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Slavoj Zizek (Liubliana, 21 de marzo de 1949) es conocido actualmente como el filósofo

más peligroso de occidente. Estudió filosofía en la Universidad de Liubliana y psicoanálisis


en la Universidad de París VIII Vincennes- Saint-Denis. Su carrera profesional incluye un
puesto de investigador en el Instituto de Sociología de la Universidad de Liubliana,
Eslovenia, así como cargos de profesor invitado en diversas instituciones como Universidad
de Princeton, New School for Social Research de Nueva York entre otras. Utiliza en sus
estudios ejemplos extraídos de la cultura popular como base de sus análisis, así como el
psicoanálisis lacaniano para analizar la sociedad en su conjunto, además de problematizar
autores olvidados por la academia y tratar temas como el fundamentalismo, la tolerancia, la
subjetividad y lo políticamente correcto.

En este libro, publicado en el 2016, Zizek realiza un profundo análisis de la lucha entre el
Islam y occidente, más específicamente, desde las situaciones posteriores a los ataques del
13 de noviembre de 2015 en París. Al buscar las causas de este conflicto que ha tomado
mayor fuerza en Europa desde el inicio de la crisis de refugiados, el autor a lo largo de los
primeros seis capítulos estudia el problema hasta la postulación de su tesis central; la lucha
que mantiene occidente es realmente, una lucha consigo mismo.

Como abrebocas del problema, con ​El doble chantaje retoma las fases propuestas por E.
Kübler-Ross sobre las situaciones catastróficas: negación, ira, negociación, depresión y
aceptación, yendo la ira en ascenso estos últimos años y desapareciendo la aceptación,
sobretodo luego de el 13N en Europa. La razón de su afirmación sobre la incapacidad
europea de la aceptación se basa en la condena radical que ha estado rondando por el
continente europeo estos años: hay que acabar con el estado islámico, sin peros. Sin duda
es un choque civilizatorio, pero no solo entre el islam y Europa, Zizek expone que
constantemente dentro de occidente y oriente ha ido creciendo el choque civilizatorio como
Rusia y EEUU, los sunnitas y chiitas. En este escenario ISIS solo es una excusa para cubrir
estas luchas y ponerlo en el centro de la amenaza cuando la verdadera intención es luchar
contra el enemigo de cada bando. No obstante, surge la duda de que hacer con los
refugiados, Zizek retoma dos caminos que se han puesto de manifiesto: la antiinmigración y
la solidaridad, sin embargo, su respuesta es concreta, lo que realmente debe hacerse frente
a la situación es reconstruir la sociedad ​global misma, así, “los refugiados no se verían
obligados a vagar por el mundo” (p.15)

En el segundo apartado, ​Un descenso al maelstrom, el autor plantea como la situación de


los refugiados pone a Europa en una encrucijada estando entre dos polos: neoliberalismo
anglosajón y el capitalismo autoritario. Para entender cómo responderá Europa entre
entregarse a la modernización del nuevo orden mundial o salvaguardar lo que queda del
Estado de bienestar Zizek regresa a lo más básico del problema: ¿qué es Europa?, si solo
fuera un conjunto de símbolos, la mayoría de estos en tiempos recientes ligados a la ATCI
(Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión) ente que en palabras del autor
“representa ni más ni menos que un ataque salvaje contra la democracia” (p.21) al poder
dictar las políticas de los gobiernos sobre energía, salud, etc.. donde sobresale como una
pequeña salida la excepción cultural, es decir, salvar los productos culturales de las reglas
del mercado, zizek se pregunta si esto realmente podría funcionar, no obstante ocurren dos
problemas. Uno es la afirmación de que la cultura es parte central de la economía “real”
dominante, lo que Jeremy Rifkin llama capitalismo cultural. El segundo es la consecuencia,
que quedaría de Europa si se cumple esta excepción, un turismo cultural de nostalgia.

Su tercer capítulo examina cinco tabúes de la izquierda pero aclara la importancia de


romper con estos mismos para restaurar el núcleo de la idea de Europa. En primer lugar
está el tabú de ​“un enemigo es alguien cuya historia no has escuchado” esto es solo una
máscara engañosa, Zizek niega rotundamente esta postura argumentando que de haber
leído ​Mi lucha de Hitler entenderemos lo que hizo y se absolverá como enemigo. Que
cualquier referencia a los valores europeos sea tachada de «imperialista» es un segundo
tabú muy arraigado, dice Zizek: “​ha llegado el momento de abandonar el mantra izquierdista
según el cual nuestra tarea básica es la crítica del eurocentrismo” (p.25) Grossomodo la
falacia está en confundir los valores europeos con el capitalismo mismo, interpretación que
no es válida hoy día cuando ya el capitalismo no necesita los valores culturales occidentales
para cumplir con su cometido. El siguiente tabú se centra en la idea de que cualquier tipo de
protección al modo de vida europeo es fascismo, como una versión políticamente correcta
de xenofobia. No obstante, el autor argumenta que esta “xenofobia” realmente es defender
aquello que nos caracteriza como sociedades libres: los Derechos Humanos, las libertades
políticas, la participación ciudadana, etc… Que cualquier crítica al islam sea tachada de
islamofobia es otra idea que Zizek desaprueba, y la responde a partir del psicoanálisis
lacaniano al afirmar que “esta idea reproduce la paradoja del superego: cuanto más
obedeces lo que la agencia seudomoral te exige, más culpable eres: es como si cuanto más
toleraras el islam, mayor fuera la presión que ejerce sobre ti” (p.28), además, dice el autor,
si este tabú es una defensa desde la izquierda, ​¿Es acaso el islam una forma de
resistencia al capitalismo global? no, Ésta es una idea absurda, convive muy bien con él
como lo hace Arabia Saudí y los Emiratos. El último tabú que decide analizar está en
equiparar religión politizada y fanatismo, a partir de la visión culturalista con la que se ve
políticamente correcto las prácticas religiosas.

Su cuarto capítulo, ​El obsceno envés de las religiones,​ se centra en aplicar estos mismos
exámenes sobre el islam al judaísmo y cristianismo al analizar el universo obsceno de estos
y los paralelismos entre estas tres religiones. Para ello comienza retomando las violaciones
a niños ocurridas en Rotherham, Inglaterra donde los delincuentes fueron pakistaníes y la
izquierda se esforzó en desdibujar la división racial. Sin embargo, esta violencia racial y
religiosa tiene un fuerte paralelismo con las constantes acusaciones de pedofilia a la iglesia
católica, es decir, debajo del acto mismo, dice Zizek lo que se ve es “el carácter ritualístico y
cultural de una costumbre simbólica” (p.39) que afecta al inconsciente institucional por lo
que aceptar este lado ritual de la institución es un requisito para sus integrantes.

En cuanto a los hechos cada vez más continuos, de violencia en occidente el autor retoma
el concepto de Benjamin, “violencia divina” para ejemplificar los medios sin un fin,
simplemente irracionales. Estas reacciones dejan mucho que pensar en cuanto a la
búsqueda de un mensaje oculto en esas rebeliones contra el sistema, que muestran ser
incapaces de articularse y caen en lo que Lacan llama un ‘pasar a la acción’, ​“que no se
puede traducir en palabras o reflexión y que va acompañado de una frustración intolerable”
(p.48) El término en sí mismo alude a dos conclusiones, es divina por su carácter destructor
y de ella no hay nada emancipador.
En ​La economía política de los refugiados Zizek evalúa las causas del problema de los
refugiados atribuyendo la principal al nuevo orden mundial, lo cual ejemplifica diciendo
“abandonados a su suerte, los africanos no conseguirán cambiar sus sociedades ¿por que
no? porque nosotros, los europeos, se lo impedimos” (p.51) Zizek sostiene esta idea con
muchos ejemplos, como los de Libia, Irak, el Congo, Haití… y prosigue con la necesidad de
eliminar de la ecuación a las empresas extranjeras para desmoronar las guerras étnicas, las
masas de los refugiados, las crisis alimentarias, todos estos consecuencias del
neoliberalismo económico que priva a las economías globales de su autonomía
convirtiéndolas en “estados fracasados”, situación que ejemplifica claramente el
colonialismo económico. Por otro lado, un punto importante que aclara el autor es que estos
estados fracasados provienen de las mismas divisiones a las que se vieron obligados luego
de la primera guerra mundial, convirtiéndose en estados artificiales, por ende, lo único que
pretende ISIS es volver a juntar lo que fue separado, teniendo en la mira a Europa como la
causa de sus problemas.

La suma de estos hechos lo que hacen es traer a la escena un nuevo tipo de apartheid al
que Zizek se refiere como una cúpula, donde en el interior está Europa envuelta en
abundancia y separada del exterior, el cual aún puede ver por medio del vidrio de la cúpula
misma. No obstante, está separada de este exterior lleno de guerra y hambre, por lo que los
refugiados, citando a Grishkovets, “nunca sentirán gratitud hacia la gente en cuyos países
han conseguido entrar con todos sus problemas, porque esos mismos países convirtieron a
las naciones de los emigrante en un baño de sangre” (p.57)

A raíz de este apartheid, va en paralelo una nueva esclavitud, no al exterior de la cúpula


sino al interior, representada en los trabajos a los que deben recurrir los inmigrantes donde
son privados de los derechos fundamentales en fábricas, sobre todo asiáticas, en las cuales
solo se sigue promoviendo la explotación de recursos naturales en los países de sus
mismos trabajadores esto, dice el autor “no es un deplorable accidente, sino una necesidad
estructural del capitalismo global actual” (p.61)

Poder ver claramente el causante principal de la masa de refugiados a la que se opone


Europa nos ayuda a afirmar que, al ser Europa misma el causante de su lucha contra el
estado islámico todo se reduce a que es ella dónde está la causa y la solución de la
situación, su lucha es contra sus acciones mismas.

Referencias

Žižek, S. (2016). ​La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror (1st ed.). Barcelona:
Anagrama.

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