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| FILOSOFÍA
INTRODUCCIÓN
Elisabetta di Castro
1.1 INTRODUCCIÓN
El mundo en el que vivimos exige contar con una serie de habilidades para procesar un
cúmulo de información y distinguir lo relevante de lo que no lo es; demanda que las personas
desarrollen una actitud crítica que les permita asumir una postura frente a los hechos que
ocurren a su alrededor y que sean capaces de fundamentarla racionalmente. Las sociedades
democráticas actuales reclaman cada vez mayor participación en la toma de decisiones
colectivas, lo cual requiere superar el nivel de las simples opiniones y prejuicios para arribar a
acuerdos racionales con los otros, que nos lleven a una mejor convivencia social. El mundo
del trabajo demanda personas con habilidades para resolver problemas, capaces de potenciar
los recursos disponibles y de discutir racionalmente con sus equipos de trabajo, a fin de
alcanzar acuerdos y tomar decisiones acertadas. Todas estas situaciones tienen un factor
común: contar con conocimientos de lógica y ponerlos en práctica puede hacer una diferencia
en la medida en que la lógica es una disciplina encaminada a ayudarnos a mejorar nuestros
razonamientos.
Saber lógica nos permite adquirir conciencia de cómo están formados nuestros
razonamientos, de que a veces producimos razonamientos exitosos y otras no. En este
capítulo veremos que la lógica es una ciencia en tanto es un conjunto de conocimientos
teóricos, sistemáticos y rigurosos sobre los razonamientos; pero también es un arte, en tanto
nos sirve para desarrollar habilidades y actitudes adecuadas para el razonamiento y
particularmente para la argumentación, en la cual los razonamientos están ligados a un
contexto y se producen de manera dinámica en atención a diversas finalidades.
La lógica puede dotarnos de herramientas para evaluar nuestro trabajo intelectual,
nuestras decisiones cotidianas y metas; comprender y asimilar información; extraer
conclusiones y consecuencias; fundamentar puntos de vista; detectar errores argumentativos y
resolver problemas. Al mejorar nuestra capacidad para pensar con mayor orden, claridad,
coherencia, precisión, elegancia y profundidad, se llega a pensar de manera lógica. La lógica
también nos ayuda a desarrollar actitudes para convertirnos en personas ordenadas, críticas y
disciplinadas, lo cual nos permite maximizar nuestras habilidades intelectuales.
La lógica se ha desarrollado de manera vigorosa durante más de dos mil años, y como
una ciencia formal —gracias al acercamiento de filósofos y matemáticos— ha alcanzado
mayor rigor y poder con la creación de sistemas formales axiomáticos que le han permitido
crecer en forma impresionante y ser un pilar importante para avances científicos y
tecnológicos como los que se han logrado al asociarse con las ciencias computacionales. Sin
embargo, nuestro acercamiento a la disciplina aquí no será por la vía formal, nos centraremos
en sus aspectos con mayor aplicación en la cotidianidad. Esta perspectiva de una lógica
aplicada tiene su base en la ciencia formal rigurosa que, gracias a estudios informales de la
argumentación, puede ofrecernos métodos concretos de aplicación en las diversas situaciones
en las que tenemos que generar o analizar argumentos (contextos argumentativos). Esto nos
muestra que la lógica no es exclusiva del ámbito académico o profesional, sino que también
tiene posibilidades de aplicación en la vida diaria, por ejemplo, al ver una película o una obra
de arte; al asumir una postura frente a lo que se escucha en la calle o en la radio, lo que se ve
en la televisión, lo que se lee en revistas y periódicos, o frente a los acontecimientos
históricos y sociales, así como en el diálogo cotidiano con las personas, porque en todas estas
actividades se requiere la generación de puntos de vista y de su justificación argumentativa.
La lógica puede repercutir positivamente en la vida de cada persona al enriquecer y
perfeccionar sus ideas, al mismo tiempo que la hace más crítica, porque estará más abierta a
analizar el pensamiento propio y el de los otros, y no se contentará con aceptar acríticamente
las propias creencias o las de los demás, sino que pedirá y dará razones de por qué cree lo que
cree.
1.2 EL ARGUMENTO
Cuando necesitamos justificar una opinión o una creencia para que pueda
ser aceptada o creída por alguien más, estamos en una situación en la que
debemos crear un argumento. Supongamos que nos encontramos en la
siguiente situación: a nuestro domicilio llega una multa de la Secretaría de
Hacienda, hecho que nos sorprende porque sabemos que hemos pagado
nuestras contribuciones a tiempo; y queremos defender que Si pagamos
nuestros impuestos a tiempo, entonces estamos exentos de pagar tal multa . Debemos
establecer cuál es nuestro respaldo para sostener esta idea. Las razones
podrían ir en el siguiente orden: Si pagamos nuestros impuestos a tiempo,
entonces cumplimos adecuadamente con nuestras obligaciones fiscales, y si cumplimos
adecuadamente con nuestras obligaciones fiscales, entonces estamos exentos de pagar
multas. Con base en este argumento sabemos que basta con que mostremos
a Hacienda que, en efecto, pagamos a tiempo nuestros impuestos, para
defender que estamos exentos del pago de la multa.
Generamos argumentos, en forma oral o escrita, para justificar nuestras
creencias, ideas o convicciones, y ello obedece a situaciones muy diversas,
como en el ejemplo, en lo relativo al pago de nuestros impuestos. Pero los
argumentos pueden también respaldar las acciones o decisiones que
tomemos.
El argumento es, pues, un trozo de discurso, ya sea hablado o escrito,
que se compone por enunciados que desempeñan una función informativa
en el contexto en el que es creado y uno o más de ellos ofrece un respaldo, o
al menos elementos de juicio favorable, para aceptar la verdad o la
verosimilitud de otro enunciado. A este último lo llamamos conclusión, y a
los enunciados que lo respaldan, premisas.
El fenómeno lógico relevante que se presenta en la elaboración de un
argumento es la consecuencia lógica : el paso de las premisas a la conclusión.
Lo propio de un argumento no es simplemente estar formado de
enunciados, sino que entre ellos haya una relación: las premisas dan
soporte o sustento a la conclusión. La consecuencia lógica nos da la pauta
para reconocer cuándo estamos ante argumentos adecuados y cuándo no,
pues lo deseable es tener argumentos en donde las premisas cumplen
realmente su función de dar respaldo a la conclusión. Además, reconocer
que hay maneras diversas en las que se da el paso de premisas a conclusión
nos ayuda a distinguir diferentes tipos de argumentos.
En el estudio de los argumentos destacan tres consideraciones: 1)
el contexto que se refiere a la situación en la cual se genera el argumento; 2)
el contenido, es decir, lo que se dice o se habla en cada uno de los enunciados
que componen el argumento, y 3) la estructura, que comprende los
elementos específicos que están presentes en el argumento y la manera en
la que están organizados. Hay que advertir que dentro de estas tres
consideraciones algunas son más accesibles para su estudio que otras, ello
depende de si son estables o cambiantes. Así, el contexto ofrece dificultades
para su estudio, puesto que las situaciones en las que
tenemos necesidad de generar argumentos pueden ser muy diversas y
asociarse a circunstancias sumamente específicas que incluso lleven al
estudio de un caso completamente particular. El contenido, aquello de lo
que hablamos en cada enunciado que compone al argumento, es también
cambiante e incluso contingente, en el sentido de depender de algunos
factores externos como la temporalidad, en la medida en que los hechos
tomados por verdaderos en una época pueden dejar de serlo en otra. La
consideración más estable y que se puede estudiar mejor es la estructural,
porque no está sujeta a factores externos y en ese sentido decimos que es
fija. Sin embargo, en la estructura podemos reconocer elementos que tienen
una relación estrecha con el contenido y que por ello se ubican como
“variables” y se distinguen de otros elementos propiamente lógicos,
conocidos como “constantes”, que cumplen una función en el argumento
dirigida a producir la consecuencia lógica.
Reconozcamos cada una de estas consideraciones en la situación
argumentativa que tratamos antes. Como dijimos, dentro del argumento el
enunciado que expresa la idea que se quiere defender es la conclusión y, en
el ejemplo presentado, dice:
Si pagamos nuestros impuestos a tiempo, entonces estamos exentos de pagar multa.
1. Si p entonces q
2. Si q entonces r
Por lo tanto, si p entonces r
Observemos cómo las herramientas lógicas ayudan a realizar el trabajo
intelectual de abstracción, el cual permite apreciar con claridad cuál es la
estructura que soporta al contenido del argumento. En nuestro argumento
hay tres elementos variables: en ambas premisas hay un elemento “q” que
es el que permite la transición del elemento “p” al elemento “r” presentes
en la conclusión. Esto es posible además por la presencia del elemento
lógico constante “si… entonces…” que en la lógica formal es conocido
como condicional.
Como apuntamos antes, hay también consideraciones de contenido y
contextuales dentro del estudio de un argumento, que ofrecen mayor
dificultad para ser sistematizadas. El contenido (es decir, de lo que se habla
en cada uno de los enunciados que componen el argumento) tiene que ver
con el complejo tema de la verdad; aquí entendemos la noción de verdad
de la manera más convencional: la adecuación de lo que dicen las palabras
con los hechos. El contexto (ligado a la situación en torno a la cual
generamos el argumento) tiene que ver con las circunstancias específicas
como son el lugar, el modo y la intención.
Actualmente, la complejidad del contenido y el contexto de los
argumentos es estudiada por un tipo de lógica no formal —que se apoya en
estudios de retórica y teoría de la argumentación—cuyos resultados están
en proceso de ser sistematizados para que tengan una aceptación
generalizada. En el tema siguiente, dedicado a la evaluación de
argumentos, recuperaremos estas consideraciones. Pero ahora, con lo visto
respecto a la consecuencia lógica y la estructura de los argumentos,
podemos pasar a ver los distintos tipos de argumentos.
1.3.1 Validez
Es una característica que atribuimos exclusivamente a la estructura o forma de los
argumentos deductivos . Dado que la validez es una propiedad de la estructura
de un argumento, se la atribuimos a éste como un todo; esto significa que
no podemos caracterizar como válidas a las premisas o a la conclusión de
manera aislada. La validez es una propiedad que se atribuye a un
argumento cuando el paso de sus premisas a su conclusión es necesario;
una exigencia tan fuerte como ésta sólo puede ser satisfecha por los
argumentos deductivos que, como vimos, tienen la característica de que los
elementos de su conclusión no superan lo que está contemplado en sus
premisas.
La lógica ha desarrollado instrumentos para el estudio específico de la
estructura válida de los argumentos deductivos y su forma más acabada la
encontramos en los sistemas formales, que aquí no revisaremos. Sin
embargo, existe una manera de captar intuitivamente cuándo estamos ante
un argumento deductivo válido. Sólo es necesario responder lo siguiente: Si
suponemos que las premisas de este argumento son verdaderas, ¿estamos obligados a
aceptar la verdad de la conclusión?
1.3.2 Aceptabilidad
Para evaluar la estructura de los argumentos no deductivos no se puede
exigir que cumplan con la validez, porque éstos no pueden brindar una
seguridad total en el paso de las premisas a la conclusión. En el caso de este
tipo de argumento se exige que cumpla con la aceptabilidad. Un argumento
no deductivo tendrá una estructura aceptable cuando cumpla con los
elementos de su esquema argumentativo general; por ello, para evaluar la
aceptabilidad requerimos identificar el esquema general que caracteriza al
tipo de argumento no deductivo que se desea evaluar. Con el fin de
comprender este criterio de aceptabilidad tomemos por caso el esquema
general que vimos con la inducción. Recordemos que el esquema general
de un argumento inductivo establece:
1.3.4 Verosimilitud
Si no podemos tener garantía de verdad de los enunciados de un
argumento, debemos al menos buscar que sean verosímiles, plausibles, en
el sentido de que puedan ser creídos. Cuando no se puede garantizar la
verdad de las afirmaciones, se espera que, por lo menos, se ofrezcan fuentes
confiables que respalden su probabilidad. Si se desea satisfacer este
requisito, se cuidará de que en los argumentos no se introduzcan
afirmaciones controvertibles o polémicas, sin que se cuente con suficiente
evidencia o fuentes confiables que las respalden.
El criterio de verosimilitud no es exclusivo del contenido de un
argumento; está muy relacionado también con su contexto, pues en
ocasiones la credibilidad de un enunciado exige tomar en cuenta las
circunstancias en las que fue planteado u otras consideraciones, como
certificar la confiabilidad de las fuentes o del emisor del enunciado. Pero
hay un criterio más que está ligado al contenido del argumento: la
suficiencia, aunque ésta tiene que ver exclusivamente con las premisas del
argumento.
1.3.5 Suficiencia
El criterio de suficiencia se asocia a la cantidad de información contenida en
las premisas que debe satisfacer todo el peso de la prueba para arribar a la
conclusión. Esto es, defender la conclusión de un argumento supone el reto
de que las premisas ofrezcan el desahogo de pruebas para respaldar dicha
conclusión; las premisas deben aportar toda la información requerida para
aceptarla. De esta manera, las premisas deben mostrar convincentemente
que se debe aceptar lo que se propone en la conclusión a la luz de las
evidencias aportadas por ellas.
Para comprender mejor lo que exige el cumplimiento de la suficiencia
podemos ejemplificarlo con el desarrollo de un juicio penal. En un juicio en
el que se quiere demostrar que el acusado es el homicida, decimos que la
argumentación presentada debe ser suficiente, es decir, debe ofrecer las
evidencias a partir de las cuales se comprueba de manera clara e inapelable que
el acusado es el asesino. La suficiencia corresponde al contenido de las
premisas, pero también remite al contexto en la medida en que es
importante el tema específico y las circunstancias que se estén tratando.
1.3.6 Relevancia
Una vez que tenemos claras las premisas y la conclusión podemos analizar
y, posteriormente, responder en qué radica el error de este argumento. Al
hacerlo estaremos evaluando el argumento.
Como podemos observar en el ejemplo anterior, con el argumento se
quiere mostrar que la afirmación de Luis acerca de que debemos usar
bolsas ecológicas para cuidar el medio ambiente es falsa. Pero en lugar de
ofrecer razones pertinentes para ello, lo único que se dice es que como él
vende este tipo de productos y se ve beneficiado con la compra de ellos,
entonces su afirmación es falsa; con esto realmente no se está
argumentando nada para demostrar que es falso lo que dice Luis.
Esta falacia ha sido explicada por los lógicos y se llama falacia contra la
persona circunstancial de intereses personales . Se comete cuando se afirma que la
idea de una persona es falsa porque ella la sostiene en virtud de que se ve
favorecida al tener intereses personales en el asunto. Como se puede
advertir, conocer en qué consiste una falacia permite reconocer cuando se
presenta en diferentes contextos y aun cuando se hable de diversos
contenidos. Aunque este tipo de falacias no poseen una estructura tan clara
como las falacias formales, es posible reconstruir su estructura.
1. A dice que p.
2. A se beneficia al afirmar p.
Por lo tanto, p es falsa.
Si vaciamos el contenido del argumento que estamos revisando en la
estructura anterior queda: