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Biopolítica y literatura-1
Las definiciones de la vida y la política
Por Iván Rodrigo García Palacios
¿Es vida la vida de un humano artificial? ¿Es necesaria una biopolítica de esa vida
artificial? En la literatura y en las artes ya existe. Mundos completos con sus propias
constituciones, leyes, gobiernos, en los que humanos y humanos artificiales conviven con
sus conflictos, con sus éxitos y fracasos, con sus felicidades y tristezas, con sus necesidades
y satisfacciones, en fin, con Estados y gobiernos que velan por el bienestar de sus
ciudadanos … humanos o artificiales.
Pero, ¿qué es la biopolítica? Hace cuarenta y dos años Michel Foucault proponía ese
concepto con el que ha marcado la crítica biopolítica desde entonces.
Michel Foucault propuso esa idea por primera vez en 1976 en el primer volumen de La
historia de la sexualidad. La voluntad de saber, en el capítulo Derecho de muerte y poder
sobre la vida:
“Si se puede denominar "biohistoria" a las presiones mediante las cuales los
movimientos de la vida y los procesos de la historia se interfieren mutuamente,
habría que hablar de "biopolítica" para designar lo que hace entrar a la vida y sus
mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al poder-saber en
un agente de trasformación de la vida humana; esto no significa que la vida haya
sido exhaustivamente integrada a técnicas que la dominen o administren; escapa
de ellas sin cesar”.
Michel Foucaul, La historia de la sexualidad. La voluntad de saber, en el capítulo
Derecho de muerte y poder sobre la vida, Siglo XXI Editores, México, 2007, p. 173
Dos años después, en su curso en el Collège de France de 1978-1979 volvió sobre el
concepto y se propuso exponerlo con mayor amplitud:
“[…] la “biopolítica”; yo entendía por ello la manera como se ha procurado, desde
el siglo XVIII, racionalizar los problemas planteados a la práctica gubernamental
por los fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como
población: salud, higiene, natalidad, longevidad, razas ...” (Michel Foucault, El
nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979), Fondo de
Cultura Económica, México, 2007, p. 359).
Michel Foucault no alcanzó a desarrollar plenamente su propuesta. Sin embargo, desde
entonces ese ha sido el punto de partida para todas las críticas, análisis y nuevas
propuestas sobre ese asunto, como lo muestra Thomas Lemke en su Introducción a la
biopolítica, como más adelante voy a citar.
Pero no fue Michel Foucault el primero en usar ese término, aunque su concepto y
definición si son originales.
Veamos, fue el sueco Rudolph Kjellen el primero en emplear el término a principios del
siglo XX para dar cuenta del Estado como una forma viviente inaugurando así una
concepción organicista de la política.
El primer antecedente moderno fue el uso por parte de Auguste Comte del término
biocracia en el sentido de gobierno de los vivientes en su texto de 1851 titulado Système de
politique positive ou traité de sociologie instituant la Religion de l’Humanité.
Hacia mediados del siglo XX, se da el empleo de la noción con un sentido humanista por
parte de diversos pensadores entre los cuales se cuentan Aaron Starobinski para quien la
biopolítica constituía una tentativa de explicar la historia de la civilización tomando como
base las leyes de la vida biológica, Edgar Morin quien la empleó para referirse a las
condiciones de supervivencia dados los desequilibrios económicos producidos por el
capitalismo y los colaboradores de la revista Cahiers de la biopolitique quienes la
emplearon para reflejar el fracaso del intento del socialismo occidental para ofrecer una
alternativa valida al capitalismo en la resolución de los problemas económicos que afectan
las condiciones de vida. A mediados de la década del ‘60 se inició en el ámbito anglosajón
un enfoque naturalista aún en vigencia del discurso biopolítico caracterizado por
privilegiar lo natural.
Por su parte, en el registro de esta historia conceptual al indagar la matriz de la noción
este debe remontarse a las distinciones griegas entre bíos y zoé, phoné y logos, soberanía y
gobierno con los que se delimitan el espacio de significación y aplicación de la biopolítica.
Una lectura del Aristóteles de Werner Jaeger permite advertir la importancia que tiene el
libro IV de Política para completar esta matriz pues allí el filósofo griego comparaba la
forma de los Estados y de las sociedades con la morfología de los animales y elaboraba su
teoría sobre la enfermedad y curación de los Estados sobre la base del modelo de la
patología y la terapéutica médica.
Y, finalmente, es necesario reconocer un aporte importante en esta historia, se trata del
tratado Fundamentos de Biopolítica publicado en Argentina en 1968 cuyo autor, Jacques
Marie de Mahieu, pretendía saldar las insuficiencias del tratamiento de la cuestión de la
raza desarrollando una genopolítica que explicitara las diferencias biopsíquicas existentes
en una misma comunidad étnica.
De la introducción a la biopolítica
Le la naturaleza y la cultura
Por la otra parte, pareciera obvio que las materias de la biopolítica son la vida como
asunto natural y la política como asunto cultural, tal y como también lo plantea Thomas
Lemke:
“Regresemos una vez más al concepto naturalista y politicista de biopolítica del
comienzo. En retrospectiva, ambas posiciones fundamentales aparecen como
partes constitutivas de una sola problemática biopolítica. La concepción de la
naturaleza como determinante e ineludible es el revés de su penetración científica,
tecnológica y progresiva. Ambas perspectivas reducen en la misma medida la
importancia de la política que conlleva aquí algo reactivo, derivado y ulterior. En la
versión naturalista se limita a reproducir el orden de la naturaleza; debe expresar lo
que estaría predestinado por medio de procesos evolutivos biológicos. En la
variante politicista aparece como un simple reflejo de procesos científico-
tecnológicos cuya adaptación a la situación social debe regular y diseñar”.
Thomas Lemke, Introducción a la biopolítica, Fondo de Cultura Económica,
México, 2017, p. 119.
Sin embargo, además de que tales posturas recaen en la interminable polémica de que
todavía el mundo de los humanos se divide entre naturaleza y cultura, no se ha planteado
la posibilidad de que pueda existir un mundo de “vida creada” por los propios humanos.
¿Que vida es la vida artificial? ¿Es la vida sólo la que conocemos … hasta ahora? O,
¿también es vida aquella que los humanos crean con sus ciencias y tecnologías?
¿Naturaleza o cultura o ambas?
Es por la imposibilidad de dar respuesta a esos interrogantes que aun no se ha propuesto
una biopolítica en la que se incluyan las nuevas visiones y realizaciones de la ciencia y la
tecnología en lo referente a la “creación de una nueva forma de vida”. Formas de vida que
son el resultado o bien de la combinación de los humanos con los nuevos desarrollos
científicos y tecnológicos, tales como los cyborg, para usar ese término conocido para
referirse a la incorporación de circuitos electrónicos y órganos artificiales automatizados
en el organismo de las personas, los que, además, estén conectados desde las redes
neuronales del cerebro a las redes, nubes y servidores digitales. O bien aquellas formas de
vida “synth”, ese tipo de humanoides de carne y hueso pero cuyos sistemas nerviosos y sus
comportamientos han sido programados en lenguajes cibernéticos y de Inteligencia
Artificial, pero los cuales, según la ciencia ficción, por alguna asombrosa circunstancia
“despiertan” a la vida sintiente y consciente humana. A una vida igual a la vida humana,
esa que siente, tiene emociones, tiene sentimientos, se enamora u odia, tiene pensamientos
y anhelos y se reproduce sexualmente, es decir, procrea hijos como los humanos. O sea,
tiene futuro.
En este sentido, la literatura y las artes han sido más visionarias. Tanto en la literatura
como en las artes plásticas y en las artes audiovisuales.
Por ejemplo, en las ciencias sociales y políticas no se ha dicho nada de la posibilidad de
que pueda existir una sociedad de los humanos con los robots cada vez más humanizados
incorporados a la vida pública y política de las sociedades como “individuos” conscientes y
autónomos, con derechos y deberes, con sus propios hijos y familias, etc., tal y como lo
plantean, por ejemplo, por Isaac Asimov en sus novelas de ciencia ficción o en la novela de
Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) o en la obra de teatro
de Karel Capek, de 1920, R. U. R. (Robots Universales Rossum) y su fábrica de robots tan
humanos como los humanos.
En el cine y en la televisión, son muchos los ejemplos ampliamente conocidos. Más
adelante reseñaremos algunas películas del cine, pero vale la pena anticipar los ejemplos
recientes de un par de series de televisión en las que humanos y androides son “casi”
iguales a los humanos, hasta el punto de que conviven en las comunidades humanas de
igual a igual. Estas series son: Humans de 2015 y Westworld de 2016, esta última basada, a
su vez, en la película de su mismo nombre Westworld de 1973 y en Futureworld de 1976.
Literatura y biopolítica
En este debate, los novelistas y narradores bien pueden aportar sus visiones de mundos
y personas reales e imaginarios en los que los humanos nos podamos mirar y en los que se
tengan en cuenta aquellos aspectos de la vida en los que la biopolítica tradicional no ha
puesto su mirada teórica.
Tal el caso de los humanos artificiales antes mencionados o el de la guerra bacteriológica
o el de la “creación” de seres vivos o el de la alteración de los comportamientos por medios
artificiales, químicos o digitales, o el de eugenesia y los controles de la reproducción, en
fin, algunos de esos asuntos que muchas veces son mejor vistos por los artistas que por los
filósofos y científicos de los asuntos humanos.
… y que, por lo general, son tratados como asuntos bioéticos, ese territorio azaroso en el
que la ciencia y la política delegan las decisiones y acciones en manos de las religiones y las
morales como si ellas fueran las dueñas de todo lo que atañe a la vida.