Los postprocesualistas han señalado numerosos agujeros en las teorías procesuales,
como es el caso de la debilidad en la contrastación de sus hipótesis, el abuso
indiscriminado de la Teoría del Nivel Medio como herramienta universal para validar cualquier idea, el fracaso en la aplicación de la Teoría de sistemas recurriendo a parches como la «Caja negra» de Clarke,2 la falta de resultados que demuestren la supuesta superioridad de sus procedimientos (cuando no de sonados fracasos o de ideas peregrinas), el determinismo funcional, la excesiva abstracción de sus trabajos (que a menudo son meros ejercicios teóricos, basados en informaciones de segunda mano) y, sobre todo, el menosprecio del ser humano como individualidad.
La Arqueología postprocesual defiende la importancia del individuo, de cada uno de
sus actos personales así como la originalidad y singularidad de las culturas que forman («agency»: el libre albedrío o la heurística, opuestos al determinismo procesual: la capacidad de las personas o de las sociedades para tomar decisiones por propia iniciativa, en virtud de sus valores éticos y morales).