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Es s00e SalOupy OAS aIquop{ OUIs|poliad ep seZaujor1y upue+ OFWedd AYONVS VIA OWO TH i sosoy vsor uens ISBN: 958-8245-03-6 © Juan José Hoyos, 1994 © Hombre Nuevo Editores EB. U. Director Editorial: Jestis Marfa Gomez D. Correo electronico: hombrenuevo@epm.net.co Apartado Aéreo 50.127, Medellin, Colombia. Disefio de caratula: Sebastidén Hoyos Vélez. Dibujo del mapa: Maria Teresa Aldana. Fotografias interiores: Juan José Hoyos. Primera edician: noviembre de 1994. Segunda edicion: abril de 2005. Distribucién y ventas: Distribuidora de Libros Tercer Milenio Cra. 50D No. 61-63 Teléfono: 284 42 02, Medellin, Colombia www. librostercermilenio. com info@tibrostercermilenio.com Inpreso y hecho en Colombia por Editorial Lealon, Medellin. Quedan riguroasamente prohibidas, sin la autorizacion escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccion total 0 parcial de esta obra por cualquier medio o proce- dimiento. comprendidas las Jecturas universitarias. 1a reprografia ¥ el tratumiento informatico, y la distribucién de ejemplares de ella me- diante alquiler piiblico, CONTENIDO En un lugar muy lejano 1 EL ORO Capitulos 1 a 16 II. LASANGRE Capitulos 1a 11 Es de noche Cronologia de la guerra del ora en el Alto Andagueda AGRADECIMILNTOS Para la realizacién de este trabajo recibi el apoyo y la ayuda de muchos amigos y arganizaciones vinculadas ala causa indigena en Colombia. Por ello quiero expresar mi mds profundo agradecimienta ala Organizacidn Indigena de Antioquia (OLA): ala Oreanizacian Regional Indigena Emberd-Waunana (Orewa); al Centro Pastoral Indigenista de Quibds, alos sacerdotes claretianos Agustin Monroy y Orlando Hoyos: ala maestra Odilu Echeverry y al jefe de redaccidn de El Tiempo, Rafacl Santos. También quiero agradecer la colabora- cién de Gtovanni Salazar, Alonso Tebon, Hildefonso Henao. Alonso Sulazar. Alberto Hachito, José Géniez., Ana Maria Jaramillo, Rito Llerena. Sonia Robledo, John Jaime Ruiz, Juan Carlos Marquez, Claudia Bedoya, Ennque Sanchez, Roque Roldan y el comandante Salomén, del Frente Oscar William Calvo del Ejército Popular de Liberacién. Por ultima, quiero agradecer de manera especial a Martha Ligia Vélez. a Juan Sebastian y a Susana Hoyos, su apoyo, su entusiasmo y su compafia durante el tempo que dediqué ala terminacion de este libre ACTA BEL JURADO ESTE CONCURSO, convocado con el propésito de exaltar v estimular el trabajo periodistico, y como homenaje a uno de los mas sobresalientes intelectuales de [beroamérica, logré in- teresar a periodistas de todo el pais que investigan temas y personajes de la historia reciente de Colombia. Los miembros del jurado agradecen a todos aquellos au- tores que enviaron sus obras al evento con el fin de obtener el galardén. Es muy significative para los organizadores (Grupo Editorial Planeta) y para quienes colaboramos en este progra- ma, poder confirmar una vez mas que e} futuro del pais, visto a través de los talentosos trabajos de sus gentes, es mas alenta- dor que el mostrado por el acontecer diario, lleno de pesimis- mo, violencia e intolerancia. Une vez lefdos los trabajos remitidos al concurs, y esco- gidos los finalistas el jurado declara como GANADOR el tra- bajo titulado «El oro y la sangre», registrado con el seudénime de Juan Fernando, que corresponde al escritor y periodista Juan José Hoyos. Este libro es una recuperacién de la crénica periodistica colombiana, Esté construido sobre una minuciosa investiga- cidén. Cuenta con el respaldo de una gran decumentacién y da a conocer todo el desarrollo de la compleja, extensa e intensa historia de los indios embera dei Alto Andagueda, en el Chaco, desde el momento en que inician la explotacién de una mina de oro. E] relato incluye los distintes intentos para obtener la paz dentro de un conflicto que al principio enfrenté a los in- dios con los blancos ¥ que finalmente los enfrenté entre ellos misries. Vida y muerte de este grupe indigena en la que apa recer aspectos tan serprendentes como su miseria al pie de una nina de oro y las gestiones de paz de un grapo guerrille- | ; _—~—_——= Te que, Con mas ehicacia que los enviedos del gubrerro y que los sderificndos mistoneros catdhecos. low Dun pertode de pecificacion. El tema central, chloro v la violencit: que genere. corres porde a esd clase de historias que apasionan, sabre todo custic do se cuente con toda la credibilided de uns cronies penodistica vivida v testimoniade por su cuter 4 En conchisidn, este libro es un microcosmos del p tvaves de esa uibu emberd pasar le riqueza, la pobrez bien a: + adora de nqueze. la guerrilla, ef ratcotraficc, y algo muy hermoso, la ingenuidad de umes indios que descubren un dia el avidn v se dedican a volar dfas seguides sobre el pals. O que pasar semanas enteras er ur prostibulo gastar- dose el ora, con cl pelo pintado con egus oxigenade... Iglesia pacificadora v educedora pero i acap El jurado se declara satisfecho con cl desarrollo de este concurso ¥ desteca Ja voluntad, tanto de los medios de corcu- nicacién como de la empresa privada, de auspiciar esta clase de eventos que tienden a consolidar expresiones culturales que nos permiten recrearnos con nuestra fa realidad que nos toca vivir. Reunido en la ciudad de Bogota. ¥ etendiendo e las bases de la convocatoria oficial del PREMIO PLANETA GERMAN ARCINIEGAS DE PERIODISMO, el jurade firma por unant- midad, sit) abendonar la Maria Isabel Rueda Enrique Santos Calderén Enrique Gonzélez Villa Juan Gossain Mauricio Vargas Santa Fe de Bogotd, Ti de agosto de 1994. «éQué hay aqut? éOro? iQro, amarillo, brillante, prectoso! iNo, oh dinses, no soy hombre que haga plegarias inconsecuen- tes! [Simples ratces, oh cielos purisimos! Muchos suelen volver con esto lo blanco, negro; lo fea, hermoso; io falso, verdadero; io bajo, noble; to viejo, joven; lo cobarde, valiente. iOh dioses! éPor qué? Esto os va a sobornar a vitestros sacerdotes y a vues- tros sirvientes y a alejarlos de vosotros; va a retirar la almoha- da de debajo de la cabeza det hombre mds fuerte; este amarillo esclavo va a fortalecer y disolver religiones, bendecir a los malditos, hacer adorar la lepra blanca, dar plazas a los ladro- nes, y hacerles sentarse entre senadores. con titulos, genujflexto- nes y alabanzas, El es el que hace que se vuelva a casar [a viuda marchita y el que perfuma y embalsama como un dia de abril a aquella ante la cual entregartan fa garganta, el hospital y las ulceras en persona. Vamos, fango condenado, puta comun de todo el género hurano, que siembras ta disensidn entre la mut- titud de las naciones, voy a hacerte trabajar segin tu naturale- ad.» William Shakespeare Timon de Atenas, escena III, acto IV “SOURTIAIED SOISUOTSTUL so] Jod Opepuny euazIpUl OpeUeIul [A BQeUOmuUN soue soun aaey apuop ‘jesensy ap euy eluesS ap UISIE BT ap SO[[LIpET A 0181909 Op OLYIps suLIOUa [a J9A dpand as ‘guand 2] apsap ‘RIOUBISIP ap sOIaUT [Tt ap SQUALL VY “sAlaIngye] soluend soun A epimg elapeul ap ses -alu seood seun dudn Bp] eT ‘sayoou seuneype eorsn iu m0 apand as usiquel apuop A alustprense A sdiaaya uapuaa apPLop epuos uN AvY OLases Jap pedioutud ayes ey ug “SsLISNUW eB] ep adny anb aque Iod ug ap sopeieaa| sofqand souanbad soy ap olzad -se [3 PATSSUO3 Ime ‘salamgel A seUteo ‘sesatll Ou0D soo -UB[q SO] ap SESED SE] Op Sepeprpouicod seuanbed usuan eA seseo spunele anb ap jesad e A ouanbed sa ctiasea [q “4867 Ue ‘oypeisa anb apsap seuasipul soulu A sosamiu A sauquuay soyonul 2 ed opelew ey anb errang eur) setané se] sepol [seo WOO ‘epmisqe BLIang BUN op softy sns A sasolMua sms Wao sOpRIs -NJal ‘pIaqUIa SOTPUT SOUNZTE UsALA soya US Clog “enpens ap sapared se] tu etuyed ap sa ou OYd9) ja !seUdzIpUT sod “uel Uadared ou eisia elawud y ‘oulZ A BIOpell op seTqea Udd SOpPMIIsSUOD sopor ised ‘soysuer soLes Iod opeLutoj opases un Aey ‘[esendy ap UOISIL BT ap soUatqE solarjod SO] BISEY Nqeooc(y op epuoy eT apsap ea anb A saiuow SO] BSalAere anb o1ieq ap ouay] ouTwes Ja lod ‘epansepuy OY [ap sBAtas sel op ouefay Ante 1e3n], Ni NA apie — ANTIOQUIA hiduentode la fonda es Guillermo Murillo, un embera nacido en el alte de Cascajero, que tive que ubandonar su casa de la ontafa junto con sus familiares despues de los suevsos de Iebrero de 1987, Fse mes se partid en dos la historia del resguarde y miles de familias huveron de sus casas al comenzar una racha de violencia que ha lenado de huérfanos, de penas y de sangre a los cuatro mil ember que todavia viven en las selvas del rio Anddgueda. Guillermo es de estatura baja, como casi todos los emberd de la montafia, pero es fornido y de brazos muy gruesos. En sus pequefos ojos brilla esa particular malicia de india que le ha permitido sobrevivir hasta ahora a esa guerra entre hermanos que ya dura més de siete afios. Hoy en su fonda hay musica. No hay fiesta: simplemente sé ha destapado una botella de aguardiente al caer la tar- de. Las canciones salen de una grabadora de pilas, una de las tres mil o cuatro mi! grabadoras de todas las marcas v tamanos que entraron al resguardo con la bonanza det oro. El dueho estd tomando aguardiente y emborrachan- dose. Y mientras habla con uno de los maestros de la mi- sién de Aguasa] que ha ido a visitarlo, coge entre sus manos una pistoia. Por momentos la toca como si fuera una joya tallada en un metal precioso, El arma es negra y pesada, Una Star 765. Parece una escuadra pavonada. Guillermo la mira con una sonrisa de satisfaccidn. Luego la pone sobre la mesa, con un poco de orgullo, y deja que el maes- tro la mire y la toque. Dice que la compro hace unos me- ses pero se niega a decir cuanto pagd por ella. En cambio dice cuintas balas puede disparar en una rafaga. Por supuesto que la pistola la compré sin papeles, como casi todas las pistolas que se compran y se venden en la sel- va. Guillerino tampoco tiene salvocondueto para usarla. En el Alto Andagueda ne hay ninguna autoridad civil o militar que pida un papel de esos en uruchas leguas a la redonda si nadic que se pola en batarea inuuil de conseguirio. Guillering est feliz de tener la pistola aby, brillande en- tre sus Manos, Cuande esta en Ja denda acostumbra dejarla en cualquiera de los tablones de los estantes. Cuande sale, la lleva metida en la pretina de] pantaldn. Siempre lista. Por- que aun cuando las cosas estan calmadas desde cl afio pasa- do, uno nunca sabe... Ahora la mira, mientras oye la musica. E] maestro insiste en preguntar por el precio del arma. éQuic- re que le consiga una?, dice Guillermo. El maestro contiesa que lo suyo es pura curiosidad. Entonces Guillermo por fin dice por cudnto la compré en Pueblo Rico: quinientos mil pesos, Hoy puede valer cerca de un millon... El maestro mira las tablas de madera con las que Guillermo ha levantado la fonda, las tejas de zine con que construy6 el techo, los anaqueles de ja tienda casi vactos, el surtido, las sillas... Y hace cuentas. Entonces compren- de que la pistola que Guillermo tiene en sus manos vale mas que todo eso junto. Y¥ se queda pensando... Desde 1978, cuando la policia entra por ja fuerza a Rio Colorado, muchas armas como esa han reemplazado a las cerbatanas tradicionales de los emberd en el res guar- do del Alto Andagueda. ¥ desde 1987, cuando empezo a correr la sangre a montones, es raro encontrar en ese vas- to territorie un rancho donde haya un hombre que no ten- ga escondidos en el zarzo, o envueltos en plasticos, y enterrados junto a su tambo, una escopeta o una pistola, una carabina o un fusil. Algunas familias han vendido hasta sus Vacas para comprarlas. Hace veinte afios, en las cincucnta mil hectareas que acupan ios emberd en el Alto Andaguecda—cesde Aguasal hasta Rio Colorado y desde Piedra Honda hasta el nudo de San Fernando—, no habia mis armas que el revélver del padre Betaneur, cura pdrroco de la misién de Aguasal, y el revolver del inspector de policla que pagaba el mani vipio de Bagadd. Los indios cazaban con sus cerbatanas ¥ los escases colonos negros de El Chuige lo hacian con es- copetas de listo de un solo tiro. Los embera vavian pobres, como todos los indios de este pais, v se enfermaban de paludismo y de tuberculosis, v también sutrian de desnu- tricién, pero vivian tranquilos y se morian de lo que los blaneos Haman muerte natural. De vez en cuando en algu- na borrachera que terminaba en trifulea moria un indio macheteado o acuchillado por un enemigo. Cuando lo conoel, hace quince afos, en su tambo, cerca del alto de Cascajero, Guillermo Murillo no habia tenide necesidad de aprender a disparar. Por qué ahora Guillermo tiene una pistola que vale mas que toda su casa y sus enseres juntos? éPor qué hay armas enterradas y escondidas a lo largo y a lo ancho de las sclvas? ¢Por qué tantas familias siguen escondidas, v4- viendo en ranchos miserables, junto a la carretera Quibds- Medellin, y no se atreven a volver al resguardo? éPor que se acabd la paz y hoy yacen bajo ja tierra tantos hermanos de sangre asesinados a machete y a balazos? La historia es muy larga y muy triste, y tiene que ver con una mina de oro que descubrid en 1975, en las mon- tanas de la parte de arriba del resguardo, un embera de Rio Colorado llamado Anibal Murillo. ¥ es una historia de oro y de sangre. EL 11 de junio de 1978, en laregién de Dabaibe, junto aun campamento minero situado en Rio Colorado, en las selvas del Alro Anddgueda, un helicdptero de la empresa Helicol fue atacado a balazos por un grupo de mas de cin- cuenta indigenas emberd, armados de machetes, cuchillos, escopetas, revdlveres y cerbatanas. El helicdptero habla despegado esa mafiana del aero- puerto Olaya Herrera, de Medellin, al mande del capitan Alberto Jiménez —un veterano pileto de Avianea conoci- do entre sus colegas como «E] Culebro»— y habia sobrevolado la Cordillera Central hasta llegar al nudo de San Fernando, situado en los farallones del Citard, en los limites de Antioquia ye! Chocd. El capitan Jiménez iba buscando un lugar se- falado en el mapa como ta confluencia de los rios Colora- do y Azul, en la parte alta del rio Andagueda, en territorio del municipio de Bagadé. En ese sitio funcionaba una mina de oro conocida con el nombre de Morrén desde la época de la Guerra de los Mil Dias. En 1975, en los alrededores de la mina, un indi- gena habla descubierto una nueva veta de oro, bastante rica, de la cual se estaban extrayendo grandes cantidades de mineral. La nueva mina era explotada por el hacenda- do antioquefio Ricardo Escobar Gondlez, sus hijos duis Fernando y Alejandro y algunos socias de la familia. Los indigenas de la regidn alegahan que la veta recién descu- hierta cradeé su companero Anibal Murillo v hablar: tenide algunos problemas con la polict por barequear en las ri- beras del Rto Colorado. Murillo habia denunciado su ha- azgo en la alcaldia de Bagado. en 1975, pero la familia y los socios de Fscobar alegaban que le habjan comprado el derecho. El helicéptero que comandaba el capitan Jiménez te- nia fa misién de transportar hasta la mina a un ingeniero y recoger en Ric Colorado un cargamento de oro para lle- varlo, de regreso, a Medellin, donde iba a ser vendido en una casa de fundicién., La nave aterrizé junto al rio v el gedlogo bajo a tierra. «El Culebro» apago los motores v también bajdé para des- cansar un poco. Mientras esperaba que trajeran la carga, estiré un poco los musculos e hizo algunos ejercicios para desentumecer los brazos y las piernas. Mientras tanto, va- rios trabajadores de la mina salieron del campamento con el oro. En ese momento, came si hubieran brotado de la Herra, un monton de indios armados los rodearun. Un muchacho blanca que les comandaba, y que empufaba ull revolver, hizo abrir las puertas. En un abrir y cerrar de ojos, los indigenas se apoderaron del cargamento de oro ¥ huyeron. F] cargzamento era de siete libras, segun los due- hos. Los indigenas sostienen que sélo era de dos, Otro grupo obligé al piloto v al gediogo a subir al helicdéptero. Aunque todavia estaba muy asustadu. el ca- pitan Jiménez no dudé en intentar un decolaje répido, y lo logré, a pesar de que no tenia mucho campo abierte, Despues de sobrevolar otra vez los farallones, acompana- do por el ingenicro, esa misma tarde pudo aterrizar ileso en el aeropuerto de Medellin. Mientras tanta, los indigenas embera, comandados per el muchacho blanco, se reagruparon, se tomaron la mina por id inerza vy obligaton al administrader Horace Vélez, ¥ ales [50 trabajadores blancos y negros contrata- dos por los Escobar a abandenar las instalaciones. Los embera tambien se apoderaron del campamento situade en la montana, el molino, la planta de clanuracion y los cobertizos tanto de la mina vieja, ya clausurada, como de la nueva, en plena produccidn. Segun las denuncias pre- sentadas por la familia Escobar ante la policta del Choco, los indigenas se quedaron, ademas, con 57 reses que pasta- ban en los potreros dé Rio Colorado vy con i4 mulas enjalmadas que habian ido esa semana desde Andes hasta la mina, por el camino de La Argelia, transportando viveres y provisiones. Esa noche, por el mismo camino de herradura por donde habfan entrado las mulas, el oro robado en el heli- coéptero fue sacado hasta la poblacién de Andes, en ei su- roeste de Antioquia, y luego fue Ilevado en un carro hasta Medellin, donde se vendié al mejor postor con el fin de comprar lo antes posible varios fusiles. Lo de los fusiles. segun los indigenas, fue idea del mu- chacho blanco que les ayudé a tomarse la mina. El mucha- cho habia prestado servicio militar en un batallén especializado en lucha antiguermillera y en él se habia distinguido por su alrojo y su destreza en el manejo de las armas. Se Hamaba Jaime Montoya y era nieto de «El viejo» Guillermo Montoya, antiguo duetio de la mina de Morrén. Hasta el dia de la muerte del viejo, Jaime habia escuchade por boca de su pace las acusaciones que el abuelo hacia a los herederos de Guillermo Escobar, quienes segun él habfan detrauda- do sus derechos y los de sus hijos cn la explotacion de Ja mina. Los dos abuelos —Montoya vy Escobar— se habian asociado desde 1927. Los problemas comenzaron cuando muri el wejo Guillermo Escobar, en la década de jos cin 23 UNIVERSIDAD GE AN TIOQUIA BIBLIOTECA CENTRAL ~ wt S@ “seJOU SBYSNUW SyUe! -Np opuauequics znstsa1 ueypod anb A sayusip soy e3sey sopelue uRqeysa anb opueul fe equanb jetoyo [2 A sayuase SO] B 18819 JadvYy Uore1Z0] PlaquIe SO] ‘BULIO} B1S9 3q] ‘sejotjod sO] BIQUOD OpRZId o8any [2 92 -JoJod RUILU BT B OIese [ap sa ue Opelditod EIqeYy anb £S¢ umuZepy Jaajoaal un uoo A ‘ouTueD Jap e199 ANU “]OqIe un ap spiep oysamlade as atures ‘e8atijal ej a1uem “seuByeqiad SEpTWai sis UOD sop -eualiaaua soplep Iesedstp @ ozuatics enb seuasIpul ap odni3 ono 10d o8any] epezjoja: any seyeq se] ap Uptooe eT “BJP Jap a00p se] ap sandsap odo0d ‘oquauredures [a e1sey seSalj # olAaie as onb seyayfod aiats ap epezuear elawud B] JauUaUO) 180] SETLLTE sesa ap opeauels ogany [4 ‘O10 [2 Japuea ap sandsap ‘euetwas esa Us[[PeW apsap Jeers Opeszo] ueiqey anb Zp-Wy sajisny O1yend O Sadi SO] A uejuay anb seiadoosa seood se{ U0d opeznid oZany lasek ep esald -xa UOTsTU B] URJUa] anb soyadxaul Bepol selopein ap odnig un & OUTED Jap Ope] A ope] & ozluR3io au -jer ‘saqagze so] & IeWe3IUO3sap ap ousodoid Ja uo2 “B]LuenzseNuoo ap ugTeIeq un ua onoseala Ja ua oprpuaide ejqey anb seyeuirue sel sep -0] ap OT[RA as Offa Bley ‘oJUeUTeoeIsap Je Jod opeoere Jas eipod anb reg] Jawid ‘operejoD OM ap oluawedwes [ap esuajap PB] JeZIUeBIO ap O[Os [2 98redUa as BAOIUOW SUES ‘wera soluens odns A ‘eyazry e7 ap OUTED [a jod aqreqed B URqRDIa08 as sejotjod so] anb ap osalua as opuend ‘souanp son3nue so| & sepeajoaap ezed BuIu eB] ap sauoloepeysut sey Tesqoaad A oreadgoay |e anbeie [ap safq -edo so| @ Jaualap ap UOTSIUI Bj UOS aqreqed 9p uoBal ef 2 o8aqj septod 9¢ ap ClUAWRIEISOp UT ‘quer olstaaid PIG -eY 0] OLUOD [RI ‘oun! ap / [ [2— BURWAS BUISILU PSY ‘opuriojdxe ueqeisa Feqoasy sol ap salopefeqen soy anb BUI B[ ap OWE fa Uatq ANU UL}IOUOD A sopadxa sordu “TW Ueda ‘pniuaanf us ap Jesad e ‘soqury ‘euazIpul aizues ap anbune ‘eAouoj] OULaTIN clanqe Jap soiaiu owed Of dod A ‘zaagisq el8r] Blaquia BUazIpUl By ap A vAO WOW opienpy ep softy e aiurer ap sound ‘eAoquaj opuelc A OLSqUIN} SOZISaLL SOT USIqUIe] JeJOqeoo eB ucrezedwa eUIW E] WY “O10 ap seIgI] sop ap sell Ieors UOIRIZ0[ ‘ep -BAR] BIOWUd ej Ua ‘euelwas RUN ap ogea je anb uequan) ‘OYESE [BP a]UaM3Is eIP [e BANU Bled Ef Ue CIO ap gD -B]0[dx9 eB] UOIepnueal Blaquia so] ‘se]p sosa Jod sapuy ap uoreday anb A eau ap ogye uej2ou0s anb soouelq soyseyonul ap odnig un ap A aurrer ap epnde ey uoD “BASNU BUML BT ap 08 -zeljey ap sgndsap solves srs A zapezu0y Jeqoosy opseory ap saiquioy so] 1od sopmBasied A elon eidoid ns ap sop -esindxa opesojos ofYy ap seusZIPUl SO] UOI OTe as uiTer ‘Teqossq ofata Jap so1et soy A offy ja sod sajaded so] ua SOpeloLap ‘ojenge ns op A aiped ns ap aiquiou usa ‘vajead esa Iep eed “BUTU 2] e anbele [ap sandsap sozejg ap sop -@2TLID Iepanb eB ueql as ou —arpeu anb Jofoul elqes of [a— Jegoasy so] anbiod *--e81e] Jes e eq! eajad ey anb ap on8as eqeisa A elia|qoid Ja ea1a9 ap BlOUOI Osa Jog seqoIsy so] BNUOD OpETeieq eyqey sew anb ojange jap soleparey sO} ap oun ‘eAoWO,] Oplenpy op cuugos ela awier “BZURSUSA ns Ipaueld B OpezZuaWOd eIqeYy alter ‘oiUalWowW asa apsaqy ‘ope -ded Of UOLaIDOUODSAp Jeqoasy Ofala [ap solapalsy soy A op -Janoe [9 erezueres anb jaded ungutu eiqey ou ‘aumer ap openge [2 OuNnU OpueND ‘soied sey arlua [eqidA Opronze un ap sandsap ouqesl as squaul]eUy Olod ‘soe souonu ep -B1139 OANISa BUT BT CATIOWW asa Iog "BAOIUOW] OULTAT[IN & pepaioos E] ap 1ees ap UCTe1eN solopalay so] A ‘equand Los indigenas participaron cn el combate con entusias- no. Jairo Rivera, por ejemplo, aunque apenas habla apren- dido a disparar dos o tres dias antes, apuntaba con un revolver que le habia entregado Jaime cuando se oyeron los primeros disparos y apretaba el gatillo cada que veia moverse un policta. Con la ayuda de los compafieros que venian detras, les policias soportaron la emboscada hasta las cinco de la tarde. A esa hora el oficial que los comandaba les dio la orden de retirarse hacia las selvas que rodean el campa- mento, en busca del camino de herradura por el que ha- bian entrado desde Andes una noche antes. Una niebla temprana que bajé de Jas montafias los protegié del fuego cruzado de los indigenas mientras se retiraban. Poco des- pués los protegieron también ias sombras de la neche. En la retirada, los policias abandonaron cuatro mulas carga- das de alimentos. El comando de policia del Choco informs publicamen- te de algunos de estos hechos el 30 de junio y dijo que varios indigenas tahamies hablan atacado una mina de oro, propiedad del hacendado Ricardo Escobar Gonzalez, y que luego de robar un cargamento de cro se apoderaron de las instalaciones de las minas Morrén y Palomas, situa- das en el municipio de Bagad6, al sudeste de Quibda, en los limites entre Antioquia y Choco. La policia confirms gue durante el combate no hubo muertos en ninguno de los dos bandos. En el bando de los embera, sin embargo, resultd heri- do a bala, en una pierna, Jaime Montoya. El proyectil atra- ves6 e] muslo y le caus6 algunos destrozos, pero la herida ho revistid mayor gravedad. Con la ayuda de los amigos, Jaime Jogré contener la hemorragia usando algunos pe- dazos de tela. El 9 de julio, un dragoneante de la policia, 26 amigo de su familia, le envid con un tlo una inyeccién antitetanica y varios sobres de ‘Tetraciclina, con los que pude conjurar una posible infeccidn. Esa herida y la victoria rotunda sobre Jos policias que habian atacado el campamento cambiaron por completo la vida de Jaime Montoya. Desde esa tarde de junio, para los indios emberd del Alto Anddgueda, el muchacho de Andes que estaba vengando a su abuelo, asu padre yasu hermano, estafados en el negocio de la mina, se convirtidé en un héroe. sere ree 6c Ua ENFeR opeYyos A sapaplos SOUN UOd sejasiel] A sHooUNUW Se] apLteie A ooeg opeuley] upiides oysrp [a reulor ozTy 2 ofp 3] EIPaLaH ap Crpad OYPIP [8 A “BpeU osayuos ROU A ‘sapueid Ant orput oysrp fe doresed a] as sauoyediuos soyotp soy aonb eisey aqieqeq [ap oulureds oysIp [a sod eqpiungaid ‘soared soun uWod soya ua ajepugp A (soy -N314831) ssuOWRdUIAD so] Ua OYWSLLIOI tep OZ] a Iep op -ueul ap A Ofpul ONO & TBO} O2ZIY Wye A UAT] ap OL uastp at anb of un eB ony aquag elUstU eB] UOD A eqeip & OLAjOA as Blpalay ‘outued [a aiqos elal wisandsar Jauaigo ou Te ‘opelg ueng Jod oprgooa1 ‘opyo oursiut [a unsag ‘ont ye soduena sms feJ11 pUaplo solani A sopewanb zaa eun 4 ‘aqreqec] ap outweo Ta Iod eqeimgaid se.nuatu sewey] sey woo sopeuionb e gtpasoad o8any A sodiana sms ofeq oBany 4 arquiny osnd A seooeq -Teq Ue IeLIelWe OZTY so] apuop ‘serials sey ap ard Ta elsey ezian] RP] od o8{suod sojresay] ap A ‘saque soe ao70]e3 ‘soIput oouta # A anbes un e opesaide Jaqey ap uol[ty ap olpag Jod opesnae any eIpalaH ‘6PST ap Olelqaj ap sel [ap seIp soua so] e eUasele) Us opeysay A ZUepusuLTy ap ZeIC [aus operouaay ja Jod opeuuy olyo un ug ‘ TesaAeile ap sandsap ‘—oolyjoed ouRa2Q opewe;] AOY— ms [ap EW [2 SlIqnasap eogieg ap zaunN oose, [ouRdsa oleuoPIp -adxa [8 ‘ELST UZ “PIQUIO[OD Sp S1sa010U [AP SdT]BA So] A seuequoul sey A “wayjoed ejsod eB] 3p seajas sey A SOU $0] ap SeT[LO se] URGeqey Plaque sOIpUl soy ‘saaUoIUy "epusdoyt e] e A alBues RB] @ OpluN opeisa ey aqieqed ap uoTgar eB] ap ole ja ‘euefay eooda esa apsaq “SBUBJEQIOD A SOPBUSLIQALIS sOplep ‘soyplyond ‘seysaly ‘sezue] UCD so[OpuBoele SEpeZUeAR sis WOI@IANIUOD soIput so] A aqieged ap sollstuioed SO] ap O10 [ap easnq us safouedss soleuoliped -X9 sOlauiud so] upibal esd B UOLeBayt OpuRNd “TAX O12 -1S [8 apsap Od0YD [aP SeATaS SBT US OZUAUIOD anb elaiA ANU elian3 Bun ap seu orposida un ‘ouenuos [a Jod ‘any “RDUR]G UOPeZTLAL eT ap eluaTqtla Un & elaqula Soy ap Opeulie onbeie loud [a anj ou zayezuon Ieqoosy opreaty opepusoey [ap el[itues eT A epansepuy oly [ep Plaqlla soy alive ea sueEs A BBIRT BLIONS ET B OZUATUICD orp anb clo Sp opezied olaydootay Te ANOVIV TA Te [ep saul e ‘oo ap easnq Ua aqieqed & uoregayTy] ‘BIeND [ap suopjerey sol Jesaavme ap spndsap ‘A sepyea ap 04 -uatuvuedap on8nue [ap souo[o3 ap sauotoeygod sees ap UoraTjes anb sesred sosourur soungye Uolany ugtdel B] Wa asrequase uoIeIBOET anb soouRyq sosauLid so7 ‘epuadgy BT eqeTqey enb soy ap Jo ap SauO[Y sooU soy Jen -U0IUe ap OUST Ns Ud UOFeseoeI sopol oed epensepuy Ja Jod Jiqns & UoTeEMjusae as seu soUNsTY ‘sejouedsa sou -euotoipadxa so] Jod opeforpos olosal [3 seyeiqua sns ua opuepren’ uUrqenuTUos aqreqeq ap SeUTW! sey ‘seATas SET ap opualis Ja 4 BAN] BT ap OTpal Us “Ue seIUSTIA] “sa1UBS3ARU SOPRIUS LIL -adxa ap sauororpuoe sns opueypaaoide TeEAny alodsuesy ]2 ud se8oq oWO2 UoTefegel song ‘soyNpanoe A sous -edumed ‘sesea ap UoToNTsUCD By Us A seTOOpse svare] US sauload OOD SOIJAUTL SaARPUA SO] B UOLe[NSUTA 35 SOIPUT soy ‘sajoyedsa salopiZa.u00 sol 9p pepuoIme ey] ofeq “wood B89 ap Tnied y “eILAQN ep OlUIsiq ja Ue Bfeose UeIZ UD o10 ap uppelo|dxe e] eepnueal as anb Uolantuuied oleny Of] [2 Ud O10 ap BLOUT BT Jod opezueaye ane Ja A sorB -AU SOARTDSA SOT IP EPeZal] BT ‘TAX OTSIs [ep sopeuy Vv ‘ugizonp -AI NS OW[POBJ 98 03S9 UO ‘sBUSZIPUI so] B IEZITesueAa Sp pole] e| UossIpuaidura anb sooqutwop sorauotstu sounsye uoreZajy sorja Uoo own ‘wInboquy ap saquatuaaoid sotou -IU soung]@ UOIZel BI B IeZaT] 2 UOTeZUaWOO OL9T UF “PILAON ap O1LUSIq [ap seuru se] odwian oyonur Jod Ieuop -ueqe & satouedsa sor e sandsap o&8tqo vuadypul upyaqes Bun ‘Buasuy A Updedog apsep sopies soigau soArpse od sopezeduiasr uosang o1se Jog ‘seIaurut saucpeiold -X3 sey o18yad wa opuatuod 4 sopouedsa sopmeuotipadxe SOT B OpUalieqiues UosENUTUOS sopHatuos opts ueTqey ou une onb sort soy ap A SeUeIUOL sel ap Plaque So] O1eq ‘plaeg ap saT[eA A egdaqeq “ood ap eIDUIAOId ap aiq “WOU [3 003 *ERs] Us PIUMOIC 3p BLIO89Te BT B BPRAaTA any [eno e] Jod upzel ‘epeuely Baan Fe] ap olsuilu 01 -IIISIP SJUPLIOMLUT SPU! 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Miren el que quiera venir puede hacerlo que aqui nada le sucede, pues jams su tio seria capaz de traicionarlos. Sean libres, 0 indios, nada les pasard, pues les aseguro y prometo, que todo se solucionard pacificamente. No siendo mas por el momento y esperando la respuesta se despide de ustedes. Atentamente, Dragoneante Alvaro Gomez Cavarique». El subcomandante del Departamento de Policfa del Chocd, mayor Rafael Puerto, también aproveché el via- je de Don Francisco para enviar una carta a los dos mu- chachos que se habian puesto al frente de la lucha por la mina. La carta decfa en algunos de sus apartes: «Me dirijo a ustedes en representacién del Gobierno Nacio- nal con el fin de Hevar a cabo un didlogo amigable y formal, en relacicn a los problemas que se vienen pre- sentando con motivo de la invasién a las minas situa- das en la regién del Dabaibe con el propésito de darle retorno ala normalidad, evitando en esta forma conse- cuencias funestas que a nadie beneficiarfan. En caso de que ustedes decidan entablar el didlogo, les doy mi pa- labra de no tomar ninguna represalia, ni mucho menos privacion de libertad para ustedes, Es tal el interés que existe en ilegar a una solucién pacifica y amigable, que los duefios de la mina estén dispuestos a llegar a un arreglo formal con ustedes, para lo cual han enviado como intermediario y mediador al sefior Francisco Montoya Bustamante, quien a la vez me sirve como in- termediario ante ustedes. Esperamos que ustedes com- prendan el deseo que nos anima para que este problema se resuelva en la mejor forma tanto para ustedes como para los duefios de la mina, como también para noso- tros, representantes de la autoridad (...)» El 9 de julio, el dragoneante Gomez Cavarique envid con Don Francisco una nueva carta dirigida esta vez a Jaime Montoya: «Lo saludo atentamente desedndole que se encuentre mejor, lo mismo le estoy enviando saludes a Humberto, Orlando y el ctro compafiero. Mira Jaime con toda confianza pongase las inyecciones, que yo mismo delante de Den Francisco las escojf (sic). Las jeringas son ermeéticas (sic) o sea que sdlo sirven para una sola postura, por eso mandé otras. Lo mismo tome tetraciclina. As{ con la inyeccidn y las pastillas se evita el tétano. Si desconfia pongale primero una inyeccién a cualquiera y mafiana se la pone usted, y asi se da cuenta que ninguna jugada sucia se le esta haciendo. Mira Jaime, el mismo Comando del Departamento de Policfa Chocd envié un poligrama ayer, en el cual informa que sé le brinden garantfas a ustedes, y que ninguno sea retenido, sea libre o indio. Con toda con- fianza cualquiera de ustedes, libres o indios, pueden venir aqui, que nada les sucede, pues ustedes sdquesen (sic) una nota, para Don Kico o el mayor y exponen las garantias. 0 el que quiera puede venir que nada le sucede sea libre o ind{gena. Bueno hermano esperando su respuesta se despide de tf (sic) y sus demas compafieros. Atentamente, Dragoneante Alvaro Gémez Cavarique». Las cartas enviadas por los policias lograron que Jaime Montoya aceptara recibir a un emisario de esa institucién en el campamento de Rio Colorado. Para cumplir esa misién fue propuesto el capitan Ivan Dario Zapata. El oficial aceptd viajar solo hasta Dabaibe pero el Comando de Policia del Chocd no autorizd la misién por motivos de seguridad. En cambio, propuse que se celebrara una reunidén en Des Que- bradas, un lugar intermedio del camino. El capitan comuni- CA CENTEAL US Licer Ee i ee cé esa decision a Jaime Montoya en una carta que deecia: «Le sugiero en forma muy persenal se preste a un arreglo volun- tario y lo mas pronto posible del problema, pues comprenda que de no ser asi sera usted, solamente usted, el responsable de todo lo que suceda alli y de que ho se ha procedido por la fuerza es para evitar precisamente consecuencias que a na- die beneficiarian y menos a usted como responsable directo. Aproveche esta oportunidad tan sincera, oporruna y beneti- ciosa que se le est4 presentando y no deje que se le haga de- masiado tarde (...) El doctor ha sido franco y esta dispuesto a ayudar a los indios y a usted siempre y cuando se resuelva el prablema. Los alimentos y drogas como atencion para uste- des sdlo se lograran si todo se arregla: usted por ejemplo esta herido y por ello se le envia droga para evitarle un mal peor, aunque la droga mas efectiva se lograrfa en Andes con un buen tratamiento. De arreglar el problema ya se le ha prome- tido su libertad y seguridad personal; aproveche le repito la oportunidad brindada esté en sus manos. Capitan lvan Dario Zapata, E] didlogo propuesto por el oficial no se Hevd a cabo. Mientras tanto, los indigenas enviaron una comision a Bo- gota para solicitar la intervencidn en el conflicto del Insti- tuto Colombiano de Reforma Agraria y de la Divisién de Asuntos Indigenas del Ministerio de Gobierno. El Incora prometié enviar una comisién al Alto Andagueda antes de que terminara el afic, si la situacién de orden publico mejoraba y los indigenas garantizaban la proteccién de las vidas de los funcionarios que se des- plazaran a esa region. Los indfgenas también pidieron ia presencia de algu- nos periodistas en Rio Colorado. Debido a la tensién exis- tente, causada en buena parte por el cerco policial y por la presencia de gente armada en el territorio emberd, los pe- riddicos no autorizaron el desplazamiento de sus enviados especiales al Alto Anddgueda. Por esta causa, la unica in- formacion que los periodistas pudimos obtener fue la que suministro —en forma esporddica y fragmentaria-— la Po- licfa Nacional. Para los oficiales de esa institucion, en ese momento, el conflicto del Andagueda se reducia al robo de un cargamento de oro, el asalto e invasion a una mina por parte de un grupo de indigenas y el ataque a una pa- trulia de agentes que trataba de restablecer el orden y la ley en el territorio de los embera. Cansado de leer los partes policiales llenos de infor- maciones imprecisas sobre la cantidad del oro robado y las fechas y los iugares donde se habian presentado los combates entre indigenas y pelicias, traté de buscar a un funcionario de la Divisidn de Asuntos Indigenas o 4 uno de los muchachos de Andes que se habfan unido a la !u- cha de los emberd por recobrar la mina. En las dependen- cias de la Division ningtin funcionario conocia detalles del problema. Pero un muchache de Andes pudo hablar con uno de les nietos de Guillermo Montoya «El viejo». Fue asi como conoci a Jorge Montoya, un hermano de Jaime Montoya, supuesto jefe e instigador de la suble- vacién embera. Nuestro encuentro fue breve. El muchacho leyé las informaciones de prensa que E] Tiempo habia publicado sobre el conflicto y desmintié casi todos los datos entrega- dos a la prensa por la Policfa Nacional. Después habié de la mina descubierta por Anibal Murillo. Dijo que al indi- gena lo habfan llevado preso hasta Andes para obligarlo a firmar un papel en el que cedfa los derechos de la mina a Ricardo Escobar. Segun él, la firma estampada en el papel ni siquiera era la del indigena, sing Ja de un menor que se habia prestado para firmar a nombre de Murillo. Después NIRAL J i) { ) 4 BGG mts c : C rn é Two ‘sOZS3LI SO} ap Tesad 2 ‘sola Uod Jeleta Jplsp OA ‘OlTYUOS Jap UGIN]{Cs eT US Telogejos ap uly [a uod solRuoTsuny soy e Teyediuose we SOpRrsaloIUl UCIRASOLU as eTbONUY SP PEPISIaATUL] BT ap epojodoliy ep oluaweiedag jap & eoned Jap euazTpuy [RUOT8sy OlasuoD [ap sopezatap scueA ‘epansepuy olty Te UgtstwWod eT Tetaue gidace eloauy [2 “aiqiuo1oIp ug ‘orunf ap £T [ap soyzay SO} UBIBBTISSAUL as anb opusipid yeuowsw un Ae Za[eZUOD OUllal[[Iny Jopemnooid je A zapuRuIey eez UBUIIa) OUIaIqoy ap O1sTuTW ye ‘Aeqin], Jesa') One 3} -uapisaid [2 uolesaduea A sopiequasaidal ered joouny ap opesoqe un & Japod UOoISsIpP BIaquia SOT "BAIASAI By ap Ug aeald ET Bled Sali so] TenuNUOD e e10Z0g B Ofela SPUdZIPUT SO] ap Ugtstucos eun ‘aiquuatidas ap g Tq "BAIISAI BSA ap UOLINIUsuod ajqtsod eT ered Z960b OANBULIOJUT Je SAU WA OLIU! 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E] misionero habia nacido el 14 de mayo de 1914 en San Antonio de Prado, un corregimiento de Medellin po- blado por campesinos y situado al suroeste de la ciudad. Siendo apenas un adolescente, ingresé al seminario me- nor de los padres claretianos en la poblacidn de Bosa, Cundinamarca, donde termind el bachillerato. Luego hizo estudios de filosoffa en el seminario mayor de El Cedro, en Zipaquira, y viaj6 a Europa apenas termins los estu- dios de teologfa. Fue ordenado sacerdote el 20 de diciem- bre de 1942. Estando avin en Europa lo sorprendio el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Para entonces ya se habia aficionado a la radio y durante muchos dias se dedicé a rastrear las comunicaciones de las tropas alema- nas y aliadas que luchaban en ese continente. En Colombia, su primer trabajo lo desempeté en la iglesia de Nuestra Senora de Chiquinquird, en Barranquilla. Todavia era un clérigo muy joven cuando fue enviado a Jas selvas del Choc, en calidad de misionero, y asuimid el cargo de cura parroco de la iglesia de Bagads, un caserio de poblacién negra situado a orillas del rio Anddgueda. Muchos pobladores viejos de esta zona olvidada del Cho- cé todavia recuerdan su llegada en 1948 por sus habilida- des como fabricante de pdélvora. Cuentan que durante las fiestas de Nuestra Sefiora de la Candelaria, patrona del pueblo, el padre Ilenaba de luces de colores los cielos de las noches. Hacfa silbadores, pilas de colores y cohetes que surcaban el cielo, y con toda esa parafernalia alegraba a la gente de Bagada y daba a las fiestas patronales un toque grandioso, Estando en esa poblacidn tramité la céduia de ciuda- danfa que, muchos afios después, le descubrieron en sus bolsillos los médicos de ja Poticlinica de Medellin, cuando fue internado en la seccidn de urgencias del Hospital de San Vicente, a rafz de un accidente de trdnsito. Cuando estallé la viclencia politica en Colombia, al pa- dre Betancur le tocé una de las misiones mds dificiles de su vida: reemplazar, en Catru, al padre Modesto Amaus, un misionero claretiano que fue asesinado a balazos por un jefe politico de la zona la vispera de las elecciones del 16 de mar- zo de 1947. El asesinato ocurrié a orillas del rio, junto al internado indfgena de Catni, ante los ojos de muchos indios que eran Ievados a votar, sonsacados y coaccionados por José Ayala, un cacique liberal de la regidn. Tal vez desde esa época el padre Betancur se acostunibro a andar armado y a no dejarse sorprender por la espalda. En Catni, con la energia que siempre derroché a mon- tones en su trabajo como misionero, el padre Betancur reorganizé la misién por encima de las amenazas de los jefes polfticos y fortalecid la presencia de la religién caté- lica entre los indfgenas. $8 0183U NS Ua Opol Oplaajoaua e eqezadwia sysou ef opuensy ‘oWeUIp BYUanbad eun B 1OIOW UN OpEyeIsul Bjqey oluazur @ etuans etdoid ns Jog ‘esaidios Bun epeAlasay BIUa] say Indueleg eiped [J ‘seHuapuadap sns sepol UCD O1SYIpa [3 of “Ipuaq ‘opmsas owe ‘A salUALM3UO3 SO] SOPO} B OLLETSHUeS [2 UOd UG Tpuaq e] OIp arped OUlIs}IUayaoxa [a ‘QudoU BT BA epeQuy» ‘ow atped Ja aarp ‘«aquiandas ap g [a :uas, eB] B Opeigesuoco Byp un elas ‘souiapoul safeuaieul A ole -U03 ap |p Opol ‘cPYTpa casnu jap UpPEMzneu ey» “Olt CluRIsuo OURNSIE/I OIBUOISMM Ja BILAN ‘«SOIPUI SO] ap OLIOWWWOp pied ueqeqey anb ese ey opuelap ‘sosauorstul sarped so] UZIquIe] UOTepe[sen as [9 & ‘sour soLeA aluemp oplala uejqey anb ua pepipoulooul a zaypanse eB] ap Ayes 1opod Te saorjay ‘SeIpul SPYTU Set UOD seIBUOISIL SeURLLIaY sey Uolepeysen 3s [9 Y “SPULINTS BIUSYy0 ap seu Bled pep -edea uo ‘sosid sop ap olaytpa oyaqsa un sapepayos seise ua 91gms oquold “eigo e] ap opesieous ‘mouelag arped PP Pepyiqey A oulstureutp ye sees ‘onUaNsue Te UOT -alfes anb o1sug3 opol ap sapeiMoyip se] ap resad y» “seuaS]puT e1UaqIO @p SPU eB JeBiaqye eled [emt peppedes eun uoo A oye ap 303.9 A Opuoj ap oysonuta Jod ajuay ap soqaui un ABy ~“uazend ap ‘sequeld sop ap ‘auoua eso eum BIg ‘aluamMsIS oye [ap eiqiuehdas ap g [a EpeUuTULIa; opanb Biqo eT “epferesty [op aye fap Ope. & UBJedas anb sop soy A seaqas se] opueZnis ‘po0YD [9p OWeweedap ja uco epreresty ap UpPelqod esa e BD -tunuio AY anb esaieLles e] efIsixa OU BJAEpo) sand ood O]gang ap OLfeqin oDse> CLUSTW [a apsap aid e EPEY as oWaA -21] [2 B20d9 esa UY “OIDYIpa [2 asrequesgy @ eql apuOp S03 -laiqe Upioal solanod soy ua sopensodap eisey ‘sosounued A sopeutdis sousitai Jod ‘sonauroypy Bitiasas ap seul aP OPLIOIaI LM Us Balas E] AP SZAe]) B SOTPUI SO] ap SOIqUIOY uo A EMU ap OUD] B sOpeAd|] UOLONY sa[eLsleW soy ‘odarsay salojod gsor OUBNSIEP OURWLIBY [2p Bp “Av e] UOD UPPoMsuos ap sofeqer soy O1ZLIp # [eloyc ap A OJsUaBUL SP SBd9A SE] OZTY OUST [A ‘OZIanysa uNsuTU guoye ou Mouelag amped Ja ‘e1qo eB] AMNSsUOD eTeY “PS6L BP Ol9U2 US RBI CIPS JOUasuOU! 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En esa época de su vida, el padre Betancur ya sabfa lo que era la violencia en las zonas de colonizacién, y por eso jamas descuidaba su revdlver. Lo llevaba siempre en la cintura, encima o debajo de la sotana, y sdlo lo dejaba a un lado para celebrar la misa en la capilla de la misién. Esta clase de precauciones, aunque parezcan un poco exagera- das, le salvaron la vida en muchas oportunidades. Porque son incontables los atentados de los cuales salid con vida el padre Betancur. En ocasiones, los atentados fueron obra de algunos indios. Otras, de los colonos paisas y negros que no se contentaron con acabar con el resguardo indige- na de San Antonio del Cham, sino que querfan apoderarse de las mejores tierras de los emberd del Alto Anddgueda. A ellos se enfrenté el padre Betancur no sélo con la cruz sine también con el revélver. —Aquf no se le puede mostrar miedo a nadie —de- cfa—. Aqui gana el que sea mas macho... Y yo soy mas macho que ellos... Entre los indigenas de Aguasal y Conondo, el padre Betancur se volvié una leyenda. Los indios lo querfan y al mismo tiempo lo odiaban y lo temfan. Los que lo odiaban eran indigenas que habian sufrido en carne propia los ri- gores de la misién y habian visto cémo el sacerdote, aun en contra de su voluntad, les arrancaba a los hijos del seno de sus familias y se los llevaba a la fuerza para el internado con el fin de «civilizarlos». Los nifios crecian en el internado aprendiendo a leer y escribir en lengua espa- pola y aprendiende a vestirse y a comportarse como «ta- cionales». La educacién impartida en la misién, al mismo tiempo, destruia todos los valores propios de la cultura embera, detendidos por los viejos. A cambio, los nifios eran educados en los valores de la cultura occidental y de Ja religién catélica, Cuando los nifios, separados violenta- mente de sus familias, cafan en profundas depresiones y huian del internado indigena, el padre Betancur mandaba a perseguirlos ya cazarlos, y después los sometia a severos procesos disciplinarios, hasta quebrantar su voluntad y lo- grar su sometimiento a las reglas impuestas pot la mision. Para perseguir y cazar a los menores que huian, el padre Betancur entrendé a un grupo de indios adultos y a algunos negros de Piedra Honda que trabajaban como peones en la hacienda. Los cazadores perseguian no sélo a los indios varones que se fugaban del internado sino también a las mujeres y a sus padres cuando éstos consentian recibirlos de nuevo en sus tambos. Muchos de estos padres embera que se negaban a acatar los dictados del misionero fueron encarcelados en un calabozo que posefa ta mision y con- denados a pagar su rebeldifa con trabajos forzados, como peones sin salario, en jos potreros y cultivos de la misién de Santa Ana de Aguasal. Hoy podria juzgarse en iérminos muy duros la con- ducta del padre Betancur. Sin embargo, los que conocen de cerca los métodos empleados por los antiguos misione- ros espafioles, que buscaban extirpar de raiz la cultura indigena y destruir su religion y su familia, para implan- tar los valores de la llamada cultura occidental, ven en él a un misionero mas de los de la vieja época, que luchaba por llevar el evangelio de Jestis a los indios, bautizarlos, salvar sus almas, y volverlos miembros de la comunidad cristiana. En otras palabras, un hombre empefiado en ser lo que durante toda la vida les superiores de la congrega- cidn claretiana, llegados de Espafta, le habfan ensefiada, a la par con los himnos de la Falange: «ser un misionero de Cristo», Una frase pronunciada por ef mismo misionero en los corredores del internado de Aguasal podria resumir su fi- losoffa: «A los indios hay que hacerles el bien aunque sea a las malas...» Parte de la leyenda dei padre Betancur tiene sus raices en ja guerra que él declard a los jaibands, a los que consi- deraba representantes del mal. Obstinado en recortar su poder y doblegarios a jas buenas 0 a las malas, el padre mando recoger sus bastones rituales por la fuerza. Los bastones son varas de macana, de textura muy fuerte, talladas a mano. En la punta de las varas, los jaibands esculpen diversas figuras que representan a los jais. Cuando un jaiband se inicia en el arte de dominar a los espiritus, participa de un ritual en el que un jaiband viejo —casi siempre su padre o su abuelo— lo introduce en el conocimiento de los jais. Al final de la ceremonia, que dura varios dias e incluye bafios e ingestién de bebidas embriagantes el jaiband viejo le entrega al jaiband joven un bastén tallado, simbolo de su nuevo poder sobre los jais. A lo largo de su vida, un jaiband joven puede recoger varios bastones en ritos de iniciacién con jaibands viejos. Cada uno de ellos acrecienta su poder ya que cada bastén en- cama un poder sobre determinados jais que le confiere cada brujo. Los jais son buenos y malos y sirven para ali- viar aun enfermo, bendecir un cultivo, curar a un animal, salvar a una persona picada de serpiente o matar a un enemigo que esta haciendo daiic. Hay jais para casi todo, incluso jais contemporaneos, como el jai de avin, el jai de carro, el jai de paisa. Cada uno representa un poder 90 especial que el brujo usa cuando lo necesita o cuando al- guien acude a él pidiendo ayuda. Pues bien: a esa clase de enemigos tan poderosos en- tre los embera se enfrents en vida el padre Betancur, con- vencido de que si querfa evangelizar a los indigenas para incorporarlos a la Iglesia Catdlica y a la civilizacién occi- dental tenia primero que destruir el poder de los jaibanas. Un producto de esa guerra contra los brujos primitivas es su coleccién de bastones rituales, que exhibfa con orgullo ante algunos visitantes en la misi6n de Aguasal. Hoy, mu- chos de ellos (mas de treinta) estan guardados en un ar- mario, metidos entre un costal, en el Centro de Pastoral Indigenista de la Didcesis de Quibde. Son de un color os- curo, algunos casi negros. Varian de tamafio, de peso y de figura. Algunos son cortos y parecen mas el juguete de un nifio. Otras son largos y tienen tallas que representan fi- guras de animales. Otros ostentan en sus puntas extrafias figuras mitolagicas que representan a los jais. En todos, sin embargo, cuando se toman entre las manos, se siente por momentos algo del viejo y derrotado poder de los jaibanas. La leyenda del padre Betaneur también se acrecenté cuando en la misidn de Aguasal corrid el rumor de que el misionero habia logrado salvar indigenas picados de cule- bra. El padre decia que el remedio se lo habfa inventado para quitarse de encima les problemas que le estaban cau- sando los indios con el ganado. Segtin cuentan algunos misioneros que trabajaron con él, los indios se fas inge- hiaban para capturar culebras venenosas vy llevarlas hasta los potreros de la misién con el fin de que picaran a las reses. Novillo o vaca que era picado por una mapand o un verrugoso era desechado por el padre. Entonces los indios procedian a descuartizarlo y repattian su carne entre la 91 Ne y : parentela y los amigos. Muy pronte la sagacidad del padre le permitié entender lo que pasaba. Por eso se dedicé a fabricar un antidoto para salvar e] ganado, Dicen que en poco tiempo logré perteccionarlo. El antidote era a base de aguardiente y limdn, mezclados con una planta venenosa de la cual jamds reveld el nom- bre. Una maestra de la misi6n de Aguasal asegura que el antidoto no era mas que un polvito blanco, muy veneno- so, que el padre se habia conseguido con un farmaceuta viejo, en Medellin. El palvo, al parecer, era extrafdo del curare. Cuando a la mision llegaban con un indio picado de culebra, el padre constataba primero que Ia herida sf hubiera sido producida por un reptil ponzofioso porque de to contrario su remedio pedia matar a la persona. En- segitida se encerraba en su cuarto y preparaba el antido- to: el polvo que alcanzaba a coger con la punta de un cuchillo, disuelto en un vaso de lim6én. Otros dicen que a esa mezcla el padre le agregaba aguardiente. Con esa pécima, el padre Betancur no solo salvé sus reses sino que acabé de imponer su poder por encima de los jaibands. Algunos de ellos, cuande ya no eran capaces de mantener con vida a un indio mordido de culebra, lo enviaban ala mision a que éi lo salvara de la muerte. El misionero decia que habia curado a muchos agonizantes que le enviaban los jaibands cuando ya los tipos empeza- ban a sudar sangre y los brujos indigenas se sentian impo- tentes para curarlos. Aparte de la recogida de los bastones y de su poder comprebado para curar las picaduras de serpiente, el pa- dre Betancur también gané fama de brujo entre los embera del Alto Andagueda por otros poderes que se le atribuian. Una de ellos era el de aparecer y desaparecer a voluntad en distintos sitios de la misién y a distintas horas. Cuentan que a veces, cuando algunos indios rebeldes se juntaban a hablar para tramar su muerte, el padre se les aparecia a unos pocos metros de distancia, vestido de sota- na y con arrastraderas. Ellos se asustaban y el misionero jes hablaba como si no hubiera sucedido nada extraho. Un dia, un grupo de indigenas de Pechtigare lo espe- raba para matarlo por el camino de Docabu. El padre Betancur paso por el lugar montado en su bestia, un «ma- cho» que también era una leyenda y ai que el sacerdote flamaba «Diablo», y sin embargo los indigenas que lo aguar- daban no lo vieron. Al darse cuenta de los poderes extrafios que posefa el misionero, algunos embera optaron por decir que el pa- dre Betancur era un brujo y que sabia Ja oracién del Justo Juez, la misma oracién que hacia tiempos usaban los bru- jos paisas para desaparecer y aparecer donde les daba la gana, para convertirse en matas de platano o en pajaros y para volverse invisibles cuando eran acosados de muerte por un enemigo. Todavia en el Chocé hay campesinos paisas que recuerdan apartes de la oracién: «Oh Seftor, a mis enemigos veo, Tienen pies, no me sigan. Tienen ma- nos, nO me toquen. Tienen ojos, no me veamn... ». A] padre Betancur también se le atribufa el poder de la ubicuidad, es decir, el poder de estar en sitios diferen- tes al mismo tiempo. Por eso habfa dias en los que lo vefan pasar con su bestia por el camino de Pechugare y per la noche habia indigenas de Conondg, al otro lado de Ja mi- sidn, que aseguraban haberlo visto a esa misma hora cru- zar a pie el puente del rio Anddgueda. Realidad o leyenda, el padre Betancur era un misterio hasta para los misioneros claretianos mds jOvenes que iban a ayudarle por temporadas en su tarea de evangelizar a los indigenas. Algunos de ellos dicen que el padre dormifa muy “PEPPLUMY ap ouaT erorzed soluawioUl Jog ‘JeOUT[eo Op [OYTP O_uUaTIs us] “‘Plequle soy ep Te Opheted olesosip opuaris un eqepienz mauve oped [a ‘seapt seaanu seso eB USF ‘sorqand soy ap eimapno BE IM.Ysep uls ‘oysuansar ap afesuatu [a OpuNUI Ja Opel ap seuas -Jpul sauopelqod sz] Pk JRAaT] ap sopolpul soaanu A sousod -Old soaanu ‘seapl seaanu e osed orp ‘qj ouvsne, olfouo5 |? 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Cuando algun misio hero joven insistfa en discutir con él acerca de la tarea evangelizadora cn comunidades marginales como las indt- genas, el padre Betancur, que menospreciaba cualquier pa- labra de corte antropolégico, se limitaba a responder: — Usted se ve que no conoce a los indios... EL 2 DE maya de 1979, al caer la tarde, Jaime Montoya se sentia un poco cansado y, contra su costumbre, decidid quedarse a dormir en la casa de arriba, junto 4 la mina. Por eso mando a desensillar su caballo. Hacfa poco los tra- bajadores del tuna de la tarde habian terminado su labor. La vieja edificacidn construida en madera por los duefios de Morrén estaba ya un poco deteriorada. Contraviniendo sus é6rdenes, los indios habian arrancado algunas tablas de las paredes y del piso para alimentar el fogdén cuando esta- ban escasos de lefia, pero la casa todavia conservaba algu- nas de las comodidades que tenfa en el pasado. La cocina, por ejemplo, seguia funcionando y se podia preparar co- mida sin dificultades. Abajo, en el campamento, a orillas del rio Colorado, Jorge, su hermano, se acosto intranquilo, preocupado por su tardanza. Estaba en el Alto Andagueda hacfa varios dias. Habia llegado desde Medellin por la ruta de Pueblo Rico porque en La Argelia los policias todavia estaban acanto- nados en Ja antigua casa de la mina y segufan impidiendo el paso hacia el Anddgueda por cl camino de Andes. En el campamento de Rio Colorado, junto con Jaime y con Jorge, hacla una semana qtte estaba viviendo un cocine _ ro que Jaime habia mandado tracr desde Andes. #1 hombre: habta Hegado al canrpamento con su esposa y su hija. Fllos no lo sabian pero esa noche habia movimiento en Rio Colorado. Por el caning del alto de Cascajero ha- bian subido algunos indios de Cononde y Aguasal. Fsta- ban muy disgustados con los rumores gue habian ofdo esa semana. La gente decia que Jaime los estaba traicionando y que, sin contar para nada con los indigenas, estaba ne- gociando la entrega de la mina con los abogados de Ricar- do Escobar. Los rumores los habia echado a correr un muchache blanco, amigo de Jaime, que vivia en el res- guardo desde hacia mas de un afio. Al dia siguiente, Jorge se levanté temprano y ensillé una bestia. Después salid al potrero a recoger el ganado que pastaba en las orillas del rio, con el fin de encerrarlo. El muchacho blanco lo estaba observando de lejos v les dijo a Jos indios: «Vieron, estan recogiendo el ganado para devolvérselo a los Escobar...», A las ocho de la mafana, la bestia volvid sola al cam- pamento. El cocinero vio el animal y se sintid extrafiado de que regresara ast. E] caballo atin tenia puesta la silla. Afuera merodeaban por el potrero algunos indios que parecian ir de caceria porque llevaban en las manos sus cerbatanas. El cocinero no distinguio a ninguno de los que habia conocido esa semana en el campamente. Sin em- bargo, se atrevid a preguntarles si habian visto al patrén. Los indios le contestaron que no. El hombre les pregunté si habia ocurride algo. «Usted para qué pregunta», dijo uno de ellos, dis- gustado. «20 es que quiere que lo matemos a usted ram- bién?». El cocinero no alcanzé a refugiarse en la casa. Los indios levantaron sus armas y soplaron. Varios dardos un- 98 rados con el temido veneno de Ja rana Cocoy se clavaron en su cuerpo. Cuando su esposa y su hijo salieron a averiguar lo que pasaba también fueron atacados por los indios con las cerbatanas. La gente de Rio Colorado dice que los tres tuvieren una muerte horrible. En ese momento, el cadaver de Jorge yacfa sobre la hierba de un potrero, atravesado también por varios dar- dos envenenados. Poco después, un emberd amigo de Jaime Montoya su- bid corriendo a la casa de la mina y le dijo que unos indios de la parte de abajo del resguardo habian matado a Jorge. El muchacho, ciego de ira, ensillé el caballo, cogid su revélver y salid per el camino en busca de los asesinos. Cuando Iegé al canalén por donde pasa la quebrada se encontré cara a cara con un indio de abajo, alto y fornido, y le gritd, leno de odio: «iVos mataste a mi hermano!». Dicen que el indio sacé un cuchiilo, se lanzé contra Jaime como una hiena y lo degoll6, sin darle tiempo de usar el revdlver ni bajarse del caballo. Ese mismo dia, los caddveres de los dos hermanos y los del cocinero y su familia fueron enterrados por los in- dios en algtin lugar de la selva. Un juez penal que entré al resguardo con Ja misién de buscarlos jamas los pudo en- contrar. Un hermano de la esposa de Jorge Montoya también tratdé de rescatar los cuerpos, algunos dias mds tarde, pero fue asesinado por el camino que va hasta la misidén de Aguasal. La gente se enteré del crimen porque al mucha- cho le robaren la camisa y el reloj. ¥ por el resguardo, andaban con esa cantisa y ese reloj los indigenas Fernan- de Querdgama y Fernando Arce. Tres meses despues, una embera fie a la mision ¥ le conté al padre Betancur que el 99 cadaver estaba emterrado en Cevedé, en un maizal. El mi- sionero, acompafiado por una maestra del colegio, fue hasta el lugar y entre los dos desenterraron el cadaver. Luego lo levaron al cementerio de la misién, donde Je dieron se- pultura. 11 «a FE DOS SEMANAS después del asesinato de los herma- « nos Montoya, una nueva comisién del Incora visité el Alto r ie Anddgueda con el fin de realizar un estudio S sociceconémico de la regidn y recomendar en forma defi- Nitiva si era o no conveniente constituir en ese territorio una reserva indigena. El envio de los funconarios estuvo a punto de suspen- derse por orden del Ministerio de Gobierno, ya que la Di- vision de Asuntos Indfgenas habfa recibido informaciones fragmentarias sobre la muerte de los dos muchachos. A ultima hora, el Ministerio autorizé el viaje, en vista de la urgencia de resolver el problema de la propiedad legal de las tierras de los embera. La comisién salid de Andes el] 18 de mayo de 1979. De ella hacfan parte el socidlogo Enrique Sanchez y el ingeniero forestal José Wellington Camargo, lo misme que funcionarios de la Divisién de Asuntos Indigenas del Mi- nisterio de Gobierno, el Instituto Colombiano de Antropo- logia y el Departamento de Antropologia de la Universidad de Antioquia. Fl viaje a través de los farallones por el camino de arrieria de Andes estuvo Ilene de dificultades y duré casi dos dias. B] camino era mas diltcil de lo que en un comien 7o todos pensaban. La cuestla cre muy pendiente v ul pis estaba Nero de piedras. Los arrieros, acustumbracdos a lia cer el recorrida a mien chas forzadas, se fueron adelante cor: casi todas les provisiones. Varios estudiantes de antropole aia que iban a colaborar con un estudio etnografico de los emberd se retrasaron desde el comienzo. Cuatre de ellos estuvieron perdidos durante un dia en una confluencia de caminos, después de cruzar el alto de San Nazaric. Esto oblige a desplazar una comisidn que tuvo que devolverse desde el canipamento de Rio Colorado rastreando el ca- mine. La busqueda termin6 al dia siguiente, cuando los estudiantes aparecieron en un tambo indigena por Ja tro- cha de Cats. All los indigenas les habfan dado techo y comida. La desaparicion temporal de ios estudiantes causé alar- ma va que los policias que estaban acantonados en ja mina de La Argelia difundicron la noticia a través de la radio. La comision del gobiemo temia que los policias, con el pretexto de colaborar en la busqueda, entraran a territo- rio de] resguardo y se presentaran nuevos entrentamientes con los indios, que tenian centinelas armados apostadas a lo largo del camino. Finalmente, todos los mienibres de la comisién logra- ron Hegar a Rio Colorado, incluso tn estudiante de la costa atlantica que hizo la travesia con unos zapatos de platafor- ina, Algunos tardaron mds de treinta y seis horas y tuvieron que amanecer 4 Ja intemperie bajo una iluvia helads, a mas de tres mil metros de altura, en lo alto del cerro de San Nazario. Oiras perdieron algunas de las unas de los pies a causa de los golpes que se dieron contra las piedras. En Rio Colorado fueron reeibides con recelo por los indigenas, Algunos de ellos creian gue en el grupo iban 192 camuflados funcionarios judiciales con la intencidn de in- vestigar la muerte de los hermanos Montoya. El ambiente de hostilidad cedié a los poces dias, gra- cias a los buenos oficios del cabilde de Rio Colorado que presidia el gobernador Enrique Arce. Mientras tanto, los estudiantes y los funcionarios aprovecharon el tiempo para curarse de las heridas y reponerse del cansancio, antes de emprender el viaje de regreso. Durante fos dias que permanecieron en territorio indigena, los funcionarios del Incora comprobaron que la mina segufa en explotacién, ahora bajo las érdenes del cabildo de Rio Colorado, donde tenian representa- cidn casi todas las comunidades de ja parte alta. La des- aparicién de los hermanos Montoya habia aumentado la tensién, pero a su vez habfa permitido que muchos indigenas que tenian diferencias con Jaime volvieran a la mina. Para la explotacién, el cabildo recibia asesoria de al- gunos mineros blancos de Andes y de algunos negros de Piedra Honda, San Marino y Bagadé, que hacian turnos trabajando como asalariados. Con ellos, los indigenas te- nian relaciones de comercio. Los negros subfan por el rio vendiendo pescado seco y aguardienie y en Rio Colorado compraban oro. Los funcionarios del Incora también comprobaron que las dificultades ocasionadas por el cerco de la policia en el camino de Andes se habian solucionado en buena parte gracias a la trocha entre Aguasal y Pueblo Rico. Por ella entraban casi todos los alimentos. En Aguasal, el padre Betancur les vendia muchos productos de primera necesi- dad. Al mismo tiempe, el misionero compraba a los indi- genas muchos castellanos de oro, cada semana, enla tienda de] colegio. El resto del oro lo vendian en Pueblo Rico. 103 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA BIBLIOTECA CENTRAL SOL “eyONpuoD Ns op eoJaoe sepnp sel uorefedsap as olsa u0D “euOpreD zZlaqay cfezuoy upigey oleyeloas [a od A soAoH eng on) -SIUIW [3 1od sandsap serp soood opeuy anj oluawunoop 1a 6261 ap siquistoip ap €[ [9P S8TO USN [osal eB] Us ep -BU8ISUOD Opanb eprpaul By ‘oplengsad Jap ugiead ef 9q -olde aIUAUITEUL “eUayqoid fa OAeNU ap JeTpnisa oTppap A oltmal 3s BIO] Tap BATDOIIp Blunt ET] ‘IoLa1xXa [e OTISTUTU [ap afela un aluemp ‘oue OUISIW [ap alquiaDIp uq “OSED [a Us UPDENIIE Nis IEZLISSAUI OPURIDTOS UODEN ET ap felauas eyMpemsoig e] awe yeutoy efenb eun seredaid 8 OZUSIO2 OdT2 [2 ‘sauolmensuaae sesa us aseq Uor) “sapuy Us oLiZy OPED ap efe7 Bj ap eloual soungsye BNUOD scatotod soysdone souas opaawos uey as soared sand ojqand ns enuos ugtsesoaald ere? eun sa SeUaZJPUl SO] UEWWOsa anb oysoy ‘elesuy ey] opeulmouap ols ja ua Bporod ap oysand un ap ugpeal ef Jod epea -B18P [eDOs UDDENIIS EPEIOp BLM IsopURsIO sO1DUTUI $3} “Wednd0 soy od OWSTWe Wa yUs UN 2 pEPlUNUOd eT B QAaT] “819A Bf ap OJWSTUILIQn3sap [2 pepucuailsed uoo ‘eyanbonue BISUTLU pepatos eun ap aued tod oysarzep aysa aiqos BI -abTy as anb uoperdoidxa Ee] A soue sounsye sory oun] feqiuy eue’yput je Jod ugfy cou un ap oywanutiqnosep [a :offp awojur ja “euLu ey ap euratgoid [3 s1qos ‘BISGWUIS NQU} EF] ap OWUWILWep Us UpiseIojdxa ap sostuied seoipnipe oypay uetqey as ‘eIOUn UOTDeT -S189| 2] SP SOATIEU SO] ap CILATUIOUODsapP [ap asSOpUBYyIIA i -olde ‘seuss ]pul ou so1sUntU souRsaidula ‘squalpensasue openiaaja uelqey oaloqe| ona A epandepuy Ja ua saqu|) “SIX9 SOLOJLME SOWATNUDEA SO] ap UglaeIo|dxe eT e seuazspul hy = “ -a8 PB] Opts elqey onsTuTW ja opednoo ejqey anb osyqnd o81e9 Jawud ja anb sgutape pLuqnosap odniZ Tq “euRDIa> Anu ajuatred eun uod opesed eqeisa A Ieqoosy opmeony Opepuacey [2 UOd pelsiwe ap A saTelIley sommouya efusd May De, oueuo uty [a anb apes SRLE SeJP O1eISUOD SeUaBIPUT SOT ap salosuajap sopezoqe ap odnig ug ‘ugistap ey Jezeyde orpid ‘sosoy eng uPULIay ‘emINoLsy ap oNsTUMM [a ‘aI -Uapisaid ng ‘our jop saTeuy & B109U] [ap BATOSIIp BUN eT awe epequesaid any oprengsal ja ea ap eisandoid ey] “«QUWaslA BUaSIPUI UNWeR|SIZQ] E] eIqos UMHEULIOJU 3 allap -1330 Jap SBUSZIPUT seIN][Nd sey UsUST] onb Joyea A elouey -Jodtul e] aiqos sopeuliosiun soy @ UpDonsut Jep ered» O][IsM> uN ap ugTsezlfeal eT osndoid A «elpasry eT] ap ons Jap edo] &] ap OADTUYap OMA [2 OULI8NS UGISIUTOD e| ‘ETT -aBTy e'] ua eyatjod eB] ap elouasaid e] uca Upepal Uy “on ey rod ‘epansepuy oly [e gsaidar sandsap ouw uQ “RUTWUIED B OLAfoA aypeua “NUL [3 “eplel seul sasaui stag ‘soduran eioey oprpied eiqey St amb ‘oueumy tas ap ‘epmBre ugpisod ge opaajoaap op tras cde la misién, acatando la resolucién del Incora, EL padr- Betancur no estaba de acuerdo. Decfa que los potreros y cl edificio los habia hecho él. Que el ganado lo habia levantad: con mucho sacrificio, Que durante muchos afios él habla sidv el misionero, el albafiil, el mayordomo, el enfermers, el ca- pataz de la misidn. Que todo eso lo habia hecho para soste. ner el internado y educar a los indigenas en la religion. Los superiores escucharon los argumentos del padre Betancur. Sin embargo, le advirtieron que no podia olvidar que todas esas cosas las habfa hecho en un territorio que por tradicién pertenecia a los embera. En 1983, el padre Luis Femando Tobén, superior pro- vinciai de los claretianos, devolvic a los indigenas las tie- rras de la misidn. La comunidad conservé, solamente, el colegio de Aguasal y decidié seguir dirigiéndolo en forma conjunta con el Vicariato Apostélico de Quibd6. El padre Betancur, un poco contrariado, pidid la dis- pensa de sus votos, abandons la comunidad claretiana y se vinculd al clero secular del Vicariato Apostélico. Mien- tras tanto, siguid viviendo en la misién y manejando la tienda, donde atin compraba oro cada semana a los indios de Ric Colorado, De igual forma mantuvo la decision de permitir el paso de provisiones por el camino de Pueblo Rico a la gente de arriba del resguardo. En Rio Colorado, mientras tanto, después del asesi- nato del gobernador Enrique Arce, el cabildo se hab/a re- organizado. En su reemplazo, habfa sido elegido Anibal Murri. Este murid al poco tiempo, en circunstancias ex- Waiias, al parecer envenenado por algunos enemigos. Murri fue reemplazado en el liderazgo del cabildo por los her- manos Humberto y Orlando Montoya, Cuando la policia atacé la zona de Rio Colorado y mato a Enrique Arce y a sus compajieros, los hermanos Humberto y Orlando Montoya se hallaban en Pasaguera jevantande sus nuevas familias. Ambos se habian ido a vivir allf y se habian casado con mujeres indigenas des- pués de la muerte de su prime Jaime Montoya. Humberto lo hizo con Xenobia Murillo. Orlando, por su parte, se casé con Nohelia Tequia. Los dos matrimonios los vincularon de por vida a clanes indigenas. Antes de eso, los dos mesti- zos eran considerados indfgenas a medias: aunque su madre tenfa sangre embera, su padre, Eduardo Montoya, el antiguo heredero de ia mina de Morton, tenia sangre blanca. Luego de la muerte de Anibal Mum, Jos Montoya regresaron a Rio Colorado. Aili se establecieron con sus familias y reorganizaron el trabajo de la mina. Gracias a su. habilidad como empresario, heredada de su padre, Humberto se mantuvo como gobernador del cabildo des- de 1981 hasta 1984. Después fue elegido tesorero. Durante ese tiempo, asu alrededor se mantuvo el mis- mo grupo que habia apoyado a Jaime en el pasado. Ahora el grupo tenia el respaldo de su tio, el jaiband Gabriel Estévez, una de las cabezas de clan familiar mas tradicio- nales de Rio Colorado. También tenfa el apoya de Justo Sintud y la ayuda permanente de algunos amigos de An- des. Estos consegufan dinamita para el trabajo de lamina, lo mismo que repuestos para el molino, drogas y viveres. El grupo de Humberto Montoya mantuvo el dominio de la zona de Rfo Colorado a le larga de seis anos. Ese dominio se acrecenté con la participacién en el trabajo de la mina de los hermanos Muriel y Aquileo Campo, Maximiliano Murillo, Anfbal Murillo, los familiares de Anibal Murti y Gabriel Sintud. Todos ellos tenian turnos en el molino de pisones, semana tras semana. Los demas indigenas podian subir a la mina a trabajar como asalaria- dos oa barequear. la paz, sin embargo, se vio amenazada por algunos rumores. La gente hablaba de la llegada al resguardo de Nuevos grupos guerrilleros. En E] Chuigo, por ejemplo, decian que Miguel Murri estaba formando un grupo ar- mado con jovenes de la region. E] grupo hacfa practicas de tiro y se entrenaba por las montafias. Por allt, segun la gente, estaban entrando muchos extrafios. Un tiempo después, por los lados de Mombi, sé acre- centaron los rumores sobre la llegada de nuevos guerrille- ros. Esta vez, la gente decia que eran miembros de una columna del Ejército de Liberacién Nacional que operaba en la zona de Carmen de Atrato, sobre el kilémetro 18 de la carretera Medeliin-Quibdd, y que se desplazaba hasta el Alto Andagueda y el suroeste de Antioquia cruzando el territorio del resguardo. Estos rumores causaban alarma entre los indios de Rio Colorado que habjan colaborado en forma estrecha con el ejército en las labores de exterminio de la columna del M- 19. Uno de ellos era Muriel Campo. Campo, segtin varias denuncias recogidas por la Orewa, dirigia un grupo paramilitar que se habia formado con ayuda del ejército por la época de las operaciones con- tra el M-19. E] grupo estaba bien armado y entrenado y vigilaba en forma constante la parte alta del territorio emberd, desde Rio Colorado hasta Cascajero. Apenas se detectaba la presencia de cualquier extrajio, el grupo reaccionaba de inmediato y salfa en su busqueda. Por esa época, en el Alto Anddgueda, la costumbre era matar primero y despues preguntar quién era el muerto. Asi encon- tré la muerte un loco de Andes que se vold de su casa y se fue por esos lados a caminar. Del mismo modo fueron asesina- dos varios desconocidos que se cruzaron con ei grupo por el camino entre Andes y Rio Colorado. 128 £1 grupo de Muriel Campo hacia sus cosas en forma clandestina pero por los caminos era comin encontrarse en el barto las huellas que dejaban sus botas. Los rumores enturbiaron la paz y contribuyeron a au- mentar las rivalidades que existian entre las comunidades de abajo (Conondo, El Chuigo y Aguasal, principalmente) y las de arriba (Rio Colorado, Cascajero y La Peninsula). ‘A fines de 1986 podia decirse que abajo estaban los mas pobres y resentidos y arriba los ricos que sacaban el oro de la mina. Por otra parte, la gente de Rio Colorado ya no dependia tanto de 1a misién de Aguasal pues Humberto Montoya, con dinero del cabildo, habia mandado cons- truir una escuela y un centro de salud. Los auxiliares del puesto y los maestros de la escuela habian sido capacita- dos por personal del ejército. De todos Jos conflictos, el mds grave era el de las riva- lidades por la mina. A Guillermo Murillo, por ejemplo, le habfan negado una vez el derecho a instalar un monitor. También habsa problemas por la dinamita: Orlando y Humberto la fiaban a algunos indios de abajo y ellos des- pués no pagaban. Asi se fueron acumulando deudas y ren cores. Al final, dos comunidades nada mas (las de Rio Colorado y Cascajero) tenian acceso a la mina. Las otras doce, no. En cambio, segtin jos indigenas de Aguasal, eran cada vez mas los paisas de Andes y los negros de Piedra Honda que tenfan acceso a la explotacion de lamina. A ellos se sumaban algunos politiqueros que cedulaban a tos indigenas para llevarlos a votar por sus candidatos a Bagadd y a Andes. Casi nadie recuerda ja fecha en que empezaron los roces por el camino de Aguasal, cuando la gente de arriba bajaba a Pueblo Rico o a la misin a comprar provisiones. 129 Los habitantes de Conondo, a veces, hasta les negaban el paso por el puente del Anddgueda. Por esa época, Miguel Murr{ se preparaba ya con sus hombres para atacar la mina. El grupo de blancos nacidos en Andes que apoyé alos Montoya también sufrfa de algunas divisiones. Luis Eduar- do Ospina, por ejemplo, se habfa alejado del resguardo hacfa afios a causa de algunas diferencias con Humberto y Orlando. Asf estaban las cosas a finales de 1986. Pero el oro de la mina no dejaba ver nada. Aunque los problemas esta- ban ahi, la gente se olvidaba de ellos cuando podfa sacar unos cuantos castellanos. La misi6n de Aguasal. A unos metros, el primer caserio que s formd junto al colegio apenas empez6 la guerra. ‘Segundo caserio construido por refugiados de la querra en ‘carcania de la mision. . = g 3 La muerte, una cosa comtiente en el Alto Andagueda, Una cruz en medio de la selva, en corcanias de la mina descubierta por Anibal Murillo. Los emberd celebran la noticia de que pronto habra una reservacion, en diciembre de 1979. sie ae Cantera de Palomas Uno. : Enrique Arce, gobemador del cabildo de Pisones de! moline calfrniano donde los ember io Colorado, asesinado por la poleia Wiluraban las rocas para extaer el oo, fen agosto de 1980 Ninos emberd, ” Puente sobre el rio Andagueda construido por el padre Bentancur. Puente sobre el rlo Conondo, i is Un jalband (Sacerdote emberd). _Indigena emberd de Ia zona del Bio Colorado. Rancho de Bernardo Arce, en Conond6. Aqui se construyé el ccaserio mas grande del Andgueda cuando estallé la guerra entre los indigenas, x“ EN LENGUA emberd, en el Alto Andagueda, no exis- tia la palabra moneda a comienzos de este siglo. Las rela- ciones econdmicas entre los indios de las distintas zonas del territorio eran de trueque. Se cambiaba mafz por pes- cado, plétano por carne, madera por viveres. No habia que contar muchas cosas. Para hablar de los billetes de los blancos, los emberd decfan «kidtia», que quiere decir pa- pel. Cuando entraron los primeros billetes, hace afios, se acostumbraba a contarlos diciendo, en lengua ember, un kkidiia, dos kidtias... aunque fueran billetes de cien pesos 0 de mil. Asf lo relata el misionero claretiano Constancio Pinto, principal estudioso de la lengua emberd. Tuvieron que pasar muchos afios para que los «kickias» ganados jornaleando en las haciendas cafeteras y ganaderas de los alrededores lograran ser reconocidos por los indios. Cuando aprendieron a distinguir los billetes, la base de su numeracién —que es el cinco— les trajo nuevos problemas. Antes, al comprar o al vender tenfan que ha- cerlo calculando montoncitos de a cinco. El ntimero siete, por ejemplo, se representaba diciendo cinco mas dos. La palabra treinta y tres era un fonema de dificil pronuncia- cidn que tenia més de veinte sflabas. Los billetes, en cam- 131 eel OURUOTUNY UN ‘UOGO], GSUOTY S3Tp ‘«sooueyq sof ours Ueq -B(BTA OU egrite pre anb 1aqes Bla soya ap aITUysip Ty» Tea A ulapayy ‘eon “ey -ueUReg ‘giosog ‘euaseyeg Ua OAN)s? SPL Bpell BURLIAS ap uy Un aquemp anb ayuas ognH ‘syed [e elana e] apep e ueq! as A UolAe [3 Ud Lee UOLU 3s ‘sayanbr] ap WolulowW un uegeidtuos ‘enaleg sp cliandosee [e Ueqesel] seuadrput $0] “UNUIOD OATOA aS SSUOLAP SO] AP alqgayy yy ‘sandsac] ‘«BlloIad Jod epanzepuy [e Uelajoa A selon sey UR! -eY ‘O10 [2 UeTpuaa ‘opted jap sandsap ‘satiny [q ‘sosaye1 souanibad ua oajod usa ojo ete aidulsls ised ‘edo eT U03 ‘ye onb ap eluand soup sou oda Te Uo» ‘zaqouRS anbnryg eians ‘«saum] [a BIsey sesod sey souTaTeprIens so] aonb op ioaey [a soulipad e seutoyo se] e UR! sand -sap A selapog sey ueqeidtuoo ‘sallIalA soy Weqesayy» ‘sou -BUCTIPY A oJ eles Ueqesnf anb sosiseps soy Joa B uldiwe> Td Ofpeisa ye a eied ‘gloZag Ua ‘e100U] [ap seUDYO sey B SALIOISIWOD sey Ueqeypaaoide anb opeso[oD Ory ap opTiq -B0 [ap SOIQUIATL SOT UOIRDTUT BT SIquINysoo BT ‘oprengsar 9 Ue epolu ap Uoletsnd as UsTque? ULAR Ua salelA soT ‘ouTietd Ua UOJ OpueU soy as anb euezIp -U] UN ogny opeso[oD of UY “O10 Ua soyasIBLIO] B Baad 0 OSTY O[GaNg ap sOITSOTOIMOPO sOLIOYNsuod soy e eq anb a1ua8 Oqn} ‘sare[luHs sesoo uoresed soUatp so] Wor ‘saTOqie SOT ap eIquios e] Ofeq casey Jesnyj un Jeosnq ered ‘erporpaul [e opel alos ‘soyreuiopueqe e epes -I[qo BJea as 21U93 2B] A saqUre} so] Us atqeUodosut efajoa a5 TOTP) fa ‘Tos epey opuens oled ‘ewyed ap aseq e sopm “SUD ‘sa[BUOTIpe.y sop aonb sosojsta A sored SPU ela soysal SCAN SOT ‘OpBIO[OD oly ap BUOARUI BT A O}UaWedUEBO fap sey e sapenZr ‘Ourz ap sefei od soqurey soy ap eared aP soda] SO] IVIqUIes UOJeIplHep UPIqUIR] EYnURy ap Sef -af sogonw soe soratiud sot ap vzueuog BT ayUeMd zel ‘Tesen3y ap Of82[09 [ap BasaeUT BUN eprende! ‘ A seul “10j Se] Sepol ap sojad eiqey oprengsai Ja ua “‘eaoda eso Ug» ‘eUTWO’ e| A satopely soy ‘auoisapoy ap soqni soy Uoresal] epeuagtxo enge ap SODSEA] SOT ap seIjaq “ofqnhs Jofoa ap ojad ns tod outs sew sey A Saye “OU soy Jod ojos ou sofay ap emsunsip SO] 8s soley NU so] B anb eluona aqua8 e7 ‘osmY TA ua UM] pansy ap odniz Jap soy owtos ‘sauaagl soumsfe iod usiquie} ep “Bsn Jas 8 ozaduta epeuasixo enge Ta ‘sandsaq “SBIQNI Se] ap BDuenede ey Ieymut @ ojed yo asIaysep ered ueqesn SeIPUT seyonut anb epeuasixo enge ap SODSBIT Saytu od Tesaq] & ucrezedura oprenSsai Te ‘O10 Jap erode vy] ug “SaIO]O) ap seIMbeyp ap soppy seu A soppy ‘Toyooye A aquaiprenge ap sefeo spur 4 sefed ‘souegwei A sojapour SOl SOPOl ap sosoislA safojer “TSB ‘AuOS ‘TOATIS SBIOP -eqe8 Ieidtuod ered seualy sowew e gise3 as A olsta elqey oS SS1UB BIUNU OOS saIqUINisos sey Ua elanAs PUM 09 -OAOId BUILT B] ap Opeaes O10 a ‘opeio[o’) org ‘elonseseg ‘osmyp [gq ‘opucuoy ‘esen8y ap soquiei so] UT “sp “AV soyisny opueiduloy sywewreos oyse8 3s ou o10 ta “ROISTIUT ET ‘salofar soy ‘soqlue) so| 3p soype1 SQ] ‘sal “UIP So] ‘oJad Ja ‘safela soy ap Bapr PT “SaIQUINysoo Sey UoIeTg “HIRD saqa|iq soy A O10 J ‘Teqo2 ap BULIO] B[ ap seuIapy “epansepuy oy [ap Ploqlila soy ap —afqdede ‘soue soun soey eisey ‘olad— aigod 4 oyenbad opunut qa ue guz0jseny OpeIojoD ory sp PULU! B[ OP O10 Js anb sesoo seyontu se] ap em sa eIsy “«sofo» ap olotimu J@ Jod sapueiz seijio sey A Sale[[Iq SO] ap sorad ap o13w “DU fs Welland Biaqtlla so] ‘lo Jap ezUeUOg EB] ap spndsap ‘AOY ‘e8iqpre uoperaumMu EB] op sora. So] 8 sayajeamba uos SOISY “IZOD Sp BWIOJ BT Us «solo» soy uoralnponut ‘o1q de la Organizacion Indigena de Antioquia que visité el Alto Andagueda durante la bonanza. «Ellos all4 en medio de esas selvas no habian visto fos aviones sino cuando pasa- ban por el cielo... ¥ en cambio ahora podian volar en ellos y estar en las nubes, mirando para abajo. Eso era una sen- saci6n muy grande. Eso para ellos era fabuloso. ¥ después llegaban alld a contar cémo era». Durante la época del oro, en el Alto Andd4gueda habia relojes por todas partes. Algunos eran enormes, de nime- ros romanos, y ningun indigena era capaz de leerlos. «Ser mediod/éa. Tal vez tres, cuatro horas, tal vez veinte minu- tos»; asi contestaban cuando les preguntaban por la hora. También se pusieron de moda las gafas verdes, para pro- teger los ojos del sol, y los zapatos de cuere, y los sacos y las corbatas. Una antropdloga de la Universidad de Antioquia ha- 16 una vez a un grupo de indigenas de sombrero y corba- ta trabajando con sus machetes en la despejada de una trocha. En Andes, cuando los indios llegaban a la zona de prostitucion, los fines de semana, las putas se los pelea- ban porque sabfan que llegaban cargados de oro y de bi- lletes.. Lo mismo sucedia en Pueblo Rico. Alli los indios se enloquecian con los billetes ilenos de «ojos» que les daban en las compras de oro y se gastaban el dinero comprando zapatos, vestidos, gafas, sombreros y montones de cosas que no servian para nada en la selva. Cuando volvian ai resguardo, el domingo por la noche, se metian al monte con esos vestidos. Al dia siguiente los botaban en cualquier potrero o canada. Cuentan que en el pueblo habia una casa donde un negociante les vendia vestidos de cachacos. Casi todos eran de segunda, pero a ellos no les importaba eso. 134 En Pueblo Rico, una vez, el cabildo en pleno llegé a posesionarse en el juzgado municipal. En Rio Colorado les habfan advertido muy claramente que no podian embo- rracharse hasta que acabaran la diligencia. Como el juzga- do estaba cerrado, fueron al barrio y contrataron varias putas. Después se las llevaron para el hotel y las hicieron desvestir, una detras de otra. Las estuvieron mirando toda la tarde, sin tomarse un trago. Al dia siguiente fueron al juzgado, se posesionaren de sus cargos y regresaron al res- guardo, borrachos, en un bus expreso que los Ilevé por la carretera hasta la fonda de Docabu. En Andes hubo un indigena de Rio Colorado, llamado Meraldo, que hizo historia. Un dia ileg6 al pueblo cargado de billetes yse le metic en la cabeza comprar tn taxi. Pagd de contado el primero que encontr6. El carro era un Ford viejo que trabajaba llevando gente hacia las veredas. Meraldo contraté un chofer y empezé a andar en el taxi por las calles del pueblo, para arriba y para abajo. Cuan- do se emborrachaba, lo hacia estacionar frente a la canti- na. El hombre estuvo en Andes, con el carro, varias semanas. Después se fue a viajar de pueblo en pueblo por Anticquia y por Caldas. Cuando regres, el taxi estaba casi desbara- tado. En Andes se le fundié el motor. Meraldo lo dejé aban- donado en una calle y se devolvida pie, por la trocha, hasta Rio Colorado. «Uno se los encontraba en Medellin o en Bogota pa- seando, bebiendo por ahi, caminando... Ellos hacian su plata y luego la botaban», dice Enrique Sanchez. Un viernes de 1980, cuando el gobernador Enrique Arce todavia estaba vivo, salid de Rfo Colorado una comi- sién que debia rendir una declaracién sobre el problema de la mina en un juzgade de Pereira. El grupo estaba for- mado por unos diez indigenas. El cabildo comisioné a 135 Alonso Tobén para que fuera el responsable. Algunos de los miembros de la comitiva eran el propio Enrique Arce, gobernador del cabildo, Anibal Murillo, descubridor de la mina, su yerno, Narciso, y Anfbal Murn1, un indigena edu- cado en Andes que se defendfa muy bien con el idioma espanol. «Hubo algunos que salieron adelante. Los que ibamos atrés llegamos a Ja misién de Aguasal al mediodfa», cuenta Alonso Tobon. «All{ los indfgenas vendieron el oro. Entre todos reeogieron como un millén de pesos. Almorzamos donde el padre Betancur y preguntamos por los otros y nos dijeron: esa gente ya va lejos... Cuando legamos ai rio Agiiita y salimos a la Union, més abajito de Docabu, no habfa ni rastro de la gente. Entonces nos bafiamos, Cuan- do Ilegamos a Pueblo Rico, por ahi a las cuatro de ia tarde, los indios que iban adelante ya no estaban. Nos pusimos a buscarlos. Y resulta que a las mujeres las habfan dejado encetradas con llave en el hotel... Nos pusimos a averiguar y¥ nos dijeron: esa gente estd en el barrio... Y nosotros fui- mos al barrio y all4 estaban. Eran come las siete de la no- che. Estaban en una cantina, todos con unas gafas muy grandes, y con sombreros. Estaban de cachacos, encorbatados. Los pelados estaban fumando cigarrillos y con una botella de Ron Viejo de Caldas en la mesa, po- niendo miisica y con viejas. Toditos estaban ah{. Brinca- ban y gritaban y le daban trago a todo el mundo. Estaban muy borrachos. El duefio del negocio nos dijo que le ha- bfan comprado la cantina...» «Entonces yo le dije a Enrique: cudl declaracién va a haber con esta gente... Nos fuimos a ver una pelicula y después a dormir al hotel», dice Alonso Tobén. «Al dia siguiente, me levanté muy temprano, pensan- do en el viaje. Miré el reloj y eran las cinco de la mafiana y no vi a Enrique en el hotel. Cuando sali y abri la puerta, al primero que veo alla al frente, en un hotel de puertas azules situado en la plaza, es a Enrique Arce, el goberna- dor, también borracho». Para el viaje, Tobén decidié alquilar un carro expreso. Sabia que en la Flota Occidental, con la gente en ese esta- do, los bajaban del bus o habia pelea. «Ese viaje fue de lio en fo porque en toda fonda que vefan querian bajarse», recuerda Tobon. «Por el camino hubo que bregar mucho con ellos. Uno sacé un cuchillo y empez6 a amenazar a los compafieros. Querfa que com- prdéramos mds trago...» « Afortunadamente, en un punto de la carretera, junto a una cascada, Anibal Murr{ hizo parar el carro y hasta a Enrique lo hizo meter al chorro y lo hizo bafiar», recuerda Tobon. « Ahi se les quité wn poco la borrachera y empeza- rona componerse. Cuando Negamos a La Virginia, querfan quedarse en la zona de tolerancia. Ellos conocfan mucho por ahi porque en tiempo de cosecha de café trabajaban en toda esa zona y bajaban a beber a esos barrios de putas. Y alld hicieron parar el carro y se metieron a una cantina. El chofer ya estaba azaradc. Cuando empezaron a tomar, yo le dije al chofer: vamonos. Entonces se montaron. Cuando llegames a Pereira ya querian bajarse era en la entrada del zoolégico porque querian ver los animales. Como estaban borrachos todos, nos fuimos para la gale- ria de Pereira y en uno de esos hoteles hicimos lo mismo que hicieron ellos con las mujeres en Pueblo Rico: los en- cerramos con llave, en los cuartos, hasta que se les quité la borrachera». E] domingo amanecieron distintos. Estuvieron enel zoo- ldgico, vieron los animales, pasearon por Pereira y se acosta- ron todos temprano, obligados. El lunes fueron al juzgado. Después de concluir la diligencia, salieron a andar y a cam- prar cosas. Sobre todo, maquinas de coser y grabadoras. Por la tarde, cuando Alonso Tobén volvié al hotel, los encontré otra vez vestidos de cachacos y con gafas. Casi todos estaban acompafiados de prostitutas. «Emtraban al hotel con una mujer del brazo, subfan a la pieza, se encerraban con ella durante un rato, y des- pués salian», cuenta Tobdn. «Al rato volvfan con otra y haefan lo mismo. Hubo algunos que ese dia entraron has- ta cinco mujeres...» «Todos se emparrandaron, menos Narciso, que estaba recién casado, Anibal Murrt y Enrique Arce, que ya sf esta- ba en sano juicio y andaba pendiente del grupo». Mientras tanto, las mujeres que habfan venido con ellos del Alto Anddgueda veian televisidn en la recepcién del hotel, Algunas se refan cuando los vetan entrar, otra vez borrachos, abrazando a las putas. Al dia siguiente, la parranda continud. Alonso Tobén, previendo el desastre, hablé con Anfbal Murr, uno de los pocos que todavia estaba en sano juicio. Entre los dos les quitaron el dinero que necesitaban para el viaje de regre- so. Luego fue con él a la Flota Occidental a contratar un bus expreso. «Yo dejé contratado eso, cancelé ia cuenta del hotel y me fui», dice Tobdn. Un amigo de Pereira le conté des- pués que, cuando se les acabé la plata, los indios vendie- ron las maquinas de coser y las grabadoras para seguir bebiendo. Cuando, de nuevo, se quedaron sin un peso en los bolsillos, Hamaron el bus y regresaron a Pueblo Rico. Después se fueron a pie por la trocha, y caminaron selva adentro durante dos dfas hasta volver a la mina de Rio Colorado. 138 Il LA SANGRE EL 30 DE enero de 1987, por la mafiana, habfa mu- cho movimiento en el resguardo emberd. La noche ante- rior, una comisién del Ejéreito de Liberacion Nacional habia dormido en Mombu y habfa subido de madrugada hasta el campamento de Rio Colorado, seguida por un montén de indigenas de El Chuigo y de Conondo. Los ind{genas de esas zonas se habfan quejado ante los guerrilleros del comportamiente de Humberto y Orlando Montoya. Seguin ellos, los dos hermanos y sus amigos estaban «mezquinando» el oro de la mina. Algu- nos habfan tenido enfrentamientos verbales por esa causa con miembros del cabildo de Rfo Colorado y con los Montoya. Al oro estaban ligados muchos otros problemas: odios viejos, rivalidades entre clanes, deudas no pagadas, ven- ganzas, lfos con ia dinamita que se usaba en la mina. Pero el oro era el pretexte que habia juntado todo eso. Muchas de esas cosas las ignoraban los guerrilieros. La comisién del ELN estaba compuesta por algunos militantes de una columna que hacia trabajo politico y militar en las zonas rurales de los municipios de Andes, Bagadé y Carmen de Atrate. Uno de sus integrantes era 141 IWHULNAO VOSLONMaia cpt VINDOLLNY 3G Gvalsuaatnn ‘sOLIanu sozeyeduioo sms @ TesUaA BUANd ‘svlata sepnap JeIgos ead ‘elqel ap ouaT] eqeisy “ensua] ue opuetqey BJABPO] “TUTeYD [a Bq! OWA] [Y “BYIOU ET ap alets sey sas 2 ueg! eA Opuens seZn] [e O8a]] UPIsTWoOD e] onb usl1q “ased Bsa Ua sgndsap osed anb of eyed BIDUATI B ages 3IPeu —sOLONU Upisa BA saTeNd soy ap soyonu— odni3 [8P SOIQUIATUL sTastoaTp o aautnb soy ap ugindaoxa U0 ‘ouaquiny ap eseo Be] Teosnq & sopetuse A soyaelIoq SOIpul sola UO03 anj 3s apie sey ‘eNnsuay us eqeiunsald o] ose opoy ‘BUWIN[OD Ns ap solayedulos sewap soy e A «Mb By eB opegaliua vyqey onb euazipul [a eBEAlA apugp Jaqes Buanb ugiquiel ‘eponzepuy [a A sapuy amus ouTues [a dod ‘seyp soun eyoey ‘solay{Luien’ ap odri3 un e op -powle Biqey cdule> ‘Ta ungag -oduresy jaunyy elsurp anb Jeijiuered odnig Jap 2193 e| eqeysa apuop Iaqes eLIandy ‘opplaipe ANU eqeisa anb uadig “seUaZ] PUT seluap so] UoO Blaqula BNnAls] Wd Ie|qey e ozadtus JUIPYD OTPUT [a OpRIOT -OF OF" ap olWeurediwes [a ua ‘aysou ey oAeo opureng ‘epeiqanb eun e oyunf odians ns opetiaqua uergqey & opeiew upiqey of eA opuepg B UeqeTpoisna anb seuas -}put soy anb o1eJ eyoey “euTWw e] Ua “eque ‘eioy esa y “seLazIput SOT Opeulol Welqey anb sauotsisap sel aplestunuios A ‘Oya -edutes [ap seyleaia) Us epenits ‘ouaqUMH ap Rsed BT B UQ[SHUOI BLT JELAUS BQRITE] OJOS “UOISIU Ns Woo optjdums Jaqey UelaIo NY [ap sopueU soy ‘oyWSLUOW Osa Uy “uotiinal eB] ua sopez EDR sOpianoe so] JeIqajao ered aqustprense ap seypa1oq seunsye Uoiedeisap as A opliqz2 oaanltt un OIZI9 as ‘apred e[ Jae TY ‘OM NJ [a ua app anb eyqey anb ofauewu jap of -bY as A BUTUL RE] ap UgTOBIOTdx= B] Op sepInjoxe sapepmmul -02 SB] ap saquejuasaidaz sol ap selanb se] ucsatnastp 35 agi SIP Top olsad Jo sive -owawedwes ye oqunf seussiput Sof e otunar A on Ja elsey ofeq uotsmuos e] ‘epmsasuq ‘soroueduios soptea 10d Opelpoisns “resny [a ua oprefap UGIaIPHap opuepO “BUT 2] Ua Opuefeqes plaquis alias Jaqey B eq! Of98 ‘Uolalip say ‘sazuequa ap ued y ‘euaziput o101 “Hal [ap lfes & A ssuoeyeisut sey Jeuopuege e uoresTqo sol ‘elmsy A epuoy erpatg ap SOIZau sola ap epOd -RLE BT ‘souttm solsa Y ‘salopefeqen soy Uoa A [9 0D Hor “219 ey “operojoD ofy ap owawedueo [2 esa8a1 ap saquy “OPURTIQ & UoTeTUOSUa O19s TITY “eur e] ap Boog ET e1 “Sey WOraIns odna Jap somqmayu soy “BUBYeUE PT UY “eAoTUOYy SOURLITSY Soy ap so8nme operojo5 Oly 4 orsfeosey 8P SOIPUI so] O[Gs ou A ‘oprengsaz yap sapephlinincs sey SBpO} sepequasaidar ueiatanisa anb ye ua 10Aeu! optiqea WN e GUT B] TeSaLua B sopIeunUUOD A eAO Wo souRturay So] Woo asiuneal sere Anu era odni Pp uorstur ey “‘epangepuy ory jap SEUSZIPUL soy UeqEyqey anb e] 2 eppared Anu Plaque ensuay e] ap aqueLea eun ‘TWeYD fa eqeuttwop anbiod Opo] alqos seyy sns ered [eapr C1EPIPUBS LN Bjoared say :sauotsalqo sns ottas ue UOTeUIO} Ol SOpueul soy “uoraisndo as saroum4 soy ueIsellos anb SoUeI TT sounsye ‘Ty Je 10d opemysal Jas e eqi opueng ‘OBUISase LIN AP OPESIPUIS BqeIsa ‘sapuy Ug ‘embonuy 4 BP[RIUSTY Us GUIS Od04D [a Ua C[Os OU ‘plaquia opren3sa1 1? Woo UepUuTT anb seutsadwes seuoz SB] sep] Isea ev op “TpueIxs BIqey as o[eu ap ewes ng ‘Aay Tu SOI Uls uoyeUr un Bia anb uepap soysnpy ‘sofndnuiosa ap eyey ns A ofoire 4s Jod arqayas oysay eeqey as oduran ood Ana ua anbiod OPatU etal 3] aqulas ef Ty ‘oprengsar Ja Ue saque oper S38 EIQeYy OlSeYorU [F “6 T-WI [2 Opesed ya us opfauaiuad Fiqey anb A praquia en8uay eqerqey anb puryo orpul un Humberto se hallaba en la casa con su mujer y sus dos hijos. Hablaba con un amigo de Andes que trabajaba con é] de guardaespaldas y con dos arrieros que habjan llega- do hacia poco por la trocha. La comisién los obligé a salir a uh pequefio monte situado a poca distancia de la casa. Hablaron durante algun rato en lengua emberd. El indio chami pedia a la gente que le dijeran cudles eran los bue- nos y cuales los malos. A medida que los indios hablaban, Humberto y los blancos eran separados a uno y otro lado. La matanza empez6 a los pocos minutos. Humberto fue atacado a garrotazos por varios indigenas que lo in- sultaban en lengua. Otros también lo atacaron a cuchilladas. Después lo remataron a punta de machete. Lo mismo hicieron con los dos arrieros que habian legado de Andes. Al final, el cuerpo de Humberto fue descuajado a machetazos y clavado en una estaca. Antes de abandonar el sitio, uno de jos ind{genas le sacd el] corazdn y se lo metis en la boca. Después, obligaron a la mujer de Humberto a que les sirviera comida. Al guardaespaidas de Humberto, por una equivoca- cién, le perdonaron la vida. El muchacho ensillé una mula y se fue huyendo por el camino de herradura a pesar de que ya estaba demasiado tarde Cuando la comisién regresé al campamento, alguien se dio cuenta de que trafan la ropa manchada de sangre y de que el indio chami tenfa puesto el reloj de Humberto. Uno de Jas hombres del ELN pregunté por él. Unindfgena le contesté: «Ya lo mataron... » ¥ por el campamento corrié la voz de que habian ma- tado a Humberto Montoya y a Orlando, En medio de la confusion causada por la borrachera general y por la ma- 144 tanza, los miembros de la comisién se dieron cuenta de que hacia rato habian perdido el control de la situacién y decidieron abandonar Rfo Colorado, muy asustados. A pesar de que sus compafieros se lo exigieron con energia, el chamise negé a acompafiarlos y se quedé bebiendo con los demas indfgenas. El jaiband Gabriel Estévez estaba a esa hora en la casa de Rio Colorado. Cuando sintid la bulla, salié al corredor a preguntar qué pasaba. Apenas se enteré de la muerte de sus dos sobrinos, lleno de ira, el anciano se acercé a los indios que habfan matado a Humberto. Ellos no escucharon sus palabras y con las mismas armas lo mataron a él y a su hijo, Pedro Estévez, que co- trié a defenderio. Esa noche, los hombres del grupo co- mandado por el indio chamf también mataron al segundo gobernador del cabildo de Rfo Colorado, Gabriel Sintua, a Fermin Guatiqui y a Muriel Campo, jefe del grupo paramilitar. Después se fueron a seguir el rastro del amigo de Humberto al que habfan dejado vivo por equivocacién. Le persiguieron varios kildmetros por el camino hacia el ce- rro de San Fernando, tomando aguardiente, pero no lo pudieron alcanzar porque el muchacho, lieno de espanto, ya les habia tomado mucha ventaja. 145 AL DIA siguiente, la noticia de la matanza en Rio Colo- tado se regé como una bola de fuego por rfos y montafias del territorio embera. La historia se supo de labios de algunos arrieros que venian de la parte alta. Apenas se conocieron Jos nombres de los muertos y los indigenas se enteraron de que entre ellos estaba el jaiband Gabriel Estévez, tio de Humberto y Orlando Montoya, empezaron a abandonar los tambos y a huir, Ilenos de miedo. Los de la parte alta se fueron casi todos a Andes y a Piedra Honda. Los de la parte sur se refugiaron en caserios de Risaralda situados cerca de la carretera Pueblo Rico-Tad6. Algunos mds prefirieron que- darse en el resguardo vy empezaron a concentrarse en Conondo y Aguasal. La mina fue abandonada y el indfgena chami permane- cid algunos dias mas en Rio Colorado, tratando de ponerse al frente de su explotacién. Pero la gente estaba muy asusta- da y jo dejé solo. Después abandoné el resguardo y se fue al departamente del Cauca. Cuando el ELN to expulsé de sus fas, el indigena se vinculd al grupo Quintin Lame. El asesinato del jaiband Gabriel Estévez provocé mu- cho dolor y mucha rabia entre los emberd. El viejo era acatado y querido por la gente de todo el resguardo desde acta muchos afios. En el cabildo de Rio Colorado, los go- bernadores lo consultaban para tomar cualquier decision. para casi todos los ember él era una especie de patriarca que encarnaba las tradiciones heredadas de los abuelos «de Antigua». Estévez no tenia mucha claridad sobre el mundo de los blancos. Su mujer ni siquiera hablaba espatiol. La uni- ca amistad que habfa tenido con un blanco —su cufiado, el viejo Eduardo Montoya— se habia dado por razones de parentesco. Aunque durante los ultimos afios habia esta- do muy cerca de la gente blanca e india que explotaba la mina, Estévez no era ambicioso ni buscaba sobresalir. Por ser tio de los hermanos Montoya, y por vivir en el campa- mento, junto al rio, tenfa un turno en el molino y éste le servia para sacar un poco de oro y sostener a su mujer y a sus hijos. Sin embargo, se habfa inmiscuido muy poco en los problemas. Luchaba, nada mas, por vivir en paz. Con los blancos era acogedor, pero retrafdo. Los miembros de la comisién que visité el Alto Anddgueda en 1978 jo re- cordamos siempre como una persona con un alma trans- parente: un emberd de Jos viejos, un abuelo bueno. La noticia del éxodo indigena y de la matanza llegé a Quibdé a los pocos dias. El vicario apostdlico, monsefior Jorge Ivan Castafio, decidié enviar a la zona al director del Centro de Pastoral Indigenista, Agustin Monroy. Cuando el sacerdote liegé al colegio de Aguasal, los maestros ya hablan empacado su ropa y se preparaban para cerrar el internado y abandonar el resguardo. El pa- dre Agustin se reunié con ellos para evaluar la situacién. Una de las maestras le dijo: «Padre, aqui han matado gen- te de uno y otro lado, pero nunca habia sucedido algo tan grave... Matar a un jaibana viejo es una cosa muy compli- 147 cada. Signitica maldiciones, significa todo to que usted quic la... LO mejor es que cerremos el colegio y nos vayamos, ESto se va a reventar .. » En ese momento, el padre Betancur no estaba en la ini- sién. El enviado del obispo de Quibdd, a pesar de la grave- dad de Ja situacién, decidid permanecer en el resguardo, Querfa dialogar de algtin mado con los indigenas. Por esos dias, Justo Sintud, gobernador de Rio Colora- do, se habia refugiado con su familia en Piedra Honda, un casérfo peblado por colonos negros y situade a orillas del rio Andaégueda. Desde alli viajd a Bagad6 y a Pueblo Rico, con el fin de denunciar la matanza ante las autoridades y pedir al ejército que entrara al resguardo y detuviera a los culpables. Sintud acuso del crimen a por lo menos dieciséis ndfge- nas. Entre ellos estaban el chart, que habia legado con la comision del ELN y que hablaba emberd; Hipdlito Vitucay, de Conondo; Sigifredo y Lazaro Vitucay (hijos de Gabriel Vitucay), de Mombu; y Miguel Mur, jefe del grupo armado que se entrenaba en las montafias de El Chuigo. Segtin el gobernador, la noche de la matanza iban con ellos algunos indigenas de la parte de abajo del resguardo. Entre éstos, el mds importante era Santiago Rivera, conocido en Aguasal con el apodo de «Chindfo», Rivera habia cambiado de nom- bre varias veces porque lo perseguian las autoridades de Risaralda, acusado de cometer algunos crimenes en varios caserios situados en cereanias del resguardo. Los ruegas y las denuncias del gobernador de Rio Co- lorado, Justo Sintud, no fueron atendidos por los jueces ni por el ejército. Segiin ellos, la situacidn de orden publico en el Anddgueda era tan grave que la entrada de las tro- pas podia provocar mas enfrentamientos y mds matanzas. El gobernador indigena regresd decepcionado a Piedra 148 Honda y desde alli comenzé a preparar la venganza con todos sus aliados. A los pocos dias, tal como habia dicho la maesira, empezaron las muertes en todas partes. Fl 24 de marzo, miércoles santo, cuarenta enmiasca- rados armados con pistolas y fusiles entraron al resguar- do por el caserio de Piedra Honda y atacaron El Chuigo, a las seis de la mafiana, cuando la gente todavia dormi{a. Durante el ataque, varias mujeres y ancianos fueron golpeados. Los enmascarades mataron a Enrique Tequia y a Jaime Batiqui, robaron ia tienda comunitaria, mataron los cerdas y las gallinas que se encontraron a su paso, des- truyeron algunos tambos y dafaron los cultivos de mafz que tenfan los indigenas. Cuando se retiraron, se llevaron con ellos a Cristébal Viscufia y a ocho indigenas mas. En un comienzo, el ataque fue atribuido a] ejército en forma equivocada. La conjetura partié del hecho de que les enmascarados parecian buscar con insistencia a algu- nos indigenas de dos familias, acusados de tomar parte en la matanza de enero. Dias mds tarde, sin embargo, algu- nos indigenas que vivian rfo abajo dijeron que entre los enmascarados habia gente de Rfo Colorado que se habia refugiado en Piedra Honda después de la muerte de los hermanos Montoya y el jaibana Estévez. La noticia del ataque a El Chuigo se conocié en Aguasal por Alvaro Murillo. Seguin varios sobrevivientes, los en- mascarados iban buscando a Miguel Murr y a su grupo para cobrar venganza por su participacicn en la matanza de Rio Colorado. En ese momento, en los alrededeares del colegio de Asuasal habia empezado a formarse un caserfo con refu- giados que ventan de la parte alta del resguardo, amena- zados de muerte por el problema de la mina. 149 El mismo dia del ataque a El Chuigo, un helicéptero con varios mineros de Andes y Frontino aterrizd en la zona de Rio Colorado. La nave llevaba tres molinos de bola para la mina. Segtin declaraciones de varios indigenas, en el helicéptero iban Luis Eduardo Ospina, Francisco Correa y otro blanco de nombre Germén, de unos cincuenta y cin- co afios, de quien se dijo que era un minero de Frontino. Ospina era un muchacho de Andes que habfa partici- pado en la lucha por la mina con Jaime Montoya, en 1978. Luego habfa tenido algunas diferencias con él y con sus primes Orlando y Humberto. Por esta razén habia aban- donado el resguardo hacfa varios afios. La llegada del helicéptero fue recibida con sorpresa por los pocos indigenas que todavia vivian en Rio Coiora- do ya que la mina estaba abandonada desde el dia de ia matanza. A los pocos dias, la gente se enterd de que Luis Eduar- do Ospina y un grupo de mineros blancos habfan hecho un pacto de palabra con Justo Sintud, el gobernador, y Tintiliano Guatequi, para reabrir la mina y trabajarla en forma conjunta. Sin embargo, muchos indigenas que ya es- taban cansados con los problemas causados por la presencia de los blancos en Rio Coiorado se opusieron al pacto. Los mineros contrataron dos aserradores, dos oficia- les de albaiiileria y dos mecdnicos con el fin de reparar el molino y adecuar las instalaciones de la mina para poner- la a producir en poco tiempo. Los seis hombres, acompa- fiados por los mineros, comenzaron las obras esa misma semana. Pero a los pocos dias tuvieron que suspenderilas. El clima de violencia se hab{a extendido a todo el territo- rio embera y los indigenas que no estaban de acuerdo con su presencia los obligaron a abandonar la region. Los mi- neros blancos se retiraron de Ric Colorado a regafiadientes y muy decepcionados. Luis Eduardo Ospina, el lider del po, mutié por el camino de herradura, de regreso a An- des, al ser empujado a un abismo. Mientras tanto, en la parte baja del territorio embera continud la violencia. El 14 de abril, otro grupo de enmasca- F rados atacé de nuevo el caserio de El Chuigo. Seguin la Orewa, ) esta vez pertenecfan a un grupo paramilitar entrenade por el ejército. Durante su incursion, Mataron a Emilio Batiqui y a E. cinco indigenas més, dos de ellos adolescentes. Los enmascarados se llevaron a Alipio Vitucay y a tres F mujeres de familias embera. Pocos dias después, todas ellos E aparecieron vivos por los lados de la quebrada Iracal. El nuevo ataque a El Chuigo dejo claro entre la gente Bde la parte baja del resguardo que la venganza de los indi- genas de Rio Colorado no iba a ser una cosa pasajera. Por eso, muchas familias que se habian quedado decidieron donar sus casas. a 19 de abril, el ejército entré a Rio Azul, en El Chuigo, en cercanias de Mombiu. Los indigenas que todavia esta- ban viviendo en esa zona huyeron de sus tambos y se in- ternaron en el monte. Mientras tanto, en el colegio de Aguasal, el padre Agustin Monroy se esforzaba por entender el conflicto y recib{a testimonios de muchos embera que conocfan la historia de las peleas por la mina de Rio Colorado. El mi- sionero trataba de tender puentes para que hubiera un didlogo entre los bandos enfrentados. Lo mismo hacfan los maestros y los seglares que trabajaban en la misién. erra continuaba. Pron 3 ‘de mayo llegé al puesto médico de Aguasal la indigena Matilde Vitucay. La mujer venta con una bala incrustada en una pierna y, en los brazos, un nino de siete u ocho aftos con esquirlas de granada en la cabeza. El 151 AERA A AP ae “ 4 if inspector Libardo Tequia la recibid. La muchacha hablaba muy poco espafiol y el personal del colegio no lograba entender lo que decfa. Sin embargo, traia una carta escri- ta por sus familiares donde se denunciaba un ataque de varios hombres enmascarados a la casa de la familia Vitucay, en Cascajero. Cuando los maestros leyeron la carta se dieron cuenta de que habia sucedido una nueva desgracia. Esta vez ha- bian matado al jaiband Bernardino Vitucay, un anciano de setenta afios. Con él habian muerto dos de sus yernos y dos de sus nietos. EI jaiband Bernardino era otro patriarca y otra cabeza de familia tan importante entre los emberd como Gabriel Estévez. Su casa estaba situada al terminar la loma de Caseajero, por el camino entre la misién y el Rio Colora- do, poco después de la casa de Guillermo Murillo. Era un tambo grande y bien construido donde el viejo vivia acom- pafiado de sus hijas, sus yernos y sus nietos. En la carta, uno de los sobrevivientes decia que el ataque habia sido de noche. Los enmascarados rodea- ton la casa y «fumigaron» a tiros al jaiband y a su fami- lia, Después tanzaron contra ellos algunas granadas. Unos pocos se salvaron porque alcanzaron a huir, apro- vechando la oscuridad, cuando sintieron los primeros disparos. Por la firma, el inspector de Aguasal se dio cuenta de que la carta habia sido escrita por Herlinda Vitucay, nue- ra del jaibana asesinado. Herlinda decia que, a pesar de las mascaras, ella estaba segura de que la gente que habia matado a su suegro y a su familia venfa de Conondo. La afirmacién de Herlinda dejé desconcertados al ins- pector y a todos los indigenas de Aguasal que se entera- ron de] asunto: el jaibana muerto era familiar de Hipdlito 152 Vitucay, lider de Conondo. La carta sirvid para que los maes- rros del colegio y los misioneros seglares que trataban de mediar en el conflicto empezaran a entender que la guerra entre los emberd y el problema de la mina estaban siendo aprovechados por gente de los dos bandos para cobrar toda clase de venganzas. Matilde Vitucay y el nifio herido con esquirlas recibie- ron atencidén médica en el puesto de salud. Después fue- ron entregados a sus familiares. Las noticias que trajo Matilde dejaron intranquilo a todo el mundo. Ese mismo dia, un grupo armado se llevé por la fuerza a Pedro Virichara y a tres indigenas que anda- pan con él. Todos ellos estaban cazando en la region de Pasdguera, que linda con El Chuigo. En el resguardo no se volvid a tener noticia de ellos. E! 12 de mayo, en esa misma zona, mataron a Rodolfo Sanapi, Pedro Nel Rivera y Amelia Sintua. Esa semana, nuevas familias bajaron de las montafias de la parte alta y se refugiaron en el caserio que se habia formado junto al colegio. FI 15 de mayo sucedid algo peor: gentes de Rio Colo- rado y de la mina, borrachos y armados hasta los dientes, entraron por Piedra Honda y atacaron de nuevo el caserfo de El Chuigo. Alli, los indigenas se habian reunido a espe- rar una comisién del gobierno que habia prometide me- diar en el conflicto. La comisién no llegé en tedo el dia pero, en cambio, a !as ocho de la noche, llegdé una turba enfurecida y le prendid fuego a los dieciocho ranchos que todavia quedaban en pie. Mientras los ranchos ardian y las mujeres gritaban, llenas de pavor, los hombres que habian llegado de Piedra Honda se dedicaban a matar a balazos y a machete a toda la gente que encontraban a su paso. 153 SST -Wd [¥ ‘OpuoueD ap oLesed [9p spi] ‘ABONA OU[OIH oP TelyIwey ea A souk OOUlD A equasas Bjuas ofnig yy “AeonlA, oieuog Ruearel ja oAew! ap ZZ Je Opeutsase Opts eIged ITV ‘ABINILA, OUTPLELIEg ap esB> eC] ap Bd190 Anu ‘oralease ap ole [a Ua oplpaons elqey UaULId [2 ZaA Pisy ~ejadsiA e] epLmso ‘ezuelew eAanu eum ap o4aqua as UDISTULOD ET TRULY Ty “UoTUNed ET op oseoey |e go0aoid A SUaIQUIE ]9 GapTRd “UPISILUO> BT BPOd ap aIUEfEp eUay ‘UOIIesNde BT “KBAOTUOY] SOURLIBY SOT & A ZdA0189 ]auqey eueqrl [e Jewew Uorepuewl anb so] uolany ema P] 9p soy sopaispp> ‘soperare Anu ‘euespiand e uclaltp 3] ‘epuoH eIpatg apsap opefeg urIqey anb ‘opelojoD OfY ap soTput so] ‘opeseg ue ugTUNal e] gzadtua apueny ‘yesensy ud opipeu eBiqey A ofex ela anbiod ugistwo2 ey ered optaoosa opts eiqey “BEMaIO P| 3p opefajap [a ‘ewesgiong seIqo] ‘opeseg eB olaidoorjay un ue ABBA] OIBOT A epangepuy fa Bisey oR ap €Z 19 ofeta odrus Ty ‘soze][OD ap Zareayy BUEW B49 “99045 TP eIOpRUsag -08 PT A SOIRIIA SPZIAN Sel ered ope8ajap Jopemooid ]2 (emalg eT ap opesayap ‘eueSpiand) sejqo|, ‘euasspul JeuOPeEN LODeZTUeZIO BT AP aquapisaid ‘gimd omoreuy ‘UODEMGeYaY ap [UODEN URI [ap BUeUOHUTY $342 pple ‘OUaIqoD ap OLaISTUT] Jap seuasypu] soIUNSY ap apf ‘pueiqapfy UA Ube] Iod epeuLoy eqeise UOISTUIO] BT “Blua|qoid Te UgTNjos Bun elotsndoid A seu -a3]put so] Woo ereZoyerp anb ugistuiod BUN TeLAuls oTplaP as ‘UOIeN's e[ ap pepaaess eB] aiue TeuoOOeU ousatgo8 [2 od RloZog Ua epldouos any E—PUOU eB] OpuEN *Z29A91ST jauiqey eueqrel jap alan e[ ap sandsap epangepuy oy 19 Ua Bpelesap eLieng ef Us eZueIeUL Joad e] any Bsy ‘90 -aredesap o8my9 [q ap Ope[qod [> ‘o1WaWOUs asa ap miued ¥ ‘OPgMe-UPEPsl elaiaLied eT BEY WOLoNy as SPul seu -aZIpur soluamimb ‘sourunay A softy sns A JLmyy pansy ‘ABINIA, JAUGEY ap sBNep ‘ezuejeU Pe] ap sandsaq ‘aluaipiense A opeosad ‘zreur ‘oueipyd tod sorput so] uo oro Terquies eB epanzepuy Ja od ueiqns sounsry ‘eAoIua| so] ap eoods PB] alueMp je urgeleqes soya ap soysny ‘OpesoyOD oy A olafeoses) ap seUazIpUI SO] ap sOZIWe UBIA A BUILT eT Ua sas -3191UI UeIua] anb epucy eIpalg ep so1Zau salopeyqod sou -n3/2 Jod Ustquel opesysul any o8myY > [qe anbeye [q ‘OpeiO[O7) ONY Ua OloUa op ezZURIeW e] Opezaqeoua eiqey anb ‘nrTq jep aluewpu ‘Jureya wuss -JPUI [3 UOD SOXL 193] ap Ueqesnoe oF UsIquUB] ‘9204p A embonuy ap saw] soy iod eqepue enb NTq [ep BULTYOD FY ap o81We ela fanzty anb epap aad eT LLM] SO UO eIp -aons eptzazed esoo Bul, ‘[Nzy ONY opeurey] o8MYD [A ap Olus UM Jod opren3sai [e UOFeIUA sOlaTLuans soy opueno ‘61-A [3 YOO Up TDeJal JaUual Ud SOJeWUd soy Opts uelqey ‘eniuis oisne ungas ‘anbiod sour sour e]32y apsap BLT E[ ap aes ey tod ofaa1 uod sopelu uRsa Aen, soy “OPeIO[O} OJ" ap ezuewul ef ap sowaip sajqesuodsai owed sop -B[ellas URQelsa sOpel Ise “OpqMd A UJTEpaW anuea elai -31e3 B] OpuRdasng ‘eyson eun Jod oprengsal Jap UoraAnY A anbeve [ap seiue uosejoa as soja O1ag AeonatA, O1eZeT] A opaylats softy sns A ABINIUA [aUGeD ‘LUN fens ep eosnq Ud ZA BNO BAT BGI] EB] :aLZues UCD epRIqos szues ‘e8aUjal E] 21ueINp uolaU NUL SPU SaIQWIOY O30 sous OC Jod ‘emaic e] UNBaS ‘uo1sDorede “Sap UsIGUIE) Satan alas “‘OpusTULMp Uegeise eA syso0u ¥] ap B1oy #Sa B anb soutu asd0p sopettianb uoratmur sorta ap onuaq ‘odwian ood Anu ua sewel] se[iod soprumsuoa uosany ‘eured A enpeng Woo sopmiysiios ‘soyauel so] ae TI Vad dj men fue recihido por la gente de abajo del resguarde: come una nueva retaljacién de la gente de fa mina. Junto con el viejo fueron asesinados Evelino, Virgilio v Fermin Vitucay Los miembros de la comisioén regresaron a Bogota im- presionados con tantos crimenes y sin entender muy bien lo que estaba pasando en el resguardo emberd. £] 1+ de junio hubo una nueva matanza, Varios hombres armados con pistolas, cuchillos y machetes atacaron por la noche el tambo de Eugenio Vitucay, en Pasdguera, Alli mata- ron al jefe de la familia y a sus dos hijos. También asesinaron auna mujer que estaba en embarazo. Los asesinos se lievaron con élios ala esposa de Eugenio, Ceimira Sanapt, y a la indt- gena Licenia Tequia, junte con suis nifos. Esta fue otra matanza dificil de entender para la gen- te. En la regién de Aguasal se cree que el ataque a la casa de Eugenio Vitucay fue llevado a cabo por Fernando Arce y su hijo Laureano, junto con algunos compafieros, al pa- recer cobrando otra vieja venganza. El asesinato de Vitucay y de sus dos hijos fue presencia- do por su padre, Baltazar Vitucay. El viejo logré salvarse y alcanz6 a huir hacia Piedra Honda, donde se refugid durante algiin tiempo. Luego se fue a vivir a la region de El Salto, A partir de este momento, la gente que atin vivia en la parte de abajo del resguardo abandond sus casas v se fue en un éxodo masivo hacia la misién de Aguasal. Los maestros del colegio dicen que al internado llegaron mas de seiscientas personas, buscando refugio. Entre ellas es- taba Guillermo Murillo, quien tuvo que huir de Cascajero Junto con todos sus hermanos y familiares, lo mismo que con su suegro, Mamerto Murillo, suegro del finado Humberto Montoya. También se vinicron a vivir a Aguasal algunos indigenas de Morro Pelon. un caseria situado por eloaming hacia ela Vivieora, [Bb La atluencia de tanta gente hizo que en los alrededo- res de la mision de Aguasal se forinara oro caserio, en la parte de crfrente. donde se asentaron Guillermo Murillo ysu familia y luego FP ernande Arce, también con su fami lia. Al lado del colegio se construyeron Nuevas casas pata aloiar a los recién legacdos que huian de Cascajero y Pasdguera, como Ricardo Queragama y Servelion Sintua. Otro grupo de emigrantes se concentré en Conondo, al lado del antiguo rancho de Bernardo Arce que también servia de cantina. En poco tiempo, después de esta ola de crimenes, el pueblo crecié de tal manera que paso a con- vertirse en el caserio mas grande del resguardo. En la parte alta, la gente de Cascajero y Rio Colorado que no habfa salido avin, emigré a Piedra Honda ¥ a An- des. Muchas familias de Cevedé y Aguasal, en cambio, se fueron para Santa Teresa y Marruecos, dos pobladas si- tuados en territorio de Risaralda, en los limites del res- guardo. / En junio de 1987, las selvas del Anddgueda parecian deshabiradas. Era como si una peste bubdnica hubiera aca- bado con toda la gente. La Orewa asegura que de los ca- torce caserfos que habia en e! resguardo, solo cuatro quedaban habitados. En ellos, la gente que todavia no ha- bia huide estaba cavando trincheras. 157 6ST 8 ap O1MMse [a Ua SAPUY AP EIULIG 3198 LI ap UOTSTUIODIUL By Ua us8tO ns efual OPIUOS Je anb Byuaysos ‘aued us Jod ‘emalQ BT ‘Iey[u UpDUaATAIUT eUN era a[qisod epryes eoun ey anb A eypden’ ap eulsyqoid un es epansepuy oly [ep oy anb eorgnd eutoj ua reaueyd e uorezadua Teuo pel olaiges Jap soLledolDuTy souns]|e ‘cAeu Uy et op -WeYon] AMZas SOMNpHep sososoU ‘oSIequis UIs ‘eWatqord [2 Wed sojos uoTefsp sou Osa Jog ‘UOZEI WEI} A» “Upsnsy arped [9 oo1p ‘«eponsepuy Te Ielqua opal eqep se] “UOIZSI B] B IDATOA ou UaiaIphap soueuctuny sol A ugmmes eT anbid e uol -ela oplengsel Ja ua sepLinso sezueeU! seaonu se] 10d BPPSNED UOTSUS] ET ‘OISUOISTU Jap oseaely Jautuid ja UsIq -Uei any asy “salapy] sounsye Woo olsiaatiua as A gpeseg RIseYy ang anb UoTsTWod BLM OlAUS TRUOTDRU OLLIaIqos [3 “giaqUla sol SNUa OPIJiLOD [a OpezuBoye elqey anb epusy] -O1A B} Ua opednoosld A ‘ugpned esa e elsandsal ug “plion3 By Jausjop eied seusziput sauoloeziuezio sey Be A owtalgod Te epnite opuatptd TeuoTseUuraIl SOs un OzuR] ‘opqingd us MoI 8] 9p Bpnde Ee] UD ‘ofegel] ns ap OaINU0D OpeyyNsat Jauud ja or80] unsnsy arped Ja ‘oARUW Ua ‘scqtue] so] ap OTPUSOUT [a US SOUT Sd0P SOT Sp DUAN eB] ap A O8MYD [1 e anbeie [ap peplanso By ap gza1Ua as anb ap sandsaq “0110 B Ope] UN ap CaLod ap JaIe A ““IBUTLBS ‘TeUIUIeD ‘sopeTZnjai seuaIpUl soy Uo Ie[qey “sOLase) SOT IBUSIA ‘sol sol Jesoaelie ‘ofege & equle ap ppangepuy [ap sealas sey sod 1epue :ozIeiw ap A olaiqay ap GUIS O] OpusTovy emsas usNSy siped [a ‘Tuge uy “puaquia SOIPUL SOT ATWLUD 13s & eq! sIOpIaoes op UOTSILL eIaWLd ns anb soualt A sesa ap Ruan eun Ielesap e eqi as openssl 851 [a us enb gsuad seul oreg -oureutuies [2 Ua ‘sonsaew sns Lepap anb oy elges ojos [esenSy ap ugtstur BL ap A Moueleg ofoiuy sor aiped [aq ‘seuaZypur sojqand soy uo> PEpUEpTOs 3p pio. un ua odpred aquerpniss eta op “ena anb ap iesad 2 ‘epan3epuy jap ommse Tap coed Anu Te[qey opjo efqey “our asa BIseHY ‘OUseismiua A ofoLre uo esies esa iod Ieyasu] e ozadiua 4861 ap oraigay apsop A ‘Biian8 e] Tered ap reve A epansepuy ye it :oquau “OUl 983 US OJELEIA [9p [OYIp seUL eazel eT ope8reoud E]gey 2] “OWeIset) uvAy agsor AoUssuOW ‘opqme ap od “SIO [2 A UN[EpeW] Us sola] soIOUOISIUI SOT ap UOT “BLLIOJ 3p SBSED SLT ap BUN Ud BIDUIED PT OpErpmisa BIGeH ‘Saye Sasol sop seuade opeuapio eyqey ag ‘aiopsaaes op Ugishu Brawl ns ela elisa unsn8y arped ya ereg ‘OWB9[OD ja Ua Tefeqen e opesayy Biqey anb oxzsuorsnu caamu Ja ela ja anb uelqes eA Tesendy A Opucuos) Ua UPLATA une anb seUa3IPUL soy osad ‘sautdnyq A PLPNyes Ouls IMauRIag sped ya oWOd ‘voue]q BUBIOS eqesn ON ‘SeZUBIEUT sey A soa10I) so] ap (paul ua zed eT ap A oo] “PIP Tap Opueyqey ‘omquteuos un outed ‘ono & oyasea un ap eqeurures Aciuoy] Upsndy azped ja ‘prsquia ovoqLuey Je oper Jod eypuayxe as eran yy A assures P| VISHOD SVELLNAI mina de oro. Los indigs de Rio Coluradu, en cumbiu, ase- guraban que los culpables de la situacién eran los miem- bros de la Orewa, a los que acusaban de haber propiciado de algun modo Ja matanza de Rio Colorado. A fines de mayo, sdlo dos instituciones sostenian que cl problema del Andagueda era mas complejo de lo que se pensaba a primera vista y que para solucionarlo habia que contar con los indigenas. Una era la Consejeria Presiden- cial para la Paz. La otra, el Vicariato Apostdlico. El 5 de junio, durante una reunion promovida por el gobierno del Choco en el Club de Leones, en Quibds, ei padre Agustin Monroy comprendi6é hasta qué punto ha- bian ganado fuerza los sectores partidarios de una inter- vencion militar. Durante una discusicn, al final de la reunion, el comandante de la policia Divisién Choca dijo: «Que me perdonen Jos padres, pero alla lo que hay que hacer es arrasar. Fl problema del Anddgueda es de guerri- Ila y los idiotas utiles de los guerrilleres han sido los mi- sioneros del Vicariato». E] padre Agustin cree que nunea en la vida va a olvidar las palabras usadas por el oficial: «la solucién es arrasar. Movido por ellas, fue al Vicariato Apostélico apenas termind la reunion. Estaba segure de que en el Andagueda ya habia demasiadas armas desde 1978, y de que éstas, en vez de contribuir a una solucion de los conflictos, lo que habian hecho era causar mas muerte y mas dafic entre la poblacién indigena. El vicario lo envid a Bogota a entrevistarse con Martin von Hildebrand, director de Asuntos Indigenas, ycon Pauicia Cleves, de la Consejerfa Presidencial. Los dos eran miembros de la comisién enviada por el gobierno a Bagadé. E] misionero les hizo un recuento del conflicto y les pidid intervenir antes de que el ejército o la policia entraran al resguardo y provecaran con sus armas un nuevo desastre. Los dos funcionarins estuvieron de acuerdo con el ini sionery en que ef problema principal del Andigueda en esos Momentos era el de las matanzas ¥ que una NCU SION del ejército o dela policia no conducina sino a agravarlo. En tiempo de guerra na se ave misa: el padre Agusun regreso al colegio de Aguasal y siguio caminando poi el Anddgueda. A fines de julio va habia ido a Cascajero, a Rio Colorado, a Conondo, a Andes, a Piedra Honda, a Bagado, a Cevede, a los poblados de la carretcra Mede- Hin-Quibdd. Por donde se iba un grupo de indigenas hu yendo de la guerra y de la muerte, por ahi mismo se iba él, detras, a hablar con ellos buscando una salida. Para ese duro trabajo no tenia mas ayuda que a de Ja maestra Odila Echeverry, que permanecia al frente del in- ternado de Aguasal, v del misionero laico Eugenio Valen- cia. Todos los demas blancos que vivian en el resguardo, incluidos los maestros, se habian ido. v el padre Betancur pasaba casi todo el tiempo en Pereira. En lo peor de la guerra, gracias a su trabajo, el Centro de Pastoral Indigenista de los padres claretianos era la unica instirucion que los emberd admitian sin reservas en su territorio. El, por su par- te, era la tinica persona que podia cruzar de un lado a otro las Ifneas que separaban los territories que estaban en guerra. Por eso, a partir de mavo, empezd a caTgar con la responsabilidad principal de lograr una salida pacifica al conflicto. Por formuna. en ese momento, sabia que podia contar con la ayuda de dos funcianarios del gobierno que pensaban que el problema no jba a arreglarse nunea a punta de balazos. — Enel mes de agosto tuve que caminar todavia mas. En las visitas, el misionero Hevaba siempre una propucsta: hacer una reunién en Quibdé can todos los gobernadores ay dialogar como hermanos en bus- para detener la guerr ca de una solucion pacifica. A veces, en ese trabaqo, sutria desengafios. Une de ellos Te ocurrid per cl camino de Aguasal. cl dfa en que encontré a una colunina del ejército que habia entrado por sorpresa v habia decomisado mu- che armamento. «Yo pensaba que los indigenas de Aguasal v de Cononde aceptaban el didlogo de paz. con sinceridads, dice. «Pero ese dia me di cuenta de que tenian armas muy bue- has pero las tenian enterradas bajo tierra». Aun asf, decidio continuar con su tarea, como si fuera «un caballero de Ja triste figura». «En un comienzo nadie aceptaba sentarse a hablar de paz», cuenta el misionero. «Los mas tercos eran los de Cascajero. Eilos decfan: Noso- tros lo unico que aceptamos, padre, es que el ejército ven- ga yv mate a los de El Chuigo y Conondo porque ellos son los culpables de tado esto. Que el ejéreito los coja. Ellos fueron los que empezaron las matanzas». Cuando ola hablar asi, sabia que los indigenas le esta- ban recordando el triste episodio de enero en Ria Colora- do. Pero sabia también que hablaban, sin palabras, de venganzas viejas entre familias, odios escondidas, enve- nenamientos, peleas de jaibands con jaibands, rivalidades ancestrales por el territorio... En agosto, monsefor Jorge Ivan Castahio fue con él a Piedra Honda. Alli hablaron con varios lideres de la zona de Rio Colorado. Después el obispo fue a Aguasal. Alli se reunieron con varios gobernadores de los cabildos indige- nas de la parte baja. El mds importante de ellos era el de Conondo. lugar donde se habia concentrado la mayor parte de la gente del bando de Hipdlito Vitucay. Por esa época, la situacién de Aguasal era muy curio- sa. A ralz de la guerra, los indfgenas habian construide muchas casas alrededor del colegio y la gente se estaba acercando cada vez mas al viejo edificio construido por el padre Betancur, Enfrente, al otro lado de una pequefia que- brada, habja surgido otro pueblo. Los que estaban mas cerca al internado eran familias emparentadas con gente de Cascajero y Rio Colorado. Los del otro lado de ia quebra- da tenian amigos y parjentes en Conondo. «En Aguasal, casi sin darnos cuenta, se habfan armado dos bandos de indigenas que representaban los dos gran- des bandos de la guerra. No se enfrentaban, por la proxi- midad con el colegio, pero sabfan cada uno que en esa guerra estaban con un bando diferente», dice el padre Agus- tin. «Ahi fue donde yo empecé a conocer todo lo complejo gue era ese problema». La reunion de Aguasal, a pesar de las tensiones entre los dos caserfos, termind con muy buenos resultados. Los gobemadores indigenas, en presencia de monsenor Cas- tafe, aceptaron participar en la reunién de paz que pro- ponia el Vicariato y firmaron el 8 de agosto un documento que dectia ast: «Las comunidades indigenas de Cevedé, Aguasal, Conondo y Mazura nos comprometemos ante Dios y en pre- sencia de monsefior Jorge Ivan Castafio y del padre José Agustin Monroy Palacio a perdonar y hacemos un pacto de perdon, unidn y paz. Para esto es importante que se haga verificacién del acuerdo, por tanto nos reuniremos los go- bermadores de jas respectivas comunidades el préximo 29 de agosto para verificar y comprobar si el pacto se esta cum- pliendo. Alf se fijaran otras fechas de verificacidn». El documento fue firmado por Tulio Pepé, goberma- dor mayor de Aguasal; Maximiliano Dominicha, geberna- dor de Conondo; Constantino Querdgama Campo, gobernador de Cevedé, y Ciriaco Baniamdé, gobernador de Mazura. 163 Monsefor Castano regresé a Quibdd a continuar co): los preparativos de la reunidn de paz. El padre Agustin a: fue a Andes. Alli también se habfan concentrado mucha, familias de Rfo Colorado. «En esa época uno ya identificaba a los cabecillas y sabia quiénes eran los que mandaban en un lado y otro», dice. «Realmente quienes dirigfan los dos bandos mas im- portantes eran Justo Sintua, arriba —Rio Colorado v Cascajero—, e Hipdlito Vitucay, abajo —Conondo y Aguasal—. Ambos estaban influidos por grupos blancos, en Andes, y negros, en Piedra Honda, que azuzaban el con- flicto por los intereses que tenfan en el oro de la mina. En ese momento, la cosa era evidente: la gente de arriba esta- ba concentrada casi toda en Piedra Honda. Los demas, casi odos, estaban en Conondo». En la carretera Medellin-Quibdé habfa un tercer gru- po, aliado de Conondo, y dirigido por gente de las fami- has de Miguel Murti y Gabriel Vitucay, que habfan huido de El Chuigo después de la quema del casero, en mayo. Un cuarto grupo, aliado de Rio Colorado y Cascajero, se hallaba refugiado en las afueras de Andes, junto a la Quebrada Arriba, muy cerca de la casa de Eduardo Montoya, padre de los dos muchachos asesinados en Rio Coicrado, y cufado del jaibana Gabriel Estévez. En Andes, el padre Agustin Monroy se entrevisté con ei director de Asuntos Indigenas y ja delegada de la Consejerfa Presidencial. Ellos habian viajado desde Bogo- ta para dialogar con los indigenas refugiados y con los lideres del municipio. Junto con el grupo de Piedra Hon- da, liderado por Justo Sintua, el de Andes era el mas rea- cio a participar en cualquier conversacién de paz. «En Andes, hicimos una reunién con tedo el concejo municipal», recuerda el padre Agustin. «También asistie- 164 ron el alealde y el parroco. La gente insistfa que esa mina era de ellos. Y decian: historicaimentc, Nosotros stenipre hemos tenido esa mina. Bl problema de ahora lo crearon la Orewa y la guerrilla». En esa reunidn, seguin el sacerdote, «la gente de An- des que tenfa que ver con el problema de Ja mina “mostré el cobre”. ¥ la conclusién que sacamos fue ésta: realmente si habia algunos culpables de ese contlicto eran algunas de esas personas de Andes, que siempre habian atropella- do desde el punto de vista cultural, econdémico y de degra- dacién a esas comunidades indigenas». Durante el didlogo con los concejales, los funciona- rios del gobierno se convencieron de que «mientras cierta gente de Andes no sacara la mano del problema del Andagueda y mientras no dejaran de pensar que esa mina era de ellos, el problema jamds se iba a resolver». «Porque ellos, mientras no abandonaran ese punto de vista cerrado, iban a meter sieimpre la mano en el conflicto», dice el padre Agustin. «Ademas, ellos crearon ese conflicto. Lo creé Ricardo Escobar cnande metié la policia ai resguar- do en 1980. También crearon el conflicto los Montoya cuan- do se easaron con mujeres indigenas y empezaron a aliarse con ciertas familias del resguardo para explotar las minas de oro, ayuddndoles a los indigenas dizque a conseguir el] res- guardo... Es decir: si en el problema ha habido terceros, esos terceros, casi siempre, han sido las gentes de Andes que se han metido en el problema de la mina... ». El padre recuerda que durante el didlogo habia gente con posiciones todavia mas agresivas que las de ios indi- genas de Rio Colorado. «Y no eran siquiera los Escobar. Ellos ya se habian retirado del asunto. Eran los conegjiles del pueblo que tenfan relacidn con los minerose, dice ¢| misionero. elles aseguraban y perjuraban, hasta el punto 165 de ser agresivos con los funcionarios del gobierno, que lo que habia que hacer en el Andagueda era meter el ejércity y la policfa y acabar con los indigenas de Ja parte de abajo de} resguardo que, junto con la Orewa, eran los causantes del problema». «¢Cual era la propuesta nuestra?», explica el padre Agustin. «Uno, que Andes reconociera que el Anddgueda era un resguardo y que era tierra de ios indigenas. Dos, que sacaran las manos del Andagueda para que por ahi comenzara a arreglarse el asunto. Tres, que deb{a hacerse una reunién de los gobernadores indigenas para que ellos denunciaran todo lo que tuvieran que denunciar y para comenzar a definir unas lineas de juego claras que permi- tieran restablecer la paz». En ese momento, la presencia de los indigenas refu- giados en Andes estaba causando un grave problema sani- tario. «La gente estaba desesperada», recuerda el padre Agustin. «Los indigenas hacian sus necesidades fisioldgi- cas en el rio, y ese era el mismo rio donde se recogia el agua para el acueducto del pueblo». Después de varios dias de conversaciones, los indige- nas que estaban en la regién aceptaren ir a la reunidn de paz. Pero pusieron una condicidn: hablar con los ind{genas de Aguasal. Como Aguasal queda tan cerca de Conondo, y en Aguasal —en uno de los dos pueblos que se habian for- mado junto al colegio— estaban los Murillo, que eran alia- dos de los de Conondo, los indigenas dijeron: «Si vamos alla, de pronto nos matan». El padre Agustin les dijo: «Yo me comprometo a lle- varlos bajo mi responsabilidad, si ustedes se comprome- ten a ir ala reunién de paz en Quibdd». «Entonces me dijeron que sf», recuerda, con una son- risa. «Y me llevé a dos indigenas de Andes hasta Aguasal. 166 pasamos por Conondo con mucho miedo. Apenas Wega mos a Aguasal, los meti al colegio. Y resulta que estas penditos tipos se me volaron para una fiesta que estaban haciendo por ahi. Porque habla una cosa curiosa: cuando Jlegaba el cura a algun lugar, habla uno o dos dias de distension. Porque se suspendian los ataques. Ellos respe- taban eso. Entonces los indigenas sabian que estando uno ahf, no habia muertos. Y por eso el dia que uno llegaba a un caserio siempre habfa fiesta, siempre. Y ellos se embo- trachaban... En cambio cuando habia luna llena, eso era terror en la zona...» «Esa noche casi no me puedo acostar... Me pasé un montén de horas ahi, en el corredor del colegio, esperan- do que volvieran. Espérelos y espérelos y espérelos y nada... Yo pensaba: no hay luna Ilena, pero si Jos matan esto ya no tiene solucién... Como a las doce de ia noche vi egar a uno de ellos y, vea, por Cristo que yo lo vi todo ensan- grentado... Pero no, estaba bien, no le habia pasado nada: era que estaba todo sudado y el sudor le chorreaba por la camisa, y yo pensé que era sangre... Y él llega y me dice, riéndose: «Padre, ahi estan diciendo que al que hay que matar es a usted...» Yo le pregunté por qué, muy extrafia- do, El tipo contesté: «Dizque porque usted esta aliado con la gente de Conondo...» Esa noche dije yo: aqui fue... ¥ senti mucho miedo en un comienzo pero, después, coma estaba tan cansado del viaje, me dorm! ... » Ese no fue el tinico susto que pasé el padre Agustin mientras iba de un lado a otro por las selvas hablando can la gente. En la carretera Medellin-Quibds, en Fl Noventa, El Diecisiete, El Consuelo y Afo Playa. Ja gente se estaba armando para vengar Ja matanza de) Chuigs. 1 sLos puc- blos no eran propiamente comunidades del Alto Andagueda. Eran casertos de muche antes, pera cn ellos se habia retu- giado mucha gente que hufa del resguardo. Por eso el pa- dre fue a hablar con ellos. Casi todos eran allegados de los Vitucay. Antes de la guerra, los Vitucay vivian en un sitio llamade Rio Azul. Ailf ocurrid una de las matanzas de Iracal y El Chuigo. Seguin cuenta el padre Agustin, «ésta era la familia que andaba buscando la gente de Justo Sintud para matarta, cuando atacaron esa regién, Los Vitucay se volaron y se fueron a vivir a un sitio que se llama El Noventa. De alli salieron hacia Rio Playa, también por la carretera, pero muy adentro, y formaron otra comunidad». «Yo estuve en Rio Playa hablando con Gabriel y Lazaro Vitucay. Ellos tampeco querian ir a la reunion de paz por- que no le perdonaban a Justo Sinrud la matanza de El Chuigo, el incendio de los tambos y la muerte de tantos niflos que se quemaron esa noche. Declan que nunca se iban a reunir con él... Ellos eran aliados de la gente de Conondo. Sin embargo —explica el padre Agustin—, eso ho es tan matematico, porque en El Noventa también ha- bia aliados de los indigenas de Rio Colorade y Cascajero. Era una comunidad de emigrados: habia familias de to- das partes». «Estando ahi, en El Noventa, y en Rio Playa, me tocé correr dos veces. Estaba durmiendo en un rancho cuando dijeron: viene una luz por la carretera. Eso es de las cosas mas impresionantes que puede pasar en un caserio de esos, donde toda la gente esta esperando que los maten. Las mujeres cogieron ahi mismo los canastos que mantenfan siempre colgados y listos, alzaron les nifios en los brazos y salieron corriendo para el monte. Yo salf detras. Y un monton de indigenas, detras, también. Como la noche estaba muy oscura, no velamos nada. Al otre dia por la mafiana no veia uno sino gente cartada y aporreada, gen- 168 te vuelta nada... Solamente de cso, de correr por la noche a esconderse entre el monte...» «Qtra vez me tocé llevar unes indigenas de Aguasal aliados de los de Rio Colorado y Cascajero, y pasarlos por Conondo», recuerda el padre. «Eso era una cosa inaudita: pasar por todo el camino de Conondo, yo... con esos tipos, en plena guerra... Yo casi no era capaz ni de respirar...» Al padre Agustin le pasaron muchas cosas mas. Pero al mismo tiempo, a les indigenas también. El Ministerio de Minas prohibio en forma terminante explotar la mina, mien- tras continuara el problema de orden publico. Entonces la gente de Piedra Honda y Cascajero, que era la mas obsti- nada, comenz6 poco a poco a ceder. Lo mismo hicieron los de Andes y los de los caserfos de refugiados de ja carretera Medellin-Quibds. «Hubo que hacer muchas reuniones mas en Aguasal, en Andes, en Piedra Honda, en El Noventa, en Cascajero... Hasta gue por fin, e] 15 de octubre de 1987, logramos que todos fueran a Quibdd a la reunidn de reconciliacion», dice e] padre Agustin. «Yo creo que el logro fue de tanto caminar, de tanto insistir...» LA REUNION de paz de Quibdé no estuvo tan concu- rrida como esperaba el padre Agustin Monroy. Todos los grupos enviaron delegados con poder de decisién. Pero el padre hubiera queride ver sentados en la mesa, cara a cara y hablando de paz, por ejemplo, a Justo Sintud, a Hipolito Vitucay, a Gabriel Vitucay. Sin embargo, algunos de ellos accedieron a mandar a sus hijos. Yel 15 de octubre, en la sede del Vicariate Apostdlico de Quibdd, después de hablar durante varias horas, los representantes de once comunidades del Alto Anddgueda firmaron un documento en presencia del obispo y de va- ries delegados del gobierno nacional. En él dectan que estaban dispuestos a poner fin a la guerra y a buscar una paz duradera en el resguardo embera. Los puntos principales del acuerdo establecian la sus- pension inmediata de Jas hostilidades y los actos de vio- fencia en todas las zonas donde estaban asentados los distintos grupos. Ademiis, proponia un plan de emergen- cia apoyado por el gobierno que permitiera el regreso de los indigenas a sus territorios. En el acuerdo también se contemplaba la creacién de unos grupos de apoyo formadas por profesionales de dis- 170 tintas rarnas —meédicos, enfermeras, técnicos agricolas— que serian desplazadas a jos focos del conflicto, en repre- sentacion del gobierno. Los apartes mas importantes del documento dectan: «A partir de la fecha, todas las comunidades del Alto Andagueda y la zona de la carretera se comprometen ano volver a robar, atacar, herir o matar entre las comunida- des indigenas», «El gobernador, como representante legal de la comu- nidad, es ej responsable de que este acuerdo se cumpla para lograr la paz. Por lo tanto, todos los miembros de las comunidades deben someterse a la autoridad del gober- nador del cabildo respectivo». «La Presidencia de ta Reptiblica, el Ministerio de Go- bierno y la Gobernacién del Choesd se comprometen a po- ner los centros de apoyo de Cascajero, Aguasal, E] Noventa vy Piedra Honda, con los programas de produccion, arre- glo de caminos, salud, educacion y el suministre de ali- mentos mientras se recogen las primeras cosechas». «Los equipos de apoyo ayudardn a que este acuerdo se cump!a, como representantes del gobierno», «Se realizara un préximo encuentro en el mes de di- ciembre, convocado por el Vicariato Apostdlico de Quibdd, Presidencia de la Republica y organizaciones indigenas». «La mina no se explotara hasta que el gobierno no verifique este acuerdo de paz, v se encuentren los medios para la explotacion comunitaria». «Quien incumpla este acuerdo debera someterse a la autoridad del cabildo, quien impondra los castigos. Si el gobernador no lo hace, sera responsable ante el gobierno». «Cuando existan miembros de la comunidad que no respeten la autoridad del gobernador y que no cumplan 171 ‘sopeIsnjed soAaNU UOTeZaq] soya e A eLang ey a]Uemp OpeuLioy UeRqey 3s anb sorgend sop SO] UOJataTaUeUI as ‘olUe3 selWealtl ‘Tesen3y ug “equre ap a1ue3 Ee] ap sanbew soaant Blatqny oUetIOt qamb -jens ua anb ap opal uejual, ‘ojtased [a ua aszepanb uosalyaid salcpapaile so] Us sepeniis sepaiea seyanb -ad wa uetata anb soy “Agonita On[OdIH ap Opued Jap 31 -red uejoey aonb serpiuiey se] UoTeIqUa0Ul0D as ITTV “ojtaseo ]2 SBUL Une 189919 OZTY O1sy “WepAjoA anb soy ev TeBIaqye ered soysuel soasnu UoLaANTisuo2 as Opuoclod UY ‘OLIOJL9] Ns ap sured Bsa Ud OUSTUIEIUaseal ap osazold Ja ue sapuy ua sopers -NJSI SeUdZIPUT so] WOD TelOge[Oo sp UY [e WoD peprmMulo) 8] ap oyJoLesaq ap eLeIsIDag eB] ap sayeuoisajoid ap od -nbe tm olaua einbonuy sp [eweurentedap owsiqos [y “sep -Uy Bey © EpuoY eIpatg PEeY opmy Biqey anb aques e| aD SeTWES sey A PNIUTS OSH WoTeNUaDUCD as Tes] aso Ty “seZUBSUAA Se] B OpaTUl Jod ‘SaaToa Weypod ou “elope ‘soya ap soln “eLan’ e] ap esned e opmy ueIqey A soos op -efap uelqey soy onb series ap soypuel ONeNd 0 san sur Bpeu Uepstxe FTW “Ofeqed seUur TosatAn] oraleose7) ap so] ‘jesensy A opuouoD ua ‘ofeqe ap aired ey ap so] ‘ozafeases) ua ‘eqlire ap oyed B] ap SOT “sOLTased san Ua o8aIZuU0 3s o1Ua8 ey ap aud 104 -BU Ey] ‘sopeortde UcIany «ssuByour soy anb zaa ely “«SaUeYoul UBUL -BT] sO] seuasiput sor snayydsa soisa & ‘epansepuy [a Ug ‘ppUopal ef B senZa] seyonul ta alues ee zed Ua elap ou anb oyeu nuydsa un wa auatauos as a1sp ‘pueqrel un @ eJetu uaIn3ye opuend ‘plaqule ugrorpes ey uns -d§ "BLIANs eB] US OUaNU We;qey anb seueqrel soy ap smd -udsa so] ues opepmo yeradsa ueyuiai spuerel soy “«ZA BAO Iesid @ Ueqi sofa aonb exian ey sniujdsa sopew ap vividiuy [e anb e cpuesadsa ‘esoreutay Antu ‘sep eq! a1uaz ey A ‘sauotsiadse opusney A enZue] ue opuelpal ‘luejepe eq! eueqrel [q» ‘orelease) ap oAcde op adnu Jap soyseys TW SOT ap oN aa1p ‘«UoPeLLBered eum Bpated asyq» “snaujdss soy ued opueysny A somfuca opusisey vueqrel un aidulats eq ‘alas e] ap sluRjape ‘soseo soisa ug ‘seUeqIe ap a13uRs OpewPLap PIqel] es apuop PLAN Pun eB Jaajoa anb ueyuay anb ‘epuoy elpeaig A sapuy ap sodnua so] ered ‘opol alos ‘Toytp seul esa osargal [q “SISURS BITE] OpeweELap eiqey as A soManu sole] opres uelqey apuop Bln PU -STU G] testd B Jaaqoa [Iovy BIO ON ‘OAT ANw aTy a1sy “osalgal [9 Jez]UeZIo B sspepMMUIOD sns v I9A -[OA B UOrezadua sajopewieqos so] ‘aluamZis erp ry ‘Teq2tp Bljeny ns faded [a argos to1edweisa O 211d BUN UOd LOIN “qLosa URIges ou anb soy ‘opezeg ap ovo.red Je A [esendy ap odode ap odinba Ja “emalo 2] INO e| ‘olelease ap oAode ap od “nba [2 YNd [2 “20D Jap OWIaIGOy ap BUBIeDaS By ‘OUaIq -OF) OP OLISISIUTA] fo ‘BHUaplsatyg e] ap somequesaidal A Tq’) Tp opesmmous Aoquo] unsnsy asped Ja ‘orqny oueyse) ueAy a8zor IouasuoLu ‘odstqo Ja tod ow jse ‘Inzy oY A aleisnsiq Ta “BAe q OY ‘eLINg BF ‘UAAON [A ‘OfensuoD Tg ‘operes 1g ‘emnze|| ‘Olafeose “gpeaay ‘opuiouo> ‘Jesensy ap sopriqea SO] ap salopelagos soy Jod opewuy ang ouaumoop 17 “«SBUaZIpPUl SAPEPLUNUWODd sey a1jua zed By JauayeU A IeIso] Bled soliesalau solpala so] Sapo) WeTRosng ag» “«SPZURBUDA SET Woo TenUUOD Ol e UsIaUTOIdWoo as BIA} BI ap euoZ ey A epangepuy oly [ap seuasipur sapeprumuoa sey» “qeuoiaeu OWIaIqos’ jap eIDusne By aJUe sopiequasaid Biagep Iopeiiago? 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Por ultimo, hicieron un llamado a «los sefiores poli- tiqueros» para que no se fueran al Alto Anddgueda duran- te ese afio: SDIO]eD OpeoEs UEIG -ey anb ap 20a BT Jall00 UCJaDIYy Cpeto[oD ofYy ap seuad -IPUT SOT ‘OOTPal] Ta UNZas ‘OL [ep UOISTATOA Open ‘«" oAode ap odmba Jap ‘ojezuory ap eyyedmoo us ‘o8 UTUIOp ‘62 fe LOISIAIOA sOlse ‘OpRIO[OD Oly Ua equnuooua 3s PEPLMUIOD BI Op peu eT anb ove sa usiq If ‘pepluTuoD BB SPL OWONU Jun ered ovis oluaTWIpaluoIe alse anb Isy ‘oraleasey ap so] Ueqeyuod ‘ayuow Jod playe1ied ey e sosed SNS dIqos UOIAIATOA salueorie so] “asieueijua e soisand -sIp olad olshs OpURIISOLI Joqiny ap BYdUTeD PT B UOTAaTTes olafeosey ap saiquioy soy oiad ‘setuze sns A souuogiun sms uod orafeasep ap seuazIpUul so] B Ielsnse eqesuad odniz [2 anb sa o11aD oF ‘uera sousInb ap saiquiou soy 1ep uap -and sol[q ‘Bza[RUI F] adie sopipucase ‘opeoynuap! uelqey so] seranbopog woo equoU [a ua Opuezed Ueqelsa eanb soyo -elpniy soun anb A {Tesensy od oZurwop [a opesed ueig RY) sauny [a Uoresel] sepeyoueu sero se] anb uorequos al TRIOW! Buanq “OS A epRUOTsayos ANU! PEPTUMUWOD zB B aluosua “esoidios Til Beg "SPIE) SBI seIP ODUTD BUSBIPUT Um ap opeyedutooe fajoa ‘osaleoseg ua eLumzo anb oF ap BPEL Jaqes Ug» :a]URTape SPU Sorp OOIpalll [ap BUS BT “«peplcmMwiod nis e eqezeUoWe anb olese ae “TUT [ap ostae Tep ered aiucu ja aod A apanay apsep o1ena uR|gey as anb olafeasey ap saiquioll soy ap eqeyen as anb uosensuaae ‘eplel Seu ‘A Teoeye B OIsandsip salopeaporeUl ap odni8 un era onb uoresuad ‘o1aumd ‘anb oppouossap odmuz UM ap saser sol opeIpuy Us uorauqnasap epucu03 AP SOUDAA SOUN Spiel SRL SeTp sop OpuRN EpRiale syUeul “BTU “RPEPLAfO Iseo PepTMbuey PUN Ud SOLTIALA saouIEyUe apsap ‘ousay ap ‘4 ‘Tesen3y sod sesed e UOIBTATOA ONP ‘ “mqeoog ua opeusodap uejqel] os anb sequatweray sey] mqns ered sey Tw sai] A seulaZIpul ajutea soun ap odnia un uoo SOUTUIA sou Ise A oluatuedues [a TeueAg] Olplbap ‘seuRIsuNaID SP] SeIsTA ‘anb O11SdeU fe IBsN] [a Ua BGeTWODUS 3s OFOS OA -ode op odmba [ap ‘solusiuouwl sos UW ‘OO Teoes eB (eUTW 2] ap eIOlY BUM ap sousW B) OpeiojoD ony B opefed BIqey ugTpelgod ey ap sous O SPL pe eT ‘operqodsapruas ‘eounu anb opmbuen sui efaa as selp sosa Ug ‘orafeose} Bysey OULWED jouedss COIPSU [a “BUPLUSS RUISHU esy “alesoqal B alles ap EUAT] eqeise UOMINSI eT OIgayso as Spuop etsa[ZI eT ‘sos “ONS SOM SOT op satqesuddsal soy e eZSaMp Wood OFqey ONIPRH ouaqyy ‘ound ap eolyfod ey ap solerigie sousul O SPU SOMaID SOT Uada1 UNAS TIqdal B sopeiquinyscae uejsa aonb sopesiow oO sejualleliay sesa ap O]A -Ua Un op sapeaud e Jotiadns sa ofnsea ows) “ONT op “Top ey osy (-gepruted A eypnp ‘ewes mqmal A ‘sensaew sayqeue seun Iod sopiqioal Jas ap BZURYUOO ET UIs TRU -b2 ap BNP Wel PLAT] BUM Ue asTeluape & URLTe Muse as ‘ou Is ‘soqensy) sepnde A SoqueIsIA Iqioel ap peprpiqisod ‘fooLoree O1yo un A zp PUN UTs soyanily ss 1e1Lf3qUa Uaq -Ihuod OU “BST eB UB YsIse OU aNbuNe ‘enb seuas!pul setapyy a bian conseguido en Pueblo Rico y, por otro lado, Tintiliane (el gobernador) me conté un extrafo sucese, Cuando ha- cia un viaje a San Marino, en El Chuigo encontraron un mulato alto y fuerte, con una gran pistola a la cintura, que iba acompafiado por otros morenos ‘motoristas’ conoci- dos, el cual dijo pertenecer ‘al comando’ (??). Dijo que estaba haciendo una investigacién y les ensefid unos cuan- tos nombres de gente conocida, y les aconsejé que bajaran todos a Rio Colorado para defenderse en caso de un even- tual ataque. Los cité a Piedra Honda este domingo 5 de junio. Los indigenas fueron incapaces de identificar con mas datos a este raro personajen. Cuando bajé a Nevar unas cartas a Pueblo Rico, esa misma semana, el médico escuché varios rumores sobre la muerte de algunos indigenas en Cascajero. La gente decia que 41 habia escapado en forma milagrosa de las balas de los indios. Entonces se dio cuenta de las «quince mil mentiras» que se decfan sobre el Anddgueda. Asuregreso ala misién, se encontré una extrafa epi- demia de fiebre. Habfa muchos enfermos en todo el res- guardo, sobre todo en Conondo, pero también en algunas comunidades blancas y negras situadas fuera de) territo- rio indfgena. En Andiadé, una mujer habia muerto de sa- rampioén y habfa cinco enfermos mas. Una nifia de dos afios muri en el puesto de salud de Aguasai, mientras sus padres esperaban que él la atendiera. El lunes 30 de mayo, el disparo accidental de wn arma de fuego ocasiond la muerte de Rosalba Vitucay, una indige- na de dieciséis afios que se habfa casado en diciembre. El médico no pudo hacer nada por salvarla. Era hija de Hipdlito Vitucay, lider del grupo de Conondo. El comprendié enton- ces, una vez mas, que las armas cobraban siempre —sin per- dén ni aplazamientos— su tributo de sangre... EL COLEGIO de Aguasa] estuvo cerrado durante los meses de mayo, junio y julio de 1988. La tensidn era insopertable. No habia mas muertos porque todo el mundo estaba preparado para resistir un atague y los dos bandos en guerra se mantenian vigilantes. Pero por todas partes volvian a verse tambos abandonados y ha- bia hambre. Nadie habia vuelto a sembrar y el escaso ganado que pastaba en los potreros de la misién habia sido vendido o sacrificado. A pesar del documento de paz firmado en Quibdd, en ias miradas de los emberd solo habia miedo y odie. La guerra de 1987 habia cambiado todo. Como suce- de en cualquier guerra, la gente habia empezado a aglutinarse porque temia estar sola y porque sabia que para enfrentar un ataque armado del otro bando habia que defenderse en forma colectiva. Por eso habian surgido dos grandes pueblos: uno en Cascajero, en lo alto de las montanas de la parte de arriba del resguarde, y el otro en Conondo, en un pe- quefio valle, a pocos kildmetros del colegio de Aguasal. En Conondo, el jefe era Hipdlite Vitucay. Arriba, en Caseajero, era Justo Marfa Sintud. Sr Antes de la guerra, en Cascajero vivian cinco fantilias, Ahora los habitantes pasaban de doscientos. Toda la gente que vivia dispersa en Rio Colorade y el alto de Cascajero se habia ido a vivir alli. En Conondo, porsu parte, sc habia formado otro pueblo, con mas de seiscientas familias. La mayoria eran refugiados de otras zonas del resguardo. Maximiliano Dominicha, gobernador del cabildo, por ejem- plo, era uno de las muchos refugiados de la zona de El Chuigo. «Esos des pueblos llegaron a crecer tanto después de la firma de la paz en Quibd6, que para nosotros la labor se volvid muy sencilla», recuerda e] padre Agustin Monroy. «Ya no era sino ir a Conondo y a Cascajero y ya uno sabia dénde estaba el quid del asunto. Eso, pues, entre otras cosas, nos favorecié también a nosotros porque ya no ha- bia que caminar tanto». Segun el padre, sin que casi nadie lo advirtiera, la gente del Alto Anddgueda se preparaba para una nueva guerra durante todo el afio de 1987, Unos compraban armas en Pueblo Rico, otros en Andes. A fines del afio, en Conondo, tados los indios estaban armados. Y en Cascajero, también. «Eso hicieron», dice. «Mientras nosotros hablabamos de paz, y nos reuniamos con ellos para firmar pactos, ellos seguian armandose porque no creian en nada sino en ma- tar. Esa era la consigna: matar al otro». En Aguasal, por ejemplo, corria el rumor de que un grupo de indigenas, comandado por Joaquin Murillo y otros hermanos de Guillermo Murillo, habla subido de noche hasta Rio Colorado y habia vuelto a asaltar Ja mina. Durante la incursién, decia la gente, habian saqueado las instalaciones y habian destruido el viejo molino de pisones. También habian tumbado todos los techos de las edifica- ciones aledafias. En Jos hechos resulté herido un embera 196 de Rio Colerado que estaba en la mina esa noche. Dias después, enviados del CPI Jograron /legar hasta la zona y verificaron los rumores. Mientras tanto, en los alrededores del colegio, conti- nuaban las tensiones entre los habitantes de los dos case- rios. No se atacaban pero todavia habfa resentimiente por la muerte de Isafas Mamundia y el nifio Luciano Campo y por ej saqueo de la gente de Conondo a la tienda de Arnobio Arce. «¥ habfa muchos chismes. Cuando uno hablaba con ellos, le decian: padre, que nos van a atacar éstos. Padre, que nos van a atacar aquellos. Padre, que vea, que éstos estan diciendo mentiras. Vea que ésos fo estan engafian- do... Todos los dias era una tensién impresionante. Yo sentfa que ya se iba a romper la paz ... », recuerda el pa- dre Agustin. Por otro Lado, en la carretera Medellin-Quibd6, la gen- te continuaba muy organizada. No querian volver a sus tierras y, también en secreto, estaban preparando una in- cursién a Cascajero. «Los de Cascajero siempre me decfan: padre, nos van a atacar. Porque ellos manejan mucho io del chisme, eso es impresionante». «Yo fui a El] Noventa y eso era reunion tras reunién, por las noches. Y uno ya sabia que cuando ellos se reunian hasta muy tarde y empezaban a hablar en lengua... Ave Maria ... » Las saspechas del sacerdote se confirmaron al poco tiem- pe cuando en uno de los viajes a El Neventa lo acompayié un indio de Aguasal que entendyfa la lengua. El le dijo: «Padre, esta esté muy bravo, esto va a volver a reventar. Seguin el misionero, la gente de la carretera estaba muy bien entrenada y hab{a conseguide mucho armamento. «El 197 TF catfo siempre ha sido muy guerrero. Y ahi habia gente muy capaz de hacer cualquier cosa... Nosotros teniaios mucho miedo. Aun después de firmar todos esos papeles. Noso tros hos sentiames impotentes... Sabiamos que si se nos rompia ese proceso de paz, nos queddbamos sin nada». «En ese momento nos dimos cuenta de que tenfamos que volver a hablar con todo el mundo y eso fue lo que nos pusimos a hacer», recuerda el padre Agustin Monroy. «Para atajar un nuevo estallido de violencia, tuvimes que desplegar todos los esfuerzos...». El primer didlogo fue el 28 de julio, en Bagads. A él asistieron funcionarios del gobierno, representantes indi- genas y concejales de esa poblacién. El objetivo de la reu- nion fue tratar de conjurar los recelos que habian renacido entre algunos clanes familiares y sacar el conflicto del pun- to muerto en que se hallaba. En Bagad6, los indigenas voivieron a denunciar el in- cumplimiento del gobierne con los compromisos del pac- to de paz firmado en Quibdé. Los delegados de la Orewa y la ONIC dijeron que ambas organizaciones habian pre- sentado planes de desarrollo para las regiones en conflic- to y habian ofrecido al gobierno su colaboracion, pero no habian recibido ninguna respuesta. Las necesidades mas apremiantes de los embera, se- stin les delegados, eran el refuerzo del equipo de apoyo de Cascajero, que estaba funcionando a media maquina por falta de recursos; el nombramiento de un médico y una enfermera para el puesto de salud de Aguasal; el en- vio de mercados («habfan lHegado muy pocas y les repar- tian muy mal») mientras podian recogerse las primeras cosechas; y el retiro del puesto de policia de Aguasal. Este ultimo, en vez de convertirse en factor de paz, se habia vuelto un foco de contlictos y confusién: la comunidad 198 no sabia si obedecerle al gobernador del cabildo o al ins pector. Los emberd también se quejaron ante el alcalde y los concejales de Bagads por las rencillas y fa zazobra que sem- braban entre la gente los politicos que entraban a conseguir votos pata sus campafias. «Lin mal manejo de ellas empeora la sittacion. Casos como el de las cédulas rotas, el de prome- ter la mina a determinado sector indigena, el prometer las cosas y no cumplir, el decirles que los quieren matar porque son liberales o conservadores, son una clara muestra de la incidencia negativa de estas campaiias mal manejadas», de- cla una declaracién de los indfgenas lefda en Ja reunién. Sobre el pacto de paz, los representantes del Alto Andagueda aseguraron que aunque las agresiones se ha- bian reducido, un grupo habia roto el compromise ata- cando el caserio de El Salto. También informaron que en territorio del resguardo habia aparecido un grupo arma- do, formado por nueve indigenas. Estos, segtin los delega- dos, estaban cometiendo algunas fechorias. Para contener un nuevo estallido de violencia en ei resguardo, la Orewa reforz6 su trabajo enviando delega- dos a todas las comunidades. Lo mismo hize el Centro de Pastoral Indigenista. El 25 de agosto de 1988, gracias a nuevos pactos lo- grados por los delegados de las dos organizaciones, se con- vocdé un nuevo congreso con participacion de todos los sectores. A éste se le dio el nombre de Primer Congreso Indigena del Alto Andagueda. El padre Agustin viajé al congreso con varios dias de anticipacidn, con el fin de recorrer el resguardo y hablar otra vez con la gente de todos los bandos. «Antes del congreso», dice en una crénica que escribié para una revista misionera, «aprovechames unos dias para 199 visitar algunas comunidades, especialmente Cascajera Ocho dias fueron suficientes para ratificar una realidad de muerte, que ya no es fruto de Ia violencia interna, sino de la desnutricién, las enfermedades... el olvido y la margina- cién en que viven estas comunidades». «Cuando llegamos a Cascajero nos encontramos con un enfermo grave en casi todos los tambos; con platos y tazas que de la mafiana a la noche se cansan de recibir tan solo primitive y monfa (maiz molido, con agua) y seria- mente medidos para que pueda alcanzar hasta la préxima cosecha ... » «No es lo mismo contar la muerte de un nifio mas, que entra a engrosar la cruel estadistica de mortalidad infantil por fisica hambre, que vivir durante cuatro dias la agonifa de un nifio de sdlo ocho meses al que su extremo grado de desnutricion y la falta de atencidn médica le lle- vaban a enfrentar, en una lucha desigual, una tuberculo- sis que era practicamente la herencia que habia recibido de sus padres al nacer, y que éstos a su vez habfan recibi- do de una comunidad, de un grupo étnico que, como el indigena, hereda de} Estado el abandono y la miseria a los que por quinientos afios lo han tenido sometido». «Nos daba rabia ver cémo se iba apagando la luz de la vida no en este nifio, sino en muchos otros que estaban tendidos en el suelo de su tambo fuchando contra la muer- te [...J» «E] sdbado en la madrugada, el grito lloroso de las mujeres nos anuncio la muerte del nifo. Hacia quince dias este Ilanto habia inundado la comunidad cuando ocho nifios murieron victimas del sarampidn». En su nuevo viaje al Andagueda, el misionero pudo entrever otra dura realidad: la del robo de mujeres y ni- fios, a causa de la guerra. «Cuando se definieron los dos 200 bandos, uno en Cascajero y otro en Cononda, mucha gen- re de Conondo se iba y se robaba Jas mujeres suyas que se habran casado con los de Cascajero. Fso ocurrid nuchas veces... Hubo tamilias que con la guerra se partieran en dos. A mi me toco eso...» El padre recuerda un dia que iba a viajar de Conondo a Cascajero acompanado de algunos misioneros del equi- po del CFI: «Resulta que una sefora en Conondo nos dijo: Padre, por qué no se llevan este nifio, que él tiene lamama alld... El muchacho, de unos ocho o diez afios, se fue con nosotros hasta Cascajero. Cuando salimos ya por la tarde de Cascajero, de regreso, vimos al nifio cargando otro nino de brazos. Cuando ya estabamios saliendo, en el pueblo pegaron un grito: EEEhhhhbh... ¥ se vino Tintiliano, que era el gobernador, con Justo Sintua, y empezaron a ha- blar en lengua con el nifto. Yo jamdas en la vida he visto tanta rabia y tanto rencor como el que vi en los ojos de ese nifio cuando le arrebataron de los brazos al herma- nito... Resuita que él iba era a recuperar al hermanito. O sea, la mama habia mandado a su hijo a recuperar a su otro hijo, que era el menor, y que lo tenia la abuela, y la abuela se habfa quedado en el otro lado, con la gente de Cascajero... Y uno ahi, sin poder hacer absolu- tamente nada...» «éPor qué sucedia eso?», se pregunta el padre Agustin. «Porque los nifies y las mujeres se volvieron trofeas de la guerra: o sea, para Justo Sintud, en ese momento, ese nifio pertenecia a Cascajero, a pesar de que su madre estaba en Conendo... Y eso no se podia romper... » De todos modos, a pesar de la crueldad de algunos episodios, los indigenas parecian conservar algunos codi- gos de honor. Por ejemplo, el de las cerbatanas. Estas ja- mas se usaron para la guerra, «Yo picnso que es que ellos saben que esa verraca muerte es tan dura que No se la de- sean para ellos mismos», comenta el padre Agusuin. Cuando termine el recorrido por el resguardo, el mi sioncro regresé a Aguasal para asistir al congreso indige- na, El evento se leva a cabo en el colegio, con la asistencia de mas de ochocientos representantes de todas las comu- nidades involucradas en el problema de violencia. En él se ratificé el acuerdo de paz celebrado en Quibd6 en octu- bre de 1987. Los delegados del gobierno no asistieron ala reunion. A partir de ese momento, los indigenas aceptaron en for- ma definitiva la mediacién de la Orewa. Después del congreso, una delegacién de gobernado- res viajé directamente a Bogota, a entrevistarse con fun- cionarios de la Divisidn de Asuntos Indigenas, del Plan Nacional de Rehabilitacién y de la Consejerta Presiden- cial, para compremeter de nuevo a esas instituciones en el cumplimiento del pacto, Los funcienarios dijeron a los indfgenas que las instituciones tenian el dinero suficiente para financiar los proyectos, pero a la hora de ejecutarlos habia muchos problemas de coordinacion entre los distin- tos entes del Estado. Por eso en el Andagueda no se veian ni el dinero ni el personal para los equipos de apoyo, con excepcidn de los médicos y los maestros de Jos centros de apoyo de Cascajero y Aguasal. Ale largo de 1988, durante varios meses mas conti- nuaron las visitas y las reuniones interinstitucionales en las que se volvia a hablar del presupuesto para la zona v se analizaba con la comunidad lo que ya se habia analiza- do y detinido hacfa un ano. «Al final nos convencinios de que las instituciones, mis que verdaderos programas, quenan tener activida- des que les permitieran mostrar que si estaban haciendo 202 presencia en el Anddgueda», dice un delegado del Centro de Pastoral [ndigenista. «Pero no habia nadie que se me- tiera a la zona a encarar los problemas y a ratificar la pre- sencia del Estado». El acuerdo logrado en e] congreso indigena pernii- tid la reapertura del colegio una semana después. Fl clima de paz volvid a Aguasal por primera vez en mu- cho tiempo. La gente que se habia ido después del asesi- nato de Isafas Mamundia empezé a volver a sus casas. Algunas familias se pusieron a sembrar. Y los profesio- nales de los grupos de apoyo de Cascajero y Aguasal regresaron a las comunidades indigenas a continuar tra- bajando con entusiasmo por la consolidacién de la paz en todo el territorio del resguardo. 203 Sy EN FEBRERO de 1989, el colegio de Aguasal abrid otra vez sus puertas para recibir en sus aulas a los nifios indigenas y comenzar el nuevo afio escolar. Los maestros y les misioneros del CPI estaban muy optimistas: desde la realizacion del congreso indfgena no habfa muertos. Este era un signo alentador. Todo hacia pensar que al Andagueda, por fin, habia vuelto la paz. Pero el 20 de marzo, sus ilusiones se esfumaron: va- rios indfgenas de El Salto mataron a Alvaro Murillo y a Ligia Querdgama, en las bocas del rio Pasaguera. Ambos eran indigenas de Aguasal. La noticia fue recibida en el colegio con mucha triste- za. Murillo vivia en el caserto de enfrente del colegio. Alli se habia refugiado con su hermano, Guillermo Murillo, y con la familia de Fernando Arce, desde que empezaron las matanzas, en 1987. Los maestros sintieron que en tode el resguardo volvian a soplar vientos de guerra y que se iban a enfrentar, de nue- vo, lus incigenas de la parte de arriba con los de abajo. Pero la venganza de la gente de Aguasal no fue apre- surada, Guillerme Murillo y Fernando Arce sabian que en E] Salto estaban los Vitucay, «gente muy brava para la 204 elea». Algunos de ellos habian regresado hacia unos nic- ses de Quibds, después de dar mucha guerra a la policia del Chocé y a los dirigentes indigenas que no estaban de acuerdo con los actos de violencia en la carretera. Y dos de ellos —Belisario y Préspero, segun decian muchos in- digenas—, acompafiados por algunos vecinos de El Salto, eran los que habian matado a los de Aguasal. Los indf{genas del caserio de abajo del colegio se pre- pararon durante dos meses para el ataque: vendieron ani- males y cosechas. Compraron armas. Realizaron viajes a la carretera para hacer contactos con otros indigenas e iniciaron adiestramiento militar, a la luz del dia, y delan- te de todo el mundo. Algunas tardes, hasta llegaron a usar la cancha de futbol del colegio para hacer sus practicas. A los pocos dias se sumaron a los ejercicios algunos indige- nas que llegaron de Pechtgare. Fstos habfan huido de sus casas por miedo a las venganzas de los indigenas del Alto San Juan. Uno de ellos habia sido asesinado dias antes, en Pechugare, durante una borrachera colectiva. En Aguasal, las opiniones sobre el ataque a El Salto estaban divididas. Los indigenas que vivian arriba del co- legio estaban cansados ya de tanta guerra y, aunque les dolia la muerte de Alvaro y de Ligia, decian que no que- rian tomar parte en fa venganza. Los de abajo, en cambio, se entregaban con todas sus fuerzas a prepararla. La ex- plicacion era sencilla: abajo vivian los hermanos de Alvaro Murillo. Y Fernando Arce, jefe del otro clan familiar de ese lado, era el gue entrenaba al grupo. Los Arce y los Murillo comenzaron 4 presionar al go- bernador del cabildo de Aguasal, Arnobio Arce, para que apoyara el ataque y permitiera que algunos jovenes de arriba se integraran al grupo. Pero Arce se negaba a ha- cerlo en forma terminante. El gobernador ne solo estaba 205 £02 2 eq? ajopraoRs O10 101d Anu anb ap oquartunuasaad fa uoratani 4 ‘opeunitial Jagey ap oIalwinuas [ep uglsaidxa eum oysaS asa Ue UOsIIA ayDOU Bsa URqeeduoze oy anb SeIISSBU se] ‘SeqUIT Se{ oP OLPaul US “eLleH eT Ua mM ns gaep asped ja ‘owuesodies fe UoIesaT] opuend ‘soueul Sel Ua S2OTLD SRI OPUBaaT] EMBas o| d1uU|s e| ap o1sad [y “Zn. Bun opuraal] ‘OZ[essapP “|p eq! aIUeTepy “OLeIWauls [9 eisey any A etsay8t ef ap oned anb ugisasoid esonjsafeu pun OzUBSI0 ‘opepnueel UeIqeY as sezueIeUl se] anb 1aqes ap opelofuose ‘msueiag sped Je ‘sellialA OUISTLU asq “epTA Uoo Iedeasa opesz0] Byqey ‘ABonIt,A Jezeleg ‘ostuiaua Joad ns :aory Opueulay ezed Jopeiuaye Anul ela ou [euy aouryeq [q "sesed seLeA Op -euianb Byqey A oles [J ap seuasypur stas B OpeleUr eIqeYy opuouo; ap A fesen’y ap aquad e] enbere Je a1vemp anb odns as opliay oyseyanwi ja ofen anb setonou se] 10d “opuouo ua opepanb ueyqey as sofara so7 ‘sauaagl uere oyes [ered opt ueyqey as anb soy :softy sns sas uerpod soya ap soyosnut anb £501 -Fanul eyqey anb ueyqes anbiod qe107 e Uorsisnd as soralnul se] ‘seLIeWUSLISeY selnou seungye jesensy us UoJaD0u0D as [2 Jo ‘eUre8eIand snsef ery “alequlOd Ja alueInp Efe ap opuay Jauiud [3 opuouos kB O89] oles sala Ty ‘os -9]09 [Re INLLOp & UOTAaLATOA Spo} ‘aYDOU BT og “sosorsyal solayo soy opnd oulos o1qayao MoueIag aiped [gq ‘opatw OYINW UO OMBIs aqua’ ey saaanl Ta A saloosgIU [A “equre ap ostd Jap Uopes UM Ua sopelazue ayzou eT Jesed uesef -ap soy and uosarpid A o18ayoo Ja Ua asrepsnyas B UOTaLLO9 Tesen3y ua sojos uozepanb anb souru soy A saJa(nul se] ‘Teoele B UR! ayvou eT Jod anb jesendy ap eUaZIpul Bun e Opeseyuos erqey a[ apse] LUST ese olad ‘oplioue? 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El sdbado, a las siete de ja mahana, Ana Queragama Hegé al colegio, acompanada de su esposo, llorando a los gritos y diciendo que habian matade a su hijo Marco Tulio Campo. La mujer aseguraba que el culpable era Guillermo Murillo, por haberlo convencido de participar en el ata- que. La indfgena, en medio de los lamentos, decfa que el muchacho habia caminado varias horas, herido, con un balazo en el estémago, pidiendo auxilio, hasta que cayd muerto a un lado del camino, Después, los compafieros pasaron por ahf y lo dejaron abandonado. Esa misma noche llegaron a Aguasal, palidos y un poco cojos, Laureano Arce, Santos Campo, Oscar Murillo y otros indigenas que habian participado en la incursién. También Nlegd un nifo de ocho afios que daba muestras de mucho cansancio y de estar perdido. Pregunté por la casa de Mamerta Murillo. Le dieron comida. Dijo que se habia volado de su casa em El Salto porque unos hombres habian atacado el ca- serio. Que él se habia venido con José Luis Murillo, un fami- liar que estuvo en el asalto y que lo habfa rescatado. El domingo, ala una dela tarde, se celebré en Aguasal una misa de difuntos por el alma del hijo de Ana Querdgama. A ella asistieron muy pocos indigenas. E! pa- dre Betancur, en su platica, se refirid a ja incursion y ata- cé desde el ptlpito a los jefes de los grupos armados de Aguasal. La gente, que todavia estaba Jlorando la muerte de Marco Tulio Campo, se disgusté mucho con él. Esa semana, el padre Betancur dejé para siempre la misién de Santa Ana de Aguasal. El colegio siguié funcio- nando en medio de un clima de miedo generalizado. Mientras tanto, en Conondo, la situacién era peor: el pueblo tenia dos enemigos que lo podfan atacar por flan- cos diferentes. El uno, emplazado al norte, era Justo Sintud, jefe de la gente de Cascajero y Rio Colorado. El otro, apertrechado al sur, era Baltazar Vitucay, jefe de E] Salto, quien se habla refugiado en Piedra Honda después del asesinato de Alvaro Murillo y Ligia Querdgama. Por esa época, en el Andagueda, las noches de luna ilena eran tenebrosas. La gente casi no podia dormir. Las mujeres abandonaban las casas y se iban a amanecer al colegio, con sus hijos mas pequefios. Los hombres, mien- tras tanto, alistaban sus armas y se quedaban en sus casas mirando la luz de ta luna sobre les arboles, con mucha atencién, vigilando los bordes de los potreros, las bocas de los montes, los caminos. Tratando de adivinar a tiem- po el movimiento de cualquier sombra sospechosa. Todos sabian que esas eran las noches que los enemigos aguar- daban para atacar, aprovechando la luz. En Conondo, antes de acostarse, la gente miraba las montafias, al otro lado del rio, tratando de descifrar cual- quier destello de luz entre los arboles. Sabian que la gente de Cascajero usaba sefiales. Por eso, cuando alguien veia una luz, pasaba la voz. Y la gente empufiaba su arma y se deslizaba en silencio afuera de los ranchos para tomar po- siciones, a la espera del ataque. La respuesta de la gente de Cascajero, para vengar lo de El Salto, no se hizo esperar. La noche del 17 de julio, un indigena fue a la finca donde se hallaba Laureano Arce, el inspector de Aguasal, y lo sacé de alli, engafiado. Le dijo que fuera rapido al caserio, que lo iban a atacar, y que €] como inspector debra ir a defender a su familia y a su comunidad. Arce cayé en la trampa y salid. En el cami- no, lo estaban esperando. Los que lo mataron, arrojaren su cuerpo junto a la quebrada Quiparads. Ahi lo encan- traron al otro dia. Esa misima madrugada, alas cuatro de la mafiana, in- digenas armados de fusiles, revdiveres y pistolas atacaron a Conondo y Aguasal. En Conondo, la gente presenté mucha resistencia y el combate se prolongé hasta las dos de la tarde. Los mucha- chos de Cascajero quemaron seis casas pero no lograron matar a ninguno de los hombres que defendfan el caseric. Al final del combate, los de Conondo capturaron vivo a uno de los muchachos, lo interrogaron, y después lo mata- ron. En el interrogatorio, dijo que el asalto lo habia organi- zado Tulio Pepé, antiguo gobernador de Aguasal, y quien ahora vivia en Cevedé. En Aguasal, el ataque durd hasta las seis de la mafia- na. Los agresores concentraron el fuego contra el caserio de enfrente del colegio, principalmente contra las casas de Guillermo Murillo y Fernando Arce. Por la tarde se supo que la incursién la habian hecho indigenas de Cevedé. La nueva escalada de viclencia obligé al Vicariato Apostdlico de Quibd6 a enviar otra comisidn de mediado- res encabezada por el padre Agustin Monroy. Después de haber trabajado tanto tiempo por la paz, de haber recorri- do tantas veces el territorio embera, y de haber logrado un primer acuerdo, el misionero encontré otra vez, por todas partes, escenas de guerra y desolacién. En Santa Teresa y Marruecos, por el camino de Docabu, habia mas de trescientos indigenas de Cevedé. Todos ellos habfan abandonado el caserfo por sugerencia de Tulio Pepé, dias antes del ataque a Conondo y Aguasal. Los indigenas le dijeron al sacerdote que estaban su- friendo mucho. Que los que habian hecho el ataque eran los de Cascajero. Que elles nada tenian que ver. Que se habfan ido hacia Risaralda porque los de Aguasal —mar- gen derecha: gente de Fernando Arce y Guillermo Muri- llo— los hablan amenazado de muerte. Que les habian robado muchas cosas al abandonar sus casas. En Marruecos, con los indigenas refugiacdos, estaba Tulio Pepé, cl antiguo gobernador de Aguasal. ‘lenta una pistola al cinto. Dijo que su hermano Alfonso no habia matado al ins- pector de Aguasal, que habian sido Jos de Cascajero. Cuando el padre Agustin legd a Cevedé e! pueblito estaba solo. Le dio mucha tristeza ver una comunidad tan grande, abandonada completamente: habia por todas par- tes gallinas, pates, reses y cerdos suelros. Casi todas las casas estaban cerradas. Cuando llegé a Aguasal encontréd muchas cosas que lo preocuparon atin mas. Por los maestros, se enterd de que unos dias antes del ataque Tulio Pepé les habia dicho que abandonaran el colegio. También se llevd su familia de Aguasal. Después del ataque, salid a Pueblo Rico y a Pereira y dio declaraciones a la prensa justificando el ata- que y diciendo que los de Conondo habian matado a dos indigenas en La Peninsula, por el camino de Andes. «Tulio sabe mucho, tiene mucha memoria, sabe mu- cho de organizacién, de hablar espanol con gobierno, pero vea, se dafid». Eso decian los indigenas en Aguasal. Algu- nos también recordaban que durante una visita anterior del padre Agustin, Tulio Pepé le habia pedido que lo acom- pafiara a pasar por Conondo, para subir a Cascajero. Por esa misma época, la gente de Conondo encontro algunos rastros. Por esos dias también, los familiares de Tulio Pepé que vivian en Aguasal empezaron a irse. Decian que iban a pasar unos dfas en Cevedé. lado esto puso en guardia a la gente de Conondo: estahan esperando el ataque pera no sabian cuando iba a suceder. «Eso os trajo un problema muy serio porque yo subt con él, Jo pasé por Conondo ¥ como a los ocho dias hubo SS muertos: un ataque de los de arriba (o sea los de Cascajerc j contra los de abajo (o sea, los de Conondo y Aguasal). Entences la gente decia que era que yo habia side utiliza do por él para planear cl ataque que hubo después», re- cuerda el padre Agustin. En Aguasal, esta vez, el ambiente estaba mds cal- deado que nunca. Lo unico nuevo ahora era que por fin comenzaba a desenredarse la madeja del conflicto que se vivia en los alrededores del colegio: durante la gue- rra de 1987, después de la matanza de Rio Colorado, algunos indigenas habian comenzado a construir casas en Ja parte de arriba del colegio. Muchos de ellos no habfan tomado parte en el conflicto, pero buscaban la proteccion del padre José Antonio Betancur. Poco tiem- po después, enfrente del colegio, construyd su casa Guillermo Murillo. A él lo acusaban algunos indigenas de haber colaborado con el grupo que participo en la matanza de Rio Colorado. Antes, Guillermo vivia en el alto de Cascajero. Pero después de la matanza en la mina, tivo que huir. Junto con I legaren a Aguasal Fernandes Arce y su hijo Laureano Arce. Algunos indi- genas que viven junto a la misién decfan que Fernando Arce habia matado el 25 de diciembre de 1986, borra- cho, y sin motivos, a un muchacho, hermano de Baltazar Vitucay, Temiendo una venganza, se guiso adelantar y organizé un grupo con gente de Cononda y con algunos miembros de la familia Murillo. Y en mayo del 87 ata- caron a los Vitucay, que entonces vivian en Mirande, y mataron al jaiband Donato Vitucay y a su familia. En junio de ese mismo afio también mataron en Pasaguera a Fugenio Vitucay, Marco y Belisario Vitucay. Baltazar Vitucay aleanz6 a escapar. De ahf se explicaba la muer- te de Alvaro Murillo: era la venganza de Baltazar 212 Vitucay, que a su vez se habla vengado de Fernando Arce matando a un hermano de Guillermo Murillo, su princi- pal aliado en Aguasal. La red de venganzas era tan vieja y tan intrincada que Aguasal estaba ahora en la baca dei leén: alrededor del colegio, sin que nadie lo hubiera comprendido antes, se habtan agrupado varios de los cabecillas mas importantes y mas comprometidos en la guerra del Alto Andagueda. Y ahora, ademas, habia nuevas alianzas: Cevedé y El Saito estaban con el bando de Cascajerc, En el otro bando esta- ban Conendo y Aguasal. Con ja divisidn que se presenta- ba entre los dos caserios que rodeaban el colegio, Aguasal sé habia convertido en el centro de la guerra, asi como antes el centro habia estado en Rio Colorado, alrededor de la mina. El padre Agustin regresé a Quibdé entristecido de ver echado a perder todo el trabajo de paz de 1987, y en su informe al Vicariato advirtié que en el Andagueda la gen- te estaba dispuesta a continuar la guerra. «Hay mucho Miedo», dijo. «La gente esta comprando armas e insiste en que la ley debe coger a algunos. También afirman que el gobierno los ha enganada. Que el gobierno fallé. Que se burlo de los indigenas y del Vicariato: fuimos nosotros los que con el obispo ala cabeza recorrimos las trece comuni- dades diciéndoles que el gobierno iba a establecer unos equipos de apoyo e iba a realizar proyectos en beneficio de la comunidad». En su opinion, el origen del problema segufa siendo la posesién de la mina. «Con el oro de la mina, los indigenas aprendieron los males de occidente: individualismo, egois- mo, afan de enriquecimiento personal a costillas de los demas y por encima de lo que sea. Los paisas que estuvie- ron en la mina y los politiqueros de Andes, por un lade, y 213 sobre todo los de Bagad6, dividieron el resguardo en dos bandos. Estos son los que hoy siguen enfrentados». Las predicciones del padre Agustin Monroy se cum- plieron casi todas. El 16 de agosto entraron al Andagueda los equipos de apoyo de Aguasal y Cascajero. Con el de Aguasal venfa el padre Jestis Fldrez, nuevo director de la misién. Con el de Cascajero venfan varios profesionales que iban a trabajar en salud y educacion. Al dia siguiente volvieron a llover las balas sobre Conondo. Ast lo cuenta un diario de campo que escribid por esos dias, en Aguasal, uno de los misioneros seglares del Centro de Pastoral Indigenista: «Lunes 14: «Entramos a Aguasal el equipe de educacidn, el equi- po de salud, personal administrativo y el equipo del CPI. Encontramos en Marruecos un numero considerable de familias procedentes de Cevedé. Al entrar al resguardo del Alto Andagueda, constatamas el total abandono de la comunidad de Cevedé, ni gente ni animales. Al llegar a Aguasal la gente sali6 muy contenta a recibimnos, sin em- bargo, de inmediato se evidencié que faltaban varios hom- bres. Dijeron que se habfan ido a trabajar a Puerto Boyaca. «Martes 15: «Se invité ala gente de Aguasal a una celebracion. Asistid muy poca gente, pero eran todos los que estaban presentes (en el pueblo). Al término de la celebracion se convoco a una reunion para el dia siguiente y se mandd la noticia a Conondo, Mazura y Uripa. Fueron a Conondo tres personas del equipo y constataron que alli también fattaban hombres, y que ya no estaba la gente de Unipa que se habla trasladado la vez anterior (después del ata- que del 18 de julio). «Miércoles 16: «Vino la gente de Cononde (aunque no todos), el go- bernador de Mazura y el gobernador de Unipa. También participaron los de Aguasal. (Hay firmas). Se informé de Ja reunion de Quibdé y se confirms que venia la visita del comité operative. Se acordo hacer una carta firmada por los gobernadores de Mazura, Uripa, Conondo y gente de Aguasal, para las personas de Cevedé que estén en Ma- muecos, para que se vengan a vivir al resguardo. Tal carta se entregaria el domingo 20 en una reunidn que convocé la gente del Chami en Santa Teresa [...] Se acordé hacer una tregua hasta el martes 22 de agosto para iniciar cla- ses, con el fin de que las comunidades buscaran mecanis- mos y garantizaran el regreso de la comunidad de Cevedé y de este modo posibilitar la asistencia de la mayoria de alumnos al colegio. Se nota buena disponibilidad de bus- car la paz y de alli se decide hacer la carta que menciona- mos antes. «Jueves 17: «Nos dispusimos a salir hacia Cascajero y demas co- munidades vecinas para hacer un reconocimiento de la zona [...] pero al mismo momento de salir nos detuvo el siguiente acontecimiento: «Mas o menos a las 5:30 de la mafiana llegaron los de Cascajero a atacar la comunidad de Conondo. Desde las 5:30 hasta las 10 a.m. se escucharon varias descargas con intervalos cortos. Seguin lo narré uno de los testigos, vi- Tieron unos cincuenta jévenes de Cascajero. A las 5:30 mas o menos, las mujeres de Aguasal se refugiaron en el colegio. Lo mismo hicieron las de Conondo hacia las 10:30 de la maiiana. A las 6 de la mafiana la gente de Aguasal mando a pedir ayuda a Pechugare. Al mismo tiempo ellos (los de Aguasal) se fueron a apoyar a los de Conondo. Hacia las 10:05 a.m. subid al colegio Siriaco Baniama con su primo Martin Baniamé. Ellos iban de camino para Quibdé y los cogié el ataque, de sorpresa, donde resul- té herido Martin. Ahi mismo Siriaco mandé lamar a los de Mazura. A las 10:30 subid al colegio Efrain Querdgama, de Conondo, y confirmé la muerte de su hijo Fermin. A las 11:30 llegaron cuatro hombres de Pechugare a reforzar a los de Conondo. En este iapso de tiempo suben a Aguasal varias veces gentes de aqui mismo y de Conondo, a buscar municiones y comida. Hacia las 5:30 regresaron los hombres de Aguasai que estaban apoyando a los de Conondo. «Durante la noche durmieron las mujeres y nifios de Aguasal y Conondo en el colegio. También durmieron los hombres de Aguasal. «Relacién de muertos y heridos: «Muertos: Fermin Querdgama, de Conondo. Julio Arias, Isaac Sintua, Fortunate Estévez, Alipio Arias. Estos cuatro de Cascajero. Los nombres fueron suministrados por Darfo Murillo. Heridos: Manuel Tequia, herido en la pierna derecha (Conondo). Martin Baniama, herido en el hombro dere- cho (Mazura). Santos Campo, herido en la pierna derecha (Aguasal). Se dice que hay varios heridos en Cascajero. «Viernes 18: «Se sacé a la gente del colegio y regresaron a sus Ca- sas. Se celebraron las exequias de Fermin Queragama. Nos regresamos a Quibdd. «Razones de la salida: no hay condiciones para desa- rrollar el trabajo programado. No se pueden adelantar las clases en el colegio hasta cuando todos los nifos matricu- lados puedan volver. Tanto el equipo de salud como el CPI no se pueden desplazar a las comunidades. Se necesita que las comunidades mismas definan la terminacion de tal situacién de contlicto...» E] dia del asalto, mientras los maestros y la gente de los grupos de apoyo permanecian encerrados en el cole- gio de Aguasal, en Conondo, los indigenas seguian com- batiendo. A las cinco de la tarde el mido de los disparos se acabsd. Los dos bandos habian agotado hasta las wltimas municiones. Entonces los indios de Cascajero empezaron a retirarse sin ver cumplido el suefio de tomarse a Conondo y destruirlo, Atrds tuvieron que dejar los cuerpos de los companeros muertos durante ja refriega. Eran cinco. El ultimo cayd en el puente del Andagueda y queds tendido sobre el piso de tabla. La gente se acercd a mirarlo. Al- guien fue a Aguasal a pedir que vinieran a levantar el ca- daver. Cuando llegaron de Aguasal, el puente estaba solo. Y ya no habia cuerpo qué recoger: al muchacho muerto lo habian picado en pedazos con un machete. A FINES DE agosto, la Divisidn de Asuntes Indigenas del Choco hizo un ultimo esfuerzo por restablecer la paz y envid al Andagueda a un grupo de funcionarios con la misidn de hablar con los jefes de los bandos que segufan en conflicto. Del grupo haefan parte la maestra de Aguasal, Odila Echeverry; el jefe de Asuntos Indigenas, Mario Serrato; el presidente de la Orewa, Aurelio Domicd, y la delegada del Plan Nacional de Rehabilitacién, Sonia Uraguru. Durante varios dias recorrieron el resguardo de punta a punta y ha- blaron con los jefes militares y los gobernadores de los cabil- dos de Cevedé, Aguasal, Conondo, Cascajero y Rio Colorado. El grupo constaté sobre el terreno una nueva emigra- cién masiva de ind{genas hacia la poblacidén de Andes, en Antioquia. Alli se hallaban refugiados mas de cincuenta hombres y mujeres con sus hijos. La mayoria de ellos per- tenecfan a familias de Cascajero y La Peninsula, situadas en cercanias de la mina de Rio Colorado. Los indigenas que emigraron denunciaron el asesinato de Adolfo Tequia, a quien se Ilevaron preso algunos hombres armados de Conondo. Los mismos hombres también se llevaron a la indigena Hilda Mardgama. Concluida la labor de mediacién, el gobierno decidid acoger una recomendacién de algunos lideres indigenas, consignada ademas en les acuerdos de paz: detener a los cabecillas que estaban instigande Ja violencia. Después de analizar los ultimos hechos de violencia, el gobierno llegé ala conclusién de que los principales lideres de la violencia durante el ultimo periodo habian sido Tulio Pepé, de Cevede; Fernando Arce, de Aguasal; Guillermo Murille, también de Aguasal; Maximiliano Dominicha e Hipdlito Vitucay, de Conondo; Baltazar Vitucay, de E] Salto; y Justo Sintué y Maximiliano Murillo, de Cascajero. En la carretera entre Medellin y Quibdd, mientras tanto, se cons- taté que los jefes de los grupos armados seguian siendo Ga- briel Vitucay y sus hijos Lazaro y Sigifredo Vitucay. Miguel Murti, el antiguo jefe del grupo militar de El Chuigo, quien también habia emigrado a Quibdd, ya habfa sido asesinado ahachazos en uno de los casertos de la carretera. Dicen los que conocen de cerea a los embera que los indfgenas prefieren la muerte a la cdrcel y, sobre todo, a la cdrcel de Quibda. Pues bien: representando al Estade colombiano, que hacia afios no daba muestras de existir en el Anddgueda mas que en las bocas de los fusiles de los soldados y los policfas, una juez de Quibds fue hasta el colegio de Aguasal y cité a los jefes de los bandos a un didlogo. Después de hablar con ellos durante algunas ho- ras, al término de la reunion les dio a conocer su decision de apresarics. En ese momento fueron detenidos Tulio Pepé, Maximiliano Dominiché, Maximiliano Murillo y Fer- nando Arce. Por el camino hacia Pueblo Rico, la juez tam- bién detuvo a Alfonso Pepé, acusado de la muerte del inspector de Aguasal, Laureano Arce. No pudieron ser capturados Baltazar Vitucay, quien habia huido a Piedra Honda, ni Hipdlite Vitucay, quien ha- 219 a habfa emigrado del resguardo y se hallaba viviendo en Apia (Risaralda). Tampoco fue detenido Justo Maria Sintud, jefe del grupo de Cascajero, quien no acudid a la reunién de Aguasal y prefirid ocultarse en la zona montafiosa del res- guardo, La detencién de los cabecillas de los grupos que se estaban exterminando causé revuelo en el Alto Andagueda. Pocas semanas después los Animos empezaron a apaci- guarse. E] grupo de apoyo de Cascajero aproveché la si- tuaci6n para promover una nueva reunién de paz. Esta se celebré en Andes los dias 27, 28 y 29 de enero de 1990. En ella, todos los gobernadores que respaldaban al grupo de Cascajero, liderado por Justo Maria Sintud, y algunos del grupo de Conondo y Aguasal, aceptaron firmar una nueva declaracién de paz. El documento dice: «En la ciudad de Andes, Antioquia, nos reunimos los gobernadores indigenas del Alto And4gueda [...] con el fin de anailizar la situacién de orden publico reinante en la zona del Alto Anddgueda. Verificadas las causas del conflicto se determina que el problema comienza por la disputa en el manejo de la mina, situacién ésta que se presenta desde comienzos del presente siglo. Haciende un breve recuento, en enero de 1987 se reanudan los enfrentamientos con la toma de la mina ubicada en Dabaibe, en la cual hubo varios muertos. En octubre de 1987 se firmd en Chocé un acuerdo de paz, en el cual las comunidades indfgenas se comprometieron a suspender las hostilidades y ataques entre ellas mismas, comprome- tiéndose el gobierno a ejecutar programas y proyectos en la zona que garantizaran la supervivencia de Jas comuni- dades indigenas al cierre de la mina. En diciembre de 1987 se hizo una verificacién del acuerdo firmado y se conclu- ye que las comunidades cumplieron pero no asi el gobier- 220 no. En agosto de 1988 se realizé el primer congreso indt- gena en el Alto Anddgueda al cual asistieron 800 indige- nas para reafirmar el acuerdo suscrito en 1987, pero el gobierno no se hizo presente en este congreso. En marzo de 1989, se inicid nuevamente el conflicto con la muerte de Alvaro Murillc. Hasta septiembre de 1989 se presenta- ron cuatro enfrentamientos con algunos heridos, muertos y pérdidas materiales. A partir de septiembre de 1989, hasta la fecha, no se han registrado mds enfrentamientos en la zona. «Después de analizar la situacion dei Alto And4gueda durante los dias 27, 28 y 29 de enero en el taller de recon- ciliacién en el municipio de Andes, se llegé a las siguien- tes conclusiones: «1, Los gobernadores indigenas del Alto Anda4gueda nos comprometemos a suspender todo tipo de hostilida- des y enfrentamientos que puedan interrumpir o alterar este acuerdo de paz que voluntariamente proponemeos. Lo anterior con base en la aceptacidn de 1a responsabilidad de todas las comunidades indfgenas del Alto Andagueda en el conflicto que se viene presentando. «2. Los cabildantes consideramos necesario presentar las denuncias colectivas contra las personas que de una u otra forma participen en asaltos, hostigamientos, asesina- tos, incursiones que atenten contra la tranquilidad de las comunidades del Alto Anddgueda. Este acuerdo tiene como fundamente la necesidad de garantizar la supervivencia de las comunidades en esta zona. «3, Se detecté que un factor que incide en este conflic- to es la explotacion y administracion de la mina, en conse- cuencia se ha planteado la necesidad de definir en qué términos se debe explotar la mina y administrarla con el fin de que deje de ser un factor condicionante dei proble- 221 ma. Se hace necesario profundizar y concertar con todas las comunidades indigenas su mejor forma de utilizacisn. Los gobernadores se comprometen a discutir con sus co- munidades y a presentar una propuesta de manejo de la mina en el proximoe congreso de indigenas de esta zona. E] gobierno nacional se compromete a que un técnico minero haga un estudio evaluativo de la mina de Dabaibe. [...] «5. La delegacién PNR Chocé gestionara ante las enti- dades del orden nacional y regional la asignacién de dos técnicos agricolas y dos promotores sociales y el equipo de salud para completar dos grupos de apoyo ubicados en Cascajero y Aguasal por un perfodo de un aiio, esto para garantizar el cumplimiento de programas y proyectos priorizados [...}. «iO, Dejamos constancia gue la comunidad de Co- nondo no estuvo presente en este taller, no obstante todos los gobernadores presentes nos comprometemos a hablar con esta comunidad para asegurar su compromiiso con este acuerdo y el gobierno a desarrollar proyectos socioe- condémicos en esta comunidad. (Firrmado) Gobernadores de Cascajero, La Peninsula, Mazura, Uripa, Pasdguera, Aguasal, Cevedé, Vivicora, Ei Salto y Ocotumbo. Pocos dias después fue firmado también por Maximiliano Dominichd, gobernador de Conondo». MIENTRAS LOS gobernadores de los cabildos det Andagueda firmaban el nuevo acuerdo de paz en el su- roeste de Antioquia, en un pequefio puebio de ese mismo departamento, conocido con el nombre de San Antonio de Prado, el padre José Antonio Betancur veta llegar ei fin de sus dias. El lugar era el mismo donde habfa nacido hacia setenta y seis afios. La voluntad férrea que no ha- bian quebrado todos los peligros que le tocd sortear en sus andanzas por las selvas y los rios del Chocdé y del Anddgueda ja habfa quebrado un accidente de trdnsito causado por una motocicleta en una avenida del centro de Medellin. Cuando Io llevaron a la Policlinica Municipal, incons- ciente, fue incluido en los registros del hospital con las dos fatidicas iniciales de los desconocidos. Poco después, en uno de sus bolsillos, ios médicos encontraron su cédu- la de ciudadania, expedida en Bagadsd. De este modo, pudo ser devuelto a sus familiares. Enel accidente, el incansable misionero que constru- yo el internado de Aguasal sufrid un trauma cerebral que le causé muchos sufrimientes durante los tiltimos meses de su vida. UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIAG3 BIBLIOTECA CENTRAL El padre Betancur se habia ido a vivir a San Antonio de Prado desde que abandoné la misién en 1989. Alli se habfa recluide en una casa, muy cerca de una hermana religiosa y de dos hermanos, agobiado por la tristeza de ver como se derrumbaba la cbra de Dios, la obra de su vida, y los indigenas de la misién se ahogaban otra vez en su propia sangre. En el momento de su retiro, el padre Betancur sabia todo de los indios embera. Habfa derrotado a sus jaibanas. Conocfa a sus mujeres. Les habia impuesto la lengua de la madre Espafia. Los habia bautizado, casado y enterrado. Los habfa visto armados de cuchillos o machetes, y borra- chos, peleando con sus hermanos o amenazandolo a él. Y hasta habia aprendido dle ellos todos los secretos para do- minar las culebras. Sin embargo, al final de sus dias, no podifa entender lo que pasaba. Fue como un eclipse de sol. Empezé a su- cederle cuando su comunidad religiosa devolvis las tie- rras de la misién. Después, ese sentimiento se agudizé en su alma cuando comenzaron a ocurrir las primeras ma- tanzas y veia llegar, con un fusil al hombro y la ropa lena de sangre, a los indigenas que él mismo habia bautizado. éCuando habia empezado todo eso? No lo sabia a cien- cia cierta. En todo caso, estaba seguro de que el oro que él compraba a los indfgenas y pesaba en la tienda de la mi- si6n lo habia desordenade todo. Ademas, lo habia bajado a él mismo de su trono de misionero, no sabfa cuando. Desde esa época comenzé a sentirse viejo y derrota- do. No entendfa ya a fos blancos, ni a los indios, ni a los nuevos supcriores de su comunidad religiosa. Tal vez por eso empezo a tener visiones extrafias y, enajenado por todo lo que estaba pasando a su alrededor, se abandond a los dioses de los negros,. La congregacidn religiosa a la cual habia pertenecido desde nifio decidid mantenerlo en su cargo de director de la misién a pesar de que éi habia renunciado a su condi- cién de sacerdote de la comunidad claretiana. Pero eso no le sirvid de alivio al misionero: por el comtrario, durante sus tiltimos afios en el Anddgueda se sumié en un estado de desasosiego de! que nunca logr6 salir, Cuentan que a veces, durante algunas crisis, se lo ofa hablar solo por los corredores de la misién y decir frases sin sentido: «Veo un mestizo...» En esa época comenzaron sus viajes inexplicables a Pereira, en medio de las matanzas, y se estrecharon sus lazos de amistad con el mayordomo de !a hacienda de la misién de Aguasal y con su mujer. Ella, seguin los maestros del cole- gio, tenfa comportamientos muy extrafios. Con alguna fre- cuencia, y sin ningun reato, celebraba ritos saténicos con la ayuda de su marido, en ei mismo edificio de la misién. En Pereira, la mujer dirigia una secta de iniciados que aguardaba la llegada al mundo de un nuevo Belcebu. Di- cen que a esa secta terminé perteneciendo, al final de su periodo en el Alto Andagueda, el padre Betancur. La secta se apoderé de su mente y de su cuerpo y también de todo el dinero que el sacerdote habia logrado acumular a jo largo de su vida en la tienda de la misidn y en los trabajos de ja hacienda. El padre Betancur murid recuperado un poco de sus extravios, pero no de sus dolencias, con la misma digni- dad de un jaiband viejo, de un abuelo emberd, de un tachoara (papa viejo), el 16 de mayo de 1990, dos dias después de cumplir setenta y seis afios. «Murié como un santo», dicen los misioneros seglares que lo acompanaron en el internado de Aguasai durante los ultimos afos y que fueron testiges de su sufrimiento. 11 EL COMANDANTE Salomon tiene la cara de un mu- chacho de barrio que apenas acaba de dejar la infancia. Es alto y flaco. Usa bluyines y camisetas de algodén. No es insolente. Pero esta muy lejos de tener la apariencia de un hombre débil. Aunque esté sentado y no se perciba a pri- mera vista su tamafio, parece hecho de acero. Sobre todo cuando habla. Su voz es fuerte, decidida, con don de man- do. A veces parece la voz de un militar. Si uno mira sus ojos, sin embargo, adivina ahi mismo detrdas de la mirada dura un fondo transparente. Un alma limpia, tocada a ve- ces por la tristeza. Durante varios afios é] dirigié un frente guerrillero del Ejército Popular de Liberacién, EPL, que domind el occidente del Risaralda, el suroeste de Antioquia, el oriente de Caldas, el Quindio yla zona montafiosa de los Farallones del Citara, entre Antioquia y el Chocé. Ahora vive en una casa pequefna, en un barrio de Pereira. Y ya no anda de botas, ni de uniforme camuflado, cargando el fusil Gali] que tanta admiracion causaba en- tre los indios embera. Anda de tenis y se ve que le gustan, como a cualquier adolescente del bario donde nacié hace casi treinta aos, en Medellin. rabaja en una cooperativa 226 con varios compaieros ereinsertados», que dejaron las armas y estan luchando por formar un nuevo movimiento de oposi- cion civil, Y esta a punto de ver nacer a su primer hije. £17 de febrero de 1990, una columna del Frente Oscar Willian: Calvo, que habia lograde burlar un cerco del ejér- cito en e] cafidn del rfo Mistraté, entrd bajo su mando al resguardo del Alto Andagueda. La columna estaba desde fines de enero en Puerto de Oro, un caserfo del rfo Mistratd, en un curso de adiestra- miento con un grupo de suerrilleros recién llegades a las filas del EPL. Para poder garantizar la seguridad de los cursillistas y de la gente que estaba dando la instraccidn, el frente monté algunas avanzadas distantes del campa- mento donde estaba concentrado el grueso de la fuerza. Las avanzadas lograron detectar la presencia de una pa- trulla del ejército y, con algun trabajo de inteligencia, el 5 de febrero le montaron una emboscada. Durante el com- bate, los guerrilleros mataron a un sargente y dos solda- dos e hirieron a otros miembros de la patrulla. El ataque provocé una contraofensiva del ejército. E] comandante Salomdn dice que los soldados que man- daron a tuchar contra ellos trataron de tenderles un cerco. En un mapa enorme, gue él acabé de dibujar en el monte con su propia mano, sefala el lugar con un dedo: «Nos me- Geren tropa por todas partes. Como es tan dificil maniobrar con una fuerza grande, y como tenfames la responsabilidad de la gente nueva, tuvimos que dividimos en tres grupos: uno se fue hacia Belén de Umbria, otro hacia Mistraté y otro hacia el Alto Anddgueda. Este ultimo, en el que estabamos la mayoria de los mandos, fue el que entré por primera vez al resguardo del Andagueda». FE] comandante recuerda que de tiempo atras el frente habfa recibido mensajes de algunos cabildos indigenas y 227 algunos gobernadores, invitandolos a visitar la regién v comentando algunos problemas. «No se les entendia muy bien la letra porque no dominaban el espafiol, pero noso- tros sabiamos que habfa un problema grave desde 1987, cuando sucedio lo de la matanza en la mina», dice. «No- sotros tenfamos algun conocimiento de esa region, y ya habfamos enviado algunas comisiones para ir conociendo elterreno y la comunidad. En las comisiones mandabamos dos ind{genas chamf que eran compaferos y dominaban la lengua». El comandante recuerda jas cartas: «Nos declan que por favor fuéramos. Y mandaban el sellito de la comuni- dad. Cabildo de Cevedé, de Pechugare. Decian que se re- queria de la presencia nuestra porque tenfan problemas. Querfan que fuérames a acabar con toda la gente que los estaba amenazando...» Los guerrilleros salieron a la carretera Pueblo Rico- Tadé, a la altura del rio Agiiita, después de atravesar el resguardo de San Antonio del Chamf. Luego, por Docabu, subieron a Santa Teresa y a Marruecos, buscando el cami- no de Aguasal. «Entramos con mucha desconfianza y mucho temor porque ya conociamos la experiencia de los compaferos de] M-19 en el afio 1981, cuando mataron a “La Chiqui” y diezmaron a su grupo», explica el comandante. «El ejérci- to en ese tiempo desplegé una labor psicoldgica muy fuer- te dentro de la comunidad. Eso Hevé a que muchos indigenas participaran en la detencidn y en la muerte de guerrilleros del M-19, E] cerco fue fatal porque ellos ni conocian el terreno, ni habfan hecho un trabajo previo con las comunidades indigenas, ni se hablan ganado su confianza. En cambio el ejército promovis las famosas re- compensas, y muchos indigenas Hevaban cabezas de gue- rrilleros y les daban cincuenta mil pesos en ese empo. También sabiamos ya lo det lio con el ELN en Rio Colora- do. Hab/an reclutado a un muchacho ind{gena chami y le habian dado a é] responsabilidades y el indigena como que se fue alla, tenfa sus problemas, y llegd a matar a csa gente asi, sin mas, y sin ningun permise de la organiza- cidn... ¥ llegamos casi que a cargar con ese costo, como guerrilla. Claro que los de arriba si sabfan la diferencia que habia entre un grupo y otro y nosotros también les expli- camos... Por todas esas cosas tbamos despacio, con muchas medidas de seguridad. «Llegamos primero al caserta de Marruecos. Alld nos recibieron con mucho carifio. Las mujeres se pusieron los vestidos como si fuera una fiesta. Nos reunimos con toda la comunidad. Nos llamé la atencidn que las mujeres se haefan aparte de los hombres. Durante la reunién, un in- digena de los nuestros les traducia a su lengua el mensaje que queriamos dejarles», Los miembros de la columna se identificaron ante los embera como una fuerza guerrillera y les dijeron que en ningtin momento buscaban violentar sus costumbres ni su organizacién. También les explicaron que muchos de ellos mismos los habjan llamado a colaborar en el proble- ma que tenfan. Después continuaron hacia Santa Teresa. Allf encon- traron a un montén de indigenas seguidores de la religién evangélica. Inclusive habia pastor. «¥ no era una comuni- dad de negros», dice el comandante. «Era de puros indi- genas. Eso evidenciaba ya un problema: la presencia de elementos extrafios que violentaban la tradicién y la cul- tura de ellos». El comandante Salomdén hace una pausa y busca un pequefio computador Casio donde Hevaba un diario de todas las operaciones de su frente y grababa, en codigus, hasta los datos del ultimo peso gastado en intendencia. |] aparato le servia para codificar los mensajes que enviaba al alto mando, cada semana, cn los enlaces nacionales. Ahi estaba todo cifrado. Pero el computador no responde. Esta bloqueado desde la época de ia amnistia y nadie lo ha podido arreglar. Hace un esfuerzo por recordar. Le cuesta trabajo re- cordar tantos nombres indigenas. Dice que la columna si- guid penetrando en territorio embera, todavia con muchas precauciones, hasta que Negaron a Pechugare. «Allf nos lam la atencién que tensan a un indigena castigado en el cepo. Les difimos que por qué y les dio pena y mandaron asacarlo. Tuvimos que explicarles que en ningtin momento queriamos intervenir en sus cosas, que esas eran leyes y normas de ellos. Que si lo soltaban, no lo hicieran por nosotros. Que si la persona habia cometido una falta, pues habia que castigarla». Ese mismo dia por la tarde, los ochenta guerrilleres del EPL llegaron a Aguasal. Alii la reaccién de tos indigenas fue de expectativa y de temor. Después de tantas matanzas, te- nian miedo de ver gente armada acercdndose a la misién. «Hablames con las maestras del colegio, con el médi- co, con la enfermera de] puesto de salud», recuerda el comandante Salom6n. «No estaba el sacerdote... y noso- tros pedimos permiso para dormir en el colegio. La gente fue muy formal. Cuando llegd el padre, al dia siguiente, se enojé mucho. Dijo que si no pensdbamos que en caso de presentarse combates, éstos iban a ser ahi, en medio de los estudiantes y de la poblacién civil. Eso lo supimos entender... Le dijimos que no habia ningun problema, que nosotros mandabamos 4 acampar en el monte. Pero ya los indigenas no querian que nos fuéramos de aht. «Recuerdo que ese dia una indigena se me acerco y Me regalé un collar. Yo lo recibi. E] padre se dio cuenta y me Jlamé aparte. Me dijo: ne vuelva a hacer eso. Ese regalo quiere decir que ella lo quiere cnamorar... Si usted lo reci- bid, tiene que corresponderle... Yo le dije al padre que yo no sabfa eso. Por ahi tengo todavia el collar...» En Aguasal, ios guerrilleros descansaron dos dias. Lue- go, empezaron a reunirse con la gente y a recoger testimo- nios para averiguar qué pasaba. Primero lamaron a los gobernadores de las comunidades més cercanas al colegio. Pechtigare, Marruecos, Santa Teresa, Cevedé, Cononde. «De Cascajero no vino nadie», explica el comandante Salomén. «En primera instancia nosotros queriamos hablar con los de abajo. Algunos de ellos tenfan la impresion de que no- sotros les podfamos colaborar matando a la gente de arri- ba. Nosotros les dijimos de inmediato que eso era totalmente imposible. Porque, primero que todo, no nos queriamos prestar al juego que nos proponfan de ir a aca- bar con los indigenas de Cascajero y Rfo Colorado...» Segun él, durante esos primeros dias, todos sus hom- bres fueron muy enfaticos en rechazar ia forma en que ellos les proponfan actuar: «Los regafidbamos, mejor di- cho, Les deciamos que como era posible que unas gen- tes tan pobres, que se estaban diezmando ya en el pats, se estuvieran asesinando y matando entre ellas mismas... Que eso era una vaina estiipida, sin sentido, que eso no tenia razén de ser. Que ellos se estaban dejando mani- pular por intereses oscuros, por personas que cogieron esa mina y los pusieron a todos a girar en torno al dias dinero...» Cuando los indigenas trataban de justificar su guerra interna, Jos guerrilleros les preguntaban adonde habian llegado después de Lantos muertos. «(Qué ha mejorado para Sr ustedes», les decia e] comandante. «A ver: siguen mas po- bres que antes... Mds jodidos, mds divididos... ». A partir de ese momento, la columna del EPI. se pro puso reunir a todos los indigenas del resguardo para que volvieran a dialogar y a hacer nuevamemte las paces, como hermanos. «Hicimos una labor muy especial: desplazamos comi- siones hacia las otras comunidades: Pasaguera, Cascajero, Rio Colorado, La Peninsula, E] Chuigo... Todas esas zo- nas. Claro que ali{ la gente decia que le daba temor venir a Aguasal», Las comisiones salieron el 10 de febrero y el 12 empe- zaron a llegar con algunos gobermadores. «E! 13 de febrero logramos juntarlos a todos en Co- nonde, en una escuelita que habfa allf», dice el coman- dante Salomon. «Vino todo el mundo. Justo Sintua, Hipdlito Vitucay, Tintiliano Vitucay, el gobernador de Cascajero. Ahi pudimos palpar el problema tan grave que tenfan. El uno le echaba la culpa al otro. Por ejemplo, atacaban a Maximiliano Dominicha, gobernador de Conondo, y Maximiliano atacaba a Tintiliano, el goberna- dor de Cascajero. La gente de Cascajero decia que el pro- blema lo habian comenzado los de abajo, y los de abajo decian que el problema lo habian comenzado los de arri- ba... Cuando querian despistarnos a nosotros, en mitad de la discusién, comenzaban a hablar en emberd, pero nosotros tenfamos dos indigenas que nos traducian v les preguntabamos: a ver qué es lo que estan diciendo...» «Ese dia también se hablé de la mina. Cuando llega- mos al resguardo, la mina estaba cerrada. ¥ en ja reunién nosotros Jes dijimos que lo mejor era que se mantuviera asi, cerrada, porque el abrir la mina significaba abrir las heridas, otra vez. Inclusive peor. Les dijimos que ya esta- ba demostrado que ellos no sabfan manejar ese problema. Que esa maldita mina habia side la causante de tantas muer- tes, de tantos hogares destruidos, de tanta gente que tuvo que huir... Les dijimos que esa era una mina maldita, por eso: porque los habia dividide, porque los habia puesto a matarse entre ellos mismos de esa manera...». La reunion comenzé a las nueve de la mafiana y terminé come a las dos de la tarde. Previamente, los gobermadores de jos dos bandos en pugna fueron advertidos acerea de su res- ponsabilidad en cualquier incidente que se presentara. «Fue una forma de presionarlos un poco. Habia mu- chas prevenciones porque habfa muchos que eran enemi- gos y hacfa tiempo que no se vefan», dice el comandante Salomén. «A pesar de los problemas, ellos nos daban un trato muy especial. Nos decian los guerreros. Como algu- nos terdamos uniforme de contraguernilla, a veces nos de- cian también los tigrillos. Nos trataban con mucho respeton. Al final, los guerrilleros del EPL hicieron un almuerzo para todos y antes de las despedidas propusieron a los indi- genas hacer en Aguasal una fiesta de la paz que sirviera para el reencuentro de todas las comunidades. La idea fue recibi- da con entusiasmo por casi todos los gobernadores. Por la tarde, la gente comenzo a salir para sus luga- res. A los de Rio Colorado, Cascajero y demas comunida- des de la parte de arriba, el EPL les puso escoltas armados que los acompafiaron hasta el puente del Anddgueda, para darles seguridad. Durante los dias siguientes, el comandante Salomon y sus hombres se dedicaron a recorrer buena parte de las cincuenta mil hectareas del resguardo y a hablar con los gobernadores de todas las regiones. «Fso es un laberinto, eso es una selva, 110 ve usted sino arboles y monte. ¥ los caserfos son muy pequenitos... Me parecicron muy bellos casi todos los lugares, pero habla mucha miseria», recuerda el comandamte. «In mis didlo- gos con ellos entendi lo habilidosos que son para ecultar sus verdaderos sentimientos y menur a los blancos. Tam bién comprendi que la gente estaba muy a la expectativa. Acudian a las reuniones y hablaban, pero algunas cosas no las entendiamos: cuando ellos querian, hablaban entre st en Ja lengua y si no llevdbamos a los compaiieros que podian traducir, nos dejaban a nosotros en la luna», Las primeras semanas, los guerrilleros sintieron un poco de hostilidad. Uno de los chami que tenian en sus filas cayé enfermo. El indigena les dijo que un jaibané le habfa metido un «jai». Iba caminando por el monte y de pronto le empezaren unos dolores muy fuertes por todo el cuerpo. Después, casi no podia moverse. Fl comandante Salomén tuvo que autorizarla para que regresara a su co- munidad a curarse. Antes de partir, el indigena les hizo muchas advertencias. Entre otras historias, les contd que una noche que estaba de vigia en uno de los campamen- tos habia cido hablando en lengua a varios emberd: que- rian desarmarlo a él y a su compaiiero, para llevarse los fusiles. En el recorrido per las tierras del resguardo, los gue- trilleros vieron muchas cosas. Algunas tradiciones les Ila- maron la atencion, Por ejemplo, ja forma como las mujeres enfrentaban el parto: se iban —solas o ayudadas por otra indigena— para el rio. Llevaban nada mas un machete, lo lavaban con el agua del rio y cortaban el cordén umbilical ellas mismas. No guardaban dieta y no se intectaban. Fl comandante se impresionéd mucho con el hambre. «Comian nada mas harina de mafz, plétano primitivo y, de vez en cuando, pescado. Y eso, combinado con el pro- blema de sus defensas, que son muy bajas, causaba estra- gos en la poblacion. Ale que mas miedo le tenian era a un virus de tuberculosis: eso se los llevaba en un momentico, por la desnutricion. Y habia mucha en todo el resguardo». De las escenas de hambre que vic en el Anddgueda, el comandante recuerda sobre todo la de un nifio: «Cada que me veta comiendo, él se paraba al pie. Era un nifio flaquito, barrigoncito, que tenia en ese entonces unos diez afios y aparentaba tener por ahf tres afios, no mds. Cada que me vela comiendo, él se paraba al lado mio y yo le daba comida como un verraco. Nosotros compartiamos la comida con ellos, porque se alimentaban muy mai. Habia mucha hambre. No habian vuelto a sembrar. Habfan ven- dido hasta el ganado para comprar armas...» La situacién de las mujeres le lamdé mucho la aten- cién: «Los hombres se podian quedar todo el dia durmien- de o haciendo pereza o tomando trago y las mujeres se iban con los canastos y los nifios a trabajar, a conseguir el platanillo primitivo o a sembrar. Cuando iban por el mon- te, ellas eran las que cargaban. Los hombres iban adelante con sus flechas y su cerbatana...». Al cabo de un tiempo, después de conversar con la gen- te de las distintas regiones, el comandante comprendié que la divisién de ios indigenas era bastante sintomatica: los de arriba y los de abajo. Los unos influidos por la gente de An- des y Piedra Honda, Y los de abajo, influidos por Pueblo Rico y la misién. Y también con su color politico: los de arriba liberales y los de abajo, godos. «Los indigenas son muy ingenuos y cualquiera que lle- gue de afuera los divide. En el resguardo de San Antonio del Chamt pasaba lo mismo: San Juan margen derecha y San Juan margen izquierda. Fsa era la division de la gen- te», dice. «Nosotros tratabamos de juntarlos». Uno de los focas de esa divisidn estaba en Cascajero. La primera vez ‘ :BsUl9] ANU eINZas OpIenBsal [a ua uNTOeNUs BY ‘sau -O1DUAIUI seusngq sey ap tesed e anb sepualue otuuied say anb 027] olpaons sa] apie] eun ‘opuouo’y ua opuelsq ‘zed e] ap eisayy e] Jel -edaid @ sopesipap Worenutuos ITV ‘Tesensy A opuouo; ap sollases soy @ olumf uoreduleoe Jqq [ap sole[[uiens SO] ‘BIOqUld OMOILA [a JAL0393 ap Uoreqeoe opuenD & SEIISTA SOP se[ ap sendsaq “eB]PNA BS9 BPO} Jep onb wea) suo ‘Opoiu Bqep sof BqITe ap so] e ‘ostuted Uedep sa] Opuend 4A “OITY o]geng B ouTea [3 od Jesed ueqefap soy cu opucuc’y ap so] ‘ejaued ap seiqy san A yes ap eiqi] eun Jaen ered opol A ‘—-OUJ ap 83 OUIOD—-- OLTeZeN Ues ap oye ye Jiqns ‘eyana BIBLIOA B59 BPO} Jep A ‘(enbonuy) sepuy eysey 1 enb eleta Ni] ataz esa aonb orsnfin eyeureutaidns epered ayp “SUZURBUDA se] A BUI ET ap BWalqoid fa aiqos solja Woo IesIaauo> opnd Ugiseso Bsa UY UdIq ANUI UOJaTPUaTe O] SBUIZIPUT SOT “PNIeS ap o7dajsand ja us IIOP 990] aT ‘aWeUCIsaidwt orasenge un oAed olafeasep e any anb zaa epungas eB] ap o1u38 Pe] y ‘zed eB] ap Bisaly eB] 2 Ieleq & UOISIATIIE 38 ‘OIUONDUS ISUILid fa Ue optésiold soumeiqey soy RA OLUOTD “sezLfestlan sey A sapepTTRA se] Iod opucusy e iefeq uerpod ou aonb seuaszyput sajal soy sopol ap BplA F| ap soqueses soy SOWMAOA SOU “elUana sowep Uls [sep “sep -BPILMUWOD SPT & SOUITOTY anb seysi se] Sepo} ap UsTqUIel oinpoid onJ ‘oraiqey Ua ‘salopeltiaqos sof ud ugTunes eso ap olnpoid ang “-epuatlen pnituseuw eun ap ‘eqoq ANU! 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Se quedaron con nosotros hasta que firma- mos el] pacto de paz. Cuando nos desmovilizamios, fuimos hasta Docabt y los devolvimos...» 246 ES DE noche y hace frio. Las calles de Pereira estan mojadas. Desde hace rato cae una Iluvia triste. Por mo- Mentos pienso que se parece a la lluvia menuda y fria de las selvas del Andagueda. El] comandante Salomén me ha invitado a dar una vuelta. Quiere respirar el aire de la noche, aunque esté lloviendo. Y quiere acabar de contar la historia. Su voz, ahora, esta muy lejos de parecerse ala voz de un militar. Es pausada. «La historia sucedié el 20 de julio de 1993. Era un compafiero de esa columna del EPL. Un compafiero des- movilizado, que tenfa familia en Agiiita. El era de una co- munidad negra. Esraba dando una vuelta por el pueblo, de noche, y mataron a un indfgena emberd. Querian ro- barle una grabadora y una plata. La cosa sucedié ahi, en Agiiita. Entonces alguien lo acusé a él de esa cosa y por la Mafiana vino de Santa Teresa una gallada como de cua- renta indfgenas, armados de garrotes y de machetes. Lo cogieron, se lo llevaron. La que me llam6 a avisarme fue la novia de él. Yo le dije: mi amor, hoy es dia de fiesta y ya no se puede hacer nada. Hay que esperar hasta el lunes, a ver... No sabfamos qué le habia pasado al compafiere. Fntonces comenzames a buscar la forma de hacer unos contactos con los indigenas, Hablamos y no quisieron decir absoluta- 247 mente nada. Entoneces yo fui a Pueblo Rico. Traré de ha- blar con la gente pero fue imposible... «A los pocos dias nos dimos cuenta de que al compa- fiero lo habian matado. |.o mataron con una crueldad muy verraca. Con garrotes y machetes. Yo fui hasta Docabu a reclamar el cadaver, ya de civil, y los indigenas no me dejaron pasar. Me conocieron pero no me dejaron entrar al resguardo... Yo les dije: para evitar problemas, mas bien me regreso a Pereira... Y me regresé. «La novia me llamaba a insistir que hiciéramos algo. Tuvimos que hablar con el gobernador del Risaralda. Le dijimos que nosotros necesitabamos recuperar el cadaver de ese muchacho... El gobernador pidid una patrulia del ejército y subid un compafiero, con los bomberos de Pue- blo Rico, y lo trajeron. Lo habfan dejado medio enterrado ahi en un cerro, antes del alto... Lo maté la gente de Cevedé y de Pechtigare...». El comandante Salomén se queda callado. La historia ocurrid hace apenas dos semanas. Y a nadie Je gusta ha- blar de muertos. Yo pienso, mientras tanto, en todos los muertos del Alto Andagueda. «Y todo por una maldita grabadora y unos pesos...» dice. Yo sigo pensando: hace cuarenta afios en el Andagueda no habia grabadoras ni ladrones. Tampoco habia pistoias, ni mataban a ja gente de esa manera. £l comandante Salomon parece adivinar mis pensamien- tos. Aunque en el interior del carro hay poca tuz, veo como empieza a cambiar su cara. Ahora ya no es Ja cara de un muchacho de barrio que apenas acaba de dejar la infancia. Esta un poco palido y se ve que, como yo, tiene rabia. De prente lo oigo decir, como si estuviera hablando solo: «iHijueputa oro...» CRONOLOGIA DE LA GUERRA DEL ORO EN EL ALTO ANDAGUEDA 1975 Marzo 5. Anibal Murillo descubre una mina de oro en ias selvas del rio Azul. Mayo 5, Aconsejado por varios amigos, Antbal Murillo denuncia la nueva mina ante el alcalde de Bagad6, Ramiro Ledesma. Diciembre 19. Con el fin de solucionar a su modo los primeros conflictos entre los indigenas y el hacen- dado Ricardo Escobar, quien alega ser duefio legitimo de la nueva mina, Julio César Lozano, visitador admi- nistrativo de] gobierno de Chocd, envia un oficio al co- mandante del puesto de policfa de Dabaibe (Bagads) recordando los articulos de una ley del codigo de mine- ria que reglamenta los derechos de mazamorreo, bare- gueo, bateo o lavadero de pobres. Con ese documento busca obligar a los indigenas a alejarse del fildn descu- bierto por Anibal Murillo, aunque advierte que no se les puede impedir el barequeo. Sin embargo, para espejar dudas, el documento dice, al final: «A favor del Sefior Doc- tor Ricardo Escobar», 1976 Junto. Se presentan los primeros problemas entre los apoderados de Jas familias Escobar y Montoya. Se multi plican los incidentes entre la policia y los indigenas del ra Colorado que quieren trabajar en la mina descubierta por Anibal Murillo. Agosto 20. Anibal Murillo es detenido y Hlevado a An- des por orden del visitador nacional del Ministerio de Go- bierno, Ricardo Hurtado Ocampo. La orden de captura fue ejecutada por el agente Gustavo Cruz Castillo, con C.C. 11.788.810 de Quibds. Noviembre 25. La policia conmina a varios indigenas y les prohibe acercarse a la mina descubierta por Anibal Murillo. Un agente informa a sus superiores sobre la pre- sencia de Jaime Montoya en el rio Colorado. 1977 Abril 4, Varios indigenas familiares de Antbal Murillo son detenidos por la policia por barequear en los alrede- dores de la mina. 1978 Abrii 3. Ricardo Escobar envia una carta a Horacio Vélez, fechada en La Bodega (Antioquia). En ella pide «que le digan a don Jairo que conmine a los indios para que no vuelvan a molestar en la mina». También dice: «Ud. o José deben recibir las minas a nombre de Luis Fernando, Ale- jandro y Ricardo Escobar CG.» Junio 71. Los indios sé toman la mina por la fuerza. Aparecen las primeras noticias de prensa sobre el caso, E] movimiento jo dinge Jaime Montoya, descendiente de los antiguos socios de la familia Fscobar. Un helicaptero de Helicol es atacado por Jos indies. Raban un cargamento de oro. Junio 17. Por el camino de Andes entran a la zona trein- tay seis policias de 1a Divisién Choco, enviados desde Quib- dé. En los alrededores del campamento de Rio Colorado hay un enfrentamiento armado que dura cinco horas. Son heridos a bala Jaime Montoya y varios indigenas, entre ellos Anibal Murille. Ante la resistencia armada de ios indige- nas, la policfa se ve obligada a retirarse al puesto de La Argelia, una hacienda de propiedad de Ricardo Escobar si- tuada en limites de Antioquia y Chocd. Desde entonces se impide la entrada de alimentos a la zona de Rio Colorado por el camino de Andes. Julio 8. Ricardo Escobar envia a don Francisco Mon- toya, tio de Jaime Montoya, para que trate de negociar con el muchache Ia entrega de la mina. En prueba de su buena voluntad, le envia drogas para que cure sus heridas. Don Francisco lleva boletas firmadas por oficiales y agentes de la policfa en las que se propone un didlogo entre las partes para lograr un acuerdo pacifico. Agosto 14. Orlando Montoya, Maximiliano Murillo, Luis Enrique Arce y Constantino Queragama suscriben un memorial, dirigido al Incora, con una solicitud para que se constituva en favor de los emberd una reserva Lerrito- rial en el Alto Anddgueda. El Encora inicia ¢l informative 40962 para la constitucién de Ja reserva. 251 seprenbre 6. Una nueva consign de jos indigenas viaja a Bogota @ continuar con los traéntutes para la creacion de Ja reserva. Dan poder a un abogado de Funcol para que los represente legalinente y piden al gobierno que vaya a visitarlos una comisidn de tuncionarios. También deciden presentar ante el presidente Julio César Turbay, ef ministro de Gebiermo, German Zea, y el procurador, Guillermo Gon- 2alez Charry, un memorial solicitando que se investiguen los hechos del 17 de junio, cuando la policta atacé el cam- pamento de Rio Colorado. Noviembre 30. Una comisién enviada por el Instituto Colombiano de Reforma Agraria y el Departamento de Pla- neacién Nacional logra entrar a la regidn. Los acompafia una antropdloga de la Universidad de Antioquia, un indi- gena de Cristianfa, dos representantes del Consejo Regio- nal Indigena del Cauca (CRIC), un delegado de la naciente Organizacién Nacional Indigena y tn periodista de El Tiem- po. La comisién permanece en la regién hasta el 1] de di- clembre. Diciembre 10. En Rio Colorado se nombra un cabildo, Resulta elegido gobernador el jaiband Gabriel Estévez, li- der de la zona y tio de los mestizos Orlando y Humberte Montoya. Estévez, ademds, es tfo de Jaime Montoya. Diciembre 17. Se nombra un cabildo indigena en la zona de Aguasai. Diciembre 18. E] abogado Roque Rolddn Ortega y el socidlogo Enrique Sanches Gutiérrez, funcionarios del Incora, rinden informe de su viaje al Alto Andagueda, en el informative 40962. Alll se recomienda la definicidn le- 252 gal de la tenencia de la tierra de Jos indigenas, por medio de la creacién de un resguardo o reserva Lerritorial. 1979 Mayo 3. En la zona del Rio Colorado, varios indfgenas inconformes con el manejo de la mina asesinan a Jaime Montoya y a su hermano Jorge. También matan a un tra- bajador blanco recién contratado por Jaime, lo mismo que a suesposa y a su pequefio hijo. Abril, La subgerencia juridica del Incora, el Instituto Colombiano de Antropologia, la Divisidn de Asuntos In- digenas de! Ministerio de Gobierno y el Departamento de Antropologfa de la Universidad de Antioquia acuerdan rea- lizar una visita conjunta a la zona del Alto Andagueda, con el fin de adelantar un estudio etnografico de les embera. Mayo 18. La comisién del gobierno y la Universidad de Antioquia viaja a Rio Colorado. Los indigenas la reciben con mucho recelo. Algunos de ellos creen que la comision tiene como objetivo investigar el asesinato de los herma- nos Montoya. Los miembros del grupo permanecen en el] Alto Anddgueda hasta el 12 de junio. Diciembre 13. El Incora aprueba la creacién del Res- guardo del Alto Anddgueda, por medio de la Resolucién 0185 del 13 de diciembre de 1979. El documento es firma- do por el] presidente de la junta, German Bula Hoyos, mi- nistro de Agricultura, y por el secretario, Fabidn Gonzalo Rebéiz Cardona. 253 1980 Agosto 39. La polieri ataca el campamento de Rio Golo rade por peticion del jue Proscopio Rios Rentena. ba noche anterior, los indigenas teciben un cargamemta de aguardien- te. Segun el testimonio de un indigena, el licor fue pagade por el hacendado Ricardo Fscobar. Cuando Ja policfa entra, al amanecer, los indigenas estan borrachos. Durante el ata- que mueren el gobernador del cabilde, Luis Enrique Arce y los indigenas Jairo Rivera y Roberto Murillo. Son heridos José Maria Sintua, Jesus Rivera, Anthal Murillo. Desapare- cen en las aguas del rio Azul los nifios Alirie Arce, Jairo Rive- ra, Gustavo Murillo y Ofelia Murille. Septiembre 2. Tres indigenas emberé provenientes del Alto Andagueda rinden declaracion ante el juzgado 26 ci- vil de Bogota sobre el asalto de la policia al campamento del Rio Colorado y el asesinato del gobernador del cabil- do, Luis Enrique Arce. 1981 Enero a mayo. Entra al territorio embera una colum- na del M-19. Seguin tos testimonios, los guerrilleros llegzan al resguardo por la zona de El Chuigo. Casi enseguida, entran tropas del ejército persiguiendo a los guervilleros. Los soldados montan un campamento en la misién de Aguasal y dan entrenamiento militar a un grupo de indige- nas que luego forman un grupo paramilitar. Los indigenas de Rio Colorado deciden cclaborar con ef ejército y entregan a varios guermilleros, entre ellos a Carmenza Londono, «la Chiqui», quien muerte en la zona. También mueren otros gucrrilleros. Algunos indigenas les 254 SF a cortan Jas cabezas y las entregan al eyército, en busca de una recompensa. Durante este ano, la mina es explotada por los indi- genas cmbera bajo el iderazgo de los hermanos Humberto y Orlando Montoya, hijos de una indigena y un blanco. Junio, Liegan ala zona de Rio Colorado varios selda- des vestides de civil con la misidn de alfabetizar a los in- digenas y organizar un puesto de salud. 1983 Los superiores de la comunidad claretiana deciden devolver a los embera las tierras de misién de Santa Ana de Aguasal colonizadas por el padre José Antonio Betancur. El sacerdote se opone a la idea. Finalmente, decide reti- rarse de la comunidad. Sin embargo, continua al frente de la misién come sacerdote del Vicariato de Quibds. 1986 Entre los indigenas de la parte baja del resguardo (es- pecialmente los de Conondo, El Chuigo y Aguasal) empie- za a acrecentarse el malestar por la forma como los hermanos Montoya administran la mina. Muchos de ellos afirman que los Montoya sdélo dejan trabajar a las familias provenientes de dos caserfos de los catorce que tiene el resguardo. Los dos caserfas —dicen— son Rio Colorado y Pasdguera. Algunos emberd sostienen que varios compa- heros han sido asesinados por atreverse a desafiar el poder de los Montoya. En el resguardo empiezan a correr rumores sobre la pre- seneia de una columna del Ejéreito de | iberacion Nacional en 255 el territorio emberd. Miembros de] grupo son vistas en E] Chuigo. Los servicios de inteligencia del ejército dicen que en esa zona los guerilleros han empezado a reclutar indigenas con ja intencién de formar un grupe armado. 1987 Enero 30. Una comisién del Ejército de Liberacién Na- cional llega a la zona de Rio Colorado seguida de un gru- po de indigenas. El grupo tiene la intencién de conminar a Humberto y Orlando Montoya para que abandonen la mina y la dejen en manos de los indigenas. Del grupo hace parte un indigena embera-chami, antiguo militante del M-19. Por la noche, ayudado por gente emberd enemiga de los Mon- toya, el chami mata a los hermanos Montoya, a su tio, el jaibana Gabriel Estévez, y a ocho indigenas mas, todos ellos habitantes del Rio Colorado. Los emberd dicen que el chamf{ queria vengar la muerte de sus antiguos compafieros del M-19. La muerte de los Montoya y el ataque a la mina por gente de Conondo y El Chuigo ocasiona un éxodo masivo de indigenas hacia Piedra Honda y Andes. Justo Sintuda, gobernador de Rio Colorado, sale a Pue- blo Rico a denunciar el crimen. Pide al ejército que vaya al resguardo a detener a los responsables. Llega a la zona una comisién de sacerdotes y segla- res enviada por el Vicariato Apostélico de Quibds y en- cabezada por el misionero claretiano Agustin Monroy, con el fin de buscar la pacificacion. Sin embargo, a pe- sar de los esfuerzos desplegados por los misioneros, empiezan a presentarse incidentes armados en todo el territoric embera. Marzo 24. Alas seis de la matiana, cuarenta hombres armados de fusiles atacan el caserio de El Chuigo, junto a la quebrada Tracal, golpean mujeres, ancianos y nifios y miatan a los nifus Enrique Tequia y Jaime Batiqui. Ade- mas, roban Ja tienda comunitaria, matan cerdos y galli- nas, destruven tambos y cultivas y se llevan presos a nueve indigenas, En un conuenze, los indigenas de la regidn creen que los atacantes son soldados. Luego, se enteran de que el grupo estaba formado por gente del Rio Colorado que se habian refugiado en Piedra Honda, un ecaserio negro situado a orillas del rio Anddgueda, en los limites de la reservacion. Ese mismo dia Nega a la zona del Rio Colorado un helicéptero de Helicol con tres molinos. En el helicdptero viajan Luis Eduardo Ospina y otros mineros blancos. Los mineros inician algunas obras en la mina. Algunos indigenas se muestran en desacuerdo con la presencia de blancos en la regién. A los pocos dias, los mineros son expulsados de Anddgueda. Por el camino de regreso a Andes es asesinado Luis Eduardo Ospina. Mientras tanto, segtin denuncias de Ja Orewa, en los limites de Risaralda y Chocé el ejército empieza a dar entre- namiento militar a un grupo de cuarenta civiles, entre ellos varios indigenas. Abril 14. Se produce un segundo ataque al caserio de El Chuigo, Segun la Orewa, esta vez los atacantes hacen parte del grupo paramilitar entrenado por el ejército. Durante la incursidn mueren seis indfgenas y quedan heridos otros dos. Los atacantes se JIevan a cuatro indigenas que luego aparecen vivas en los alrededores de la quebrada Tracal. Abril 19. Seis camiones con soldados llegan a la comunidad de Rio Azul, en ta zona de FI Chuigo, cerca a Mombt. Los indigenas huyen y se internan en el monte. Mayo 2. En Pasdguera, un grupo armada se lleva a cuatro ind{genas que estaban cazando en los montes. Mayo 12. Desconocidos matan a tres indigenas en Pasdguera. Mayo 15. Se presenta el tercer ataque a la zona de El Chuigo. Esta vez, hombres armados de fusiles y machetes queman el poblado de Iracal, conformado por dieciocho casas. La comunidad, segtin la Orewa, estaba reunida esperando una comisién del gobierno. Los miembros del grupo no Iegaron. En cambio, a las ocho de la noche aparece un grupo armado que viene de Piedra Honda. Los atacantes quemian los ranchos y matan a catorce indigenas. Durante el incendio mueren quemados doce nifios y desaparecen siete mujeres. Antes de asesinar a los ind{genas, los atacantes preguntan por varios miembros de las familias Birucay y Murri, a quienes acusan de haber tomado parte en la matanza de Rio Colorado. Sin embargo, éstos han logrado huir. Al dfa siguiente empieza el éxode de indigenas de El Chuigo e Iracal hacia la carretera entre Medellin y Quibdé. En represalia por el ataque a El Chuigo e Iracal, indigenas de Conondo y Aguasal asaltan la mina, saquean las insta- laciones y destruyen los molinos. Muyo 22. Son asesinados cuatro indigenas en Mi- randé, entre cllos el jaibana Donato Bitucay y varios hi- JOS SUYOS. Mayo 23. Viaja a la zona una comisién del gobierno integrada por funcionarios del PNR, Asuntos Indfgenas y la Procuraduria Delegada para las Fuerzas Militares. Los acompafian delegados indigenas de la ONIC y la Orewa. Al enterarse del asesinato de 1a familia del jaibana Donato Bitucay, deciden suspender una reunidn con delegados de los embera. Junio 1. Tres indigenas més de la familia Bitucay son asesinados en Pasaguera. Empieza el éxodo de indfgenas hacia el internado de Aguasal y hacia las poblaciones de Risaralda situadas en los limites del resguardo. Salen del territorio embera por lo menos seiscientas personas. La Orewa revela que de un total de catorce poblados que tiene el resguardo, sdlo que- dan habitados cuatro. Agosto 8. El vicario apostdlico de Quibdé, monsefior Jorge Ivdn Castafio, y el misionero Agustin Monroy, lo- gran organizar una reunién de paz, en Aguasal. Asisten delegados de varias regiones del resguardo, con excep- cién de los indigenas de Rio Colorado y sus aliados. Octubre 15. Se firma un acuerdo de paz en Quibds, en la sede del Vicariato Apostdlico. La reunién es promovida por el Centro de Pastoral Indigenista, el Vicariato de Quib- dd, la Orewa y algunas entidades gubernamentales. Aun- que no asisten los principales cabecillas de la guerra, envian delegados. E] acuerdo es firmado por once representantes de las distintas comunidades, entre ellas Cascajero, Conondo y El Noventa, principales focos del conflicto. Se acuerda en- viar grupos de apoyo a algunos caserios donde estan con- centradas las familias refugiadas. En la practica sdlo se [9¢ ‘soleg -tuoa eAby anb ULs OLIO1LUA2 Jap ayes odtus pq ‘osatRase ap OLlasRd J2 IRARIE ap UNUAIUT LT UOo Oprenssal Je opeslau -ad uey anb soppoucasep op odniz un ap sossed soy BATS B] Ud Usiqnasap OpuEUL’? ap SOULDdA souN ‘sandsap seIq “SOUOIDRIPA SPT UBJUR[SP 8S “sOdsaeLL soy A SOULLIN]E SOT vied pepumsas ap seuuujw senueres eAey anb eisey o18 -2[G3 [ap alald [a BUNUe OWBURIIA [F ‘OPELalUl [a ua Wau nal as pesen’y A opuoucd ap seuaZgIpul soy ‘ZI OADYY “SOUPLILIAY aU OPUBUTLLIayxa URIsa as anb ‘esns0[ Bun sa sopeaseyua Ugise anb ua euang e[ anb seuas!pul soy 8 ddTp ‘EMSC LE] ap aluaptsald ‘owysBH OLaq|y “OlBUIEDIA, [> A@M3IO ZI Ick) JOP BUSTA BUN [esensy & esaT] “TT OAD “aYa0U Bsa Opeulsase any ugiquiel Uatnb ‘oizapoo jap ouWwnye ‘ouTu un ap edo. ef POyRUAp! elszew eUl “‘UYIzar ey ap uadny SOQ ‘Tesenzy ap opeusaiul [a ua et8njat as opergod jap auog By ‘saTeutue A so1sedd URAaT] as A OUased Jo Ueanbes sandsaq, “soyaal] So] UoaTpaons apuop epualy Py eanbes BIPUTHLUBYY ap saretpluey ap odnus up ‘euasipul ono opuay elNsal Ugiquiel ‘OpuouoD ap eussIpul un ‘eIpunwey SeIBS] Opeulsase sa ‘elsaly Eun ap sandsap ‘ayoou eB] ap aouo sey Y ‘Tesensy op UOISIUL e] UEApOI anb sou -QSE9 SOP SO] Ua BPUATOLA RE] ZaA BIO eTTeIsA uf OADY ‘ono 8 ueyew A udaol un eB Rfeq B UdsoTYy esonsesed Uy ‘seseo SP] IRenbes e A safewutue so] Jelelu e Uestpap as $30 UOJ ‘ODP UBQUSNIUS O] ‘OLISSRo [TB UBRay] OpueNsy ‘OES 1d Op operqod ya ueoele Tesendy ap seuag|pul ‘g] OZ S861 fi O9¢ opqingd) Ua ‘oLuaiged jap sepezajap uoo seuad -[PUL SO] BP UOTUMAZ BAAN PUN BSROBIA “ZF alqueari¢] “OTN Ole O1pad Opeutsase sa oFinyD [Y Uq “6 asqueag “ZAAB1S2] VIA “BO OUT [a OleleoseD Wa OpeUtsase sq °g arqulaing ‘OUISIGO [ap SOpesa[ap soy Ualstse ON ‘Zed ap oplanse Pep OuanuTpdiun ja IayNeI ap Uy fa Ua ‘opqin? ua seu -3ZIpUl ap UdluMaL BAANU PUN BIgajaa ag “Z arquiaiaig ‘eliang e] pied eredaid as suas ef epol Iseo A BlOglWd OpIeNssal [a Uo Uaajansar os ou Une sePUAIOJIP se] ‘opqind; uo opeuuy zed ap opronoe jap resad v “BIA RSQ ap BOL SOPRULIO] SOLOSPD SOP 119 UPUAIAIA PAUNUOD A TeATOA 81omb ou ‘op “GMe)-UTSpaW L1aIaL1FD vy ley opmy erqry anb ‘oxmy"y Td AP aad eB] ‘ORLequia US ‘OopuRg OO A CUN ap seuas -Tpul tod soperqod ‘sorrases sop sol Uadapeo] as pesensy 3P UQISILE BT Op soJOpapasye SOT Ua "OWE? SBIYUSTPY “BATUIS oisne ap odrug jap sefeau ‘Aeorarg eijodty ap sazopmaas soy UeZIIZUOI 95 I[[¥ “DULOUS OLIASB O110 BUG] as ‘Opuouo?) ap Ruz ey ud ‘olege ap aued e} wy ‘RMiUIg oIsne J0d OPiRulp ‘opelojoy OfYy ap Opueg [ap sarapy] soy ap soungzye SOUSUPL SMS UAATIISUOD [a LY ‘Oralpased ap oulases fa eu “IOj OS EQUIP ap auiRd PY AT BLaquiy OLOILIIA] [Be 1BSAtRo7 eB urzadue e1on’ ep ap sopetsnjad so’ | up atquraon HODRIPIQRY YL AP [EUOTS “PAY UPL [8 A QoOl) [ap OlLOTqos Jo ‘olRLIeITA Jap OAade Ja UOD ‘opuoo:) A [eseny P onlo A ceMbonuy ap out “08 Tap OAOdP Jo Ud totalrases foun: odnia sop uriavua Mayo 30. Muere por el disparo accidental de un arma Rosalba Bitucay, de diez y seis aflos. La muchacha es hija de Hipsdlito Bitucay, lider de Conondo. Julio 28. Los concejales de Bagadé promueven una reunién para buscar una solucidn al conflicto. En ella se presentan denuncias sobre la existencia de un grupo de nueve indigenas armados que estan sembrando la zozo- bra en el resguardo. La Orewa presenta un balance de la guerra. Seguin éste, alo largo del conflicto han muerto mas de doscien- tos indfgenas. Agosto 25. Se retine el primer congreso indigena del Alto Anddgueda. Asisten ochocientos representantes de todas las comunidades. Los delegados buscan reafirmar el acuerdo de paz de octubre de 1987, firmado en Quibdd, pero los delegados del gobierno no se hacen presentes. Por primera vez los bandos en conflicto admiten la me- diacién de la Orewa. 1989 Marzo 20. Indigenas de El Saltc, encabezados por miembros de la familia Bitucay, matan a Alvaro Murillo y a Ligia Querdgama en las bocas del rio Pasdguera. Los indigenas rauertos pertenecen a familias de Aguasal. Mayo 27. Los indigenas de Aguasal se preparan para vengar la muerte de sus hermanos. Compran armas y reci- ben entrenamiento militar. Para decidir el ataque, nombran uh nuevo cabildo, ya que cl gobernador Arnobio Arce, ha- bitame del caserio de la parte alta del colegio, no esta de acuerdo con atacar a El Salto. En su reeimplazo es nombra- do Hugo Tequia, partidario de Hevar a cabo fa retaliacién. Mayo 28. Corren rumores del ataque. Mayo 29. Por la noche ladran mucho los perros. Jun- to ai colegio hay movimiento de gente armada. Mayo 30. Indigenas de Cononda y Aguasal atacan el caserio de El Salto. Durante la incursidn mueren seis per- sonas y son quemadas varias casas. Abril 2. Llegan a Aguasal los primeros herides del ata- que a E} Salto. Se conoce la noticia de la muerte de Marco Tulio Campo, uno de los miembros del grupo que tomd parte en la accidn. Abril 4. El padre Betancur celebra su ultima misa en la capilla de Aguasal. Es un oficio fiinebre por el alma de Marco Tulio Campo. A él asiste muy poca gente. Durante la misa, el padre critica a los indigenas que tomaron parte en el ataque a El Salto. Esto provoca indignacién entre ellos. Julio 17, Gente de Cevedé mata a Laureano Arce, ins- pector de Aguasal, en un complot armado en. el que toman parte algunos indigenas de uno de los dos caserios situa- dos junto al colegio. Julio 18. Gente de E] Salto, respaldada por indigenas de Cascajero, y con apoyo de Cevedé, atacan los caserios de Conondo y Aguasal. Los emberd de ambos sitios se de- fienden con tiereza. Sin embargo, son incendiadas seis cho gas. Al final del combate, aparece muerte uno de tos alLacamtes. Julio 20. Monsefior Jorge Ivan Castatio, vieario de Quibds, envia otra vez al padre Agustin Monroy con la mision de buscar la paz. Asu paso por los casertos indige nas el sacerdote sdlo encuentra hambre y desolacion Agosto 16, Entra al territoria emberd un equipo de apoyo, con médicos, técnicos agricolas y socidlogas. Con ellos Nega el padre Jesus Florez, nueve director de la mi- sién de Aguasal Agosto 17. Alas cinco v media de la madragada se pre- senta un nuevo ataque a Conondo por parte de un grupo de indigenas jdvenes provenientes de Cascajero. La gente de Aguasal se refugia en el colegio. Ios de Conondo piden refuervos a Pechtigare. También Ilaman a indigenas de Mazura. El combate termina a las cinco y media de fa tar- de. Lus atacantes no logran su objetivo debido a la resis- tencia organizada que les presentan los indigenas de Conondo v sus aliados. Al final, mueren cinco miembros del grupo atacante. Agosto 18. Por falta de garantias, abandona el resguar do el equipo de apoyo de Aguasal. Agosro 30. Después de varios ataques lideradus por indfgenas de Conondo, la gente de La Peninsula y Cascajero emigra en masa, por segunda vez. al municipio de Andes (Antioquia). 1990 Enero 27. Se logra un nuevo acuerdo de paz en Andes. El documento es firmada solamente por los delegados de la gente de Cascujero y sus aliados. Los delegados de la Orewa no son invitados a participar en la reunidn. Febrero 7. Una columna de guerrilleros del Ejército Popular de Liberacion entra al resguardo por e| camino de Docabu, Santa Teresa y Pechtigare. El grupo es dirigido por el comandante Salomon. Los guernlleros huyen de un cerco militar tendido por el ejército después de un comba- te en el cafidn del rio Mistraté. Febrero 13. Se celebra en Conondo una reunién de gobernadores de cabildos indigenas, promovida por los guerrilleros del EPL. Se discuten las diferencias y los gue- rrilleros proponen celebrar una fiesta de ia paz en Aguasal, con la presencia de todas las comunidades. Febrero 20. El EPL envia comisiones a todas las comu- nidades del resguardo con el fin de promover la fiesta de la paz. Primera semana de marzo. Mas de seiscientos indige- nas de todos los caserfos del resguardo se retinen en Aguasal para tomar parte en la fiesta de la paz promovida por los guerrilleros. Los jefes de los bandos en conflicto se abrazan. Se celebra una misa y luego hay una fiesta en los alrededores del colegio. Marzo 23. Se realiza un encuentre de cabildos del Alto Andagueda, organizado por la Orewa, el CPL y el PNR. Par- ucipan ciento setenta indigenas de todo cl resguardo, in- cluyendo comunidades de Risaralda. Son invitados los gue- milleros del EPL. Leen un decumento. Dicen que van a supervisar las inversiones que aruncia el gobierno para evitar actos de corrupcidn, Mayo 16. Muere en Medellin el padre José Antonio Betancur, antiguo director de la misidn claretiana de San- ta Ana de Aguasal. Este libro se termind de imprimir el dia 8 de abril de 2005, en los talleres de Editorial Lealon (Cra. 54 N2 56-46. Tel.: 57194 43) de Medellin, Colombia. Se usaron tipos de 12 puntos Charter BT para los textos y 14 puntos negro para los tirulos, papel Pro- Palibros beige de 70 gramos y cartulina Pro- palcote 1 lado de 250 gramos. La impresion estuvo dingida por Ernesto Lopez Anismendi.

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