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Reseña

Grimson, A (2011). Las culturas son más híbridas que las identificaciones. Diálogos inter-antropológicos. Los
límites de la cultura. Críticas de las teorías de identidad.

El texto nace de una propuesta planteada desde la antropología de las fronteras del cono sur en
diálogo crítico con las teorías estadounidenses de las fronteras. Se ubica en un momento específico
del pensamiento antropológico sobre dicho concepto cuyos antecedentes más importantes podemos
comenzar por situar en las investigaciones antropológicas de los años 70. Los antropólogos del
momento pretendieron desafiar las nociones de límite político como límite cultural desembocando
en una desnaturalización de fronteras políticas que iba de la mano con la esencialización de
identificaciones sociales no nacionales. Desde dicha visión hablar sobre una teoría de las fronteras
era hablar sobre una teoría de la cultura, pero una cultura uniforme que, aunque era cuestionada en
el ámbito nacional, reaparecía en los grupos étnicos—que se suponía habían conservado una
autenticidad transhistórica—.

Hacia los años 90 el “giro fronterizo” de los estudios culturales conceptualizó la frontera no
solamente como construcción, sino también como múltiple y cambiante, pasando el foco de la
articulación comunidad-cultura-territorio a las cuestiones de vínculo, dinámica y experiencia.
Aunque este nuevo paradigma planteó el reconocimiento de la frontera como lugar de cruce y
diálogo a la vez que de conflicto y desigualdades, el privilegio que tuvo el término frontera lo
convirtió, en alguna medida, en una metáfora comodín que permitía señalar múltiples fenómenos
sin analizar los posibles conflictos que podían implicar. Esta nueva visión sobre la frontera—afirma
el autor— se enfocó en apreciarla como lugar de mezcla en un momento en que se hacía
políticamente más rígido y estricto; reemplazó la caracterización de este espacio como ordenado y
puro, por desordenado y sincrético, pasando a hablar más de un espacio de cruce que de frontera.

Estas dos posturas, de metáforas de hermandad y cruce, tendieron a invisibilizar la dimensión


conflictiva de dichos espacios y a poner el énfasis en una supuesta inexistencia de las fronteras para
las poblaciones locales. Esto, desde la visión del autor, produce una imagen de armonía en las
comunidades previa a la llegada del Estado y nubla el carácter problemático de los proyectos de
desaparición de límites (tales como Mercosur), que implican la resignificación de las diferentes
sociedades ya no solo en términos de diferencia, sino ahora de desigualdad (superior-inferior,
pobres-ricos, orden-desorden).

Es esta la razón por la cual, partiendo del llamado de Williams (1983) de estudiar la etimología e
historia social de los conceptos utilizados en las investigaciones sociales, Grimson y otros
antropólogos latinoamericanos apelan a la etnografía como una herramienta metodológica para, no
sólo estudiar el término que se usa, sino también hacer una historia territorial, relacional y
sociocultural de espacios fronterizos específicos. Una de las grandes influencias para pensar en la
especificidad de las fronteras en el cono sur fueron los estudios sobre fronteras europeas, africanas y
asiáticas que afirmaban su heterogeneidad; en contraposición con los realizados en la frontera
México-Estados Unidos que vieron en dicha línea divisoria un posible lugar para explicar la
dinámica fronteriza en términos generales, homogeneizándola como un espacio de separación y
unión al mismo tiempo, vaciándola de su sentido histórico y olvidando su dimensión de límite y
frente de batalla.
Una frontera solo puede dividir una entidad que se encontraba unida pero, una vez estás son
interiorizadas en el imaginario común a través de las transformaciones que implican en la vida
cotidiana, son concebibles como puntos de contacto solamente en la medida que, como límite,
separa dos entidades que se consideran diferentes. Desde su recorrido investigativo en América
Latina, Grimson afirma que la relación entre frontera y cultura no es una relación dialéctica (como
plantea Bourdieu, por ejemplo), está atada a una historia colonial y, en esa medida, la frontera ha
sido la línea base de producción de diacríticos y su establecimiento no suele ser producto de
objetividades culturales previas; es sobre su existencia que se han organizado determinados
sistemas (y no unidades) sociales. La propuesta de Grimson apunta a detectar la identidad y mixtura
de las identidades en las zonas fronterizas, así como las lógicas locales de disputa entendiendo que
no existe un modo homogéneo de hibridación y resaltando la importancia de analizar tanto la
mezcla cultural como las alianzas y conflictos sociales y políticos de manera situada. Siguiendo su
argumento acoge la propuesta su mentor Roberto Cardoso de Oliveira de hablar ya no de culturas
transfronterizas, sino de culturas de contacto.

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