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ASESOR:
AUTOR:
HUANCAYO-PERU
2018
DEDICATORIA
Este trabajo va dedicado a Dios y al
agradecimiento de corazón.
H.M.O
RESUMEN
Son muchas las emociones que podemos experimentar los seres humanos. Algunas han
sido llamadas emociones primarias, como son el miedo, la ira , la alegría, la tristeza, el
disgusto y la sorpresa, emociones que van acompañadas de patrones de conducta tales
como respuestas faciales, motoras , vocales, endocrinas y autonómicas hasta cierto punto
estereotipada y que son reconocibles por encima de diferencias culturales y raciales en
los seres humanos. Distinguimos también otras muchas emociones, como la envidia, la
vergüenza, la culpa, la calma, la depresión que son denominadas emociones secundarias,
con un componente cognitivo más alto y que van además siempre asociadas a las
relaciones interpersonales. Unas y otras constituyen sin duda parte esencial de nuestra
vida, a la que confieren color u carácter. Más aun, la alteración de los sistemas neurales
de los que dependen las expresiones emocionales, provoca grandes trastornos de
conducta. La mayoría de las enfermedades psiquiátricas son, sobre todo, alteraciones en
el modo de experimentar las emociones.
INTRODUCCION
RESUMEN……………………………………………………………………….
INTRODUCCION………………………………………………………………..
CAPITULO I: NEUROPSICOLOGIA……………………………………………
2.1 Concepto…….........................................................
CAPITULO III:
CONCLUSIONES……………………………………………………….
BIBLIOGRAFIA…………………………………………………………..
CAPITULO I
NEUROPSICOLOGIA
1.1 DEFINICION
A partir de los años 80 surgió un enfoque particular de la neuropsicología que formaliza
la relación con la psicología, específicamente con la psicología cognoscitiva que proponía
que la actividad cognoscitiva humana podría explicarse como un procesamiento de
información tomando como modelo a las computadoras electrónicas cuyo desarrollo
estaba en auge. La Neuropsicología se inscribe en el ámbito de la neurociencia que es un
abordaje multidisciplinar del estudio del sistema nervioso cuyo objetivo es unificar el
conocimiento de los procesos neurobiológicos y psicobiologicos, después de que durante
mucho tiempo el estudio de la mente y el cerebro se hayan mantenido como dos realidades
diferentes. En buena medida este hecho se ha debido al predominio de los planteamientos
dualistas , que impusieron la creencia de que ambas eran dos entidades cuantitativa y
cualitativa diferentes, Por este motivo, el estudio del sistema nervioso y el de la mente
humana fueron el objeto de estudio por parte de la biología y la filosofía de modo
separado.
La Neuropsicología es una Neurociencia que estudia las relaciones entre el cerebro y la
conducta tanto en sujetos sanos como en los que han sufrido algún tipo de daño cerebral
(Kolb & Whishaw, 2002; Rains, 2003). Difiere de otras Neurociencias conductuales en
su objeto de estudio, ya que se centra de modo específico en el conocimiento de las bases
neurales de los procesos mentales complejos. Por esta razón los sujetos de estudio de la
Neuropsicología son casi exclusivamente seres humanos y las conductas estudiadas son
más específicas de nuestra especie como: pensamiento, memoria, lenguaje, funciones
ejecutivas y formas más complejas de motricidad y percepción.
Una ciencia se define tanto por su objeto de estudio como por el nivel de análisis. El
objeto de estudio de la neuropsicología son las relaciones entre la organización cerebral
y el comportamiento en su sentido más amplio: acciones, emociones, motivaciones,
relaciones sociales, etc. El nivel de análisis de la neuropsicología es el individuo: su
historia personal, su entorno social y cultural. (Frederiks, 1985) representa las relaciones
de la neuropsicología mediante un triángulo en cuyos vértices están el cerebro, la
conducta y el mundo. Es decir que la neuropsicología no estudia sólo relaciones cerebro-
conducta, sino la manera en que éstas están determinadas por su entorno, por su historia,
su medio social: relaciones cerebro-conducta en el mundo. Alexander Romonovich Luria
es sin duda el fundador de la neuropsicología moderna. Su formación como psicólogo y
como neurólogo, además de la circunstancia histórica de compartir con L. S. Vygotsky y
con A. N. Leontiev y otros psicólogos el momento fundacional de la neuropsicología
soviética, le permitió ubicar a la neuropsicología dentro de las ciencias humanas, con una
visión integradora y amplia que la rescató del reduccionismo de los primeros años cuando
la preocupación principal era la localización de funciones psicológicas en partes
circunscritas del cerebro. Define las funciones humanas mentales superiores como
procesos reflejos complejos, de origen social, que son posibles gracias a su estructura y
cuyo funcionamiento es consciente y voluntario. (Luria, 1977)
• Carácter neurocientífico
La Neuropsicología es una neurociencia conductual que utiliza el método científico
natural para el estudio del cerebro y lo hace mediante el procedimiento hipotético-
deductivo o a través del método analítico-inductivo. Mediante el método hipotético-
deductivo establece hipótesis que son refrendadas o refutadas mediante la realización de
experimentos. A través del procedimiento analítico-inductivo realiza experimentos para
poner a prueba la relación funcional entre variables controladas.
LA EMOCION
Pero antes de aproximarnos a una definición de emoción hemos de acotar una serie de
conceptos relacionados con los fenómenos emocionales con tal de clarificar y diferenciar
entre ellos y el propio concepto de emoción (Carlson & Hatfield, 1992), dado que su uso
coloquial puede inducir a error. Por tanto, téngase en cuenta la diferenciación de términos
que se realiza a continuación, ya que es necesaria para entender a qué nos referimos al
hablar de cada fenómeno que implican la emoción:
Por su parte, Damasio (2010) nos indica que “las emociones son programas complejos de
acciones, en amplia medida automáticos, confeccionados por la evolución” (p.175). Si
bien estas acciones suelen complementar un programa cognitivo, es decir, van asociadas
a ciertas ideas y modos de cognición; el autor apunta que el mundo emocional es sobre
todo un mundo de acciones que llevan a cabo nuestros cuerpos (expresiones faciales,
posturas, cambios en las vísceras y medio interno).
Quizá la clasificación más aceptada de la función de las emociones sea la planteada por
Reeve en 1994. El autor defiende tres funciones que todas la emociones deben cumplir:
la función adaptativa, que prepara al organismo para la acción; la función social, que
permite la comunicación del estado de ánimo; y la función motivacional, que facilita y
dirige la conducta motivada. Partiendo de esta clasificación, analizaremos brevemente
cada una de las funciones descritas:
1.2.1. Función adaptativa
Hemos de considerar que tanto las emociones como su expresión son innatas a todos los
seres humanos, por lo que deben de cumplir una función adaptativa. Darwin en su obra
La expresión de las emociones de los animales y el hombre (1872), apuntaba que la
evolución incidía tanto en las características expresivas como en las físicas. Así, los
movimientos corporales y expresiones faciales cumplen una función comunicativa entre
los miembros de una especie, trasmitiendo información acerca del estado emocional del
organismo.
Los autores de orientación neo-darwinista (Plutchik, 1970; Tomkins, 1984; Izard 1994;
Ekman, 1984) centran sus trabajos en el análisis de las funciones adaptativas de las
emociones poniendo especial interés en el estudio de la expresión de las emociones,
análisis diferencial de las emociones básicas, estudios transculturales de las mismas y
funciones específicas (cf. Chóliz, 2005).
Se puede decir que las emociones son fenómenos sociales ya que tienen un componente
expresivo-comunicativo y facilitan la adaptación del individuo al entorno social.
Paul Ekman y sus colaboradores señalaron que la expresión facial de las emociones
básicas y su lectura tenían un carácter universal (Ekman, Sorenson & Friesen, 1969;
Ekman & Friesen, 1971; Ekman, 1972). Así, las emociones primarias cumplen un patrón
específico y universal para su comunicación, configurado por la postura corporal, la
expresión facial (microexpresiones) y el tono del habla. Este hecho permite un
reconocimiento emocional que facilita las conductas sociales.
Por su parte, Izard (1989) señala como funciones sociales de la emoción cuatro
principales:
2ª- Controlan la conducta de los demás, pues pueden provocar conductas específicas en
otras personas, tanto positiva como negativamente; además, la expresión emocional
permite anticiparse a lo que sería una conducta futura, cumpliendo una función predictiva.
3ª- Facilitan la interacción social, por ser más motivadas socialmente que
emocionalmente. Claro ejemplo es la sonrisa simulada en contraposición a la llamada
sonrisa de Duchenne (no fingida). Además la sonrisa se manifiesta como un mensaje de
bienvenida universal.
4ª- Promueven la conducta pro social, ya que bajo la influencia de las emociones positivas
las personas tienen significativamente más probabilidades de ser pro sociales.
Por otro lado, la propia represión de las emociones también tiene una evidente función
social. En un principio se trata de un proceso claramente adaptativo, ya que es socialmente
necesaria la inhibición de ciertas reacciones emocionales que podrían alterar las
relaciones sociales y afectar incluso a la propia estructura y funcionamiento del grupo o
sistema de organización social (Chóliz, 2005). No obstante, en algunos casos, la expresión
de las emociones puede inducir en los demás altruismo y conducta prosocial, generando
una red social de apoyo al afectado (House, Landis & Umberson, 1988); mientras que la
inhibición de otras puede producir malos entendidos y reacciones indeseables que no se
hubieran producido en el caso de que los demás hubieran conocido el estado emocional
en el que se encontraba la persona.
Stemmler (2004) indica que las emociones funcionan como programas de orden superior
o módulos de la mente que permiten ajustar las prioridades del procesamiento respuesta.
El autor argumenta que las emociones permiten:
CEREBRO Y EMOCION
A LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
Han pasado más de tres siglos desde que Thomas Willis (1621-1675) inaugurara la
llamada era neurocéntrica, en la que mente y cerebro se entienden como dos conceptos
inseparables. Sin embargo, será en las últimas tres décadas cuando se produzca una
evolución exponencial de la neurociencia mediada por la aparición de las llamadas
técnicas de neuroimagen4 que permiten explorar el cerebro in vivo en condiciones de
laboratorio y correlacionar la actividad neuronal de las áreas del encéfalo con funciones
cognitivas específicas. En este sentido, las neurociencias se han aplicado al campo de
afectividad analizando qué regiones cerebrales relacionan con las diferentes emociones y
reacciones afectivas, en qué se basa la respuesta emocional subjetiva… llegando al
consenso de que emoción y cognición son sistemas independientes e interdependientes.
1. PSICOBIOLOGÍA DE LA EMOCIÓN
Pese a que autores previos ya habían señalado ciertas estructuras cerebrales como motores
o mediadoras de la emoción, como la teoría de James- Lange (1884), o la teoría de
Cannon-Bard (1920, 1930), no será hasta el 1937 cuando, gracias a la aportación del
neurólogo James Papez, se señale al sistema límbico como componente neural de la
emoción (cf. LeDoux, 1999).
En la década de los setenta, Paul MacLean (1970) recoge las investigaciones de Papez y
plantea la existencia de un cerebro triunfo desarrollado a través de la filogénesis de
nuestra especie. Así, el devenir la evolución de los organismos ha ido gestando la
aparición de diferentes estratos cerebrales que superpuestos componen nuestro cerebro
humano actual, dotándolo progresivamente de capacidades cognoscitivas cada vez más
complejas asentadas en nuevas estructuras cerebrales.
Parte emocional, permite la interacción del cerebro reptil con los elementos externos, es
decir, cierto aprendizaje; además almacenar y recuperar la información ligada a las
emociones (memoria emocional).
En este sentido, Luria nos habla de sistemas funcionales como base de las conductas
complejas. Este autor señala tres unidades funcionales: la primera unidad, que comprende
el tallo cerebral, el diencéfalo y las regiones medias del córtex cerebral, es la encargada
de regular el tono vital y los estados de conciencia; la segunda unidad, situada en las áreas
laterales del neocórtex y la superficie convexa de los hemisferios cerebrales, recibe y
analiza la información; por último, la tercera unidad, referida a los lóbulos frontales,
regula, verifica y programa la actividad a partir de las interacciones con las otras dos
unidades funcionales. Este modelo pone de manifiesto que cualquier forma de actividad
consciente o inconsciente, incluyendo la emoción y el sentimiento, requieren de sistemas
neurales sofisticados, configurados en una o varias estructuras cerebrales (Luria, 1978).
Habiendo delimitado brevemente las estructuras anatómicas que son base de la emoción,
se nos plantea una cuestión más ardua y difícil ¿cuál es el funcionamiento de los circuitos
neurológicos integrados en dichas estructuras? y
¿cómo se conectan entre sí para dar lugar a nuestra “vida emocional”? Diversas teorías a
través del tiempo han intentado dilucidar cómo se produce el proceso emoción-cognición,
hasta culminar con las importantes aportaciones en este campo realizadas por LeDoux y
Damasio.
Durante el siglo XIX e inicios del siglo XX encontramos varios estudios que relacionan
la fisiología de la emoción con la cognición. Serán William James y Carl Lange los que,
de forma independiente, den lugar a la denominada teoría de James-Lange (1884). Estos
autores defienden los cambios fisiológicos como respuesta a un estímulo y son éstos los
que mediante la retroalimentación de la respuesta conlleva la experiencia emocional
consciente. Es decir, un estímulo desencadena una respuesta que produce un sentimiento.
Posteriormente, la teoría Cannon-Bard (1920, 1930) considera que el hipotálamo y el
tálamo median la emoción y el procesamiento cognitivo, produciéndose simultáneamente
en el tiempo la respuesta emocional y los sentimientos. Siguiendo dicha teoría los
estímulos externos procesados por el tálamo se dirigen hacia la corteza cerebral y hacia
el hipotálamo. Ésta última estructura, envía a su vez información a los músculos, a los
órganos del cuerpo y a la corteza. La acción recíproca de la información de la corteza
sobre lo que es el estímulo y sobre su significación emocional tiene como consecuencia
la experiencia emocional consciente o sentimientos. En síntesis, el estímulo provoca dos
efectos excitatorios independientes y simultáneos: la reacción o respuesta ante el estímulo
y su emoción.
La teoría de Papez fue ampliada posteriormente por Paul MacLean (1970) que, como se
ha descrito, apuntaba la existencia de un estrato cerebral específico para la gestión
emocional situado en el sistema límbico. El autor propuso su teoría del cerebro visceral
(o sistema límbico) e intentó identificar cómo estaban comunicados el hipotálamo y la
corteza cerebral, ya que la apreciación y diferenciación de las experiencias y estados
emocionales requeriría de esta última estructura. Siguiendo su modelo, las emociones se
asentaban en el sistema límbico (sistema evolucionado para ocuparse de las funciones
viscerales y conductas afectivas), produciéndose en esta estructura la integración de las
sensaciones externas con las sensaciones viscerales del interior del cuerpo. Los
analizadores de estas emociones se encontrarían en el hipocampo, cuyas células nerviosas
serían como teclas, que, al ser puestas en marcha, producirían emociones (LeDoux, 1999).
Será a finales del siglo XX e inicios del XXI cuando encontremos un importante avance
acerca del funcionamiento neurobiológico de las emociones, propiciado principalmente
por las nuevas técnicas de neuroimagen derivadas de la tecnología computacional.
Joseph LeDoux publicó en 1999 su libro El cerebro emocional en el que establece una
disociación sistémica durante el procesamiento de las emociones que conlleva dos vías
neurocognitivas diferentes pero interrelacionadas: vía explicita y vía implícita. En la vía
implícita o mecanismo amigdalino la información va directamente desde el tálamo a la
amígdala sin pasar por la corteza cerebral; desde la amígdala se disparan las reacciones
corporales reguladas por el sistema nervioso autónomo. Por su parte, en la vía explícita o
mecanismo hipocámpico, la información sigue un camino cortical, va desde los centros
de relevo a la corteza occipital y parietal (información viso-espacial), a zonas temporales
(información verbal) y parietales (información somática), teniendo al hipocampo como
integrador del recuerdo. Al mecanismo amigdaliano reingresa la información procesada
en la corteza (LeDoux, 1999). Este mecanismo está también conectado a las zonas
prefrontales tanto por su recorrido cortical como por la conexión con las zonas frontales
ventromediales descrita por Damasio (1994, 2003).
Por su parte, Antonio Damasio recoge en sus dos obras El error de Descartes (1994) y En
busca de Spinoza (2003) un planteamiento de procesamiento de la emoción que parte
desde la percepción del estímulo hasta el sentimiento que éste genera. La emoción dispara
los recursos cognitivos de nuestro cerebro, activando determinados circuitos cerebrales
relacionados con aquella emoción (marcador somático). Estos circuitos incluyen las
estructuras neurales como la amígdala, el córtex prefrontal ventromedial, el córtex
cingulado anterior y la ínsula anterior. A su vez, estas estructuras ponen en marcha
determinados recursos cognitivos, como la información almacenada en la memoria y el
conocimiento de determinadas estrategias de actuación. Además, el autor indica que el
estado emocional determina un estilo cognitivo, caracterizando la actuación de una
persona inmersa en una determinada emoción. En dicho modelo se pueden distinguir
cuatro estadios o fases posibilitados por determinadas estructuras neurobiológicas según
se expone:
PROCESOS ESTRUCTURAS IMPLICADAS
El mismo autor, en su obra más reciente Y el cerebro creó al hombre (2010), aborda
también el tema de la conciencia y el papel de las emociones. En este sentido Damasio
indica que existen tres estadios en la formación del sí mismo. El primer estadio, el proto
sí mismo, genera desde la integración organismo-tronco encefálico sensaciones
espontáneas que el autor denomina sentimientos primordiales, precedentes al resto de
sentimientos. El autor indicará que “todos los sentimientos de emoción son variaciones
de los sentimientos primordiales en curso” (p. 295). El segundo estadio, el sí mismo
central, se produce cuando existe una interacción entre el organismo y un objeto en el que
se enlazan, momentáneamente, en un patrón coherente. Esta relación con el objeto
modifica el proto sí mismo por la atención y el sentimiento. Es decir, cuando un objeto
percibido precipita una reacción emocional, se alteran los mapas maestros interoceptivos
y los sentimientos primordiales, lo que conduce a la sensación de conocer y a la
prominencia del objeto que dio lugar a dichos sentimientos. Por último, el tercer estadio
es el sí mismo autobiográfico, es conformado cuando los objetos de la propia biografía
generan pulsos de un sí mismo central que son, con posterioridad, vinculados de manera
momentánea en un patrón coherente a gran escala. La aportación de Damasio nos indica
un importante papel de las emociones y sentimientos en el desarrollo de la mente
consciente.
Por último, una reciente investigación llevada a cabo por Barbey, Colom y Grafman
(2012) ha concluido un mapeo de la IE. Los autores realizaron el estudio en 152 sujetos
(veteranos de la Guerra de Vietnam) que presentaban lesiones cerebrales. Se
administraron las pruebas MSCEIT, WAIS-III y NEO-PI-R para la medición de la IE
habilidad, inteligencia psicométrica y rasgos básicos de personalidad respectivamente.
Por su parte, las lesiones cerebrales fueron medidas mediante tomografía computarizada
y comparadas con los resultados de las pruebas psicológicas mediante el método Voxel-
based lesión-symptom mapping (VLSM). Los resultados indican que las alteraciones en
IE se asociaron con el daño en una red que sustenta funciones cognitivo-sociales. Esta red
comprende el cuerpo estriado dentro de la corteza temporal izquierda posterior, asociada
la percepción de la forma de los cuerpos humanos; el surco temporal superior derecho,
implicado en la interpretación de los movimientos del cuerpo humano; la unión temporo-
parietal izquierda, partícipe del razonamiento sobre los “estados mentales”; y la corteza
orbitofrontal izquierda, que se relaciona con la empatía emocional, las relaciones triádicas
entre dos mentes y un objeto, la atención compartida y la colaboración ante un objetivo
común. Esta red presenta grandes extensiones de fibra de materia blancas, que permiten
la conexión de varias áreas, incluyendo las rutas neurales superior longitudinal y fascículo
arqueado, que conectan las áreas temporal, parietal y frontales inferiores; el fascículo
superior fronto-occipital que conecta la corteza dorsolateral prefrontal y el polo frontal
con la corteza parietal superior; y el fasciculo uncinado, que conecta la corteza temporal
anterior y la amígdala con regiones orbitofrontal y frontotemporal. El trabajo de los
autores apoya el postulado de una integración de los procesos emocionales y sociales a
nivel neural. Además se apunta a que el sistema neural de la inteligencia emocional
comparte sustratos anatómicos con las redes que se relacionan con la inteligencia.
En este sentido, destaca el trabajo realizado por Mozaz, Mestre y Nuñez- Vázquez (en
Mestre & Fernández coord. pp. 123-142, 2007) que aporta una revisión de aquellos
correlatos neuropsicológicos que podrían dar sustento a cada una de las funciones o
capacidades descritas dentro del modelo de IE propuesto por Mayer Salovey y Caruso
(1997, 2000).
La habilidad para percibir de forma consciente nuestras emociones y las de los otros, de
expresarlas a los demás de forma adecuada y ser capaces de darles una etiqueta verbal,
configura la primera rama de la IE.
Por su parte, Tamietto, Latini, De Gelder y Geiniani (2005) realizan una revisión del tema
y destacan que la lateralización en HD se produce en condiciones experimentales, pero
indican que en la vida cotidiana el HI se muestra igualmente activo. Así, posiblemente se
produzca una proceso de cooperación interhemisférica en el procesamiento emocional, al
margen de la valencia de los estímulos.
Para Ekman, la expresión facial de las emociones es universal y existe en nuestro sistema
nervioso un “programa” que conecta las emociones especificas a movimientos
musculares faciales. Sus investigaciones demuestran la existencia de seis emociones
universales que son reconocidas y expresadas en la especie humana: repugnancia, alegría,
ira, miedo, sorpresa y tristeza (Ekman, 1972). Posteriormente se amplió el listado de
emociones básicas a diecisiete, aunque no todas aparecían codificadas en músculos
faciales (Ekman, 1999).