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Carta de María

Querido hijo, querida hija: ¿cómo estás? Yo ya sé que la rutina diaria y el estrés ni siquiera te dejan
tiempo para encontrarle sentido muchas veces a las cosas cotidianas de la vida, para pararte en las
que ocurren en tu entorno y hacen que pasen inadvertidas. - No te preocupes... pase lo que pase...
siempre, siempre... El Señor está contigo ¿sabes? Esto es simplemente lo que me hizo a mi decir "sí':
aquella mañana en Galilea: solo eso, saber que el Señor estaba conmigo... Que dijera lo que dijera,
Él estaba conmigo... La verdad es que aquel día me pidió mucho, sí, pero no quiero que solo te
quedes en ese momento... pues quizás antes de ese momento existieron otros muchos a los que
también dije ese SI.

Digamos que ya estaba entrenada, digamos que ese "si" fue tan solo fue el fruto de otros muchos
anteriores que tuvieron para él la misma importancia y peso. Sí, no solo ese día se me presentó el
ángel del Señor: muchas otras veces antes en mis ratos de oración al Padre, podía sentir como, al
ponerme en su presencia, Él se hacía cercano y aprovechaba la ocasión para pedirme alguna cosa...y,
la verdad, siempre eran cosas pequeñas. actos cotidianos, cambiar una mala palabra por una
sonrisa, guardar silencio por caridad, ayudar a alguien que ni conocía o conocía demasiado, hacer el
intento de ver algo más allá de lo primero y externo, ser más valiente, ser más constante, ser mejor
persona, en definitiva, ser mas de Dios, ser más de Él.

Por eso aquel "si", de aquella mañana, me costó menos de lo que crees, pues antes hubo muchos
"sí" más chiquitos, pero igual de válidos. Ahora, déjame que te diga una cosa... para todos estos
momentos siempre seguí la misma fórmula:

—Sentirme en presencia de Dios, pues enseguida comienzas a sentir ese sentimiento o intuición de
saber y creer que Él está contigo.

— Escucharlo y ver qué necesita de mí, sea pequeño o grande, actitud o tan sólo presencia.

—Responderle, aunque sea con un "espera" o un "no". o expresarle tus dudas o miedos., porque a
Él también le vale esa respuesta.

— Y después, después, cuando te has confiado a Él, te entra una alegría que no la puedes parar, que
te contagia, que te da vida, que te da paz y que te hace recitar el "Magníficat": "Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí."

Claro está que todo esto era posible porque tenía valentía. Pero con el tiempo he descubierto que
esa valentía no dependía de mí, sino del Espíritu Santo queme empujaba.

Recuerdo el Pentecostés que viví con los primeros apóstoles en aquella casa encerrados. Estaban
muy asustados, apenados y abatidos, dándole vueltas a todo lo que les había pasado y lo que tenía
que haber ocurrido… y ese día, cuando supimos que los sacerdotes nos habían descubierto para
apresarnos… entonces recordé que:

-Con el ángel, el Espíritu Santo me hizo sentir que el Señor estaba conmigo y le di lo mejor de mí

-Con mi prima Isabel, el Espíritu Santo me hizo presentir que ella me necesitaba y me puse en
camino… y el Señor estuvo con ella.
-En Caná, el Espíritu Santo me hizo descubrir las necesidades de aquellos novios y conseguí que mi
Hijo les echara una mano, y el Señor estuvo con ellos

-Al contemplar mi Hijo en la cruz, me sentí muy sola y abatida y el Espíritu Santo me hizo descubrir
que no me quedaba sola, sino que desde ese momento me dio como hijos a toda la humanidad. Y
desde entonces el Señor está siempre con ustedes.

Y entonces nos pusimos en presencia del Señor y pedimos que su Espíritu nos confortara. En ese
momento supimos que Él estaba con nosotros y nos trajo paz. Y vimos que lo que necesitaba de
nosotros era que su Palabra llegara a los demás. Y todos le dijimos que SI, cada uno con lo que era,
de la forma que era y tenía. Y la alegría que sentimos fue tan grande que fuimos capaces de hablarles
a todos de tal forma que todos nos entendían.

Por ello, tú no te desanimes. En los momentos de dificultad y miedos piensa:

-Lo que el Señor te pide en tu momento actual y cotidiano.

-En algún momento del “Magníficat” en el que te identifiques y comunica la Buena Noticia a los
demás.

-En lo que te aleja del Señor y pídele su Espíritu Santo.

Y recuerda esto: “Despiértate…. Levántate y brilla, que llega tu Luz… sobre ti amanece el Señor” (Is
60)

Con mucho cariño.

Tu madre que te quiere,

María de Nazaret

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