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Capítulo 17 El Observador, Parte Integrante del Objeto De Estudio

en Laplantine, François (2003) "Aprender Antropología". Editora Brasiliense . San


Pablo

Cuando el antropólogo pretende una neutralidad absoluta, piensa haber recobrado los hechos
"objetivos", elimina de los resultados de su investigación todo lo que ha logrado en su
realización y apaga cuidadosamente las marcas de su implicación personal en el objeto de
estudio, corre el mayor riesgo de aflicción del tipo de objetividad (necesariamente aproximada)
del modo de conocimiento específico de su disciplina.

Esta autosuficiencia del investigador, convencido de ser "objetivo" al liberarse definitivamente


de cualquier problemática del sujeto, y siempre, a mi juicio, sintomático de la insuficiencia de
su práctica. Se olvida (en realidad, de una forma estratégica y reivindicada) del principio de
totalidad tal como lo he expuesto; pues el estudio de la totalidad de un fenómeno social supone
la integración del observador en el propio campo de observación.

Si es posible y, a la vez, distinguir al que observa de aquél que se observa, me parece, en


compensación, impensable a disociar a ellos. Nunca somos testigos objetivos observando
objetos, sino sujetos observando a otros sujetos. Es decir, nunca observamos los
comportamientos de un grupo como se darían si no estuviéramos o si los sujetos de la
observación fuesen otros. En el caso, si el etnógrafo perturba determinada situación, y atiende
una situación al nuevo, debido a su presencia, ya su vez eminentemente perturbado por esa
situación. Lo que el investigador vive, en su relación con sus interlocutores (lo que reprime o
sublima, lo que detesta o le gusta), es parte integrante de su investigación. Por lo tanto, una
verdadera antropología científica siempre debe plantear el problema de las motivaciones extra-
científicas del observador y de la naturaleza de la interacción en juego. Pues la antropología es
también la ciencia de los observadores capaces de observarse a sí mismos y teniendo como
objetivo una situación de interacción (siempre particular) se haga lo más consciente posible,
eso es realmente el mínimo que se pueda exigir del antropólogo.

[...]
[Ante ciertas prácticas que le impresionaron en sus trabajos de campo, frente a las cuales,
sentía aversión desde la cultura a la cual pertenece, tuvo que tomarlas en cuenta y elucidarlas]
[...]

Importa mucho que el etnólogo (eso hace parte del aprendizaje de sus profesión, y el carácter
científico de los resultados de sus investigaciones depende de esto), controlar las trampas,
frecuentemente inconscientes, de la proyección del etnocentrismo.

Conviene aquí interrogarse sobre las razones que llevan a reprimir la subjetividad del
investigador, como si esta no fuese parte de la investigación. Porque esos informes anónimos
redactados por "acreedores" que ignoran la relación de todos los materiales recolectados con la
persona del colector ya que, si tiene talento, siempre puede escribir sus confesiones? Como es
posible que todo lo que hace a la originalidad de la situación al etnológica - que nunca consiste
en la observación de insectos, sino en una relación humana que involucra necesariamente
afectividad- pueda transformarse a tal punto en su contrario? ¿Se olvidó la represión de una
interacción entre seres vivos, funcionando en muchos aspectos como un ritual de exorcismo?
Es decir, ¿por qué, según la expresión a Edgar Morín, esa "esquizofrenia profunda y
permanente" de las ciencias del hombre en su tendencia ortodoxa?

La idea de que se pueda construir un objeto de observación independientemente del propio


observador proviene de un modelo "objetivista", que fue el de la física hasta el final del siglo
XIX, pero que los propios físicos abandonaron hace mucho tiempo. Y la creencia de que es
posible recortar objetos, aislarlos, y objetivar un campo de estudio del cual el observador
estaría ausente, o al menos sustituible. Este modelo de objetividad por objetivación y, sin
dudas, pertinente cuando se trata de medir o pesar (poco importa, en este caso, que el
observador tenga 25 o 70 años, que sea africano o europeo, socialista o conservador). No puede
ser conveniente para comprender los comportamientos humanos que transmiten siempre
significaciones, sentimientos y valores.

Ahora bien, una de las tendencias de las ciencias humanas contemporáneas es eliminar
doblemente al sujeto: los actores sociales son objetivados, y los observadores están ausentes o,
al menos, disimulados. Esta eliminación contiene siempre su justificación en la idea de que el
sujeto sería un residuo no asimilable a un modo de racionalidad que obedece a los criterios de
la objetividad, o, como dice Lévi-Strauss, de que la conciencia sería "la enemiga secreta" de las
"ciencias del hombre". En esas condiciones, no habrá entonces otra elección que entre una
cientificidad inhumana o un humanismo en no científico?

Paradójicamente, la vuelta del observador al campo de la observación no se dio a través de las


ciencias humanas, ni siquiera en la filosofía, sino por intermedio de la física moderna, que
reintegra la reflexión sobre la problemática del sujeto como condición de posibilidad de la
propia actividad científica. Heisenberg mostró que no se podía observar un electrón sin crear
una situación que lo modifica. De ahí sacó (en 1927) su famoso "principio de incertidumbre",
que lo llevó a reintroducir al físico en la propia experiencia de la observación física. Y fue
Devereux quien, en primer lugar (en 1938), mostró el provecho que la etnología podía sacar de
ese principio, común a todo enfoque científico. Perturbación que el etnólogo impone a través
de su presencia, de aquello que observa y que perturba a él por mismo, lejos de ser considerada
como un obstáculo que sería conveniente neutralizar, es una fuente infinitamente fecunda de
conocimiento. Incluirse no solo socialmente sino mas subjetivamente hace parte del objeto
científico que procuramos construir, como también del modo de conocimiento característico de
la profesión de etnólogo, Un análisis, no sólo de las reacciones de los otros en presencia de
este; sino también de sus reacciones a las reacciones de los otros, es el propio instrumento
capaz de proporcionar a nuestra disciplina ventajas científicas considerables, desde que se sepa
aprovecharlo.

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