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DEL DISCURSO A LOS CUERPOS: ANOTACIONES SOBRE BIOLINGÜÍSTICA,


A PROPÓSITO DEL CASO VENEZOLANO1

Celiner Ascanio
Centro de Investigaciones Críticas y Socioculturales, USB
celiascanio@gmail.com

Michel Foucault (2002 [1975]), en Vigilar y castigar establece una genealogía de los modos
de castigo y disciplinamiento en Occidente los cuales sitúa a partir de una anatomopolítica en la que
el cuerpo recibía, literalmente, las inscripciones del poder mediante el suplicio y el castigo. El
recorrido histórico de Foucault nos lleva hasta los medios sutiles de disciplinamiento a través de los
cuales el poder ya no opera de manera visible y directa sobre los cuerpos, sino que ejerce un
gobierno de la vida, un control cuya manera de inscribirse se articula con los procedimientos del
Estado moderno. La noción de población viene entonces a ser determinante en la lectura sobre los
“nuevos” mecanismos de control que Foucault “historiaba” en sus conferencias de 1975 y en las
que ya se anunciaba, desde su pronunciamiento por primera vez en 1974, la noción de biopolítica. A
partir de esa genealogía del castigo, el disciplinamiento y la vigilancia se hace visible la
“naturalización” de los medios de control dentro de la sociedad; es decir el ejercicio del poder sobre
los cuerpos, enfocado ahora sobre la vida. Esto es, la presencia de la biopolítica:
El control de la sociedad sobre los individuos no sólo se efectúa mediante la
conciencia o por la ideología, sino también en el cuerpo y con el cuerpo. Para la
sociedad capitalista es lo bio-político lo que importa ante todo, lo biológico, lo
somático, lo corporal. El cuerpo es una entidad biopolítica. (Foucault, 1974)
A partir de Foucault, varios teóricos han planteado el problema de la biopolítica a la luz de
los mecanismos contemporáneos: Giorgio Agamben, Roberto Esposito, Michael Hart y Antonio
Negri, entre otros. No nos detendremos aquí en cada una de las lecturas de estos filósofos sino en la
relación que existe entre la biopolítica y esa otra materialidad del pensamiento que es el lenguaje
como facultad fundamental de los sujetos. Hemos de resaltar que no trataremos el problema del
discurso ni de los enunciados. Nos referiremos más bien a un funcionamiento que pareciera
moverse de manera invisible, permeando las esferas de la vida política, económica, social e
individual; es decir de la vida en sí. Por lo que pasaremos del problema del discurso (político,

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Texto publicado en: Tiempos para pensar. Investigación social y humanística hoy en Venezuela. Tomo II (Alba Carosio
comp.). Caracas: 2015, 225-231.
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disciplinar...) a trabajar el problema del lenguaje como constitutivo de un funcionamiento que atañe
a los cuerpos, a las subjetividades.
Ese funcionamiento cuya presencia aparentemente imperceptible abarca el Estado, el
Mercado y demás esferas relacionadas con la vida tiene, como plantea Paolo Virno (2003), su
principal modo de producción en el lenguaje y en su doble complejidad. Por una parte, en el
lenguaje como actividad social, como lengua. Por otra, en el lenguaje dentro su espectro más
subjetivo, en lo privado del pensamiento, en la “trama de la mente” que se concreta en el habla.
Cuando Virno plantea la relación entre lenguaje y modos de producción, lo hace centrándose
en un concepto fundamental, la fuerza de trabajo:
¿Qué significa “fuerza de trabajo”? Significa potencia para producir. Potencia, es
decir, facultad, capacidad, dynamis. Potencia genérica, indeterminada. En ella no está
prescrito un tipo de actividad laboral, sino que alude a tareas de cualquier tipo, desde
la fabricación de una cortina hasta la cosecha de peras; desde el paloteo incesante de
un fanático del chat hasta la corrección de un libro de texto. Fuerza de trabajo es la
suma de todas las aptitudes físicas e intelectuales que residen en la corporalidad (83).
Esa potencia para producir involucra, insistimos, no solo el trabajo propiamente dicho sino
la capacidad del ser humano para realizarlo. Y en este sentido valdría la pena preguntarse ¿Cuál es
la facultad primera del ser humano, su capacidad intrínseca? Pues, si atendemos a la noción
planteada por Ferdinand de Saussure (1945) del lenguaje como una facultad que posee un lado
individual y uno social que no pueden concebirse el uno sin el otro (50), sería el lenguaje entonces
la facultad universal por excelencia, aquello que relaciona al ser humano con el mundo, pero
también con su propia subjetividad. La potencia del lenguaje y su relación con el concepto de
“fuerza de trabajo” en Marx es el punto de partida para que Virno, establezca una conexión con la
noción de biopolítica:
El lenguaje es a la vez, el terreno del conflicto y lo que está en juego […] Decir
“lenguaje” significa decir cuerpo y vida específicamente humanos. Es muy idealista,
por su parte, contraponer a la fisicalidad de la carne una mente lingüística reducida
no se sabe por qué a algo exagüe e impalpable […] El discurso verbal es voz, boca
traquea, pulmones, respiración. Metáforas, juegos de palabras, frases de amor son
manifestaciones biológicas de nuestro organismo corpóreo (17).
A todos los efectos somos animales lingüísticos. Narrar, conmover, mentir, calcular,
negar, formular hipótesis, elegir: de eso es de lo que está hecha la historia natural de
nuestra especie […] Antes de hablar -en orden de tiempo y de importancia-, de
“biopolítica” habría que poner a punto una biolingüística (18).
Cuando hablamos de biolingüística no se trata entonces del problema de las ideologías, ni
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siquiera del problema del discurso. Se trata de un funcionamiento abarcante del que se valen esos
binomios que durante el fordismo se mostraban como opuestos: Estado y Mercado. Cada uno, a
pesar de representar actividades distintas, se encuentran conectados por el hilo, a veces
imperceptible, del funcionamiento biolingüístico. Porque la noción de biolingüística, insistimos,
alude a un funcionamiento aparentemente imperceptible, sutil y cotidiano, pero en definitiva,
material. Tanto la “vida de la mente”, ese modo lingüístico del pensamiento de estructura no lineal
que constituye el aspecto subjetivo del lenguaje, como su carácter social, sirven de base a un
funcionamiento que toma del hablante -es decir, del individuo como cuerpo dotado de subjetividad-
su más íntima facultad para desarrollar formas de sumisión que se originan en su capacidad de
lenguaje y retornan al sujeto lingüístico desde del poder. El problema al que nos referimos no es
entonces el de los discursos sino el del funcionamiento que los abarca, es el problema del lenguaje
como capacidad, es decir el problema del lenguaje en relación con los cuerpos:
[E]l principal aspecto de la sociedad globalizada, aquel del que derivan todos los
demás, es la simbiosis entre lenguaje y trabajo […] En la metrópolis postfordista […]
el proceso de trabajo material se puede describir empíricamente como conjunto de
actos lingüísticos, secuencia de aserciones, interacción simbólica. En parte, porque la
actividad del trabajo vivo se sitúa ahora al lado del sistema de las máquinas, con
tareas de regulación, vigilancia y coordinación. Pero sobre todo porque el proceso
productivo tiene como “materia prima”, el saber, la información, la cultura, la
relaciones sociales (16; cursivas nuestras).
El lenguaje como materia prima del proceso de producción de la sociedad globalizada a la
que se refiere Virno, abarca “la actividad sin obra”, es decir, esas producciones que no
necesariamente se evidencian en un producto acabado sino en la permanente capacidad de producir
lenguaje. De manera que el hablante común resulta el sujeto desde donde se produce la actividad sin
obra que es el lenguaje. Su “virtuosismo” se basa en el habla, esa actividad material desde donde se
produce hoy en día la totalidad de la industria cultural; producción que ya no le pertenece de
manera exclusiva, por cierto, sino que se expande hacia la vida general, en su esfera pública y
privada.
La vida de los sujetos, su facultad de pensar y hablar forman parte de esa “fábrica locuaz” a
partir de lo que en un principio se generó con la industria cultural, cuya materia prima y mercancía
es el lenguaje. El virtuosismo del hablante común, su capacidad para producir lenguaje será ahora el
centro de una dinámica en la que prevalecerá la intermitencia, en la que el discurso ya no es
representación de un referente sino lo arbitrario concebido como verdad y en la que la infinita
“novedad” es en realidad pura repetición. En fin, el lenguaje como modo de producción.
Dos fenómenos de la vida cotidiana que han derivado en funcionamiento, según Virno, son
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“las habladurías” y “la avidez de novedades”. Estos aspectos que conciernen al lenguaje y cuyo
modo de expresión surge en los espacios más informales y menos estructurados de la comunicación,
se expanden hoy como funcionamiento sobre la vida de los sujetos:
[Q]uisiera detenerme en dos fenómenos notables -y con muy mala fama- de la vida
cotidiana, a los cuales Martin Heidegger ha conferido el rango de temas filosóficos.
Primero, las habladurías, es decir un discurso sin estructura ósea, indiferente a los
contenidos que de vez en cuando destila, contagioso y proliferante. Luego, la avidez
de novedades, es decir la insaciable voracidad de lo nuevo en cuanto a nuevo (92).
De los aspectos que resalta el autor sobre las habladurías, nos interesan sobre todo dos que
intentaremos desarrollar más adelante. En el primero de ellos se señala que:
En las habladurías se disuelve la correspondencia denotativa entre palabras y cosas.
El discurso ya no reclama una legitimación externa […] que sería provista por los
acontecimientos que las habladurías refieren […] la crisis de este paradigma está en
el origen de los mass media. Una vez emancipados del deber de corresponder punto
por punto al mundo no lingüístico, los enunciados pueden multiplicarse
indefinidamente, generándose el uno en el otro. Las habladurías son infundadas (94).
Por lo tanto, y más allá del problema de la representación y el referente, es decir de la
diferencia entre acontecimiento y discurso, en el caso de las habladurías, no se representa el
acontecimiento sino que se suprime, quedando solo la producción de significantes -en la mayoría de
los casos vacíos- como acontecimientos en sí mismo.
El segundo aspecto que nos interesa resaltar, se refiere al hecho de que :
[L]as habladurías constituyen la materia prima del vistuosismo. El virtuoso […] es
aquella persona que produce algo que no es distinguible, ni mucho menos separable,
del acto mismo de producir [una actividad sin obra]. Virtuoso por excelencia es el
simple locutor/hablante” (95).
Por lo que en este caso no cuenta el “qué cosa dice” sino más bien el puro y simple
hecho de “poder decir” (96).
Virno se refiere así a la facultad de producir enunciados sin referentes tan predominante en
nuestros tiempos, a la continua repetición anónima sobre un acontecimiento que se “anula” en el
discurso para que prevalezca solo el hecho de “comunicarlo”, lo que se podría relacionar con la
producción de significantes vacíos que parten de la reproducción que realiza la “comunidad de la
información” -los hablantes comunes- y que establece un puente entre las habladurías y la avidez
de novedades. En esta última, la curiosidad juega un papel fundamental que surge, según Heidegger,
en los momentos de ocio, ya que para el filósofo, el trabajo es una actividad con obra y mientras se
está ocupado no hay posibilidades de saciar la curiosidad.
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Desde nuestra lectura y más allá de la perspectiva laboral, se puede afirmar que la curiosidad
y la avidez de novedades surgen con la ausencia de obra, es decir, cuando la praxis se suspende,
cuando el sujeto/hablante deja de “ocuparse”, ya no solo del trabajo sino de la política entendida
como praxis y no como adhesión a un partido político:
El liberarse del mundo de las obras permite que la “visión se nutra de cualquier cosa,
hecho, evento, reducidos eso sí, a otros tantos espectáculos (96).
En la curiosidad los sentidos usurpan las prerrogativas del pensamiento: son los ojos
del cuerpo, no aquellos metafóricos de la mente, los que observan, hurgan, evalúan
todos los fenómenos. La ascética theoría se transforma en el “afán de probar, de
conocer” del voyeur (97).
La mirada ya no distingue entre el “primer plano” y “el fondo”. Cuando todas
convergen en una proximidad indiferenciada -como le sucede, según dice Heidegger,
al curioso-, se va perdiendo la estabilidad de un centro desde el cual observarlas [...].
Los mass medias adiestran los sentidos para considerar lo conocido como si fuese
desconocido(97).
De allí, que la avidez de novedades genere una ausencia de praxis en el sujeto/hablante que
lo llevan a tomar el lugar del espectador/virtuoso que se dedica a mirar para reproducir, desde las
habladurías, aquello que se repite como una verdad novedosa, aunque ausente de contenido.
Queremos reafirmar que aunque este funcionamiento tiene como origen la industria cultural,
permea en la actualidad las esferas públicas y privadas de la sociedad. La “fábrica locuaz” que tiene
como punto de partida al lenguaje como materia prima, opera tanto en la estructura estatal como en
la del mercado. Particularmente en el caso venezolano, aun cuando se pretende establecer una
separación tajante entre estas dos esferas, la actividad biolingüística, ese modo de producción
abarcante que toma del sujeto su facultad humana de hablar/pensar, aparece como un hilo
“invisible” que los une. Tanto las habladurías como la avidez de novedades que se multiplican a
través de los sujetos/hablantes funcionan para ambos. Ya sea para “vender” productos o discursos,
el carácter vacío de los enunciados significan más allá de la convención que se establece con los
referentes y aisla de la praxis a los individuos, es decir de la política.
El objetivo del discurso no es ya promover una verdad: su contenido no tiene otro valor que
el mismo que proponen las habladurías y la avidez de novedades: ese carácter vacío, impersonal que
solo promueve la repetición y la intermitencia y en el que ya nada vale más que el propio
funcionamiento, es decir la mera producción. El Estado se mueve hoy entre los discursos y las
noticias y promueve el consumismo a través de formas de “mercado estatal”. El periodismo no
vende ya noticias sino “opiniones”, dependiendo de cada uno de los sectores involucrados en lo que
ellos mismos denominan política. Los consultores emiten estadísticas y añaden a estas su propio
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análisis político y todo esto se reproduce a través de los sujetos/hablantes quienes son a su vez
fuente y recipiente del funcionamiento. No se trata, en este caso, de un intercambio discursivo, de
una movilización “democrática” de los usos del lenguaje, de una relación dialógica. Se trata más
bien de una presencia en la que ciudadano y productor se conectan de tal modo que pierden la
capacidad de atención sobre los acontecimientos para asumir el papel de espectadores distraídos y
sumisos ante la permanente intermitencia que resulta de la producción de acontecimientos
lingüísticos. Intermitencia por lo demás engañosa, angustiante, productora de incertidumbre y de
creencias en falsos discursos que aunque tengan apariencia real, funcionan solo como una red de
significantes vacíos en la que lo único que predomina es el acontecimiento de “poder decir”, sin
importar la relación convencional de la lengua, es decir la asociación del significante con el
referente.
El funcionamiento biolingüístico abarca así, tanto el lenguaje como a las tecnologías del
poder: Estado, mercado, medios de comunicación, redes sociales. Dicho funcionamiento parte de la
facultad del individuo en su doble función, social e individual para reproducir modos de sumisión y
control, cada uno en su esfera, los cuales se muestran como contrarios, cuando resultan apegados a
una misma lógica. Tal como los antónimos, las diferentes esferas de poder funcionan, dentro de
nuestro contexto, dependientes la una de la otra, y esa dependencia está condicionada por el
lenguaje. Y no hay lenguaje sin hablantes. De manera que el problema de los poderes no se lee aquí
como el problema de los discursos ni de las ideologías, sino como algo que va más allá de las
formas hegemónicas tradicionales, condicionando de manera casi absoluta la subjetividad de los
hablantes. Hará falta entonces pensar, más allá del simple hecho de “poder decir”, el lugar de la
praxis por encima de la política de adhesión y de los modos de producción que propician la
repetición sin sentido y el discurso vacío, por encima de la distancia absoluta entre las palabras y las
cosas, de la distracción que nos aleja del acontecimiento real. Hará falta entonces pensar la praxis
como esa relación compleja que permita distinguir entre “primer plano” y “fondo” para recuperar
así, “la estabilidad de un centro desde el cual observar...”

BIBLIOGRAFÍA

De Saussure, Ferdinand (1945). Curso de lingüística general. Buenos Aires: Editorial Losada.
Foucault, Michel (1974) “El nacimiento de la medicina social” («La naissance de la médecine
sociale»; trad. D. Reynié), Revista Centroamericana de Ciencias de la Salud, nº 6, janvier-avril
1977, pp. 89-108. (Deuxième conférence prononcée dans le cadre du cours de médecine sociale à
l'université d'État de Rio de Janeiro, octobre 1974.). Extraído: noviembre 2014, desde:
http://1libertaire.free.fr/MFoucault112.html
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_______________ (2002) Vigilar y Castigar. El Nacimiento de la Prisión. Buenos Aires: Editorial


Siglo XXI. Extraído: septiembre 2008, desde:
http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/592.pdf
Virno, Paolo (2003). Gramática de la multitud. Madrid: Traficantes de sueños.

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