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SÍNTESIS N°4 - EL LENGUAJE Y LA PALABRA

La real academia española define el lenguaje como la capacidad de expresarse y


comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos.
El lenguaje no existe en el mundo animal, aunque se envían mensajes de cierta forma,
como una abeja cuando le hace saber a sus compañeras sobre un hallazgo de polen,
situación que no se ha podido relacionar con la concepción del lenguaje como en los
seres humanos. Con este ejemplo de las abejas se pueden identificar las diferencias de la
comunicación de los animales y el lenguaje humano:

 El uso de la voz: Los animales no usan un sonido articulado para expresarse, lo


hacen por medio de movimientos, ondas u otras formas que no están
consideradas bajo la definición de lenguaje.
 Limitaciones por las condiciones del espacio: Este tipo de comunicación en las
abejas sería imposible en el caso de que no hubiera luz, mientras que el lenguaje
no se ve afectado por esto.
 Ausencia del diálogo: En la comunicación de las abejas, es solo una abeja la cual
da el mensaje, pero no hay respuesta sobre esta comunicación por lo que no se
genera un diálogo, que es una característica fundamental del lenguaje
 Análisis del lenguaje: El lenguaje tiene también la característica de ser analizable,
permite reducir las comunicaciones a elementos identificables y distintivos,
mientras que la comunicación de las abejas no permite esto.

El autor Benveniste define la lingüística como “el intento de apresar el lenguaje y


estudiarlo como se estudian los objetos concretos. Busca transformar las palabras sueltas
en materia concreta, que es estudiada, disecada, cuyas unidades son deslindadas”. La
lingüística a diferencia de las ciencias antiguas del lenguaje como la gramática, filología o
la fonética trata de integrar todo lo que sea relacionado con el lenguaje y no solo algo
específico como la filología con el estudio de los textos.

Ferdinand Saussure padre de la Lingüística estructural dijo que “El lenguaje es una forma
no una sustancia”. La lingüística, a diferencia de otras ciencias de la naturaleza, no
estudia el objeto de inicio a fin, ésta se ocupa de una forma y no de un objeto o sustancia.
Lo que se presenta en el lenguaje es la oposición de los datos, es decir, una palabra, por
sí sola, no significa nada, pero solo toma significado cuando se opone con otra. La forma
en la que se elige cada posición de un enunciado se constituye en un sintagma para
poder hacer esto se debe aislar los elementos distintivos de un conjunto finito y establecer
las leyes de combinación de los elementos. El darles una secuencia lógica a los
elementos (teniendo en cuenta las oposiciones entre estos) del lenguaje es lo que hace
que tenga sentido. Hoy en día hay varios tipos de esta y varias maneras de practicarlas.

Por su parte Georges Gusdorf, planteó una definición contundente del hombre “el hombre
es el animal que habla”. Con el lenguaje el hombre accede a la facultad de simbolizar, es
decir, a la facultad de representar lo real por un signo y de comprender ese signo como
representación de lo real. El lenguaje es la definición de la especie humana, pues a través
de ella se construye la existencia personal. La identidad de cada uno se constituye
progresivamente desde el nacimiento al ritmo de las interacciones con su madre,
miembros de la familia, sus amigos y todos aquellos que se encuentra en el curso de su
vida.
Definitivamente, hoy en día es innegable que el lenguaje tiende a convertirse en un objeto
serio de estudio para los teóricos y en especial en la vida organizacional. El autor Omar
Aktouf expone que el habla toma importancia en su función en el ámbito laboral, debido a
que el lenguaje oral constituye un factor clave para la comprensión de situaciones y
comportamientos en el trabajo. Los lenguajes utilizados por los miembros de los
diferentes grupos coexistentes en una fábrica expresan directa o indirectamente el sentido
que ellos atribuyen a sus propios roles y funciones y a los de los demás. Todo esto tiene
una influencia directa en las relaciones con los demás y en su conducta en general. El
vocabulario del obrero denota relegamiento y el lenguaje de los dirigentes tiene como
función el establecimiento de un orden jerárquico.

En el habla de la jerarquía es visible un esfuerzo de los jefes por hablar un lenguaje


correcto, se deben expresar como hombres cultos. Se trata del "buen decir” y el "deber-
ser". Todo miembro de la jerarquía se esfuerza por usar casi siempre frases hechas que le
aseguren un parecido con la clase con la que debe identificarse. Los términos de jerga, el
"habla vulgar", que abundan en las formas de habla de los obreros, desaparecen casi
totalmente de la boca de aquel que es ascendido. Y el habla de los obreros es directa y no
busca efectos ni convenciones de estilo excepto los que se preparan a escalar la rampa
jerárquica. Esta habla está más o menos prohibida en la mayoría de las fábricas por un
postulado, según el cual los obreros que hablan son obreros no productivos, aunque su
trabajo no necesite de ninguna concentración.

La palabra y el derecho de usarla se convierte en un importante factor de la vida en la


fábrica y gira alrededor de elementos como: la carrera y el habla, una de las conductas
adoptadas por los obreros que quieren hacer carrera consiste en tomar su distancia y
parecer serios, evitando hablar con los demás. En cuanto a los supervisores se evidencia
que estos no hablan, tienen una expresión dura, mirada esquiva y aspecto de atareado;
desde el punto de vista del obrero, el buen supervisor digno de consideración y estima es,
en primer lugar, el que habla, a la par de generar confianza.

Referente a la relación de los obreros con la dirección, se evidencia una negación a


hablar y este rechazo se manifestaba en dos sentidos: no se les habla a los obreros, y no
se les da la oportunidad de hablar. El hecho es que, quienes más cosas tenían que decir
eran quienes ocupaban puestos considerados poco importantes, ellos aprovechaban la
oportunidad de comunicarse o como refiere el autor la oportunidad de "ser" mediante la
palabra. El buen puesto no existe y sólo existen puestos menos malos que otros, que
exigen un mínimo esfuerzo físico, que son libres (es decir sin medidor de tiempo, ni
tablas, ni estrechamente dependientes del de arriba o el de abajo) y principalmente que
propicien el diálogo.

En lo que concierne al papel del supervisor y el rol de la palabra, para los buenos
supervisores era fundamental el contacto verbal, era primordial en su visión lo que ellos
creían deber ser una ayuda, una protección, una persona que escucha, una presencia
alentadora, por el contrario, sus colegas opinaban que no se podía ser blandos y familiar y
evitar que se propiciase un relajamiento.

La prohibición de la palabra en las fábricas es evidente, pero se presenta un sustituto


gracias a un conjunto de signos gestuales y sonoros; los obreros entran en contacto unos
con otros, elaboran un verdadero código de sonidos y mímica que sirve para advertir,
preguntar, señalar, llamar la atención, etc., recurren también a contactos, tirándose toda
clase de objetos. Una vez que se logra llamar la atención, se brinda un gesto, etc.
La fábrica suele ser un ambiente donde está prohibido hablar salvo en situaciones
precisas y bien codificadas, cada cual hace esfuerzos por utilizar las palabras adecuadas
de acuerdo con el sitio que cree ocupar. El autor manifiesta que la empresa es el lugar
donde, tras la fachada de un acto de comunicación se practica tan sólo una forma de
monólogo. Todo lo que no es reproducción del discurso de los dirigentes es vetado solo
puede hacer eco o callarse. Por lo tanto se presenta el no diálogo y se hace referencia a
que una de la formas de dialogo que se presenta va enmarcada en una forma de la
violencia que mediante las palabras se ejerce en las fábricas, consiste en que los
miembros de la jerarquía no se dirigen a un empleado salvo cuando hay algún problema y
ello generalmente para acusar, resondrar, interrogar, convocar, advertir, etc., y los obreros
toman como mala señal el hecho que algún miembro de la jerarquía les quiera hablar.

Del silencio al desprecio hay muy poca distancia y los trabajadores catalogan como
altaneros y desdeñosos a jerarcas y directivos, y del desprecio a la indiferencia
malintencionada, incluso al odio y el rencor, hay una barrera que no es difícil traspasar,
quienes soportan este silencio llegan a traspasarla y asocian a quienes les hablan con
aquellos que los quieren. Un obrero al que se le habla es un obrero que se siente querido
por lo tanto no le quedará más opción que querer.

El problema de las relaciones verbales ha preocupado a los teóricos de la administración,


y por su parte Fayol (1979) escribió estos pasajes: “Generalmente es más sencillo y
rápido obrar oralmente que por escrito... los conflictos o malentendidos que podrían
resolverse en una conversación casi siempre empeoran por correspondencia”. “Siempre
que sea posible, las comunicaciones deben ser orales. Se gana en rapidez, claridad y
armonía”. Incluso llega a recomendar "Prohibir todas las comunicaciones escritas que
puedan ser reemplazadas con facilidad y ventaja por las comunicaciones orales".

Los temas abordados por los autores en esta síntesis muestran la importancia sobre el
entendimiento de la comunicación animal y lenguaje humano, el haber descubierto este
tipo de comunicación, ayuda al hombre a entender cómo nace el lenguaje y cómo este se
delimita. En el mundo de la jerarquía y de los jefes se impone la utilización de una manera
correcta de hablar, aquello que se dice y la manera en que se dice difieren totalmente del
modo de expresión de los obreros y de su vivencia. Y se evidencia el esfuerzo que realiza
los obreros que intentan ascender y acceder al mundo de los superiores. El habla se
convierte en una herramienta de poder; sólo tienen derecho a ella los que son propietarios
y quienes los representan y se ve notoriamente que el habla por parte de los jerarcas se
transforma en un instrumento de violencia y de destrucción del diálogo.

De acuerdo con uno de los autores en la vida empresarial, se evidencia que los directivos
y sus representantes tienen razones para evitar el compromiso inherente a toda
comunicación, se impone el mantener las distancias, no actuar con familiaridad, no
permitir que los trabajadores ambicionen y se evita rendir cuenta de promesas
incumplidas y de palabras no respetadas.

Teniendo en cuenta lo anterior, es fundamental comprender que una mala comunicación o


una tendencia al no dialogo puede llevar al fracaso a una organización o para nuestro
caso a un proyecto, no puede ser otra la conclusión precisamente porqué sólo a través del
dialogo los resultados son más cercanos, el adecuado lenguaje verbal y no verbal permite
lograr que las relaciones sean mejores y en consecuencia las observaciones de los
interesados sin importar su jerarquía pueden obtener un valor más que suficiente para
alcanzar los fines perseguidos.
Referencias

 BENVENISTE, E. “Comunicación animal y lenguaje humano”, En Problemas de


Lingüística General, T. 1. Madrid, Siglo XXI, 1999.
 MOUNIN, G. (1971). Saussure, presentación y textos, Editorial Anagema,
Barcelona, pp. 29-56.
 GUSDORF, G. (1957). La palabra, Ediciones Galatea Nueva Visión.
 CHANLAT, A. y Bédard R. (1990) “La Dirección: una ética de la palabra”, En
L’individu dans l’organisation, les dimensions oubliées, Université Laval, Québec.
 AKTOUF, O., (1986) “La palabra en la vida de la empresa, hechos y prejuicios”,
Ponencia en el Coloquio Internacional sobre Nuevas Experiencias en la
Enseñanza de la Administración, HEC. Montreal.

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