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PEDAGOGÍAS DE LA MODERNIDAD Y

DISCURSOS POSTMODERNOS SOBRE LA EDUCACIÓN

ANA AYUSTE GONZÁLEZ (*)


JAUME TRILLA BERNET (*)

RESUMEN. Este trabajo trata, en su primera parte, sobre la identificación y ordena-


ción de paradigmas, teorías, corrientes o tendencias educativas de la modernidad
(y más concretamente, del siglo XX). En relación con ello se propone y ejemplifi-
ca un sistema taxonómico que combina criterios teleológicos y epistemológicos.
A partir de la constatación de la ausencia de pedagogías relevantes genuinamente
postmodernas, en la segunda parte del artículo se indaga sobre el tipo de discur-
so pedagógico que hasta ahora ha sido capaz de generar el pensamiento postmo-
derno. Una de las conclusiones que se razonan es la de que este pensamiento ha
producido un discurso crítico sobre la educación de cierto interés, pero que ha
sido notoriamente estéril en cuanto a la dimensión normativa de la pedagogía.
Y ello, debido a los propios presupuestos postmodernos.

ABSTRACT. The first part of this paper deals with the identification and classifica-
tion of educational paradigms, theories and trends of modernity (and more speci-
fically those of the 20th Century). A taxonomic system which combines theological
and epistemological criteria is proposed and exemplified. Given the absence of
relevant, genuinely post-modern pedagogies, the second part of this paper investi-
gates the type of pedagogical discourse which so far has been capable of genera-
ting post-modern thought. One of the conclusions drawn is that this type of thin-
king has produced a critical discourse regarding education of some interest, but
which has been markedly sterile in terms of pedagogical norms. This is due to the
given post-modern presuppositions.

He construido castillos en el aire tan hermosos


que me conformo con las ruinas1. Jules Renard

(*) Universidad de Barcelona.


(1) (Diario 1887-1910. Barcelona, Mondadori, 1998, p. 35.

Revista de Educación, núm. 336 (2005), pp. 219-248.


Fecha de entrada: 07-07-2003 Fecha de aceptación: 06-10-2003 219
INTRODUCCIÓN corrientes, tendencias... resulta mucho
más difícil. A la discusión entre los
Una de las dificultades que conlleva la ela- supuestos paradigmas precede la duda
boración de los programas de determina- sobre cuáles sean éstos o, incluso, sobre
das asignaturas pedagógicas, es la de ele- si los hay o no los hay. Tomando la idea de
gir y ordenar las tendencias (o teorías, Kuhn, diríamos que tales disciplinas se
paradigmas, corrientes... educativas) que encuentran en un estado preparadigmáti-
debieran ser tratadas en el curso. Un pro- co (Kunh, 1975).
blema parecido (en realidad, práctica- Este trabajo pretende incidir, en su
mente idéntico) es el que tienen los auto- primera parte (Ordenar pedagogías), en
res de manuales universitarios para aque- el problema de la identificación y ordena-
llas materias o quienes han de elaborar ción de teorías, corrientes o tendencias
un proyecto docente para presentarse a pedagógicas; para simplificar, en lo suce-
unas oposiciones. El problema, como ya sivo las llamaremos pedagogías, y en el
se ha sugerido, es doble: seleccionar de contexto de este artículo estipulamos
entre la diversidad de corrientes existen- como tales: a todos aquellos conjuntos
tes las más relevantes o significativas; y diferenciados de contenidos (interpreta-
presentarlas de una forma más o menos ciones, principios, sistemas, normas,
ordenada a partir de determinados crite- métodos...) relativos a la educación que
rios que eviten la apariencia de una sim- cumplan las tres condiciones siguientes:
ple enumeración arbitraria.
En realidad, seleccionar y ordenar los • Que se refieran a la educación a
contenidos es una exigencia didáctica partir de un cierto nivel de ampli-
presente en cualquier proceso de ense- tud o globalidad. Con eso quere-
ñanza-aprendizaje y, por tanto, una tarea mos decir que aquí no considerare-
común a cualquier materia. Lo que ocurre mos como una pedagogía, por
es que en algunas de ellas esta tarea ejemplo, a una metodología didác-
didáctica presenta dificultades añadidas tica concreta para enseñar ciencias
previas que son fruto de la naturaleza y naturales, a un determinado siste-
del estado propio de las disciplinas de ma de evaluación educativa o a una
que se trate. En las ciencias –digamos– teoría sobre las causas del fracaso
duras, aunque en ellas puedan coexistir escolar. No consideraremos pues a
diversos paradigmas, teorías y opciones las que podrían llamarse «teorías
metodológicas, la identificación de los de los elementos del proceso edu-
mismos resulta relativamente clara; cativo» (teorías sobre el educando,
puede haber debate entre tales opciones, sobre el educador, sobre los fines
pero también un acuerdo básico sobre de la educación, sobre los instru-
cuáles son estas opciones. En las ciencias mentos de la educación...) y «teorí-
humanas y sociales (y quizá aun más en la as sectoriales de la educación» (teo-
pedagogía, por su carácter normativo), en rías didácticas, de la orientación,
cambio, este acuerdo sobre la identifica- de la organización escolar...)2, sino
ción y ordenación de paradigmas, teorías, fundamentalmente a las teorías

(2) Por supuesto que todo ello es conocimiento pedagógico, pero entenderemos que tales
conjuntos de contenidos no constituyen todavía, en tanto que parciales o sectoriales, pedago-
gías en el sentido que, en el marco de este trabajo, damos a esta palabra.

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generales de la educación (Trilla, Estipulado qué entenderemos aquí
1987)3. como pedagogías, digamos que el intento
de ordenación que de las mismas presen-
• Que tales conjuntos de contenidos taremos en este artículo va a referirse fun-
tengan una voluntad de coheren- damentalmente a pedagogías del siglo XX.
cia interna. Es decir, que no cons- Éste era exclusivamente el propósito ini-
tituyan una simple acumulación o cial. Pero el proceso de elaboración del
amontonamiento de conocimien- artículo nos ha llevado a ampliarlo con
tos dispersos y quizá contradicto- una segunda parte (Postmodernidad y
rios, sino que entre ellos exista un educación:¿pedagogías o discursos?) que
grado razonable de congruencia, ha resultado ser tan larga como la prime-
continuidad, unidad de plantea- ra. Este añadido ha sido fruto de una
miento, etc. En este sentido, un constatación y una pregunta. La constata-
diccionario o una enciclopedia de ción es que, como se verá, el cuadro taxo-
pedagogía (a no ser de los denomi- nómico de pedagogías del siglo XX, que
nados “de autor”) no sería una después presentaremos, no incluye peda-
pedagogía, pero sí lo podría ser, en gogías postmodernas. Y no las incluye no
general, un tratado de pedagogía. porque los autores decidieran, de entra-
da, excluirlas, sino porque creen que en
• Que incluyan como parte esencial realidad no las hay. Sin duda el discurso
contenidos de carácter normativo. postmoderno (y la presunta realidad post-
Entendemos como pedagogías moderna) han generado pensamiento y
aquéllas que no sólo consisten en debate sobre la educación; pero de lo que
un conjunto de saberes descripti- dudamos es de que existan pedagogías
vos y/o explicativos sobre el hecho postmodernas, en el sentido estipulado
educativo, sino que también se más arriba. A reflexionar sobre ello es a lo
comprometen en la formulación de que estará dedicada la segunda parte del
finalidades, normas, principios o artículo.
procedimientos para orientar la
acción educativa. Una pedagogía
no se contenta con el cómo es la ORDENAR PEDAGOGÍAS
educación, sino que asume como
reto esencial el cómo debe ser la FORMAS Y PROPUESTAS PARA ORDENAR
educación y cómo conseguir que lo PEDAGOGÍAS
sea. Más adelante nos será útil dis-
tinguir entre pedagogías y discur- Aunque, como hemos dicho, no es fácil
sos sobre educación: a estos últi- identificar y ordenar corrientes pedagógi-
mos no les sería exigible esta cas, las exigencias académico-didácticas y
voluntad normativa. el reto epistemológico de sistematizar el

(3) Aunque esto último, con una precisión: la de que sí consideraremos como pedagogías,
a aquellos planteamientos educativos que aun no pretendiendo abarcar la globalidad del univer-
so educativo se hayan referido a una parcela suficientemente amplia y significativa del mismo.
Así, consideraremos como una pedagogía, pongamos por caso, a la de Freinet; cierto es que la
suya es fundamentalmente escolar, pero siendo la escuela una institución tan extendida y para-
digmática del universo educativo, ello será suficiente para que podamos incluir a las aportacio-
nes del educador francés en la consideración de lo que estipulamos como pedagogías.

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conocimiento han conducido a diferentes fácilmente explicable, que quienes más la
propuestas e intentos clasificatorios. En usan son quienes, directa o indirectamen-
lo que sigue citaremos y comentaremos te, se apuntan al paradigma crítico. Pero
algunos de ellos. el problema de esta distinción paradigmá-
Una de las propuestas más utilizadas tica es que quizá tenga un origen dema-
en los últimos años consiste en la aplica- siado externo o exterior a la pedagogía; es
ción al caso pedagógico de la distinción, decir, que se trata de un molde concep-
elaborada por Habermas en tual o epistemológico que no siempre se
Conocimiento e Interés (1989), entre tres aviene a la naturaleza propia del conoci-
tipos diferentes de conocimiento en el miento pedagógico. Es por eso que el
ámbito de las ciencias sociales. Para esquema resulta útil y funciona muy bien
Habermas el conocimiento tiene que ver en abstracto (esas tablas que describen
con las necesidades o intereses que mue- comparativamente las características de
ven a las personas a conocer, y tales inte- cada uno de los tres paradigmas), pero en
reses pueden ser de tres tipos: el interés cambio rechina un poco más cuando hay
técnico motivado por el deseo de domi- que ubicar en él autores o pedagogías
nar la naturaleza, el interés práctico que concretas. A lo sumo se cita entonces a un
es el que lleva a las personas a entender- número muy reducido de autores que
se y, por último, el interés emancipatorio supuestamente resultarían muy emblemá-
propio de las teorías críticas que preten- ticos de cada paradigma: Freire, ponga-
den conocer la realidad para transformar- mos por caso, es siempre el ejemplo
la. Esta distinción daría lugar a tres para- emblemático del paradigma crítico. Lo
digmas distintos: el positivista, el inter- que ocurre, sin embargo, es que las peda-
pretativo y el crítico. En el campo del gogías concretas, las pedagogías con
conocimiento educativo entre los prime- nombres y apellidos, las pedagogías míni-
ros autores en emplear tal distinción mamente amplias que a la vez son reflexi-
están Carr y Kemis (1988, 1990). Poste- vas, normativas y prácticas, suelen ser
riormente, aunque con distintos matices muy versátiles y se resisten a dejarse ubi-
conceptuales y variantes terminológicas4, car unilateralmente en alguno de los tres
esta manera de diferenciar entre paradig- cajones. En ellas no resulta difícil encon-
mas pedagógicos (o modelos, concepcio- trar, a la vez, enunciados y contenidos
nes, corrientes...) se ha convertido en positivistas o tecnológicos, reflexiones y
muy usual y casi en un lugar común. discursos comprensivos acreditables en el
El uso y la extensión de este sistema paradigma interpretativo, y proyecciones
triádico para diferenciar pedagogías es jus- y propuestas típicamente críticas. Sin ir
tificable dado que tiene ciertas ventajas: más lejos, en la misma obra de Freire,
resulta conceptualmente claro y goza de emblema como hemos dicho del modelo
un pedigrí intelectualmente prestigioso. crítico, hay propuestas metodológicas
También es cierto que su utilización suele perfectamente legibles desde un plantea-
ir acompañada de valoraciones connotati- miento tecnológico y, no hay que decirlo,
vas (o incluso denotativas) de tipo ideo- contenidos discursivos que para nada le
lógico: no deja de ser curioso, aunque harían ascos a una etiqueta hermenéutica.

(4) Por ejemplo, al positivista se le ha llamado tecnológico, al interpretativo, hermenéuti-


co, o al crítico, dialéctico. Colom, por su parte, propone llamar «conductista» al tecnológico
puesto que para él los tres serían tecnológicos (COLOM, 2002, p. 164).

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Otras varias propuestas para ordenar pueden ser válidas y útiles. Sin embargo,
pedagogías comparten con la que acaba- por el hecho de tener un origen exterior
mos de comentar la dificultad de resultar a lo pedagógico y por parciales en el sen-
excesivamente exteriores al propio cono- tido que sólo enfatizan la dimensión de lo
cimiento pedagógico. Nos referimos, en educativo que corresponde a la disciplina
general, a aquellas que parten de catego- de que se trate, estos sistemas de ordena-
rías propias de disciplinas próximas a la ción tienen los mismo límites que la dis-
pedagogía o que también abordan el tinción habermasiana que comentába-
fenómeno educativo desde sus respecti- mos antes. Las que acabamos de citar
vas ópticas. Cuando se distingue entre ordenan filosofías o psicologías o sociolo-
pedagogía de la esencia y pedagogía de la gías de la educación, y cuando así se pre-
existencia5, o cuando se habla de pedago- sentan nada hay que oponer a tales inten-
gía idealista, materialista, existencialista... tos. El problema está en los casos en que
se están utilizando criterios de demarca- con tales criterios o categorías se preten-
ción filosóficos para clasificar pedagogías. den clasificar pedagogías en el sentido
Lo mismo ocurre, pero ahora desde la psi- estipulado al principio del artículo, por-
cología, cuando se habla de psicología que entonces, como decíamos, los encua-
asociacionista o conductista, psicoanalíti- dres rechinan demasiado.
ca, cognitivista, constructivista...; o desde Aparte de estos intentos clasificatorios
la economía o la sociología, cuando desde criterios externos, ha habido otras
hablamos de la teoría del capital humano, formas de presentación de corrientes y
del credencialismo, de la teoría de la tendencias pedagógicas que también han
correspondencia, de las corrientes funcio- sido muy utilizadas. Se trata de formas de
nalistas, de la teoría de la reproducción, presentación que resultan como más
etc. De todas estas distinciones surgen genuinamente pedagógicas. Nos referi-
formas diferentes de roturar el universo mos a repertorios de corrientes pedagógi-
del conocimiento sobre la educación, y cas como el que distingue entre, por
cada una de ellas enfatiza dimensiones o ejemplo, pedagogía tradicional, pedago-
aspectos distintos y seguramente comple- gía activa, pedagogía antiautoritaria, etc.
mentarios del fenómeno educativo. La Este tipo de presentación ha sido y sigue
educación supone aprendizaje y, por siendo muy usual en programas de mate-
tanto, de las distintas teorías psicológicas rias pedagógicas generales y en obras que
del aprendizaje pueden desprenderse tratan de reflejar los autores y tendencias
también diferentes formas de interpretar más significativos de la pedagogía con-
lo educativo; la educación es también un temporánea6. El esfuerzo o la aportación
hecho social y, por tanto, las diversas de propuestas como éstas, está más en la
corrientes sociológicas suponen sendos selección que en la ordenación de las
enfoques de la realidad educativa. Y en corrientes a partir de criterios que pue-
este sentido, si se construyen con un míni- dan ayudar a presentarlas de manera
mo rigor, todas aquellas clasificaciones agrupada y no como una simple enume-

(5) B. Suchodolski utilizó estas categorías para hacer una lectura global de la historia de las
teorías educativas (B. SUCHODOLSKI, 1986).
(6) Nos referimos a obras como las que ya peinan canas de AVANZINI (1977), PALACIOS
(1978), JUIF y LEGRAND (1980), o las más actuales de COLOM, BERNABEU, DOMÍNGUEZ, SARRAMONA
(1997) o TRILLA (2001), pasando por otras muchas de años intermedios que sería largo localizar
y citar.

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ración. Es decir, no se trata de taxono- – Pedagogías transformadoras:
mías ni casi de ordenaciones sino de contienen –en diferente grado–
repertorios de pedagogías que se agluti- una dosis importante de análisis
nan alrededor de un rasgo de identidad o crítico sobre las relaciones de
de una idea fuerte común a todas ellas: poder y las desigualdades socia-
activismo (Escuela Nueva, Montessori, les que se dan en los diferentes
Decroly, Ferriere...), antiautoritarismo sistemas que conforman la socie-
(Neill, Rogers, Pedagogía Institucional ...), dad (político, económico, educa-
pedagogías socialistas (Makarenko, tivo, cultural, etc.), pero conci-
Suchodolski...), desescolarización (Good- ben simultáneamente la educa-
man, Illich, Reimer...), etc. ción como una herramienta de
cambio, y proponen acciones
UNA PROPUESTA MÁS educativas y sociales encamina-
das a promover la transforma-
Seguidamente vamos a proponer una ción social.
forma más de ordenar pedagogías. Es una – Pedagogías conservadoras:
propuesta que intenta superar no todos, éstas, lejos de la perspectiva críti-
pero si algunos de los límites o problemas ca de las anteriores, no cuestio-
de las que acabamos de presentar. No nan las condiciones sociales en
será, como las últimas que hemos visto, las que las instituciones educati-
una simple enumeración o repertorio de vas se hallan inmersas, y entien-
corrientes pedagógicas, sino que distri- den la educación exclusivamente
buirá a éstas según determinados criterios como un proceso de adaptación
explícitos. Criterios, sin embargo, que de las personas a su medio
procuraremos que sean relativos a aspec- social, cultural, etc. Al no cues-
tos pedagógicos relevantes. Concreta- tionar los aspectos centrales de
mente, la propuesta siguiente combina las estructuras sociales y educati-
dos criterios distintos. El primero, de vas, ponen el acento en aquello
carácter teleológico, nos va a permitir que consideran que puede mejo-
identificar las pedagogías por la función rar la función adaptativa o repro-
social que cada una de ellas asigna a la ductora del proceso educativo,
educación; y, el segundo criterio, de contribuyendo a conservar así el
carácter epistemológico, tiene que ver sistema organizativo, la cultura,
con el tipo de conocimiento pedagógico los valores establecidos, etc.
que se produce. En otras palabras, esta • Con arreglo a si la pedagogía en
manera de ordenar o de clasificar las dife- cuestión se circunscribe exclusiva-
rentes pedagogías modernas nos informa, mente al terreno de la producción
por un lado, de un elemento pedagógico teórica o si además tiene un corre-
clave de naturaleza ideológica, y, por el lato más o menos directo con la
otro, de su grado de practicidad y de vin- práctica, podríamos ordenar las
culación con la realidad educativa. teorías educativas según un eje
practicidad/discursividad:
• Según la función sociopolítica atri-
buida a la educación, las pedagogí- – Pedagogías discursivas: son
as podrían ordenarse a partir de un aquellas en las que predomi-
eje transformación/conservación: nan los contenidos discursivo-

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reflexivos. Es decir, las teorías con la práctica. Nos referimos,
que se preocupan sobre todo de por tanto, a aquellas teorías que
repensar y sistematizar una serie se han confeccionado en interac-
de conocimientos acerca del ción directa con la práctica. La
fenómeno educativo con la finali- práctica o la experiencia no es
dad de explicarlo y orientarlo, sólo una fuente privilegiada de
pero que no parten de experien- información, sino que constituye
cias educativas concretas y signi- un ingrediente imprescindible
ficativas. Estas pedagogías suelen en el proceso de fundamenta-
tomar como referentes otras teo- ción teórica y el lugar en el que
rías, aportaciones de diferentes la teoría se expresa de la forma
ciencias (psicología, antropolo- más clara.
gía, etc.), planteamientos políti-
cos, filosóficos, religiosos, etc., De la combinación de ambos criterios
elaborando conocimiento peda- de clasificación obtenemos cuatro clases
gógico con un alto grado de abs- diferentes de pedagogías que pueden
tracción. Obviamente, pueden expresarse gráficamente en un plano car-
tener repercusiones en la reali- tesiano (figura I). En el eje de las ordena-
dad o la práctica educativa, pero das nos encontramos las transformadoras
éstas suelen ser diferidas y más o y las conservadoras, y en el eje de las abs-
menos difusas. cisas las pedagogías discursivas y las prác-
ticas. Ambos ejes deben entenderse como
– Pedagogías prácticas: en éstas un continuum, de forma que las pedago-
encontramos además de aspec- gías se sitúan en el plano en función de
tos teóricos o de fundamenta- sus énfasis respectivos sobre la función
ción –que pueden ser de la sociopolítica que se adjudica a la educa-
envergadura o no de las anterio- ción y el tipo de conocimiento pedagógi-
res– una correspondencia directa co predominante en su contenido.

FIGURA I

PEDAGOGÍAS
TRANSFORMADORAS

PEDAGOGÍAS PEDAGOGÍAS
PRÁCTICAS DICURSIVAS

Pedagogías transformadoras/discursivas
Pedagogías transformadoras/prácticas
Pedagogías conservadoras/discursivas
PEDAGOGÍAS Pedagogías conservadoras/prácticas
CONSERVADORAS

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EJEMPLIFICACIÓN DEL CUADRO momento de asignar a cada cual su lugar.
Aún así, creemos poder justificar, como se
Una vez presentados los criterios y el cua- verá enseguida, la distribución propuesta.
dro resultante, veamos a título de ejemplo En tercer lugar, como se puede apre-
cómo podrían distribuirse en él algunas ciar en el cuadro, hemos ensayado algu-
pedagogías relevantes de la modernidad. nas agrupaciones. Estas agrupaciones,
Pero antes de entrar en ello hay que intro- aunque tampoco son del todo arbitrarias,
ducir algunas puntualizaciones. tienen principalmente la función de facili-
En primer lugar, que se trata sólo de tar la lectura del esquema (sin ellas apare-
un intento de ejemplificación. Los nom- cería como un puro amontonamiento de
bres propios o corrientes pedagógicas nombres). Las relaciones de vecindad
identificables que aparecen en el esque- establecidas tienen que ver, sobre todo,
ma son sólo una muestra de los existen- con los dos criterios mencionados antes,
tes. Los hemos elegido en razón de su sig- y no necesariamente con otros motivos
nificatividad para poder ilustrar las dife- de proximidad o coincidencia en otros
rentes formas de ubicarse en relación con aspectos pedagógicos o ideológicos.
los criterios empleados. Son todos los Finalmente, decir que también tiene su
que están pero, desde luego, no están explicación el hecho de que en la parte
todos los que son: tampoco cabrían7. Los superior del esquema aparezcan más nom-
seleccionados son autores o tendencias bres propios que en la inferior. En la peda-
que han estado presentes en la pedagogía gogía del siglo XX han sido más notorias las
del siglo XX; aunque hubiéramos podido tendencias y autores renovadores que los
extendernos hacía atrás en el tiempo, nos otros. Eso no significa, sin embargo, que
ha parecido que esta acotación temporal en la realidad educativa hayan sido aqué-
permite establecer comparaciones entre llos los dominantes: sólo significa que las
las pedagogías incluidas en el esquema. pedagogías innovadoras han resaltado
En segundo lugar, hay que decir tam- más. Las pedagogías conservadoras, la
bién que, como no podía ser de otra mane- escuela tradicional, etc. han sido segura-
ra, la ubicación de los ejemplos es sólo mente las mayoritarias pero a la vez tam-
aproximativa. Aparte de las dificultades bién las más anónimas, pues sus nombres
gráficas para su representación, la misma célebres, los grandes creadores de tales
versatilidad de algunas teorías, así como la pedagogías habría que buscarlos en épocas
evolución del pensamiento de ciertos anteriores; justamente en las épocas en las
autores, dificultan el intento de situarlos que sus aportaciones, seguramente, no
exactamente en unas u otras coordenadas fueron conservadoras ni tradicionales.
del esquema. Por otro lado, resulta inevita- Con todas estas precauciones a conti-
ble que nuestra propia subjetividad inter- nuación comentaremos brevemente los
pretativa juegue un cierto papel en el ejemplos incluidos en la figura II.

(7) Un ejercicio heurístico interesante sería plantearse dónde se ubicarían otros autores,
experiencias y concepciones pedagógicas del siglo XX que, por motivos de espacio u otros, no
hemos incluido en el cuadro. Podría ser incluso un ejercicio didáctico a realizar en clase con
alumnos ya un poco informados. Por ejemplo, donde cabría situar a Ausubel, la Institución Libre
de Enseñanza, la Pedagogía Waldorf, Janusz Korczak, la Escuela de Barbiana y un etcétera tan
largo como se quiera. Sería algo así como uno de esos ejercicios de geografía en los que los
alumnos han de localizar en un mapa mudo ciudades, accidentes geográficos, etc. En nuestro
caso, obviamente, el ejercicio debería consistir no sólo en ubicar, sino también en argumentar y
discutir las ubicaciones decididas.

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FIGURA II

PEDAGOGÍAS
TRANSFORMADORAS

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En la parte más alta del esquema Guardia, con sus particularidades, tam-
podemos encontrar a los pedagogos y bién cuadra en este grupo; quizá pedagó-
pedagogías transformadoras. Pedagogías, gicamente menos original que los anterio-
unas más radicales que otras, pero todas res, pero políticamente tanto o más beli-
ellas críticas con la educación dominante gerante que ellos.
de su época y con la sociedad que las En el lado superior derecho hay tam-
cobijaba. Éstas confían, además, en la bién autores y pedagogos transformado-
potencia de la acción educativa como fac- res. Pero están ahí por haberse dedicado
tor de transformación social. En la parte más a pensar críticamente la educación
superior izquierda hay algunos nombres que en llevarla ellos mismos a cabo.
de pedagogos transformadores funda- Gramsci o Suchodolski desde el marxis-
mentalmente prácticos (Freinet, mo; Goodman o Illich desde un progre-
Makarenko, Neill, Ferrer y Guardia, sismo liberal y radical.
Escuela de Barbiana…); es decir, persona- En el mismo cuadrante aparecen jun-
jes que han pasado a la historia sobre tos por psicólogos, Vigotsky, Piaget y
todo por aquello que hicieron y no sólo Bruner. Sus contribuciones se enfrenta-
por lo que pensaron. Destacan más por ron a los paradigmas de la psicología
sus realizaciones directas y por las dominante (asociacionismo, conductis-
influencias que ellas generaron, que por mo...) y de la didáctica tradicional, ade-
la finura, profundidad o sistematización más de conceptualizar una nueva forma
de sus elaboraciones teóricas. Crearon de entender el desarrollo cognitivo.
escuelas, experimentaron nuevos méto- Desde perspectivas diferentes, estos tres
dos y técnicas y lo supieron narrar todo autores ponen el énfasis en las capacida-
muy bien: se les recuerda por todo eso des de aprendizaje de las personas y en
más que por los conceptos o por las cons- los procesos de interacción en la cons-
trucciones intelectuales que elaboraron. trucción del conocimiento. Sus teorías
Freinet es bastante indiscutible en sobre cómo se desarrolla el proceso de
este apartado porque cumple con todos aprendizaje han resultado imprescindi-
los criterios que justificarían su ubicación: bles para fundamentar muchas de las teo-
confianza en la capacidad transformadora rías y prácticas educativas coetáneas y
de la acción escolar, practicidad… Sus posteriores, en el sentido de remarcar la
reflexiones teóricas no pasan inadverti- importancia de la educación centrada en
das, pero tampoco alcanzan la potencia la actividad de los estudiantes y de la cul-
de sus aportaciones prácticas y técnicas. tura en la construcción de significados.
Makarenko y Neill fueron dos potentísi- Aún en el extremo superior, pero en la
mos educadores que construyeron sus mitad del eje practicidad/discursividad,
respectivos sistemas pedagógicos por hemos puesto tres ejemplos de aquellos
medio de su propia práctica y que supie- casos en los que no sabríamos si destacar
ron explicar y transmitir magníficamente su aportación reflexiva o su labor práctica.
sus realizaciones. Por contexto e ideolo- Freire es uno de los ejemplos más claros
gía, cada uno hizo énfasis en determina- de continuidad y coherencia entre un pen-
dos valores de la modernidad: Neill en la samiento pedagógico de profundidad
libertad y en la individualidad, y notable y una aportación metodológica
Makarenko en la igualdad y la colectivi- indiscutiblemente fructífera. El movimien-
dad. Sus énfasis en tales valores fueron to de la Pedagogía Institucional francesa
tan radicales que eso mismo quizá les que tuvo, sobre todo en la década de los
llevó a no relegar los restantes. Ferrer y años setenta, una audiencia considerable

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y que aglutinó las más varias influencias y Kerchensteiner, Claparède, etc.). Asi-
conexiones progresistas de la época (mar- mismo, ocupa un lugar central porque
xismo, psicoanálisis, psicología humanis- sus aportaciones fueron tanto teóricas
ta, pedagogía freinetiana, anarquismo como técnicas y prácticas. En cuanto a su
sesentaiochista, antipsiquiatría y contra- lugar en el eje vertical, señalar que la
cultura), también presentó una faz teórica Escuela Nueva abarcó un espectro ideoló-
de cierto relieve (Lobrot, Lapassade, gico relativamente amplio y plural. El
Loureau) acompañada de ensayos prácti- grueso de sus autores y experiencias
cos (Oury, Vásquez…). Y Carl Rogers, a cabría situarlo en una tendencia liberal
partir de sus teorías y métodos psicotera- burguesa pero inequívocamente demo-
péuticos, desarrolló, practicó e inspiró la crática y progresista para su época. Pero
teoría y la práctica de la llamada «pedago- también cabría localizar autores, más o
gía no directiva». menos homologables en cuanto a técnica
Un poco más abajo, pero en la mitad pedagógica con los canónicos de la
del eje por la misma razón que la de los Escuela Nueva, que se situarían ideológi-
ejemplos anteriores, encontramos a camente más arriba o más abajo en aquel
Dewey, a Stenhouse y a Kohlberg. Todos espectro. Por arriba pondríamos, por
ellos destacan por una defensa decidida ejemplo, al ya citado Freinet, que es here-
de la democracia y por sus propuestas dero directo (y casi miembro) de la
pedagógicas en este sentido. Además de Escuela Nueva, pero ideológicamente
que sus notables reflexiones teóricas (las bastante más comprometido con la
del primero quizá las más influyentes del izquierda política y social. Por abajo,
siglo XX) han servido como fundamento podría citarse al Padre Andrés Manjón,
de otras teorías y realizaciones educativas, metodológicamente muy asimilable al
ellos mismos mantuvieron una vincula- activismo pedagógico de la Escuela
ción concreta con la práctica pedagógica: Nueva, pero políticamente muy distante
Dewey con su Escuela-Laboratorio de la de los planteamientos mayoritarios de la
Universidad de Chicago; Stenhouse por misma.
medio de su Humanities Curriculum En la parte baja del esquema nos
Project; y Kohlberg con sus experiencias encontramos con pedagogos y pedagogí-
sobre comunidades justas. Si se encuen- as conservadoras. Algunas más que otras,
tran un poco más abajo que Freire o la pero todas ellas coinciden en la función
Pedagogía Institucional es porque, a pesar social que otorgan a la educación: adaptar
de su compromiso con los valores demo- a las personas a la sociedad. Pero antes de
cráticos y con la defensa de la escuela entrar en las teorías y prácticas educativas
pública, su crítica a los sistemas sociales y conservadoras habría que ubicar a ciertos
políticos establecidos y/o sus propuestas planteamientos que tienden a situarse en
pedagógicas no tienen la radicalidad de algún lugar intermedio entre aquellas y
los anteriores. las transformadoras. Por ejemplo, los
Luego, ocupando un espacio muy planteamientos de las que podríamos lla-
amplio, localizamos a la Escuela Nueva. mar «pedagogías macroeducativas refor-
La razón de que ocupe una parcela mayor mistas», que podrían ejemplificarse con
que el resto se debe al número de rele- las conocidas obras escritas o dirigidas
vantes pedagogos y pedagogas, así como por Coombs (1971, 1985), Faure (1972) y
de métodos y experiencias escolares que Delors (1996). Las llamamos «macroedu-
pueden inscribirse en este movimien- cativas» porque pretenden ocuparse glo-
to (Montessori, Decroly, Ferrière, balmente de la realidad educativa (tanto

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en su ámbito formal como en los no for- como referencia negativa de la gran mayo-
mal e informal) y por interesarse más por ría de las pedagogías progresistas de la
la política y planificación educativa que parte superior del cuadro. La pedagogía
por los aspectos internos y didácticos de tradicional englobó un amplio y variado
las instituciones de enseñanza. Y también conjunto de prácticas heredadas, pero
las llamamos «reformistas» ya que abogan con escasa teorización de relieve realizada
por el cambio en los sistemas educativos durante el siglo XX (después ya menciona-
sin poner muy beligerantemente en cues- remos alguna excepción notable).
tión los marcos sociopolíticos y económi- Precisamente, los creadores de la después
cos que los sustentan; digamos que considerada escuela tradicional fueron
apuestan por la modernidad pero sin anteriores (Comenio, Lancaster, Jesuitas,
poner en tela de juicio determinados San Juan Bosco, Juan Bautista de la Salle,
aspectos estructurales que son los que Herbart…); autores y pedagogías que
precisamente impiden de hecho el logro ciertamente, en su momento, supusieron
de ciertos valores de la modernidad. En innovaciones importantes. Es decir, la
general, la parte proyectiva de este discur- escuela tradicional ha tenido en el pasado
so es de signo progresista, pero expresa- siglo muchísimos practicantes pero pocos
da con la suficiente generalidad y retórica teorizadores y defensores destacables.
como para que pueda ser asumida, sin A algunos componentes de la misma
compromisos expresos, por el más se les pretendió lavar la cara y se barniza-
amplio sector del espectro político demo- ron de modernidad y tecnología con
crático: estos autores y obras –significati- determinados planteamientos cientificis-
vamente vinculados o auspiciados por tas: los de la llamada «Pedagogía por
organismo internacionales– han podido Objetivos», por ejemplo. Ello en conexión
ser citados, sin necesidad de hacer un con ciertas teorías conductistas y neocon-
gran alarde de hipocresía o cinismo, por ductistas del aprendizaje como la de
la derecha, la izquierda y el centro. Las Skinner. Para Skinner cualquier conducta
aportaciones de estas pedagogías macroe- puede explicarse mediante mecanismos
ducativas destacan más en el diagnóstico asociativos y reforzadores. El sujeto se
que hacen del estado de la educación que limita, así, a responder a los estímulos de
por las realizaciones prácticas que han su entorno. Por otra parte, al prestar aten-
generado. Aún así, se hallan en sus obras ción sólo a las conductas observables,
significativas recomendaciones que han Skinner desdeña la actividad interna de
servido como referencia y legitimación de los sujetos y su capacidad para actuar más
políticas y programas educacionales; por allá de una respuesta condicionada por el
esta razón, si bien están situados más medio. A este grupo lo hemos puesto
hacia el lado de las pedagogías discursi- abarcando un espacio amplio del eje
vas, también ocupan un espacio del de las practicidad/discursividad porque además
prácticas. de elaboraciones teóricas sobre el apren-
El espacio central y más amplio de las dizaje, son reseñables determinadas apor-
pedagogías conservadoras debe ocuparlo, taciones prácticas (la enseñanza progra-
por supuesto, la llamada escuela (o peda- mada, máquinas de enseñar, etc.) y tam-
gogía) tradicional. Sin duda, un significan- bién por haber proporcionado, junto con
te ambiguo y complejo, pero con el que se otros autores, fundamentación psicológi-
ha querido nombrar una realidad que ca a metodologías tecnologistas neotradi-
cubrió una buena parte del sistema es- cionales como, por ejemplo, la ya citada
colar real del siglo pasado, y que sirvió pedagogía por objetivos.

230
En la parte sur de las pedagogías dis- lo a reflexionar sobre la inexistencia de
cursivas, y solapándose con el espacio de pedagogías postmodernas y las razones
la pedagogía tradicional, hemos puesto de la misma. Por supuesto que no preten-
dos nombres propios: Durkheim y Alain. demos abarcar aquí la amplitud y diversi-
Ambos son ejemplos notorios del reduci- dad de facetas de la relación entre educa-
do grupo de teóricos de la educación ción y postmodernidad8; simplemente
importantes del siglo XX que no cabe intentaremos razonar, justificar y ejempli-
apuntar en el registro de las pedagogías ficar dos supuestos. El primero es el ya
progresistas. Los dos intentaron recuperar anunciado, que no hay pedagogías rele-
algunos valores o aspectos nada desdeña- vantes elaboradas desde el pensamiento
bles de la pedagogía tradicional que cier- postmoderno. El segundo va más lejos y
tas pedagogías innovadoras coetáneas, afirma que, en rigor, no puede haberlas.
bien o mal entendidas, habían puesto en Sin embargo, como veremos, eso no sig-
cuestión: los modelos, el esfuerzo, la auto- nifica que no pueda haber discursos post-
ridad moral e intelectual del profesor. modernos sobre la educación, o incluso
Y ya en el extremo sur del esquema que de tales discursos no puedan nutrirse
(tan en el extremo que incluso habría que pedagogías no postmodernas.
ponerlas más abajo de la flecha de las teo- Para razonar el primer supuesto for-
rías y prácticas conservadoras), tendría- mularemos otros dos que trataremos por
mos las pedagogías generadas por los sis- separado: el de que todas las pedagogías
temas políticos totalitarios prodigados relevantes del siglo XX son modernas (o
durante el siglo XX: pedagogías fascistas, si acaso hay alguna que no lo sea, ésta
del nacional-catolicismo, del integrismo y tampoco es postmoderna sino premoder-
fundamentalismo religioso, etc. na o antimoderna); y el de que los discur-
sos sobre educación elaborados desde el
pensamiento postmoderno, al menos
POSTMODERNIDAD Y EDUCACIÓN: hasta ahora, no han llegado a cuajar en
¿PEDAGOGÍAS O DISCURSOS? pedagogías propiamente dichas (o, al
menos, en pedagogías relevantes, origina-
Anticipábamos en la introducción que les o coherentes con los planteamientos
dedicaríamos la segunda parte del artícu- postmodernos genuinos).

(8) Las nociones de modernidad y postmodernidad que manejaremos en este artículo pro-
vienen fundamentalmente del campo de la filosofía. El inicio de la modernidad, así, cabría situar-
lo en el siglo XVIII, bajo el influjo de la Ilustración y de la razón como única autoridad posible
para superar la tradición y los irracionalismos de épocas anteriores. Para ello, hay que adentrar-
se en el concepto clásico de la modernidad tal y como lo definió Hegel, y seguir su desarrollo
de la mano de autores como Marx, Weber, Lukács y la Escuela de Francfort. Por su parte, el giro
lingüístico de la filosofía desembocará en dos posiciones distintas ante la modernidad. La pri-
mera, que podría ejemplificarse en la obra de LYOTARD (La Condición Postmoderna. Madrid,
Cátedra, 1987), y ya antes en la tradición de autores como Nietzsche y Heidegger, preconiza la
ruptura con la modernidad y con las conquistas de la Ilustración a la luz de los abusos que ha
cometido la razón instrumental, encarnada por ejemplo en la razón burocrática del estado o en
la razón económica de la empresa capitalista, como Weber ya analizaría en sus momento. La
segunda, defendida por Habermas, lejos de renunciar al proyecto, no agotado sino sólo inaca-
bado, de la modernidad busca, en una nueva concepción de la racionalidad basada en el enten-
dimiento y en la intersubjetividad, una vía nueva para su reconstrucción (HABERMAS, 1989).

231
LAS PEDAGOGÍAS RELEVANTES DEL SIGLO pedagogía de la modernidad caben énfa-
XX SON MODERNAS sis dispares. Igual que la modernidad, sin
desmentirse a sí misma, ha podido produ-
Vamos pues al primero de los subenuncia- cir variedad de ideologías y concepciones
dos. Revisitando el cuadro explicado políticas y sociales (el comunismo y el
antes podemos ver como, con los matices anarquismo, la socialdemocracia y el libe-
que luego explicaremos, todas las peda- ralismo...), también las pedagogías de la
gogías y autores (teóricos o prácticos) de modernidad han sido dispares e incluso
la parte superior comparten el caldo de antagónicas en determinados aspectos sin
cultivo y el horizonte de la modernidad. por ello desmarcarse del proyecto general
Los valores de la Ilustración, la confianza de la misma.
en el progreso del género humano y de la Y no sólo son representativas de la
sociedad (y en la imprescindible contribu- modernidad las pedagogías tranformado-
ción al mismo de la educación), el poder ras de la parte superior del cuadro.
de la razón y del conocimiento... están, de También lo son la mayoría de las de las
una manera u otra, presentes en todas zonas central e inferior. Lo son, sin duda,
aquellas pedagogías. Cierto es que, en las propuestas macroeducativas reformis-
unos casos, tales valores aparecen de tas (Coombs, Faure...) cuyo lema fue pre-
forma, más o menos, conjuntos y equili- sisamente la modernización de los siste-
brados (Escuela Nueva, Dewey, Freinet, mas educativos; o la hiperracionalización
Freire...), mientras que en otros casos se y tecnocratización del proceso educativo
pueden producir énfasis muy marcados que representaría la pedagogía por objeti-
en favor de algunos de tales valores y, por vos; e incluso buena parte de la pedago-
tanto, también en detrimento de otros. gía llamada tradicional es una pedagogía
Pero siempre la referencia básica será uno claramente homologable con la moderni-
u otro de los grandes principios de la dad. Es posible que a alguien le sorpren-
modernidad: para Neill, la libertad y el da esta aparente contradicción en los tér-
individuo, mientras que para Makarenko minos y se pregunte cómo es posible que
la referencia habrá que encontrarla en la una cierta pedagogía tradicional pueda
igualdad y la colectividad. Incluso hay que considerarse a su vez como una de las
admitir que algunas de estas pedagogías pedagogías de la modernidad. (Díaz
que nosotros no dudamos en calificar de Barriga, 1995, p. 211). No lo es, por
modernas resulten implícita o explícita- supuesto, esa escuela «tradicional» cruen-
mente críticas con ciertos excesos de la ta de «la letra con sangre entra», aborreci-
modernidad o que, a su vez, representan da y aborrecible, ineficaz incluso para
ellas mismas a tales excesos. Por seguir adoctrinar en los valores más reacciona-
sólo con los dos ejemplos ahora mencio- rios y ya obsoleta hace más de cien años
nados, Neill reivindicó el lugar del senti- pero aun residualmente presente ahora:
miento en la educación y, en este sentido, una suerte de premodernidad pedagógica
relativiza el de la razón; Makarenko, por incrustada todavía, aquí y allá, en nuestro
su parte, se desmarca explícitamente del parque escolar. Pero sí que son pedagogí-
gran patriarca de la pedagogía moderna: as de la modernidad las de los grandes
Rousseau. En cualquier caso, Neill y creadores (con Comenio a la cabeza) de
Makarenko, antagónicos en tantos aspec- la después llamada «escuela tradicional»,
tos educativos y pedagogos geniales pero que en su momento fue claramente
ambos, son modernos hasta la médula y innovadora; o la pedagogía lancasteriana
resultan emblemáticos de cómo en la que, viabilizando el desideratum de

232
Comenio sobre cómo un solo maestro decir que, en cualquier caso, la omisión
podría enseñar al mayor número posible no ha sido intencionada: si realmente
de alumnos, permitió extender y demo- existen pedagogías postmodernas rele-
cratizar la enseñanza durante el siglo XIX; vantes, el hecho de prescindir de ellas
o, en fin, el conjunto de la pedagogía habría de ser atribuido a la pura ignoran-
panóptica que, en palabras de Foucault, cia. Pero... ¿qué autores, tendencias o rea-
convirtió a la escuela en una máquina de lizaciones educativas, con nombres y ape-
enseñar y disciplinar (Foucault, 1978). Y llidos y genuinamente postmodernos,
tampoco a nadie se le podría ocurrir des- podrían figurar en el cuadro? Sin duda los
terrar del proyecto moderno a esos gran- discursos que sobre educación y postmo-
des pedagogos «tradicionales» más dernidad se han generado desde hace un
recientes que fueron Durkheim o Alain cierto tiempo (dos décadas, más o
(Trilla, 2002). menos) han sido numerosos y diversos.
En el gráfico sólo aparecen unas Ahora bien, ¿es posible identificar a algu-
pocas pedagogías que quizá sería un no de tales discursos como constitutivo
abuso del lenguaje calificar de modernas: de una pedagogía en el sentido que indi-
las pedagogías fascistas, las del nacional- cábamos al principio del artículo? En lo
católicismo franquista, las fundamentalis- que sigue intentaremos un rápido repaso
tas, integristas... Éstas, en general, no serí- a la literatura postmoderna sobre la edu-
an pedagogías ni modernas ni postmo- cación (y/o a la literatura pedagógica
dernas, sino directamente o premodernas sobre la postmodernidad) para ver si esta
o antimodernas9. pregunta puede tener una respuesta posi-
tiva y, sea como sea, para elucidar qué es
DISCURSOS POSTMODERNOS SOBRE LA lo que ha aportado el pensamiento pos-
EDUCACIÓN tmoderno a la pedagogía.
Como acabamos de afirmar, los tra-
En el cuadro no hay pues pedagogías pos- bajos que ponen en relación el tema
tmodernas. Ciertamente, alguien malpen- educativo con la postmodernidad son ya
sado podría aducir que no aparecen ahí ciertamente cuantiosos. Por un lado, des-
no porque no existan sino porque los tacados pensadores homologados como
autores expresamente no han querido post-modernos se han ocupado de la edu-
ponerlas. Por nuestra parte hemos de cación. No deja de ser significativo que

(9) Eso, por ejemplo, escribían en 1941 los editores españoles de una obra de Ernts Krieck,
el ideólogo por excelencia de la pedagogía del nacionalsocialismo alemán: «He aquí por qué nos
ha parecido útil para nuestros educadores ofrecerles la versión de este libro de Krieck. En él
podrán hallar los argumentos poderosos para combatir la concepción liberal y racionalista del
mundo y de la vida, y un buen cúmulo de ideas aprovechables para diseñar el futuro edificio de
nuestra educación popular...» (KRIECK, 1941, VIII). Es verdad que determinados aspectos o
dimensiones de los fascismos del siglo XX pueden verse conectados con la modernidad, y no
sólo porque tal fue el contexto histórico en el que surgieron: al igual que el estalinismo, tales
fascismos podrían contemplarse como la exacerbación perversa de algunos componentes genui-
nos de la modernidad. También es cierto que, por ejemplo, en arte, en su momento algunas van-
guardias flirtearon con el fascismo. Pero por lo que se refiere a las pedagogías reales perpetra-
das bajo los fascismos europeos, globalmente –y salvando excepciones casuísticas– no cabe
interpretarlas sino como una vuelta atrás, un paréntesis o una reacción en contra de la moder-
nidad.

233
uno de los textos más canónicos del pen- y McLaren (1995a, 1995b, 1997), sobre
samiento postmoderno, por no decir el todo porque más adelante habremos de
que más10, La condición postmoderna de referirnos específicamente a ellos.
J. F. Lyotard, dedicase un capítulo específi- Los autores y obras que acabamos de
co a la enseñanza. Por no hablar del juego citar (y otros que irán apareciendo) han
que para la reflexión educativa dieron y construido discurso sobre postmoderni-
siguen dando las perspectivas introduci- dad y educación, aunque no todos, por
das por pensadores a quienes también se supuesto, desde el pensamiento postmo-
ha vinculado con el pensamiento postmo- derno: unos desde la crítica al mismo,
derno como, destacadamente, Foucault a otros comulgando con él y entre medio
partir, sobre todo, de Vigilar y castigar toda una gama de posturas a veces mati-
(1978)11. Por otro lado, además de lo que zadas, a veces ambiguas, a veces inubica-
menudean en la reflexión pedagógica bles. Pero para ver si estos discursos (o
actual las referencias a los autores citados parte de ellos) constituyen verdadera-
(y a Vattino, Rorty, Derrida, Lipovetsky, mente una pedagogía postmoderna hay
Baudrillard, etc.), también desde esta dis- que analizar lo que encontramos en ellos.
ciplina se han ido produciendo aportacio- En primer lugar, lo que más encontra-
nes específicas que hay que anotar. En el mos son contenidos que pretenden ser
ámbito español hay que mencionar espe- descriptivos y críticos. Contenidos que,
cialmente a A.J. Colom que, en un artícu- partiendo del supuesto de que la realidad
lo titulado «Hacia nuevos paradigmas social y, sobre todo, cultural en la que
educativos: la pedagogía de la postmoder- estamos es postmoderna12, pretenden dar
nidad», ya en el año 1984 tematizaba la respuesta a preguntas del tipo ¿cómo
postmodernidad desde la pedagogía, afecta esta nueva realidad a la educación?
saludando la entonces reciente aparición Ahí, en el análisis de la realidad postmo-
del librito de Lyotard; posteriormente, derna, aparecen los temas estrella del dis-
Colom, en trabajos más extensos, ha curso postmoderno. Entre otros y por lo
seguido con el tema (Colom y Mèlich, que afecta más directamente a la educa-
1994; Colom, 2002), como así lo han ción, por ejemplo: el tema de las nuevas
hecho otros pedagogos del país como tecnologías de la información y la comu-
Gervilla (1993), Fullat (2002), Gil (2001), nicación que rompen el monopolio de las
Gimeno (1998), Pérez Gómez (1998). De formas clásicas de acceder al conocimien-
la nómina de teóricos de la educación to y, entre ellas y como más importante, la
extranjeros que han sido muy sensibles a escuela; el tema de la realidad cada vez
la cuestión postmoderna queremos citar a más multicultural de nuestras sociedades
dos conocidos representantes de la que directamente pone en cuestión la
izquierda pedagógica norteamericana, superioridad de una cultura (la nuestra, la
Giroux (1991, 1994, 1995a, 1995b, 2001) occidental, etc.) y que, por tanto, abona

(10) Para Colom y Mèlich, probablemente «la obra más importante sobre el tema» (COLOM,
MÈLICH, 1994, p. 185).
(11) Sobre literatura pedagógica foucaultiana o que ha usado significativamente a
Foucault: QUERRIEN (1979), TRILLA (1985), VARELA y ALVAREZ-URÍA (1991), BALL (1993), LARROSA
(ed.) (1995).
(12) A. PÉREZ GÓMEZ (1998, pp. 24-27) ha sintetizado muy bien las características de la
post-modernidad desde una perspectiva pedagógica.

234
posicionamientos relativistas que casan archicitada, concisa, heurística y, en
mal con determinados supuestos sobre muchos sentidos, cierta de que «la escue-
los que se han fundado nuestros sistemas la es moderna, los alumnos son posmo-
educativos; el derrumbe de los grandes dernos» (Finkielkraut, 1987, p. 131). Una
relatos ideológicos de la modernidad forma brillante –el discurso postmoderno
sobre los que, entre otras, se han cons- o sobre la postmodernidad es prolífico en
truido y se han legitimado las grandes (y frases brillantes, aunque, como veremos,
diversas, como veíamos antes) concepcio- no todas tan acertadas como ésta– de
nes educativas del siglo XX; el desvela- enunciar y denunciar el desajuste existen-
miento de la relación saber-poder te entre la realidad de la calle, de la vida,
(Lyotard 1987; Foucault 1987; Derrida de las personas... y los aparatos institucio-
1989) que pone en evidencia la ingenui- nales creados para formar e instruir a
dad pedagógica de la neutralidad del estas personas. Y es cierto, la escuela y las
conocimiento y de su transmisión; la cri- pedagogías escolares, las mejores, (lo veí-
sis (muerte, deconstrucción...) del sujeto amos en el cuadro anterior) son moder-
(de la identidad...) que hiere peligrosa- nas, pero sus usuarios ya no parecen
mente el sentido de la educación tal y serlo. El problema es decidir quien tiene
como se ha concebido hasta ahora13. razón (la «realidad» postmoderna o la
No podemos entrar en el desarrollo y escuela moderna), pero de eso ya habla-
la discusión de estos temas estrella de los remos después, porque contestar a esta
discursos sobre postmodernidad y educa- pregunta sería entrar ya en un plantea-
ción. Son ejemplos de lo que más (y, miento genuinamente pedagógico. Ahora
como veremos, mejor) se hace en ellos: estamos todavía en este nivel descriptivo
intentar dar cuenta de una nueva realidad (y/o explicativo, hermenéutico o crítico)
y de un nuevo pensamiento y poner en del discurso sobre la postmodernidad y la
evidencia que la educación (sobre todo, educación. Un discurso que, a nuestro
la educación institucional, formal, etc.) parecer, acoge algunos contenidos que
parece que no se haya enterado. Por eso no van más allá (o que incluso se quedan
decimos que esta parte del discurso es cortos) respecto de otros planteamientos
descriptiva (de la realidad) y crítica (a críticos sobre la educación realizados
menudo hipercrítica con la realidad de la desde posiciones no postmodernas:
educación). Quizá el emblema de este muchas de las grandes pedagogías del
tipo de contenidos del discurso es la frase cuadro,14 además de sus aportaciones

(13) F. GIL CANTERO (2001) se ha referido muy lúcidamente a las implicaciones educativas
de la crisis del sujeto.
(14) Esta crítica, a menudo más consistente que la postmoderna, la han ejercido también
otros discursos sobre la educación que no aparecen en el cuadro por el hecho de que no llegan
a constituir pedagogías en el sentido que manejamos aquí. Nos referimos sobre todo a las teo-
rías de la reproducción y a otras próximas a ella (Althusser, Bourdieu, Baudelot, Establet,
Bowles, Gintis, Bernstein...). No cabe duda de que estas teorías giran en torno a una visión crí-
tica de la sociedad y del funcionamiento de las instituciones educativas modernas. Sin embargo,
a diferencia de las teorías transformadoras que hemos comentando anteriormente, no suelen
proponer alternativas desarrolladas y plausibles para modificar o superar aquello que denun-
cian. Pero, por otro lado, difícilmente estos autores podrían aceptar verse involucrados bajo el
paradigma del pensamiento postmoderno.

235
constructivas, han formulado lucidísimas de la modernidad, a pesar de que la reali-
críticas a la educación que les era coetá- dad o los alumnos no lo sean, o precisa-
nea y que, mutatis mutandis, resultan mente porque los alumnos no lo son. Es
incluso para la educación actual más la pedagogía que sigue irreductiblemente
minuciosas, fundadas (y menos retóricas) apostando por la modernidad. La otra res-
que algunas de las procedentes del dis- puesta a la pregunta sería la respuesta
curso postmoderno. Eso no quita, sin postmoderna: la realidad postmoderna
embargo, que este discurso también con- hay que afrontarla con una educación que
tenga elementos críticos valiosos para evi- también lo sea; es decir con una pedago-
denciar disfunciones y anacronismos de gía coherente con el pensamiento pos-
la educación actual, para desentrañar tmoderno. Naturalmente entre estas dos
mecanismos que enmascaran cometidos respuestas polarizadas existen otras posi-
reales e indeseables de las instituciones bles (y reales) que matizan a la una o a la
educativas, o para desmentir ingenuida- otra o que equidistan u oscilan entre
des o ilusiones a las que quizá ha sido y es ambas. Después veremos alguna de ellas,
demasiado proclive la pedagogía15. pero ahora nos interesa la segunda, pues
El discurso crítico es propedéutico, es la que hemos de comentar para seguir
incluso quizá necesariamente propedéuti- con el argumento de que el pensamiento
co, en relación con el discurso pedagógi- postmoderno no ha sido capaz de cons-
co en sentido estricto. Pero para que tal truir una pedagogía genuinamente post-
sea, debe dar un paso más: el paso teleo- moderna relevante.
lógico y normativo. El paso de la pregun-
ta ¿cómo afecta a la educación la realidad PROPUESTAS PEDAGÓGICAS SOBRE LA
postmoderna?, a la de ¿cómo debe ser EDUCACIÓN POSTMODERNA:
educación en nuestra (supuesta) socie- ALGUNOS EJEMPLOS
dad postmoderna? Nótese que esta pre-
gunta puede tener dos respuestas. La pri- Hemos reconocido que el discurso pos-
mera sería una respuesta no postmoder- tmoderno sobre la educación, cuando se
na: cabe admitir que nuestra sociedad es mueve en una dimensión crítica, puede
postmoderna (o contiene ingredientes ser notablemente lúcido. Ahora bien, en
postmodernos) y pensar, a la vez, que la nuestra opinión resulta muy decepcio-
apuesta educativa idónea debe ser moder- nante cuando da el paso esencialmente
na. Dicho de otro modo, se trataría de dar pedagógico, cuando el discurso postmo-
como válida no sólo desde el nivel des- derno se atreve al deber ser16. Entonces,
criptivo sino también desde el normativo, la mayoría de las propuestas o resultan
la frase antes citada de que los alumnos triviales, o ya se hallan contenidas (y
son postmodernos mientras la escuela es mejor desarrolladas) en las pedagogías
moderna. En este sentido se diría que la modernas, o acaban siendo contradicto-
escuela debe ser radicalmente moderna, rias con los propios presupuestos pos-
que debe encarnar y formar en los valores tmodernos, o no resistirían la misma críti-

(15) La obra de Foucault es, por ejemplo, significativa en relación con los dos últimos
aspectos mentados.
(16) También hay que decir que en los textos sobre postmodernidad y educación (y parti-
cularmente en los que se construyen desde el pensamiento postmoderno) no siempre es fácil
dilucidar si se está en lo descriptivo o en lo normativo o si lo que se enuncia es una prospec-
ción o una prescripción.

236
ca que dirigen a las pedagogías modernas, derecho primordial a que en ella pueda
o son simplemente retóricas e inexcruta- decirse todo y a decirse públicamente y
bles. O varias de estas cosas juntas. publicarse, a que las Humanidades se
Veamos algunos ejemplos de diferente ocupen de la historia del hombre, de la
calado y que se refieren a cuestiones dife- idea de hombre, de las Declaraciones de
rentes. los Derechos del Hombre (y de la mujer,
El primer ejemplo se refiere a lo que precisa), de la historia de la democracia,
a veces ocurre cuando un ilustre pensa- de la literatura, y también de la profesión
dor postmoderno se propone hacer seria- de profesar (es decir, del profesorado:
mente pedagogía, pedagogía universitaria eso nos interesa a los pedagogos especial-
en este caso. Se trata de un texto corto de mente...). Y acaba así, admitiendo que
Jacques Derrida procedente de una con- todo eso es muy complicado:
ferencia suya en la Universidad de
Stanford en 1998 (Derrida, 2002). El tema No sé si lo que estoy diciendo es inte-
es el de las Humanidades en la universi- ligible, si tiene sentido. De lo que se
trata, en efecto, es del sentido del sen-
dad del mañana y empieza, contundente-
tido. Lo que no sé, sobre todo, es cuál
mente, con lo que llama «un compromiso es el estatus, el género o la legitimidad
declarativo» o «una profesión de fe»: del discurso que acabo de dirigirles a
ustedes. ¿Es académico? ¿Es un discur-
Dicha universidad (se refiere a la «uni- so del saber en las Humanidades o
versidad moderna») exige y se le acerca de las Humanidades? ¿Es única-
debería reconocer en principio, ade- mente saber? ¿Únicamente una profe-
más de lo que se denomina la libertad sión de fe performativa? ¿Pertenece al
académica, una libertad incondicio- adentro de la universidad? ¿es filosofía
nal de cuestionamiento y de proposi- o literatura?, ¿o teatro? ¿Es una obra o
ción, e incluso, más aún si cabe, el un curso, o una especie de seminario?
derecho de decir públicamente todo Tengo naturalmente algunas hipótesis
lo que exigen una investigación, un al respecto pero, finalmente, ahora
saber y un pensamiento de la verdad. son ustedes, otros también, quienes
Por enigmática que parezca, la refe- han de decidir.
rencia a la verdad parece ser lo bas- Tómense su tiempo pero dense prisa
tante fundamental como para encon- en hacerlo pues no saben ustedes lo
trarse, junto con la luz (Lux), en las que les espera (Derrida, 2002, p. 77).
insignias simbólicas de más de una
universidad. O sea, durante unas setenta páginas
La universidad hace profesión de la hemos viajado desde la afirmación de la
verdad. Declara, promete un compro- verdad (no la pone con mayúsculas, pero
miso sin límite para con la verdad” sí en cursiva) como sagrada misión de la
(Derrida, 2002, pp. 9-10, las cursivas universidad al socrático sólo sé que no sé
son del texto). nada, al pedagógico ahora piensen por
su cuenta y a una inquietante y oscura
Después de esta solemne afirmación premonición, pasando por la relación de
que, como él mismo advierte, es por otro las historias múltiples que han de ser cul-
lado el lema clásico de muchas universi- tivadas en las Humanidades. Totalmente
dades, a lo largo del texto, entre fragmen- de acuerdo en que en la universidad se
tos no siempre fácilmente inteligibles, cultive la historia de la literatura, y en
Derrida va desgranando apelaciones a todo lo demás: pero alguien puede pen-
la universalidad de la Universidad, al sar que para este viaje quizá no hacían

237
falta tantas alforjas deconstruccionistas. ésta última, toma nota de la curiosa pro-
El segundo ejemplo que queríamos puesta de Michéa de «aprender a des-
poner sobre la inanidad del pensamiento aprender»17.
postmoderno cuando se pone a la tarea Eso de aprender a desaprender viene
de la pedagogía normativa es un librito de un par o tres de páginas (pp. 40 y ss.)
sobre educación, genuinamente postmo- del librito de Michéa en las que se esboza
derno, que hace poco tuvo alguna una especie de utopía negativa –que
audiencia: se trata de La escuela de la según el autor ya se está prefigurando
ignorancia (2002), cuyo autor es un pro- ahora– cuyo sistema educativo formaría
fesor de filosofía que ejerce en diferenciadamente a tres tipos de indivi-
Montpellier llamado Jean-Claude Michéa. duos. En primer lugar, a un sector de exce-
Nos puso sobre la pista de esta obra el lencia constituido por las élites científicas
intento de J. Gimeno Sacristán (2003, y dirigentes; esta minoría sería formada
p. 245; 2002, p. 290) de caracterizar mediante la escuela tradicional, que es,
mediante un cuadro comparativo a las según Michéa, justamente la que puede
pedagogías tradicional, moderna y post- ser eficaz para transmitir «saberes sofistica-
moderna; en relación con el contenido de dos y creativos», así como para desarrollar

(17) Los aspectos de estas tres pedagogías que se comparan en el cuadro son: el tipo de
aprendizaje, en qué consiste el aprendizaje relevante, sus cualidades y los supuestos acerca de
los sujetos, la sociedad y la cultura. En la columna de la «pedagogía postmoderna», por lo que
se refiere a este último aspecto aparecen una serie de enunciados sólo descriptivos; la casilla de
las cualidades de la pedagogía postmoderna está vacía; en la correspondiente a ¿en qué consis-
te el aprendizaje relevante según esta pedagogía? se dice: «Es la capacidad para cambiar las for-
mas de pensar situándose fuera de ellas. Hábito de no habituarse». Y, finalmente, por lo que se
refiere al tipo de aprendizaje: «Aprendizaje de tercer grado o aprender a desaprender» (GIMENO,
2003, p. 245). Hay que decir que en el texto que acompaña el cuadro tampoco es que todo eso
se explique mucho más: «La sociedad de la información es una sociedad sometida a tales ritmos
de cambio, que necesita de un nuevo nivel de aprendizaje: el de saber rehacer y cambiar el
aprender a aprender y, como dice Michéa, el poder desaprender lo aprendido para sobrevivir en
ella. Si adquirir estrategias cognitivas salva la limitación del aprendizaje directo de contenidos,
este nuevo tipo de aprendizaje de tercer orden salvaría la caducidad del meta-aprendizaje de
segundo grado: consistiría en aprender a aprender modos de aprender» (GIMENO, 2002, p. 291).
El autor del cuadro no es postmoderno, sino más bien crítico con este pensamiento. Debe ser
por eso que no le resulta fácil explicar con claridad el contenido propositivo y práctico de la
pedagogía postmoderna. Es decir, en qué consiste y cómo se hace eso de adquirir el hábito de
no habituarse o de aprender a desaprender, y sobre todo cómo se educa, se enseña o se facilita
el aprendizaje de estas cosas. Por nuestra parte, creemos que no le resulta fácil explicar inteligi-
blemente todo eso, no porque no sea él mismo postmoderno, sino porque eso seguramente no
lo puede explicar bien nadie, ni siquiera el más ferviente partidario de la supuesta pedagogía
postmoderna. Y es que nos tememos que, en realidad, no haya mucho que decir, salvo, como
anticipábamos más arriba, algún que otro juego de palabras, ocurrente pero oscuro, como el
michéano «aprender a desaprender». Porque ¿cómo se hace eso de aprender a desaprender? Es
de suponer que con este lema se quieren referir a eliminar del repertorio del educando conoci-
mientos y procedimientos obsoletos, pero para eso, que ya suele conseguir fácilmente el olvido
(lo que no se usa se olvida), ¿se necesita toda una nueva pedagogía? En fin, que cuesta imaginar-
se cómo sería esa escuela (o lo que deba haber en su lugar) en la que se adquiriese el hábito de
no habituarse y se enseñara a desaprender.

238
el espíritu crítico. En segundo lugar, plemente de eso. Lo malo es cuando el
habría las escuelas –o sobre todo los uno o los otros acaban creyéndose que
medios de la enseñanza a distancia– para aquello es un producto intelectual serio,
formar en las competencias técnicas bien fundamentado y que describe fiel-
medias; estas competencias serían saberes mente la realidad. El «librito» de Michéa es
utilitarios rápidamente «desechables», eso, un panfleto; y lo que no sabemos es
como exige el acelerado cambio tecnológi- si el propio autor se cree los argumentos
co actual. Y, finalmente, habría la escuela peregrinos que menudean en las escasas
para los más numerosos donde «deberá páginas de la obra. Por ejemplo, la rela-
enseñarse la ignorancia en todas sus for- ción directamente causal que establece
mas posibles» (Michéa, 2002, p. 43). Para entre el consumismo desaforado de hoy
el autor esto último no sería nada fácil de en día y la ideología del mayo parisino del
llevar a cabo, por lo que debería «reedu- 68 (aquel mes de mayo es una de las bes-
carse» a los profesores bajo «el despotis- tias negras del autor y, según él, el origen
mo ilustrado de un ejército potente y bien de muchos de los males que nos afligen)
organizado de expertos en “ciencias de la (pp. 33 y ss.); o, pongamos por caso, la
educación”» (Michéa, 2002, p. 43). Esta defensa que hace de la escuela tradicional
escuela de la ignorancia es, según el autor, mediante el implacable e impecablemen-
la que de hecho viene prefigurándose ya te demostrativo argumento de que aquella
como fruto de las reformas «liberal liberta- escuela fue capaz de formar a personalida-
rias» habidas desde los años sesenta del des como Marc Bloch (30)19. En fin, que el
siglo pasado y orientadas por los expertos exitoso libro del tal Michéa es un ejemplo
en las mentadas ciencias18. más –y en este caso caricaturesco, pues la
Hay que decir que la parodia, la carica- literatura postmoderna sobre educación
tura o incluso el panfleto pueden ser sin duda ha generado productos mucho
géneros literarios bien legítimos y sanos; más sólidos– de este estilo intelectual con-
particularmente cuando el autor y los lec- sistente en una crítica epatante pero sin
tores son conscientes de que se trata sim- compromiso plausible alguno20.

(18) Sea dicho de paso, que la fobia a las ciencias de la educación y a sus cultivadores –psi-
cólogos, pedagogos, etc.– es un tic que no es nada raro descubrir entre los exquisitos intelec-
tuales postmodernos y sus epígonos.
(19) A este respecto, también nos podríamos preguntar si él mismo se pondría como ejem-
plo del intelectual que ha sido capaz de formar por él mismo denostada, la escuela reformada
posterior.
(20) Aunque, en esto último, quizá seamos un poco injustos con el «librito» en cuestión. Es
verdad que en él, velada o explícitamente, aparecen algunas recomendaciones: además de la
vuelta a la pedagogía tradicional, propone un modelo cívicamente positivo, a saber: «Un revolu-
cionario recto y honrado, como los que Orwell se complace en describir en Camino de Wigan
Pier u Homenaje a Catalunya, que posea un poco de sentido común (y estas disposiciones sue-
len ir unidas) quizá no consiga construir el mundo más justo y decente con el que soñaba. Pero,
desde luego, jamás podrán hacer de él un guardián de un campo de concentración o un dela-
tor de sus hermano» (MICHÉA, 2002, pp. 92-93). Las cursivas de «jamás» son del autor, las de
«delator» son nuestras. Informar también que parece ser que Michéa es un estudioso de Orwell
y autor de una monografía sobre él). Pues bien, justo el mismo día en que leíamos el «librito»
apareció en la prensa el descubrimiento y reciente demostración de que Georges Orwell, un año
antes de morir, delató como «criptocomunistas, compañeros de viaje o simpatizantes» a 38

239
Dejando ya los ejemplos concretos, haríamos ahora a este discurso postmo-
en general cuando el postmodernismo se derno cuando se aviene a hacer propues-
pone en plan normativo –esto es, cuando tas educativas, cuando se pone en situa-
se atreve a explicitar cómo debiera ser la ción normativa, no reside tanto en el con-
educación postmoderna– los ítems que tenido y la orientación de tales propues-
suelen aparecer son, más o menos, los tas, cuanto en la superficialidad o incon-
siguientes: la reivindicación del senti- sistencia con que se formulan. Más con-
miento, la afectividad, la emoción, etc. cretamente, lo que creemos que se le
frente al racionalismo excluyente; el puede reprochar al discurso postmoder-
carpe diem frente a una educación que no en su dimensión normativo-pedagógi-
sólo mira o al pasado o al futuro; el valor ca son dos cosas.
de las diferencias (culturales, de géne- La primera es el grado de generalidad
ro...) ante la homogeneización, el grega- e inconcreción con que suelen formular
rismo, la colonización occidental y la sus propuestas. Lo más corriente es que-
imposición de los valores masculinos; el darse en lo especulativo, en formulacio-
hedonismo y el placer frente al esfuerzo nes genéricas y, a veces, hay que recono-
heterónomo; la puesta en su lugar del cerlo, brillantes, retóricamente brillantes,
cuerpo frente a la centralidad exclusiva de pero sin indicaciones claras o ejemplifica-
la mente; poner en el sitio que se merece ciones sobre como llevarlas a la acción y,
la educación estética ante la primacía mucho menos aun, con el aporte de
pedagógica de la ética; el relativismo fren- metodologías, técnicas y buenas prácticas
te al absolutismo axiológico; las culturas coherentes con el nivel especulativo. Se
mediáticas, populares, juveniles... frente diría que la supuesta pedagogía postmo-
a la Gran Cultura y la Ciencia. No es nues- derna no ha ido todavía más allá (o mejor,
tra intención aquí ni comentar estos ítems más acá) del estrato de la especulación.
ni entrar en debate sobre ellos. Hay que No vemos que los pedagogos postmoder-
aceptar que las instituciones educativas (y nistas hayan aceptado todavía el reto hace
en particular, las formales) han estado tanto tiempo planteado por Dewey
durante mucho tiempo muy polarizadas (1964, p. 36), en el sentido de que la
hacia el lado de lo que los actuales discur- práctica educativa ha de ser la prueba
sos postmodernos cuestionan. En este final del valor de toda reflexión o investi-
sentido, ya hemos reconocido que cuan- gación. La prueba de que una teoría no
do el discurso postmoderno ejerce la crí- consiste en una pura especulación ha de
tica es recomendable escuchar. Además, ser su conversión en (o su referencia a)
también admitimos que será bien saluda- un proyecto viable, ni que sea a reducida
ble apoyar una pedagogía que, al menos, escala. La pedagogía postmoderna no ha
intente equilibrar la balanza en algunos superado aun, creemos, esta prueba. Y
de aquellos ítems. Así pues, la crítica que ello no porque no sea posible convertir

intelectuales y artistas compatriotas suyos, entre los que se contaba a Charles Chaplin, al histo-
riador E.H. Carr o al actor Michael Redgrave. Parece ser que el móvil de la delación fue que el
escritor inglés estaba enamorado de una funcionaria del Foreign Office, y con este gesto preten-
día ayudarla en su carrera (El País, 22 de junio de 2003, p. 39). Por una vez que un pensador
postmoderno se atreve a proponer taxativamente modelos de conducta, resulta que la realidad
acaba desmintiéndole; sea esto dicho con todos nuestros respetos a Orwell y a los revoluciona-
rios de los que habla, que no son para nada responsables de que Michéa los pusiera como
emblemas positivos.

240
aquellos ítems que hemos enumerado misma: para lo de la reivindicación de la
más arriba como tópicos de la pedagogía afectividad y la crítica a la excesiva prima-
postmoderna en programas, métodos, cía de la razón, reléase a A.S. Neill; recuér-
técnicas, instrumentos o prácticas concre- dese aquello tan deweiano de «enseñar al
tas. Claro que es posible encarnar aque- niño lo que necesita como niño» para
llos principios en procedimientos y accio- poner en razonable al presentismo o al
nes: tan posible como que ya se hecho. Lo carpe diem postmoderno; sobre el valor
que ocurre es que se ha hecho desde el de la diferencia téngase en cuenta que ya
exterior del pensamiento postmoderno, Rousseau en la teoría y la Escuela Nueva
aunque éste no se haya percatado de ello. en la práctica predicaron y ejercitaron el
Esta es precisamente la segunda obje- reconocimiento, respeto y cultivo de la
ción que haríamos a la supuesta pedago- individualidad; quizá los renovadores
gía postmoderna. O sea, que aquellos modernos de la pedagogía no utilizasen la
enunciados generales que se presentan palabra «hedonismo» (les parecería dema-
con una apariencia de gran actualidad en siado provocadora) pero hablaron largo y
realidad son muy poco originales: todos tendido y viabilizaron el aprender disfru-
ellos han sido ya pedagógicamente elabo- tando, el placer de la cultura, la alegría
rados por las mejores pedagogías de la serena de la escuela o (en Summerhill, por
modernidad; precisamente por muchas ejemplo) directamente la felicidad como
de las que aparecían en el cuadro aquel meta y camino de la educación; para lo del
que hemos dejado atrás. No es verdad que supuesto olvido del cuerpo, repárese en el
la (toda la) pedagogía de la modernidad higienismo y en el valor dado a la educa-
haya sido homogeneizadora21, que haya ción física en la Escuela Nueva; para la pre-
marginado la afectividad, la estética, el pla- tendida marginación de la estética no hay
cer, etc.; esto ha sido verdad en una parte más que recordar cómo se mimaba y culti-
(notable) de la realidad educativa y en un vaba la danza, la música, el teatro o las
sector (reducido) de la pedagogía. Pero artes plásticas en muchas escuelas renova-
acogiéndose a eso los postmodernos, con- doras, lo hermosos y armónicos que eran
virtiendo a una parte en el todo, constru- algunos edificios escolares novecentistas
yen un monigote con el que resulta fácil encargados a los mejores arquitectos de la
ensayar su pim, pam, pum. Veamos, breve- primera parte del siglo XX, u ojear un pre-
mente, algunos notorios ejemplos de cioso libro (Brosterman, 1997) en el que
cómo las mejores pedago-gías modernas a se descubre la influencia de la pedagogía
menudo han dado más contenido (teóri- froebeliana en las vanguardias artísticas
co, metodológico y práctico) a los presu- (Bauhaus, etc.) de aquel siglo; para la reva-
puestos supuestamente genuinos de la lorización de la cultura próxima, popular,
supuesta pedagogía postmoderna que ella de las experiencias directas... atiéndase sin

(21) «El pensamiento “postmodernista” no ha desarrollado una pedagogía, pues precisa-


mente la negación de la posibilidad de reproducción eterna de los grandes sistemas teóricos y
políticos rechaza la posibilidad de una pedagogía, en el sentido moderno del término. La con-
cepción moderna de la ‘pedagogía’, es la de un gran disolvente de las particularidades, una serie
de mecanismos capaces de construir sujetos colectivos, vinculados al estado, a la nación, a las
empresas, a las iglesias y los programas teleinformáticos. Todos los paradigmas de las pedagogí-
as modernas, socialista y burguesa, tienen como fundamento la estrategia homogeneizadora que
acompaña la construcción de los estados nacionales» (PUIGGRÓS, 1995, pp. 178-179).

241
ir más lejos a Freinet o Freire; y así sucesi- nidad desde sus inicios ha sido Habermas
vamente. (1987, 1989). Con su «Teoría de la Acción
O sea, que no hay más que volver a Comunicativa» (1987) hizo uno de los
los clásicos renovadores de la moderni- mejores diagnósticos del progreso de la
dad para ver tematizadas y practicadas la modernidad, indicando tanto sus errores
mayoría de las proposiciones pedagógicas como nuevas vías para reconstruir el pro-
postmodernas. Claro es que podría adu- yecto ilustrado. Para Habermas, los plan-
cirse que Neill, Dewey, Montessori, teamientos postmodernos arrancan de la
Freinet o Freire fueron ya postmodernos negación de los logros de la modernidad
sin saberlo. La diferencia es que ellos con- y de la desconfianza en las posibilidades
fiaban de verdad en el progreso y en el transformadoras de la acción humana a
valor de la educación para mejorar a las través de la ciencia, la democracia y la
personas y transformar la sociedad. educación. Por este motivo mantiene una
posición muy crítica con las ideas centra-
ALGUNOS PRODUCTOS DEL DEBATE les de la postmodernidad y opina que
MODERNIDAD/POSTMODERNIDAD pudiera ser que «bajo ese manto de posti-
lustración no se ocultara sino la compli-
Hasta aquí hemos ejemplificado algunas cidad con una ya venerable tradición
de las debilidades del pensamiento pos- de contrailustración» (Habermas, 1989,
tmoderno en el momento en que se pone p. 15).
a elaborar pedagogía. Pero sería injusto En el balance que realiza sobre la
quedarse en eso puesto que también han modernidad, Habermas identifica como
habido productos apreciables propicia- uno de los problemas más importantes de
dos por las corrientes postmodernas. Lo su desarrollo los excesos de los sistemas
que ocurre es que estos productos, más económico y político como consecuencia
que del propio pensamiento postmoder- de la supremacía de una racionalidad
no han surgido, creemos, del debate que orientada al éxito y a la eficacia. O, en
él ha suscitado. otras palabras, cómo la empresa capitalis-
A lo largo de esta segunda parte del ta y la burocracia administrativa tienden a
artículo ya hemos ido citando a un nutri- cosificar a las personas, convirtiéndolas
do grupo de pedagogos que han entrado en meros instrumentos para alcanzar
de lleno en la discusión modernidad- objetivos que habitualmente quedan
postmodernidad. Las posiciones adopta- fuera del alcance de las decisiones de
das por ellos en esta discusión son diver- éstas. El predominio de este tipo de
sas y están llenas de matices en los que no racionalidad instrumental, medios-
nos es posible entrar aquí. Pero sí que fines, en el ámbito de la empresa y del
queremos ejemplificar el debate median- estado, pero también en el de la ciencia,
te dos de estas posiciones. Se puede decir en el de la política o en el de la educa-
que ambas evitan caer bien sea en el ción, puede explicar muchos de los males
extremo del encastillamiento en la mo- que se achacan hoy a la razón moderna:
dernidad clásica (Habermas, Carr) o bien explotación económica, homogeneiza-
en la rendición con armas y bagajes a la ción cultural, desigualdades sociales,
postmodernidad (Giroux, McLaren). degradación medioambiental, etc. Sin
RADICALIZAR LA MODERNIDAD embargo, a diferencia del pensamiento
postmoderno, Habermas no cree que
Uno de los autores que más ha participa- deba renunciarse a los principios de la
do en el debate modernidad/postmoder- Ilustración ni al uso de la racionalidad

242
como capacidad que orienta la acción hora de fundamentar una nueva forma de
humana. Por el contrario, cree que la res- conocimiento que se basa en la autocom-
puesta a la crisis de la modernidad la prensión que los propios actores sociales
tenemos que buscar en su interior, radica- realizan sobre su vida cotidiana y en el
lizando sus propuestas y subordinando la diálogo entre investigadores y actores con
racionalidad instrumental a otro tipo de la finalidad de conocer la realidad, e
racionalidad en la que el saber se constru- incluso, de transformarla.
ye por medio del entendimiento entre las En el terreno de la pedagogía, Carr es
personas (racionalidad comunicativa). seguramente uno de los autores que más
En resumen, su propuesta consiste en se ha apoyado en el pensamiento de
desplazar la racionalidad instrumental a Habermas a la hora de elaborar su teoría
favor de la racionalidad comunicativa crítica de la educación, y comparte con él
que se apoya en los procesos de diálogo y su posición en el debate modernidad/
en la motivación de los hablantes por lle- post-modernidad que estamos tratando
gar a un acuerdo. Para ello, se basa en el en este apartado. Para Carr, el problema
presupuesto universal de que todas las de aquellos que simpatizan con el pos-
personas son capaces de lenguaje y de tmodernismo es que además de desen-
acción, y caracteriza las condiciones que tenderse de los valores educativos eman-
ha de reunir una situación ideal de habla cipadores, «se retiran a una postura
en la que todos los participantes deben escéptica de indiferencia a partir de la
contar con las mismas oportunidades cual es imposible adoptar cualquier pers-
para hacer uso de la palabra sin riesgo a pectiva de la educación que se funde en
ser coaccionados o descalificados. En tér- alguna clase de principios» (Carr, 1996, p.
minos prácticos o políticos, esta perspec- 160)22. Por esta razón, considera que el
tiva ha llevado a Habermas a desarrollar reto o el desafío del debate actual consis-
una concepción de la política deliberati- te en «volver a considerar nuestro com-
va que pretende la radicalización de la promiso con la educación emancipadora»
modernidad mediante la formación de (Carr, 1996, p. 161). Fiel a este compro-
una opinión pública ilustrada y los proce- miso, encuentra en las propuestas haber-
sos de democracia participativa (1998). masianas una nueva forma de encarar la
Asimismo, en términos teóricos, le ha per- tarea de la pedagogía crítica. Para ello, se
mitido desarrollar una nueva versión de sirve fundamentalmente de la distinción
la teoría crítica que consigue que las cien- que realiza Habermas –y a la que nos
cias sociales puedan tomar distancia del hemos referido antes– entre los tres tipos
influjo de las ciencias naturales y del para- de ciencias que establece en función de
digma positivista. Categorías como auto- los intereses que nos empujan a conocer
reflexión, diálogo, pretensiones de vali- o intereses constitutivos del saber: técni-
dez o ruptura del desnivel metodológico co, práctico y emancipatorio.
(1987), adquieren especial relevancia a la Las nociones de interés emancipatorio

(22) Esta sospecha –como hemos visto, ya anticipada por Habermas– de que la posición
postmoderna puede coincidir en sus efectos con la de antiilustrados o conservadores, convir-
tiéndoles de hecho en compañeros de viaje, es también compartida, desde la pedagogía, por
otros autores: «Los nuevos conservadores y los críticos postmodernos que apuestan por el
“abajo el orden endiosado” podrían darse la mano perfectamente, en un ejemplo de cómo en
unas mismas prácticas en nuestra sociedad compleja y perpleja pueden coincidir intereses y dis-
cursos que, en su origen, eran contrapuestos» (GIMENO, 1998, p. 14).

243
y de ciencia crítica le permiten a Carr fun- dad pretenden cultivar y cultivan. Sea
damentar su visión respecto al papel que como sea, están entre los pedagogos que
ha de desempeñar la pedagogía crítica. más se han dedicado a tratar desde un
Una propuesta que gira alrededor de la prisma pedagógico los temas propios de
idea de un sujeto racional con capacidad la postmodernidad.
para reflexionar sobre su propia acción y De entrada, según Giroux, es necesa-
transformar su práctica. Con la crítica al rio aceptar desde la educación los retos
positivismo como paradigma científico que plantea la postmodernidad: «es
que ha predominado en el curso de la importante para los educadores el desafío
modernidad y con la búsqueda de otras que entraña el postmodernismo, porque
formas de elaborar teoría, intenta distan- plantea cuestiones cruciales relativas a
ciarse tanto de la racionalidad instrumen- ciertos aspectos hegemónicos del moder-
tal de la modernidad clásica como de la nismo y por la implicación de cómo han
falta de fundamentación del pensamiento afectado el significado de la enseñanza en
postmoderno. En este sentido, Carr se nuestros días» (Giroux, 1995b, p. 229).
propone desarrollar una teoría de la edu- Pero, para estos autores, aceptar el de-
cación con pretensiones normativas safío de la postmodernidad no significa
teniendo como horizonte los valores caer de bruces en ella y renunciar, por
transformadores de la Ilustración y el tanto, a los principio y valores de la
conocimiento que proviene de la refle- modernidad23, por lo que abogan es por
xión compartida de todos los implicados. una especie de fertilización mutua: «Creo
De ahí, la importancia que concede a los que al combinar –escribe Giroux– las
procesos de investigación-acción y a la mejores ideas del modernismo y el post-
capacidad de auto-reflexión de los profe- modernismo, los educadores pueden
sionales para mejorar la educación. profundizar y ampliar sobre aquello que
generalmente es conocido como pedago-
ACEPTAR EL RETO DE LA POSTMODERNIDAD gía crítica» (Giroux, 1995a, p. 73). Es
decir, para él no tiene demasiado sentido
Es en una pedagogía que también se ha ponerse en la encrucijada de tener que
autocalificado como crítica donde encon- elegir entre modernismo y postmodernis-
tramos la otra posición que queríamos mo, puesto que ambos «necesitan ser exa-
comentar respecto al debate moderni- minados en busca de las formas en las
dad/postmodernidad. Se trata de la que cuales cada uno compense las peores
representarían algunos teóricos de la edu- dimensiones del otro» (Giroux, 1995b,
cación de la izquierda liberal y progresis- p. 230).
ta norteamérica como, por ejemplo, H. Esta posición –digamos– integradora
Giroux o P. McLaren. Quizá lo más próxi- que, por un lado, destaca lo que de posi-
mo a una pedagogía postmoderna que se tivo puedan tener modernismo y postmo-
puede encontrar en el panorama actual dernismo, conlleva también que, por otro
sean los planteamientos de estos autores, lado, se quieran elucidar los límites de los
aunque, como veremos, no deja de ser dos y no se escatimen críticas a ellos. Así,
dudoso que sea eso exactamente (una en los trabajos de estos autores podemos
pedagogía postmoderna) lo que en reali- encontrar, a la vez, la denuncia de los

(23) Mal podrían renegar de la modernidad unos autores que confiesan una veneración tan
grande a Paulo Freire: un pedagogo inequívoca y radicalmente moderno.

244
excesos modernos, críticas a ciertos críti- za de la teorización postmoderna. Y al
cos de la postmodernidad24, el reconoci- hacer esto, mantendría que muchas
miento de lo contradictorio que puede de las posturas críticas asumidas por
resultar el pensamiento postmoderno, el la teorización postmoderna no pue-
den sostener su propio peso crítico
cual «ofrece una combinación de posibili-
(McLaren, 1995a, pp. 105-108).
dades reaccionarias y progresistas»
(Giroux, 1995b, p. 229), o la elucidación En resumen, que finalmente a uno le
de los límites teóricos que presenta. En puede quedar la duda de si esta pedago-
relación con esto último, Giroux, a pesar gía «crítica», «radical», «emancipadora»
de reafirmarse continuamente en la nece- que defienden estos autores (ellos para
sidad de escuchar y tener en cuenta los nada renuncian a tales calificativos) sería
discursos postmodernos, no deja de afir- una pedagogía moderna remozada de
mar que éstos «ofrecen la promesa, pero postmodernidad25 o una pedagogía post-
no la solución» (Giroux, 1994, p. 120). Y, moderna que mantiene los grandes idea-
en el mismo sentido, McLaren escribe lo les de la modernidad. Quizá por eso,
siguiente: Giroux ha optado alguna vez por llamar a
su propuesta una «pedagogía de frontera
La teoría social postmoderna adolece de la resistencia postmoderna». (Giroux,
de algunas deficiencias teoréticas 1995a, p. 75)
mayores: en primer lugar carece de
una consistente teoría del sujeto, y sin LAS DIFICULTADES DEL PENSAMIENTO
una teoría tal no puede promover el POSTMODERNO PARA ELABORAR
discurso del cambio social, en segun- PEDAGOGÍAS
do lugar, en la ausencia de un adecua-
do lenguaje del cambio social, la teo- Hasta aquí hemos intentado mostrar que
ría social postmoderna ha fracasado las pedagogías relevantes del siglo XX han
como guía de un proyecto político sido modernas, también la debilidad del
substantivo. En otras palabras, la teo-
pensamiento postmoderno cuando se
ría social postmoderna ha excluido de
sus prácticas la habilidad de pensar
pone a elaborar propuestas pedagógicas
en términos de utopía. [...] Deseo constructivas, y finalmente que lo más
afirmar que, de alguna manera funda- fecundo que a este respecto ha producido
mental, la erosión de lo político en la tal pensamiento, más que de su propio
teoría social izquierdista está vincula- contenido programático, ha sido conse-
da a la lógica endémica de la naturale- cuencia del debate que ha suscitado.

(24) Aunque Giroux reconoce que ha habido críticas «serias» al pensamiento postmoderno
–entre las que cita a la de Habermas–, tampoco se abstiene de criticar a otros críticos en el sen-
tido de que «la corriente contraria actual [al postmodernismo] tiene una calidad intelectual dife-
rente, un tipo de reduccionismo que es tanto distorsionante como irresponsable en sus negati-
vas a utilizar el pensamiento postmoderno en cualquier debate dialógico y teórico. Muchos de
estos críticos de izquierdas asumen el terreno de la moralidad y reúnen sus maquinarias teóri-
cas dentro de divisiones binarias que crean ficciones postmodernas de un lado y luchadores
materialistas libres, por otro. Una consecuencia de ello es que cualquier intención de utilizar los
valores y la importancia del discurso postmoderno es críticamente sacrificado a los fríos vientos
de la ortodoxia y las mentalidades estrechas» (GIROUX, 1994, pp. 103-104).
(25) «En el mejor de los casos, el postmodernismo crítico desea volver a trazar el plano del
modernismo» (GIROUX, 1995a, p. 70).

245
Queremos terminar el artículo con dirige a los relatos de la modernidad.
una consideración sobre las razones de Porque de hecho, en pedagogía, la mejor
que eso haya sido así. (Será rápida porque crítica es siempre el mejor proyecto; y
simplemente abunda en argumentos ya eso, un proyecto serio, factible y compro-
expuestos). A nuestro modo de ver, la metido, es difícil (quizá imposible) de
infertilidad pedagógica normativa del encontrar en el discurso postmoderno.
pensamiento postmoderno cabe interpre- En fin, que da toda la impresión de
tarla en clave epistemológica. Ni los pre- que al pensamiento postmoderno (con su
supuestos ni el estilo intelectual del pen- presunta pedagogía incluida) le ocurre
samiento postmoderno son los más idó- algo parecido a lo que Jules Renard con-
neos para la generación de productos fesaba en la cita del inicio de este trabajo:
pedagógicos. La pedagogía casa mal con el escritor francés se resignaba con la rui-
el relativismo desbocado, con la disolu- nas de los hermosos castillos en el aire
ción del sujeto, con la desconfianza en la que él había construido; el postmodernis-
razón, con la postulación de que ningún mo, por su parte, parece solazarse entre
proyecto va a poder fundamentarse sufi- las ruinas de los castillos que intentó
cientemente. La pedagogía postmoderna levantar la modernidad. Lo que ocurre es
sería, según Fullat (2002, p. 373), una que estas ruinas sólo son medio verdad:
pedagogía «sin cumbre y sin centro»; y sin unas ciertamente lo son, pero otras se las
cimientos, habría que añadir. La pregunta ha inventado el pensamiento postmoder-
es si eso, una pedagogía sin fundamenta- no al intentar la demolición de ciertos
ción plausible ni horizonte en el que con- castillos de la modernidad que, sin
embargo, siguen en pie, con cimientos
fiar, es realmente una pedagogía o una
suficientes y con el proyecto vivo de
simple contradicción en los términos.
hacerse cada vez más grandes y hermo-
Si, por otro lado, ya no hay modelos
sos. Porque lo cierto quizá sea que el pen-
practicables (porque hay demasiados y no
samiento postmoderno consista sólo en
podemos saber si uno es mejor que los
una excavadora de papel.
demás) y tampoco podemos creer en el
«sé quien eres» porque la identidad es
una ilusión, no caben ya ni pedagogías BIBLIOGRAFÍA
heterónomas ni autónomas, no cabe
pedagogía alguna. A alguien le podría AA.VV.: La postmodernidad. Barcelona,
parecer que la improbable pedagogía Kairós, 1985.
postmoderna, puesta a hacer recomenda- ALBA, A. (ed.): Postmodernidad y educa-
ciones, sólo podría proponer algo así ción. México, Porrúa, 1995.
como educar disimulando, haciendo ver APPLE, M.: Power, Knowledge, pedagogy,
que uno no se cree lo que está haciendo: the meaning of democratic educa-
una pose intelectual que puede dar rédi- tion in unsettling times. Boulder,
tos en la especulación pero que en la Westview Press, 1998.
acción educativa es puro cinismo. AVANZINI, G.: La pedagogía en el siglo XX.
El estilo postmoderno casa bien, sin Madrid, Narcea, 1977.
embargo, con la crítica, por otro lado, AYUSTE, A.: «Pedagogía crítica y moderni-
siempre necesaria. Ahí este discurso dad», en Cuadernos de Pedagogía,
puede lucirse, y lo hace hasta el punto 254 (1997), pp. 80-85.
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