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CAPITULO VII

DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA


Y DE FALSEDAD

BIEN JURÍDICO PROTEGIDO

Los llamados genéricamente "delitos de falsedad" presentan numerosos


problemas teóricos y prácticos de importancia. El primero de todos es
la determinación del bien jurídico protegido. La falsedad, o "mudamiento
de la verdad", como la caracterizaban las Partidas, es en verdad un me-
dio de cometer delitos, que se encuentra presente en numerosas infrac-
ciones no sistematizadas en este grupo. En sí misma, la falsedad o mentira
no es un delito, pues el legislador no ha trasladado el desvalor ético de
la mendacidad al campo penal con idéntica extensión. En principio, pa-
recería que la ley ha agrupado aquí ciertos delitos en atención exclusi-
va al medio o modo de comisión, en vez de atender al bien jurídico
protegido, como habitualmente hace. Tal conclusión, sin embargo, no
resolvería el problema, ya que cuando el legislador procede en esta forma
es porque supone que el medio empleado crea un peligro por su sola
presencia (delitos de peligro abstracto) y, naturalmente, este peligro debe
afectar a algo. La determinación de cuál sea el bien amenazado conti-
núa siendo el problema central.
Coinciden los autores en estimar que el antecedente histórico más an-
tiguo de estos delitos se encuentra en la Lex Cornelia de los romanos, la
cual primitivamente se refería a la falsificación de testamentos y mone-
das, y más tarde fue ampliando su ámbito, para llegar a incluir otras cla-
ses de documentos, y nuevas formas de falsedad, como el falso testimonio,
la calumnia y algunas formas de falsedad personal. El derecho germáni-
co y el derecho intermedio fueron extendiendo todavía más el campo de
estos delitos con otras infracciones no ligadas entre sí más que por el
elemento de falsedad. Los glosadores y comentaristas, siguiendo el crite-
rio de los romanos, insistieron en la necesidad de verificar la existencia
de un daño o perjuicio para alguien, que algunos exigen efectivo, y otros
admiten sólo potencial. De general aceptación es la definición de FARINA-
CIO: "Falsedad es la mutación dolosa de la verdad en perjuicio ajeno".

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DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

Al comenzar la elaboración científica de la doctrina penal, se empe-


ñaron los juristas en descubrir un elemento común a los delitos de fal-
sedad y creyeron encontrarlo en la existencia de un "derecho a la
verdad", que sería en el fondo el bien jurídico protegido. Esta idea se
encuentra, en una u otra forma, detrás de todas las teorías que tienen
como concepto central la idea de fe pública. El origen de esta expre-
sión es atribuido a FILANGIERI, aunque al parecer este autor quería refe-
rirse a la "fe" en el sentido de "fidelidad" obligatoria para los funcionarios
públicos. CARMIGNANI considera la fe pública como una circunstancia ca-
lificativa de estos delitos, que en el fondo atentarían siempre contra la
propiedad. Es con la obra de CARRARA con la que esta doctrina llega a
su mayor elaboración. 1 CARRARA afirma que el hombre siempre necesita
creer en personas o cosas. Pero mientras esta creencia no se fundamenta
en la intervención de la autoridad, es simplemente fe privada, en tanto
que cuando la autoridad interviene se transforma en fe pública, que
no nace de la simple confianza en la buena fe ajena, "sino de una pres-
cripción de la autoridad que la impone". Si el ciudadano cree que una
moneda es de oro, o en la verdad de lo aseverado en una escritura
pública, es porque la autoridad así lo manda. Por esta razón, CARRARA
sitúa en este grupo los delitos de falsedad monetaria, de falsedad de
timbres o sellos, de falsedad en documentos públicos, de peculado y
de bancarrota, aunque el tratamiento de estas dos últimas infracciones
no resulta tan preciso como el de las tres primeras. La doctrina italiana,
sin grandes discrepancias, acogió el pensamiento de CARRARA. Así, PES-
SINA afirma que la fe pública es "la fe sancionada por el Estado, la fuer-
za probatoria atribuida por él a algunos objetos, o signos o formas
exteriores". Con diversos matices, esta concepción perdura hasta auto-
res modernos como ROCCO y MANZINI.
Legislativamente, el concepto de fe pública pasó a formar parte de
los sucesivos códigos penales italianos. En el derecho español, cuyas
disposiciones en materia de falsedad derivan principalmente del Códi-
go Francés, la expresión "fe pública" apareció fugazmente en el Código
de 1822, y desapareció en los posteriores. Sin embargo, tuvo forma en
las legislaciones hispanoamericanas, aun en aquellas que en materia sus-
tantiva siguieron el sistema español y no el italiano.
Ni el Código Francés ni el Código Alemán se refieren al concepto
de fe pública como elemento sistematizador de los delitos. Siguen lla-
mando a estos delitos simplemente "falsedades", como el Código Espa-
ñol. Tampoco se encuentra este concepto en el derecho anglosajón.

1
CARRARA, Programa, §§ 3355 a 3361.

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DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

La doctrina alemana, si bien por medio de alguno de sus represen-


tantes (entre los que puede mencionarse a MERKEL, A. y MITIERMAIER)
acogió a veces la idea de la fe pública, es en general decididamente
adversa a tal concepción. Para FEUERBACH, por ejemplo, hay diversidad
de bienes jurídicos ofendidos a través del delito de falsedad, especial-
mente el patrimonio. Una de las críticas más mordaces es la de VON
LISZT, quien llama a la fe pública "expresión atractiva y poética", y la
compara con ciertos animales marinos que deslumbran con su fosfores-
cencia, pero que al intentar cogerlos se deshacen en una masa gelati-
nosa entre los dedos. Para VON LISZT, estos delitos se han agrupado
simplemente por "el medio de ataque" o modo de comisión, sin que
sea posible referirlos a un bien jurídico unitario. A partir de BINDING, ha
predominado entre los alemanes la idea de que el bien jurídico prote-
gido en esta clase de infracciones es la autenticidad y veracidad de los
medios de prueba. El pensamiento de VON LISZT ha encontrado eco
en Italia en autores como ANTOLISEI y LOMBARDI, y en España, en QUIN-
TANO RIPOLLES. 1 En cuanto al criterio .de BINDING, ha tenido considerable
influencia en muchos autores modernos fuera de Alemania; en Italia lo
comparten, entre otros, CARNELUTTI y MAGGIORE. 2 También ha sido aco-
gido en la doctrina nacional, particularmente con referencia a la false-
dad documental, como puede observarse en las obras de COUSIÑo3 y
de LABATUT. 4
Modernamente ha tenido gran desarrollo en la doctrina alemana la
idea de que estos delitos son ofensas a la seguridad del tráfico jurí-
dico, entendiendo por tal el desarrollo normal y expedito de los nego-
cios jurídicos que tienen como fundamento la veracidad de los signos y
objetos que en ellos se emplean. La influencia de este pensamiento, entre
cuyos expositores debe mencionarse especialmente a FRANK, culmina con
la modificación del párrafo 267 del Código Penal Alemán, que integró
la falsedad con la exigencia de "fines de engaño en el tráfico jurídico",
lo que orienta en este sentido a la mayor parte de los autores moder-
nos, como MEZGER, SCHONKE, MAURACH y WELSEL. Esta posición es com-
partida en España por ANTON y RODRIGUEZ. 5
SOLER tiene una posición ecléctica. Sobre la base de su legislación
positiva, opina que los delitos de este título se refieren a la fe pública

1
QUINTANO RIPOLLES, ANTONIO, La falsedad documental, Reus, Madrid, 1952,
p. 78.
2
MAGGIORE, op. cit., 111, pp. 508 y 509, nota 3.
3 COUSIÑO, LUIS, La falsificación de instrnmento privado, Santiago, 1954, p. 11.
4 LABATUT, op. cit., 11, p. 84.
s ANTON y RODRIGUEZ, op. cit., 11, p. 135.

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DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

sancionada, o sea, a las cosas a las cuales el Estado vincula la garantía


de autenticidad, y por otra parte, también al perjuicio que pueda resul-
tar de la alteración de ciertos medios de prueba. 1
La tendencia legislativa moderna va hacia una progresiva especiali-
zación, reduciendo el ámbito de los delitos de este grupo mediante el
traslado de algunas infracciones a otras categorías, por su vinculación
con bienes jurídicos diferentes. Así ocurre, v. gr., con los delitos de fal-
so testimonio y perjurio, considerados generalmente hoy día como ofen-
sas contra la administración de justicia.
Nuestro Código Penal se ocupa de estas infracciones en el título IV
del Libro II, bajo el epígrafe de "Crímenes y simples delitos contra la fe
pública, de las falsificaciones, del falso testimonio y del perjurio". Por
una parte, en consecuencia, nuestra ley pertenece al grupo de legisla-
ciones que emplean el concepto de fe pública como criterio unificador;
por la otra, no todos los delitos del título en cuestión están referidos a
ese concepto. Desde luego, el propio texto del encabezamiento excluye
a los delitos de falso testimonio y perjurio, que en verdad son ofensas
contra la administración de justicia. La dificultad reside en determinar
dónde está el límite entre los delitos "contra la fe pública" y las llamadas
en el epígrafe "falsificaciones", que constituirían otro grupo.
Hemos dicho que el concepto de fe pública, tal como ha sido de-
sarrollado por la doctrina, supone siempre una intervención autentifica-
dora de la autoridad pública que garantiza la veracidad de ciertas
atestaciones o la genuinidad de ciertos objetos, o que impone la creen-
cia de ellos. Pues bien, dentro del título que analizamos encontramos
sucesivamente la falsificación de moneda y valores, la de ciertos signos
de autentificación, la de documentos públicos y la de documentos pri-
V<;tdos. Respecto de estos últimos, tropezamos con una grave dificultad
para referirlos a la fe pública, puesto que en sí no tienen ninguna au-
tentificación de autoridad; la confianza en ellos no es impuesta por el
Estado. El propio CARRARA excluye la falsedad en documento privado
de los delitos contra la fe pública. Esta conclusión es indudable entre
nosotros, porque el texto legal (Art. 197) exige, para la consumación de
este delito, la producción de perjuicio para tercero, lo que convierte a
dicha infracción en una ofensa de carácter patrimonial, situada única-
mente en este título por el medio de comisión. Las "falsificaciones" de
que habla el epígrafe serían las de documentos privados.
Quedarían referidas a la fe pública las falsificaciones de moneda y
valores, de ciertos signos de autentificación y de documentos públicos.

1 SOLER, op. cit., Tomo V, p. 266.

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DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

¿Y en qué sentido debe entenderse la expresión "fe pública"? Nos pare-


ce en principio rechazable la tesis que ve en la integridad probatoria
el bien jurídico tutelado, a la manera de BINDING, pues si tal tesis pue-
de ser satisfactoria en la ley alemana, donde la falsedad monetaria está
por completo separada de la falsedad documental, no es en cambio útil
como concepto unificador de ambas clases de infracciones, ya que la
moneda, v. gr., no tiene una virtualidad ni una finalidad probatorias. En
cuanto a la noción de fe pública como "fe impuesta o sancionada por
el Estado", en principio parece un concepto contradictorio, ya que si la
fe es una creencia interna, ella no puede ser impuesta por prescripción
de autoridad. Por otra parte la duda o el escepticismo acerca de lo que
el Estado afirma no parece vulnerar ningún bien jurídico. Lo que el Es-
tado puede exigir, y en lo único que la autoridad tiene interés, es que
los ciudadanos se comporten como si los objetos o documentos auten-
tificados fueran genuinos o afirmaran verdades, esto es, que los acep-
ten como tales externamente, aunque en su fuero interno no tengan fe
de ninguna clase.
De más interés es la idea de seguridad del tráfico jurídico como
bien jurídico protegido. Sin embargo, entendido este concepto sólo
como el desarrollo normal de las relaciones jurídicas, es demasiado
amplio, ya que todos los fraudes y hasta el incumplimiento civil de
obligaciones atentarían contra dicho bien jurídico. Nos parece que la
seguridad del tráfico jurídico se ve afectada en esta clase de delitos
de una manera muy especial, que basta para particularizar dichas in-
fracciones en un grupo discernible con precisión. En estos atentados,
las falsedades recaen sobre determinados objetos materiales que tie-
nen una característica común: la ley ha ligado a ellos ciertos efectos
jurídicos de obligatoriedad general. A las monedas, valores y do-
cumentos públicos, la ley asigna determinados efectos jurídicos obli-
gatorios: deben ser recibidos en pago, crean derechos, sirven de medios
de prueba, etc. Esto no ocurre con los documentos privados y con
otros objetos que también pueden ser falsificados (cuadros, joyas, etc.).
Para señalar cuáles son los objetos dotados de esta obligatoriedad ju-
rídica, la autoridad se vale de ciertos signos de autentificación: sellos,
timbres, firmas, diseños, etc.
Puede observarse que la normalidad del tráfico jurídico descansa de
un modo primordial en la efectiva producción de los efectos jurídicos
obligatorios de dichos objetos materiales (que la moneda sea recibida
como tal, que las escrituras públicas sirvan para probar derechos, etc.).
La falsedad en alguno de dichos objetos alterará considerablemente la
normalidad del tráfico jurídico. Correspondientemente, existe sin duda
un gran interés en todos los miembros de la comunidad en que real-

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DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

mente los signos dotados de eficacia obligatoria produzcan sus efectos,


para lo cual es indispensable su autenticidad. Este es, por consiguiente,
un bien jurídico perfectamente singularizable y definido, y es, a nuestro
entender, el sentido que la expresión "fe pública" tiene en el epígrafe
del título IV del Libro 11.
En suma, las infracciones de dicho título tienen las siguientes obje-
tividades jurídicas:
a) Son delitos contra la fe pública los de los párrafos 1, 2, 3, 4, 6 y
8. Por "fe pública" entendemos la seguridad del tráfico jurídico, en cuanto
ella depende de la real producción de ciertos efectos jurídicos obligato-
rios que la ley ha atribuido a determinados objetos materiales.
b) Son delitos contra la propiedad los del párrafo 5 (falsificación
de documentos privados).
e) Son delitos contra la administración de justicia los del párra-
fo 7 (falso testimonio y perjurio).
Esta clasificación debe adicionarse en el sentido de que, como fre-
cuentemente ocurre, también puede observarse la protección que se
brinda a otros bienes jurídicos, como la seguridad del comercio y la
economía, en la falsedad de ciertos valores o documentos mercanti-
les, o la administración pública en un sentido amplio, en la falsedad
de certificados.
Considerando, sin embargo, que el modo de comisión tiene dentro
del sistema de la ley una importancia preponderante, para los efectos
del análisis de los mismos serán divididos en tres grupos: 1) Falsifica-
ción de moneda, valores y signos de autentificación; 2) Falsedades do-
cumentales, en documentos públicos, privados, pasaportes, portes de
armas y certificados, y 3) Falso testimonio, perjurio y usurpación de fun-
ciones o nombres.

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DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

Sección Primera

FALSIFICACION DE MONEDA,
VALORES Y SIGNOS DE AUTENTIFICACION

Comprende esta sección los delitos del párrafo 1 ("De la moneda fal-
sa"), del párrafo 2 ("De la falsificación de documentos de crédito del
Estado, de las Municipalidades, de los establecimientos públicos, socie-
dades anónimas o Bancos de emisión legalmente autorizados") y del
párrafo 3 ("De la falsificación de sellos, punzones, matrices, marcas, pa-
pel sellado, timbres, estampillas, etc.").

FALSIFICACIÓN DE MONEDA

El párrafo 1 se refiere exclusivamente a la moneda metálica. La falsifica-


ción del papel moneda está sancionada en el párrafo siguiente. Si bien
las disposiciones que analizamos tenían mayor importancia práctica cuan-
do circulaba en abundancia la moneda de metal fino, no debe creerse
que en la actualidad carezcan de aplicación, ya que las normas legales
sobre acuñación, valor, ley, peso y denominación de las monedas de
oro chilenas siguen en vigencia, y además el Código sanciona las con-
ductas de falsificación de moneda sin curso legal (moneda extranjera o
moneda nacional que ya no está en circulación como tal). La ley crea
al respecto varias figuras.

l. FABRICACIÓN DE MONEDA. Se refiere a esta conducta el Art. 162. Con-


siste esencialmente en forjar, en elaborar totalmente una moneda, no
en alterar una ya existente. Tiene dos hipótesis:
a) La del inciso primero, que consiste en fabricar moneda de la misma
materia, peso y ley de fino que la verdadera (la ley dice "aunque sea
de la misma materia, etc.", lo que debe entenderse en el sentido de
que forzosamente debe ser así, pues de lo contrario se aplicaría el inci-
so segundo). Aunque hay opiniones en el sentido de que esta conduc-
ta sería solamente una "usurpación de atribuciones", por el monopolio
estatal de la fabricación de monedas, en verdad es también una falsifi-

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DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

cación en sentido lato, ya que como observa LABATIIT1 "se está atribu-
yendo origen estatal a piezas monetarias que en realidad no lo tienen".
La autenticidad deriva tanto de la sustancia intrínseca como del origen
auténtico. Eso sí que no hay aquí perjuicio económico para quien even-
tualmente reciba tales especies monetarias.
b) La del inciso segundo, que consiste en fabricar moneda de peso
o ley inferiores a los legales. No habló aquí la ley de la materia, pero
ello está implícito en la voz "ley", que no designa sino la relación o
proporción entre el metal fino y la liga, que conjuntamente constituyen
la materialidad de la moneda. La penalidad es mayor en este caso, puesto
que además de lesionarse la fe pública se atenta contra el patrimonio
de quien recibe una moneda de valor intrínseco inferior al verdadero.
No hay requisitos especiales en cuanto al sujeto activo. No hay su-
jeto pasivo (aunque alguien reciba efectivamente la moneda, perjudi-
cándose). Es importante, sí, hacer notar la exigencia de un elemento
típico implícito. En los delitos de falsificación, la doctrina distingue dos
variedades: la imitatio veri o imitación de lo verdadero, y la mutatio
veri o alteración de lo verdadero. Aquí nos encontramos frente a la pri-
mera variedad de comisión: se imita lo verdadero. Y la fabricación re-
quiere además un elemento de carácter objetivo: el éxito artístico, esto
es, que el producto resultante realmente imite al verdadero en forma
que pueda pasar por éste. Esto es lo que CARRARA llama la expendibi-
lidad,2 cuya concurrencia debe apreciarse prácticamente en cada caso.
Se trata de la idoneidad o aptitud para engañar. Es posible que la mo-
neda haya sido efectivamente recibida por alguien, y que sin embargo
no sea expendible (v. gr., la ha recibido un ciego, o se ha entregado
dentro de una bolsa cerrada). Si la moneda falsa no es expendible, no
se comete este delito. Así lo señala el Art. 171: "Si la falsificación o cer-
cenamiento fueren tan ostensibles que cualquiera pueda notarlos y co-
nocerlos a la simple vista, los que fabricaren ... la moneda así falsificada ...
se reputarán reos de engaño y serán castigados por este delito con las
penas que se establecen en el párrafo respectivo". Por "cualquiera" debe
entenderse, naturalmente, una persona adulta normal de escasa cultura
que esté en condiciones de apreciar por sus sentidos la apariencia de
la moneda. La referencia al "engaño" alude, según en su oportunidad
se señaló, al delito del Art. 473 ("otros engaños"). Este requisito de la
expendibilidad o idoneidad es común para todas las figuras del párra-
fo. Además de su situación sistemática, al término del párrafo, el texto

1 LABATIIT, op. cit., II, p. 84.


2
CARRARA, Programa, § 3546.

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DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

del Art. 171 se refiere a los que fabricaren, cercenaren, expendieren, in-
trodujeren o circularen la moneda falsificada o cercenada, con lo que
cubre todas las hipótesis del delito.

2. FALSIFICAOÓN DE MONEDA. Comprende dos hipótesis:


a) Adulteración de moneda. Se refiere a ella el Art. 163. La con-
ducta consiste en falsificar moneda de oro o plata que tenga curso le-
gal, empleando sustancias diversas. También se sanciona, con penalidad
inferior, idéntica conducta cuando se trata de moneda de vellón. En ver-
dad, la voz "falsificar" es genérica y cubre también la hipótesis de fabri-
cación, pero como esta última ha sido separada por el legislador, es
preciso atribuir en esta disposición a la voz "falsificar" el sentido espe-
cífico de alterar o adulterar la moneda. La Comisión Redactora, en su
sesión 37, dejó testimonio de ello, al hablar de "cercenamiento o altera-
ción" de la moneda legal. En estricto rigor, hay aquí dos modos posi-
bles de comisión; uno, que es también de fabricación, esto es, crear
moneda que imite el oro o la plata, siendo de otra sustancia, y la otra,
alterar la moneda verdadera de valor inferior para darle la apariencia
de estar hecha de oro o plata, aunque esta última conducta será difícil
de realizar en la práctica con éxito artístico. La pena se gradúa si la
moneda falsificada fuere de oro o plata o de vellón. Esta última expre-
sión designa el cobre o la aleación del mismo con que antiguamente se
fabricaban las monedas de valor inferior, submúltiplos de la unidad mo-
netaria. Por extensión se aplica hoy a todas las monedas metálicas de
este carácter, a las que también se llama "moneda divisionaria".
b) Cercenamiento de moneda. Es la otra hipótesis por la cual se
altera el valor de la moneda. Se cambia, no la apariencia de la moneda,
sino su valor intrínseco. Se refiere a esta conducta el Art. 164, indican-
do como objeto material solamente la moneda de oro o plata. No se
refiere a la de vellón, ya que esta última es de valor intrínseco tan esca-
so, que lo que pueda obtenerse de ella por cercenamiento es insignifi-
cante. Por lo general se realiza esta conducta raspando, limando, tratando
químicamente, etc., la moneda, de modo de hacerle perder parte de su
metal fino, pero conservando intacto su cuño y demás características
externas.

3. OBJETO MATERIAL DEL DELITO. Se ha hecho ya observar que las hipó-


tesis anteriores se refieren a la moneda metálica; algunas de ellas tanto
a las de metal fino como a las de vellón; otras, solamente a las prime-
ras. Las descripciones legales restringen en aquellos artículos el objeto
material a la moneda que tenga curso legal en la República. Los Arts. 165
y 166 extienden estas hipótesis a la fabricación y falsificación de mone-

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DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

da metálica que no tenga curso legal en la República. Por "moneda de


curso legal" debe entenderse la de curso forzoso, esto es, la que las
disposiciones legales mandan tener por moneda nacional y obligan a
recibir con poder liberatorio amplio, en pago de obligaciones de dine-
ro. Puede tratarse de moneda nacional en sentido estricto, como tam-
bién de moneda extranjera a la que se haya dotado de curso forzoso
en el país. En cuanto a la moneda que "no tiene curso legal", por la
inversa, comprende las especies monetarias que carecen de tal efecto
obligatorio y general. Se comprenden en tal concepto las monedas na-
cionales que ya no circulen (por ley y no simplemente de hecho) y las
monedas extranjeras en general, salvo el caso excepcional ya mencio-
nado. En todo caso, es necesario que se trate de moneda propiamente
tal, y no de especies corporales que hayan hecho sus veces. Esto es,
deben ser piezas metálicas que lleven el sello de algún Estado o sobe-
rano y autentificadas por éste.

4. CIRCUlACIÓN INDEBIDA DE MONEDA FALSA. Este delito comprende tres


situaciones, de gravedad decreciente:
a) Circulación concertada con los autores. Se refiere a ella el
Art. 167. La conducta consiste en tomar parte en la emisión o introduc-
ción a la República de la moneda falsificada o cercenada, de concierto
con los falsificadores o cercenadores. Las penas son las mismas de la
falsificación y del cercenamiento. Contra la opinión de LABATIIT1 y de
FERNANDEZ, 2 no creemos que se trate de un simple caso de coautoría,
que sería siempre punible como tal de conformidad a las reglas genera-
les. De ser coautoría, tendría que serlo de la "falsificación o cercena-
miento". Y la conducta descrita en esta disposición no es coautoría de
la falsificación o cercenamiento desde ninguno de los puntos de vista
del Art. 15: no se realiza la acción de falsificar o cercenar; no se impide
o procura impedir que se evite; no se fuerza o induce directamente a
realizarla; no se facilitan los medios con que se lleva a efecto el hecho
(de la falsificación o cercenamiento mismos), ni se lo presencia sin to-
mar parte inmediata. A lo más, de conformidad con las reglas genera-
les, podría tratarse de una conducta de encubrimiento, ya que el emisor
o introductor interviene después de consumado el delito de falsifica-
ción o cercenamiento. De este modo, la ley ha creado una verdadera
figura autónoma, que debe sancionarse de acuerdo con sus propios tér-
minos, y no según las reglas generales de participación en otro delito.

1 LABATUT, op. cit., II, p. 85.


2 FERNANDEZ, op. cit., I, p. 302.

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DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

Más aún, la referencia de la penalidad nos indica que este delito se co-
mete sólo por quienes no son los autores de la falsificación o cercena-
miento, porque si la realizan estos mismos, para ellos es sólo una
conducta de agotamiento de su delito anterior, no punible independien-
temente de éste (principio de consunción).
La conducta misma consiste en obrar de acuerdo con los falsifica-
dores para: 1) Emitir la moneda falsa; es ponerla en circulación como
verdadera, aunque no haya sido precisamente aceptada por alguien en
particular (v. gr., echándola en una alcancía pública, como indica so-
LER),1 o 2) Introducirla en la República, lo que supone que la moneda
se ha fabricado en el exterior. Debe recordarse que estos delitos caen
siempre bajo el imperio de la ley penal chilena, aunque se cometan en
el extranjero, en virtud del principio real o de defensa, consagrado le-
gislativamente en el Art. 6° N° 5° del Código Orgánico de Tribunales. La
introducción en la República sólo exige la entrada material de la mone-
da falsa, y no requiere su efectiva emisión o expendición. Eso sí que,
tratándose de una figura con pluralidad de hipótesis equivalentes, no
debe pensarse en ver reiteración de delitos en la conducta que consiste
en introducir primero la moneda y luego emitirla.
LABATUT2 opina que, como la ley se refiere aquí a la moneda "falsi-
ficada o cercenada", ha dejado fuera a la moneda "fabricada", y que la
punibilidad de estas conductas con relación a dicha moneda debería
sancionarse de conformidad al Art. 15 N° 1°. Discrepamos de ambas afir-
maciones. De la última, en virtud de las consideraciones más arriba ex-
puestas, por las cuales estimamos que aquí no hay coautoría de
falsificación, sino una conducta autónoma. De la primera, porque la
moneda "fabricada" también es moneda "falsificada" en sentido amplio,
según se desprende con claridad del epígrafe del párrafo ("De la mo-
neda falsa") y del Art. 171, que se refiere a los que "fabricaren, cercena-
ren, etc." la moneda así "falsificada o cercenada". De modo que el
Art. 167, al mencionar la moneda "falsificada", comprende también la
"fabricada" indebidamente.
b) Circulación maliciosa sin concierto. Se refiere a esta conduc-
ta el Art. 168, que la sanciona con pena inferior al caso precedente. La
conducta consiste en procurarse a sabiendas moneda falsificada o cer-
cenada y ponerla en circulación. Se diferencia fundamentalmente de la
hipótesis anterior en que aquí está ausente el concierto con los falsifi-
cadores. La conducta resulta ser de "doble acto": en una primera parte,

1 SOLER, op. cit., V, p. 285.


2
LABATUT, op. cit., 11, p. 85.

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DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

el hechor se "procura" moneda falsificada o cercenada, esto es, la bus-


ca y se hace de ella, cualquiera que sea el método empleado: compra,
préstamo, incluso un simple apoderamiento material. Lo hace además a
sabiendas de su calidad de moneda falsificada o cercenada. Según lo
ya dicho, dentro de la moneda "falsificada" se encuentra la "fabricada"
indebidamente. En la segunda parte del delito, el hechor la "pone en
circulación", concepto del todo semejante al de "emitir", al que ya nos
hemos referido. Significa hacerla cumplir, con respecto de terceros, en
alguna forma, su función de moneda. No bastaría, v. gr., con dejarla
abandonada o expuesta al apoderamiento del público. No se alcanza a
sancionar aquí la simple "introducción en la República", si no va segui-
da de la efectiva circulación de la moneda.
e) Circulación maliciosa previa recepción de buena fe. Es la úl-
tima de las figuras del párrafo, y tiene una penalidad todavía más baja.
La conducta consiste en hacer circular (la ley dice "la circulare", con
impropiedad) moneda falsificada o cercenada que se ha recibido de bue-
na fe, pero después de cerciorarse de su falsificación o cercenamiento.
Esta conducta está sancionada en el Art. 170. Para los efectos de la pe-
nalidad se distingue según el valor de la moneda circulada: si el valor
de la misma es de medio sueldo vital o menos, se sanciona el hecho
como mera falta (Art. 496, N° 31). Para ello debe tomarse en considera-
ción el valor total de la moneda que se hace circular, y no el de cada
pieza.
Dentro de la objetividad de la figura, es preciso que el sujeto haya
recibido el dinero, lo que, en opinión de SOLER, 1 excluye el caso de
quien ha encontrado o robado el dinero. La razón de ser de la menor
penalidad de esta figura radica probablemente en la comprensión del
legislador hacia la actitud de quien fue engañado en su buena fe y, nor-
malmente, perjudicado, y que trata simplemente de deshacerse del per-
juicio recibido, trasladándolo hacia otros, de identidad más o menos
indefinida (ya que la moneda falsa podrá eventualmente seguir circu-
lando más allá de la persona a quien directa e inmediatamente se le
entrega). Aunque de ordinario quien ha recibido dinero falso ha sufri-
do un perjuicio económico, no siempre será ello así: puede tratarse, v.
gr., de dinero recibido como limosna.
Subjetivamente, el delito requiere dolo directo, ya que el texto legal
exige que la falsedad o cercenamiento le consten al hechor. No basta la
simple duda (dolo eventual).

1
SOLER, op. cit., V, p. 288.

142
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

5. REGLA ESPECIAL SOBRE ITER CRIMINIS. De acuerdo con el Art. 169, se


impone a la tentativa el mínimum de las penas establecidas para los
delitos consumados. Esta regla es aplicable a todos los delitos del pá-
rrafo, con excepción de la figura del Art. 170 (circulación fraudulenta
después de haber recibido la moneda de buena fe), que sigue someti-
da a las reglas generales. Con ello se hace excepción al tratamiento ge-
neral de la tentativa, que recibe de ordinario una penalidad inferior en
dos grados al mínimum de las señaladas para el delito consumado
(Art. 52). Sin embargo, esta disposición no ha modificado la regla del
Art. 51, según la cual el delito frustrado se sanciona con una pena infe-
rior en un grado al mínimo de las establecidas para el delito consuma-
do, con lo cual queda la aparente incongruencia de que en esta materia
la tentativa resultaría penada con más severidad que el delito frustrado.
Para superar esta contradicción, debe entenderse que el Art. 169 se re-
fiere a la "tentativa" en su sentido doctrinal, amplio, comprensivo de
las formas imperfectas de aparición del delito, esto es, que se aplica
tanto a la tentativa propiamente tal, como al delito frustrado. Esto que-
da más en evidencia si se considera que la disposición comentada se
tomó del Código Belga, donde no se hace distinción entre delito frus-
trado y tentativa, y por lo tanto, la regla comprende ambas formas de
aparición del delito. Debe entenderse, por consiguiente, que tanto la
tentativa como el delito frustrado se sancionan con el mínimum de las
penas respectivamente señaladas para los diversos delitos del párrafo~

FALSIFICACIÓN DE TITULOS VALORES

Con esta denominación sintética nos referimos a la falsificación de de-


terminados papeles o documentos representativos de títulos de créditos
o valores negociables, de que trata el párrafo 2 de este título. Estas fal-
sificaciones guardan un notable paralelismo con las falsificaciones de
moneda, con las naturales diferencias debidas a las distintas característi-
cas de los objetos materiales sobre los cuales recaen. Salvo la hipótesis
del cercenamiento, que supone un valor intrínseco del material del ob-
jeto, las demás variedades de falsificación enumeradas con respecto a
la monetaria son también concebibles aquí. Es especialmente importan-
te determinar en qué consiste la conducta de falsificación, porque, a
diferencia de lo que ocurre en las falsedades documentales, el Código
no ha procedido aquí a describir, enumerándolas, diversas hipótesis pu-
nibles, sino que se refiere, en general, a "falsificar" bonos, billetes, ac-
ciones, etc. La falsificación de estos títulos valores puede asumir alguna
de las formas clásicas de comisión: 1) La imitatio veri, es decir, la crea-

143
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

ción o forjamiento completo de un documento falso, que imita uno ver-


dadero, y 2) La mutatio verí o alteración de un documento verdadero,
de tal suerte de darle aparentemente un menor o un mayor valor. Una
simple alteración que no tuviera tal efecto no tendría relevancia para
este título. También es necesaria la expendibilidad o éxito artístico de
la falsificación, según se desprende del Art. 179, que hace aplicable con
respecto a estos títulos la regla del Art. 171 sobre las falsificaciones gro-
seras y ostensibles, que se sancionan como engaños.
El Decreto Ley 726, de 1925, sanciona dos formas especiales de imi-
tatio verí, aunque con penalidad apreciablemente menor que el Código
Penal. La primera es la reproducción de billetes o de planchas usadas
para fabricarlos. La segunda es la circulación de imitaciones de bille-
tes. En verdad, un billete simplemente falsificado es una "imitación de
billete": será en la práctica difícil distinguir entre las dos situaciones,
que sin embargo son sancionadas con penalidades bien diversas. De
estimarse que existe un concurso aparente, el principio de especialidad
nos obligaría a optar por la aplicación exclusiva del Decreto Ley 726,
de penalidad más benigna que el Código Penal.
Anteriormente, todavía, la Ley 53 (de 1893) prohíbe la fabricación,
venta o circulación de objetos cuya forma se asemeje a estampillas, bo-
nos, billetes o cualesquiera otros valores fiduciarios "de manera que sea
fácil su aceptación en lugar de los verdaderos". Este último requisito es
el éxito artístico o expendibilidad, a que nos hemos referido más arri-
ba. La conducta no hace sino describir nuevamente, y en otros térmi-
nos, la actividad de falsificación ya contemplada en el Código con
respecto a tales objetos. Por lo demás, la regla de penalidad es hacer
aplicables las sanciones de los párrafos 2 y 3 del título IV del Libro 11
del Código Penal, lo cual hace evidentemente necesario que la respec-
tiva conducta se encuadre en alguno de los preceptos de dichos párra-
fos, que contemplan acciones diferentes y penas también desiguales.
En verdad, los títulos valores mencionados en este párrafo son, con-
siderados intrínsecamente, documentos, pero el legislador ha preferido
referirse a ellos separadamente y asimilarlos más bien a la moneda, de-
bido a su alta significación económica, a la gravedad del trastorno que
su falsificación significa, y a su estrecha vinculación con el tesoro pú-
blico. En realidad, en algunos casos, como los billetes de banco, estos
documentos tienen el mismo poder liberatorio de la moneda, y en otros,
son recibidos como equivalentes de ella en una serie de negocios o
actividades públicas (bonos).

1. FAI.SIFICAOÓN DE BONOS, CUPONES Y BilLETES. El Art. 172 sanciona la fal-


sificación (en alguna de las formas ya señaladas) de tres clases de objetos:

144
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

a) Los bonos emitidos por el Estado. Los bonos son títulos repre-
sentativos de la deuda pública. Dejó testimonio la Comisión Redactora
(sesión 39) de comprender aquí tanto los bonos de la deuda interna
como los de la deuda externa.
b) Los cupones de intereses correspondientes a dichos bonos. Los
bonos son títulos de una deuda que se sirve periódicamente mediante
la cancelación de cuotas correspondientes al pago de intereses y de amor-
tización. Estos intereses se cobran mediante la presentación de cupo-
nes, trozos de papel adheridos a los títulos y que se desprenden de
ellos para canjearlos por dinero a la fecha de los vencimientos corres-
pondientes.
e) Los billetes de Banco al portador, cuya emisión estuviere auto-
rizada por una ley de la República. La forma de redacción de esta dis-
posición resulta un tanto anticuada hoy día, ya que desde 1925 la
exclusividad de la emisión de billetes pertenece al Banco Central de
Chile.
La ley considera la falsificación de esta clase de valores tan grave
como la de moneda metálica; aun más, puesto que la penalidad es más
elevada. Se trata de especies valiosas en sí mismas, no por su materiali-
dad, pero sí por su significación y efectos, y que se equiparan a la mo-
neda desde este punto de vista. Los billetes de banco tienen curso
forzoso, y en este sentido son propiamente la moneda nacional hoy día,
desde la Ley 13.305 sin respaldo metálico alguno; esto es, la moneda-
papel debe recibirse por imperativo legal, y no por representar valor
en oro o plata. Los otros valores no tienen tan vasta circulación, pero
su falsificación pone en peligro el tesoro público y las finanzas priva-
das, ya que por disposiciones legales son recibidos a la par por su va-
lor nominal, en cancelación de muchas obligaciones tributarias y de otro
carácter por las Tesorerías de la República, y son considerados "valores
realizables de primera clase" en numerosas disposiciones legales que
reglamentan la inversión obligatoria de ciertos fondos.
Con relación a los billetes de banco de curso legal, el Art. 64 de la
Ley 18.840, Orgánica Constitucional del Banco Central de Chile, contie-
ne una figura delictiva consistente en "fabricar o hacer circular objetos
cuya forma se asemeje a billetes de curso legal, de manera que sea fá-
cil su aceptación en lugar de los verdaderos". Es la misma conducta
prevista en el Art. 172 del Código, pero restringida a los billetes de cur-
so legal. Se exige el mismo requisito de expendibilidad o éxito artísti-
co, a que ya nos hemos referido, y que el Código contempla en el
Art. 179, en relación con los billetes de banco. El Art. 172 sigue vigente
respecto de los otros documentos que allí contempla, lo mismo que los
artículos siguientes. La figura del Art. 64 de la Ley Orgánica del Banco

145
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

Central comprende las conductas de "fabricar" y de "hacer circular". Las


otras acciones relativas a los mismos siguen siendo sancionadas en el
Código. Por la posterioridad en el tiempo, estimamos que el Art. 64 de
la Ley 18.840 ha derogado tácitamente al Art. 172 del Código aunque
sólo en lo relativo a los billetes de banco de curso forzoso y a las con-
ductas consistentes en fabricar y hacer circular. La pena de la Ley 18.840
es apreciablemente menor que la establecida en el Art. 172 del Código.
Respecto de los billetes de banco (y aun de la moneda metálica)
algunas legislaciones contemplan una figura específica1 llamada de emi-
sión ilegal, que no está configurada como tal entre nosotros. Consiste
tal delito en que un funcionario público o un director o administrador
de un banco o una compañía fabricaren, emitieren o autorizaren la fa-
bricación o emisión de moneda, billetes de banco o títulos, de diferen-
tes características o en superior cantidad a la autorizada. Aunque el delito
tiene por sujeto activo al funcionario encargado de autentificar la mo-
neda o el billete, puede hacerse extensivo también a quien sin estar
encargado por la ley de ello, pone indebidamente en circulación espe-
cies monetarias o papel moneda. 2 En estricto rigor, la amplia expresión
"falsificación" que entre nosotros se emplea al describir las figuras pre-
cedentes, también podría comprender las emisiones indebidas de papel
moneda (no así las de moneda metálica, porque allí las conductas apa-
recen descritas en forma mucho más concreta y material), ya que la emi-
sión no es solamente un acto material, sino jurídico, y el papel moneda
indebidamente puesto en circulación es jurídicamente falso. Su autenti-
cidad no proviene solamente de sus características materiales, sino del
acto de autoridad que legitima su puesta en circulación. Por "emisión
indebida", naturalmente, no debe entenderse la que es inconveniente o
injustificada, desde el punto de vista económico, sino la que se hace en
contravención a la ley.
El Art. 173 equipara, aunque con penalidad menor, las conductas pre-
cedentemente descritas cuando ellas recaen sobre obligaciones al por-
tador de la deuda pública de un país extranjero, o cupones de intereses
correspondientes a dichos títulos, o billetes de banco al portador cuya
emisión estuviere autorizada por una ley de ese país extranjero. La ex-
presión "obligaciones al portador de la deuda pública", tomada del Có-
digo Belga, es algo más amplia que la de "bonos".

1 V. gr., Código Penal Argentino, Art. 287.


2 SOLER, op. cit., V, pp. 290 y ss. Un completo estudio sobre los efectos jurídicos
de la pérdida, sustracción, mutilación y circulación indebida del papel moneda puede
encontrarse en NUSSBAUM, ARTHUR, Derecho monetario nacional e internacional, Edi-
ciones Arayú, Buenos Aires, pp. 116 y 22.

146
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

2. FALSIFICACIÓN DE ACCIONES, OBliGACIONES Y CUPONES. El Art. 174 san-


ciona la fálsificación de:
a) Acciones o promesas de acciones de sociedades anónimas.
La referencia a la "fe pública" como confianza garantizada por el Esta-
do, aparece aquí muy lejana, ya que las acciones de sociedades anóni-
mas son títulos privados, emitidos por particulares. La ley sanciona esta
conducta en atención a que estos títulos, por la particular naturaleza de
las sociedades anónimas, representan valores en sí mismos, negociables,
comprados y vendidos en mercados especiales (Bolsas o Lonjas de Co-
mercio), y en consecuencia su falsificación supone un trastorno econó-
mico y comercial mucho mayor que la simple falsificación de un
documento privado cualquiera. A pesar de ello, la pena es aproximada-
mente equivalente, pero el tratamiento sistemático sigue siendo diver-
so. Debido al texto de la ley, solamente se incluyen en esta disposición
las falsificaciones de acciones y promesas de acciones de sociedades
anónimas; no las que recaigan, v. gr., sobre bonos o títulos de deudas
de estas sociedades (debentures). La Comisión Redactora dejó testimo-
nio de que "no se estimaba prudente extenderlo a las obligaciones de
las sociedades particulares", por lo que la falsificación de estos últimos
títulos quedará entregada a las reglas sobre falsedades documentales.
b) Obligaciones u otros títulos legalmente emitidos por las mu-
nicipalidades o establecimientos públicos de cualquiera denomina-
ción. Se trata aquí de los bonos municipales o de los emitidos por otros
establecimientos autorizados para ello por la ley. Su expendibUidad y uni-
versalidad de circulación son menores que las de los títulos emitidos por
el Estado mismo y, por consiguiente, hay menor peligro para las finanzas
públicas y la normalidad de las actividades comerciales.
e) Cupones de intereses o de dividendos correspondientes a
estos diversos títulos. Se incluye a los intereses y dividendos, tanto
de las acciones como de los bonos u obligaciones.
Las expresiones "acciones" y "obligaciones" no están tomadas en su
significación abstracta de cuota ideal de capital o de derecho personal
o crédito, sino que aluden a la materialidad de los títulos que los repre-
sentan.
La pena de estas infracciones es diferente según si la emisión hu-
biere tenido lugar en Chile o en el extranjero. En este último caso, el
Art. 6° No so del Código Orgánico de Tribunales hace aplicable la ley
penal chilena y da jurisdicción a los tribunales nacionales.

3. CIRCUlACIÓN FRAUDULENTA. Los Arts. 175, 176 y 178 establecen figu-


ras de circulación o introducción concertada con los falsificadores; de
circulación maliciosa después de procurarse a sabiendas las especies fal-

147
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

sas, y de circulación de mala fe después de haber recibido las especies


de buena fe. La tipificación es al respecto idéntica que en el caso de la
moneda metálica. En la última hipótesis se distingue también el caso en
que las especies tuvieren un valor que no excediere de medio sueldo
vital, caso en que se sanciona el hecho como mera falta (Art. 496 N° 31).

4. REGIA SOBRE ITER CRIMINIS. Tal como en la falsificación de moneda


metálica, la tentativa de estos delitos se sanciona con el mínimum de
las penas señaladas en los respectivos casos para el delito consumado
(Art. 177). La regla no se extiende a la circulación fraudulenta de títulos
que se han recibido de buena fe. Valen al respecto las consideraciones
formuladas tratándose de aquellos delitos.

FALSIFICACIÓN DE CIERTOS SIGNOS DE AUTENTIFICACIÓN

El párrafo 3 sanciona la falsificación de sellos, punzones, matrices, mar-


cas, papel sellado, timbres, estampillas, etc. Estos objetos son los me-
dios materiales de que la autoridad pública se vale para autentificar
determinadas especies y otorgarles su garantía de genuinidad y valor.
En líneas generales, el tratamiento penal es el mismo que el de los pá-
rrafos anteriores, con las lógicas variaciones propias de la diferente na-
turaleza de los objetos materiales.

l. FALSIFICACIÓN DE TIMBRES, SELLOS, PUNZONES, MATRICES O MARCAS.


Dentro de esta clase de falsificaciones, cabe distinguir las siguientes hi-
pótesis:
a) Falsificación propiamente tal. Se refieren a ella los Arts. 180 y
181. El Art. 180 sanciona con una penalidad muy elevada al que falsifi-
care "el sello del Estado" o hiciere uso del sello falso. Para DEL RI0 1 esta
figura, tomada del Código Belga, no tiene mayor aplicación entre noso-
tros, pues el sello del Estado sería un objeto propio de los países mo-
nárquicos. LABATUT2 discrepa, y menciona la existencia del "gran sello
del Estado", utilizado preferentemente en las cartas de nacionalización,
custodiado en el Ministerio del Interior. La cuestión es en verdad dudo-
sa, ya que si la función del mencionado gran sello no es otra, no se
advierte claramente la razón para penar su falsificación en forma tan
severa (presidio mayor en su grado medio), sobre todo atendiendo a

1
DEL RIO, op. cit., 111, p. 132.
2
LABATUT, op. cit., 11, p. 89.

148
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

que la falsificación de otros sellos o timbres de las autoridades (Art. 185)


es tratada en forma mucho más benigna.
En el Art. 181 se sanciona la falsificación de "punzones, cuños o cua-
drados destinados a la falsificación de moneda; punzones, matrices, cli-
sés, planchas o cualesquiera otros objetos que sirvan para la fabricación
de bonos, acciones, obligaciones, cupones de intereses o de dividen-
dos, o billetes de banco cuya emisión haya sido autorizada por la ley;
timbres, planchas o cualesquiera otros objetos destinados a la fabrica-
ción de papel sellado o estampillas ... ". Aquí hay una referencia a todos
los objetos cuya falsificación se pena en los párrafos anteriores: mone-
da metálica, billetes, bonos, acciones, obligaciones, cupones. Pero aquí
se sanciona una conducta preparatoria: la falsificación de ciertos obje-
tos materiales que están destinados a la fabricación de la moneda o tí-
tulos falsos. El delito consiste en falsificar imitando o alterando las
máquinas o instrumentos verdaderos; no en inventar, v. gr., un sello o
modelo de moneda, lo que podría constituir alguna forma de estafa. El
objeto sobre el cual recae la falsificación es el instrumento material mismo
(sello, matriz, clisé, etc.) y no la imagen o especie que tal instrumento
produce. No cae bajo esta disposición la alteración de la imagen o di-
seño de un billete de banco, sino en el párrafo anterior.
La falsificación misma de la moneda y los títulos ya está sancionada
en los párrafos anteriores. Si se hace uso de los instrumentos o utensi-
lios falsificados y se fabrica con ellos moneda o títulos falsos, solamen-
te se sancionará, en virtud del principio de la consunción y de la lógica
relación entre ambas clases de preceptos, la falsificación misma de la
moneda o los títulos. Aquí aparece, sin embargo, un nuevo objeto de
protección: el papel sellado y las estampillas. En efecto, el Art. 181
termina de tipificar el delito agregando "... o el que hiciere uso de estos
sellos o planchas falsas". La referencia al "uso" no está hecha a todos
los instrumentos enumerados (punzones, cuños, matrices, etc.), sino úni-
camente a los "sellos o planchas". Y las planchas aparecen menciona-
das solamente como "timbres, planchas o cualesquiera otros objetos
destinados a la fabricación de papel sellado o estampillas". En suma,
en el Art. 181 se comprenden dos clases de conductas: 1) La falsifica-
ción de instrumentos o máquinas destinadas a fabricar moneda, títulos,
papel sellado y estampillas, y 2) La falsificación misma de papel sellado
y estampillas. Las de moneda y títulos ya estaban sancionadas en los
párrafos anteriores. Naturalmente, vale en esta materia la observación
precedente: si primero se falsifican las planchas y luego se fabrican pa-
pel sellado y estampillas, no hay dos delitos, sino sólo este último.
La expresión "papel sellado" no está limitada al que está destinado
a usos judiciales y administrativos, sino que se extiende a los papeles

149
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

que llevan otros timbres o sellos oficiales como testimonio de alguna


circunstancia o calidad especial. El texto de la ley no es restrictivo, y
por otra parte la Comisión Redactora así lo entendió (acta de la sesión
40). En cuanto a las "estampillas", tal término era un neologismo a la
época de dictación del Código: se trata de un trozo pequeño de papel,
con propiedades adhesivas, que representa el pago de una cantidad al
Fisco o a una repartición pública. Se adhiere al documento al que acce-
de y se inutiliza al hacerse uso del mismo. Comprende las estampillas
de correos, las de impuestos, las de organismos públicos, etc.
Debe observarse, sin embargo, que la particular forma de tipifica-
ción de la ley con relación al papel sellado y las estampillas no com-
prende cualquiera forma de falsificación, como ocurre con la moneda
metálica y los títulos valores; solamente se sanciona la falsificación a
través del uso de sellos o planchas previamente falsificados. No resulta-
ría castigada aquí la falsificación hecha dibujando a pluma o lápiz un
escudo en papel simple, para hacerlo pasar por sellado, o alterando en
la misma forma el diseño y color de una estampilla para hacerla apare-
cer como de valor más alto.
El Art. 184 establece, como en los párrafos anteriores, la exigencia
de la expendibllidad o éxito artístico respecto del papel sellado y las
estampillas falsificadas, lo que corrobora la conclusión de que en este
párrafo sólo se considera la falsificación misma de tales objetos. No ten-
dría sentido exigir expendibilidad respecto de los punzones, matrices,
etc. La falsificación grosera y ostensible de papel sellado y estampillas
se sanciona como engaño.
Las mismas conductas de falsificación de instrumentos o utensilios
de fabricación y de falsificación de papel sellado y estampillas apare-
cen sancionadas en el Art. 187 con una penalidad inferior cuando se
refiere a objetos de tal clase que pertenezcan a países extranjeros.
b) Emisión fraudulenta. Los Arts. 182 y 183, inciso 1°, se refieren
a la emisión de papel sellado y las estampillas falsas, distinguiendo en-
tre quien lo hace de concierto con los falsificadores, y quien, sin estar
concertado, se hubiere procurado a sabiendas tales especies y las emi-
tiere o introdujere en la República. No se contempla aquí una figura
especial para quien hubiere recibido de buena fe el papel sellado o las
estampillas falsas y los hiciere circular constándole su falsedad.
e) Falsedad por uso indebido. Encontramos aquí una interesante
variedad dentro del sistema general de las falsificaciones. A ellas se re-
fieren los Arts. 186 y 188, por una parte, y el Art. 183, inciso zo, por la
otra.
El Art. 186 sanciona al que habiéndose procurado indebidamente los
verdaderos sellos, timbres, punzones, matrices o marcas que tengan al-

150
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

guno de los destinos expresados en los Arts. 180 y 181, hiciere de ellos
una aplicación o uso perjudicial a los derechos e intereses del Estado,
de una autoridad cualquiera o de un particular. El Art. 188 establece una
figura similar, relativa a los que se han procurado los referidos objetos
verdaderos que pertenezcan a países extranjeros e hicieren de ellos en
Chile un uso perjudicial a los derechos o intereses de dichos países,
autoridades o particulares.
Esta conducta se parece un tanto a la falsificación de moneda metá-
lica consistente en "fabricar" moneda igual a la legítima, ya que formal-
mente hablando los objetos que se fabriquen con los instrumentos
auténticos no se diferenciarán en nada de los genuinos. Su única false-
dad no estribará en un elemento material, sino en uno jurídico, abstrac-
to: no emanar verdaderamente de la única autoridad legítimamente
autorizada para fabricarlos. Este delito, a diferencia de todas las demás
falsificaciones referidas al concepto de fe pública, no es meramente for-
mal, sino que es un delito material, de resultado; un delito de lesión y
no de peligro. Ello, porque no basta con procurarse los instrumentos
auténticos (sin perjuicio de que ello pudiera constituir otro delito, como
un hurto, dado el caso), ni tampoco con usarlos (aunque en este caso,
si hay propósito de perjudicar, de ordinario ya habrá tentativa), sino que
el delito se consuma con el perjuicio que se causa con dicho uso, sea
al Estado, sea a una autoridad, sea a un particular.
La otra figura de falsedad por uso indebido está en el Art. 183, inci-
so 2°, que sanciona el hecho de hacer uso del papel sellado o estampi-
llas falsas, habiéndoselos procurado a sabiendas. No se trata de la emisión
de tales objetos, sancionada separadamente y con pena mayor, sino de
un simple uso. No se exige la producción de un perjuicio, pero en ver-
dad el solo hecho de emplear un papel sellado o estampillas falsas, a
menos que la autoridad competente los rechace en su oportunidad, sig-
nificará un perjuicio para el Estado o la respectiva repartición.

2. FAISfi1ICACIÓN DE BOLETAS, SElLOS, TIMBRES O MARCAS PRIVADAS. Se re-


fiere a esta figura el Art. 185. La conducta sancionada es la falsifica-
ción propiamente tal y la falsedad por uso indebido de dos clases
de objetos: las boletas para el transporte de personas o cosas, o para
reuniones o espectáculos públicos, y el sello, timbre o marca de una
autoridad cualquiera, de un establecimiento privado de banco, de in-
dustria o de comercio, o de un particular. La hipótesis de uso o circula-
ción indebidos no exige la efectiva producción de un perjuicio, sino
únicamente la conciencia de la falsedad. Tratándose de las boletas, en
la hipótesis de falsificación propiamente tal, la ley exige un elemento
subjetivo o propósito especial, distinto del dolo, que se refiere sólo a la

151
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

falsificación. Este designio es el de "usarlas o circuladas fraudulentamen-


te". De este modo, si bien no se exige el perjuicio efectivo, se requiere
por lo menos del ánimo de causarlo mediante el uso o la circulación
de las boletas falsas.
Nuevamente se aparta el Código del concepto de la "fe pública" como
"fe sancionada o garantizada por el Estado", ya que aquí puede tratarse
del boleto de entrada a un cinematógrafo particular, o de una marca de
ganado, o del simple timbre de un comerciante, que no tienen garantía
o autentificación del Estado. En cambio, se observa siempre la preocu-
pación por proteger la normalidad de las relaciones jurídicas y la segu-
ridad del comercio y la economía.

3. RESTAURACIÓN DE OBJETOS INUfiLIZADOS. Esta figura está prevista en


el Art. 189, que sanciona al que hiciere desaparecer de estampillas de
correos u otras adhesivas, o de boletas para el transporte de personas o
cosas, la marca que indica que ya han servido, con el fin de utilizarlas,
y el que a sabiendas expendiere o usare estampillas o boletas de las
cuales se ha hecho desaparecer dicha marca. Si el valor de tales estam-
pillas o boletas no excede de medio sueldo vital, tal conducta se pena
como falta (Art. 494 No 19).
La conducta consiste esencialmente en borrar o lavar, por cualquier
medio, los timbres o rasgos que inutilizan las estampillas, o en recom-
poner las estampillas o boletas rotas, o rellenar las perforaciones que
sirven de inutilización de las mismas. No se exige el perjuicio, pero sí
el fin de utilizarlas. También se sanciona el hecho de expender o el
simple uso directo de tales estampillas o boletas siempre que se proce-
da a sabiendas de la restauración indebida.
No se incluye aquí la conducta consistente en alterar la fecha que
algunas estampillas llevan (las de impuestos de valor más elevado), a
fin de "poner al día" las ya vencidas, pero que no se han usado, lo cual
sería una falsificación del Art. 181 (estampillas) o del Art. 185 (boletas).
Tampoco se sanciona el empleo por segunda vez de una estampilla ya
usada, pero que por error no se ha inutilizado, ni tampoco el uso de
una estampilla ya inutilizada, pero sobre la cual no se ha realizado nin-
guna maniobra, sino que se emplea en la esperanza de que el funcio-
nario respectivo no repare en la inutilización.

4. USO INDEBIDO DE MARCAS COMERCIALES. Es la última de las figuras


de este grupo. La contempla el Art. 190. Consiste en hacer poner so-
bre objetos fabricados el nombre de un fabricante que no sea autor
de tales objetos o la razón comercial de una fábrica que no sea la de
verdadera fabricación, o bien en poner en venta o circulación un mer-

152
DELITOS CONI'RA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

cader, comisionista o vendedor, objetos marcados con nombres supues-


tos o alterados.
No debe confundirse este delito con las infracciones correspondien-
tes a la Ley 19.039, sobre Propiedad Industrial (patentes, marcas y mo-
delos), que consisten en usar una marca registrada en cuanto símbolo;
esta figura radica en usar una marca, que puede ser propia o ajena, en
cuanto materialidad: es suficiente estampar un nombre o razón comer-
cial, aunque no sean registrados. Puede cometerse este delito poniendo
una marca propia sobre objetos fabricados por otro, o una marca ajena
sobre objetos de fabricación propia.
Nuevamente se observa la protección a la seguridad del comercio y
a la normalidad de las relaciones jurídico-económicas. Se trata de una
figura de peligro abstracto, que no requiere perjuicio efectivo para na-
die en particular.

DISPOSICIÓN GENERAL PARA LOS DEUTOS DE ESTE GRUPO

El Art. 192 establece una causal especial de extinción de responsabili-


dad penal (pese a que el texto reza "exención"), fundamentada en la
delación. Los culpables de los delitos sancionados en los Arts. 162, 163,
165, 167 (fabricación, falsificación y circulación de moneda metálica),
172, 173, 174, 175 (falsificación y circulación concertada de acciones,
bonos, billetes y cupones), 180, 181 y 182 (falsificación de signos de
autentificación, de estampillas y papel sellado y emisión concertada de
estos últimos), que antes de haberse hecho uso de los objetos falsifica-
dos, y sin ser descubiertos, se delataren a la autoridad, revelándole las
circunstancias del delito; si no se ha iniciado todavía procedimiento al-
guno en su contra, no reciben pena. Esta exención se refiere a las con-
ductas de falsificación misma; obviamente, se excluyen aquellas que
suponen que ya se haya hecho uso de las especies falsificadas. Dentro
de la falsificación de moneda se exceptúa el cercenamiento, porque en
éste el daño es irreparable. Tampoco se aplica esta disposición a la fal-
sificación de boletas, sellos, timbres o marcas particulares, ni a la res-
tauración de especies inutilizadas. La revelación "de las circunstancias
del delito" ordinariamente exigirá la delación de los demás partícipes
del mismo.

153
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

Sección Segunda

FALSEDADES DOCUMENTALES

En esta sección quedan situados los delitos de los párrafos 4, 5 y 6, que


se refieren, respectivamente, a la falsificación de documentos públicos
o auténticos, a la falsificación de documentos privados y a la de pasa-
portes, portes de armas y certificados. Esta materia ofrece variados y
complejos problemas, y ha sido objeto de numerosos estudios particu-
larizados sobre ellos, y también en la doctrina nacional.

PROBLEMAS PRELIMINARES

Tres importantes cuestiones deben ser resueltas antes de entrar al estu-


dio particularizado de los distintos casos de falsedades documentales:
cuál es el concepto de documento; la diferencia entre los públicos y
los privados, y las formas generales de comisión de los delitos de false-
dad documental.

l. CONCEPTO DE DOCUMENToi'Por lo general, las legislaciones no pro-


porcionan una definición general de documento: tal es el caso del Có-
digo Francés, el Italiano, el Alemán, el Español, y desde luego, el Chileno.
Algunos códigos modernos a veces la dan, como el Código Griego y el
Código Suizo. Las definiciones doctrinales están inspiradas a menudo
por el pensamiento de los distintos autores acerca de la naturaleza del
bien jurídico protegido en esta clase de infracciones. Así, las definicio-
nes alemanas incluyen por lo general una mención a la finalidad o la
aptitud probatoria. Para FRANK, documento es "una declaración materia-
lizada, destinada, según su contenido intelectual, a las relaciones jurídi-
cas".1 Según MEZGER, 2 es "una declaración materializada, con contenido

1
SOLER, op. cit., V, p. 305, nota 6.
Véase
2 MEZGER, Libro de Estudio, 11, p. 300.

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DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

jurídico". En la definición de VON LISZT, es "todo objeto formado con el


fin de probar, mediante su contenido de pensamiento y no sólo me-
diante su existencia, una cosa jurídicamente relevante" .1 Entre los auto-
res franceses, el problema es menor, pues su texto legal no se refiere a
documentos, sino a "escritos", lo que ya reduce considerablemente el
ámbito del concepto. Entre los autores italianos, cuyo código habla de
atti, esto es, "actos", lo que supone la existencia de textos escritos, se
admite que los "actos" son sólo una especie del género "documentos",
y en general las opiniones se orientan en dos direcciones: una, que pone
el acento en la forma escrita como característica esencial del concepto,
y la otra, siguiendo el pensamiento alemán, que se refiere con más én-
fasis a su finalidad o aptitud probatoria. En la primera encontramos a
LOMBARDI ("documento es toda escritura que tenga un autor y contenga
una declaración, manifestación o atestación capaz de producir efectos
jurídicos") 2 y a MANZINI ("toda escritura fijada sobre un medio transmisi-
ble, debida a un autor determinado, que contiene declaraciones o ma-
nifestaciones de voluntad o atestaciones de verdad idóneas para fundar
o para sufragar una pretensión jurídica o para probar un hecho jurídi-
camente relevante, en una relación procesal o en otra relación jurídi-
ca", definición de la que posteriormente MANZINI elimina el requisito del
"medio trasmisible"). 3 En la segunda, puede situarse a CARNELUITI y a
BORETTINI. Por excepción, algunos autores como ANTOLISEI se atienen
exclusivamente al carácter representativo general del documento ("todo
escrito debido a una persona que en él se manifiesta, que contiene ex-
posiciones de hechos o declaraciones de voluntad"). 4 SOLER define el
documento como "una atestación escrita en palabras, mediante las cua-
les el sujeto expresa algo dotado de significación jurídica".s
Debido al origen directo de las disposiciones españolas sobre el par-
ticular, tomadas del Código Francés, es opinión común entre los auto-
res que los documentos deben ser escritos. Así lo estima PACHEC0, 6 y
siguen su pensamiento GROIZARD ("todo género de escritos")7 y VIADA

1
Véase sobre esta y otras definiciones, y acerca de la evolución histórica de estos
delitos, MALINVERNI, ALESSANDRO, Teoría del falso documenta/e, Giuffré Editor, Mi-
lán, 1958. En especial, pp. 16, 17, nota 30.
2
Véase SOLER, op. cit., V, p. 305, nota 6.
3 Véase SOLER, op. cit., V, p. 305, nota 6, y MAGGIORE, op. cit., III, p. 545, nota 28.
4 Véase MALINVERNI, op. cit., p. 15, nota 28.
5 SOLER, op. cit., V, p. 305.

6 PACHECO, op. cit., II, p. 295.


7 GROIZARD, op. cit., II, p. 887.

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DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

("escrituras, instrumentos y actas con que se prueba, acredita o se hace


constar alguna cosa"). 1 Más modernamente, CUELLO CALON lo define como
"un escrito destinado a probar hechos de los que se originen o puedan
originarse consecuencias jurídicas". 2
Para nosotros es importante determinar el concepto de documento,
pues él ha inducido a graves confusiones entre los campos civil, proce-
sal y penal, ya que se trata de un término común a estas tres ramas del
derecho (y aun a otras, como el derecho comercial y el administrativo),
pero que es considerado bajo distinto aspecto en cada una de ellas.
Nuestro ordenamiento jurídico no nos ofrece una definición amplia y
general de lo que debe entenderse por "documento". Debe, por lo tan-
to, buscarse, dentro de las reglas de interpretación de la ley, un con-
cepto lo suficientemente amplio como para ser valedero en todas las
ramas del derecho, sin perjuicio de que cada una de ellas precise y re-
glamente esta noción en conformidad a su naturaleza y finalidades pro-
pias. Las definiciones precedentemente transcritas, en general, pecan por
defecto al ser aplicables al vasto campo de los documentos privados,
pues excluyen de su ámbito las fotografías, planos, dibujos, etc., que
incluso procesalmente son en general admitidos como documentos. En
este sentido se oriem:a la crítica de QUINTANO RIPOLLEs,3 para quien nada
en el texto de la ley penal, ni de la ley civil, obliga a integrar el con-
cepto de documento con el de escrito de finalidad probatoria. Estima
que la falsedad documental puede recaer sobre objetos que no sean
escritos, siempre que sean obra humana y respondan a una finalidad
de atestación o prueba. La definición de QUINTANO RIPOLLES es: "docu-
mento -para los efectos penales- es todo objeto trasmisible emanado
de una persona y que sea susceptible de constituir, disponer o testimo-
niar un derecho o un hecho de trascendencia jurídica". Desde el punto
de vista gramatical, debe tenerse presente que "documento" tiene su
raíz en docere, enseñar o mostrar; en el origen del vocablo no hay una
referencia a la finalidad probatoria, sino a una simple información o
manifestación de algo. En el uso general de la expresión, "documento"
también se emplea con un sentido de información o noticia, no necesa-
riamente ligado al de prueba, donde se usa de preferencia el término
"instrumento".
En nuestro concepto, documento puede ser definido como todo ob-
jeto que representa un hecho o una manifestación de pensamien-

1
VIADA, op. cit., II, p. 386.
2 CUELLO CALON, op. cit., 11, p. 225.
3 QUINTANO RIPOLLES, La falsedad, p. 87.

156
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

to, emanado de un autor y fijado en forma permanente~a "per-


manencia", claro está, es un concepto relativo, y no requiere perpetui-
dad. No se exige, por lo tanto, que conste de palabras (puede tratarse
de cifras o ideogramas), ni siquiera que se trate de un escrito (puede ser
un dibujo o una fotografía), ni que esté fijado sobre un medio trasmisi-
ble (puede ser una inscripción en piedra o roca), siempre que tenga un
valor de símbolo o signo, por encima de su simple materialidad o de
otra clase de valores (estético, v. gr.). El ordenamiento no ha podido
prescindir de consideraciones como éstas, que por lo demás en la ac-
tualidad se basan en la propia realidad, en la cual la tecnología día a día
ofrece medios más sofisticados para fijar o consignar el pensamiento o
un hecho. El artículo 113 bis del Código de Procedimiento Penal, en su
primer inciso establece que "Podrán admitirse como pruebas películas
cinematográficas, fotografías, fonografías, y otros sistemas de reproduc-
ción de la imagen y del sonido, versiones taquigráficas y, en general,
cualquier medio apto para producir fe. Estos medios podrán servir de
base a presunciones o indicios". Los restantes incisos de la disposición
transcrita regulan los aspectos procesales de esta prueba, debiendo se-
ñalarse, por último, que de conformidad a las disposiciones sobre pro-
tección a la intimidad, los mencionados medios constituyen instrumentos
expresamente incluidos en la Jpificación de esos delitos.

2. CLASES DE DOCUMENTosk distinción fundamental, para los efectos


penales, es la que existe entre los documentos públicos y los priva-
dos. En esta materia han existido grandes confusiones, por el vacilante
pensamiento de la Comisión Redactora y por la fuerte influencia del
pensamiento civilista, que tiende a trasladar a todos los ámbitos del de-
recho los conceptos propios del ordenamiento privado. Así, es opinión
generalizada que en materia penal es válida la definición del Art. 1699
del Código C1vd, según la cual "instrumento público o auténtico es el
autorizado con las solemnidades legales por el competente funciona-
rio", agregando que, otorgado ante escribano e incorporado a un pro-
tocolo o registro público, se llama "escritura pública". En principio, a la
verdad, no habría razón para dar tal generalidad a la definición trans-
crita, que en ningún momento pretende, en su texto, asignarse mayor
validez que en el terreno de la prueba de las obligaciones. Con igual
criterio podrían considerarse "documentos públicos" en materia penal
los instrumentos que según el Art. 342 del Código de Procedimiento Ci-
vil son "considerados públicos" desde el punto de vista procesal, enu-
meración más amplia que el concepto del Código Civil. O bien podrían
considerarse "públicos" los documentos privados que se encuentran en
alguna de las particulares situaciones de los Arts. 1702 del Código Civil

157
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

y 346 del Código de Procedimiento Civil. Sin embar5o, sigue prevale-


ciendo la idea de ue la definición del Art. 16 9 de Códi o Civil es
tam ién válida en materia penal. 1
A nuestro parecer, el concepto penal de documento público debe
construirse independientemente de las definiciones de otras ramas del
derecho, sobre la base de los principios generales de interpretación de
la ley, de los textos penales mismos, de sus antecedentes históricos y
de los fines y naturaleza propios del derecho penal. Tanto en materia
civil como en materia procesal, lo que el legislador ha querido regla-
mentar es la prueba en el campo del derecho privado. Tal es la ubica-
ción sistemática del Art. 1699 del Código Civil: después de la definición,
dicho código se ocupa del instrumento público únicamente para regla-
mentar su fuerza o valor probatorios, y lo propio hace a continuación
con los instrumentos privados. Del mismo modo, el Código de Procedi-
miento Civil trata de las diferentes clases de instrumentos sólo en fun-
ción de su valor probatorio en juicio. En cambio, en materia penal, hemos
visto ue la finalidad del le islador es rote er la se uridad del tráfico
jurídico, de tal modo gue la prue a o aptitud probatoria no es más que
uno de los muchos aspectos del documento <J.m: interesan al derecño
penal. Por tal razón las falsedades en documentos públicos se enan
eñSi mismas inde en ientemente de que se usen aquéllos en "uicio o
no · mera e ar a usarse. 1 aun se exige la pro-
ducción efectiva de un perjuicio. Siendo distintos los angulas desde los
cuales se enfoca el documento •público en el derecho penal y en el de-
recho privado, es preciso admitir que bien pueden llegar a definiciones
concretas de distinto alcance. Ya hemos señalado que la regla de inter-
pretación del Art. 20 del Código Civil hace obligatorias las definiciones
legales solamente en las materias respecto de las cuales tales definicio-
nes se han dado.
La adopción indiscriminada del concepto civilista de documento pú-
blico puede conducir a extremos tales como los denunciados por SOLER
en Argentina. 2 Quien falsificara un acta de las sesiones de los cuerpos
legislativos, o un decreto del Presidente de la República, o una carta
privada acompañada en juicio e incorporada a un expediente, no co-
metería, para el criterio privatista, una falsificación de documento pú-
blico, debido a la ausencia de disposiciones legales acerca de las
"solemnidades" de dichos documentos. "Públicos" serían solamente los
documentos "autorizados" por funcionarios públicos, esto es, "otorga-

1
Véase LABATUT, op. cit., II, p. 94.
2
SOLER, op. cit., V, pp. 309 y ss.

158
DELITOS CONI'RA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

dos" realmente por personas o partes privadas ante aquél, que es un


testigo calificado, y respecto de los cuales la ley establece determina-
da ritualidad o "solemnidades". Tal es el concepto que se desprende
de los Arts. 1699 y siguientes del Código Civil, y evidentemente de él
se excluyen diversos documentos de la más alta importancia política
y administrativa, que son unilateralmente emitidos o extendidos por
los funcionarios o autoridades, sin intervención de particulares, y en
los cuales no hay "partes" y "terceros" en el concepto privatista de
tales expresiones.
No es efectivo, como suele afirmarse, que históricamente nuestra ley
penal haya pretendido someterse en esta materia a los conceptos civi-
listas. El Código Español se ocupaba de las falsedades de documentos
en tres secciones del respectivo título: "De la falsificación de documen-
tos públicos u oficiales y de comercio"; "De la falsificación de docu-
mentos privados", y "De la falsificación de pasaportes y certificados".
La Comisión Redactora (sesión 41) acordó solamente en principio cam-
biar la voz "documentos" por la de "instrumentos", para conformarse,
según se dijo, a la terminología del Código Civil, pero en cuanto a la
sustancia de las disposiciones, para nada se tuvo en vista al Código Ci-
vil: Más todavía: pese a esa declaración de la Comisión Redactora, ni
siquiera la uniformidad terminológica se mantuvo, pues mientras el
Art. 1699 del Código Civil define el "instrumento" público, el párrafo 4
del título IV del Libro II del Código Penal se refiere a la falsificación de
"documentos" públicos. La diferencia entre ambos términos es signifi-
cativa, pues mientras la voz "instrumento" tiene un claro sentido de "me-
dio que puede usarse para un fin determinado" (ese fm es, precisamente,
la prueba en materias de derecho privado), la voz "documento", en cam-
bio, según se ha hecho notar, señala sólo algo que lleva una cosa a
nuestro conocimiento: es una atestación o afirmación y no una prueba.
PACHECO, al ocuparse de este tema, comienza diciendo que en verdad
la tarea de precisar lo que sean documentos públicos, de comercio y
privados les corresponde más bien a otras ramas del derecho, pero a
continuación proporciona sus propias definiciones, que no guardan ab-
soluta correspondencia con las privatistas. Para PACHEC0, 1 "documentos
públicos son los otorgados legalmente, los redactados en cualquier for-
ma de derecho, por ante persona que goza de la fe pública: una escri-
tura, un testamento, una actuación judicial, una fe de bautismo o de
matrimonio; documentos oficiales son los autorizados por el Gobierno,
por sus agentes, por los empleados que tienen el poder de hacerlo, por

1 PACHECO, op. cit., II, pp. 295 y 296.

159
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

las oficinas de todas clases, que con arreglo a su institución los expi-
den". Puede observarse que si bien para PACHECO el concepto de "do-
cumento público" puede estimarse coincidente con el civilista, en cambio
el "documento oficial" tiene un claro sentido administrativo, y a ambas
clases de documentos se refiere el Código Penal. Por lo demás, la ex-
presión "documento oficial" no puede encontrarse definida en el dere-
cho privado, ya que es propia del derecho público. Ahora bien, en
nuestro Código Penal el epígrafe del respectivo párrafo ya no se refiere
a la falsificación de documentos "públicos u oficiales", sino a los docu-
mentos "públicos o auténticos", pero el texto de las disposiciones sus-
tantivas mismas no ha sido alterado, y ellas se refieren tanto a los
documentos públicos en un sentido civilista como a los documentos ofi-
ciales. Prueba de ello es que el Art. 193 sanciona a quienes cometieren
falsedad "ocultando ... cualquier documento oficial". Ahora bien, si una
manera de cometer falsificación de documento público es ocultando
un documento oficial, no cabe duda de ue la expresión "documento
público" en el epígrafe del párrafo 4 y en e texto e sus disposiciones
es am lía com rende tanto los documentos ue son úblicos ara el
erecho rivado, como os ocumentos amados "oficia cam-

Para los efectos penales, el documento público debe, ante todo, ser
un documento en el sentido ya explicado. En seguida, debe estar dota-
do, según se ha hecho presente al tratar del bien jurídico protegido, de
ciertos efectos jurídicos de general obligatoriedad (uno de los cuales puede
ser la aptitud probatoria). Pero estos efectos jurídicos obligatorios sólo se
los atribuye la ley a los documentos que han sido emitidos por el Estado,
es decir, aquellos a cuya formación o custodia concurre un funcionario
público por mandato de la ley. En seguida, esto aparece todavía más pre-
cisado por el texto del Art. 193, que considera como sujeto activo prima-
rio de estos delitos al empleado público que abusa de su oficio. En
consecuencia, la intervención del empleado público debe ser ordenada
por la ley y desempeñada del modo que ésta indica. En suma, documen-
to público, para los efectos penales es todo documento a cuya fgrma-
cióñ o custodia debe concurrir un fimdonario público obrando en
ae
Sil caracter tal y en el cumplimiento de sus funciones legales.
Por exclusión, documento privadO sera todo aguel gue, cumplien-
do con la definición general de documento, no sea público. parte de
es as os g es a egonas, e o 1go se re 1ere en ispos1c1ones par-
ticulares a ciertas clases de documentos que no son sino especies de
los grandes géneros anteriores: los partes telegráficos, los documentos
mercantiles, los pasaportes, portes de armas y certificados. A ellos nos
referiremos al tratar en particular de los delitos que de ellos tratan.

160
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

3. FORMAS GENERALES DE FAI.SIFICAOÓN. Nuestro Código Penal, siguien-


do el modelo español, que a su vez lo tomó del francés, adopta en esta
materia el deficiente sistema de la enumeración casuística, en vez de
determinar en forma genérica las modalidades de comisión del delito,
lo que provoca algunos vacíos en el sistema, según más adelante se
verá. Esencial o las formas osibles de comisión e
estos elitos son dos: 1) La imitación e un modelo verdadero
teración de un ob'eto auténtic · 2 La men acidad de lo manifestado
en un ocumento ue formalmente~ auténtico. A la rimera forma se
ama falseda ma ; a a segun a, alsedad ideológica. En los ca-
sos de falsedad de los delitos del primer grupo (moneda y valores) siem-
pre se trataba de una falsedad material: se imitaba un modelo verdadero
o se alteraba un objeto auténtico. Aquí, como el documento contiene
una atestación o aseveración de algo, surge la posibilidad de falsificar
en otra forma; aunque el documento sea genuino, se afirma en él algo
que no es cierto. Algunos autores 1 llaman "falsificación" a la material, y
"falsedad" a la ideológica, lo cual no es en principio rechazable, pero
dentro de nuestro Código la voz "falsificación" cubre, en el epígrafe del
párrafo 4, tanto las materiales como las ideológicas, y en el texto del
Art. 193 la voz "falsedad" se usa para referirse a las unas y a las otras.
De este modo, puede decirse que para nuestra ley ambas voces se em-
plean como equivalentes.
Castiga además nuestro Código otras dos formas de comisión del
delito, que para Irureta Goyena son también falsedad, o al menos se
asimilan generalmente a ella: la falsedad por ocultación o destrucción,
y la falsedad por us<(malicioso. En suma, la falsificación de documen-
tos puede cometer' de las siguientes maneras:
1) Mediante la · itación o la alteración de las formas auténticas (fal-
sedad material); ~
2) Mediante la atestación de cosas f lsas o mentirosas, siendo las
formas auténticas (falsedad ideológica);
3) Mediante la ocultación destrucci' e un documen-
to (false ad por ocultación), y
4) Mediante el uso malicioso de un documento falsificado, sin ser
autor de la falsificación (falsedad por uso).
Esta distinción es importante, porque no todas las formas de comi-
sión son e uivalentes. ta falsedad matenal puede ser cometida or cuál-
e mstrumentos en tanto ue la

1 SOLER, op. cit., V, p. 319.

161
DEUTOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

mente obligadas a decir la yerdad al extender documentos, lo que ge-


neralmente ocurre sólo co cto a los funcionarios úbl" ue
e en intervenir en su formación, no con res ecto a los articulares.
o re este aspecto se volverá más adelante. Por lo demás, la falsedad
por ocultación y la falsedad por uso son incompatibles entre sí, al me-
nos simultáneamente y por la misma persona.

FALSIFICACIÓN DE DOCUMENTOS PÚBliCOS Y PARTES TELEGRÁFICOS

De estas infracciones se ocupa el párrafo 4, que trata además de los


partes telegráficos. En el Código Español se trataba también de la falsi-
ficación de documentos mercantiles, materia que ha sido trasladada, con
mayor propiedad, a la falsificación de documentos privados.

l. FALSIFICACIÓN DE DOCUMENTOS PÚBUCOS. Los Arts. 193 y 194 se refie-


ren a las distintas formas de falsificación de documentos públicos: ma-
terial, ideológica y por ocultación. El Art. 196 se ocupa de la falsedad
por uso malicioso. Los Arts. 193 y 194, con referencia a las tres prime-
ras formas de falsedad, señalan pena distinta según si el autor es un
empleado público que abusa de su oficio o un particular. Esta asimila-
ción no es enteramente apropiada, según veremos después de conside-
rar las tres primeras formas de comisión de estas falsedades. En la
falsedad por uso malicioso no se hace distinción en cuanto al sujeto
activo.
a) Casos de falsedad ideológica. Según se ha dicho, esta clase de
falsedad consiste esencialmente en dar un contenido mendaz a un do-
cumento en que se han observado las formas auténticas. A diferencia
de lo que ocurre en otras legislaciones, no se exige entre nosotros que
la falsedad del funcionario ocasione perjuicio a alguien. Se trata de un
delito de peligro abstracto o presunto contra la seguridad del tráfico ju-
rídico. Esta materia de la falsedad ideológica debe relacionarse con la
estructura misma de los documentos públicos. En ellos un funcionario
determinado debe dejar testimonio de ciertos hechos en la forma que
la ley señala. La misión del funcionario es dejar testimonio de los he-
chos así como a él le constan por su carácter de tal o dentro del res-
pectivo servicio, y no de los hechos del modo que son en realidad. Así,
por ejemplo, si concurren dos personas ante un notario y manifiestan
que Juan vende a Pedro una casa en determinada suma, 'que se ha pa-
gado de contado, el notario está obligado a dejar testimonio de ello en
la misma forma, aunque sepa, por informaciones privadas o de cual-
quiera otra manera, que en verdad se trata de una donación, o que el

162
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

precio realmente no se ha pagado. Más aún: si al extender la escritura


no consigna lo que las partes manifiestan, sino lo que a él personal-
mente le consta como verdadero, incurre en falsedad ideológica, aun-
que los hechos afirmados sean en el fondo ciertos. Porque la misión
que la ley le asigna al notario no es la de ser testigo calificado de la
verdad de los hechos, sino de lo que las partes han manifestado, de la
forma en que lo han hechó y de la fecha de la manifestación. Sólo con
respecto a esos extremos está la escritura pública dotada de efectos de
general obligatoriedad: debe ser aceptada como prueba de que real-
mente esos hechos son ciertos, y no de que son ciertas las aseveracio-
nes de los comparecientes en cuanto al fondo. De este modo, el
funcionario público comete falsedad ideológica cuando miente acerca
de aquellos hechos respecto de los cuales está obligado por la ley a
decir la verdad, porque su palabra hace prueba. Los casos específicos
de falsedad ideológica son:
1) Suponer en un acto Ja intervención de personas que no Ja
han tenido (Art. 193 N" 2°). LABATIIT, 1 al igual que CUElLO CALON, 2 opina
que debe tratarse de suponer la intervención de una persona real y exis-
tente, pero que no ha intervenido en el acto. Nos parece más acertada la
opinión de QUINTANO RIPOLLEs,3 para quien la supuesta intervención de
una persona imaginaria caería igualmente en este número. Creemos que
la falsedad ideológica es la misma en uno y otro caso. En cambio, coinci-
dimos con LABATIIT en que la omisión de consignar la intervención de
una persona que realmente intervino no caería dentro de este número,
aunque pudiera quedar comprendido en otro (especialmente el N° 4°).
2) Atribuir a los que han intervenido en un acto declaraciones
o manifestaciones diferentes de las que hubieren hecho (Art. 193
N° 3°). Aquí se aprecia claramente que la esencia de esta clase de false-
dad radica en la discrepancia entre lo consignado y lo afirmado por
las partes, y no entre lo consignado y la realidad. Naturalmente, debe
tratarse de una discrepancia que tenga significación jurídica, y no de di-
ferencias meramente formales o gramaticales que no alteren la sustancia
de lo manifestado.
3) Faltar aJa verdad en Ja narración de hechos sustanciales
(Art. 193 No 4°). Esta es la fórmula general, que permite incluir práctica-
mente todas las falsedades ideológicas. Los otros casos expresamente
reglamentados no son más que formas particulares de realización de

1
LABATIIT, op. cit., 11, p. 99.
2
CUELLO CALON, op. cit., 11, p. 223.
3 QUINTANO RIPOLLES, La falsedad, p. 180.

163
DELITOS CONTRA LOS INfERESES SOCIALES

esta amplia hipótesis, y bien podrían eliminarse sin problemas. Cuando


se habla de "narración" debe tenerse presente que debe tratarse de aque-
llos hechos de que el funcionario da testimonio por ciencia propia: fe-
cha del acto, identidad de las personas, lugar, firma de los otorgantes y
testigos, tenor de las aseveraciones hechas, etc. El texto español se re-
fería solamente a "faltar a la verdad en la narración de hechos"; la Co-
misión Redactora, con indudable acierto y para reducir el rígido
formalismo de estas infracciones, añadió "hechos sustanciales", es de-
cir, aquellos que dan su sentido o alcance al documento, en relación
con lo que el documento está destinado a constituir o a probar.
4) Dar copia en forma fehaciente de un documento supuesto, o
manifestar en ella cosa contraria o diferente de la que contenga el
verdadero original (Art. 193 N' 7°). Se trata de la llamada "falsedad trans-
criptiva". En cualquiera de sus dos hipótesis puede observarse que en
realidad el funcionario está "faltando a la verdad en la narración de he-
chos sustanciales"; en la primera, porque aftrma existir un original que es
supuesto; en la segunda, porque afirma tratarse de una copia o transcrip-
ción exacta, cuando no lo es. Igual que en el caso anterior, deben ser, en
este último evento, discrepancias que alteren el sentido del documento.
En opinión de CARRARA, 1 aunque el documento original sea un documen-
to privado, si la copia es fehaciente y manifiesta cosa distinta, siempre se
incurre en esta hipótesis. QUINTANO RIPOllES, en cambio, opina que se
trataría de falsiftcación de documento privado. 2 Nos parece más sólido el
razonamiento de CARRARA, al menos frente a nuestra ley, que no exige
que el "verdadero original" sea público. El documento público en el cual
se comete la falsedad es la copia (el caso característico sería la copia
fehaciente de un documento privado protocolizado en una notaría).
A este propósito, el Art. 427 del Código Orgánico de Tribunales pre-
cisa que los notarios "sólo podrán dar copia íntegra de la escritura o
documentos protocolizados", salvo los casos en que la ley ordene otra
cosa, o que por decreto judicial se les ordene certificar sobre parte de
ellos. El Art. 443 del mismo Código los sanciona, en caso de contrave-
nir esta obligación, con las penas del Art. 193 del Código Penal. Esta
disposición viene a eliminar una posible duda de interpretación, en el
sentido de si una copia parcial, pero exacta, puede o no ser considera-
da "diferente" del original. A nuestro juicio, sí es diferente, pero en todo
caso la disposición del Código Orgánico de Tribunales termina con toda
incertidumbre.

1
CARRARA, Programa,§§ 3655, nota 1, y 3697, nota l.
2 QUINTANO RIPOLLES, La falsedad, p. 186.

164
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

b) Casos de falsedad material. En éstos se altera el sentido del


documento a través de una alteración de la materialidad del mismo. Ellos
son:
1) Contrahacer o fingir letra, firma o rúbrica (Art. 193 N° 1°). Este
es el caso más claro y uno de los más corrientes en materia de falsedad
documental. Para LABATUT, 1 contrahacer y fingir serían cosas diferentes;
"contrahacer" equivaldría a imitar algo verdadero, en tanto que "fingir"
significaría inventar algo inexistente. Firma contrahecha sería la imita-
da, y firma fingida sería la inventada. En nuestra opinión, ambos térmi-
nos han sido usados como sinónimos o matices de una misma idea,
que es la de imitación. 2 Para incurrir en esta hipótesis es preciso imi-
tar la letra, firma o rúbrica de alguien existente y determinado. Si se
inventa una firma de fantasía, ordinariamente el caso caerá en otra dis-
posición (por lo regular, estafa), como en el caso del que desfigure la
propia firma o letra. Si bien en el caso de la firma pudiera ser dudoso
el punto, la referencia a la contrafacción o fingimiento de "letra" escla-
rece el sentido de la disposición, ya que si no se imita la letra de nadie,
sino que se escribe con una letra de fantasía o desfigurando la propia,
no parece que ello pueda ser delito alguno, salvo que surja posterior-
mente un perjuicio, caso que regularmente constituirá estafa. En cam-
bio, la imitación de letra ajena sí que puede tener relevancia jurídica,
cuando ella es el elemento que permite determinar la autenticidad de
un documento, como en el caso de los testamentos ológrafos o de los
papeles escritos por el acreedor (Art. 1705 del Código Civil).
En relación con esta misma hipótesis, LABATUT afirma que el anóni-
mo (en que se ha ocultado la identidad del autor)3 no es documento,
jurídicamente hablando. No estamos de acuerdo con ello. Tal papel co-
rresponde a la definición general de documento que se ha dado prece-
dentemente. Está ajena a él la finalidad probatoria, pero tiene un autor,
contiene una manifestación de pensamiento y se ha objetivizado en un
medio más o menos permanente. Si un anónimo da origen a un proce-
so por injuria, podrá servir de prueba en calidad de documento, y si es
alterado, puede verse en ello una forma de falsedad documental.
También sostiene a este propósito LABATlJT'Í que aquí se comprende
tanto la alteración parcial de un documento como el hecho de crear o
forjar un documento falso en su totalidad. Ello es sólo parcialmente exac-

1
LABATUT, op. cit., II, p. 98.
2 Conf. CUELLO CALON, op. cit., 11, p. 222, texto y nota.
3 LABATUT, op. cit., 11, p. 99.
4 LABATUT, op. cit., II, p. 99.

165
DEUTOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

to. Desde luego, la hipótesis de forjamiento total no es posible tratán-


dose de la falsificación que comete el propio funcionario público en-
cargado por la ley de la emisión del documento de que se trata, puesto
que éste tendrá siempre al menos la genuinidad proveniente de ema-
nar en realidad de la persona o autoridad legítimas. En cuanto a la si-
tuación de los particulares, ellos sí que pueden forjar íntegramente un
documento público falso, que no tenga nada de auténtico, pero en tal
evento quedarán incluidos en esta disposición sólo en el caso de que
lo forjen por vía de imitación de la letra o firma del verdadero funcio-
nario, pues si inventan nombre y firma de un funcionario inexistente,
no los comprenderá el tenor de esta disposición.
2) Alterar las fechas verdaderas (Art. 193 No 5°). Para CUELLO CA-
LÓN1 podría tratarse tanto de una falsedad material, al adulterar físicamente
la fecha primitivamente estampada en el documento, como ideológica, si
al extender el documento se consignara una fecha inexacta. Las fechas a
que esta disposición se refiere son aquellas respecto de las cuales el do-
cumento hace fe, o sea, la de otorgamiento y las que se consignan como
manifestadas por las partes, o las de validez del documento (una licencia
o permiso, v. gr.), etc. La interpretación de CUELLO CALON puede aceptar-
se, pero a nuestro juicio aquí se ha querido sancionar la falsedad mate-
rial consistente en modificar o adulterar la fecha verdadera inicialmente
consignada. Lo creemos por el empleo de la voz "alterar", que indica más
bien cambio, y no mentira. Además, es la misma expresión que se em-
plea en la hipótesis siguiente para describir la forma más general de fal-
sedad material. En todo caso, la falsedad ideológica relativa a las fechas
es perfectamente sancionable dentro de la fórmula general "faltar a la ver-
dad en la narración de hechos sustanciales".
3) Hacer en documento verdadero cualquiera alteración o inter-
calación que varíe su sentido (Art. 193 ~ 6°). Es la última hipótesis de
falsedad material. Por su amplitud equivale a la del ~ 4o con respecto a las
falsedades ideológicas, ya que puede comprender prácticamente la totali-
dad de formas concebibles de falsedad material. La "alteración" supone un
cambio; la "intercalación", un agregado. Aquí encontramos una nueva refe-
rencia a la relevancia juñdica de la falsificación, al exigirse que la alteración
o intercalación "vañen el sentido" del documento, exigencia sobre cuyo al-
cance es valedero lo expuesto al tratar del N° 4° ("hechos sustanciales").
El Art. 428 del Código Orgánico de Tribunales dispone que "las pa-
labras que en cualquier documento notarial aparezcan interlineadas, en-
mendadas o sobrepasadas, para tener valor deberán ser salvadas antes

1 CUELLO CALON, op. cit., 11, p. 225.

166
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

de las firmas del documento respectivo, y en caso de que no lo sean,


se tendrán por no escritas". El Art. 443 del mismo Código sanciona al
notario que contraviniere esta obligación, con la pena que señala el
Art. 193 del Código Penal. Interpretada literalmente esta disposición, pa-
recería hacer aplicable la pena de falsedad documental (bastante eleva-
da), sin atender a la naturaleza, importancia o sentido de las palabras
intercaladas o enmendadas. No puede ser éste el alcance del precepto.
La referencia al Art. 193 nos indica que el legislador ha querido sólo
particularizar un caso específico dentro de las conductas allí descritas, y
que por lo tanto, para equiparar esta hipótesis a las demás que con-
templa el Art. 193, será preciso exigir las mismas condiciones de grave-
dad o importancia. En otras palabras, estimamos que la disposición del
Art. 443 del Código Orgánico de Tribunales sólo se aplicará cuando las
palabras intercaladas o enmendadas signifiquen una alteración o inter-
calación que "varíe el sentido" del docume~to
e) Casos de falsedad por ocultación ste único caso está con-
templado en el Art. 193 N° so; consiste en tar "en perjuicio del Es-
tado o de un particular cualquier documento oficial". Otros códigos
asimilan a este caso el de la supresión o destrucción de documento.
Entre nosotros, tratándose de documentos públicos y de empleados pú-
blicos (debe entenderse, en este caso, que están encargado~ su cus-
todia), la conducta de supresión se sanciona específica nte en el
Art. 242 como "infidelidad en la custodia de documentos" Tratándose
de particulares, a nuestro parecer esta hipótesis los comprende cuando
destruyen o suprimen un documento oficial, en tanto que el Art. 470
N° 5°, de carácter más general, sólo se aplica en caso de defraudar a
otro sustrayendo o destruyendo documentos privados (esta última dis-
posición también sanciona la defraudación que cometen los particula-
res ocultando cualquier documento, y no cabe duda de que el Art. 193
N° so se aplica con preferencia cuando el perjuicio se causa ocultando
un documento oficial; lo mismo ocurre tratándose de la supresión).
Ya se ha explicado precedentemente qué son documentos "oficia-
les" y por qué debe entenderse que dentro de este párrafo tal expre-
sión se emplea como equivalente de "público" en un sentido amplio.
E falsedad or ocultación tiene una particularidad: es el único caso,
dentro de los documentos u icos, en ue a ey exi e a concurrencia
e e meto ara e Esta o o para un articu ar. No es, por consiguiente,
una igura de peligro, sino una e esion. No es un delito formal, sino
material o de resultado. Creemos que el perjuicio a que se refiere la ley
es un pefJUlClO apreóable en dinero; cuando la ley quiere aludir a otra
clase de perjuicio generalmente emplea más bien la voz daño, tal como
en materia civil.

167
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

Antes de entrar a ocuparnos de la falsedad por uso indebido, don-


de el sujeto activo es indiferente, debemos analizar la situación del su-
jeto activo en las tres clases de falsedad precedentemente analizadas. El
Art. 193, que enumera las ocho hipótesis transcritas, señala com-º sujeto
activo al empleado público que obra abusando de su oficio. En segui-
da, el Art. 194 alude al particular que cometiere en documento público
o auténtico alguna de las falsedades designadas en el Art. 193, sin aña-
dir otras, ni eliminar ninguna. En consecuencia, parecería que la tipici-
dad de la falsificación de documento público es la misma cuando el
sujeto activo es un empleado público que cuando es un particular, y
que sólo variaría la penalidad. Sin embargo, esta asimilación no es exacta.
No hay problemas por lo que toca a los casos de falsedad material, donde
sin duda el particular puede obrar igual que un funcionario público.
Tampoco la hay en cuanto a la falsedad por ocultación propiamente
tal; en lo que se refiere a la sustracción. Ya se ha señalado que sólo el
particular puede incurrir en esta forma, puesto que el empleado públi-
co tiene en tal caso un título específico de penalidad en el Art. 242.
Donde la asimilación no es exacta, es por lo que toca a los casos ·
de falsedas:J ideológica. Ellos consisten, en general, en mentir en un do-
cumento4'" si la ley los pena tratándose de empleados públicos, ello se,
debe a que únicamente éstos están obligados por la ley a decir la ver-
dad, porque solamente sus declaraciones van a ser prueba de lo con-
signado. Ello no ocurre con los particulares que concurren a la formación
de un documento público. No están jurídicamente obligados a decir la
verdad y, por consiguiente, el documento no tiene un valor de general
obligatoriedad en cuanto a la veracidad del fondo de las declaraciones
que formularon. No se puede ver, por consiguiente, en la eventual men-
tira en que incurren, la violación de ningún bien jurídico, ni un atenta-
do contra la fe pública, en ninguna forma que se la considere, ni un
quebrantamiento de deber jurídico alguno. Ahora, si a través de una
declaración mentirosa consignada en un documento público se crea una
falsa apariencia, se engaña y se perjudica, el hecho será característica-
mente una estafa, pero no una falsedad en documento público. La fal-
sedad ideológica es propia y personalísirna del funcionario que interviene
en la formación, autorización o emisión del documento público, ya que
sólo en su caso puede la mentira lesionar la fe pública, el valor proba-
torio o la seguridad del tráfico jurídico. Esta doctrina es de general acep-
tación entre los autores, salvo que el texto de la ley positiva imponga a
algunos de ellos la solución contraria. En el caso de CARRARA, 1 debe ha-

1
CARRARA, Programa, § 3704.

168
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

cerse notar que él llama falsedad ideológica a "una mentira dicha por
la parte ante el oficial público", y a continuación 1 agrega que tal clase
de falsedad no es punible como falsedad documental, sino a título
de estelionato (defraudación). A pesar de la diferente terminología, co-
incide en la idea expuesta. Así también MEZGER, 2 SCHONKE, FRANK. SO-
LER3 considera que es posible que un particular cometa esta forma de
falsedad, pero el texto de la ley argentina se refiere al que "insertare o
hiciere insertar en un instrumento público declaraciones falsas", de tal
modo que expresamente se refiere al caso del particular que "hace in-
sertar" declaraciones falsas, lo que entre nosotros no ocurre. Y de to-
dos modos, aun en la ley argentina, la declaración falsa debe versar
sobre "un hecho que el documento deba probar", y como el documen-
to ordinariamente no sirve de prueba de la verdad sustancial de lo afir-
mado, sino únicamente del tenor de las declaraciones, tal exigencia
excluiría la mayor parte de los casos de simples declaraciones mentiro-
sas. Por excepción, es posible que un texto legal determinado obligue
a los particulares a ser veraces en cuanto al contenido de las declara-
ciones que formulan cuando tienen que concurrir a la formación de un
documento público, y, en tal caso, como se encuentran bajo el deber
jurídico de decir la verdad, pueden ser sancionados como autores de
falsedad ideológica si mienten. Tal es, v. gr., el caso de la Ley 4.808,
Art. 27, sobre Registro Civil, que sanciona al que en escritura pública
suministrare maliciosamente datos falsos sobre un estado civil, con la
pena que el Código Penal aplica al que faltare a la verdad en la narra-
ción de hechos sustanciales en documentos públicos. Otro caso se en-
cuentra en el Art. 59 de la Ley 18.840, Orgánica Constitucional del Banco
Central de Chile, donde se sanciona (aunque no con remisión al Códi-
go Penal) al que incurriere en falsedad maliciosa en los documentos
que acompañare en sus actuaciones con el Banco Central o en las ope-
raciones de cambios internacionales regidas por dicha ley.
Sin embargo, el Art. 194 comete otra inexactitud, esta vez por defec-
to. Ya hemos hecho alusión a la posibilidad de falsificación de un docu-
mento público por forjamiento o fabricación, esto es, la creación
íntegra de un documento que no tiene ningún elemento genuino. Esta
hipótesis no se encuentra enumerada en el Art. 193, lo que es lógico, ya
que no puede ocurrir cuando el autor de la falsificación es el propio
funcionario público encargado por la ley de la emisión o autorización

1
CARRARA, Programa, § 3705.
2
MEZGER, Libro de Estudio, 11, p. 311.
3 SOLER, op. cit., V, pp. 335 y ss.

169
DELITOS CONlRA LOS INTERESES SOCIALES

del documento. En tales casos, siempre el documento será en principio


legítimo, ya que realmente emanará del funcionario legalmente compe-
tente y que aparece otorgándolo o autorizándolo; será solamente men-
tiroso o alterado, no creado o inventado. Pero tratándose de un particular
como sujeto activo, la situación es diferente, puesto que bien puede
éste proceder a crear o fabricar íntegramente un documento público que
no tiene nada de auténtico. Esta conducta sólo podría sancionarse den-
tro del Art. 194 por vía indirecta, cuando en el forjamiento se hubiere
procedido a imitar (contrahacer o fingir) la letra, firma o rúbrica del ver-
dadero funcionario. Pero si la letra, firma o rúbrica son imaginarias, pro-
ducto de la fantasía del falsificador, el hecho no encuadraría en ninguno
de los números del Art. 193. Esta omisión es tanto más notoria, cuanto
que la hipótesis del forjamiento aparece expresamente contemplada más
adelante, en el Art. 195, a propósito de los partes telegráficos, y en el
Art. 200, en relación con los pasaportes (que también son documentos
públicos). Entre los españoles se había advertido este vacío, y de ahí
que por reforma de 1944 se añadió a la enumeración de que tratamos,
el caso de "simular un documento de manera que induzca a error so-
bre su autenticidad", aunque con cierta impropiedad, ya que fue añadi-
do a las hipótesis de falsedad cometidas por funcionario público, en
circunstancias que, según se ha dicho, nunca en tal situación será el
documento totalmente falso.
d) Caso de falsedad por uso. A él se refiere el Art. 196, donde se
señala que "el que maliciosamente hiciere uso del instrumento ... falso,
será castigado como si fuere autor de la falsedad". La penalidad es idén-
tica, quienquiera que sea el sujeto activo, ya que del empleado público
no puede decirse que obre en su calidad de tal cuando usa un docu-
mento falso, sino sólo cuando lo falsifica. La expresión "hacer uso" es
amplia, y se refiere tanto al uso propio a que el documento está desti-
nado, como a cualquiera otra clase de uso, siempre que el documento
se haya empleado como tal, y no como mera materialidad o trozo de
papel. La ley, por tratarse de un documento público, no exige que el
uso cause perjuicio, ni que pueda causarlo, ni que exista el ánimo de
provocarlo, ni el fin de lucro de quien lo usa. Esto parece corroborar la
idea de que el bien jurídico protegido no es la fe pública en el sentido
clásico (que se vería lesionada por la falsificación, pero no por un mero
uso), sino la seguridad del tráfico jurídico, que por lo menos es puesta
en peligro con el empleo de documentos públicos falsos. Si el uso con-
siste en acompañar el documento falso en juicio, prevalece por el prin-
cipio de especialidad la disposición del Art. 212.
La expresión "maliciosamente" significa "a sabiendas de la falsedad",
y sólo tiene por efecto destruir en este caso la presunción general de

170
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

dolo, y requerir la comprobación de éste. Esta exigencia se justifica en


atención a que el autor del uso no es el autor de la falsedad misma,
como se desprende de la regla de punibilidad, que lo castiga "como si
fuere autor de la falsedad", lo que demuestra que no lo es. Con respec-
to al autor de la falsedad, el uso no sería más que el agotamiento de su
delito, y no sería punible de nuevo, en virtud del principio de consun-
ción: 1 sólo se sancionaría la falsedad misma. JLcl tercero que hace ~~o
ha sido cómplice o encubridor de la falsedad, se produce la situación
iñVefsa: por el rincipioae espeClahdad se le sanclona sólo comoaÜtor
e uso malicioso Por mstrumen o a n en erse aque en e
~ual se ha realizado alguna de las hipótesis de falsedad enumeradas en
el Art. 193.

2. FALSIFICACIÓN DE PARTES TELEGRÁFICOS. El Art. 195 sanciona al encar-


gado o empleado de una oficina telegráfica que cometiere falsedad en
el ejercicio de sus funciones, forjando o falsificando partes telegráficos.
Estos últimos son los llamados ordinariamente "telegramas" o "cable-
gramas". Técnicamente, la asimilación de los mismos a los documentos
públicos no es muy exacta, pero la ley ha procedido así en considera-
ción a la necesidad de garantizar estrictamente el secreto y la exactitud
de la correspondencia telegráfica, mucho más expuesta, por su natura-
leza, a violaciones y adulteraciones que la epistolar.
Sujeto activo de este delito es el empleado o encargado de una ofi-
cina telegráfica. Por lo tanto, es un delito funcionario, pero la calidad
de tal se la confiere al sujeto activo el hecho de ser empleado o encar-
gado de telégrafos, y no tiene importancia que se trate de un funciona-
rio público (de un telégrafo del Estado) o de un particular (de otras
empresas de telégrafos o cables privadas). El texto de la ley es claro, y
hay además una expresa mención en este sentido de la Comisión Re-
dactora (sesión 43).
En la trasmisión de un mensaje telegráfico se distingue el texto es-
crito que entrega el particular para su transmisión; en seguida el hecho
mismo de la trasmisión, y luego el texto escrito que forma el funciona-
rio que recibe la trasmisión. En cualquiera de estas etapas es posible
incurrir en falsedad: se puede adulterar el texto entregado por el parti-
cular, o el texto escrito por el funcionario receptor para ser entregado
al destinatario, o bien se puede trasmitir en forma inexacta el conteni-
do del mensaje (esta última sería falsedad ideológica; las otras, materia-
les). Hemos visto que el Art. 156 sanciona a los empleados de telégrafos

1
Conf. LABATIIT, op. cit., II, p. 103.

171
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

que intercepten o abran la correspondencia telegráfica o se aprovecha-


ren o divulgaren sus secretos. Por su parte, el Art. 337 pena al emplea-
do de telégrafos que divulgare el contenido de un mensaje sin
autorización expresa del destinatario o del remitente, y al que por ne-
gligencia transmitiere mal un mensaje. Pero si la trasmisión inexacta es
hecha de mala fe, la disposición indicada se remite a este Art. 195, puesto
que habría indudablemente falsedad ideológica. De todos modos, siguien-
do la regla general en materia de falsedad, será preciso que ella sea de
tal naturaleza que altere el sentido del mensaje. Sin embargo, el delito
es siempre formal, y no se exige que la falsedad ocasione o pueda oca-
sionar perjuicio. Dentro de las formas de comisión puede advertirse que
aquí se ha contemplado expresamente la hipótesis de forjamiento de
un parte falso, además de las falsedades mismas (ideológicas o materia-
les). En todo caso, el sujeto activo es un funcionario de telégrafos, de
modo que el particular que falsifica un parte telegráfico es sancionado
a título de falsificación de documento privado, si concurren las exigen-
cias de tal figura (las falsedades ideológicas, como enviar un telegrama
afirmando una mentira, serían impunes dentro de este título, según lo
ya expuesto).
La tecnología moderna ha introducido nuevos medios de transmi-
sión de mensajes escritos aparte del telégrafo y cable: el télex y el
telefax o transmisión telefónica facsimilar (llamado también simplemente
fax). A nuestro juicio, se trata sólo de modalidades de transmisión de
mensajes enteramente asimilables al telégrafo: se entrega un mensaje
escrito y éste es recibido y luego transcrito o simplemente reproduci-
do en el otro extremo de la línea o medio de comunicación, por lo
que a nuestro juicio deben ser considerados dentro del concepto "te-
légrafo" que ha querido proteger penalmente el Código. No es una
aplicación de la ley penal por analogía, sino una interpretación analó-
gica del concepto mismo de comunicación telegráfica (distinta de la
telefónica, que es sólo de viva voz), no circunscrito a los modelos en
existencia a la época de promulgación del Código. Naturalmente, para
la penalidad de las falsificaciones en estos medios de comunicación,
deben reunirse las mismas exigencias que en los casos de los partes
telegráficos: los mensajes deben haber sido confiados para su trans-
misión a una "oficina" telegráfica (sea de propiedad pública o priva-
da) que ofrezca sus servicios a quien lo requiera para estos fines,
mediante un pago. Valen por lo tanto las consideraciones que hace-
mos en relación con la falsificación de partes telegráficos en los de-
más aspectos relativos a estas figuras.
También se refiere la ley en el Art. 196 a la hipótesis de uso mali-
cioso del parte falso (debe entenderse, forjado o falsificado), donde el

172
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

sujeto activo puede ser cualquiera persona, y respecto del cual valen
todas las consideraciones precedentes relativas al uso malicioso del do-
cumento público falsificado.

FALSIFICACIÓN DE DOCUMENTOS PRIVADOS

A esta materia se refiere el párrafo 5 del título IV, en los Arts. 197 y 198,
bajo el epígrafe "De la falsificación de instrumentos privados", termino-
logía, según se ha dicho, adoptada para conformarse a la del Código
Civil. El concepto de "documento privado" ya ha sido tratado más arri-
ba. Por lo demás, en el texto mismo del Art. 197, inciso zo, el Código
vuelve a emplear la voz "documentos" en vez de "instrumentos".
De conformidad con lo expuesto precedentemente, no es preciso
que el documento privado esté firmado para que tenga la calidad de
tal; por lo demás, incluso en materia civil (Arts. 1704, 1705, 1711 del
Código del ramo), hay casos en que tal firma no es necesaria, y en ma-
teria procesal (Arts. 477 y siguientes del Código de Procedimiento Pe-
nal), "documento privado" puede ser cualquier papel.
De acuerdo con el Art. 197, el delito consiste en cometer en instru-
mento privado algunas de las falsedades designadas en el Art. 193, con
perjuicio de tercero. Se eleva la penalidad si tales falsedades se hubieren
cometido en letras de cambio u otra clase de documentos mercantiles.
No es tampoco aquí exacta la remisión al Art. 193 por lo que toca a
las posibles formas de comisión del delito. Por las mismas razones que
anotamos en relación con la falsedad cometida por particular en docu-
mento público, no son admisibles las formas ideológicas de falsifica-
ción. Quienes extienden u otorgan documentos privados pueden mentir
en ellos sin que la ley los sancione por esa sola circunstancia; no están
jurídicamente obligados a decir la verdad, y lo que ellos afirmen no es-
tará dotado de fe pública ni de fuerza probatoria. En cambio, la hipóte-
sis del forjarniento, que se echa de menos en el Art. 194, no es concebible
aquí, ya que el forjamiento es una forma de falsedad por imitatio veri,
imitación de un modelo, de una forma verdadera. En materia de docu-
mentos privados no hay "modelo", es decir, no hay "formas auténticas",
solemnidades legales que imitar. Un documento privado enteramente
fabricado por alguien, o es materialmente falso (v. gr., porque se ha
imitado letra, firma o rúbrica de alguien) o es ideológicamente falso (por-
que se afirman mentiras), y entonces no es punible como falsificación,
aunque pudiera ser otro delito (estafa, injuria, etc.). En cuanto a la fal-
sedad por ocultación, tampoco se da en estos casos, ya que el texto del
Art. 193 N° 8° se refiere a los documentos públicos, y respecto de la

173
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

ocultación de documentos privados con perjuicio de tercero, tal hipóte-


sis ya está especialmente prevista a título de defraudación o estafa en
el Art. 470 No so. En suma, a pesar de la remisión en apariencia tan am-
plia, solamente los casos de los N°5 1°, so y 6° del Art. 193 quedan in-
cluidos en esta disposición.
En seguida, el texto legal exige que las falsedades en documento
privado se realicen con perjuicio de tercero. Sobre la naturaleza del per-
juicio (puede ser jurídico, pero debe ser apreciable en dinero) nos re-
mitimos a lo dicho precedentemente al tratar de los fraudes. Esta
exigencia nos muestra que las falsedades en documento público y en
documento privado están referidas a bienes jurídicos diferentes. No puede
verse aquí una ofensa a la fe pública en el sentido de fe impuesta o
sancionada por el Estado, ni tampoco a la integridad probatoria, ya que
no basta con alterar ésta, sino que se exige positivamente un perjuicio.
Ello nos ha movido a no ver en la falsificación de documento privado
sino un delito contra la propiedad, y particularmente una forma especí-
fica de defraudación por engaño, que ha sido tratada por el legislador
en esta situación sólo por la similitud del modo de comisión y del obje-
to material con los demás delitos del título. La estructura típica de este
delito señala otra diferencia con las falsedades en documentos públi-
cos: estas últimas son delitos formales, en tanto que las que recaen en
documentos privados son delitos materiales, en que el resultado es el
perjuicio. Además, el medio de comisión está restringido a las falsifica-
ciones y más particularmente a las señaladas en los números 1o, so y 6°
del Art. 193. Por añadidura, la falsificación de documento público es delito
de peligro abstracto para la seguridad del tráfico jurídico (excepto la
falsedad por ocultación), en tanto que la de documento privado es de-
lito de lesión o daño contra la propiedad.
Nos referiremos a algunos problemas que este delito ha suscitado, to-
dos ellos relacionados de un modo u otro con la exigencia del perjuicio.

l. NATIJRAI..EZA DEL ELEMENTO "PERJUICIO". Se ha sostenido por ORTIZ


MUÑOZ que el perjuicio, dentro del Art. 197, no desempeñaría el papel
de elemento de la figura delictiva, sino el de condición objetiva de pu-
nibilidad, tesis que ha sido rebatida por COUSIÑO.l Ya en la Parte Gene-
ral hemos hablado de las condiciones objetivas de punibilidad como
ciertos eventos ajenos a la acción misma, pero cuya concurrencia es in-
dispensable para que pueda entrar a imponerse pena. Como precisa el
propio ORTIZ MUÑOZ, "nada tienen que ver con el hecho delictuoso mis-

1
COUSIÑO, La falsificación, pp. 23 a 36 y 51 a 57.

174
DEUTOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

mo, ni con sus elementos constitutivos". Son extrañas a la acción del


agente, no necesitan estar incluidas en su culpabilidad, pero sin ellas
no puede imponerse pena alguna (ni siquiera por tentativa o frustra-
ción). La ley las crea por razones prácticas o de política criminal. La
tesis de ORTIZ MUÑOZ se sustenta en que los dos elementos señalados
en el Art. 197 (falsificación y perjuicio) son diferentes y pueden darse
en la práctica independientemente. El texto legal no exige que el mis-
mo autor de la falsificación sea el autor del perjuicio. Además, señala
ORTIZ MUÑOZ que el Código Español integraba el delito en esta forma:
"El que con perjuicio de tercero o con ánimo de causárselo ... ", y como
la Comisión Redactora eliminó la frase "o con ánimo de ca usárselo",
ello evidenciaría su propósito de dejar el requisito del perjuicio con un
carácter absolutamente objetivo, disociándolo del ánimo del agente. Por
fin, ORTIZ MUÑOZ afirma que el bien jurídico protegido (según su doc-
trina, de inspiración alemana) es la integridad probatoria, la cual se ve-
ría lesionada por el solo hecho de la falsificación, independientemente
del perjuicio y, en consecuencia, en la falsificación se agota la tipicidad
de la figura. Si se ha añadido en el texto legal el perjuicio, ha sido sólo
por razones prácticas: una lesión de la integridad probatoria de un do-
cumento privado que no produzca perjuicio alguno no parece tener su-
ficiente importancia como para sancionarla penalmente. COUSIÑO sostiene
la posición contraria: para él, el perjuicio es un elemento del tipo, y
por consiguiente el delito no está consumado mientras el perjuicio no
se produce, y por otra parte el perjuicio debe estar comprendido den-
tro del dolo del agente.
Las consecuencias de uno u otro punto de vista no son indiferentes
desde el punto de vista práctico. Si adoptamos la tesis de ORTIZ MUÑOZ,
la falsificación no sería punible a ningún título si no concurriera efecti-
vamente el perjuicio, y de este modo, quien falsificara un cheque e in-
tentara cobrarlo sin éxito, no sería punible, por no haberse producido
perjuicio, ni aun a título de tentativa o frustración. Por otra parte, si el
perjuicio llega efectivamente a producirse, la falsificación es punible,
aunque él haya estado por completo fuera de la intención del agente, y
éste ni siquiera haya podido preverlo. Con la tesis de COUSIÑO, los re-
sultados son exactamente opuestos: en el primer caso hay tentativa o
frustración punibles; en el segundo, no hay punibilidad por falta de dolo.
A nuestro juicio, la tesis correcta es la defendida por COUSIÑO: la
producción del perjuicio es un elemento del tipo y debe estar cubierta
por la culpabilidad. Desde luego, el solo texto legal no proporciona una
descripción categóricamente objetiva del perjuicio, sino que lo señala
simplemente como el resultado de una acción, la de falsificar. La regla
general, en estos casos, es la de que el dolo del agente debe referirse a

175
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

la acción, al resultado y a la virtud causal de la primera con relación al


segundo. Para prescindir de esta regla es preciso que por el texto ex-
preso de la ley o por la estructura misma de la figura se imponga la
construcción meramente objetiva del resultado producido, como ajeno
a la acción y al propósito del agente. No ocurre tal cosa en esta figura,
donde el perjuicio de tercero las más de las veces se produce como
consecuencia de la acción del agente y está abarcada por su dolo: es
precisamente el objeto que el hechor se ha propuesto. Por lo que toca
al argumento histórico, es verdad que la Comisión Redactora eliminó la
frase "o con ánimo de causárselo", relativa al perjuicio de tercero. Pero
la brevísima razón que consignó la Comisión Redactora fue la de que
"siempre es necesario que haya dolo para que un hecho se considere
delito". De modo que la supresión no fue por cambio de conceptos,
sino por estimar superfluos los términos. Para la Comisión Redactora,
el dolo propio de este delito consiste en el propósito de causar perjui-
cio, no en la mera conciencia de falsificar. Con tal supresión, desde lue-
go, transformó el delito de formal en material, y eliminó un requisito
psicológico, transformándolo en objetivo. Pero aparte de estas consecuen-
cias técnicas, parece claro que la eliminación de los términos aludidos
no robustece la posición de ORTIZ MUÑOZ, sino que la debilita y demues-
tra la tesis contraria. En cuanto al argumento que se basa en la conside-
ración de la integridad probatoria como bien jurídico protegido, depende
de nuestra aceptación de tal punto de vista. Ya hemos consignado nues-
tro parecer contrario. El bien jurídico protegido no es la integridad pro-
batoria. En suma: estimamos que el "perjuicio" es un elemento del tipo;
que el dolo propio de esta figura debe abarcar la falsedad y el perjuicio
a la vez, y que es posible sancionar a título de tentativa o de delito frus-
trado, aunque el perjuicio no haya llegado efectivamente a producirse.

2. RElACIONES ENTRE FALSIFICACIÓN Y ESTAFA. ¿Qué ocurre cuando se fal-


sifica un documento privado, se engaña a un tercero y se le causa per-
juicio? Se dan, aparentemente, tanto los elementos típicos de la
falsificación de documento privado como los de la estafa. La respuesta
a este problema está íntimamente vinculada a la cuestión precedente.
De todos modos, debe advertirse de partida que el eventual con-
curso se produciría en todo caso entre la figura del Art. 197 y la del
Art. 468 (y en algún caso menos probable, la del Art. 473 en vez de esta
última), esto es, cuando la falsificación sea el engaño (ardid o simple
engaño) utilizado para defraudar. No se producirá con relación a otras
figuras de estafa donde hay casos de falsedad ideológica, ya que las
falsificaciones del Art. 197, por las razones arriba expuestas, son siem-
pre de carácter material.

176
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

Si pensamos, como ORTIZ MUÑOZ, que el delito se perfecciona con


la mera falsificación, y que el perjuicio es únicamente una condición
objetiva de punibilidad, es preciso convenir en que el dolo propio de
la falsificación sólo debe referirse a ésta, y que el bien jurídico tutelado
sería la integridad probatoria del documento, como opina ORTIZ MUÑOZ.
Por lo tanto, si con respecto al perjuicio (siempre necesario para casti-
gar) concurre también el dolo y es consecuencia de la acción del sujeto
activo, dicho elemento conserva su autonomía y debe ser sancionado
separadamente. Se produciría un concurso ideal entre la falsificación y
la estafa, sancionable de conformidad al Art. 75, o en último término
un concurso material en que uno de los delitos (falsificación) constitu-
ye el medio necesario para cometer el otro, situación punible también
según la disposición citada.
En cambio, si llegamos a la conclusión, por la cual nos hemos pro-
nunciado, de que el perjuicio forma aquí parte integrante de la tipici-
dad de la figura, deberemos dar por sentado que el delito de falsificación
de documento privado es sólo un delito contra la propiedad, y que su
única diferencia con la estafa estriba en que el medio engañoso está
más particularizado en el Art. 197. La estafa sería "causar perjuicio me-
diante el engaño consistente en falsificar". Ambas figuras se encontra-
rían, por consiguiente, en relación de especialidad, lo que determina la
existencia de un concurso aparente de leyes y la exclusión absoluta de
la disposición general, para aplicar únicamente la especial (en este caso,
la falsificación de documento privado). Esta misma posición es defendi-
da por COUSIÑO, 1 aunque desde su punto de vista parecería más bien
aplicable el principio de consunción. En efecto, COUSIÑO estima que el
"perjuicio" del Art. 197 puede ser cualquier perjuicio, de tal modo que
la estafa y la falsificación estarían en una doble relación de especiali-
dad: la falsificación sería especial en relación con el medio (falsedad
documental frente a cualquier engaño), pero la estafa sería especial en
relación con el resultado (perjuicio patrimonial frente a cualquier per-
juicio). De este modo, habría que recurrir al principio de consunción
para estimar que, siendo lo ordinario y corriente que el perjuicio resul-
tante de la falsificación sea pecuniario, es lícito admitir que el legisla-
dor ha tomado en cuenta su eventual desvalor al establecer la penalidad
de la falsificación en el Art. 197, y que por consiguiente esta última consu-
me a la estafa. Por fin, FONTECILLA2 piensa que hay también un concurso

1 COUSIÑO, La falsificación, pp. 43 y ss.


2 PONTECILLA, RAFAEL, El concurso aparente de leyes y sus principios fundamen-
tales, Editorial Jurídica de Chile, 1956, pp. 103 y ss.

177
DELITOS CONlRA LOS INTERESES SOCIALES

aparente, que debe ser resuelto en favor de la falsificación, pero en vir-


tud del principio de alternatividad. Ya hemos señalado nuestro escepti-
cismo frente a la pretendida autonomía de tal principio. Aparte de ello,
el razonamiento de PONTECILLA se fundamenta en que las figuras serían
iguales, pero que estarían referidas a bienes jurídicos diferentes y de
distinta importancia: la propiedad y la fe pública (entendida ésta como
integridad probatoria). No nos parece que el bien jurídico tutelado sea
la integridad probatoria, y en todo caso, si consideramos que el perjui-
cio forma parte integrante del tipo legal, ya no podemos sostener que
el delito de falsificación de documento privado sea un delito contra la
fe pública, cualquiera que sea el sentido que se atribuya a esta expre-
sión.
Por consiguiente, concluimos que entre las figuras de falsificación
de documento privado y de estafa existe una relación de especialidad,
que determina la existencia de un concurso aparente de leyes, y que el
Art. 197 reviste el carácter de especial (y, por consiguiente, de aplica-
ción exclusiva y preferente) frente a las disposiciones que sancionan la
estafa. Esta conclusión parece haber inclinado el favor de la jurispru-
dencia nacional, hasta el punto que LABATIJT1 afirma que "ya no se dis-
cute que en la especie estamos en presencia de un concurso aparente
de leyes penales, que algunos fallos resuelven por la vía de la alternati-
vidad, y otros -los más-, recurriendo al principio de la especialidad".

3. FALSIFICACIÓN DE DOCUMENTOS MERCANTILES. El Art. 197 describe el


delito de falsificación de instrumentos privados en la forma ya analiza-
da: "El que, con perjuicio de tercero, cometiere en instrumento privado
alguna de las falsedades designadas en el Art. 193, sufrirá las penas de ... ".
Y más adelante el inciso segundo agrega: "Si tales falsedades se hubie-
ren cometido en letras de cambio u otra clase de documentos mercanti-
les, se castigará a los culpables ... ". La penalidad en este último caso es
más elevada. Esta redacción ha hecho surgir a veces la duda acerca de
si el elemento "perjuicio", requerido expresamente en el inciso 1°, será
también necesario en las falsedades que recaen en documentos mer-
cantiles, donde no se le vuelve a mencionar explícitamente. Debe re-
cordarse que la falsificación de documentos mercantiles se encontraba,
en el Código Español, dentro del párrafo relativo a la falsificación de
documentos públicos u oficiales, de modo que allí era, en verdad, un
delito meramente formal, que no requería perjuicio. Pero la Comisión
Redactora, atendida la naturaleza misma de estos documentos, trasladó

1 LABATIJT, op. cit., 11, p. 106.

178
DEUTOS CONfRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

su reglamentación al párrafo que se ocupa de los documentos priva-


dos, donde creyó conveniente exigir el perjuicio de tercero para san-
cionar. Si hubiera deseado mantener el carácter de delito formal de la
falsificación de documentos mercantiles, no habría tenido objeto el tras-
lado de sede. Es verdad que, por su importancia, la falsificación de do-
cumentos mercantiles resulta más grave que la de meros documentos
privados, pero esta mayor gravedad está ya considerada al establecerse
penalidad más alta respecto de aquéllos. Además, la referencia del tex-
to a "tales falsedades" está hecha a las que se han designado en el inci-
so primero, que son precisamente las "falsedades con perjuicio". La
falsificación de documentos mercantiles también requiere la producción
del perjuicio.

4. FAlSEDAD POR uso. El Art. 198, en una figura muy semejante a la del
Art. 196, sanciona a los que maliciosamente hicieren uso de los instru-
mentos falsos a que se refiere el artículo anterior, sancionándolos como
si fueren autores de la falsedad. Sobre el particular debemos reiterar lo
ya dicho respecto de la falsedad por uso en materia de documentos
públicos. Esta figura también exige la concurrencia del perjuicio, ya que
"los instrumentos falsos a que se refiere el artículo anterior" son los ins-
trumentos falsos que causan perjuicio a tercero. Por lo demás, no ten-
dría sentido exigir la concurrencia del perjuicio en la figura principal y
que intrínsecamente parece más grave, como es la falsificación misma,
y prescindir de tal exigencia tratándose de una conducta marginal y pos-
terior, como es el mero uso del documento falso.
La posible concurrencia con la estafa se resuelve de idéntica mane-
ra que en el caso anterior: el uso malicioso no sería más que una "de-
fraudación mediante uso de documento falsificado", especial en relación
con las estafas.

FALSIFICACIÓN DE PASAPORTES, PORTES DE ARMAS Y CERTIFICADOS

De la falsificación de estas clases especiales de documentos se ocupa


el párrafo 6 de este título. En general, presenta los mismos problemas
que las falsedades documentales anteriores, que se resuelven en idénti-
ca forma.

l. FAISfiliCACIÓN DE PASAPORTES Y PORTES DE ARMAS. Los Arts. 199, 200


y 201 se refieren conjuntamente, tipificando idénticas conductas, a la
falsificación de pasaportes y de portes de armas. Estos documentos,
de naturaleza eminentemente administrativa, caen sin duda dentro de

179
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

la definición general de documentos públicos u oficiales que hemos


enunciado más arriba, pero en virtud del principio de especialidad su
falsificación se rige exclusivamente por las disposiciones de los expre-
sados artículos. En general, puede decirse que el sistema seguido por
el Código en esta materia es más satisfactorio que el empleado en rela-
ción con los documentos públicos en general, ya que se ha prescindi-
do del casuismo excesivo en beneficio de fórmulas más amplias, que
cubren incluso algunos vacíos del sistema general.
a) Falsedad cometida por funcionario público. Se contemplan
dentro de ella los siguientes casos:
1) Falsedad ideológica. Se refiere a ella el Art. 199, que tiene por
único sujeto 'activo al funcionario público. Se sancionan allí dos con-
ductas diferentes: expedir un pasaporte o porte de armas bajo nom-
bre supuesto, esto es, que no corresponde a la persona que lo va a
usar, y darlo en blanco, conducta esta última que no es propiamente
una falsificación, y parece de bastante menor gravedad, a menos que
se obre a sabiendas de que el pasaporte se va a usar por persona que
no tiene derecho a ello, eventualidad que ya se asemejaría mucho al
caso anterior. Tal cosa opina FERNANDEZ, 1 quien cree ver aquí una sim-
ple irregularidad funcionaria.
2) Falsedad material. En esta clase de falsedades no tiene impor-
tancia la calidad del sujeto activo, y se sanciona igualmente al funcio-
nario que al particular. La conducta consiste, según el Art. 200, inciso
2°, en mudar, en un pasaporte o porte de armas verdadero, el nombre
de la persona en cuyo favor se halle expedido, o el de la autoridad que
lo expidió, o alterar en él alguna otra circunstancia esencial. Esta última
fórmula es sin duda la mejor en la materia.
b) Falsedad cometida por particular. A ella se refiere el Art. 200
en ambos incisos. Acertadamente, la ley no alude a las falsedades ideo-
lógicas cometidas por particulares en esta clase de documentos, ya que
siendo ellos públicos, la falsedad ideológica es exclusiva de los funcio-
narios. Las formas delictivas que aquí se contemplan son:
1) Forjamiento total de un pasaporte o porte de armas. A esta
conducta se refiere el Art. 200, con la fórmula "el que hiciere un pasa-
porte o parte de armas falso". A pesar de la fórmula "el que", debe con-
cluirse que esta forma de falsedad no puede ser cometida por un
empleado público que obra en su carácter de tal, pues en tal caso el
documento no podría ser íntegramente falso.
2) Alteración de un pasaporte o porte de armas. La conducta es

1 FERNANDEZ, op. cit., 1, p. 336.

180
DEUTOS CON1RA LA FE PUBliCA Y DE FALSEDAD

idéntica a la analizada precedentemente como falsedad material come-


tida por empleado público.
e) Falsedad por uso. De esta clase de falsedad se trata en el Art. 201,
y reviste dos variedades:
1) El uso de documento falso. Esta conducta consiste, según el
escueto texto legal, en hacer uso del pasaporte o porte de armas falso
a que se refiere el artículo anterior. Ese pasaporte o porte de armas fal-
so es el que ha sido forjado íntegramente o ha sido objeto de altera-
ción material en parte sustancial. La ley es más severa en esta figura
que en las correspondientes de los documentos públicos y privados, ya
que aquí no exige la comprobación del dolo, al no emplear la voz "ma-
liciosamente" u otras semejantes. Aunque aquí tampoco la regla de pe-
nalidad expresa que se sancionará al culpable "como si fuera autor de
la falsedad", debe también entenderse que esta figura tiene como suje-
to activo únicamente al que no ha sido autor de la falsedad, puesto
que para este último, que falsifica el documento para usarlo, el uso no
es más que el proceso de agotamiento de su delito, un "acto posterior
impune", cuyo desvalor delictivo es consumido por la penalidad del de-
lito de falsificación mismo.
2) La falsedad personal o suplantación. Por primera y única vez
encontramos esta forma especialísima de falsedad en relación con los
documentos. A ella se refiere el Art. 201, en su segunda parte, que ca-
racteriza la conducta sancionada como "hacer uso de un pasaporte o
porte de armas verdadero expedido a favor de otra persona". Esta figu-
ra puede estar en correspondencia con la falsedad ideológica del Art. 199,
cuando el funcionario público ha expedido un pasaporte o porte de
armas formalmente auténtico, pero bajo nombre supuesto. O bien pue-
de tratarse de un pasaporte enteramente auténtico, por todos concep-
tos, pero que corresponde a otra persona por la cual el suplantador se
hace pasar. Si se trata del primer caso, debe igualmente entenderse que
esta conducta está sancionada por separado sólo si quien hace uso del
pasaporte expedido bajo nombre supuesto es una persona distinta del
funcionario que lo expidió, por las razones ya señaladas precedente-
mente.

2. FALSIFICACIÓN DE CERTIFICADOS. Los certificados son documentos por


excelencia, ya que consisten precisamente en la aseveración o atesta-
ción de algo que le consta a quien lo emite. Los Arts. 202 a 205 se ocu-
pan de la falsificación de dos clases diferentes de certificados.
a) Certificados que otorgan beneficio indebido. Se contempla la fal-
sedad ideológica cometida por quienes los otorgan o expiden, en los si-
guientes casos: 1) El facultativo que librare certificación falsa de enfermedad

181
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

o lesión con el fm de eximir a una persona de algún servicio público


(Art. 202); 2) El empleado público que librare certificación falsa de méritos
o servicios, de buena conducta, de pobreza o de otras circunstancias se-
mejantes de recomendación (Art. 203). Estos documentos, por su naturale-
za, constituyen documentos privados, y ha sido necesario reglamentar
separadamente estas situaciones, ya que entregadas a las reglas generales,
serían impunes; se ha explicado que las falsedades punibles en documen-
tos privados son de carácter material y no ideológico, como son éstas.
Ahora bien, si el médico que libra la certificación falsa lo hace en
su calidad de funcionario público encargado por la ley de determinar
el estado de salud y la aptitud física de los llamados al servicio público,
comete el delito de falsificación de documento público del Art. 193 N° 4°. 1
Igualmente, prevalece por sobre esta disposición la del Art. 140 de la
Ley de Elecciones que sanciona a los que certifican falsamente para que
los designados vocales de mesa puedan excusarse. Del mismo modo,
los documentos mencionados en el Art. 203, aunque son expedidos por
funcionarios públicos, constituyen documentos privados, porque en ellos
no se certifican hechos determinados, sino opiniones, o situaciones ge-
nerales muy vagas y subjetivas. Pero si dicho funcionario certifica en
relación con ellas hechos falsos, y se trata del funcionario encargado
por la ley de certificarlos con exactitud, debe sancionársele en virtud
del Art. 193 y no por el Art. 203.
En cuanto a la falsedad material, se refiere a ella el Art. 204, que
sanciona "al que falsificare" un documento de la clase designada en los
dos artículos anteriores, expresión amplia que incluye la alteración del
certificado verdadero y el forjamiento completo de uno falso, recordan-
do sí que esta última conducta no es posible en cuanto al otorgante
mismo.
Por fin, también es sancionada la falsedad por uso, aunque no la
falsedad personal o suplantación, como ocurre con los pasaportes y por-
tes de armas. El Art. 204 pena a los que maliciosamente usaren, con el
mismo fin, de los documentos falsos. Se vuelve a exigir el requisito de
la prueba del dolo, y por las razones tantas veces señaladas debe res-
tringirse el sujeto activo a quienes no sean autores de la falsedad mis-
ma. La expresión "con el mismo fin" resulta oscura, pues ni el inciso
primero ni el artículo anterior mencionan ninguna finalidad particular.
Debe entenderse, en consecuencia, que en el caso del certificado mé-
dico el "fin" debe ser el de eximir del servicio a una persona llamada a
él (expresamente exigido por la ley), en tanto que en el caso de los

1
Conf. LABATIIT, op. cit., II, p. 108.

182
DELITOS CONfRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

certificados de recomendación el fin será el de obtener el beneficio para


el cual se ha procurado el. certificado.
b) Certificados que pueden causar perjuicio. El Art. 205 se refiere
al que falsificare certificados de funcionarios públicos que puedan com-
prometer intereses públicos o privados, y en otro inciso, a idéntica con-
ducta cuando el certificado ha sido falsificado bajo el nombre de un
particular. Esta imprecisa figura fue introducida en nuestro Código toma-
da del Código Belga, que a su vez se inspira en el Art. 162 del Código
Francés. Debe tenerse presente que en realidad la casi totalidad de los
documentos públicos constituyen verdaderos certificados, ya que los fun-
cionarios públicos que los expiden o autorizan están certificando, aseve-
rando, que les constan los hechos que allí narran como presenciados o
verificados por ellos. De este modo, si se estimara que el Art. 205 com-
prende todos los certificados, tanto los que constituyen documentos pú-
blicos como los que son documentos privados, el campo de aplicación
de los Arts. 193 y 194 prácticamente desaparecería, absorbido por el
Art. 205. Por consiguiente, debe estimarse que el Art. 205 sólo se refiere a
la falsificación de certificados que no constituyen documentos públicos,
lo que se ve corroborado por la pena notablemente inferior que el Art. 205
establece en relación con los Arts. 193 y 194, sin que hubiera razón para
justificarlo, en caso de estimarse que los certificados del Art. 205 también
podrían ser documentos públicos. En suma, el Art. 205 se refiere: a) A los
certificados que aparecen extendidos por particulares (inciso 2°); b) A los
certificados que PACHECO llama "de opinión", esto es, los ya contempla-
dos, desde otro punto de vista, en el Art. 203, y que no certifican hechos
específicos, y e) A los certificados que aparecen emitidos por funciona-
rios públicos, pero que no obran dentro de la esfera de sus atribuciones.
Tiene interés esta particular figura, ya que ella no es un delito mera-
mente formal, como la falsificación de documentos públicos, ni tampoco
exige la efectiva producción de un resultado dañoso, como la falsifica-
ción de documento privado. Es una figura de peligro concreto, en la cual
se exige la efectiva comprobación de que los certificados falsos tienen la
aptitud necesaria para llegar a producir perjuicio para intereses públicos
o privados. No se requiere la efectiva producción del perjuicio, pero tam-
poco se presume el peligro por el solo hecho de la falsificación.
No se sanciona, en esta figura, el mero uso de los certificados fal-
sos, conducta que, si es desarrollada por el propio falsificador, resulta
consumida en la falsificación misma, y si es realizada por un tercero,
debe ser encuadrada dentro del Art. 198 (uso malicioso de documento
privado falso), siendo por consiguiente de exigir la efectiva producción
del perjuicio para poder sancionar.

183
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

Sección Tercera

LOS RESTANTES DELITOS DEL TITULO

Finaliza el título IV con el párrafo 7, que trata del falso testimonio y el


perjurio, y el párrafo 8, que se refiere al ejercicio ilegal de una profe-
sión y a la usurpación de funciones o nombres. Estas últimas infraccio-
nes son atentados contra la seguridad del tráfico jurídico en su aspecto
más amplio, en tanto que aquéllas no aparecen vinculadas a la fe pú-
blica en el epígrafe del título, y en definitiva deben ser referidas a la
administración de justicia como bien jurídico protegido.
El falso testimonio y el perjurio nacieron a la vida jurídica dentro
del gran grupo de los delitos de falsedad de la Lex Cornelia, pero pro-
gresivamente doctrina y legislaciones han ido apartándolos de la no-
ción de "fe pública". Sobre la base del concepto de CARRARA ("fe
sancionada por el Estado"), no puede verse en el falso testimonio y el
perjurio una ofensa a la fe pública, de la cual las deposiciones de los
testigos no están investidas. En cuanto a la seguridad del tráfico jurídi-
co, se ve afectada por estos delitos sólo de modo indirecto y más re-
moto. Quedarían como posibles bienes jurídicos protegidos la integridad
probatoria, vinculada al pensamiento general de BINDING en esta ma-
teria, y la administración de justicia, punto de vista favorecido ya por
CARRARA, 1 que es el de más amplia aceptación en la actualidad. El pri-
mer criterio tropieza con la dificultad de que generalmente se sanciona
en las distintas legislaciones el falso testimonio por el solo hecho de
prestarse, aunque en definitiva no haya sido considerado por la senten-
cia judicial como prueba del hecho sobre el cual recae, lo cual marca-
ría una diferencia fundamental entre las falsedades documentales (que
serían delitos de lesión) y el falso testimonio (que sería delito de peli-
gro abstracto). Por esta razón, aunque estimamos que los conceptos
de tutela de la prueba y de tutela de la recta administración de justicia
no son enteramente incompatibles entre sí, nos parece más adecuado

1 CARRARA, Programa, § 2593.

184
DEUTOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

referir estas infracciones al último bien jurídico mencionado, como ob-


jeto específico de protección.
¿En qué sentido puede constituir un bien jurídico la "recta administra-
ción de justicia"? La administración de justicia, como poder del Estado, no
es sino una parte de la soberanía en su aspecto interno; equivale a juris-
dicción o imperio. Sería la facultad de que está investido el Poder Judi-
cial constitucionalmente y en su carácter de poder político en su más alto
sentido. Por tal razón los atentados contra la administración de justicia en
este elevado aspecto son verdaderos delitos políticos, y de ellos nos he-
mos ocupado en el capítulo anterior. Por otra parte, en el extremo opuesto,
la expresión que analizamos tiene una manifestación más concreta y que
pudiera denominarse administrativa, relativa al cumplimiento efectivo
de sus resoluciones o actuaciones. Quien estorba tal cumplimiento puede
cometer ciertos delitos contra el orden público (desacatos) o determina-
das infracciones funcionarias (denegación de auxilio, desobediencia). Por
fm, entre estos dos extremos, la administración de justicia tiene un tercer
aspecto, que podría llamarse funcional Se reconocen las atribuciones
de los funcionarios judiciales, se acatan sus resoluciones, pero se cum-
plen mal o torcidamente las funciones propias del Poder Judicial. Este in-
cumplimiento o mal cumplimiento puede producirse por culpa del propio
funcionario judicial o sus auxiliares, caso en que nos encontramos ante el
grupo de las prevaricaciones en general, o debido a responsabilidad de
los particulares obligados a prestar determinada cooperación a la autori-
dad judicial, y que no la prestan o la prestan mal. En este último grupo
pueden situarse infracciones como el falso testimonio, el perjurio, la acu-
sación falsa, la supresión o adulteración de pruebas, el soborno de testi-
gos, el encubrimiento, y algunas otras figuras. Los delitos de falso testimonio
y de perjurio representan una infracción al deber que la ley impone de
decir la verdad cuando se declara en calidad de testigo ante la autoridad
judicial o bajo juramento ante otra autoridad (en este último caso, de per-
jurio, el bien jurídico protegido sería más amplio, la administración públi-
ca en general). En este sentido el delito ya está perfecto en cuanto se
miente, aunque la mentira no llegue a producir daño o a constituir prue-
ba. Con relación al bien jurídico protegido, por consiguiente, estas infrac-
ciones son delitos de peligro abstracto, sin perjuicio de que el daño efectivo
pueda ser tomado en consideración para agravar la pena.

FALSO TESTIMONIO

El falso testimonio es una figura de falsedad esencialmente ideológica,


que consiste en mentir. La autenticidad de las formas (autoridad com-

185
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

petente, prestación del juramento, etc.) es incluso esencial para que pue-
da configurarse el delito. La Comisión Redactora probablemente pensó
que los términos "falso testimonio" eran suficiente caracterización del
delito, y por lo tanto no describió la acción punible, sino que, al igual
que su modelo español, sólo reglamentó la penalidad de la misma aten-
diendo a diversas hipótesis, en los Arts. 206 a 210 inclusive.
Sobre la base de los términos "falso" y "testimonio", podríamos in-
tentar una descripción de la conducta, diciendo que es la del "testigo"
que "miente". CARRARA considera en el fondo estos mismos elementos,
cuando define el delito como "la afirmación de lo falso o la negación
de lo verdadero emitida a sabiendas en daño -aun meramente posible-
de otro, por quien depone en juicio legítimamente como testigo". 1
El primer problema típico es la determinación del sujeto activo. No
cabe duda alguna respecto del testigo, pero existen dudas respecto de
otras personas, que también tienen por misión cooperar con la adminis-
tración de justicia, y que prestan generalmente juramento antes de des-
envolver su actuación, como el perito y el intérprete, y aun respecto
de las mismas partes, que a veces también prestan declaración de modo
semejante a los testigos, y bajo juramento (absolución de posiciones).
La expresión "testimonio", literalmente entendida, sólo comprendería las
declaraciones que formulan los testigos propiamente tales, pero también
podría interpretarse tal expresión en sentido extensivo, para incluir las
deposiciones de las demás personas ya indicadas, que en un alcance
más amplio son también testimonios. Aunque dentro de un concepto
de protección a la administración de justicia parecería lógico incluir como
sujetos activos a los peritos y a los intérpretes (aunque no a las partes),
nos parece que la interpretación literal es la que debe prevalecer en este
caso, pues aparte del término mismo "testimonio", el Art. 208, al esta-
blecer la penalidad del testigo en determinada hipótesis, señala: "Se apli-
cará la misma (pena) al testigo falso", indicando así a éste como el sujeto
activo del delito. Por lo demás, los Arts. 206 y 207 discurren sobre la
base de que el testimonio se ha prestado a favor o en contra del reo, en
tanto que el perito y el intérprete, en principio, no prestan declaración
ni a favor ni en contra del reo; no son testigos de cargo ni de descargo.
Además, el Art. 212 sanciona la presentación de testigos falsos en jui-
cio, sin mencionar al perito ni al intérprete.
La Comisión Redactora durante la discusión empleó de continuo los
términos "falso testimonio" y "perjurio" como equivalentes, de modo que
al encontrarse referencias en las actas donde se usan aquellos términos,

I CARRARA, Programa, § 2666.

186
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

no debe pensarse que estén tomados en un sentido estrictamente técni-


co para designar cada una de las figuras en que el párrafo se divide,
sino con un alcance amplio y general, conveniente a todas las figuras
del párrafo. Entendido esto así, parece que la intención de los Comisio-
nados fue la de comprender al perito entre los posibles sujetos activos
de estos delitos. Así, en la sesión 43, tratándose de la pena de los mé-
dicos que libran certificaciones falsas, la Comisión estampó en el acta
que dicha sanción no se extendía a los médicos que certificaren falsa-
mente sobre reconocimientos periciales en materia criminal, pues en esos
casos habría "una falsa declaración, un perjurio", punible por dicho tí-
tulo. En seguida, en la sesión 45 se dejó testimonio de que en las dis-
posiciones relativas al perjurio en causa criminal (debió decirse "falso
testimonio") se incluyen también las personas que no declaran bajo ju-
ramento por su dignidad, como los miembros del Parlamento (que ac-
tualmente deben jurar, aunque por escrito), o por la naturaleza especial
de su declaración "como los médicos, farmacéuticos y peritos de toda
clase", y lo mismo se repitió en relación con la falsa declaración en ma-
teria civil, señalando que en esta inteligencia no se consignaría una dis-
posición especial para dicha clase de testigos, comprendidos en las reglas
generales.
Sin embargo, por las razones antedichas, estimamos, con LABATIIT 1
que el tenor de las disposiciones de nuestro Código no permite inter-
pretarlas extensivamente para incluir al perito y al intérprete. Al respec-
to, son valederas las consideraciones de FERNANDEZ: "Sin duda, habría
sido preferible hacer de esta observación un precepto del Código. La
Comisión Redactora ... partió de la base de que las actas de sus sesiones
debían ser conocidas por todos los jueces, y atribuyó un alcance exa-
gerado a las notas y explicaciones de que en ella acordaba dejar cons-
tancia ... Estas actas constituyen la historia fidedigna del establecimiento
del presente Código, pero sólo pueden y deben servir para interpretar
expresiones oscuras de la misma ley ... de ningún modo pueden tener
el valor de disposiciones enteramente nuevas y aun diversas de las tra-
tadas en el presente Código. El delito sólo puede ser creado por ley y
no por actas ... Esta nota está bien respecto de los que declaran como
testigos ... , pero aparece completamente desligada respecto de los mé-
dicos o peritos que no son considerados como testigos, sino como auxi-
liares de la justicia".
Sobre lo que existe unanimidad de pareceres es acerca de la exclu-
sión, como posibles sujetos activos, de las propias partes que prestan

1 LABATIIT, op. cit., 11, p. 112.

187
DELITOS CON1RA LOS INTERESES SOCIALES

declaración ante el tribunal, aunque lo hagan bajo juramento. Tal es el


caso de los litigantes, en materia civil o penal, que absuelven posicio-
nes, o de los reos que prestan declaración indagatoria, aunque en este
último caso depongan falsamente con relación a los demás inculpados,
para favorecerlos o perjudicarlos. Del mismo modo, no comete esta in-
fracción el testigo que está declarando en calidad de tal, pero que se
ve interrogado sobre hechos cuya demostración equivaldría a admitir
culpabilidad propia en un delito. Todo esto en virtud de que nadie puede
ser testigo y parte a la vez, y de que nadie puede ser obligado a confe-
sar hechos que van en perjuicio propio. La propia Constitución Política
prohíbe que en las causas criminales se haga declarar bajo juramento al
inculpado y a ciertos parientes de éste (Art. 19, N° 7°, letra D. Se admi-
te, en fondo, el principio de la "no exigibilidad de otra conducta" res-
pecto de quien se ve forzado a escoger entre mentir y condenarse a sí
mismo. Además, las leyes de procedimiento eximen expresamente de
la obligación de declarar a ciertas personas, en general o con relación a
determinados hechos (Código de Procedimiento Civil, Art. 360; Código
de Procedimiento Penal, Art. 201). La Comisión Redactora dejó también
expreso testimonio de su parecer contrario a la punibilidad de los que
declaran en causa propia (sesión 45), entendiéndose por "causa pro-
pia" no sólo aquella en que se es parte formalmente, sino en general
aquella en que el testigo se ve personalmente afectado o comprometi-
do por la pregunta.
Dentro de los testigos, CARRARA distingue 1 entre los instrumenta-
les y los ordinarios. Son instrumentales los llamados expresamente a
asistir a un acto solemne para certificar y completar la fuerza probatoria
externa del mismo, y ordinarios los que, informados accidentalmente
de cualquier hecho, son llamados a narrar lo que saben de él. Sola-
mente los testigos llamados ordinarios son sujetos activos de falso testi-
monio; los instrumentales en realidad no prestan un testimonio, sino
que cumplen un requisito o solemnidad, generalmente para preconsti-
tuir prueba. Si el documento al que concurren deja testimonio de una
falsedad, podrá cometerse otra infracción, pero no falso testimonio (ge-
neralmente, alguna forma de estafa o falsedad documental en calidad
de coautores o cómplices).
En cuanto a la acción misma de prestar falso testimonio, la doctrina
se orienta en dos posiciones diversas. Para unos, la esencia del delito
radica en faltar a la verdad; para otros, en faltar al juramento. En la
práctica, por lo general se faltará a las dos cosas, pero hay algunos tes-

1
CARRARA, Programa, § 944.

188
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

tigos que no declaran bajo juramento, y hay, por otra parte, ciertas de-
claraciones juramentadas que no constituyen testimonio, respecto de los
cuales surgiría la duda. Entre nosotros, el punto parece estar resuelto
merced al desdoblamiento del delito en dos formas: el falso testimonio
y el perjurio. El primero consiste esencialmente en faltar a la verdad
cuando se declara como testigo; el segundo, en faltar a la verdad cuan-
do se declara bajo juramento, pero no en calidad de testigo. Ya hemos
visto cómo la Comisión Redactora dejó expresa constancia (sesión 45)
de que en los preceptos relativos al falso testimonio se entendía san-
cionar también a los testigos que por diversas razones no estaban obli-
gados a declarar bajo juramento y, al mismo tiempo, se dijo excluir de
estas disposiciones a los que deponen en causa propia, aunque lo hagan
bajo juramento. De este modo, dentro del delito de falso testimonio pro-
piamente tal, el núcleo del delito consiste en faltar a la verdad cuando se
declara como testigo, sea que ello se haga bajo juramento o no.
La tipicidad de este delito aparece todavía precisada por la exigen-
cia de los siguientes extremos:
a) Validez formal del testimonio. Ello significa que debe prestar-
se ante la autoridad competente y con las formalidades del caso (ante
juez o ministro de fe). Si se prescinde de las formalidades que la ley
exige, el testimonio será de todos modos nulo, y aunque se haya afir-
mado una falsedad, no constituirá este delito. De este modo, si la ley
exige (como ocurre de ordinario) que se juramente al testigo, y tal prác-
tica se omite, no habrá falso testimonio. Pero ello no significa que la
esencia del delito radique en la falta al juramento, sino que el juramen-
to se presenta como un requisito de validez formal del testimonio, para
que jurídicamente pueda ser tenido por tal, sea verdadero o falso.
b) Materia sustancial. No es preciso que la declaración falsa cause
perjuicio o beneficio, ni que pueda causarlo. Bastará, como señala so-
LER, 1 que la declaración pueda contribuir, positiva o negativamente, a la
formación del juicio del juez. Por lo tanto, será requisito necesario que
la falsedad recaiga sobre extremos sustanciales de la declaración, sobre
aquellos que constituyen esencialmente su contenido. 2 Es el mismo cri-
terio presente en materia de falsedades documentales: sólo la falsedad
que altere o varíe el sentido de lo afirmado puede tener relevancia pe-
nal. En cuanto a la declaración que recae sobre las circunstancias gene-
rales de identificación del testigo (identidad, profesión, domicilio, etc.),
estimamos que ella no es susceptible de constituir falso testimonio, ya

1 SOLER, op. cit., V, p. 261.


2 Conf. LABATIIT, op. cit., 11, p. 110.

189
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

que al respecto la declaración del propio testigo no hace prueba, y en


esta parte declarará sobre hechos propios. 1
e) Hechos externos y específicos. Esto significa que el testigo co-
meterá falso testimonio cuando declare sobre hechos que ha percibido,
según la expresión de la ley, "de ciencia propia", es decir, "por sus pro-
pios sentidos" (Código de Procedimiento Civil, Arts. 383 y 357 N° 4; Có-
digo de Procedimiento Penal, Arts. 459 y 460 No 13), o sobre hechos
propios relativos a la forma como le consta determinada circunstancia.
No habrá delito si el testigo expresa sus opiniones, o hace afirmaciones
de carácter jurídico y no material, o depone sobre el pensamiento aje-
no, como no sea a través de las manifestaciones externas del mismo
que él haya podido percibir. Todo ello, en virtud de que el testimonio
es medio idóneo de prueba solamente en relación con los hechos obje-
tivamente percibidos por el testigo, y no respecto de otros puntos.
En cuanto a las formas de comisión del delito, son dos las funda-
mentales: afirmar lo que es falso y negar lo que es verdadero. No basta
una discrepancia objetiva, naturalmente, entre lo afirmado y la realidad,
para constituir el delito; solamente se dará la parte objetiva del mismo.
La subjetividad está constituida por el dolo propio de todo delito; la
conciencia de la inexactitud de lo afirmado. Bastaría el dolo eventual o
duda acerca de la exactitud de lo que se afirma, siempre que a pesar
de la duda la declaración se prestara en términos categóricos. Por otra
parte, dentro de nuestro sistema procesal, el testimonio puede ser falso
aunque verse sobre un hecho intrínsecamente verdadero. En efecto, los
testigos deben, entre nosotros, "dar razón de sus dichos", esto es, ex-
plicar cómo y por qué les consta el hecho que aseveran. De este modo,
el testigo puede aseverar un hecho que sea cierto, pero cometer falso
testimonio al dar razón de sus dichos, v. gr., si afirma que el hecho le
consta por haberlo presenciado, si en realidad no estaba presente cuando
ocurrió. De este modo, para apreciar la existencia de un falso testimo-
nio es preciso atender a la totalidad de la declaración, esto es, al hecho
mismo que el testigo asevera y a las razones que da para fundamentar
su aseveración.
En opinión de LABATUT, 2 no comete delito el testigo reticente que
afirma desconocer un hecho que en realidad conoce, pues en tal caso
su declaración sería inoperante como medio probatorio. CUELLO CALON,
citando jurisprudencia española, 3 estima lo contrario, y cree que cons-

1 CUELLO CALON, op. cit., 11, p. 280, notas 1 y 2.


2
LABATUT, op. cit., 11, p. 110.
3 CUELLO CALON, op. cit., 11, p. 280.

190
DEUTOS CONfRA LA FE PUBUCA Y DE FALSEDAD

tituye falso testimonio (las reticencias parciales constituirían otra figu-


ra dentro de la ley española). QUINTANO RIPOLLES 1 opina lo mismo. Cree-
mos que estos últimos autores tienen razón, ya que no se divisa
diferencia esencial entre la mentira positiva y la negativa: la coopera-
ción que el particular debe prestar a la administración de justicia con-
siste en decir la verdad, y tanto se falta a ella cuando se afirma algo
falso como cuando se niega algo verdadero (se afirma "no saber nada"
acerca de un punto que en verdad le consta al testigo). En cambio,
tiene razón SOLER cuando sostiene 2 que no debe confundirse esta for-
ma de falso testimonio con la desobediencia: tal sería el caso del que
se niega a concurrir a declarar, o que, habiendo concurrido, rehúsa
prestar declaración en ningún sentido, sin hacer afirmación alguna. Es-
tos casos, que en otras legislaciones están reprimidos específicamente
como desobediencias o desacatos, entre nosotros son sometidos a un
régimen de apremios personales (Art. 380 del Código de Procedimien-
to Civil y Art. 190 del Código de Procedimiento Penal). Estas últimas
disposiciones hacen mención a la eventual "responsabilidad penal" del
testigo rebelde o renuente, pero como no establecen específicamente
una incriminación, en verdad la conducta resulta atípica, pues no po-
dría extremarse la construcción del delito de falso testimonio hasta el
punto de comprender estos casos, que claramente responden a una
objetividad distinta.
En cuanto a la consumación del delito, ella se identifica con la con-
sumación del testimonio mismo, esto es, se produce cuando la declara-
ción ha sido terminada, suscrita por el juez o ministro de fe y el
declarante, y autorizada por el secretario. La posterior retractación, que
en otras legislaciones está expresamente contemplada, no tiene la vir-
tud de hacer desaparecer el delito. Así lo estima también GROIZARD,3
aunque cree que podría existir una atenuante en este caso. Entre noso-
tros, de ordinario será admisible la atenuante de procurar con celo la
reparación del mal causado o de impedir sus ulteriores perniciosas con-
secuencias. Tampoco tiene influencia sobre la consumación el efecto
que en definitiva tenga el falso testimonio sobre la sentencia que se
pronuncie, ya que la penalidad del delito sólo atiende al sentido en que
la declaración se prestó, y no al efecto que produjo. Eso sí que si la
declaración falsa no ha alcanzado a terminarse (caso en que regular-
mente habrá tentativa o frustración), podría verse un acto impune si ello

1
QUINTANO RIPOLLES, Compendio, ll, p. 139, nota 8.
2 SOLER, op. cit., V, p. 228.
3 GROIZARD, op. cit., lll, p. 993.

191
DELITOS CONI'RA LOS INTERESES SOCIALES

se debiera a voluntaria retractación, ya que en tal evento existiría una


tentativa abandonada o desistida. 1
Para la penalidad del falso testimonio es preciso distinguir la natu-
raleza del acto judicial en que se presta y el sentido de la declaración.
La ley considera separadamente el falso testimonio que se presta en
juicio criminal, el que se presta en juicio civil y el que se presta en
asunto no contencioso. En materia criminal, el tenor original del Có-
digo obliga, en los Arts. 206 y 207, a distinguir si se presta a favor o
en contra del inculpado, y en ambas situaciones, a si el juicio versa
sobre crimen, simple delito o falta. Si el testimonio se ha prestado con-
tra el acusado y a consecuencia del mismo se ha impuesto a éste una
pena superior a la que corresponde al falso testimonio, al autor de
éste se impondrá la misma pena que se hubiere impuesto al acusado,
salvo que esta pena hubiere sido la de muerte, caso en que al testigo
falso se le impondrá la de presidio perpetuo (Art. 208). PACHEC0 2 aplau-
de este criterio taliona! del Código Español, donde ni siquiera se con-
signaba esta última excepción. En materia civil sólo se gradúa la
penalidad atendiendo a la cuantía del juicio: si es de cuatro sueldos
vitales o más, o si no excede de dicha cantidad (Art. 209). Por fin, en
materia no contenciosa la pena es única y no se hacen distinciones
(Art. 2210)
Las leyes 19.047, 19.114 y 19.158 dispusieron el reemplazo, en to-
dos los preceptos legales, de las expresiones "reo", "auto de reo", "en-
cargatoria de reo", etc. por las expresiones "procesado", y "auto de
procesamiento" cuando la ley se refiere a un inculpado sometido a pro-
ceso y aún no sobreseído, absuelto o condenado. En las demás situa-
ciones, la voz "reo" habría de sustituirse por las de "inculpado",
"condenado", "demandado" o "ejecutado", o incluso mantenerse, según
correspondiere. Dada la estructura del procedimiento penal vigente a la
fecha de esta edición, será muy frecuente que las deposiciones falsas
se presten durante la etapa inquisitiva del sumario, y antes de que se
haya dictado auto de procesamiento. En ediciones anteriores de esta
obra, explicábamos que en los artículos 206 y 207 la palabra "reo" no
estaba empleada en su sentido técnico riguroso, como equivalente de
"procesado", sino que comprendía también a los simples inculpados.
Pero al efectuar la sustitución, las ediciones oficiales del Código Penal
han sustituido la expresión "reo" por "procesado", lo que a nuestro jui-

1
Véase al respecto Parte General, Tomo 11, p. 63.
2
PACHECO, op. cit., 11, p. 333.

192
DELITOS CONlRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

do es un error: los artículos comprenden tanto a los inculpados, como


a los procesados, como a los acusados. 1
Algunas veces la declaración será prestada a favor de un inculpado o
procesado y en contra de otro. ¿Cómo debe penarse este caso? Opina-
mos que por el principio de consunción, la forma más grave de falso
testimonio (contra un inculpado) puede absorber el desvalor delictivo de
la forma menos grave (a favor de otro), pero no podría darse la situación
inversa, ni menos pensarse en condenar por dos delitos de falso testimo-
nio. También es posible que una misma declaración, respecto del mismo
inculpado, le sea en parte desfavorable y en parte favorable. En tal caso,
es preciso esclarecer previamente si alguna de tales partes es verdadera y
la otra es falsa, caso en que únicamente esta última (favorable o desfavo-
rable) es punible. Si ambas partes son falsas, volvemos a aplicar el princi-
pio de consunción, y consideramos que el desvalor delictivo de la parte
desfavorable (más grave) absorbe al de la parte favorable, pero no es líci-
to suponer lo contrario. Por fm, si es absolutamente imposible determinar
si la declaración, aunque se sepa que es falsa, viene a favorecer o a perju-
dicar al inculpado, el hecho resulta impune, pues la ley no prevé este
caso, y no podría crearse una figura delictiva y su correspondiente pena,
por analogía, quebrantando el principio de la reserva (nullum crimen).

PERJURIO

De este delito se ocupa tan sólo el Art. 210, que sanciona al que ante la
autoridad o sus agentes perjurare. En su sentido natural y obvio, el tér-
mino "perjurar" indica jurar en falso, mentir bajo juramento. De este
modo, si el perjurio se produce ante la autoridad judicial, declarando
como testigo, surge un concurso aparente de leyes entre el falso testi-
monio y el perjurio, que se resuelve en favor del falso testimonio, tanto
por especialidad como por consunción. El perjurio es un delito residual
o subsidiario, que comprende todos los casos en que se miente a una
autoridad bajo juramento, salvo aquellos en que se declara como testigo.
Objetivamente hablando, el perjurio presenta semejanza con el fal-
so testimonio, en el sentido de que debe faltarse a la verdad en puntos
sustanciales y en materias que le consten a la persona que declara. Ade-
más, debe prestarse juramento; el juramento debe estar establecido como

1 Véase lo dicho sobre este mismo punto a propósito del delito de sodomía, don-

de la ley emplea el circunloquio "el que se hiciere reo" del delito de sodomía. Véase
este mismo tomo, p. 74.

193
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

formalidad legal (no se trataría, v. gr., de un juramento prestado por un


particular en forma puramente voluntaria, para reforzar su afirmación
ante la autoridad), y debe prestarse ante la autoridad o sus agentes, o
sea, ante los funcionarios competentes según la ley para recibir el jura-
mento y la declaración correspondientes.
El juramento consiste en afirmar una cosa poniendo como testigo a
Dios. Específicamente, el Código de Procedimiento Civil (Art. 363) se-
ñala como formalidad del juramento la pregunta: "¿Juráis por Dios decir
verdad acerca de lo que se os va a preguntar?", seguida de la respues-
ta: "Sí, juro", cuando se trata de declaraciones testimoniales. El Art. 62
del mismo Código señala idéntica fórmula con carácter general para las
declaraciones narrativas, y añade otra para los juramentos judiciales pro-
misarios (como el de los peritos): "¿Juráis por Dios desempeñar fiel-
mente el cargo que se os confía?", seguido de: "Sí, juro". El Art. 304 del
Código Orgánico de Tribunales señala otra fórmula para el juramento
que deben prestar los jueces al ser instalados en sus cargos: ¿Juráis por
Dios Nuestro Señor y por estos Santos Evangelios que, en el ejercicio
de vuestro Ministerio, guardaréis la Constitución y las leyes de la Repú-
blica?; "Sí, juro"; "Sí así lo hiciéreis, Dios os ayude, y si no, os lo de-
mande". No existe una fórmula general de juramento para los demás
casos en que la ley exige que se preste en determinadas circunstancias.
De ordinario se emplea una fórmula semejante a la que existe en mate-
ria testimonial, pero se admiten incluso declaraciones juradas por escri-
to, en las que simplemente se expresa: "Declaro bajo juramento" o
fórmulas parecidas.
Pese a la naturaleza del juramento, no debe verse en la sanción del
perjurio una reminiscencia de los delitos contra la religión, como la blas-
femia, ni la supervivencia de un prejuicio ideológico. Tampoco debe
verse en la exigencia de juramento una forma de violentar la concien-
cia de los no creyentes. La finalidad del juramento y la sanción del per-
jurio son diversas en la actualidad. La función del juramento es la de
una formalidad especialmente solemne para hacer objetivamente apre-
ciable el momento a partir del cual la persona que presta declaraciones
se encuentra en la obligación jurídica de decir la verdad, la que de or-
dinario no existe, según se ha hecho presente varias veces. Facilita, en
consecuencia, la tarea de quienes deben sancionar la infracción a este
deber, y facilita el cumplimiento del mismo a quienes se encuentran
sometidos a él. Es particularmente acertado SOLER a este respecto, cuando
manifiesta que la sanción de estos delitos no deriva de la concepción
religiosa del juramento, sino "de la necesidad de que medie una formal
advertencia para el declarante en el sentido de que las manifestaciones
que haga durante un acto determinado deben ser especialmente cuida-

194
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

dosas, porque pueden acarrear!e graves consecuencias", especialmente


si se trata de actuaciones administrativas, menos solemnes que las judi-
ciales. Es verdad que la misma finalidad podría conseguirse mediante
otras fórmulas convencionales, o aun mediante fórmulas cabalísticas o
ininteligibles, pero se ha conservado la fórmula de la invocación a la
Divinidad, en parte por razones tradicionales, y en parte porque no es
posible desconocer que siendo la fe religiosa un hecho social muy ex-
tendido, el empleo de la fórmula tradicional tiene el efecto de añadir al
imperativo jurídico de decir la verdad, la conciencia religiosa de la mis-
ma obligación, favoreciendo así, en el caso de los creyentes, las finali-
dades de la ley.
Ahora bien, el juramento puede ser de dos clases. Puede ser decla-
rativo, cuando se presta para testimoniar la verdad de hechos presentes
o pasados que se afirman o niegan. Y puede ser promisorio, cuando
versa sobre la conducta futura de quien lo presta, en el sentido de com-
prometerse a hacer o no hacer algo. De esta última especie son por lo
general los juramentos que prestan los miembros de los tres poderes
del Estado (Presidente de la República, Ministros de Estado, Senadores
y Diputados, magistrados judiciales) y otros funcionarios al asumir sus
cargos, con respecto al futuro desempeño de los mismos. Aunque la
Comisión Redactora parece haber tenido en vista ambas especies de ju-
ramento (sesión 45, en la que se habla de "declaraciones o compromi-
sos"), estimamos que el juramento que da origen al perjurio es solamente
el declarativo, que versa sobre hechos sabidos (presentes o pasados)
que se alteran. La infracción del juramento promisorio es sólo el incum-
plimiento de un compromiso, no una mentira. El juramento de los fun-
cionarios tiene sólo el valor admonitorio que le presta la fe de la persona
que lo formula. De otro modo, toda infracción sustancial de los debe-
res funcionarios, además del delito específico que constituyera (preva-
ricación, v. gr.) debería sancionarse a título de perjurio. Sin embargo,
hay algunos casos en que los juramentos de los funcionarios son decla-
rativos, como los que versan sobre la ausencia de inhabilidades que los
afecten, que algunas leyes exigen en ciertos casos. En cuanto a los tes-
tigos llamados instrumentales, que concurren a un acto para solemni-
zado, a menudo no formulan juramento de ninguna clase, como los
testigos de las escrituras públicas. Otras veces, sin embargo, declaran
bajo juramento sobre ciertas circunstancias, como los testigos de infor-
mación matrimonial, que deponen sobre la ausencia de impedimentos
de los contrayentes (Ley de Matrimonio Civil, Art. 12). En caso de false-
dad, dichos testigos incurrirían en perjurio.
En los demás aspectos, los problemas suscitados por el delito de
perjurio son sustancialmente idénticos a los del falso testimonio, y de-

195
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

ben resolverse en la misma forma. No es, empero, exacto afirmar que


"no hay perjurio en causa propia", ya que hay numerosos casos en que
la ley obliga a declarar bajo juramento precisamente con referencia a
hechos propios, y en tal caso debe estimarse que si se impone la obli-
gación, debe tener también vigencia la sanción correspondiente cuan-
do ella es infringida. 1

PRESENTACIÓN DE PRUEBAS FALSAS

El Art. 212 sanciona al que a sabiendas presentare en juicio criminal o


civil testigos o documentos falsos. En verdad, entregada a las reglas ge-
nerales esta conducta sería sancionable como uso malicioso de docu-
mento falso, o bien como coautoría de falso testimonio. Empero, no ha
sido superflua la creación de esta figura autónoma y separada, con ca-
rácter más amplio, pues a veces las reglas generales no serían suficien-
tes para sancionar todos los casos (v. gr., si el testigo falso no ha sido
forzado o inducido por la parte, sino que presta declaración en forma
espontánea y voluntaria). Dentro de esta figura se incluye un caso que
generalmente las legislaciones contemplan específicamente por separa-
do: el soborno de testigo, que no es sino una forma particular de in-
ducción al falso testimonio. De todos modos, las reglas generales
continúan subsistentes para sancionar a los coautores de falso testimo-
nio o de falsedad documental, en su caso, si no caen bajo las disposi-
ciones de este artículo.
Por lo que toca a los documentos falsos, ya hemos señalado que el
Art. 212 es especial con relación a los Arts. 196 y 198, ya que no es más
que una forma muy particular de documento falso. Debe repetirse aquí
lo ya dicho en relación con aquellas disposiciones, en el sentido de que
esta pena se impone cuando el autor de la presentación de documen-
tos falsos no es el propio autor de la falsedad, pues respecto de éste se
trata de una conducta de agotamiento, no punible por separado. Sin
embargo, en materia de documentos privados existe una diferencia im-
portante. En el Art. 198 señalamos que el uso de tales documentos, al
igual que la falsificación misma, debía producir perjuicio. En este caso,
tanto el texto del Art. 212 como su situación sistemática revelan que el
bien jurídico fundamentalmente protegido es la administración de justi-
cia, a través de la autenticidad de los medios de prueba. De este modo,
estimamos que al presentar un documento privado falso en juicio, no

1 Contra, LABATUT, op. cit., 11, p. 113.

196
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

es preciso que se produzca efectivamente un perjuicio, pero sí es nece-


sario que tenga aptitud probatoria y que sea falso precisamente en aque-
llos extremos en que la tiene. A este respecto valen los mismos criterios
que en materia de falsedad sustancial del testimonio.
¿Quién "presenta" los testigos o documentos falsos? Dada la estruc-
tura de nuestro sistema procesal, quien materialmente lo hace es la per-
sona que suscribe el escrito con que se acompañan los documentos o
en que se indican los nombres de los testigos que posteriormente pres-
tan falso testimonio. Por excepción, en los procedimientos o actuacio-
nes orales, será quien de hecho entrega los documentos o señala los
testigos. De este modo, material y objetivamente, habrá a primera vista ·
responsabilidad para el apoderado de la parte que aparece suscribien-
do tales escritos o realizando tales actuaciones. Pero en definitiva debe
determinarse su responsabilidad desde el punto de vista subjetivo, lo
que puede llevar a la responsabilidad conjunta de la parte y el aboga-
do o procurador, o solamente de éste, o únicamente de aquélla, o in-
cluso de un tercero, solo o de concierto con ambos o uno de ellos.
Debe tenerse además presente que el delito está integrado por un ele-
mento subjetivo, "a sabiendas", que exige la verificación del dolo, pres-
cindiendo de la presunción del Art. 1°.

ACUSACIÓN O DENUNCIA CALUMNIOSA

En redacción un tanto artificiosa, el Art. 211 dispone: "La acusación o


denuncia que hubiere sido declarada calumniosa por sentencia ejecuto-
riada, será castigada ... ", y distingue para los efectos de la penalidad se-
gún si ella ha versado sobre crimen, simple delito o falta. Procesalmente,
debe entenderse que el Art. 211 se refiere a la denuncia o querella, tér-
mino este último con que el Código de Procedimiento Penal (posterior
al Código Penal) designa al ejercicio de la acción penal pública por un
particular.
De este modo, el núcleo de esta figura delictiva radica en la presen-
tación, a la autoridad, de una denuncia o querella. Sobre la naturaleza,
características y formalidades de una y otra, debe estarse a lo dispuesto
en los Arts. 81 y siguientes del Código de Procedimiento Penal.
En seguida, esta denuncia o acusación debe ser calumniosa. No
existiendo una definición especial, del término, debe entenderse que él
significa "perteneciente o relativo a la calumnia", esto es, que participa
de las características de la calumnia. Esta última, según se ha señalado,
consiste en la imputación de un delito determinado, pero falso, que pue-
da actualmente perseguirse de oficio (Art. 412). Por consiguiente, la de-

197
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

nuncia o querella debería contener la imputación de un delito determi-


nado, pero falso, y que pudiera actualmente perseguirse de oficio. So-
bre la necesidad de que se impute un delito, y que éste sea determinado
y falso, no hay discusión. Pero sí la hay respecto del requisito de que
la imputación verse sobre delito "que pueda actualmente perseguirse
de oficio", lo que excluiría del ámbito de este delito la querella por una
infracción de acción privada (injurias, amenazas). LABATUT estima que
el último requisito no es exigible, y que basta con que la denuncia o
querella sea falsa, 1 fundándose en la diversidad de bienes jurídicos pro-
tegidos. En verdad, en este delito no se protege sólo el honor de las
personas, sino primordialmente la administración de justicia. Ahora bien,
ésta puede verse afectada cada vez que surge la posibilidad de dictarse
una sentencia injusta, por falsearse los hechos (lo mismo que puede
ocurrir cuando se adulteran los medios de prueba). No cabe duda de
que esta situación puede presentarse con respecto a una querella en
que falsamente se imputa a otro la comisión de un delito de acción
privada. Pero no puede decirse lo mismo con respecto a la querella o
denuncia por un delito ya penado o prescrito, a menos que la falsedad
recaiga precisamente sobre estas últimas circunstancias, puesto que si
se admite que el delito está penado o prescrito, desaparece la posibili-
dad de que se llegue a dictar una sentencia injusta, y por lo tanto sólo
habrá ofensa para el honor del afectado, pero no para la administra-
ción de justicia. En suma, estimamos que la querella o la denuncia se-
rán calumniosas cuando ellas contengan la imputación de un delito
determinado pero falso, y que se presenta como actualmente punible.
La falsedad puede consistir en la afirmación de un hecho inexis-
tente, o de una participación inexistente del afectado, o en silenciar
circunstancias que quitan al hecho su punibilidad, intrínsecamente o
con respecto al imputado. No es falsedad el error o la afirmación
inexacta acerca de la calificación jurídica de los hechos o de las cir-
cunstancias particulares de comisión, según lo dicho al tratar del deli-
to de calumnia.
La redacción poco directa de la ley ha provocado dificultades de
interpretación respecto de la exigencia de que la acusación o denun-
cia haya sido "declarada calumniosa por sentencia ejecutoriada". Se
ha interpretado a veces este precepto en el sentido de que antes de
iniciarse procedimiento por el delito de acusación o denuncia calum-
niosa es preciso que haya una declaración judicial anterior (sea dicta-
da en el mismo juicio iniciado por la querella calumniosa, o en otro

1
LABATUT, op. cit., II, p. 115.

198
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

procedimiento especial), que declare calumniosa la querella o denun-


cia y que esté ejecutoriada. En opinión de SCHWEITZER1 y de LABATUT, 2
no se trata más que de una repetición de la regla general de que no
puede imponerse ninguna pena sino en virtud de sentencia judicial
ejecutoriada. Concordamos con este pensamiento, ya que en verdad
la supuesta "declaración previa", aparte de ser completamente extraña
a todo nuestro sistema procesal penal, o sería una declaración super-
flua, carente de fuerza jurídica obligatoria, o bien haría inútil el se-
gundo juicio, donde ya no habría nada que investigar, ni que
controvertir, ni que calificar, y que sólo tendría por objeto la imposi-
ción de la pena (una especie de "juicio ejecutivo" en materia penal).
Por lo demás, no sería posible pronunciar un juicio condenatorio, de-
clarando la comisión de un delito, en una forma puramente inciden-
tal, sin ninguna de las formalidades procesales indispensables, de
investigación, discusión, acusación, defensa y prueba. Además, no se
divisa la razón que existiría para crear este régimen excepcionalísimo
con respecto a este delito y nada más que a él. En suma, estimamos
que una vez terminado por sobreseimiento o absolución el proceso a
que dio origen la denuncia o querella calumniosa, podrá iniciarse un
proceso por acusación o denuncia calumniosa contra quien la formu-
ló, en conformidad a las reglas generales. Si la sentencia es condena-
toria, una vez ejecutoriada se impondrá la pena.
No basta, eso sí, la absolución o el sobreseimiento en el primer pro-
ceso para estimar Calumniosa la denuncia O querella; es preCiSO acredi-
~ar la falsedad de la imputación (lo que ño s1empre se da por probado
en la sentencia absolutoria) y gue el querellante procedió a conciencia
de la falsedad de lo que imputaba. Todo esto, naturalmente, se acreai-
tará en el segundo proceso.
Este delito es diferente de la calumnia en su forma específica de
comisión, en algunos de sus aspectos típicos (puede referirse a la im-
putación de delitos de acción privada, según se ha hecho presente, y
también a la imputación de faltas, de acuerdo con el texto del Art. 211,
lo que no es punible en la calumnia) y en el bien jurídico a que se
refiere. Por consiguiente, no puede entendérsele comprendido en la re-
gla que declara la calumnia delito de acción privada. La acusación o
querella calumniosa es delito de acción pública.

1
SCHWEITZER, MIGUEL, El delito de acusación o denuncia calumniosa, en Revis-
ta de Ciencias Penales, Tomo III, 1937, p. 357.
2 LABATUT, op. cit., II, p. 116.

199
DELITOS CONTRA LOS INTERESES SOCIALES

EJERCICIO ILEGAL DE UNA PROFESIÓN Y USURPACIÓN DE NOMBRE

Es la última figura del título, contemplada en el párrafo 8. Se trata de


casos de falsedad netamente personal y no material. Se incluyen aquí
solamente por su eventual repercusión sobre la seguridad del tráfico
jurídico, ya que no aparecen lesionadas ni la fe pública en sentido tra-
dicional, ni la integridad de la prueba, ni la propiedad, ni la administra-
ción de justicia, que son los bienes jurídicos que se suelen mencionar
como ofendidos por los delitos de este título. Las infracciones de que
nos ocupamos han sido modificadas por la Ley 17.155, de 1969, para
adecuarlas a las circunstancias sociales modernas. Ellas son:

1. FINGIRSE AUI'ORIDAD, FUNCIONARIO PÚBUCO, O TITULAR DE UNA PROFE-


SIÓN QUE, POR DISPOSICIÓN DE LA LEY, REQUIERA TÍTULO O EL CUMPLIMIEN-
TO DE DETERMINADOS REQUISITOS, Y JUERCER ACTOS PROPIOS DE DICHOS
CARGOS o PROFESIONES. El delito consumado exige tanto el fingimiento
como el ejercicio de actos. El fingimiento es una imitación, una super-
chería sin base real. En esto se diferencia esta figura (en lo tocante a
simular autoridad o la calidad de funcionario públicó) de los delitos de
anticipación, prolongación y usurpación de funciones o atribuciones por
parte de los funcionarios públicos, en los cuales existe verdaderamente
un cargo o atribuciones que se anticipan, prolongan o usurpan; aquí
sólo hay una invención. El fingimiento, que es una imitación o remedo,
exige algo más que una afirmación; una mise en scene o apariencia ex-
terna, por simple que sea (una tarjeta, un aviso en un periódico, un
timbre, etc.). En cuanto al ejercicio de actos, la ley determinará en cada
caso cuáles son los "actos propios del cargo o autoridad" que se finge,
ya que serán distintos según cuales sean las calidades fingidas. Tam-
bién debe tenerse presente que los Arts. 439 y 440, a propósito de los
delitos de robo, asimilan a estos delitos ciertos casos en que la apropia-
ción de las especies se obtiene merced a "fingirse ministro de justicia o
funcionario público", o "simulación de autoridad". En tales casos, en
virtud de los principios de especialidad y consunción, se sancionará úni-
camente a título de robo.
El inciso segundo del Art. 213 señala que "el mero fingimiento de
esos cargos o profesiones" será sancionado como tentativa de este deli-
to, situación que ordinariamente habría también recibido esta califica-
ción según las reglas generales. No obstante, la disposición es útil, ya
que a veces será difícil probar la intención encaminada al ejercicio de
actos específicos propios de la profesión.
Debe tenerse presente que en la actualidad no es requisito el perte-
necer a un Colegio Profesional para ejercer una profesión titular. En lo

200
DELITOS CONTRA LA FE PUBLICA Y DE FALSEDAD

que respecta a la profesión médica y las de dentista, químico-farmacéu-


tico, bioquímico u otra semejante, relativas a las artes curativas, la san-
ción se encuentra en el Art. 313 a del Código Penal, entre los delitos
contra la salud pública, donde nos ocupamos de analizar su tipicidad.
El Art 3° de la Ley 18.120 sanciona la realización de ciertos actos pro-
pios de la profesión de abogado, sin serlo. El Art. 213 se aplicará a los
casos no comprendidos en las disposiciones citadas. La ley española llama
a este delito "intrusismo".

2. USURPAR EL NOMBRE DE OTRO, SIN PERJUICIO DE lA PENA QUE PUDIERE


CORRESPONDER AL USURPADOR A CONSECUENCIA DEL DAÑO QUE EN SU FAMA
O INTERESES OCASIONARE A lA PERSONA CUYO NOMBRE HA SUPLANTADO
(Art. 214). En los delitos contra el orden de las familias nos ocupamos
de la "usurpación de estado civil", que esencialmente es usurpación de
identidad. Aquí se trata de una simple usurpación de nombre, o sea, de
atribuirse y usar el nombre de otro, aunque no se trate de hacerse pa-
sar por él. Como no se exige perjuicio, y en caso de concurrir, se pena
separadamente, puede advertirse que es éste un delito de peligro abs-
tracto, contra la seguridad del tráfico jurídico. La conducta consiste en
usar el nombre de otra persona real y existente, no en usar nombre
inventado o seudónimo, 1 o el de una persona fallecida. Es curioso ano-
tar que la Comisión Redactora (sesión 45) acordó sancionar este hecho
como mera falta (lo que sin duda habría sido más acertado), y que no
hay constancia del acuerdo contrario. Es probable que RENGIFO haya
olvidado hacer la anotación correspondiente en el ejemplar de su ante-
proyecto.
El Código de Justicia Militar sanciona a quien, sin derecho, usare
uniforme, insignias, distintivos o condecoraciones correspondientes a las
Fuerzas Armadas, en tiempo de paz o de guerra (Art. 333), y el uso in-
debido de insignias, bandera o emblemas de la Cruz Roja, en tiempo
de guerra y en la zona de operaciones de una fuerza en campaña
(Art. 264).

1
LABATUT, op. cit., 11, p. 121.

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