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22 Las metamorfosis de la cuestión social Prólogo 23

de la integración y a la generalización de las protecciones sociales, ya de hoy: la cuestión social se plantea explícitamente en los márgenes de la
creíamos curada: una vez más, la existencia de "inútiles para el mundo", vida social, pero "pone en cuestión" al conjunto de la sociedad. Se produ-
sujetos y grupos que se han vuelto supernumerarios ante la actualización ce una especie de efecto bumerán, en virtud del cual los problemas plan-
en curso de las competencias económicas y sociales. teados por las poblaciones que encallan en los bordes de una formación
Este estatuto es, en efecto, totalmente distinto del que tenían incluso social retornan hacia su centro. Entonces, que hayamos entrado en la so-
los más desfavorecidos en la versión precedente de la cuestión social. El ciedad "posindustrial". incluso "pos moderna" , o como se la quiera lla-
trabajo del peón o del obrero especializado, el obrero especializado de las mar, no impide que la condición impuesta a quienes están "out" dependa
últimas grandes luchas obreras, explotados sin duda, no por ello era me- iempre de la condición de quienes están "in". Siempre son las orientacio-
nos indispensable. En otras palabras, seguía ligado al conjunto de los in- nes determinadas en los centros de decisión (en materia de política eco-
tercambios sociales. Aunque ocupando el último rango, formaba parte de nómica y social, del gerenciamiento de las empresas, de las reconversio-
la sociedad, entendida -según el modelo de Durkheim- como un conjun- nes industriales, de la búsqueda de competitividad, etcétera) lo que
to de elementos interdependientes. De ello resultaba que su subordina- repercute como una onda de choque en las diferentes zonas de la vida so-
ción podía pensarse en el marco de una problemática de integración, es ial. Pero la recíproca también es cierta: los poderosos y los estables no es-
decir en su versión "reformista", en términos de reducción de las desi- tán en un Olimpo desde donde podrían contemplar con impavidez la mi-
gualdades, de política de ingresos, de promoción de las oportunidades seria del mundo. Integrados, vulnerables y des afiliados pertenecen a un
sociales y de medios de participación cultural o, en su versión "revolucio- mismo conjunto, aunque de unidad problemática. Son las condiciones de
naria", como transformación total de la estructura social para asegurar a .onstitución y mantenimiento de esta unidad problemática lo que habrá
todos condiciones reales de igualdad. lue examinar. Si la redefinición de la eficacia económica y de la pericia
Pero los "supernumerarios" no son siquiera explotados: para serIo hay social tiene que pagarse poniendo fuera de juego a un 10, un 20, un 30
que tener pericias convertibles en valores sociales. Son superfetatorios. por ciento o más de la población, ¿se puede seguir hablando de pertenen-
No se advierte cómo podrían representar una fuerza de presión, un po- I'jo a un mismo conjunto social? ¿Cuál es el umbral de tolerancia de una
tencial de lucha, puesto que no gravitan en ningún sector neurálgico de la sociedad democrática a lo que yo llamaría, más que exclusión, invalida-
vida social. Sin duda, de este modo se inaugura una problemática teórica dón social? Ésta es a mi juicio la nueva cuestión social. ¿Qué es posible
y práctica. Si ya no son "actores" en el sentido propio del término, porque hacer para reintroducir en el juego social a estas poblaciones invalidadas
no hacen nada socialmente útil, ¿cómo podrían existir socialmente? Desde por la coyuntura, y poner fin a una hemorragia de des afiliación que ame-
luego, por "existir socialmente" entendemos ocupar un lugar en la socie- n.iza con dejar exangüe a todo el cuerpo social?
dad. Pues, al mismo tiempo, están muy presentes, y éste es todo el pro-
blema, ya que están de más. La cuestión así planteada es también la cuestión del Estado, del papel
Hay allí una profunda "metamorfosis" de la cuestión precedente, que '1IIl' el Estado puede ser llamado a desempeñar en esta coyuntura. El Es-
consistía en encontrar el modo de que un actor social subordinado y de- II)do social (diré por qué evito hablar de "Estado providencia") se consti-
r
"
pendiente pudiera convertirse en un sujeto social pleno. Ahora se trata I11y() en la intersección del mercado y el trabajo. Ha sido tanto más fuerte
más bien de atenuar esa presencia, hacerla discreta al punto de borrarla 111,1 nio que eran fuertes los dinamismos que regulaba: el crecimiento eco-
(según se verá, éste es todo el esfuerzo de las políticas de inserción, que 1I11111i('O y la estructuración de la condición salarial. Si la economía se
hay que pensar en el espacio de un reflujo de las políticas de integración). 1i '11111onorniza y la condición salarial se desmorona, el Estado social pier-
Una problemática nueva, entonces, pero no otra prooiematizacion. En efecto, .11'1111 poder integrador. Pero también en este caso puede tratarse de una
no se puede autonomizar la situación de estas poblaciones marginales, 11I1'1¡I('Of'n,más bien que de una desaparición. Si uno se toma el trabajo de
sin confirmar el corte que se denuncia al pretender luchar contra la exclu- 1I'I'oll:-;lnlir las peripecias que ha atravesado, resulta claro que en el cielo
sión. El rodeo histórico propuesto mostrará que lo que cristaliza en la pe- 111'I¡\Hideas no hay una forma única de Estado social. La coyuntura ulte-
riferia de la estructura social (en los vagabundos antes de la revolución 11111' ¡\ l.) Scgu nda Guerra Mundial pudo dar una versión de la articula-
industrial, en los "miserables" del siglo XIX, en los "excluidos" de hoy) se 11111) dI' lo económico y lo social, elaborada entonces, lo bastante satisfac-
inscribe en una dinámica social global. Hay allí un dato fundamental gu 1111'1" l'OI))()pnrn que se intentara considerarla casi definitiva. Todos saben
se ha impuesto, en el curso de la investigación, a través del análisis qu 111"'IlIly 1'11drn no estamos y<len la era de los compromisos sociales que
propongo de la situación de IOHvagabundos, y 18 tccción vote pnrn el dL 1,1l'I'I'l'lml('nlo h.)dll p\lHihlt'H¡¿Iwro esto qué signiricn? Sin duda, esta-
24 Las metamorfosis de la cuestión social

mas en una encrucijada: aceptar una sociedad sometida enteramente a las


exigencias de la economía, o construir una figura del Estado social a la
medida de los nuevos desafíos. No se puede excluir el consentimiento a
la primera alternativa. Pero se correría el riesgo de que el precio sea el de-
rrumbe de la sociedad salarial, es decir de este montaje inédito de trabajo
y protecciones que ha costado tanto imponer.
Émile Durkheim y los republicanos de fines del siglo XIX llamaron
"solidaridad" a este vínculo problemático que asegura la complementa-
NOTA SOBRE EL COMPARATIVISMO
riedad de los componentes de una sociedad, a pesar de la complejidad
creciente de su organización. Éste es el fundamento del pacto social.
Durkheim lo reformuló en estos términos cuando el desarrollo de la in- La problematización que se desplegará en la primera parte cubre en principio
dustrialización amenazaba solidaridades más antiguas que todavía de- una gran zona de Europa al oeste del Elba: el área geográfica de la "cristiandad
bían mucho a la reproducción de un orden fundado sobre la tradición y Int-ina", convertida en "la Europa de todos los éxitos", para retomar expresiones
la costumbre. A principios del siglo XX,la solidaridad debía convertirse de Pierre Chaunu,' cuna de la doble revolución, industrial y política, cuya heren-
en la asistencia voluntaria a la sociedad por ella misma, y el Estado social cia ha dominado a la civilización occidental. Por esta misma razón, el fenómeno
sería el garante. En los albores del siglo XXI, cuando las regulaciones Sil pone especificidades nacionales irreduciibles. Dos motivos al menos hacían im-
puestas en obra en el marco de la sociedad industrial se ven a su vez pro- I/osible abordar este conjunto: la amplitud de los materiales a elaborar, y la inca-
fundamente quebrantadas, es sin duda ese mismo contrato social lo que pacidad para plegarse a las exigencias de un enfoque seriamente comparativo en
hay que redefinir, recomenzando desde el principio. Pacto de solidari- esa escala. Por lo tanto, se ha privilegiado el análisis de la situación francesa, pe-
dad, pacto de trabajo, pacto de ciudadanía: pensar las condiciones de la ro la investigación no se limita a ella. Por un lado, porque se han subrayado co-
inclusión de todos para que ellos puedan tener comercio juntos, como se rrespondencias con otras situaciones (paradójicamente en apariencia, éstas son
decía en los tiempos de la Ilustración, es decir "hacer sociedad". lilas visibles cuando uno se remonta en el tiempo, hasta antes de la consolidación
111' los Estados-nación: a mediados del siglo XIV y principios del XVI, por ejem-
¡11o, encontramos sorprendentes analogías en cuanto a las estructuras de asisten-
riu y a las formas de organización del trabajo en todo este espacio europeo). Por
01 m parte, porque me he remitido constantemente a las transformaciones corres-
/ltlllllientes de la sociedad británica, y a menudo las documento (esta puesta en
/NI/'ti/elo no pretende ser un verdadero análisis comparativo; apunta sólo a suge-
1'11' 1111 juego entre las semejanzas y las diferencias, para ayudar a aislar constan-
" it'::).2 Finalmente, y sobre todo, un análisis de este tipo supone, en cuanto a su
1
/JOsi/Jilidadmisma, que existen constantes en el tiempo y el espacio, a pesar de las
d¡ll('rsidades culturales e históricas, o gracias a ellas. "Constante" no significa
"nuructura perenne" sino homologia de configuración en las situaciones y en los
/1/'()(,l'SOS de cambios. Pero en este estadio se trata de una petición de principio,

1/11/' uliom tiene que enfrentar la tarea de organizar la diversidad histórica.

1, l ', Ch(lLlI1U, I-lis/"oire, science sociale: la durée, l'espace et l'homme a l'épooue moderne,
1IIIdll, SI';I(S, 1974.
'J, ('01110 lo demuestra E. J. Hobsbawrn (L'ere des réuolutions, trad. franco París, Fa-
1111111, 11)7()), In puesto en paralelo de las situaciones en Francia e Inglaterra es particu-
1111111/'1111' 111IHi'I"\'111 ('; [111(1 fue el cptccntro de In revol ución política, y otra el epicentro
tll.IIIII'Villil('li"lIlllldIIHII'I¡11.
26 Las metamorfosis de la cuestión social

Esquemáticamente, se podría decir que mi análisis es muy "europeo" hasta el


Renacimiento. Hace frecuente referencia a la situación inglesa hasta fines del si-
glo XVIII. Más allá, era imposible hacerse cargo del problema de la diversidad de
los Estados sociales y de la especificidad de las situaciones actuales en los diferen-
tes países de Europa occidental (por otro lado, habría sido necesario incluir en el
análisis a Estados Unidos). Para expresar en una sola palabra la posición subya-
cente en mi propósito (que podría invocar en su favor a Karl Polanyi),3 los Esta- PRIMERA PARTE
dos sociales de los países occidentales han respondido a un desafío común -la in-
dustrialización y los factores de disociación social que ella eniraña-, pero lo han DE LA TUTELA AL CONTRATO
hecho con distintos ritmos, movilizando sus tradiciones nacionales y teniendo en
cuenta las diferentes fuerzas sociales presentes en cada contexto. No obstante, el
debate sigue siendo en este plano un tanto metafísico, y requeriría análisis com-
parativos precisos de los diferentes contextos nacionales, análisis éstos que en
gran medida falta promooer+

3. K. Polanyi, La Grande Transiormation. Aux origines économiques et politiques de no-


tre temps, trad. franco París, Gallimard, 1983.
4. Este debate se realiza actualmente sobre todo a partir de las posiciones llamadas
"neoinstitucionalistas" (State-central approaclú, que ponen el acento en la heterogenei-
dad de las situaciones nacionales y en el papel específico de los Estados y de los agen-
tes del Estado; cf. P. B. Evans, D. Rueschemeyer, T. Skocpol, Bringing ihe State back in,
Nueva York, Cambridge University Press, 1985. Véanse exposiciones de las diferentes
posiciones enfrentadas en F.-x. Merrien, "État et politiques sociales: contribution a une
théorie «néo-institutionnaliste»", Sociologie du travail, n? 3/90,1990. Para una compara-
ción de los factores que gobiernan el nacimiento y el desarrollo de los Estados sociales,
cf. P. Flora, A. J. Heidenheimer (comps.), The Deoelopment of Welfare States ;1/ el/rape nut!
America, New Brunswick y Londres, Transactions Books, 1979.
La "cuestión social" puede caracterizarse por la inquietud acerca de la
('11pacidad para mantener la cohesión de una sociedad. Amenazan con la
ruptura ciertos grupos cuya existencia hace vacilar la cohesión del con-
[unto. ¿Cuáles son? El problema se complica en este punto, debido al des-
d Ibujamiento del término "social". Progresivamente iremos explicitando
us diferentes acepciones. Pero hay que partir de una distinción global,
run la reserva de que a continuación será matizada. Las poblaciones que
011 objeto de intervenciones sociales difieren fundamentalmente según
1I'[\n o no capaces de trabajar, y en función de este criterio se las trata de
mnneras totalmente distintas.
n primer perfil de estas poblaciones remite a lo que podría llamarse
"",1 lmndicapoiogia, en el sentido amplio del término. Ancianos indigente s,
,¡I11os sin padres, lisiados de todo tipo, ciegos, paralíticos, escrufulosos,
Id lotos: el conjunto es tan heteróclito como un cuadro de Jerónimo Bosch,
111'1'0Iodos estos individuos tienen en común el no poder subvenir a sus
1I1"'l'Hidades básicas porque no están en condiciones de trabajar. Por tal
1'111.0nse los desliga de la obligación del trabajo. Se puede plantear el inte-
11I11',.1nte(y se plantea a cada instante) de por dónde pasa exactamente la
11111'1\ divisoria entre capacidad e incapacidad para trabajar. Este anciano
dl"'I'('pito, ¿no podría sin embargo arreglárselas para sobrevivir por sus
111111,losmedios? Siempre se sospechará que los desdichados quieren vi-
I' fI costillas de los ricos. Pero hay un núcleo de situaciones de depen-
.- 1II'IIl'I(I reconocidas, constituido en torno de la incapacidad para entrar en
r 1.1'11\lcn del trabajo, por deficiencias físicas o psíquicas manifiestas, debí-
dnH ¡¡ In edad (niños y ancianos), a la enfermedad, a los defectos corpora-
11'11, y que pueden incluso extenderse a ciertas situaciones familiares o so-
I IltI"H desastrosas, como la de la "viuda con hijos", para retomar una
1'\¡iI'I'Hi()n que se encuentra con frecuencia en las reglamentaciones de la
IWIHII'lwin social. La "handicapología" debe entonces entenderse en sentido
111I,t,lr()l'icO: la categoría es heterogénea en cuanto a sus condiciones origi-
urna mente coherente el criterio definitorio: esa pe-
on el trabajo.
1':flli1Hpohlacioncs exentas de la obligación de trabajar son los clientes
111111'1\1'11\1('14
dl' lo Rociol-osist·ellcial. Tornarlas a cargo puede plantear pro-
('('O¡)6111IcoH,inHLilucionnlcs y técnicos complicados,
111''1111111 pero ningún
(h' ¡id 11\'1plo/l, ('01) In I'ond ici()ll ti" q (1('('1 ind igl'nll' lIeguc [1 h(l-
1"" ¡\ 111'11111
30 Las metamorfosis de la cuestión social De la tutela al contrato 31

cer reconocer esa incapacidad, puede ser socorrido, aunque en los hechos No obstante, la cuestión se complica si se restituye la realidad socioló-
este tratamiento se revele a menudo insuficiente, inadecuado, altanero e gica que recubre el rótulo de vagabundo. Este rótulo casi siempre conde-
incluso humillante. Si bien la existencia de este tipo de población es siem- na la errancia de un trabajador precario en busca de una ocupación que
pre una fuente de inquietud, ella no cuestiona fundamentalmente la orga- no encuentra. Este tipo de personaje revela una grieta irreparable en la
nización social. Lo documentaremos en el capítulo 1, sobre todo para di- forma dominante de organización del trabajo. Es la incapacidad de esta
saciar su suerte de la de otro perfil de indigentes, que plantea "la organización para hacer lugar a la movilidad lo que alimenta y dramatiza
cuestión social" en su forma aguda. Esta distinción de una problemática de/ lo cuestión del vagabundeo. Ésta no es entonces más que la forma paro-
socorro y una problemática del trabajo es uno de los puntos en los que mi stica del conflicto que recorre grandes sectores de la organización so-
"relato" se distancia un tanto del de la mayor parte de los historiadores ·ial. En efecto, es la cuestión del salariado lo que de este modo se plantea,
de la asistencia, pero espero demostrar que no es contradictorio con el de \'S decir, la necesidad creciente de recurrir a la salarización, y al mismo
ellos. Ilempo la imposibilidad de regular una condición salarial, por la persis-
Totalmente distinta de la condición de los asistidos es en efecto la si- tencia de tutelas tradicionales que encorsetan el trabajo en las redes rígi-
tuación de quienes, siendo capaces de trabajar, no lo hacen. Aparecen en rlns de obligaciones sociales, y no económicas.
primer lugar con la figura del "indigente válido". Éste, desprovisto de me-
dios, y por lo tanto también dependiente de un auxilio, no puede sin em- De las tutelas al contrato: éste es el largo camino que, a fines del siglo
bargo beneficiarse directamente con los dispositivos concernientes a los VJII, desembocó en el umbral de la modernidad liberal. Si uno se decide
eximidos de la obligación de bastarse a sí mismos. En falta con relación al 11rccorrerlo, tiene que penetrar en las formas complejas de organización
imperativo del trabajo, es también el más a menudo rechazado de la zona 111'1trabajo de la sociedad preindustrial: trabajo regulado, trabajo forzado,
de asistencia. Y durante mucho tiempo será colocado en una situación lIt'sarrollo de núcleos sólo bosquejados y fragmentarios, pero siempre cir-
contradictoria. Si es además un "extranjero" en el sentido antiguo de la 1"1nscriptos y contenidos, de asalariados "libres". Surge entonces que la
palabra, un "extraño" o "ajeno" sin vínculos, no existen para él las redes rundición de la mayoría de quienes vivían del trabajo de sus manos no
de protección cercana que a los autóctonos les aseguran hasta cierto pun- l'lilnba protegida por las disposiciones vinculadas al trabajo regulado. Se
to que alguien se haga cargo mínimamente de sus necesidades elementa- ruracterizaba por una vulnerabilidad de las masas, engendrada por el hecho
les. La situación de estas personas será entonces literalmente invivible. di' que el trabajo no se puede regular según el modelo del mercado.
Ésa era la situación del vagabundo, el desafiliado por excelencia. Pinalmente me decidí a emprender esas prolongadas trayectorias. Era
Se podía pensar (y ésa fue mi primera intención) en analizar lo esen- 111'l'(.~sario hacerla para reconstruir la lenta emergencia de una nueva for-
cial de las cuestiones planteadas por esta relación aporética con el trabajo 1IIIIIndón de la cuestión social: e/libre acceso al trabajo, que se impuso en el
en la sociedad preindustrial.! a partir del tratamiento reservado a esta ¡,¡lo XVIII y tuvo entonces un impacto propiamente revolucionario. La
franja más estigmatizada. Pues es así como el problema se presenta en su IIftlitución del libre acceso al trabajo fue una revolución jurídica sin duda
forma más manifiesta, y los esfuerzos encarnizados tendientes a erradicar 11111 Importante como la revolución industrial, de la que por otra parte era
el vagabundeo demuestran bien la importancia decisiva que tuvo esta 111rontracara. Tiene una importancia fundamental con relación a todo lo
cuestión durante varios siglos. 11111' la precede. Rompe con las formas seculares de organización de los
)'¡1I'tniosy hace del trabajo forzado una supervivencia bárbara. La promo-
I 1111l del libre acceso al trabajo cierra así un largo ciclo de transformacio-
1. Llamaremos aquí "sociedad preindustrial" al período histórico que, en el Occi- III'rIronflictivas, al poner fin a los bloqueos que obstaculizaban el adveni-
dente cristiano, va desde mediados del siglo XIV hasta las profundas transformaciones Iltll'1l10 de una condición salarial. Pero esta revolución fue también
introducidas a fines del siglo XVIII. Su unidad relativa se captará principalmente des- dl'I'IHlvo con relación a lo que la siguió. Relanzó la cuestión social sobre
de el ángulo de las formas de organización del trabajo que se desplegaron en ese pe-
Ilillll'lIlolnlmente nuevas a principios del siglo XIX. Bajo el reino de las tu-
ríodo antes de la "revolución industrial". No se trata de que esta secuencia de más de
cuatro siglos no haya conocido transformaciones económicas y sociales importantes. 11011111,vi asalariado se ahogaba. Bajo elrégiInen del contrato se expandió,
Pero ellas chocaron con sistemas de coacciones que por su parte conservan una gran IH'I'(I,pnrndójicarncntc.Ta condición obrera se debilitaba en el momento
permanencia. Es esta tensión entre las coacciones de una "sociedad catastrada", socie- Ildllll\O de HIIlibernclón. Se descubre entonces que la libertad sin protec-
dad de órdenes y estatutos, y los factores de cambio, la que servirá de hilo cond uctor 11111\ jllll'dl' llevnr (1 In IW()i"de Inl-! scrvtdurnbrcs, lo servidumbre de la Il"-
en los análisis de los cuatro primeros capítulos.
I 1'l1ldlltl.
32 Las metamorfosis de la cuestión social

El trayecto reconstruido en esta primera parte puede resumirse como


sigue. En el comienzo estaban las tutelas y la coacciones que el Estado ab-
solutista y la organización tradicional de los gremios conspiraban para
mantener. Al final-a fines del siglo XVIII-llegan los contratos y la liber-
tad de empresa que el principio de la gubernamentalidad liberal elabora-
do por la Ilustración impone en los hechos a través de la revolución polí-
tica. De modo que el encadenamiento de estos episodios servirá de base
para comprender las peripecias de la parte siguiente. En efecto, la tarea Capítulo 1
de la política social consistirá, a partir del siglo XIX,en apuntalar esta es-
tructura demasiado frágil del libre contrato de trabajo. La libertad que fa- LA PROTECCIÓN CERCANA
vorecía a las empresas era demasiado fuerte, demasiado salvaje, para
quienes sólo podían sufrirla. La libertad y el individualismo triunfantes
llevaban consigo un rostro de sombra, la individualidad negativa de quie- De las dos vertientes de la cuestión social cuyas transformaciones va-
nes se encontraban sin vínculos y sin apoyo, privados de toda protección mos a seguir, la social-asistencial es la que menos depende de una histo-
y de todo reconocimiento. El Estado social se construyó como respuesta a ria específica. Ella se organiza en torno a características formales de las
esta situación. Creyó poder conjurar sus riesgos tejiendo sólidos sistemas que sin duda se encontrarían equivalentes en todas las sociedades histó-
de garantías en torno a la relación de trabajo. De modo que la sucesión ricas. El término "asistencia" recubre un conjunto extraordinariamente
ordenada de estos encadenamientos, o más bien de estas rupturas y sus IIi versificado de prácticas que se inscriben no obstante en una estructura
recomposiciones, representa, si no la vía más corta, por lo menos la más I'omún, determinada por la existencia de ciertas categorías de poblacio-
rigurosa para llegar a la problemática contemporánea, en cuanto ésta se IH'H earecientes y por la necesidad de hacerse cargo de ellas. Comencemos
refiere principalmente al hecho de que tales regulaciones tejidas en torno 1'I\IOl'\cestratando de identificar estas características que constituyen la
al trabajo han perdido su poder integrador. Desde la sociedad preindus- Illl'.icade la asistencia.
trial hasta la sociedad posindustrial se ha producido una inversión total. in embargo, no es posible atenerse a un organigrama puramente for-
Antes la vulnerabilidad se originaba en el exceso de coacciones, mientras runl: esta constelación de la asistencia ha tomado formas particulares en
que ahora aparece suscitada por el debilitamiento de las protecciones. Lo 111/1 ti istintas formaciones sociales. La que ha revestido en el Occidente
que habrá que exponer es el conjunto de las condiciones de esta inver- I 1'1111 iano debe retener particularmente nuestra atención, por dos razones.
sión. Ellas circunscriben la cuestión social en el marco de una misma pro- l'i lmcro porque forma parte de nuestra herencia: los móviles contempo-
blematización que comienza a tomar forma a mediados del siglo XIV. 11'1WOS de la asistencia se constituyen aún en torno de líneas de fuerzas
I 11 yo sentido sólo se puede captar relacionándolas con las situaciones his-
Illrlcosmedievales en cuyo seno se originaron. La segunda razón se refie-
11'1\ que esta configuración asistencial ha interferido y continúa interfi-
111'11\10 (en parte para hacerse cargo de él, y también para ocultarlo) en el
1111'11 gran aspecto de la cuestión social, que deriva principalmente de la
1IIIIIllcmáticadel trabajo, y cuya emergencia fue más tardía (a mediados
,11.1 HlgloXIV).Para caracterizar la originalidad de este acontecimiento (d.
llll'lIpfLulo2), es necesario situarlo contra el telón de fondo de una confi-
f',III'IIl'i6n asistencial ya constituida en ese momento en sus grandes líneas.

1" 1llli'ill/Jilir/nd primaria

1,1\Ho('inl-osistencialpuede caracterizarse formalmente por oposición a


111/1
tlllHloHd(\ orgnnización colectiva que evitan este tipo de recursos. Pues
34 Las metamorfosis de la cuestión social La protección cercana 35

hay sociedades sin lo social. En efecto, lo social no debe entenderse aquí cristiano. Ellas corresponden a lo que la antropología histórica ha deno-
como el conjunto de las relaciones propias de la humanidad en tanto que minado "sociedades campesinas". Así, hasta una época muy reciente, las
especie se distingue por vivir en sociedad. Por cierto, "el hombre es un omunidades rurales vivían en una cuasi autarquía, no solamente econó-
animal social", y también lo es la abeja. Pero, para que no nos cree proble- mica, sino también relacional, como enclaves en el seno de conjuntos ge-
mas una simple cuestión de vocabulario, convendremos en llamar "socie- nerados por el movimiento de la modernidad.I Además, en el Occidente
tal" a esta característica general de las relaciones humanas como formas ristiano, esta estructura cerrada ha sido la organización social dominante
de existencia colectiva. Lo "social", en cambio, será una configuración es- de la época feudal, marcada por la sacralización del pasado, la prepon-
pecífica de prácticas que no se encuentran en todas las colectividades hu- derancia del linaje y de los lazos de sangre, el apego a relaciones perma-
manas. Por empezar, veremos en qué condiciones surge. nentes de dependencia e interdependencia enraizadas en comunidades
Una sociedad sin lo social sería totalmente regida por las regulaciones lerritoriales restringidas. Por el modo de sociabilidad que orquesta, la so-
de la sociabilidad primaria.' Entiendo por esto los sistemas de reglas qu~ iedad feudal conjuga incluso dos vectores principales de interdependen-
vinculan directamente a los miembros de un grupo, sobre la base de su ia que conspiran para su estabilidad: las relaciones horizontales en el se-
pertenencia familiar, de vecindario, de trabajo, y tejen redes de interde- no de la comunidad rural, y las relaciones verticales de la sujeción al
pendencias sin la mediación de instituciones específicas. Se trata en pri- señor. Su unidad de base es en efecto la comunidad de habitantes atávica-
mer lugar de sociedades de permanencia, en cuyo seno el individuo, in- mente compuesta por familias del mismo linaje, agrupadas frente a las
sertado desde su nacimiento en una red estrecha de coacciones, -xigencias militares y económicas del señorío que la domina.é Cada indi-
reproduce en lo esencial los mandatos de la tradición y la costumbre. En viduo se encuentra así apresado en una red compleja de intercambios de-
estas formaciones no hay "lo social", "lo económico", "lo político" o "lo Higualesque lo someten a obligaciones y le procuran protecciones en fun-
científico" como dominios identificables de práctica. Los individuos obe- \'16n de este organigrama de doble entrada: la dependencia respecto del
decen reglas atávicas que les son impuestas de un modo sintético y direc- r eclesiástico o laico, la inscripción en el sistema de solidaridades y
tamente normativo. Formas estables de relación acompañan al desempe- ruacciones del linaje y la vecindad. Como lo ha dicho de una manera feliz
ño de los principales roles sociales en la familia, el vecindario, el grupo 1111 historiador de la antigua escuela, cuya prolijidad suele ser menos
de edad y de sexo, en el lugar ocupado en la división del trabajo, y per- 1')(l1cta, "ninguna época se esforzó más en crear entre los individuos rela-
miten la transmisión de aprendizajes y la reproducción de la existencia .'lnnes inmutables; ninguna ha sido después más inquietada por su obra,
social. 111 ha sufrido más para anularla=.!
Por lo general, este modelo (aquí muy simplificado) de formaciones Pero incluso en las sociedades más reguladas por las interdependen-
sociales que se reproducen, idénticas a sí mismas, imponiendo una pro- 1I[lH tradicionales, en estos procesos de integración primaria pueden sur-
gramación estricta a las prestaciones de los individuos, se aplica a las so- ",11' problemas. Por ejemplo, la situación del huérfano rompe la trama de
ciedades llamadas "sin historia". De hecho, en las sociedades de las que 111 nsistencia familiar; el defecto físico o el accidente pueden convertir al
se ocupó la etnología en sus orígenes, el cambio es percibido como prove- urllviduo en provisional o definitivamente incapaz de conservar su lugar
niente de afuera, en virtud de la conquista o la colonización, y las hace 1'1\ ('1 sistema regulado de intercambios que asegura el equilibrio de perte-
explotar al imponerles un modelo de transformación que ellas no pueden 11\ -ncia, o incluso la ind igencia total puede llevarlo a una situación de de-
integrar a partir de su propia dinámica. Pero se pueden encontrar estruc-
turas de este tipo en todas las áreas culturales, incluso la del Occidente
'l" Cf, W, 1.Thomas, E, Znaniecki, The Polisli Peasant in Europe and America, 1" ed.,
~~III'VIl York, 1918. Para uno conceptualización general, véase T. Shanin, "Peasant Eco-
1. Tomo esta expresión de Alain "Socialité primaire et société secondaire",
Caillé, uumy", 1 Y 11, [ourna! o{ Peas« 11l' St udies, octubre de 1973 y enero de 1974.
en Splendeurs et miséres des sciences sociales, Ginebra-París, Droz. 1986, págs. 363-375. 1. eL J. P. Gutton, La $IJcil!I'é villageoise dans I'ancienne France, París, Hachette, 1979.
Caillé opone la socialidad o la sociabilidad primaria a la socialidad "secundaria", cons- I;ossicr habla de "cncclulnrniento" para describir
11111t1'1'1 el proceso medieval de crista-
truida a partir de la participación en grupos que suponen una especialización de las del hábitat
11 11\'11111 rural en comunidades de habitantes de denominan te autárquico
actividades y de las mediaciones institucionales. Desde luego, se trata de una oposi- IIlhl/ol/'1' ,.ioi'ÍO/¡' de I'Orcir/l'lIllIlI!ti;¡1val, París, A. Collin, 1970),
ción formal y abstracta, pero que se puede aplicar en situaciones precisas. Yo la utilizo ,1, (;, d' A vcucl, fluyslIlIlll'l rll'l)IIis 700 nI/S, I'n dA, A, Collin,
111111/,;1'1'8 1907, pág, ~, Ucs-
aquí como modelo para caracterizar la aparición de la asistencia cspccializnda, a partir tll' 111I't',O,ostn (01'11111 dl'lll't',llld:t,lwiÓn Hoclnl ~l' p¡I(,\II' l'll\'onll·nl' en OI.-nH ~1\'nA cultura-
de una falla en los socorros no especializados, o "primarios", 11'. y 1l1i'IIHi'¡lIIl'I1H IIIIII¡'II'II'IIII, 111111'
I'M1'1111111.111'111111'
1,11'111111 dI' 111"1(\11111M,,¡1I1l jll¡llllll'll.I/I,

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