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Hay número primos mayores que un millón.

Uno de los tópicos que más producción escrita ha dado para la historia de la filosofía es
sobre el problema de lo que hay. La pregunta ontológica ha sido tema necesario desde la
antigüedad hasta la época actual, por lo cual, la literatura al respecto es basta. Para este
ensayo tomaremos el artículo de Willard Quine llamado ‘Acerca de lo que hay’ en donde
da paso a explicar distintas perspectivas ontológicas. El texto se desarrolla a modo de
debate, en donde Quine entabla una discusión con dos personajes ficticios: MxC e Y
Griega. A través de ejemplos, comenzaba a desarrollar distintos argumentos y
contraargumentos en la discusión ficticia. A continuación se dará paso a desarrollar los
argumentos más relevantes que Quine desarrolla.

La discusión comienza cuando MxC y Quine discrepan en cuanto a lo que hay. MxC afirma
por un lado que existen entidades de las cuales Quine niega que haya, lo que significaría
que hay elementos que existen dentro del mundo que Quine no reconoce. Esto desencadena
la diferencia entre ontologías. Sin embargo, si Quine afirmara que hay entidades que MxC
niega, entonces cae en la contradicción con el rechazo que hace de las entidades que MxC
admite, pero él no. Dicho de otra forma, no se puede admitir que hay entidades que no
existen, porque se cae en la trampa de asumir que aquellas entidades tienen una existencia
que es negada. Esto, Quine lo denomina el rompecabezas platónico del no ser.

A partir de esto, la discusión entre Quine y MxC se desarrolla a través de un ejemplo:


‘Pegaso’. MxC afirma la existencia del ‘Pegaso’, ya que si no existiera un objeto que
refiera a la palabra ‘Pegaso’, esta no tendría sentido y la negación de ‘Pegaso’ no podría
mantenerse coherentemente. Sin embargo esta argumentación no puede sostenerse en la
región de espacio-tiempo, pues en esta no hay algo así como un caballo alado. Ante esta
recriminación, MxC se arriesga a dar una definición de ‘Pegaso’ como ‘una idea presente
en la mente de los hombres’, lo cual lo limita a una idea mental. Quine observa que MxC
no está dispuesto a transar sobre su afirmación y con tal de no admitir la no existencia del
‘Pegaso’ es capaz de confundir lo material con lo mental, o sea, cae en una confusión
elemental.

Para mostrar una salida distinta de la que ofrece el señor McX, Quine integra al debate al
señor Y Griega. Este, desde una visión más aristotélica, asume que el Pegaso es un posible
no actualizado, esto quiere decir que Pegaso tiene la substancia de ser que no ha sido
actualizada o sea, es una potencia aún. El señor Y Griega se arriesga igualmente a dar una
definición de ‘Pegaso’, a lo que acota que ‘tiene el ser de un posible no actualizado’. Sin
embargo, de esta definición como un posible no actualizado se sigue que hay otros entes
que existen pero aún no han sido actualizados. Decir que el ‘Pegaso’ no es actual, es como
decir que el Partenón no es amarillo.

La definición que nos propicia el señor Y Griega resulta restrictiva en cuanto que limita el
uso de la palabra ‘existencia’ a la entidad que se presenta en actualidad, sin embargo Quine
afirma que en el uso cotidiano de la palabra existencia, decir que ‘existe un Pegaso’ sería
falso, puesto que si ‘Pegaso’ hubiera existido, entonces ocuparía un lugar en el espacio
tiempo. Y Griega le concede a Quine el punto acerca de la inexistencia del Pegaso, sin
embargo reafirma su punto de que el Pegaso es.

La concepción planteada por Y Griega agrega un problema enorme a la discusión, ya que


incrementa el universo de entes, en donde, por ejemplo, el Pegaso es un ente al igual que la
mesa. Sin embargo, Quine encuentra una salida a este problema al cambiar ligeramente el
argumento del Pegaso por el ejemplo de la redonda cúpula cuadrada de Berkeley College,
la cual no puede admitirse posible sin actualizarse, esto, para que Y Griega acepte un reino
de imposibles inactualizables.

El señor Y Griega se logra sacar de encima el problema de los imposibles inactualizables,


pues se defiende arguyendo que la redonda cúpula cuadrada de Berkeley College carece de
sentido, por lo que se encuadra dentro de la teoría de la asignificación, esto quiere decir que
se es imposible establecer prueba efectiva sobre qué tiene sentido y qué no lo tiene. Quine
considera que para salir de la complejidad que se ha formado a partir de la doctrina de la
asignificación, el movimiento correcto es apegarse a la teoría de las descripciones
singulares de Russell, en donde, afirma Quine, ‘podemos usar nombres aparentes sin la
necesidad de suponer las entidades supuestamente nombradas por ellas.’ Esta teoría es
aplicada a nombres descriptivos complejos como “El autor de ‘el corazón delator”. La frase
“El autor de ‘el corazón delator” se explica del siguiente modo: ‘Alguien escribió ‘el
corazón delator’ y fue un escritor y ninguna otra cosa escribió ‘el corazón delator”. En el
caso del ejemplo de la redonda cúpula cuadrada de Berkeley College se explicaría del
siguiente modo: ‘Algo es redondo y cuadrado y cúpula en Berkeley College y ninguna otra
cosa es redonda y cuadrada y cúpula en Berkeley College’. La ventaja de este análisis está
en que el nombre aparente queda como un símbolo en el contexto que reemplaza a los
llamados incompletos; la frase no ofrece nada, pero el enunciado completo conserva su
significación. En virtud de este análisis, Quine señala que las descripciones singulares no
hablan acerca del autor de ‘el corazón delator’, Edgar Allan Poe, sino de que alguien o algo
escribió ‘el corazón delator’. Esta afirmación descriptiva resulta verdadera y con ello tiene
significación.

Esto termina por destruir la noción del rompecabezas del no ser platónico en donde los
enunciados de no ser son enunciados sin sentido. Además, esta teoría no permite que la
significatividad del enunciado presuponga el ser de aquella entidad, dicho de otra manera,
aquellas entidades que no poseen un correlato en la realidad material, como la redonda
cúpula cuadrada de Berkeley College o Pegaso, puesto que si son escritas como un
enunciado descriptivo, pueden ser analizadas.

Quine afirma que no se puede trabajar bajo la hipótesis de que la significatividad de un


enunciado singular presuponga una entidad nombrada por el término en cuestión. De esta
forma, el nombre singular puede ser ampliado a descriptores singulares. No obstante, Quine
se da cuenta de un error, al señalar que el señor Y Griega se vería beneficiado de la
diferencia que hay entre nombrar y significar. Los enunciados descriptivos caen en la
primera categoría, nombrar.

Esta confusión llevó al señor MxC a equivocarse con su afirmación, el objeto nombrado
Pegaso con la significación de la palabra Pegaso, concluyendo que Pegaso tiene que ser
para que sea ‘Pegaso’ tenga significado.

Hasta aquí, la discusión ha versado en la aplicación de distintas teorías en dos ejemplos


concretos y ahora el filósofo estadounidense direcciona la discusión hacia el problema
ontológico de los universales. La cuestión de este problema es si hay entidades como
atributos. El señor McX plantea el ejemplo sobre qué tiene en común la casa roja, la rosa
roja y el portón rojo, y ante esto afirma que aquel atributo común entre estas entidades es
‘lo mentado mediante el atributo de la rojez’. McX considera que el que haya un atributo
en un hecho trivial, porque una verdad ontológica es trivialmente verdadera. No obstante,
Quine señala que no se puede argumentar que predicados como ‘rojo’ sean considerados
como nombres de una entidad singular; así, decir que la casa es roja y que la rosa es roja, la
rojez no sería una entidad singular. Sin embargo, McX arremete contra las significaciones,
de las cuales evidencia que siguen siendo universales y hasta se parecen a lo que él llama
atributo.

Esta salida de McX da paso a que Quine niegue las significaciones, ya que considera que
apostar por esta postura no quita que las palabras y los enunciados logren ser significativos,
ya que, mientras McX comprenda la significatividad como la tenencia de una entidad
mental, Quine se apoya en el hecho pragmático de un cierto uso lingüístico sea
significativo. Cuando se habla de significaciones, el uso común de la palabra hace pensar
en dos distinciones del concepto: primero tener significación, que es la significatividad y el
de tener una identidad de significación o sinonimia.

Quine intenta demostrar que las ontologías revisas a lo largo de su capítulo son falaces, por
lo cual concluye que el problema ontológico está abierto para que se siga reinterpretando y
se siga experimentando. La problemática de la ontología resulta ser un campo abierto que al
caminar estallan minas. La ontología parece un campo minado, por lo que si una empresa
decide embarcarse en la búsqueda de un significado específico, resultará una odisea
navegar por las turbulentas aguas de la contradicción. Como se vio en la revisión del
filósofo estadounidense, el problema acerca de lo que hay se resuelve con una palabra, pero
se complejiza en la misma pregunta.

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