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EL ARTE COLONIAL EN CHILE:

Antecedentes, sentido e influencias

Llamamos arte colonial a las diversas manifestaciones artísticas y culturales, tales como
arquitectura, pintura, imaginería, artesanía y costumbres, efectuadas en América bajo el dominio
de España durante los siglos XVI, XVII y XVIII.

La llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas inicia una de las empresas más importantes de
la historia universal. Con la conquista de los nuevos territorios, España afianzará su hegemonía
sobre este Nuevo Mundo, en el cual, desde una perspectiva histórica, se pueden distinguir las
siguientes etapas:

Siglo XVI: Época Fundacional


Siglo XVII: Período de Formación de la Nacionalidad
Siglo XVIII (1700-1780)
Neoclasicismo (1780-1830)

ANTECEDENTES
Los orígenes del arte colonial hispanoamericano son complejos. Principalmente son dos las
fuentes principales: España, parte integrante de Europa pero a la vez original en su historia y
desarrollo, y el mundo precolombino indígena. Lo que lleva a caracterizar al arte colonial como
una manifestación artística y cultura de raíz mestiza.
Con respecto a este período artístico, resulta difícil hablar de estilos, debido a la superposición y
mezcla de diversas influencias estilísticas que se dieron desde el período de la conquista. En
general, los estudiosos del tema hablan de un arte mestizo, que se puede definir también como
ecléctico, esto es, una mezcla y combinación de diversos estilos e influencias. Se logra entonces,
un producto que es una síntesis entre lo español y lo indígena.
El aporte indígena precolombino resultó ser decisivo para la posterior formación de un arte con
características propias, especialmente en los lugares donde habían, a la llegada de los
españoles, magníficas y poderosas esculturas, como en el caso de Mesoamérica con los aztecas
y en el área andina con los incas. En el territorio en donde nacerá Chile, es necesario
reconocer que las culturas que aquí se desarrollaban no habían alcanzado el grado de complejidad
de las grandes culturas precolombinas.
Desde fines del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII ya podemos hablar de un arte
colonial, en donde se cruzan las influencias hispánica-europeas y la expresividad indígena.

SENTIDO ARTÍSTICO
El arte colonial desempeñó un papel fundamental en la transmisión de la cosmovisión religiosa
española. De este modo, el arte, por medio de la imagen religiosa, se erige como un medio de
evangelización muy importante para los intereses hispánicos. Para ello la corona española envió
artistas y artesanos en su afán conquistador. También llegaron a América italianos y flamencos
reconocidos en el campo del arte en la Europa de entonces. Como ejemplo, para el caso chileno,
tenemos en el siglo XVIII la llegada a Santiago de un numeroso grupo de artistas y artesanos
jesuitas de origen húngaro y alemán (la mayoría bávaros), a cuya cabeza estaba el padre
Haymbhaussen, quienes se establecieron en los alrededores de Santiago.

INFLUENCIAS EUROPEAS
Cuando España inicia la conquista, en Europa el Renacimiento está en pleno apogeo. Y aunque en
España este estilo tiene características propias, hay algunos rasgos renacentistas que influirán en
el arte colonial americano.
Con el manierismo se inician los aportes más significativos. Su desarrollo se ubica
aproximadamente entre 1520 y 1600, enfrentándose al clasicismo y racionalismo
renacentista desde una perspectiva anticlásica, aunque es heredero indiscutible de los logros
técnicos y formales del Renacimiento. En el manierismo estos logros serán los protagonistas, lo que
derivará muchas veces en un puro alarde técnico.
Algunos rasgos de las obras manieristas son: apariencia de inestabilidad en la composición,
desequilibrio en la estructura formal (uso de perspectivas complicadas), eliminación o exageración
de la importancia del espacio, temas complejos y eruditos, refinamiento y estilización de las
formas, etc.
El Barroco es considerado por los especialistas como el último gran estilo de la historia del arte,
extendiéndose durante todo el siglo XVII y parte del XVIII. Se caracteriza por apelar a los
sentimientos, por el uso de perspectivas que tienden al infinito, por el horror al vacío ("horror
vacui"), la teatralidad y el dramatismo y sus expresiones artísticas, y el uso de formas y líneas
curvas y rebuscadas, entre otros aspectos. Visiones apoteósicas, vuelos de santos y otras criaturas
angelicales, grandes escenografías que se despliegan en el espacio impregnan toda la obra
barroca.
En el siglo XVIII, el arte Rococó, característico de esta época, se encuentra enmarcado en un
ambiente festivo: desfiles, fiestas, disfraces y juegos de artificios. En torno a los palacios de la
nobleza abundan los bailes, las comparsas, los conciertos, el teatro. Este halo de mundanidad,
ocio, descanso y festividad se verá reflejado en la arquitectura, pintura y escultura, en las que
abundan los temas mitológicos.
Hacia 1789 ocurrieron trascendentales cambios en toda Europa, lo que repercutió en las colonias
del nuevo continente, concretándose en las independencias locales a comienzos del siglo XIX. Junto
a ello aparecen nuevas visiones en el arte, surgiendo movimientos artísticos llamados
neoclasicismo y romanticismo.

ARQUITECTURA COLONIAL
En la arquitectura se existen los mejores ejemplos del arte colonial. Los cronistas cuentan que las
ciudades de Santiago y Valdivia son los primeros núcleos urbanos de Chile. La primera fase
corresponde a un campamento provisorio de quincha y barro.
Santiago del Nuevo Extremo (como se llamaba el Santiago de la época) se fundó el 12 de
febrero de 1541, como una típica ciudad con trazado cuadriculado, con la Plaza de Armas
como núcleo central y centro cívico-religioso. En torno a ella se distribuyeron solares para el
culto y la jerarquía eclesiástica, la casa de gobierno, la justicia, el cabildo, el comercio y algunos
vecinos de la alta sociedad. En las calles convergentes se ubicaron las órdenes religiosas y el restos
de los vecinos españoles.
En 1552 se funda la iglesia y convento de Santo Domingo, estableciéndose definitivamente
donde hoy se encuentra hacia 1569 o 1570.
Por su parte, en 1593 arribaron a Santiago los primeros jesuitas, y en 1597 edificaron su iglesia.
Con anterioridad, en 1553, habían llegado a Santiago los primeros religiosos franciscanos,
ubicándose definitivamente en 1556 en el actual asentamiento de la Alameda, donde iniciaron los
trabajos de construcción de la iglesia y el claustro del convento en 1572. Es el único testimonio
arquitectónico conservado del siglo XVI. Los muros están formado por bloques de granito. El plano
original era de cruz latina, formada por la nave central y dos capillas laterales. La decoración del
techo es sobria y de inspiración clasicista.
La vivienda de la ciudad es maciza volumetría, baja y extensa. El portón y el zaguán eran de
grandes proporciones. Por allí transitaban caballos y carretas, que traían los productos de las
chacras y haciendas. También en muchas fachadas se encuentra otro elemento, la columna de
ángulo hecha de piedra, ladrillo y madera.
En el siglo XVII, no hay variaciones urbanas significativas. No se fundan nuevas ciudades, aunque
sí se levantan templos y viviendas, tanto en el Norte Grande como en la Zona Cenrral y Chiloé. La
arquitectura comienza a adquirir características regionales en el uso de los materiales, en la
adecuación del medio geográfico, en el manejo de la luz, en las proporciones y en los símbolos.
Los muebles son producto de la carpintería, al igual que puertas, ventanas, postigos, rejas de
madera, pilares (utilizados como soporte y decoración). No hay vidrios y el hierro sólo se utiliza en
clavos y cerraduras.
Así nace una primera arquitectura caracterizada por la utilidad, costumbres y organización
española, pero adaptada a las exigencias locales, lo que genera espacios y formas originales. El
terremoto de 1647 marca el fin de este período inicial.
La etapa que sigue es más formal y establecida. La influencia del arte y arquitectura francesa se
hace sentir. Además, el aporte jesuita es importante en lo espiritual y material, reflejándose
principalmente en los centros urbanos, en sus grandes haciendas y misiones en Chiloé. Las
construcciones son más seguras y con sentido de permanencia. Sin embargo, siguen siendo
simples, angulares y rectilíneas.
En Chile, durante toda la colonia predomina la arquitectura de adobe aparejado y la carpintería
en madera, tanto en la casa urbana como en la arquitectura rural, con la excepción de Chiloé en
donde se utiliza sólo la madera.
Durante los siglos XVII y XVIII la vivienda de la ciudad conserva su exterior austero, con la
portada, el pilar de esquina y los aleros. En las ventanas, puertas y rejas se incorporan algunas
características barrocas. Los materiales de construcción son el barro, la paja, el adobe, la
madera y la arcilla cocida para pisos y cubiertas. La piedra y el ladrillo sólo se utilizan en
ocasiones epeciales, un ejemplo de ello es la Casa Colorada, en Santiago, que todavía se
conserva.
Urbanísticamente, se mantiene la cuadrícula, incorporando plazas y la Alameda, la que en
provincias sigue el modelo de Santiago. Aparecen las chacras en las afueras de las ciudades.
Hasta fines del siglo XVIII la arquitectura continuará sin grandes cambios en lo espacial y en lo
estructural. Las influencias del renacimiento y del barroco se localizan en la carpintería, el
trabajo del hierro y la elaboración de portadas.
En nuestro país, en comparación con el resto de América Latina, los cambios son mucho más
lentos. Sólo a fines del siglo XVIII, la corona española dotará a esta colonia con buenos edificios
oficiales.
A partir de 1780 comienza una renovación, con la llegada del arquitecto italiano Joaquín
Toesca y Ricci. Es el autor o coautor de la Catedral de Santiago, las iglesias de Santo
Domingo y la Merced, el cabildo, el hospital San Juan de Dios y los Tajamares, siendo su
mayor obra la Casa Real de Moneda.
Estos edificios se inscriben dentro del neoclasicismo imperante en Europa. Este estilo encontrará
buena acogida en nuestro medio, en donde las formas barrocas coloniales no habían tenido el
desarrollo alcanzado en el resto de algunos países de América, debido, por una parte, a que en el
territorio no existió la influencia de las grandes culturas precolombinas y, por otra, la asuteridad
obligada por guerras y terremotos.
En Chile, los movimientos telúricos han sido enormemente destructores. El mejor ejemplo de
ello es el convento de San Francisco, el único edificio del siglo XVI que ha resistido estoicamente
los continuos movimientos de tierra. La mayoría de los edificios del Chile colonial no tuvieron esa
suerte, desapareciendo debido a los terremotos de 1647 y 1730.

LA ESCULTURA COLONIAL
Las primeras imágenes artísticas occidentales en llegar a Chile fueron esculturas, las cuales eran
imágenes de bulto redondo de tópicos religiosos y tenían tres objetivos:
1) Sirvieron de talismán, utilizadas para los rituales y cultos de los colonizadores españoles.
2) Fueron imágenes que sirvieron a los misioneros como apoyo didáctico para la transmisión
de la religión.
3) Significaron referentes artísticos como iconográficos para los nuevos talleres. El
resultado de estas es la fuerza religiosa que éstas tuvieron para la población chilena, así como
también su práctico tamaño y cómodo transporte.

IMAGINERÍA
La imaginería colonial se refiere a las imágenes tridimensionales o esculpidas que se crean en
el período colonial. La forma barroca fue la más característica dentro de la imaginería colonial
hispanoamericana.
Junto con los conquistadores llegan las primeras imágenes religiosas católicas, dotadas, debido
a la época, de milagosos poderes. Aunque no siempre tienen un valor artístico, poseen un valor
testimonial histórico, que muestra la mentalidad y aspiraciones de ese tiempo. Estas imágenes son
símbolo de espiritualidad y, por lo tanto, objeto de veneración, lo que ha permitido su
supervivencia a través de la historia nacional.
Los talleres de artesanos realizaron gran variedad de imágenes, la mayoría de autores anónimos.
De técnica acabada y diversa, algunas eran de tamaño natural y complicados sistemas que daban
movimiento a brazos y piernas. Se le agregaban ojos de vidrio, pelo natural, uñas, lengua de
cuero, dientes humanos y pestañas, lo que les otorgaba un impresionante aspecto realista.
Los materiales usados fueron la madera, el barro cocido, la cera y a veces el marfil. Se
empleó la policromía brillante y tintes naturales. Por ejemplo, el rojizo característico de la
época se realizó con distintas plantas.
Las técnicas del color estaban en manos de artesanos especializados. Siguiendo con la tradición
medieval, el color empleado en la colonia es esencialmente simbólico, en relación directa con el
carácter de las imágenes, ya sean cristos, vírgenes o santos.

VÍRGENES
La primera imagen llegada a Chile fue la pequeña Virgen del Socorro, traída por don Pedro de
Valdivia. De origen napolitano, es tallada en madera y policromada. Se encuentra en el altar
mayor de la iglesia de San Francisco en Santiago. Otra imagen tallada en madera es Nuestra
Señora del Rosario, de Valdivia, que es del siglo XVII.
También se destacan la imagen de Nuestra Señora de las Nieves, conservada en la iglesia del
Sagrario de Concepción. Llegó a Chile en 1569 siendo una imagen concebida desde su creación
para ser vestida; La Virgen del Boldo, ubicada en la actualidad en el altar mayor del convento de
Monjas Trinitarias de Concepción, del tipo de las vírgenes-niña, perteneciente a la escuela española
de finales del siglo XVI.

CRISTOS
La imagen de Cristo crucificado tiene un lugar destacado en la devoción colonial. El Cristo de
Burgos, conservado en la Basílica de la Merced en Santiago, es el más antiguo. De tamaño
natural y tallado en madera, es considerado de gran calidad entre los especialistas.
El más famosos es, por cierto, el Cristo de Mayo o Señor de los Temblores, de la iglesia de
San Agustín de Santiago. Es la primera escultura colonial realizada en Chile de autor conocido, el
padre agustino Pedro de Figueroa. Es tallada en madera y policromada.

LA ESTATUARIA
Como se mencionaba anteriormente, la escultura chilena del período colonial es tallada en madera.
Tiene una gran influencia en las escuelas castellana y andaluza. Los modelos metropolitanos de
imaginería permitieron la aparición en toda América de numerosos talleres regionales, siendo de
carácter popular y artesanal.
Chile, al igual que en la arquitectura, estuvo marcado por su ubicación periférica y su
subordinación a Lima, Quito y otras ciudades del Virreinato del Perú, desarrollando la
escultura una exclusividad del modelo español. Sin embargo, un hecho importante se representa
en que las esculturas coloniales que hoy se conservan en Chile son de origen quiteño, escuela que
alcanzó su plenitud durante el siglo XVIII.

LOS JESUITAS
Un papel importante jugó la Compañía de Jesús. La llegada de los jesuitas fue un factor
importante en el aumento del arte colonial durante el siglo XVII, desarrollando talleres donde se
practicaban la pintura, la escultura, la platería, la cerámica y diversas manufacturas. Estos talleres
suministraban con su producción a la capital y a numerosas ciudades chilenas.
De este modo, se conservan esculturas de gran interés atribuidas a los jesuitas cuyos tallados
destacan por su influencia europeizante. Sin embargo, también se desarrolló la llamada
estatuaria chilota, producida en la isla Grande de Chiloé y en el archipiélago de los Chonos
por los nativos. En las maderas de esta zona se realizaron numerosas esculturas religiosas que
manifestaban cristos, vírgenes y santos.

EN EL OCASO DE LA COLONIA
Hacia fines de la Colonia aparecen los primeros escultores chilenos. Entre ellos resaltaron
Ambrosio Santelices (1734-1818), quien trabajó bajo las órdenes del arquitecto italiano Joaquín
Toesca, realizando representaciones y numerosas imágenes talladas en madera de laurel para las
iglesias de la capital, labor que mantuvo su hijo. El segundo en importancia fue Ignacio Andía y
Varela (1757-1822), quien no fue sólo artesano sino un artista completo que practicó la pintura, la
escultura y el dibujo.

LA PINTURA COLONIAL
Las primeras pinturas llegadas a Chile fueron representaciones religiosas importadas, que eran
realizadas por artistas y artesanos españoles, italianos y flamencos. Fueron transportadas
por mar desde Europa, comenzando inmediatamente a reproducirse las primeras pinturas
sudamericanas al estilo occidental, bajo la creación de talleres locales que desempeñaron el
importante papel de implantar y popularizar las corrientes artísticas europeas, imponiéndose los
estilos italianos. Desde 1650 hasta 1750 se implantó en Chile el gusto español, en especial el de la
escuela sevillana. A partir de mediados del siglo XVIII se produjo un cambio y comenzó a dejarse
sentir la influencia francesa.

INFLUENCIA ITALIANA Y FLAMENCA


Los pintores extranjeros que destacaron fueron tres italianos: el jesuita Bernardo Bitti (1548-
1610), Angelino Medoro (1576-1631) y Mateo Pérez de Alessio (1547-1616). El estilo que
estos pintores establecieron en Lima tenía como referente el manierismo italiano.
El trabajo de Angelino Medoro llegó a Chile conservándose una pintura y varias personalizadas.
La pintura firmada es La Virgen con el Niño (1602), San Francisco y Santa Clara. Se trata de
la pintura occidental más antigua conservada en Chile, con un claro estilo del Cinquecento.
Desde 1620 comenzó a notarse en el Virreinato del Perú la influencia flamenca, la cual tuvo
presencia gracias a una técnica que se mostró esencial para expresar las imágenes: el grabado.
De este modo, las imágenes en tinta fueron importantes en la culturización de América Latina,
continente falto de modelos plásticos a imitar. El grabado adquirió aún más importancia, y las
estampas se convirtieron en la principal fuente de inspiración.
La principal figura de la escuela de pintura flamenca fue Pablo Rubens (1577-1640); difusor de
las glorias de la monarquía de los Habsburgo y de la fe católica. Sus pinturas llegaron al Virreinato
del Perú y sirvieron de inspiración a los pintores locales que imitaron su estilo compositivo, su
interpretación de la figura humana y los paisajes.

LA ESCUELA ESPAÑOLA
El europeísmo de la cultura barroca, y la aceptación en la ciudad de las corrientes artísticas
italianas y flamencas facilitó la proyección de éstas en América y concretamente en Chile. Coincidió
con el gran momento de la escuela de pintura española, con residencia en Andalucía y en la ciudad
de Sevilla en particular. Al respecto destacan Zurbarán y Murillo.
En lo relativo al ingreso del modelo sevillano en Chile, este se realizó a través de los grandes
centros urbanos del Virreinato del Perú. Fue en la escuela de Cuzco donde en principio se hizo
evidente la presencia del gusto español. Es aquí donde Francisco de Zurbarán (1598-1664) va a
lograr gran influencia en los pintores criollos. Zurbarán alcanzó el éxito por la producción de series
monásticas, que posteriormente fueron realizadas para la exportación a América. En tanto,
Bartolomé Murillo (1618-1682) se destaca por su estilo colorista y costumbrista, y que también
terminó pintando parte de su producción para el mercado americano. Ambos pintores destacaran
por su influencia a partir de la segunda mitad del siglo XVII y la primera mitad del XVIII.

EL VIRREINATO DEL PERÚ Y SU INFLUENCIA


El Virreinato del Perú contaba con escuelas de considerable interés, como Quito, Cuzco o el Alto
Perú, los cuales exportaron lienzos y esculturas, que sirvieron a diversos talleres chilenos para
iniciar su propia producción.
De Quito destacó sobre todo la obra de imaginería. Esta técnica quiteña se inspiró en artesanos
españoles, de los que destacan Martínez Montañés, Alonso Cano y Pedro de Mena. La pintura
de Quito fue trascendental para los adherentes chilenos al óleo, quienes la imitaron.
Los talleres limeños contaron con numerosos escultores y talladores sevillanos que durante el
siglo XVII se establecieron en Lima. La pintura limeña, en tanto, se vio influida por artistas
italianos y por la abundante exportación de lienzos zurbaranescos.

LA VIDA Y LA CULTURA COLONIALES


LA CASA COLONIAL
Durante los siglos coloniales, en Chile se pudieron distinguir: las casas de las personas modestas,
simples ranchos de quincha y barro, sin puertas, con pisos de tierra y con escasa comodidades; las
casas de las personas de situación, bastante grandes, de fachada sencilla, con ventanas
aseguradas por gruesas y bien trabajadas rejas de fierro. Eran todas parecidas y de un sólo piso.
Se entraba por un pasadizo o zaguán que conducía a un primer patio, donde se encontraban las
caballerizas. Al fondo del patio se levantaban las habitaciones principales de la familia, como eran
los comedores y los grandes salones. Todo este conjunto recibía el nombre de cuadra.
Las habitaciones más adornadas eran las correspondientes a la cuadra, es decir, salones y
comedores; sus muros estaban cubiertos de gobelinos, espejos venecianos y cuadros religiosos.
Del techo colgaban inmensas lámparas de bronce con velas de sebo. Sillones cómodos y en un
rincón los instrumentos musicales como el arpa y el clavicordio. Eran infaltables los grandes
braseros de cobre y de bronce, los que además de calefactores, servían para calentar el agua de
los mates.
A continuación venía un segundo patio con jardín en cuyo alrededor se levantaban los dormitorios.
Finalmente la casa remataba con un tercer patio donde se encontraban la cocina y las habitaciones
de la servidumbre.

LA TERTULIAS
En la cuadra se realizaban las tertulias o reuniones de la familia y sus invitados. Las damas se
sentaban en cojines y los varones en sillas de cuero repujado. Se realizaban juegos de salón como
el "corre el anillo", "la gallinita ciega", al término de los cuales se daban prendas y las consabidas
penitencias.
Mientras los jóvenes así se entretenían, los mayores tomaban mate, o bebían mistela, ponche o
algún vinillo, mientras se comentaban los sucesos de la ciudad.
Pero sin lugar a dudas, la afición era por el canto, la música o el baile. Toda niña debía tocar el
arpa o el clavicordio y deleitar a sus invitados con algún canto o declamación. Los bailes preferidos
eral el fandango y el zapateo; más tarde se introducirán el minué y la contradanza, bailes de
origen francés.

LA COMIDA
Naturalmente la comida evolucionó a lo largo de los siglos coloniales. En una primera época
abundaron los guisos elaborados con productos más bien indígenas, acompañados de carne,
humitas, choclos y carne asada. Luego, se fueron introduciendo en la dieta los productos europeos
y los platos van variando, aunque se manifiesta el gusto por el maíz, el charquicán, la empanada y
las sopaipillas.
De este modo, se consumían también pavos, perdices, toda clase de pescados y mariscos, porotos
y lentejas, por supuesto acompañados de ají picante y de vino, chicha y mistela.
Una costumbre nacional era la del mate; dos veces al día por lo menos, era necesario cebar los
ricos mates de plata o las modestas calabazas para disfrutar de una bebida reparadora, que fue
siendo desplazada por la introducción de té y del café.

EL VESTIDO
El hombre del campo y de la ciudad usaba el poncho, una camisa tosca y anchos calzones
amarrados bajo la rodilla, medias de variados colores con polainas y zapatos de cuero, en que
remataban las espuelas generalmente de plata; cubría su cabeza con un sombrero puntiagudo de
paja o paño llamado bonete maulino. Los hombres de posición seguían la moda europea,
generalmente francesa, de la peluca empolvada, casacas bordadas con hilos de oro, chalecos
floreados, calzón corto, medias de seda y zapatos con hebillas de plata. Las mujeres seguían la
moda que dominaba entre las damas de Lima. Para ir a la iglesia llevaban un traje largo con cola y
una mantilla de encajes, con la que cubrían la cabeza y la cara.

LAS FIESTAS
Las fiestas se podrían dividir en civiles y religiosas. Las fiestas civiles más importantes se
realizaban con motivo de la ascensión al trono de un nuevo monarca, el nacimiento de un príncipe
real o bien por la llegada de un nuevo gobernador. Con tales motivos se organizaban corridas de
toros, desfiles de carros alegóricos, representaciones teatrales, bailes populares, lanzamientos de
fuegos de artificio, competencia de volantines, carreras de caballos y otras que envolvían a todos
los habitantes de la ciudad.
Las fiestas religiosas eran muy solemnes. La muerte de un rey era motivo de una gran misa a la
que asistían todas las autoridades.
La llegada de una bula papal se realizaba por el paseo del documento rodeado de sacerdotes y
cuerpos militares. Pero sin lugar a dudas, las fiestas más importantes eran las correspondientes a
Navidad, Semana Santa, Corpus Christi y el día del Patrono de la Ciudad. En la capital, el día
de Santiago era recordado con especial dedicación. En todas estas fechas se llevaban a cabo
procesiones donde alcanzaban gran realce el desfile de la cofradías o agrupaciones devotas de
algún santo. Las más lucidas eran las de los negros, por sus suntuosos vestuarios y lo peculiar de
sus santos.
LA CULTURA COLONIAL
- La literatura: Nuestro país desde muy temprano se vio favorecido por la presencia de
importantes hombres de letras. Es así como ya en el siglo XVI , surge La Araucana del poeta
español Alonso de Ercilla, y el Arauco Domado del poeta chileno nacido en Angol, Pedro Oña.
En el siglo XVII aparecieron interesantes obras literarias como La historia general del reino de
Chile; Flandes Indiano del padre Diego de Rosales; Histórica relación del reino de Chile del
padre Alonso de Ovalle; Desengaño y reparo de la guerra del reino de Chile, del capitán
español Alonso González de Nájera; El cautiverio feliz de Francisco Pineda y Bascuñán, quien en
su poema contó las aventuras que vivió entre los araucanos, luego de caer prisionero.
- La pintura y la escultura: Durante el siglo XVI no hubo en Chile un desarrollo adecuado de las
artes plásticas; habían tareas más urgentes que realizar, como era afianzar la conquista del
territorio. Sin embargo, se puede percibir algún primer intento de este arte en la construcción de la
catedral de Santiago y en la Iglesia de San Francisco, sobre todo en altares y campanarios.
En el siglo XVII, la construcción estuvo orientada especialmente a establecimientos militares y
religiosos: los altares, púlpitos, puertas de las iglesias, eran tallados a mano usando las más nobles
maderas del país. Las pinturas religiosas así como las imágenes eran traídas desde Lima, donde
pintores y escultores encontraron fama. Sin embargo, en Chile hubo en este siglo un notable
pintor: Juan Zapaca Inca, artista que pintó la vida de San Francisco y que a través de sus cuadros
con escenas de la vida del santo es posible conocer los trajes, costumbres y formas de vida de
Chile en ese siglo. Hoy se conserva parte de sus obras en el Museo de San Francisco.
Durante el siglo XVIII se mantiene en las artes plásticas la influencia de los estilos llamados
"quiteño" y "cuzqueño"; pero desde mediados del siglo llegan al país jesuitas alemanes que
influyen poderosamente en el desarrollo artístico de Chile. Estos jesuitas trabajan en los talleres
que mantenía la Compañía de Jesús en Calera de Tango; desde allí salen muebles, relojes,
campanas, cuadros, cálices, patenas e imágenes sagradas que van a embellecer el templo de la
Compañía en Santiago. Sin embargo, esta tarea se ve detenida con la expulsión de los jesuitas en
el año 1767, durante el reinado de Carlos III.
Otro aporte importante al desarrollo estético del país ocurre durante el siglo XVIII. En el año 1780
llega al país el arquitecto italiano Joaquín Toesca. Su tarea fue inmensa: terminó la construcción
de la iglesia de La Merced, de la iglesia del Hospital San Juan de Dios y del Cabildo. Pero su obra
más importante fue la construcción de la Casa de la Moneda.

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