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INTRODUCCIÓN A LA

GEOGRAFÍA

UNIDAD Nº 3: ELEMENTOS BÁSICOS DEL ANÁLISIS


GEOGRÁFICO

✓ Región.
✓ Paisaje.
✓ Territorio.
✓ Territorialidad.
✓ Lugar.
✓ Escala geográfica.
TEMA Nº 17

ANOTACIONES EN TORNO AL CONCEPTO DE REGIÓN

Cayetano Espejo Marín


Universidad de Murcia

La distinción de regiones a diversas escalas ha sido un objeto geográfico rico, complejo y a


la vez impreciso, ya que la regionalización se debe realizar sobre la base de diferencias,
aunque éstas sean relativas y no tengan la importancia real que se les ha atribuido en muchos
casos. La división del espacio en unidades distintas y precisas responde a una necesidad
política evidente y antigua. Fue sólo en el siglo XVIII cuando se manifestó la búsqueda de
una división racional del territorio y cuando apareció el término región. Desde entonces, la
región se afianzó y su contenido llamó la atención de numerosos investigadores (Thisse, J.F.,
1997).
Hasta el siglo XVIII se utilizan marcos políticos y administrativos como divisiones
regionales. A partir de la segunda mitad de esta centuria aparecen nuevos elementos que
conviene tener en cuenta. En la historia del pensamiento geográfico el despliegue conceptual
y terminológico alrededor del vocablo «región» ha durado, hasta alcanzar nuestros días,
unos doscientos años (Vilá Valentí, J., 1980).
En la más profunda tradición geográfica la existencia de la región no se cuestionaba. Se daba
por hecho que la superficie terrestre se organizaba, de modo natural, en ciertas unidades de
extensión limitada, denominadas regiones. Ha sido un axioma de la Geografía. Que para
unos esa entidad geográfica fuera de carácter físico, es decir, las llamadas regiones naturales;
o que su razón profunda fuera el paisaje, como aglomerado combinatorio de rasgos físicos y
humanos; o que respondiera más bien a una organización polarizada, de carácter funcional
o urbano, eran cuestiones debatidas, pero que no suponían cuestionar una coincidencia
fundamental: que tales entidades tenían existencia. Que respondían a una realidad objetiva
independiente de la voluntad del observador. Que la tarea de éste, en el caso del geógrafo,
consistía en dotarse del instrumental adecuado para descubrirlas, identificarlas,
delimitarlas y describirlas (Ortega Valcárcel, J., 1988b).
A pesar de la imprecisión del término región, se perfila como modelo de análisis y de
actuación hoy día, y permanece en la más contundente realidad (López Trigal, L., 1985).
Pero se dan diferentes enfoques y planteamientos para interpretar el tema. Si al principio
preocupaba el conocimiento de los espacios regionales, su descripción, sin interesar
demasiado el método o los criterios de delimitación usados (Juillard, E., 1962), desde la
segunda mitad del siglo XX no basta con el conocimiento científico de tales espacios, sino
que interesa la metodología e incluso las proyecciones aplicativas, en aras de la planificación
regional.
Las opiniones de diversos autores sirven para mostrar que las definiciones varían con
frecuencia. Sin embargo, éstas comparten dos características importantes. Por una parte, se
encuentra siempre la idea de que los lugares constitutivos de una misma región son, de una

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manera u otra, suficientemente similares como para poder ser agrupados en el seno de una
misma entidad espacial. Por otra, cualquiera que sea la definición aceptada, aparece un
sentimiento de insatisfacción en la lectura de los correspondientes trabajos, sentimientos
compartido con frecuencia, y hasta a veces expresado, por los propios autores (Thisse, J.F.,
1997).
Ante la pregunta ¿qué es una región?, las diversas opiniones confluyen en aseverar que una
región es un fragmento de espacio que se distingue de los otros. Las divergencias se inician
al considerar cómo distinguirlo. Esta discusión es uno de los campos preferidos por la
Geografía que debe seguir reivindicando; contiene unas posibilidades de acción aplicativa
manifiesta. Además, la cuestión regional posee una dimensión política que la convierte en
asunto relevante desde el punto de vista social (Ruiz Urrestarazu, E., 1989).
El concepto de región ha sufrido numerosos avatares a lo largo de la reciente historia de la
Geografía. A su vez, se ha enriquecido con las aportaciones de otros científicos que
comenzaron a tomar en consideración los condicionamientos espaciales que afectaban a los
fenómenos que ellos estudiaban. A lo largo de los diferentes paradigmas formulados en
Geografía han existido unas u otras preferencias a la hora de definir los espacios regionales.
Según M. Molina (1986), de forma sintética, el positivismo decimonónico fue esencialmente
fisiográfico, identificando en ocasiones la individualidad del espacio con las cuencas
hidrográficas, a través de las cuales se estudiaban los diferentes modos de vida. El
historicismo se basó en las regiones naturales, sobre las que trataba de analizar las acciones
humanas, y por tanto la mayor o menor transformación del medio natural. El
neopositivismo defendió la región por criterios funcionales, desembocando también en la
concepción regional a través del empleo de la teoría general de sistemas. Por último, los
humanistas hablan sólo de ese espacio vivido por el hombre, que es el que permite establecer
una mejor individualización del territorio.
J. Bosque Maurel (1982) define a la región como «un sistema en el que la combinación
de los diferentes elementos que lo componen puede partir de unas pautas
similares, de unos principios comunes y generales que permitan una
explicación válida para cada región y para el conjunto de todas las regiones que
constituyen el espacio terrestre».
Para P. Claval la región es «la expresión en el espacio de las relaciones que los hombres
establecen, de los grupos a los que éstas dan lugar y de las solidaridades que resultan de
ellas, y de las que los protagonistas tienen una conciencia más o menos clara. La vida de
relaciones se inscribe en diversas escalas, de manera que la organización del espacio se
inscribe en diversos niveles: hay pequeñas regiones, las que nacen de ritmos y
complementariedades de la vida cotidiana, y otras más amplias, que unen a aquéllos que
están ligados por relaciones de diverso tipo, menos frecuentes en lo referido a los
particulares, pero con frecuencia igualmente importantes» (Claval, P., 1993b)
Por otra parte, M. Molina (1986) considera que la palabra región es un término polisémico,
debido a la falta de unanimidad a la hora de definir los principios capaces de constituir áreas
diferenciadas. Por lo que para su definición se han adoptado criterios naturales, históricos,
económicos, funcionales, sistémicos, políticos o administrativos que a su vez y en líneas
generales tratan de definir o bien un espacio homogéneo, constituido por realidades afines,
o heterogéneo, peso basado en una cierta unidad.
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Los criterios aludidos permiten establecer modelos tipológicos y tienen una utilidad
científica específica, por lo que es preciso contar con todos ellos. Lo que sí procede es
establecer una división dual en el conjunto de los diferentes planteamientos. La región es
una construcción intelectual o, por el contrario, tiene vida propia, es un ente real, objetivo;
es decir existen en el espacio y se distinguen por unas particularidades propias que al
investigador le es dado descubrirlas.
J.M. Casas Torres (1980) señala que «todas las categorías de regiones caben dentro de dos
tipos: las «inventadas», con un fin concreto para quien las establece, y las «reales», las
«geográficas», las que de verdad existen y funcionan, en ocasiones desde hace siglos».
Por tanto, un criterio de análisis, planteamiento inicial, es admitir la existencia de la región
como ente real o, por el contrario, argumentar que se trata de una construcción mental,
intelectual. Es decir, se identifican dos posturas: la primera relacionada con la idea de que
la región es un espacio con propiedades específicas, mientras que la segunda considera que
la región es una forma de individualizar el espacio.
a) La región ente real
Desde el concepto de región natural, fisiográfica, propio de los primeros decenios del siglo
XX, se produce una evolución hacia región geográfica, entendida como producto
fundamentalmente humano (Vilá Valentí, J., 1980), surgida de la proyección social sobre un
espacio determinado; de manera que son las acciones humanas las que constituyen el motivo
esencial de diferenciación y de individualización. Por tanto, desde las primeras
consideraciones se llega a señalar que es innegable la existencia de regiones naturales,
caracterizadas con frecuencia por ciertas identidades de poblamiento, de explotación y de
formas de vida (Foucher, M. 1981).
Se va interpretando el espacio como producto de relaciones sociales, de elementos
interrelacionados, a modo de sistema, idea sobre la que H. Isnard habla de espacio sometido
a la inestabilidad y cambios, como reflejo de la evolución de las sociedades; el problema se
sitúa ahora en saber que fenómenos humanos son los más importantes para definir el
espacio regional (Molina Ibáñez, M., 1986). Entre éstos, se atribuye un papel destacado al
fenómeno urbano y a las relaciones funcionales, como criterio de regionalización,
principalmente a partir de la década de los años cincuenta. M. Molina (1986) cita autores
que están en esta línea, región como compartimentación del espacio, coordinado por la
ciudad y que goza simultáneamente de cierta autonomía frente a otras agrupaciones
territoriales próximas, (Juillard, E., 1962), (Kayser, B., 1984), Dollfus, O., 1975), Bielza, V.,
1980).
Así pues, la región se define como realidad observable a varias escalas, área organizada por
grupos humanos, a la vez que sistema abierto complejo; es decir, la región como estructura,
con un esquema de relaciones verticales y horizontales entre sus elementos, que definen un
verdadero sistema con su entorno (Dumolard, P., 1975).
b) La región, construcción mental
Los planteamientos de la región como realidad observable han sido contestados por otros
autores que interpretan la región como construcción mental, en cierto sentido de la mente
humana (Corna Pellegrini, G., 1990), concretada en la realidad en virtud de los elementos

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elegidos, de acuerdo con unos objetivos, lo que supone tantas posibilidades de
regionalización como desee el investigador (Molina Ibáñez, M., 1986).
La idea que «se puede dividir el espacio y regionalizar como se quiera y en la
medida en que se quiera» o que «no existen regiones más que en la mente del
investigador» ha sido contestada, entre otros, por R. Brunet, que define a ultranza la
región como formación territorial objetiva y descalifica a aquellos geógrafos que conciben la
región como un concepto y no como un ente con vida propia, afirmando que se trata de
«regresión intelectual» y «testimonio de confusión mental y de incultura
científica». R. Puyol (1980) considera que no existen regiones objetivas, pues todas son
resultado de elaboraciones mentales. R.P. Bradshaw y J. Estébanez (1985) se pronuncian de
una forma semejante, considerando válido cualquier tipo de regionalización, llegando a
afirmar que «toda división regional no es más que una intervención humana
creada para su interés: facilitar la administración de un territorio, o el estudio
científico de regiones de características semejantes» (Bradshaw, T. y Estébanez, J.,
1985). Sin embargo, estos autores admiten que ciertos límites aparecen con mayor
frecuencia utilizados que otros, lo que indica que son más aceptables que otros. Para M.
Molina (1986) «la región como ente único no existe, hay posibilidades de regionalizar el
espacio, las cuales vendrían unidas a múltiples criterios cuya elección depende del
investigador, de acuerdo con una finalidad y con unos objetivos». Igualmente, J. Vilá Valentí
(1980) defiende una concepción de región pluralista, donde los criterios han de adecuarse al
objetivo perseguido J. Ortega Valcárcel (1988b) señala que es posible una recuperación del
concepto región objetiva, desde los planteamientos radicales y marxistas, a través de dos
formulaciones: La región, como efecto de la división territorial del trabajo, inducida por el
desarrollo capitalista (Storper, M. & Walker, R., 1983); y la región como consecuencia
manifiesta del proceso de acumulación de capital, a escala nacional e internacional (Webber,
M.J., 1982).
La región aparece así vinculada a la dinámica del capital y puede ser interpretada como
modelo conceptual (Ortega Valcárcel, J., 1988b), instrumento referido a una determinada
dimensión de la organización espacial, herramienta para entendimiento de las formas
históricas en que la sociedad. Cada modo de producción y formación social estructura su
espacio, es decir, el modelo de organización del espacio, en relación con la organización
social, llegando a señalar el mismo autor el valor e interés que poseen las teorizaciones
recientes sobre la división territorial del trabajo o sobre el proceso de acumulación.
Profundizar en esta vía es un objetivo ineludible de las disciplinas que se interesan por los
factores regionales (Ortega Valcárcel, J., 1988b).
1. La regionalización del espacio
La regionalización es un proceso de clasificación que conduce a una tipología. Resulta
evidente que no hay una única regionalización para una extensión dada, sino varias posibles
en función de los objetivos que uno se fije, de los criterios adoptados, del sistema elegido
como organizador del espacio identificado entonces. Una misma extensión puede ser
dividida en regiones naturales, en regiones culturales, en regiones que se organizan a partir
de una red urbana o de una actividad económica predominante. La regionalización sólo tiene
sentido en función del objetivo asignado. De ello se deduce entonces la elección de las

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variables y de los parámetros, y por tanto de las interacciones e interrelaciones que se
establecen entre los elementos (Dollfus, O., 1986).
En líneas generales, entre los factores utilizados en la regionalización, las individualidades
naturales constituyen el criterio más antiguo, ya que la región natural, fundamentada
esencialmente en el clima o en criterios geológicos, como principios distintivos de regiones,
alcanza madurez a finales del siglo XX, aunque se ha señalado la utilización preferente y
tradicional, hasta el siglo XVIII, de marcos políticos y administrativos como divisiones
regionales.
Las regiones naturales, relacionadas con géneros de vida y de comunidades idiomáticas,
definen el concepto país, identificado en ocasiones con realidad histórica más que
geográfica. Este concepto de región natural deriva hacia la noción más conocida de región
como producto esencialmente humano, que predomina a partir del tercer y cuarto decenio
del siglo XX, por influencia de la Escuela Francesa (Vilá Valentí, J., 1980).
Es hacia la década de los años sesenta del siglo XX cuando se produce un importante cambio
en el concepto de región, que tiende a acentuar el papel del hombre como modelador y
conformador de la región, factores casi exclusivos. Haces o flujos de relaciones, de carácter
social y económico, pasan a un primer plano de consideración; frente a la unidad formal, se
argumenta la coherencia de relaciones, influye en ello el desarrollo diferencial, tras la
industrialización, las relaciones comerciales y los efectos de dominación (Corna Pellegrini,
G., 1990). Los nuevos conceptos del Análisis Regional son la jerarquía, densidad, e
intensidad de flujos, que permiten identificar áreas como campos de acción de flujos o
fuerzas de muy diverso orden (Juillard, E., 1962). La revolución de los medios de
comunicación y el crecimiento de las ciudades hacen, por tanto, que varíe el contenido de la
noción de región.
1.1. La región natural
La región natural es una de las primeras formas de delimitación de espacios terrestres,
distinta de las áreas de expansión de un sólo fenómeno, pues los contenidos, explícita o
implícitamente, son complejos (Castillo Requena, J.M., 1991-1992). Los naturalistas y los
geógrafos se mostraron sensibles desde muy pronto ante la existencia de divisiones
relacionadas con la influencia del relieve, de los suelos y del clima, y que se leen con facilidad
en el reparto de las formaciones vegetales. Para describir este tipo de unidades se forjó el
término de región natural a finales del siglo XVIII (Claval, P., 1995).
F. Buache en su memoria presentada a la Academia de Ciencias de París (1752) sobre las
cadenas de montañas del Globo Terrestre argumentó como base de la región física el
principio de cuenca hidrográfica, donde el concepto de dorsal orográfica comienza a ser
relevante como criterio de división territorial.
Para A. de Humboldt no se trata de simples cuencas hidrográficas sino de regiones naturales
consolidadas, aun manteniendo la concepción fisiográfica de las mismas. Esto supuso un
cambio profundo en las ideas geográficas, acercándose al sentido moderno de la disciplina.
La aproximación a esos contenidos dentro de la conceptualización de regiones naturales
viene dada a cargo de C. Ritter, estableciendo la diferenciación entre región natural, esfera
de expansión y esfera de cultura.

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Cuando los geólogos trazaron los mapas geológicos y pudieron compararse con los
topográficos, comienzan a entenderse la unidad de las regiones naturales, sobre todo de
aquellos casos en los que el relieve era poco vigoroso; así aconteció por ejemplo con la
«Meseta» española, concepto de incorporación relativamente reciente (a mediados del
siglo XIX) y que no adquirió personalidad hasta aparecer representado el mapa geológico
(Solé Sabarís, L., 1968). La conceptualización de la región natural se estableció sin una teoría
del todo consolidada, como una derivación de la causalidad determinista y por la claridad
científica «con que esta unidad puede ser establecida, por encima de los más
difusos hechos humanos, por otro lado, también carentes en sus ciencias
analíticas de una sistemática tan elaborada como lo estaba ya de las Ciencias
Naturales» (Martínez de Pisón, E., 1978).
La consolidación del concepto de región natural es una etapa imbricada en el propio
desarrollo de consolidación de la región geográfica. La idea de región natural desde la
perspectiva ecológica ambiental fue tomando cuerpo dentro de la Geografía regional
francesa y a finales del siglo XIX, P. Vidal de la Blache será el personaje aglutinador de ésta.
Según R.P. Bradshaw y J. Estébanez (1985) el concepto de región natural tiene su origen en
la escuela francesa de Geografía Regional a comienzos del siglo actual. De igual modo opina
L. Solé Sabarís (1984), ya que según este autor fue sin duda P. Vidal de la Blache quien, en
gran medida, desarrolló el concepto de región natural en sus trabajos Les división
fundamental du sol française (1888-188) y Tableau de la Geographie de la France (1903).
A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX el concepto de región natural va adquiriendo
mayor complejidad, enriqueciéndose con contenidos más diversos que el hidrológico,
llegándose a identificarse espacios integrados en los cuales las condiciones ecológicas
determinan las formas de vida y ocupación de los grupos que la habitan, incorporándose los
territorios definidos por la vegetación al concepto de región natural, como posteriormente,
antes que finalice el siglo, los definidos por rasgos homogéneos edáficos. F. Ratzel en su obra
Antropogeographie (1882-1891) estudia las relaciones entre el hombre y el medio,
estableciendo la doctrina determinista. Una aportación relevante de la Geografía alemana
en relación al concepto de región natural fue la obra del alemán A. Hettner.
L. Gallois en 1908 expone los diversos elementos que intervienen en la configuración de la
región natural y de sus influencias recíprocas, destacando la importancia del clima, suelo y
vegetación. Para este autor, el clima es el factor más importante, por su influencia en la
vegetación y los cultivos, condicionando la distribución geográfica de las zonas geográficas
de la tierra, considerando a la región natural como el único principio de división racional, la
auténtica región geográfica (Claval, P., 1981). Esta complejidad del concepto de región
natural, es incorporada a España en el primer tercio del siglo XX por J. Dantín Cereceda y
E. Hernández Pacheco. El concepto de región natural sirvió de hilo conductor a estos
investigadores para abordar el estudio de los suelos, utilizándolos como elemento integrador
y diferenciador de las regiones. Para J. Dantín Cereceda (1922) el factor más importante en
la región natural es el geológico, estableciendo los siguientes factores en orden de prelación:
relieve, clima, vegetación y cultivos, fauna y el hombre, considerando a la región natural
como una realidad viva, expresión de la propia naturaleza, unidad territorial determinada
por factores físicos.

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R. Hartshorne en su obra Perspective on the Nature of Geography (1959) realiza un estudio
filosófico sobre la conceptualización de la región natural, y llega a decir: «La región
natural ni existe, ni puede existir como individualidad diferenciada, no es más
que una simple construcción mental, un modelo como se dice hoy,
completamente subjetivo y arbitrario».
J. Tricart y J. Kilian con su libro L'éco-géographie et l'amenagement du milieu naturel (1979)
definen la región natural como una integración dinámica entre los distintos elementos
físicos que integran el paisaje: relieve, clima, vegetación, suelos.
Toda esta complejidad de contenidos en el desarrollo del concepto de región natural tuvo
una gran relevancia en la Geografía contemporánea, proporcionándole un carácter
científico, ya que es una disciplina explicativa, lo que permite el establecimiento de
conexiones entre componentes de la misma naturaleza y entre la naturaleza y el hombre y,
por otro, le va aproximar a métodos científicos, inherentes a las ciencias naturales (Vilá
Valentí, J., 1980). Estas regiones naturales, conjugadas con géneros de vida y formas de
organización preindustriales, diferencian paisajes, aunque pierden sentido en la dinámica
actual de la acumulación de capital y especialización a escala internacional.
J. Vilá Valentí (1980) señala que el concepto de región natural es ante todo algo complejo. Y
en ello profundiza L. Solé Sabarís (1984) que considera que «el concepto de región
natural resulta mucho más complejo y no se refiere a un único hecho, sino por
igual a todos los factores físicos que intervienen en la configuración de un
determinado territorio: relieve, litología, suelo, clima, hidrografía y
vegetación».
L. Solé Sabarís (1984) establece una definición de la región natural que se basa en cuatro
fundamentos: «la región natural o fisiográfica es un área de dimensiones
variables, delimitada convencionalmente gracias a un artificio lógico y, en el
cual, el medio físico, representado por el relieve, suelo, clima, aguas y
vegetación ofrecen una homogeneidad ecológica de condiciones de vida,
creando una cierta unidad de configuración». Los fundamentos señalados por Solé
Sabarís en tanto que sustentadores de esa definición son:
a) Las regiones naturales no aparecen prefijadas en la naturaleza como realidades
individuales, inmutables y realmente existentes, sino que son intervenciones
intelectuales, basadas en artificios lógicos, que permiten dividir adecuadamente la
Tierra para poderlas describir.
b) Influencia de todos los factores físicos; relieve (incluyendo en este concepto la altitud,
litología y morfología), clima, suelo, aguas y vegetación, según relaciones mutuas y
complejas, en la configuración de la unidad considerada. Pero debe entenderse que
los límites de las áreas de cada uno de estos diversos elementos no coinciden
forzosamente en el espacio, por obedecer a principios distintos.
c) Homogeneidad de condiciones ecológicas. Condición que ha de ser interpretada en el
sentido que la región natural constituye un sistema ecológico (ecosistema), con
funciones y propiedades específicas, en el cual el componente biótico disfruta de
condiciones de vida muy similares, aunque no sea un medio totalmente uniforme.

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d) Cierta unidad de configuración, entendiendo, pues, que no se trata sólo de un
concepto funcional; también lo es formal, aunque no constituya una individualidad
concreta dada por la naturaleza.

C. Sanz Herráiz afirma que los estudios sobre las regiones naturales se han hecho más en un
plano teórico que en el práctico. La ciencia del paisaje sería el camino para avanzar en estos
estudios prácticos sobre ellas. De igual modo se muestra partidaria de establecer su
dimensión espacial. Además, considera que es preciso situar la región natural dentro de un
orden geológico, y subraya su articulación como «sistema abierto», formando un
conjunto de elementos interrelacionados en sucesivas estructuras internas que dirigen sus
evoluciones y sus estados (Sanz Herráiz, C., 1980).
1.2. La región geográfica
Desde finales de la segunda década del siglo XX se produce en el campo de la Geografía un
claro rechazo a la corriente positivista dominante hasta ese momento, y cuya expresión más
clara había sido el determinismo físico a la hora de abordar el concepto de región. Comienza
a partir de entonces una renovación y la conformación de una nueva etapa en la Geografía.
El inicio de la misma parte del paradigma de la región concebida por la escuela francesa,
cuyo edificio humanístico fundado a principios del siglo XX por P. Vidal de la Blache, se
mantendrá vigente desde entonces hasta por lo menos el quinto decenio.
Frente al rígido determinismo de la corriente positivista, la región geográfica es concebida
ahora como un espacio claramente individualizado de sus ámbitos periféricos, por cuanto
que en él se produce una estrecha relación entre los elementos físicos y humanos, conexión
que se ha ido gestando a lo largo de la historia y cuyo resultado más notable es la
configuración de un paisaje determinado.
La región geográfica, tal y como fue definida por los trabajos publicados a lo largo del primer
tercio del siglo XX, es un espacio construido por una larga sucesión de intervenciones
humanas que han dominado las dificultades de un marco natural más o menos homogéneo,
pero de extensión limitada y muy individualizada con relación a su entorno.
Los elementos en juego pertenecen a una serie de factores más o menos imperativos, pero
en número relativamente reducido y constituyendo una armonía: las condiciones naturales,
el peso del patrimonio acumulado a lo largo de un tiempo histórico de duración variable
(George, P., 1988).
La región natural, tradicionalmente homogénea, se ha ido transformando en región
humanizada, también llamada región geográfica, entendida como un espacio en el que, por
encima de los rasgos físicos e, incluso, de los mismos límites administrativos más o menos
artificiosos, las pautas del comportamiento humano, tanto culturales como económicas,
tenderían a la homogeneización, más funcional que fenomenológica, de ámbitos físicos muy
diferentes y de grupos sociales originariamente distintos y cada vez más próximos (Bosque
Maurel, J., 1982).
Las actuaciones de la comunidad humana en el medio no son entendidas como un efecto
exclusivo del ambiente físico, sino como el resultado de la influencia que ejerza la cultura -
sistema de valores- y la tecnología -sistema de medios de intervención-, por lo que, en
definitiva, todo ambiente físico contiene un espectro de posibilidades de organización de los
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recursos. La región es ahora producto de la acción humana sobre el medio y se define, como
afirma G. Cano García (1985), más por el contenido que por el continente. Sin embargo, a la
hora de efectuar delimitaciones se seguirán manteniendo los criterios tradicionales ya sean
de orden físico o político-administrativos.
La mayor aportación de esta nueva etapa hay que centrarla en la sistematización del método
de análisis empleado para caracterizar los espacios regionales que, a partir de entonces,
supondrán el estudio encadenado de: medio físico, historia y población, actividades
económicas y división regional (Méndez, R. y Molinero, F., 1984). Se parte, pues, de una
exposición previa de los caracteres físicos preferentemente de las formas del relieve y el
clima, y es que, efectivamente, como afirma J. Vilá Valentí, en los trabajos de los geógrafos
franceses se parte del supuesto de que existía una región natural con unos determinados
caracteres físicos, pero sobre ella actúa el hombre otorgando singularidad a la región, es
decir, es lo que el hombre ha realizado lo que la hace original y distinta (Vilá Valentí, J.,
1983).
No obstante, esta sistemática en la metodología, constantemente repetida en las distintas
publicaciones, y la ausencia de visión sintética, reflejaron las contradicciones entre teoría y
praxis geográfica (Méndez, R. y Molinero, F., 1984).
1.3. La región funcional
A partir de la década de los años cincuenta del siglo XX la ciencia geográfica entra en una
nueva etapa, debido a que experimenta una profunda mutación tanto teórica como
metodológica, que afecta a los contenidos y a los enfoques clásicos o tradicionales de la
materia, dándoles un sentido más especulativo y deductivo que antes. Esta nueva
orientación, denominada «Geografía Teorética» o «Nueva Geografía», lleva a una
renovación en el planteamiento que se ve reflejada en los estudios regionales.
El artículo de F.K. Schaefer Excepcionalism in Geography (1953) es el punto de partida para
la renovación conceptual y la Geografía Regional se justifica en cuanto que sirve como fuente
de información y ámbito de experimentación o verificación de las leyes y modelos teóricos
elaborados por la Geografía Teórica (Méndez, R. y Molinero, F., 1984).
La región se define como un espacio individualizado donde se combinan elementos físicos y
humanos, pero en la que el papel jugado por la actividad humana resulta el más destacado
«como modelador y conformador de la región, de tal manera que puede llegar
a aparecer como un factor exclusivo a casi exclusivo» (Vilá Valentí, J., 1980).
La región, en este caso, viene caracterizada no ya por la morfología o por el paisaje, sino por
las funciones expresas de las estructuras que dirigen o que influyen en la organización del
territorio. En definitiva, si en épocas pasadas el concepto de región se establecía por la
existencia de una uniformidad tanto física como humana, en esta nueva etapa, el elemento
determinante es la presencia de interrelaciones (económicas, sociales, ...) que enlazan los
diversos componentes de un territorio, creando, en consecuencia, una red de flujos a partir
de la cual queda organizada una determinada estructura espacial. Surge así la región
funcional o polarizada, donde frente a la idea de uniformidad sostenida para delimitar
espacios regionales en etapas anteriores, va cobrando pujanza el criterio de unidad, pues,
como afirma V. Bielza de Ory «se trata de individualizar la superficie o el espacio
terrestre en una serie de conjuntos en cuyo seno exista unidad, cohesión entre
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sus partes, un principio de organización y funcionamiento», (Bielza de Ory, V.,
1980).
El proceso de crecimiento urbano iniciado a partir del siglo XVIII derivado de la Revolución
Industrial en los países de Occidente y después generalizado hasta llegar al momento
presente es uno de los rasgos más característicos de nuestra sociedad. La ciudad en estas
áreas de la Tierra ha ido adquiriendo un papel creciente en todos los órdenes. Su importancia
radica no sólo en que en ella habitan un número elevado de personas, sino también porque
se ha convertido en el ente ordenador y organizador de aquellos espacios que la rodean y
que se encuentran de manera constante vinculados a la misma (Serrano Martínez, J.M.,
1995). Este hecho ya lo pone de manifiesto R.E. Dickinson hace varias décadas cuando
afirma que «la verdadera originalidad del carácter urbano radica en su función
de servicio a un área tributaria. Las ciudades no crecen por sí mismas, sino
merced a las regiones, que las crean con el fin de realizar ciertas tareas en
lugares centrales. El trabajo y la organización de la sociedad civilizada
requieren la existencia de centros de servicio. Por tal motivo tienen singular
importancia las fuerzas centrípetas en la localización y estructura de la
comunidad urbana como sede de la industria, del comercio, de la cultura y de
la administración» (Dickinson, R.E., 1961).
Con estos planteamientos, la región se identifica en ocasiones con el área de influencia de
uno o varios polos o nudos donde población y actividades se concentran y que actúan como
centros dominantes, mientras que el resto del territorio es funcionalmente dependiente y
actúa como abastecedor de factores productivos (Méndez, R. y Molinero, F., 1984).
Los estudios regionales utilizados con estos planteamientos comienzan con el análisis de los
vínculos de interdependencia, por un lado, las relaciones entre los elementos ubicados en el
territorio y, por otro, de éstos con los recursos físicos, ambos constituyen el eje del análisis
geográfico. Es precisamente el reconocimiento de las conexiones existentes en el interior de
un espacio regional, lo que permite individualizarlo de los circundantes, es decir, distinguir
unas regiones de otras.
La adopción de esta nueva sistemática ha supuesto el acercamiento de la ciencia geográfica
a las formulaciones de otras disciplinas sociales y, básicamente, son criterios
socioeconómicos los que adquieren la prioridad a la hora de proceder a caracterizar e
individualizar la región, hasta el punto de que el destacado papel jugado por los economistas
en la definición del concepto. Algunos autores han cambiado el término de «región
funcional» por el de «región económica».
1.4. La región sistémica
A partir de los años sesenta del siglo XX se produce la incorporación de la Teoría General de
Sistemas al ámbito de los estudios geográficos, lo que abre enormes posibilidades de
desarrollo y puede constituir una perspectiva de futuro para el análisis regional.
La región se concibe como un sistema territorial abierto, entendiendo por sistema un
conjunto de elementos interdependientes, regidos por los mismos procesos que lo conducen
hacia determinados objetivos.

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Al igual que en el análisis regional funcionalista, con la aplicación del enfoque sistemático,
espacio físico y humano se encuentran interrelacionados, pero desde esta última perspectiva
es necesario avanzar en la explicación de esas conexiones y ello se consigue analizando los
procesos y tratando de aclarar los objetivos o fines a que conducen.
La región implica un espacio acotado donde los elementos físicos y humanos dotados de
ciertas peculiaridades, guardan estrechas interrelaciones que generan una especialización
funcional y una jerarquización a través de la cual el estado del sistema es definido en cada
momento. Presenta, por otro lado, vinculaciones con sus espacios periféricos a través de
flujos de entradas y salidas, que sirven igualmente para diferenciar regiones entre sí, ya que
el sistema de intercambios no posee caracteres uniformes y otorga a unas regiones un papel
dominante, mientras otras son tan sólo espacios dependientes de éstas. La región así
concebida se encuentra en constante proceso de evolución, a tenor del desarrollo económico
producido en su seno, aunque no se trata de transformaciones lineales, es decir, ni en todos
sus elementos ni en el tiempo, sino que experimentan fluctuaciones ligadas, frecuentemente,
a las coyunturas sociopolíticas que imperen en cada momento.
Internamente la región presenta dos ámbitos bien diferenciados: un espacio central, donde
los rasgos que definen el sistema se presentan con mayor nitidez y unas áreas marginales
donde esos rasgos se van desdibujando progresivamente hasta llegar a confundirse con los
de las regiones circundantes. Es por ello posible dividir cualquier región en subsistemas
territoriales de menores dimensiones, con características y dinamismo propios, aunque
interdependientes (Méndez, R. y Molinero, F., 1984).
Problema aparte supone el de la metodología a utilizar, tanto en el análisis de las estructuras
sociales como en su correlación con los diversos subsistemas espaciales, tema que se presta
a matizaciones y en el que no hay uniformidad de criterios.
1.5. La región económica
En lo referido a la Geografía Humana, las investigaciones centradas en las actividades
productivas demuestran que éstas se agrupan con frecuencia en unos conjuntos territoriales
de los que constituyen el rasgo dominante. Se habla desde principios de siglo de región
económica, de región agrícola o de región industrial. Todas las regiones económicas no
presentan la misma consistencia, ya que algunas son extremadamente especializadas
(Claval, P., 1995).
Las regiones económicas se identifican con divisiones territoriales uniformes y definidas por
la proyección de una o más variables macroeconómicas. Su sentido radica en conocer cómo
se reparte de forma espacial una determinada forma de producción, su valor, o cualquier
elemento de tipo económico, de cara a establecer diferencias de comportamiento entre las
distintas unidades que integran un territorio (Molina, M., 1986).
Los economistas han sido quienes han atacado con mayor dureza los estudios regionales al
observar que también en las regiones desarrolladas existían espacios geográficos con grados
de desarrollo muy diferentes entre sí. Junto a los que habían conseguido un elevado nivel de
renta se encontraban otros en condiciones de vida muy precarias. Ante esto se planteaba la
necesidad de corregir tales desequilibrios. Así surge la región-plan sobre la cual los
economistas, aplicando la ciencia económica al espacio concreto y con criterios generales de
pragmatismo, dedican su esfuerzo y atención. Cada uno de los hechos económicos (renta por
pág. 12 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
habitante, poder adquisitivo, ...) pueden ser transformados en valores numéricos y por tanto
cartografiados objetivamente (Serrano Martínez, J.M., 1995). El estudio y la valoración de
los diferentes hechos económicos de la región con respecto a los territorios estatales, y sus
lazos interregionales, constituye el fundamento del Análisis Regional, cuyas técnicas
específicas fueron sistematizadas por W. Isard (1973).
Para los economistas el fundamento doctrinal de la región es la introducción de la economía
del concepto espacio, que los geógrafos arrastran ya desde tiempos de F. Ratzel (Solé
Sabarís, L., 1984). Los principales aspectos económicos a considerar en la región son sobre
todo el costo de los productos y servicios, así como la renta de sus habitantes. Junto a ello,
otros criterios de caracterización son: «el grado de industrialización de un país,
reparto espacial de la población activa sectorial, valor de la producción,
intensidad de la circulación y tráfico de personas y productos; número y
cuantía de las operaciones bancarias en cada localidad, densidad de las
comunicaciones telefónicas, trasiego diario de trabajadores, corrientes
migratorias, área de expansión de la prensa regional, etc.» (Solé Sabarís, L., 1984).
Con esas magnitudes se trazan líneas de flujos que sirven para establecer áreas concretas de
densidades que permitan la delimitación de cada región económica (Serrano Martínez, J.M.,
1995).
La región económica en la opinión de A. Lösch se enmarca en una lógica distinta a la de los
geógrafos de la escuela de las regiones naturales. A. Lösch no intenta dar cuenta de los
detalles de la realidad. Su objetivo consiste en descubrir los principios fundamentales que
subyacen en la organización económica de todo espacio. Para llegar a ello, sigue un enfoque
hipotético-deductivo que le conduce a unas simplificaciones que algunos considerarían
excesivas. En particular, la diversidad física, concepto imprescindible para los autores que
defienden la región natural, y que es negada de entrada en la medida en que el espacio se
considera homogéneo y representado por una línea recta, o un plano, cuyos elementos son
supuestamente idénticos (Lösch, A., 1938).
El método de análisis introducido por los economistas ha servido, en ocasiones, como
modelo en algunos estudios geográficos; no obstante, la diferencia, tal y como señala J. Vilá
Valentí (1980) está en que mientras la Geografía se sustenta en varios elementos, en este
caso son los económicos en exclusiva los que conforman el conjunto. En su caso la
denominada Ciencia Regional, parece que se sitúa en una posición de compromiso, o al
menos la definición de la misma así lo apunta: «Dimensión locacional de las actividades.
humanas en el contexto de su estructura y función institucional y la importancia de esa
dimensión para la comprensión del comportamiento y las formas sociales» (Beaujeu
Garnier, J., 1971).
1.6. La región como espacio percibido y vivido
Los geógrafos han reconocido otros tipos de regionalización, pero cuya naturaleza es algo
diferente a la de las unidades estudiadas hasta ahora.
Hasta hace poco la región comienza a ser realmente aprehendida como un espacio realmente
percibido y vivido: la Geografía deja de ser concebida como una ciencia natural. Se convierte
en ciencia social y se preocupa del estatuto epistemológico del objeto que aprehende: trata
sobre representaciones, y no sólo sobre datos objetivos. Se aprende a distinguir entre las

pág. 13 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


diferenciaciones objetivas y la conciencia que las gentes tienen de ellas: los individuos
pueden estar en la misma situación y pertenecer en ese sentido a la misma clase sin que
aparezca en ellos el sentimiento de tener algo en común. La reflexión sobre la región como
espacio vivido se nutre de la profundización en la noción de actor colectivo que tienen
entonces lugar. También se alimenta de la nueva curiosidad fenomenológica. Las ciencias
sociales no tienen sólo que comprender la mecánica que hace funcionar la ciudad, tiene
también que reivindicar lo que da sentido a la vida de todos y de cada uno. El análisis de la
región toma de esta manera otra dimensión: lleva consigo la carga de todas las emociones y
todas las connotaciones derivadas de la relación con los lugares y las gentes. Demuestra
también como el marco regional contribuye a modelar las identidades individuales y
colectivas (Claval, P., 1993a).
La opinión de A. Fremont, que desarrolla en su libro La región, espace veçu (1976), es que la
región, si existe, es un espacio vivido, visto y sentido por los hombres. La evolución de la
región, asociada a la vida social de los hombres, traduce la mutación radical de las relaciones
entre los hombres y los lugares. El espacio de los campesinos, unidos a su tierra, a su casa, a
su país, no es el espacio de las concentraciones industriales y de comunicaciones
internacionales. Cada vez más el espacio se encuentra sumido a los imperativos funcionales.
Así el debate sobre la ordenación del territorio es, en realidad, más político que técnico.
Como otras muchas disciplinas, la Geografía no es sólo competencia de los geógrafos
(Fremont, A., 1976).
A modo de conclusión
Para concluir se recopila un texto que recoge la opinión de P. Claval, y que consideramos
muy acertado desde nuestro punto de vista, sobre lo que es y significa la región en la
actualidad. ¿La región? Está en el corazón de la gestión de los geógrafos. Ellos descubren,
partiendo de los paisajes y gracias a los mapas, la división del espacio en áreas homogéneas
o polarizadas, y exploran los mecanismos de los que surge. En el mundo tradicional, es en
función del reparto de los recursos, en donde todo se ordena. La red mundial de
comunicaciones es hoy en día el soporte esencial de la estructuración del espacio. La región
es el fermento de sentimientos de identidad que no cesan de crecer a pesar de las facilidades
de desplazamiento y la uniformidad aparente del mundo. De ahí viene la dimensión política
del hecho regional, los sobresaltos del mundo actual no se explican de otra forma (Claval, P.,
1995).

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TEMA Nº 18

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LOS SIGNIFICADOS DEL PAISAJE


PARA LA GEOGRAFÍA

Claudio Tesser Obregón

Una introducción a las definiciones de paisaje


Lo que hay que considerar en toda reflexión teórica es, sin duda, la definición del objeto de
estudio, pero como ocurre en el lenguaje común, las palabras poseen diversos significados,
según el contexto donde se apliquen y utilicen. El concepto Paisaje pertenece al lenguaje de
uso habitual y corresponde a una palabra ambigua, de sentido impreciso y, por tanto,
flexiblemente cómoda, que cada cual utiliza a su manera agregando, en la mayoría de los
casos, un adjetivo calificativo o de restricción que permite asignarle un determinado sentido.
Es el caso de Paisaje Geomorfológico, Paisaje Social, Paisaje Mediterráneo, Paisaje Vegetal,
Paisaje Político, entre otros.
Es posible decir que se trata de un concepto abstracto e intuitivo. Por ejemplo, utilizamos
esta palabra al observar por la ventana, al contemplar un cuadro, o bien, al mirar una
fotografía. Estas tres formas de mirar, que son parte de una misma “escena”, poseen una
interpretación diferente, según sea el caso. Es así que la vista por la ventana representa una
visión directa del Paisaje. La imagen pictórica corresponde a una representación subjetiva
por parte del pintor y a una visión indirecta del Paisaje por parte del observador, mientras
que la imagen fotográfica es una representación objetiva sobre papel y una visión indirecta
del mismo. De cualquier manera, sea de forma directa o indirecta, objetiva o subjetiva, el
Paisaje siempre está asociado a un conjunto o mosaico de formas, líneas, colores y texturas
con una cierta disposición o estructura en un espacio dado.
Los significados o definiciones dados a esta palabra han variado a través del tiempo y de
acuerdo a las diferentes escuelas de pensamiento, con definiciones generales y de mayor
precisión en su significado. Dentro del ámbito de los geógrafos, Paisaje constituye, para
algunos, el verdadero objeto de estudio de la Geografía, para otros, es solamente una parte
del objeto de estudio, o bien, uno más de los elementos a estudiar, dentro del esquema
geográfico.
Los orígenes de la palabra
Las primeras nociones que se tienen del término Paisaje provienen de sus orígenes que en
las lenguas románicas o neolatinas deriva del latín Pagus, que significa país y Pagensis que
corresponde a campestre. A partir de estas dos palabras se originaron los términos: paysage
(francés), paisatge (catalán), paisagen (portugués), paessagio (italiano), paisaje (castellano),
etc., con el sentido de vinculación entre un lugar o territorio y una determinada comunidad
o individuo que lo utiliza y lo transforma.
Por otra parte, esta expresión en las lenguas germánicas encuentra su origen en la palabra
alemana Landschaft, que por más de mil años viene variando su significado, pero con un
claro paralelismo conceptual con el presentado por las lenguas latinas, a través de la

pág. 15 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


expresión Land, sentido práctico de territorio y con derivaciones como landscape (inglés) y
landschap (holandés), landskap (sueco) y landskab (danés).
Dentro de las lenguas cirílicas surgen, con el mismo sentido espacial del entorno, las
palabras kojina (checo) y krojobraz (polaco).
Esta uniformidad en lo referente al sentido territorial se presenta sólo en el mundo
occidental, pues en oriente y más precisamente en Japón, existen una serie de palabras que
expresan diferentes sentidos de la palabra Paisaje. Así se utiliza fukei, kei, keshiki, nagame
o chôbo para referirse al Paisaje, pero sin vinculación al territorio. Cuando se hace mención
de lo espacial o territorial se utiliza keiiki para referirse a una zona o localización o a fûdo al
referirse al conjunto de formas presentes en un territorio.
Es importante destacar que no todas las sociedades cuentan con una palabra para referirse
a la noción de Paisaje: es el caso de la lengua de Oc (lengua provenzal del sur de Francia) y
del montañés en el norte de Canadá.
Una segunda acepción aparece, a fines del siglo XVI, dentro del lenguaje de los cultivadores
de las artes plásticas: La Escuela Flamenca de Paisajistas. Uno de sus representantes fue A.
Dürer, quien se definió a sí mismo como el primer paisajista, y le dio el sentido de porción
de la superficie de tierra firme. Su trabajo consistía en realizar representaciones pictóricas
con imágenes rurales en contraposición a los cuadros cuyos temas estaban asociados al mar
y que recibían el nombre de marinas. Con este mismo sentido, se utilizó en Inglaterra la
expresión Landscape y hacia 1632 se definió aún más el término, pasando a significar:
aquella vista o panorama que podía captarse de una sola mirada desde un punto de
observación.
Esta acepción, que se originó en el corazón del Movimiento Romántico Europeo (siglos
XVII-XVIII), involucró no solamente a la pintura, sino que también a la literatura. Uno de
sus representantes G. Santayana (1894) dijo: para contemplar un Paisaje es preciso
componerlo: la vista o escena carece de forma y contenido hasta que el ojo artístico ha
seleccionado, evaluado y combinado los elementos que lo integran en una belleza creada.
Ahora la habilidad de captar y contemplar, implicaban la capacidad de observación de
escenas y la aptitud de interpretar la naturaleza.
A mediados del siglo XVI comienzan a surgir las definiciones que encontramos en nuestros
diccionarios. Así, en Francia se consideró al Paisaje con el sentido de un territorio que se
ofrece a simple vista. Esta definición que se conserva hasta el presente en Le Dictionnaire
Encyclopedique Larousse, donde se define como la extensión de país que presenta una vista
de conjunto. En el diccionario Le Petit Robert se presentan dos definiciones: una como
porción de un país que la naturaleza presenta al observador y otra como un cuadro que
representa la naturaleza y donde las figuras (de hombre o de animales) y las construcciones,
no son más que accesorios.
En Inglaterra, The Webster’s Third New International Dictionary Of English Language se le
define como la imagen que representa la vista de un sector natural, superficie terrestre,
relieve de una región en su conjunto producido o modificado por fuerzas geológicas y
finalmente territorio parte de la superficie terrestre que la vista puede observar
simultáneamente, incluyendo todos los objetos discernidos. De esta manera, se le da mayor
precisión al término Landscape que surgió bajo los lineamientos del romanticismo europeo.
pág. 16 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
En tanto, en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, se define al Paisaje
como extensión de terreno que se ve desde un sitio, extensión de terreno considerado en su
aspecto artístico o, pintura o dibujo que representa cierta extensión de territorio;
definiciones consideradas, inicialmente, desde una noción estética. En todas ellas, existe el
predominio de la visión subjetiva, vinculada a lo pictórico, asimilando el concepto de
“Fisonomía” que conlleva, según H. Capel (1973), a pensar que el Paisaje no existe hasta
que una porción de espacio terrestre recibe una mirada humana que lo ordena y lo convierte
en tal. Para otros practicantes del arte pictórico, como J. Ruskin (1938) el término tiene un
sentido más amplio que el de la escena adquirida por el observador: el Paisaje corresponde
a la suma de muchas vistas y no a una sola vista.
Las dimensiones del termino
Estas acepciones cargadas de sentido artístico y visual corresponden a definiciones
orientadas a la combinación armónica de formas y colores en el territorio, los cuales tienen
su expresión artística, tanto en género pictórico como literario, lo cual conforma la
Dimensión Estética, la más frecuente y usual de esta palabra.
Esta dimensión estética no es la única que presenta este término. Aparte de ser utilizado con
un sentido artístico, también se lo relaciona con el estudio de los sistemas naturales que
forman o configuran al Paisaje. Este es utilizado mayoritariamente por los practicantes de
las diversas ramas de las ciencias, entre ellos: ingenieros, arquitectos, biólogos y ecólogos.
De estos últimos, se tiene como definición clásica la de M. C. Dunn (1974), quien lo considera
como un complejo de interrelaciones derivadas de la interacción de rocas, agua, aire, plantas
y animales, base sobre la cual se apoya la Dimensión Ecológica.
A su vez existe una Dimensión Cultural, dentro de la cual es considerado como “el medio
natural fuertemente condicionado por las actividades socioeconómicas…,
transformado por los factores socioculturales” (R. Perelman, 1977, citado por
Escribano, M. et al., 1991) o como lo señala M. Laurie (1983), es el escenario de las
actividades humanas.
Por último, se encuentra una Dimensión Interpretativa con definiciones como conjunto de
componentes perceptibles en forma de panorama, escena o Paisaje (G. Bernáldez, 1981),
percepción plurisensorial de un sistema de relaciones ecológicas (D. Pineda et al., citado por
G. Bernáldez, 1981), donde el Paisaje se entiende como el conjunto de elementos visibles, el
denominado fenosistema, dejándose, en segundo plano, las explicaciones y relaciones que
presentan estos componentes, y que existen en el llamado criptosistema.
Estas cuatro dimensiones conceptuales, estética, ecológica, cultural e interpretativa, forman
en sí, como M. Escribano et al. (1991) ya lo ha mencionado, un sistema de definiciones, o,
mejor dicho, un concepto polisémico, compuesto por una suma de significados asociados
unos con los otros, con la característica de estar abiertos a nuevas acepciones propias de
cualquier practicante o iniciado.
Ejemplo de esta polisemia abierta son los diferentes sentidos dados, según las prácticas a
desarrollar. Para los arquitectos es una obra humana que resulta de una acción destinada a
modelar los espacios y a disponer de los componentes siguiendo las líneas trazadas. Para los
paisajistas de L’École Nationale de Versailles se le considera como un sistema complejo de
representaciones estrechamente ligadas a los esquemas culturales de cada individuo, así
pág. 17 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
como también a las condiciones externas e internas de nuestra percepción sensorial. Para
los ecólogos, éste se define como una organización natural en mutuas relaciones. En
agronomía se interpreta como una porción de espacio perceptible de un observador, donde
se inscriben una combinación de hechos visibles e invisibles y de interrelaciones de las que
no se perciben en un momento dado que el resultado global, o bien, es el espejo de
relaciones, antiguas y actuales, del hombre con la naturaleza que lo rodea. Para los
sociólogos es la expresión cultural bajo los modos y formas variables según los tiempos y las
sociedades, las relaciones que el hombre establece con el medio que los rodea.
Las distintas definiciones no solamente se presentan entre diferentes prácticas, sino
también dentro de una misma familia de pensamiento como lo es la Geografía, lo que se
traduce en la diversidad de formas de considerar un mismo objeto de estudio.
La conceptualización en Geografía
Al considerar cualquiera de las cuatro dimensiones de este concepto: estética, ecológica,
cultural e interpretativa, o bien todas al unísono, el Paisaje es considerado como un complejo
o conjunto que al descomponerlo en sus partes elementales se puede ver que estos elementos
o piezas son diferentes entre sí; algunos son sólidos o líquidos, otros poseen vida, pero lo
más importante es que cada pieza juega un papel esencial en su orden del esquema
geográfico. Más aún, éste no es estático, es decir, las piezas poseen una dinámica propia; en
ámbitos rurales, el Paisaje no es el mismo en verano que en invierno, pues hay una alteración
de formas y colores que permiten percibir los cambios, reflejo directo de esta dinámica
natural.
Cada una de estas piezas o elementos que lo componen, son objeto de estudio y de análisis
de diferentes ciencias especializadas, como lo son; Botánica, Geología, Climatología,
Sociología, etc.
Pero estas ciencias realizan el estudio particular e individual de cada uno de los
componentes, pero la estructura y dinámica del mosaico o conjunto no son estudiadas por
estas ciencias clásicas. Entonces, se requiere de un saber que tenga como objeto específico
de estudio el aspecto de la totalidad o globalidad propia del Paisaje.
Tal saber o entendimiento debe incluir un cuerpo teórico-conceptual, un conjunto de
métodos y técnicas propias al objeto de estudio, que la constituyan en una disciplina del
Paisaje: tales características se pueden encontrar en Geografía.
Fue a partir del siglo XVIII y, esencialmente, en los inicios del siglo XIX, gracias a las
influencias de las corrientes naturalistas y ambientalistas, cuando el término Paisaje
comienza a ser utilizado en Geografía, incorporándose a su vocabulario técnico en 1805, al
ser introducido por el alemán H. G. Hommeyer, quien lo consideró en su inicio sólo como el
conjunto de formas que caracterizan un sector determinado de la superficie terrestre, lo que
está claramente ligado a una interpretación de carácter descriptivo y general. Con este
sentido, se presenta con frecuencia en las obras de A. Humboldt, K. Ritter, Von Richthofen
y F. Ratzel (Rougerie, G. y Beroutchachvili, N. 1991).
Fue la Geografía alemana la que se interesó por el tema y que en un comienzo surgió bajo la
noción heredada del enfoque bucólico de los artistas europeos, la palabra Landschaft, para
indicar al conjunto de elementos observables desde un punto alto (Paisaje Visible), así como

pág. 18 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


una región geográfica definida científicamente; es decir, puede ser tanto un área específica
como un tipo de área. Es un término diferente al Land que se refiere a una unidad concreta
como lo es una región o país definidos por sus límites administrativos. Entre ambas
acepciones se encuentra el Landschaftskunde, referido al estudio de las pequeñas áreas
particulares y también a la delimitación y clasificación de diferentes tipos de regiones y el
Länderkunde, centrado en las unidades administrativas propias de la Geografía Regional.
Con posterioridad y ante la división de la Geografía en las áreas la Geografía física y humana
surge la noción de Kulturlandschaft (Paisaje Cultural), donde se estudian las formas
resultantes de la asociación del hombre con los demás elementos de la superficie terrestre,
en contraposición al Naturallandschaft y Urlandschaft, que corresponden al Paisaje Natural
y Paisaje Original, respectivamente, y donde no hay consideración del ser humano.
Estos conceptos intentan, de cierta manera, hacer una clasificación de lo visible, así como
determinar la distribución y las asociaciones de los elementos presentes para comprender
su evolución a través del tiempo. Geógrafos como N. Kreb (1923) y S. Passarge (1921-1930)
pensaron que los Paisajes podían clasificarse en categorías para luego ser estudiados en su
génesis (Bailly, A. et al. 1995). Este último geógrafo, fue el primero en utilizar, a partir de
1913, la expresión de “Geografía del Paisaje”, y en publicar, entre 1919 y 1920, su obra
Die Grundlagen der Landschaftskunde (Los Fundamentos de la Ciencia del Paisaje), donde
expresa que el Paisaje es un conjunto complejo formado por clima, agua, tierra, plantas y
fenómenos culturales, y de cuyo agrupamiento resultan unidades jerarquizadas de diferente
orden.
Es así como para muchos geógrafos alemanes el Paisaje se transforma en el tema
fundamental de estudio de la Geografía, dando origen a la Escuela Geográfica del Paisaje,
movimiento con una larga tradición en la clasificación y sistematización del conocimiento
del Paisaje, la que perdura hasta hoy en día. Entre sus integrantes destacan: Hettner como
un gran impulsor del método regional para el cual el Paisaje podía ser captado
intuitivamente por el hombre a través de su fisonomía; Schmithüsen, que introdujo la idea
de “sinergia” en el espacio geográfico, a través de la identificación de unidades territoriales
o sinergocora, cuyo funcionamiento está dado por un sistema de interacciones y reacciones
entre sus diversos componentes. Por último, se encuentra C. Troll que consideró al Paisaje
como “una estructura integrada por geofactores convergentes en un mundo
espacio-temporal en el que interactúan tres planos: el abiótico, el animado o
vital y el espiritual”. (A. Pickenhayn, pág. 50, 1986), dando origen a la
Landschaftsökologie o Ecología del Paisaje.
Para la Geografía francesa el término adquirió importancia de manera tardía en
comparación a la escuela alemana. No fue hasta la segunda mitad del siglo XIX que los
geógrafos franceses comenzaron a utilizar este término, pero ninguno de ellos buscó
construir un cuerpo doctrinal en torno a los Paisajes. Ejemplo de ello, para M. Périgord
(1996), son las numerosas publicaciones como Voyage en France de A. Dumazet donde se
describen los aspectos geográficos regionales, o los Atlas donde abundan la mención de
tierras desconocidas.
Es Vidal de la Blanche, influido por F. Ratzel y K. Ritter, quien condujo el objeto de esta
disciplina al estudio de los Paisajes, considerándolos como un complejo de imágenes que los
geógrafos deben disociar a fin de encontrarlas comprensibles. Es así como se convierte en
pág. 19 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
uno de los puntos centrales de la Geografía francesa, pero reducida al “saber del Paisaje”
o a la “ciencia de los Paisajes”, donde la gran mayoría de los geógrafos se contentaron
en describirlos. Esta situación, que permaneció hasta la primera mitad del siglo XX cuando
E. de Martonne pone las bases de la Geografía Zonal, donde, a través de un análisis de los
climas, pudo determinar que los Paisajes percibidos, a escala planetaria, caracterizan las
grandes zonas climáticas (Rougerie, G. y Beroutchachvili, N. 1991).
Poco más tarde, M. Sorre, en 1948, no se limitó a la mera descripción y pone en duda el
determinismo que el medio ejerce sobre el Hombre, afirmando que “el hombre con su
poder de intervención, con todas sus iniciativas, parte por conquistar el globo
para transformarlo en ecúmene” (M. Périgord, 1996, p. 20). Veinte años más tarde, G.
Bertrand afirmó que el Paisaje no es la simple adición de elementos geográficos dispersos o
separados, y que no se limita solamente a los naturales, sino que también a los que
incorporen todas las secuelas de la acción antrópica. Más tarde, en el año 1969, G. Rougerie,
en su obra Géographie des paysages, lo asume como un todo que integra también al Hombre
y en el cual se deben determinar todas las relaciones causales, revelando una verdadera
fragmentación de la globalidad del Paisaje, al plantear la existencia de una diversidad de
ellos de acuerdo a la precisión y detalle del análisis; Paisajes vegetales, morfológicos,
urbanos y rurales (M. Périgord, 1996).
En los años setenta, los geógrafos se preocuparon del análisis de la estructura de los Paisajes
a través de la utilización del sistema ecológico o ecosistema donde, sólo parcialmente, se
toma en cuenta el papel del Hombre en su formación. En este período G. Bertrand acuñó el
término Geosistema, el cual permite estudiar las interacciones Hombre-Naturaleza de mejor
forma que el término Ecosistema, donde el Paisaje es “un complejo dinámico resultado
de la interacción de un potencial ecológico y de su explotación biológica por las
comunidades vivientes en las cuales el hombre es parte.” (N. Beroutchachvili y G.
Bertrand, 1978, p. 176).
Desde otro punto de vista, están los geógrafos norteamericanos como C. Sauer (1925), quien
consideró que debía estudiarse el Paisaje de acuerdo a la continuidad o secuencia de cambios
introducidos por el Hombre y que origina su transformación, caracterizado por sus rasgos
naturales y culturales (Rougerie, G. y Beroutchachvili, N. 1991). Este término no se refiere
únicamente a una escena concreta, sino que a modelos idealizados que incorporan un
conjunto de muchas escenas, con el fin de comprender la génesis de los cambios
introducidos.
El paisaje integrado
A partir de los años cincuenta aparece un nuevo enfoque, constituido por el examen
biológico del Paisaje o de los ecosistemas. En 1952, los geógrafos soviéticos dejan de
considerar a la Naturaleza como un obstáculo inerte para la sociedad humana y comienza
un trato preferente dentro del ámbito ecológico. A partir de 1965, los geógrafos rusos
desarrollan la noción de Geosistema, concepto derivado de la noción de Complejo Natural
Territorial (CNT), que se encuentra compuesto por elementos similares a los existentes en
el Ecosistema, pero dirigido a los elementos inertes; geomasa y energía externa e interna
que intervienen en la termodinámica del CNT.

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En 1969, J. P. Gerasimov declaró que las interacciones entre el aspecto natural y el espacio
social formaban una nueva ciencia. Ahora, con un enfoque integral, se dejan de lado las
matizaciones que cada una de las especialidades le daban a la palabra Paisaje, a través de
adjetivos que definían las formas resultantes de las asociaciones del Hombre con los demás
elementos de la superficie terrestre.
A fines de los años sesenta y comienzo de los setenta surgió la noción integradora en la
Geografía y aparece el Paisaje Integrado. Una de sus primeras definiciones fue dada por Ma.
de Bolos:
“Porción de espacio caracterizada por un tipo de combinación dinámica y por tanto
inestable, de elementos geográficos diferentes –abióticos, biológicos y antrópicos–.
Estos elementos actúan simultáneamente los unos sobre los otros y hacen del Paisaje
un conjunto geográfico indisociable, que evoluciona en bloque, tanto bajo el efecto
de las interacciones entre los elementos que lo constituyen como bajo el efecto de la
propia dinámica de cada uno de los elementos considerados separadamente. Así, se
puede hablar de un Paisaje humanizado cuando el elemento antrópico ha actuado y
ha modificado a los otros elementos y ha añadido a la naturaleza elementos propios
(Paisaje agrario, urbano, industrial), y de un Paisaje natural cuando el hombre no
los ha modificado...” (Ma. de Bolos, pág. 70-71, citado por M. Jardí, pág. 53, 1990).
Esta definición expresa con claridad que no corresponde solamente a la simple percepción
visual de un determinado espacio físico más o menos natural o humanizado. Se le considera
como una “porción de espacio caracterizada por un tipo de combinación
dinámica de elementos geográficos diferenciados” con límites bien definidos y, por
lo tanto, posible de ser cartografiado, con una dinámica propia y diferenciada del entorno
que los supone inestables y que, además, evoluciona en bloque reafirmando la idea de
unidad o integración dentro del Paisaje.
Tiempo después, según M. Jardí (1990), en la década de los ochenta, la propia Ma. de Bolos
lo vuelve a definir, pero de una manera más específica:
“Porción del espacio geográfico que constituye, a una escala determinada, un
conjunto o sistema formado por elementos interconexionados tanto abióticos como
bióticos (incluyendo al hombre) que se encuentran en constante transformación y
que se organizan como un sistema (geosistema) que pueden ser delimitados sobre
la superficie terrestre de forma más o menos precisa”. (Ma. de Bolos, pág. 45, 1984,
citado por M. Jardí, pág. 53, 1990).
En esta definición se le considera como una serie de estructuras formadas por elementos
solidarios entre sí, cuyas partes son función unas de las otras, de tal forma que su existencia
depende de la combinación de los diferentes elementos que lo constituyen y que, actuando
conjuntamente, generan unidades espaciales uniformes.
Algunas consideraciones finales
En líneas generales, se asume una serie de aspectos que conllevan conceptualización del
Paisaje: su uniformidad mayor, la relación causal de elementos como factor primordial de
su génesis y el dinamismo a que está sometido. A su vez se ha enriquecido el concepto de
Paisaje, concretando sus contenidos en base a que el hombre ha llegado a modificar de una

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forma tan substancial el medio natural y ha creado, sobre él, Paisajes humanizados tan
diversos, que se hace necesaria una cierta matización. De esta forma, O. Dollfus (1976) ha
diferenciado entre Paisaje natural, Paisaje modificado y Paisaje ordenado. El primero, se
identifica con una serie de caracteres meramente físicos, predominando sobre cualquier
elemento humano; los dos últimos coinciden ya con los Paisajes humanizados, si bien el
denominado ordenado es el que ha experimentado una mayor transformación.
En su desarrollo, la definición ha pasado de los Paisajes naturales a los Paisajes
humanizados y, por último, se llega a una visión sincrética, global y por consiguiente
integral, donde se combinan aspectos naturales y humanos. La degradación de la naturaleza
evidenciada en los últimos decenios ha contribuido a esta nueva visión integradora, donde
no se podría comprender el desarrollo de las ciencias del Paisaje fuera de los problemas del
ambientalismo, puesta en valor de los recursos naturales y protección de la naturaleza, que
plantean en términos nuevos y graves las relaciones entre los individuos, las sociedades y
los medios ecológicos (Ma. de Bolos, 1984).
El estudio del Paisaje según G. Bertrand, es un problema de método, señalando dos
corrientes modernas: la que lo considera como algo subjetivo, sentido y vivido, y aquella que
lo estudia considerándolo como un el objeto en sí mismo, con un sentido estrictamente
ecológico. Destaca el primer aspecto, pues integra al Hombre dentro del espacio-objeto,
teniendo en cuenta sus reacciones, con la meta que no sólo el hombre trata de habitarlo, sino
de poblarlo. Para ello, se indican una serie de pasos que van desde la consideración de lo
subjetivo (motivos individuales) a los objetivos (análisis global y sectorial cuantitativo y
cualitativo), con objeto de realizar una cierta taxonomía, tan sólo como medio y no como fin.
En la actualidad, existe una preocupación por el estudio y por la caracterización del Paisaje
integral, por parte de la Geografía, ya que con la determinación e identificación de las
unidades complejas y espaciales se llega a un objeto exclusivo de estudio de la Geografía.
Para ello, es posible identificar cinco diferentes interpretaciones de la noción de Paisaje:
El Paisaje-región se basa, por un lado, en la adaptación del Hombre al medio; así, hay
Paisajes económicos que corresponden a la fisonomía conferida a una zona por sistemas de
explotación de los recursos naturales. Por otra parte, su determinación se basa en el
conjunto de elementos que se requieren describir y explicar como producto de una larga
evolución durante el tiempo; así, hay Paisajes regionales que corresponden a la fisonomía
conferida a una zona por la combinación del conjunto de elementos.
El Paisaje-memoria corresponde al espacio donde se materializa la historia del Hombre,
así como a la evolución de los elementos que lo constituyen. De esta forma, el Paisaje es
considerado como un archivo de las técnicas y prácticas de los sistemas sociales, políticos,
culturales y tradiciones pretéritas, donde se presentan las suficientes evidencias o
testimonios que permiten transportar la memoria a otro tiempo y a otras sociedades: son los
denominados patrimonios históricos y culturales.
El Paisaje-imagen corresponde a la representación que un observador hace del territorio.
Esta consideración tiene una fuerte impronta visual y donde no se puede definir a priori al
Paisaje. Ha sido tomada, por un lado, como la valorización literaria del Paisaje, en base a las
numerosas descripciones de los novelistas regionales, dando origen a una percepción
ambiental donde el observador ve el Paisaje según sus propios valores personales y
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culturales. Es la estética del Paisaje: la topofilia (lazo afectivo entre la gente y el lugar), y
corresponde a la cualidad del medio o las estimaciones de la belleza natural que se
encuentran estrechamente relacionados.
El Paisaje-recurso es cuando se le considera como un objeto de consumo (turismo), de
conservación (Parques Naturales) y de gestión (las ciudades). Se llega a una apreciación
objetiva, considerándolo como un recurso con una importancia económica, que motiva una
gestión y la conservación planificada.
El Paisaje-indicador permite abordar, en un mismo momento, temas tan diversos como
los ecológicos, los institucionales, las tensiones y los conflictos que se pueden presentar en
un territorio. Por su gran variedad de significados es posible identificar a lo menos dos
grandes tendencias referidas a cómo plantear su estudio: Por una parte, se le puede
considerar como un objeto, donde los criterios de análisis dependen de las formas concretas,
de lo real y tangible, y de la organización del territorio. Se le asume como parte de un sistema
y se le estudia como tal, siendo siempre de carácter descriptivo. El Paisaje evoluciona, pero
la evolución corresponde a los objetos que lo constituyen, como los objetos físicos. Los
métodos más utilizados corresponden al Sistema de Tierras (Land System) de la
Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation (CSIRO), que es una
clasificación de suelos según su posibilidad de explotación; la Ciencia del Paisaje, que
pretende demostrar la organización del Paisaje y, por último, la Agroecología encargada de
la descripción fisonomista de las formas y tipos de cobertura vegetal.
Por otro lado, al Paisaje se le puede considerar como sujeto, con la adopción de una escala
de valores susceptibles de reflejar sus cualidades. En otras palabras, se pretende evaluar y
valorar cualidades a través de métodos objetivos, subjetivos y relacionales.
Cuando se privilegia lo objetivo se asume que el Paisaje es un objeto al cual se le aplican los
criterios de análisis que según las formas concretas o de la percepción inmediata y todo lo
cual corresponde a un punto de vista esencialmente morfológico. Aquí se cuenta con el
análisis ecológico (Agroecológico o Ecología del Paisaje), el análisis escénico, el análisis de
vistas, análisis del sitio y análisis del conjunto. En todos estos, el Hombre es excluido o
tratado aparte. Si se privilegia lo subjetivo, se aplican formas de estudio que consideran al
Paisaje como sujeto a una escala de valores que pretenden evaluar o valorar, según el sistema
de valores que posee cada individuo, construido a partir de datos socioculturales o de la
experiencia de cada uno (la relación entre las formas y su representación social). Así se
cuenta con un análisis iconográfico y literario, un análisis sociológico y un análisis
pedagógico. En este caso, el Hombre es tratado como parte del Paisaje.
Por último, la consideración de lo relacional corresponde al estudio de las relaciones entre
las formas concretas (lo objetivo) y sus representaciones sociales (lo sujeto). Aquí se
encuentra el análisis geográfico, el sociológico y el económico.

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PAISAJE NATURAL, PAISAJE HUMANIZADO O
SIMPLEMENTE PAISAJE

Trinca Fighera Delfina

El paisaje
Numerosos autores (Max Sorre, 1952; Étienne Juillard, 1962; Jean Brunhes, 1964; Pierre
George, 1974; Olivier Dollfus, 1978; Milton Santos, 2000, entre otros), en distintos
momentos, se han ocupado de discutir este concepto. Para algunos, el estudio del paisaje es
algo importante, pero no primordial; para otros, no habría geografía sin paisaje, pero
también están los que pregonan la existencia de una ciencia propia de los paisajes.
Pero, ¿por qué el paisaje es tan importante para la geografía? Si la manera más simple de
definir paisaje es mirar lo que tenemos ante nuestros ojos, y si a su vez, la geografía, como
bien lo afirma Milton Santos (2000: 16) es una “disciplina que siempre ha pretendido
construirse como una descripción de la Tierra, de sus habitantes y de las
relaciones de éstos entre sí y de las obras resultantes”, es evidente que este
concepto es clave para esta disciplina. Siendo el paisaje entonces lo visible, lo que abarca el
ojo humano, su percepción por parte del observador será diferencial, ya que la misma estará
en función de la localización de éste, lo que le confiere en consecuencia escalas disímiles.
Pero también diferentes personas pueden ver de manera distinta una misma configuración,
por lo que la dimensión del paisaje sería también la de la percepción, en tanto que ésta
implica un proceso selectivo de lo que se ve. Si la realidad es una sola, los seres humanos
tenemos una visión deformada de ella, ya que puede ser percibida de tantas maneras como
observadores existan.
Paisaje natural, paisaje humanizado
Muchas veces hemos leído que el paisaje natural es aquel que no ha sido modificado por el
trabajo del hombre; mientras que el que si lo ha sido es humanizado para diferenciarlo del
primero. Carl Sauer (1925), fundador de la llamada Geografía Cultural, es el primero que
propuso que se diferenciara entre lo natural y las obras de los hombres que a éste se le han
superpuesto. Para Sauer, el área geográfica es, por definición, el paisaje cultural y sostiene
que, para llegar a ella, la cultura es el agente y el medio es lo natural. Tal vez la demostración
más palpable de que un mismo medio natural puede dar origen a diversos paisajes lo
represente la selva ecuatorial (no importa a cuál se esté haciendo referencia: amazónica,
sudeste asiático, África -los Congos-, ya que en función de la organización que revele, el
grado de modificación (incorporación de objetos), etc. puede mostrar diversos tipos y
combinaciones de formas de uso que van a definir contenidos diferenciales para el
observador.
Sea que estemos ante un paisaje no intervenido como ante uno que, si lo ha sido, lo cierto es
que en la actualidad no hay un lugar que no sea objeto de interés y de intenciones
económicas y políticas. Por tanto, esta distinción entre lo natural y lo construido por el
hombre (¿artificial?) tiene cada vez menos sentido. Santos (1991: 65) es muy enfático cuando
sostiene que “el paisaje es un conjunto heterogéneo de formas naturales y

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artificiales; está formado por fracciones de ambas”. De esta manera, a medida que
la vida social se torna más compleja, más nos alejamos de lo natural propiamente dicho,
avanzando hacia lo artificial.
Nada más caro para la geografía que este concepto cuyo contenido se lo da lo que abarca
nuestra vista; es decir, cosas de la naturaleza y objetos creados por el hombre social. Sin
embargo, reducir el paisaje a lo visible es limitarlo a lo aparente, por lo que hay que ir más
allá para intentar descubrir su significado.
Paisaje ¿mundo de lo visible, lo objetivo, lo pasado o de lo invisible, lo subjetivo,
lo presente?
En el paisaje todo tiene significado y para intentar alcanzar su contenido es necesario
separarnos de él y observarlo analíticamente; hacer esto implica interpretarlo. Ahora,
cuando observamos al paisaje utilizando un sistema de conceptos, se debe tener mucho
cuidado para definir e interpretar lo que observamos, ya que pueden surgir algunos
problemas.
Un primer asunto es que sabemos que el paisaje permite una “visibilidad” filtrada por
nuestras sensaciones; pero también estamos al tanto que es mucho más de lo que vemos.
Por esta razón, en su definición debe aparecer tanto lo que se ve como lo que no se ve. Pero,
allí surge una interrogante: ¿cómo aprehender lo no visible?
Un segundo problema tiene que ver con el hecho de que, si bien el paisaje es un dato objetivo,
llegamos a él a través de datos subjetivos: los del sujeto que lo observa. De allí que nos
preguntemos: ¿qué de lo objetivo le llega al sujeto?, ¿de qué manera el observador que ve al
paisaje es fiel a su objetividad?
Una tercera observación se asocia con el hecho de que el paisaje es, por definición, una
combinación de presente y de pasado; pero, ¿sí nos mostrará todo el pasado?; ¿si será el
presente aprehensible y comprensible per se?; ¿cómo entender el pasado (visible o no) y
cómo entender el presente (visible o no)?
El pasado deber ser aprehendido a través del contexto, ya que para entender un ‘pedazo’ del
mismo -que es lo que nos muestra el paisaje- supone retroceder en el tiempo, pero buscando
el conjunto que nos permita elaborar, analíticamente, lo que fue o habría sido aquel paisaje
anteriormente. De esta manera, el paisaje puede ser entendido, por cuanto su configuración
recoge los rasgos que definen a cada momento.
Interpretando al paisaje
Existe una relación directa entre los objetos creados por el hombre -para hacer que su vida
sea cada vez más fácil- y el paisaje. En el caso de este último, los objetos que progresivamente
se han incorporado les deben su existencia a las necesidades del hombre social, debido a que
están ligados al proceso directo de producción. En este sentido, el paisaje no se crea de una
sola vez, sino por adiciones, reemplazos, eliminación, etc. de objetos. Así, el paisaje es un
conjunto de objetos con edades diferentes, ya que cada objeto que se incorpora al paisaje
responde, históricamente, a la lógica de producción del momento de su creación, por lo que
cada momento histórico tiene un conjunto propio de técnicas y correspondientes objetos.

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Es importante señalar que cuando se habla de objeto se está hablando de forma. La forma
es la apariencia de las cosas, es la adecuación de la materia a un objetivo buscando construir
un objeto que responda de la mejor manera posible a una acción. Por ello es que el paisaje
es el conjunto de formas -objetos- que la(s) sociedad(es) van creando y recreando como
respuesta a las funciones que desea que éstas realicen de la manera más eficiente posible.
De allí que, si buscamos entender el objeto solo, no podemos hacerlo porque no podemos
aproximarnos a su comprensión si lo aislamos del conjunto que lo define históricamente. Es
por ello que la forma encierra el pasado, pero también al presente, porque existe en tanto
satisface necesidades en un momento preciso; de allí que debe cumplir con funciones
concretas; pero cuando “envejece” (con respecto a su historia), puede continuar ofreciendo
la posibilidad de cumplir con nuevas funciones, dependiendo de cuáles sean las necesidades
del nuevo momento histórico.
Por lo señalado, la forma no se da de manera aislada; por tanto, sólo la entenderemos si
buscamos comprender su papel en la producción de la historia. Ella nos coloca en momentos
determinados. Por ejemplo, la forma aeropuerto aparece en la historia de los hombres en un
punto preciso del tiempo. Es imposible pensar que los aeropuertos existiesen, sin importar
el lugar, antes del siglo XX. Lo mismo se puede decir de la vía férrea, de puentes, diques,
carreteras, edificios, etc.
Por ello se podría decir que cada objeto tiene una fecha universal que no es más que la de su
primera aparición. Por tanto, la forma tiene una fecha de nacimiento que se corresponde
con la posibilidad, con la necesidad de existir y esto es lo que nos conduce a un momento
preciso en el tiempo. Esto es lo que nos permite, utilizando a la forma como método,
entender las etapas, si fuere el caso, de la producción de un territorio dado. Paisaje y región
La noción de región llega a la geografía desde las ciencias naturales (siglo XIX), en particular
de la geología. De allí que se asocie con formas del relieve. Si la región es el resultado de la
relación sociedad-naturaleza, pensar que lo que un observador mira es a la vez paisaje y
región es lo más obvio. Sin embargo, hoy en día, con las grandes transformaciones que ha
conocido la humanidad en los últimos 50 años, pensar que en la personalidad de la región
están incluidos todos los elementos que la identifican es un error. Por ejemplo, la imagen de
inmovilidad que transmitía una región hace 100 años, no es la misma hoy, aun cuando el
paisaje poco haya mudado.
Paisaje y espacio geográfico: ¿sinónimos?
La respuesta a esta interrogante es no. No, porque el paisaje, tal y como lo señaláramos es la
materialidad, es el conjunto de formas que, en un momento dado, expresa las sucesivas
relaciones que se han dado y se dan entre el hombre social y la naturaleza. El espacio es la
reunión de formas más la vida que las anima o, mejor, es el conjunto de sistemas de objetos
y sistemas de acciones (Santos, 2000). Esto significa que, si bien el paisaje existe a través de
su materialidad, construida en diferentes momentos históricos, en el espacio, las formas que
componen la materialidad, cumplen, en el momento actual, una función actual en tanto que
respuestas concretas a necesidades actuales de la sociedad.
El paisaje es la materialización de un instante, mientras que el espacio contiene el
movimiento. Son conceptos complementarios y opuestos al mismo tiempo.

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Algunas ideas finales
La separación del paisaje en natural y humanizado está estrechamente asociada con el
devenir de la geografía como ciencia. Allí está por ejemplo esa disociación entre geografía
humana y geografía física que recoge de manera explícita la historia de la producción de la
geografía del mundo occidental, en particular del europeo, y de la que se desprende la
historia del concepto de paisaje y su división en natural y humanizado. El concepto de
paisaje dice muy bien de la importancia que ha tenido en el discurso geográfico el binomio
sociedad-naturaleza. Pero, ¿hasta dónde las formas se pueden separar? ¿Hasta dónde llega
lo ‘natural’; dónde se inicia lo ‘humanizado’? Si la separación histórica que se ha hecho del
paisaje responde a un momento de la construcción de la geografía como ciencia, porque no
pensar que en este momento cabe otra interpretación; porque no pensar que el contenido
que identifica al concepto de paisaje ha cambiado, y, por tanto, su uso como herramienta
analítica debería también cambiar.
Sería importante no olvidar que los conceptos son históricos porque su nacimiento tiene que
ver con la propia historia de la humanidad; su creación tiene sentido en tanto que sirven
para comprender e interpretar una determinada época. En consecuencia, los conceptos
‘envejecen’ y hay que reemplazarlos y de mantenerlos, como es el caso que del que nos ocupa,
debemos estar consciente que su contenido ya no es el mismo del momento de su creación y
que se debe cambiar.

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TEMA Nº 19

NUEVAS PERCEPCIONES DEL TERRITORIO, ESPACIO SOCIAL Y EL


TIEMPO.

UN ESTUDIO DESDE LOS CONCEPTOS TRADICIONALES (O CLÁSICOS)


HASTA SU CONCEPCIÓN EN EL SIGLO XXI

Alejandro Roberto González


Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales (UADER)

Introducción
Intentando contribuir al debate de los nuevos enfoques y resignificación del concepto de
territorio, este trabajo presenta dos objetivos bien definidos: por un lado, resaltar las
múltiples contribuciones del campo de la Geografía para este concepto y por otro, señalar la
importancia de relacionar el concepto de territorio con los factores – sociales – que en él
intervienen
La interpretación del territorio en sus diferentes escalas de análisis y sus variadas
dimensiones complejizan su comprensión si no se tiene en cuenta los múltiples factores y
actores sociales que él intervienen. Ya no podemos pensar espacios (como territorios)
aislados, sino más bien en espacios conectados (en red) con otros que van convirtiendo al
escenario mundial, producto del avance tecnológico, de los pactos y asociaciones entre los
estados (países), entre muchos de otros factores que inciden directa o indirectamente en la
configuración de la nueva manera y forma de ver el mundo.
Es por eso que, por medio de este trabajo se pretende abordar el concepto de territorio a
partir de la selección de algunos autores contemporáneos, como un concepto clave no sólo
para la Geografía sino para el mundo científico en general, como una manera de explicar “la
realidad”.
En este contexto el enfoque territorial se presenta como una noción que permitiría explicar
el papel de los entornos en que están insertas las comunidades y del espacio social como
factor de desarrollo.
El concepto de territorio: una agenda para el debate
El concepto de territorio es un tema que se viene trabajando en muchas disciplinas desde
hace ya mucho tiempo. El proceso de globalización ha corrompido con las fronteras y los
límites territoriales bien definidos geográficamente por elementos naturales o humanos,
desde el punto de vista tradicional. En la actualidad todo está conceptualización ha
cambiado, se ha complejizado – y lo sigue haciendo – cada vez más.
En compañía de la globalización, la tecnología, el avance de las comunicaciones y los medios
de comunicación han producido – y lo siguen haciendo – nuevos escenarios sociales.
Las escalas ya no son entendidas como unidades geográficamente bien definidas, sino más
bien, son elementos que nos permiten – no solo al campo de la geografía sino a todas las

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ciencias sociales y humanas – comprender de manera recortada los espacios cada vez más
complejos por los elementos que los componen.
Los aportes conceptuales, a lo largo de la historia, han marcado líneas paradigmáticas que
explicaron – y explican – el concepto de territorio ligado a determinados factores endógenos
u exógenos.
Según Sack (1986), el territorio es el resultado de una (o más) estrategias para afectar, influir
y controlar sobre las cosas o personas espacializadas 1. Pensar el concepto de territorio bajo
esta idea nos lleva reflexionar sobre las prácticas de control o legitimación que se
implementan en el espacio para ordenamiento.
Según M. Santos (1996): “se contempla la naturaleza y la sociedad como un
sistema de configuraciones de objetos materiales y sociales mediados por
relaciones sociales que modifican y transforman la naturaleza lo cual implica
su inseparabilidad”.
Los aportes de la Escuela alemana, con la figura de Friedrich Ratzel también habían sido
importantes para el abordaje de este concepto.
Ya en la década de 1970, se retoman los trabajos que abordaban la idea de territorio como el
concepto que explicaba la realidad como algo complejo y dinámico en donde se comienza a
poner énfasis en los actores sociales que en él intervienen.
Es así que podemos citar, por ejemplo, al geógrafo norteamericano J. Gottmann, quien
asocia el concepto de territorio sosteniendo que: la relación de las personas con su territorio
se presenta de diversas maneras, geográficas, políticas y económicas. Señala que es una
parte del espacio definida por límites (líneas), que posee un sistema de leyes y una unidad
de gobierno, a partir de lo cual la respectiva localización y características internas son
descritas y explicadas, y que, por lo tanto, define la división territorial del mundo dentro de
la historia de la humanidad.
Siguiendo con esta línea, podemos mencionar al geógrafo francés Claude Raffestin quien ya
para 1980, hablar de una “geografía unidimensional”, es decir, su visión recortada con
respecto al territorio el cual está definido únicamente por el poder estatal.
Para aumentar el dilema, Raffestin critica la línea ratzeliana diciendo: una evidencia clara
de ese exceso del poder estatal en Ratzel, está en la caracterización de los conflictos que
serían solamente aquellos entre Estados – guerra entre Estados –, mientras, otras formas
de conflictos no serían consideradas relevantes. Según hasta lo expuesto aquí, es evidente
que la mirada de Raffestin se asocia más al paradigma de Gottmann, dando mayor
importancia a una geografía política (o geopolítica) teniendo en cuenta al territorio e
intrínsecamente en él, la mirada estratégica de “control”. En síntesis, Raffestin sostiene
que: se entiende por territorio a aquella manifestación espacial del poder fundamentada en
relaciones sociales, relaciones que están determinadas, en diferentes grados, por la

1 La visión del territorio según R. Sack se fundamentan en la cuestión del “Poder” (de Foucault) – como
sinónimo de control – que los individuos que residen en él, más allá de ser sus protagonistas los cuales le dan
ese toque de identidad y particularidad que denomina: “Territorialidad”, entendida por Sack (1986: 1)
como: “el intento por parte de un individuo o grupo de afectar, influenciar, o controlar
personas, fenómenos y relaciones, a través de la delimitación y el establecimiento de un control
sobre un área geográfica”

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presencia de energía – acciones y estructuras concretas – y de información – acciones y
estructuras simbólicas. Es decir, la carga simbólica a la que hace mención, es una
coincidencia de la cual muchos autores hablar al hacer mención a este concepto.
Según Raffestin (1981), el territorio se genera a partir del espacio, es el resultado de la acción
de los distintos agentes sobre éste, desde el Estado a los individuos, pasando por todas las
organizaciones que actúan en el mismo. En el proceso de apropiación y transformación del
espacio, los distintos agentes lo territorializan o producen el territorio, lo que implica el
establecimiento de límites y la creación de diferentes concepciones de territorio dentro de
las cuales podemos mencionar: el territorio como entidad administrativa, entendida como
espacio de las competencias; el territorio como patrimonio o herencia del pasado; y,
finalmente, el territorio como construcción social que contribuye a la identidad local en
relación con la acción colectiva de los agentes. Debido a ello, todos los territorios tienen un
mayor o menor grado de originalidad, e incluso de subjetividad, algo que es único e
irrepetible para la población que los ha creado. En consecuencia, se trata de un producto
artificial, construido por el hombre, en el que intervienen numerosos factores, que pueden
facilitar o condicionar los procesos de desarrollo iniciados en un determinado momento.
Este tipo de aproximación permanece imprecisa sin embargo en lo que concierne a la forma
de ponderar y jerarquizar el papel de los diferentes actores, operadores, agentes, en el
proceso de territorialización, y a veces ambigua sobre el o los sistemas de valores que sirven
de referentes a los mencionados procesos. Cada individuo, en su experiencia, posee una
relación directa con sus lugares de vida; lugares de los cuales se apropia y que contribuyen
a moldear su identidad individual o colectiva. Apropiación y arraigo entonces se manifiestan
a través de elementos materiales, pero también ideales y ciertas materialidades del territorio
poseen un fuerte valor simbólico que depende en directamente de la percepción individual
como grupal.
Otros de los autores que podemos mencionar sobre este debate en torno al concepto de
territorio es el geógrafo norteamericano Robert Sack, quien, al hablar del territorio, lo hace
desde la concepción humanista, sosteniendo – lo que posteriormente diría M. Santos – que
el territorio es el resultado de la acción humana en proceso, las cuales se basan en
estructuras concretas, las cuales son “la base del poder”. Es por eso que Sack toma el
ejemplo de la actitud animal sobre el territorio para reflejar así, la de los humanos. El autor
agrega al concepto de territorio su resultado que lo denominará: “territorialidad”, la cual
va a definir como: una tentativa, o estrategia, de un individuo o de un grupo para alcanzar,
influenciar o controlar recursos y personas a través de la delimitación y del control de áreas
específicas: los territorios. En términos generales, esta delimitación se hace territorio
solamente cuando sus límites son utilizados para influenciar el comportamiento de las
personas a través del control de acceso de sus límites. Sack habla de territorios fijos y
territorios móviles. La diferencia entre ambos es la capacidad de conectividad que tenga
cada uno.
El geógrafo Milton Santos fue otros de los grandes pensadores de la segunda mitad del siglo
XX que aporto nuevas concepciones de abordaje sobre el concepto de territorio, dentro de
lo cual se debe destacar algo de lo que hace mención en uno de sus trabajos, “La metáfora
del retorno al territorio” en que los territorios habitados se confrontan con dos
tendencias contemporáneas; por un lado, la tendencia de expansión y su consecuente
imposición para todos los lugares del mundo de las relaciones capitalistas de producción -
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proceso de mundialización-, y, por otro, la tendencia de homogeneización de las costumbres
y los usos sobre todo con respecto al consumo individual -proceso de globalización. Esta
metáfora del retorno al territorio nos invita a pensar en cómo fueron los inicios de un
determinado espacio, es decir, donde los individuos estaban más aislados del resto del
mundo y, por lo tanto, más autónomos sobre todo en los espacios rurales; sin embargo, hoy
en día, se presentan como territorios que no pueden volver a ser como antes ya que están
interconectados con otros espacios y éstos con subespacios. M. Santos (1994) sostiene que
el territorio - desde una mirada actual - puede estar formado de lugares contiguos y de
lugares en red. Es por eso que denomina “territorios horizontales” a los primeros - que
son los que se conectan espacialmente - y “territorios verticales” a los segundos - que se
conectan por flujos de información.
Ya en la década de los ’90, el geógrafo Marcelo López de Sousa (1995) propone una nueva
visión con respecto al concepto de territorio, diciendo: “...el territorio es el espacio
determinado y delimitado por y a partir de relaciones de poder, que define, así,
un límite y que opera sobre un sustrato referencial, en definitiva, el territorio
es definido por relaciones sociales. El territorio, por lo tanto, puede estar
relacionado a formas jurídico-políticas (ejemplo clásico de un Estado Nación),
culturales – de una asociación de barrio dentro de una ciudad – y/o económicas
– de una gran empresa. En definitiva, el territorio puede asumir las más
diversas escalas, formas y manifestaciones, desde pequeños territorios – un
barrio en una ciudad o una villa rural – hasta un territorio red de una gran
multinacional que posee sus ramificaciones en varios países”. En la actualidad, se
debe pensar el concepto de territorio como señala M. Santos (1996): “producto social”.
El territorio es el resultado de la creación e interacción que los actores sociales que habitan
en él. Ya no podemos hablar de territorios “desconectados”, “estáticos” y “neutros”;
sino más bien debemos reflexionar sobre su conectividad, interconexión con otros territorios
– más allá de las distancias – en contante renovación e intercambio de información.
Territorio y globalización: espacios diferenciados
Pensar el territorio en función al proceso de globalización nos lleva a conceptualizarlo desde
diferentes variables. Entre las más comunes nos encontramos con la variable económica la
cual es, para muchos especialistas, el “motor impulsor” de la era de la globalización, que
va llevando de manera gradual al desarrollo de los países y a su vez acrecentando la
diferencias socio-económicas entre ellos mismos.
En palabras de Luis M. Cuervo (2001), para comprender la relación entre el territorio y la
globalización es necesario: “...desarrollar una mirada peculiar, específica, de un
fenómeno plural, multidimensional y polivalente, tal y como es el caso de la
globalización. En términos generales podría afirmarse que el interés específico
de esta aproximación es el entender las relaciones entre el todo (globalización)
y las partes (territorio). Estas partes son, en términos más específicos, las
distintas escalas geográficas y unidades socio espaciales pertinentes para la
comprensión de la naturaleza y la dinámica del proceso de globalización”.
A diferencia de otras perspectivas en donde la globalización se descompone en dimensiones
(económica, política, cultural) o en vectores de cambio (tecnológico, financiero), en esta
perspectiva se hace una descomposición en unidades socio espaciales o escalas que tienen la
pág. 31 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
particularidad de ser en sí mismas microcosmos, es decir, conjugaciones particulares de una
amplia y variada gama de dimensiones y vectores, alojadas en ámbitos específicos: las ya
mencionadas escalas y unidades socio espaciales. Así, pasar de una escala a otra no significa
disminuir o incrementar niveles de complejidad sino, principalmente, cambiar de ámbito y
sistema. Pensar la relación entre ambos conceptos y la “dependencia” de uno con el otro,
los convierte en conceptos sumamente complejos, no sólo para comprenderlo, sino también
para explicarlos. Una tarea pendiente para el campo de la sociología y las ciencias sociales.
En función a esto, podemos citar a Massey (1995) cuando dice: “(...) el territorio se
construye a partir de la actividad espacial de agentes que operan en diversas
escalas”. La actividad espacial se refiere a la red espacial de relaciones y actividades, de
conexiones espaciales y de localizaciones con las que opera un agente determinado. “Dado
que la capacidad y alcance de la actividad espacial es desigual y convergente en
los lugares, la apropiación de territorio y, por consiguiente, la creación de la
territorialidad, generan una geografía del poder caracterizada por la
desigualdad, la fragmentación, la tensión y el conflicto”.
Las posibilidades de actividad espacial, y por lo tanto las posibilidades de construcción de
territorio, cambian a través de la historia, conforme han ido cambiando las formas y la
complejidad de las relaciones y de los medios técnicos que facilitan la interacción social. De
la acción social en lugares relativamente aislados hemos pasado a la actividad espacial en
redes más complejas que ponen los lugares en relaciones espacio-temporales económicas,
culturales y políticas que sobrepasan las fronteras de los estados. El territorio hoy puede
formarse de lugares contiguos y lugares en red, y su acontecer puede ser homólogo,
complementario y jerárquico (Santos, 1996).
Hay que tener en cuenta que la globalización es un proceso vinculado al territorio, como
apunta Vázquez Barquero (2000) “...no sólo porque afecta a naciones y países, sino,
sobre todo, porque la dinámica económica y el ajuste productivo actuales
dependen de las decisiones de inversión y de localización de los actores
económicos y de los factores de atracción de cada territorio”. Por otra parte, la
revalorización del territorio, según Boisier (2005), es una consecuencia de la reacción de los
consumidores frente a la homogeneización de los bienes y servicios ofrecidos por la
globalización y una respuesta de una parte de las empresas, las cuales mediante una
estrategia de innovación permanente que los lleva a la denominada especialización flexible,
tratan de acomodarse al cambio incesante, en vez de intentar controlarlo.
Para los territorios singulares (países, ciudades y regiones) la globalización representa una
fuerte pérdida de autonomía, un desvanecimiento de las fronteras, la irrupción o el
abandono por parte de actores globales, el pasaje a una interdependencia generalizada con
otros territorios cercanos o lejanos. Las decisiones y procesos exógenos ganan peso en
perjuicio de las capacidades de la sociedad local para controlar su entorno.
De allí que pueda hablarse de la globalización como una desterritorialización, como un paso
de lo concreto (los territorios vividos, apropiados por sociedades singulares) a lo abstracto
(el espacio global de los flujos, de la simultaneidad de lo discontinuo). A medida que el
capital y la cultura se globalizan, y se multiplica la movilidad de la población, la propia
sustancia de los territorios (su economía, su identidad, su gente) parece volverse volátil,
indefinida, incierta.
pág. 32 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
Como señala Federico Berjillo2 (1994): la globalización, asociada con el tránsito entre
paradigmas tecno-productivos, pueden también ser vista como una oportunidad para el
desarrollo de los territorios. Oportunidad que se plantea en general sobre dos líneas
argumentales: por un lado, la globalización permite a ciertos territorios un acceso más
abierto a recursos y oportunidades globales, en relación con tecnología, capital, entre otros,
y por otro, la globalización y la transición en los modos de desarrollo supone para ciertos
territorios una valorización o revalorización de recursos endógenos latentes de fuerte
inscripción territorial, y les permite reposicionarse en el espacio global.
Territorio y Geografía: un problema de escalas
El territorio es uno de los conceptos claves para la ciencia geográfica de hoy. Es su principal
objeto de estudio y a través de él, intenta explicar una realidad determinada. El análisis
contextual de la geografía actual, relaciona el tiempo y el espacio como dos unidades
indisolubles para comprender una realidad especifica. El pensamiento geográfico ha ido
evolucionando a través de cambios en lo que se refiere en este caso al concepto de territorio.
Según Pablo Cicolella (2007), las escalas convierten a los territorios de hoy en “territorios
inestables”, lo cual demuestra claramente esta relación directa entre territorio –
tecnología.
Sin embargo, en la actualidad el territorio es un concepto interdisciplinario, formar parte de
los referentes teóricos de las diversas disciplinas que tienen como objeto de estudio los
múltiples tipos de relaciones que despliegan los seres humanos. Es por eso que el concepto
de territorio se transforma en un concepto flexible frente a la realidad en que vivimos. Ya no
solo se lo utiliza como un aspecto teórico por parte de los Estados Nacionales sino también
por aquellos quienes concuerdan en que es un concepto clave y claro para comprender y
explicar las relaciones sociales que en él se desarrollan, origen de sus transformaciones y
adaptaciones sociales.
Con el proceso de la globalización, las diferenciaciones de las escalas de análisis de los
diferentes espacios geográficos se complejizan cada vez más.
Según Manuel Castells (1992), la globalización es un proceso que trasforma el territorio, lo
cual hace que se lo interprete de diferentes maneras, desde lo “local” a lo “global” y
viceversa. Se comienza a relacionar lo micro con lo macro y en función a los dos anteriores
con lo meso.
Trabajar desde lo local es algo que se relaciona directamente con el lugar, es decir con los
procesos sociales que ocurren a una microescala. Podemos citar aquí, por ejemplo, a E. Soja
(2004)3 quien plantea que es necesario abordar esta cuestión desde la “meso escala”, es
decir, desde una mirada “desde arriba”, desde lo “global” hacia lo “local” donde se
logran ver las redes y flujos existentes en el territorio, para posteriormente trasladarse a la

2 Berjillo Federico, «Globalización, descentralización y territorio» Revista PRISMA, Nº 4, 1995, Universidad


Católica del Uruguay. 1994.
3 Edward Soja, concibe el fenómeno de la globalización como una de las tres grandes fuerzas responsables de

los grandes cambios socioculturales de los que todos hemos sido partícipes y percibidos a la vez,
manifestándose a su vez en el territorio dando origen a nuevos fenómenos espaciales (las otras dos fuerzas
mencionadas por Soja corresponden a la reestructuración económica y las nuevas tecnologías de la
información).

pág. 33 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


micro escala, para poder apreciar así, las relaciones in situ de lo local, que es fundamental
para analizar y entender la producción social que se genera en el territorio4.
El territorio es un concepto que adquiere nuevos contenidos en el contexto de la
globalización, son relaciones sociales que desbordan las fronteras de la comunidad, de la
nación y que se entrelazan con otros procesos que ocurren en el mundo. Los medios
modernos de comunicación, los sistemas de transporte, los nuevos mercados, los avances de
la revolución científica y tecnológica, entre otras cosas, han trastocado las nociones de
tiempo y espacio.
Conclusión
Es necesario reflexionar sobre el tema de la resignificación de ciertos conceptos del campo
disciplinar de la Geografía como de otros campos científicos. Pensar la complejidad del
mundo de hoy, la “posmodernidad” en constante movimiento como dice Harvey, nos
lleva a concebir los territorios de hoy como un todo dividido en partes, que está en constante
conectividad con otros espacios.
El territorio puede ser considerado igualmente como un sistema complejo. De este modo, se
inserta en un sistema espacial, en el seno del cual funciona según un circuito de retroacción
con la sociedad, que ordena, administra y organiza el territorio, mientras que el territorio
retroactúa sobre la sociedad. Esta idea de complejidad permite relativizar la idea de
apropiación, a menudo preferida en los procesos de territorialización.
Es por eso que, en función a lo abordado en este trabajo podemos decir que el territorio es
un concepto sumamente inestable, cambiante, dinámico, problemático y conflictivo en
donde confluyen todas las relaciones sociales que en él se establecen. Se nos plantea como
algo que para muchos es desconocido, pero a la vez es un desafío y una llamada para revisarlo
y tener en cuenta las múltiples miradas, de manera flexible y conjunta.

4Es necesario aclarar aquí que cuando hablamos en este trabajo de “escalas” hacemos mención a la escala de
análisis y no a la escala numérica o gráfica. Cabe recordar que la importancia de la escala en geografía radica
en el análisis local, es decir, en estudios puntuales de “los lugares”.

pág. 34 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


A PROPÓSITO DE LAS NOCIONES DE ESPACIO Y
TERRITORIO

Claudia Tomadoni

1. Introducción
La parcialización de la historia como dueña del tiempo y la geografía como dueña del espacio
es una posición anticuada en el análisis de los desafiantes procesos geohistóricos
ambientales que enfrenta la sociedad de comienzos de milenio. El hecho de recurrir al
tiempo solo como un factor explicativo y no como parte inherente del espacio es fuente de
un equívoco singular: considerar al espacio como un escenario en el cual transcurren hechos.
Decir espacio significa decir proceso lo cual implica decir tiempo. Por lo tanto, el espacio es
un proceso social construido a través del espacio-tiempo.
La visión kantiana de tiempo y espacio como nociones separadas tenía soporte en la física
de Newton. A partir de la física Einstein (Hawking, S. 2005) esta separación no es posible.
Tiempo y espacio son una unidad para el análisis de las problemáticas sociales; de allí la
necesidad de superar los recortes disciplinares y abrir el juego de la investigación a la
interdisciplinariedad con un renovado significado social crítico ante una sociedad que
necesita de intelectuales comprometidos.
2. Grafías, significaciones y nuevos sentidos
Viajeros como Humboldt, Mutis y otros tantos contribuyeron al conocimiento de diferentes
territorios a lo largo del planeta. Estos geógrafos realizaron a través de sus registros, mapas,
ilustraciones y narrativas de viajes, una «grafía del territorio». Estas grafías construidas
bajo la impronta de la ciencia moderna consagraron, a través de su búsqueda de la razón, de
la fe en el poder de la experimentación y su apoyo vehemente en la clasificación, una ciencia
geográfica caracterizada por la descripción de lugares.
Esta contribución al conocimiento de los territorios fue utilizada por los nacientes Estados
modernos para extender sus dominios políticos y económicos; a la vez que representaban
las miradas particulares de quienes estaban convencidos de que para conocer la naturaleza
había que medirla y cuantificarla. De esta manera, se construyó una forma de dominación
simbólica del territorio que tendría implicancias en las formas posteriores con que la ciencia
geográfica abordó sus objetos de conocimiento.
Sin embargo, este haz de significaciones construidas por la ciencia moderna se encuentra
desde hace tiempo en crisis. Hacia fines del siglo XX, el mundo viene experimentando un
proceso de reestructuración socioeconómico cuyas implicancias territoriales son
fundamentales para interpretar el derrotero seguido por las sociedades. Así, se está
estableciendo un nuevo orden de significaciones, de normas, de reglas y de valores que dan
sentido a nuevas y diferentes prácticas expresadas en una creciente diversidad de estrategias
sociales.
Esta nueva construcción de sentidos es un proceso social y el lenguaje es una de las formas
de representación de ese nuevo orden social específico en construcción (Porto Gonçalves, C.

pág. 35 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


2001). Ante esto, habría que preguntarse qué sucede con el conocimiento científico y sus
formas de expresión puesto que el conocimiento científico, como producto social, forma
parte de ese nuevo orden social.
El gran desafío en la actual coyuntura de crisis del capitalismo global es plantear si el
conocimiento científico generado en los círculos académicos sirve para la emancipación
(Habermas, J. 1987), con un sentido social crítico (Harvey, D. 2004; Santos, M. 2000; Soja,
E. 1997; Unwin, T. 1992) o continuará, tal como critica Echeverri, consagrado a una cultura
caracterizada por el dominio de la naturaleza en la creencia de que ésta es ilimitada y está
disponible como recurso para la racionalidad tecno-científica infinita del ser humano
(Noguera Echeverri, A. 2004).
Los nuevos sentidos necesarios para deconstruir la racionalidad imperante, deben
expresarse en conceptos renovados y la geografía desde hace ya algún tiempo está
produciéndolos, aportando de este modo, elementos para interpretar críticamente la actual
coyuntura de crisis. En tal sentido, la geografía como disciplina del ámbito de las ciencias
sociales, deja de ser un objeto para constituirse en una herramienta de acción.
Entonces, la nueva «grafía de los territorios» debe expresarse en una renovación de
conceptos que partiendo del reconocimiento del concreto real, construya «redes
conceptuales» para «pescar críticamente» aquello que debe cambiarse para lograr, tal
como propone Noguera Echeverri, un «reencantamiento del mundo» (Noguera
Echeverri, A. 2004).
Para ello, el primer paso es superar la dicotomía espacio sin tiempo y tiempo sin espacio e
«impensar»5 el mundo de lo social. Lo más apropiado es reconocer la existencia de una
dimensión espacio-tiempo, o si se quiere, tiempo-espacio, que permita definir al espacio
geográfico como materia y energía, como naturaleza y sociedad, o lo que es lo mismo en
términos estrictamente geográficos, como forma y contenido. Estas duplas constituyen
unidades, sólo «separables» al momento de la crítica analítica de los procesos
geohistóricos. Por ello, lo correcto sería definir al espacio geográfico, y a su expresión
concreta, el territorio, como un concepto relacional constituido por forma-contenidos
(Santos, M. 2000).
3. De cómo el tiempo se vuelve espacio: el tiempo-espacio
Hace ya algunos años, Wallerstein declaró que tiempo y espacio no son dos categorías
separadas, sino una sola: las que él denominó como Tiempo-Espacio. Simultáneamente el
autor invitaba a recorrer el dificilísimo e inquietante camino de cuestionar una de las bases
de nuestra inteligencia: nuestra certidumbre sobre el tiempo y el espacio. Al realizar su
invitación señalaba que en el final del camino no se encuentra la simplicidad, sino la
complejidad (Wallerstein, Immanuel 1998: 153, 163).
La complejidad del proceso de reestructuración productiva que se inicia a fines del siglo XX
es parte del proceso de cambios cíclicos en el desarrollo histórico del capitalismo. Analizar

5 Podría usarse el término repensar, pero adhiriendo a los planteos de Wallerstein, con su minuciosa crítica al
legado de las ciencias sociales del siglo XIX, se comparte su idea de que repensar es algo normal. Es necesario
ir un paso más allá de pensarlas nuevamente. Impensar supone desarraigar de nuestra mentalidad
suposiciones que -engañosas y constrictivas-, son la principal barrera para analizar con algún fin útil el mundo
social (Wallerstein, Immanuel. 1998).

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esta complejidad desde una mirada geográfica presupone dejar en claro que el espacio
geográfico no es una representación inocente de las relaciones sociales, sino el ámbito de
objetivación de esas relaciones de acuerdo a normas, valores, intereses, formas de pensar,
percibir, e incluso sentir que todos los agentes sociales construyen desde distintas posiciones
y condiciones a través del tiempo.

• 3.1. Espacialidad, historicidad y socialidad

En efecto, el espacio es proceso, es cambio y por tanto no puede entenderse de manera


estática. Es una instancia dinámica, es pura acción y mutación de su naturaleza original, en
nuevas formas espaciales o nuevas naturalezas que se construyen a través del tiempo
(Santos, M. 1996ª; 1996b). Así, este dinamismo y su carácter relacional sólo puede
interpretarse a partir de la conjugación balanceada de tres dimensiones de la vida humana:
espacialidad, historicidad y socialidad (Soja, E. 1999)6. Esta triple articulación se objetiva y
toma cuerpo dando lugar no ya sólo a objetos o fenómenos distribuidos en el espacio, -y que
tradicionalmente responden a preguntas relativas al «dónde» y con una consideración
tangencial del «cuándo» y «quiénes», sino a procesos en los cuales estas dos últimas
cuestiones necesariamente deben conjugarse con el «dónde». De esta forma, espacio-
tiempo-sociedad conforman una unidad indisoluble para interpretar particulares procesos
socioespaciales complejos acaecidos a lo largo de la historia y en diferentes espacios de
acuerdo con los antecedentes histórico-productivos y el accionar de los agentes sociales
(Tomadoni C. y Lerena M.2002).
Pero, además, resulta significativo asociar la noción de espacio a la de dinamismo porque
esta relación permite interpretar al espacio como una construcción, una producción, un
permanente «hacer» sobre formas ya construidas y producidas. Más aún, permite definir
al espacio como una construcción social producto de procesos históricos que construyen y
reconstruyen formas espaciales características a cada formación socio-espacial (Lerena, M.
y Tomadoni, C. 1997: 725). Tal como propone Santos, el concepto de formación socio-
espacial deviene del concepto de formación socioeconómica (Santos, M. 1996: 17-28). Puede
decirse entonces que las formaciones socioespaciales dan cuenta de instancias de vida del
hombre en sociedad en lo económico, social, político, ético, ideológico, religioso, estético,
científico-tecnológico y espacial; instancias que se expresan tanto en la continuidad como
en la discontinuidad histórica. Construido de este modo el concepto de formación socio-
espacial incluye como otra instancia al espacio en la medida que coadyuva a la reproducción
de las relaciones sociales. Estas relaciones «no sólo son relaciones de producción, en
términos de posición y condición en un campo determinado (Bourdieu, P. 1988; Gutiérrez,
A 1995), sino también relaciones de identidad y pertenencia relativas al género, edad,
procedencia, preferencias, intereses y valores de los agentes» (Lerena, M. y Tomadoni C.
1997).

6 Al respecto Edward Soja señala que ha existido una suerte de preponderancia de las dimensiones de la
historicidad y la socialidad por sobre la espacialidad en el intento de explicar las complejidades del mundo
moderno. Asimismo, recuerda que, si bien ya Henry Lefebvre había vinculado estas tres dimensiones en su
propuesta de la “dialéctica de la triplicidad”, Soja rescata esta triple dialéctica, pero a diferencia de
Lefebvre, elige al “espacio” “como hebra interpretativa primaria de esta dialéctica” y construye una
nueva alternativa interpretativa que denomina “trialéctica de la triplicidad” que supone un rebalanceo
ontológico, epistemológico y teórico de las tres dimensiones (Soja, Edward, 1999)

pág. 37 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


Puede decirse entonces que la reproducción en estos términos genera relaciones sociales,
que tienen un correlato territorial específico que en determinadas coordenadas de tiempo y
lugar da lugar a la conformación de un territorio. En otros términos, podría argumentarse
que las conjugaciones diferenciales que se realizan de dichas relaciones dan especificidad a
los procesos socio-territoriales. Planteado de este modo, los procesos de producción
mediatizados por el trabajo se articulan con la estructura social definiendo diversidad de
formas de apropiación y transformación de la naturaleza para satisfacer necesidades
materiales y no materiales de las sociedades a través del espacio-tiempo.
Así, a través de la historia, han tenido lugar relaciones de producción que en el contexto de
la estructura social con la que se articulan, definen modos particulares de apropiación y
distribución de los excedentes. En definitiva, se puede afirmar que coexisten diversas
formaciones socio- territoriales en función de las particulares percolaciones que se realicen
en los diferentes lugares con las relaciones de producción y las relaciones de identidad y
pertenencia.
En definitiva, el territorio no es un objeto, ni es una cosa; por el contrario, es un conjunto de
relaciones complejas. La mirada transversal que puede realizarse de esta complejidad en
relación a las formas de habitar y a su utilización integral por parte de la sociedad, podría
ser el ámbito de acción del saber ambiental.

• 3.2. La sustentabilidad como noción trialéctica

Al definir al territorio como conjunto de relaciones complejas en el espacio-tiempo surge el


concepto de sustentable o sustentabilidad para calificar su evolución y desarrollo.
En tanto conjunto de relaciones complejas, el concepto de territorio en los últimos años ha
aparecido asociado a la noción de sustentable o sostenible7 cuando se pretende considerarlo
en su evolución, planificación y desarrollo. Entonces, si un territorio es sustentable se dice
que es porque posee sustentabilidad. Pero ¿A qué se alude con ello? En principio, el concepto
podría inscribirse como una noción trialéctica. Consideremos cómo.
La sustentabilidad implica la reproducción dinámica de la naturaleza. Aquí en realidad
deberíamos aludir a «naturaleza-sociedad» como un solo término, hasta tanto se
internalice que la sociedad es integrante de la naturaleza y al hacer referencia a ella, sea
obvia la integración de lo social en el concepto. Entonces sí, podríamos decir que la
sustentabilidad alude a la reproducción dinámica de la naturaleza-sociedad eludiendo todo
criterio de conservación estática que signifique un contrasentido a la noción de movimiento
y transformación constante inherente a su existencia-; en este sentido, la sustentabilidad
supone el «uso» sin agotamiento en el ahora y aquí para preservar para nos(otros) y para
los otros la naturaleza. Así, la noción se compone de las tres dimensiones del ser: la
temporal, la espacial y la social. Con relación a la primera, implica mantener dando
permanencia en el tiempo; con relación a la segunda, involucra mantener los recursos de la
naturaleza en naturaleza de un determinado lugar; y con relación a la tercera, implica
mantener para las sociedades del futuro.

7Aún no hay consenso entre los especialistas ambientales en relación a si ambas nociones refieren a lo mismo.
Existen diferencias ideológicas aseguran unos, diferencias epistemológicas, señalan otros, mientras que
algunos prefieren tratarlos como sinónimos.

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La conjunción de estas tres dimensiones lleva a otra idea asociada: reproducir implica
defender nuestra esencia como sociedad entendiendo que ya no sólo somos parte de la
naturaleza, sino que somos naturaleza y vivimos en y de ella. De este modo, debemos incluir
como problema ambiental toda afección hombre-hombre y no sólo la afección hombre-
naturaleza como se considera desde visiones estrictamente ecologistas.
Esta nueva consideración tiene un corolario muy importante: el hombre no sólo integra
aquello por lo cual debe jugarse, sino que el hombre como naturaleza debe defender su
existencia. En este sentido, el hombre podría comenzar a jugarse por la sustentabilidad de
la naturaleza en naturaleza. Entonces se trata de reproducir la naturaleza en naturaleza en
el tiempo sin olvidar que el hombre es naturaleza.
Estas afirmaciones pueden generar el equívoco de una postura antropocéntrica. Nada más
alejado de la intención de este escrito. No se pretende centrar todo en el hombre, sino
reubicarlo dentro del «arca» que permitirá que la nave tierra continúe navegando. Y esto
es solo posible a través de agentes sociales que vehiculen intereses susceptibles de ser
defendidos. No se puede defender lo que no es propio. Entonces es necesario que cambiemos
ciertas informaciones en nuestro disco rígido (Ángel M., A. 2005) para ser capaces de
jugarnos como sociedad por la naturaleza que integramos. Así, por ejemplo, podrían
considerarse que problemas como la desocupación, la pobreza, la opulencia son problemas
ambientales, en tanto el hombre afecta a otros hombres a través de relaciones económicas
depredatorias como las que podrían realizarse contra comunidades de plantas y/o animales.
Pero vamos un paso más allá. Para propiciar prácticas sociales con criterios de
sustentabilidad, y de ese modo reconocer un nuevo capital por el cual jugar socialmente en
la construcción de un territorio sustentable, habría primero que modificar las condiciones
objetivas en las cuales se desarrolla la dinámica social de producción actual, puesto que el
mejoramiento de esas condiciones propiciaría un reposicionamiento de los agentes al
permitir reacomodar fuerzas8, es decir poder, para construir un territorio sustentable; el
cual en términos de Leff, supone la construcción de «nueva racionalidad ambiental»
(Leff, E. 1994).
Veamos entonces nuevas implicancias en torno a la noción de espacio y territorio.
4. De cómo el espacio se vuelve tiempo: el espacio-tiempo
Santos en su trabajo sobre las nuevas dimensiones de una geografía renovada señala que «la
geografía debe ocuparse en investigar cómo el tiempo se vuelve espacio y cómo
el tiempo pasado y el tiempo presente tienen, cada cual, un papel específico en
el funcionamiento del espacio actual» (Santos, Milton 1996: 105). Podría aseverarse
que el espacio es tiempo condensado. Esta condensación es visible a través de las marcas o
testimonios9 que se inscriben en las formas, acordes con las dinámicas que emergen de los
contenidos generados por las sociedades.
Las observaciones sistemáticas de estas marcas, de estos restos del pasado en el presente
son indicadores de los cambios, las persistencias, las perturbaciones, las monotonías o las

8 En este sentido, recordemos que el territorio es un campo de fuerzas de aceleración desigual (Santos, M.
2000) en el cual no todos los agentes sociales participan con igual poder.
9 Santos definió estos testimonios como rugosidades (Santos. M. 1996)

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novedades que acaecen en cada formación socio-territorial. Estos indicadores nos brindan
la hermosa posibilidad de disfrutar sus particularidades que las pueden hacer únicas en el
mundo o la comparación para descubrir, por ejemplo, en el actual contexto de Glocal-
dependencia, la reproducción de formas similares a lo largo del planeta. Muestra de ello
pueden ser los centros comerciales, centros de compras o shopping que con una arquitectura
modular monumental reproducen en su interior modalidades de publicidad, pautas de
consumo, existencia de grandes firmas que hacen que uno se sienta de igual modo en un
shopping que en otro.
Estos centros de compras ya son una impronta que, como marca del presente, representan
para los estudiosos una de las formas típicas de apropiación del espacio urbano en relación
a la venta de productos y servicios de fines y comienzo de siglo.

• 4.1. Espacio y Territorio

El territorio condiciona y posibilita procesos geohistóricos, a la vez que resulta


condicionado. En la actualidad, el territorio es un componente estratégico de los procesos
de reestructuración en los diferentes sectores productivos. Para ponderarlo como tal, es
necesario dejar de lado una serie de supuestos que subyacen a su conceptualización: el
territorio no es un soporte, no es un escenario, ni un lugar físico, el «territorio» es un
constructo social que sintetiza los cambios de lógica de los agentes que participan en su
construcción y, por lo tanto, posibilita visualizar los procesos en los que están involucrados
estos agentes, a partir de posiciones diferentes y con el ensayo de estrategias diversas. De
este modo, se puede señalar que cambios en la lógica de los agentes sociales participantes
en un proceso territorial (empresas, gobiernos, trabajadores, organizaciones no
gubernamentales, etc.) suponen al mismo tiempo, un cambio en el espacio de producción
considerado y en su concreción en un territorio determinado.
Hablar de espacio y territorio es sumamente complejo, pero esa complejidad se puede
trabajar diferenciando conceptos. Hablar de «espacio» es referirse a ámbitos construidos
directa o indirectamente por la sociedad. Esta noción alude a un ámbito genérico que se
concreta en un territorio. Así el territorio es un lugar10 preciso, con límites y con
características específicas según posibilidades e intereses de los diferentes agentes sociales
dispuestos al «juego» de la construcción de ese territorio. En definitiva, el territorio es un
constructo social en determinadas coordenadas de tiempo y lugar, producto del
entrecruzamiento de territorialidades11 construidas por los agentes en su proceso de
apropiación de los recursos.
Asimismo, la noción de espacio como ámbito genérico puede ser el mismo para diferentes
sociedades, por ejemplo, el espacio de la producción, pero su concreción va cambiando a
través del tiempo. De allí que el territorio es una concreción de la noción genérica de espacio-
tiempo, y de este modo, permite la interpretación diferenciada de construcciones sociales.
Esta correlación estrecha entre las nociones de tiempo, espacio y sociedad es la que permite

10 Johnston citando a Erickson (1980) señala que el término territorio puede ser utilizado como equivalente
del concepto de lugar (Johnston, R. J. 2001: 562)
11 Sack define a la territorialidad como una estrategia para establecer diferentes grados de acceso a las personas,

cosas y relaciones. De este modo coloca a la territorialidad dentro del contexto de las motivaciones y objetivos
humanos (Sack 1986: 2)

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señalar que el espacio-tiempo, a manera de estructura, adopta formas sociales en el
territorio que actúa como coyuntura.
No obstante, la noción de territorio refiere en un sentido más acabado a la relación dialéctica
entre forma y contenido, es decir, entre configuración territorial y dinámica social (Santos,
M. 1986). Aclaremos que la expresión visible de esa configuración es el paisaje. Pero Santos
va mucho más allá en su construcción conceptual y propone en trabajos posteriores que el
territorio12 se define en la relación que se establece entre objetos geográficos -sociales y
naturales- que constituyen sistemas de objetos y los fijos del lugar, y los procesos sociales,
económicos, sociales, institucionales, religiosos, políticos, ideológicos, científico-
tecnológicos que constituyen sistemas de acciones y los flujos que como «haz de fuerzas
sociales» se ejercen en un lugar y conforman la localización (Santos, M. 1996 b: 73-78 y
2000: 54-71). Esos sistemas de objetos son parte del medio técnico construido y forman
sistemas de ingeniería y los sistemas de acción a través del medio de trabajo dan lugar a
flujos de relaciones y son el contenido que da vida a las formas (Santos, M. 2000: 199-201).

• 4.2. Periodización y territorio

Otra noción indispensable que adosa Santos a su construcción teórica es la de periodización.


Refiere esa noción a otras dos: la noción de régimen y la de ruptura. El régimen integra un
conjunto de variables que funcionan armónicamente, aunque con una evolución no
homogénea y la ruptura señala el momento en que dicha organización deja de ser eficaz y
abre paso a la crisis y al inicio de otro período (Santos, M. 1996 b: 79-80).
A ello podemos agregar que la periodización de los procesos sociales es un recurso analítico
de los científicos sociales, pues permite dar cuenta de permanencias y transformaciones
durante un considerable fragmento de tiempo. Más allá de las permanencias, la sociedad va
imprimiendo cambios en su devenir cotidiano por lo que se debe indicar que el desarrollo
del fragmento no es homogéneo. Mientras estas tendencias al cambio sean sólo eso,
tendencias, se puede afirmar que se permanece dentro un mismo período en la medida que
las características esenciales se mantienen más allá del movimiento real de la sociedad.
Asimismo, este movimiento va dejando huellas que se resuelven dentro del mismo período
y que se prefiere considerar como etapas en las cuales los caracteres esenciales mantienen
su calidad de tales. Sin embargo, cuando algunas tendencias comienzan a hacer mella es
cuando sobreviene, el corte, la ruptura y con ella la crisis y el inicio de un nuevo período. En
definitiva, allí se produce la transformación.
La consideración de la periodización en este sentido permite empirizar de forma concreta el
espacio y el tiempo como nociones «equivalentes sin apenas ser simultáneas», de
modo tal que el tiempo es espacio y el espacio es tiempo. Por consiguiente, será a través de
la interpretación analítica que se realice de cada fragmento como se podrá aprehender la
significación de las formas y los contenidos que les dan vida a un momento concreto.
Considerando que los procesos geohistóricos son una relación trialéctica entre sociedad,
espacio y tiempo (Soja, E. 1997: 72), revisemos un ejemplo para aplicar este conjunto de
conceptos. En el caso de una actividad industrial, se pueden constatar diferentes períodos y

12En realidad, Santos define de este modo al espacio geográfico. Aquí se propone que el territorio es una
porción asequible de ese espacio.

pág. 41 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


etapas en su desarrollo y las relaciones mencionadas se plantearían, respectivamente, entre,
un nuevo paisaje industrial emergente, por ejemplo, de un proceso de reestructuración
productiva -constituido por lo natural y lo social adicionado a él- y el juego de estrategias de
los agentes sociales que dan lugar a una dinámica social particular en espacio-tiempo. Así,
un paisaje industrial flexible caracterizado por la flexibilidad organizacional de sus procesos
y productos está directamente conectado con una dinámica social de flexibilización laboral
(Tomadoni, C. 2005: 177)13. Esta correlación directa entre formas y contenidos flexibles
adquirida por cada formación socio-territorial emerge del proceso de reestructuración
industrial quede a escala mundial, ¿se ha producido en las últimas décadas y ha afectado de
modo diferencial a cada lugar; más allá de las constantes y similitudes que en la actualidad
comienzan a observarse tanto en ámbitos periféricos como centrales.
En fin, hasta aquí hemos puesto atención en la dinámica de las dimensiones espaciales y
temporales de los procesos geohistóricos. Pero ¿Cómo opera la dimensión social?
5. Los agentes sociales como productores de territorio
Cuando la geografía consideraba lo social estudiando solamente la población que habitaba
en un lugar, sin dar cuenta de sus acciones o estrategias en la construcción del territorio, los
estudios geográficos perdían profundidad y capacidad interpretativa. Pero, cuando esa
población comenzó a considerarse en términos de «agentes sociales» con capacidad de
producción del territorio, la geografía debió buscar auxilio. A partir de entonces se tejieron
contactos interdisciplinarios importantes y la sociología se tornó una aliada indiscutible, en
tanto ésta aportaba a la geografía herramientas conceptuales para considerar el accionar
humano en relación a las formas-contenidos que configuran el territorio. Aquí
examinaremos los aportes que se pueden tomar desde la teoría de la praxis de Pierre
Bourdieu14.

• 5.1. Los aportes de la teoría de la praxis al análisis geográfico

Los agentes sociales producen en su devenir el territorio. Ahora bien, ¿Cómo interpretar las
prácticas sociales en espacio-tiempo? La economía de las prácticas sociales, dice Bourdieu,
es producto de la relación dialéctica entre campo y habitus, es decir, entre las estructuras
sociales externas y las estructuras sociales incorporadas respectivamente, por los agentes
sociales a lo largo de su historia. Así el campo se define como sistema de posiciones y
relaciones de posiciones de los agentes y el habitus como la tendencia a pensar, sentir,
percibir, valorar de los agentes. Un campo se delimita «definiendo aquello que está en
juego y los intereses específicos, que no son irreductibles a lo que se encuentra

13 La aplicación de esta metodología analítica se ha utilizado para la consideración de la actividad del sector
industrial automotriz en la Región Metropolitana Córdoba. Trabajo de doctorado en geografía de la autora
(Universidad Nacional de La Plata,2005).
14 La teoría de la praxis de Pierre Bourdieu, de raigambre estructuralista constructivista (Bourdieu, P. 1988;

1990 (b); 1991; Gutiérrez, A. 1995), se presenta como una de las perspectivas analíticas, cuyos conceptos y
lógica de funcionamiento permiten una aproximación a los principios a partir de los cuales se estructuran las
prácticas de los agentes sociales en distintos campos. Un aporte fundamental de esta perspectiva teórica es el
de extender la lógica económica al análisis de toda práctica social. Bourdieu recupera a Marx en su lógica de
análisis en términos de lógica económica, pero marca una ruptura al extender esa lógica a otros campos
diferentes que el económico. De este modo, construye una serie de conceptos que permiten interpretar las
prácticas sociales sin reducirlas exclusivamente a causas económicas, explicándose de esta manera incluso
prácticas que pueden aparecer como desinteresadas o gratuitas.

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en juego en otros campos o a sus intereses propios» (Bourdieu, P. 1990 (b):
135-136).
Para que funcione un campo hace falta gente dispuesta a jugar dotada de un habitus que
implica conocer las leyes del juego en el cual se involucra. Lo que está en juego es capital por
el cual se lucha de acuerdo con intereses, he aquí la lógica del campo económico transferida
a cualquier tipo de campo; pero para evitar el reduccionismo económico, Bourdieu prefiere
usar en lugar del término interés, el término «illusio» (del latín, ludus) cuya connotación
está en relación con la capacidad o propensión a «jugar el juego», encontrándose el agente
«involucrado», «atrapado» en el juego y por el juego. «Estar interesado quiere
decir aceptar que lo que acontece en un juego social determinado tiene sentido,
que sus apuestas son importantes y dignas de ser emprendidas» (Bourdieu, 1995:
79-80).
Asimismo, desde esta perspectiva, se define al capital como el conjunto de bienes que se
producen, se reproducen, se acumulan, se distribuyen, se consumen, se invierten y también,
se pierden y/o amplían en el proceso de juego; existiendo diferentes tipos de capital, a saber:
económico, social, cultural y simbólico. Además, se podría agregar la existencia de un nuevo
capital: el ambiental (Tomadoni, C. 2003).
Desde esta manera, el concepto de capital es liberado de su connotación exclusivamente
económica, extendiéndose a cualquier tipo de bien susceptible de acumulación en torno al
cual puede constituirse un proceso de producción, distribución y consumo y, por tanto, un
mercado o campo (Citado en Gutiérrez, A. 1995:34).
Concebido de este modo, la estructura de un campo supone un estado de las relaciones de
fuerzas entre los agentes o instituciones que intervienen en la lucha, o lo que es lo mismo,
de la distribución del capital específico de ese campo que se ha acumulado durante luchas
anteriores y que orienta las estrategias ulteriores (Bourdieu, P. 1990 (b): 136). Es de destacar
que, para el autor, las estrategias no responden a la prosecución intencional y planificada de
fines calculados, sino al desarrollo activo de «líneas de acción objetivamente
orientadas que los agentes sociales construyen sin cesar en la práctica y que se
definen en el encuentro entre el habitus y una coyuntura particular del campo»
(Bourdieu, P. 1995: 89), es decir, entre las condiciones sociales incorporadas (habitus) y las
condiciones externas (campo).
Dentro de esta lógica de análisis, puede hablarse de diversas economías orientadas hacia
fines no estrictamente económicos, como la economía de la religión con la lógica de la
ofrenda; la economía del honor con la lógica del intercambio de dones y contradones, de
desafíos y de respuestas, etc. (Gutiérrez, A. 1995: 27).
Sin embargo, Bourdieu no descarta que las orientaciones de los habitus puedan
acompañarse de cálculos estratégicos de costo y beneficio sobre todo en períodos de crisis,
en los cuales los ajustes rutinarios entre campo y habitus son brutalmente trastocados y
donde la elección racional puede predominar, por lo menos entre aquellos agentes que
pueden, por así decirlo, darse el lujo de ser racionales (Bourdieu, P. 1995: 91).
Esta consideración de la dinámica existente en las prácticas sociales en correlación con la
configuración territorial permite realizar un análisis dentro de una perspectiva geográfica y
ambiental. Aquí no interesarían únicamente las prácticas como así tampoco las
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configuraciones territoriales, sino la relación dialéctica que se plantea entre ambas. Y esa
relación se devela a través del reconocimiento de las lógicas subyacentes a las estrategias de
los agentes sociales involucrados en los procesos espacio-temporo-sociales

• 5.2. Las estrategias sociales construyen territorios. La noción de


territorialidad

Según la lógica que se considere, existen diferentes estrategias diseñadas por los agentes
sociales involucrados. Cada una de ellas tiene correlatos diferenciales según el territorio.
Algunas estrategias pueden ser convergentes como las de las empresas, y otras impuestas
desde «otros» y no «desde nosotros» como la de los trabajadores, e inclusive algunas
pueden oscilar entre estos dos extremos como la de los gobiernos. Aquí cabe preguntarse
cuál es la dinámica de las lógicas. Básicamente se podría afirmar que las nuevas lógicas
responden a estrategias de reproducción de los agentes sociales involucrados y que, en el
caso de agentes institucionales como cámaras empresariales y sindicatos, no
necesariamente están acorde a la de sus representados, tal como se podría suponer.
Ahora bien, la resultante territorial de cada una de estas lógicas da cuenta del tipo de
territorialidad construida por los agentes; o, dicho de otro modo, de las estrategias a través
de las cuales los grupos humanos ejercen su control sobre una determinada porción de
espacio.
Pero al considerar un territorio en particular emerge un inconveniente: las actividades de
algunos agentes exceden ampliamente los límites de ese territorio tanto por sus implicancias
productivo-comerciales como por sus impactos socio-territoriales. Tal es el caso del juego
desarrollado por las empresas transnacionales.
Por ejemplo, una empresa transnacional farmacéutica, automotriz y/o alimenticia puede
describir una territorialidad, diferente a la de otra del mismo rubro; es que cada empresa
construye una estrategia territorial y en ella, el territorio es sólo un eslabón más. En estos
términos, se podría hablar de un territorio de la industria cuya territorialidad se expresa
acorde al accionar de estas empresas que operan no sólo a escala local, es decir de una
determinada región -urbana, metropolitana o rural-, sino también a escala nacional, a escala
macroregional -Mercosur, Alca, UE-, y a escala mundial.
Acaso resulte necesario hacer un alto e indicar que la noción de territorialidad es entendida
como estrategia territorial de un individuo o grupo en el intento de acceder al control de
personas, cosas y relaciones sobre un área geográfica delimitada que se configura como
territorio (Sack, 1986). En estos términos, la territorialidad, es decir las estrategias
construidas por diferentes agentes sociales para apropiarse de un lugar, resulta de un juego
deliberado e intencionado que involucra una lógica propia de la sociedad que construye esa
territorialidad. Sociedad que contiene tanto a quienes ejercen el poder para acceder al
control del territorio, como a quienes posibilitan ese dominio. Es decir que la territorialidad
se construye socialmente y es en consecuencia, una expresión territorial que adopta el poder
a través del ejercicio de estrategias territoriales y no territoriales.

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6. Territorialidad, región virtual y territorio reticular
Las diferentes territorialidades que pueden construir los agentes sociales en su discurrir
espaciotemporal grafían el territorio, es decir lo marcan, lo particularizan, diferenciándolo
de otros, lo delimitan. Estas grafías adquieren geometrías variables acorde al diseño de
estrategias que se engarzan con las condiciones existentes en cada lugar.
Recordemos que el territorio es una construcción social en el espacio-tiempo y aglutina
objetos de diferente naturaleza (carreteras, puertos, ríos, establecimientos, parques
industriales, barrios obreros, etc.), otorgando «forma» a un paisaje que adquiere toda su
dinámica en el juego dialéctico con el «contenido», es decir, con la sociedad que le da
sentido y significación. Este territorio, porción de espacio en determinadas coordenadas de
tiempo y lugar, tiene una dinámica particular y está relacionado a diferentes escalas con
otros territorios, que contiguos o discontinuos, se concretan territorialmente en una región
de mayores dimensiones que, por ejemplo, la región metropolitana de la cual puede ser
tributaria. De este modo, emerge un territorio de mayores dimensiones que cada uno de los
territorios que conforman esa región.
El concepto de región, de fuerte entidad geográfica, permite aglutinar objetos geográficos y
agentes sociales -y las relaciones entre ambos-, en un territorio a diferentes escalas que se
puede caracterizar paradójicamente por su contigüidad y por su discontinuidad.
Un ejemplo en la actividad industrial puede ayudar a interpretar estos conceptos. Veamos.
Contigüidad, en términos de proximidad a otras empresas para el funcionamiento según
criterio «just in time», y es aquí donde aparecen las regiones metropolitanas como
territorios preferenciales en la lógica industrial; y discontinuidad, acorde al proceso de
segmentación productiva del modelo de producción flexible actual que aprovecha las
ventajas competitivas ofrecidas por diferentes lugares en el mundo. La territorialidad
resultante configura el territorio de un determinado tipo de industria.
Continuando con nuestro ejemplo de las empresas transnacionales, podríamos señalar que
en los últimos años y en función del rediseño de sus estrategias productivo-comerciales
globales, estos agentes sociales han contribuido a graficar territorios muy particulares
acordes a sus nuevos circuitos de diseño, aprovisionamiento, producción, distribución,
servicios, venta y posventa. En esta nueva grafía, la noción de región es una cuestión a
impensar.
Tomemos por caso el territorio de la industria automotriz que por su conformación
multiescalar puede interpretarse en términos de región. Y no de cualquier tipo de región,
sino de una región virtual. Boisier propone tres tipos de regiones para comprender su
funcionamiento en la época de la globalización: las regiones pivote, las regiones asociativas
y las regiones virtuales. Las primeras son territorios organizados de manera compleja e
identificable a escala de división político-administrativa histórica; las segundas se
conforman por voluntad de unión de varias regiones adyacentes; y las terceras son resultado
de acuerdos contractuales, formales o no, entre dos o más regiones pivotales o asociativas
(Boisier 1994: 602-604). Estas regiones virtuales se caracterizan por tener una
configuración contractual, una estructura complementaria; son de carácter selectivo, poseen
una espacialidad discontinua, responden a una planificación táctica, son de temporalidad
pactada y tienen una descentralización funcional.

pág. 45 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


Se debe aclarar que el concepto de Boisier, si bien resulta muy seductor, adolece del
problema de considerar a la región como un sujeto y no como objeto sobre el cual los agentes
operan otorgando dinámica al territorio. Por ello, utilizaremos este término de región virtual
de Boisier, pero con la diferencia de considerar a los acuerdos contractuales que en ella
acaecen como producto del accionar de los agentes en relación a las formas-contenidos que
existen en esos lugares.
Teniendo en cuenta estas características, se podría señalar que la territorialidad
desarrollada por la industria automotriz contribuye a configurar una región virtual que
excede las regiones históricas y asociativas de las que se apropia. Así, la región virtual de la
industria automotriz tiene una configuración contractual en tanto se realiza entre empresas
de diferentes tamaños que pactan contratos para proveer a la gran empresa red: la
ensambladora automotriz. Asimismo, esta región tiene una estructura complementaria en
la medida en que los territorios componentes de ella, funcionan sincronizadamente en red y
en cadena para obtener su producto final. Obviamente la construcción de la región es
selectiva porque son las empresas quienes deciden y seleccionan la localización, o no, de un
establecimiento productivo; de allí que posean una espacialidad discontinua porque se
apropian de las ventajas de los lugares, que, aunque distantes, son unidos virtualmente por
las tecnologías de la información y las comunicaciones. Además, las decisiones
localizacionales responden a una planificación táctica acorde a los intereses empresariales
lo que deviene en un tipo de proyecto regional de corte coyuntural, es decir dura mientras la
rentabilidad sea la esperada, cuando ésta disminuye la ideología de la competencia lleva a
buscar otro lugar para su funcionamiento, lo que supone una temporalidad pactada y una
descentralización funcional acorde a las estrategias empresariales de segmentación
productiva y organización flexible (Tomadoni, C. 2004:75).
De este modo, se podría decir que la actividad industrial desarrollada, sobre todo por las
grandes empresas transnacionales, se apropia del valor de uso complejo de los diferentes
territorios donde localiza sus actividades, y los incorpora a una gran región de «tejido
reticular». La ideología de la competitividad y la flexibilidad es el motor impulsor de este
tipo de estrategias territoriales desarrollada por las actividades industriales en el actual
contexto de economía globalizada. Así, la territorialidad construida por las empresas da
cuenta de una región virtual conformada principalmente por varias regiones metropolitanas
y por lugares, que no necesariamente son parte de esas regiones metropolitanas, pero que al
igual que éstas, ofrecen ventajas competitivas apetecibles para el capital.
En consecuencia, la territorialidad de esta región virtual debe interpretarse siguiendo los
derroteros realizados por las empresas en tanto provisión de insumos de todo tipo,
producción segmentada y comercialización de productos finales. En este sentido, la
territorialidad estaría definida por una lógica vertical (la de los sectores) y no por una lógica
horizontal (la de los lugares), puesto que el territorio queda dependiente de las decisiones
sectoriales al momento de conformar esta región virtual que por su reticularidad toma forma
a través de flujos de materiales, información, capitales y mano de obra. Estos flujos son
direccionados por las empresas que, como agentes sociales, construyen una territorialidad
que se apropia de cuanta cosa tenga valor para su juego en el espacio de los lugares. Así cada
empresa construye socialmente su propia territorialidad y en esa construcción fragmenta los
territorios en los cuales se asienta. Esta fragmentación se puede constatar a través de
innumerables indicadores de precariedad territorial (Tomadoni, C. 2005).
pág. 46 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
Entonces el territorio reticular resultante está cimentado sobre una contradicción: quien teje
la red no tiene puesto su interés en el desarrollo del territorio en cual se asienta la red; el
interés es la reproducción ampliada de capital transnacional a partir de diferentes mercados
en el mundo con la intención directa de exportar los beneficios hacia otros lugares.
Puede decirse entonces que poco importan a las transnacionales los impactos territoriales
negativos que generen estos nuevos territorios, puesto que la lógica que subyace a sus
prácticas es depredadora, racional instrumental y está en función de una región virtual
multiescalar dibujada por intereses transnacionales. A estos agentes poco y nada le interesan
el desarrollo de esos territorios, solo toman sus beneficios. Ante esta situación, y dado el
poder que detentan estos agentes cualquier intento de desarrollo local sustentable en esos
territorios es de complicada aplicación, salvo que se produzcan cambios en la lógica de
acción de los agentes locales participantes en el juego.
Estos cambios ya comienzan a ser evidentes: reacciones antiglobalización (Paris 2005,
Mallorca 2007...), manifestaciones sindicales supraregionales (Alemania 2007) solo por
nombrar los más recientes en el contexto europeo.
Este nuevo juego se está produciendo desde los últimos años del siglo XX y se expresa en
una lógica emergente que cada día va tomando mayor cuerpo a través de territorialidades
de resistencia y alternativa que superan a las otrora resistencias de dominación y aceptación.
Las nuevas grafías que se van observando en los territorios
Esta nueva situación es la que permitiría marcar una diferencia entre la llamada
globalización y la propuesta de una nueva fase de glocalización.
7. A modo de aproximación final: algunas reflexiones en contexto
Al iniciar el artículo se planteó que el conocimiento científico es un producto social y puede
formar parte de un nuevo orden crítico de las diferentes situaciones que se van grafiando en
los territorios. El desafío ha tenido en este caso como punto de partida largos años de
investigación en torno a la problemática de los impactos territoriales de la actividad
industrial, por lo que las ideas aquí vertidas tienen soportes empíricos para dar cuenta del
contexto geohistórico de fines y comienzos de siglo.
Como consecuencia del proceso geohistórico de reestructuración del capitalismo, estamos
en presencia de un proceso de alta volatilidad: la glocalización. En este nuevo proceso se
pueden observar dos facetas: una glocalización dependiente y otra de glocalización
emancipadora. En este cierre de artículo me referiré a la primera y me reservo para un
próximo escrito las evidencias que estoy recopilando y analizando en torno a la otra faceta.
En la glocalización dependiente, lo global llega, aprovecha ventajas y cuando las condiciones
no le son favorables, primero amenaza con retirarse y de ese chantaje, obtiene beneficios
ante estrategias de agentes locales que fraguaron territorialidades débiles; luego
efectivamente concreta traslados de ciertas actividades e instalaciones, hacia territorios que
«pondera» como más competitivos; y finalmente en muchos casos, procede al cierre
definitivo de instalaciones acrecentando la brecha de dependencia que adolece el territorio
y a expensas de los agentes que sí lograron fraguar territorialidades fuertes. Dicho, en otros
términos, el capital aprovecha, agota y se retira en una estrategia que sólo cabe denominar
como estrategia depredadora.

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Señalemos entonces que ante la grafía que resulta de este proceso, la sustentabilidad, tal
como aquí ha sido definida, queda como un valor a construir. La consolidación de una Lógica
Territorial Glocaldependiente dentro del sistema capitalista mundial a partir de empresas
transnacionales que diseñan estrategias globales de segmentación productiva con
diversificación de riesgo y jerarquización territorial acompañadas por estrategias locales de
atracción de capitales por parte de gobiernos y avaladas por un accionar sindical de corte
auto-reproductivo, por ejemplo para el caso de Argentina, generan una situación
dependiente tanto para los agentes individuales -trabajadores- como para los lugares donde
habitan, sitio donde se produce el «juego de los agentes».
Esta lógica territorial no sólo se observa en ámbitos periféricos, sino también en aquellos
lugares periféricos de ámbitos centrales en los cuales el capital opera con igual metodología,
pero donde el juego de algunos agentes -sindicatos y sociedad civil- impone ciertos límites a
la competitividad. Esto es lo que se está investigando actualmente para el caso de Alemania.
Ahora bien, en ambas situaciones, no hay ganadores ni perdedores, sino prisioneros de un
proceso de reproducción ampliada del capitalismo a escala global. Las evidencias recogidas
están dando cuenta de que los territorios consecuentes, dualizados en lo social y en lo
económico con territorios tejidos por intereses extralocales, devienen en territorios
desarticulados para el conjunto social.
Así, la insustentabilidad de los territorios emergentes de este proceso de reestructuración es
producto de un juego en el cual la falta de límites a la competitividad (Grupo de Lisboa,
1996) ha ido en desmedro de los intereses de los distintos tipos de capitales que poseen, o,
mejor dicho, poseían otros agentes sociales que participan en la producción del territorio.
Esta falta de límites ha convertido a trabajadores y gobierno, en «rehenes» de una
situación donde la desocupación, la pobreza, la incertidumbre y la inseguridad ganan por
doquier. Así el territorio, devela en sus grafías, formas-contenidos que dan cuenta de esos
procesos: ciudades duales, ciudades fragmentadas con crecientes guetos de pobreza y
riqueza, ciudades desindustrializadas, ciudades con encogimiento (shrinking cities o
schrumpfende Städte).
En consecuencia, esta lógica territorial ha generado externalidades que ponen en jaque al
hombre social como naturaleza en naturaleza, condicionando su reproducción dinámica
como recurso de la naturaleza al comprobarse una reproducción social concentradora en lo
económico, excluyente en lo social y no-representativa en lo político y de allí la
insustentabilidad del nuevo modelo territorial. Territorios que, en las condiciones actuales,
ni siquiera le sirven al capital que los ha generado a partir de la configuración de regiones
virtuales, puesto que se está en la situación del depredador que está extinguiendo la presa y
migra a buscar nuevos territorios para conseguir el sustento que le permita reproducirse de
modo ampliado. A la vez que es él mismo, quien reclama directa e indirectamente a través
de los organismos de crédito internacional, planes sustentables de los gobiernos para poder
«invertir» nuevamente en esos territorios a los cuales llegó y que desarticuló en complicidad
con gobiernos de turno, sumergiendo a esos territorios que, con potencialidades y fortalezas,
más allá de sus debilidades y amenazas, podrían ser protagonista de procesos de desarrollo.
En realidad, la situación no es una historia de víctimas y victimarios, sino la de una fase más
de desarrollo de las fuerzas productivas en un contexto capitalista periférico.

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Pero tal como expresa Santos, «las horizontalidades son tanto el lugar de la
finalidad impuesta desde afuera, desde lejos y desde arriba, como el de la
contra finalidad, localmente generada. Son el escenario de un orden cotidiano
conforme, pero no necesariamente conformista y, simultáneamente, el lugar
de la ceguera y del descubrimiento, de la complacencia y del conflicto.
Paralelamente, fuerzas centrípetas y centrífugas atraviesan el territorio, como
tendencias al mismo tiempo contradictorias y confluentes, que actúan en
diversos niveles y escalas» (Santos, M 2000: 241). Estas tendencias que también están
grafiando el territorio comienzan a imponer sus marcas de resistencia y es allí donde los
científicos sociales podemos aportar herramientas de reflexión y crítica con nuestra
participación en aulas, foros de interés, redes y medios de comunicación. La intención sería
superar los vectores de verticalidad que, impuestos desde una racionalidad superior y un
discurso pragmático de los sectores hegemónicos, «crean un orden cotidiano
obediente y disciplinado» (Santos, M. 2000: 241) en el contexto de la glocalización
dependiente.
En definitiva, el desafío es aportar elementos de análisis y crítica que permitan a los
diferentes agentes sociales reconocerse a sí mismos como productores de territorio y al
mismo tiempo reconocer al otro con esa funcionalidad. Con esto aludíamos en este artículo
a aquello de nos (otros) en espacio-tiempo que supone una sustentabilidad según criterios
sociales críticos.
Me gustaría decir finalmente a modo de hipótesis que, de mediar este camino crítico en la
producción intelectual, se colaboraría con la emergencia de una glocalización emancipadora
la cual ya está siendo promovida por diferentes agentes sociales locales en diversos lugares
del mundo.

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TEMA Nº 20

UNA APROXIMACION AL LUGAR

“El lugar es una construcción histórico-social, resultado de las prácticas (sociales,


económicas, culturales) de agentes, actores e instituciones situados a diferentes
escalas, que desarrollan actividades en tiempos y espacios diferenciados. La
yuxtaposición de dichas prácticas, a veces conflictivas entre sí, es la que otorga
singularidad a dicho ámbito geográfico. El lugar no es un dato sino una
construcción social. No es mero reflejo de una comunidad, sino que participa
activamente en la constitución de la misma, particularmente en la conformación de
su identidad” (SAENZ, 1998).

Uno de los conceptos más hablados y difundidos dentro del actual dominio del pensamiento
geográfico, ha sido el lugar. Por ello hablar de lugar es hablar de una multiplicidad de ideas
y elementos. La identidad, el cotidiano, la percepción, la dialéctica global-local son solo
algunas de las distintas visiones y acepciones del concepto lugar. En cuanto a la geografía,
es importante distinguir la gran apropiación del concepto por parte del enfoque
humanístico, es decir, la geografía humanista; aunque tampoco se debe desconocer la
relación con la Geografía Cultural. De la mano de geógrafos como Yi Fu Tuan, Anne
Buttimer, Edward Relph, Robert Sack, se ha generado una importante revalorización a los
temas de carácter experiencial y el rol de la mente como sujeto transformador, entendedor
y creador de las relaciones del espacio.

De manera general para adentrarnos del cómo podemos iniciar una aproximación del lugar
daremos una importante reflexión planteada por Delgado refiriéndose a Soja, que dice lo
siguiente: “Soja (1996) considera que la geografía, al estudiar la espacialidad,
debe partir de una epistemología del espacio fundamentada en una relación
trialéctica entre la espacialidad percibida (espacialidad física), la espacialidad
concebida y la espacialidad vivida. Ninguna de las espacialidades en
compartimentos disciplinares especializados, ni dotada de prioridad
antológica sobre las otras. Por lo que tiene que ver con la geografía, esta
disciplina ha confinado el conocimiento espacial al “primer espacio” (espacio
percibido) y al segundo espacio (espacio concebido) y a sus teorizaciones
asociadas con el análisis empírico y las prácticas sociales. El “tercer espacio”
(espacio vivido) ha sido marginado” (Delgado, 2003).

Haciendo alusión de la tendencia tecnicista profesional desarrollada por la geografía,


marcada fuertemente por un enfoque positivista en aras de condicionarse como ciencia, Soja
denuncia la deuda de la geografía con el Tercer Espacio, es decir, el espacio vivido como ente
fundamental para la interacción entre los distintos niveles de hacer geografía, a lo que Soja
denomina como la producción de la espacialidad de la vida social.

Esta situación ha sido respondida por la reciente importancia de la geografía humanística.


La trialéctica de espacio con respecto al lugar queda de manifiesto con lo planteado por

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Oslender quien señala: “Al mismo tiempo, lugar es más que la simple vida
cotidiana vivida. Es el “momento” en que lo concebido, lo percibido y lo vivido
adquieren una cierta coherencia estructurada” (Oslender, 2002). Por lo cual el lugar
pasa a ser a sostener una condición de transversalidad espacial, y a su mismo,
transversalidad escalar.

A continuación, presentaremos distintos enfoques del concepto lugar, de manera de


construir un debate constante y del mismo modo, apropiarnos de una conceptualización
pertinente que en un futuro próximo nos entregue condiciones para afrontar el problema
escalar. A modo de aproximación nos adentramos con importantes aportes de la geografía
humanística, de la mano de los autores antes señalados, junto a la apreciación de variados
artículos recopilados de los diferentes sitios Web, especialmente de la revista de Geografía
Critica, Scripta Nova.

Según Delgado (2003), “Para Tuan, el lugar es una clase especial de objeto cargado
de significados, que existe en diferentes escalas; un rincón, la casa, una
esquina, el barrio, la región, el país o el planeta, son lugares en donde se
materializa el acto de vivir en el mundo. El espacio es una entidad geométrica
abstracta definida por lugares y objetos; es una red de lugares y objetos que las
personas pueden experimentar directamente a través del movimiento y el
desplazamiento, del sentido de dirección, de la localización relativa de objetos
y lugares, y de la distancia y la expansión que los separa y los relaciona. Espacio
y lugar, sin ser sinónimos, son dos conceptos que se articulan en la geografía
humanística de tal forma que no es posible que se puedan comprender el uno
sin el otro” (Delgado, 2003).

Siguiendo con la idea Delgado, afirma lo siguiente: “Tuan (1977) recalca en la idea de
que es imposible discutir la experiencia del espacio sin tener en cuenta los
objetos y lugares que definen el espacio. El espacio abstracto se vuelve concreto
en el lugar y se llena con significados. Su conocimiento se logra más por la
experiencia que por la instrucción formal; para aprender sobre el espacio y el
lugar es necesario vivirlos en plenitud” (Delgado, 2003).

Siguiendo con los humanistas, según Delgado refiriéndose a Relph plantea lo siguiente: “El
lugar es esencial para la existencia humana, pues este es el contexto de la vida
cotidiana; la localización o posición del mismo no es suficiente para su
comprensión, como lo pretende la geografía positivista. Para Relph, la
geografía es una disciplina comprensiva cuyo objeto es el lugar, y la
fenomenología el camino apropiado para alcanzar su objetivo” (Delgado, 2003).
Acá se refleja uno de los aspectos más significativos de la historia de la geografía, la gran
discusión en sus campos de aproximación a la realidad, en este caso, el positivismo versus
el idealismo.

Por otro lado, Buttimer sostiene que “el espacio está constituido por un mosaico de
lugares marcados por la impronta de la intención humana, de sus valores y de
su memoria” (Delgado, 2003). Lo que hace esta gran geógrafa, es considerar al sujeto

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como ente trascendental de la formación de cualquier lugar, que además es algo único y
distinto a la generalidad. Con esto se puede visualizar la gran influencia del posmodernismo,
en cuanto a la distinción del sujeto individual y la relevancia de la diferenciación, señalado
como impronta (diferenciación) de la intención humana, de sus valores y de su memoria
(individual).

Otro de los grandes enfoques del concepto lugar viene desde la razón cultural y las prácticas
de los entes culturales de los diferentes espacios. Dentro de este contexto que se vincula el
tema de la identidad como eje fundamental en la consolidación de cualquier colectivo social,
que por lo demás, posee diferentes relaciones topológicas. Para Córdoba, el lugar es un
espacio de identidad, en donde existe un ambiente especial. La Identidad se entiende como
un sentimiento de apego colectivo, el cual se puede caracterizar por un conjunto de símbolos
que responden a diferentes escalas. Por otro lado, la identidad se relaciona al concepto de
Topofilia, es decir, los sentimientos, percepciones que generamos con los distintos lugares
(CORDOBA, 2007).

Siguiendo con la idea anterior, para un autor desconocido “El lugar y el hombre se
funden mutuamente; el lugar participa de la identidad del que está en él -cada
uno se define, y define su entorno, especialmente según su pertenencia
espacial- y los individuos dan una identidad, e incluso fundamentalmente una
existencia, al lugar. Esta relación estrecha permite la metáfora del arraigo y
supone una dimensión temporal. El lugar se inscribe en la duración; es
memoria y tiempo cristalizados”. En este mismo contexto Sáenz plantea: “el
lugar es una construcción histórico-social, resultado de las prácticas (sociales,
económicas, culturales) de agentes, actores e instituciones situados a
diferentes escalas, que desarrollan actividades en tiempos y espacios
diferenciados. La yuxtaposición de dichas prácticas, a veces conflictivas entre
sí, es la que otorga singularidad a dicho ámbito geográfico. El lugar no es un
dato sino una construcción social. No es mero reflejo de una comunidad, sino
que participa activamente en la constitución de la misma, particularmente en
la conformación de su identidad” (SAENZ, 1998).

En el artículo Espacio, lugar y movimientos sociales: hacia una “espacialidad de


resistencia”, Oslender señala: “El concepto de lugar de Agnew se constituye de
tres elementos: 1) localidad, 2) ubicación, y 3) sentido de lugar. En lo más
general, localidad refiere a los marcos formales e informales dentro de cuales
están constituidas las interacciones sociales cotidianas. Localidad se refiere no
sólo a los escenarios físicos dentro de los que ocurre la interacción social, sino
implica también que estos escenarios y contextos están concretamente
utilizados de manera rutinaria por los actores sociales en sus interacciones y
comunicaciones cotidianas. De esta manera se dejan identificar ciertas
localidades como escenarios físicos asociados con las interacciones típicas
cuales componen las colectividades como sistemas sociales” (OSLENDER, 2002).

Posteriormente genera un análisis pormenorizado de las tres variables de Agnew, en donde


plantea lo siguiente: “Ubicación se puede definir como el espacio geográfico

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concreto que incluye la localidad que está afectada por procesos económicos y
políticos que operan a escalas más amplias en lo regional, lo nacional y lo
global. Ubicación hace énfasis en el impacto de un orden macro-económico y
político en una región, y en las formas en que ella está situada, por ejemplo,
dentro de un proceso del desarrollo desigual al nivel global. El tercer elemento
en el concepto de lugar es el sentido de lugar, o la “estructura de sentimiento”
local, para adoptar la expresión de Raymond Williams (1977:128-135). Trata de
expresar la orientación subjetiva que se deriva del vivir en un lugar particular,
al que individuos y comunidades desarrollan profundos sentimientos de apego
a través de sus experiencias y memorias. El concepto de sentido de lugar ha
sido central en la geografía humanística y propuestas fenomenológicas que han
resaltado “la naturaleza dialógica de la relación de la gente con un lugar”
(Buttimer 1976:284) y las formas poéticas en que la gente construye a espacio,
lugar y tiempo (Bachelard 1958). El sentido de lugar expresa entonces el
sentido de pertenencia a lugares particulares e inserte una fuerte orientación
subjetiva al concepto de lugar mismo” (OSLENDER, 2002).

Desde un enfoque marxista, existen claras dudas con respecto al enfoque humanista. Según
Delgado y con respecto al desconfianza del materialismo histórico hacia el concepto de lugar,
señala lo siguiente: “en la conformación de los lugares, se dice, que producto al
énfasis en la acción humana desestructurada, no permite investigar los
procesos generales de producción del espacio y de los lugares, regidos por
fuerzas sistémicas que no están al alcance y control de los individuos; de modo
que la teorización de la geografía humanística soslaya las relaciones de poder
que estructuran los lugares y el espacio, y no es apropiada para explicar y
comprender la dinámica y la historicidad del capitalismo, ni la producción y
reproducción del espacio geográfico capitalista, lo que a la postre limita su
capacidad de transformar el mundo” (DELGADO, 2003).

Siguiendo con lo anterior, el autor señala que: “Algunos tildan de romántico, místico
y hasta reaccionario el discurso de la geografía humanística, puesto que la
excesiva identificación con el sentido y la nostalgia del lugar se presta para la
manipulación política y religiosa, particularmente si se aplica a territorio,
región y localidad, lo que puede fomentar el espíritu nacionalista, el
conservadurismo localista y el comunitarismo” (DELGADO, 2003).

“El discurso contemporáneo de la geografía humanística, si bien hace énfasis


en la experiencia total del lugar, también insiste en que la comprensión de
dicha experiencia requiere tener en cuenta las relaciones entre escalas; es
decir, no se puede entender el lugar sin analizar las estructuras y fuerzas
regionales que regulan y orientan la acción humana, y tampoco es precisa una
visión global que desconozca la acción que se expresa en un lugar” (DELGADO,
2003).

Finalmente, desde el gran Milton Santos, veremos las relaciones del lugar en torno a un
proceso de Globalización, quien según sus propios escritos nos lleva a redescubrir la

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COSMOVISION del espacio. “El mundo de la fluidez, el vértigo de la velocidad, la
frecuencia de los desplazamientos y la banalidad del movimiento y de las
alusiones a lugares y cosas distantes revelan, por contraste, en el ser humano,
el cuerpo como una certeza materialmente sensible ante un universo difícil de
aprehender. De este modo, los lugares pueden ser vistos como un lugar
intermedio entre el Mundo y el Individuo, en donde la lógica de desarrollo de
los sistemas sociales se manifiesta por la unidad de las tendencias opuestas a
la individualidad y a la globalidad” (SANTOS, 1996).

Según Santos, cada lugar tiene una razón global y una razón local, la discusión se torna en
cuanto a la estimación es hasta qué medida el lugar se genera de lo local, o hasta que medida
el lugar se genera desde lo global. Cito textual: “todos los lugares son virtualmente
mundiales. Pero cada lugar, inexcusablemente inmerso en una comunión con
el mundo, se vuelve también exponencialmente diferente de los demás. A una
mayor globalidad corresponde una mayor individualidad. Es a ese fenómeno al
que G. Benko denomina “glocalidad”, alertando sobre las dificultades de su
tratamiento teórico. Para aprehender esa nueva realidad del lugar no es
suficiente adoptar un tratamiento localista, ya que el mundo se encuentra en
todas partes” (SANTOS, 1996).

La localidad se opone a la globalidad, pero también se confunde con ella. El Mundo, sin
embargo, nos es extraño. No obstante, aunque por su esencia puede esconderse, no puede
hacerlo por su existencia, que se realiza en los lugares. En el lugar, nuestro Próximo, se
superponen dialécticamente el eje de las sucesiones, que transmite los tiempos externos de
las escalas superiores y el eje de los tiempos internos, que es el eje de las coexistencias, donde
todo se funde, enlazando definitivamente las nociones y las realidades de espacio y tiempo
(SANTOS,.1996).

En el lugar, un orden cotidiano compartido entre las más diversas personas, empresas e
instituciones, cooperación y conflicto son la base de la vida común. Debido a que cada uno
ejerce una acción propia, la vida social se individualiza; y debido a que la contigüidad es
creadora de comunión, la política se territorializa, con la confrontación entre organización y
espontaneidad. El lugar es el marco de una referencia pragmática del mundo, del cual le
vienen solicitaciones y órdenes precisas de acciones condicionadas, pero es también el
escenario insustituible de las pasiones humanas, responsables, a través de la acción
comunicativa, por las más diversas manifestaciones de la espontaneidad y de la creatividad
(SANTOS,.1996).

A modo de síntesis final nos identificamos con la reflexión de Oslender quien plantea lo
siguiente: “Sería equivocado ver a los tres componentes de lugar como
separados. Más bien actúan como momentos fluidos cuyas interacciones se
influencian y forman entre sí. Es precisamente esta fluidez la que da al
concepto de lugar su fuerza analítica. Un sentido de lugar particular modela las
relaciones sociales e interacciones de la localidad (y viceversa), y ambos
elementos están influenciados por las estructuras políticas y económicas más
amplias y las formas en que éstas están visiblemente expresadas y

pág. 54 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


manifestadas en ubicación. Central en este concepto de lugar es el énfasis sobre
las subjetividades y formas individuales y colectivas de percepciones de la vida
social. El interés por las subjetividades ha sido expresado sobre todo en la
perspectiva de identidad colectiva (PIC), que pone énfasis en la reproducción
cultural y el control de historicidad (Touraine 1988). Los movimientos sociales
deben entenderse en conjunción con las redes culturales sumergidas de la vida
cotidiana de la cual emergen (Melucci 1989). Y precisamente porque las
identidades son específicas de un lugar, debemos entenderlas como
constituidas por los tres elementos de localidad, ubicación y sentido de lugar”.
(OSLENDER, 2002).

Otra conclusión pertinente es la señalada por Delgado quien señala: “Es importante
reconocer que la geografía humanística no circunscribe el lugar a la escala
local, sino que le asigna un carácter multiescalar que abarca desde las micro
escalas de las experiencias íntimas de las personas, hasta el planeta entero
como lugar constituido en el hogar de la humanidad” (DELGADO, 2003).

En consecuencia, para nosotros el lugar es un espacio altamente sinérgico dado por un


proceso histórico- social, resultado de prácticas económicas, culturales, y sociales colectivas
que generan una identidad, entendiendo esta última como un sentimiento de apego
colectivo, el cual se puede caracterizar por un conjunto de símbolos y objetos de
percepciones individuales.

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EL LUGAR Y SU RELACIÓN CON LOS RECIENTES DEBATES
INTERDISCIPLINARIOS

Robert David Sack

El propósito de este artículo es la discusión de algunas cuestiones fundamentales para la


investigación geográfica y su ubicación en el marco de un debate interdisciplinario más
amplio. Las cuestiones geográficas se refieren al lugar en cuanto a concepto integrador, y las
cuestiones interdisciplinarias más amplias son las que surgen de las diferencias entre las
ciencias sociales, las ciencias naturales y las humanidades. Situando el problema del lugar
en este campo más amplio, deseo demostrar (aunque no exactamente en este orden) que:
a. la experiencia del lugar constituye una parte elemental y universal de la vida;
b. que las diferencias entre las ciencias sociales, las humanidades y las ciencias naturales
han segmentado dicha experiencia;
c. que la cultura moderna refuerza dicha segmentación, mientras intenta ofrecer una
solución; y
d. que la integración no puede darse fácilmente sin una concepción unificada del lugar
o, en otras palabras, que una perspectiva geográfica basada en el lugar es vital para
nuestra comprensión de las relaciones existentes entre las ciencias sociales, las
ciencias naturales y las humanidades.

Empezaré con un vistazo somero a la geografía en relación a las ciencias naturales, las
ciencias sociales y las humanidades. Luego trataré la cualidad integradora del lugar en la
experiencia ordinaria y también sus usos fragmentarios a modo de construcción intelectual,
situando las ciencias naturales, las ciencias sociales y las humanidades en un debate más
general, entre los ámbitos fragmentados de la naturaleza, las relaciones sociales y el
significado. Finalmente trataré de tos esfuerzos de nuestra disciplina en la reconstrucción
del lugar, analizando el lugar en el contexto del consumo de masas.
Los ejemplos u problemas provienen principalmente de la experiencia norteamericana de la
geografía académica y del lugar en la vida cotidiana. Creo, sin embargo, que tales
experiencias se basan en procesos que la mayoría de los países industrializados de Occidente
comparten, por lo que este análisis también les es aplicable. No se pretende hacer una
revisión general del tema, por lo que escasearán las referencias.
La geografía en relación a las ciencias naturales, las ciencias sociales y las
humanidades
A nivel abstracto, los geógrafos sostienen que su campo abarca elementos de las ciencias
naturales, las ciencias sociales y las humanidades. Las dos primeras son reflejadas
claramente por la mayoría de departamentos, a través de planes de estudio que ofrecen
asignaturas de geografía física y de geografía cultural o humana. La mayoría de
departamentos norteamericanos no hacen distinción alguna entre geografía humana y
cultural y, si la hacen, piensan en esa última como un apéndice de la primera. El componente
humanístico constituye ciertamente una faceta de la cultura, pero éste ha llegado por su

pág. 56 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


cuenta a través del campo de la geografía humanística y a través, en parte, de la geografía
histórica. Consideremos cada uno de estos componentes por orden.
La conexión de la geografía con las ciencias naturales constituye quizás el enlace más
antiguo, el más claro y el más familiar popularmente. En lo más superficial, la geografía ha
ido asociada a la respuesta del «dónde» de las cosas. ¿Dónde está la capital de Wisconsin?,
¿Dónde está Vietnam?, ¿Qué países limitan con los Estados Unidos? También de forma más
simplista, las respuestas se han dado en términos de localización física, en una concepción
del espacio propia de una ciencia natural. El «dónde» es descrito en términos de
direcciones cardinales y distancias métricas o en términos de coordenadas de longitud y
latitud. Dentro de este sistema, las localizaciones se han convertido en el significado popular,
literal, del lugar; la geografía ha reforzado este significado a través del uso de la cartografía.
A un nivel algo más complejo, lo geográfico no es sólo situación en él, sino que también
incluye los rasgos físicos de dicho espacio. A menudo la gente piensa en hechos geográficos
incluyendo los rasgos físicos de la Tierra, sus masas continentales, montañas, ríos y océanos.
Por supuesto, los geógrafos físicos no sólo sitúan y describen tales características físicas, sino
que también analizan las interconexiones existentes entre ellas. Son las interconexiones o
procesos lo que constituye el campo académico de la geografía.
Pero en ningún modo constituye el reino físico un todo para la geografía. Su dominio penetra
también profundamente en lo social. Ello queda explícito en la preocupación de la geografía
por los efectos del medio natural sobre la actividad humana, tanto si tales efectos son vistos
como deterministas o como posibilistas (Ellen, 1982). Incluso aun cuando los geógrafos no
examinan esta cuestión directamente, parecen encontrarse bajo la influencia de lo físico
cada vez que sienten la necesidad de usar lo natural como «telón de fondo» de las acciones
humanas. Hay que fijarse en lo a menudo que nuestros estudios empíricos y regionales
empiezan con una descripción del entorno físico. En ello va implícito que la naturaleza
conlleva algunas limitaciones, y que estas limitaciones por determinar justifican que el foco
del estudio se centre en unos hechos y no en otros. Incluso cuando el medio natural no ejerce
su influencia sobre el hombre, los métodos de las ciencias naturales siguen afectando la
geografía en el sentido de que la mayor parte de la Geografia intenta analizar sus objetivos
científicamente.
En la geografía académica, el poder de la naturaleza es igualado por el poder de lo cultural o
humano. La geografía humana o cultural (al igual que la geografía urbana o económica) se
ocupa casi por completo de las fuerzas y procesos humanos (hasta el punto en que éstos
pueden separarse de lo natural). Este enfoque geográfico no es tan conocido por el hombre
de la calle, pero por supuesto existe muy claramente en las divisiones académicas de la
geografía y, en los Estados Unidos, constituye a menudo la perspectiva dominante. En
numerosos departamentos de los Estados Unidos, la geografía es considerada una ciencia
social y está situada en facultades administradas por decanos del ámbito de las ciencias
sociales. Ello no quiere decir que tales departamentos no ofrezcan cursos sobre la naturaleza
del entorno físico; sin duda se ofrecen tales cursos, pero el principal centro de interés del
departamento radica en la organización geográfica de la sociedad: sus ciudades, sus sistemas
agrícolas, sus actividades económicas y sus sistemas políticos; y, cuando se explora el
entorno natural, se hace a menudo en términos de cómo la acción antrópica modifica la
naturaleza.

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Pero el campo de la geografía tampoco resulta simplemente de la interacción entre fuerzas
naturales y fuerzas sociales. Los geógrafos son conscientes del hecho de que los hombres
hacen algo más que actuar y reaccionar. Los hombres piensan y crean un mundo del
significado, y los geógrafos humanísticos han hecho su aparición papa explorar el modo en
que los seres humanos conciben el mundo natural y el social. Entre los geógrafos americanos
más conocidos que han explorado la «geografía de la mente» o «geosofías», se
encuentran Lowenthal y Bowden (1976), Tuan (1977) y Wright (1966). Estos estudios
humanísticos tratan no sólo de la conceptualización del mundo, sino también de cómo ésta,
a su vez, se convierte en fuerzas que organizan el entorno físico y humano. La geografía
humanística extrae gran parte de su inspiración de las ciencias humanas. La mente es
tomada como foco primario de atención y la evidencia del trabajo de la mente es buscada en
la literatura, en las artes, y en otras expresiones de ideas, valores y creencias, incluyendo el
paisaje modelado por el hombre.
Ninguno de estos ámbitos es monolítico. Todos pueden ser subdivididos en función de su
contenido y de la técnica utilizada: los geomorfólogos pueden emplear métodos distintos de
los que usan los biogeógrafos, y los geógrafos económicos pueden emplear otros diferentes
a los usados por los geógrafos políticos. Lo que no siempre se reconoce, y ello es
extremadamente importante para la geografía, es que cada uno de estos ámbitos, además,
tiende a interpretar de forma diferente el lugar y el espacio, en parte debido a que examinan
diferentes componentes de la realidad, y en parte debido a la diversidad de técnicas (Sack,
1980). Sin embargo, la geografía se ve a sí misma como un campo integrador de los tres
ámbitos, y la idea general de lugar, la región o el área, o más generalmente de la corología
(Hartshorne, 1939), es tomada ciertamente como una categoría integradora suficientemente
amplia como para combinar a los tres. Esta abraza elementos naturales, contiene elementos
sociales y tiene significado.
¿Cómo puede ser integrador el lugar si el modo de concebirlo en geografía se ve afectado por
la particular orientación o perspectiva que empleamos en nuestras propias subdisciplinas?
Si concebimos el lugar o el área como el naturalista, tenderemos quizás a enfatizar el rol del
espacio geométrico y el del lugar en cuanto a ubicación en dicho espacio. Si observamos el
lugar o el espacio desde el ámbito social, podríamos todavía considerarlo como un aspecto
del mundo natural, pero también atribuirle una especificidad o singularidad, simplemente
debido a que nuestra falta de generalizaciones y leyes sobre el comportamiento humano no
nos asegura que los eventos e interconexiones en un lugar en particular sean efectivamente
repetibles. También podríamos considerarlo como territorio construido socialmente (Sack,
1986). Y, si examinamos el lugar geográfico como humanistas, podríamos concebirlo como
una porción del espacio cargada de símbolos y de afectividad (Tuan, 1979).
Así, mientras la investigación geográfica puede dividirse en función de su énfasis sobre las
perspectivas natural, social o humanística, algunos han creído que dichos ámbitos pueden
ser integrados a través de la perspectiva corológica de la geografía (Hartshorne, 1939).
Pienso que ello será cierto a largo plazo, pero no es un asunto sencillo, ya que el propio
concepto académico del lugar se ve afectado por la misma fragmentación de perspectivas
(Sack, 1980). La idea de que el lugar sintetiza también tiene una profunda base si nos
desplazamos del ámbito de las divisiones académicas a la experiencia más directa y «naive»
de estar en el mundo. Porque aquí el lugar se presenta como una forma básica de integración.
A este nivel, se trata simplemente de la experiencia de estar presente o de estar situado, y
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ello tiene la capacidad de incidir por igual sobre los tres ámbitos, de tal modo que uno no
tiene la sensación de que estar en el lugar sea en primer término una experiencia natural o
social, o de que ello sea principalmente una porción del ámbito de los significados. Este
sentido integrador del lugar no es un producto académico. Es fundamental para nuestra
experiencia del mundo y, si el campo de la geografía no existiera, algo muy parecido debería
ser creado con el fin de representar y analizar esta experiencia. Consideremos dicho sentido
integrador del lugar con más detalle.
El lugar
Para ser un agente uno debe estar en «algún lugar». La experiencia de estar ubicado es
una parte fundamental de la vida e incluye el sentido de uno mismo en cuanto a organismo
inmerso en un entorno próximo. Incluso las fases más pasivas de la vida, tales como el
reposo o el dormir, implican la percepción del propio cuerpo y de la mente (como la
respiración y el sueño) y de las actividades del mundo «exterior» (como la fuerza de la
gravedad y la temperatura del aire). Lo pasivo también presta atención al mundo social y al
mundo de los significados. Nuestro sentido del reposo, en oposición al trabajo, es una
definición social que ocurre en un tiempo y espacio particulares, y nuestros pensamientos,
sueños diarios y nuestros sueños nocturnos constantemente dan un significado a nuestro
sentido de estar en el lugar.
Significado, naturaleza y relaciones sociales (Gráfico I) son los tres ámbitos más conectados
entre sí cuando estamos activos. Cuando voy al trabajo. por ejemplo, me encuentro con
numerosas imágenes, sonidos y olores de mi barrio, con su gente, casas, escaparates, calles,
señales urbanas y tráfico. Cada mañana respiro el aroma placentero de la panadería. Cada
tarde huelo las especias exóticas del restaurante indio. En este cruce tuvo lugar mi tropiezo
con el coche que se saltó el stop. Allí, en la verja de la estación, intentaba recordar el hilo
conductor entonces olvidado de una de mis lecturas. La distancia de este recorrido es
experimentada a modo de series de lugares, conteniendo cada una mezcla de naturaleza,
significado y relaciones sociales. Mis propios pensamientos, o los estímulos de los
alrededores, podían traer a un primer plano una u otra faceta de esta mezcla. La naturaleza
podía llamar mi atención si el paseo me llevaba a través de un bosquecillo que me aislaba
del mundo exterior, pero pronto me daría cuenta de que el propósito de cruzar el bosque era
llegar a mi lugar de trabajo y que incluso la plantación de árboles, era una construcción tanto
mental como social.
La infusión del lugar con el contenido de los tres ámbitos forma parte de la experiencia
fundamental de estar en el mundo. Todos lo experimentamos y es algo que siempre está
presente como parte de nuestra conciencia. Sin embargo, las dificultades emergen cuando
uno piensa en tales experiencias a un nivel superior al individual. ¿son las experiencias que
tengo en' este lugar las mismas que ustedes tienen en dicho lugar? Es en este punto donde
encontramos una importante diferencia entre la experiencia premoderna y la moderna
occidental del lugar. En el mundo premoderno, o no occidental, la sociedad es menos
dinámica y más restringida, de manera que hay una mayor seguridad entre los individuos
de que su experiencia personal de lugares particulares es compartida y comunicada, De este
modo, las culturas de tales sociedades tienden a reproducir esas experiencias colectivas en
sus rituales y símbolos.

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Consideremos el caso de los iraqw, de Tanzania (Thornton, 1980). Se trata de una
comunidad igualitaria, basada en una economía de subsistencia, que posee pocas formas de
riqueza heredada y que se rige por consenso. La familia y la casa constituyen los centros
básicos de producción y consumo; y el resto de la comunidad está compuesto por los vecinos,
generalmente sin parentesco, residentes en el distrito local o «aya». El área situada más allá
del asentamiento del «aya» pertenece ya al mundo de lo salvaje.
La casa y el «aya» son los dos polos del mundo habitado por los iraqw y en cada uno de ellos
encontramos la misma integración de los mundos sociales, naturales y simbólicos. La casa
representa y reifica la unidad doméstica. Oponerse a una implica oponerse a la otra. La
ordenación física de la casa es circular y está dividida en un área para habitáculo humano y
en otra para corral de pernoctación del ganado. La mayoría de las casas están orientadas al
Oeste, lo cual es valorado positivamente. El Este es valorado negativamente. Las mismas
distinciones son aplicadas a los rasgos topográficos. «La ladera oeste de una colina es
la «buena» ... mientras que la ladera este es considerado frecuentemente como
propia de brujas y gente malvada» (Thornton, 1980, p. 252). Idénticas relaciones
afectan al distrito o «aya». Aquéllos que se encuentran al este del «aya» son valorados
negativamente, son brujas, encontrándose también geográficamente detrás de la
comunidad, mientras que los del oeste son valorados positivamente (Thornton, 1980, pp.
128-129).
Gráfico I: Naturaleza, relaciones sociales y significado

Tales redes, densamente entrelazadas, de significado, relaciones sociales y naturaleza


forman un patrón sin costuras que es transportado de un nivel de la cultura a otro. Una
relación social es reflejada por un objeto. Un objeto se refleja en un significado, y un
significado en relaciones sociales. De este modo, las experiencias del lugar, integradas a nivel
personal y de grupo, o cultural, se refuerzan entre sí de manera que los individuos tienen la
seguridad de que las complejidades particulares del lugar son compartidas y experimentadas
por otros. En la sociedad moderna tenernos una menor seguridad de que las interconexiones
entre significado, relaciones naturales y sociales sean compartidas y comunicadas. En lugar
de tener una reproducción pública de los significados polifacéticos del lugar, tenemos las
simplificadas descripciones públicas del lugar, en cuanto a ubicación en el espacio. Los otros
aspectos del significado del lugar son segmentados y representados por formas de
pensamiento igualmente segmentadas en las humanidades y las ciencias sociales o allí
donde se encuentre una parte de nuestras vidas privadas e idiosincrasia.

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Volvamos a mi paseo al trabajo. Supongamos que tuviera que indicar la ruta a alguien que
no fuera de mi barrio y que no conociera los nombres de las calles y lugares del área. No
podría hacer uso de los nombres locales ni del conocimiento local; tendría que hacer uso, en
cambio, del lenguaje espacial más general y objetivo, y referirme a un sistema abstracto de
distancias y direcciones, como «media milla al este y luego media milla al norte».
Supongamos que yo, personalmente, encuentro algunas partes del recomido atractivas y
otras aburridas, algunas bellas y otras no. Debido a que las cualidades de tales lugares no
pueden ser expresadas en el lenguaje abstracto de distancias y direcciones, y debido a que
tengo motivos para dudar de que los vecinos de mi barrio compartan dichas cualidades -y
ciertamente no serán compartidas por aquellos que no han estado allí-, pensaré en ellas
como constituyentes de un sentido del lugar personal, privado e incluso idiosincrático, o en
un sentido subjetivo, cuya mejor forma de expresarlo no es precisamente la científica.
Como consecuencia de todo ello, nos encontramos ante una fragmentación de la experiencia
del lugar, lo cual nos impulsa a considerar aspectos concretos del lugar dentro de la ciencia,
ciencias sociales y humanidades. Pero estas divisiones forman parte de un trío más básico.
Me refiero a las divisiones genéricas modernas del conocimiento a las que ya hemos aludido:
los ámbitos de la naturaleza, los significados y las relaciones sociales. Nuestra comprensión
de los problemas, enfocados al papel sintetizador de la geografía, puede ser aumentada con
el uso de dichos tres ámbitos, que ampliarán nuestra discusión previa.
Significado, naturaleza, relaciones sociales y geografía
Consideremos la naturaleza, las relaciones sociales y el significado a modo de ámbitos
conceptuales interrelacionados que identifican importantes componentes del pensamiento
moderno. Los tres circunscriben lugares separados de poder en un terreno intelectual que
abraza groseramente los dominios académicos de las ciencias naturales, las ciencias sociales
y las humanidades. Cada ámbito contiene las materias primas para desarrollar teorías que
pretenden reducir o subsumir las otras. Existen teorías que ven la naturaleza y la sociedad
como algo creado por el poder de la mente, y existen teorías que ven la naturaleza, así como
nuestros ideales y valores, como algo construido por la sociedad. Los tres describen un
terreno intelectual cuyos contornos se corresponden netamente con lo que podría ser
llamado el lecho rocoso subyacente de las ontologías filosóficas. Esta falta de conformidad
no es nada malo, si tenemos en cuenta las limitaciones y contradicciones de los sistemas
filosóficos. No obstante, encontramos estos casos allí donde los contornos de dichos ámbitos
coinciden con posiciones ontológicas. Usaré el Gráfico I para ilustrar las relaciones entre
dichos ámbitos. Incluso con el empleo de una ilustración corremos el riesgo de que las
divisiones aparezcan más rígidas y exclusivas de lo que en realidad son. Las líneas punteadas
en las áreas solapadas quieren sugerir que los ámbitos están interrelacionados y que no
pueden mantenerse totalmente aparte. Las flechas representan líneas de análisis que
emanan de teorías de un ámbito particular. La mayoría de las teorías examinan cuestiones
en sus propios dominios y están representadas por flechas circulares. Pero muchas tienen
algo que decir acerca de los otros ámbitos. Esas teorías, por supuesto, pueden ser bastante
complejas, pasando a través de dos ámbitos, y con numerosos bucles. Con e) fin de
simplificar las cosas, las representaremos simplemente mediante flechas rectas. Los tres
ámbitos tratan simplemente de ayudarnos a situar el debate académico contemporáneo
sobre las relaciones entre sociedad y naturaleza y no de proveer una filosofía global de la
ciencia.
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El diagrama también enfatiza la importancia del centro. El centro no es aún el foco de la
teoría; nosotros ocupamos este lugar central de la vida diaria a través del hecho de estar
ubicados. También lo ocupamos cuando actuamos como consumidores en masa y creamos
nuestros propios lugares a modo de contextos que reúnen los tres ámbitos. Antes de tratar
el lugar, reuniremos algunas de las principales perspectivas teóricas proyectadas por esta
superficie.
Consideremos en primer lugar el ámbito del significado como el foco del poder. Esta
posición abraza teorías que prestan atención al hecho de que el hombre es un elaborador y
usuario de símbolos. A pesar de que la realidad podría existir independientemente de la
mente, es únicamente a través de dichos símbolos que llegamos a conocer el mundo. A
menudo este conocimiento se concibe como provisional debido a que los modelos que
realizamos deben ser confirmados por otros modelos. En este sentido «intelectual», las
mentes «construyen» mundos. Encontramos tales perspectivas en numerosas áreas de la
historia intelectual, como por ejemplo en el énfasis de Weber en los valores religiosos en
cuanto a base del capitalismo (Weber, 1947), y en los estudios de Kuhn (1962) sobre la
historia de la ciencia y en los consiguientes debates en relación a la imposibilidad de
encontrar una posición absolutamente objetiva desde la que se pueda validar un sistema
teórico concreto. La primacía de la mente y sus conceptos se ajusta a muchas facetas del
idealismo, especialmente a como éste ha sido formulado desde la Ilustración.
Hay muchos ejemplos importantes de este tipo de razonamiento, pero uno en particular ha
influenciado el pensamiento geográfico: los trabajos de Lévi Strauss (1966; Kirk, 1970)
aduce que el pensamiento implica fragmentar el mundo en categorías y que la forma más
básica que adopta el pensamiento consiste en series de oposiciones y mediaciones. De este
modo, nuestras mentes forman categorías tales como la vida y la muerte, el hombre y Dios,
naturaleza y cultura, arriba y abajo, blanco y negro, etc. El contenido concreto o valor de las
categorías varia de una cultura a otra, pero no la estructura de las oposiciones, porque ésta
es una propiedad de la mente en sí misma. Además, tales oposiciones pueden darse a niveles
y transformaciones diferentes y pueden contener innumerables mediaciones. Así pues, la
vida y la muerte pueden ser mediadas por el sacrificio, por el hombre/Dios, por lugares
sagrados y gen te sagrada; éstos, a su vez, pueden crear sus propias series de oposiciones y
mediaciones.
El punto clave aquí es que esta perspectiva contempla los «hechos» del mundo natural y
cultural como estructurados, cuando no creados, por procesos mentales. Podría haber algo
«fuera», pero las propiedades que contiene no serían percibidas si no fuera por el poder de
la mente.
Los geógrafos no pueden dejar de reconocer el poder de la mente de «crear» y ordenar la
realidad cuando dan un vistazo a la historia de su propia disciplina. La historia de la
geografía es la historia de cómo una gente construyó la realidad a partir de la imaginación.
La Tierra, ¿era redonda o plana? ¿Había siempre montañas en el interior de los continentes?
¿Existía un paso del Noroeste a las Indias? ¿Era el continente norteamericano un gran
desierto?
Recientemente, tos geógrafos han explorado cómo la imaginación estructura la realidad
geográfica, en la línea de Lévi-Strauss. Consideremos el concepto americano de
«Wildemess» (Graber, 1976; Tuan, 1971). «Wildemess» es un lugar puesto a parte para
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albergar la naturaleza y protegerla de la intervención humana. El significado de tales áreas
alcanza su mejor comprensión en términos de oposición a la cultura. Los americanos creen
que las cosas hechas por el hombre son, en cierto modo, impuras. Ello es panicularmente
cierto en el medio humano más complejo: la ciudad. Antiguamente, la ciudad fue un lugar
de orgullo, una creación humana con orden y lógica. Pero hoy la ciudad es vista como algo
impuro, un lugar de peligro y caos. Cuanto más se aleja uno conceptualmente de los medios
de factura humana, más se acerca uno a aquellos puros. El punto final es la «wilderness».
La «wilderness» ya no es concebida como algo oscuro, peligroso e impredecible. Ahora,
en cuanto a oposición a cultura, «wilderness» es contemplada como proveedora de orden,
armonía y pureza, más que de caos y peligro. Los extremos de la ciudad y la «wilderness»,
dc la naturaleza y la cultura, pueden ser mediados, por supuesto, por otros conceptos tales
como áreas residenciales, jardines, parques y zoos.
La mente está innegablemente envuelta en la construcción de la realidad, y tales
aproximaciones son extremadamente importantes para la comprensión del mundo en que
vivimos. Pero la mayoría de los geógrafos, así como el resto de las personas, se sentirían
incómodos frente a la idea de que no existe una realidad independiente de la mente, No
deseo dar la impresión de que las teorías que tratan los ámbitos de los significados nieguen,
de hecho, una realidad independiente. La cuestión, más bien, es que éstas contemplan la
mente (o el espíritu) como el centro esencial del ordenamiento del mundo. Allí donde los
geógrafos pueden encontrar estimulante el ámbito de los significados, han tendido a dar un
mayor peso a las teorías que enfatizan el poder de la naturaleza. Tales teorías, en un caso
extremo, aducirían que los valores mentales y espirituales emergen a partir de procesos y
casos materiales, o que son reducibles a ellos.
Por el ámbito de la naturaleza entiendo la «naturaleza» concebida por las ciencias naturales.
En este caso, la naturaleza es un sistema universal compuesto de masa y energía, espacio y
tiempo, y los ámbitos del significado y las relaciones sociales son concebidos como
subsistemas readaptables a los conceptos del mundo natural (tal como éste es definido por
las ciencias naturales). Las estructuras de tales sistemas pueden describirse a menudo con
más exactitud mediante leyes y teorías. Este ámbito está a menudo sumergido en varias
combinaciones de materialismo y naturalismo. El materialismo consiste en la asunción de
que las propiedades básicas del mundo consisten en materia y energía, o cualquier otra cosa
que los físicos propongan como propiedades elementales de la naturaleza. El naturalismo se
remite a la posición de que el mundo existe «fuera», independientemente de la mente, y que
éste puede ser estudiado mediante métodos científicos. Probablemente, los ejemplos más
radicales de teorías ubicadas en este ámbito que pretenden explicar o reducir el
comportamiento humano se hallen en las diversas formulaciones de la sociobiología y del
determinismo ambiental.
Los sociobiólogos han afirmado que las organizaciones sociales, jerarquías sociales,
unidades territoriales, etc. están estructuradas por nuestros instintos e impulsos biológicos.
El mismo origen se halla en otros valores, corno el amor familiar y la abnegación (Wilson,
1975). Los sociobiólogos han llegado incluso a predecir por qué parientes se sacrificaría uno
con más facilidad, considerando qué parientes perpetuarían mejor nuestro propio patrón
genético. Por ello, yo daría mi vida con más facilidad por mi hermano que por mi primo,
pero también sacrificaría mi vida con mayor facilidad por ocho primos que por un hermano.

pág. 63 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


La idea de reducir el comportamiento humano a leyes biológicas ha tenido importantes
consecuencias en la teoría geográfica. Los geógrafos no se han ocupado de los detalles de las
teorías «reduccionistas», pero si han tomado prestados algunos de sus argumentos más
generales, usándolos analógicamente. Probablemente, los casos más importantes fueron
desarrollados por los teóricos alemanes del siglo XIX, que contemplaron la sociedad y el
Estado como algo parecido a un organismo vivo. Tales teorías trataron el concepto de
adaptación y supervivencia del más fuerte para explicar el comportamiento político de
naciones. Los resultados nos tendrían que haber hecho concebir a los Estados
expandiéndose en regiones «naturales» y ocupando «nichos» ecológicos. De este modo,
las «fuerzas» biológicas unían pueblos a lugares específicos; o justificaban su expansión
para conseguir tales lugares. Una conexión más particular entre los impulsos biológicos y e}
lugar se encuentra en los populares artículos «periodísticos» sobre territorialidad. En este
caso se aduce que la gente es instintivamente territorial. Según Ardrey (1966), el territorio
procura «estimulación, seguridad e identidad». Si la territorialidad fuera frenada,
también lo serían dichos impulsos y el resultado sería frustración y agresividad. Mientras
que tales teorías sobre la territorialidad provienen de la literatura biológica y no de la
geografía per se, éstas, sin embargo, han influenciado el sentido popular de la territorialidad
y su papel en la vida diaria.
La investigación que asume la primacía del mundo natural y que sale de la pluma del
geógrafo se encuentra en la literatura sobre el determinismo ambiental. Huntington, por
ejemplo, argumentó que existía una asociación y una conexión causal entre la temperatura
(y la presión barométrica) y la expansión de los mongoles, o entre temperatura estimulante
y formas superiores de civilización (Grossman, 1977; Ellen, 1982). Algunos puntos de unión
más cuidadosos y detallados entre los procesos físicos y humanos se encuentran en la
investigación geográfica sobre ecología cultural. En este caso, los lazos existentes entre el
ámbito natural y el social son a menudo estipulados reduciendo el ámbito humano a los
términos y conceptos del mundo natural. De este modo, el efecto del clima sobre la sociedad
puede ser trazado cuidadosamente a través de flujos de energía desde la atmósfera a los
suelos, a la vegetación y los cultivos, a las prácticas agrícolas de la sociedad, y, finalmente, a
la energía consumida por la sociedad en la producción de cultivos (Ellen, 1982). La
aportación general de tales estudios es que la naturaleza influye sobre las acciones humanas
y que éstas, además, pueden ser descritas en base a términos de la ciencia física tales como
energía, espacio y tiempo.
Sin embargo, la ecología puede ser un puente de sentido doble. Así, podemos ver cómo las
técnicas de caza y recolección pueden cambiar el régimen biótico en un área; cómo la
actividad urbana puede afectar la morfología de las corrientes y la erosión del suelo; cómo
el dióxido de carbono producido por el hombre afecta el clima, etc. Mientras estos enfoques
se centran en la acción humana como lugar de cambio, el agente humano y sus efectos se
contemplan simplemente como variables físicas. La acción humana sólo constituye un
subsistema dentro del sistema natural más amplio, y parece ser que nuestro
comportamiento es imprevisible debido a que éste es simplemente natural.
El ámbito social
El ámbito de las relaciones sociales provee una tercera fuente, igualmente importante, de
teorías sobre la construcción del mundo, incluyendo el ámbito natural y el del significado.

pág. 64 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


La mayoría de las teorías sociales enfatizan el papel de organizaciones sociales tales como la
familia, la clase, la ideología política o el modo de comunicación en la formación de la acción
humana. A pesar de que el ámbito de las relaciones sociales no repose en una subestructura
ontológica única bien desarrollada, las teorías sociales sí que tienden a compartir la idea de
que los seres humanos desean obtener placer y evitar el dolor. Así, la estructura social se
convierte en la forma que tanto dificulta como posibilita a los seres humanos la consecución
de sus objetivos y determina las formas particulares que toma el placer.
La idea de placer puede centrarse mejor si aceptamos que el dinero actúa de sustituto de
dicho placer. Así, el objetivo del comportamiento humano es maximizar el beneficio. El
placer puede no ser un rasgo particularmente humano, pero el dinero es su expresión, y,
replicando la perspectiva ecológica que reduce la naturaleza humana a energía, tenemos
ahora la posibilidad de reducir la naturaleza a dinero, Todo a nuestro alrededor puede así
medirse y compararse cuantitativamente, y las decisiones pueden ser evaluadas en términos
de costes y beneficios. Ello incluye también a la naturaleza.
Los geógrafos han reducido la naturaleza a términos sociales cuantitativos concibiendo la
naturaleza a modo de relaciones espaciales, y luego reduciendo el espacio a coste o bien a
«fricciones económicas de la distancia». En ese sentido, el hombre usa la naturaleza y la
afecta a la vez, organizando el espacio, y et espacio, a su vez, tiene un efecto sobre el
comportamiento humano. El resultado para la geografía es una concepción de la disciplina
como ciencia social del espacio que busca generalizaciones y leyes sobre cómo el hombre
organiza el espacio. El hombre, aquí, es una persona «económicamente racional»,
impulsada por el deseo de maximizar beneficios y de minimizar costes, y uno de los costes
es la distancia (Schaefer, 1 953; Bunge, 1966). La persona, además, está inmersa en una
sociedad que provee un mecanismo a través del cual se comunica la información sobre costes
y beneficios, y a través de la cual las acciones humanas pueden coordinarse y sostenerse.
Estos son los supuestos existentes detrás de las formulaciones geográficas bien conocidas de
la teoría de la localidad central, teorías de la interacción de la distancia (incluyendo los
modelos de gravedad y potencial) y las teorías de -uso del territorio (incluyendo la teoría de
Von Thünen). Todas ellas contemplan el espacio y la naturaleza tanto como un mecanismo
que ciñe el comportamiento, como algo que puede ser moldeado y modelado por,
virtualmente, cualquier acción humana.
Una serie particular de teorías sociales que se basan también en la búsqueda del placer, pero
que contemplan las fuerzas sociales que emergen como estructuradas de una manera
particular, son las formulaciones del marxismo. El marxismo está basado en una forma de
materialismo. Materialismo implica habitualmente que las piezas primarias de construcción
de la teoría serán tomadas de los principios de las ciencias naturales. Sin embargo, el
materialismo marxista propone que, mientras que el hombre y la sociedad forman parte de
la naturaleza estando enlazados íntimamente, a través del trabajo y la obediencia, a las leyes
de la naturaleza, la sociedad y la historia son impulsadas principalmente por el modo de
producción, que a su vez está integrado por fuerzas y especialmente por relaciones de
producción. Los desarrollos históricos del modo de producción apartan al hombre, cada vez
más, de la comprensión inmediata de la naturaleza, dándole la capacidad de ceñir y alterar
la naturaleza. La mayoría de las formulaciones marxistas específicas contemplan la
naturaleza, así como el campo de las ideas, como formados por el modo de producción o al
menos, conectado funcionalmente a éste. En ese sentido, el marxismo, a pesar de su
pág. 65 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
materialismo, supone que los mecanismos causales primarios se hallan en el ámbito de las
relaciones sociales.
No sólo el marxismo «reduce» la naturaleza y el significado a relaciones sociales, sino que
también lo hacen otras teorías sociales no marxistas como la sociología del conocimiento y
la construcción social de la realidad (Mannheim, 1960; y Berger y Luckmann, 1966). Así
pues, numerosas teorías contemporáneas tienden a insistir más en un ámbito que en los
demás. Partiendo de que cada uno de dichos ámbitos posee posiciones plausibles, el discurso
teórico contemporáneo sobre las interconexiones entre la naturaleza, el significado y las
relaciones sociales puede ser cualquier cosa excepto equilibrado y cohesivo. Al contrario, es
parcial y fragmentado. Y es dentro de este terreno teórico y a lo largo de estos caminos
concretos que los geógrafos intentan dibujar las conexiones entre los tres ámbitos para llegar
hasta el centro del Gráfico I. Así pues, no es de extrañar que, metodológicamente, la
profesión tenga que afrontar dificultades para apoyar su reivindicación en tanto que sujeto
sintético o puente entre las humanidades y las ciencias sociales y físicas. No obstante, la
reivindicación está bien fundamentada si nos desplazamos del plano intelectual al nivel de
la experiencia ordinaria, ya que, en este caso, estar en el lugar parece atraer a los tres ámbitos
por igual. En mi paseo al trabajo advertimos que se trataba igualmente de una combinación
de naturaleza, significado y relaciones sociales. Po, demos asumir que este carácter sintético
y equilibrado del lugar está presente en cada uno de nosotros y en cualquier sociedad. De
todos modos, el problema de la sociedad moderna está en elevar esta experiencia personal a
significado cultural compartido. Ello no parece ser un problema en la sociedad premoderna,
puesto que, en ésta, como ya hemos anotado, tanto a nivel personal como cultural, el lugar
combina elementos de los tres ámbitos. En Occidente, el significado del lugar aceptado
culturalmente se ha convertido en la noción de localización en un espacio geométrico,
relativamente poco ambigua, pero terriblemente específica, de las ciencias naturales. Dicho
concepto ha sido reforzado por la geografía y la cartografía, la cual presenta el lugar coma
series de coordenadas. El espacio geométrico se ha mostrado adecuado para soportar el peso
de los aspectos materiales del lugar, pero no es adecuado para la tarea de expresar otras
facetas de significado y relaciones sociales que contiene un sentido global del lugar.
Artículos de consumo
El espacio como geometría y el lugar como localización de coordenadas constituyen, de
hecho, los significados más generalizados del espacio y del lugar. No obstante, nuestra
cultura ha procurado otro mecanismo colectivo gracias al cual los individuos pueden
adjuntar elementos de significado, naturaleza y relaciones sociales con el fin de crear algo
mucho más parecido a un sentido integrado del lugar, creando así algo próximo ah centro
de nuestro Gráfico. Me estoy refiriendo aquí al papel que el consumo en masa y que los
productos consumidos en masa juegan en la vida moderna. Deseo tratar cómo los artículos
producidos en masa crean un sentido del lugar que aparece de un modo cada vez más
importante en la sociedad moderna. Mientras que este sentido del lugar incide sobre el
significado, la naturaleza y las relaciones sociales, paradójicamente, también crea la ilusión
de no-lugar y de no-contexto. Esta ilusión hace que sea de lo más difícil darse cuenta de que
ese lugar ocupa, de hecho, una posición central en relación a los tres ámbitos, y luego en
relación a la teoría misma.

pág. 66 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


Muchos afirman que la gente, en las sociedades capitalistas avanzadas, vive en un mundo de
consumo: un mundo en el que lo que somos y hacemos cuenta menos, en cuanto a vínculos
comunes, que el hecho de que todos consumimos productos producidos en masa. El
consumo da forma a una cultura de masas y el consumo reúne los tres ámbitos del
significado, la naturaleza y las relaciones sociales. Ello es debido a que cada producto
elaborado en masa combina elementos de los tres. Un producto, tanto si se trata de una
botella de Coca-Cola como de un automóvil, expresa relaciones sociales y económicas. Se
produce en contextos históricos específicos. Un producto se encuentra en el espacio; es
elaborado a partir de objetos materiales y constituye un componente importante del mundo
material. Y un producto expresa significado, especialmente con la ayuda de la publicidad.
Por lo tanto, cada producto contiene elementos de los tres. Además, el acto de consumir
productos es también un acto de «construcción de espacio», al menos en dos sentidos.
En primer lugar, el producto, como expresión de los tres ámbitos, es presentado al
consumidor a través de la publicidad como algo que puede darle el poder de crear un
contexto (de efímero a duradero), situándole en su centro. Un anuncio de Coca-Cola muestra
como fa posesión de esta bebida puede convertir al consumidor en el centro de un grupo de
jóvenes feliz y atractivo, y el anuncio de un coche puede convertir al consumidor en foco de
atención, haciéndole sentirse a gusto en cualquier lugar y en cualquier momento. Dichos
productos son, naturalmente, consumidos. Pueblan el paisaje moderno. Y es
extremadamente probable que parte de esta magia sea asociada a cosas reales en lugares
reales.
En segundo lugar, los productos se venden a menudo en lugares que son como los propios
anuncios. Me refiero aquí a los grandes almacenes, galerías y parques de atracciones; todos
ellos están dedicados únicamente al mundo del consumo. Una típica galería, por ejemplo,
contiene un grupo de tiendas agrupadas en un espacio cerrado. La galería aísla
completamente al cliente del mundo exterior. La temperatura y la humedad de la galería
están perfectamente controladas. No hay ruidos o vistas del mundo exterior (no hay
ventanas) que distraigan al cliente. Este sólo es consciente de los artículos en venta. Incluso
los mismos lugares pueden convertirse en artículos de consumo en masa. Hawái, Miami, las
playas de Jamaica y Mallorca, todo se convierte en artículos de consumo en masa: sol, surf
y arena.
El consumidor actual pasa una buena parte de su vida dentro de estos «paisajes de
consumo» y un tiempo aún mayor observando los anuncios que promueven artículos y
lugares. Más de un tercio de los bienes de consumo son obtenidos en galerías comerciales, y
éstas son una de las principales causas del declive de los distritos comerciales centrales de
las ciudades norteamericanas. Además, las galerías se han convertido en uno de los lugares
preferidos de los niños para reunirse cada día a la salida del colegio y de los adultos para
pasear y relacionarse. En otras palabras, las galerías comerciales suplen la función social de
la plaza central de las ciudades del viejo mundo, pero el entorno de estos lugares deja
totalmente claro que el camino a la buena vida es el consumo.
Dicho camino puede entenderse de una forma bastante literal, en tanto que sucesión de
lugares físicos estrechamente relacionados con el consumo. El hogar contiene los productos
elaborados en masa y sus múltiples contextos. Dentro del hogar los individuos se encuentran
vinculados al mundo exterior del consumo a través de los anuncios de televisión, radio,
revistas y periódicos. Los trayectos a los centros comerciales, grandes almacenes y galerías
pág. 67 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
se desarrollan a lo largo de calles con anuncios y tiendas con fachadas, proporcionando un
contexto para los productos. Los viajes largos y las vacaciones se llevan a cabo, a menudo,
en «roulottes» con televisión y tienen por destino parques de atracciones,
«vacationlands», disneylandias y reclamos turísticos.
La gente no sólo pasa gran parte de su tiempo en este tipo de mundo, sino que éste crea su
propio sentido del lugar. Los artículos de consumo permiten al consumidor reunir elementos
de significado, naturaleza y relaciones sociales con el fin de crear contextos y lugares. Pero
éstos no necesitan estar conectados funcionalmente a otros adyacentes. Tampoco necesitan
conectarse a otros tiempos. Estos aparecen instantáneamente cada vez que los productos se
consumen y cada vez que un producto nuevo sustituye a otro- Existen contextos sin
contextos. Existen lugares sin un espacio. Consumiendo «eso» o «aquello», podemos
reunir este tiempo y lugar con ese tiempo y lugar, en cualquier sitio, en cualquier momento.
La cultura proporciona los materiales básicos para crear esos contextos e incluso comunica
sus significados generales a través de la publicidad. Sin embargo, los detalles se dejan al
consumidor y éste, a su vez, podrá afectar el significado de los materiales básicos.
El resultado es a la vez físico y conceptual. Físicamente, tenemos el tipo de paisajes
modernos que los especialistas han descrito como barniz, pastiche, inauténtico y falto de
lugar (Relph, 1976). A nivel conceptual, el sentido del lugar del consumidor pone en duda
nuestra necesidad de saber dónde están las casas en términos de espacio y lugar público y
geométrico. Este desafía nuestra necesidad de conocer una cronología pública. En
resumidas cuentas, desafía la concepción convencional de la Geografia y de la Historia.
Es este tipo de experiencia del lugar la que se va convirtiendo en más frecuente a medida
que el capitalismo progresa. Y es este sentido del lugar el que emplea el consumidor para
fusionar la naturaleza, el significado y las relaciones sociales. Cada acto de consumo es, de
hecho, una fusión de los tres ámbitos. Sin embargo, se trata de un acto discreto y disasociado
de otros actos. Así, el consumo añade todavía una mayor complejidad al problema geográfico
de un sentido de lugar sintetizador. Ahora, además de falta de globalidad y equilibrio entre
las perspectivas teóricas, tenemos un significado público y común del lugar que vuelve a ser
distinto de otras concepciones.
Puesto que tenemos unas buenas razones experimentales para creer que el lugar constituye
un concepto central y en proporcionar una base común para nuestro análisis de] mundo, la
geografía debería esforzarse en comprender las maneras en que múltiples concepciones y
usos del lugar pueden interconectarse. Si logramos desarrollar un marco de trabajo
integrador, si logramos cambiar la teoría, lograríamos proporcionar simultáneamente una
visión global y central de cómo los mundos humano y natural están construidos. Si lo
intentamos y fracasamos, al menos habremos aportado a los estudiosos una crítica
«geográfica» del carácter segmentado de la vida y el pensamiento modernos.

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TEMA Nº 21

EL SIGNIFICADO DE LA TERRITORIALIDAD

Robert Sack

Definir la territorialidad
La territorialidad, entendida simplemente como “el control de un área”, ha servido hasta
ahora como definición corta: Pero esta descripción no es lo suficientemente precisa ni rica
como para llevarnos mucho más allá. A partir de nuestros ejemplos sobre padres e hijos, una
secretaria en su lugar de trabajo, y los miembros de una sociedad de cazadores-recolectores,
puede verse que la territorialidad supone el intento de un individuo o grupo para influenciar
o afectar las acciones de otros, incluyendo a los no-humanos. Este efecto importante, aunque
general, debe ser enfatizado y lo elaboraremos en la siguiente definición formal de
territorialidad. En este libro la territorialidad será definida como el intento por parte de un
individuo o grupo de afectar, influenciar o controlar personas, fenómenos y relaciones, a
través de la delimitación y el establecimiento de un control sobre un área geográfica. Esta
área será llamada el territorio. Antes de explorar la significación de esta definición, es
necesaria cierta clarificación acerca de su dominio.
Una vez más, debe enfatizarse que un lugar puede ser usado como territorio en un
determinado momento y no en otro, es decir, al crear un territorio también estamos creando
un tipo de lugar. Pero es importante distinguir entre un territorio como lugar y otros tipos
de lugares. A diferencia de muchos lugares ordinarios, los territorios requieren un esfuerzo
constante para su establecimiento y mantenimiento. Son el resultado de -estrategias para-
afectar, influenciar y controlar personas, relaciones y fenómenos. Circunscribir cosas en el
espacio; o en un mapa, como cuando un geógrafo delimita un área para ilustrar donde se
cultiva maíz o donde se concentra la industria, permite la identificación de lugares; áreas o
regiones en el sentido común del término, pero no crea por sí mismo un territorio. Esta
delimitación se convierte en territorio sólo cuando sus límites son utilizados para afectar el
comportamiento mediante un control del acceso. Por ejemplo, un lugar o región geográfica
inicialmente ordinarios tales como una zona maicera o un área industrial podría ser
designada por el gobierno como una región que recibirá asistencia financiera especial o
como un área que será administrada por determinada rama del gobierno. En este caso los
límites de la región afectarían el acceso a los recursos y al poder. Están modelando el
comportamiento y por lo tanto el lugar se convierte en territorio. Por el mismo motivo, lo
que los geógrafos llaman regiones nodales, áreas de mercado o hinterlands de un lugar
central no son necesariamente territorios. Pueden ser simples descripciones de la extensión
geográfica de ciertas actividades en el espacio: Sin embargo, ellas se convertirían en
territorios si sus límites fueran utilizados por alguna autoridad para moldear, influenciar o
controlar actividades. De este modo, una cadena de supermercados puede usar áreas de
mercado -el verdadero limite geográfico del poder de atracción de un supermercado- para
definir la jurisdicción del gerente de cada supermercado (por ej. sus responsabilidades de
publicidad). Desde luego que una persona o grupo puede controlar más de un territorio, y la

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sociedad moderna, muchos tipos de lugares deben convertirse en territorios para existir
como lugares.
No es necesario que la territorialidad sea un área defendida, si por esto entendemos que el
área misma es el objeto de la defensa, y que el defensor deba estar dentro del territorio
defendido. El territorio puede ser usado tanto para contener o retener como para excluir, y
no es necesario que los individuos que ejercen el control dentro del territorio. En realidad,
ni siquiera necesitan estar cerca del mismo. Una cerca o una pared pueden controlar tanto
como un cartel de “no avanzar”. La definición puntualiza que la territorialidad establece
un control sobre un área como un medio para controlar el acceso a cosas y relaciones.
La territorialidad es una estrategia para establecer diferentes grados de acceso a las
personas, cosas y relaciones. Su alternativa es siempre la acción no-territorial, y se requiere
una acción no-territorial para revertirlo. Por ejemplo, si los Chippewa deciden cercar sus
jardines, estas cercas deberían ser mantenidas con trabajo físico directo; y si se rompieran,
los niños y los caballos deberían ser vigilados mediante un control directo no-territorial. (...)
NI los límites de un territorio ni los medios por los cuales tales limites son comunicados son
inalterables. Las propiedades de tierra cambian de tamaño. Y también hacen los estados
nacionales. Una cerca límite puede ser reemplazada por otro tipo de limite, como una zanja.
Un niño puede reconocer el umbral de una habitación como un límite, o la puerta de esa
habitación puede estar cerrada. La mayoría de los territorios tienden a estar fijos en el
espacio geográfico, pero algunos pueden moverse. Por ejemplo, el espacio personal o la
distancia social que rodea a una persona se desplaza con esa persona cuando él o ella
mantienen la distancia. La convención existente entre los barcos de guerra de no acercarse
demasiado a buques extranjeros en el mar abierto es un ejemplo de un territorio movible.
Los territorios pueden tener grados. Una celda de una prisión de máxima seguridad es más
territorial que una celda en una cárcel común, que a su vez es más territorial que una
habitación en un hogar de recuperación. Un aula cerrada, con sus pupitres anclados al piso
y los niños sentados todos los días en los mismos bancos, es más territorial que un aula
abierta que no tiene asientos fijos para cada niño y que permite a los niños desplazarse desde
una actividad a otra. Es difícil comparar los grados de territorialidad cuando se seleccionan
diferentes instituciones y sociedades. (...)
La territorialidad puede ser reafirmada de distintos modos. Estos incluyen la descripción de
un trabajo (cuánto tiempo debes estar sentado, dónde se te permite entrar y dónde no, etc.),
los derechos legales sobre la tierra, la fuerza bruta o el poder, normas culturales y
prohibiciones acerca del uso de áreas, y formas sutiles de comunicación tal como la postura
del cuerpo. Peto una vez más; si la reafirmación no es clara y comprensible, no estará claro
si se estará ejerciendo territorialidad.
Las definiciones deberían ser lo suficientemente claras como para puntualizar que algo está
o no incluido en la definición. Pero aún las definiciones claras tienen bordes confusos en la
práctica. Si estoy en una biblioteca y pongo mis libros sobre una mesa vacía, ¿simplemente
estoy aliviando mi carga de libros o estoy reclamando que una parte de la mesa es mía? Y en
este último caso, ¿estoy ejerciendo control sobre un objeto, la mesa, o sobre el territorio que
ese objeto circunscribe? (...)

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Considerar a la territorialidad como una estrategia para el acceso diferencial elude la poco
fructífera cuestión de si la territorialidad humana tiene alguna raíz biológica. Al tomarla
como una estrategia se pone a la territorialidad completamente dentro del contexto de las
motivaciones y objetivos humanos En realidad, nuestra definición de territorialidad
atraviesa perspectivas y niveles de análisis: Incluye las perspectivas de los controlados y de
los que ejercen control, ya sean individuos o grupos. Abarca los efectos físicos, sociales y
psicológicos. Este planteo transversal de otros campos no es nuevo en geografía y es paralelo
al rango de interconexiones desarrollado en el resto del campo.
La significación de la territorialidad
La definición formal de territorialidad no sólo nos dice que es la territorialidad, sino que
también sugiere lo que puede hacer. Esta sugerencia deriva de tres relaciones dependientes
que están contenidas en su definición. Estas tres relaciones muestran la lógica y los efectos
significativos de la territorialidad, Primero, por definición, la territorialidad debe incluir una
forma de clasificación por área. Cuando alguien dice que algo que está en esta habitación es
suyo, o que está fuera de tu alcance, o que no podés tocar nada fuera de esta habitación, esa
persona está usando un área para clasificar o asignar cosas a una categoría tal como “suyo”,
o “no tuyo”. Él o ella no necesitan definir o enumerar los tipos de cosas que son suyos y no
tuyos. Al usar la territorialidad, un padre no necesita decirle a su hijo lo que no debe tocar.
Simplemente no le permite entrar a determinada habitación. De acuerdo con Piaget, sólo
hay dos grandes formas de clasificación. Una es por tipos y la otra es por áreas, En realidad,
la territorialidad puede emplear a ambas, pero siempre emplea a la última.
Segundo, por definición, la territorialidad debe contener una forma de comunicación. Esto
puede incluir una marca o señal tal como se encuentra comúnmente en un límite. O una
persona puede crear un límite mediante un gesto tal como señalar. Un límite territorial
puede ser la única forma simbólica que combina una proposición sobre la dirección en el
espacio y una proposición sobre la posesión o exclusión.
Tercero, cada caso de territorialidad debe un intento de reforzar el control sobre el acceso a
un área o a cosas dentro de esa área, o a cosas fuera del área a través de la retención de las
que están dentro. Más generalmente, cada caso debe incluir un intento por influenciar las
interacciones: las transgresiones a la territorialidad serán castigadas y esto puede incluir
otras acciones territoriales o no- territoriales.
La lógica de la territorialidad descansa en el hecho de que las ventajas de usarla deben estar
ligadas a una o más de estas relaciones interconectadas. Debido a que son facetas esenciales
de la territorialidad, estas tres relaciones también deben ser la base para la significación de
la territorialidad. Consideremos la primera característica: que la territorialidad implica una
forma de definición o clasificación por área. La definición por área puede ser
extremadamente útil o bien cuando no podemos enumerar las cosas, personas o relaciones
a las que queremos tener acceso, o bien cuando no queremos divulgar esa lista. Un equipo
de fútbol que practica nuevas jugadas antes del gran partido probablemente quiera que sus
oponentes no las conozcan. Para mantener el secreto, el entrenador puede usar la
territorialidad para excluir a los observadores del campo de juego.
Consideremos la comunicar mediante el uso de un límite. El límite puede ser un dispositivo
más simple que la enumeración por tipos para comunicar la posesión. Los niños pequeños

pág. 71 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


pueden tener dificultades para comprender que objetos pueden tocar y cuales no dentro de
una cocina. La territorialidad puede ser el único modo de comunicar a los niños los deseos
de sus padres, Este es el caso especialmente cuando en otro lugar y en otras circunstancias
se les permite a los niños tocar objetos del mismo tipo, tal como platos. En vez de plantearles
a los niños reglas complicadas acerca de cuándo pueden y cuando no pueden manipular
platos, es más directo y simple decirles que no pueden traspasar una línea o entrar a una
habitación.
Consideremos la tercera característica: hacer cumplir o respet.ar el acceso, en el contexto de
la comunidad cazadora de los Chippewa. Para asegurarse que los niños no pisotearán los
campos, puede ser más sencillo cercar a los niños que perseguirlos por todos lados. Lo
mismo ocurre en nuestra sociedad. Es más sencillo supervisar a los convictos poniéndolos
detrás de las rejas que permitiéndoles deambular con guardias que los sigan. Controlar
territorialmente a las cosas permite ahorrar esfuerzos.
Estas tres facetas de la territorialidad pueden ser encontradas en todas las sociedades, pero
ellas, a su tumo, generan más efectos potenciales que pueden ser igualmente importantes
pero que ocurren sólo en contextos históricos particulares. Como sucede esto, y cuáles son
los efectos, es algo técnico y será discutido en profundidad el Capítulo 2. A modo de
ilustración, podemos señalar que, a través de la clasificación, aunque sea en parte, por área
que, por tipo, la territorialidad puede ayudar a que las relaciones se vuelvan impersonales y
puede ayudar a moldear las futuras actividades dentro de una jerarquía. Notamos que los
Chippewa no necesitan usar la para definir sus miembros, pero los hombres blancos sí. La
definición primaria de membresía dentro de un estado o ciudad norteamericanos es el
domicilio dentro del territorio político. Esta definición permite que personas
completamente extrañas se conviertan en miembros de la comunidad. Más aún, a de la
comunidad Chippewa, el territorio de la ciudad actúa como un contenedor y un molde
espacial para otros eventos. La influencia y autoridad de una ciudad, aunque se extienda
más allá; está legalmente asignada a sus límites políticos. La ciudad territorial se convierte
en el objeto al que se le asignan otros atributos, como en el caso en que el territorio político
de una ciudad se convierte en una unidad de recepción de ayuda federal.
Promover las relaciones impersonales y moldear geográficamente las actividades dentro de
una jerarquía no son más que dos de las muchas consecuencias identificables de las tres
facetas de la territorialidad que se derivan de la definición. Estas y otras serán enmarcadas
en el capítulo 2 para englobar el abanico de usos territoriales y más precisamente para
profundizar nuestra comprensión de casos particulares. Los efectos son potenciales porque
no es necesario que cada uno sea empleado en todos los casos de territorialidad, y algunos
sólo han sido usados momentos particulares de la historia. Una definición de territorialidad
adecuada, amplia y clara, que apunte a las implicaciones generales de la territorialidad para
los humanos es lo que ha faltado en los trabajos previos sobre territorialidad. (…)
Territorialidad y geografía
Considerando que el trabajo sobre territorialidad no ha sido consciente a menudo del
comportamiento espacial no territorial, el trabajo en geografía sobre comportamiento
espacial ha ignorado a menudo lo territorial. En geografía, tanto las actividades naturales y
humanas o culturales son llamadas “espaciales” para recordamos que ellas ocurren en el
espacio y que tienen propiedades espaciales como ubicaciones, formas, y orientaciones. El
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análisis espacial es la rama de la geografía interesada en la interrelación entre las actividades
en el paisaje y sus propiedades espaciales. En geografía humana, esto incluye no solo las
ubicaciones actuales, extensiones, y los patrones de las cosas, sino también el modo en que
ellas son descriptas y concebidas en diferentes perspectivas sociales e intelectuales, (Un
patrón idéntico de paisaje puede ser descripto y evaluado económicamente, estéticamente,
simbólicamente y de muchos otros modos.) El interés de la Geografia en los múltiples usos
y concepciones del espacio, y las geografías históricas de diferentes pueblos, presenta al
espacio como un marco complejo en el cual los individuos y los grupos están situados, a
través del cual interactúan, y por ende se hacen afirmaciones. Sin embargo, estas
interconexiones entre el espacio y el comportamiento se basan en la territorialidad, cuyo
estudio ha permanecido en último término, todo salvo lo que fue abandonado por el análisis
espacial.
Los negocios, granjas, y ciudades estudiadas por los geógrafos no son sólo lugares o
localizaciones en el espacio con múltiples significados, sino que también suceden y
permanecen su lugar porque allí existen numerosas reglas sociales y regulaciones que
permiten algunas cosas en ciertos lugares y no otras. Aun los movimientos de personas
mercancías, e ideas requieren que la sociedad destine caminos y transporte y no permita que
otras actividades tengan lugar ellos. Las calles de las ciudades modernas están diseñadas
para bicicletas, autos, y colectivos, y no para peatones. Las autopistas están diseñadas para
el tránsito, que, funcione primariamente con motores de combustión interna.
En gran parte, las personas, y sus actividades no pueden encontrar lugar en el espacio sin
formas de control sobre las áreas sin territorialidad. El. desafío es mostrar cómo y por qué
esto es así. Desafortunadamente los analistas espaciales no han explorado sistemáticamente
la territorialidad para descubrir si hay una lógica para el control territorio, del mismo modo
que ha habido una exploración en relación a si hay una lógica para la organización espacial
no territorial y la interacción. En cambio, ellos han apuntado a los objetos a los que la
territorialidad ha ayudado a formar y sostener y han dejado a la territorialidad, el agente
geográfico vinculante, en último término.
Los analistas espaciales comprenden muy bien que las actividades compiten por
localizaciones. Respecto a lo anterior el centro de sus investigaciones ha sido el proceso de
selección de un lugar por sobre otro y el rol jugado por la distancia o la accesibilidad
geográfica en conectar lugares. Enfatizar la distancia ha conducido a una lógica geográfica
basada en las propiedades métricas del espacio. Pero los analistas espaciales no han
considerado seriamente la posibilidad de que la lógica geográfica pueda ser extendida por la
aún más complicada. lógica que implica los usos territoriales del espacio. La lógica de las
acciones territoriales es más compleja que la lógica de la distancia porque la territorialidad
está incrustada en las relaciones sociales. La territorialidad es siempre socialmente
construida. un acto de voluntad e involucra múltiples niveles de razones y significados. Y la
territorialidad también puede tener implicancias normativas. Desechar lugares y reforzar
niveles de acceso significa que individuos y grupos han quitado. algunas actividades y
personas de algunos lugares e incluido otras. Es decir, ellos han establecido diferentes
niveles de acceso a las cosas.
La territorialidad, entonces forma el telón de fondo de las relaciones humanas espaciales y
las concepciones del espacio. La territorialidad apunta al hecho de que las relaciones

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espaciales humanas no son neutrales. La gente no interactúa en el espacio y se mueve él
como bolas de billar. Más bien, la interacción humana, los movimientos, y los contactos son
también cuestiones de transmisión de energía e información con él fin de afectar, influir, y
controlar las ideas y acciones de los otros y su acceso a los recursos. Las relaciones humanas
espaciales son el resultado de la influencia y el poder. La territorialidad es la primera forma
espacial que adopta el poder.
Territorialidad e historia
Las diferentes sociedades usan formas de poder, Ellas tienen diferentes organizaciones
geográficas y concepciones del espacio y del lugar. Los paisajes geográficos y sus significados
cambian al tiempo que las sociedades cambian. La geografía histórica está interesada en
estas interconexiones. La geografía histórica apunta a la dependencia histórica y social del
contexto de la organización espacial y su significado; y la territorialidad apunta al hecho de
que la organización geográfica y su significado, si bien depende de muchas cosas, también
presupone el mantenimiento de diferentes grados de acceso a las personas, a las cosas y a
las relaciones. Las organizaciones espaciales y significados del espacio tienen historias y
también los usos territoriales del espacio, las tres historias están en verdad estrechamente
interrelacionadas.
La lógica de la territorialidad nos mostrará que, como una estrategia espacial, ofrece diversas
ventajas para ayudar a afectar, influir y controlar. Esto constituye el dominio de razones
para, o consecuencias de, el uso de la territorialidad. Ellos explican cómo y porqué la
territorialidad está siendo usada y son las bases de su importancia. Si se usan o no ventajas
particulares en un caso particular depende de quién está controlando a quien y con qué
propósito. Se puede esperar que ocurran algunas ventajas en prácticamente cualquier
situación en cualquier momento. Encontramos a los padres modernos empleando
territorialidad en la cocina porque es innecesario para ellos explicar que es lo que no quieren
que sus hijos manejen. También podemos imaginar a los padres Chippewa usando la
territorialidad por la misma razón.
El no definir qué es lo que está bajo nuestro control es prácticamente una ventaja universal
de la territorialidad. Podemos esperar que aparezcan otros efectos muy importantes en la
mayoría de los tipos de sociedades, y aún otros pueden aparecer solo en algunas. Por
ejemplo, la territorialidad en el mundo moderno es a menudo un medio esencial para definir
las relaciones sociales. Como señaláramos, las personas que residen en una ciudad
norteamericana tienen derecho a los servicios públicos de dicha ciudad. La ubicación dentro
de un territorio define la pertenencia a un grupo. Este uso del territorio -que define la
pertenencia a una comunidad- sucede en cierto modo, pero no tanto como el que se usara
en las civilizaciones pre-modernas, pero difícilmente sucede en sociedades primitivas donde
las relaciones sociales son claras y fuertemente sostenidas. Los “primitivos” pudieron
usar la territorialidad para delimitar y defender la tierra que ocupaban, pero raramente lo
usaban para definirse a sí mismos. Otros efectos de la territorialidad ocurren principalmente
en la sociedad contemporánea, y aun otros podrán tener lugar can igual importancia en
civilizaciones modernas y pre-modernas. Como veremos, los usos de la territorialidad han
sido acumulativos. Las sociedades primitivas encontraron necesidad de unos pocos. Las
civilizaciones pre-modernas emplearon estas y algunas más, y la sociedad moderna ha
empleado virtualmente la gama entera de posibles efectos.

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Hemos mencionado algunos de los posibles efectos territoriales -la facilidad con la cual la
territorialidad puede clasificar, comunicar y ejercer control, la facilidad con la cual puede
definir relaciones sociales impersonal y jerárquicamente. Lo que debe ser considerado ahora
es la gama de los efectos teóricamente posibles y sus interrelaciones. Estas cuestiones están
contempladas en la teoría de la territorialidad.
Teoría
Notamos que la definición de territorialidad contiene tres facetas interrelacionadas. La
territorialidad debe proveer un modo de clasificación por área, un modo .de comunicación
por límite, y un modo de ejecución o control. Lo que discutiremos ahora es que
aproximadamente otros siete efectos potenciales pueden ser vinculados con estas tres
facetas, y que ellos, sumados a los tres originales, nos llevan a aproximadamente catorce
combinaciones de características. Notemos que el número preciso no es el asunto más
importante. Ellos pueden ser condensados en menos de diez o catorce. Lo que es crítico es
que la definición de territorialidad puede ser tan rica como para delimitar el rango de
ventajas potenciales ofrecidas por una estrategia territorial y a un nivel de generalidad que
es preciso y útil. Especificar estos. efectos, cómo están conectados con otros, y las
condiciones bajo las cuales ellos podrían ser empleados constituye la teoría de la
territorialidad.
La teoría será presentada en dos partes. Primero, la territorialidad es conceptualmente
abstraída de la multiplicidad de contextos histórico-sociales. Esto da lugar a describir la
lógica interna de la territorialidad: revelar la gama de efectos que constituye el dominio de
razones para usar estrategias territoriales en oposición a las no territoriales y sus
interrelaciones lógicas. Segundo, la teoría hipotetiza que ciertos contextos históricos
compondrán efectos potenciales específicos y, en un sentido muy general, une contextos
históricos con efectos territoriales.
La teoría es tanto empírica como lógica. Las primeras tres tendencias son derivadas de la
definición de territorialidad. Las otras, si bien no se desprenden completamente de la
definición, están lógicamente interconectadas y vinculadas a ella. Llamar al siguiente
análisis teoría no implica que nosotros estemos haciendo una aproximación mecánica a las
personas y a sus usos del territorio. Por el contrario, la teoría presentará los efectos del
territorio como posibilidades que van de lo físico a lo simbólico: una variedad que se
extiende por el amplio campo del análisis espacial. La palabra teoría tampoco implica que
se pueden hacer predicciones precisas sobre la territorialidad. El comportamiento humano
es extremadamente abierto como para hacer posibles predicciones sociales precisas con
alguna consecuencia. Es decir; al hablar de teoría nos referimos a exponer una cantidad de
proposiciones que están tanto empírica como lógicamente interrelacionadas y que pueden
ayudamos a descubrir el sentido de acciones complejas. En otras palabras, la teoría puede
ayudamos a entender y explicar, pero no puede ayudamos a predecir con precisión qué
sucederá en el futuro.
La compleja estructura de la teoría puede ser retratada con más facilidad si recurrimos a una
analogía de la física. Notando que la teoría contiene dos partes -la variedad de efectos y sus
usos en hechos (casos) históricos- podemos decir, bajo el riesgo de ser llamados
mecanicistas, que la primera parte es análoga a examinar la estructura “atómica” de la
territorialidad: las tres facetas (clasificación, comunicación y ejecución) son su “núcleo” y
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las diez primarias y catorce combinaciones de efectos o tendencias son sus valencias. Estos
forman las vinculaciones potenciales que se constituirán solo cuando se use la
territorialidad. La segunda parte es análoga a ubicar a la territorialidad en una tabla
periódica de tipos de organizaciones histórico-sociales y sugerir vínculos que pueden
esperarse cuando estos contextos usen territorialidad. Bosquejar los vínculos entre los
contextos históricos y los efectos territoriales será el propósito de los siguientes capítulos)
Antes de ir a la teoría propiamente dicha, cabe considerar algunas palabras más sobre el
método y la terminología. Los efectos de la territorialidad no son simples relaciones. Porque
ellos pertenecen a la gente, no a los átomos, ellos son denominados más apropiadamente
“razones” o “causas” de, o potenciales “consecuencias” o “efectos” de la
territorialidad. El hecho de que ciertos términos sean apropiados y otros no depende de si
un individuo (o grupo) está estableciendo nuevos territorios (en cuyo caso sería más
apropiado utilizar razones/causas) o están usando territorios preexistentes (en cuyo caso
sería apropiado utilizar consecuencia/efecto). Es imposible saber si algo es una razón o una
causa, o una consecuencia o un efecto, si no se observa cada caso específico. Y aun así hay
que argumentan que existen pequeñas diferencias entre las dos. Para simplificar, razones,
causas, consecuencias y efectos serán usadas indistintamente para mostrar que son
aplicables, en cualquier caso, y los términos “potencialidades” y “tendencias” cubrirán
las cuatro opciones.
No obstante, este esfuerzo de simplificación, la teoría es aún compleja y técnica.
Necesitaremos describir diez tendencias y catorce combinaciones de tendencias para un
total de veinticuatro efectos. Esto es inevitable. La teoría debe ser desarrollada tan
completamente como sea posible ya que los capítulos históricos están organizados alrededor
de los postulados de la teoría. A cada uno de los veinticuatro efectos se les da un nombre
desde el sentido común. Además, para ayudar a distinguir la estructura interna de la teoría,
se les asignará a los diez primeros un número y a las catorce combinaciones una letra (por
ejemplo: la primera tendencia -clasificación- será identificada como I, y la tercera
combinación -complejo jerárquico- será identificado como c). (...) .
La construcción social de la territorialidad
Aislar conceptualmente y describir la territorialidad hasta cierto punto separada de un
contexto social particular puede parecer análogo a la búsqueda del significado de la distancia
geográfica en el análisis espacial. Una diferencia crítica es que la territorialidad es siempre
construida de un modo humano o social cosa que no sucede con la distancia física. Podemos
conceder en un sentido rudimentario, el acto de concebir, describir y medir las distancias es
construcción social, y también lo son las fuerzas sociales que ubican a las cosas en ciertos
modelos en el espacio. Pero la territorialidad está aún más íntimamente involucrada con el
contado social. La territorialidad no existe a menos que haya un intento por parte de
individuos o grupos de afectar las interacciones de los otros. No es necesario que exista
ningún intento, ni siquiera ninguna interacción, entre dos. objetos en el espacio para que
haya una distancia espacificable entre ellos. Las distancias pueden ser comparadas y
medidas, pero hay poco que se pueda decir de manera abstracta sobre sus potenciales para
afectar el comportamiento. Sus influencias dependen de la existencia actual de canales de
comunicación como caminos, ferrocarriles, y otros similares, que contiene dichas distancias.
Una sustitución indiscriminada de la medida física de la distancia por los canales de

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comunicación física y socialmente significativos o las interacciones corren el riesgo de tratar
a la distancia de un modo no relacional.
A de la distancia, las relaciones territoriales, están necesariamente constituidas por
contextos sociales (no importa que tan generales) en los cuales algunas personas o grupos
están reclamando el acceso diferencial a las cosas y a los otros. Debido a esto, se pueden
hacer afirmaciones abstractas sobre los efectos de la territorialidad de lo que se puede decir
sobre la distancia, y más aún, debido a que la territorialidad es producto de un contexto
social, lo que sea dicho sobre esto, no importa cuán abstracto, puede tener implicancias
unidas a ella y de este modo puede guiarnos de vuelta un contexto social. Es importante
aclarar que estas implicancias normativas se refieren a los juicios que hace la gente sobre los
usos de la territorialidad. Un efecto de la territorialidad puede ser considerado por algunos
como bueno, o neutral o malo. La mayoría estará de acuerdo en que usar la territorialidad
para evitar que los niños tengan acceso a los platos en la cocina puede ser una estrategia
efectiva y hasta benigna. Aún para unos pocos esto puede ser engañoso porque los padres
no deben hacerles ver a los niños que objetos no se les permite tocar. Las implicancias
normativas que la gente le asigna a las acciones, y en este caso a las acciones territoriales,
son partes importantes de sus efectos. Un padre se puede dar cuenta que la territorialidad
es eficiente, pero puede no usarla porque cree que es engañosa. La teoría entonces debe tener
lugar para juicios éticos y normativos que pueden ser asignados por otros a los usos de la
territorialidad. Esto ayuda a con la sociedad. Sin embargo, la teoría en sí misma no
presentará procedimientos por los cuales uno pueda juzgar si una acción es, por sus propios
méritos, buena o mala.
Preservar a las descripciones de las tendencias neutrales y los significados normativos de las
combinaciones generales contribuye a separar la expresión de la teoría de la territorialidad
de teorías particulares del poder y la sociedad. Esto le permite a la territorialidad un
“espacio” intelectual de su propiedad y la preserva de convertirse en cautiva de una teoría
ética particular o de la teoría del poder. La segunda parte de la teoría comprenderá la
capacidad de esas tendencias para tener implicancias normativas y de este modo señalar
tipos particulares de contextos sociales que las puedan emplear. Es así como esta teoría
puede ser reconectada a casos históricos específicos y a las teorías del poder,
Teoría parte I. Diez tendencias de la territorialidad
Por definición, la territorialidad, en tanto afirmación del control, es un acto consciente,
aunque no necesariamente la persona que ejerce la territorialidad tiene que ser consciente
de que existen los diez potenciales o tendencias de estos efectos. (...) De hecho, las tres
primeras -clasificación, comunicación y afirmación- pueden ser consideradas lógicamente
(aunque no empíricamente) previas a las otras. Son las bases por medio de las cuales se
interrelacionan las otras siete potencialidades de la territorialidad, y alguna o la totalidad de
las diez pueden ser razones para su uso. Aun cuando las primeras tres no son importantes
como razones en algunos casos, deben estar presentes porque son parte de la definición. En
otras palabras, la territorialidad debe proveer clasificación, comunicación y reafirmación,
pero puede ser “causada” por una o varias o las diez tendencias. (...) La siguiente es una
lista de definiciones de las tendencias que una ilustración de sus interrelaciones. Sin
embargo, el orden en que están planteadas sugiere el modo en que algunas preceden a otras.

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1. La territorialidad involucra una forma de clasificación que es extremadamente eficiente
bajo ciertas circunstancias. La territorialidad clasifica, al menos en parte, por área más que
por tipo. Cuando decimos que esta área o habitación es nuestro, o está fuera de tu alcance,
estamos clasificando o asignando cosas a categorías tales como “nuestro” o “no tuyo” de
acuerdo a su localización en el espacio. No necesitamos estipular las clases de cosas que son
nuestras o no tuyas. De este modo, la territorialidad evita, en varios grados, la necesidad de
enumeración y clasificación por tipos y puede ser el único medio de ejercer el control si no
podemos enumerar todos os factores y relaciones significativos a los que tenemos acceso.
Este efecto es especialmente útil en la arena política, donde una parte de lo político es su
interés en las nuevas condiciones y relaciones.
2. La territorialidad resulta fácil de comunicar porque sólo requiere algún tipo de marcador
o señal, el límite. El limite territorial puede ser la única forma simbólica que combina
dirección en el espacio y una proposición acerca de la posesión o exclusión. Las señales de
camino y otras señales direccionales no indican posesión. La simplicidad de la territorialidad
para la comunicación puede ser una razón importante por la que es frecuentemente usada
por los animales.
3. La territorialidad puede ser la estrategia más eficiente para reafirmar el control, si la
distribución en espacio y tiempo de los recursos o cosas a ser controlados encaja entre la
ubicuidad y la impredecibilidad. Por ejemplo, los modelos sobre incursiones de los animales
han demostrado que la territorialidad es más eficiente para los animales cuando la comida
es suficientemente abundante y predecible en el espacio y el tiempo mientras que las
acciones no-territoriales son más adecuadas para la situación inversa. Se puede afirmar esto
mismo para algunas sociedades humanas cazadoras y recolectoras.
4. La territorialidad provee un medio para reificar el poder. El poder y la influencia no son
siempre tan tangibles como los ríos, las montañas, los caminos y las casas. Más aún, el poder
y similares son a menudo potencialidades. La territorialidad convierte a estos potenciales en
explícitos y reales al hacerlos visibles.
5. La territorialidad puede ser usada para desplazar la atención desde la relación entre
controlador y controlado hacia el territorio, como cuando decimos “es la ley de la tierra”
o “no podés hacer esto aquí”. Las asignaciones legales y convencionales de
comportamiento a territorios son tan complejas y sin embargo tan importantes y bien
entendidas en el individuo bien socializado que uno frecuentemente toma a esas
asignaciones como dadas y de ese modo el territorio aparece como el agente que hace el
control.
6. Al clasificar al menos en parte por área más que por tipo, la territorialidad contribuye a
que relaciones sean impersonales. La ciudad moderna es una comunidad impersonal. El
principio criterio de pertenencia es el domicilio dentro del territorio. La prisión y él lugar de
trabajo exhiben esta impersonalidad en el contexto de una jerarquía. Un guardia cárcel es
responsable de un conjunto de celdas en las que hay prisioneros; el dominio del guardia
como supervisor está definido territorialmente. Lo mismo es válido entre un capataz y los
trabajadores en una línea de ensamblaje.
7. Las interrelaciones entre las unidades territoriales y las actividades que abarcan pueden
ser tan complicadas que es virtualmente imposible revelar todas las razones para controlar

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actividades territorialmente. Cuando esto sucede, la territorialidad un medio general,
neutral, esencial por medio del cual se construye un lugar, o se despeja y mantiene un
espacio, para que las cosas existan. Muchos de los controles sobre cosas distribuidas en el
espacio se condensan en la visión de que las cosas necesitan espacio para existir. En realidad,
necesitan espacio en el sentido de que están localizadas y ocupan un área, pero la necesidad
es territorial sólo cuando hay cierto tipo de competición por las cosas (en el espacio). Lo que
ocurren es una competición por el espacio sino (más bien una competición por cosas y
relaciones en el espacio.
8. La territorialidad actúa como un contenedor o molde para las propiedades espaciales de
los eventos. La influencia y la autoridad de una ciudad, aunque esté ampliamente extendida,
está “legalmente” asignada a sus límites políticos. El territorio se convierte objeto al que
se le asignan otros atributos, como en- el caso en qué un territorio político es tomado como
una unidad de recepción de apoyo federal.
9. Cuando las cosas que deben ser contenidas no están presentes, el territorio está
conceptualmente “vacío”. De hecho, la territorialidad ayuda a crear la idea de un lugar
socialmente vaciable. Tomemos una parcela de tierra vacante en la ciudad. Se la describe
como un lote vacío, aunque no está físicamente vacío porque puede haber pasto y suelo. Es
vaciable porque carece de artefactos o cosas valiosas social o económicamente que se
pretendan poner bajo control. En este sentido, la territorialidad separa conceptualmente al
lugar de las cosas y luego los recombina como una asignación de lugares a cosas y cosas a
lugares. Como veremos, esta tendencia puede ser combinada con otras para formar un
componente extremadamente importante de .la modernidad - el espacio vaciable.
10. La territorialidad puede contribuir a generar más territorialidad y más relaciones para
moldear. Cuando hay más eventos que territorios o cuando los eventos se extienden por
áreas mayores que las de los territorios; se generan nuevos territorios para esos eventos. A
la inversa, puede ser necesario producir nuevos eventos para territorios nuevos y vacíos. La
territorialidad tiende a llenar espacios,
Estas son breves descripciones de las diez consecuencias que hipotetizamos que podrían
derivarse del uso de la organización territorial y que contribuirían a explicar las razones por
las que hay actividad territorial, como opuesta a la no-territorial. Una vez más, estas
tendencias no son independientes y su número preciso y definición no son tan importantes
como la cuestión de si circunscriben o no el dominio de sus efectos potenciales. No es
necesario usar todas en cada caso particular de la historia, y sus significados dependerán de
las condiciones históricas específicas de quien controla a quién, cómo y con qué propósitos.

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TERRITORIO, TERRITORIALIDAD Y MULTITERRITORIALIDAD:
APROXIMACIONES CONCEPTUALES

John Jairo Rincón García

Introducción
Se destaca en la actualidad, “… que el territorio es importante en los procesos de
planeación y desarrollo implementados por los gobiernos… [y] promovidos por
transnacionales a través de políticas públicas. [Pero] “¿…en qué contexto están
aconteciendo las políticas y las disputas territoriales? Lo que está en disputa es
desde un pedazo de tierra, donde la persona vive, en la comunidad, en el barrio,
hasta las formas de organización espacial y territorial de los campos, ciudades y
bosques, que constituyen los países.” (Mançano, 2009)
El territorio, comprendido sólo como un espacio de gobernanza, es utilizado como
una forma de ocultar los diversos territorios y garantizar el mantenimiento de la
subordinación entre relaciones y territorios dominantes y dominados. El territorio
comprendido por las diferencias puede ser utilizado para la comprensión de las
diversidades y la conflictividad de las disputas territoriales. (Mançano, 2009).
Al parecer, cotidianamente el territorio es empleado como sinónimo de tierra, espacio y en
no pocas ocasiones, de región. Sin embargo, su significado y composición conceptual dista
mucho de los significados con los cuales es referido analógicamente. En los siguientes
párrafos se presentará de manera muy general, un panorama conceptual sobre este término,
exponiendo algunas de las diversas conceptualizaciones que sobre él han sido efectuadas,
basándose principalmente en los siguientes autores: Rogério Haesbaert, Milton Santos,
Robert Sack y Bernardo Rodríguez Mançano.15
De forma preliminar vale la pena destacar que cada uno de los conceptos propuestos sobre
territorio depende en su formulación de diversas variables: concepción del mundo, intereses
y posición respecto de las relaciones de poder, así como de la postura filosófica y los valores
de quien lo construye, o en otros casos, de las preocupaciones e intereses académicos y/o
políticos del investigador, la comunidad o las personas (naturales o jurídicas) que lo refieran
(Haesbaert, 2009b). También del contexto histórico social en el cual se construye.
Algunos autores colombianos han definido el territorio partiendo de la base de que toda
relación social tiene ocurrencia en el territorio, expresándose en territorialidad, viendo el
territorio como el escenario de las relaciones sociales y no sólo como un marco delimitador

15El autor propone tres tipos de territorios: primero territorio, constituido como una totalidad por el territorio
Estatal y sus subdivisiones. El segundo territorio, conformado a partir de propiedades individuales o colectivas,
que configuran espacios de vida, tales como la casa por ejemplo o las propiedades en zonas rurales y urbanas.
Un tercer territorio, denominado territorio Inmaterial, relacionado con “…el control o dominio sobre el
proceso de construcción de conocimiento y sus interpretaciones… El territorio inmaterial
pertenece al mundo de las ideas, de las intencionalidades, que coordina y organiza el mundo
de las cosas y de los objetos: el mundo material.” (Mançano, 2009) La tipología de territorios aquí
presentada está organizada en dos formas, tres órdenes y tres tipos de territorio. Los territorios materiales e
inmateriales están representados en el primero, segundo y tercer territorio (fijos y flujos), considerando el
territorio como espacio de gobernanza, como propiedades y como espacio relacional. (Rincón, 2010)

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de las mismas o de un Estado soberano (Montañez & Delgado, 1998). Señalan ellos que el
territorio es un espacio de poder y de gestión del dominio, refiriéndose principalmente en
su caso, al Estado, pero también a grupos sociales, organizaciones y empresas locales,
nacionales y multinacionales. Refieren igualmente que el territorio es una construcción
social y su conocimiento, es el conocimiento de la producción social del territorio,
permitiéndose diferenciar la acción espacial de los actores y su capacidad para crear, recrear
y apropiarse del territorio (Montañez & Delgado, 1998), bien de forma hegemónica,
desigual, equilibrada y/o subordinada (Rincón, 2011).
Montañés y Delgado han referido igualmente las múltiples escalas del territorio y su
concurrencia en un espacio determinado, así como los intereses, percepciones, valoraciones
y actitudes territoriales de los actores, las cuales generan relaciones de cooperación,
complementariedad o conflicto. Resaltan igualmente que el territorio no es fijo, que cambia
a través de la historia y sus formas de organización territorial (Montañez & Delgado, 1998),
o en palabras de Raffestin, las estructuras territoriales se transforman (2009). Finalmente
han referido el sentido de pertenencia e identidad construido respecto del territorio y el
poder ejercicio en él (Montañez & Delgado, 1998).
En los enunciados precedentes se podría observar la concurrencia en el concepto de
territorio de múltiples dimensiones, que lo alejan significativamente de los conceptos de
tierra o que precisan mucho más el contenido de territorio respecto del concepto de espacio.
Sin embargo, a pesar de lo amplio de las referencias, éstas siguen siendo muy generales. Por
otra parte, han sido definidos conceptos disciplinares de territorio que desde múltiples
abordajes han tratado de responder preguntas y conceptualizar el territorio, fragmentando
la realidad y haciendo de este concepto integrador una herramienta con múltiples usos. La
filosofía lo ha definido como un producto físico y mental, social y sicológico, pero además
multiescalar. Los geógrafos se han concentrado en el territorio físico; la ciencia política en
las relaciones de poder sobre el espacio, hegemonizadas por el Estado, la economía lo ha
definido como fuente de recursos y base de la producción; desde la antropología se ha
concebido como un producto simbólico apropiado, representado y significado, y la sicología
ha dado prioridad a las dimensiones subjetivas y de identidad personal en su
conceptualización. Todas ellas o la mayoría, distinguen el territorio natural del territorio
social, la primera naturaleza, de la naturaleza apropiada, representada, socializada,
culturizada y dotada de sentido, es decir, del territorio socialmente construido (Haesbaert,
2007a).
El concepto de Territorio y sus perspectivas
Según Haesbaert existen cuatro núcleos conceptuales en torno a los cuales se han aportado
conceptos de Territorio, cada una de ellos representado por autores emblemáticos y con
categorías algunas veces diversas, otras complementarias. Siguiendo a Haesbaert, las
definiciones de territorio serían construidas en torno a concepciones naturalistas,
económicas, políticas y culturales, siendo predominantes las tres primeras; encuadrándose
a su vez todas ellas en dos dimensiones epistemológicas: idealistas y materialistas, dando
contenido al binomio Territorio – Territorialidad. Cada una de ellas puede dar vida a una
noción de territorio compleja e integradora, o parcial y fragmentada, dando prioridad al
enfoque disciplinar con el cual se intenten responder preguntas sobre las relaciones sociedad
– naturaleza, en tiempo y espacio determinados.

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Perspectiva Naturalista
Desde esta concepción el comportamiento y la acción humana sobre el territorio es
concebida bien desde la naturalidad del comportamiento humano o desde el instinto animal,
derivando esto en un marco de comprensión y análisis para las relaciones entre sociedad y
naturaleza, extrapolando las generalizaciones del comportamiento animal al mundo social
y humano, atribuyendo del campo biológico al social, multiplicidad de elementos que
permiten aspirar incluso a dirigir el comportamiento humano en el espacio desde la
manipulación genética.
Perspectiva Política
Desde la política, se concibe el territorio en virtud de las relaciones de poder establecidas
por la sociedad respecto del espacio, los recursos y la población. Si bien la dimensión política
fomentada principalmente desde la Ciencia Política y otras disciplinas hicieron hincapié en
el papel del Estado respecto del territorio, autores como Raffestin y Friedrich Ratzel hicieron
posible ver más allá del Estado la dimensión de lo político y las disputas por el poder respecto
del espacio. Para Ratzel, según Haesbaert, el territorio es el espacio cualificado de un grupo
humano, definido por el control político de un dado ámbito espacial. Este enfoque permitió
establecer una relación directa entre territorio y defensa.
Por otro lado, posibilitó incorporar una dimensión ligada al ámbito político: la jurídica, en
tanto se articulaba el control político de un territorio y la defensa, al Estado, agregándose
posteriormente otros actores sociales individuales y colectivos. En síntesis, el territorio
desde esta perspectiva es un espacio controlado y delimitado en el cual se ejerce poder por
parte del Estado o de otros actores, institucionalizados o no, en una sociedad determinada.
Esta perspectiva refiere la relación entre espacio y relaciones de poder.16
El control y la delimitación, así como la materialización de relaciones de poder en el espacio
derivan necesariamente en una disposición social o de un sector de la población para el
control de los flujos internos de ese territorio, regulando la circulación de personas, bienes
y recursos, así como el usufructo de los “recursos en ella contenidos”. Igualmente
controlar un área implica pensar en la protección de los límites establecidos como de la
salvaguarda de todos aquellos procesos externos al área, pero que la afectan directa o
indirectamente. En este sentido, se conjuga lo físico - material con lo simbólico, entrando en
el campo de la territorialidad (Sack, 1983a) (Sack, 1986b). Sin embargo, vale la pena señalar

16Con relación al poder, señala Haesbaert, que no se trata de estudiarlo en sí mismo. Se trata, desde la
perspectiva de Michel Foucault, de estudiar cómo el poder se adquiere y se ejerce a partir de innumerables
puntos: “Las relaciones de poder no están en posición de exterioridad en lo que se dice respecto
a otros tipos de relaciones (económicas, sociales, etc.) más son inmanentes a ellas. El poder
[también] viene de abajo no hay una posición binaria y global entre dominador y dominados.
Se parte de la base establecida por Foucault en la que el poder no es un objeto o una cosa, sino
una relación social desigual que no se caracteriza por tener un centro unitario del cual emane
el poder como lo pudieran sugerir algunas teorías marxistas ortodoxas al atribuir al Estado
esta realidad. Desde esta perspectiva el poder también es productivo: fábricas, prisiones,
sexualidad, etc. Desde esta concepción del poder, la noción de Territorio en Raffestin se torna
bastante amplia, definiéndolo como la prisión que el hombre construye para sí, o como el
espacio socialmente apropiado, producido, dotado de significado. La idea de control del
espacio es bastante evidente a través del término prisión. Sin embargo, el territorio no la
territorialidad, no se restringe a un conjunto de relaciones de poder, o mejor, pues la noción
en Raffestin es tan amplia que incluye también la propia naturaleza económica y simbólica del
poder.” (Haesbaert, 2007a).

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que la noción de territorio en Sack es tan amplia que abarca el nivel personal: desde una
habitación, al internacional, nunca restringido como hacen algunos científicos sociales, al
nivel del Estado nacional.
Perspectiva Económica
En este enfoque, se define el territorio como fuente de recursos, o desde una perspectiva
Marxista, como base y producto de las relaciones sociales de producción desenvueltas en un
tiempo y espacio históricamente concretos. Maurice Godelier en su texto Lo ideal y lo
material, (1992) define el territorio a partir del “… control y usufructo de los recursos,
de una porción de la naturaleza y del espacio, sobre la cual una sociedad
reivindica y garantiza a todos o una parte de ella los derechos de acceso, control
y uso respecto a parte o a la totalidad de recursos que se encuentran en su
espacio, y que la sociedad desea y es capaz de explotar...” (Haesbaert, 2007a)
denotando una relación entre sociedad y naturaleza, pero a la vez entre espacio e identidad
social; extendiéndose con esto último hacia la perspectiva cultural que permite articular la
dimensión materialista de la economía y de la política, con la simbólica – idealista de la
cultura.
Sin embargo, es importante distinguir en esta concepción las formas de construcción del
territorio respecto del control y uso de los recursos, pues pueden existir estructuras
territoriales inflexibles y excluyentes y, a la vez, estructuras territoriales flexibles en los que
el uso es permitido a varios actores, grupos o comunidades de forma simultánea, sin que
medie la exclusión ni la exclusividad.
Según Santos, en una perspectiva económica, el uso económico del espacio es el que permite
la configuración del territorio. Para él, el territorio es el espacio usado, apropiado (Santos,
2005) (Haesbaert, 2007a). En una sociedad ordenada en torno a relaciones capitalistas de
producción y en el caso particular de América Latina de capitalismo dependiente, el
territorio usado encierra una doble connotación: territorio como abrigo y como recurso,
según el grupo social que lo use. Para los actores hegemónicos, el territorio será
prioritariamente un recurso, mientras que para los subordinados tendería a ser abrigo,
derivando esto en la construcción de valores socio culturales superiores o complementarios
a lo económico.
Esta construcción permitiría revelar la estructura global y la complejidad territorial de un
sistema de relaciones sociales de producción, fundamentado en la ciencia, la tecnología y la
técnica, así como en las tecnologías de la información y la comunicación, configurándose a
partir de esto, un sistema de objetos y un sistema de acciones que, interactuando, darían
cuenta del espacio humanizado y de las estructurales territoriales configuradas en
contigüidad, en red o de forma jerarquizada. Bien sea a partir de la democracia o de forma
vertical en sistemas políticos autoritarios o, por ejemplo, mediante la cooptación y/o
instrumentalización, sometimiento y/o subordinación de lo público por lo privado y el
interés particular (Rincón, 2011), encerrando funcionalidades diferentes, divergentes u
opuestas, en dinámica dialéctica entre fuerzas productivas y relaciones sociales de
producción. Dependiendo de esto, la articulación de los lugares, permitiría la configuración
de territorios zona, territorios red, territorios jerarquizados, entre otros, resaltando flujos,
movimiento, conexión y dinámica, en oposición a una concepción de territorio estático
(Santos, 1996) (Santos, 2000) (Santos, 2005). Según Santos, el territorio no es una
pág. 83 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
producción ahistórica. Cambia y se transforma en virtud de las dinámicas y procesos
dialécticos de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción, de las
innovaciones tecnológicas y de la técnica. En este sentido, lo que se analiza al estudiar el
territorio es su uso, no en sí misma la primera naturaleza (Mançano, 2009).
Perspectivas culturalistas
Resultante de procesos subjetivos e intersubjetivos, el territorio en esta perspectiva es
producto de la apropiación y semantización del espacio, siendo dotado de significado y
sentido; expresándose este proceso a través de símbolos con significado contextual y socio-
histórico específico, siendo agenciado este proceso por un grupo social en un espacio
determinado. El territorio es entonces, el espacio vivido y significado.
Para algunos autores como Haesbaert y Godelier, el territorio cultural podría preceder al
territorio económico y político, en tanto está revestido de valores espaciales que trascienden
lo material y la concepción del territorio como recurso, alimentándose de elementos éticos,
estéticos, espirituales, simbólicos y afectivos. Santos, al hacer referencia al espacio, lo
vincula con la razón y la emoción, es decir, con la dimensión sensible y emotiva del ser social
de los seres humanos (Santos, 2000). Para José Luis García (1996) el territorio desde la
perspectiva cultural es semantizado, culturizado y socializado; es un texto en el que la idea
media la relación entre sociedad y naturaleza. (García, 1996) (Haesbaert, 2007a)
Godelier destaca en la dimensión cultural del territorio la importancia de los elementos
inmateriales y simbólicos, resaltando la apropiación simbólica del territorio por parte de una
sociedad, comunidad y grupo, incluso de personas e individuos. Visto así, el territorio sólo
sería comprensible a partir de los códigos culturales en los cuales se inscribe (Haesbaert,
2007a). En esta perspectiva, en la medida en que el espacio es apropiado, semantizado y
significado a través de la historia y mediante la socialización, va surgiendo el territorio y se
va configurando la territorialidad, produciendo una díada inseparable a partir de la cual el
territorio se vincula con la construcción de identidad, sea esta política, religiosa, espacial,
social y cultural, o todas simultáneamente, a partir de lo cual, se pertenece, no se pertenece,
se excluye, lo habitamos, lo guardamos; no solamente lo poseemos. Ahora bien, según
Haesbaert (2007), no todo espacio apropiado y dominado se transforma en territorio. Para
que ello suceda, sería necesario la confluencia de múltiples procesos y la materialización
tanto de las dimensiones físico–materiales de su construcción como de las simbólicas.
Estas dimensiones ligadas a los elementos físico–materiales, darían vida a la territorialidad,
la cual, al igual que el territorio, no podrían ser explicadas en sí mismas a partir de la primera
naturaleza, del primer territorio, del territorio físico en tanto, “… no son las
características físicas del territorio las que generan o determinan la creación
del signo y de la semántica…” (Haesbaert, 2007a), sino las relaciones sociales y la
relación sociedad–naturaleza, en un tiempo y espacio determinados.
Y ¿qué es eso de la Territorialidad?
De manera específica, la territorialidad es definida por Sack como “la tentativa, por un
individuo o grupo de dirigir/afectar, influenciar o controlar personas,
fenómenos y relacionamientos, por la delimitación y afirmación del control
sobre un área geográfica. Esta área será llamada territorio…” (Haesbaert, citando
a Sack, 2007: 87), Raffestin define Territorialidad como […] “el conjunto de relaciones
pág. 84 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
establecidas por el hombre en cuanto perteneciente a una sociedad, con la
exterioridad y la alteridad17 a través del auxilio de mediadores o instrumentos”
(Raffestin, 2009) (Haesbaert, 2007a).
Desde esta lógica “[…] el territorio se vuelve el instrumento de todos aquellos
que pretenden algún tipo de estandarización interna en este territorio, y de
clasificación en la relación con otros territorios. Todos los que viven dentro de
sus límites, tienden así, en determinado sentido, a ser vistos como iguales,
tanto por el hecho de estar subordinados a un mismo tipo de control (interno
al territorio) cuanto por la relación de diferencia que, de alguna forma, se
establece entre los que se encuentran en el interior y los que se encuentran
fuera de sus límites. Por eso toda relación de poder espacialmente mediada es
también productora de identidad, pues controla, distingue, separa y al separar,
de alguna forma nombra y clasifica los individuos y los grupos sociales. Y
viceversa: todo proceso de identificación social es también una relación
política, accionada como estrategia en momentos de conflicto y/o negociación”
(Haesbaert: 2007; 89).
Sack resalta de forma particular, el cuidado que se debe tener al asociar de manera mecánica
cambios políticos y económicos con cambios territoriales. Así como la cultura, la tradición y
la historia median los cambios económicos, ellas también median el modo como las personas
usan la territorialidad y el modo como ellas valorizan la tierra. En síntesis, “la
territorialidad como un componente del poder no es apenas un medio para
crear y mantener el orden, pero es una estrategia para crear y mantener gran
parte del contexto geográfico a través del cual nosotros experimentamos el
mundo y lo dotamos de significado” (Sack, 1983a) (Haesbaert: 2007; 90).
Sin embargo, algunos autores asocian la territorialidad desde la perspectiva biológica, con
el instinto animal del ser humano. A pesar de esto, la territorialidad está asociada
regularmente a fenómenos políticos y socioculturales tales como la identidad social, la cual
está referida necesariamente al territorio, siendo definida incluso como una estrategia
racional para el ejercicio del poder sobre el territorio.
La territorialidad se encuentra por tanto vinculada más al plano simbólico-cultural, o, en
otras palabras, a la dimensión idealista del territorio, componiendo una diada que en
comprensión y análisis no puede ser separada: territorio y territorialidad son un binomio
que separados darían una percepción fragmentada de la realidad y de las dinámicas y
conflictos sociales. La territorialidad permite evidenciar las cualidades simbólicas y
culturales del territorio, estudiar y comprender la semantización del espacio, es decir, su
apropiación y representación simbólica y cultural a través de la actividad humana, del
trabajo, de la guerra, de la economía y de la política, igualmente, los procesos de
identificación territorial. También de las relaciones sociales de producción (Rincón, 2011).
Según Sack, existirían cuatro dimensiones de la territorialidad: el control (flujos,
conexiones, transito, movimiento), la coerción, la comunicación y las fronteras, permitiendo
esto una clasificación por área o por zona (o incluso, la configuración de un territorio y una
territorialidad en red). La comunicación permitiría el control y el flujo de información, tanto

17 Condición de ser otro. Nota del autor.

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al interior del territorio como de la frontera de éste hacia el exterior, y el control mismo de
la frontera de cara a los intentos y tentativas agenciadas por los actores, por mantener el
control de un área como de los objetos, acciones y personas localizados dentro de ella. E
incluso, fuera de ella (Haesbaert, 2007a) (Sack, 1983a) (Sack, 1986b). En este contexto, el
territorio sería un instrumento para la construcción de la territorialidad y viceversa. La
identidad configurada en diversos planos, respecto del territorio, sería a la vez un
mecanismo político que se accionaría por parte de grupos sociales en determinados
momentos de la historia y de conflicto, permitiendo controlar, identificar, separar,
distinguir, adherir, nombrar, negar (Haesbaert, 2007c) (Sack, 1986b).
Según Haesbaert y Sack, la forma más clara de territorialidad se expresa en el
reconocimiento jurídico de territorios, siendo uno de ellos el de la propiedad privada
(individual y colectiva) de la tierra. La territorialidad se expresa a través de relaciones de
poder, mediando las relaciones entre espacio y sociedad. Dependiendo de los grupos
sociales, como de las relaciones y conflictos económicos, políticos y culturales establecidos
entre ellos y el espacio, podría existir una diversidad territorial, o en palabras de Haesbaert,
una multiterritorialidad, la cual implicaría: diversos grados de acceso y control de las
personas, los recursos, las cosas, las relaciones… (Haesbaert, 2007c)
De las concepciones tradicionales a la multiterritorialidad
Según Haesbaert, “... el territorio puede ser concebido a partir de la imbricación
de múltiples relaciones de poder. Del poder más material de las relaciones
económico – políticas, al poder más simbólico de las relaciones de orden
estrictamente cultural, resaltando que se trata de una concepción de poder no
concebida como propia materialidad, pero sí en términos de Foucault, a partir
de las formas como el poder es ejercido, producido, o que el poder produce”
(Haesbaert, 2009b).
Siguiendo a Haesbaert, si “...todo el territorio se define conjugando procesos más concreto-
funcionales (donde predominan procesos de “dominación siguiendo de forma genérica la
proposición de Lefebvre para la producción del espacio) y simbólico – identitarios (más
evidentes en procesos de “apropiación”), o en otras palabras, si en el espacio se incorpora
siempre, de alguna forma, una dimensión identitaria, no todo territorio necesita tener una
clara y preponderante carga simbólico– identitaria en su constitución. Aunque, tal vez se
debiera reconocer que en la mayor parte de los procesos de territorialización dentro de la
lógica capitalista se priorizan las problemáticas materiales y funcionales del territorio,
aunque hoy, en una sociedad del espectáculo cada vez estén más permeadas por la
valorización simbólica” (Haesbaert, 2009b).
En este orden de ideas, no existiría un territorio homogéneo, ni mucho menos una sola
territorialidad, a pesar de que sean evidentes territorialidades hegemónicas.
El libro titulado Ejes Políticos de La Diversidad Cultural (Zambrano, 2006) se ocupa se
indagar por las implicaciones socio-políticas y culturales derivadas en Colombia de la
Constitución Política de 1991 y del reconocimiento de la multiculturalidad como elemento
esencial de la nacionalidad y de la nación colombiana. Uno de los capítulos del libro es

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dedicado a explorar y analizar las dimensiones socio-territoriales de este proceso.18 De
hecho, es de los pocos estudios que se ocupa de la relación entre cultura y espacio desde una
perspectiva integracionista, vinculando aspectos socio políticos, económicos y culturales,
abordando además los conflictos territoriales entre la población rural, distinguiendo además
las minorías étnicas, que en el caso de algunas sub-regiones y localidades del sur del país,
concretamente en el Cauca, son mayoría poblacional.
Estudiar el territorio según Zambrano, implica mirar históricamente las luchas sociales y los
procesos de reconfiguración de identidades y territorios. Según él, el territorio y la
territorialidad son construcciones de la identidad y la cultura, en las que el papel de lo étnico
y de la etnicidad, en contextos de conflicto armado, cambio socio-cultural y de políticas
sociales se vuelven importantes, para territorios culturalmente diversos y variados.
Simultáneamente, señala el autor, que la promulgación de la Constitución Política de
Colombia en el año de 1991, introdujo cambios y expectativas territoriales en la población
indígena y afrocolombiana, que derivaron en transformaciones cualitativas de la lucha por
la tierra en Colombia. Según Zambrano, de la lucha por la tierra se transitó a la lucha por el
territorio, la pertenencia territorial y el desarrollo, además de generarse demandas sobre el
espacio en contextos altamente conflictivos (Zambrano, 2006). Sin embargo, como señalaba
Sack, estos cambios político jurídicos no implican necesariamente la transformación de las
lógicas y dinámicas territoriales, pero efectivamente las afectan y/o influencian.
Partiendo de la construcción social del territorio como referente conceptual, Zambrano
propone que el territorio colombiano se fue creando como un espacio diversificado con
territorios y territorialidades plurales, sobre los cuales terminaron predominando aspectos
económicos y político-administrativos.
Por ejemplo, “… al entenderse el territorio como región económica, la capacidad
antropológica quedo invisible, pues todos los recursos que se producen en el
ámbito se percibieron como naturales (inclusive los desarrollos urbanos).
Cuando esta perspectiva fue puesta en uso, el campesino, el poblador de la
ciudad, emergen ausentes de cualidades culturales, les son enajenados los
sentidos de pertenencia y los territorios en los que viven son asumidos como
entidades fiscales” (Zambrano, 2006). A juicio de Zambrano, desde la concepción de la
construcción social del territorio existen en Colombia diversas expresiones territoriales:
resguardos indígenas, asentamientos afrocolombianos y mestizos, así como aquellos
derivados del ordenamiento político administrativo del Estado: departamentos y
municipios. Así mismo, existen formas jurisdiccionales o territoriales que generan conflicto
desde los agentes sociales, los cuales imponen autoridad buscando la propiedad del suelo, la
construcción de un sentido de pertenencia y el dominio sobre el territorio. Estos conflictos
imponen límites a la administración política, al dominio territorial como a los conflictos
mismos, así como a las dinámicas políticas y culturales (Rincón, 2010).
Para el autor, las disputas y conflictos configuran lo que Zambrano denomina Campo
territorial a través del cual se podrían estudiar las luchas sociales por el territorio, en tanto
el territorio permite evidenciar las disputas y luchas territoriales a través de las cuales se
intenta imponer un dominio. Las disputas por la territorialidad serían el motor de la lucha,

18 El mismo tema había sido objeto de reflexión del autor en el año 2001, siendo publicadas sus reflexiones en
el Boletim Goiano de Geografía. (Zambrano, 2001)

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expresada en algunos casos en la conducción política y la gobernabilidad. Estos aspectos,
subraya Zambrano, permitirían por ejemplo que la lucha por la tierra se desplace hacia la
lucha territorial. En la lógica territorial el sentido de la dominación de la propiedad se
desplaza hacia el dominio político cultural y la pertenencia al territorio, generando conflictos
por la apropiación, la propiedad y el significado del territorio entre las comunidades rurales
y urbanas, entre la población indígena, la campesina y la afrocolombiana (Rincón, 2010).
Para Zambrano, las luchas por el territorio se producen cuando están en disputa relaciones
y percepciones diferentes sobre la pertenencia al dominio y la soberanía de un espacio–
territorio. Esto puede ser explicado a partir del concepto de territorio plural, el cual es
definido como un espacio de tensión entre jurisdicciones (territorialidades) que demandan
acción propia y ejercicios de gobierno en el territorio (Zambrano, 2006).
“Como los pueblos son diversos étnica, política y culturalmente, las nociones
de espacio varían de pueblo a pueblo, de nación a nación, de Estado a Estado.”
(Zambrano, 2006) Esta idea permite al autor hablar de dos conceptos: pluralidad de
territorios y territorios plurales. La pluralidad territorial indica la multiplicidad, la
diferenciación y el conjunto de lugares y/o espacios que pertenecen una misma estructura,
producto del cambio o de un proyecto común, o a un mismo plano de organización espacial.
Por el contrario, los territorios plurales, abarcan la diversidad territorial, además de los
espacios terrestres ocupados por comunidades y construidos con sus representaciones, las
cuales buscan legitimar la jurisdicción (territorialidad) sobre los habitantes y configurar las
relaciones sociales entre las diferentes percepciones que sobre el dominio del territorio
puedan tener los pobladores (Zambrano, 2006) (Rincón, 2010).
Los territorios plurales permiten percibir en cada unidad de lo múltiple, la pluralidad de las
percepciones territoriales estructuradas y estructurantes, además de los procesos de
estructuración territorial en curso. El concepto de territorios plurales ayuda a pensar en las
estrategias del espacio y en la configuración territorial objetivada por la presencia social,
política, cultural y económica diversa y conflictiva sobre la cual se soporta la producción del
espacio en lo local, lo regional y lo nacional (Zambrano, 2006) (Rincón, 2010).
A juicio de Zambrano (2006),
(…) los esfuerzos adelantados hasta ahora para comprender las dinámicas
territoriales, mantienen una fuerte conexión con la tierra, hecho que perjudica la
adecuación del entendimiento de la lucha por el ordenamiento territorial. A un
problema nuevo se le analiza con conceptos antiguos, y en ese sentido el ámbito
cultural introducido por la Constitución Política de Colombia de 1991, no generó
transformaciones culturales para abordarlo. Los análisis siguen atados a la lucha
por la tierra y no dan cuenta del dominio territorial, impidiendo un cambio
interpretativo en este tipo de problemas.
Según Zambrano, hasta que se produzca la lucha por el ordenamiento territorial no se tendrá
otro sentido y no se encontrará razón de ser en la lucha territorial. “Y en lugar de avanzar
en la confrontación de la hegemonía cultural imperante, tanto del Estado como
de los grupos armados, se estará condenada a reproducirla” (2006).

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Reflexión final
El territorio es un concepto complejo, en tanto la realidad que lo fundamenta, lo es. Si bien,
las diversas perspectivas presentadas intentan hacer énfasis distintos, podría afirmarse que
las dinámicas sociales de construcción y producción territorial se mueven entre ámbitos
físico–espaciales de carácter material y dimensiones simbólicas, culturales e identitarias,
insertas todas en dinámicas de poder y en momentos histórico concretos, al igual que
encuadrados en relaciones sociales de producción históricamente determinadas.
Se puede afirmar entonces que la noción de territorio conjuga desde una perspectiva
integradora: la naturaleza (o primer territorio), lo político–jurídico y lo económico, al igual
que lo simbólico cultural. Complementariamente, lo territorial no puede ser entendido,
explicado y transformado, si no se incorpora la dimensión simbólica y cultural, es decir, la
territorialidad. La producción del territorio entonces, es un proceso social e histórico,
mediado por el conflicto social, a partir del cual la sociedad, grupos sociales o personas
(naturales y jurídicas), se apropian, se identifican, dotan de significado y usan, una porción
del espacio, tendiendo a su control, dominación, regulación, usufructo, administración,
representación simbólica y construcción de identidad, a través de dinámicas políticas,
económicas y culturales, medidas todas ellas por el ejercicio del poder y en no pocos casos,
la coerción y la violencia. Este proceso podría producir lógicas y dinámicas de
territorialización, desterritorialización o incluso de re-territorialización, así como de
segregación socio espacial, expulsión poblacional, dominación y hegemonía. También
podrían producir dinámicas en las que se construyen estructuras territoriales flexibles, en
las que se comparte uso, usufructo y regulación, sin la mediación de relaciones hegemónicas
y/o verticales. O en otros casos, produciría, en palabras de Mançano, territorios de
resistencia (Rincón, 2011).
Para el estudio del territorio se deben distinguir o llevar en cuenta múltiples aspectos,
dependiendo de si se asume una perspectiva integradora o fragmentada. Entre algunos de
ellos, es importante considerar: ¿quién construye el territorio? ¿Individuos, grupos sociales,
sociedades, Estados, empresas, instituciones? Los objetivos y mecanismos del control social
y ejercicio del poder a través de la territorialización; las estrategias y prácticas de
territorialización según grupos sociales, género, etnia, edad, clase, entre otras variables
(Haesbaert, 2007c). Sin olvidar las preguntas sobre la construcción simbólica y cultural del
territorio.
Pero a pesar de esto, siempre estará presente la concepción que sobre el territorio se tenga;
los intereses, necesidades y preguntas de investigación en el caso académico. En este

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sentido, es fundamental entender que un territorio no es homogéneo y que en la medida que
las sociedades existan diferencias y desigualdades, a la vez que identidades, conflictos y
contradicciones, el territorio y la territorialidad pueden ser múltiples, en tanto los procesos
de construcción social del territorio, mediados por los conflictos, así lo evidencian (Rincón,
2011).
En el caso de la sociedad colombiana y, específicamente, en el de un sector importante de la
población rural (e incluso urbana), sus expectativa y derechos consuetudinarios respecto del
territorio, al igual que sus luchas, ligadas recientemente en algunos casos a las
transformaciones sociopolíticas del país, han hecho posible el reconocimiento jurídico de
derechos territoriales a los pueblos indígenas y a las comunidades afrocolombianas, dejando
en espera a los campesinos respecto de su reconocimiento socio-cultural y de sus
expectativas territoriales. Esta tal vez es una de las tareas pendientes, de cara a las políticas
de ordenamiento territorial que permitan contrarrestar el ordenamiento de facto que a
través de la planificación y la violencia se ha generado en las zonas rurales y urbanas. Es
imperativo que la sociedad entienda que el territorio para los pueblos indígenas, las
comunidades negras y afrocolombianas, como para la mayoría de la población urbana
también significa abrigo, vida y en otros casos, madre; que se comprenda que se han
construido valores espaciales que trascienden la representación y concepción del territorio
como recurso o mercancía y que además de esto, se aspira por parte de ellas, a tener un lugar
digno no sólo en la sociedad, sino en el territorio.
Tal vez, uno de los mayores retos de nuestra sociedad en un contexto de conflicto, es el de
permitir que las dimensiones culturales y sociales de la población tengan expresión espacial
y territorial. Por ejemplo, que la “sociedad rural” o mejor, la población rural (y urbana)
tenga la posibilidad de ser, estar, tener y hacer, asumiendo el conflicto como expresión de
inequidades, desigualdades y contradicciones socio-espaciales, económicas y políticas.
Asumiendo como sociedad que las llamadas víctimas del conflicto, antes de ser nominadas
como tales, tenían identidades socio territoriales construidas y eran identificados como
campesinos/as, indígenas y afrocolombianos/as. Buscando como sociedad, que a pesar de
los intereses mezquinos de pocos (nacionales y extranjeros), la equidad y la justicia social se
expresen territorial y espacialmente, pensando en el conjunto de población, pero a la vez
reconociendo la diversidad social, cultural y política; contribuyendo con esto a la resolución
de necesidades y al bienestar de la población, la resolución de los conflictos (pasados y
presentes) y la salvaguarda de nuestro patrimonio ambiental y socio cultural (Rincón, 2011).

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TEMA Nº 22

CONTRIBUCIONES AL ANÁLISIS DEL CONCEPTO DE ESCALA COMO


INSTRUMENTO CLAVE EN EL CONTEXTO MULTIPARADIGMÁTICO DE LA
GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Cristina Ofelia Valenzuela

Introducción
La selección de una escala como punto de partida del trabajo geográfico determina la
relevancia de los fenómenos, su impacto y significado, y supone considerar a la escala elegida
como la más apropiada, al mismo tiempo que se presenta como inevitable e implícita a todo
estudio que parta de acontecimientos específicos que suponen coordenadas
espaciotemporales concretas.
El concepto de escala ha sido tradicionalmente asociado al nivel de generalización. A medida
que se toma distancia de la realidad, se generaliza, siendo posible establecer niveles de
análisis. Gutiérrez de Manchón y De Civit (1993:14) señalan que “La escala o nivel de
resolución es un fenómeno consustancial a todo análisis geográfico, ella
condiciona la profundidad de los temas abordados”. Sin embargo, y a pesar de su
innegable importancia en la Geografía, Gutiérrez Puebla (2001:89), resalta acertadamente
que “se ha teorizado sorprendentemente poco sobre la escala en comparación
con lo que se ha teorizado sobre otros conceptos como lugar y espacio” (Howitt,
1998). Posiblemente sea el creciente interés por la interacción entre los procesos globales,
regionales y locales, lo que renueve la reflexión geográfica sobre las escalas espaciales y
temporales.
El objetivo de este trabajo es contribuir a la discusión sobre el tema, subrayando la
importancia de las conceptualizaciones sobre las escalas espaciales y su aplicación en las
distintas corrientes del pensamiento geográfico contemporáneo.
Las definiciones de escalas geográficas
Gutiérrez Puebla (2001:90) señala la necesidad de distinguir en primera instancia a la escala
como categoría ontológica y como categoría epistemológica. En la primera, la idea de escala
se asocia a la perspectiva que adopta el ser humano para aprehender y contextualizar la
realidad; en la segunda, la escala significa la adopción de un nivel (magnitud, dimensión) a
partir del cual se ha de analizar la realidad.
Para precisar el concepto y los alcances del término “escala” este autor establece cuatro
concepciones: la escala como tamaño, como nivel, como red y como relación. La primera se
corresponde con la escala cartográfica, y establece órdenes de magnitud y de nivel de detalle
o resolución. El segundo concepto alude a la escala como nivel jerárquico (local, nacional,
global), mientras que la escala como red rechaza la idea de escala asociada a determinadas
áreas y niveles y plantea la idea de redes de agentes que operan a distintos niveles y
profundidades de influencia. Por último, el concepto más rico y de mayor potencial para el
análisis geográfico es la escala como relación, apoyada en la idea de que cuando se cambia

pág. 91 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


de escala, los elementos que se contemplan pueden ser básicamente los mismos; lo que
cambia son las relaciones entre ellos y el modo en que destaca el papel que juegan algunos
de esos elementos en las distintas escalas, donde adquieren una importancia distinta. Esta
relatividad en la visión de un mismo hecho desde distintas escalas genera “conflictos
verticales” (entre la escala local con la regional y ésta con la nacional) y “conflictos
horizontales” (entre localidades, entre regiones, entre naciones; Ibid.).
La escala como tamaño puede ser definida por el número de veces que la realidad es reducida
para su consideración. Es el concepto de escala cartográfica, en la cual esa reducción se
expresa mediante una fracción, por ejemplo 1: 500 000, donde 1 es la realidad y 500 000 es
el número de veces en que la realidad ha sido reducida para su representación cartográfica.
Estas últimas se denominan planos (de 1:1 a 1: 10 000) cartas de 1: 10 001 a 1: 500 000 y
mapas de 1: 500 001 en adelante, y las escalas se clasifican según el grado de detalle que
admitan en la representación. Los planos tienen grandes escalas que permiten un mayor
grado de detalle, los mapas tienen escalas pequeñas por su menor grado de detalle.
La escala como nivel jerárquico implica admitir que entre la escala mundial y la puntual
existen toda una gama de niveles insertos unos en otros y asociados muchas veces a las
divisiones políticas. Estos niveles son generalmente denominados como supranacional,
macro, meso, micro y puntual (Bozzano, 2000:71). Dice Ortega (2000:509).
… entre lo local y el espacio terrestre, el espacio geográfico se configura como
instancias o sistemas de relaciones cambiantes. En su materialidad las
denominamos sistema-mundo, “mercado mundial”, Estados, regiones, lugares,
terrazgos, ciudades, mercados locales, lugares centrales, periferias, áreas
industriales, centro urbano, city, suburbio, barrio, aldea, ciudad dormitorio,
conurbación, megalópolis, entre otros muchos términos, que definen la trama
conceptual de la Geografía (Brunet et al., 1993). Constituyen la materialidad del
discurso geográfico y son los elementos, el material con el que construimos la
imagen compuesta del espacio geográfico como un “conjunto de conjuntos” o clases
que se interpenetran... Cada ámbito define y constituye un espacio geográfico, pero
forma parte, a su vez, de otros espacios geográficos, y engloba o vincula espacios
geográficos específicos.
Al nivel escogido se revelan distintas realidades. Al respecto Gutiérrez de Manchón y De Civil
(1993:14), resaltan a la pequeña y a la gran escala, las cuales pueden ser identificadas por
sus cualidades. Las de la primera son información estructurante, datos agregados,
fenómenos latentes, tendencia a la homogeneidad y al modelo, valor de la organización y
comunicación. En tanto que la gran escala se caracteriza por la información factual, datos
individuales o desagregados, fenómenos manifiestos, tendencia a la heterogeneidad,
valoración de lo vivido y de lo existencial.19 Dentro de la conceptualización de la escala como
red y como relación, Santos (2000:122) propone una interesante y original alternativa: en
lugar de partir de una escala referida a una porción del espacio, aplica la noción de escala a
los acontecimientos (Santos, 2000:122),20 siguiendo dos acepciones: la primera es la escala

19 Citado de Racine, J. B. et al. (1980), “Echelle et action, contributions a une interpretation de


mecanisme de l ´echelle dans la practique de la geógraphie”, en Geographica Helvética, no. 5.
20 De acuerdo con Santos: cada autor califica el vocablo (acontecimiento) en el interior de su sistema de ideas.

Allí donde Lefebvre escribe la palabra momento, Bachelard habla de instante y Whitehead de ocasión. Para

pág. 92 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


del “origen” de las variables involucradas en la producción del acontecimiento. La segunda
es la escala de su impacto, de su realización.
Los acontecimientos no se dan aisladamente, sino en conjuntos sistémicos –verdaderas
“situaciones”– que son cada vez más objeto de organización en su instalación, en su
funcionamiento y en el respectivo control y regulación. De esa organización dependerán, al
mismo tiempo, la duración y la amplitud del acontecimiento. Del nivel de organización
depende la escala de su regulación y la incidencia sobre el área, en el que tiene lugar el
acontecimiento (Ibid.:126).
Además, los acontecimientos históricos no se dan aisladamente. Esto se traduce en dos tipos
de solidaridad. El primer tipo tiene como base el origen del acontecimiento, su causa
eficiente, cuya incidencia se produce, al mismo tiempo, en diversos lugares, próximos o
lejanos. Se trata aquí de acontecimientos solidarios, pero no superpuestos: su vinculación
procede del movimiento de una totalidad superior a la del lugar en el que se instalan. El otro
tipo de solidaridad tiene como base el lugar de la objetivación del acontecimiento, su propia
geografización. Aquí los diversos acontecimientos concomitantes son solidarios porque
están superpuestos y ocurren en un área común. En el primer caso se tiene la escala de las
fuerzas operantes y en el segundo, el área de incidencia, la escala del fenómeno.21
Así, la escala de origen del acontecimiento se relaciona con la fuerza de su emisor. Es poco
probable que el gobernador de un Estado o el intendente (alcalde, administrador comunal)
de un municipio tengan condiciones para generar otra cosa que acontecimientos regionales
o locales, respectivamente. “Mientras tanto, en el ámbito geográfico de una región
o de un lugar, las escalas superiores de acción están frecuentemente enviando
vectores. Estos vectores de diferentes niveles jerárquicos, se combinan para
construir solidariamente “un área común de incidencia, que es su escala de
realización”.
La complejidad se acrecienta al considerar las escalas temporales diferenciales de los
elementos involucrados en la realidad observable a escalas variables. Como señala Bozzano
(2000:45):

Russell un hecho resulta de una serie de instantes..., siendo el instante una estructura compuesta por una
selección adecuada de acontecimientos. Cada acontecimiento será parte integrante de muchas de esas
estructuras, que serán instantes durante los cuales él existe: él existe “en” cada instante, que es una estructura
de la cual el acontecimiento forma parte. Según Lefebvre el “momento” es la tentativa con vistas a la
realización total de una posibilidad... Si consideramos el mundo como un conjunto de posibilidades, el
acontecimiento es el vehículo de una o alguna de esas posibilidades existentes en el mundo. Pero el
acontecimiento también puede ser el vector de las posibilidades existentes en una formación social, en un país,
en una región, o en un lugar, consideradas como un conjunto circunscripto y más limitado que el mundo. El
lugar es el depositario final, obligatorio, del acontecimiento.
21 Por otra parte, la palabra escala debería estar reservada al área de incidencia y en este sentido se puede decir

que la escala es un dato temporal y no propiamente espacial; o aún mejor, que la escala varía con el tiempo, ya
que el área de incidencia viene dada por la extensión de los acontecimientos.
En cuanto a la escala de las fuerzas operantes, debemos considerar la posición geográfica, económica o política
desde donde actúan las variables. Por ejemplo, un acontecimiento mundial se origina en una empresa
multinacional, en un banco transnacional, en una institución supranacional. El Banco Mundial y el FMI crean
acontecimientos mundiales. Y en las respectivas dimensiones territoriales existen acontecimientos nacionales,
regionales, locales (Santos, óp. cit.:129).

pág. 93 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


En un mismo territorio, en una ciudad y más aún en una región, podemos leer e
identificar tiempos geológicos, meteorológicos, hidrológicos, biológicos, sociales,
políticos, psicológicos, económicos, cada uno con sus ritmos, sus duraciones.
Son los “tiempos de respuesta” de la Teoría General de Sistemas, la simultaneidad de
diversas temporalidades sobre un trozo de la corteza terrestre, la concordancia de su
existencia, que expresa Santos (2000:134-135) quien distingue:
... por un lado, una asincronía en la secuencia temporal de los diversos vectores y,
por otro, la sincronía de su existencia común en un determinado momento. La
comprensión de los lugares en su situación actual y en su evolución depende de la
consideración del eje de las sucesiones y del eje de las coexistencias.
Las distintas temporalidades permiten entender también los “sesgos” las inclinaciones que
adquirirán los distintos estudios geográficos según pongan el énfasis en aspectos de la
realidad con respuestas “lentas” (décadas, siglos, milenios) o bien resalten aspectos de
respuestas más veloces, como la volatilidad de los movimientos de capital a escala mundial.
La preferencia por ciertas escalas de análisis, según las distintas corrientes
teórico-metodológicas de la geografía contemporánea
Partiendo de un cierto eclecticismo paradigmático que considere a los paradigmas no en el
sentido que les diera Kuhn (1963) sino más bien como un conjunto de creencias y actitudes,
una visión del mundo compartida por un grupo de científicos, que implica metodologías,
problemas y normas de resolución preferenciales (Pérez, 1994:25), la Geografía se presenta
hoy con un carácter multiparadigmático, como una disciplina donde coexisten
concepciones, enfoques y discursos diferentes, unos complementarios, otros opuestos, pero
que constituyen la sólida tradición de las distintas escuelas y corrientes del pensamiento
geográfico del último cuarto del siglo XIX y todo el siglo XX, (Rodríguez, 2002:39). La
Figura 1 constituye una esquematización de estos enfoques, indicando las flechas abiertas
su continuidad y simultaneidad en el tiempo.
Las perspectivas coexistentes, que han enriquecido la evolución de la Geografía
particularmente en la segunda mitad del siglo XX, conllevan sus propios supuestos
filosóficos subyacentes, sus enfoques teóricos con una determinada concepción del espacio
geográfico y sus especificaciones en relación con el objetivo de la disciplina, así como
también ciertas tradiciones temáticas y preferencias metodológicas. Si bien en todo trabajo
de investigación es el problema de estudio el que determina cuál será la escala más apropiada
para su tratamiento, en estos enfoques es posible advertir cierta preferencia por temáticas
que implican, a su vez, la adopción de determinadas escalas de análisis. Esa inclinación por
ciertas escalas es relativa y discutible e implicaría una larga fundamentación, pero a título
ilustrativo es posible mencionar algunos ejemplos.
El posibilismo historicista de la corriente regionalista francesa en la primera mitad del siglo
XX privilegió la escala regional, corográfica, en el marco metodológico inductivo-historicista
para analizar el espacio absoluto. Los estudios en geografía a escala regional partían
normalmente de la selección de una porción de la superficie terrestre, cuyos límites podrían
ser fundamentados a posteriori, ya que la singularidad tornaba a ese espacio una entidad
irrepetible y a la superficie de la Tierra en un mosaico de paisajes únicos. El enfoque
posibilista buscaba la comprensión del paisaje como un producto original y suponía
pág. 94 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
básicamente que cada comunidad se acomodaba a través de genres de vie a las condiciones
naturales dejando su impronta espacial, y el resultado de este ajuste reflejaba siglos de
actuación del hombre sobre el medio –milieu–. Por ello, cada comunidad tenía
características propias e irrepetibles e incluso éstas podían no producirse en otros territorios
de condiciones naturales semejantes. A lo largo del tiempo, el grupo humano y la naturaleza
se adaptaban armónicamente como un caracol y su coraza, de tal modo que sus relaciones
eran tan íntimas y sutiles que resultaba inútil tratar de delimitar la influencia del hombre
sobre el medio y la de este sobre aquél. Ambas influencias se fundían en un todo que se
cristalizaba en un paisaje, una región con su propia personalidad resultante de una
trayectoria histórica determinada. Como totalidad, en el sentido de las filosofías
existencialistas, no podía ser analizada de forma fraccionada. Su entendimiento era
intuitivo, comprensivo, (Ortega, 2000:340). Se podía describir, pero no analizar, e
independientemente de las objeciones que pudieran plantearse a su “excepcionalismo”
en términos neopositivistas, estos enfoques, de notable exquisitez narrativa, constituyeron
ejemplos elocuentes de una comprensión cabal, acuñada lentamente por sus adeptos luego
de años de elaboración.
La Nueva Geografía, cuantitativa, teorética o neopositivista, al concentrarse en la
organización formal, estructural y en muchos casos abstracta del espacio relativo, con
metodologías hipotética deductiva o inductiva probabilística para la búsqueda del orden en
el espacio y los modelos de organización espacial, osciló entre las escalas regional y mundial,
primordialmente. Si bien la región es vista como “una realidad observable a diferentes
escalas, en cuanto áreas organizadas por los grupos humanos y dotadas de una
cierta cohesión” (Méndez y Molinero, 1994:27), la clasificación del espacio en regiones
según criterios cuantitativos depende de las modalidades de expresión numérica
(estadística) de la información. Como la mayor parte de ésta generalmente se refiere a
porciones particulares de territorio derivadas de la organización política del mismo
(provincias, estados, distritos, departamentos), el nivel de resolución está dado y no se
discute como tal, por el grado de desagregación de los datos estadísticos, pasando la región
a ser asimilada con toda naturalidad, a sus límites administrativos.
Los enfoques resultantes exhiben fundamentalmente las formas y los patrones de
distribución, expresados a través de distintas técnicas cartográficas. Cada unidad estadística
se define en su relación con una unidad mayor, que le otorga su importancia proporcional.
Cuanto mayor sea el grado de detalle estadístico, mayor será la precisión en la delimitación
de las regiones. Las técnicas para ello suponen el análisis del comportamiento espacial por
medio de representaciones cartográficas (como, por ejemplo, isolineas y griseados),
determinando grados de predominio de las variables seleccionadas. Cada una de éstas puede
ser clasificada internamente en términos de homogeneidad o funcionalidad. El criterio
dominante en la definición de la homogeneidad descansará directa o indirectamente sobre
los rasgos físicos. La funcionalidad apelará a los flujos, fundamentalmente económicos, que
determinarán la conformación de un núcleo regional y su respectivo hinterland (área de
influencia).
El espacio aparece como un plano vacío y en él se contemplan las formas de la distribución
que las prácticas humanas presentan. Es un espacio isomorfo apto para el análisis de la
localización e interacción espacial, en términos geométricos. El estudio de su organización
supone la identificación de formas, estructuras, patrones de distribución e interconexión
pág. 95 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
que permiten explicarlo a partir de su apariencia objetiva, independiente de los sujetos,
(Abler et al., 1971).
El uso del concepto de región en este enfoque responde a la noción de un espacio delimitado
de acuerdo con los objetivos de quienes lo estudian. Las regiones se reducen a territorios ad
hoc definidos según el criterio circunstancial del usuario, constituyéndose en una clase de
espacio delimitado con base en criterios específicos. La clave, y dificultad no menor, en esta
concepción de la región radica en el establecimiento y la especificación de un criterio de
delimitación “no arbitrario”, que tenga carácter objetivo y ya que el énfasis analítico se ha
centrado más en perfeccionar las pautas metodológicas de delimitación, que en superar esa
dificultad.22
La Geografía del comportamiento y la percepción ha manifestado una preferencia
metodológica por la escala local, (localidades, poblados, centros urbanos) al enfocar las
percepciones individuales y grupales en espacios acotados (pero a este nivel exploró a su vez,
la percepción del espacio personal, local, regional y lejano), partiendo del concepto del
espacio geográfico como un espacio relacional. Aquí para el geógrafo, la imagen percibida es
el filtro que se interpone entre el hombre y el medio y su preocupación es analizarla. Las
percepciones individuales corresponden al espacio personal, las rutas habituales, la
información que le brindan los medios de comunicación, las áreas de visita ocasional y los
lugares “lejanos”. En estas representaciones existe un componente idiosincrásico y otro
compartido con el grupo o formación social donde el individuo se inserta. Se indagan los
patrones espaciales del comportamiento humano derivados de las correlaciones entre
fenómenos y objetos, para representarlos mediante modelos matemáticos.
La Geografía Radical o Crítica, desde su concepción del espacio como el escenario de los
innumerables conflictos derivados de la dinámica del capitalismo a escala global, regional y
local, ha explorado la dialéctica entre las diferentes escalas, al enfocar las relaciones
económicas asimétricas, el intercambio dispar y los procesos de desarrollo desigual,
identificando la inserción y fragmentación de los espacios, las redes y flujos, como formas
de interrelaciones múltiples. Este enfoque adquirió particular importancia ante la
consolidación de los procesos de globalización económica, política y cultural y la aceleración
del desarrollo científico y tecnológico. La homogeneidad del marco capitalista y su creciente
universalización no contradice, sino que estimula o acentúa las diferencias y los contrastes
en los procesos sociales de construcción del espacio.
Por último, la Geografía Humanista, en sus distintos enfoques (fenomenológico existencial,
e idealista) ha enfatizado el concepto de “lugar”, y con él la escala local. El lugar es
construido por la propia experiencia humana y es posible indagar acerca de los significados
y los vínculos emocionales existentes entre éste y sus habitantes para descifrar las
implicancias del “espacio vivido”.

22El tema del límite de una región admite una interminable discusión, pero siguiendo a Méndez y Molinero
(1994:28), es posible considerar que cada región se diferencia de las restantes por discontinuidades que
generalmente adoptan la forma de áreas de transición o indeterminación. Entre el centro regional y la periferia
se desdibujan progresivamente los rasgos que distinguen a la región. La necesidad del trazado de un límite
regional obliga a introducir cierta artificialidad en su trazado, lo que siempre conlleva un componente
subjetivo.

pág. 96 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


En estas dos últimas visiones (Crítica y Humanista), el espacio geográfico es entendido como
un producto social, como producto humano obra de múltiples agentes individuales y
colectivos. Los procesos que lo modelan exhiben una dimensión material, una dimensión
discursiva y una dimensión perceptual y las manifestaciones de esa multidimensionalidad
operan constantemente como recreadoras y reconfiguradoras del mismo. En esta dinámica,
las acciones individuales enfrentan instancias colectivas de mediación, en un conjunto de
marcos sociales que se manifiestan en escalas espacio-temporales muy diversas.
La visión de un mismo hecho desde distintas escalas
A esta altura resulta clara la necesidad de estudiar los hechos geográficos en distintas
escalas, como una garantía de amplitud en cualquier enfoque y para evitar
sobredimensionar un solo nivel de análisis, la importancia puntual de factores o elementos.
Un error común tanto de la interpretación analítica como de la acción política se
produce porque demasiado a menudo nos encerramos en una sola escala de
pensamiento, tratando las diferencias en una escala como si fuesen la línea
fundamental de la división política... El resultado final es que todas las formas de
pensar que operan sólo en una escala se vuelven al menos cuestionables, si no
directamente engañosas (Harvey, 2003:101).
El análisis de la realidad geográfica en una sola escala (entendida como tamaño o nivel) lleva
a centrar la atención en las formas, en las distribuciones, en la organización y en la
estructura, suponiendo su persistencia material y formal. La concepción de la escala como
relación, concentra más bien la atención en la dinámica de las relaciones entre los elementos
que se contemplan y las jerarquías variables que algunos de esos elementos adquieren, su
importancia relativa en los distintos niveles.
De todos modos, cualquiera que sea el concepto adoptado, la relatividad en la visión de un
mismo hecho desde distintas escalas constituye una opción sumamente enriquecedora para
los estudios geográficos. Supone centrar la atención sobre los procesos que generan las
formas, la materialidad y la dinámica del espacio geográfico en un instante determinado.
Procesos que implican prácticas y representaciones de una gran variedad de agentes que
construyen el espacio geográfico a distintas escalas y se derivan de procesos anteriores,
(Ortega, 2000: 508) y que contribuyen a dotar al enfoque de la disciplina, con una
complejidad que le brinda originalidad y utilidad.
El estudio de los procesos geográficos en escalas cambiantes. Agentes,
prácticas y representaciones
Los procesos que modelan el mundo moderno, asociados al capitalismo y la sociedad
industrial –o postindustrial en términos postmodernos– están relacionados con prácticas
específicas, con representaciones particulares y con agentes determinados (Ortega,
2000:515). El examen de este vasto y complejo conjunto impone una selección, dada la
complejidad de los procesos derivados de una realidad cada vez más volátil, fruto de acciones
múltiples, de efectos inestables y que operan a su vez, en escalas rápidamente cambiantes.
Los procesos de producción del espacio geográfico revisten dimensiones dada por los
agentes intervinientes, que operan en distintos niveles o instancias (escalas) con sus
prácticas materiales y sus representaciones mentales (imágenes y discursos). Como

pág. 97 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


resultado de esta dinámica en el espacio geográfico se manifiestan los procesos de desarrollo
desigual y diferenciación espacial, como se ha esquematizado en la Figura 1.
En la elaboración de una teoría del desarrollo geográfico desigual, Harvey (2003:95-100)
señala que el concepto genérico del mismo comporta la fusión de dos elementos: las escalas
cambiantes y la producción de diferencias geográficas. La variedad de escalas implica en su
esencia discordancias entre fuerzas de magnitudes e impactos diferenciales. Dentro de este
vasto y complejo espectro de posibilidades es posible centrar la atención en los procesos de
producción de diferencias geográficas a partir de la selección de un cierto “nivel de
generalización”. A la escala escogida se revela inmediatamente toda una serie de efectos
y procesos que producen diferencias geográficas en los modos y niveles de vida, en el uso de
los recursos, en las relaciones con el medio ambiente y en las formas culturales y políticas.
Estas diferencias geográficas, que resultan de legados históricos y geográficos, se sostienen
y reproducen o reconfiguran por procesos diferenciadores que tienen lugar en el presente 23
y que pueden ser procesos tanto políticos, ecológicos y sociales como puramente
económicos.
Los procesos de producción de diferencias geográficas adquieren particular relevancia a
partir de la consolidación de los procesos de globalización24 económica, política y cultural y
la aceleración del desarrollo científico y tecnológico. Estefanell et al. (1997) precisa que la
globalización económica está caracterizada por la ampliación de los mercados a escala
mundial, el desarrollo de actividades económicas y financieras por parte de empresas
transnacionales que operan simultánea y coordinadamente en varios países y el fuerte
crecimiento de la inversión extranjera directa. En lo institucional, frente a la concentración
del poder por el aumento de escala de empresas y mercados, se difunde la descentralización
de las actividades del Estado. Estos procesos ponen de manifiesto lo que Harvey (2003:102)
denomina, la vulnerabilidad selectiva que expone de manera desigual a las poblaciones a
efectos tales como el desempleo, la degradación de los niveles de vida y la pérdida de
recursos y de opciones y de calidades ambientales, en diversas escalas espaciales, así como
al mismo tiempo:
Concentra la riqueza y el poder y más oportunidades políticas y económicas en unas
cuantas localizaciones selectivas y dentro de unos cuantos estratos restringidos de
población... La intensidad de los efectos positivos y negativos varía de un lugar a
otro.
La relación entre las condiciones particulares de un área geográfica y la dinámica global de
acumulación capitalista implican siempre una vinculación problemática que normalmente
está mediatizada, en grados diversos, por agentes de muy variada índole, con un poder
relativamente “independiente” en medio de esta pugna. En la dialéctica extrema entre lo
planetario y lo local, se ubican las entidades que median entre la particularidad y la

23 Es igual de importante considerar cómo se producen las diferencias geográficas aquí y ahora que contemplar
las materias primas histórico geográficas que nos han legado anteriores rondas de actividad (Harvey,
2003:101).
24 Estefanell (1997 et al:9.) define a la globalización como un proceso de alcance internacional consolidado en

la década de los noventa producido por la concurrencia de varios factores tales como el avance tecnológico de
las telecomunicaciones (con una homogeneización cultural y política implícita) y el crecimiento de la inversión
extranjera directa y de las transacciones financieras internacionales, procesos que no ocurren sin conflicto.

pág. 98 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


universalidad para dar un cierto aspecto de orden y permanencia a lo que, por lo demás,
Harvey (2003:51) concibe como “arena movediza”.
Los bancos centrales, las instituciones financieras, los sistemas de intercambio, las
monedas locales respaldadas por el Estado, etc., se convierten entonces en
poderosos mediadores entre la universalidad del dinero en el mercado mundial y
las particularidades de los trabajos concretos realizados aquí y ahora a nuestro
alrededor.
Los desarrollos geográficos desiguales, según este autor, plantean graves obstáculos a la
“adecuada reunión” de múltiples intereses particulares en un marco que exprese el
interés general. Este autor señala que hay muchos conflictos, por ejemplo, en los que los
intereses locales sobre el acceso a los recursos, la apertura de mejores oportunidades de vida
y la obtención de formas elementales de seguridad económica tienen más peso que todos los
esfuerzos por cultivar el respeto hacia intereses globales sobre cuestiones tan importantes
como, por ejemplo, los derechos humanos, la emisión de gases de invernadero o la
regulación de los usos de la tierra para prevenir la deforestación o la desertización.
Conflictos similares se dan, por ejemplo, entre los excepcionales rendimientos obtenidos por
la agricultura con la expansión en algunos casos vertiginosa de variedades transgénicas, un
ejemplo de la relativa irrelevancia de los frenos sectoriales ante la fuerza de vectores de
escala global y la blandura de los “filtros” que regulan estas prácticas. O los efectos de la
fuga masiva de capitales de una región/país a otra/o. Son los “conflictos verticales”
(entre la escala local con la regional y ésta con la nacional) que menciona Gutiérrez Puebla
(2001:98).
La vulnerabilidad selectiva obedece a las condiciones geográficas particulares, varía de un
lugar a otro; por ejemplo, Ortega (2000:518) al analizar las concepciones del espacio como
producto social, resalta el papel que, en las relaciones de producción reviste la “ubicación”
relativa a un contexto, la especificidad y la “inercia histórica” inherentes a una situación
espacial particular, como factor de desarrollo diferenciado. A ello se agrega el desigual
reparto cuantitativo y cualitativo de recursos, naturales y humanos, que genera contrastes
en el volumen y tipo de actividades existentes en cada área y, por último, pero no menos
importante, la acción mediatizante que ejercen ciertos “filtros” como son los agentes
colectivos de control social (Estado, Instituciones políticas y jurídicas, etc.).
Consideraciones finales
El análisis de la realidad, en los distintos niveles de expresión permite apreciar como la
magnitud de los efectos positivos o negativos de los distintos acontecimientos varía según
las distintas escalas. Cuando éstas cambian, los elementos que se contemplan pueden ser
básicamente los mismos; pero cambian las relaciones entre ellos y el modo en que destaca
el papel que juegan algunos de esos elementos, su particular importancia. Es esta relatividad
en la visión de un mismo hecho desde distintas escalas, uno de los principales aportes que
pueden ofrecer los geógrafos, para un mayor conocimiento de los problemas del mundo
actual.
La interacción entre los procesos globales y los regionales y locales, la inserción de éstos en
la escala mundial, aparecen como fenómenos de creciente interés que otorgan sentido a la
reflexión geográfica como una visión original de esa dinámica oscilante. El fenómeno de la
pág. 99 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3
globalización creciente de la vida en el siglo XXI, lejos de disminuir los efectos geográficos,
ha potenciado su influencia, en la medida en que cada lugar, cada región y cada país, exhiben
dinámicas particulares, combinaciones originales, procesos y problemas específicos y
compartidos, cuyo análisis desde el marco de la Geografía, favorece la comprensión integral,
básica e indispensable para facilitar la identificación de alternativas y soluciones concretas
y posibles a las problemáticas identificadas.
Entender y explicar el espacio geográfico, resultante de las escalas espaciales en que se
desenvuelven las relaciones sociales, es la contribución y la responsabilidad de los geógrafos,
a fin de favorecer el diseño de políticas que respeten la idiosincrasia de cada ámbito
territorial y sus relaciones a distintas escalas, con el sistema global.

pág. 100 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


ESCALA DE ANÁLISIS, ESCALA GRÁFICA, ESCALA GEOGRÁFICA,
NIVEL DE ANÁLISIS Y MATRIZ DE ANCLAJE DE LAS
INVESTIGACIONES GEOGRÁFICAS

Los programas y proyectos de investigación geográficos o geohistóricos, al igual que en otras


disciplinas naturales o sociales, presuponen la identificación y explicitación de específicos
universos de análisis. La tarea implica definir las unidades de análisis, es decir, los
“objetos” (o sujetos) que se observan y las variables, valores de las variables, dimensiones,
aspectos e indicadores mediante los cuales se registran u observan y miden las unidades de
análisis. El universo de análisis implica por consiguiente a los procedimientos mediante los
cuales se resuelve de algún modo la tensión entre la multiplicidad de aspectos
(determinaciones) de la complejidad de los problemas concretos y la circunscripción, recorte
o acotamiento analítico de la investigación en comprensión y extensión. El tema es
notoriamente crucial: involucra nada menos que la reducción de problemas reales que son
“complejos”, “infinitos” y “borrosos” por comprensión y extensión, a conjuntos o
sistemas “simples”, “finitos” y “acotados” de datos, observables, fenómenos, hechos,
procesos, relaciones, objetos o entidades y propiedades o atributos.

La comprensión se refiere a los diferentes niveles o grados posibles de desagregación


analítica de un tema, variando entre la máxima y la menor cantidad de atributos y
determinaciones analíticas que forman parte del repertorio de distinciones científicas o
disciplinarias alcanzadas en el momento de iniciar la investigación. El concepto de extensión
se refiere a 1) la cantidad de unidades de análisis involucradas, es decir, a las entidades,
cosas, objetos e individuos de una, algunas o todas las clases y categorías a partir de los
cuales o sobre los cuales se realizan las observaciones, mediciones y experimentaciones, y 2)
a la extensión espacial, territorial o geográfica del universo de análisis.

Algunas investigaciones, directa o indirectamente geográficas o geohistóricas, el universo de


análisis focaliza con mayor o menor énfasis las mediaciones y determinaciones entre ciertos
problemas y su expresión o desarrollo territorial o geográfico en términos de lugar, sitio y
posición, es decir, en términos de resultado de los juegos de relaciones desiguales,
interdependientes y contradictorios entre lugares o sitios diferentes. En estas
investigaciones la cuestión de la territorialidad es esencial en la medida en que se asume el
“efecto de lugar” sobre cada uno de los elementos del universo de análisis.25

El “efecto de lugar” se refiere: por un lado, a los “impactos” territoriales resultantes de


ciertas acciones o procesos, sean naturales, culturales o sociales y, por otro, a los “impactos”
de los lugares sobre las poblaciones de unidades de análisis, las prácticas sociales y los
procesos, sean naturales o culturales. El “efecto de lugar” implica, por lo tanto, las
interdependencias dialécticas entre la espacialidad o geografía de lo real y los fenómenos o
problemas investigados.

BOURDIEU, Pierre, 1993 (2000), “Efectos de lugar”, en P. Bourdieu, 1993 (2000), La miseria del mundo,
25

FCE, Argentina, pp. 119-124.

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Las relaciones involucradas no son ciertamente nuevas en los estudios geográficos e
históricos. En las ciencias sociales tampoco son desconocidas. No obstante, la tematización
epistémica de su relevancia descriptiva, explicativa y comprensiva es un hecho relativamente
nuevo. A diferencia de la Historia, la mayor parte de los paradigmas o escuelas de las ciencias
sociales consideraron durante mucho tiempo al espacio y a la geografía como simples y
pasivos escenarios de las prácticas sociales.

La cuestión de la transversalidad entre geografía y territorialidad y los procesos naturales,


históricos, sociales y culturales ha dado lugar a un universo amplísimo de contribuciones
conceptuales, teóricas y metodológicas desde las etapas fundacionales de la episteme
moderna hasta el presente. Del conjunto de temas, a continuación, nos proponemos
aproximarnos solamente a algunos aspectos y nociones recurrentes en el momento de
definir y operacionalizar el universo de análisis de las investigaciones.

Transitivamente son igualmente importantes en el momento de evaluar la confiabilidad y


validez de un conjunto de proposiciones científicas que suelen formularse o presentarse a
modo de generalizaciones universales en general o dentro de determinados conjuntos
regionales.26

A tal efecto, trataremos los conceptos de campo geográfico, objeto geográfico, nivel de
análisis, escala de análisis, escala geográfica, escala gráfica, escala espacial, escala temporal,
escala histórica y escala geohistórica.

Los conceptos nominados son interdependientes, motivo por el cual el uso y operación de
cada uno de ellos deberá ajustarse a ciertas reglas de correspondencia recíproca en el
momento de definir la “idea” y la “matriz de anclaje” de cada investigación, es decir, en
el momento inicial en el que se “fijan” (al menos tentativamente) el conjunto de
coordenadas conceptuales, teóricas y operativas mediante las cuales se va organizando
paulatinamente el proceso de investigación conjuntamente con la predefinición del objeto
investigado.

Los dos primeros conceptos, si bien no son nuevos, son tematizados recientemente por los
expertos de los Sistemas de Información Geográficos (SIG) a partir de la necesidad de
modelar representaciones gráficas en base a los datos observables relacionados con ciertas
propiedades continuas de la superficie terrestre, -tales como la temperatura, las
precipitaciones, las densidades de población, etc.-, o en función de la superficie ocupada por
los objetos – tales como redes viales, aglomeraciones urbanas, puentes, establecimientos
industriales, viviendas, parques, campos de cultivo, etc.27

En los estudios empíricos es frecuente apelar a la metodología de los campos y de los objetos.

En el primer caso el nivel de análisis explicita la extensión geográfica o territorial, tales como
“local”, “barrial”, “regional”, “provincial”, “nacional”, “continental” y

26 El término “región” lo utilizamos aquí para designar cualquier área de la superficie terrestre que es
recortada de acuerdo con algún criterio objetivo u ostensivo.
27 VVAA, 1996, Anatomía de Sistemas de Informação Geográfica, INPE, TELEBRÁS, IBM, UNICAMP, Brasil.

pág. 102 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


“mundial”. En la disciplina geográfica algunos autores denominan “escala espacial” al
nivel de análisis. Aquí se considera que el nivel de análisis expresa, en general, el recorte
territorial del tema de investigación. En un mundo con infinitas interdependencias entre
fenómenos, la cuestión de la definición del nivel de análisis de un determinado tema de
investigación es notoriamente problemática. Dónde termina el territorio de la trama
relacional de los fenómenos que constituyen el vórtice constitutivo del temario de cualquier
investigación concreta.

En geografía física se denomina “escala” a cada uno de los niveles de análisis. En efecto,
para Tricart (1952) y Cailleux y Tricart (1956) la escala es una “unidad espacial” de una
determinada extensión propuesta a los fines de describir y explicar los diferentes paisajes y
formas de modelado terrestre. Los autores clasifican a las escalas en 10 órdenes o
magnitudes superficiales de “unidades espaciales”. Asignan el orden I a la escala de mayor
extensión (≥ 10 millones de km2), correspondiente a continentes, placas, cuencas oceánicas
y zonas climáticas. La menor escala, denominada de orden X (de aproximadamente 1
milímetro cuadrado, es decir 10-12 Km2) corresponde a la “microrugosidad
representada por el diámetro de pequeños cantos y granos de arena, porosidad
de un suelo, detalles de erosión, etc.” (M. Sala Sanjaume y R. J. Batalla Villanueva,
1999).28

En geografía humana, P. Haggett (1975), comparte similares criterios. No obstante, a


diferencia de los anteriores, opta por definir las diferentes escalas a partir de su
proporcionalidad en relación a la superficie terrestre, considerada de manera absoluta y
finita.

La dimensión cuantitativa de los niveles de análisis o escalas es, indudablemente, un aspecto


real de la definición de los lugares. No obstante, consideramos que la definición de los
mismos y, por lo tanto, de las diferentes escalas, deberá subordinar la magnitud de la
superficie a los aspectos históricos, estructurales y funcionales que los constituyen y
diferencian. Este postulado es congruente con la notoria heterogeneidad geográfica e
histórica, el entramado de interdependencias entre los diferentes niveles de análisis y, sobre
todo, el principio de interdependencia estructural entre las partes y la totalidad del universo
geográfico, es decir, la “proporcionalidad” entre la parte y la totalidad de la que forma
parte.

La extensión superficial por sí sola no es suficiente para distinguir, por ejemplo, una
localidad de una región, un barrio de una localidad y una región de una provincia. En
consecuencia, la subordinación de los aspectos cuantitativos a los cualitativos constitutivos
de cada nivel de análisis es fundamental para recuperar la territorialidad de los fenómenos

28Los autores destacan la necesidad de sumar a la definición espacial, la resolución analítica y la duración de
los procesos involucrados en cada escala. La resolución analítica depende de las necesidades descriptivas y
explicativas de los fenómenos que se estudian. Sobre este aspecto los autores no especifican criterios. La
duración es directamente proporcional a la extensión de las unidades espaciales, variando entre algunas horas
para los fenómenos correspondientes a la escala de orden X y 1000 millones de años para la escala de orden I
(Bermúdez y otros (1992, páginas 35 a 37). Los autores omiten la “escala planetaria”, es decir, la
correspondiente a la extensión superficial de fenómenos globales, tales como el conjunto de fenómenos
relacionados con la circulación global y el cambio climático global.

pág. 103 – Introducción a la Geografía – Unidad Nº 3


investigados dentro de un horizonte transversal a la geografía, la historia y las demás
ciencias sociales. Cada nivel de análisis corresponde, en consecuencia, con un determinado
lugar cuali-cuantitativo histórica, geográfica y socialmente constituido.29 La simple
dimensión espacial de los niveles de análisis no puede dar cuenta de los “efectos de lugar”
sobre los fenómenos abordados mediante los universos de análisis de las investigaciones.

El concepto de “escala de análisis” referencia a las particularidades de las estrategias


metodológicas para resolver las tensiones entre lo general y lo singular de los fenómenos o
problemas. Expresa la relación entre la multiplicidad de determinaciones de los fenómenos
concretos y su recorte analítico, es decir, entre la necesidad de totalización del problema y
las posibilidades y formas operativas de resolución analítica a partir de la abstracción de
algunos aspectos, variables o indicadores. También podemos definirla como una opción
metodológica para resolver operativamente la comprensión, profundidad y extensión de un
objeto o universo de investigación.

La “escala geográfica” resulta de la combinación y resolución operativa del nivel de


análisis y la escala de análisis de un determinado problema, objeto o campo dentro de la
geografía mundial. Es el resultado del reconocimiento de las relaciones necesarias todo-
parte. La escala geográfica es una variable mediante la cual se relaciona (“proporciona”)
la parte (“porción” o recorte) de la geografía que se investiga con la totalidad geográfica.

La “escala geográfica” es un concepto metodológico que surge de la relativa


imposibilidad de estudiar cualquier problema georeferenciado sin tener en cuenta sus
elementos y relaciones constitutivas “internas” esenciales y las relaciones de tales
esencialidades con la totalidad geográfica de la que son parte (porción). Es imposible
estudiar la realidad de una ciudad si no se analiza su “composición” interna en términos
de elementos y relaciones constitutivas y las mediaciones y determinaciones de sus
elementos y relaciones con la totalidad geográfica mundial. Apelando a una metáfora, no se
puede estudiar el árbol, sin estudiar a la vez el tronco, las raíces y la copa y las relaciones de
cada una con el medio que mediatiza y determina al árbol como específica organización de
materia viva. En la perspectiva enunciada, la escala geográfica es un recurso metodológico
que procura circunscribir cierto territorio o la territorialidad de determinado “objeto-
problema”.

La “escala gráfica” explicita la relación entre las dimensiones de las representaciones de


los objetos reales y las dimensiones reales de tales objetos. Es importante no confundir la
escala gráfica con la escala geográfica. La última comprende fundamentalmente la
comprensión, profundidad y extensión analítica (cuali-cuantitativa) de los objetos, procesos
y relaciones geográficas.

La noción de “escala espacial” es equivalente a las nociones de “escala” propuestas por


Tricart, Cailleux y, más afín, Haggett. Tal como lo destacamos, la “escala espacial” es el
resultado de identificar diferentes “unidades espaciales” en función de diferentes
artificios de demarcación. Por lo general también se utiliza la expresión para designar a los

29Sobre el tema es una referencia obligada las reflexiones de F. Braudel acerca de los aspectos cualitativos y
extensionales involucrados en la definición del “Mediterráneo” (F. Braudel)

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diferentes “niveles” o “lugares” territoriales de determinados problemas o universos de
investigación.

La “escala temporal” es el correlato en el tiempo de la escala espacial. Designa la


profundidad o extensión temporal de los universos de análisis y presenta, en consecuencia,
similares dificultades que los intentos reductores espacialistas.

Si las magnitudes de superficie son la base para definir las diferentes escalas espaciales, las
magnitudes del tiempo (duración) son la base para definir las diferentes escalas temporales.
Dentro de la perspectiva puramente temporal, se apela normalmente a las diferentes formas
de “cronometrar” la duración o evolución de los fenómenos: segundos, minutos, horas,
días, semanas, meses, años o períodos intercensales. Podría afirmarse que la noción de
“escala temporal” es un recurso para la definición del recorte histórico de los problemas
cuando se carecen de marcos auténticamente históricos de los fenómenos que se estudian,
es decir, de marcos que destacan los aspectos estructurales que otorgan significado cultural,
políticos y económicos a los procesos que se investigan.

Al igual que la geografía no es reductible al espacio y a las magnitudes espaciales, la historia


social y la historia en general, no es reductible al tiempo y a las magnitudes de medición del
tiempo. Por tal motivo se proponen dos nociones adicionales: la escala histórica y la escala
geohistórica.

En historia, al igual que en geografía, la identificación de los “tiempos” se lleva a cabo


mediante la identificación de los procesos de “formación histórica” o “histórico-
estructurales” que entrelazan las largas duraciones con las medianas y cortas duraciones
y los procesos mediante los cuales las últimas paulatinamente van definiendo, por decirlo de
algún modo sencillo, desde abajo, desde las prácticas sociales contradictorias los grandes
movimientos de profundidad. A tal efecto las escalas históricas son equivalentes a las
“épocas”, “períodos”, “fases” y “etapas” de la evolución de las “formaciones
económico-sociales”. Cada “escala histórica” necesariamente debería condensar y
“reflejar” procesos específicos y generales de la formación económico-social de referencia.
Tiene muy poca utilidad estudiar las variaciones entre dos cortes censales si dichos cortes
no condensan y reflejan las coyunturas de los movimientos histórico-estructurales
profundos.

La “escala histórica” define, por lo tanto, la opción metodológica mediante la cual se


combina la escala de análisis (comprensión y extensión cuali-cuantitativa) del universo
investigado con la profundidad o extensión histórica, mediante perspectivas en las que las
magnitudes temporales de la duración de los fenómenos se subordinan a los procesos cuali-
cuantitativos de “formación de los fenómenos” y de las totalidades de significación o
sentido de los fenómenos. Por tal motivo las escalas históricas pueden abarcar de manera
plena y profunda la totalidad de la duración de una formación económico-social
determinada o de algunos momentos, fases, etapas, períodos, etc.

Finalmente, la noción de “escala geohistórica” designa a una opción metodológica


normal en las investigaciones históricas y, aunque con menor frecuencia, en las

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investigaciones sociológicas y geográficas. Se trata de combinar la “escala de análisis”, la
resolución analítica, con la profundidad y extensión espacial y temporal, histórica y
geográfica de los fenómenos. No es redundante destacar que el concepto clásico de
“formación económico-social” designa a la vez totalidades históricas y geográficas, es
decir, geohistóricas.

Con excepción del concepto de escala gráfica, los otros conceptos y sus relaciones no son
coincidentes con los significados tradicionales y normales dentro de la cultura disciplinaria
y de otras disciplinas afines, tal como los presenta, además de otros, Rolando García (1986)
en su propuesta de “Estudio de sistemas complejos”.30

Las consideraciones anteriores presuponen una visión “concreta” de la realidad, es decir,


una visión compleja y dialéctica, lo cual supone a su vez las nociones de totalidad y
totalización, la interdependencia dialéctica de las partes con el todo y de “todas las partes”
(sujetos, objetos, acciones, procesos) entre sí y la “identidad” entre la realidad y el
conocimiento o entre el objeto conocido o por conocer y método de conocimiento. La
naturaleza dialéctica implica el reconocimiento de “nexos dialécticos” y
“contradicciones dialécticas”. Los primeros se expresan por las relaciones funcionales
entre los componentes de los sistemas complejos y de la totalidad, entendida como síntesis
compleja de la totalidad de sistemas complejos. Las contradicciones dialécticas se expresan
en la confrontación de los agentes geohistóricos. No hay contradicciones sin agentes que
encarnan los juegos (y dramas) de las oposiciones.

En la perspectiva dialéctica la identidad31 (dialéctica) entre realidad y método de


conocimiento se resuelve operativamente mediante el “Círculo metodológico concreto
dado – abstracciones analíticas – concreto pensado”32. En otros términos, el círculo
propone tres etapas en la espiral del conocimiento: a) partir del estado de los problemas tal
como la sociedad los “vive” y formula conceptual e ideológicamente (lo concreto o síntesis
dada); b) proceder luego a la revisión y descomposición analítica del problema mediante la
identificación, caracterización, profundización y ampliación de la multiplicidad de
determinaciones (momento abstracto-analítico)33; c) La reconstrucción del problema a
partir de la profundización analítica, es decir, del relacionamiento sintético de las
abstracciones conceptuales resultantes de la investigación.

30 Para García (1986) lo sistemas complejos son “totalidades organizadas” constituidas por aspectos
naturales y sociales, tales como los geográficos o geohistóricos. García propone distinguir en los estudios de
los sistemas complejos “las escalas de los fenómenos” (equivalente a “las escalas espaciales”), las
“escalas de tiempo” (equivalente a la extensión o profundidad histórica de los fenómenos), los “niveles de
procesos” (encadenamientos de subordinación de lo general a lo singular) y “niveles de análisis”
(respuestas operativas de los niveles de análisis teniendo en cuenta los propósitos de la investigación) Algunos
aspectos propuestos por García los considero en otro texto de Apuntes dispersos (Ver).
31 No confundir con igualdad e identidad formal, tales como las de la matemática o la lógica formal. La noción

de “identidad” se refiere a la imbricación real en términos de mediaciones y determinaciones entre los


términos de las relaciones. El obrero no es “igual” al patrón. No obstante, ambos se medían y determinan
recíprocamente.
32 También “Círculo metodológico concreto-abstracto-concreto”.
33 Abstracción es el resultado de simplificación analítica de la complejidad. Cada abstracción muestra

solamente algunas determinaciones de los problemas.

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La matriz de anclaje, el nivel de análisis y las diferentes escalas constituyen particulares
formas de resolución del pasaje del problema concreto dado (inicial) que se pretende
investigar y el problema concreto resultado (final) de la investigación. Por tal motivo las
distinciones conceptuales y operativas propuestas tienen implicancias en la revisión inicial
del problema, en las formas de abordarlo operativamente, en la síntesis final y sobre la
“desconstrucción analítica” del problema, resultado de las operaciones intra-objetables
de descomposición, análisis y abstracción (Piaget y García, 1986) de las partes (los elementos
y las relaciones internas y externas identificados) constitutivas y en su ulterior
reconstrucción o síntesis. Por consiguiente, la matriz de anclaje, el nivel de análisis y la
escala de análisis son mediaciones determinantes de los resultados.

A partir de las consideraciones metodológicas precedentes se desprenden algunas


precisiones dialécticas entre cada uno de los términos. El mismo nivel de análisis puede dar
lugar a opciones escalares diferentes, según la profundidad y extensión analítica del universo
de análisis. Una región, por ejemplo, puede abordarse teniendo en cuenta solamente un
pequeño conjunto de variables con datos desagregado a nivel urbano y rural o, a mayor
escala analítica, con las mismas variables con datos desagregados a nivel de localidades o
departamentos. La mayor escala coincide con el máximo grado de aspectos que son posibles
discernir en un determinado problema, lo cual implica el mayor nivel de concreción o
totalización. La menor escala coincide con el menor grado de aspectos, lo cual implica el
mayor nivel de abstracción del problema, es decir, de reducción de sus componentes y
relaciones intra-objetales.

La teoría o modelo de Von Thünen de localización de actividades agrícolas, por ejemplo, es


muy abstracta en la medida en que solamente intervienen pocas variables: fertilidad,
distancia, costo de transporte y durabilidad de las cosechas. Por tal motivo su escala de
análisis es pequeña. No varía la escala de análisis si se opta por aplicar el modelo al nivel
departamental o al nivel regional. Otro tanto ocurre cuando se reduce el funcionamiento de
las sociedades reales a las mediaciones y determinaciones estructurales (esenciales) del
capitalismo. En los dos casos se omiten las mediaciones y determinaciones de la diversidad
de modos de producción y el amplio universo de aspectos tradicionalmente reconocidos
como componentes o instancias supraestructurales de las formaciones económico sociales.

Un ejemplo gráfico. Observemos dos “mapas” (cartas) de un partido del Gran Buenos
Aires: el primero a “escala gráfica” 1:500.000 y el otro a 1:250.000. Si solamente
“dibujamos” las mismas curvas de nivel, ríos y arroyos, perímetros urbanos y vías de
comunicación interurbanas, nos encontramos con el mismo nivel de análisis
(departamental) y la misma escala de análisis. Salvo los aspectos “visuales”, ambas
expresiones tienen las mismas resoluciones de nivel y de escala, motivo por el cual la
segunda no aporta ningún elemento diferente de análisis. Si en cambio en la segunda se
agregan más curvas de nivel, los perímetros de las manzanas y las vías de comunicación
secundaria, nos encontramos con un caso de igual nivel de análisis y una mayor escala de
análisis.

En términos operativos, la regla implica que cada resolución gráfica tiene que tener cierta
correspondencia con el nivel de análisis y la escala de análisis, es decir, con la escala

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geográfica. Luego de la matriz de anclaje, son la escala de análisis y la escala geográfica las
que definen la escala gráfica, su formato y contenidos. Esta relación es particularmente
importante en el ambiente geográfico acostumbrado a la elaboración de inferencias,
relaciones entre fenómenos y argumentaciones a partir de las representaciones gráficas. Por
tal motivo, con frecuencia las escalas gráficas determinan la escala geográfica, la escala de
análisis, el nivel de análisis e, incluso, la matriz de anclaje del problema de investigación. El
proceso se advierte, por ejemplo, cuando se toma como objeto de investigación no un
determinado problema, sino la información (indicadores y relaciones) de las fotografías
aéreas, las imágenes satelitales y las restituciones o síntesis cartográficas. La escala gráfica,
en definitiva, debe corresponderse con la profundidad y extensión de la información
pertinente, confiable y válida definida por el nivel de análisis y la escala de análisis. No se
amplía la escala de análisis con solo ampliar la escala gráfica y sin alterar la calidad y
cantidad de información.

La definición del horizonte de análisis o matriz de anclaje, del nivel de análisis, la escala
geográfica, la escala histórica, la escala geohistórica y la escala gráfica son procesos
artificiales y relativamente arbitrarios. El mayor o menor grado de arbitrariedad se logra con
el menor o mayor grado de correspondencia entre las opciones elegidas y los marcos
epistémicos que organizan el horizonte de análisis o matriz de anclaje. En tal sentido
solamente una adecuada fundamentación teórica y metodológica posibilita limitar la
arbitrariedad del recorte artificial y subjetivo del universo de análisis. Por tal motivo,
cualquier investigación geográfica debería fundamentarse epistemológicamente
comenzando por “el psicoanálisis del conocimiento objetivo” (Bachelard)
involucrado en el nivel de análisis y las diferentes escalas.

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