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Cuadernos de Filosofía / ISSN 0120-8462 / Vol. 31 / No. 103 / 2010 / pp.

91-105

Fecha de entrega: 17 de mayo de 2010


Fecha de aprobación: 30 de junio de 2010

POLÍTICAS DE LA HOSPITALIDAD*
HOSPITALITY POLICIES

Mario Madroñero Morillo**

Resumen
“Políticas de la hospitalidad” presenta una reflexión sobre el don, la ofrenda y el perdón,
en referencia con la relación de comunidad que el estar-con-otro-en-el-mundo inaugura,
en la experiencia de las relaciones de alteridad en el tiempo del encuentro en la contem-
poraneidad, donde la hospitalidad, en tanto comprensión de la responsabilidad para con
el otro, conlleva la vivencia de una política de la diferencia.

Palabras clave
Alteridad, política, desconstrucción, comunidad, diferencia, responsabilidad.

Abstract
“Hospitality Policies” presents a reflection on gift, offering and forgiveness regarding the
community relationship that being-with-other-in-the-world inaugurates, in the experience
of otherness relationships in the time of the meeting in the contemporary world, where
hospitality, while understood as the responsibility for one another, brings the experience
of a politics of difference.

Key words
Otherness, politics, deconstruction, community, difference, responsibility.

*
Artículo de investigación para este número monográfico.
**
Docente Facultad de Humanidades y Filosofía, Universidad de Nariño.
92 MARIO MADROÑERO MORILLO

Hace algunos años, el encuentro con Emma- Toda civilización que acepta el ser,
nuel Lévinas se produjo a partir de Derrida; la desesperación trágica que com-
el ensayo que dedicara al pensamiento de porta y los crímenes que justifica,
Lévinas y la preocupación por una intangible merece el nombre de bárbara. Desde
responsabilidad para la filosofía serían, para entonces, la única vía que se abre
ese momento, cuestiones que abrirían posi- para dar satisfacción a las exigencias
bilidades inauditas para la comprensión que legítimas del idealismo sin entrar
sobre ésta se daba. Años después, en Tumaco, no obstante en sus procedimientos
en las márgenes de un curso sobre lectura y habituales es medir sin temor todo
escritura, el encuentro se produjo otra vez y el peso del ser y su universalidad,
en momentos en los que el desaliento para reconocer la inanidad del acto y del
con la filosofía provocaba algo más que un pensamiento que no pueden hacer las
impoder pensar. Las palabras de Lévinas veces de un acontecimiento que en la
expuestas en Totalidad e infinito provocarían consumación misma de la existencia
la singular experiencia del pensar que el en- rompe esta existencia, acto y pen-
cuentro con otro dona en la exterioridad de samiento que, por consiguiente, no
la relación misma, y que permite comprender deben enmascararnos la originalidad
la hospitalidad como lugar en el que lo que de la evasión. Se trata de salir del ser
Lévinas propone como una “desnucleación por una nueva vía corriendo el riesgo
del mundo sustancial del Yo” (Lévinas, de invertir algunas nociones que al
1987, p. 216) corresponde a lo inaudito de sentido común y a la sabiduría de las
la responsabilidad del encuentro en el que la naciones les parecen más evidentes
evasión conlleva comprender la responsabili- (Lévinas, 1999, p. 117).
dad también inaudita de una hospitalidad sin
reservas. Como recuerda Derrida: Cuestión que permite diferenciar la épica del
ser y la profética de la alteridad en la peregri-
En esta profundidad es donde nos nación y paso en un “humus apaciguado no
haría temblar el pensamiento de sobre un suelo, sino alrededor de un volcán
Emmanuel Lévinas. En el fondo de más antiguo” (Derrida, 1989, p. 112), que en
la sequedad, en el desierto que crece, la ex-cedencia ética conlleva el encuentro con
este pensamiento que no quiere ser otro: “Sin intermediario y sin comunión, ni
ya, en su fundamento, pensamiento mediatez, ni inmediatez, tal es la verdad de
del ser y de la fenomenalidad, nos nuestra relación con el otro, la verdad ante
hace barruntar una desmotivación y la que el logos tradicional es para siempre
una desposesión inauditas (Derrida, inhospitalario” (Derrida, 1989, p. 123).
1989, p. 112).
Las paradojas del deseo en el tiempo del
Desposesión que, en la subversión y revo- encuentro soportan la experiencia de la se-
lución del pensar, provoca la apertura de la paración del ser, su cesura, que en el silencio
memoria en la desconstrucción de la presen- precipita la comprensión de la discreción de
cia, el ser, el mundo, el otro y que conlleva la singularidad en la acogida del levantamien-
en la remoción ontológica fundamental que la to de la presencia. La anástasis del tiempo
constituye una vivencia que desborda incluso del encuentro hace solícito el temblor del
el éxtasis de la comprensión de la libertad en pensar y la memoria presente por ejemplo en
tanto hecho de razón y que permite a Lévinas el saludo, el santo y seña, como schibolett de
proponer por ejemplo que: la despedida, tras el con-tacto con lo imposi-

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ble y que se presenta en la experiencia –que provoca una relación entre singularidades
desborda la dimensión erótico-ontológica– de entre la moción de la evasión del ser, que
la relación de alteridad en una comunidad. Vi- sin reducirse a una necesidad infundada en
vencia de tal experiencia ética del encuentro la carencia, va a desobrar la necesidad de
que se puede apreciar en la escritura de Paul conservación misma, al provocar en ésta
Celan, al exponer que: una abertura:

Lo Escrito se ahueca,/ lo hablado,/ Este hueco no es una abertura en-


verdemar,/ arde en las bahías,/ en tre otras. Es la abertura misma, la
los nombres licuados/ saltan los del- abertura de la abertura, lo que no se
fines,/ en la nada eternizada, aquí,/ deja encerrar en ninguna categoría o
en la memoria de las campanas locas totalidad, es decir, todo lo que, en la
en/ ―pero ¿dónde?/ ¿quién/ jadea en experiencia, no se deja ya describir
este/ cuadrado de sombras,/ quién, en la conceptualidad tradicional y
entre ellos/ brilla de pronto, brilla resiste, incluso, a todo filosofema
de pronto, brilla de pronto? (Derrida, 1989, p. 113).

Y que llega a provocar al diálogo entre el La disposición an-árquica de la posición del


rumor de un habla distinta y distante, preci- ser en la remoción ontológica de sus funda-
samente en el hablar: mentos, en la vivencia del temblor del pensar,
en el tiempo singular del eschatón presente
Habla tú también,/ habla el último,/ en el encuentro con otro predice la provoca-
pronuncia tu proverbio./ Habla –/ ción que en un diálogo se va a exponer en
pero no separes el no del sí./ Da a la dispersión y reparto de voces que abrirán
tu proverbio también sentido:/ dale el discurso en la diseminación del sentido y
sombra./ Dale sombra bastante,/ que la equivocidad diferencial de habla, en
dale toda la que sabes repartida/ en el tiempo de la escucha, permitirá vivenciar
redor de ti/ entre la medianoche, el como comunicación; no poética o filosófica,
mediodía y la medianoche./ Mira en el sentido en el que tal discurrir pueda
alrededor:/ mira cómo en torno cumplir con las categorías y formas episte-
todo deviene vivo– /¡Por la muerte! mológicas de una estructura; más bien esta
¡Vivo!/ Verdad dice quien sombra exposición al decir del otro se haría presente
dice./ Ya sin embargo se reduce el en la vivencia del silencio al estar con otro.
lugar donde te tienes:/ ¿adónde irás
ahora, expoliado de sombra, adón- Sobre esta singular posibilidad correspon-
de?/ Sube. Tantea hacia arriba./ ¡Más diente a una comunicación que desborda y
escaso devienes, más irreconciliable, desobra el sentido filosófico, poético, Derrida
más fino!/ más fino: un filamento,/ propone al recordar la escritura de Lévinas
por el que bajar quiere la estrella:/ lo siguiente:
para nadar hondo, en el fondo,/ don-
de ella se ve brillar: en el escarceo/ Verdad impensable de la experiencia
de palabras peregrinas. viva a la que incesantemente vuelve
Lévinas, y que la palabra filosófica
La experiencia del encuentro en la concien- no puede intentar abrigar sin mostrar
cia extática que la vivencia poética conlleva enseguida, en su propia luz, grietas

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lamentables, y su rigidez, en lo En un segundo momento, la vivencia extática


que se había tomado por solidez. que conmueve en la evasión podría desarrollar
Se podría mostrar, sin duda, que los preceptos del ser neutro, quien ha transfor-
la escritura de Lévinas tiene esa mado el umbral en reducción fenomenológica
propiedad, la de moverse siempre, del lugar de encuentro: “aquí eternidad, allá
en sus momentos decisivos, a lo eternidad”, podría pronunciar este ser de la
largo de esas grietas, progresando neutralidad liminal cuya vivencia de la cesura
con maestría mediante negaciones correspondería a las formas de la autonomía
y negación contra negación. Su vía que la autotelia de las formas de la poética
propia no es la de un “o bien… o desarrollaría al límite en la Ilustración y el
bien”, sino de un “ni… ni tampoco”. Romanticismo, presentes a la vez en el ethos
La fuerza poética de la metáfora del hombre moderno que Nietzsche designa
es muchas veces la huella de esta como un ser que suspira sin saber qué hacer:
alternativa rehusada y de esta herida “yo no sé qué hacer; yo soy todo eso que no
en el lenguaje. A través de ella, en sabe qué hacer” (Nietzsche, 1987, p. 25) y
su abertura, la experiencia misma se que permite vislumbrar el peso de la totalidad
muestra en silencio (Derrida, 1989, al que se enfrenta él mismo, a partir de la
p. 123). remoción ontoteológica a la que lo somete la
exterioridad de la experiencia de una totalidad
Vivencia que no correspondería a una dimen- que se precipita sobre y entre el pensar.
sión contemplativa, en la que el respeto por
el otro, la apertura de la disposición teórica En un tercer momento de esta dinámica
que lo presenta, infunda la posibilidad de la singular, el ser, frente a la nada, pretendería
relación; pues se trata de la vivencia de la se- devenir tanto en el saber absoluto como
paración misma, que va a permitir a Lévinas en la dimensión enésima que el plano de
hablar por ejemplo de una religión, desde la inmanencia pudiera fundamentar a partir
comprensión de una remoción ontoteológica de las multiplicidades de fusión posibles y
de lo originario, en la que el principio de la que desbordarían la presencia del ser en la
totalidad desbordaría la historia misma del disolución del sujeto, en la inversión cate-
ser, que traería en un primer momento como górica de la hipóstasis en la que el éxtasis en
consecuencia para la vivencia decidir entre la el devenir enésimo y en la enésima potencia
superación o la negación de la vida; cuestión e intensidad reduciría a gozo puro el ser, en
que remitiría otra vez o a la idealización o a tanto cumplimiento de un deseo infinito.
la materialización extremas, infundadas en la
economía de la conservación del ser, presente El esbozo de estos tres momentos de la remo-
en las formas del humanismo y la biopolítica, ción ontológica del ser brindan la posibilidad
pendientes de lo que Derrida critica como la de comprender la vivencia que sobre la tota-
violencia seductora del régimen heliopolítico lidad va a provocar la alteridad, la cual según
frente a la diferencia y que Esposito propone Blanchot “no se dejaría decir en términos
en la realización de la lógica inmunitaria de inmanencia o trascendencia” (Blanchot,
de la comunidad, en la que la relación con 1970, p. 128) y que co-rrespondería además
otro, su encuentro, se determina a partir de a una singular con-vivencia de y con lo que se
la alergia a la exterioridad, a lo que viene de comprende como lo santo, pues desbordaría
afuera, al extranjero, al encuentro con otro todo sentido al llevar el mismo a lo insensato
pensado como instante de la muerte del ser- del discurrir mismo del ser en la relación con
a-la-muerte. otro en una comunidad; problema singular

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que conlleva pensar la posibilidad de la co- determinada de abordar o desbordar


municación en las márgenes del sentido y que al otro, instaura originariamente la
llevaría otra vez al mismo a la dislocación. relación entre dos ipseidades finitas.
Entonces, ¿qué decir a otro en el espacio- En efecto, la necesidad de acceder
tiempo que propicia el lugar del encuentro? al sentido del otro (en su alteridad
¿Se soporta la comunicación en la remoción irreductible) a partir de su “rostro”,
que la ‘desnucleación del mundo sustancial es decir, del fenómeno de su no-feno-
del Yo’ provoca sobre el ego, abierto por el menalidad, del tema de lo no-temati-
éxtasis del sentido, como exposición a otro, zable, dicho de otra manera, a partir
en una dimensión en la que lo santo prefigura de una modificación intencional de
la experiencia de la vivencia de la alteridad? mi ego (en general) (modificación
Y en esta dimensión singular, ¿cómo se haría intencional de la que Lévinas tiene
posible una política que responda a la exigen- que extraer el sentido de su discurso),
cia ética de la alteridad, a partir de la vivencia la necesidad de hablar del otro como
del encuentro con otro en la diferencia que su otro o al otro como otro a partir de
presencia ya constituye? su aparecer-para-mí-como-lo-que-
es: el otro (aparecer que simula su
Interrogantes en las inmediaciones de las simulación esencial, que lo saca a la
relaciones prácticas o económicas de los luz, lo desnuda y oculta lo que en el
encuentros de alteridad, en comunidad, y otro es lo oculto), esa necesidad a la
que se presentan en lo que se concibe como que ningún discurso podría escapar
cotidianidad en tanto espacio de un “presente desde su más temprano origen, esa
viviente” y que se podrían extender a partir necesidad es la violencia misma,
de las siguientes proposiciones de Derrida, o más bien el origen trascendental
al abordar la problemática relación con otro: de una violencia irreductible, supo-
niendo, como decíamos más arriba,
Esta imposibilidad de traducir en que tenga algún sentido hablar de
la coherencia racional del lenguaje violencia pre-ética (Derrida, 1989,
mi relación con el otro, esta contra- pp. 172-173).
dicción y esta imposibilidad no son
signos de “irracionalidad”: son más Como determinante de una economía de la
bien el signo de que no se respira ya relación con otro en la que la moción del ser
más aquí dentro de la coherencia del en la apertura que la alteridad dona, se podría
Logos, sino que el pensamiento corta reducir a la lógica inmunitaria del phármakon
el aliento en la región del origen del que se resolvería en la circularidad del ser
lenguaje como diálogo y diferencia. afirmado cada vez, sobre sí, y que re-presen-
Este origen, como condición concre- taría la comprensión de la exterioridad, por
ta de la racionalidad, es cualquier ejemplo en la resolución cosmovisionaria y
cosa antes que “irracional”, pero cosmopolítica, patente en las relaciones del
no podría quedar “comprendido” ser en comunidad, que dirige a la vez las pro-
en el lenguaje. Este origen es una posiciones de una política de la exterioridad
inscripción inscrita. cerrada a lo otro y en la dimensión en la que
el ser-santo de cada singularidad conlleva
Esta violencia trascendental, que la apertura de la totalidad en la moción de
no procede de una resolución o de lo infinito que se presenta en la exposición
una libertad éticas, de una manera de ser, en la errancia gozosa de la solicitud

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de presencia, provocada en la llamada a y muerte se lee en sus hojas ya ama-


de otro. rillentas./ Acaricia tu alma. Acaricia
tu libro. Ambos están sedientos de
En este espacio singular de encuentro, el ternura./ “A un palmo de mí, estás tú.
pensamiento de la alteridad se distinguiría en A un palmo de ti, está él. A un palmo
la separación misma de su expresión, de la de él, estábamos nosotros, decía un
exposición que el pensador alterado presenta; sabio./ Generosidad de lo invisible./
pues entre el pensamiento de la alteridad y Nuestra gratitud es infinita./ El cri-
la alteración del pensar habría una remoción terio es la hospitalidad.
del lugar del ser que, en la noche de la inma-
nencia en tanto institución de un lugar para Al designar en la prerrogativa de la interro-
el encuentro, sufriría una apertura de carácter gación y el recitar, el lugar del encuentro en
dehiscente que Jean-Luc Nancy ha propuesto el tiempo de la exposición.
como declosión de presencia y arealidad,
en la que la desconstrucción del logos como
¿Dónde?
ofrenda sublime desborda la economía de la
relación para que, en la brevedad de lo que “EL DESIERTO ES MI LUGAR ―
se concibe como amistad, la hospitalidad sea, decía―. Y este lugar es un puñado
en una partición sin reservas a otro. de arena.”/ Y añadía: “Dobles, cuales
Tablas de la Ley, son mis palmas y,
Edmod Jábés lo recuerda en El libro de la diez, como mis dedos, los caminos
hospitalidad al exponer la interrogación en de mi raza”./ El interior de la piedra
el poema: está escrito./ Desde siempre y para
siempre legible./ Espacio variable
¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué? de la hospitalidad./ Duelo, y luego,
súbitamente, renacimiento./ “Yo te
“SI DIOS ES EL UNIVERSO, Él es bendigo, oh huésped mío, convidado
el don supremo, hecho a Dios, por el mío ―dice el santo rabino―, pues
mismo Dios”, decía un sabio./ Morir tu nombre es: El que avanza en el
de nada después de haber vivido de camino”./ “El camino queda en
todo./ Irrisión./ Celebrar la rosa y tu nombre”. / “La hospitalidad es
perecer de un piquete de espina./ Nos encrucijada de caminos”.
sigue el día./ Oh certeza del manan-
tial, en medio de las arenas./ “Dios
La encrucijada del encuentro se podría pensar
es certidumbre ―decía un sabio―,
entonces en la alteración del pensar mismo
Él es el pozo./ “Dos certidumbres se
en el tiempo del diálogo como la anacrusis
disputan el desierto. Una está hecha
que el levantamiento del ser, la subversión
de agua; la otra, de polvo.”/ Él decía:
de la presencia, dona, en el silencio de una
“La muerte es, quizás, de Dios, el
palabra prometida que, entre el crecimiento
pensamiento más frío”./ Envejecer:
del desierto y el ocaso de la existencia, pro-
la vida empieza a olvidarme; la
voca una dislocación del lugar, un desbordar
muerte, a reconocerme”, había escri-
del habitar infundado en la reducción poética
to./ “El dolor ―decía un sabio― es
a la fundación sustentada en la nostalgia de
el libro más vasto, ya que contiene
un origen, y que en su desposesión predice la
todos los libros”./ La vida se escribe
errancia gozosa del sobrevivir, en la vivencia
con la savia de nuestros árboles./ La
del tiempo de la profecía sin mito, que co-

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rrespondería al tiempo de la experiencia del De esta manera la hospitalidad implicaría, en


encuentro en las márgenes de lo que se evoca la paradoja del encuentro, una relación en la
como ‘desnucleación del mundo sustancial que la desistencia provocaría una apertura
del Yo’ en el encuentro y que conlleva en el en la cual la relación con otro se presentaría
estar-con-otro-en-el-presente, no la fusión en la vivencia de lo que Labarthe designa
de comunidad, sino la fisión del éxtasis que como una “lógica de la alternancia infinita y
conforma la comprensión del ser-contempo- de la tensión ‘armónica’” (Lacoue-Labarthe,
ráneo, cuya forma de re-presentación del ser 2002, p. 105), que no conlleva a la plenitud
en el mundo, en la vivencia de la totalidad, del devenir, sino otra vez a la separación del
se desconstituye, pues el sujeto en la moción origen, pues la armonía, tal como recuerda
de lo que Lévinas ha propuesto como hete- José María Arguedas, “puede matar, puede
ronomía y privilegio estaría originariamente cercenar un cuerpo, disiparlo, sin mover una
fuera de sí, cuestión que permitiría pensar sombra, ¡ni una sombra!” (Arguedas, 1983,
la diferencia de la representación en la rela- p. 186). La armonía permite comprender la
ción mimética a partir de la exposición del desistencia en relación con la abdicación,
ser irremediablemente abierto a lo otro y que expone la pérdida de soberanía, y que
que Lacoue-Labarthe expone, al proponer precipita en el encuentro, la acogida, en la
la relación consigo y otro, en la desistencia: vivencia de lo que Fernando Pessoa evocaba
como un “otrarse” y que de acuerdo con Juan
Hace falta que “el sujeto de la imita- Duchesne Winter conlleva la experiencia
ción” sea un “ser” (en el sentido de “heteroestésica” del encuentro consigo y el
un ente) originariamente abierto a, otro, expuesta en la experiencia de una “au-
o bien originariamente “fuera-de-sí” toheteroepifanía” que permite comprender
―ek-stático. De esto se trata en lo la remoción ontológica del fundamento del
que “es” el Da-sein heideggeriano. ser, provocada por la vivencia del intervalo
Pero esta (de)constitución extática profético al que se expone el ser al sufrir la
debe pensarse como defecto o in- ausencia de mitos, igualmente de Dios y que
suficiencia, según el pensamiento haría de la separación uno de los momentos
estricto de la finitud. El sujeto es de la abdicación, en tanto desistencia de la
originariamente la invalidez del presencia, y que Duchesne Winter, al evocar
sujeto, y esta invalidez es su intimi- la presencia/ausencia de Pessoa, propone
dad misma, en dehiscencia. O para como un movimiento de striptease, primero
decirlo de otro modo: la différance alquímico y luego ontológico, del no-ser que
es originaria en el sujeto, impidiendo implosiona, pues: “Abdicar lo torna en nadie,
para siempre que sea sujeto (es decir el nadie que no tanto se desdobla en un Al-
ante todo un ente estable) y determi- guien, o en el Uno, según sugiere Blanchot,
nado esencialmente como mortal. sino más bien ese Nadie que implosiona en
Jacques Derrida me sugiere deno- una constelación de otros. El trueno de la
minar desistencia a esta invalidez abdicación antecede a la lluvia” (Duchesne
nativa, sin la cual, tampoco ninguna Winter, 2001, p. 214).
relación (consigo o con otro) podría
establecerse y no habría ni concien- Pensador y escritor de la heteronomía privi-
cia ni socialidad (Lacoue-Labarthe, legiada, Pessoa podría mostrar la vivencia
2002, pp. 102-103). de una hospitalidad sin reservas, presente en
la encrucijada que el tiempo del encuentro

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con otro provoca y que en la “fisión del nudo El lugar del encuentro sería entonces el
‘misterioso’ de la ‘interioridad’”(Lévinas, espaciamiento del tiempo, intervalo que se
1987, pp. 216-217), responde a la deuda presenta en el saludo, santo y seña de una
comunitaria, en la exposición de una poética despedida de la historia de la presencia, en la
del encuentro que se vivencia en el intervalo que el don conlleva un compartir el tiempo en
de la creación, y que en la fluxión y fluctua- la ex-posición al otro, la naturaleza, el mundo,
ción temporal propuesta en la anacrusis del ya no como emplazamientos del ser, sino
estar-con-otro, en la hospitalidad vivida como como lugares de partición y expropiación,
cruce de caminos, permite decidir la acogida; en los que la “gozosa errancia del graphein”
de esta manera la interrogación se ahonda, (Derrida, 1989, p. 402) desborda la huella
pues ¿qué conlleva acoger a otro, en la di- en la apertura del designio, en la vivencia
mensión singular del encuentro? ¿Y cómo del testimonio. La exposición heteroestésica
hospedar a otro sin las reservas que la lógica de tal vivencia conlleva la comprensión de
de la inmunidad expone en una relación la corporeidad fuera de las márgenes que la
que desconstituye la soberanía de la razón? lógica del sacrificio impone, pues en el ‘dar a
Pues como designa Lévinas, la moción de la manos llenas’ el desborde de la vacuidad, del
‘desnucleación del mundo substancial del Yo’ nihilismo, por la remoción de infinito que se
provoca una apertura singular de la identidad: precipita en la apertura del éxtasis de la pre-
sencia en el reconocimiento, despliega el ser
El sujeto se aliena en la responsabi- fuera de límites, en la evasión. “Salir del ser
lidad dentro de los trasfondos de su por una nueva vía” implicaría este moverse
identidad con una alineación que no singular que la comprensión de la alteridad
vacía al Mismo de su identidad, sino ofrece en la vivencia de un encuentro en el
que lo constriñe con una asignación presente en comunidad, en el que habitar
irrecusable, lo constriñe como perso- poéticamente en la tierra conlleva convivir en
na a la cual nadie podría reemplazar. el exilio y el desplazamiento, un nomadismo
La unicidad como algo fuera del del pensar y el ser que desborda el lugar del
concepto, psiquismo en tanto que ser y que en su indirección y desorientación
grano de locura, el psiquismo ya extática permite experimentar la dislocación,
como psicosis que no es un Yo, sino el fuera de sí, en la remoción de presencia e
yo bajo la asignación. Asignación a identidad, en la intempestividad del estar de
la identidad para la repuesta propia cuerpo presente con otro.
de la responsabilidad en medio de la
imposibilidad de hacerse reemplazar Al final del Zaratustra, en el mo-
sin carencia. A este mandamiento mento del “signo”, cuando das Zei-
mantenido sin relajo sólo puede chen Kommt (cuando sobreviene),
responderse “heme aquí”, donde el distingue Nietzsche, en la mayor
pronombre “yo” está en acusativo proximidad, en un extraño parecido
declinado previamente a toda decli- y una complicidad última, en la
nación, poseído por el otro, enfermo, víspera de la última separación, del
idéntico. Heme aquí: decir propio gran Mediodía, al hombre superior
de la inspiración que no es ni el don (höherer Mensch) y al superhombre
de bellas palabras ni de cánticos. (Übermensch). El primero es aban-
Constricción a dar a manos llenas donado a su angustia con un último
y, por consiguiente, a la corporeidad movimiento de piedad. El último
(Lévinas, 1987, p. 217). –que no es el último hombre– se

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despierta y parte, sin volverse hacia forma que escribir no significa detenerse en
lo que deja tras de sí. Quema su texto la meta, sino sobrepasarla sin cesar (Jabes,
y borra las huellas de sus pasos. Su 1990, p. 321). Como la escritura entre dos
risa estallará entonces hacia una resurrecciones que Derrida propone desde sí,
vuelta que ya no tendrá la forma de más allá y más acá, como Zaratustra al borde
la repetición metafísica del huma- de la danza, entre dos eternidades; frente al
nismo ni sin duda en mayor medida, advenir más abismal, ante el que la risa ex-
“más allá” de la metafísica, la del presa el ánimo del hálito redoblado de quien
memorial o de la custodia del sentido se levanta otra vez, cada vez y la única, en la
del ser, la de la casa y de la verdad. resurrección diseminada, en la que el tiempo
Danzará, fuera de la casa, esta aktive de toda contemporaneidad se desmembra,
Vergeszlichkeit, este “olvido activo” ya que el spiritus o logos, en la instancia
y esta fiesta cruel (grausam) de la propiamente humana de la pneumatología,
que habla la Genealogía de la moral desarticula la palabra en la voz del corazón
(Derrida, 1989, pp. 173-174). que, en cada latir, escribe en el aire mismo
lo otro que la provocación de escritura dona,
La remoción de sí en la danza del ser ‘fuera pues es la transmutación y metamorfosis del
de la casa’, en el tiempo de la moción de aire, del aliento la que expresa en un soplo la
lo infinito, ex-pone el ser inspirado que, en apertura del signo, del enigma, de la visión,
el desahogo de sí, del peso que la totalidad de la imagen que conjura, evoca y celebra un
precipita sobre su contemporaneidad, res- canto que, en la risa, abre los oídos a son de
ponde al otro en el encuentro de gestos que tambor batiente; cuando el latir de un cora-
desbordan la mímesis de la representación, zón hace que la lengua vibre y el soplo del
en la apertura de la remembranza, al mostrar canto evoque la presencia de palabras que,
ahí lo otro de la anamnesis, lo que borra el en la desarticulación esencial de las lenguas,
registro por el movimiento que la provoca- diga lo inaudito entre dos eternidades, en un
ción de la danza-escritura instaura tras la instante de gracia.
disolución de la memoria por la saturación
y sobresignificación de lo oído, de lo que Este pensamiento del don excesivo,
dicho contramarca y sella en la archiescritura, del agradecimiento imposible o del
que clausura el tiempo del aparecer de una mercado aneconómico no es quizá
voz, de una palabra, de una forma, de una tan ajeno, en el fondo, al núcleo de
figura, de una imagen en el corazón de la pro- cuestiones que nos reúnen durante
vocación misma de voces a corazón abierto, esta década. Por último, este don
sin coartada y a “cuerpo descubierto”, en la –sépanlo ustedes– me llega al cora-
comprensión heteroestésica de la originarie- zón. Llega al corazón de aquello a
dad y su paradoja; pues la re-presentación lo que le tengo cariño, al corazón de
del espíritu deja sin aliento, ya que el pensar aquello por lo que me mantengo, allí
resuena como el último suspiro de quien se donde el trabajo del pensamiento y
despide y saluda desde “la parte del más allá” de la escritura se mantiene todavía
(Guimarães Rosa, 1969, p. 69) cuando, como en mí, me mantiene, me mantiene
dice Edmond Jabes: “Escribir es sentir pasión en vida y, por eso, tengo empeño en
por el origen; es tratar de llegar al fondo. hablar del corazón, desde el fondo
El fondo siempre es el comienzo. Seguro del corazón. Digo, en efecto, con
que también, en la muerte, una multitud de insistencia “me mantiene en vida”
fondos constituye lo más escondido; de tal pues la vieja palabra vida sigue

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siendo quizá el enigma de lo político las mujeres sostenían sin traicionarla


en torno al cual rondamos sin cesar. la paradoja de ese rostro que no tenía
Lo que aquí me mantiene en vida rasgos de rehén./He tratado de des-
tiene relación, en primer lugar, con la cribiros a ese cómplice indeleble que
amistad. Por la gracia de una amistad algunos de nosotros hemos frecuen-
del pensamiento, de una amistad ella tado./ Dormiremos en la esperanza,
misma por pensar. En la fidelidad. Y dormiremos en su ausencia,/ puesto
dicha fidelidad, siempre temblorosa, que la razón no sospecha que lo que
arriesgada, no sería solamente fiel a denomina, a la ligera, ausencia,/
lo que se llama el pasado, sino quizá ocupa el horno en la unidad. (Char,
fiel, si eso es posible, a lo que queda 1979, p. 31).
por venir y no tiene todavía ni fecha
ni rostro (Derrida, 2005, p. 20). Entre el vocablo cuya provocación conmueve
cada fibra, al desgranar el llanto la mirada,
Frente a la visión del más solitario, el signo tras avistar la lejanía de la presencia, en la
en la compleción de la percepción se borra hondura plácida de la puesta en abismo de un
y el “entente”, el acuerdo, la concordia de signo, descifrado en la escritura que, “dona-
las facultades, sufre la remoción que la fi- ción en pura pérdida” (Blanchot, 1992, p. 21),
delidad al pensar trama; al donar la gracia la deja ya algo por decir en la supervivencia de
interrupción, en la que otro adviene al abrir la palabra; aliento redoblado que en el tiempo
el secreto de su nombre en la impropiedad abre fisuras por la fuerza de la interpelación,
del compromiso y la responsabilidad, entre de la llamada en la pregunta, sobre qué y
la revelación del propósito más abismal, en quién, entre las gramáticas que sostienen las
el encuentro con el otro inaudito, por venido, estructuras de artes de respuestas y preguntas,
revenido, de la parte de antes del más allá, que entre la proliferación de lenguas podría
en la resonancia del silencio del antedecir, constituir, en su diseminarse, una retórica de
que René Char expone al hablar con otro y la profecía, paradójica en sí misma, debido
del otro así: a la sobreabundancia que el carácter de su
expresión le confiere, pero ultraviviente en
El Ausente los sentidos inauditos de su exposición en
la que la gloria del testimonio, fuera de la
Ese hermano brutal, pero cuya pala- fascinación que la imagen de otro provoca,
bra era segura, paciente en el sacrifi- se presenta en la gracia de un decir que en el
cio, diamante y jabalí,/ ingenioso y tiempo de la exposición misma permite tocar
compasivo, se mantenía en el centro el semblante de otro, su carisma, su ángel, y
de todos los malentendidos como un que en esta dimensión singular del encuen-
árbol de resina en el frío inconcilia- tro corresponde y se relaciona con lo que
ble./ Al bestiario de mentiras que le Henry Corbin, próximo a la tradición sufí,
atormentaba con sus duendes y sus propone como “El encuentro con el ángel”,
trombas oponía su espalda perdida momento que, desde los relatos visionarios
en el tiempo./ Se acercaba a nosotros de Sohravardî, le permite una comprensión
por senderos invisibles,/ favorecía la de la presencia a partir del ser-estar-con-otro,
audacia escarlata, no os contrariaba, en los términos de una “fenomenología de
sabía sonreír./ Al igual que la abeja la conciencia angélica”, y que aquí se deriva
deja el huerto por el fruto ya negro,/ hacia las riberas de lo que se concibe como

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fenomenología de la conciencia extática, en la ―Yo: oh sabio, ¿de dónde vienes?


que el tiempo de la apertura de la conciencia
desborda la autoconciencia que la afirmación ―El sabio: vengo de más allá de la
del ser sobre sí impone en la resolución de la montaña de Qâf. Allí está mi mora-
ipseidad, en tanto fundamento de la soberanía da. También tu nido estuvo antaño
de la presencia frente a la que la desistencia allí, pero ¡ay! lo has olvidado.
responde en la conmoción del con-tacto,
―Yo: pero aquí ¿cuál puede ser tu
y que permite pensar la hospitalidad y su
ocupación?
relación con la amistad en la relación de los
seres en la evasión. ―El sabio: soy un perpetuo pere-
grino. Viajo sin cesar alrededor del
Furtivamente, me deslicé hacia mundo, contemplando sus maravi-
fuera, de modo que, aun cojeando li- llas (Sohravardî, 2002, p. 51).
geramente por mis ataduras, terminé
por ganar el camino del desierto. Y El peregrino que en el relato visionario de
allí, en el desierto, vi a una persona Sohravardî, titulado El arcángel teñido de
que caminaba próxima a mí. Fui a su púrpura, es el doble, el paredro celestial
encuentro y la abordé con un saludo. que disloca la unidad y desfasa la identidad
Con gracia y delicadeza perfectas, del sujeto en el encuentro tras la travesía en
me devolvió el saludo. Observando el desierto, luego de contar al narrador los
el color rojo cuyo resplandor le teñía detalles correspondientes a la contempla-
el rostro y la cabellera, creí estar en ción de las maravillas que el viaje incesante
presencia de un adolescente (Sohra- expone, enfatiza la dificultad del camino a
vardî, 2002, p. 50). recorrer, pues se trata de re-versar el paso y
la huella, tal como el danzante que avanza en
Momento del encuentro que, tras la revela- el camino, fuera de la casa, y que quema el
ción del otro como ángel, permite compren- texto y borra la huella al anteceder-se en la
der al narrador la magnitud de tal relación, pro-ducción del paso y que permite pensar en
que tras la descripción de la moción de la luz la desconstrucción del método, en su apertura,
a partir de la temporalidad que sostiene el en el desvío que se relaciona con la evasión
ritmo de la diseminación del color en relación como vivencia de la libertad a partir de la
con el cuerpo glorioso del otro, y tras la des- desistencia, frente a la soberanía de la razón,
cripción macro y microcósmica del lugar del para en la pérdida de la autonomía acoger lo
ser correspondiente a su presencia, provoca otro que ser y que expone la diferencia en el
una moción de la conciencia que disloca la haz del gesto que la faz del rostro desborda
presencia en el encuentro-con-otro que se en la inversión de la imagen que se presenta
resuelve en la concepción del ser-angélico en el saludo y en la pregunta: “¿de dónde
como aquel que permanece en la ausencia, vienes?”, a lo que el peregrino incesante en
pues el tiempo de su presentación corres- la errancia gozosa podría exponer en la mo-
ponde a la apertura que el encuentro con la ción extática del ‘psiquismo en tanto grano
alteridad produce y que en la pre-dicción va de locura’ a la relación de semejanza a partir
a ofrecer la disposición del diálogo en y con de la desigualdad esencial que el encuentro
lo y el desconocido, y que constata la voz del consigo y el otro trama, y que desborda el
otro que abre el silencio del narrador. ser-a-la-muerte.

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Por eso, en verdad, ningún hombre La subversión que desborda la presencia


vivo tiene aún semejanza. En los en el tiempo de la resurrección permite el
raros momentos en que un hombre levantamiento de la evasión; de esta manera
muestra similitud consigo mismo la ultra revolución ontológica no afirma al ser
nos parece solamente más lejano, sobre sí y no resuelve el encuentro, al orillar
cercano a una peligrosa región al ser al consuelo metafísico de la melancolía
neutra, extraviado en sí, su propio suicidaria o al nihilismo, más bien reinvierte
aparecido, no teniendo ya más vida el tiempo de la presencia al desfondar la
que la del retorno (Blanchot, 1992, ausencia de sí, en el “desfase insólito, de un
p. 247). aflojamiento de la identidad” (Lévinas, 1987,
p. 126) en el que la hospitalidad se pretende
La vida del retorno, la ultravida del sobre- como la vivencia del tiempo del perdón.
viviente expone de esta manera una com-
prensión del presente y de la presencia en El psiquismo del alma es el otro
tanto extrañeza, pues como destaca Patricio en mí; es una enfermedad de la
Peñalver: “ser temporal es tener tiempo, tener identidad acusada, y el mismo para
todavía tiempo, poder aplazar la muerte, ser el otro, mismo también por el otro.
contra la muerte” (Peñalver, 1998, p. 58), en Es un qui pro quo, substitución,
la donación del tiempo de la escritura en pura extraordinario, ni engaño ni verdad,
pérdida y que conlleva una desconstrucción inteligibilidad previa a la significa-
del principio poiético de la concepción de ción, pero también derrocamiento
originariedad y originalidad, de la causalidad del orden del ser tematizable en lo
y el efecto, en sus relaciones con la creación, Dicho, de la simultaneidad y la re-
ya que en la fecundidad la exposición del ciprocidad de las relaciones dichas.
ser en la presencia de otro va a encontrar su Una significación que sólo es posible
expresión en el hijo, extraño entrañable que como encarnación. La animación,
disloca el tiempo del ser y el ser del tiempo. el propio pneuma del psiquismo,
la alteridad dentro de la identidad
El tiempo infinito, el tiempo discon- es la identidad de un cuerpo que se
tinuo de la fecundidad, triunfa sobre expone al otro, que se hace “para el
el envejecimiento y la mortalidad, otro”, la posibilidad misma de dar.
en la medida en que es posibilidad La dualidad no asimilable de los
permanente de recomenzar. En este elementos que componen este tropo
sentido el perdón es la “obra misma es la dia-cronía del uno-para-el-otro,
del tiempo”. O también: “La para- la significancia de la inteligibilidad
doja del perdón de la falta remite al no referible a la presencia o a la si-
perdón como constituyendo el tiem- multaneidad de la esencia que sería
po mismo”. Infinitud, fecundidad, su merma (Blanchot, 1992, p. 126).
discontinuidad, perdón: esta serie
de conceptos, que hacen concreta En la sustracción de esencia y tras la pér-
y visible la socialidad del tiempo, dida de la presencia entre el tiempo de la
lleva coherentemente al concepto de exposición que desborda el éxtasis mismo
resurrección, la resurrección como y la síntesis de la temporalidad que el gozo
la verdad de cada instante (Blanchot, del sentido provoca, al inteligir a otro fuera
1992, p. 58). de la tematización y la significación, cuando
el desfase y el aflojamiento inauditos de la

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POLÍTICAS DE LA HOSPITALIDAD 103

identidad conllevan la dislocación de la razón dirigida a sus padres, escrita tras recorrer las
y su pérdida que en la remoción y solicitud tierras de la memoria, de un holocausto del
de comunicación va a desbordar la propiedad que su madre es sobreviviente. Situación que
que sostiene la comprensión, cimentada en afianza una comprensión de la comunicación
una lengua mítica y profética a la vez, y que que sobrepasa la lengua y que expresa, otra
en la temporalidad del pro-nunciar, del pro- vez, de esta manera:
vocar, va a inaugurar la exposición del ser
fuera de la morada del significado, para que Se trataba de otro saber, otro cono-
en la significancia, en la apertura del designio cer, ese conocimiento o pre-conoci-
y el sentido, la desistencia invierta la econo- miento y pre-lenguaje, transmitido
mía del imperativo categórico al desconstituir en los millares de lenguajes que
el mandato en la provocación del ruego, en la conectan a un niño y sus padres sin
oración y dispersión de voces presente en la palabras. Un conocimiento que yace
equivocidad diferencial del habla, expuesta como una nube oscura sobre el hori-
al hablar-pensar-con-el-otro. Como en la zonte. Aterrador y seductor (Govrin,
experiencia que Michal Govrin expone: 1998, p. 32).

Decidí con urgencia impulsiva, con La in-comunicación esencial que precede


una urgencia física, era un impulso la escritura se puede apreciar aquí, en la re-
corporal; lo que pretendía era orar, solución que la desarticulación de la lengua
o al menos orar de la forma que co- abre, para la posibilidad de una comprensión
nozco. Y la única vía es a través de diferente en su decir que, al con-versar,
la escritura. La memoria que advino permite expresar un pensamiento, entre la
esa mañana fue expuesta, en el orar experiencia de la reducción del lugar que
y el lugar donde eso se originó para desborda el fundamento mismo, en la inver-
mí. Lo que entiendo, está aquí hoy, sión categórica de la palabra poética, y que
fue escrito entre la vía, fue prous- en la remoción ontológica del sentido y que el
tiano, en busca del tiempo perdido, sentido provoca va a permitir una exposición
pero después del Holocausto, en la de escritura que, en el sentido, va a dislocar
lejanía de la memoria perdida y en la presencia y la memoria.
la existencia de una idílica unidad.
La escritura fue una investigación en Momento que se propone como la com-
la oculta identidad, entre lo íntimo prensión poemática del diálogo, en el que la
del carácter, su memoria, su cuerpo- temporalidad de la creación va a configurar
memoria: trazas de un gritar interior, las trazas de una estética de la ausencia del ser
enterrado, de un orar sofocado (Go- a partir de la proximidad de lo radicalmente
vrin, 1998, p. 27-28). otro. Situación de la singularidad en la que
la nada y la muerte podrían ser los correlatos
Líneas tras las que dice que le cuesta hablar del texto posible, pero que revelan su insu-
de su trabajo, de su escritura, y que tratará ficiencia frente a la palabra pro-puesta, tras
de hacerlo al pretender provocar entre los la dislocación de la pre-visión del sentido,
asistentes una audición de lo esencial, y de pues ya no se trata en la experiencia del
forma más puntual, del sabor, el cuerpo del diálogo y la conversación con otro, de la
lenguaje, su son, su condimento. Hecho tras auto-referencialidad de una teoría de la co-
el que narra las particularidades de un “viaje municación restringida a la comprensión de
por tierras de ilusión”, título de una larga carta todo, de la totalidad, sino de la exterioridad

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que la estética de la poética singular de un Blanchot, M. (1969). El libro que vendrá.


pensador-escritor propone en tanto lugar de Caracas: Monte Ávila.
la donación de sentido y que va a distinguir
el estilo de la traza a partir del espaciamiento Blanchot, M. (1970). El diálogo inconcluso.
del cuerpo del orador, como apertura de la Caracas: Monte Ávila.
reducción del lugar; reflejado en el escarceo,
Blanchot, M. (1992). La comunidad incon-
en el vaivén del sentido, que como el oleaje de
fesable. México: Vuelta.
un mar desconocido abraza la pronunciación
del vocablo, la cifra diseminada y la escala en Celan, P. (1999). Obras completas. Madrid:
un cantar del ser entre el tiempo, más acá del Trotta.
sentido, más allá del pensamiento, en la mo-
ción de un tiempo del pensar, que desmembra Char, R. (1979). Furor y misterio. Madrid:
toda contemporaneidad (Bennington, 1994, p. Visor.
32) y que conlleva la experiencia del sentido
Derrida, J. (1989). Márgenes de la filosofía.
en el ser de otro modo en el que el “otrarse”
Madrid: Cátedra.
no corresponde a la relación mimética o de
participación con el otro en la fusión comu- Derrida, J. (1989). La escritura y la diferen-
nicasional, más bien en lo que, tras ‘la des- cia. Barcelona: Anthropos.
nucleación del mundo susbstancial del Yo’,
en el vórtice de la remoción ontológica del Derrida, J. (2005). Canallas. Dos ensayos
ser, Duchesne Winter expone como la “fuga sobre la razón. Madrid: Trotta.
incomunista” de la vida misma en la evasión
y desistencia de presencia que desaparece, no Derrida, J. & Bennington, G. (1994). Circon-
en la trascendencia de un ultramundo posible, fesión. Madrid: Cátedra.
sino que se expone en un presente en tanto Derrida, J. & Dufourmantelle, A. (2006). La
don y ofrenda que el tiempo del perdón re- hospitalidad. Buenos Aires: Ediciones
suelve, en la remoción de los fundamentos de la Flor.
que sostienen la anamnesis, presentes en la
verdad justa y en la justa verdad; movimien- Derrida, J. Shapiro, D. & Govrin, M. (1998).
tos que, expuestos en la configuración de la Body of prayer. The Irwin S. Chanin
aletheia, van a llevar ésta a la remoción del School of Architecture. Of the Cooper
bien y la virtud, por la precipitación de la rela- Union for the Advancement of Science
ción ética con otro, diferente, en el encuentro & art. Kim Shkapich Ed.
con otro en la encrucijada de la hospitalidad,
en la que el tiempo del perdón desborda el Duchesne, W.J. (2001). Ciudadano insano
tiempo de la verdad en la relación justa con y otros ensayos bestiales sobre cultura y
lo desconocido. literatura contemporáneas. Puerto Rico:
Ediciones Callejón.
Referencias
Duchesne, W.J. (2005). Fugas incomunistas.
Arguedas, J.M. (1983). Relatos Completos. Ensayos. San Juan de Puerto Rico: Edi-
Madrid: Alianza. ciones Vértigo.

Blanchot, M. (1992). El espacio literario. Esposito, R. (1996). Confines de lo político.


Barcelona: Paidós. Editorial Trotta. Madrid.

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Guimarães, R. (1969). Primeras Historias. Nancy, J-L. (2001). La comunidad desobra-


Barcelona: Seix Barral. da. Madrid: Arena Libros.

Heidegger. M. (1988). El Ser y el Tiempo. Nietzsche, F. (1987). El Anticristo. Bogotá:


México: F.C.E. Círculo de Lectores.

Jabès. E. (2002). El Libro de la hospitalidad. Peñalver, P. (1998). Del tiempo finito al


México: Editorial Aldus. tiempo infinito. En Revista Anthropos,
176, 54-59. Barcelona.
Labarthe Lacoue, P. (1987). La ficción de lo
político. Heidegger, el arte y la política. Sohravardî, Sihâboddîn Yahyâ. (2001). El
Madrid: Arena Libros. encuentro con el Ángel. Tres relatos
visionarios comentados y anotados por
Lévinas, E. (1999). De la evasión. Madrid: Henry Corbin. Madrid: Trotta.
Arena Libros.

Lévinas, E. (1987). De otro modo que ser


o más allá de la esencia. Salamanca:
Sígueme.

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