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COMO PENSAR LA PSICOPATOLOGIA EN LA TERAPIA


GESTALT

Por Jean Marie ROBINE

Desde hace algunos años, los terapeutas gestálticos que buscan apoyos
psicopatológicos para su trabajo son cada vez más numerosos. Esto puede comprenderse de
diversas maneras: ante todo, la Terapia Gestalt ha salido de la práctica de grupo y, además,
son cada vez más los terapeutas gestálticos que practican la terapia individual; en
consecuencia, la práctica gestáltica también ha salido de su carácter habitual y la verdadera
relación terapéutica, que comporta una continuidad, reclama referencias teóricas y sólidos
apoyos clínicos. Por otra parte, el contexto evoluciona, el aislacionismo o la oposición
interdiscplinar ya no están en uso: y hoy asistimos, por fin, a una compenetración de teorías y
métodos.

Enfrentados a la carencia de referencias psicopatológicas explícitas, los terapeutas


gestálticos se dirigen hacia direcciones diversas: hacia los psicoanálisis “clásicos”, “nuevos” o
“heterodoxos”, hacia Freud, naturalmente, hacia Rank, Reich, Jung, o más recientemente
hacia Ferenczi, hacia los analistas de las diferentes corrientes anglosajonas, como las que
concentran su atención sobre las relaciones objetales, sobre el self o sobre la psicología del
Yo (M. Klein, Winnicot, Kernberg, Kohut, Masterson, M. Mahler, Guntrip, etc...) y, desde
hace poco, hacia Sullivan, Fairbairn, E. Hartmann, Jacobson, Rozenfeld, Mertzer, etc., es
decir, hacia otros “teóricos” como A. Lowen o los analistas transaccionales.

Esto en el mejor de los casos, puesto que dichos autores han aportado todos
contribuciones notables al campo de la clínica y de la psicopatología. Pero algunos no dudan
en buscar sus referencias clínicas en espacios, a mi modo de ver, más inciertos, como los de la
psiquiatría pseudocientífica (DSM III, la biología de los 2 cerebros), de la mística, del
esoterismo, o también de lo transpersonal (Gudjieff, A. Desjardins, la Astrología, etc.),
espacios que representan, probablemente, una contribución para la evolución del hombre y de
las ideas, pero que se alejan del campo clínico como es el nuestro.

Me parece que ha llegado el momento de interrogarse sobre los fundamentos clínicos


y psicopatológicos que nosotros utilizamos, ya sean explícitos o implícitos.

¿Qué necesidad tenemos de referencias inutilizables o incompatibles con el campo de


nuestra práctica? La psicopatología es, ante todo, un intento de poner en orden las diversas
hipótesis que elaboramos a partir de lo que vemos y escuchamos en el diálogo individual con
nuestro paciente. Sabemos bien cómo lo que vemos está determinado tanto por nuestra mirada
y por nuestras formas de mirar, como por nuestro instrumento de comprensión y de
intervención, como por lo que el paciente es o supone ser. De lo que se trata, pues, para
nosotros es de elaborar una psicopatología que organice los hechos recogidos y las inferencias
que los acompañan en el campo de la Psicoterapia Gestalt. Esta elaboración debe, entonces,
realizarse en coherencia con la misma Terapia Gestalt, pues de otro modo llegaremos a esta
alternativa: o dicha elaboración resulta inútil, embarazosa, o bien la Terapia Gestalt se
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disuelve en beneficio de una práctica que deriva de las teorizaciones psicopatológicas


manejadas. Yo noto estos dos tipos de deslizamiento, y yo mismo he sido incluso cómplice en
ellos, pero el trabajo que emprendo ahora trata de evitar esta disolución.

Ahora bien, si falta una psicopatología gestáltica – si bien algunos, como I. From,
trabajan en ello desde hace mucho tiempo –, nosotros podemos constatar que esta se
encuentra potencialmente en los textos primeros de la Terapia Gestalt, en particular en el texto
Gestalt Therapy y en el mismo Yo, hambre y agresión, y una de las principales tareas
consistirá, por tanto, en hacer un intento de hacerla pasar de implícita a explícita.

Hecho esto, nos tocará examinar los numerosos trabajos que pueden haber sido
orientados hacia la misma materia en estos últimos decenios, y, como diría Goodman a
propósito de la función-yo, “identificar y alienar” lo que corresponde al “ello” de la Terapia
Gestalt, en tal situación. Es cierto que pretender desarrollarse de forma autárquica y egotista
nos conduciría a la muerte y para sobrevivir es necesario “ir hacia y tomar”; esto es, como
recordaremos, la definición misma del self gestáltico, es decir, del proceso de contacto en
acción.

Pero este “ir hacia y tomar” no puede hacerse sin discriminación. Como decía antes,
nuestras elecciones se organizan en función de nuestro instrumento de trabajo, de nuestra
teoría de la técnica y, en particular, de nuestros conceptos fundamentales, como son “la
frontera de contacto” y “la construcción y la destrucción de gestalts”, acompañadas de sus
consecuencias.

Esta tarea, que también habría que llevar en dirección de la antropología, de la


concepción del hombre latente en la Terapia Gestalt, es verdad hasta el punto es que una
psicopatología no puede fundarse solamente si no es bajo la enseña de una antropología, en
que las definiciones de la disfunción pueden elaborarse solamente teniendo en cuenta las
confrontaciones de un funcionamiento óptimo y en que una teoría del Hombre sufriente,
enfermo, puede pensarse solamente respecto de una teoría del Hombre “sano”. Esta
antropología, ya muy explícita en Perls y Goodman, ha sido objeto de publicaciones con más
frecuencia que la psicopatología; pienso en particular en Duane Schultz 1 , Marie Petit 2 ,
Stephen Tobin 3 y otros, sin contar la abundante literatura de la Psicología Humanística
Americana.

Reconozco que estoy planteándome con ardor una tarea ardua, incluso que soy
pretencioso. Soy consciente de que sobrepasa ampliamente mis posibilidades. Mi proyecto se
limita a un intento de clarificación y de plantear una interrogante en una investigación
coherente de nuestras teorías y de nuestra práctica. Un sistema cerrado está destinado a morir
rápidamente, un sistema vivo está abierto, pero sin coherencia intrínseca se romperá en
fragmentos o se hundirá.

Las páginas que siguen constituyen solamente una introducción, los prolegómenos de
esta deseada psicopatología de la Terapia Gestalt, cuya afinada y profunda elaboración será
objeto de ulteriores publicaciones.

1
Growth Psychology, Models of hearthy Personality, D. Van Nostrand Company, New York, 1977, en particular
el capítulo 7.
2
Conception de l’Homme dan la Gestalt, en “Actas del Congreso de Gestalt en lengua francesa”, París, 1983; y
Ethique de la Gestalt-Therapie, no publicado.
3
Philosophical Foundations of a Gestalt Therapist, no publicado y sin fecha.
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¿Qué es la experiencia?
La Experiencia se sitúa en la frontera entre el organismo y el entorno, la experiencia es
contacto, es funcionamiento de la frontera organismo/entorno. Esta frontera, paradójicamente,
no separa al organismo de su entorno. Según los términos propios de Perls y Goodman que
abren con estas palabras la segunda parte del libro Gestalt Therapy4, opera princeps [de la
TG], la frontera limita más bien el organismo, lo contiene y lo protege al mismo tiempo que
toca el entorno.

“En el interior de esta frontera contacto, donde tú y yo nos encontramos, dentro de esta
frontera hay otras disciplinas: está la fisiología, la anatomía, etc.; en el exterior de esta
frontera está la geografía, la sociología, etc... Pero la psicología se interesa exclusivamente y
toma parte sólo allí donde el ser y lo Otro se encuentran [...] Esta frontera de contacto existe
ciertamente y no es rígida. Es algo que siempre está en movimiento. Siempre es algo que llega
al primer plano y que luego se aleja. Pero nos encontramos siempre. Ya sea que yo te mire y
mis ojos encuentren una “imagen” y yo no pueda ver más allá, ya sea que yo entienda, sienta,
toque... siempre, en el momento en que yo encuentro al otro, hay una frontera. Hay un darse
cuenta (awareness) inmediato. Hay una experiencia”5.

Si la experiencia puede definirse como el suceso de la frontera, se trata de un


acontecimiento de contacto, y esto tanto si es una situación de acomodamiento creativo
(creador) del organismo en el entorno, como si es la repetición de una experiencia precedente
de contacto (una gestalt rígida, una situación incompleta, etc.)

Esencialmente, a partir del concepto de experiencia es como se puede elaborar el


pensamiento clínico del terapeuta gestáltico: experiencia del individuo en contacto con el
mundo, experiencia del psicoterapeuta frente al propio paciente. Esta práctica se separa
decididamente del modelo clínico tradicional que aplica un doble movimiento: movimiento de
inferencia, él tendría que confrontar este material con las configuraciones generalmente
descritas en la literatura especializada, o bien, conservadas en su memoria profesional.

En esta perspectiva, si el paciente presenta rituales es porque es obsesivo, si delira es


porque es psicótico, pero la obsesión o la psicosis son inferencias y no observaciones, son
decisiones tomadas por el experto partiendo del hecho de la observación.

Elaborar una práctica fundada sobre la “experiencia” no es, ciertamente, tranquilizador


para el joven profesional que encontraría con más gusto su seguridad en los catálogos con
contornos lo más estrictos posible. No se trata de sustituir un concepto por otro: la
“experiencia” no es la piedra angular a partir de la cual se construiría un edificio de
especulaciones; es, según la expresión de Tatossian; “una conquista que ha de renovarse
siempre” puesto que si es el punto de partida, es también búsqueda práctica y punto de
llegada. Lo que intentamos alcanzar, gracias al proceso terapéutico, es la experiencia del
sujeto, y cada sujeto nos obliga a rehacer toda la teoría psicopatológica.

La experiencia psicoterapéutica como situación de emergencia.


4
F. Perls, R. F. Heffeline, P. Goodman, Gestalt Therapy, II, 1, 1.
5
Perls, f., Finding self through Gestalt Therapy, conferencia en el marco de n ciclo del “Cooper Union Forum”
sobre el “self”, 1975; en “The Gestalt Juornal”, vol. I, núm. 1, 1978, traducido del americano por J. M. R. (hay
versión española en el Centro de Terapia y Psicología en Madrid.).
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En el libro Gestalt Therapy, Perls y Goodman proponen un cierto número de


definiciones de la experiencia neurótica. Entre éstas, yo quisiera recordar una, la que se refiere
a la “situación de emergencia”, en la medida en la que permite articular la experiencia
neurótica como también la experiencia terapéutica, no son – entiéndase bien – reductibles a
las enunciaciones que siguen.

En ciertas situaciones difíciles, llamadas situaciones de urgencia, el organismo crea y


organiza su adaptación ante la amenaza del ambiente: es cuestión de supervivencia. A medida
que se repite, la secuencia interactuante tiende a hacerse crónica y el organismo, a nivel
muscular, perceptivo, propioceptivo, motor, emocional, imaginario... elabora frente a
situaciones que presentan parámetros comunes “una respuesta como – si”, como si estuviese
todavía en juego la supervivencia. Frente a la, o a las respuestas iniciales, esta otra respuesta
se manifiesta con una baja intensidad, a causa de su cronificación y constituye lo que Perls y
Goodman llaman una “fisiología secundaria”, esto es, en cierto modo, una segunda naturaleza
que constituye una de las características de la neurosis.

En la situación terapéutica, el paciente se encuentra confrontado con otra situación de


emergencia: la que constituye la relación con este ambiente específico y la relación particular
con un terapeuta. Está tentado de acudir a los modelos obsoletos, presentes de forma crónica
en baja intensidad, para hacer frente a la amenaza fantasmagórica de su supervivencia puesta
en acto por la transferencia. Una de las tareas del terapeuta consistirá, entonces, en crear
condiciones de seguridad suficientes para elevar la intensidad de la situación de emergencia
en la clarificación; esto es, frustrar al paciente en sus respuestas fijas, y así permitir la puesta
en acto del self, proceso de ajuste creador en acción. Frente a la situación de emergencia
crónica y de baja intensidad que constituye una de las características importantes de nuestro
método: el experimento no es otra cosa que la réplica experimental de la experiencia del
sujeto en un campo distinto, en el que el terapeuta está en condiciones de variar los
parámetros con el objetivo de provocar el “darse cuenta”.

La unidad de la experiencia
Una psicoterapeuta me refería la primera sesión de una terapia que comenzaba con una
joven. La terapeuta describía cómo había sido arrastrada por un río de palabras y cómo era
difícil para ella concentrarse sobre la paciente, pararse sobre éste o aquel aspecto de lo que le
contaba, cómo las preguntas que ella podía plantear o los comentarios que introducía no
provocaban más que confusión, es decir, malestar, y enseguida eran negadas por la paciente
antes incluso de que volviera a comenzar con un discurso pluridireccional e incomprensible.

Una de mis preguntas a esta psicoterapeuta fue informarme sobre la existencia de


síntomas de tipo claustrofóbico. Por el momento, ninguna manifestación de este tipo se había
notado.

En el curso de la sesión siguiente, la paciente evocó múltiples fobias en relación con el


ambiente cerrado. En el aquí y ahora de la situación terapéutica, su experiencia manifestaba
probablemente un miedo de que su palabra fuese apresada y capturada por el terapeuta, como,
por ejemplo, en los ascensores manifestaba su miedo a quedarse encerrada.

Uno de mis pacientes, empleado de una empresa comercial y también él gravemente


claustrofóbico, me dijo que a sus 39 años había conseguido ahorrar lo suficiente como para
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poder dejar su trabajo de un día para otro y, aún así, tener asegurada su existencia y la de su
familia: él tenía necesidad, decía de no sentirse “encerrado” en su empleo.

Un psicoterapeuta habló conmigo de las dificultades encontradas con un paciente


afectado de esclerosis en placas. Yo le pedí que me precisara, en el registro biológico, esta
enfermedad. La descripción del daño en la vaina de la mielina y del proceso que se sigue de
ahí demostraba la exacta “metáfora” del proceso de contacto que este paciente establecía con
el entorno y en particular con el terapeuta durante las sesiones. En el curso de una sesión de
trabajo, mi atención se fijó sobre la respiración del paciente: constaté una imperceptible
parada precisamente antes de la expiración, como un ligero bloqueo. La continuación del
trabajo nos permitió acceder a una gestalt bloqueada, muy arcaica, del tipo “¡Todo aquello
que sale de ti es malo, tóxico, venenoso! ¡Cállate! Guárdate lo que tienes dentro, lo que
sientes, ¡es todo mierda!” Esta introyección, esta invitación a guardarse todo estaba presente
hasta en la respiración, en la duda de dejar salir el aire contenido en los pulmones...

¿Se trata verdaderamente de una metáfora? A mí me parece que no se trata de una


simple trasposición de un “lugar” experiencial a otro, de una simple transferencia, sino más
bien de una unidad de la experiencia que penetra y se manifiesta bajo diversas formas,
homólogas, en múltiples momentos de la existencia.

Cuanto más adelante van las investigaciones biológicas (en particular en materia de
biología celular), más se confirma este isomorfismo biología-experiencia, incluso cuando el
proceso permanece totalmente desconocido.

Pero esta unidad de la experiencia nos envía de nuevo a dos posibilidades que
profundizaremos ulteriormente: una toma en cuenta la globalidad del campo, la otra ignora
una parte del campo. Una estaría fundada, sobre todo, sobre una unificación de las funciones
ello y yo; la otra sobre una unificación de la función personalidad y de las funciones que
sustituyen al yo.

a) La unidad de la experiencia como gestalt bloqueada.

En alguno de los dos ejemplos citados, la unidad de la experiencia se presenta como


un “pattern” rígido. V. Siomopoulos utiliza el concepto de “object-affect gestalts” 6 para
designar esta totalidad compuesta por el suceso presente y el suceso pasado, por la primera
sensación emotiva (affect), por la imagen, por el conocimiento y por los objetos. Se trata,
pues, de una gestalt constituida por un proceso directivo, por una secuencia interactiva, por un
modo de responder de parte del organismo al entorno, que probablemente ha estado actuando,
adaptado y creativo en un momento dado y en una situación dada, pero que se ha bloqueado
para transformarse en un paradigma del sujeto, es decir, en una forma primaria, punto de
partida de renuncias múltiples.

Esta gestalt inmovilizada está en una relación de heteronomía con relación al campo.
El sujeto puede, por ejemplo, negar la vertiente ambiental del campo y expresar una respuesta
sin confrontarse verdaderamente con una solicitación externa. El entorno puede ser
igualmente excesivo en su demanda y será preciso buscar en una gama (en general
relativamente reducida) de gestalts bloqueadas aquella que se adapte más a la situación y la
6
The structure of Psychopathological Experience, V. Siomopoulos, Brumer-Mazel, New York, 1983. (Hay
versión española “La estructura de la experiencia psicopatologica”, Centro de Terapia y Psicología, Madrid)
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más económica, en otras palabras, la más homeoestática. Las respuestas que el sujeto puede
aportar, por otra parte, podrán no ser más que manifestaciones de las representaciones,
metabolizaciones de la experiencia precedente, o bien lealtad, todo aquello que en Terapia
Gestalt designamos como “función-personalidad del self”, y estas respuestas emergen en la
frontera de contacto sin haber “interesado” la función-ello (necesidades, deseos, pulsiones...)
a la manera de un reflejo condicionado. En este caso, la función-yo que asegura, en un
proceso sano, la puesta en contacto organismo/entorno a través del juego de las
identificaciones y de las alienaciones, queda suspendida, está perdida temporalmente (esto es,
no solicitada) y es remplazada por una forma patológica de experimentar la frontera que
nosotros conocemos bajo los nombres de “introyección, proyección, retroflexión,
confluencia”.

Otro modo de decirlo sería considerar el yo (la función-yo) como separada del resto de
las funciones del self.

Esta unidad de experiencia basada en las gestalts bloqueadas nos obligará a volver,
más adelante, sobre el concepto de estructura.

b) la unidad de la experiencia como gestaltung.

El self, en su funcionamiento óptimo, está en un modo medio, activo y pasivo


simultáneamente, espontáneo y comprometido en las situaciones. Es el organizador de la
gestaltung, del proceso de formación-destrucción de gestalts. La gestaltung como forma en
proceso se encuentra en oposición a la gestalt bloqueada, forma estabilizada y rígida. Aquella
indica la dinámica del contacto organismo/entorno según la cual, al aflorar y darse cuenta de
un desequilibrio en la homeótasis corporal llamado necesidad, deseo, pulsión, instinto, se va a
constituir en una forma de contacto, va a solidificarse, a recibir energía y a negociar con el
propio entorno o con el de los otros, a plasmar y a ser plasmado en un contado pleno (activo y
pasivo) y a disolverse y ser asimilado hasta encontrar su lugar en el campo de las
representaciones. Es preciso, sin embargo, recordar que la gestaltung puede partir también de
una solicitación del entorno, porque un sujeto no es empujado solamente por sus necesidades,
sino que puede también ser movido por lo que le viene pedido, por el modo en que se tiene
necesidad de él, dimensión frecuentemente descuidada por los gestálticos.

Al contrario de la unidad de la experiencia evocada más arriba en términos de gestalt


bloqueada, esta, en la gestaltung, se establece en una dimensión con una autonomía
preponderante en el sentido de que el sujeto estará permanentemente o cuanto le sea posible
consciente (aware) y confrontado con sus elecciones. La función-yo del self se identifica
plenamente con la apertura del ello y elabora las elecciones y los rechazos, se ejercita de
modo fluido en la gestión de la frontera-contacto, en la negociación de las posibilidades
ofrecidas por el ambiente, en el ajuste creativo. El contacto final, momento particular en la
dinámica de esta experiencia de contacto, expresa esta unidad de experiencia en el campo,
puesto que implica un sujeto unificado en todas sus dimensiones, en todas sus funciones,
armonizadas de la misma manera (lo que no quiere decir sometidas) con los datos
ambientales.
Podemos ver en acción esta “unidad de la experiencia como gestaltung” en ciertos
aspectos de la existencia como el juego del niño o la creación artística7, que muestran
7
Por lo demás, son estos dos tipos de experiencia los que han servido de modelo a Goodman y Perls para
construir su modelo del Self en movimiento.
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claramente cómo la experiencia de un sujeto no puede quedar encerrada en el interior del self
“individual” dotado de límites personalizados: ella se extiende al mundo y en particular a los
otros seres humanos, y nosotros nos confrontaremos, sobre otros. Por otra parte, este es el
significado del camino emprendido por W. Cahalan en su artículo titulado Una elaboración
de la teoría gestáltica de la personalidad: la experiencia del self en las relaciones sociales8.
Insiste sobre la dimensión interactiva del self y de las representaciones de uno mismo que le
están unidas.

La estructura de la experiencia.
A) ¿Qué es una estructura?

En nuestro contexto cultural, el término “estructura” tiene dos acepciones ligeramente


diferentes, como muestra Lalande en su Vocabulario técnico y crítico de la filosofía9.
a) La primera acepción designa “la disposición de las partes que forman un todo, en
oposición a sus funciones [...] En psicología indica la combinación de los elementos que
manifiesta la vida mental, considerada desde un punto de vista relativamente estático”.
b) La segunda indica un “significado especial y nuevo que se emplea para designar, en
oposición a una simple combinación de elementos, un todo formado por fenómenos
solidarios, tales que cada uno depende de los otros y puede ser lo que es solamente en y
por la relación entre ellos. Esta idea es el centro de la “teoría de las formas”, de la teoría
de la Gestalt, y especialmente de la Psicología de la Gestalt”.

Es preciso observar que el término “estructura” en alemán es, para los dos
significados, “Struktur”, mientras que cuando se utiliza en la acepción b puede ser sustituido
por el término “gestalt”. Lo mismo sucede en el inglés: en las acepciones a y b es “structure”,
mientras que cuando se utiliza exclusivamente con el significado b puede ser reemplazado por
el término “pattern”.

Piaget10 en una intervención que realizó, define la estructura en el contexto de la


definición b, más que como una disposición estática. Utiliza tres conceptos fundamentales:
totalidad, transformación, autorregulación11.

La TOTALIDAD es un concepto que proviene precisamente de la Psicología de la


Gestalt. Decir que una estructura es un todo significa que sus elementos están ligados unos en
relación con los otros y que están sometidos a leyes que confieren a esta totalidad propiedades
distintas de las propiedades de cada uno de sus elementos.

La TRANFORMACION nos aleja del estatismo de la definición a. El cambio de


forma está ligado, por una parte, a los elementos de la estructura; por otra parte, a las leyes
que regulan entre ellos las relaciones de sus elementos. Estamos aquí, de nuevo, frente a la
“gestaltung” que viene a equilibrar el carácter “fixista” de la “gestalt”.

La AUTORREGULACIÓN se refiere a la función de conservación de la estructura:


“las transformaciones inherentes a una estructura no llevan fuera de los propios límites, sino

8
En The Gestalt Journal, vol. VI, núm. 1, 1983 (hay traducción en el Centro de Terapia y Psicología, Madrid).
9
A. Lalande, vocabulaire technique et critique de la philosophie, PUF, París, 1926, 1980.
10
J. Piaget, Le Structuralisme, PUF, París, 1968, 1983.
11
J. M. Robine, Prefacio a Thérapie Familiale Structurale, de Bárbara De Frank-Lynch, ESF, París, 1986.
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que generan solamente elementos que pertenecen a la misma estructura y que conservan sus
leyes”12. La autorregulación designa, por tanto, la función homeostática, la supervivencia y la
manera, más o menos disfuncional, de acabar en un “ajuste creativo” o en la formación de
síntomas.

B) La estructura en la Terapia Gestalt.

Goodman y Perls, en el texto Gestalt Therapy, utilizan con frecuencia el concepto de


estructura, pero sin definirlo explícitamente. Sin embargo, con el fin de evitar ciertos riesgos
en el desarrollo ulterior de nuestra investigación psicopatológica, citaremos esta orientación:
“Puesto que en psicoterapia es el self el que debe destruir e integrar las partes bloqueadas, es
preciso considerar que una tipología no es un método para distinguir a las personas, sino una
estructura de la experiencia neurótica del individuo”13.

En distintos capítulos, Goodman y Perls hablan de la estructura a diferentes niveles14.


Ponemos de relieve en particular:
 la estructura del crecimiento;
 la estructura figura-fondo;
 la estructura de la escena olvidada;
 las estructuras parciales del self;
 estructuras y límites típicos (como la estructura del comportamiento, de la experiencia
neurótica)

“El contenido de una psicología formal sería la clasificación, la descripción y el


análisis exhaustivo de todas las posibles estructuras del self (esto es el contenido de la
fenomenología).

“Nosotros examinamos brevemente, siguiendo a los Autores, tres de estas estructuras


del self: el yo, el ello y la personalidad. Por diversos motivos [...] estas estructuras separadas
y parciales han sido asumidas por las teorías de la psicología patológica como si fueran la
entera función del self”15.

El self, tal como lo describen Goodman y Perls, si es el sistema de contacto y de


adaptación creativa en acción, es también una función integradora movida por las “estructuras
parciales separadas”, cuya especifidad corresponde a los modos mayores de implicación en la
situación. Los tres modos que ellos eligen para afrontarlos, habida cuenta del campo en el
cual ellos sitúan su elaboración, es decir, el campo psicoterapéutico, dejan así el puesto a la
descripción de otras “estructuras parciales” y es la estructura del conjunto la que representaría

12
J. Piaget, op. cit.
13
Perls, Hefferline, Goodman, op. cit.
La estructura del crecimiento (II, 1)
La estructura de la figura-fondo (II, 2, 8)
La estructura de una escena olvidada (II, 5, 5)
La estructura y su reevocación.
Las estructuras parciales del self (II, 10, 5)
Estructuras y líneas típicas de demarcación (II, 15)
Estructuras del comportamiento, de la experiencia neurótica (ibidem)
14
Ibidem, II, 15, 11.
15
Ibidem, II, 10, 5. ( la cursiva es mía)
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el self. El mismo self gestáltico no es más que una estructura parcial del organismo, o más
exactamente, del campo organismo/entorno, ya que está limitado por sus autores a la
descripción del proceso de ajuste creativo y no pretende en absoluto representar el conjunto
de la experiencia. Como a Isadore From16 le gustaba precisar en su enseñanza: “Acordaos que
no es el self el que acude a la terapia, sino un organismo humano en su totalidad”.

Recordemos brevemente lo que se indica en la Terapia gestalt sobre estos tres


conceptos de estructuras parciales del self. En lo que respecta a las necesidades, los instintos,
las pulsiones, los deseos, dependen fundamentalmente de la “función-ello del self”. Lo que se
refiere a las representaciones, esto es, a la experiencia precedente y al conocimiento de sí, será
designado con el concepto “función-personalidad” del self. El uso de estos dos modos de
funcionamiento del self en la actividad actual, esto es, su actualización en las elecciones y en
los rechazos, en la experiencia de contacto organismo/ambiente, será el evento del self en la
“función-yo”.

“En estos aspectos del self en un acto simple y espontáneo, el ello, el yo y la


personalidad son los estadios principales del ajuste creativo: el ello es el fondo dado que se
disuelve en varias posibilidades, cuyas excitaciones orgánicas, las situaciones incompletas del
pasado que emergen en la consciencia, el entorno vagamente percibido y los sentimientos en
estado rudimentario, unen al organismo con el entorno. El yo es la identificación y la
alienación progresiva de las posibilidades, el poder de limitar o incrementar el contacto actual,
donde está comprendido el comportamiento motor, la agresión, la orientación y la
manipulación. La personalidad es la figura creada que el self llega a ser y asimila al
organismo, uniéndola a los resultados del crecimiento precedente”17.

Pero en su intervención, Goodman y Perls desarrollaron poco el aspecto estructural del


self, probablemente porque la estructura no puede ser inferida más que a partir de lo que
puede observarse directamente, esto es, los eventos de la frontera-contacto, expresiones de
funciones de las estructuras parciales del self en uno de sus constituyentes. Estamos en
presencia de una dimensión cultural de esta teoría, que no estaba ciertamente en Piaget: en la
cultura americana, fuertemente marcada por el pensamiento de Dewey, una estructura debe
tener una cierta función y debe contribuir a la relación organismo/entorno.

Una dirección nueva para las investigaciones en una psicopatología gestáltica,


apuntará, pues, a identificar las disfunciones de los modos de experiencia ligados a las
estructuras (estructuras parciales y sistema de estructuras) del self. El psicoterapeuta hablará
entonces de:
 Disfunciones de la función-ello;
 Disfunciones de la función-personalidad;
 Separación entre estas funciones;
 Suspensión (o pérdida) de la función-yo.

Las disfunciones de la función-ello o de la función-personalidad designan disfunciones


de la estructura parcial. Las interrupciones de la función-yo, si pueden corresponder también a
las disfunciones de la estructura parcial, ponen de relieve en realidad mucho más, como la
separación de las funciones, una alteración del sistema que estas estructuras parciales

16
Isadore From es uno de los miembros del grupo que fundó la Terapia Gestalt y el Instituto de Terapia Gestalt
en New York. Fue uno de los primeros pacientes de F. S. Perls cuando éste llegó a New York. Fue él quien puso
en contacto a Paul Goodman con Perls.
17
Op. cit., II, 10, 5.
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constituyen en su mutua articulación. En efecto, y tendremos ocasión de volver sobre este


punto más ampliamente, la función-ello y la función-personalidad se pueden perturbar en
particular si falta el “darse cuenta” (awareness). Un sujeto puede perder la sensación de
hambre, pero no puede perder el hambre (disfunción de la función-ello). Puede referirse a una
visión errónea de su identidad, pero dispondrá siempre de una imagen de sí mismo, aunque
ésta pueda parecer extraña a la propia experiencia (disfunción de la función-personalidad). Al
contrario, la función-yo no puede perturbarse: está o no está. Implicada en la situación como
expresión de lo que sale fuera del ello y de la personalidad, puesta en acción de las
“identificaciones y alienaciones”, de las elecciones y de los rechazos, esta función puede
quedar suspendida en tal o tal otra situación y ser reemplazada por mecanismos patológicos
que acaban sustituyendo al yo débil.

Yo prefiero utilizar aquí, al revés que Goodman y Perls, el término “interrupción” por
analogía con epoché (griego: suspensión del juicio), para manifestar el carácter transitorio de
este modo, que el término “pérdida” no mantiene, de otra parte, hablar de “interrupción” no
tiene tantas connotaciones patológicas como hablar de “pérdida” y tendremos ocasión de ver
que, en la temporalidad de un proceso, un momento de pérdida del yo no es, ipso facto, un
momento de patología.

El proceso de la experiencia
Ya hemos visto antes que la Experiencia se manifiesta en la frontera
organismo/entorno y es la función del yo, estructura parcial del self, que asegura este proceso
de contacto en acción a través del juego de las identificaciones y de las alienaciones.

Esta frontera, definida como más fluctuante, al mismo tiempo separa y reúne el
organismo y el entorno. El hecho que emerge aquí depende de ambos, es decir, del campo: es
un evento del campo, una interacción y una “intra-acción” (si puedo permitirme este
neologismo). Es una interacción si se considera el organismo y el entorno como un todo
indisociable (la frontera reúne). El aspecto interactivo considera este evento como una
relación, como un contacto; para que exista relación o contacto es preciso que se den dos
entidades. El aspecto “intra-activo” hace referencia más precisamente a este evento en cuanto
sistema: es un evento DEL sistema, y no EN EL sistema, porque para poder hablar de un
evento EN EL sistema estaríamos constreñidos a aislar ciertas “partes” del sistema y examinar
las relaciones entre ellas. En una concepción sistémica, las partes de un sistema no están
interconectadas de manera significativa a no ser en su referencia a la totalidad.

Sin perder de vista la unidad del campo (la Terapia Gestalt es un método contextual,
decía Goodman)18, la Terapia Gestalt pretende observar el proceso de contacto en acción en el
nivel de la frontera. El contacto, recordemos, es ese “ir hacia y tomar de” que el organismo
establece para sobrevivir. Andar hacia y tomar implican que algo sucede en la frontera, ya sea
que la frontera sea atravesada en un sentido o en otro, hacia o desde el exterior. Dado el juego
de las figuras y del fondo y sabiendo que el self no puede estar plenamente comprometido
más que en una experiencia cada vez (si es necesario, con un juego muy rápido de la
modificación de las figuras), es posible epistemológicamente aislar temporalmente y con fines
descriptivos una “interacción” entre un sujeto y un objeto del campo sistémico global en el
que esta interacción debería considerarse como “intracción”, esto es, fenómeno del campo.

18
Op. cit., II, 2, 6-7.
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Estas experiencias del límite de contacto en cuanto experiencias fundamentales son


cinco:
 En la confluencia hay una disolución (o más bien, no-constitución) de la frontera,
identidad del organismo y del entorno, del sujeto y del objeto, del Yo y del Tú.
 En la introyección y en los otros procesos que se reagruparían bajo el término de
internalización, un objeto que pertenece al ambiente es “incorporado”, “internalizado”,
llevado al organismo. La frontera es atravesada desde el exterior hacia el interior.
 La proyección describe el proceso inverso, una parte del organismo se sitúa en el
entorno: expresión, exteriorización, atribución, eliminación. El paso a través de la frontera se
realiza desde el interior hacia el exterior.
 En la retrofexión una parte del organismo hace de una parte de sí mismo su propio
entorno. El proceso de frontera se inicia como una exteriorización pero retorna sobre el propio
organismo. La frontera no se atraviesa, como si fuera demasiado compacta.
 El egotismo aísla el organismo y el ambiente, o también aísla ampliamente el ello
del ambiente. Este mecanismo de frontera depende de una definición bastante particular en la
Terapia Gestalt, en la medida en que este aislamiento se utiliza alguna vez como instrumento
terapéutico privilegiado. Volveremos sobre esto.

Las combinaciones entre estos procesos fundamentales son ciertamente posibles, pero,
a mi parecer, no son más que los resultados del comportamiento, las elaboraciones
secundarias de estos procesos primarios19. Ya en 1935, F. Alexander consideraba que todas
las tendencias mentales eran combinaciones de la ingestión, de la retención y de la
eliminación20. Sin embargo, se puede considerar que es erróneo designar estos procesos como
“tendencias mentales” y sacarlos de su posición de eventos de frontera dependientes del
campo.

La frontera no es, en la Terapia Gestalt, una cualidad del individuo, sino una cualidad
del contacto actual. Es, por tanto, continuamente mudable. Hablar de estos modos
disfuncionales de la frontera de contacto en términos de “tendencias mentales” haría que estos
procesos pertenecieran solamente al sujeto considerado y justificaría, entonces, una auténtica
tipología fundada sobre lo intrapsíquico. En la Terapia Gestalt no se puede hablar del que
introyecta, del que proyecta, etc.; esto podría ser interesante, pero no es su intención hacerlo.
La Terapia Gestalt se concentra sobre el presente en la formación de la figura. Ciertamente no
se trata de desinteresarse por la experiencia del sujeto en proceso de formación de figuas y,
por tanto, empujado a “proyectar” y a “introyectar” según sus deseos (sanos o patológicos).
Pero es preciso no confundir las sedimentaciones de estas experiencias en la elaboración de
formas – tales que puedan ser asimiladas en la función – personalidad del self –, con el
proceso en acción designado por los términos: introyección, proyección, retroflexión,
confluencia y egotismo21.

La temporalidad de la experiencia.

19
Recuerdo aquí la deflexión, la proflexión, la atribución y procesos como la identificación proyectiva, o
también ciertos mecanismos de defensa del yo y del psicoanálisis.
20
The logic of Emotions and its Dynamic Background, citado por O. Fenichel, Théorie Psychanalytique des
nevroses, I, p. 18 (1945), PUF, París, 1953, 1979.
21
Se leerá con interés a este propósito el intercambio de correspondencia entre J. Latner, M. Polster y S. Croker,
publicado por The Gestalt Journal, vol. 5 núm. 2, 1982.
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La experiencia de contacto se vive en una temporalidad, en una duración. Es una


gestalt que se construye y se destruye. En esta duración de la interacción en el campo, ciertos
momentos se experimentan, fundamentalmente, en el interior de la piel, de modo invisible y
con frecuencia inconscientemente; otros están concentrados en el ambiente. Ciertas
experiencias no son funciones de contacto, por ejemplo, la regulación fisiológica que es un
sistema de adaptación de tipo conservador; otras son funciones del campo; las funciones
conservadoras se vuelven contacto cuando el self es confrontado con la gestión de la novedad
que representa la situación.

Perls y Goodman han caracterizado esta extensión de la experiencia en el tiempo a


través de cuatro fases que han llamado “pre-contacto, contacto, contacto final, post-contacto”.
Estos términos necesitan algunas observaciones.

Ante todo, representan una “subdivisión” de la experiencia que, en cuanto tal, no tiene
otro interés que proponer una posibilidad de individualización, en particular una
individualización de las disfunciones. Además, no es cierto que los términos elegidos sean los
más pertinentes ya que, por ejemplo, términos como “pre-contacto” dejan suponer que se
encuentra “antes” del contacto. Esto es verdad en parte, si se piensa en una definición del
contacto que sería “el pleno contacto” o “el contacto final”, pero conviene darse cuenta de que
esta fase es un momento del proceso de contacto y, por tanto, una forma de los contactos
posibles.

Numerosos gestálticos han retomado este proceso en términos de “ciclo” (ciclo que es
necesario llevar hasta el final para que la gestalt esté completa) y han añadido fases, han
cambiado su designación a precio de un reduccionismo, o incluso de un comportamentalismo
de la experiencia del ajuste creativo que estaba indicado en el origen. Así, el proceso descrito
en particular por el Grupo de Gestalt del Instituto de Cleveland en términos de “ciclo de la
experiencia”. Y también “ciclo de satisfacción de necesidades”, habla de las siguientes fases:
sensación, darse cuenta, energía, acción, contacto, retirada. Otros hablan de emergencia, de
inmersión, de orientación, significación, realización, etc. Estos términos tienen la ventaja de
ser más evocadores que los que Perls y Goodman escogieron, pero no representan en realidad
más que una pequeña parte de la experiencia que se despliega allí en aquel momento y se
puede, por tanto, comprender que algunos hayan necesitado construir el ciclo en 6, 7, 12... o
36 fases para poder evocar la complejidad de los fenómenos implicados.

Lo esencial de la descripción de este proceso, para Goodman y Perls, reside en


realidad en el juego dinámico entre la figura y el fondo, un estímulo de excitación: “cada
fondo se vacía de la propia energía para investirla en la figura que se forma, la cual, a su vez,
cede el paso a otra figura más neta. La energía investida para la formación de la figura
proviene de los dos polos del campo, ya sea el organismo o el entorno”22.

La secuencia, por lo tanto, está articulada así:

1.- Pre-contacto.
El cuerpo representa el fondo que da vida y energía a una figura: la sensación, la
necesidad, el deseo, el apetito, la moción pulsional, eventualmente ligada a una estimulación
del entorno. El self funciona sobre todo en la modalidad del ello, integrando algunas
informaciones de la función personalidad que dan sentido a lo que proviene del ello.

22
F. Perls – P. Goodman, II, 12, 3.
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2.- Contacto.
Este movimiento de la figura pasa ahora a segundo plano y alimentará la constitución
de una nueva figura: el entorno en sus posibilidades frente a este estímulo agudizado. “El
entorno” puede así estar limitado a una parte del cuerpo que hace de figura cuando la gestalt
que se crea es una gestalt de sufrimiento o de dolor.
En esta fase, el self opera con la deliberación de la función-yo que realiza las
elecciones y los rechazos, las identificaciones y las alienaciones, que manipula y orienta el
entorno identificándolo con lo que ha tomado forma en el pre-contacto.

3.- Contacto final.


Las posibilidades ofrecidas por el entorno, a su vez, van a enriquecer el fondo para
permitir a la “meta vital”, al “objeto” elegido, transformarse en figura que se destaca y que
está en contacto con una acción unificada y espontánea, media, esto es, activa y pasiva, donde
consciencia, percepción, sentimiento están integrados en un todo, en el nosotros “orgástico”
[sic; ¿orgásmico?] que deriva de un “Yo-Tú” precedente. El self se manifiesta en su plenitud.

4.- Post-contacto.
El “Tú”, el objeto, desaparece a su vez progresivamente en el fondo para ser integrado
y asimilado. Nada pertinente subsiste en el campo, la energía se retira y ninguna figura puede
emerger de este fondo que está experimentando el reflujo.

La atención prestada por el psicoterapeuta al desarrollo del proceso de la experiencia,


a los mecanismos que obstaculizan la formación de las formas (la gestaltung), a los conflictos
que se insertan en la dinámica de la identificación-alienación, a la aparición de las emociones
en el curso del despliegue del contacto, constituyen un instrumento importante para el
enfoque de la experiencia del paciente. La gestión de la dinámica temporal en el aquí y ahora
es, incluso, más que una simple imagen de la experiencia de la temporalidad.

La historicidad de la experiencia.
Bajo el probable influjo unido de la fenomenología y de la psicología americana, M.
Pinol Douriez23 define la experiencia como el “conjunto de los esquemas de acción y de la
sensibilidad y el conjunto de los esquemas y de las pistas de las que dispone el sujeto en un
momento dado de su historia. Este conjunto depende contemporáneamente del potencial
genético del sujeto y de sus interacciones con el ambiente. La experiencia es la historia del
sujeto, conservada por él, representada gracias a diversos sistemas de intervención y
disponible para nuevos compromisos”.

En el presente de la experiencia se convocan, pues, la historicidad del sujeto, su


génesis personal e interactiva.

No es raro encontrar entre los gestálticos un gran quid pro quo a propósito de la
atención que se debe dar al pasado y a la historia. El concepto “aquí y ahora” (introducido por
Rank, y que esto no disguste a quienes quieren encontrar en eso la originalidad de la Terapia
Gestalt). Desde el nivel de concepto operativo ha pasado al de palabra-guía, de slogan, esto

23
Bèbè agi, Bèbè actif, Le fil rouge, PUF, París, 1984.
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es, de regla a la que se somete al paciente, así como al paciente del psicoanálisis se le somete
a la regla de la libre asociación.

El aquí y ahora es una experiencia completa, actual, que mira al organismo en su


totalidad. Esta experiencia contiene, pues, el recuerdo, las experiencias precedentes, las
fantasías, las situaciones incompletas, las anticipaciones, los proyectos. El aquí y ahora es el
icono de la historia. La historia y el futuro se depositan en el instante presente y la
focalización del terapeuta –y no necesariamente del paciente– hacia el momento presente
significa que no siempre es necesario empeñarse en una indagación arqueológica, cono
preconizaba Freud, para llegar a la experiencia del sujeto. “Las primeras sensaciones emotivas
del niño son importantes no tanto porque constituyan un pasado que es preciso reencontrar
-escriben Perls y Goodman-, sino porque representan algunas de las facultades más bellas del
individuo ocultas en la vida presente: la espontaneidad, la imaginación, la precisión del darse
cuenta y de manipulación”24.

Decir que la Terapia Gestalt no se interesa por el pasado sería olvidar dos series de
hechos importantes. La primera tiene que ver con los primeros trabajos del mismo Perls, la
segunda la pertenencia fenomenológica de la Terapia Gestalt.

La ruptura de Perls con el psicoanálisis tubo lugar a partir de la consideración


psicogenética sobre la importancia que había que conceder al proceso de introyección. Perls
quiso recolocar, en la historia individual, la dinámica de la aparición de los fenómenos ligados
a la oralidad: amamantamiento, destete, desnutrición, incorporación, asimilación, expulsión,
para volver a darles el carácter básico de “resistencia”, en el sentido psicoanalítico,
contestando así la única dimensión “anal” de la resistencia. Yo, hambre y agresión modifica,
de una parte, las preocupaciones de los psicoanalistas psicodinámicos, kleinianos y post-
kleinianos, de los analistas de la relación objetal; de otra parte, también las de un Piaget en su
estructuralismo psicogenético, organizado, entre otras cosas, en torno a nociones como las de
asimilación y acomodamiento.

La temporalidad ha estado situada siempre en el corazón de la preocupación


fenomenológica. Pienso en particular en Heidegger (Ser y tiempo), pero también en clínicos
adheridos a un enfoque fenomenológico, como Minkowski (II tempo vissuto), Binswanger
(Fuga delle idee, Ellen West), por citar a los más conocidos.

Pero la noción misma de “tiempo vivido”, expresada también como temporalización


del Dasein, en el curso de la presencia, permanece estática y como pudo poner en evidencia
Tatossian25, está inserta en una fenomenología descriptiva que revela y acepta el dato sin
buscar los procesos genéticos de su constitución. Este tiempo vivido tiene sin embargo una
génesis, la génesis subjetiva, la de su constituirse en la y por la subjetividad de la experiencia.
La posición fenomenológica exige la referencia paradigmática a la experiencia como
sucesión de situaciones. Cada situación procede de una anterior (una formación de formas)
aún reconstituyendo quizá cada dato existencial fundamental como, por ejemplo, el tiempo, el
espacio, el cuerpo. Mi hipótesis sería que si cada una de las situaciones existenciales se
mostrase como estructura y como tal se viera proyectada sobre el instante, se mostraría
también como duración, como “gestaltung” en el sentido en que Prinzhorn pudo decir:
“nosotros buscamos un significado de cada forma constituida en el acto mismo de formación”

24
Op. cit., II, 8.
25
Aspects phènomenologiques du temps humain en psychiatrie, en Vepenzs, La folie, le temps, la folie, 10-18,
1979.
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dialéctica de la estructura y de su gestaltung, de la repetición y de la creación, del presente y


de la historia.

Sobre estas bases, me parece se puede tomar en consideración una psicopatología


gestáltica y deberá ser objeto de ulteriores desarrollos, con la preocupación de ser coherentes
ya sea con las tesis fundamentales de la Terapia Gestalt previamente establecidas por Perls y
Goodman, ya sea con los conceptos implícitos contenidos en ellas.

Este artículo ha sido traducido del Quaderni di Gestalt. Rivista semestrale di Psicoterapis della
Gestalt, V, núm. 8/9, enero-diciembre 1989, pp. 65-76, por María Cruz García de Enterría para el
Centro de Terapía y Psicología de Madrid, 1998.

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