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¿QUÉ ES LIDERAZGO?

El diccionario dice que dirigir es ir a la cabeza, o junto con alguien, para mostrar el
camino; guiar, marcando la dirección, curso o acción (Barnhart, 1963). En las
compañías, ¿quiénes son los líderes? ¿Dónde están? ¿En qué se distinguen de los
gerentes y seguidores?

Los gerentes planean, organizan, programan, elaboran presupuestos y facilitan la


realización de las tareas necesarias para cumplir con los objetivos de la corporación.
Se dice que los gerentes son responsables de los recursos materiales de la compañía.
Por otro lado, se dice que los líderes crean visiones, inspiran, se comprometen e
infunden el sentido de compromiso, vislumbran oportunidades que escapan a los
demás, contemplan lo que es posible, traducen la visión en acción, y tienen
aspiraciones y empatía. Los líderes son responsables de movilizar los recursos
emocionales y espirituales de la compañía (Kouzes y Posner, 1995). Estos autores, en
su investigación sobre el liderazgo, han planteado con regularidad la pregunta: ¿qué
valores se admiran más en los líderes? Las respuestas a lo largo de muchos años y de
numerosos grupos diferentes incluyen valores como la honestidad, competencia, visión,
inspiración, inteligencia, justicia, etc. Resulta interesante, y tal vez no sea de
sorprender, que la honestidad es siempre el valor más importante tanto entre individuos
como entre grupos.

Algunas de las citas tomadas de sus estudios son notables (Kouzes y Posner, 1995):
• “Admiramos a la gente que expresa valores, aun en posiciones difíciles. Por lo menos,
defienden.”
• “Simplemente no confiamos en alguien que no dice cuáles son sus valores o
principios.”

• “La gente debe predicar con el ejemplo, hacer lo que dice. Cuando los pactos no se
cumplen, cuando hay falsas promesas, siempre hay engaños.”

Desde luego, hay muchas escuelas de liderazgo. La teoría de los rasgos indica que el
liderazgo tiene sus raíces en la biología y es un don natural. Se cree que los líderes
nacen, no se hacen. El liderazgo situacional propone que éste no está determinado
biológicamente, sino que es más bien una función de la correspondencia entre las
habilidades adecuadas y las circunstancias de la situación. El liderazgo organizacional
es una función del papel desempeñado en una organización jerárquica donde las
habilidades y responsabilidades en cada nivel están definidas con claridad. El liderazgo
visionario cree que el ingrediente crucial es la visión y la capacidad de movilizar a la
gente hacia un futuro significativo (Bennis y Nanus, 1985).
Por otro lado, Warren Bennis indica que hay varios mitos del liderazgo ante los cuales
hay que cuidarse:

 El liderazgo es una cualidad rara.


 Los líderes nacen, no se hacen.
 Los líderes son carismáticos.
 El liderazgo sólo existe en la cúpula (Bennis y Nanus, 1985).

Es necesario prestar atención cuidadosa a este mensaje. Lo que Bennis afirma con
toda claridad es que el liderazgo no es limitado, sino predominante. Existe en todas
partes en las organizaciones, desde el director general hasta el guardia nocturno.

También, el liderazgo se genera de las experiencias propias, no se hereda. La palabra


carácter proviene del vocablo griego charakter, que literalmente significa herramienta
para grabar. Es cierto que el hombre es la suma de sus experiencias. Estas
experiencias quedan grabadas y no se borran, y moldean el carácter y se traducen en
éste.
Víctor Frank (1959) propone incluso que la búsqueda de significado por parte del
hombre se encuentra en medio de las experiencias más dolorosas. Es el combustible
que impulsa a dirigir. De este modo, el liderazgo nace en medio de las experiencias
más profundas. Para realizarlo, estas experiencias han de evocarse y nutrirse.

Por supuesto, el concepto de liderazgo ha estado en evolución constante. Una de estas


definiciones indica que el liderazgo consiste en hacer que los seguidores hagan lo que
no harían en otras circunstancias (Burns, 1978). En ocasiones, ésta se llama teoría X
del liderazgo. Presupone que la gente es perezosa, no quiere trabajar y no lo hará a
menos que se adopten medidas rigurosas. Esta idea del liderazgo es la base de una
parte de los primeros trabajos de Frederick Taylor en la ciencia administrativa.

Otra idea de liderazgo propone que éste obliga a actuar a los seguidores para alcanzar
ciertas metas que representan los valores y la motivación, los deseos y las
necesidades, los objetivos y las aspiraciones, tanto de los seguidores como de los
líderes (Burns, 1978).

En este caso, el liderazgo introduce la importancia de la relación entre seguidores y


líderes. En realidad se ve como una relación inseparable que se basa en valores y
propósitos compartidos, y la ausencia de esa relación no es nada más que poder puro.

Desde luego, el poder se comprende bien en la vida organizacional. El poder es un


juego de suma cero. La manera en que se practica este juego simplemente es: “Si
tengo más, tú tienes menos.” Se basa en el interés egoísta y el deseo de destruir la
competencia o cualquier amenaza que se perciba (Burns, 1978). Se trata de un juego
muy peligroso.
Es sólo en contraste con este juego de suma cero del poder que es posible empezar a
comprender la verdadera relevancia de la “delegación de facultades”. Ésta señala que
todos y cada uno de los hombres nace con potencial humano ilimitado, que apenas si
se utiliza a lo largo de la vida, y eso en las mejores circunstancias. En comparación con
el oscuro juego del poder, la delegación de facultades indica que es posible liberar el
potencial humano ilimitado que reside dentro de la plenitud de todo el personal.

Al hacerlo, abrimos las organizaciones a la extraordinaria diversidad de habilidades,


formaciones y experiencias que la gente aporta al trabajo todos los días.
Existe una tendencia incipiente a entender el liderazgo como una relación basada en
valores y propósitos compartidos. Además, se está evolucionando hacia un sentido de
liderazgo que también puede ser transformacional, es decir, donde los líderes y los
seguidores se apoyan mutuamente para ascender a niveles más altos de motivación y
comprensión humana (Burns, 1978). Al satisfacer necesidades más elevadas, el
liderazgo capta a la persona en su plenitud.

Ésta es la esencia de la integridad. Esta palabra tiene su origen en el vocablo latino


integer, que significa “completo o entero”. ¿Qué significa ser una persona completa o
entera? ¿Qué significa saber quién se es, qué se valora y en qué se cree, y cómo vivir
esos valores y creencias de manera cabal y completa en este mundo? Por lo tanto,
integridad es ese sentido de alineación que se busca entre las más profundas
creencias y los actos y decisiones cotidianos. El reto radica en acortar la distancia en
este mundo de contradicciones diarias entre las creencias manifestadas y las acciones.
Porque, ¿qué son las palabras sin actos que las sustenten sino un cáliz vacío?
En última instancia, el liderazgo implica autenticidad, y ésta exige integridad. Ahí están
las simientes de la paradoja del liderazgo.

CÓMO EMERGE EL LÍDER

El líder emerge de la sociedad por su voluntad de poder, evidenciada en cualquier


situación.
Tiene la necesidad vital de ponerse al frente de cualquier situación que entrañe la
resolución de un conflicto, una protesta, una reivindicación, o, simplemente, la acción
de un grupo de empleados.
Pero la sola voluntad de poder no sirve. Con demasiada frecuencia la voluntad de
poder enmascara sólo ambición, oportunismo, egocentrismo y megalomanía. Además
de la voluntad de poder, el líder debe demostrar que en el ejercicio de la misma es
capaz de obtener éxitos, o como mínimo, salidas razonables. Existen situaciones en las
que un jefe no puede llevar a sus hombres a la victoria porque no existen condiciones
objetivas para ella, pero al menos sí puede evitar que la derrota sea total y definitiva y
que el repliegue sea ordenado.

El líder es aquel que es capaz de llevar a los que están con él hacia el éxito. Y el éxito
supone obtener avances reales, efectivos, indiscutibles y objetivos. Para un partido
político, la única forma de evidenciar los avances es mediante la conquista de mayores
espacios de poder político. Cuanto más se avanza, más poder político se gestiona. No
basta simplemente un crecimiento numérico de una formación política, sino que es
preciso que ésta aumente su poder político, su influencia sobre la sociedad, y que la
influencia se traduzca en la obtención de diputados, concejales, senadores, etcétera.

El líder y sus cualidades

Entre las cualidades esenciales del líder están las siguientes:

1. Habilidad para el mando, que es la cualidad mediante la cual se encuentra a los


empleados más capaces para ocupar tareas concretas. No a los más fieles, ni a los
más amigos, sino a los más capaces. El líder tiene una habilidad especial para valorar
a los seres humanos. Es capaz de saber hasta dónde pueden llegar, y cuál es la
función más concreta que pueden desarrollar. El mando no trata de concentrar
funciones, lo cual ocurre sólo con los mandos inseguros e inestables, sino de situar a
cada cuadro político al frente de la función ante la cual pueden rendir mejor.

2. Realiza los análisis políticos más lúcidos y que suponen las más exactas
proyecciones de futuro. El líder prevé y se adelanta a lo que puede ocurrir mañana, lo
anuncia con anticipación a sus empleados y sabe qué camino tomar para obtener la
mayor rentabilidad política a las situaciones que van a producirse. El líder de cortas
miras, que no analiza las coyunturas o que las analiza erróneamente, manifiesta su
incapacidad para el liderazgo. Sus cualidades como estratega no están siempre
presentes.

3. Tiene siempre una respuesta ante cualquier situación. Allí donde otros no saben
cómo responder a situaciones nuevas, el líder siempre tiene respuestas; dispone de
salidas que resultan invisibles para otros. No hace falta que otros se la dicten, él las ve
antes que nadie. El líder une a su capacidad de mando sus cualidades como táctico.

4. Entiende, asume y asimila los sanos reflejos populares. Un líder alejado de las
masas, que no vive o no entiende los problemas de éstas, no es un líder. El líder
emana del corazón de la sociedad, entiende las cuestiones que preocupan a la
población, las asume y es capaz de dar respuestas simples a problemas complejos.
Aquello a lo que la población aspira es lo que el líder dice espontáneamente en sus
discursos; aquello que quiere oír es lo que el líder demuestra que conoce. El líder vive
los problemas de la población y propone soluciones.
5. Es honesto con su organización. El líder es austero. Para él no existe ni el lujo, ni el
exceso, sino sólo una adecuada administración de los recursos. Es capaz de justificar
el gasto del último céntimo y señala los objetivos por alcanzar: ninguno de ellos tiene
que ver con su lujo o bienestar económico, sino con el avance de su organización. Con
frecuencia, el líder tiene medios económicos propios que le permiten un razonable nivel
de vida y dedicar su tiempo a la organización. Eso es aceptable. Otros líderes han
surgido de una modesta condición social. También es aceptable. Lo que es
absolutamente inaceptable es que el líder haga suyos los recursos del partido, se
acostumbre a vivir de éstos, y ni siquiera pueda presentar un balance de resultados y
unos avances indiscutibles.

6. Tiene convicción y fe inquebrantables en la causa de la organización que defiende


con tanta lucidez como tenacidad. El líder cree en lo que hace y es capaz de transmitir
esta convicción en la justeza de sus ideales a todos los empleados. El líder cree que
vale la pena empeñar su vida en la defensa y promoción de su causa. No alberga la
menor duda en que vale la pena luchar por ella. Pero no es un fanático incapaz de
razonar, argumentar y convencer, sino todo lo contrario. Su convicción es racional, se
asienta sobre argumentos y datos objetivos.

7. Sabe reconocer sus errores, cuando los tiene. Un líder no tiene inconveniente en
reconocer sus errores, cuando los ha cometido. Se esfuerza en la práctica de la
objetividad, pero cuando se equivoca tiene la fuerza y la dignidad suficientes como para
practicar la autocrítica, que es la capacidad para reconocer y explicar sus errores a fin
de evitar volver a cometerlos. Como todo ser humano, el líder puede cometer errores.
Sólo que en él sus aciertos son muy superiores a sus errores. El error es una
excepción inesperada en la actividad del líder, muy por debajo de lo que aparece en
cada uno de los que no son líderes. Pero, aun así, cuando el error aparece en la
gestión del líder, reconocerlo es una buena muestra de su alta talla ética y moral.

8. Dispone de una fuerza interior superior a la normal. Allí donde otros no llegan, donde
se agotan, donde no están en condiciones de arrastrar a otros, el líder manifiesta una
fuerza interior indomable, de naturaleza vital y psicológica, que parece inagotable. Esta
fuerza deriva de la voluntad de poder de la que hablaba
Nietzsche, y es el rasgo más impresionante del liderazgo: “algo” le permite estar
siempre en pie y en la vanguardia. No tiene inconveniente en prolongar reuniones y
jornadas de trabajo hasta altas horas de la noche, para perfilar el trabajo de días
sucesivos, o para convencer a alguien —una persona o una masa— a que le sigan a él
y a su proyecto político. La conducción política es su primera tarea y nunca parece
renunciar a ella, ni por su familia, ni por ninguna otra actividad.

9. Sabe mandar y someterse a principios superiores a su mando. El mando no es algo


gratuito; se acepta y, por consiguiente, se acepta la subordinación porque trae avances
objetivos y mensurables, y sobre todo porque, en el fondo, el líder es paradójicamente
el primer subordinado.
¿A qué? Al programa, a los objetivos fijados por la organización, a las decisiones de los
congresos, a los principios doctrinales de la organización. Por encima del líder, el
programa. Por encima del líder, los intereses de la organización. Por encima del líder,
los principios. Cuando el líder no respeta nada de esto, deja de ser líder y se convierte
en un mero ambicioso u oportunista aprovechado y sin escrúpulos.

10. Tiene magnetismo personal, carisma y una capacidad de atracción y seducción de


propios y ajenos. El carisma es la capacidad innata de atracción que posee el líder, que
anima a otros a adherirse a sus posiciones. Se trata de un elemento irracional, pero no
por ello menos real. Un líder no puede basarlo todo en la explotación de su carisma
personal, sino que éste debe asentarse sobre los elementos objetivos antes
mencionados: capacidad crítica, capacidad de análisis, fortaleza interior, capacidad de
respuesta estratégica y táctica, etc. El carisma es una fuerza interior, irresistible, con
una capacidad magnética de irradiación y atracción que genera entusiasmo y que,
avalada por estos elementos objetivos, termina por perfilar la esencia del liderazgo.

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