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Método interpretativo
De la misma forma, Freud encontró a partir del método interpretativo, otras evidencias
metodológicas que podían ser utilizadas como vías de investigación y terapia. En primer
lugar, los sueños. Suponer que los sueños son apenas actividades descontroladas y poco
significativas de la vida humana sería una tontería. Los sueños tienen un papel importante
en el quehacer humano: permiten la satisfacción de las necesidades y el logro del placer
a través de formas sustitutivas, simbólicas. La persona que dejó de fumar sueña que fuma;
la persona que está haciendo dieta sueña que come abundantemente; la persona que no
acepta su sexualidad le da rienda suelta en su sueño o huye de ella, pero la reconoce. Todo
sueño es un deseo que se satisface simbólicamente y sin peligro; al menos para la
conciencia del propio sujeto que siempre puede decir "¡basta!" y despertar al durmiente.
El sueño utiliza los mismos disfraces que el síntoma: desplaza los significados de un
símbolo a otro, o condensa en un mismo símbolo varios significados. El patrón del sueño
y de los síntomas se repite en los actos fallidos: omisiones, olvidos de nombres o
sustituciones, palabras equivocadas, pérdida de objetos, repeticiones innecesarias. Todos
estos son hechos de la vida cotidiana que no son simples errores; tienen un significado y
pueden ser utilizados para develar los verdaderos deseos del que los experimenta, sin que
por eso sean patológicos. En la terapia era posible apurar la técnica: pedir al sujeto que
diga libremente todo lo que le pasa por la mente, y llevarlo a interpretar su propio
discurso. El método de asociación libre se instaló como el más representativo de la nueva
corriente y marcaba su vocación fenomenológica al pedir al sujeto que evitara todo juicio
racional sobre su discurso y lo dejara fluir. Solo era necesario una especie de diccionario
que tradujera los símbolos del discurso irracional del inconsciente al del discurso racional
de la conciencia y estaríamos en el camino de compren der lo que es hombre es y no sabe,
para mostrárselo. Aquí aparecía un tema vital para la construcción de la teoría
psicoanalítica: el inconsciente no es patológico, no es una fuente de enfermedad; todos
los seres humanos tienen en su propia constitución un espacio para el inconsciente, que
continuamente intenta penetrar la conciencia. De la misma forma que la sexualidad
enferma es continuidad de la sexualidad sana, el inconsciente patológico es apenas una
extensión del inconsciente sano. Una teoría psicológica general deberá asumir como
núcleo del hombre su sexualidad y su inconsciente. No existe una frontera entre salud y
enfermedad; todo es cuestión de matiz. El próximo paso estaba claro: construir una teoría
psicoanalítica de la personalidad.