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TEJERINA: ENTRE EL
RELATIVISMO
CULTURAL Y LOS
DERECHOS DE LAS
MUJERES.
1
La conquista femenina por el gozo pleno de los derechos humanos, ha sido y es, una
lucha ardua y larga en el transcurso de la historia. Desde la Declaración de los derechos
del hombre y del ciudadano en el año 1789, las mujeres nos hemos visto excluidas, al
no ser consideradas ciudadanas de hecho. A lo largo del siglo XIX y XX, se siguió
reforzando esta idea de que las mujeres pertenecían al ámbito privado, familiar y de los
cuidados, por lo que era necesario excluirlas del ámbito público y político, guardado
especialmente para los hombres, con el fin de seguir sosteniendo las estructuras de
dominio patriarcal. Si bien comenzó a verse una masificación en la inserción del trabajo
asalariado por parte de las mujeres, este por lo general era precario y mal remunerado, y
no estaba exento al dominio masculino y al uso de la fuerza-violencia.
El recorrido corto y resumido por estos hechos no es casual, ya que el siguiente trabajo
estará emparentado con la cuestión de las mujeres y los derechos humanos,
específicamente tomando el caso de Estela Tejerina, una niña wichi de la comunidad
Hoktek T’oi de Lapacho Moche2, quien fue abusada por su padrastro Fabián Ruiz.
1
Hay que recordar que desde la Revolución francesa en adelante distintas figuras como Olympia de
Gouges, y mujeres de diferentes sectores se han abocado a la lucha por la inclusión en los derechos
humanos.
2
Ubicada a 18 km de Tartagal en la provincia de Salta.
2
continuación intentare brindar las respuestas a estas problemáticas y reflexionar este
caso desde una mirada con Perspectiva de Género.
Decíamos anteriormente que este caso suscito la opinión de diversos académicos, como
John Palmer, antropólogo que vive dentro de las comunidades wichis y las estudia,
como así también diferentes juristas participaron del proceso judicial e hicieron sus
exposiciones en torno al caso. El proceso judicial es muestra de un machismo y sexismo
implícito, tanto por parte de la abogada defensora, como de los jueces, y del tribunal de
justicia (salvo María Cristina Garros)5. Según la crónica judicial, Ruiz fue acusado de
3
9 años según su identificación en el documento, ya que al ser mal asentada, se presume que Estela
tenía entre 11, 12 años.
4
Al poco tiempo se manifestaron antes las autoridades pidiendo la remoción de Dora de su cargo como
directora.
5
María Garros votó en disidencia cuando los abogados de Ruiz pidieron su excarcelación, sostuvo que
no puede declararse inaplicable la ley penal nacional por “los derechos derivados de su condición de
indígena y de su identidad cultural, a menos que no se confiera a estos últimos una condición de
derechos universales absolutos que no poseen”. Y además consideró que el acceso carnal a menores
“de modo reiterado hasta alcanzar su embarazo, bajo la modalidad de supuestos consentimientos en
virtud de relaciones matrimoniales aceptadas en ciertas comunidades indígenas, resulta objetivamente
violatorio de los derechos a la integridad personal y a la dignidad del ser humano”, que no deben dejar
de aplicarse a la niña “por la circunstancia de que víctima y procesado pertenecen a la comunidad
wichí”.
3
“violación calificada y abuso con acceso carnal reiterado” agravado por el vínculo con
Estela, sin embargo los miembros de la comunidad, el antropólogo J. Palmer y la
abogada de Ruiz la Dra. Alemán, declararon que esta sentencia era injusta e
inadmisible, ya que las relaciones sexuales que había mantenido con la niña se habían
dado dentro de las pautas culturales de la comunidad, bajo el denominado “matrimonio
privignático”. En un documental producido por el canal Encuentro6 John Palmer, hace
referencia al caso y explica que el matrimonio privignático es algo normal entre los
miembros de la comunidad wichi, allí el hombre se casa tanto con la mujer como con la
hija de esta, por ello es normal que se mantengan relaciones sexuales entre estos
parientes.
El párrafo anterior es una muestra clara de que no solo en el ámbito urbano, existen
prácticas que intentan aun hoy sustentar el dominio patriarcal, sino que en las
comunidades indígenas estos sistemas de dominio también están presentes.
Al hacer un análisis más detallado y con perspectiva de género podemos ver que en un
primer lugar pese a que la edad de Estela estuviese mal, ya sea con 12-13 años, a un
sigue siendo una niña (adolescente)7 por lo tanto tiene el derecho a que se resguarde su
integridad física y mental , ya que se encuentra en pleno desarrollo, no solo corporal
sino también psicoemocional, bajo ningún punto de vista es admisible considerar a
Estela un adulto plenamente desarrollado, ya que no está en condiciones de decidir tener
libremente una relación sexual con el que en realidad es su violador, esto es un acto
perverso, dónde inequívocamente se está abusando de ella, con el pretexto de
6
http://encuentro.gob.ar/programas/serie/8008/103?temporada=3.
7
La Convención de los Derechos del Niño considera que se es niño hasta que se cumplen los 18 años. Lo
establece así porque, desde que nace, el individuo atraviesa una serie de etapas evolutivas antes de
llegar a la madurez completa.
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normalizar una práctica que se pretende hacer pasar por cultural siendo que pretende
mantener el statu quo patriarcal. Esto constituye un riesgo para la integridad de niñas y
mujeres (sobre todo en condición de doble vulnerabilidad8), ya que como afirma el juez
Carlos Rozanski “si se admite que el abuso infantil es aceptable en una determinada
cultura, se abre la puerta para admitirlo en otros casos…”9.
8
Por el hecho de ser mujeres y pertenecer a una etnia.
9
https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/subnotas/206089-60888-2012-10-22.html.
10
Sección II, párrafo 38.
5
de la OIT11 deja establecido que “los métodos a los que los pueblos interesados
recurren tradicionalmente para reprimir (o no) los delitos cometidos por sus miembros,
deberán respetarse “en la medida en que ello sea compatible con el sistema jurídico
nacional y con los derechos humanos internacionalmente reconocidos”. No quedan
dudas entonces de que los pueblos indígenas deben conservar el derecho a sus
costumbres siempre y cuando no sean incompatibles con los derechos fundamentales de
las personas, y en este caso con los derechos fundamentales de las mujeres.
La violencia aplicada a la mujer por el hecho de serlo, no debe ser parte de ninguna
identidad étnica, a su vez la integridad cultural no depende de un ritual o practica
mucho menos cuando implica daño a las mujeres (matrimonio privignático). Octorina
Zamora, líder de una comunidad wichi en Embarcación, reafirmo esta posición en su
férrea lucha por los derechos de las mujeres, específicamente al enterarse del caso de
Estela y del fallo que dejaba libre a Ruiz, denunció a la Corte provincial ante el Inadi
por anular el procesamiento de este hombre que violó a una menor bajo el argumento de
que “es una costumbre de la comunidad”. En una entrevista a Pagina 12 realizada por
Mariana Carabajal, Octorina pronuncio: “Es realmente una aberración pensar que el
pueblo wichí acepta el abuso sexual de las niñas como una costumbre ancestral. En
cualquier lugar del mundo, las mujeres desde la primera menstruación están en
condiciones de tener vida sexual, pero son niñas y no quiere decir que se consienta su
abuso sexual o violación. Yo me eduqué con otra concepción con respecto al sexo. A
nosotros nos educan a través de la religión wichí, a través de mitos. Y hay uno en el
que se prohíben terminantemente las relaciones incestuosas y prematuras. Esto es
religioso. Lo otro es defender a un sinvergüenza. Curiosamente salieron todos a
defender a Ruiz, pero nadie hablaba de la niña. Para mí fue muy vergonzoso que
dirigentes indígenas defendieran a un violador”.
Este testimonio es realmente una muestra de las voces que dentro de las comunidades
indígenas, luchan por establecer los derechos de niñas y mujeres, sabiendo que este tipo
de actos no responden a una cuestión cultural, sino al mantenimiento de estructuras de
poder patriarcales, sino porque la voz de Octorina fue tan acallada y se tiene en cuenta
solo la de los caciques masculinos, es más ni Estela ni su madre, adquieren tal
protagonismo, ya que John Palmer se encarga de hacerlas responder lo que él quiere,
entonces ¿con que intereses sirven estas costumbres tradicionales?, ¿ a quienes
perjudican?, ¿porque cuando las mujeres quieren producir cambios las costumbres son
inalterables?, una vez más la respuesta es por el ánimo de mantener un statu quo
patriarcal, androcéntrico o sexista que concede privilegios al sexo masculino, los cuales
no se quieren perder. Se usa el argumento cultural para “conservar el control masculino
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Organización Internacional del Trabajo sobre Derechos de los Pueblos Indígenas y Tribales en Países
Independientes, adoptado por la 76ª Conferencia Internacional del Trabajo, Ginebra, 1989, ratificado
por nuestro país por la ley 24071 de 1992; en vigencia con rango constitucional desde el año 2000.
Hacemos énfasis en decir “tan citado” ya que la defensa apelo innumerables veces a este para justificar
el accionar del condenado, buscando numerosos recursos de casación, para lograr su liberación,
aduciendo todo a cuestiones culturales.
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sobre las mujeres”, en otras palabras, la cultura también puede ser un instrumento para
legitimar pretensiones de poder y autoridad.
A lo largo de este ensayo he querido demostrar como los derechos humanos, se cruzan y
generan intensos debates, cuando se tratan temas entre relativismo cultural y la
violencia a la que son sometidas las mujeres en las comunidades indígenas. Antes de
finalizar me gustaría retomar las palabras de Leckott Audencio Zamora, escritor wichi
de la provincia de Chaco: “La erradicación de la violencia contra las mujeres indígenas
se debe comenzar respetando sus derechos y en especial a las niñas quienes son las más
vulnerables en las diferentes situaciones en que viven. En las diferentes provincias
existe esta cruel práctica de violar a las mujeres indígenas sin que se haga justicia. Las
mujeres indígenas están en un estado total de Indefensión (…) Estupefacto, leí la
declaración de una “indióloga”, la antropóloga Morita Carrasco, que detrás de lindas
palabras como defendiendo los derechos indígenas, entre verdades y mitos creados
para ver al “otro” inferior, salvaje, estanco, diferente, etc., incurre en un disparate
como lo que dijo su amigo John Palmer, otro antropólogo y una abogada de apellido
Alemán, construyendo un discurso para apoyar la liberación de un violador de niña,
ella dijo: “Desde la primera menstruación, la mujer es casable y busca esposo; éste
será el reaseguro de su mantenimiento en el grupo”. Las personas no se comparten y
las niñas, después de su primera menstruación, están en camino de ser mujeres adultas,
y deben guardar normas. Ahí comienza la enseñanza para prepararse para ser mujer y
no para ser “casable”. Es ella, la mujer, que elige a su futura pareja. Las
declaraciones de la antropóloga Carrasco pueden poner en peligro a las futuras
generaciones de las niñas Wichí y de otros pueblos indígenas. Si liberan al abusador
de la niña Wichí, el Estado sería un instigador de las violaciones contra las niñas
indígenas”
12
Inadi en: https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-94545-2007-11-12.html.
7
“Luchar por el reconocimiento de los derechos de la mujer, es una lucha contra la
cultura androcéntrica y patriarcal”. 13
13
Mariana Trujillo en Hacia la resolución de los conflictos entre la protección de la diversidad cultural y
el reconocimiento de los derechos de las mujeres. En Revista Derecho del Estado n° 26.
8
BIBLIOGRAFIA:
• Carabajal, Mariana. 2007 La dirigente wichí que acusa a la Corte salteña por
discriminación. Página 12, 2/7/2007.
• Página 12 “La dirigente wichi que acusa a la corte salteña por discriminación”
en https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-87477-2007-07-02.html.
9
• Sánchez Alegre, Adolfo. s/f. “El derecho a la integridad sexual en confrontación
con el derecho a la cultura”. En http://www.indigenas.bioetica.org/not/nota62.htm
(consultado 03/12/2018).
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