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“ARTESANIAS Y ARTESANOS EN LA CONTRUCIÓN DE LA VIDA CULTURAL

EN BOGOTÁ”

Lorena Patiño Gordillo

Asistente de Investigación

Grupo de Investigación : GUPAHI de la Universidad Central

En el presente artículo tratamos de mostrar que los artesanos y la artesanía desde


mediados del siglo XIX en Bogotá, han contribuido a la consolidación de la vida
urbana, toda vez, que en la mayoría de las veces sin el apoyo de los gobiernos y
del Estado, con su propio esfuerzo y organizaciones, no solamente han
sobrevivido a los vaivenes de la economía, a las crisis sociales y políticas, sino en
las dos últimas décadas a la inestabilidad impuesta por la economía de mercado y
la globalización. Pese a todo ello, los artesanos y sus artesanías han resistido a
las fuerzas oscuras del mercado impuestas desde el Wall Street; a la sobre
abundancia de productos de bajo costo y deficiente calidad producidos en China,
en la India y en el sudeste asiático. Al punto que hoy día en el mercado formal y
en el callejero pueden encontrarse tanto versiones del “sombrero vueltiao”, del
“niño Jesús del veinte de Julio”, o réplicas de “Chaquira”, fabricadas en
inmediaciones de los complejos industriales de Shanghai, Tianjin, Shenzhen, Xian,
Dalian, o Wuhan en China; o de los elaborados por manos artesanas de Tuchín y
Morroa (Córdoba), en el Barrio San Cristóbal, y en la “Hortua” en Bogotá.

Desde mediados del siglo XIX cuando las protestas de los artesanos de Bogotá en
1854, pusieron efímeramente en el ejecutivo al general José María Melo, la
organización de las “Sociedades Democráticas”, sus vínculos con ciertos sectores
del liberalismo y con las logias masónicas; la participación en las guerras civiles
hasta su protagonismo en la integración de organizaciones sindicales, de partidos
políticos, y en la difusión de las ideas socialistas en Colombia, ya entrado el siglo
XX. Los artesanos y sus artesanías, han estado presentes más allá de las
coyunturas económicas, políticas y gremiales, formando parte integral de la vida

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de la ciudad. Bien sea como ciudadanos de “a pie”, bien sea como representantes
de un sector cada día más numeroso de trabajadores independientes e
“informales”. Sea porque algunos de ellos provienen de familias de artesanos por
más de tres generaciones dedicadas a un oficio artesanal, sea porque a fuerza de
encontrase desempleados optaron por dedicarse a uno o a varios oficios
artesanales.

Por causa del creciente desempleo en el país y en la Ciudad Capital, desde 1992
y debido al “boom” artesanal que motivó “EXPO - ARTESANÍAS”, el evento ferial
de la artesanía de Colombia, organizado por Artesanías de Colombia S.A; la
Cámara de Comercio de Bogotá y CORFERIAS, surgió una nueva tendencia
artesanal y de artesanos que denominamos “artesanía ilustrada”, elaborada por
“artesanos ilustrados” en el contexto de lo que se ha definido como “neo artesanía”
y “neo artesanos”, es decir, aquellas personas generalmente jóvenes, que
formadas en escuelas de bellas artes, en disciplinas de las ciencias sociales, las
humanidades y principalmente egresadas de las carreras de diseño industrial y de
diseño gráfico, optaron por la artesanía como medio de sobrevivencia.

A partir de entonces se dedicaron a la elaboración de productos artesanales con


materias primas naturales y procesos manuales, incluso algunos de ellos
empleando artesanos de oficio para elaborar y hacer aplicaciones de sus propios
diseños. Situaciones como estas, condujeron a una mayor fragmentación de la
actividad artesanal, debido principalmente a que los artesanos con dominio y
maestría en un oficio, terminaron convirtiéndose en trabajadores a “destajo” de
diseñadores industriales y de diseñadores y diseñadoras de trajes y accesorios
“Prêt-à-Porter” (Listo para llevar).

Podría afirmarse que antes de “EXPOARTESANÍAS”, la noción de elaboración y


mercadeo de productos artesanales dependía más de los ritmos y rutinas
impuestos por el artesano, por la percepción autónoma y personal que se tenía del
oficio, del trabajo y de la utilidad económica. Con el surgimiento de este evento se

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introduce una racionalidad tecno-económica imprevista por el artesano, y que más
bien responde a criterios de la “planeación estratégica”, de rentabilidad
económica, estandarización, eficiencia, productividad y calidad impuestas por la
economía de mercado. El artesano hubo de transformarse él y su taller en una
empresa capitalista, rentable y altamente competitiva.

Los artesanos que han desarrollado su actividad al margen o por lo menos con
relativa autonomía frente a las políticas y programas nacionales, departamentales
y distritales de fomento, promoción y desarrollo artesanal, idearon, sino, más bien
pusieron en práctica diversas estrategias de divulgación y mercadeo de sus
productos, tales como la programación y realización de pequeñas ferias y
mercados artesanales, que desde la década de mil novecientos setenta hasta
antes de EXPOARTESANÍAS se celebraban en el “Parque Nacional de Bogotá”; lo
mismo que los mercados de las “pulgas” del centro de Bogotá y el de “San Pelayo”
en la localidad de Usaquén, el primero organizado a mediados de 1980 sobre la
carrea tercera entre la avenida 19 y la calle 26 -que posteriormente tuvo diferentes
traslados-, y el segundo que data de la década de 1990. En ambos casos, los
mercados están integrados por diferentes tipos de asociados, generalmente la
mayoría de ellos, -así efectivamente no lo sea-, por personas que se auto definen
como “artesanos”.

Finalizando la década de los noventa y un tanto a la sombra de


EXPOARTESANIAS, se consolidó la iniciativa de organizar un recinto ferial para
los artesanos de Bogotá, de tal forma artesanías de Colombia S.A, con el apoyo
de la Administración Distrital, desde la Administración de Enrique Peñalosa, hasta
las más recientes administraciones, pusieron en funcionamiento el parque “Plaza
de los Artesanos” bajo la administración directa de la Oficina Coordinadora de la
Regional de Artesanos de Bogotá y de Artesanías de Colombia S.A, donde
durante la “Semana Santa”, la temporada de la “Navidad” , pero principalmente a
mitad de año y en el marco del “Festival de Verano de Bogotá”, hay la

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programación de eventos artesanales para la promoción y mercadeo de la
artesanía local y nacional.

No obstante, antes de las experiencias feriales artesanales antes reseñadas,


hubo diferentes y pequeños mercados artesanales en Bogotá que fueron variando
en objetos y en calidad a partir de la década de 1940, como el “Pasaje Rivas” en
la calle 10 con carrera 10; “San Victorino” en las calles 8 a 14, entre carreras 10 y
“Avenida Caracas”; el de “Telecom” Chapinero en las calles 60 y 61 entre carreras
13 A y “Avenida Caracas”; las tiendas artesanales del “Paseo de Bolívar” camino a
“Monserrate”; los almacenes de artesanía religiosa entre las calles 12 y 10 con
carera 6ª en el Barrio de la Catedral y los de las Plazas de Mercado y de
“tenderetes”, donde generalmente se podían adquirir artesanías tradicionales
elaboradas en los alrededores de la “Sabana de Bogotá”, de Boyacá,
Cundinamarca y Santander, valga la pena mencionar entre ellos el de la Plaza de
“las Nieves” en las calles 19 y 20, entre carreras 8 y 9; la Plaza de Mercado de “La
Concordia” en la carrera 3 entre calles 14 y 15; la plaza de mercado de “La
Perseverancia” en la carrera 5 entre calles 30 y 31; la plaza de “Mercado de las
Cruces” en la calle 2 y 3, entre carreras 7 y 8 y la plaza de mercado del barrio
“Egipto” en la calle 6 entre carreras 2 y 3.

Igualmente de manera independiente y asociada hasta hace pocos años


funcionaron en el centro urbano e histórico de Bogotá, diferentes talleres
artesanales donde se localizaron determinados oficios tradicionales, como también
los talleres producto de proyectos de intervenciones institucionales de Artesanías
de Colombia, es el caso de “Santa Rosa” en el barrio los “Laches”, donde
surgieron los apliques figurativos en tela de vivos colores que recrean parte del
paisaje urbano y rural, con objetos utilitarios de lencería.

Así mismo, no sobra mencionar los talleres de platería y joyería localizados en el


tradicional barrio de La Candelaria, los talleres artesanales de instrumentos
musicales en la calle de las Mandolinas”, entre los barrios de la Candelaria” y la

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“Concordia” en las calles 12 y 13 con carrera segunda este; los talleres de
imaginería religiosa y de elaboración de reproducciones de arte colonial ubicados
al sur de la Iglesia de Santa Bárbara, sobre la carrera 7; talleres como el del
“Maestro Murillo”, lo mismo que entre las calles 10 y 12 entre carreras 4 y 6ª los
talleres de ebanistería del Barrio Las Nieves entre las valles 22 y 24 entre carreras
3 y 5ª; las marqueterías del Barrio las Nieves ubicadas entre las calles 20 a 23
sobre las carreras 3 y 4; los talleres de encuadernación del Barrio Las Nieves
sobre la carrera cuarta entre las calles 20 a 23; los talleres de artes gráficas y los
talleres de metalistería y forja en hiero de las Nieves; los talleres de vidriería de las
Aguas y finalmente los talleres de marroquinería ubicados en los alrededores de la
Universidad los Andes y el Paseo Bolívar.

En general, el panorama artesanal del centro urbano de Bogotá hasta antes de


1991 era bastante heterogéneo, si se tiene en cuenta que además de cierto grado
de sectorización urbana de oficios y talleres artesanales, en una misma cuadra,
como por ejemplo, en las calles 20 a 23 se podían alojar diferentes oficios y
talleres, como ebanisterías, artes gráficas, encuadernación, calígrafos,
talabarterías, marqueterías e ilustradores. Sin incluir panaderías, sastrerías y
zapaterías, considerados oficios artesanales sin contenido patrimonial.

Finalmente podremos observar a continuación que el centro urbano e histórico de


la ciudad no solamente albergó desde los tiempos coloniales y desde la República
a artesanos y gremios, también que algunos de ellos a partir de finales del siglo
XIX se convirtieron en prósperos empresarios de empresas manufactureras,
algunos otros se aventuraron en proyectos preindustriales a finales del siglo XIX y
comienzos del XX, fracasando en sus intentos (Santander 1936). Otros apenas
sobrevivieron como trabajadores independientes manteniendo sus oficios como
prestadores de servicios. Una buena mayoría de los desplazados a Bogotá por
efecto de la violencia partidista de los años cuarenta y cincuenta, se ubicaron el
centro urbano de la ciudad en calidad de trabajadores mal calificados, la mayoría
de ellos no tuvieron otra capacitación que la adquirida como trabajadores

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agregados en dichos talleres, de manera que fueron los talleres los encargados de
receptar y capacitar a esa masa de personas que ni el Estado ni los gobiernos se
encargaron de acoger, capacitar y ofrecer medios de vida.

No importa si se trata de tardo hippies, de bisuteros ocasionales, de vendedores


“de agachase”, de indígenas otabaleños, de waunanas comercializando “manillas
de chaquiras” frente a la “Alianza Francesa de la calle 19 con carrera tercera, de
artesanos de la madera ofreciendo figuritas de “pinocho” o del “hombre araña” en
el “Parque de Santander”, la artesanía y los artesanos están ahí, construyendo
espacio, produciendo habitad, tejiendo la memoria urbana de la ciudad.

Quizá Bogotá como pocas ciudades de América Latina ha sostenido una relación
ambigua con las artesanías y los artesanos como ese patrimonio cultural tangible
e intangible, vivo y activo, que sigue siendo y que a veces se reíste a reconocer
como parte estructural de la multiplicidad étnica y cultural de la Capital. No
solamente EXPOARTESANIAS, con lo bueno, lo malo y lo regular que pueda
inferirse de este evento, se ha constituido con los mercados de “las pulgas” y con
los artesanos, en activadores desafortunadamente ocasionales de la “vida cultural
en Bogotá”, por lo que podría haber más eventos de la naturaleza de
EXPOARTESANÍAS, en diferentes épocas de año.

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