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BOLILLA 2

TEXTO 1- ABRAMOVICH- LOS DERECHOS SOCIALES


1. Los derechos sociales en tanto derechos
Aunque la gran mayoría de las Constituciones de América Latina, la de España y la de Portugal estén alineadas
dentro del denominado constitucionalismo social, se ha repetido hasta el hartazgo que las normas que establecen derechos
sociales son sólo normas programáticas, que no otorgan derechos subjetivos en el sentido tradicional del término, o que no
resultan justiciables.
De este modo, se traza una distinción entre el valor normativo de los denominados derechos civiles -o derechos de
autonomía, o derechos-libertades-, que sí se consideran derechos plenos, y los derechos sociales, a los que se asigna un
mero valor simbólico o político, pero poca virtualidad jurídica.
Las supuestas distinciones entre derechos civiles y derechos sociales no son tan tajantes como pretenden los
partidarios de la doctrina tradicional. La principal diferencia que señalan los partidarios de dicha doctrina reside en la
distinción entre obligaciones negativas y positivas: de acuerdo a esta línea de argumentación, los derechos civiles se
caracterizarían por establecer obligaciones negativas para el Estado –por ejemplo, abstenerse de matar, de torturar, de
imponer censura, de violar la correspondencia, de afectar la propiedad privada- mientras que los derechos sociales exigirían
obligaciones de tipo positivo -por ejemplo, dar prestaciones de salud, educación o vivienda-.
En el primer caso, se dice, el Estado cumpliría su tarea con la mera abstención, sin que ello implique la erogación de
fondos, y por ende, el control judicial se limitaría a la anulación de aquellos actos realizados en violación a aquella obligación
de abstención. Contra la exigibilidad de los derechos sociales, aun cuando tengan reconocimiento constitucional, se dice que
como se trata de derechos que establecen obligaciones positivas, su cumplimiento depende de la disposición de fondos
públicos, y que por ello el Poder Judicial no podría imponer al Estado el cumplimiento de conductas de dar o hacer.
Los derechos civiles no se agotan en obligaciones de abstención por parte del Estado: exigen conductas positivas,
tales como la reglamentación -destinada a definir el alcance y las restricciones de los derechos-, la actividad administrativa
de regulación, el ejercicio del poder de policía, la protección frente a las interferencias ilícitas del propio Estado y de otros
particulares, la eventual imposición de condenas por parte del Poder Judicial en caso de vulneración, la promoción del
acceso al bien que constituye el objeto del derecho.
Muchos de los llamados derechos civiles se caracterizan justamente por exigir la acción y no la abstención del
Estado: piénsese, por ejemplo, en el derecho a contar, en caso de acusación penal, con asistencia letrada costeada por el
Estado en caso de carecer de recursos suficientes, o en el derecho a garantías judiciales adecuadas para proteger otros
derechos.
Todo derecho, entonces, requiere para su efectividad obligaciones positivas y negativas. En línea con esta idea,
autores como Fried van Hoof o AsbjørnEide proponen un esquema interpretativo consistente en el señalamiento de "niveles"
de obligaciones estatales, que caracterizarían el complejo que identifica a cada derecho, independientemente de su
adscripción al conjunto de derechos civiles o al de derechos sociales. De acuerdo a la propuesta de van Hoof, por ejemplo,
podrían discernirse cuatro "niveles" de obligaciones: obligaciones de respetar, obligaciones de proteger, obligaciones de
asegurar y obligaciones de promover el derecho en cuestión. Las obligaciones de respetar se definen por el deber del
Estado de no injerir, obstaculizar o impedir el acceso el goce de los bienes que constituyen el objeto del derecho. Las
obligaciones de proteger consisten en impedir que terceros interfieran, obstaculicen o impidan el acceso a esos bienes. Las
obligaciones de asegurar suponen asegurar que el titular del derecho acceda al bien cuando no puede hacerlo por sí mismo.
Las obligaciones de promoverse caracterizan por el deber de desarrollar condiciones para que los titulares del derecho
accedan al bien.
Este marco teórico, entiende van Hoof, refuerza la unidad entre los derechos civiles y políticos y los derechos
económicos, sociales y culturales, pues los distintos tipos de obligaciones estatales pueden ser hallados en ambos pares de
derechos. Por ejemplo, señala vanHoof, la libertad de expresión no requiere sólo el cumplimiento de la prohibición de
censura sino que exige la obligación de crear condiciones favorables para el ejercicio de la libertad de manifestarse -
mediante la protección policial-, y del pluralismo de la prensa y de los medios de comunicación en general. Paralelamente
los derechos económicos, sociales y culturales no requieren solamente obligaciones de garantizar o de promover, sino que
también exigen un deber de respeto o de protección del Estado.

2. El problema de la exigibilidad de los derechos sociales


Este recurso a la protección judicial en caso de afectación del bien que se pretende tutelar constituye un elemento
central en la definición de la noción de "derecho" -aunque, como lo hemos sugerido, no el único-: la existencia de algún
poder jurídico de reclamo de su titular en caso de incumplimiento de la obligación debida. El reconocimiento de los derechos
sociales como derechos plenos no se alcanzará hasta superar las barreras que impiden su adecuada justiciabilidad,
entendida como la posibilidad de reclamar ante un juez o tribunal de justicia el cumplimiento al menos de algunas de las
obligaciones que se derivan del derecho .De modo que, aunque un Estado cumpla habitualmente con la satisfacción de
determinadas necesidades o intereses tutelados por un derecho social, no puede afirmarse que los beneficiados por la
conducta estatal gozan de ese derecho como derecho subjetivo, hasta tanto verificar si la población se encuentra en realidad
en condiciones de demandar judicialmente la prestación del Estado ante un eventual incumplimiento. Lo que calificará la
existencia de un derecho social como derecho pleno no es simplemente la conducta cumplida por el Estado, sino también la
posibilidad de reclamo ante el incumplimiento: que -al menos en alguna medida- el titular/acreedor esté en condiciones de
producir mediante una demanda o queja, el dictado de una sentencia que imponga el cumplimiento de la obligación
generada por su derecho.
Si, como hemos venido diciendo, no existen diferencias de sustanciales entre las obligaciones correspondientes a
derechos civiles y derechos sociales, debe cuestionarse vigorosamente la idea de que sólo los derechos civiles resultan
justiciables. Cabe, en ese sentido, referir la opinión del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales contenida en
su Opinión General
Nro. 9 ("La aplicación interna del Pacto"), de 1998:
"En lo relativo a los derechos civiles y políticos, generalmente se da por supuesto que es fundamental la existencia
de recursos judiciales frente a las violaciones de esos derechos.
Lamentablemente, en lo relativo a los derechos económicos, sociales y culturales, con demasiada frecuencia se
parte del supuesto contrario. Esta discrepancia no está justificada ni por la naturaleza de los derechos ni por las
disposiciones pertinentes del Pacto. El Comité ya ha aclarado que considera que muchas de las disposiciones del Pacto
pueden aplicarse inmediatamente. A este respecto, es importante distinguir entre justiciabilidad (que se refiere a las
cuestiones que pueden o deben resolver los tribunales) y las normas de aplicación inmediata (que permiten su aplicación por
los tribunales sin más disquisiciones). Aunque sea necesario tener en cuenta el planteamiento general de cada uno de los
sistemas jurídicos, no hay ningún derecho reconocido en el Pacto que no se pueda considerar que posee en la gran mayoría
de los sistemas algunas dimensiones significativas, por lo menos, de justiciabilidad.
La actividad positiva del Estado que resulta violatoria de los límites negativos impuestos por un determinado derecho
económico, social o cultural resulta cuestionable judicialmente y, verificada dicha vulneración, el juez decidirá privar de valor
jurídico a la acción o a la manifestación de voluntad del Estado viciada, obligándolo a corregirla de manera de respetar el
derecho afectado.
Puede concederse que en el caso límite, es decir, el incumplimiento general y absoluto de toda obligación positiva
por parte del Estado, resulta sumamente difícil promover su cumplimiento directo a través de la actuación judicial. Cabe
otorgar razón a algunas de las habituales objeciones efectuadas en esta materia: el Poder Judicial es el menos adecuado
para realizar planificaciones de política pública, el marco de un caso judicial es poco apropiado para discutir medidas de
alcance general, la discusión procesal genera problemas dado que otras personas afectadas por el mismo incumplimiento
no participan del juicio, el Poder Judicial carece de medios compulsivos para la ejecución forzada de una sentencia que
condene al Estado a cumplir con la prestación omitida para todos los casos involucrados, o bien para dictar la
reglamentación omitida, etcétera.
En principio, resulta difícilmente imaginable la situación en la cual el Estado incumpla total y absolutamente con toda
obligación positiva vinculada con un derecho social. El Estado cumple en parte con derechos tales como el derecho a la
salud, a la vivienda o a la educación, a través de regulaciones que extienden obligaciones a particulares, interviniendo en el
mercado a través de reglamentaciones y del ejercicio del poder de policía, apriori (a través de autorizaciones, habilitaciones
o licencias) o a posteriori (a través de la fiscalización). De modo que, cumplida en parte la obligación de tomar medidas
tendentes a garantizar estos derechos, aun en los casos en los que las medidas no impliquen directamente la prestación de
servicios por el Estado, queda siempre abierta la posibilidad de plantear judicialmente la violación de obligaciones del Estado
por asegurar discriminatoriamente el derecho. Las posibilidades son más evidentes cuando el Estado presta efectivamente
un servicio en forma parcial, discriminando a capas enteras de la población. Pueden subsistir, evidentemente, dificultades
procesales y operativas en el planteo de casos semejantes, pero difícilmente pueda discutirse que la realización parcial o
discriminatoria de una obligación positiva no resulte materia justiciable.
En segundo lugar la violación general al derecho a la salud puede reconducirse o reformularse a través de la
articulación de una acción particular, encabezada en un titular individual, que alegue una violación producida por la falta de
producción de una vacuna, o por la negación de un servicio médico del que dependa la vida o la salud de esa persona, o por
el establecimiento de condiciones discriminatorias en el acceso a la educación o a la vivienda, o en el establecimiento de
pautas irrazonables o discriminatorias en el acceso a beneficios de asistencia social.
En tercer lugar, aun en casos en los que la sentencia de un juez no resulte directamente ejecutable por requerir de
provisión de fondos por parte de los poderes políticos, cabe resaltar el valor de una acción judicial en la que el Poder Judicial
declare que el Estado está en mora o ha incumplido con obligaciones asumidas en materia de derechos sociales. Las
sentencias obtenidas pueden constituir importantes vehículos para canalizar hacia los poderes políticos las necesidades de
la agenda pública, expresadas en términos de afectación de derechos, y no meramente de reclamo efectuado, por ejemplo,
a través de actividades de lobby o demanda político-partidaria. Como dice José Reinaldo de Lima Lopes, "el Poder Judicial,
provocado adecuadamente, puede ser un poderoso instrumento de formación de políticas públicas. Ejemplo de eso es el
caso de la seguridad social brasileña.
Parece evidente que, en este contexto, es importante establecer mecanismos de comunicación, debate y diálogo a
través de los cuales se "recuerde" a los poderes públicos los compromisos asumidos, forzándolos a incorporar dentro de las
prioridades de gobierno la toma de medidas destinadas a cumplir con sus obligaciones en materia de derechos sociales.
Resulta especialmente relevante a este respecto que sea el propio Poder Judicial el que "comunique" a los poderes políticos
el incumplimiento de sus obligaciones en esta materia. Cuando el poder político no cumpla con las obligaciones frente a las
que es "puesto en mora" por el Poder Judicial, se enfrentará a la correspondiente responsabilidad política que derive de su
actuación morosa ante su propia población.
Por último algunas objeciones dirigidas contra la justiciabilidad de los derechos sociales son circulares, ya que lo
único que señalan es que los instrumentos procesales tradicionales -surgidos en el contexto de litigios que tenían como
medida el interés individual, el derecho de propiedad y una concepción abstencionista del Estado- resultan limitados para
exigir judicialmente estos derechos. Esta limitación no es absoluta: en muchos casos las acciones existentes pueden
emplearse perfectamente para reclamar individualmente el cumplimiento de una prestación, y en otros puede reconducirse
la exigencia de derechos sociales al reclamo de derechos civiles.
Al respecto, es pertinente recordar la línea argumentativa del Comité de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, plasmada en la ya mencionada Opinión General Nro. 9. El Comité interpreta la obligación de
adoptar medidas de orden interno para dar plena efectividad a los derechos establecidos en el PIDESC, contenida en el art.
2.1 del Pacto, a la luz de dos principios:
a) la obligación de los Estados de modificar el ordenamiento jurídico interno en la medida necesaria para dar
efectividad a las obligaciones dimanantes de los tratados en los que sean Parte, y
b) el "derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que
violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley", establecido por el artículo 8 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos.
De modo que, lejos de entender que los derechos económicos, sociales y culturales no son justiciables, el Comité
establece la fuerte presunción de que la falta de recursos judiciales adecuados, que permitan hacer justiciables estos
derechos, constituye una violación autónoma del Pacto.

En síntesis, no existe derecho económico, social o cultural que no presente al menos alguna característica o faceta
que permita su exigibilidad judicial en caso de violación.
3- Algunos obstáculos a la exigibilidad judicial de los derechos sociales
– Me referiré a algunos obstáculos de índole practica – a veces acompañado de objeciones teóricas- para hacer
plenamente exigibles los derechos sociales establecidos en una constitución por vía reglamentaria ante el incumplimiento de
los poderes obligados primariamente, es decir los poderes políticos.
A) La determinación de la conducta debida
Un primer obstáculo a la justiciabilidad de los derechos sociales está vinculado con la falta de especificación
concreta del contenido de estos derechos, cuando una constitución o un tratado internacional de derechos humanos hablan
de derecho a la salud, a la educación, a la vivienda, resulta difícil saber cuál es la medida exacta de las prestaciones o
abstenciones debidas.
Este obstáculo sugiere varios comentarios. En primer lugar, no se trata de un problema ligado solo a los Derechos
Sociales: La determinación del contenido de un derecho de raigambre constitucional se ve afectado por el mismo
inconveniente que radica en la vaguedad característica del lenguaje natural en el que se expresan las normas jurídicas. Sin
embargo esta dificultad jamás llevo a la afirmación de que los Derechos Civiles no sean derechos o no sean exigibles
judicialmente, sino más bien a la tarea de especificación de su contenido y limites, a partir de distintos procedimientos de
afinamiento de su significado.
La tarea de definición del alcance del derecho corresponde primariamente al legislador y –por vía reglamentaria- a la
administración. Un ejemplo de esa tarea en materia de derecho a la salud, es, en la Argentina, el desarrollo de una
tendencia a la especificación de las prestaciones mínimas debidas por las distintas instancias que forman parte del sistema
nacional de seguro de salud.
En segundo lugar, cabe señalar que los problemas de falta de especificación del contenido de un derecho son
típicos de las normas constitucionales, ya que se trata de normas de mayor nivel de generalidad del orden jurídico. Del
reconocimiento de la generalidad del texto de una Constitución o de un Tratado de Derechos Humanos no se sigue la
imposibilidad absoluta de señalar casos en los que, pese a la inexistencia de especificación ulterior de su contenido, un
Derecho resulta violado: si ello fuera así, sería imposible decir que la reglamentación de un derecho es inconstitucional y ello
equivaldría a privar completamente de significado al lenguaje en el que se expresan una Constitución o un Tratado de
Derechos Humanos. La existencia de una tradición de revisión judicial de constitucionalidad en Argentina es un ejemplo de
la posibilidad de verificar la compatibilidad de una conducta activa u omisiva, o bien de una norma inferior con un derecho
reconocido en una Constitución o en un Tratado. Si esto es así ante un Derecho Civil, no se ve por qué no podría serlo en el
caso de un Derecho Social.
La tercera observación está dada por la necesidad de considerar un doble orden de condicionamiento vinculado con
la determinabilidad de la conducta debida cuando se trata de derechos sociales. Hasta aquí nos referimos a la
determinabilidad semántica del contenido de esos derechos, es decir a la especificación de la conducta debida por vía
reglamentaria, jurisprudencial y dogmatica. Otra forma de determinabilidad, es decir de estrechamiento de alternativas
posibles ante el establecimiento de un deber legal por parte de una Constitución o Tratado de Derechos Humanos es la
determinabilidad fáctica. En muchos supuestos, pese a que la conducta debida por el obligado no está específicamente
reglado por un texto normativo, fácticamente existe uno o un número limitado de recursos de acción determinables para el
respeto, garantía o satisfacción del derecho de que se trate.
El examen judicial no debe centrarse sobre la determinación de una conducta concreta a ser exigida por el Estado.
Cuando el Estado asume una vía de acción en el cumplimiento de la obligación de adoptar medidas de satisfacción de un
derecho social, el Poder Judicial puede analizar también la elección efectuada por el estado a partir de nociones tales como
la razonabilidad, o bien el carácter adecuado o apropiado que tampoco son ajenas al control judicial de los poderes políticos.
B – La autorrestricción del Poder Judicial frente a cuestiones políticas y técnicas.
Otro de los tradicionales obstáculos para hacer justiciables los Derechos Sociales reside en el criterio restrictivo que
suele emplear la magistratura a la hora de evaluar su facultad de invalidar decisiones que pueden calificarse de políticas. Así
cuando la reparación de una violación de Derechos Sociales importa un acción positiva del Estado que pone en juego
recursos presupuestarios, afecta la ejecución de políticas públicas, los jueces suelen considerar que tales cuestiones son
propia de la competencia de los órganos políticos.
El margen de discrecionalidad de la administración es mayor y por ende menor la voluntad de contralor judicial-
cuando el acto administrativo se adopta sobre la base de un conocimiento técnico que se presupone propio de la
administración y ajeno a la idoneidad del órgano jurisdiccional.
Lo que nos interesa analizar aquí no es cómo superar esta restricción en el plano de una teoría constitucional o
política, sino de qué manera esta "forma de actuar" tradicional de la judicatura puede afectar la exigibilidad de los derechos
sociales. Cuando mayor sea el margen de debate con relación a estas cuestiones que pueden calificarse como "políticas" o
"técnicas", menores serán las posibilidades de éxito de la acción intentada.
Sin embargo no hay definiciones esenciales o absolutas acerca del carácter “político” o “técnico” de una cuestión, de
modo que la línea demarcadora entre estas cuestiones y las jurídicas es una frontera movediza.

C- La inadecuación de los mecanismos procesales tradicionales para la tutela de Derechos Sociales


Las acciones judiciales tradicionales tipificadas por el ordenamiento jurídico han sido pensadas para la protección de
los derechos civiles clásicos.
Para verificar las dificultades que genera el marco teórico en el que se fundan las acciones tradicionales para
proteger adecuadamente derechos sociales se dan los siguientes ejemplos:
a. La incidencia colectiva de la mayoría de los derechos sociales provoca problemas de legitimación activa, que no
se limitan a la etapa de formulación de la acción, sino que se prolongan durante las diferentes etapas del proceso. Esta
circunstancia pone en evidencia que las acciones y los procedimientos están previstos para dilucidar conflictos individuales;
b. Las violaciones de los derechos sociales requieren al mismo tiempo satisfacción urgente y amplitud de prueba,
pero estas dos cuestiones son excluyentes para la elección de los mecanismos tradicionales de tutela. Acciones tales como
la de amparo, tutela, protección u otras similares requieren un derecho líquido, y las medidas cautelares un derecho
verosímil, y en ambos tipos de procedimiento el ordenamiento procesal y la jurisprudencia restringen al mínimo el marco
probatorio del proceso;
c. Las sentencias que condenan al Estado a cumplir obligaciones de hacer no cuentan con resguardos procesales
suficientes y resultan por ello de dificultosa ejecución.
Aun advirtiendo esta dificultad es perfectamente posible deslindar distintos tipos de situaciones en las que la
violación de estos derechos resulta corregible mediante la actuación judicial con los instrumentos procesales hoy existentes.
Cabe señalar, además, que de la inexistencia de instrumentos procesales concretos para remediar la violación de ciertas
obligaciones que tienen como fuente derechos económicos, sociales y culturales no se sigue de ningún modo la
imposibilidad técnica de crearlos y desarrollarlos.
Aunque algunas de las cuestiones mencionadas plantean inconvenientes, lejos están de constituir una barrera
insuperable para discutir judicialmente la violación de derechos sociales. Parte de la tradición del derecho procesal
contemporáneo ha comenzado hace tiempo a hacerse cargo de estas dificultades de inadecuación del instrumental procesal
heredado, señalando las necesidades de adaptación de las acciones judiciales previstas por los códigos de procedimiento a
problemas tales como la incidencia colectiva de ciertos ilícitos, o la necesidad de atender urgentemente violaciones
irreparables de bienes jurídicos fundamentales. Son ejemplo de esta tendencia la acción de amparo individual y colectivo,
los desarrollos en materia de medidas cautelares, la legitimación del Ministerio Publico o del Defensor del Pueblo para
representar intereses colectivos.

D- La escasa tradición de control en la materia


Por último, otro obstáculo de índole cultural, es la ausencia de tradición de exigencia de estos derechos en especial
en los casos de derechos que se definen fundamentalmente por una prestación, como los derechos a la salud, educación,
vivienda, entre otros. Pese a la existencia de normas de jerarquía constitucional que consagran estos derechos,
concepciones conservadoras, han provocado una escasa práctica de exigencia judicial de estos derechos, y un menosprecio
de las normas que los instituyen.
A este problema se suma la falta de percepción de ciertos conflictos vinculados con la violación de derechos
sociales, en términos de violación de derechos por las propias víctimas. En otros casos, aun cuando el conflicto sea
percibido en términos jurídicos, las víctimas de estas violaciones dirigen su lucha hacia otras estrategias de reclamo -como
la protesta pública, las campañas de divulgación y de presión, entre otras-, a partir de su desconfianza, en la actuación del
Poder Judicial y de los abogados. Sin menospreciar esta dificultad, no existen razones que nos fuercen a pensar que las
cosas no puedan cambiar. La manera de revertirla es, avanzar en el planteo de casos judiciales sólidos, en los que se
reclame ante la violación de derechos sociales. La gradual acumulación de precedentes judiciales, hará posible un cambio
de actitud por parte de los tribunales, y una mayor visibilidad de la posibilidad de reclamo judicial por parte de las propias
víctimas.

TEXTO 2- Uprinmy, Rodrigo: ―Las Transformaciones Constitucionales recientes en América Latina.


Desde mediados de los años 80, y en especial a partir de los 90, América Latina ha conocido un intenso período de
cambios constitucionales, puesto que casi todos los países adoptaron nuevas constituciones o bien introdujeron reformas
importantes a sus constituciones vigentes.
Existen diferencias muy importantes entre los cambios constitucionales en los distintos países, al menos por 3
razones: A) POR EL ORIGEN Y NATURALEZA DEL PROCESO: en algunos casos las nuevas constituciones fueron el
resultado natural de la caída de las dictaduras militares (Brasil, Paraguay) otras buscan reforzar regímenes democráticos
con problemas de legitimidad (México, Colombia) y en otros se encuentra vinculada al derrumbe del sistema de partidos
anterior y el ascenso de nuevas fuerzas políticas (Venezuela, Bolivia); B) POR SU INTENSIDAD: mientras varios países
adoptaron nuevas constituciones (a veces distintas de las derogadas) otras naciones mantuvieron las existentes e
introdujeron cambios trascendentales (Argentina); C) POR SU ORIENTACION: mientras la CN de Ecuador (2008) y Bolivia
(2009) representan un constitucionalismo transformador y experimental con claras orientaciones anticapitalistas y
anticolonialistas; la CN Peruana (1993) presenta importantes orientaciones neoliberales.
Con un fin descriptivo, se agrupan los cambios distinguiendo entre aquellos relativos a las “parte dogmática” y otros
más vinculados a la llamada “parte orgánica”.

LAS VARIACIONES DE LA PARTE DOGMATICA: RECONOCIMIENTO DE LA DIVERSIDAD EN MULTIPLES


CAMPOS Y AMPLIACION Y PROTECCION DE LOS Dº INDIVIDUALES Y COLECTIVOS
Un breve examen de las orientaciones de las reformas recientes muestran rasgos comunes en la definición de los
ppios ideológicos del estado y en la regulación de los dº y deberes ciudadanos:
PRIMERO: en la mayoría de las reformas se modifica el entendimiento de la unidad nacional, remarcando que esta
no es fruto de una homogeneización de las diferencias culturales; sino que es un reconocimiento acentuado de las
diferencias y una mayor valorización del pluralismo en todas sus formas. Muchas CN empiezan a definir sus naciones como
pluriétnicas y pluriculturales y establecen como ppio la promoción de la diversidad (constitucionalismo de la diversidad).
SEGUNDO: las nuevas constituciones latinoamericanas tienden a reconocer la igualdad entre las distintas
confesiones religiosas, incluyendo las de las poblaciones indígenas. El reconocimiento de la diversidad étnica y cultural
viene acompañado entonces de la consagración de la diversidad y la igualdad religiosa.
TERCERO: las reformas constitucionales amparan sobre todo a grupos tradicionalmente discriminados, como los
indígenas y las comunidades negras, a los cuales en ciertos países se les reconocen dº especiales y diferenciadas de
ciudadanía; en la medida en que establecen circunscripciones especiales de representación política para estas
comunidades, se incorporan sus lenguas oficiales y se les reconoce un poder judicial propio y autonomía en sus territorios
para la decisión de ciertos conflictos, de acuerdo a sus cosmovisiones. Esta tendencia adquiere visos aún más radicales en
las recientes constituciones boliviana y ecuatoriana que superan el marco del constitucionalismo liberal, incluso en su
versión pluricultural y multiétnico, dado que avanzan hacia formas constitucionales distintas que son plurinacionales,
interculturales y experimentales.
CUARTO: la casi totalidad de las reformas ha sido muy generosa en el reconocimiento de dº constitucionales a sus
habitantes, pues no sólo incorporaron los dº civiles y políticos heredados de las tradiciones demoliberales (intimidad, debido
proceso, libertad de expresión) sino que también establecieron ampliamente los dº económicos, sociales y culturales
(educación, vivienda, salud) e incluso avanzaron en el reconocimiento de formas de dº colectivos, en especial el dº al medio
ambiente, pero también dº especiales de autonomía y ciudadanía a ciertos grupos poblacionales, en especial a los
indígenas. En este aspecto la CN ecuatoriana plantea novedades ya que establece el dº al agua e incluso reconoce el dº a la
naturaleza o “Pachamama”.
Las técnicas de reconocimiento de esos dº ha tenido algunas variaciones nacionales; en algunos casos como
Argentina el mecanismo fue la constitucionalización directa y expresa de numerosos tratados de DH; en otros como Brasil, el
mecanismo fue directamente definir y establecer esos dº en el texto constitucional; otros ordenamientos como el colombiano
y el venezolano usaron ambos mecanismos.
QUINTO: este reconocimiento de dº constitucionales se acompañó con una apertura al dº internacional de los DH:
Jueces nacionales ampliaron los estándares internacionales de DH a través de figuras como el bloque de constitucionalidad.
SEXTO: estos cambios han erosionado el sistema tradicional de fuentes jurídicas y el papel central que tenían: las
fuentes se han multiplicado, haciendo más complejo el dº puesto que para conocerlo no basta consultar la ley, pues hay que
recurrir también a los desarrollos del dº internacional de los DH junto con el reconocimiento de los dº indígenas.
SEPTIMO: fuerte compromiso con la igualdad, no sólo prohibiendo la discriminación por raza, género y otros
factores, sino también ordenando a las autoridades políticas especiales acciones afirmativas para lograr que esta sea real y
efectiva. El constitucionalismo latinoamericano autoriza o incluso exige la adopción de ciertos enfoques de género en las
políticas públicas y en los desarrollos jurídicos.
OCTAVO: este generoso reconocimiento de dº de distintas tradiciones llevó a varios textos constitucionales a
incorporar la fórmula ideológica del llamado “Estado social y democrático de dº” como marco ideológico de las nuevas
organizaciones jurídicas derivadas de estas reformas constitucionales. Algunos textos incorporaron la idea de que no sólo se
trata de un estado social de dº sino también de justicia y de dº, para enfatizar la importancia de la búsqueda de un orden
social justo que ampare todos los dº.
NOVENO: la mayor parte de las reformas quiso explícitamente que el reconocimiento de los dº fundamentales no
fuera puramente retórico sino que tuviera eficacia práctica, por lo que se ampliaron los mecanismos de protección y garantía
de esos dº; por ejemplo, a través del amparo o la tutela, creando tribunales constitucionales en los tribunales supremos,
previeron formas de ombudsman o defensores del pueblo que tienen a su cargo la promoción y protección de los DH.
Todos estos cambios más ideológicos y vinculados al discurso de los DH y a la reconsideración del sentido de la
construcción nacional, estuvieron acompañados por 2 temas relacionados al vínculo del estado con la economía: A) la
mayor parte de las reformas optaron por vincular sus economías a las de sus vecinos, pues casi todas proclamaron
explícitamente su adhesión a los principios de integración latinoamericana. B) la mayor parte de las reformas plantean
reconsideraciones de la función económica del estado; en este punto no hay tendencia común: mientras textos
constitucionales como el peruano tienden a ser más favorables a los mecanismos de mercado, constituciones como la
ecuatoriana o boliviana refuerzan el papel del estado en la economía y tienen incluso tendencias anticapitalistas.
LOS CAMBIOS EN LOS MECANISMOS DE PARTICIPACION Y EN LA PARTE INSTITUCIONAL U ORGANICA
Las reformas constitucionales de las dos últimas décadas trajeron aparejados cambios importantes tanto en los
mecanismos de participación ciudadana como en el diseño de las instituciones.
PRIMERO: la mayor parte de las reformas estuvieron orientadas por la idea de ampliar y fortalecer la democracia y
los espacios de participación ciudadana. Por ello, no se limitaron a restablecer la democracia representativa sino que
intentaron generar nuevos espacios de participación ciudadana, básicamente por dos vías distintas: el reconocimiento y
ampliación de los mecanismos de democracia directa (consultas populares y referendos) y la creación de instancias
ciudadanas de control de la gestión pública (asociaciones de usuarios que vigilan la gestión de servicios públicos).
SEGUNDO: varias constituciones se esforzaron por reconocer explícitamente en el propio texto constitucional
alguna forma de organización electoral autónoma y especializada, a fin de asegurar una mayor imparcialidad y transparencia
en los procesos electorales. Algunas recurrieron a la creación de un órgano judicial y otras instauraron organismos no
judiciales, pero en todo caso se trata en general de instancias especializadas y autónomas.
TERCERO: desde el punto de vista de la organización territorial del poder, la casi totalidad de las reformas fortaleció
los procesos de descentralización para lo cual recurrió a 3 dispositivos institucionales complementarios: A) se amplió el nº de
funcionarios locales electos por el voto popular. B) se trasladaron nuevas competencias, sobre todo en materia de gasto
social, a las entidades locales. C) se establecieron mecanismos para reforzar económicamente a las autoridades locales
(transferencias de recursos del gobierno central a los gobiernos locales).
CUARTO: directamente ligado a esos esfuerzos por ampliar la democracia local, ya sea con nuevos mecanismos de
participación, ya sea robusteciendo la democracia local, las reformas buscaron reforzar las instancias estatales de control
fortaleciendo su autonomía y su capacidad fiscalizadora. Estas instituciones de control juegan un doble papel en estos
procesos de reformar, pues no sólo son mecanismos horizontales de rendición de cuentas que buscan un mayor equilibrio
de poderes, sino que también operan como formas verticales de rendición de cuentas y de reforzamiento de la capacidad de
los ciudadanos de reclamar sus dº ya que actúan entre las instancias políticas como voceras de los reclamos de las
personas.
QUINTO: este fortalecimiento de las instancias de control también va acompañado por un elemento común a todos
los procesos constitucionales en la región, que fue el esfuerzo por robustecer el sistema judicial, no sólo para incrementar su
eficacia en la persecución del delito y en la tramitación de los conflictos, sino también para incrementar su independencia
que se consideraba precaria en toda la región. Un mecanismo común fue la tentativa de sustraer el nombramiento y la
carrera de los jueces de la injerencia directa del poder ejecutivo por medio de la creación de instancias autónomas de
administración judicial encargadas en forma parcial de la selección de los jueces usualmente denominados Consejo Superior
de la Magistratura. Por ejemplo: Argentina, Perú o Paraguay incorporaron consejos de la magistratura en sus constituciones
para fortalecer la independencia judicial.
SEXTO: se buscó rediseñar el régimen político con el objeto de lograr un mayor equilibrio entre los órganos y las
ramas del poder público, a fin de superar los excesos del poder presidencial, que eran vistos como una de las raíces del
autoritarismo. Por ello, la mayor parte de las reformas tendió a reducir ciertas facultades presidenciales y a incrementar la
capacidad de control y de decisión de los congresos. Esta morigeración del presidencialismo fue limitada, pues no sólo
ningún país latinoamericano optó por fórmulas parlamentarias, sino que, además, las constituciones de la región
conservaron para el presidente poderes enormes frente al modelo presidencial clásico, como ser la posibilidad de nombrar y
remover directamente, sin ninguna intervención del congreso, a sus ministros. Estos esfuerzos fueron acompañados,
paradójicamente, por una tendencia generalizada a aprobar la posibilidad de la reelección inmediata del presidente. Lo que
demuestra que los esfuerzos por moderar el excesivo poder presidencial terminaron siendo moderados.
SEPTIMO: tendencia a reconocer la existencia de organismos estatales autónomos, encargados de funciones
técnicas de regulación, en especial en materia económica, que no encajaban dentro de la división clásica de poderes (mayor
autonomía del Banco Central y otros organismos de regulación).
OCTAVO: el reconocimiento de organismos estatales autónomos distintos a los 3 poderes clásicos y el
fortalecimiento de los organismos de control y de la organización estatal estuvieron acompañados igualmente por un intento
de reformular y superar la teoría clásica de las 3 ramas del poder. Esto no implica un abandono de la idea de división de
poderes sino la posibilidad de prever otras ramas de poder y prever la existencia de órganos autónomos por fuera de los
poderes clásicos.
TENDENCIAS CONSTITUCIONALES COMUNES Y DIVERSIDADES NACIONALES
A) TENDENCIAS COMUNES ¿UN NEOCONSTITUCIONALISMO TRANSFORMADOR, MAS IGUALITARIO,
PARTICIPATIVO Y QUE CONTEMPLE LA DIVERSIDAD?
Se detectan en un nivel más abstracto, ciertos rasgos comunes y novedosos de los ordenamientos constitucionales
latinoamericanos en los últimos años.
PRIMERO: todos los ordenamientos muestran una adhesión no solo técnica sino práctica por alguna forma de
estado de dº y de constitucionalismo con gobiernos civiles. Esto puede parecer una conquista menor, pero implica un
cambio profundo en la realidad política e institucional latinoamericana si se tiene en cuenta la frecuencia de las dictaduras
militares de los s. XIX y XX.
SEGUNDO: una tendencia común y nueva del constitucionalismo latinoamericano es el reconocimiento y
revalorización del pluralismo y la diversidad en casi todos los campos. Es un constitucionalismo indigenista, multicultural,
que prevé formas económicas diversas y tiende a un pluralismo jurídico incluso en el plano de las fuentes.
TERCERO: el constitucionalismo latinoamericano reciente pertenece además a un nuevo tipo porque es aspiracional
o transformativo y con una fuerte matriz igualitaria. La mayor parte de las reformas tenían como propósito la superación de
ciertas tradiciones de autoritarismo y arbitrariedad, buscando una mayor consolidación del estado de dº y un incremento de
la eficacia del estado gracias al reforzamiento de la capacidad e independencia de la justicia y de los organismos de control.
Además buscaron profundizar la democracia y combatir las exclusiones, inequidades sociales, étnicas y de género. Las
reformas se proyectan hacia el futuro, tienden a delinear un modelo de sociedad a construir.
Esta naturaleza transformadora ha tomado en general 2 vías: por un lado, son constituciones densas en dº pues el
reconocimiento de dº colectivos o económicos, sociales y culturales contribuye a una mayor igualdad social y a la
transformación democrática. Por otro lado, apuestan a que la transformación hacia una sociedad más justa se haga por
medio de una ampliación de los mecanismos de participación democrática para lo cual han incorporado nuevos espacios de
deliberación y movilización democrática.
Estas dos vías de vocación transformadora de las constituciones explican dos novedosos rasgos del
constitucionalismo latinoamericano reciente: un esfuerzo por repensar y reformular la democracia y su entrada a formas de
constitucionalismo fuerte o neoconstitucionalismo. Muchas Constituciones han previsto nuevos espacios de participación e
instituciones como referendos, plebiscitos e iniciativas populares.
La otra forma de lograr la eficacia transformadora de las Constituciones ha sido reforzar su fuerza normativa.
Estamos frente a ordenamientos que no se restringen a poner límites al estado o a diseñar las instituciones, sino que
reconocen una amplia gama de dº y principios y le imponen metas, pero también establecen formas de justicia constitucional
más o menos fuertes para que esos mandatos se cumplan.
Las constituciones pueden ser clasificadas según dos variables básicas: su fuerza normativa y su contenido. Con
respecto a la primera existen dos opciones: uno puede entender la CN como una norma vinculante y aplicable o como un
documento político de gran importancia pero carente de fuerza normativa, no vinculante, en el sentido que no poseían
mecanismos para asegurar que la ley o las decisiones del poder ejecutivo respetaran la CN. De la idea de la CN como
norma se sigue la idea de la necesidad de alguna forma de justicia constitucional. Desde el punto de vista del contenido,
encontramos una oposición entre las visiones más procedimentales de la constitución y las más valorativas o densas en dº.
La visión PROCEDIMENTAL sostiene que la constitución consagra únicamente un marco de actuación de los poderes
públicos y de los particulares. Las más VALORATIVAS consagran un orden de valores a concretar y un conjunto de dº a
satisfacer. La mayor parte de las Constituciones latinoamericanas recientes constituyen una mixtura entre normativas y
valorativas.
B) POSIBLES DIVERGENCIAS NACIONALES ¿ENTRE CONSTITUCIONALISMOS MERAMENTE
RELEGITIMADORES Y CONSTITUCIONALISMOS GENUINAMENTE TRANSFORMADORES?
Es posible hablar de un constitucionalismo latinoamericano actual que tiene rasgos distintos frente a otros
constitucionalismos del mundo contemporáneo o frente a los ordenamientos de la región en el pasado.
Es posible diferenciar las evoluciones tomando en consideración: A) el propósito general y la lógica de los procesos
constitucionales. B) ciertos contenidos y orientaciones de los ordenamientos constitucionales adoptados. C) el impacto y las
prácticas sociales e institucionales derivadas de esos procesos.
A) En cuánto al propósito se distingue entre procesos constitucionales más “fundacionales” que se planteaban en
abierta ruptura con el pasado y otros procesos de ajuste que buscaban corregir defectos pero valorando muchas tradiciones
previas y conservaron parte de sus elementos, como el caso Argentino.
B) En cuánto a los contenidos dos temas parecen diferenciar las tendencias nacionales: la relación entre el estado y
la economía, en especial, el mercado puesto que las discusiones sobre el papel económico y social que debería tener el
estado fueron muy importantes en las deliberaciones constitucionales y las autonomías de las comunidades étnicas donde
existen divergencias significativas ya que no es lo mismo reconocer ciertos dº de ciudadanía diferenciados en el marco de
un estado multiétnico pero que sigue siendo unitariamente nacional, que intenta establecer un estado plurinacional que
reconoce la autodeterminación de los pueblos indígenas.
C) En cuánto al impacto y la eficacia la valoración es difícil, en ciertos casos el impacto ha sido más político (Bolivia),
mientras que en otros, las reformas han conducido a un nuevo tipo de activismo judicial, en especial de los jueces
constitucionales (Colombia, Costa Rica).
Existen diversidades, podría pensarse que hay 2 tendencias básicas: en algunos casos tenemos constitucionalismos
verdaderamente nuevos y transformadores, mientras que en otros operaron como mecanismos de relegitimación de los
órdenes sociales y políticos existentes, que siguen siendo desiguales y excluyentes.
Existen importantes diferencias nacionales pero a pesar de esas divergencias nacionales, podemos hablar de un
nuevo constitucionalismo latinoamericano que lo distingue de los de otras partes del mundo como de los ordenamientos
constitucionales anteriores de la región.

LOS DESAFIOS ACADEMICOS Y POLITICOS DEL NUEVO CONSTITUCIONALISMO LATINOAMERICANO


Esta evolución constitucional en América Latina plantea retos políticos y académicos importantes. Los tres
fundamentales son: a) su originalidad y pertenecía, o sea si son transformaciones constitucionales que responden o no a las
necesidades democráticas de la región; B) su coherencia, esto es si existen contradicciones entre sus componentes o se
trata de elementos complementarios o con tensiones superables; C) su eficacia
A) LA IMPERTINENCIA DE LAS REFORMAS: una discusión constitucional recurrente atañe a la autenticidad de
nuestros procesos constitucionales, esto es si se trata de la adopción de instituciones y ordenamientos adaptados a los
desafíos sociales y políticos de nuestras Naciones o si se ha intentado copiar instituciones que pueden funcionar en otros
contextos pero ineficaces para nuestras complejas realidades. Lo central es si las reflexiones constitucionales y los
proyectos planteados responden o no a los problemas fundamentales de una sociedad, o si, se trata de ideas o instituciones
fuera de lugar. El constitucionalismo latinoamericano reciente es relevante pues ha intentado enfrentar algunos de los
problemas fundamentales de nuestras sociedades, como la precariedad del estado de dº, la debilidad del poder judicial, la
persistencia de formas de discriminación y desigualdad social, étnica y de género muy profundas.
B) LA INCOHERENCIA DE LAS REFORMAS: el nuevo constitucionalismo latinoamericano presenta tensiones
importantes debido a la adopción simultánea de figuras y prácticas constitucionales que en abstracto y de manera separada
pueden parecer atractivas pero que combinadas pueden reforzar tendencias autoritarias en la región. Una tarea pendiente
del constitucionalismo latinoamericano es superar su tendencia al caudillismo y al hiperpresidencialismo si quiere transitar
por mecanismos genuinos de democracia participativa. Existen dos tipos de tensiones: A) la tensión entre las distintas
formas de democracia y de tipos de justicia que incorporan simultáneamente estos nuevos ordenamientos constitucionales y
B) las tensiones que pueden ocurrir por el intento de querer lograr simultáneamente un constitucionalismo fuerte y
judicialmente protegido y una participación democrática contundente.
C) LA INEFICACIA DE LAS REFORMAS: que esas constituciones tengan vocación normativa y se llenen de
aspiraciones, no significa que sus promesas se hayan realizado, la distancia entre lo proclamado por los textos
constitucionales y la realidad social y política de América Latina es muy grande. América Latina sigue manteniendo esa
tradición de adherir teóricamente a las formas constitucionales pero tener dificultades para concretarlas. Los dos puntos más
representativos de esa distancia tienen que ver con los problemas de superación de la pobreza y la desigualdad en el plano
socioeconómico, y con el control a los abusos presidenciales en el campo político. Así la mayor parte plantean la promoción
de igualdad social pero los resultados han sido muy pobre. Por otro lado este nuevo constitucionalismo que planteaba
superar el caudillismo y autoritarismo ha sido acompañado en la práctica de ciertos países por un reforzamiento de la figura
presidencial, y el surgimiento de nuevas formas de caudillismo, lo cual parece muy problemático para alcanzar democracias
profundas.

TEXTO 3- LOS DERECHOS SOCIALES EN EL CONSTITUCIONALISMO MODERNO: POR UNA ARTICULACION


COMPLEJA DE LS RELACIONES ENTRE POLITICA Y DERECHO. GERARDO PISARELLO.
Las relaciones entre el poder legislativo y la justicia constitucional son en el momento actual, uno de los temas
centrales de la teoría jurídica política.
El carácter normativo de las Constituciones contemporáneas residía en la existencia de un control jurisdiccional de
las mismas, capaz de imponer su contenido, llegado el caso, a los propios poderes políticos encargados de desarrollarla. De
esta constatación se desprendería la posibilidad de eventuales conflictos entre los órganos jurisdiccionales encargados de
custodiar el cumplimiento de la constitución y los órganos encargados de respetar o desarrollar su contenido o dicho en
términos más genéricos, entre derecho y política. Esto ha dado lugar a “tensiones “entre el legislador y la justicia
constitucional. Estas tensiones, a su vez, se han resulto a menudo desde una doble consideración doctrinal.
De un lado se sitúan los quienes, en un sentido amplio, sostienen que la primacía de la política sobre el derecho
supone la de la democracia (derecho legislado) sobre los derechos (constitucionales) y parten, por lo tanto, de una hostilidad
más o menos abierta hacia el funcionamiento y la existencia misma de la justicia constitucional; hostilidad que se basa a la
vez en una preferencia por el Parlamento como lugar central y preferente de la vida jurídico-político dl estado, ya sea por
razones profesionales o ideológicas. Por otro lado, estarían quien por razones profesionales o ideológicas postula la
primacía del derecho sobre la política, la cual desde su perspectiva, deberá traducirse en una subordinación de las mayorías
legislativas a los derechos (constitucionales) jurisdiccionalmente protegidos.
La labor científica parte de dos perspectivas, la primera de las postulaciones suele partir de la suerte de falacia
politicista que desdeña la influencia de las decisiones jurisdiccionales en la transformación del ordenamiento constitucional.
Es decir, aunque se ocupe de los tribunales como instituciones, poco o nada dice sobre el contenido o relevancia de sus
sentencias. La segunda postura, suele afirmarse en la falacia juridicial que tiende a reducir el funcionamiento del
ordenamiento constitucional a las decisiones jurisdiccionales. O sea, que aunque se preocupen de contenido de las
sentencias, tienden a normalizar la función político institucional de los tribunales, ocultando su funcionamiento real y sus
límites tras una descripción idealizada, o bien prestando una justificación insuficiente de muchas de sus actuaciones. Estas
restricciones así expresadas suponen una reducción ilegitima del campo análisis y un más que probable fracaso a la hora de
interpretación global del fenómeno de justicia constitucional.
Según la versión más difundida, mientras los derechos civiles y políticos se configurarían como derechos negativos
que demandan mecanismos simples de protección y escasa o nula intervención estatal, los derechos sociales serian
siempre derechos positivos y costosos, condicionados de antemano con la reserva de lo económicamente posible y
condenados a generar el desmesurado crecimiento en las vías de intervención burocrática.
El modelo ofrece dos variables independientes: intervención legislativa e intervención jurisdiccional. Por
intervención legislativa se entiende la participación de los órganos legislativos en la regulación de los derechos sociales. De
acuerdo al grado de intervención, se admiten dos posibilidades genéricas: desarrollo de los derechos y políticas sociales
constitucionales u omisión legislativa. Con intervención jurisdiccional a su vez se hace referencia a la participación de los
jueces constitucionales en la regulación (o definición) de los derechos sociales. Según el tipo de intervención se admitiría
actitudes activistas o deferentes frente al legislador. Para ambos caso de intervención se contemplan 2 hipótesis
relacionadas con el posible efecto sobre los derechos sociales: la maximización de los mismos, en términos de vigencia
efectiva o su minimización. Finalmente se introduce como variable dependiente, el grado de tensión entre órganos que
puede establecerse de acuerdo al tipo de intervención de que se trate. Según esta aproximación se distinguen hipótesis
conflictivas e hipótesis cooperativas.

HIPOTESIS CONFLICTIVAS: A menudo los análisis acerca de las tensiones entre el legislador y justicia
constitucional eluden el hecho de que, en última instancia, ambos elementos tienden a operar en los estados actuales como
un mismo bloque de poder o elite dirigente. Ese condicionamiento disminuye las posibilidades de hipótesis conflictivas
intensas entre instancias jurisdiccionales y políticas, ya que ambas suelen actuar con base en intereses similares y un
comportamiento orientado a un mismo resultado. Más aún, incluso en aquellos casos en los que tiene lugar, la tensión
termina por resolverse con la pronta imposición de uno de los órganos, generalmente el político sobre el otro. En
consecuencia, admite la existencia de facturas parciales, de contradicciones, y por lo tanto, de espacios intersticiales o de
autonomía relativa. Son estos espacios los que permiten halar de cierta legitimidad de tensiones o conflictos entre órganos,
de división de poderes.
En el caso de los modelos puros de control jurisdiccional concentrado y difuso, especialmente en relación entre
estos con los derechos sociales, podría incluso aventurase una ulterior constatación de tipo general. En el modelo típico de
control concentrado.
Las hipótesis conflictivas coinciden con aquellos casos de activismo jurisdiccional, esto es cuando los jueces no se
limitan a actuar de manera deferente con el poder político, sino procuran hacer valer una decisión diferente, cualquiera sea
la intensidad de esta discrepancia. Desde una posición dirigida a maximizar la vigencia de los derechos, esta hipótesis
activista entrañan, como se verá, riegos y potencialidades. Riesgos, en la medida en que una activismo conservador podría
valerse de una interpretación constitucional regresiva para frustrar inversiones políticas socialmente progresivas.
Potencialidades, en la que a medida que, a su vez, una activismo progresivo permitirá neutralizar o, al menos, deslegitimar
los intentos de derrocamiento del contenido normativo de una constitución social a través de medidas políticas restrictivas,
justificadas bajo el paraguas de la “discrecionalidad legislativa”. Dicho esto, procede enumerar las principales hipótesis del
conflicto entre órganos.
1. Desarrollo legislativo que maximiza los derechos + activismo jurisdiccional que los minimiza: en un primer
supuesto, cabría analizar aquellas hipótesis en las que el legislador impulsa una legislación social que maximiza la vigencia
de los derechos sociales y los jueces declaran su inconstitucionalidad, basándose por ejemplo, en la aplicación de otros
preceptos constitucionales en tensión, como la protección de la propiedad privada o la libertad contractual.
Históricamente, en este caso encuentra una plasmación prototípica en el contexto norteamericano de crisis en el
estado liberal y de transición hacia un estado social residual. Hacia la década de los años 30, F.D. Rooselvelt procuró llevar
adelante un audaz proyecto de reforma sociales y regulación de la economía para sofocar la depresión. Su intento, se
estrelló contra la corte suprema que, entre 1934 y 1936, declaro inconstitucionales 11 leyes del congreso que pretendían
imponer el llamado New Deal. Siguiendo la línea dominante del llamado tribunal Lochner, se utilizó la cláusula del “debido
proceso” de las enmiendas V y XV con el objetivo de proteger los derechos de la propiedad y supervisar la legislación social.
El conflicto llegó a un punto tal que Rooselvelt amenazó con aumentar el número de miembros en la corte para obtener una
mayoría favorable. Finalmente, el presidente fue reelegido con una holgada victoria electoral. El espaldarazo en las urnas se
convirtió en una suerte de refundación constitucional que acabó por torcer el rumbo de las sentencias del tribunal supremo.
Como es evidente, se trata de un caso en el que las relaciones entre ambos órganos devienen altamente
conflictivas. Los jueces, alegando sus carácter de “custodios de la constitución”, acaban convirtiendo a ésta en “constitución
de los custodios” y se sitúan en posición de frustrar un programa garantista desde el punto de vista social.
En un principio al menos desde el punto de vista normativo, las posibilidades de éxito de este tipo de intervención
jurisdiccional han disminuido con la incorporación explicita de derechos y mandatos sociales en algunas constitucionales
nacionales, particularmente a partir de la postguerra, y con la admisión, por parte de los estados normativas internacionales
de protección de esta clase de derechos. Estas normas han pasado de desempeñar una función de habilitación o cobertura
normativa de ciertas políticas sociales, debilitando las posibles objeciones de inconstitucionalidad por parte de los órganos
jurisdiccionales. Este avance normativo, sin embargo, debe materializarse por la concurrencia d otros dos procesos de signo
inverso. Por un lado, el progresivo vaciamiento de los parlamentos nacionales como ámbito de decisión de principales
políticas públicas y desplazamiento hacia órganos con escaso o nulo control político o jurisdiccional. Por otro, el
resurgimiento de un cierto constitucionalismo de tipo mercantil en ámbitos supranacionales susceptibles de introducir nuevas
tensiones entre un legislador nacional y los órganos jurisdiccionales supranacionales en materia de derechos y políticas
sociales.
2. Desarrollo legislativo que minimiza los derechos + activismo jurisdiccional que los maximiza: Aquí el legislador
quien, esgrimiendo su discrecionalidad política para desarrollar el programa constitucional, desmantela derechos y políticas
sociales. Los jueces constitucionales, por su parte procuran bien mantener el nivel de las prestaciones existentes,
expulsando o declarando la inaplicabilidad de la normas o preceptos restrictivos, o bien extender su cobertura a colectivos
irrazonablemente omitidos. En el segundo caso se estaría ante la situación de inconstitucionalidad relativa absoluta.
La inconstitucionalidad relativa absoluta viene dada, en este caso, por un desarrollo legislativo de derechos sociales
irrazonablemente parcial. En lo que respecta a los derechos sociales, se estaría ante un supuesto en el que el legislador
concede prestaciones en forma desigualitaria o discriminatoria.
En el sistema italiano, y también el español este tipo de vulneraciones constitucionales ha sido resuelto mediante las
sentencias aditivas de prestación, los jueces, en cumplimiento del principio de igualdad, determinan en lugar de la expulsión
o inaplicabilidad de la normas o precepto restrictivo de los derechos prestacionales, su extensión a determinadas categorías
de sujetos (funcionarios públicos pensionistas, etc.) ilegítimamente excluidos a juicio de los tribunales.
En los casos concretos, sin embargo, la evaluación y caracterización de esta hipótesis resulta más problemática de
lo que puede resultar a simple vista. La afirmación de que la intervención parcial del legislador minimiza la vigencia de los
derechos sociales depende mucho del colectivo cuyo punto de vista se adopte.
La legitimidad de la discriminación realizada por el legislador dependería de un juicio de razonabilidad, que los
tribunales deberían llevar adelante para establecer si se ha vulnerado o no el principio de igualdad.
Una política legislativa dirigida a reducir políticas sociales existentes vulneraría el valor abstractivo o impeditivo de
los derechos sociales constitucionales, así como el principio de no reversibilidad de las políticas públicas
constitucionalmente estipuladas. Frente a la misma, y desde el punto de vista estrictamente normativo, los derechos sociales
constitucionales pasarían a operar, al igual que los derechos civiles y clásicos, como derechos reactivos o negativos,
obligando a la jurisdicción constitucional a expulsar o inaplicar, según el sistema de control, las normas o disposiciones que
comportasen su ilegitimo desmantelamiento. Se trataría de una hipótesis en la que se exige una abstención. La doctrina ha
sostenido que la expectativa de prestaciones sociales generadas por el estado a lo largo del tiempo resultaría asimilables al
derecho de propiedad y que por lo tanto, una restricción por parte del legislador debería generar una indemnización similar a
la exigible en casos de expropiación.
Existen razones de peso que exigen o facilitan la flexibilización del principio de no reversibilidad, en ningún caso
pueden, una vez que se acepta la idea de que la constitución es una norma y no un simple consejo político, utilizarse como
coartada para desvincular jurídicamente al legislador del cumplimiento de las normas constitucionales de contenido social.
Para mitigar los efectos radicales de la expulsión de un precepto o de una norma aprobada por el legislador, muchos
tribunales han incorporado sentencias bilaterales, esto es un mandato al legislador para darle la oportunidad de que sea él
quien corrija su actuación.
Estos mecanismos, mas “dialógico”, comportarían, sobre todo en sistemas jurisdiccionales de control concentrado.
Desde el punto de vista, objetivo, más modesto, del control jurisdiccional consistiría en dar mayor “publicidad” a la actuación
constitucional del legislador, obligándolo a justificar su actuación restrictiva frente a la opinión pública, por lo que operaría
como un medio de deslegitimación de los poderes públicos por incumplimiento constitucional.
3. Omisión legislativa que maximiza los derechos + activismo jurisdiccional que los minimiza: Sería una situación de
hecho en la que los individuo, solo o en asociación con otros, consiguen satisfacer sus necesidades básicas a través de la
autotutela de los derechos (ej.: ocupación de inmueble o tierras productivas). En este supuesto, es e legislador quien actúa
con deferencia frente a una situación que reputa como constitucional, porque los propios involucrados consiguen tutelar
derechos constitucionales con recursos propios (cooperativa de vivienda, granjas colectivas, etc.), bien porque una vez
realizada la debida ponderación de los principios en juego, se estima que, en el caso concreto, un determinado derecho
social ( el derecho a la vivienda digna o derecho a la tierra) tiene prioridad sobre un derecho patrimonial en conflicto también
previsto en la constitución (la propiedad privada, ej.). Frente a esta situación de hecho que favorece la satisfacción de las
necesidades básicas colectivas, los jueces introducirían un “derecho”, y optarían por la interpretación inversa, interpretación
que para el caso priorizara los derechos patrimoniales en cuestión sobre los derechos sociales.
El deber del estado consistiría, al igual que en muchos supuestos referidos a los derechos civiles y políticos clásicos,
en regular las relaciones privadas de manera que los individuos no fueran arbitrariamente despojados de sus derechos
sociales por parte de otros individuos.
4. Omisión legislativa que minimiza los derechos + activismo jurisdiccional que los maximiza: la intervención del
legislador sería restrictiva por omisión y se constituiría en una vulneración de progresividad en la satisfacción de los
derechos sociales. Se trataría de un incumplimiento que podría venir dado por distintas razones.
Constituye una de las hipótesis más típicas de incumplimiento de los derechos sociales constitucionales y una de las
pruebas más evidentes de las insuficiencias de los sistemas de garantía desarrolladas hasta hoy.
Una omisión legislativa relativa sería la otra cara de un desarrollo legislativo minimizador y podría resolverse, no
sólo invocando los derechos sociales constitucionales vulnerados, sino también esgrimiendo el principio de igualdad, de no
discriminación, de debido proceso, etc.
En un caso omisión legislativa absoluta, en primer lugar se trataría de indagar si es posible articular una posición
subjetiva ante los tribunales para obtener la protección de un derecho social en caso de omisión legislativa absoluta. Desde
un punto de vista exclusivamente técnico, es evidente que el propio recurso de amparo o algún mecanismo procesal
semejante, comportaría una vía idónea, tanto de acceso jurisdiccional individual como colectivo.
Para la doctrina dominante los derechos sociales dependen de la “reserva de lo financieramente posible”. Cualquier
intento de control jurisdiccional en ese ámbito importaría una inadmisibilidad en las competencias presupuestarias del
legislador y un vano intento de gestionar lo imposible. Por un lado desde el punto de vista financiero, la distinción entre
derechos civiles y políticos y derechos sociales no es tan tajante como parece. Del mismo modo cuando se exige la
protección de un derecho social, también está demandándose la materialización de un derecho individual. Por otra parte la
“reserva de los financieramente posible” no puede tomarse como una realidad puesta de antemano, y por lo tanto como un
argumento definitivo para la desvinculación jurídica absoluta del legislador. Es una situación de explicita vulneración, los
“límites financieros”, no tienen por qué presumirse, y la jurisdicción bien puede obligar a legislador a justificar su
incumplimiento y, sin imponerle un único remedio de reparación, exige que se ponga en marcha alguno de los que se
encuentra a su alcance.

HIPOTESIS COOPERATIVAS: Podría definirse como hipótesis de deferencia jurisdiccional, como una actuación
autorestrictiva en la que los jueces acompañan o dan cobertura jurídica a las actuaciones en las mayorías legislativas.
Desde una posición interesada en la maximización comportan ventajas y riesgos. Por un lado una actuación
deferente de los jueces podría presentarse como seña de sensibilidad democrática frente a las mayorías legislativas en
cuestiones de expansión de los derechos sociales constitucionales. Por otra parte, en un contexto regresivo, el argumento
de la deferencia o del self-restraint podría convertirse en formula de adecuación funcional a políticas socialmente
minimizadoras y jurídicamente inconstitucionales, en relación no solo con el principio del estado social, sino con los principio
que informan el propio estado de derecho.
1. Desarrollo legislativo que minimiza + deferencia jurisdiccional que también minimiza: Hipótesis en la cual el
legislador, esgrimiendo su libertad política para configurar el programa normativo previsto en la constitución, procede a la
progresiva reducción o al desmantelamiento de los derechos sociales hasta entonces garantizados. La jurisdicción evita el
eventual control de dichas políticas interpretándolas simplemente como disposiciones conformes a la constitución. Una
compresión liberal y procedimental de la constitución en sentido débil. La función de la jurisdicción constitucional se reduciría
al deslinde de competencias y a la prudente defensa de ciertas libertades negativas.
Este tipo de deferencia también suele operar bajo el argumento del respeto a la voluntad democrática expresadas en
las mayorías legislativas, pero en un contexto social y político regresivo, puede convertirse en una solapada vía de
“complicidad” entre poderes, que compromete el valor normativo de las clausulas sociales, y de la constitución en su
conjunto, profundizando así la “tendencia hacia cero” de su eficacia jurídica.
2. Desarrollo legislativo que maximiza + deferencia jurisdiccional que también maximiza: En este caso los jueces
garantizan la cubertura jurídica de este desarrollo legislativo frente a las posibles objeciones planteadas por poderes
privados, por otros sectores del poder legislativo e incluso por órganos estatales. Se trata de una hipótesis frecuente en el
contexto de creación y expansión del estado social.
En el presente marco global, por ejemplo, un nuevo supuesto cooperativo entre jueces y legisladores podría volver a
articularse en caso de una modificación de la correlación de fuerzas políticas y sociales, y de una rehabilitación expansiva
del estado social jurídicamente mediada.
3. Omisión legislativa que minimiza + deferencia jurisdiccional que también minimiza: Se trataría de una situación
fáctica de ausencia o falencia absoluta del derecho, que favorece la concentración de los poderes privados y minimiza los
derechos sociales de los sectores más vulnerables y frente a la cual los operadores constitucionales (legisladores y jueces)
permanecen impasibles. Es decir legislador y juez implemente dejan de hacer.
Hoy un escenario de este tipo aparece claramente favorecido por el modus operandi dominante de la economía
internacional.
4. Omisión legislativa que maximiza + deferencia jurisdiccional que también maximiza: se estaría ante la existencia
de espacios e actuación social no regulados por el derecho, pero que favorecen a la autotutela de los bienes y necesidades
que conforman el núcleo de los derechos sociales. Se trataría de ciertas formas de autogestión de derechos, no interferidas
ni legisladas ni jurisdiccionalmente, aunque acaso amparadas por la constitución. Una vez más la relación entre ambos
órganos seria de cooperación. Tarde o temprano, se producirían de acuerdo al alcance y a la intensidad e la esfera de
autogestión, presiones fácticas que obligarían tanto a los jueces como a legisladores a intervenir en un sentido u otro, lo cual
a su vez, depender del tipo de presión social generada en torno al caso en cuestión.

TEXTO 4- CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS*


CASO GONZALES LLUY Y OTROS VS. ECUADOR

RESUMEN OFICIAL EMITIDO POR LA CORTE INTERAMERICANA


El 1 de septiembre de 2015 la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó una Sentencia mediante la cual
declaró responsable internacionalmente al Estado de Ecuador por ciertas violaciones de derechos humanos cometidas por
el contagio con VIH a Talía Gabriela Gonzales Lluy cuando tenía tres años de edad. La Corte encontró que el Estado era
responsable por la violación de los derechos a la vida e integridad personal, a la educación, y a la garantía judicial del plazo
en el proceso penal en perjuicio de Talía Gabriela Gonzales Lluy. Además, la Corte encontró que el Estado era responsable
por la violación del derecho a la integridad personal en perjuicio de Teresa Lluy e Iván Mauricio Lluy. Por otro lado, el
Tribunal no encontró méritos para declarar la violación de la garantía judicial del plazo razonable en el proceso civil ni el
derecho a la protección judicial.

I. EXCEPCIONES PRELIMINARES
El Estado presentó dos argumentos que denominó como excepciones preliminares, con relación a: i) la alegada
incompetencia parcial del Tribunal para tratar hechos ajenos al marco fáctico y presuntas violaciones a derechos fuera de las
establecidas por la Comisión en sus informes y ii) la alegada falta de agotamiento de recursos internos.
En consecuencia, la Corte desestimó la excepción preliminar de falta de agotamiento de los recursos internos
planteada por el Estado.

II. CONSIDERACIONES PREVIAS


La Corte constató que la Comisión hizo referencia expresa, en el acápite de hechos probados del Informe de Fondo,
a la presunta discriminación y a que a Talía se le habría impedido estudiar en la escuela primaria debido a su enfermedad;
así como a la supuesta discriminación que habría sufrido su núcleo familiar.

IV. HECHOS
Talía Gabriela Gonzales Lluy nació el 8 de enero de 1995 en el cantón de Cuenca, provincia del Azuay, Ecuador. Su
madre es Teresa Lluy, su padre es SGO y su hermano es Iván Lluy. Talía nació y vive con su madre y su hermano en el
cantón de Cuenca, provincia del Azuay, en Ecuador. Cuando tenía tres años de edad, fue contagiada con el virus del VIH al
recibir una transfusión de sangre, proveniente de un Banco de Sangre de la Cruz Roja, en una clínica de salud privada.
El 20 de junio de 1998, cuando tenía 3 años de edad, Talía presentó una hemorragia nasal que no se detenía y fue
llevada por su madre al Hospital Universitario Católico, en el Azuay, Cuenca. Talía estuvo internada durante dos días en el
Hospital Universitario y, posteriormente, fue llevada por su madre a la Clínica Humanitaria Fundación Pablo Jaramillo
ubicada en Cuenca. En la Clínica Humanitaria, Talía fue diagnosticada con púrpura trombocitopénica por el doctor PMT,
médico de la Cruz Roja, quien le confirmó a Teresa Lluy que Talía necesitaba urgentemente una transfusión de sangre y de
plaquetas.
Con el fin de conseguir la sangre necesaria para efectuar la transfusión a Talía, Teresa Lluy acudió al Banco de
Sangre de la Cruz Roja del Azuay donde le indicaron que debía llevar donantes. Teresa Lluy solicitó entonces a algunos
conocidos, entre ellos al señor HSA, que donaran. El 22 de junio de 1998, el señor HSA acudió al Banco de Sangre de la
Cruz Roja para donar su sangre. La señora MRR, auxiliar de enfermería del Banco de Sangre de la Cruz Roja, tomó las
muestras de sangre al señor HSA y entregó las “pintas de sangre” a los familiares y conocidos de Talía. Las transfusiones
de sangre a Talía fueron realizadas el 22 de junio de 1998
El 23 de junio de 1998 la señora EOQ, bioquímica del Banco de Sangre de la Cruz Roja, efectuó por primera vez
exámenes a la muestra de sangre de HSA, incluyendo el examen de VIH.
El 28 de julio y el 13 de agosto de 1998, y el 15 de enero de 1999 se realizaron pruebas de sangre en las que se
confirmó que Talía era una persona con VIH. Cuando se tuvo noticia de que la sangre de HSA tenía VIH, y que Talía había
sido infectada con este virus al recibir una donación de su sangre, Teresa Lluy presentó varios recursos en instancias civiles
y penales en Ecuador.
En septiembre de 1999, cuando Talía tenía 5 años de edad, fue inscrita en el “primer curso de básica” en la escuela
pública de educación básica “Zoila Aurora Palacios”, en la ciudad de Cuenca. Talía asistió a clases normalmente durante
dos meses, sin embargo, en el mes de noviembre la profesora APA se enteró que Talía era una persona con VIH y le
informó al director de la escuela. El director decidió que Talía no asistiera a clases “hasta ver que d[ecían] las [a]utoridades
de [e]ducación o buscar una solución al problema”.
El 8 de febrero de 2000, Teresa Lluy con ayuda del Comisionado del Defensor del Pueblo de Azuay, presentó una
acción de amparo constitucional ante el Tercer Tribunal Distrital de lo Contencioso Administrativo con sede en la ciudad de
Cuenca, en contra del Ministerio de Educación y Cultura representado por el Subsecretario de Educación del Austro; del
director de la escuela
El 11 de febrero de 2000, el Tribunal Distrital de lo Contencioso Nº 3 declaró inadmisible el recurso de amparo
constitucional, considerando que “existía un conflicto de intereses, entre los derechos y garantías individuales de Talía frente
a los intereses de un conglomerado estudiantil, colisión que hacía que predominaran los sociales o colectivos, como lo es, el
derecho a la vida, frente al derecho de la educación.
Además de las dificultades en el trabajo, Teresa Lluy describió en varias oportunidades que su hija y su familia
“habían sido víctimas de la más cruel discriminación, pues se les había impedido tener vivienda propia”. De acuerdo con las
declaraciones de Talía y su familia, fueron obligados a mudarse en múltiples ocasiones debido a la exclusión y el rechazo
del que fueron objeto por la condición de Talía.

V. FONDO
A. Derecho a la vida y derecho a la integridad personal
En lo referido al derecho al derecho a la vida y a la integridad personal, la Corte recordó que el deber de supervisión
y fiscalización es del Estado, aun cuando el servicio de salud lo preste una entidad privada. El Estado mantiene la obligación
de proveer servicios públicos y de proteger el bien público respectivo.
En el presente caso la Corte considera que la precariedad e irregularidades en las que funcionaba el banco de
sangre del cual provino la sangre para Talía es un reflejo de las consecuencias que puede tener el incumplimiento de las
obligaciones de supervisar y fiscalizar por parte de los Estados. La insuficiente supervisión e inspección por parte del Estado
de Ecuador dio lugar a que el banco de sangre de la Cruz Roja continuara funcionando en condiciones irregulares que
pusieron en riesgo la salud, la vida y la integridad de la comunidad.
Este daño a la salud, por la gravedad de la enfermedad involucrada y el riesgo que en diversos momentos de su
vida puede enfrentar la víctima, constituye una afectación del derecho a la vida.
En virtud de lo mencionado en este segmento, dado que son imputables al Estado el tipo de negligencias que
condujeron al contagio con VIH de Talía Gonzales Lluy, Ecuador es responsable por la violación de la obligación de
fiscalización y supervisión de la prestación de servicios de salud, en el marco del derecho a la integridad personal y de la
obligación de no poner en riesgo la vida, lo cual vulnera los artículos 4 y 5 de la Convención Americana en relación con el
artículo 1.1 de la misma.
La Corte destaca la constante situación de vulnerabilidad en que se encontraron Teresa e Iván Lluy al ser
discriminados, aislados de la sociedad y estar condiciones económicas precarias; aunado a esto, el contagio de Talía afectó
en gran manera a toda la familia, ya que Teresa e Iván tuvieron que dedicar los mayores esfuerzos físicos, materiales y
económicos para procurar la sobrevivencia y vida digna de Talía. Todo lo anterior generó un estado de angustia,
incertidumbre e inseguridad permanente en la vida de Talía, Teresa e Iván Lluy.
La discriminación que sufrió Talía fue resultado del estigma generado por su condición de persona viviendo con VIH
y le trajo consecuencias a ella, a su madre y a su hermano.

B. Derecho a la educación
En lo que respecta al derecho a la educación, la Corte recordó que dicho derecho se encuentra contenido en el
artículo 13 del Protocolo de San Salvador.
La Corte concluyó que el riesgo real y significativo de contagio que pusiese en riesgo la salud de las niñas y niños
compañeros de Talía era sumamente reducido. En el marco de un juicio de necesidad y estricta proporcionalidad de la
medida, el Tribunal resaltó que el medio escogido constituía la alternativa más lesiva y desproporcionada de las disponibles
para cumplir con la finalidad de proteger la integridad de las demás niñas del colegio. Si bien la sentencia del tribunal interno
pretendía la protección de los compañeros de clase de Talía, no se probó que la motivación esgrimida en la decisión fuera
adecuada para alcanzar dicho fin.
La Corte concluyó que Talía Gonzáles Lluy sufrió una discriminación derivada de su condición de persona con VIH,
niña, mujer, y viviendo en condición de pobreza. Por todo lo anterior, la Corte considera que el Estado ecuatoriano violó el
derecho a la educación contenido en el artículo 13 del Protocolo de San Salvador, en relación con los artículos 19 y 1.1 de la
Convención Americana en perjuicio de Talía Gonzales Lluy.

REPARACIONES
La Corte estableció que su sentencia constituye per se una forma de reparación. Adicionalmente, ordenó al Estado
brindar gratuitamente, a través de instituciones de salud pública especializada o personal de salud especializada, y de forma
inmediata, oportuna, adecuada y efectiva, el tratamiento médico y psicológico o psiquiátrico a Talía Gonzales Lluy,
incluyendo el suministro gratuito de los medicamentos que eventualmente se requieran, tomando en consideración sus
padecimientos.
Además, la Corte dispuso que el Estado adopte las recomendaciones de la médica o médico de confianza que Talía
señale. Si el médico o la médica de confianza determinan que existe un motivo fundado por el que Talía deba recibir
atención en el sistema privado de salud, el Estado deberá cubrir los gastos necesarios para el restablecimiento de su salud.
La Corte dispuso que el Estado publique el presente resumen oficial, y la Sentencia en su integridad. Asimismo, la
Corte dispuso que el Estado realice un acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional en el Ecuador, en
relación con los hechos de este caso.
La Corte dispuso que el Estado otorgue a Talía Gonzales Lluy una beca para continuar sus estudios universitarios
que no se encuentre condicionada a la obtención de calificaciones que la hagan acreedora de una beca de excelencia.
Dicha beca deberá cubrir todos los gastos para la completa finalización de sus estudios, tanto material académico como
manutención de ser necesaria.
Además, la Corte dispuso que el Estado otorgue a Talía una beca para la realización de un posgrado “en cualquier
universidad del mundo en la que sea aceptada”. Esta beca deberá ser entregada con independencia del desempeño
académico de Talía durante sus estudios en la carrera, y deberá otorgársele, en cambio, en atención a su calidad de víctima
por las violaciones declaradas en la Sentencia.
La Corte ordenó que el Estado entregue a Talía Gonzales Lluy una vivienda digna en el plazo de un año, contado a
partir de la emisión de la presente Sentencia.
Por otro lado, el Tribunal dispuso que el Estado realice un programa para la capacitación de funcionarios en salud
sobre mejores prácticas y derechos de los pacientes con VIH, así como sobre la aplicación de los procedimientos
establecidos en la Guía de Atención Integral para Adultos y Adolescentes con infección por VIH/SIDA y la adopción de
medidas positivas para evitar o revertir las situaciones de discriminación que sufren las personas con VIH, y en especial las
niñas y los niños con VIH, en el que se haga mención a los estándares establecidos en la presente Sentencia.
Finalmente, la Corte dispuso que el Estado pague las cantidades fijadas por concepto de indemnizaciones por daño
material e inmaterial, y reintegro de costas y gastos; y que reintegre las costas y gastos, así como el monto del Fondo de
Asistencia Legal de Víctimas de la Corte.

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