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En síntesis, no existe derecho económico, social o cultural que no presente al menos alguna característica o faceta
que permita su exigibilidad judicial en caso de violación.
3- Algunos obstáculos a la exigibilidad judicial de los derechos sociales
– Me referiré a algunos obstáculos de índole practica – a veces acompañado de objeciones teóricas- para hacer
plenamente exigibles los derechos sociales establecidos en una constitución por vía reglamentaria ante el incumplimiento de
los poderes obligados primariamente, es decir los poderes políticos.
A) La determinación de la conducta debida
Un primer obstáculo a la justiciabilidad de los derechos sociales está vinculado con la falta de especificación
concreta del contenido de estos derechos, cuando una constitución o un tratado internacional de derechos humanos hablan
de derecho a la salud, a la educación, a la vivienda, resulta difícil saber cuál es la medida exacta de las prestaciones o
abstenciones debidas.
Este obstáculo sugiere varios comentarios. En primer lugar, no se trata de un problema ligado solo a los Derechos
Sociales: La determinación del contenido de un derecho de raigambre constitucional se ve afectado por el mismo
inconveniente que radica en la vaguedad característica del lenguaje natural en el que se expresan las normas jurídicas. Sin
embargo esta dificultad jamás llevo a la afirmación de que los Derechos Civiles no sean derechos o no sean exigibles
judicialmente, sino más bien a la tarea de especificación de su contenido y limites, a partir de distintos procedimientos de
afinamiento de su significado.
La tarea de definición del alcance del derecho corresponde primariamente al legislador y –por vía reglamentaria- a la
administración. Un ejemplo de esa tarea en materia de derecho a la salud, es, en la Argentina, el desarrollo de una
tendencia a la especificación de las prestaciones mínimas debidas por las distintas instancias que forman parte del sistema
nacional de seguro de salud.
En segundo lugar, cabe señalar que los problemas de falta de especificación del contenido de un derecho son
típicos de las normas constitucionales, ya que se trata de normas de mayor nivel de generalidad del orden jurídico. Del
reconocimiento de la generalidad del texto de una Constitución o de un Tratado de Derechos Humanos no se sigue la
imposibilidad absoluta de señalar casos en los que, pese a la inexistencia de especificación ulterior de su contenido, un
Derecho resulta violado: si ello fuera así, sería imposible decir que la reglamentación de un derecho es inconstitucional y ello
equivaldría a privar completamente de significado al lenguaje en el que se expresan una Constitución o un Tratado de
Derechos Humanos. La existencia de una tradición de revisión judicial de constitucionalidad en Argentina es un ejemplo de
la posibilidad de verificar la compatibilidad de una conducta activa u omisiva, o bien de una norma inferior con un derecho
reconocido en una Constitución o en un Tratado. Si esto es así ante un Derecho Civil, no se ve por qué no podría serlo en el
caso de un Derecho Social.
La tercera observación está dada por la necesidad de considerar un doble orden de condicionamiento vinculado con
la determinabilidad de la conducta debida cuando se trata de derechos sociales. Hasta aquí nos referimos a la
determinabilidad semántica del contenido de esos derechos, es decir a la especificación de la conducta debida por vía
reglamentaria, jurisprudencial y dogmatica. Otra forma de determinabilidad, es decir de estrechamiento de alternativas
posibles ante el establecimiento de un deber legal por parte de una Constitución o Tratado de Derechos Humanos es la
determinabilidad fáctica. En muchos supuestos, pese a que la conducta debida por el obligado no está específicamente
reglado por un texto normativo, fácticamente existe uno o un número limitado de recursos de acción determinables para el
respeto, garantía o satisfacción del derecho de que se trate.
El examen judicial no debe centrarse sobre la determinación de una conducta concreta a ser exigida por el Estado.
Cuando el Estado asume una vía de acción en el cumplimiento de la obligación de adoptar medidas de satisfacción de un
derecho social, el Poder Judicial puede analizar también la elección efectuada por el estado a partir de nociones tales como
la razonabilidad, o bien el carácter adecuado o apropiado que tampoco son ajenas al control judicial de los poderes políticos.
B – La autorrestricción del Poder Judicial frente a cuestiones políticas y técnicas.
Otro de los tradicionales obstáculos para hacer justiciables los Derechos Sociales reside en el criterio restrictivo que
suele emplear la magistratura a la hora de evaluar su facultad de invalidar decisiones que pueden calificarse de políticas. Así
cuando la reparación de una violación de Derechos Sociales importa un acción positiva del Estado que pone en juego
recursos presupuestarios, afecta la ejecución de políticas públicas, los jueces suelen considerar que tales cuestiones son
propia de la competencia de los órganos políticos.
El margen de discrecionalidad de la administración es mayor y por ende menor la voluntad de contralor judicial-
cuando el acto administrativo se adopta sobre la base de un conocimiento técnico que se presupone propio de la
administración y ajeno a la idoneidad del órgano jurisdiccional.
Lo que nos interesa analizar aquí no es cómo superar esta restricción en el plano de una teoría constitucional o
política, sino de qué manera esta "forma de actuar" tradicional de la judicatura puede afectar la exigibilidad de los derechos
sociales. Cuando mayor sea el margen de debate con relación a estas cuestiones que pueden calificarse como "políticas" o
"técnicas", menores serán las posibilidades de éxito de la acción intentada.
Sin embargo no hay definiciones esenciales o absolutas acerca del carácter “político” o “técnico” de una cuestión, de
modo que la línea demarcadora entre estas cuestiones y las jurídicas es una frontera movediza.
HIPOTESIS CONFLICTIVAS: A menudo los análisis acerca de las tensiones entre el legislador y justicia
constitucional eluden el hecho de que, en última instancia, ambos elementos tienden a operar en los estados actuales como
un mismo bloque de poder o elite dirigente. Ese condicionamiento disminuye las posibilidades de hipótesis conflictivas
intensas entre instancias jurisdiccionales y políticas, ya que ambas suelen actuar con base en intereses similares y un
comportamiento orientado a un mismo resultado. Más aún, incluso en aquellos casos en los que tiene lugar, la tensión
termina por resolverse con la pronta imposición de uno de los órganos, generalmente el político sobre el otro. En
consecuencia, admite la existencia de facturas parciales, de contradicciones, y por lo tanto, de espacios intersticiales o de
autonomía relativa. Son estos espacios los que permiten halar de cierta legitimidad de tensiones o conflictos entre órganos,
de división de poderes.
En el caso de los modelos puros de control jurisdiccional concentrado y difuso, especialmente en relación entre
estos con los derechos sociales, podría incluso aventurase una ulterior constatación de tipo general. En el modelo típico de
control concentrado.
Las hipótesis conflictivas coinciden con aquellos casos de activismo jurisdiccional, esto es cuando los jueces no se
limitan a actuar de manera deferente con el poder político, sino procuran hacer valer una decisión diferente, cualquiera sea
la intensidad de esta discrepancia. Desde una posición dirigida a maximizar la vigencia de los derechos, esta hipótesis
activista entrañan, como se verá, riegos y potencialidades. Riesgos, en la medida en que una activismo conservador podría
valerse de una interpretación constitucional regresiva para frustrar inversiones políticas socialmente progresivas.
Potencialidades, en la que a medida que, a su vez, una activismo progresivo permitirá neutralizar o, al menos, deslegitimar
los intentos de derrocamiento del contenido normativo de una constitución social a través de medidas políticas restrictivas,
justificadas bajo el paraguas de la “discrecionalidad legislativa”. Dicho esto, procede enumerar las principales hipótesis del
conflicto entre órganos.
1. Desarrollo legislativo que maximiza los derechos + activismo jurisdiccional que los minimiza: en un primer
supuesto, cabría analizar aquellas hipótesis en las que el legislador impulsa una legislación social que maximiza la vigencia
de los derechos sociales y los jueces declaran su inconstitucionalidad, basándose por ejemplo, en la aplicación de otros
preceptos constitucionales en tensión, como la protección de la propiedad privada o la libertad contractual.
Históricamente, en este caso encuentra una plasmación prototípica en el contexto norteamericano de crisis en el
estado liberal y de transición hacia un estado social residual. Hacia la década de los años 30, F.D. Rooselvelt procuró llevar
adelante un audaz proyecto de reforma sociales y regulación de la economía para sofocar la depresión. Su intento, se
estrelló contra la corte suprema que, entre 1934 y 1936, declaro inconstitucionales 11 leyes del congreso que pretendían
imponer el llamado New Deal. Siguiendo la línea dominante del llamado tribunal Lochner, se utilizó la cláusula del “debido
proceso” de las enmiendas V y XV con el objetivo de proteger los derechos de la propiedad y supervisar la legislación social.
El conflicto llegó a un punto tal que Rooselvelt amenazó con aumentar el número de miembros en la corte para obtener una
mayoría favorable. Finalmente, el presidente fue reelegido con una holgada victoria electoral. El espaldarazo en las urnas se
convirtió en una suerte de refundación constitucional que acabó por torcer el rumbo de las sentencias del tribunal supremo.
Como es evidente, se trata de un caso en el que las relaciones entre ambos órganos devienen altamente
conflictivas. Los jueces, alegando sus carácter de “custodios de la constitución”, acaban convirtiendo a ésta en “constitución
de los custodios” y se sitúan en posición de frustrar un programa garantista desde el punto de vista social.
En un principio al menos desde el punto de vista normativo, las posibilidades de éxito de este tipo de intervención
jurisdiccional han disminuido con la incorporación explicita de derechos y mandatos sociales en algunas constitucionales
nacionales, particularmente a partir de la postguerra, y con la admisión, por parte de los estados normativas internacionales
de protección de esta clase de derechos. Estas normas han pasado de desempeñar una función de habilitación o cobertura
normativa de ciertas políticas sociales, debilitando las posibles objeciones de inconstitucionalidad por parte de los órganos
jurisdiccionales. Este avance normativo, sin embargo, debe materializarse por la concurrencia d otros dos procesos de signo
inverso. Por un lado, el progresivo vaciamiento de los parlamentos nacionales como ámbito de decisión de principales
políticas públicas y desplazamiento hacia órganos con escaso o nulo control político o jurisdiccional. Por otro, el
resurgimiento de un cierto constitucionalismo de tipo mercantil en ámbitos supranacionales susceptibles de introducir nuevas
tensiones entre un legislador nacional y los órganos jurisdiccionales supranacionales en materia de derechos y políticas
sociales.
2. Desarrollo legislativo que minimiza los derechos + activismo jurisdiccional que los maximiza: Aquí el legislador
quien, esgrimiendo su discrecionalidad política para desarrollar el programa constitucional, desmantela derechos y políticas
sociales. Los jueces constitucionales, por su parte procuran bien mantener el nivel de las prestaciones existentes,
expulsando o declarando la inaplicabilidad de la normas o preceptos restrictivos, o bien extender su cobertura a colectivos
irrazonablemente omitidos. En el segundo caso se estaría ante la situación de inconstitucionalidad relativa absoluta.
La inconstitucionalidad relativa absoluta viene dada, en este caso, por un desarrollo legislativo de derechos sociales
irrazonablemente parcial. En lo que respecta a los derechos sociales, se estaría ante un supuesto en el que el legislador
concede prestaciones en forma desigualitaria o discriminatoria.
En el sistema italiano, y también el español este tipo de vulneraciones constitucionales ha sido resuelto mediante las
sentencias aditivas de prestación, los jueces, en cumplimiento del principio de igualdad, determinan en lugar de la expulsión
o inaplicabilidad de la normas o precepto restrictivo de los derechos prestacionales, su extensión a determinadas categorías
de sujetos (funcionarios públicos pensionistas, etc.) ilegítimamente excluidos a juicio de los tribunales.
En los casos concretos, sin embargo, la evaluación y caracterización de esta hipótesis resulta más problemática de
lo que puede resultar a simple vista. La afirmación de que la intervención parcial del legislador minimiza la vigencia de los
derechos sociales depende mucho del colectivo cuyo punto de vista se adopte.
La legitimidad de la discriminación realizada por el legislador dependería de un juicio de razonabilidad, que los
tribunales deberían llevar adelante para establecer si se ha vulnerado o no el principio de igualdad.
Una política legislativa dirigida a reducir políticas sociales existentes vulneraría el valor abstractivo o impeditivo de
los derechos sociales constitucionales, así como el principio de no reversibilidad de las políticas públicas
constitucionalmente estipuladas. Frente a la misma, y desde el punto de vista estrictamente normativo, los derechos sociales
constitucionales pasarían a operar, al igual que los derechos civiles y clásicos, como derechos reactivos o negativos,
obligando a la jurisdicción constitucional a expulsar o inaplicar, según el sistema de control, las normas o disposiciones que
comportasen su ilegitimo desmantelamiento. Se trataría de una hipótesis en la que se exige una abstención. La doctrina ha
sostenido que la expectativa de prestaciones sociales generadas por el estado a lo largo del tiempo resultaría asimilables al
derecho de propiedad y que por lo tanto, una restricción por parte del legislador debería generar una indemnización similar a
la exigible en casos de expropiación.
Existen razones de peso que exigen o facilitan la flexibilización del principio de no reversibilidad, en ningún caso
pueden, una vez que se acepta la idea de que la constitución es una norma y no un simple consejo político, utilizarse como
coartada para desvincular jurídicamente al legislador del cumplimiento de las normas constitucionales de contenido social.
Para mitigar los efectos radicales de la expulsión de un precepto o de una norma aprobada por el legislador, muchos
tribunales han incorporado sentencias bilaterales, esto es un mandato al legislador para darle la oportunidad de que sea él
quien corrija su actuación.
Estos mecanismos, mas “dialógico”, comportarían, sobre todo en sistemas jurisdiccionales de control concentrado.
Desde el punto de vista, objetivo, más modesto, del control jurisdiccional consistiría en dar mayor “publicidad” a la actuación
constitucional del legislador, obligándolo a justificar su actuación restrictiva frente a la opinión pública, por lo que operaría
como un medio de deslegitimación de los poderes públicos por incumplimiento constitucional.
3. Omisión legislativa que maximiza los derechos + activismo jurisdiccional que los minimiza: Sería una situación de
hecho en la que los individuo, solo o en asociación con otros, consiguen satisfacer sus necesidades básicas a través de la
autotutela de los derechos (ej.: ocupación de inmueble o tierras productivas). En este supuesto, es e legislador quien actúa
con deferencia frente a una situación que reputa como constitucional, porque los propios involucrados consiguen tutelar
derechos constitucionales con recursos propios (cooperativa de vivienda, granjas colectivas, etc.), bien porque una vez
realizada la debida ponderación de los principios en juego, se estima que, en el caso concreto, un determinado derecho
social ( el derecho a la vivienda digna o derecho a la tierra) tiene prioridad sobre un derecho patrimonial en conflicto también
previsto en la constitución (la propiedad privada, ej.). Frente a esta situación de hecho que favorece la satisfacción de las
necesidades básicas colectivas, los jueces introducirían un “derecho”, y optarían por la interpretación inversa, interpretación
que para el caso priorizara los derechos patrimoniales en cuestión sobre los derechos sociales.
El deber del estado consistiría, al igual que en muchos supuestos referidos a los derechos civiles y políticos clásicos,
en regular las relaciones privadas de manera que los individuos no fueran arbitrariamente despojados de sus derechos
sociales por parte de otros individuos.
4. Omisión legislativa que minimiza los derechos + activismo jurisdiccional que los maximiza: la intervención del
legislador sería restrictiva por omisión y se constituiría en una vulneración de progresividad en la satisfacción de los
derechos sociales. Se trataría de un incumplimiento que podría venir dado por distintas razones.
Constituye una de las hipótesis más típicas de incumplimiento de los derechos sociales constitucionales y una de las
pruebas más evidentes de las insuficiencias de los sistemas de garantía desarrolladas hasta hoy.
Una omisión legislativa relativa sería la otra cara de un desarrollo legislativo minimizador y podría resolverse, no
sólo invocando los derechos sociales constitucionales vulnerados, sino también esgrimiendo el principio de igualdad, de no
discriminación, de debido proceso, etc.
En un caso omisión legislativa absoluta, en primer lugar se trataría de indagar si es posible articular una posición
subjetiva ante los tribunales para obtener la protección de un derecho social en caso de omisión legislativa absoluta. Desde
un punto de vista exclusivamente técnico, es evidente que el propio recurso de amparo o algún mecanismo procesal
semejante, comportaría una vía idónea, tanto de acceso jurisdiccional individual como colectivo.
Para la doctrina dominante los derechos sociales dependen de la “reserva de lo financieramente posible”. Cualquier
intento de control jurisdiccional en ese ámbito importaría una inadmisibilidad en las competencias presupuestarias del
legislador y un vano intento de gestionar lo imposible. Por un lado desde el punto de vista financiero, la distinción entre
derechos civiles y políticos y derechos sociales no es tan tajante como parece. Del mismo modo cuando se exige la
protección de un derecho social, también está demandándose la materialización de un derecho individual. Por otra parte la
“reserva de los financieramente posible” no puede tomarse como una realidad puesta de antemano, y por lo tanto como un
argumento definitivo para la desvinculación jurídica absoluta del legislador. Es una situación de explicita vulneración, los
“límites financieros”, no tienen por qué presumirse, y la jurisdicción bien puede obligar a legislador a justificar su
incumplimiento y, sin imponerle un único remedio de reparación, exige que se ponga en marcha alguno de los que se
encuentra a su alcance.
HIPOTESIS COOPERATIVAS: Podría definirse como hipótesis de deferencia jurisdiccional, como una actuación
autorestrictiva en la que los jueces acompañan o dan cobertura jurídica a las actuaciones en las mayorías legislativas.
Desde una posición interesada en la maximización comportan ventajas y riesgos. Por un lado una actuación
deferente de los jueces podría presentarse como seña de sensibilidad democrática frente a las mayorías legislativas en
cuestiones de expansión de los derechos sociales constitucionales. Por otra parte, en un contexto regresivo, el argumento
de la deferencia o del self-restraint podría convertirse en formula de adecuación funcional a políticas socialmente
minimizadoras y jurídicamente inconstitucionales, en relación no solo con el principio del estado social, sino con los principio
que informan el propio estado de derecho.
1. Desarrollo legislativo que minimiza + deferencia jurisdiccional que también minimiza: Hipótesis en la cual el
legislador, esgrimiendo su libertad política para configurar el programa normativo previsto en la constitución, procede a la
progresiva reducción o al desmantelamiento de los derechos sociales hasta entonces garantizados. La jurisdicción evita el
eventual control de dichas políticas interpretándolas simplemente como disposiciones conformes a la constitución. Una
compresión liberal y procedimental de la constitución en sentido débil. La función de la jurisdicción constitucional se reduciría
al deslinde de competencias y a la prudente defensa de ciertas libertades negativas.
Este tipo de deferencia también suele operar bajo el argumento del respeto a la voluntad democrática expresadas en
las mayorías legislativas, pero en un contexto social y político regresivo, puede convertirse en una solapada vía de
“complicidad” entre poderes, que compromete el valor normativo de las clausulas sociales, y de la constitución en su
conjunto, profundizando así la “tendencia hacia cero” de su eficacia jurídica.
2. Desarrollo legislativo que maximiza + deferencia jurisdiccional que también maximiza: En este caso los jueces
garantizan la cubertura jurídica de este desarrollo legislativo frente a las posibles objeciones planteadas por poderes
privados, por otros sectores del poder legislativo e incluso por órganos estatales. Se trata de una hipótesis frecuente en el
contexto de creación y expansión del estado social.
En el presente marco global, por ejemplo, un nuevo supuesto cooperativo entre jueces y legisladores podría volver a
articularse en caso de una modificación de la correlación de fuerzas políticas y sociales, y de una rehabilitación expansiva
del estado social jurídicamente mediada.
3. Omisión legislativa que minimiza + deferencia jurisdiccional que también minimiza: Se trataría de una situación
fáctica de ausencia o falencia absoluta del derecho, que favorece la concentración de los poderes privados y minimiza los
derechos sociales de los sectores más vulnerables y frente a la cual los operadores constitucionales (legisladores y jueces)
permanecen impasibles. Es decir legislador y juez implemente dejan de hacer.
Hoy un escenario de este tipo aparece claramente favorecido por el modus operandi dominante de la economía
internacional.
4. Omisión legislativa que maximiza + deferencia jurisdiccional que también maximiza: se estaría ante la existencia
de espacios e actuación social no regulados por el derecho, pero que favorecen a la autotutela de los bienes y necesidades
que conforman el núcleo de los derechos sociales. Se trataría de ciertas formas de autogestión de derechos, no interferidas
ni legisladas ni jurisdiccionalmente, aunque acaso amparadas por la constitución. Una vez más la relación entre ambos
órganos seria de cooperación. Tarde o temprano, se producirían de acuerdo al alcance y a la intensidad e la esfera de
autogestión, presiones fácticas que obligarían tanto a los jueces como a legisladores a intervenir en un sentido u otro, lo cual
a su vez, depender del tipo de presión social generada en torno al caso en cuestión.
I. EXCEPCIONES PRELIMINARES
El Estado presentó dos argumentos que denominó como excepciones preliminares, con relación a: i) la alegada
incompetencia parcial del Tribunal para tratar hechos ajenos al marco fáctico y presuntas violaciones a derechos fuera de las
establecidas por la Comisión en sus informes y ii) la alegada falta de agotamiento de recursos internos.
En consecuencia, la Corte desestimó la excepción preliminar de falta de agotamiento de los recursos internos
planteada por el Estado.
IV. HECHOS
Talía Gabriela Gonzales Lluy nació el 8 de enero de 1995 en el cantón de Cuenca, provincia del Azuay, Ecuador. Su
madre es Teresa Lluy, su padre es SGO y su hermano es Iván Lluy. Talía nació y vive con su madre y su hermano en el
cantón de Cuenca, provincia del Azuay, en Ecuador. Cuando tenía tres años de edad, fue contagiada con el virus del VIH al
recibir una transfusión de sangre, proveniente de un Banco de Sangre de la Cruz Roja, en una clínica de salud privada.
El 20 de junio de 1998, cuando tenía 3 años de edad, Talía presentó una hemorragia nasal que no se detenía y fue
llevada por su madre al Hospital Universitario Católico, en el Azuay, Cuenca. Talía estuvo internada durante dos días en el
Hospital Universitario y, posteriormente, fue llevada por su madre a la Clínica Humanitaria Fundación Pablo Jaramillo
ubicada en Cuenca. En la Clínica Humanitaria, Talía fue diagnosticada con púrpura trombocitopénica por el doctor PMT,
médico de la Cruz Roja, quien le confirmó a Teresa Lluy que Talía necesitaba urgentemente una transfusión de sangre y de
plaquetas.
Con el fin de conseguir la sangre necesaria para efectuar la transfusión a Talía, Teresa Lluy acudió al Banco de
Sangre de la Cruz Roja del Azuay donde le indicaron que debía llevar donantes. Teresa Lluy solicitó entonces a algunos
conocidos, entre ellos al señor HSA, que donaran. El 22 de junio de 1998, el señor HSA acudió al Banco de Sangre de la
Cruz Roja para donar su sangre. La señora MRR, auxiliar de enfermería del Banco de Sangre de la Cruz Roja, tomó las
muestras de sangre al señor HSA y entregó las “pintas de sangre” a los familiares y conocidos de Talía. Las transfusiones
de sangre a Talía fueron realizadas el 22 de junio de 1998
El 23 de junio de 1998 la señora EOQ, bioquímica del Banco de Sangre de la Cruz Roja, efectuó por primera vez
exámenes a la muestra de sangre de HSA, incluyendo el examen de VIH.
El 28 de julio y el 13 de agosto de 1998, y el 15 de enero de 1999 se realizaron pruebas de sangre en las que se
confirmó que Talía era una persona con VIH. Cuando se tuvo noticia de que la sangre de HSA tenía VIH, y que Talía había
sido infectada con este virus al recibir una donación de su sangre, Teresa Lluy presentó varios recursos en instancias civiles
y penales en Ecuador.
En septiembre de 1999, cuando Talía tenía 5 años de edad, fue inscrita en el “primer curso de básica” en la escuela
pública de educación básica “Zoila Aurora Palacios”, en la ciudad de Cuenca. Talía asistió a clases normalmente durante
dos meses, sin embargo, en el mes de noviembre la profesora APA se enteró que Talía era una persona con VIH y le
informó al director de la escuela. El director decidió que Talía no asistiera a clases “hasta ver que d[ecían] las [a]utoridades
de [e]ducación o buscar una solución al problema”.
El 8 de febrero de 2000, Teresa Lluy con ayuda del Comisionado del Defensor del Pueblo de Azuay, presentó una
acción de amparo constitucional ante el Tercer Tribunal Distrital de lo Contencioso Administrativo con sede en la ciudad de
Cuenca, en contra del Ministerio de Educación y Cultura representado por el Subsecretario de Educación del Austro; del
director de la escuela
El 11 de febrero de 2000, el Tribunal Distrital de lo Contencioso Nº 3 declaró inadmisible el recurso de amparo
constitucional, considerando que “existía un conflicto de intereses, entre los derechos y garantías individuales de Talía frente
a los intereses de un conglomerado estudiantil, colisión que hacía que predominaran los sociales o colectivos, como lo es, el
derecho a la vida, frente al derecho de la educación.
Además de las dificultades en el trabajo, Teresa Lluy describió en varias oportunidades que su hija y su familia
“habían sido víctimas de la más cruel discriminación, pues se les había impedido tener vivienda propia”. De acuerdo con las
declaraciones de Talía y su familia, fueron obligados a mudarse en múltiples ocasiones debido a la exclusión y el rechazo
del que fueron objeto por la condición de Talía.
V. FONDO
A. Derecho a la vida y derecho a la integridad personal
En lo referido al derecho al derecho a la vida y a la integridad personal, la Corte recordó que el deber de supervisión
y fiscalización es del Estado, aun cuando el servicio de salud lo preste una entidad privada. El Estado mantiene la obligación
de proveer servicios públicos y de proteger el bien público respectivo.
En el presente caso la Corte considera que la precariedad e irregularidades en las que funcionaba el banco de
sangre del cual provino la sangre para Talía es un reflejo de las consecuencias que puede tener el incumplimiento de las
obligaciones de supervisar y fiscalizar por parte de los Estados. La insuficiente supervisión e inspección por parte del Estado
de Ecuador dio lugar a que el banco de sangre de la Cruz Roja continuara funcionando en condiciones irregulares que
pusieron en riesgo la salud, la vida y la integridad de la comunidad.
Este daño a la salud, por la gravedad de la enfermedad involucrada y el riesgo que en diversos momentos de su
vida puede enfrentar la víctima, constituye una afectación del derecho a la vida.
En virtud de lo mencionado en este segmento, dado que son imputables al Estado el tipo de negligencias que
condujeron al contagio con VIH de Talía Gonzales Lluy, Ecuador es responsable por la violación de la obligación de
fiscalización y supervisión de la prestación de servicios de salud, en el marco del derecho a la integridad personal y de la
obligación de no poner en riesgo la vida, lo cual vulnera los artículos 4 y 5 de la Convención Americana en relación con el
artículo 1.1 de la misma.
La Corte destaca la constante situación de vulnerabilidad en que se encontraron Teresa e Iván Lluy al ser
discriminados, aislados de la sociedad y estar condiciones económicas precarias; aunado a esto, el contagio de Talía afectó
en gran manera a toda la familia, ya que Teresa e Iván tuvieron que dedicar los mayores esfuerzos físicos, materiales y
económicos para procurar la sobrevivencia y vida digna de Talía. Todo lo anterior generó un estado de angustia,
incertidumbre e inseguridad permanente en la vida de Talía, Teresa e Iván Lluy.
La discriminación que sufrió Talía fue resultado del estigma generado por su condición de persona viviendo con VIH
y le trajo consecuencias a ella, a su madre y a su hermano.
B. Derecho a la educación
En lo que respecta al derecho a la educación, la Corte recordó que dicho derecho se encuentra contenido en el
artículo 13 del Protocolo de San Salvador.
La Corte concluyó que el riesgo real y significativo de contagio que pusiese en riesgo la salud de las niñas y niños
compañeros de Talía era sumamente reducido. En el marco de un juicio de necesidad y estricta proporcionalidad de la
medida, el Tribunal resaltó que el medio escogido constituía la alternativa más lesiva y desproporcionada de las disponibles
para cumplir con la finalidad de proteger la integridad de las demás niñas del colegio. Si bien la sentencia del tribunal interno
pretendía la protección de los compañeros de clase de Talía, no se probó que la motivación esgrimida en la decisión fuera
adecuada para alcanzar dicho fin.
La Corte concluyó que Talía Gonzáles Lluy sufrió una discriminación derivada de su condición de persona con VIH,
niña, mujer, y viviendo en condición de pobreza. Por todo lo anterior, la Corte considera que el Estado ecuatoriano violó el
derecho a la educación contenido en el artículo 13 del Protocolo de San Salvador, en relación con los artículos 19 y 1.1 de la
Convención Americana en perjuicio de Talía Gonzales Lluy.
REPARACIONES
La Corte estableció que su sentencia constituye per se una forma de reparación. Adicionalmente, ordenó al Estado
brindar gratuitamente, a través de instituciones de salud pública especializada o personal de salud especializada, y de forma
inmediata, oportuna, adecuada y efectiva, el tratamiento médico y psicológico o psiquiátrico a Talía Gonzales Lluy,
incluyendo el suministro gratuito de los medicamentos que eventualmente se requieran, tomando en consideración sus
padecimientos.
Además, la Corte dispuso que el Estado adopte las recomendaciones de la médica o médico de confianza que Talía
señale. Si el médico o la médica de confianza determinan que existe un motivo fundado por el que Talía deba recibir
atención en el sistema privado de salud, el Estado deberá cubrir los gastos necesarios para el restablecimiento de su salud.
La Corte dispuso que el Estado publique el presente resumen oficial, y la Sentencia en su integridad. Asimismo, la
Corte dispuso que el Estado realice un acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional en el Ecuador, en
relación con los hechos de este caso.
La Corte dispuso que el Estado otorgue a Talía Gonzales Lluy una beca para continuar sus estudios universitarios
que no se encuentre condicionada a la obtención de calificaciones que la hagan acreedora de una beca de excelencia.
Dicha beca deberá cubrir todos los gastos para la completa finalización de sus estudios, tanto material académico como
manutención de ser necesaria.
Además, la Corte dispuso que el Estado otorgue a Talía una beca para la realización de un posgrado “en cualquier
universidad del mundo en la que sea aceptada”. Esta beca deberá ser entregada con independencia del desempeño
académico de Talía durante sus estudios en la carrera, y deberá otorgársele, en cambio, en atención a su calidad de víctima
por las violaciones declaradas en la Sentencia.
La Corte ordenó que el Estado entregue a Talía Gonzales Lluy una vivienda digna en el plazo de un año, contado a
partir de la emisión de la presente Sentencia.
Por otro lado, el Tribunal dispuso que el Estado realice un programa para la capacitación de funcionarios en salud
sobre mejores prácticas y derechos de los pacientes con VIH, así como sobre la aplicación de los procedimientos
establecidos en la Guía de Atención Integral para Adultos y Adolescentes con infección por VIH/SIDA y la adopción de
medidas positivas para evitar o revertir las situaciones de discriminación que sufren las personas con VIH, y en especial las
niñas y los niños con VIH, en el que se haga mención a los estándares establecidos en la presente Sentencia.
Finalmente, la Corte dispuso que el Estado pague las cantidades fijadas por concepto de indemnizaciones por daño
material e inmaterial, y reintegro de costas y gastos; y que reintegre las costas y gastos, así como el monto del Fondo de
Asistencia Legal de Víctimas de la Corte.