadosa práctica de mandar decir una misa cada mes por las
almas sufrientes. Sus empleadores la llevaron con ellos a la capital, pero aún con el
cambio ella nunca fue negligente en su compromiso, y continuó su obra de caridad
hacia las benditas almas. E incluso incorporó como regla de vida el asistir al Divino
Sacrificio, y unir sus oraciones a las del sacerdote, especialmente por las almas que
estaban más cerca de completar su expiación.
Esta era su intención ordinaria. Dios pronto la probó con una larga enfermedad, que no
sólo le ocasionaba un cruel sufrimiento, sino también le causó la pérdida de su empleo
y el gasto de sus últimos recursos, y el día en que estuvo lista para dejar el hospital, se
encontró con que apenas le alcanzaba el dinero para terminar de pagar. Después de
rezar una ferviente oración al Cielo, llena de confianza, fue a buscar alguna solución a
su problema. Se le dijo que tal vez encontraría empleo en la casa de cierta familia, al
final de la ciudad. Ella fue, y como tenía que pasar frente a la Iglesia de San Eustaquio,
entró. La vista del sacerdote en el altar le recordó que ese mes había olvidado su usual
Misa por los muertos, y que éste era el mismo día en que durante años ella había
acostumbrado hacer su buena obra. Si ella disponía en esto su última moneda, no le
quedaría nada, ni siquiera para satisfacer su hambre. Tuvo entonces una lucha interior
entre la devoción y la prudencia humana. Y la devoción ganó. "Después de todo", se
dijo a sí misma, "el buen Dios sabe que es por Él, y ¡no me desamparará!". Entrando
en la sacristía, hizo su ofrecimiento por la Misa, a la cual asistió con su usual fervor.
Nota: en esa época siempre se pagaba por las intenciones particulares en las Misas,
como una forma de retribuir el servicio especial al Sacerdote, que merece su sustento.
Unos pocos momentos después, continuó su camino, llena de ansiedad como se podrá
comprender. Absolutamente destituida de bienes, ¿qué iba a hacer si no obtenía el
empleo? Estaba todavía ocupada en estos pensamientos cuando un pálido joven de
delgada figura y distinguido aspecto se le acercó y le dijo: "¿Estás buscando un
trabajo?". "Sí, señor". "Bien, ve a tal calle y número, a la casa de madame L. Pienso
que la satisfarás y que tu también estarás satisfecha allí". Habiendo dicho estas
palabras, desapareció en medio de la multitud que por allí pasaba, sin esperar recibir el
agradecimiento de la pobre muchacha. Ella encontró la calle, reconoció el número, y
ascendió a los apartamentos. Una sirvienta salió cargando un equipaje bajo su brazo y
pronunciando quejas. "¿Está la madame aquí?", preguntó la recién llegada. "Puede
estar y puede no estar", replicó la otra. "A mí qué me importa? La madame abrirá la
puerta ella misma si le place; yo no me preocuparé más por eso. Adieu!". Y dicho esto
descendió la escalera. La pobre muchacha tocó la campana con mano temblorosa, y
una dulce voz la invitó a entrar. Se encontró entonces en la presencia de una anciana
de apariencia venerable, que quiso saber qué la había traído hasta aquí. "Madame",
dijo la chica, "he sabido esta mañana que usted necesita una sirvienta, y vine a ofrecer
mis servicios. Se me ha asegurado que me recibiría amablemente". "Oh, mi querida
niña, lo que me dice es muy extraordinario. Esta mañana yo no tenía necesidad de una;
fue sólo en la última media hora que tuve que echar a una insolente doméstica, y no
hay otra alma en el mundo además de mí que supiera esto. ¿Quién te envió, pues?".
"Fue un caballero, madame; un joven caballero que encontré en la calle, que me paró
con este propósito, y yo agradecí a Dios por esto, porque me es absolutamente
necesario encontrar un lugar hoy, ya que no tengo ni un centavo en mi bolsillo". La
anciana no podía entender quién era la persona, y se había perdido en conjeturas,
cuando la sirvienta, elevando sus ojos sobre el mueble del pequeño salón de entrada,
percibió un portarretratos. "Espere, madame", dijo inmediatamente, "no se preocupe
usted más; esa es la imagen exacta del joven hombre que me habló. Es por él que he
venido". A estas palabras la dama profirió un sonoro gemido y pareció perder la
conciencia. Le hizo repetir a la joven la historia de su devoción a las almas del
Purgatorio, de la Misa matinal, y de su encuentro con el extraño, y luego se arrojó al
cuello de la muchacha, la abrazó y llena de lágrimas le dijo: "Tú no serás mi sirvienta
desde este momento; tú eres mi hija. Es mi hijo, mi único hijo al que viste. Murió hace
dos años, y te debe su liberación, por lo que Dios lo envió para traerte aquí. No puedo
dudarlo. Seas, entonces, bendita, y rezaremos continuamente a partir de ahora por
todos los que sufren antes de entrar en la bienaventuranza eterna".
Moraleja 2: Recemos por las almas del Purgatorio, ellas pueden obtener Gracias
especiales para nosotros, pidiéndolas directo a Dios en el Cielo. San Agustín
acostumbra decir “Oro por los difuntos, para que cuando lleguen a la eterna gloria, oren
ellos también por mí.” Santa Brígida afirma en sus revelaciones que oyó, proveniente
de las llamas del Purgatorio una voz que decía: “Dios mío y Señor mío, haz uso de tu
poder inefable, recompensa al ciento por uno a todos los que en la tierra nos auxilian
con sus sufragios y nos elevan hasta la luz de tu divinidad”. Santo Tomás dice que es
más misericordioso rezar por las almas del purgatorio que por los que aún viven, ya
que éstos pueden valerse por sí mismos, mientras que las primeras nada pueden hacer
para mitigar su sufrimiento. “Llegará a saberse como cada uno trabajó. El día del juicio
lo dará a conocer, porque en el fuego, todo se descubrirá. El fuego probará la obra de
cada cual. Si tu obra resiste el fuego, será premiado; pero si es obra que se convierte
en cenizas; él mismo tendrá que pagar. El se salvará pero como quien pasa por el
fuego” 1Cor 3, 13-15. En el Purgatorio se sufre indeciblemente, mucho más que todos
los tormentos de esta vida. El sufrimiento es similar al del infierno, con la diferencia de
que existe la esperanza de salir. La justicia divina no es más que la medición
automática de la distancia entre lo que odiamos y lo que dejamos de amar, con lo que
pudimos haber amado, siguiendo el consejo de Jesús: “sed perfectos como el Padre es
perfecto”. Dios no es vengativo. El infierno no es una prisión de tormentos creada por
Dios. Es algo así como un estado espiritual, donde las almas, creadas para ser
infinitamente felices en presencia de Dios, no pueden siquiera ver a Dios. Dios no las
envió allí. Las almas mismas eligieron libremente no estar con Dios al rechazarlo con
su pecado. Es cierto que cada uno se crea su propio infierno... así en la tierra como en
el Cielo. El infierno es un no-lugar, así como la oscuridad es la no-luz. Así como a uno
no le gusta que la gente conozca lo que hizo mal, quienes rechazan a Dios no pueden
tolerar la Luz de la Verdad y por sus acciones en esta vida, eligieron la oscuridad. De la
misma manera que los ángeles (demonios) cayeron por negarse a servir a Dios, así
también nosotros podemos ir al infierno y la gran mayoría al Purgatorio, por negarnos a
servir a Dios, ya que estamos en la tierra EXCLUSIVAMENTE para servirle. En la
medida que no servimos a Dios, nos dañamos a nosotros mismos. Sólo en la medida
que cumplimos el plan de Dios, podremos obtener mayores premios en el Cielo. Dios
nos pide una vida sacrificada al amor pero también recompensa en proporción al
sacrificio. Al servirnos a nosotros mismos, repetimos el error de soberbia de los
ángeles. Cada vez que buscamos disfrutar de la vida, cada vez que estamos
mundanamente satisfechos, repetimos el ‘grito’ de los demonios: “¡no serviremos a
Dios!”. Seremos juzgados por cómo hicimos la voluntad de Dios en cada momento.
“Dime a quién estás amando con esta acción (u omisión) en este momento y te diré a
quién sirves. Dime cuánto más podrías amar y te diré qué tan lejos estás de Dios.”
Una donzella, devota grandemente de las Onze Mil Vírgines, de las cuales cada día
hazía mención en sus oraciones, vino a morir, y estuvo /(428r)/ muerta desde hora de
tercia hasta vísperas, que tornó a la vida; levantóse y habló con muchas personas que
estavan presentes, y díxoles:
-Por la devoción y memoria que he tenido en mis oraciones con las Onze Mil Vírgines,
por sus ruegos he sido libre de penas de Purgatorio, y he sido mandada que buelva a
la vida sólo para dar noticia de lo mucho que las santas vírgines aprovechan a los que
dellas tuvieron memoria y se las encomendaron en vida, cuando llega la muerte, y para
salir más presto de penas de Purgatorio, con presupuesto que mueran en estado que
les puedan aprovechar sus ruegos. Y en testimonio de que es verdad lo que digo, luego
tornaré aquí a morir.
Y assí sucedió. Es del mismo libro.
Fatigávase Dionisio por saber dónde estava la alma de su padre, que avía días que era
difunto, y como tuviesse por esta causa larga oración, un día oyó que le dezían:
-¿Qué curiosidad es la que te fatiga de saber de la alma de tu padre? ¿No sabes que
es obra santa y saludable orar por los muertos? Haz por él oración, que si murió en
gracia de Dios y está en penas, mucho le aprovechará, y si no, bolverse ha a ti.
De allí adelante hazía oración por su remedio, si lo avía menester, y sucedió que una
noche se le apareció en sueños, entre dos negros como de Etiopía, y díxole en alta
boz:
-Hijo mío amantíssimo, favorece con tus oraciones a tu padre, porque padece fuego y
açotes con varas de hierro.
Y aunque esto le parecía sueño, no fue perezoso en hazer oración por su padre con
mayor cuidado y diligencia que antes. También es digno de memoria lo que le passó
con el maestro Juan de Lovaina, el cual fue varón de vida santa, muy templado y muy
honesto, amigo de religión. Edificó un monasterio de canónigos reglares en Ruremunda
y, en Colonia, un colegio de San Hierónimo, y hazía grandes limosnas. Tenía muchos
beneficios eclesiásticos; murió y mandóse enterrar en la cartuxa de Ruremunda, donde
estava Dionisio, y como por averlo él dotado le dixessen cada año un aniversario, la
primera vez, al tiempo que acabavan el oficio, vido Dionisio sobre su sepulcro grandes
llamas de fuego, que despedían de sí un humo negro y un malíssimo olor. Quedó
Dionisio turbado, acordándose de la buena vida de aquel difunto, y dudando si era |
fuego de Purgatorio o de Infierno. El siguiente año, a la misma sazón, apareció también
la llama, aunque no tan escura, y al tercero año fue arrebatado en éxtasi Dionisio, y
vido secretos maravillosos ocultos y muy justos sobre aquel caso, aunque no declaró
cosa más de escrivir una carta al que tenía a cargo el testamento de aquel difunto,
pidiéndole que pusiesse diligencia en cumplirle, y en hazer dezir Missas y otros
sufragios con brevedad por su alma.
Murió desde a pocos días, y aparecióse a un santo monge llamado Siguino, y mostróle
la boca muy hinchada, y los labios llenos de llagas. Pidióle con lágrimas que rogasse a
Hugón hiziesse oración por él, porque padecía cruel tormento en Purgatorio en pena de
sus palabras ociosas y donaires, de que no se avía enmendado. Refirió esto Siguino al
santo abad Hugón, el cual mandó a siete monges que siete días guardassen silencio
por satisfación de aquella culpa. Déstos, el uno quebrantó el silencio. Apareciósele a
Siguino el arçobispo y quexóse de aquel monge, que por su inobediencia se le avía
dilatado su remedio. Siguino fue con ello a Hugón. Él halló que era assí verdad.
Encargó a otro el silencio por siete días, y passados, aparecióse el arçobispo tercera
vez, y dio gracias al abad y a los monges, mostrándose vestido de pontifical, y su
rostro, sano y muy alegre; desapareció luego. Muchos milagros hizo Dios por su siervo
Hugón, y assí, entre ellos puede contarse este caso del arçobispo Duranno, y el ser
libre de Purgatorio por su ocasión.
Eduvigis Carboni
El joven y la matrona
El que deja la devoción a María se sale del camino del cielo. A tan grande peligro se
expuso un joven (Auriem. t. 1. PAG 23), que habiendo sido en sus primeros años
devoto de la Virgen, se dio después a una vida licenciosa.
Una noche, después de haber tenido unos sueños muy tristes se despertó, y no
pudiendo echar de si aquella representaciones melancólicas se levantó de la cama, y
por distraerse se puso a leer un libro profano A penas se había sentando dan un fuerte
golpe el la puerta, se abre de par en par, y se ve entrar una mujer como un jugante,
horrible, espantosa, echando fuego por los ojos, y en pies y manos unas uñas como de
fiera. Horrorizado el joven, y temblando de pies a cabeza, corrió a un rincón llamando
en su socorro a la Santísima Virgen. “En vano, dijo el demonio transformado en aquella
figura, en vano invocas a la que abandonaste, pues ella también te ha abandonado a ti.
Mío eres, y ya estas bajo mi dominio por haber cometido tales y tales pecados ( y los
especificó); ahora vendrás conmigo”. Al afligido joven le corría un sudor frío por todo el
cuerpo, y como pudo hizo allí la oferta que se acostumbra a la congregación de la
Virgen, prometiendo mudar de vida; apenas había acabado vió que se habría la
ventana de su cuarto, y que entraba por ela una matrona con el rostro cubierto, a cuya
vista desapareció el enemigo. Entonces aquella matrona habló así al joven “En gran
peligro has estado, pero cobra aliento; vete a confesar, emprende de nuevo tus
devociones, ama a tus hermanos y empieza una nueva vida”. Por la mañana bien
temprano salió de su casa y fue a buscar a todo prisa al sacerdote que dirigía la
Congregación. Iba tan desfigurado que parecía salido de la sepultura; pero su relación,
las magulladuras y quemaduras de su pie, asi como el hedor intolerable que el demonio
había dejado en el cuarto, fueron testimonio de la verdad del hecho; y el joven conoció
entonces bien, cuán dañoso es el que una vez puso su mano en el arado vuelva la cara
atrás.
En el año 1714 estudiaban en Flandes (Aurient t. 1, pág. 47) dos jóvenes entregados a
la disolución. Habían gastado un día entero en diversiones y comilonas, y por remate
fueron a pasar la noche en una casa de prostitución. El uno de ellos, a la deshora ya,
se volvió a descansar a la suya; pero el otro se quedó saciando su apetito, y bebiendo
hasta las heces el veneno del cáliz Babilonia.
Vuelto el primero a su casa se acordó que no había rezado una Ave María que tenía de
costumbre, quiso hacerlo, y aunque sintió gran repugnancia, al fin la rezó de muy mala
gana y casi dormido. Se acostó, y como estaba tan cansado se durmió al instante; pero
no se había pasado mucho tiempo cuando oye unos golpes muy fuertes en la puerta de
su dormitorio: se despierta, y sin abrirla ve delante de si a su infeliz compañero
horroroso y desfigurado. Lleno de terror, y admirado de que hubiese podido entrar
estando la puerta cerrada, dio una voz diciendo “¿Qué es esto”. Y el desdichado
contestó: “Has de saber que por justo juicio de Dios, debíamos tu y yo caer esta noche
en el infierno; pero la Virgen, a quien rezase aquella Ave María, te ha librado a tí de la
muerte y a mi de la condena eterna. Gracias a ese “ruega por nos”, en el que te
acordaste también de mi, Logró ella en mi un acto de contrición, purgando mis penas
en el Purgatorio. En tal calle (nombrándola) esta mi cuerpo herido por el demonio”. Y el
prueba de la verdad le descubrió el seno, que arrojaba llamas y le despedazaban
horribles serpientes. Acabó de hablar, y desapareció. Se levantaba el otro al punto y
empieza a llorar amargamente. En esto oye tocar a Maitines en el convento de San
Francisco, y no dudando que esta fuese la voz de Dios que le llamaba corre sin
tardanza, se hecha a los pies de los Padres, y les pide el santo hábito con las mayores
instancias, contando lo que le había pasado. No le dieron crédito al principio, pensando
que eran los frutos de aquella noche de excesos. Pero se cercioraron de la verdad
yendo algunos a la calle que les decía, donde encontraron el cadáver de su compañero
desfigurado. Entonces le admitieron, y él empezó en la religión una vida penitente y del
todo nueva, mostrándose toda su vida, muy agradecido a la piadosísima Virgen María,
por cuya intercesión habían recibido aquel especialísimo beneficio.
Eusebio (347-420)
No solamente por el continuo ejercicio de las más hermosas virtudes religiosas sino
mucho más por las rigurosísimas penitencias con que maceraba su carne, subió a tan
elevado grado de perfección Fr. Antonio Corso, capuchino, que comúnmente era tenido
en grandísimo concepto de santidad.
Llegada la hora de su muerte, no pudo volar derechamente al cielo, sino que debió
pasar por el Purgatorio, de donde, por permiso de Dios, salió y se apareció en el estado
más desolador al enfermero del convento, el cual, vuelto en sí de la primera sorpresa:
"¿Cómo?, dijo. ¡Oh Fr. Antonio vos condenado al Purgatorio, cuando todos creíamos
que os hallaríais en medio de la gloria! Y ¿cuál es la pena que padecéis?" "Doble es la
pena que sufro, respondió el difunto. La de sentido, que es grave y atroz, como no es
posible explicar; pero la que no tiene comparación y excede a cuanto pueda
imaginarse, es la pena de daño, que me priva de la visión beatífica del Sumo Bien.
Faltándome Él, me falta todo, y seré la más infeliz criatura mientras haya de verme
alejado de Él. Pero recomendadme a todos los demás religiosos, mis hermanos, para
que eficazmente me ayuden con sus sufragios, ¡pues no puedo soportar el verme
privado de mi Dios!"
Hay personas que dicen que pasarán al Purgatorio antes de ir al cielo. Pues nada
manchado puede entrar el Reino de Dios. Se le podría preguntar, ¿Quieres pasar de
aquí al Purgatorio cuando no puedes soportar los sufrimientos que Dios te permite
tener con las enfermedades, adversidades ahora que puedes? ¿Y te quejas mucho? Ya
quisieran las almas del purgatorio sufrir tus enfermedades, lo llevarían mucho mejor,
pues existe una gran diferencia.
Pero seria mejor que el Purgatorio lo debemos pasar en la tierra. A Fray Daniele
también pensaba que después de morir pasaría un tiempo en el Purgatorio, pero el
Señor le llevó allí en vida para hacerle reflexionar.
Una cosa es pensar, pero otra es vivirla, sentir en su propio ser los padecimientos, las
penas del Purgatorio. Después de que en su cuerpo sintió el gran rigor de las penas del
Purgatorio, y cuando volvió en sí, determinó servir de un modo más perfecto a Dios y
pasar su purgatorio en vida. Y esto es lo que debemos hacer todo. Porque la
experiencia de Fray Daniele, nos hace saber que un momento en el Purgatorio es
mucho tiempo; una hora en el Purgatorio parece una eternidad.
Vivamos en gracia de Dios, pidamos a Dios ahora que podemos que nos de fortaleza
para no sucumbir en nuestros dolores. Por muy terrible que nos parezca todo tipo de
dolores, de persecuciones, de adversidades, de incomprensiones, todo eso es nada
ante la eternidad feliz que Dios tiene preparado para sus fieles, para sus hijos.
Soportémoslo todo como lo hizo con infinita perfección nuestro Santísimo Señor
Jesucristo y la Santísima Virgen María.
Traducción del italiano del libro Omagio a Fra'Daniele, capuchino. Autor, Padre Remigio
Fiore, capuchino y sobrino de Fray Daniele. Aprobación eclesiástica de Monseñor
Serafino Spreafico, Obispo Capuchino, 29 de julio de 1998. Convento de Santa María
de las Gracias, San Giovanni Rotondo Foggia.
Un día, pues, viniendo de camino entró en una iglesia fatigado, y mientras descansaba
se puso a rezar una Ave María sin atención ni afecto delante de una imagen de esta
Señora con el niño Jesús en los brazos; mas al quererse retirar para proseguir su
camino advirtió que el niño estaba lleno de llagas frescas y bañado de sangre. La
novedad del caso le llenó de asombro, y pregunto a la Virgen: “Señora, ¿quién ha
maltratado así a vuestro Hijo?.” “Tú, respondió la Virgen, has herido con tus pecados a
mi Hijo, e Hijo de Dios”. Al oír estas palabras prorrumpió el hombre en un llanto
amargo, pidiendo con tristes sollozos al Refugio de los pecadores que le alcanzase
perdón de sus culpas. Empezó a pedir a la soberana Reina, pero el divino infante
mostraba no querer escuchar los ruegos de su Madre. Redoblaba mas y mas sus
instancias la compasiva Señora, hasta que al fin (¿quién le podrá negar el que habitó
en sus purísimas entrañas?) se hablandó el amantísimo Jesús y se lo concedió. “Ven,
dijo entonces la Madre al arrepentido pecador, ven, y besa las sagradas llagas de mi
querido Hijo. El todo temblando, y vertiendo un arrollo de lágrimas, llegó y se las besó,
pereciéndole que al mismo tiempo se iban cicatrizando como por efecto de su
contrición. Mas el veía que si bien las heridas cerraban quedaba aun la cicatriz.
Comprendió entonces que ese era el bendito purgatorio que debería padecer. Hecho
esto salió de la Iglesia y juntamente del mundo, porque el y su mujer de común
acuerdo, por gracia y llamamiento especial de la bondad divina, abrazaron de allí a
poco el estado religioso.
Hugo, marques de Toscana, vivía licenciosamente, sin querer enmendarse por mas
avisos que recibía en su corazón, de parte de la Virgen María, a quien el conservaba
alguna devoción, no obstante de sus vicios.
Yendo un día cazando por el monte Senario embebecido en perseguir una fiera, de
repente se armó una tempestad con espantosos truenos y relámpagos y copiosa lluvia.
Entra huyendo en una cueva, y vio dentro a dos hechiceros martillando restos
humanos. Al momento que le vieron dijeron: “¿Le echamos mano y traemos a ese
también?”. Al mismo tiempo se oyó una voz espantosa que salía de aquella oscuridad y
decía: “A su tiempo, porque todavía no lo permite aquella que tiene tanto poder sobre
nosotros. Ya le tocará su Purgatorio”. El marqués, al oir estas palabras, quedó como
fuera de sí, y volviendo su corazón a la Madre del temor santo le pidió socorro, hizo la
señal de la cruz y desaparecieron los enemigos. Salió de la cueva, y dirigiéndose a la
casilla de un solitario llamado Eugenio, que vivía en aquel desierto, pasó allí la noche
pensando seriamente en mudar de vida. La mañana siguiente salió para Florencia y dio
parte al obispo Eustaquio de cuanto le había pasado, y del favor que debía a la
Santísima Virgen: se confesó de todos sus pecados con penitencia pública y una
mudanza completa de su mala vida, diciendo a voces y bañado de lágrimas: “Hugo ya
no será Hugo”. Fundó y dotó con gran magnificencia siete monasterios vició de allí en
adelante como verdadero hijo de María.
Por esto, la Llama de Amor debe estar encendida para salvar a todos los cristianos ;
para salvar las familias, salvando a los padres y madres de cada familia cristiana; para
ayudar a la santificación de los sacerdotes, que mientras más se asemejen a Cristo
más eficaz ministerio ejercitarán con todos sus hermanos; ésta Llama de Amor debe
iluminar todos los momentos de la vida del cristiano, todos los momentos de
enfermedad, de agonía, de muerte. Aún después de la muerte ésta Llama de Amor
debe seguir iluminando la esperanza de quienes se encuentran en el purgatorio.
Mons. Bernardino Echeverría Ruiz,
Arzobispado de Guayaquil.
3 de agosto de 1962
La primera hora de oración la pasé tratando de ordenar mis pensamientos; apenas
lograba tranquiliazarme. Mi disipación me desanimó tanto que estaba incapaz de hacer
aun oración vocal. He pensado en las almas sacerdotales muy olvidadas en el
purgatorio y por ello quería ofrecer el vía crucis también. Pero el Redentor tristemente
me habló así :
J.C.-«Yo tampoco abandoné ni interrumpí el camino de
los dolores.
4 de octubre de 1962
J.C.-«¡Qué felicidad es ésta para Mí! ¡Sumérgete en Mí, en el mar de mis gracias! Te
concedo ésta gracia, porque tú misma me pediste que te dejara sumergirte. ¡Pide
siempre, mi pequeña hija carmelita! Yo reparto feliz mis tesoros que podrás cambiar en
la hora de tu muerte. ¿Crees, acaso, que cuánto era tu sufrimiento, tanto será tu
premio? ¡De ninguna manera! No se puede expresar con palabras humanas lo que he
preparado para ustedes. Espero el momento de que tu llegues. Y te espero con un rico
regalo. Me dará un vuelco el Corazón a tu llegada y muchas almas, a las cuales has
ayudado a liberarse del purgatorio por medio de tus sacrificios, te saludarán rebosantes
de gozo. Como buenos amigos tuyos, esperan el encuentro contigo. Compenétrate en
este gozo sin límites y no resulte para ti nada fatigante lo que tengas que hacer por mi
obra salvadora. ¡Qué nuestras miradas se compenetren!. En mis ojos bañados de
lágrimas y de sangre verás el anhelo de mi Corazón por las almas. ¡Recoge Conmigo,
hijita mía! Fui Yo quien injertó en tu corazón el deseo de las almas y lo aumentaré sin
cesar. Pero, ¡aprovecha tú también toda oportunidad! »
13 de octubre de 1962 Las ánimas sufrientes también deben sentir el efecto de gracias
de la llama de amor de mi corazón maternal
Desde hace meses me habla el Señor Jesús. No lo escribí, no siempre tengo modo de
hacerlo. Hoy también me encontraba en la soledad silenciosa del templo. Oraba por los
sacerdotes moribundos. El Señor Jesús conmovido me susurró al oído :
JC.- ¡Qué nuestras manos recojan juntas!
Pedí también la efusión de gracias de la Llama de Amor de la Santísima Virgen para las
almas en pena, cuando el Señor Jesús me permitió sentir que en ese momento un
alma acababa de liberarse del purgatorio. Sentí en mi alma un alivio indescriptible. En
ese momento, por pura gracia de Dios, mi alma se sumergió en la felicidad
inconmensurable del alma que llega a la presencia de Dios. Luego recé, con todo el
recogimiento de mi alma, por los sacerdotes moribundos. Entre tanto un sentimiento
muy angustioso inundaba todo mi interior. Son sufrimientos que da el Señor para que
pueda recoger con Él. Durante mi profundo recogimiento un suspiro, fino como un
hálito de la Santísima Virgen, sorprendió mi alma:
S.V.- "Tu compasión por las pobres ánimas, hijita mía, ha conmovido tanto mi Corazón
maternal, te concedo la gracia que pediste. Si en cualquier momento, haciendo
referencia a mi Llama de Amor, rezaran ustedes en mi honor Tres Aves Marías, cada
vez un alma se librará del purgatorio. En el mes de los difuntos (en noviembre), al rezo
de cada Ave María, 10 almas se librarán del purgatorio. Las ánimas sufrientes deben
sentir ellas también el efecto de gracia de la Llama de Amor de mi Corazón maternal".
31 de agosto de 1963 Premio tu gran compasión por las ánimas del Purgatorio
Asistí a la santa misa vespertina. Luego, me quedé todavía por largo tiempo con Él. Le
supliqué largamente. La hermana sacristana no se dio cuenta de ello y se marchó
echando llave a la puerta. Estábamos los dos: Dios y yo con mi oración de súplica.
Absorta intercedí a favor de las almas del purgatorio. Ardía en mi alma gran deseo de
que cuántas más se liberen de lugar del sufrimiento. Estando con mi gran anhelo, la
Santísima Virgen así habló:
S.V.-"Premio, hijita mía, el gran anhelo y compasiónque sientes de las almas del
purgatorio. Hasta ahora rezaste tres Avemarías en mi honor por la liberación de un
alma. Ahora, para calmar tu anhelo, en adelante diez almas se liberarán del lugar de
sufrimientos".
Casi no podía comprender tan grande bondad. En lugar de deshacerme en
agradecimientos, sólo un suspiro vino a mis labios: Santa Madre de misericordia,
¡gracias por tantas gracias!
Jeanne Marie
En Francia, una pobre niña sirvienta llamada Jeanne Marie escuchó una vez un sermón
sobre las Santas Almas, que dejó una impresión indeleble en su mente. Profundamente
movida por el pensamiento del intenso e incesante sufrimiento que soportaban las
pobres Almas, se horrorizaba al ver cuán cruelmente eran olvidadas y dejadas de lado
por sus amigos de la Tierra.
Otra cosa que la impresionó profundamente es oír que hay muchas almas que están
tan cerca de su liberación, que una sola Misa sería suficiente para ellas; pero que son
retenidas largo tiempo, hasta años, sólo porque este último y necesario sufragio fue
olvidado o negado.
Con una fe simple, Jeanne Marie resolvió que, costara lo que costara, ella ofrecería
una Misa por las Pobres Almas cada mes, especialmente por las más cercanas al
Cielo. Ella ahorraba un poquito, a veces con dificultad, pero nunca falló en su promesa.
En una ocasión fue a París con su patrona, y cayó enferma. por viéndose obligada a ir
al Hospital. Desafortunadamente, la enfermedad resultó ser de largo tratamiento, y su
patrona tuvo que regresar a casa, deseando que su mucama pronto se reuniera con
ella. Cuando al final la pobre sirvienta pudo dejar el hospital, allí había dejado todos sus
ahorros, de manera que sólo le quedaba en la mano un franco.
¿Qué hizo? ¿A dónde ir? De repente, un pensamiento cruzó su mente y se acordó que
no había ofrecido ese mes una Misa en favor de las Pobres Almas.
¡Pero tenía sólo un franco! Apenas le alcanzaría para comer. Como confiaba en la
ayuda de las Almas del Purgatorio, fue hasta una Iglesia y pidió hablar con un
sacerdote, para que ofreciera una Misa en sufragio de las Almas del Purgatorio. El
sacerdote aceptó, sin imaginarse que la modesta suma que la niña ofreció era el único
dinero que ella poseía. Al terminar el Santo Sacrificio, nuestra heroína dejó la Iglesia.
Una cierta tristeza nubló su rostro, y se sintió totalmente perpleja.
Joven de Esclavona
Entre todos los respetos humanos, el mas perjudicial es el que nos detiene para no
descubrir a los médicos espirituales las llagas de nuestra alma. Bien lo experimentó un
hombre en Alemania (Auriem. T. 2, pág. 101), pues habiendo caído en un pecado
gravísimo, era tanta después la vergüenza que tenía de confesarse, que no se atrevía
de ninguna manera.
Eran entre tanto crudelísimos los remordimientos de su conciencia, sin poder sufrir la
angustia que le causaba, estando ya desesperado y resuelto a echarse a un río.
Efectivamente iba ya a ejecutarlo, pero al llegar a la orilla se detuvo por divina
misericordia. Se volvió a su casa llorando tristemente, y pidiendo a Dios que le
perdonase sus pecados “de plenitudine potestatis”, como él decía, y sin necesidad de
confesarlos. De allí fue a visitar varios santuarios, mas todo en balde, porque en parte
ningún hallaba paz ni consuelo. Dios quería que fuese por intercesión de su Santísima
Madre. Una noche en que agobiado de la tristeza se había quedado dormido, sienten
que le tocan en la espalda, diciéndole: “Anda a confesarte”. Sin detención salta de la
cana y se dirige al colegio que tenía la Compañía de Jesús en la ciudad de Warasdin
(Esclavonia), resuelto a efectuarlo luego que llegase; pero hallándose ya en la puerta le
asaltó de nuevo la vergüenza y volvió atrás. Dejó pasar algunos meses, hasta que
recibiendo una noche otro aviso sale segunda vez aun mas determinado, y segunda
vez le vence la vergüenza. En esta situación se decide morir primero que decir sus
pecados al confesor; pero la gracia le solicitaba fuertemente, de manera que todo el dia
estuvo luchado consigo mismo.
Por último, habiendo ya oscurecido, y yendo hacia su casa, entró de paso en una
iglesia donde se veneraba una devota imagen de nuestra Señora. Vio allí un pequeño
grabado donde se veía a la Virgen ayudaba a las almas del Purgatorio. Y por dentro le
pareció escuchar: “¿Porque has de esperar a tu Madre luego, cuando ahora puedo
amarte y perdonarte?”. Se arrodilló delante de la imagen de nuestra Señora, a quien de
rodillas le pidió el remedio de su necesidad; y la piadosísima Madre, que es refugio de
pecadores y consoladora de los afligidos, no quiso abandonar al infeliz en aquel
peligro, ni dejar sin premio el corto obsequio que le hacía, pues le alcanzó por fin de su
santísimo Hijo completa victoria. Al punto sintió su corazón enteramente trocado; se
levanta, busca un confesor, y con abundantes lágrimas le descubre su conciencia,
refiriéndola todos los pecados de su vida. Recibió la absolución, y con ella, ¡cosa
maravillosa!, tanta paz en su alma y tan extraordinaria alegría, que aseguraba no la
tendría mayor si hubiera ganado todo el oro del mundo.
La santa monja le dixo palabras de mucho consuelo, y que no obstante que las buenas
obras que él mandava en su testamento que se hiziesse por su alma, como sacrificios y
limosnas, serán parte para abreviar aquella pena y hazerla menor, con todo esso, que
ella pedía a Dios, que la mitad de la pena que él devía en Purgatorio la pagasse ella en
esta vida. El conde murió, y si oyó Dios a la monja, Él lo save, mas de muchos fue visto
que, en muriendo el conde, ella cayó enferma, y de enfermedad no tanto de peligro
como de tormento, porque era terrible el que padecía. Ya parecía que | salían llamas de
su cuerpo, ya quedava tan elada que el yelo no le hazía ventaja. Y en esto passó
mucho tiempo, no sólo padeciendo, sino haziendo continua oración y derramando
lágrimas, pidiendo a Dios perdonasse al conde, y a ella le diesse paciencia para lo que
padecía. Apareciósele el conde poco antes que ella muriesse y diole gracias por lo que
avía hecho por él. Lo dicho se refiere en el libro segundo De Apibus, capítulo cincuenta
y tres.
Malaquías Cenerot, obispo de Hibernia, cuya Vida escrivió San Bernardo, siendo
muerta su hermana, dezía Missa cada día por ella, y como dexasse de hazer esto
treinta días por tener algunas graves ocupaciones, apareciósele una noche
quexándose de su olvido, que la avía dexado ayuna treinta días; rogóle que
favoreciesse su necessidad.
Por esta visión, con mayor cuidado tornó a celebrar cada día por ella, y vídola,
primero, que estava a la puerta de la iglesia, después, que entrava en ella, y al cabo,
junto al altar, en compañía de un ilustre coro de gente, todos vestidos de blanco. Y tuvo
indicio de aquí, que por sus continuos sacrificios y ruegos más presto avía salido de las
penas de Purgatorio y ido a la compañía de los santos. Y assí, la oración hecha por los
difuntos, como las demás obras buenas, es su comida, con /(371r)/ que, refocilados,
más presto salen de penas de Purgatorio. Lo dicho es de San Bernardo, y refiérelo
Surio, tomo sexto.
María Simma
María Simma era una anciana mujer que vivió hasta el día de San José del año 2004
en las montañas austriacas. Desde temprana edad ella recibió de Dios el don de recibir
la presencia sobrenatural de las almas del Purgatorio, que acuden a ella en busca de
oración y ayuda para acortar su tiempo de expiación. Sor Emanuel, muy reconocida por
aquellos que conocen la aparición de María en Medjugorje, tuvo la oportunidad de
realizarle un reportaje en su humilde casa en la montaña, el cual fue documentado en
un hermoso libro. Extractamos aquí algunas partes importantes de este libro titulado "El
maravilloso secreto de las Almas del Purgatorio - Sor Emanuel y María Simma"
(prácticamente la totalidad del libro está reflejada en nuestro artículo).
María Simma tuvo desde niña un especial interés por las almas del Purgatorio, y fue
esa la misión que Dios le dio para esta vida cuando tuvo la edad de 25 años.
Adecuadamente asistida por su confesor y director espiritual, y bajo el cercano
seguimiento del Obispo del lugar, María vive una vida donde la Presencia sobrenatural
se vuelve cotidiana. Las almas se presentan a ella buscando ayuda, y también dando
testimonio de sus sufrimientos, su vida en la tierra y su deseo profundo de llegar cuanto
antes a estar en la Presencia de Dios en forma definitiva.
Los conocimientos que las almas del Purgatorio le refieren son una hermosa y fuerte
confirmación de toda la Doctrina sobre la que se funda la Iglesia Católica, y una
invitación a todos nosotros a vivir una activa y sincera práctica de los sacramentos.
Pero, por sobre todo, María Simma nos invita a una práctica cotidiana del amor como la
puerta más importante para la salvación de nuestra alma. El amor cura y cubre muchos
de nuestros pecados, a la hora de nuestro juicio particular.
Esta espera duró para mí hasta la edad de 25 años, es decir hasta el momento en que
Dios me ha confiado esta tarea de orar por las almas del Purgatorio. ¡Me había hecho
esperar 8 años!. En mi familia éramos 8 hijos. Yo trabajaba en casa, en nuestra
estancia, desde los 15 años. Luego fui a Alemania, como doméstica en la familia de un
campesino, y después he trabajado aquí, en la estancia de Sonntag. A partir de los 25
años, cuando comenzaron las visitas de las almas, he tenido que sufrir mucho por
ellas. Ahora estoy mejor físicamente.
Habiendo leído, recientemente, un informe sobre María Simma enviado por el Padre
Alfonso Matt (director espiritual de la vidente) al Obispo de su Diócesis, considero útil
agregar, para los lectores, estas otras breves noticias.
María Simma (la segunda de ocho hijos), ha nacido el 5 de febrero de 1915 en Sonntag
(Vorarlberg), en Austria, de una familia pobrísima. El padre, José Antonio (18 años
mayor que su esposa, Luisa Rinderer), por varios años se ganó la vida como cuidador y
campesino de su hermano. Durante la primera guerra mundial fue cartero, luego obrero
vial y bracero, luego jubilado. Con su mujer y sus ocho hijos fue a vivir en una vieja
casa que había recibido en herencia de un buen anciano, maestro carpintero. A causa
de la gran pobreza de la familia, los hijos, desde muy jóvenes, trabajaron y se ganaron
el pan: los varones como obreros y las muchachas como niñeras. María Simma desde
su juventud fue muy piadosa y frecuentó asiduamente los cursos de instrucción
religiosa organizados por su párroco. Luego debió alejarse de su pueblo para trabajar
en varios lugares.
Quería hacerse religiosa pero, como ya sabemos, el Señor ha tenido otros proyectos
sobre ella. En el informe del párroco se lee que ella "consagró su virginidad a la Virgen
e hizo esta consagración a María en favor sobre todo de los difuntos"; se ofreció a Dios,
haciéndolo con voto "como alma víctima, víctima de amor y de expiación". El párroco
refiere que en varias ocasiones, y por diferentes modos, ella se ofreció como víctima
para ayudar a los difuntos, con sufrimientos voluntarios a veces terribles, gracias a los
cuales abrevió las penas de innumerables almas. Además de los sufrimientos ofreció a
Dios continuas oraciones, misas y penitencias.
Desde la muerte de su padre, acaecida en 1947, vive sola en la casita paterna y, para
proveer a las necesidades de la vida, continúa, a pesar de la edad a cultivar su huertita.
Vive así en pobreza, ayudada por la gente caritativa. No pide nada, todo lo hace
gratuitamente; y si alguno le deja ofrendas, las envía íntegramente a la Curia, para la
celebración de misas, para obras caritativas y, sobre todo, para las Misiones.
"Todos los medios no ayudan a las almas de la misma manera. Si durante su vida
alguno tiene poca estima por la Misa, no le aprovechará mucho cuando estará en el
Purgatorio. Si alguno no tuvo corazón durante su vida, recibe poca ayuda. quienes
pecaron difamando a los demás deben expiar duramente su pecado. Pero quien en
vida haya tenido un buen corazón, recibe mucha ayuda ". "Un alma que había
descuidado de asistir a Misa, pudo pedir ocho Misas para su alivio, porque durante su
vida mortal había hecho celebrar ocho Misas por un alma del Purgatorio".
El párroco refiere que María Simma insiste mucho en que se rece para ayudar a los
moribundos. "Según lo que dicen las almas del Purgatorio", escribe el párroco, "muchas
van al Infierno porque se ora demasiado poco por ellos... María Simma un día vio
muchas almas suspendidas en vilo entre el Infierno y el Purgatorio".
''Las almas del Purgatorio se preocupan mucho de nosotros y del Reino de Dios (es
siempre el párroco que escribe). Tenemos la prueba por ciertas advertencias que ellas
dieron a María Simma”.
Las instrucciones que siguen (continúa el párroco) han sido tomadas de sus
anotaciones: "De nada sirve lamentarse de los tiempos que vivimos. Es necesario decir
a los padres que ellos son los principales responsables. Los padres no pueden ofrecer
un peor servicio a sus hijos que consentir a todos sus deseos, dándoles todo lo que
quieren, simplemente para que estén contentos y no griten. El orgullo puede así echar
raíz en el corazón de un niño. Más tarde cuando el niño comienza a ir a la escuela, no
sabe recitar un Padrenuestro ni hacer la señal de la Cruz. de Dios, a veces, no sabe
absolutamente nada. Los padres se disculpan diciendo que esto es tarea del catequista
y de los maestros de religión”.
"Se peca en manera espantosa en contra del amor hacia el prójimo, sobre todo con la
murmuración, el engaño y la calumnia. ¿Por dónde comienzan? En el pensamiento.
Hay que aprender esas cosas desde la infancia y tratar de ahuyentar inmediatamente
los pensamientos contrarios a la caridad. Se combatan rápidamente los pensamientos
contra la caridad; y no se llegará a juzgar a los demás sin caridad”.
Me gusta terminar aquí esta pincelada. Hojeando el informe del párroco (a quien
quisiera decirle gracias de corazón), pudimos también husmear entre las páginas del
diario de María: hay en ellas una sabiduría que no viene del mundo, sino de las almas
que la instruyen... Pues bien, les digo que para mí ha sido un gran placer conocer a
María Simma, una mujer cuya vida ha sido donada totalmente. Cada segundo, cada
hora de su vida tiene por cierto un peso de eternidad, no solo para ella misma, sino
para tantas, tantas almas, conocidas o no, que ella, en varios modos, y con tanto amor,
ayudó a liberarse del Purgatorio y a alcanzar la felicidad eterna en el Cielo.
Maria Simma II
Todo lo que ella ha sabido por medio de las almas del purgatorio, sobre sus
necesidades, ha sido exacto y ha estado siempre conforme con las enseñanzas de la
Iglesia. Su director, el P. Alfonso Matt, enviaba los mensajes que ella recibía a los
familiares de los difuntos y ellos quedaban asombrados de cosas que nadie podía
saber. Por eso, desde el principio, fue apoyada por su párroco.
Por otra parte, el hecho de que los muertos puedan aparecerse a los vivos no debe
parecer imposible, porque el mismo Evangelio nos habla de que el Viernes santo
“muchos sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos que dormían, resucitaron y
saliendo de sus sepulcros, después de la resurrección de Él, vinieron a la ciudad y se
aparecieron a muchos” (Mt 27,52-53).
A partir de 1940, se le aparecieron algunas almas para pedirle ayuda. El día de “Todos
los santos” de 1953, comenzó también a ofrecer sufrimientos expiatorios por ellas.
Tuvo, por ejemplo, que sufrir mucho por un oficial muerto en Kürnten en 1660. Un
sacerdote de Colonia, muerto el año 555, le pidió también sufrimientos expiatorios,
pues de otro modo, debía sufrir hasta el fin del mundo por sus misas sacrílegas,
adulterios, falta de fe y haber participado en martirizar a las compañeras de Santa
Úrsula.
También tuvo que sufrir mucho por las prácticas anticoncepcionistas y la impureza de
las almas que se le aparecían. Algunas almas le pedían que libremente aceptara sus
sufrimientos para su liberación y purificación. Por ejemplo, una tal Berta, francesa,
muerta en 1740 dos señoritas de Innsbruck, muertas en un bombardeo; un sacerdote
italiano, etc. María siempre ha aceptado generosamente estos sufrimientos que le
pedían y nunca los ha rechazado.
En 1954 comenzó un modo nuevo de ayudar a las almas. Un cierto Paul Gisinger de
Koblach le pidió que les dijera a sus 7 hijos que dieran en su nombre 100 chelines para
las misiones e hicieran celebrar dos misas, porque sólo así podía ser liberado. Después
siguieron otras demandas análogas en favor de las misiones y de celebrar misas.
En octubre y noviembre hasta el 8 de diciembre (fiesta de la Inmaculada) de ese año
1954, venían cada noche a pedir oraciones o sufrimientos. Ella, poco a poco, pidió la
ayuda de otras personas para poder atender sus peticiones. Cuando se trataba de
sacerdotes, las oraciones debían ser hechas por sacerdotes.
Las noticias, que las almas le dan sobre sus familiares vivos, son siempre exactas. En
la avalancha que, en 1954, sepultó mucha gente aquí cerca, las almas le dijeron que
había algunos vivos bajo la nieve. Por eso, intensificaron la búsqueda y pudieron
encontrar algunos vivos más.
El demonio también se le ha presentado en ocasiones, para desanimarla de su misión.
Una vez se le presentó como un ángel de luz; otra, como el sacerdote de la parroquia,
Algunas personas se han escandalizado, porque pide a algunos de los familiares
limosnas para las misiones o que se hagan celebrar misas por las almas. Pero ella
nunca ha aceptado dinero, el dinero debe ser entregado directamente en la parroquia o
en la curia episcopal.
Dice que las almas de los católicos sufren más que las de los protestantes, porque
tuvieron más gracias, pero la fe católica es la mejor para ganar el cielo. Además, los
católicos tienen la posibilidad de recibir más ayuda de otros y ser liberados más
rápidamente, ya que los protestantes no creen en el purgatorio y no rezan por sus
difuntos.
A ella se le ha revelado la maravillosa armonía que existe entre el amor y la justicia
divina. Cada alma es purificada de acuerdo a la naturaleza de sus culpas. La duración
es muy variada. El tiempo medio es de 40 años, pero hay quienes deben sufrir hasta el
juicio final. Otros sólo sufren media hora, como si atravesaran el purgatorio en un vuelo.
Lo que sí es cierto es que las almas sufren con una paciencia admirable y alaban la
misericordia divina y suplican a María, madre de misericordia, agradeciéndole por
haberse salvado.
En 1940 se me presentó, por primera vez, una alma del purgatorio. Sintiendo que
alguien estaba en habitación me desperté y vi un extranjero que iba y venía por mi
habitación. Le dije: ¿Cómo has entrado? ¿Qué has perdido? Él continuaba, yendo y
viniendo, como si no me oyera. Entonces, salté de la cama para agarrarlo, pero no
agarraba nada. No había nada. Lo intenté de nuevo y ocurrió lo mismo. Podía verlo y
no podía tocarlo. Al poco tiempo, desapareció. Al día siguiente, después de la misa, fui
a mi director espiritual y le conté lo ocurrido. Él me dijo: Si sucede otra vez, no le
preguntes ¿quién eres? Dile. ¿Qué quieres de mí? A la noche siguiente, retornó la
misma persona. Le dije: ¿Qué quieres de mí? Él respondió: Haz celebrar tres misas por
mí y seré liberado. Entonces, pensé que debía ser un alma del purgatorio. Mi confesor
me lo confirmó. Desde 1940 hasta 1953, cada año vinieron sólo dos o tres almas,
normalmente en noviembre (mes de los difuntos). Mi director el P Alfonso Matt, me
aconsejó que nunca rechazara ninguna petición de ayuda de esas almas.
Aquellas almas, que yo he conocido bien en vida, las reconozco de inmediato. Otras
son desconocidas, a no ser que me digan quiénes son. Normalmente se presentan en
vestido de trabajo. Si eran personas inválidas o con graves deficiencias físicas o
mentales, aparecen sanos. Los que estaban en silla de ruedas, caminan
perfectamente, los mudos hablan, los sordos oyen, los ciegos ven. En el más allá
quedan atrás todas las deficiencias humanas. Ellas saben de nosotros más de lo que
suponemos. Ellas saben, por ejemplo, quiénes han asistido a su velorio y sepultura,
quiénes han ido solamente por hacer acto de presencia y quiénes han ido a rezar por
amor Ellas saben también lo que se dice sobre ellas en el velorio, porque están mucho
más vecinas a nosotros de lo que suponemos y se dan cuenta de quiénes asisten a las
misas ofrecidas por ellas. Ellas están presentes a sus funerales y a las misas ofrecidas
por ellas. No les gustan los pomposos funerales, prefieren que sean sencillos, pero
fervorosos. No quieren que su cuerpo sea cremado; porque, al no tener lugar de
referencia, se pueden olvidar más fácilmente de ellas. La cremación está permitida por
la Iglesia, con tal que no se niegue la resurrección, pero ellas quieren todo lo que lleve
a su familia a rezar y, el no tener una tumba que visitar, les hace olvidarse de ellas.
También quieren que se respete su cuerpo y que se evite cualquier profanación. Les
gusta que en la tumba echen agua bendita y tengan un cirio bendito. Las visitas de
amor al cementerio les agradan y ayudan más de lo que imaginamos. Incluso, les
ayuda el simple hecho de limpiar su tumba, por el amor que ponemos en ello.
Personalmente, cuando voy al cementerio, que está junto a mi casa, enciendo una vela
por las almas y les echo agua bendita, y ellas me lo agradecen. Un día vino a yerme
una niña de unos seis años y me dijo que había apagado una vela en el cementerio
para coger la cera y jugar Por eso, se encontraba en el purgatorio, aunque por poco
tiempo. Me pidió que encendiera por ella dos velas benditas.
Otro día vino un niño de 11 años, de Kaiser para pedirme que rezara por él. Me dijo que
estaba en el purgatorio, porque el día de los difuntos había apagado, por divertirse,
varias velas, que estaban encendidas en el cementerio en favor de los difuntos.
Como vemos, también hay niños en el purgatorio; porque, antes de lo que pensamos,
se dan cuenta del bien y del mal. Un día vino una niña de unos cuatro o cinco años y
me dijo que estaba en el purgatorio, porque había recibido de su madre, junto con su
hermana gemela, una muñeca. Ella lo había roto y, teniendo ser descubierta, la cambió
por la de su hermana, sabiendo que esta haciendo algo malo y que iba a hacer sufrir a
su hermana.
El hombre se quedó pensativo y dijo: Tienes razón. En nombre de Dios lo perdono para
que Dios me perdone también a mí. Desde ese día, no tuvo más problemas con el
establo y pudo tener paz y amor en su corazón.
Un día vino a visitarme un hombre, cuya mujer Izabía muerto hacía un año y, desde
entonces, todas las noches sentía tocar a la puerta de su dormitorio. Fui a su casa y,
por la noche se me apareció un animal grande que parecía un hipopótamo. Después
vino el demonio bajo la forma de una serpiente gigantesca que quería estrangular al
hipopótamo... Y desaparecieron. Al poco tiempo, vino un alma con apariencia humana y
me dijo: No ternas, ella izo está condenada, pero está en el purgatorio más terrible que
exista. Me dijo que había vivido diez años en enemistad con otra mujer y ella era la
causa de todo. La otra mujer había querido reconciliarse, pero ella siempre se había
negado. Incluso, durante su última enfermedad, se había negado a hacer las
Un día vino a visitar un hombre que quería informarse sobre la suerte eterna de dos
difuntos del mismo pueblo. Era el año mariano de 1954 y la respuesta llegó pronto. Un
mes más tarde yo le comuniqué: La Sra. X está en el cielo y el Sr. X está en lo más
profundo del purgatorio. Él me dijo: Es imposible. La Sra. X murió en el hospital por una
práctica abortiva, mientras que el Sr. X estaba siempre el primero en la Iglesia y era el
último en salir.
Pero, pocos días después, vino a yerme una señora que los conocía bien a los dos y
me dijo: La Sra. X era como mi hermana. Ella era débil desde el punto de vista moral,
pero ha sufrido mucho, porque este defecto era debido en gran parte a taras
hereditarias. Murió como consecuencia de una práctica abortiva, pero murió con
sentimientos de arrepentimiento hasta el punto que el sacerdote que la asistió en los
últimos momentos pudo decir: Quisiera que todos murieran con los sentimientos de
arrepentimiento de esta mujer. Ella murió con los últimos sacramentos y firme enterrada
religiosamente.
El Sr X era el primero y el último en salir de la Iglesia, pero siempre estaba criticando a
todo el mundo. Lo que más me indignó fue que, durante el sepelio de la Sra. X, él la
estaba criticando y diciendo a algunas personas que la Sra. Xno debía ser enterrada en
un cementerio católico. Entonces, le dije: Ahora está claro para mí que el Señor no
quiere que Juzguemos a los demás. El Sr X criticaba a la Sra. X, aún en el cementerio,
pero el Señor tuvo compasión de ella. No podemos juzgar a los demás, dejemos el
juicio a Dios. Ahora el Sr. X está en lo profundo del purgatorio.
En una ocasión, vino un alma y me dijo: Cometí un crimen contra Dios. Un día, por
soberbia, tomé una cruz y la destrocé, pensando que, si Dios existía no me lo permitiría
hacer. Casi al instante, me vino una parálisis que fue mi salvación. Después me pidió
decirle a su mujer que hiciera algunas cosas para ayudarlo y liberarlo del purgatorio.
Ella se había salido de la Iglesia católica y se había hecho protestante. Cuando le conté
el mensaje de su esposo, me dijo:
Creo en lo que me dice, porque el hecho de que destrozó la cruz, solamente lo
sabíamos él y yo. Y entró de nuevo en la Iglesia católica.
Un médico vino un día, lamentándose de que debía sufrir mucho por haber acortado la
vida de sus pacientes con inyecciones, para que no sufrieran más (eutanasia). Y nadie
tiene derecho a quitar la vida, porque mientras están vivos, aunque estén en coma,
pueden recibir las bendiciones de Dios a través de nuestras oraciones y buenas obras.
Una mujer me dijo: He debido estar 30 años de purgatorio por no haber dejado ir al
convento a mi hija. Por eso, debemos pensar en la grave responsabilidad de los padres
que no consienten la vocación sacerdotal o religiosa de sus hijos. Nadie tiene derecho
a rectificar los planes que Dios ha trazado para cada uno desde toda la eternidad.
Otro día se me presentó un alma y me dijo: ¿Me conoces?. Yo le dije que no. Él
respondió: Pero tú me has visto. En 1932 hiciste un viaje en tren y yo era tu compañero
de viaje.
Entonces, me acordé muy bien de ese hombre, orgulloso, que había criticado en voz
alta a la Iglesia y a la religión. Yo tenía 17 años y le respondí como pude. Él me dijo: Tú
eres demasiado joven para darme lecciones. Cuando bajé del tren, le dije al Señor:
Señor, no permitas que este hombre se pierda. Y esta oración lo había salvado.
¡Cuánto puede hacer la oración, aunque sea pequeña, pero hecha con fe! ¡Cuánto
valen las obras de caridad para los demás!
Un día, un alma se me apareció con un balde vacío. Le pregunté por qué lo llevaba y
me dijo. Es mi llave del paraíso. No he rezado mucho durante la vida, iba raramente a
la Iglesia, pero una vez por Navidad limpié gratuitamente la casa de una pobre anciana
y eso fue mi salvación.
El año 1954 ocurrió una avalancha, que sepultó varias personas en un pequeño pueblo
de la montaña. Un joven de 20 años oyó que pedían auxilio y salió en su ayuda, pero
su madre se lo quiso impedí, porque había mucho peligro para él. El joven, sin
embargo, salió a rescatar a los que pedían auxilio, pero una avalancha lo sepultó
también a él. La segunda noche después de su muerte, vino a pedirme que hiciera
celebrar tres misas por él. Sus familiares se maravillaron de que tan pronto pudiera ser
liberado, cuando no había sido muy fervoroso, sino todo lo contrario. Pero el joven me
confió que Dios había sido muy misericordioso con él por haber querido ayudar a su
prójimo y hacer una acción tan bella. Si hubiera vivido más tiempo, no habría podido
conseguir una muerte tan bella a los ojos de Dios. ¡Una muerte en acto de caridad con
el prójimo!
Ese mismo año, 1954, en otro pueblo hubo otra avalancha, que ocasionó muchos
destrozos. Se contaba que hacía 100 años otra avalancha había destruido el pueblo y
ésta había sido mucho peor pero sin mayores consecuencias. ¿Por qué? Las almas me
dijeron que una mujer de nombre Stark, había ofrecido sus oraciones y sufrimientos por
su pueblo. De otro modo, medio pueblo habría sido destruido. ¡Cuánto valen los
sufrimientos soportados con paciencia! ¡Salvan más almas que la oración! Por eso, no
hay que ver el sufrimiento como un castigo, pues puede ser un tesoro, silo ofrecemos
con amor por la salvación de los demás. Solamente en el cielo, podremos saber todo lo
que hemos obtenido con nuestros sufrimientos, soportados con paciencia en unión con
los sufrimientos de Cristo. El sufrimiento es un gran don que nos acerca a Dios y a los
demás.
Un día de 1954, hacia las 2,30 de la tarde, paseando por el bosque, me encontré con
una mujer muy anciana que parecía centenaria. Yo la saludé amablemente y ella me
dijo: ¿Por qué me saludas? Nadie me saluda. Nadie me da de comer y debo dormir por
la calle. Yo la invité a comer y a dormir en mi casa. Ella me dijo: Pero yo no puedo
pagar. No importa, le insistí. No tengo una bella casa, pero será mejor que dormir en la
calle. Ella entonces me lo agradeció y me dijo: Dios te lo pague. Ahora soy liberada. Y
desapareció. Hasta aquel momento no había entendido que se trataba de un alma del
purgatorio. Seguramente, durante su vida, no quiso ayudar a alguien que tenía
necesidad de comida y alojamiento, y debía esperar que alguien le ofreciese lo que ella
había rechazado a otros.
Debemos tener bien claro que no es Dios quien las coloca en tal o cual nivel, son ellas
mismas, pues quieren purificarse totalmente antes de presentarse ante Dios. Ellas
quieren purificarse como el oro en el crisol. ¿Imaginamos una chica que quiere ir a su
primer baile en público toda sucia y despeinada? Pues bien, las almas tienen una idea
de Dios tan grande, son tan conscientes de su pureza maravillosa y resplandeciente
que ni todas las fuerzas del universo serían suficientes para hacerles presentarse
delante de Él, mientras subsistan esas manchas que afean su alma. Sólo un alma pura
y luminosa puede atreverse a acercarse a la belleza y santidad divina para poder
contemplar a Dios sin temor y amarlo en plenitud por toda la eternidad.
Por supuesto, me han visitado personas de todas las religiones, pues también ellas van
al cielo, aunque la fe católica sea la mejor para ganar el cielo. También , me han
visitado homosexuales. No necesariamente están condenados, pero tiene que sufrir
mucho para ser purificados; porque, aunque la inclinación homosexual no es pecado,
toda actividad homosexual sí es pecado, como dice la Iglesia. Ellos deben orar mucho
y pedir fortaleza para vivir su castidad y rezar a San Miguel arcángel, que es un gran
defensor contra el maligno.
Algo muy importante es aceptar antes de morir todos los sufrimientos que Dios nos
envíe. Conocí a una mujer y a un sacerdote, que estaban en el mismo hospital con
tuberculosis. La mujer le dijo al sacerdote: Yo le he pedido al Señor que me dé la
oportunidad de pasar aquí mi purgatorio. El sacerdote le dijo: Yo no me atrevo a tanto.
Una religiosa escuchó esta conversación. Cuando murieron los dos, el sacerdote se le
apareció a la religiosa y le dijo que la mujer había ido directamente al cielo y él debía
pasar todavía mucho tiempo en el purgatorio por no haber aceptado sus sufrimientos.
De ahí lo importante que son nuestros sufrimientos, ofrecidos con amor Los
sufrimientos de la tierra valen muchísimo más como reparación de nuestros pecados
que los del purgatorio. Por eso, una larga enfermedad, antes de morir puede ser una
gran bendición y gracia de Dios“.
Conrado Hildesemese Obispo afirma del emperador Otón que hizo grandes limosnas;
especialmente en tiempo de carestía dava de comer a pobres innumerables. Sin esto,
llamava de ordinario sacerdotes que le diessen ásperas disciplinas.
Era obediente al Papa, procurava governar bien sus estados, y con todo esto, luego
que murió, apareció a una abadessa de cierto monasterio de monjas muy siervas de
Dios, y le dixo que padecía penas de Purgatorio, que hiziesse dezir por él Missas y
rezar oraciones, y salterios con disciplinas. Lo cual hecho, se le tornó a aparecer muy
hermoso y resplandeciente, y le dio las gracias por lo que por /(428v)/ él avía hecho. Lo
dicho sirva para dos cosas: la una, que en la otra vida hilan delgado, como dizen,
porque pecados que se estiman en el mundo en poco, allí son de mucho momento; y la
otra, que en los estados altos y de govierno, por mucho que se miren y remiren los que
están en ellos, no dexan de estropeçar y caer en culpas que pagan en Purgatorio. Lo
dicho es del libro segundo De Apibus, capítulo cincuenta y tres.
P. Conrado de Offida
Tomado de la vida del P. Estanislao Choscos, dominico polonés. Un día, mientras este
santo religioso rogaba por los difuntos, vio a un alma rodeada por completo de llamas,
a la cual preguntó si aquel fuego era más penetrante que el de la tierra. "¡Ay de mí,
respondió lanzando un clamor la desdichada, todo el fuego de la tierra comparado con
el del Purgatorio es como un soplo de aire fresquísimo!" "¿Y cómo es eso posible?,
añadió el Padre. Desearía hacer una prueba a condición de que eso sirviera para
descontarme una parte de las penas que habré de padecer un día en el Purgatorio”.
"No hay mortal, replicó el alma, capaz de soportar la más mínima parte de ellas sin
morir al instante; no obstante, si tú quieres convencerte de ello, extiende la mano."
Estanislao, sin amedrentarse, presentó la mano, sobre la cual el difunto dejó caer una
gota de su sudor, o al menos de un líquido que tenía las apariencias de sudor, y al
instante el religioso comenzó a lanzar gritos agudísimos y cayó en tierra como muerto;
¡tan intenso era el dolor que experimentaba! Acudieron los demás religiosos y le
prodigaron toda suerte de cuidados hasta que lograron hacerle volver en sí. Entonces
él, lleno de terror, les refirió el espantoso acaecimiento de que había sido testigo y
víctima, concluyendo con estas palabras: "¡Ah, hermanos míos! Si conociésemos el
rigor de los divinos castigos no pecaríamos jamás. Hagamos penitencia en esta vida,
para no tener que hacerla en la otra, porque son terribles aquellas penas; combatamos
nuestros defectos y corrijámoslos, y especialmente guardémonos de las faltas
pequeñas, porque el eterno Juez lleva estrecha cuenta de ellas. La Majestad divina es
tan santa que no puede sufrir en sus elegidos la mancha más pequeña." Después de lo
cual se metió en el lecho y vivió todavía durante un año, en medio de increíbles
sufrimientos, efecto del ardor de la llaga que se le había formado en la mano.
Padre Berlioux
El siguiente relato muestra la ayuda que reciben las almas de aquellas personas que
con sus oraciones y sacrificios piden por las almas del Purgatorio, ayuda que se
obtiene principalmente en el momento de la muerte en la que todos seremos tentados
fuertemente por el Demonio. Por eso en el Ave María decimos “…ruega por nosotros,
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.”
Habiendo llegado la hora de su muerte, fue asaltada con furor por el demonio que la
veía a punto de escapársele. Parecía que el abismo entero, confederado contra ella, la
rodease con sus cohortes infernales.
La moribunda luchaba desde hacía tiempo entre los esfuerzos mas penosos, cuando
todo de un golpe vio entrar en su casa una multitud de personajes desconocidos, pero
resplandecientes de belleza, que pusieron en fuga al demonio y acercándose a su
lecho, le dirigieron palabras de aliento y de consolación totalmente celestiales.
Emitiendo entonces un profundo suspiro y llena de alegría gritó: ¿Quiénes son
ustedes? ¿Quiénes son los que me hacen tanto bien?
- “Nosotros somos los habitantes del Cielo que tu ayuda ha encaminado a la felicidad y
como reconocimiento, venimos a ayudarte para que cruces el umbral de la eternidad y
te libres de este lugar de angustia y te introduzcas en la alegría de la Ciudad Santa”.
Con estas palabras una sonrisa iluminó el rostro de la moribunda. Sus ojos se cerraron
y ella se durmió en al paz del señor. Su alma, pura como una paloma, presentándose al
Señor de los Señores, encontró tantos protectores y abogados entre las almas que ella
había liberado y reconocida digna de la gloria, entró allí triunfalmente, en medio de
aplausos y las bendiciones de quienes había liberado del Purgatorio.
¡Ojalá también nosotros, un día, podamos tener la misma dicha! Entonces hay que
decir que las almas, sí, las almas liberadas por nuestra plegaria, son sumamente
agradecidas. Les aconsejo pues que hagan la experiencia, las almas nos ayudan,
conocen nuestras necesidades y nos obtienen muchas gracias”.
El Padre Luis Manaci, un celoso misionero, tenía gran devoción a las Almas del
Purgatorio. Se encontró una vez realizando un viaje peligroso, pero con mucha
confianza pidió a las Animas Benditas que lo protegieran de los peligros que se iría
encontrando.
Su camino bordeaba una zona desértica, que se sabía infestada de peligrosas gavillas.
Cuando se encontraba rezando el Santo Rosario por las Almas, cuál no fue su
sorpresa, ale verse rodeado de una custodia de espíritus benditos. Pronto descubrió la
razón. Había pasado por una emboscada, pero las Santas Almas lo rodearon y lo
taparon, tornándolo invisible para los miserables que buscaban su vida. Lo
acompañaron hasta que estuvo seguro y fuera de peligro.
Parrini-De Witt (x-1882)
Modelo de verdadera, profunda y constante piedad para con las almas del Purgatorio,
y, por lo tanto, digno de ser propuesto a la imitación de los fieles, fue este sacerdote
napolitano, muerto en olor de santidad el año 1893. Puede decirse que desde sus
primeros años fue ésta su devoción favorita, a la cual consagró toda su vida.
Él era pobre, pero ¡cuánta abundancia de sufragios aplicó en favor de las benditas
almas! Hallábase enfermo, y ni aun en medio del decaimiento y postración de la
enfermedad se olvidaba de aquellas almas abandonadas; atormentado en el cuerpo y
en el espíritu, no cesaba de interponerse con el Señor para que pasaran pronto desde
aquella cárcel de fuego al eterno reposo. Oraciones, indulgencias, Misas,
maceraciones de la carne, todo lo ofrecía en beneficio de ellas. Cuando se trataba de
sufragar por las almas de los difuntos, ofrecíase gustosísimo y reduplicaba en aquellos
ejercicios su ordinaria piedad. Conmovíase profundamente en los funerales que celebra
la Iglesia, y hasta el simple tañido fúnebre de una campana hacíale con frecuencia
verter abundantes lágrimas.
No ignorando que entre las almas más abandonadas se cuentan las de muchos pobres
sacerdotes, habíase impuesto la obligación de celebrar la santa Misa por ellos varias
veces al mes gratuitamente, y hacíalo con tanto fervor, que, en el acto de la elevación
de la sagrada Hostia, con frecuencia parecía que sus pies no tocasen la tarima del
altar.
El hombre a quien la Virgen Santa mandó que todos los días cantase en su honor el
salmo Bienaventurados los que andan por el camino.
1 En la ciudad de Roma había dos hermanos, uno de los cuales se llamaba Pedro,
arcediano de la Iglesia de San Pedro, sabio y diligente, pero avaro. El otro se llamaba
Esteban, el cual, siendo juez en dicha ciudad, actuaba injustamente en multitud de
ocasiones, porque aceptaba regalos, falseaba los procesos, no daba a unos lo que
debía ya otros les quitaba lo que era suyo. Hasta había quitado contra justicia tres
casas a la iglesia de San Lorenzo y un huerto a la iglesia de Santa Inés.
Sucedió que su hermano Pedro murió y por sus culpas fue condenado a las penas del
purgatorio. Unos días más tarde murió también Esteban y fue conducido al tribunal de
Dios. Al verlo San Lorenzo, a quien había quitado las tres casas, se acercó a él como
con indignación y le oprimió con fuerza por tres veces en un brazo, causándole un dolor
no pequeño. Santa Inés y las vírgenes santas también le volvieron el rostro por
haberles robado su huerto. Y luego el Señor del cielo, juez justo, pronunciando
sentencia contra él, dijo: Por haber quitado muchas veces lo ajeno y por haber vendido
la verdad, aceptando regalos y dando sentencias injustas, es justo que sea llevado al
lugar de Judas, el traidor.
10¿Qué más? Sin pérdida de tiempo se ejecuta la sentencia del Señor. Pero Esteban,
en vida, tenía mucha devoción a San Proyecto*, obispo y mártir, y todos los años
celebraba solemnemente su fiesta, dando una comida a los clérigos y muchas limosnas
a los pobres. Por eso dijeron a San Proyecto: San Proyecto, ¿por qué no ayudas a
Esteban que fue tan diligente para prestarte su servicio ? Acude con confianza a Dios
misericordioso y benigno, para que en su inmensa piedad le conceda un poco de su
misericordia. Entonces San Proyecto acudió, en primer lugar, a San Lorenzo y Santa
Inés, contra quienes Esteban había cometido el robo y les rogó que lo perdonaran.
Ellos, en atención a él, le perdonaron inmediatamente su culpa. Después, San Proyecto
fue a interceder por él ante el Señor y con la ayuda de Santa María, Madre de Dios,
consiguió pronto que su alma volviera al cuerpo para que devolviera lo que había
robado e hiciera penitencia de sus pecados, dándole para ello un plazo de treinta días
de vida *.
Mientras tanto, cuando Esteban era llevado al lugar de Judas el traidor, según lo había
dispuesto el Señor en su sentencia, oyó a lo lejos unas voces como de almas que se
lamentaban en medio de las penas, entre las cuales reconoció a su hermano Pedro.
20Y aproximándose allá, le dijo: ¿Cómo es, hermano, que te han traído a estas penas,
si pensábamos que eras un hombre justo? El contestó: Me han traído acá porque fuí
algo avaro. Esteban añadió: ¿ nenes esperanza de salvarte al fin? A lo que él dijo: Esa
esperanza tengo, porque, aunque avaro, me esforcé en hacer muchas obras buenas en
pro de la iglesia. y si el papa y los cardenales cantaran una misa por mí conseguiría el
perdón por la gracia de Dios y me vería libre de las penas que estoy padeciendo.
Más tarde, cuando Esteban, según juicio de Dios, como antes dijimos, había sido
arrojado al lugar donde es atormentado Judas, que es como un pozo erizado de
pinchos agudos en derredor, llegó la orden del Dios Altísimo de que su alma fuera
devuelta al cuerpo. 30Sacado de allí se presentó ante Santa María, Madre de Dios, y la
piadosísima Virgen le mandó que todos los días de su vida rezara el salmo
Bienaventurados los que andan por el camino inmaculado *. Luego Esteban contó al
Papa ya los que con él estaban lo que le había sucedido y lo que había oído a su
hermano Pedro y les mostró también su brazo seco, el que le había oprimido San
Lorenzo, que de un modo extraño estaba tan amoratado como si le hubiera ocurrido
eso cuando vivía en el cuerpo; y añadió además: Conoceréis que es verdad lo que os
cuento, cuando dentro de treinta días me veáis salir de esta vida. Dejando a todos
convencidos de lo que decía, devolvió lo que había quitado injustamente y, tras hacer
penitencia de sus pecados, a los treinta días emigró felizmente de este mundo.
NOTAS:
10,Tit. La transmisión de este milagro muestra cierta diversidad, según las devociones
preferidas de cada lugar. La Legenda Aurea, que dice haberlo tomado del libro Los
milagros de la Santa Virgen, menciona sólo a uno de los hermanos, Esteban, y entre
los santos protectores no aparece San Pedro. A principios del s. XI, en los Dicta
Anselmi (San Anselmo de Canterbury, 1 033-1109), los hermanos son dos, Esteban y
Pedro, y los mediadores, tres, San Lorenzo, Santa Inés y San Proyecto. En el Ms. de
Copenhague los hermanos son dos y los intercesores cuatro, San Lorenzo, Santa Inés,
San Proyecto y Santa María. Finalmente, en Berceo aparecen los dos hermanos y
cinco protectores: San Lorenzo, Santa Inés, San Proyecto, San Pedro y Santa María.
10,11. 'Proyecto' (Preiectus en latín) podría tratarse de Proyecto, obispo de Imola
(Italia central), muerto en el 460 ( cf. Dutton).
10,18. El tema de la segunda oportunidad, vuelta a la vida para enmendar los
yerros, es recurrente en esta colección de milagros. Además de en este milagro se
encuentra en cuatro de los anteriores; 2, el sacristán impúdico; 6, el ladrón ahorcado; 7,
el monje librado por San Pedro y 8, el peregrino de Santiago. En las leyendas de la
Antigüedad, en los temas del romancero y en los cuentos populares hay algunos
elementos que se trasvasan de unos a otros, como es este caso.
10,31. Ps. 118,1: Beati inmaculati in vía, qui ambulant in lege Domini. El salmo canta
las excelencias de la Ley de Dios. Está dividido en 22 tramos (según las 22 letras del
abecedario hebreo) y cada tramo tiene 8 versos; en total, 176 versos. Es el más largo
del salterio.
MILAGRO X
Los dos hermanos
236.Enna villa de Roma essa noble çibdat Maestra e sennora de toda christiandat A viei
dos ermanos de grant auctoridat, El uno era clerigo, el otro podestat.
237.Piedrol diçien el clerigo, avie nomne atal, Varon sabio e noble, del papa cardenal,
Entre las otras mannas avie una sin sal, Avie gran avariçia, un peccado mortal.
238. Estevan avie nomne el secundo ermano, Entre los senadores non avie mas
lozano, Era muy poderoso en el pueblo romano, Avie en prendo prendis bien usada la
mano.
239. Era muy cobdiçioso, querie mucho prender, Falssaba los iudiçios por gana de
aver, Tollielis a los omnes lo que lis podie toller, Mas preçiaba dineros que iustiçia
tener .
24O. Con sus iudiçios falsos de los sus paladares A Sant Laurent el martir tomoli tres
casares: Perdió Sancta Agnes por él bonos logares, Un huerto que valie de sueldos
muchos pares.
24l. Murió el cardenal don Peidro el onrrado, Fo a los purgatorios do mereçie seer
levado, Ante de poccos dias fo Estevan finado, atendie tal iudiçio qual lo avie dado.
242. Violo Sant Laurençio, católo fea-mientre, Premiol en el brazo tres veçes dura-
mientre, Quessosse don Estevan bien entro en el vientre, Nol primirien tenazas defierro
tan fuert-mientre.
243. Violo Sancta Agnes a qui tollió el huerto, Tornóli las espaldas, catol con rostro
tuerto, Estonz dijo Estevan: esto es mal confuerto: Toda nuestra ganançia ixionos a mal
puerto.
244. Dios el nuestro sennor alcalde derechero, Al que non se encubre bodega nin
çellero, Dijo que esti omne fuera mal ballestero: Cegó a muchos omnes, non a uno
sennero.
245. Deseredó a muchos por mala voçeria, Siempre por sus peccados asmó alevosia,
Non mereçe entrar en nuestra compannia, Vaia yaçer con Iudas en essa fermeria.
246. Prisieronlo por tienllas los guerreros antigos, Los que siempre nos fueron mortales
enemigos, Dabanli por pitanza non mazanas nip figos, Mas fumo e vinagre, feridas e
pelçígos.
247. Vió a su ermano con otros peccadores Do sedie el mesquino en muy malos
sudores: Methie voçes e gritos, lagrimas e plangores, a vie grant abundançia de malos
servidores.
248. Dixol: deçit, hermano, preguntarvoslo quiero, Por qual culpa iaçedes en laçerio tan
fiero? Qua si Dios lo quisiere, e yo ferlo podiero, Buscarvos e acorro en quanto que
sopiero.
249. Avienla ya levada çerca de la posada, Do nunqua verie cosa de que fuesse
pagada: Nin verie sol nin luna, nin buena ruçiada, e serie en tiniebra commo
emparedada.
250. Dixo Peidro: en vida trásqui grant avariçia, Ovila por amiga a vueltas con cobdiçia,
Por esso so agora puesto en tan mala tritiçia; Qui tal façe tal prenda, fuero es e iustiçia.
251. Mas si el apostoligo con la su clerecía Cantasse por mi missa sola-mientre un dia,
Fio en la Gloriosa Madre Sancta Maria, Que me daria Dios luego alguna meioria.
252. Dest varon don Estevan de qui fablamos tanto, Porque muchas maldades traie so
el manto, a vie una bondat, amaba a un sancto tanto que non podriemos demostrarvos
nos quanto.
253. Amaba a Proiecto martir de grant valor, Guardabal bien la festa Como al buen
sennor, façiel rico offiçio e muy grant onor, de pobres e de clerigos quanto podie meior.
254. Laurençio e Agnes maguer que despechados, Por que los ovo elli ante
deseredados, Moviolos piadat e fueron amanssados, Cataron mas a Dios que a los sos
peccados.
255. Fueron pora Proiecto fuera cuyo rendido, dissieronli: Proiecto, non seas adormido,
Piensa del tu Estevan que anda escarnido, rendili gualardon, ca ovote servido.
256. Fue pora la Gloriosa que luz mas que estrella, moviola con grant ruego, fue ante
Dios con ella rogó por esta alma que traien a pella, que non fuesse iudgada secundo la
querella.
257 Disso a esti ruego Dios nuestro sennor: faré tanta de graçia por el vuestro amor:
Torne aun al cuerpo la alma peccador, desend qual mereçiere reçibrá tal onor.
258. Aya tanto de plazo hasta los XXX dias que pueda meiorar todas sus malfetrias;
Mas bien gelo afirmo por las palabras mias, y serán rematadas todas sus maestrias.
259. Rendieron graçias multas a Dios los rogadores, porque empiadaba a los sos
peccadores, que libró esta alma de mano de traydores, que son de los fideles siempre
engannadores.
260. Quando lo entendió la gent adiablada, quitosse de la alma que tenie legada;
Prísola Sant Proiecto que la avie ganada, guióla poral cuerpo a essa su posada.
261. Dissoli la Gloriosa Madre del Criador: Estevan, rendi graçias a Dios el buen
sennor: Grant graçia te a fecha, que non podrie maior: Del mal si non te guardas,
caerás en peor.
262. Estevan, un conseio te quiero aun dar: Estevan, es conseio que debes tu tomar:
Mandote cada dia un salmo reçitar: Beati immaculati, bien bueno de rezar.
263. Si tu cada mannana esti salmo rezares, E tu a las eglesias los tuertos
enmendares, ganará la tu alma gloria quando finares, escusarás las penas e los graves
logares.
264. Resusçitó Estevan, grado a Ihu Xpo, regunzóli al papa quanto que avie visto:
Lo que li disso Peidro su hermano bien quisto, que iaçie en grant pena lazrado e muy
tristo.
265. Demostraba el brazo que tení livorado, el que en Sant Laurent lo ovo apretado,
Pidie merçet al papa con el cuerpo postrado, que cantasse la missa por Peidro el
lazrado.
266. Por ferlis bien creençia, por seer bien creido, disso que a los XXX dias serie
transido: Dissieron todos: este signo es connoçido: Si diz verdat o non, será bien
entendido.
267. Entregó rica-mientre a los deseredados: A los que tuerto tovo fizolos bien
pagados, Confessosse al preste de todos sos peccados, de quantos avie fechos e
dichos e asmados.
268. Ya andaba en cabo de las quatro semanas, hasta los XXX dias avie poccas
mannanas Despidiose Estevan de las ientes romanas, Sabie que las palabras de Dios
non serien vannas.
269. En el día trenteno fízo su confession, reçibió corpus Domini con grant devoçion,
Echose en su lecho, fízo su oraçion, rendíó a Dios la alma, finó con bendicion.
Prior de Cirfontaines
Yo era el único que tenía esperanzas. Sabía del poder de las Santas Almas pues había
visto lo que podían hacer. El domingo rogué a los Asociados de las Santas Almas para
que rogaran fervientemente por nuestro amigo enfermo. El lunes el peligro había
pasado. El muchacho estaba curado".
Romarico (740-820)
La Santísima Virgen tiene especial cuidado de que sus devotos no mueran sin
Sacramentos. Vivía en Lovaina en el año 1621 (Aurient. 2, pág. 262) un sacerdote muy
amante de la Virgen que cayó enfermo.
Los médicos no creían que el mal fuese de gravedad; pero él llamó a una hermana
que tenía, y le dijo que le trajesen el Viático. Se opusieron los de casa diciendo que no
había peligro. “No os detengáis, dijo el enfermo, pues la muerte que vosotros pensáis
que esta muy lejos está muy cerca; apenan me quedan dos horas de vida. ¿Tan mal
me queréis que deseáis para mi una eternidad en el infierno, o un tiempo en el
purgatorio?”. Los domésticos, aunque admirados de lo que oían no jugaban que se
hayase tan a lo último, y rehusaban el avisar tan pronto a la parroquia. Al ver esto el
buen sacerdote se manifestó mas claramente diciendo: “No os detengáis, que dentro
de un rato voy a morir: se me ha aparecido la Santísima Virgen avisándome que me
disponga para ir al cielo, y que antes comulgue. Si no lo hacéis por caridad, al menos
por el salario que durante años os di”. Al instante fue la hermana a llamar al párroco,
recibió el enfermo los Sacramentos con gran devoción, y murió en su cabal juicio de allí
a dos horas según el aviso de la Santísima Virgen.
Poco duró nuestra amistad, pues el día 26 de mayo de 1888 murió, y fue sepultado,
con gran acompañamiento de gentes, tres días después, dejando en todos la impresión
de que, por su mucha piedad y excelentes virtudes, se habría ido directamente al cielo.
Por la tarde del día en que fue sepultado, yo debía partir con otro amigo mío al
pueblecito de X, en cuya rectoría debíamos hospedarnos, para tomar temprano el tren
a la mañana siguiente y trasladarnos a la cabeza de partido, adonde debía ir para
resolver algunos asuntos urgentes. Al retirarnos a descansar díjele a mi compañero
que, muy a pesar mío, por lo cansado que me sentía y por lo temprano de la hora en
que salía el tren, me sería imposible celebrar la santa Misa al día siguiente. Hallábame
sumido en un sueño profundísimo, cuando de pronto un fuerte golpe dado a la puerta
de mi cuarto me despertó sobresaltado. Instintivamente grité: ¡Adelante!, esperando
que alguien entrase; encendí entretanto la luz y miré el reloj, cuyas saetas señalaban la
medianoche. Transcurrieron diez minutos sin que nada diera señales de vida, y estaba
ya para conciliar nuevamente el sueño, cuando me pareció oír como roce de paño en la
parte externa de mi puerta, y luego dar tres golpes en ella con los nudillos, dos rápidos
y secos, y el tercero más distanciado y prolongado. Confieso con toda ingenuidad que
en aquel momento no respondí, como al principio, que abriesen, pues muy otra fue mi
preocupación; sencillamente, ¡sentía miedo! Aquel modo de llamar a la puerta me era
familiar. ¡Ay de mí!, pensé por fin, es el alma de mi pobre amigo, que sin duda se halla
en el Purgatorio... ¡debe sufrir horriblemente!... sin duda implora de mi amistad
oraciones... Pasaron algunos minutos, y se volvió a oír aquel como roce de ropa y los
tres golpes. Mi reloj señalaba las 12:20 minutos de la noche. Desde aquel momento
una paz relativa comenzó a reemplazar en mi alma el espanto que sentí al principio. El
pensamiento de que los muertos jamás han causado daño a los vivos y que mi amigo
— o tal vez otro — era indudable de que iba al cielo, y que yo debía justificar su
confianza en mí apresurándome, por cuantos medios me fuese posible, a procurar su
eterna felicidad, me tranquilizó no poco”.
“Tomado el breviario, recé el Oficio de difuntos, los siete salmos penitenciales, algunas
oraciones enriquecidas con indulgencias, y luego recurrí al dulce y consolador rezo del
santo Rosario. Entretanto, tiempo que a mí me pareció larguísimo, continué oyendo
cada diez minutos el roce de la tela y los tres golpes; continuando así hasta las 3:20
minutos, después de lo cual todo quedó en el más profundo silencio. Yo no dudé de
que el querido difunto se hubiese marchado. En todo caso los golpes ya no debían
volverse a oír más. A las 3:45 minutos me levanté, abrí la puerta de mi cuarto sin miedo
ninguno, y con dos de mis colegas — que nada insólito habían advertido — me fui a
ofrecer el santo Sacrificio por aquella alma querida que de tal modo había querido
acordarse de la mía. Después ya no oí nada más, por donde concebí en mi corazón la
dulce esperanza de que mi amigo era ya finalmente feliz en el seno de Dios”.
Soldado anónimo (742-814)
La venerable jovencita Sor Ángela Tolomei, dominica, se había ejercitado desde sus
más tiernos años en el amor y práctica de la virtud, atesorando de este modo gran
caudal de merecimientos para el cielo.
Se lee en la vida de Sor Catalina de San Agustín, con qué amorosa y maternal
diligencia la Santísima Virgen se interesa por la suerte de las pobres almas del
Purgatorio, tenemos una prueba en un ejemplo tomado de su vida, el cual nos lo refiere
San Alfonso María de Ligorio.
En la localidad en que habitaba esta sierva de Dios vivía una mujer llamada María, la
cual, indignísima de llevar este virginal nombre, había sido en su juventud gran
pecadora, y llegada ya a la vejez, no obstante continuaba siendo obstinadamente
perversa: de tal manera que los habitantes del lugar arrojáronla de él, viéndose
obligada a cobijarse en una gruta que había en las afueras. Allí murió, medio podrida y
abandonada de todos, y sin haber recibido los Sacramentos, por lo cual fue sepultada
como una bestia en medio del campo. Y Sor Catalina, que solía recomendar al Señor
con grande afecto todas las almas que pasaban a la otra vida, después de haber
sabido la muerte desgraciada de aquella infeliz no pensó, en efecto, en rogar por el
descanso de su alma, dándola, como todo el mundo, por condenada. Pasados cuatro
años, he aquí que se le presenta delante un alma del Purgatorio y le dice: “Sor
Catalina, ¡qué mala suerte es la mía! Tú encomiendas a Dios todas las almas de las
personas que mueren cada día, ¡y solamente de mi alma no has tenido compasión!”.
“¿Y quién eres tú?”, le preguntó la sierva de Dios. “Yo soy, respondió la otra, aquella
pobre María que murió en la gruta”. “Pero, ¡cómo! ¿Tú te has salvado?”, replicó con
estupor Catalina. “Sí, me he salvado, dice, gracias a la misericordia de la Santísima
Virgen. Cuando me vi próxima a la muerte, tan cargada de pecados y de todos
abandonada, me dirigí a la Madre de Dios y le dije: ¡Señora, Vos sois el refugio de los
abandonados! Vedme, pues, a mí, que soy abandonada de todos. Vos sois mi única
esperanza, sólo Vos podéis ayudarme, ¡tened piedad de mí! No supliqué en vano. La
Santísima Virgen me alcanzó hiciera un verdadero acto de contrición, morí y me salvé.
Ella también, mi Reina, me ha obtenido la gracia de que mis penas se abreviasen,
haciéndome sufrir con intensidad lo que debía haber padecido durante años y años.
Sólo me faltan algunas Misas para librarme del Purgatorio; ruégote me las mandes
celebrar, que yo te prometo rogaré después siempre por ti al Señor y a María
Santísima”. Dicho lo cual desapareció, y Sor Catalina mandó celebrar rápidamente las
Misas prometidas; y he aquí que a los pocos días se le apareció de nuevo aquella
alma, resplandeciente como el sol, y le dijo con palabras del más vivo agradecimiento:
“Te doy las gracias, Catalina; el Paraíso me ha sido ya abierto, y a él me voy a cantar
las misericordias de Dios y de la Virgen Santísima, y a rogar por ti”.
Una función muy importante de las visiones era la de servir de medio para pedir por las
almas del purgatorio. La monja visionaria vivió una doble vida: la suya —con su básico
deseo de salvación— y la de otros, para quienes simbolizaban una intermediaria con
habilidades y capacidades especiales para conversar con Dios y otros seres.
Cuando llegaron al corazón de las montañas, el que iba adelante de todos dio la voz de
alarma a la vez que espoleaba a los caballos a todo galope. Mirando alrededor, los
sacerdotes vieron a ambos lados del sendero fieras bandas de forajidos fuertemente
armados y apuntándoles. Se encontraban en una emboscada a merced de los
delincuentes.
Después de una hora de temerario avance, el guía paró y mirando a los sacerdotes,
dijo:" No puedo entender cómo escaparon. Esta gente nunca perdona a nadie". Los
padres estaban convencidos que debían su seguridad a las Santas Almas, como luego
se confirmaría con un hecho que disiparía toda duda.
Ansioso de ganar su confianza, el capellán le contó sus aventuras, entre ellas las de los
Apeninos. El criminal manifestó gran interés en la historia. Cuando terminó el curita su
relato, el asesino exclamó: "¡YO FUI el líder de esa banda! Estábamos seguros de que
ustedes portaban dinero y habíamos decidido matarlos y saquearlos. Pero una fuerza
invisible nos impidió disparar, queríamos hacerlo, pero no podíamos".
Un príncipe polonés
Estaba ya para darlo al imprenta, cuando un día, paseándose por su jardín, le salió al
paso una mujer bañado el rostro en lágrimas y, arrojándose a sus pies, le dijo: "¡Al mi
buen señor! Mi marido ha muerto...: su alma debe estar ahora en el Purgatorio,
sufriendo lo indecible, y yo soy tan pobre que no me es posible reunir la limosna
suficiente para mandar celebrar por ella una sencilla Misa. Tened la bondad de
ayudarme para alivio de mi pobre marido." El príncipe, si bien pensó para sus adentros
que aquella mujer era víctima de la credulidad, no obstante no tuvo ánimos para
rechazarla. Saca una moneda de oro de su bolsa y la entrega a la buena mujer, la cual,
llena de júbilo, corre a la iglesia y ruega a un sacerdote le haga la caridad de celebrar la
Misa en sufragio del alma de su marido. Pasados cinco días, y estando repasando el
príncipe en su gabinete el mencionado manuscrito, alzó la vista y vio en pie, delante de
sí a un hombre vestido como los campesinos de aquel pais. "Príncipe, oyó que le decía
el desconocido, vengo a daros las gracias; soy el marido de aquella pobre mujer que
pocos días ha os pedía una limosna para mandar celebrar la santa Misa en sufragio de
mi alma. Vuestra caridad ha sido muy grata al Señor; y Él me ha permitido venir a daros
1as gracias." Esto dicho, el campesino desapareció como una sombra. Poco después
aquel príncipe entregó a las llamas su trabajo, y, cediendo a la verdad y a la gracia de
Dios, se convirtió y vivió como buen cristiano hasta la muerte.
Cuenta como siendo niña, fue conducida por su ángel al purgatorio. “½ allí muchas
almas que sufrían vivos dolores y que me suplicaban orara por ellas. Parecía un
profundo abismo... Allí vi hombres silenciosos y tristes en cuyo rostro se conocía, sin
embargo, que en su corazón se alegraban como si pensaran en la misericordia de
Dios.
Conocí que aquellas pobres almas padecían interiormente grandes penas. Cuando
oraba con fervor por las benditas ánimas oía muchas veces al oído voces que me
decían: Gracias, gracias... Siendo mayor iba a misa a Koesfeld. Para orar mejor por las
ánimas benditas tomaba un camino solitario. Si todavía no había amanecido, las veía
de dos en dos oscilar delante de mí como brillantes perlas. El camino se me hacía claro
y yo me alegraba de que las ánimas estuvieran en torno mío, porque las conocía y las
amaba mucho, pues también por la noche venían a mí y me pedían auxilio... Dios me
ha dado la gracia, muchas veces, de ver subir al cielo con infinita alegría a muchas
almas del purgatorio.
¡Cuántas gracias he recibido de las benditas almas! ¡Cuánto se las olvida, mientras que
ellas suspiran ardientemente por ayuda!
Todo lo que hacemos por ellas les causa una inmensa alegría... Allí en el purgatorio he
visto a protestantes que han vivido piadosamente en su ignorancia. Están
abandonados, porque carecen de oraciones... También me he dado cuenta de que el
poder aparecerse para pedir auxilio y sufragios es una gracia señalada que Dios da a
algunas almas... Triste cosa es que las almas benditas sean ahora tan pocas veces
socorridas. Es tan grande su desdicha que no pueden hacer nada por sí mismas. Pero,
cuando uno ruega por ellas o sufre por ellas o da una limosna por ellas, en ese mismo
momento se ponen tan contentas como aquel a quien dan de beber agua fresca,
cuando está a punto de desfallecer de sed... Los santos del cielo no pueden hacer
nada por ellas. Todo lo tienen que esperar de nosotros... El sacerdote que rece
devotamente las horas, con intención de satisfacer portas negligencias de estas almas,
puede procurarles un indecible consuelo. Además, la bendición sacerdotal penetra
hasta el purgatorio y consuela como rocío del cielo a las almas a quienes con fe firme
bendice el sacerdote “.
“He visto a un sacerdote muy piadoso y caritativo que murió anoche a las nueve. Ha
pasado tres horas en el purgatorio por haber perdido el tiempo en hacer bromas. Este
sacerdote tenía que haber permanecido varios años en el purgatorio, pero ha sido
socorrido con muchas misas y oraciones. A este sacerdote lo he conocido mucho” (3 1-
12-1820).
“Hoy he visto un jabalí muy grande y espantoso que salía asomando de un lugar
profundo y maloliente. Yo temblaba y me estremecía. Era el alma de una dama de
París. Me dijo que yo no podía rogar por ella, puesto que no había posibilidad de
ayudarla, ya que debía permanecer en el purgatorio hasta el fin del mundo, pero que
debía rogar por su hija para que se convirtiese y no cometiera pecados como ella” (13-
7-1821).
“No puedo explicar la compasión que me causa ver a las almas del purgatorio. Pero
nada hay más consolador que contemplar su paciencia y ver cómo se alegran las unas
de la salvación de las otras. He visto niños también en ese lugar” (2-11-1822).
La Beata Isabel Canon Mora (1774-1825) escribe en su Diario: “El 17 de junio de 1814
se me presentó el Papa Pío VI (muerto en 1799) y me pidió que rogara por él, porque
todavía estaba en el purgatorio... Me dijo: Vete a tu padre espiritual y él te manifestará
lo que debes hacer para obtenerme esta gracia. Te prometo no abandonarte nunca y
ser tu protector desde el cielo... Mi padre espiritual me pidió ir cinco veces a la iglesia
de Santa María la Mayor a visitar el altar de San Pío V y rezarle por la libe ración de su
sucesor... Al día siguiente, a la hora de vísperas, me fue asegurado que entraba en el
paraíso... El 19 de junio, en la comunión, vi a este santo pontífice delante del trono de
Dios “.
“El 8 de noviembre de 1819, después de la comunión, se me apareció el alma del
cardenal Scotti y me dijo: La divina justicia me había condenado al purgatorio por
espacio de 30 años y el Señor me ¡ibera ahora... Tus penitencias, ayunos y oraciones,
han dado compensación a la justicia divina, por los méritos infinitos del divino Redentor,
a cuyos méritos uniste tu penitencia, ayunos y oraciones a favor mío. Ahora me voy al
cielo a gozar del inmenso bien por toda una interminable eternidad”.
“El 2 de noviembre de 1822 recordé que comenzaba el octavario por los fieles difuntos
y oré al Señor con fervor por ellos. Le dije: Dame la llave de esta horrible cárcel, como
otras veces te has dignado darme, porque siento un gran deseo de sacar del purgatorio
a aquellas almas santas. Os suplico esta gracia por los méritos infinitos de vuestra
pasión y muerte.., el Señor me dijo: Preséntate a aquella cárcel y dales la consoladora
noticia de que pronto estarán conmigo en el paraíso. En aquel momento, aparecieron
tres ángeles, que me acompañaron a la cárcel del purgatorio... No me es posible decir
la alegría y consolación de aquellas almas y cuánto fue su agradecimiento y alabanza a
la infinita misericordia de Dios. Al día siguiente, fu a la iglesia y estuve más de tres
horas orando por las almas del purgatorio y el Señor se dignó mostrarme el triunfo de
su misericordia y vi a aquellas almas que en filas, acompañadas de sus ángeles
custodios, entraban gloriosas y triunfantes en el cielo. Todos los días del octavario
ocurrió lo mismo y así por nueve días... Se puede decir que en nueve enormes hileras
(una cada día) se despobló el purgatorio. No puede haber vista más bella que ésta y
que demuestra la infinita misericordia de Dios y el gran triunfo de los infinitos méritos de
la preciosísima sangre de Jesucristo “.
Devotísima de las almas del Purgatorio era la Venerable Ana Catalina Emmerich,
religiosa agustina, cuyas revelaciones sobre la Pasión de Jesucristo son tan conocidas
y apreciadas. La devoción hacia las pobres almas databa en ella desde su infancia, y
habíala adquirido a consecuencia de una visión que tuvo en sus primeros años.
“Siendo yo todavía niña, refiere ella misma, fui llevada por una persona desconocida a
un lugar que me pareció el Purgatorio. Allí vi a muchas almas que padecían
horriblemente, las cuales con gran insistencia me pidieron oraciones. Parecíame como
si me hallase en un profundo abismo. Vi un lugar vastísimo, cuyo aspecto era terrible y
conmovedor, pues en él se veían personas silenciosas, afligidas, cuyos rostros
parecían indicar, no obstante, que en sus corazones moraban la paz y la alegría, y que
pensaban en la misericordia de Dios”. Pero lo más notable en la devoción de esta
Santa era el ser ayudada y guiada en la devoción a las almas del Purgatorio por su
Ángel Custodio, el cual la conducía a la amplia cárcel del Purgatorio, a fin de que
refrescase, por así decirlo, con los frutos de sus buenas obras los ardores de aquellas
llamas purificadoras. “Hallábame yo, dice ella, con mi guía, próxima a aquellas pobres
almas del Purgatorio, veía su desolación inmensa y comprendía que no podían
prestarse mutua ayuda, y ¡cuán poco piensan los vivos de nuestros días en socorrerlas!
¡Oh! Su miseria es inenarrable. Con tal tristeza ante la vista, me vi de repente separada
de mi guía detrás de una montaña, por lo cual me sentí tan acongojada y deseosa de
él, que como desvanecida caí en tierra. Lo veía a través de la montaña, pero no me era
posible ir hacia él; entonces él me dijo: “Piensa cuán grande es tu deseo; pues bien, lo
que tú sientes, las santas almas lo sienten también en su deseo de ser ayudadas”.
Conducíame con frecuencia a la boca de algunas cavernas y antros para que allí
hiciera oración. Yo me postraba ante tales peñascos, y oraba y clamaba a Dios con los
brazos extendidos para que Él se dejara rogar. El Ángel me exhortaba a que ofreciera
por las pobres almas abandonadas y olvidadas toda suerte de privaciones y sacrificios.
Con frecuencia enviaba yo mi Ángel Custodio al de ciertas personas que veía sufrir, a
fin de que las aguijase y animase a ofrecer lo que padecían en sufragio de las pobres
almas. ¡Oh, si se supiera cuán alegres, felices y agradecidas se muestran por lo que
se hace por ellas! Cuando yo sufro alguna pena por ellas, ruegan por mí. Yo estoy
pasmada de ver hasta qué punto se malogran y disipan las gracias que la Iglesia ofrece
con tanta largueza a los hombres, de las cuales ellos se cuidan tan poco, al paso que
las pobres alma suspiran con tanto ardor por tales gracias y deséanlas con tanto
anhelo”.
Fue varias veces al purgatorio a visitar a las almas. En una ocasión oyó que le decían:
“María de Jesús, acuérdate de mí” y conoció a una mujer de la villa de Agreda, que se
llamaba María Lapiedra y que había muerto en Murcia.
También se le apareció el príncipe heredero Don Baltasar Carlos, que murió el nueve
de octubre de 1646. Dice ella: “Para consolarme, el Altísimo me manifestó que el
príncipe se había salvado, aunque era menester ayudarle mucho, porque tenía grandes
penas en el purgatorio. A los siete u ocho días después de su muerte, estando en el
coro, se me apareció su alma y me dijo: Sor María, el ángel santo de mi guarda, que es
el que me ha consolado desde que se apartó mi alma del cuerpo, me ha declarado
cómo ayudaste a mi madre la reina en el purgatorio y me ha encaminado por voluntad
divina y traído a tu presencia para que te pida oraciones... Estos aparecimientos del
alma de su Alteza se me fueron continuando otras veces... El alma del príncipe estuvo
en el purgatorio ochenta y tres días, que hay desde el nueve de octubre de 1646 hasta
el primero de enero de 1647, pero he conocido que, por particulares socorros y por la
especialísima misericordia del todopoderoso, se le aliviaron mucho las penas “.
El 9 de noviembre de ese mismo año 1935, san José, a quien había nombrado padre,
en lugar de su papá muerto, le dice: Te ayudaré en tu misión y te asistiré en el último
momento. Soy el protector de los moribundos y el terror de los demonios. En los
últimos momentos de tu vida, yo estaré a tu lado espiritualmente, sensiblemente.
¿Estás contenta? El 26 de noviembre de 1938, Jesús le dijo: Te doy a san José por
protector hasta el último respiro, para que te ayude y te prepare una santa muerte.
Y ella decía: ¡Es tan bello vivir con mis tres: Jesús, la Virgen y san José! . Con Jesús,
María y san José, se disfruta de un cielo anticipado.
Uno de los mayores servidores de Dios que ilustraron la Iglesia en el pasado siglo fue
el Venerable Claudio Colin, fundador de la Sociedad de María. Este santo varón era
devotísimo de las almas del Purgatorio, y tan grande la confianza que tenía en su
intercesión para con Dios, que a ellas recurría no sólo en las cotidianas y ligeras
dificultades de la vida, sino también en aquellas más graves e importantes que
concernían a la fundación de aquella religiosa familia, cuyo padre había sido llamado a
ser por el Cielo, recibiendo siempre de aquellas almas preciosos y señalados favores.
Durante la famosa peste que segó tantas almas en la ciudad de Milán, el santo Obispo,
no contento con las inmensas fatigas sostenidas para socorrer a los infelices atacados
de la fiera enfermedad, llegó a cavar por sí mismo las sepulturas para enterrar los
cadáveres que el temor y espanto general dejaba insepultos. Terminada aquella
calamidad, mientras una tarde pasaba por junto al cementerio en compañía del
gobernador de Arona, de pronto fue sorprendido por una extraordinaria visión en la que
se veía una larga fila de muertos que, saliendo de sus tumbas se encaminaban hacia la
iglesia. No creyendo a sus propios ojos, se volvió a su compañero, el cual, estupefacto,
estaba también contemplando el mismo espectáculo, y obtenida de él la seguridad de
cuanto acaecía, y asesorado de que aquéllas eran las víctimas de la peste que de
aquella manera querían hacerles comprender la necesidad que tenían de sufragios,
dirigiéndose sin pérdida de tiempo a la parroquia hicieron sonar las campanas y,
convocados los feligreses, durante toda la noche elevaron fervientes plegarias al cielo
por aquellas almas, haciendo a la mañana siguiera celebrar en sufragio de ellas una
misa solemne. Este hecho, del cual fueron testigos dos personajes cuya elevación de
espíritu excluye todo peligro de ilusión y que, afectados al mismo tiempo por dicho
fenómeno dando fe cada cual por separado a lo que veía, se cercioró el uno otro,
paréceme que es más que suficiente para comprobar la verdad nuestra afirmación.
No fue ésta la única vez que la Venerable Sor Paula fue favorecida con visiones
semejantes. En otra ocasión, mientras oraba con todo el fervor posible por el alivio de
las pobres almas, vio a Nuestro Señor acercarse a aquel lugar de tormentos, escoltado
de gran número de ángeles, a los cuales ordenaba sacasen ya una, ya otra de aquellas
almas de la cárcel de fuego en que yacían, para conducirlas al cielo. Los sábados Sor
Paula se dirigía especialmente a la Santísima Virgen para obtener por medio de ella la
libertad de las almas de aquellas horribles penas. Arrebatada en espíritu y trasladada
en medio del Purgatorio, viólo como transformado en lugar de delicias resplandeciendo
con una luz deslumbradora. Atónita por este prodigio, divisó a María rodeada de una
legión de ángeles, como antes había visto a su divino Hijo, y como Él, ordenaba Ella
quebrasen las cadenas de ciertas almas y las introdujeran en su compañía en la
celestial patria.
William Freyssen
Por aquel tiempo su hijo cayó gravemente enfermo, y pronto su estado se volvió
desesperante. Recordando lo que había leído acerca del poder de las Santas Almas,
Freyssen hizo la promesa solemne de imprimir mil libritos a su propia expensa, con su
firma impresa. Fue a la iglesia y, una vez dentro, hizo un voto solemne. En ese
momento una sensación de paz y confianza inundaron su alma. A su retorno a casa, su
hijo, que no podía tragar ni una gota de agua, pidió algo de comer. Al día siguiente
estaba fuera de peligro y pronto, completamente curado.
Al mismo tiempo, Freyssen ordenó imprimir los libros del Purgatorio para ser
distribuidos, sabiendo que la mejor forma de obtener ayuda para las almas sufrientes,
era interesando a mucha gente sobre el tema. Nadie que sepa del sufrimiento de estas
pobres almas, niega una oración a ellas.
El tiempo pasó, y una nueva tristeza se cernía sobre este imprentero. Esta vez su
amada esposa cayó enferma y a pesar de todos los cuidados iba cada vez peor. Perdió
el uso de razón y quedó casi completamente paralizada, de modo que los doctores no
le daban muchas esperanzas. El marido, recordando todo lo que las Almas del
Purgatorio habían hecho por su pequeño hijo, corrió otra vez a la Iglesia y prometió
solemnemente, como otrora, imprimir 200 de los libros del Purgatorio, en principio,
como urgente socorro de las Animas benditas. Imposible de relatar. La aberración
mental de su esposa cesó, y comenzó a mover su lengua y extremidades. En un corto
período estaba perfectamente sana.