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Trigésimo Quinta edición enero-marzo 2018

MEDIACIÓN FAMILIAR EN
CONFLICTOS DERIVADOS DE
LA ATENCIÓN A SITUACIONES
DE DEPENDENCIA
FRANCISCO GÓNGORA GÓMEZ
Psicólogo social y mediador familiar

Curso válido para para solicitar ser reconocido como miembro titular
de las Divisiones de Psicología Clínica y de la Salud, Psicología
Jurídica y Psicología de la Intervención Social

ISSN 1989-3906
Contenido

DOCUMENTO BASE ........................................................................................... 3


Mediación familiar en conflictos derivados de la atención a situaciones de dependencia

FICHA 1 ........................................................................................................... 14
El cerebro detrás de la mediación: Reflexiones sobre neurociencia y resolución de conflictos

FICHA 2 ................................................................................................................................. 18
Aportaciones de la Psicología y la Inteligencia emocional al proceso de mediación
Consejo General de la Psicología de España

Documento base.
Mediación familiar en conflictos derivados de la atención
a situaciones de dependencia
INDICE
1. Introducción.
2. El concepto de dependencia.
3. La Mediación familiar en situaciones de dependencia.
4. Tipos de conflictos que surgen en las familias a consecuencia de la dependencia de los progenitores.
5. La gestión del conflicto a través de la mediación familiar.

1. INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas se han producido importantes cambios demográficos en España que se ponen de manifiesto
con los datos sobre envejecimiento de la población, lo que produce un incremento progresivo de personas en situa-
ción de dependencia. Esta circunstancia, ha provocado a su vez importantes cambios sociales, ya que un gran núme-
ro de personas se han visto forzadas a reorganizar su estilo natural de vida para dar respuesta a las exigencias que
conlleva, por un lado, formar una familia, por otro, acceder y/o mantener un empleo y, además, asegurar la adecuada
atención a las necesidades de los miembros que se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad, como es el
caso de las personas de edad avanzada.
Si consultamos los datos del estudio de proyección de la población española entre los años 2014-2064, llevado a
cabo por el Instituto Nacional de Estadística, podemos inferir que, si se mantienen las tendencias demográficas actua-
les en España, el porcentaje de población mayor de 65 años que en el presente se sitúa en el 18,2%, pasaría a ser del
24,9% en el año 2029, y del 38% en el año 2064. Atendiendo a estas cifras, la tasa de dependencia (entendida como
el cociente, en tanto por ciento, entre la población menor de 16 años o mayor de 64 y la población de 16 a 64 años)
se elevaría más de siete puntos, desde el 52,1% actual hasta el 59,2% en 2029. Y en 2064 alcanzaría el 95,6%. La
población centenaria (los que tienen 100 años o más) pasaría de las 13.551 personas en la actualidad, a más de
372.000 dentro de 50 años.
A estos datos podemos añadir que, debido a la mejora de la calidad de vida y al avance de las ciencias médicas se
está originando el fenómeno demográfico denominado “envejecimiento del envejecimiento”, es decir, que en sólo 20
años se ha duplicado el número de personas mayores de 80 años, llegando a superar los cuatro millones, lo que su-
pondría más del 30% de la población mayor. Estas estimaciones son aún más negativas en estudios internacionales de
prospectiva, y en las proyecciones llevadas a cabo por la Organización de Naciones Unidas, que sitúan a España, en
el año 2050, como el país más envejecido del mundo, de cuya población el 40% superaría los 60 años.
Como resultado de esta nueva realidad social, el porcentaje de personas de mediana edad que tienen que afrontar el
cuidado de sus padres es cada vez mayor, con el consiguiente riesgo de sobrecarga, agotamiento y abandono en los
cuidados, cuando no se cuenta con el apoyo adecuado para hacer frente a la nueva situación y los importantes cam-
bios en la vida de las personas que ésta genera. A su vez, las responsabilidades laborales son cada vez más complica-
das de compatibilizar con la atención a la propia familia, entendida como el cónyuge e hijos, por tanto, se requiere
de un esfuerzo e implicación mayor para organizar y gestionar las necesidades de cuidado y asistencia que comien-
zan a manifestar los padres.
Las personas dependientes y sus familiares demandan cada vez más asistencia, incrementándose en los últimos años
la solicitud a los organismos públicos de respuestas ante el aumento de los conflictos existentes en el ámbito de la de-
pendencia, siendo además la previsión, según los datos socio estadísticos mencionados anteriormente, que continúen
incrementándose en los próximos años.

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Para hacer frente a estas nuevas necesidades que surgen en la sociedad española, se dicta la Ley 39/2006 de Promo-
ción de la Autonomía y Atención a la Dependencia con la finalidad de promocionar la permanencia de las personas
en sus entornos y el cuidado no profesional dispensado por los familiares, aunque sean auxiliados de algún modo con
apoyos formales (profesionales) domiciliarios.
La mayor parte de las familias tendrán que asumir tarde o temprano las consecuencias psicológicas y sociales
de este hecho, y el surgimiento de posibles conflictos entre sus miembros, pero obviamente cada familia lo
afrontará y canalizará de una manera distinta, en función de la calidad de sus relaciones, de su trayectoria como
grupo y de la disponibilidad de recursos, dado que las administraciones públicas no siempre tienen agilidad de
respuesta ante las contingencias que se derivan de los cuidados a las personas en situación de dependencia,
además de que esta respuesta suele ser absolutamente subsidiaria a las necesidades reales de atención durante
24 horas.
En este sentido, existen familias con una potente estructura para cobijar la vulnerabilidad de sus miembros, sin obs-
táculos especialmente significativos en este camino; por el contrario, podemos encontrar familias en las que las con-
troversias y disputas acerca del cuidado de los padres generan mayores complicaciones, surgiendo posturas
encontradas que bloquean toda posibilidad de dialogo y toma de decisiones, a fin de procurar unos cuidados adecua-
dos a las personas que más los necesitan.
Estas situaciones mantenidas a lo largo del tiempo y sin la ayuda necesaria, pueden derivar en la ruptura total de vín-
culos entre los miembros de la familia, ante la incapacidad personal de resolver pacíficamente los conflictos. Es aquí
donde la mediación familiar, como proceso estructurado de gestión de conflictos, juega un papel decisivo tanto a ni-
vel preventivo, como de resolución de las dificultades que implica asumir el cuidado de las personas dependientes,
contribuyendo de forma eficaz en la mejora de la calidad de vida de las personas involucradas.

2. EL CONCEPTO DE DEPENDENCIA
Según el Libro Blanco de la Dependencia elaborado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, el Consejo de
Europa define la dependencia como la necesidad de ayuda o asistencia importante para la realización de las activida-
des de la vida diaria o de una manera más precisa como “un estado en el que se encuentran las personas que por ra-
zones ligadas a la falta o a la perdida de la autonomía física, psíquica o intelectual tienen necesidad de asistencia y/o
ayudas importantes con el fin de realizar los actos corrientes de la vida diaria y, de modo particular, los referentes al
cuidado personal.
En España, las ayudas a la dependencia están reguladas por la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la
Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia. La presente Ley tiene por objeto regular
las condiciones básicas que garanticen la igualdad en el ejercicio del derecho subjetivo de ciudadanía a la promoción
de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, mediante la creación de un Sistema
para la Autonomía y Atención a la Dependencia, con la colaboración y participación de todas las Administraciones
Públicas y la garantía por la Administración General del Estado de un contenido mínimo común de derechos para to-
dos los ciudadanos en cualquier parte del territorio del Estado español.
En ella se definen diversos conceptos que son imprescindibles para conocer a qué sectores y personas van dirigidas
estas ayudas:
4 Esta ley define la dependencia como “el estado de carácter permanente en que se encuentran las personas que, por
razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía físi-
ca, mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras personas o ayudas importantes para reali-
zar actividades básicas de la vida diaria o, en el caso de las personas con discapacidad intelectual o enfermedad
mental, de otros apoyos para su autonomía personal.”
4 Esta definición de dependencia hace referencia a la palabra autonomía, definida como la capacidad de controlar y
afrontar las actividades de la vida diaria, con iniciativa propia, así como decidir cómo vivir de acuerdo con las nor-
mas y desarrollando las actividades básicas diarias. Por tanto, una persona dependiente no es capaz de realizar acti-
vidades básicas diarias como, por ejemplo, vestirse sólo, realizar la higiene personal de forma autónoma.
4 Se definen las Actividades Básicas de la Vida Diaria como las tareas más elementales de la persona, que le permiten
desenvolverse con un mínimo de autonomía e independencia, tales como: el cuidado personal, las actividades do-
mésticas básicas, la movilidad esencial, reconocer personas y objetos, orientarse, entender y ejecutar órdenes o ta-
reas sencillas.

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4 Las Necesidades de apoyo para la autonomía personal son las que requieren las personas que tienen discapacidad
intelectual o mental para hacer efectivo un grado satisfactorio de autonomía personal en el seno de la comunidad.
4 Podemos distinguir entre Cuidados no profesionales, que sería la atención prestada a personas en situación de de-
pendencia en su domicilio, por personas de la familia o de su entorno, no vinculadas a un servicio de atención pro-
fesionalizada, y los cuidados profesionales que estarían configurados por aquellos prestados por una institución
pública o entidad, con y sin ánimo de lucro, o profesional autónomo entre cuyas finalidades se encuentre la presta-
ción de servicios a personas en situación de dependencia, ya sean en su hogar o en un centro.
4 La Asistencia personal constituye un servicio prestado por un asistente personal que realiza o colabora en tareas de
la vida cotidiana de una persona en situación de dependencia, de cara a fomentar su vida independiente, promo-
viendo y potenciando su autonomía personal.
4 Por último, hablamos de Tercer sector para referirnos a organizaciones de carácter privado surgidas de la iniciativa
ciudadana o social, bajo diferentes modalidades que responden a criterios de solidaridad, con fines de interés gene-
ral y ausencia de ánimo de lucro, que impulsan el reconocimiento y el ejercicio de los derechos sociales.
¿Qué servicios cubre la ley de dependencia?
Una de las preocupaciones de la propia ley de dependencia es la prevención de situaciones de dependencia, es por
ello que contempla distintos tipos de servicios:
4 Los servicios de promoción de la autonomía personal: se trata de programas específicos en los cuales se realizan ac-
tuaciones para promover condiciones de vida saludable y rehabilitadores dirigidos a personas mayores y personas
con discapacidad.
4 Los servicios de teleasistencia: se trata de un servicio que utiliza las tecnologías de la comunicación para dar res-
puesta a situaciones de emergencias, de inseguridad, soledad o aislamiento.
4 Los centros de día: son centros en los que se da servicio integral durante el periodo diurno y en el cual se trabajan
el mantenimiento y mejora de la autonomía personal.
4 Además de estos servicios, podemos encontrar otros, como por ejemplo la asistencia domiciliaria o la atención resi-
dencial entre otros, en los que también se trabaja el mantenimiento de la autonomía, pero que ya ofrecen un servi-
cio integral a personas con mayor grado dependencia.
Cabe añadir que para que todas las ayudas públicas enmarcadas en esta ley se puedan otorgar, se realiza una valora-
ción del nivel de dependencia, empleando para ello un baremo que establecerá los criterios objetivos de valoración
del grado de autonomía de la persona, de su capacidad para realizar las distintas actividades de la vida diaria, los in-
tervalos de puntuación para cada uno de los grados de dependencia y el protocolo con los procedimientos y técnicas
a seguir para la valoración de las aptitudes observadas, en su caso.
En función de la valoración llevada a cabo, el baremo del análisis de la capacidad de la persona para realizar por sí
misma las actividades básicas de la vida diaria, así como la necesidad de apoyo y supervisión para su realización por
personas con discapacidad intelectual o con enfermedad mental, la ley establece tres grados de dependencia:
4 Grado I. Dependencia moderada: cuando la persona necesita ayuda para realizar varias actividades básicas de la vida
diaria, al menos una vez al día o tiene necesidades de apoyo intermitente o limitado para su autonomía personal.
4 Grado II. Dependencia severa: cuando la persona necesita ayuda para realizar varias actividades básicas de la vida
diaria dos o tres veces al día, pero no requiere el apoyo permanente de un cuidador o tiene necesidades de apoyo
extenso para su autonomía personal.
4 Grado III. Gran dependencia: cuando la persona necesita ayuda para realizar varias actividades básicas de la vida dia-
ria varias veces al día y, por su pérdida total de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, necesita el apoyo in-
dispensable y continuo de otra persona o tiene necesidades de apoyo generalizado para su autonomía personal.
Esa situación ha generado unas necesidades especiales por las cuales, personas dependientes necesitan una serie de cui-
dados, que dada la naturaleza de la dependencia se caracterizan por un periodo continuado en el tiempo. En la mayoría
de los casos es clave la ayuda informal, es decir, la ayuda que ofrecen las propias familias a las personas en situación de
dependencia, es por ello que son una pieza fundamental para mantener el bienestar de las personas dependientes y que,
en muchos casos, es tan grande la carga, que la ayuda asistencial es muy necesaria e imprescindible.
Esta situación, tal y como vamos a tratar de exponer a lo largo de esta formación, puede generar en las familias, ten-
siones y conflictos, derivados de la necesidad de tomar decisiones importantes acerca de cómo van a prestar los cui-
dados, y si no cuentan con las habilidades necesarias para alcanzar acuerdos equitativos que garanticen la adecuada
atención a las necesidades de los miembros que se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad, como es el

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caso de las personas en situación de dependencia, van a requerir de una intervención profesional en el ámbito de la
Mediación Familiar, que ayude al sistema familiar a gestionar de forma positiva los conflictos surgidos.

3. LA MEDIACIÓN FAMILIAR EN SITUACIONES DE DEPENDENCIA


La familia va atravesando una serie de estadios en su desarrollo evolutivo que están previstos de forma natural. Entre
las fases del ciclo vital por las que suelen atravesar las familias podemos mencionar las siguientes: formación de la pa-
reja, la paternidad y maternidad, la etapa escolar de los hijos/as, la etapa de la adolescencia, la partida de los hijos/as,
el cuidado de los nietos/as, y el cuidado de las personas mayores. La transición de una etapa a otra influye en las inte-
racciones que se producen en los miembros de la familia y las transforma, lo que supone una situación de riesgo a la
que se tiene que dar respuesta. Cada uno de los integrantes de la familia tiene que realizar una serie de tareas y el he-
cho de que aparezcan tareas nuevas supone un reajuste que a veces puede suponer un desequilibrio. Muchas de las
problemáticas de convivencia que surgen en las familias tienen que ver con una falta de habilidades para dar respues-
tas adecuadas que permitan afrontar con éxito los retos evolutivos de la dinámica familiar.
El objeto de esta formación, es ocuparnos de la crisis evolutiva que aparece en las familias cuando alguno de sus
miembros precisa de cuidados continuados al estar en una situación de dependencia. Si tenemos en cuenta la tensión
y el estrés que provoca la relación cuidador y dependiente, podemos entender la facilidad con la que surgen los con-
flictos en este contexto. Asimismo, nos encontramos también, cada vez en mayor número, problemáticas relacionadas
con la aparición de conflictos entre hermanos vinculados a la toma de decisiones sobre cómo van a hacerse cargo de
la nueva situación. Estos conflictos, la mayoría de las veces repercuten de manera negativa en el reparto de las obliga-
ciones familiares, en la calidad de las relaciones y en el respeto al interés superior de la persona dependiente. De no
ser abordados convenientemente, pueden cronificarse y afectar gravemente al bienestar de los más vulnerables, así
como al devenir de todo un grupo familiar y a su natural capacidad de respuesta futura ante este tipo de contingencias
u otras que pudieran surgir, perdiendo parte de su cometido como institución básica y fundamental de apoyo a los in-
dividuos que componen una comunidad.
El sistema tradicional, el juridico-legal, que se ha venido empleando para resolver los litigios que surgen en el ámbi-
to de las familias ha demostrado sobradamente su ineficacia y las razones que podemos argüir son las siguientes:
4 Existe una clara inadecuación entre el instrumento que se emplea (proceso contencioso) y el problema a resolver
(conflicto familiar) y ello se manifiesta en una agudización del conflicto interpersonal de los implicados, y en nume-
rosos incumplimientos de la sentencia, consecuencia del papel tradicional que genera la dinámica del proceso civil
contencioso de victima/culpable, ganador/perdedor.
4 Todo ello genera una profunda insatisfacción con el resultado final de los procesos contenciosos en las personas que
los protagonizan, que en la mayoría de los casos no ven cumplidas las expectativas que habían depositado en él.
4 Por otro lado, la naturaleza del conflicto en sí, es incompatible con este tipo de procedimiento, ya que tienen como
base relaciones de carácter muy personal con una fuerte carga emocional y su desconocimiento hace incurrir en
soluciones irreales, que no se ajustan a las características o idiosincrasia de la familia a la que va destinada.
4 Los conflictos familiares tienen como singularidad que se van modificando a lo largo del tiempo en función de los
cambios que se van produciendo en las personas implicadas y por tanto se dan numerosos casos de resoluciones
judiciales que, en el momento de ser dictadas, nada tienen que ver con la realidad del conflicto al que se refieren.
Atendiendo a esta perspectiva, desde hace varios años y cada vez con más fuerza, se ha establecido la Mediación
Familiar cómo un método alternativo para la resolución consensuada de los conflictos que viene a mejorar la calidad
de la respuesta jurídico-legal a los ciudadanos, planteando como objetivo último la pacificación del conflicto familiar.
La mediación está alcanzando en los últimos años un protagonismo clave como herramienta de inestimable valor pa-
ra la resolución de conflictos de índole familiar. Al tratarse de una disciplina que tiene como principios básicos otor-
gar a las personas el máximo protagonismo en la resolución de sus problemas, mejorando la comunicación y la
construcción creativa de acuerdos que posibiliten una mejora de las condiciones de vida de toda la familia, constituye
un método apropiado para la protección y prevención del surgimiento de problemáticas que influyen en el bienestar
de las personas más frágiles.
En España, en ausencia de una ley estatal, el desarrollo normativo en mediación familiar está integrado en una serie
de leyes autonómicas que han sido reguladas en el ámbito de las competencias de las CCAA. Haciendo particular
hincapié en la legislación española sobre mediación, que considera de manera especial la resolución de los conflictos
que se dan en el ámbito de las familias vinculados a la enfermedad y cuidado de las personas en situación de depen-
dencia, podemos destacar:

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4 La Ley 1/2009, de 27 de febrero, reguladora de la mediación familiar en la comunidad autónoma de Andalucía, ya


que a diferencia de otras leyes que atienden a un concepto estricto de familia, de manera que los conflictos suscep-
tibles de mediación son únicamente los que se producen entre progenitores y entre progenitores y sus hijos, la ley
andaluza tiene su base en un concepto de familia más amplio contemplando, entre otros, los conflictos que surgen
en el marco del cuidado de personas en situación de dependencia. También podemos destacar de esta ley que con-
sidera la utilización de la mediación en relación con el derecho de alimentos y cuidados de las personas en situa-
ción de dependencia (art. 1.2.b).
4 Otra de las leyes que determinan el empleo de esta herramienta en los conflictos que soportan las familias que tie-
nen a cargo una persona en situación de dependencia, es la Ley 15/2009, de 22 de julio, de mediación en el ámbi-
to del derecho privado de la comunidad de Cataluña, que considera como objeto de actuación de la mediación
“los conflictos sobre el cuidado de las personas mayores o dependientes con las que exista una relación de paren-
tesco” (art, 2.h) y “los aspectos convivenciales en las acogidas de ancianos, así como en los conflictos para la elec-
ción de tutores, el establecimiento del régimen de visitas a las personas incapacitadas y las cuestiones económicas
derivadas del ejercicio de la tutela o de la guarda de hecho (art.2.q)”.
4 Por último, la Ley 14/2010, de 9 de diciembre, de mediación familiar de las Illes Balears, también hace especial re-
ferencia a la mediación en materia de conflictos relacionados con la atención a personas en situación de dependen-
cia, contemplando en su artículo (4.3.d) “los conflictos relativos a la obligación de alimentos entre parientes y los
relativos a la atención de personas en situación de dependencia. Además, en su artículo 18 se establece en su pun-
to 3, que los acuerdos que se adopten tendrán como prioridad el interés superior de los y las menores de edad y de
las personas con discapacidad.
John A Haynes, en su libro Fundamentos de Mediación Familiar, la define como:
“La mediación es un proceso en virtud del cual un tercero, el mediador, ayuda a los participantes en una situación
conflictiva a su resolución, que se expresa en un acuerdo consistente en una solución mutuamente aceptable y
estructurada de manera que permita, de ser necesario, la continuidad de las relaciones entre las personas
involucradas en el conflicto.
La mediación familiar se constituye como una vía constructiva para resolver conflictos familiares que se pueden dar
en las transiciones difíciles de la vida, relacionadas con la atención a personas dependientes en el seno de la familia.
Tiene como finalidad que las partes en conflicto alcancen acuerdos equitativos, justos, estables y duraderos, contribu-
yendo así a evitar la apertura de procedimientos judiciales, o, en su caso, contribuir a la resolución de los ya inicia-
dos. La mediación familiar, ha demostrado ser una herramienta adecuada para facilitar la toma de decisiones y
acercar las posiciones que en principio parecen insalvables. El proceso va a facilitar la toma de conciencia de los im-
plicados en la necesidad de salvaguardar en todo momento el bienestar de las personas en situación de dependencia,
proporcionando un lugar seguro en el que trabajar de manera conjunta en la búsqueda de una estrategia que funcione
para todos los miembros de la familia. Colaborar en la construcción de un acuerdo de reparto justo de responsabilida-
des preservando sus relaciones fraternales, es posible a través de la mediación.
La mediación en sí no es una terapia, pero no cabe duda de que tiene un enorme efecto terapéutico en las personas,
pues está enfocada en el equilibrio de las relaciones, dado que en ella se abordan y se negocian aquellos aspectos de
la relación que parecen estar estancados, producen sufrimiento y que impiden pasar página.
La mediación se establece como un instrumento social de inestimable valor que supone una serie de beneficios en la
resolución de los litigios familiares derivados del ámbito de la dependencia, como son:
4 La mediación tiene como esencia la participación activa y responsable en la toma de decisiones de los implicados,
ya que permite que sean ellos mismos los que resuelvan sus diferencias. Durante la misma se cimentarán las bases
para que las partes se sientan protagonistas tanto del proceso como de los resultados.
4 Supone una mejora de la comunicación entre las partes. Con la ayuda del mediador que reconduce la comunica-
ción, los participantes pueden volver a hablarse y escucharse. El proceso de mediación permite que todas las perso-
nas del núcleo familiar puedan hablar y ser escuchadas, incluso las personas dependientes si se considera
conveniente.
4 Permite generar acuerdos creativos, ya que el mediador trabaja con las partes para producir todas las soluciones po-
sibles, buscando y proponiendo acuerdos que solucionen el problema planteado.
4 La Mediación Familiar posibilita la adopción de unos acuerdos mínimos en relación al marco de atención más dig-
no a dispensar a la persona en situación de dependencia, lo que va implicar el establecimiento de un escenario de

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relaciones entre todas las personas involucradas en el proceso de ayuda, sobre la base de una acción razonada y
acorde a una serie de principios éticos básicos.
El mediador es una pieza clave del proceso que colabora en la construcción de un acuerdo de reparto justo de respon-
sabilidades, preservando la calidad y calidez de las relaciones fraternales, de manera que la familia siga cumpliendo ese
rol de cuidado. Para ello, habrá de emplear las herramientas y técnicas necesarias para encauzar la gestión de las emo-
ciones negativas derivadas del conflicto, más hacerlo desde un enfoque ético que respete, al menos, los principios regla-
mentarios legalmente establecidos para el ejercicio de la mediación, así como los fundamentos o valores éticos básicos
que emanan de la bioética, y que inspiran a un gran número de profesionales del ámbito socio-sanitario.
El tipo de metodología que se emplea en un proceso de mediación es el siguiente:
4 Entrevista inicial dónde se recabarán los datos necesarios para evaluar el estado inicial en el que se encuentra la di-
námica relacional de la familia. En función del tipo de problemática con el que cuente el cliente se valorará la posi-
bilidad o no de iniciar el proceso de Mediación.
4 Una vez decidida la idoneidad de la Mediación para cumplir las expectativas de la demanda del cliente, se proce-
derá a ponernos en contacto con la otra parte (si es solo una de las partes la que ha solicitado el servicio) o se darán
las instrucciones pertinentes para que sea el propio interesado quien se lo comunique.
4 Si la otra parte se muestra de acuerdo, se procederá a realizar una entrevista inicial para recabar datos sobre cuál es
su vivencia en la problemática para la cual solicitan ayuda.
4 Si ambos se muestran de acuerdo, se llevará a cabo una sesión de apertura, en la que se les informará sobre las ca-
racterísticas de la mediación y las normas a seguir, y se firmará un acuerdo de mediación, dónde quedará recogido
el compromiso de ambos de cooperar.
4 La siguiente fase será la realización de sesiones conjuntas donde los participantes argumentarán y analizarán sus
posturas. Planteamiento de los hechos y aislamiento de los problemas. El propósito en estas sesiones, es analizar
cómo es la comunicación entre los participantes, generar escucha activa entre las partes, y que tengan la posibili-
dad de expresar sus emociones y aprender a reformularlas. Exponer su punto de vista, sus preocupaciones, sus ne-
cesidades y sus intereses. Que identifiquen los problemas y los puedan aislar de la carga emotiva que le imprime
cada uno. Que ambos descubran que es posible otra vía de comunicación mucho más eficaz y fructífera.
4 Posteriormente se pasará a la fase de negociación. Que consiste en la generación de las posibles alternativas. Ideas
y opciones, que tendrán que ser consensuadas y aceptadas por los participantes y que les permita establecer una
solución adecuada.
4 Por último, se procederá a la redacción del acuerdo final, que todos los participantes firmarán, comprometiéndose a
llevar a cabo los pactado. Aunque tras la firma del acuerdo se procede a la clausura del proceso de mediación, se
considera conveniente realizar una evaluación posterior, pasados dos o tres meses de finalizado el proceso, para
valorar el cumplimiento de los acuerdos por ambas partes y poder estimar el beneficio de la intervención.
Además de las fases de las que se compone el proceso de Mediación, conviene tener en cuenta otros valores recogi-
dos en las diferentes leyes autonómicas de mediación, que han de guiar igualmente el proceso, como son la imparcia-
lidad, neutralidad, voluntariedad, confidencialidad, participación activa de todas las partes, economía de costes
emocionales y de todo tipo, promoción de responsabilidades, potenciación de responsabilidades, potenciación de re-
laciones, humanización de los procesos y compatibilidad de valores de las partes.
Cualquier tipo de decisión o acuerdo a adoptar en mediación, ha de arrojar un resultado coherente -en el sentido de
no lesivo- para ninguna de las personas intervinientes en el proceso. Esto se traduce en que van a marcar claramente
la posición del mediador frente a las partes, garantizando el respeto a las situaciones abordadas desde una postura
que refuerce la dignidad de los implicados, incluso suspendiendo el proceso de mediación, si ésta perjudica de algún
modo a los familiares en conflicto, sobre todo si se trata de la parte más vulnerable, en este caso la persona en situa-
ción de dependencia.

4. TIPOS DE CONFLICTOS QUE SURGEN EN LAS FAMILIAS A CONSECUENCIA DE LA DEPENDENCIA DE LOS


PROGENITORES
Cada familia tiene una dinámica particular que cambia a lo largo de los años según los acontecimientos de su ciclo
vital, constituyendo un sistema infinitamente complejo que la hace única, de modo que no encontramos homogenei-
dad en las formas de afrontar sus dificultades. De hecho, cuanto más complejas son las relaciones entre los miembros
de una familia, más se tiende a la heterogeneidad en sus formas de relacionarse.

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Antes de exponer cuales son las situaciones de tensión que suelen aparecer en las familias en el contexto de la de-
pendencia, revisaremos los postulados básicos de la teoría del conflicto aplicada al estudio de las familias.
Algunos teóricos plantean que las personas actúan en su propio interés y que el orden social necesita ser negociado
y ritualizado. Es decir, el conflicto forma parte de la sociedad humana y por ello deben de establecerse normas para
su manejo y control. El mantenimiento del orden social no implica la ausencia de conflicto, puesto que este continúa
estando presente, tanto entre grupos como entre personas, pero si necesita negociarse y manejarse para evitar conse-
cuencias extremas como la violencia.
Este es el planteamiento central de la teoría del conflicto y ha sido aplicado al estudio de las familias desde dos pos-
turas diferentes, aunque no antagónicas. A continuación, revisaremos cuales son estas dos orientaciones:
1. La familia como parte de procesos sociales más amplios: Desde esta postura los teóricos afirman que los conflictos
sociales que se viven, son producto de las diferencias de clases, razas, etnia y género, y que ello se refleja en las in-
teracciones familiares. Es decir, que los conflictos que se presentan en la sociedad se materializarían al interior de
las familias.
2. En conflicto en las familias es único debido a la naturaleza afectiva de los recursos: Esta otra corriente de pensa-
miento, se centra más en las familias como un grupo de personas que interactúan, y plantean que dado que en las
familias existe afecto, el conflicto es inherente a ellas.
Centrándonos en la segunda corriente de pensamiento, podemos destacar como argumento central que la familia es
conflictiva por naturaleza. Atendiendo a uno de los planteamientos centrales de la teoría del conflicto, podemos afir-
mar que éste es una característica inherente a los grupos, y las tendencias hacia el orden y hacia el conflicto son ine-
vitables y constituyen componentes críticos de la existencia social. Este punto de vista, contribuye a desmitificar la
imagen de la familia como una unidad integrada, armoniosa y enriquecedora para sus integrantes. Una imagen que
ha sido creada desde otras perspectivas teóricas y que, según los supuestos de la teoría del conflicto, no ayudan a en-
tender los procesos familiares. Esto resulta particularmente relevante para los profesionales del ámbito del trabajo con
familias, puesto que podría suceder que una visión idealizada, como así mismo, juicios de valor, prejuicios o precon-
cepciones sobre cómo debería de ser la forma de interacción familiar, impediría ver como son en realidad dichas inte-
racciones.
Continuando con los argumentos respecto a la naturaleza conflictiva de las familias, podemos decir, siguiendo a Fa-
rrington y Chertok (1993), que las teorías sobre familias comienzan a aceptar que la familia, como grupo social e insti-
tución social, podría poseer características estructurales específicas que explicaran que el conflicto fuese una parte
fundamental y normal de su realidad.
Por otra parte, desde la teoría de conflicto también se plantea que los miembros de las familias buscan su pro-
pio interés y no hay razón para asumir que de forma natural compartan y trabajen hacia el logro de metas. Des-
de esta teoría se refuta la idea de que existe una naturaleza humana que induce a los miembros de las familias a
compartir las metas y a trabajar en pos de ellas, sino que cada persona buscaría sus propios intereses. Lo que no
significa que sea necesariamente en perjuicio de las otras personas de la familia, sino que, lo que se plantea es
que no hay razón que explique por qué ha de asumirse que el estado de equilibrio al interior de una familia, co-
rresponde a que todos sus miembros deban de tener metas e intereses comunes y que todos se comprometan a
trabajar en pos de conseguirlas.
Según los planteamientos de Klein y While (1996), las familias tienen una naturaleza paradójica puesto que es un
grupo social donde existen conflictos intensos que son susceptibles de manejo y solución, pero donde con frecuencia
coexisten antagonismos como, por ejemplo, el amor y el odio, la violencia y el apoyo. Quizás el ámbito en que se re-
fleja con mayor nitidez esta naturaleza paradójica sea el de la violencia intrafamiliar, donde coexisten el amor, el
miedo, la vergüenza y en ocasiones el odio.
Como medio para llegar a comprender mejor la Teoría de Conflicto y su aplicación al estudio de las familias, si-
guiendo a los autores Gracia y Musitu (2000), definiremos algunos conceptos claves que sustentan tal teoría:
1. Conflicto: Ha sido definido por estos autores, como un proceso que debe ser indagado por un espacio de tiempo pro-
longado, puesto que existen contradicciones entre personas o grupos en lo relativo a recursos escasos, fines, o medios
materiales y/o emocionales. Igualmente, los conflictos pueden darse por una combinación de tales aspectos.
Por otro lado, estos autores plantean que la forma de manjar un conflicto, es parte del proceso de contradicciones
hasta alcanzar un consenso. Finalmente argumentan que el conflicto en los grupos se basa en la distribución de los
recursos, y en la estructura del grupo y de la situación.

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2. Estructura: En la Teoría de conflicto se pueden diferenciar dos significados para el concepto de estructura:
a) La estructura de la situación: Este concepto hace referencia al conjunto de reglas o normas sociales que organi-
zan una actividad o un sistema social. Tal organización se puede hacer como una estructura competitiva, es de-
cir, donde el ordenamiento de la situación no permite que todas las partes interesadas en una meta puedan
lograrla. De manera contraria dicha organización puede ser de cooperación, donde potencialmente todas las
partes pueden alcanzar la meta propuesta.
b) La estructura del grupo: Hace referencia a dimensiones tales como, el número de miembros del grupo, el sexo, la
edad, la clase social…etc. Dicho concepto es fundamental en el ámbito de los conflictos familiares, dado que, por
ejemplo, la distribución de los recursos materiales en el interior de un grupo familiar, puede estar vinculado a la
edad o al género. Podemos poner también el ejemplo de la distribución de roles en función del género.
Tanto la estructura del grupo familiar, ello es, su sentido de pertenencia, la edad, la composición de género…etc.,
como la estructura de la situación, es decir, si la familia enfrenta una situación de competición o de cooperación,
están relacionadas en gran medida con el grado del conflicto.
3. Recursos: Según lo planteado por Gracia y Musitu, el concepto de recurso es amplio y se encuentra relacionado
con las nociones de poder y autoridad. De acuerdo con Klein y White (1996), los recursos incluyen los conoci-
mientos, habilidades, técnicas y materiales que se encuentran a disposición de la persona o grupo. Los recursos
proporcionan el potencial necesario para el ejercicio del poder y del control, siendo la autoridad un tipo de recurso
que se construye por el sistema normativo de una cultura especifica.
4. Negociación: La negociación corresponde a una de las técnicas más utilizadas por las familias para manejar los
conflictos. Sin embargo, la negociación se restringe a aquellas situaciones en que las metas que una persona o gru-
po se han propuesto, no pueden obtenerse sin la ayuda o cooperación de las otras partes. La negociación tiene lu-
gar cuando las partes expresan sus metas y se utilizan los recursos para inducir u obligar a la otra parte a acercarse
a los propios deseos. Debido a estas características, en las familias con estructuras igualitarias de autoridad, existen
mayores posibilidades de manejar los conflictos a través de negociaciones. Es decir, que mientras más unilaterales
sean los patrones de autoridad, menos posible será que pueda existir la negociación. Por ejemplo, en una familia
cuyo padre ha sido educado en una concepción machista de la sociedad, será él el que tome la decisión respecto a
la distribución del dinero, no habiendo posibilidades de negociar por parte de la mujer y los hijos. Sin embargo,
aunque se trate de familias democráticas, los resultados de la negociación siempre favorecerán a la persona con
mayores recursos en la familia, es decir, a quien tenga mayores conocimientos, habilidades…etc.
5. Consenso: Existe concordancia entre los autores que el resultado preferible de la negociación es el consenso que se
logra cuando las partes en una negociación llegan a un acuerdo. No obstante, existe una tendencia en las relacio-
nes más próximas a centrarse en las áreas de desacuerdo y prestar poca atención a las áreas de acuerdo.
Considerando este marco teórico basado en la naturaleza conflictiva de las familias y teniendo en cuenta las particu-
laridades y la diversidad de maneras de hacer frente a las consecuencias derivadas de la atención a la dependencia de
los progenitores, podemos extraer una serie de problemáticas relacionadas con el cuidado de los mismos, que suelen
aparecer en la mayoría de las disputas entre familiares.
En primer lugar, si realizamos un análisis de la situación desde una perspectiva de género, podemos hacer alusión a la
especial tesitura a la que se enfrentan las mujeres, ya que han sido las que tradicionalmente se han responsabilizado de
las labores de cuidado en las familias, lo que conlleva un gran impacto en sus condiciones de vida y en su salud.
Según los datos de un informe del IMSERSO sobre el cuidado a las personas mayores en los hogares españoles, en su
edición del 2005, encontramos que el 84% de los cuidadores de mayores dependientes en nuestro país son mujeres.
Estos datos revelan una fuerte tendencia a la perpetuación del rol tradicional atribuido a las mujeres desde el modelo
patriarcal imperante y nos hace reflexionar sobre la necesidad de contemplar el enfoque de género en el tipo de nego-
ciaciones intrafamiliares que se desencadenan en relación al reparto de responsabilidades de cuidado. En este senti-
do, “es parte de la función del mediador, lograr mediante sus intervenciones, que las partes no se relacionen por
medio de patrones estereotipados donde uno pueda obtener ventaja del otro, sino a través de reconocer los puntos de
vita diferentes y reflexionar sobre las acciones y responsabilidades de cada uno”.
Es cierto que, los importantes avances que se han producido en España en materia de igualdad de oportunidades, es-
tán provocando profundos cambios sociales que están repercutiendo en el establecimiento de roles y la asunción de
cometidos dentro de las familias. En este sentido, la previsión a largo plazo es el establecimiento de un modelo com-
partido en el que las tareas serán realizadas por todos los componentes adultos de la familia, sin acentuar el peso en
la figura de la mujer y permitiendo la conciliación de la vida familiar, social y laboral.

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En segundo lugar, destacan los conflictos que se producen cuando uno de los hermanos tiene la sensación de estar
haciéndose responsable de forma desigual de la atención de los padres y cree estar asumiendo -sin ayuda- la carga
que supone esta tarea, independientemente de que el resto de hermanos apoye. El sentimiento de injusticia que expe-
rimenta puede fomentar el resentimiento hacia el resto, al percibir que no se están haciendo responsables en igual
medida de una labor que también les pertenece.
Añadido a lo anterior, es frecuente que los hermanos que se encuentran a mayor distancia, se desvinculen de la si-
tuación problema, dejando en manos de los que están más cerca el deber y el compromiso de los cuidados, sin que
se les reconozca de ningún modo la tarea que están asumiendo. Incluso en muchas ocasiones sucede que la persona
que considera estar realizando más labores de atención, recrimina e increpa de manera inadecuada a los demás, blo-
queando todas las posibilidades de construir un puente de comunicación con el resto, tendente a encontrar una solu-
ción común.
En tercer lugar, una situación típica conflictiva es la relativa a la administración de la economía de los progenitores,
e incluso agravándose aún más con el reparto de la herencia. Cuando un hermano siente que está asumiendo en ma-
yor medida la responsabilidad del cuidado, y que por ello tiene que renunciar a su tiempo y bienestar, puede conside-
rarse con el derecho de merecer una mayor parte de la herencia como pago por su sacrificio.
Otras veces surgen enfrentamientos acerca de cómo emplear el dinero de los padres en las labores de cuidado, pues
suelen surgir controversias respecto a optar por la contratación de personas ajenas a la familia para cubrir más horas
de atención; o por ejemplo decidir disponer o no de los ahorros de los padres para contratar servicios adicionales que
redunden en su mejora; o incluso inclinarse por un recurso de dependencia que suponga participar mediante fórmu-
las de copago (como suele suceder con el servicio de ayuda a domicilio, la asistencia a centros de día y la atención
residencial), lo que puede repercutir en su capacidad económica. En definitiva, el tratamiento de los asuntos econó-
micos de los padres suele ser fuente de conflicto para muchas familias, en especial las que menor capacidad adquisiti-
va tienen.
En ocasiones aparecen desacuerdos sobre el grado de dependencia que tiene la persona mayor y cuáles son sus ne-
cesidades reales de atención. Es común que los miembros de la familia tengan opiniones diferentes sobre el estado en
el que se encuentra y lo que se debe hacer al respecto. Surgen enfrentamientos porque unos apuestan por el ingreso
en residencia y otros por la permanencia en el entorno habitual. Esto puede generar mayores discrepancias si alguno
de los hijos depende económicamente de la pensión de los padres, en el sentido de que el ingreso en centro residen-
cial podría perjudicarle gravemente en su sostenimiento.
En suma, podemos afirmar que hay situaciones en las que, a pesar de darse este tipo de fricciones y desavenencias,
los familiares van a ser capaces de encauzar el asunto por ellos mismos y colaborar de forma conjunta en la búsqueda
de soluciones. En otras ocasiones, los protagonistas carecen de las habilidades necesarias para llegar a un consenso
por ellos mismos; se dejan llevar por factores emocionales que los empujan hacia posiciones cada vez más rígidas,
emplean mecanismos que impiden la toma de decisiones acertadas y requieren, en la mayoría de los casos, de un
profesional externo que actúe como facilitador y colabore para manejar la situación en aras a alcanzar un acuerdo
consensuado. La diversidad de formas de afrontamiento que asumen los implicados, va a repercutir directamente en
el significado que van a adjudicar a la situación y en cómo va a afectar a la vida de sus protagonistas.

5. LA GESTIÓN DEL CONFLICTO Y EL MANEJO DE LAS EMOCIONES


Cuando las personas están enfrentadas, no se comportan de forma racional, dejándose llevar por aspectos emocio-
nales que en la mayoría de los casos dificultan la necesaria colaboración que requiere un proceso de mediación. Estos
aspectos se relacionan con las situaciones de estrés y tensión señaladas con anterioridad y que provocan una carga
emocional negativa con la que acuden las familias al proceso, condicionando su actitud hacia el mismo.
El conocimiento de cómo actúa el ser humano en una situación de desacuerdo y cuáles son los factores emocionales
implicados, juega un papel importante para llevar a cabo la labor de mediación, pues el mediador deberá desarrollar
acciones encaminadas a producir ciertas transformaciones en las relaciones entre las personas, lo que implica produ-
cir cambios en todos los niveles de percepción que tienen sobre el conflicto. Por ello, una de las funciones del media-
dor es sacar a la luz el verdadero interés que subyace en la posición antagónica de cada una de las partes; debe
actuar como un catalizador, restablecer el diálogo y proponer nuevas alternativas, encontrando nexos, intereses co-
munes que posibiliten la negociación de la que surja un acuerdo consensuado.

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En este sentido, es importante que el mediador disponga de estrategias para provocar en las partes una nueva for-
ma de ver la disputa, que facilite el establecimiento de una colaboración conjunta en la toma de decisiones. Desde
esta perspectiva, el mediador invitará a los protagonistas a salir de posiciones rígidas, re- encuadrando el tema ob-
jeto de negociación, así como centrando en todo momento el diálogo en expresar los aspectos positivos que se
pueden extraer del problema, sobre el interés superior de las personas que necesitan ayuda, tratando de generar en
ellos una respuesta que facilite el entendimiento. Abordar estas emociones limitantes mediante un enfoque centra-
do en la solución y no en las diferencias y descalificaciones, pretende potenciar los rasgos individuales positivos,
como son las fortalezas de carácter, talentos, intereses y valores, y puede ser empleado en todas las fases del pro-
ceso de mediación, ya que resulta un método enormemente valioso y eficaz en la resolución de problemas. En su-
ma, servirá para crear el escenario propicio que les ayuda a adoptar una conducta colaborativa. Por este motivo, el
mediador los alentará en todo momento a trabajar juntos, uno al lado del otro, atajando el problema y no atacán-
dose mutuamente.
Para que se logre el objetivo de restablecimiento de las relaciones familiares y consecución del acuerdo, el conflicto
tiene que ser resuelto, gestionado y transformado. La idea de transformación del conflicto se refiere a producir cam-
bios de actitudes para conseguir pasar de procesos competitivos a procesos cooperativos. En todo caso, los conflictos
familiares han de ser resueltos lo antes posible, ya que –sostenidos en el tiempo- van a incidir directamente en el de-
venir de la vida de las personas más vulnerables de los sistemas familiares, llegando incluso, en casos de conflictos
graves, a desembocar en estrategias de omisión, de inhibición respecto a las funciones benefactoras o incluso en ma-
los tratos. De igual modo, se pueden dar situaciones de institucionalización de las personas mayores en centros resi-
denciales como única puerta de salida al problema manifestado o latente en la familia, a pesar de la necesidad de las
personas de tener una vinculación afectiva directa con su comunidad y sus costumbres.
También es importante recordar que, aunque los padres fallezcan, los conflictos familiares no terminan con la muer-
te, sino que terminan con la adopción de acuerdos pacíficos en los que cada parte pueda exponer su percepción y
sentir en relación al motivo que impulse la actividad mediadora, entre otras muchas intervenciones paralelas a reali-
zar en caso de considerarse necesario.
El mediador, como profesional encargado de gestionar el conflicto y los componentes emocionales derivados del
mismo, deberá de motivarlos en todo momento y hacerlos conscientes de la necesidad de adoptar un compromiso de
colaboración en la búsqueda de las posibles soluciones, y velar en todo momento por que se cumpla el principio de
interés superior de la persona dependiente, en la adopción de los acuerdos.
A través de los artículos propuestos, profundizaremos en las herramientas que puede emplear el mediador para lo-
grar con éxito la necesaria gestión de las emociones con las que acuden las partes al proceso de mediación.

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Ficha 1.
El cerebro detrás de la mediación: Reflexiones sobre
neurociencia y resolución de conflictos
La Neurociencia, es la ciencia que se dedica al estudio del sistema nervioso, permitiendo avances en la compren-
sión del pensamiento, las emociones y el comportamiento. Esta área de comprensión resulta muy relevante e impor-
tante para el ejercicio de la mediación, ya que proporciona una comprensión básica sobre de cómo funciona el
cerebro humano, cómo percibe los eventos, cómo emite respuestas y formula decisiones. En este artículo, voy a tratar
de describir la forma en la que podemos aplicar algunos hallazgos recientes en neurociencias, a algunas situaciones
comunes en la mayoría de los procesos de mediación.
El mediador actúa como un motor para el cambio en el pensamiento y la conducta de las partes envueltas en el con-
flicto. Crea una serie de modificaciones a través de las preguntas que va formulando a lo largo del proceso. Cuando el
mediador formula una pregunta, está haciendo responsable a la persona que tiene que responder, de esta forma man-
tiene el protagonismo de las partes y los prepara para la toma de decisiones. El lenguaje en general y la formulación
de preguntas en particular, son herramientas fundamentales para el proceso de mediación.
Tener conocimientos básicos de cómo funciona el cerebro humano, cómo percibe los acontecimientos, cómo se de-
sarrollan los procesos emocionales y cognitivos y qué partes de nuestro cerebro están implicadas en la toma de deci-
siones, resulta un área de conocimiento bastante relevante, que nos puede facilitar herramientas de utilidad para
aplicar durante el proceso de mediación. Los hallazgos ofrecidos por la neurociencia, nos aportan información valiosa
sobre cómo nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos están implicados de forma directa en el ciclo de
generación, desarrollo y resolución de un conflicto. En este contexto, los neurocientíficos, están explorando el papel
central de las inteligencias emocionales y sociales en la toma de decisiones, negociación y resolución de conflictos.
Una de las habilidades fundamentales del mediador es enmarcar los problemas negociables y generar movimiento
entre las partes que están estancadas en sus posiciones. Las utilidades de estas habilidades se pueden conectar con
una serie de descubrimientos, como son el “priming effect”, el “efecto de encuadre”, el papel de las neuronas espejo
y en general el funcionamiento de nuestro cerebro, ya que todo ello afecta a la cooperación, la empatía y la resolu-
ción de problemas.

EL “EFECTO PRIMING”
La mayoría de las mediaciones comienzan con una reunión inicial de apertura, con la finalidad de instruir a las par-
tes acerca del proceso, desarrollando una relación de confianza y estableciendo el tono para la negociación colabora-
tiva. A pesar de la aparición de beneficios de proporcionar una sesión de apertura, algunos mediadores dudan de su
utilidad, alegando que es una pérdida de tiempo ya que las partes están demasiado distraídas para asimilar el conteni-
do. En relación a esto, la investigación de John Bargh sobre el “priming effect” nos proporciona nuevos conocimien-
tos. John Bargh, un profesor de psicología en la Universidad de Yale, tiene muchas publicaciones sobre el “efecto
priming”, que consiste en que la presentación previa de una palabra o concepto puede influir en el comportamiento.
Uno de los estudios más conocidos sobre este efecto se llevó a cabo con dos grupos de estudiantes de pregrado en
la Universidad de Nueva York, a quienes se les dio una de dos listas diferentes que contenían palabras, con la inten-
ción de prepararlos para que se comportaran de una manera específica. Una de las listas contenía palabras asociadas
con ser cortés y la otra contenía palabras asociadas con ser grosero. Cuando se expuso a los estudiantes a una situa-
ción experimental para medir el grado en el que actuarían de forma educada o de forma grosera, su comportamiento
correlaciono de forma llamativa con el significado de las palabras con las que fueron preparados previamente. Existe
un enorme cuerpo de investigación que demuestra la capacidad para influir en los sujetos con palabras sutiles para
actuar de una manera u otra. La investigación incluso ha demostrado que la imprimación puede hacer que seamos
lentos o rápidos, o incluso buenos o malos en matemáticas.

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Los mediadores, durante las sesiones de apertura ponen el énfasis en palabras como “escuchar”, “entender”, “confi-
dencialidad”, “respeto”, “acuerdo”, para establecer una atmósfera de cooperación y abrir el diálogo. Si bien la mayo-
ría de los mediadores siempre han reconocido el poder de una buena declaración de apertura, ahora tenemos una
razón para creer que hay una explicación científica para su efectividad, tal y como demuestra el efecto “primimg”. La
forma en la que pensamos y actuamos, es mucho más susceptible a las influencias externas de lo que nos damos
cuenta. Al realizar una sesión de apertura, tenemos el potencial de preparar a las partes para que actúen de manera
coherente con las palabras que utilizamos.

EL “EFECTO DE ENCUADRE”
A continuación, expondremos otro fenómeno psicológico conocido como el “efecto de encuadre”. En un estudio re-
alizado por Sian L. Beilock de la Universidad de Chicago, un grupo de estudiantes universitarias recibió una serie de
problemas matemáticos relativamente simples conocidos como “aritmética modular”. Las estudiantes recibieron pro-
blemas matemáticos horizontales, representados por una ecuación lineal de izquierda a derecha, así como problemas
representados de forma vertical. A su vez, a la mitad de las estudiantes femeninas se les infundio un estereotipo nega-
tivo, por ejemplo, que las mujeres no son tan buenas como los hombres en matemáticas. A esta forma se le llama
condición de “amenaza estereotipada”, en la que se activa un estereotipo que puede crear ansiedad, y que a su vez
disminuye el rendimiento. Esto permitió a Beilock y sus colegas explorar cómo una situación de alto estrés crea preo-
cupaciones que compiten por la memoria de trabajo normalmente disponible para el rendimiento. Después de todo,
si estamos estresados y ansiosos, habrá menos memoria de trabajo disponible para tratar con la solución de los pro-
blemas. Los resultados demostraron que la activación del estereotipo negativo llevó a una disminución del rendimien-
to, pero únicamente en los problemas horizontales. La razón de estos resultados tiene que ver con el procesamiento
diferencial de la información a nivel cerebral. Los problemas horizontales dependían más de la corteza prefrontal iz-
quierda, área asociada con la ansiedad. Por el contrario, el rendimiento en los problemas matemáticos verticales no
se vio afectado, ya que estos problemas se perciben principalmente como problemas espaciales visuales, que están
asociados con un área diferente del cerebro (la corteza prefrontal derecha), que no está amenazada por la ansiedad
que provoca el estereotipo activado. En otras palabras, “simplemente cambiando la forma de presentación del proble-
ma, se puede alterar drásticamente cómo el cerebro procesa la información”
Gracias a la investigación llevada a cabo por Sian Beilock, ahora sabemos que el encuadre neutral también cambia
la forma en la que nuestro cerebro procesa la información y puede incluso mitigar la ansiedad producida por el con-
flicto. Los mediadores están capacitados para enmarcar problemas en un lenguaje neutral para invitar a una discusión
basada en intereses en lugar de a una negociación basada en posiciones. Esto se hace con el objetivo de evitar adop-
tar el posicionamiento de cualquiera de las partes y crear un clima que invite al diálogo significativo. Enmarcamos,
quitándole las connotaciones negativas al asunto, haciéndolo por tanto más neutral.

EL SECUESTRO EMOCIONAL
Simplificando mucho, podemos afirmar que tenemos tres formaciones o cerebros independientes, el racional o neo-
cortex, el emocional o límbico y el reptiliano. Los tres cerebros están interconectados a nivel neuronal y bioquímico
y trabajan juntos para apoyar las inteligencias múltiples, de manera que tienen implicaciones importantes para las
personas en conflicto.
Las emociones son un aspecto integral de la llamada toma de decisiones “racionales”. Todas las decisiones a nivel
cognitivo, se hacen en un contexto emocional. El pensamiento racional implica el aporte de los cerebros racional y
emocional, que pasan mucho tiempo conectados y trabajando juntos. De hecho, es el cerebro emocional el que nos
permite tomar decisiones inteligentes con rapidez, ya que busca en su base de datos de experiencias anteriores. Si tu-
viéramos que confiar únicamente en nuestro cerebro racional (neocórtex), tardaríamos una eternidad para tomar deci-
siones simples, debido a que el cerebro racional tendría que seleccionar a través de todos los datos disponibles sobre
un asunto concreto, y meticulosamente sopesar las ventajas y desventajas de cada opción. Por lo tanto, los procesos
emocionales y cognitivos no pueden ser separados los unos de los otros, ya que se producen de forma simultánea.
Las emociones están presentes siempre y son cruciales para la toma de decisiones inteligentes y para conseguir bue-
nos resultados. Sin embargo, también pueden provocar el efecto contrario. Una situación de enfrentamiento puede
desencadenar emociones negativas que inhiben nuestra capacidad para hacer frente a los conflictos de una manera
constructiva. Cuando estamos enfrascados en un conflicto, se producen cambios en nuestro cableado neuronal y a ve-

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ces no somos capaces de comportarnos de manera racional. Lo que sucede es que la amígdala, núcleo cerebral en-
cargado de hacer que la toma de decisiones se produzca con las aportaciones de los diferentes centros cerebrales, se
bloquea. Esto puede ocurrir cuando estamos nerviosos, estresados o en una situación conflictiva. Nuestra amígdala
puede quedar bloqueada, de modo que se interrumpe la comunicación entre las diferentes partes de nuestro cerebro,
sobre todo el emocional y el racional. Cuando estamos en un estado defensivo, de miedo, en conflicto, la información
entra al cerebro emocional, pero se interrumpe el acceso al cerebro racional. Esto se conoce como secuestro emocio-
nal o inundación emocional.
Durante una mediación, la fase de recapitulación de la historia que tienen que llevar a cabo las partes, puede provo-
car una reacción emocional intensa. Normalmente los mediadores creen que este proceso tiene un efecto catártico
importante, y una vez que las partes han expresado todos esos sentimientos reprimidos, están más preparados para
comenzar a negociar de forma más racional. Como hemos visto, la neurociencia parece sugerir lo contrario. Hay mu-
chas razones para creer que una persona que tiene que contar con detalle un suceso que es doloroso, revive plena-
mente el trauma a nivel neuronal, es decir, se activan los circuitos neuronales asociados con esas emociones
negativas y nos bloqueamos. No podemos pensar de modo racional y tomar buenas decisiones cuando estamos inun-
dados emocionalmente. Somos menos capaces de considerar nuevas opciones para la acción.
Podemos extraer que tras una sesión en la que se ha revivido la historia dolorosa, motivo de la demanda de media-
ción, se necesita un periodo de enfriamiento antes de estar preparados para negociar. Si esto no es posible, una técni-
ca a tener en cuenta cuando alguna de las partes se encuentra “secuestrada”, es animarla a practicar técnicas de
relajación a través de la respiración consciente.

El poder de la empatía y el contagio de emociones


Trabajos recientes en neurociencia han demostrado que las emociones son contagiosas, es decir que pueden mover-
se entre nosotros sin que seamos conscientes de ello. Esto es posible gracias a las neuronas espejo que existen en el
cerebro, y que reaccionan de manera favorable a la expresión de las emociones de los demás. Estas neuronas “dispa-
ran” en nosotros lo que otros parecen estar experimentando.
El descubrimiento de las neuronas espejo, inició una revolución en nuestra comprensión del modo en el que al interac-
tuar con los demás, usamos el lenguaje no verbal (gestos, expresiones, posturas corporales, el tono de voz…) para comu-
nicar nuestras intenciones y nuestros sentimientos. Son estas neuronas las que explican la imitación y la empatía.
La idea de que los seres humanos estamos “cableados para la empatía “es muy atractiva para los mediadores. Esto
ayuda a explicar cómo en cierta medida es difícil sostener un comportamiento de confrontación hacia alguien que es-
tá siendo respetuoso y empático contigo. Cuando nos demuestran empatía, las personas se sienten reconocidas y es-
cuchadas, sus neuronas espejo empiezan a funcionar y responden con comportamientos de escucha, reconocimiento
y empatía con el otro. Una vez que las partes son capaces de escucharse y reconocerse, se hace más sencillo seguir
adelante de manera conjunta con el proceso de resolución del problema.
De este supuesto podemos extraer que los mediadores deben de abogar más por las sesiones conjuntas. Más contac-
to cara a cara en la resolución de conflictos podría ofrecer la oportunidad de demostrar sinceridad de una manera
emocionalmente convincente. También puede ofrecer la oportunidad de evaluar la credibilidad de la otra parte. Pue-
de que alguna de las partes prefiera la privacidad del caucus, aduciendo razones de confidencialidad, pero las media-
ciones conducidas a través del caucus se pueden convertir en pruebas de desconfianza. Podemos concluir afirmando
que la neurociencia ofrece datos empíricos que demuestran que las mediaciones conjuntas resultan más positivas.

Equilibrio entre estabilidad y flexibilidad


Cuando tenemos que comunicarnos o negociar con otros, nos basamos en lo que sabemos y en lo que creemos.
Nuestros conocimientos se almacenan en estructuras neuronales dotadas de significado. Estas estructuras son relativa-
mente estables y resistentes al cambio. En cierta medida, están sujetas al cambio a través del aprendizaje, producién-
dose por tanto un equilibrio entre estabilidad y plasticidad. Si las estructuras son demasiado estables y rígidas, serían
inmunes al aprendizaje, y por otro lado un exceso de plasticidad supondría una pérdida de nuestra identidad, de
nuestra estructura de conocimientos. Tenemos apego a nuestros conocimientos, ya que, para cambiar nuestra mente,
tenemos que perder una parte de nuestra identidad y esto nos resulta incómodo.
Cuando estás de acuerdo conmigo, confirmas mi identidad y mi comprensión de lo que es válido. Esto es tranquili-
zador. Cuando no estás de acuerdo conmigo, desafías mi identidad y mi comprensión de lo que es real. Esto es preo-
cupante y lo experimento como una amenaza.

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Las partes en disputa, en un proceso de mediación o negociación, vienen unidas a su visión de la realidad, ya que es
parte de su identidad. Tenemos una tendencia natural a creer que la forma en la que nosotros vemos el mundo es la
mejor. Necesitamos tener una sensación de confianza en nuestra percepción del mundo. De este modo, tenemos la
tendencia a entablar negociaciones con lo que se conoce como el exceso de confianza optimista. Prevalecen la certe-
za de nuestras posiciones. Sabemos que estamos en lo correcto.
Llega un momento durante la negociación, que podemos empezar a ver que hay más en la historia que únicamente
nuestra visión de las cosas. Puede que estemos ante un reconocimiento de la legitimidad de al menos parte del punto
de vista del otro. La incertidumbre se cuela y me empiezo a preguntar si tal vez esté equivocado. En función de lo
profundamente conectados que estemos a elementos primordiales de nuestra visión del mundo y de nuestra visión de
nosotros mismos, de nuestra identidad, nos tendremos que enfrentan más o menos a la perspectiva de tener que dejar
de lado parte de nuestra comprensión de las cosas y cambiar nuestra historia de los temas que se están negociando, y
esto puede resultar amenazador. Estamos perdiendo una parte de nosotros mismos.
Si somos capaces de ver más allá de nuestra resistencia al cambio, si podemos aceptar una nueva historia, un relato
ampliado que tenga en cuenta algunas de las informaciones que llegan desde nuestro interlocutor, si podemos dejar
de lado algunos de nuestros esquemas previos, entraremos en la fase de resolución, que representaría la nueva reali-
dad. Cuando llegamos a este estado, podemos decir que hemos cambiado y hemos ampliado nuestra percepción. Va-
mos a tener una nueva identidad, una nueva comprensión del mundo y un nuevo conjunto de redes neuronales
dotadas de significado.
Isabel Bader fue la primera persona en identificar este ciclo de resistencia o narcisismo, apertura al punto de vista
del otro y por último resolución realista, que se produce durante los procesos de mediación de conflictos. Este con-
cepto está totalmente sostenido por estudios de las bases neuronales del conocimiento, el aprendizaje, la compren-
sión, la memoria y la identidad.

LOS HEMISFERIOS CEREBRALES


Un tema común en la literatura sobre neurociencia, consiste en las diferencias existentes entre los dos hemisferios
cerebrales. Mientras que el hemisferio izquierdo del cerebro resulta crítico para la toma de decisiones, sobre todo por
su capacidad para participar en la lógica secuencial, es el hemisferio derecho con el que contamos para la coopera-
ción, la empatía, y los tipos de resolución de problemas asociados a un cambio hacia la colaboración. Es por ello,
que los mediadores deberían de encontrar formas para activar los hemisferios derechos de las partes durante la media-
ción, ya que, al hacerlo, se maximizaría la capacidad para participar en la colaboración.
Los científicos han demostrado a través de diversos experimentos que los sujetos que logran la cooperación mutua
con otro ser humano, muestran actividad en los centros de placer del cerebro ubicados en el hemisferio derecho del
cerebro. Cuando nos podemos en el lugar del otro, usamos el lóbulo parietal inferior derecho, y la corteza prefrontal
derecha, que está implicada en la inhibición de la tendencia automática a abrazar el propio punto de vista. Cuando
está activado el hemisferio derecho, los sujetos se muestran más favorables a aceptar argumentos a favor de posicio-
nes que no contemplaban previamente. El hemisferio derecho juega un papel importante en la capacidad de ponerse
en el lugar del otro y ver lo que está pasando en la mente de esa persona.
La investigación en neurociencia, apoya por tanto la teoría de que la construcción de relaciones y la comunicación
directa entre las partes, es un componente esencial para establecer un entorno de negociación cooperativa. Cuando el
mediador confiere a las partes el protagonismo para resolver su propio conflicto, les esta proporcionado la oportuni-
dad para desarrollar la reciprocidad y sentirse necesario para la cooperación.
Entender cómo funciona nuestro cerebro es uno de los grandes retos de la humanidad y sin duda un área apasionan-
te cuyos estudios pueden ser aplicados a los procesos de mediación y negociación, ayudando a los mediadores en su
trabajo como intermediarios y conciliadores de conflictos.

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Ficha 2.
Aportaciones de la Psicología y la Inteligencia emocional
al proceso de mediación
Lo primero que deberían de aprender los mediadores es, que cuando dos o más personas entran en conflicto, no se
comportan de forma racional, y normalmente se dejan llevar por factores emocionales que los empujan hacia posicio-
nes cada vez más rígidas. Ya Aristóteles definía la emoción como una condición según la cual el individuo se transfor-
ma hasta tal punto que se queda con el juicio afectado. Otro de los filósofos clásicos, Séneca, consideraba las
emociones como algo que puede convertir la razón en esclava.
Cuando un conflicto no se conduce y se resuelve de forma eficaz, puede resultar sumamente destructivo. Los involu-
crados pueden verse bastante afectados, invirtiendo tiempo, energía y dinero, en un proceso que en ocasiones puede
ser devastador. Una de las tareas que debe de realizar el mediador, para que las partes finalmente puedan llegar a una
solución mutuamente acordada, es proporcionarles el contexto adecuado para acercar sus posiciones. Esta labor no es
fácil, ya que casi todos los conflictos implican daños morales, entrando en juego factores como la amenaza de las
propias creencias y valores, pérdida de derechos que la persona cree legítimos o la merma de bienes económicos, en-
tre muchos otros.
Desde esta perspectiva, no es de extrañar que la mayoría de los conflictos tengan un fuerte componente emocional.
Las partes en disputa con frecuencia mantienen sus posiciones rígidas y son inflexibles durante largos periodos de
tiempo. Sin un cambio de actitud, que los mueva hacia posiciones más flexibles que les permita acercar posturas, las
partes permanecerán atrincheradas en su forma de percibir el conflicto y éste no se resolverá.
Podemos afirmar que todas las disputas tienen en común que una de las partes exige algo que la otra parte no está
dispuesta a entregar, generándose en algunos casos, un grave conflicto que requiere de intervención profesional para
alcanzar un término. En muchas ocasiones los implicados llegan a la mediación con razones encubiertas que los ha-
cen permanecer en la disputa. Los motivos subyacentes al conflicto no son revelados y las partes no reconocen que el
problema real está oculto y es muy diferente a lo que se ha expresado y manifestado. Con frecuencia no son capaces
de admitir sus verdaderas motivaciones. Puede que en mediación la controversia trate sobre temas de reparto de bie-
nes materiales cuando en realidad lo que están reflejando los participantes no es tanto un interés económico sino la
ira y el dolor que sienten y el deseo de ver a la otra parte castigada y humillada por estar obligado a pagar una gran
suma de dinero. Lo que realmente persiguen es salvaguardar su dignidad y su autoestima y quedar resarcidos del daño
que ellos sienten que les ha causado el otro.
Es importante que el mediador cuente con estrategias que le ayuden a provocar un cambio de actitud, es decir, una
nueva forma de ver la disputa. El mediador impulsa a los litigantes a percibir el problema desde una nueva perspecti-
va despojada de aspectos emocionales que bloquean su razonamiento y les impide alcanzar la solución. Solo cuando
se logra este cambio de postura, las partes estarán preparadas para aceptar soluciones que desde sus posiciones rígi-
das iniciales habían rechazado.
El conocimiento de cómo se comporta el ser humano en una situación de conflicto y cuáles son los factores psicoló-
gicos implicados, juega un papel esencial en el desarrollo del proceso de mediación. A través de la comprensión de
estos mecanismos, el mediador estará en mejores condiciones para llevar a cabo la difícil tarea de cambiar la percep-
ción que traen las partes sobre la controversia y resolver los obstáculos emocionales que impiden el razonamiento ne-
cesario para alcanzar una solución.
Las investigaciones en neurociencia han demostrado que la expresión de aspectos negativos desencadena un ciclo
de escalada de emociones que hacen que la resolución del problema sea más complicada. Es por ello que comenzar
la mediación enfocando a las partes hacia lo positivo en lugar de hacia lo negativo, posibilita la creación de alianzas.

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Una de las técnicas que se suele emplear en los procesos de mediación es invitar a las partes a centrarse y expresar
cuales son los aspectos positivos que consideran que tiene el otro. Escuchar las opiniones positivas que los demás tie-
nen de ti, genera una respuesta que facilita el comportamiento social, y crea un mayor estado de predisposición, de-
terminación, atención y energía, que posibilita una interacción más fluida y enfocada en la solución y no en las
descalificaciones al otro. El mediador debe de alentarlos en todo momento a trabajar juntos, uno al lado del otro, ata-
cando el problema y no atacándose mutuamente.
Otra de las aportaciones de la psicología al proceso de mediación es establecer un enfoque centrado en las solucio-
nes y no en la disputa. Uno de los procedimientos que puede emplear el mediador para orientar a las partes y crear el
escenario adecuado que los lleve a adoptar una conducta colaborativa, es a través de la formulación de preguntas
orientadas a generar cambios. La exposición de preguntas que se centran en las habilidades y fortalezas que posee el
individuo para afrontar el problema, propicia que se active el tipo de pensamiento positivo necesario para disminuir
el enfrentamiento. Hacer frente al proceso desde aspectos más positivos, generando buenas sensaciones en los impli-
cados, desencadena la actitud creativa y colaborativa necesaria, para reorientarlos desde las dificultades y el estable-
cimiento de posturas rígidas en el pasado, hacia una resolución centrada en el futuro.
Con el objetivo de generar posibles soluciones, el mediador podría preguntar- ¿Cuál es el resultado más positivo que
puede esperar de manera realista de esta mediación?, ¿Qué haría falta para que esto ocurra?, ¿Puedes imaginar cómo
será vuestra relación en el futuro cuando la disputa se haya resuelto?, ¿Qué cosas podrías hacer que contribuirían po-
sitivamente a la resolución del conflicto? Estas preguntas tienen el poder de afectar a la emoción de las partes de una
manera positiva, motivándolos a dar un paso hacia delante. Ambos van a ser más capaces de ampliar su perspectiva
del problema y aumentar su compromiso de colaboración en la búsqueda de las posibles soluciones.
Este enfoque centrado en lo positivo y en la solución del problema, que nos aporta la Psicología, lo que pretende es
potenciar rasgos individuales positivos como son las fortalezas del carácter, los talentos, los intereses y los valores,
y puede ser empleado en todas las fases del proceso de mediación ya que resulta un método enormemente valioso y
eficaz en la resolución de disputas.
Daniel Goleman, en su libro Inteligencia Emocional, señala que si bien la mayoría de las personas pensamos que no
tenemos elección sobre cómo nos sentimos, en realidad, los sentimientos que atribuimos a cualquier situación son
una elección que hacemos nosotros mismos. Lo más importante para entender los sentimientos es aprender a verlos
como opciones. Es por ello que, ante la resolución de un conflicto, podemos “elegir” adoptar una actitud positiva y
abierta y dejar la carga emocional negativa a un lado, o acometerlo cargados de odio y animadversión hacia la otra
parte, lo que evidentemente hará más difícil el poder llegar a un consenso que resuelva el desacuerdo.
A cualquier situación a la que nos enfrentamos, le atribuimos emociones de forma natural, y son la situación y las emo-
ciones que le asignamos, las que le dan al evento el significado que tiene para nosotros, y ese significado es el que va a
determinar en gran medida nuestras acciones, es decir, cómo nos vamos a comportar ante ese acontecimiento.
Los principales componentes de la inteligencia emocional son el desarrollo de una conciencia de sí mismo, la capa-
cidad para regular la propia conducta y pensamientos y la capacidad de automotivación después de experimentar vi-
vencias negativas. Estos tres elementos van a ser claves para el desarrollo de la empatía, que va a resultar esencial
durante el proceso de mediación. La empatía es nuestra capacidad para conectar con los demás, comprender sus
emociones y sus percepciones y entender su punto de vista. Tener la capacidad de ponernos en los zapatos del otro
para comprender como se siente. La empatía tiene muchos aspectos positivos, ya que facilita la comunicación y la re-
solución de problemas, siendo un aspecto clave a potenciar en las sesiones de mediación. Uno de los ejercicios que
se pueden utilizar en mediación es aconsejar a las partes intervinientes, cuando vienen muy posicionadas en sus inte-
reses, que intenten ponerse en los zapatos del otro para descubrir cómo se siente y poder entrar en sintonía y adoptar
una actitud más colaboradora.
La inteligencia emocional puede aportar un marco valioso a la hora de formular preguntas a las partes durante las
sesiones de mediación. Por ejemplo, podemos ayudarlos a ubicar en el tiempo la presencia de las emociones negati-
vas y facilitarles el reconocerlas, empleando las siguientes preguntas - ¿Cuándo comenzaste a sentirte de esta manera?
¿Cómo te sentías antes de que comenzara todo?, ¿Cómo te sientes ahora y cómo te gustaría sentirte acerca de la situa-
ción?, ¿Cómo han cambiado tus sentimientos? También podemos ayudarlos a analizar cómo se sienten con respecto
a las personas – ¿cómo te sientes con respecto a esta persona en esta situación?, ¿cómo te gustaría sentirte hacia esa
persona?, ¿cómo te sientes sobre ti mismo?

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Del funcionamiento de la inteligencia emocional, podemos extraer que cuando las personas se sienten con bajo es-
tado de ánimo y les cuesta conectar con los demás, experimentan pensamientos negativos que vienen a su mente con
facilidad, provocando emociones negativas. Nuestra capacidad para tomar decisiones se ve perjudicada ya que en es-
te estado no podemos pensar con claridad ni ser creativos. En muchas ocasiones, durante una sesión de mediación,
los participantes experimentan un estado de alta agitación que les impide dialogar, escuchar y mucho menos tomar
decisiones. Para manejar este tipo de situaciones emocionales podemos utilizar dos técnicas:
Por un lado, el uso del tiempo a su favor. Cuando las emociones empiezan a elevarse y descontrolarse, invitar a las
partes a tomar un descanso para calmarse, de 15 a 30 minutos y pedirles que reflexionen sobre lo que esperan de la
mediación, sería el mejor remedio. Este descanso permitirá que las sustancias químicas que ha segregado el cerebro
provocando el estado de ánimo alterado, se vayan disipando y se produzca un estado de calma, que le va a posibilitar
llegar a acuerdos dónde antes parecía casi imposible.
La segunda técnica consiste en formular preguntas basadas en hechos. Cuando el mediador percibe que una de las
partes empieza a angustiarse o alterarse, se le formula una pregunta basada en el hecho, ¿Cuándo sucedió? ¿Cuánto
duró? La intención es focalizar la atención en el hecho y que la emoción desaparezca. Hay que tener la precaución
de no hacerlo antes de tiempo, de lo contrario la emoción se puede volver a disparar.
En nuestra memoria, los pensamientos se asocian en función del contenido del recuerdo y del estado de ánimo que
experimentamos en ese momento. El estado de ánimo influye tanto en la forma en la que percibimos e interpretamos
los distintos estímulos como en la forma en que recordamos hechos pasados y en los sesgos que cometemos en cada
uno de esos procesos. Por tanto, le damos sentido a cualquier situación por los sentimientos que le adjudicamos. Sin
embargo, nosotros tenemos la opción de elegir esos sentimientos. Para ayudar a las partes a reflexionar sobre cómo se
sienten acerca de una situación difícil y que entiendan que pueden decidir sentirse mejor al respecto, podemos plan-
tearles este ejercicio:
Se les plantea una situación relacionada con el asunto que les lleva a mediación y se les pide que hagan una decla-
ración del tipo- Yo me siento ———- cuando ———- porque ———- y por ello quiero preguntar ———–. En esta
primera declaración suelen escribir los enfadados que están y lo que la otra persona debe de cambiar. Después de es-
cribir este primer enunciado, les pedimos que decidan de forma deliberada sentirse mejor ante esa situación y que es-
criban una segunda declaración. Normalmente la segunda sentencia suele ser más positiva y les lleva a un mejor
resultado.
Sabemos que el buen humor y los pensamientos positivos, mejoran la capacidad para pensar de manera más flexi-
ble. Si decidimos sentirnos mejor, vamos a ser capaces de pensar y actuar mejor. El sentido del humor es parte inte-
gral en la búsqueda de una respuesta creativa y debe de formar parte del proceso de mediación. Cuándo la gente
empieza a reír las soluciones surgen de manera más fluida.
Para concluir, aludimos a los beneficios que nos aporta la Psicología para ayudar a las personas a sentirse mejor y a
manejar sus emociones de forma eficaz, facilitándoles trabajar juntos en la búsqueda de una solución a su conflicto.
Ser consciente de estos sencillos conceptos, nos va a facilitar alcanzar mejores resultados en el manejo de las emocio-
nes intensas que en la mayoría de las ocasiones salen a relucir durante el proceso de mediación.

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