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El problema de las dimensiones del desarrollo sostenible

Chapter · December 2013

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José Antonio Díaz-Duque A. Gómez Sal

Universidad Tecnológica de la Habana, José Antonio Echeverría University of Alcalá
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 Capítulo III
El problema de las
dimensiones del
desarrollo sostenible
Alcanzar la sostenibilidad en el uso de los recursos
parece ser una quimera para la humanidad cuando,
a pesar de tanto conocimiento acumulado y tan-
tos esfuerzos científicos y políticos, los resultados
continúan siendo divergentes de los propósitos y
acuerdos plasmados en documentos tan impor-
tantes como el informe Brundtland, la Agenda 21,
la Declaración de Río, los Objetivos de Desarrollo
del Milenio, la Declaración de Johannesburgo y
otros más.
Mucho antes de la conceptualización y fundamen-
tación del desarrollo sostenible, como una catego-
ría básica para ajustar a las posibilidades del plane-
ta las aspiraciones de desarrollo con mayor tasa de
bienestar, al cual aspira toda la humanidad, ya se
habían estructurado nociones de sus componen-
tes principales, las que luego se convertirían en las
conocidas dimensiones clásicas o convencionales
del desarrollo sostenible, la dimensión económica,
la dimensión social y la dimensión ambiental.
El origen de esta visión es ya antiguo, así en El
papel del trabajo en la transformación del mo-
no en hombre, Federico Engels (1876), luego de
analizar varios ejemplos de desastres ecológicos
provocados por la acción desmedida del hombre,
incluida la desaparición de los bosques naturales
de Cuba en los siglos xvii y xix, concluía: «Cuando
un industrial o un comerciante vende la mercancía
producida o comprada por él y obtiene la ganancia
habitual, se da por satisfecho y no le interesa lo
más mínimo lo que pueda ocurrir después con esa
mercancía y su comprador. Igual ocurre con las
consecuencias naturales de esas mismas accio-
nes». Y, más adelante, continuaba: «Con el actual
José A. Díaz Duque
Antonio Gómez Sal
modo de producción, y por lo que respecta tanto
a las consecuencias naturales como a las conse-
cuencias sociales de los actos realizados por los
hombres, lo que interesa preferentemente son so-
lo los primeros resultados, los más palpables».
Desde entonces resultaba evidente para los estu-
diosos del desarrollo la actuación interrelacionada
de al menos tres componentes fundamentales,
denominados posteriormente dimensiones o ejes,
que representaban, por una parte, el crecimien-
to económico basado en la producción de bienes
mediante la transformación o explotación más o
menos directa de los recursos naturales, con las
consecuencias de generación de contaminantes,
y por otra la degradación de los ecosistemas na-
turales a causa de la extracción de los recursos
necesarios para la producción y la asimilación de
los contaminantes generados. A estos dos compo-
nentes enlazados de forma material, física, a modo
de un proceso dialéctico de interacción, de alguna
forma cíclico (el ideal del «carrusel» o ciclo cerra-
do de la economía clásica citado por Naredo como
ejemplo de idea falsa), tendríamos que añadir las
consecuencias sociales derivadas de los modos de
producción, los hábitos de consumo y las formas
de distribución de la riquezas y el conocimiento.
La categoría o concepto de desarrollo no es es-
tática, ni absoluta, ni universal. Ella se encuentra
estrechamente vinculada al contexto socioeconó-
mico, al propio nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas, a las condiciones naturales, ambien-
tales y geográficas de cada país (Mújica y Rincón,
2010), a las formas de organización política, jurídi-
ca y social, así como al nivel de equidad y justicia
25
 III: El problema de las dimensiones del desarrollo sostenible
social alcanzado para todos los ciudadanos y con
la participación de todos.
Veinte años después de la Cumbre de Río perma-
necen vigentes las tres dimensiones mencionadas
del desarrollo sostenible; sin embargo, la profun-
dización en el conocimiento y el esclarecimiento
de la definición inicial de la categoría en sí misma,
han propiciado la consideración de nuevos compo-
nentes que pueden enriquecer el análisis del desa-
rrollo, como resultan ser los componentes institu-
cional, político, cultural, ético, jurídico y productivo,
que, según los modelos y criterios de evaluación
que se apliquen, pueden ser considerados o no
como dimensiones, dándole por tanto un enfoque
más abierto, multidimensional, al análisis del desa-
rrollo sostenible (Gómez Sal, 2001 y 2004).
1
Aspectos conflictivos asociados
al enfoque por dimensiones de la
sostenibilidad
La aproximación dimensional a la categoría del de-
sarrollo sostenible tiene un carácter esencialmen-
te metodológico y simplificador, se trata de una
visión o paradigma que pretende facilitar su aná-
lisis y comprensión, así como viabilizar su ulterior
aplicación. Sin embargo, al mismo tiempo reduce
significativamente las interacciones que resultan
de la consideración simultánea de numerosos e
importantes planos o perspectivas de la actuación
humana en la biosfera actual, de la cual la humani-
dad forma parte insoslayable.
Al proponer un determinado conjunto de dimen-
siones del desarrollo, puede introducirse un factor
subjetivo de equilibrio o de peso equivalente (que
puede parecer teóricamente deseable) entre las
mismas a la hora de proponer un determinado mo-
delo de desarrollo. En la actualidad, se distingue la
sostenibilidad fuerte como aquella en que se acen-
túa la importancia del capital natural, es decir, de
los valores intrínsecos de los ecosistemas como
aportadores o sustentadores del desarrollo a par-
tir de los servicios que los mismos brindan para el
bienestar humano; se habla entonces de la soste-
nibilidad ecológica. Por otra parte, la sostenibilidad
26
débil considera en igual medida el capital natural y
el capital productivo (manufacturado, de creación
humana), dando lugar así a la denominada sosteni-
bilidad económica (Daly y Cobb, 1994).
En ambos casos se omite el peso o importancia
relativa que se conceda a la dimensión social, as-
pecto que puede representar una distorsión en el
esquema de relación directa o énfasis dicotómico,
alternativo, entre las dimensiones natural y econó-
mica. Habría que considerar entonces una sosteni-
bilidad social que privilegiara en los análisis el peso
que tienen los aspectos sociales del desarrollo, de
alguna forma es lo que ocurre en la práctica cuan-
do se introduce el término «humano» para calificar
el desarrollo (desarrollo humano sostenible), con
la intención de situar el bienestar de las personas
como principal objetivo. Hablaríamos entonces
de distintos énfasis en el enfoque del problema:
sostenibilidad con matices modulada, intermedia
o templada. Una matización semejante (sostenibi-
lidad orientada según objetivos prioritarios) podría
ocurrir entonces con cada una de las dimensiones
o componentes que se introduzcan en el modelo
de desarrollo sostenible.
Otro aspecto singular en el análisis del desarrollo
sostenible radica en el contexto socioeconómico a
partir del cual se plantea el objetivo de alcanzar o
avanzar hacia el desarrollo sostenible. Los puntos
de partida, tanto en 1992, cuando la Cumbre de
Río, como ahora, veinte años después, son muy di-
ferentes para los países industrializados y los deno-
minados en vías de desarrollo. Los pesos relativos
de los atributos y, por tanto, de sus dimensiones o
ejes serán muy diferentes. No será posible equipa-
rar los procesos del desarrollo sostenible en ambos
grupos de países por igual. Gómez Sal (2007) ha
analizado las diferencias que se conceden a los dis-
tintos componentes y objetivos de la sostenibilidad
en diferentes contextos de desarrollo, en particular
entre los países desarrollados de Europa y los en
vías de desarrollo de América Latina. Una diferen-
cia notable radica en el mayor peso que en general
se concede a las dimensiones social y ambiental
en los países en desarrollo, lejos del objetivo de
equilibrado entre tres componentes más común
entre los países desarrollados.

2 La propuesta inicial de tres
dimensiones: económica, social y
ambiental. Su origen, fundamento
teórico y limitaciones de alcance
La influencia de la actuación humana sobre los
ecosistemas a escala global, sobre todo a partir de
la Revolución Industrial, ha sido determinante en
su modificación y alteración, expresada mediante
impactos negativos significativos como la defores-
tación, la degradación de los suelos, la pérdida de
la biodiversidad, la contaminación, el agotamiento
de la capa de ozono y el cambio climático. Tal ha si-
do la magnitud de las actividades humanas, espe-
cialmente en el último siglo, que se ha designado
un nuevo período geológico en la historia terrestre
para su distinción, el Antropoceno. Sin embargo,
apenas unas décadas atrás se ha comenzado a
comprender la magnitud de la actuación irracional
a partir de las evidencias inequívocas que la comu-
nidad científica internacional ha aportado acerca
de las transformaciones radicales, y en ocasiones
irreversibles, que han tenido lugar en los ecosiste-
mas y que ponen en peligro, por primera vez en la
historia de la humanidad, su propia existencia co-
mo especie.
Una de las manifestaciones mas notables del
cambio global es, precisamente, la tendencia de
la población a concentrarse en grandes ciudades,
que, desde una perspectiva ecológica, constituye
un problema para la biosfera (Gómez Sal, 2011). A
escala mundial, la población que vive en ciudades
ha superado ya, en 2003, el 50 % de la población
humana. América Latina constituye un caso espe-
cial donde, en un conjunto de países en vías de
desarrollo, la población urbana se acerca al 80 %,
una proporción similar a la de los países mas de-
sarrollados. El dilema acerca de la continuidad de
la vida en la Tierra ha evidenciado la necesidad de
alcanzar una interrelación armónica entre el fun-
cionamiento de los sistemas productivos, sociales
y naturales, de manera que se logre una calidad
de vida equitativa y justa para todos los seres hu-
manos presentes, facilitando también la de los
habitantes futuros, sin destruir los ecosistemas ni
José A. Díaz Duque y Antonio Gómez Sal
agotar los recursos naturales. Este razonamiento
llevó a la Comisión Brundtland a precisar las ideas
sobre los modelos de desarrollo, los límites del
crecimiento y de la explotación de los recursos
naturales, del ecodesarrollo y de los derechos hu-
manos esenciales, para luego proponer las tres di-
mensiones básicas del desarrollo sostenible, cuya
interrelación ya había sido reconocida años antes
en la Declaración de Estocolmo sobre el Medio
Humano (1972) cuando expresó en su Principio 8:
«El desarrollo económico y social es indispensable
para asegurar al hombre un ambiente de vida y tra-
bajo favorable y crear en la Tierra las condiciones
necesarias para mejorar la calidad de la vida».
Al establecer esta interrelación, el informe Brun-
dtland expresó la posibilidad de alcanzar un creci-
miento económico basado en políticas de sosteni-
bilidad y expansión sobre la base del uso racional
de los recursos naturales, que garantizara al mis-
mo tiempo el progreso y la supervivencia en el
planeta, con una distribución más equitativa de los
recursos y las riquezas, y una participación ciuda-
dana más efectiva. Estos ingredientes económi-
cos, sociales y ambientales incluidos en las bases
del concepto del desarrollo sostenible, le conferían
un enfoque sumamente político pues dependía de
la voluntad y e iniciativa de los gobiernos, lo cual
de por sí constituye una seria limitación para su
implementación práctica.
Transformar radicalmente los patrones de produc-
ción y consumo que los países industrializados
habían alcanzado ya a fines del siglo xx, al mismo
tiempo que evitar una extrapolación de ese mo-
delo irracional a los países en vías de desarrollo,
en aras de una nueva forma de distribución de las
riquezas y los conocimientos, más justa y equita-
tiva, y sin degradar los ecosistemas, es un propó-
sito inalcanzable. Los impactos que sobre la natu-
raleza y los seres humanos han tenido las políticas
de crecimiento económico de un grupo reducido
de países desarrollados y emergentes en las últi-
mas décadas así lo evidencia.
La población mundial sigue creciendo a un ritmo
no deseado, sin una correspondencia con la asig-
nación de recursos para la educación, la salud, la
27
 III: El problema de las dimensiones del desarrollo sostenible
alimentación y la vivienda. La consecuencia es que
los niveles de pobreza lejos de disminuir han au-
mentado, al igual que la atención destinada para la
salud pública y la educación. La cifra de hambrien-
tos no cede a pesar del incremento en los volúme-
nes de producción de alimentos, que en ocasiones
se destruyen para evitar la caída de los precios en
el mercado en lugar de desviarlos hacia los países
más necesitados. El creciente consumo de ener-
gía es irracionalmente heterogéneo y los patrones
energéticos no son asimilables globalmente, pro-
vocando la fragmentación y la degradación de los
ecosistemas, la pérdida de la diversidad biológica
y el recalentamiento de la Tierra.
En resumen, veinte años después de la Cumbre
de Río no se ha logrado el incierto equilibrio entre
las dimensiones clásicas del desarrollo sostenible
ni se ha alcanzado un mínimo de solidaridad hu-
mana entre las generaciones presentes ni con las
generaciones futuras. Por otra parte, también han
amentado seriamente las amenazadas a la sobe-
ranía y la seguridad de las naciones, con un incre-
mento notable de los conflictos y la violencia.
3
Principales problemas
comprendidos en cada dimensión
y el carácter transversal de los
problemas vinculados al desarrollo
sostenible. Relaciones y nexos de
dependencia entre las dimensiones
Existe una clara interrelación entre las tres dimen-
siones clásicas de la sostenibilidad debido al estre-
cho vínculo que se manifiesta entre ellas a la hora
de analizar los problemas del desarrollo sostenible
de cada territorio o país. Las dimensiones econó-
mica, social y ambiental no pueden actuar de for-
ma independiente o exclusiva, sino integradas en
la práctica. Su separación es simplemente meto-
dológica, conceptual, para un estudio más detalla-
do y específico; de igual forma no pueden aislarse
del contexto concreto en que se manifiestan ni de
los vínculos globales y naturales entre países, re-
giones, territorios y ecosistemas.
28
La dimensión económica debe ajustarse o atener-
se al grado de industrialización que ha alcanzado
cada país, al estado y la forma en que gestiona sus
recursos naturales y ecosistemas, a los niveles de
contaminación que genera a partir de su desarro-
llo científico-tecnológico, al sistema social que lo
sustenta y ampara, al nivel de satisfacción de las
necesidades básicas de salud, educación, vivien-
da, alimentación y seguridad social de toda su po-
blación, entre otros aspectos.
La dimensión social está condicionada por la dis-
ponibilidad y la distribución de los recursos econó-
micos, cognitivos y financieros existentes u obte-
nibles. Lograr la satisfacción de las necesidades
básicas de toda la población requiere generar ri-
quezas y conocimientos, y gestionarlos equitativa
y participativamente con absoluta transparencia y
solidaridad para con las personas y la naturaleza.
La equidad constituye la base, el fundamento y la
razón de esta dimensión; sin ella no será posible
levantar edificio alguno de sostenibilidad.
La dimensión ambiental o natural está ajustada
convenientemente a las dos dimensiones ante-
riores. Los bienes y servicios de los ecosistemas
han de utilizarse racionalmente para garantizar los
recursos económicos requeridos para alcanzar una
digna calidad de vida. Las razones de cambio o de
transformación desempeñan en ello un papel fun-
damental: la velocidad de la reposición natural de
los recursos renovables determina la magnitud y el
ritmo de su extracción para la generación de las ri-
quezas, la velocidad de asimilación de los residuos
por parte de los ecosistemas influye asimismo so-
bre los modos de producción y consumo de los
bienes y servicios, y, por último, la intensidad del
empleo de los recursos naturales no renovables
estará regulada, como una función directamente
proporcional, por el tiempo necesario para su sus-
titución total por otro recurso disponible de forma
renovable o cuasi renovable.
Los países que han apostado por un crecimiento
económico sin límites para garantizar un consumo
creciente, del cual depende una calidad de vida
(identificada erróneamente con la capacidad de
consumo, «nivel de vida») fuera de toda racionali-

dad humana, han provocado la degradación de los
ecosistemas y han alterado el clima de la Tierra, a
la vez que han perpetuado o acentuado los nive-
les de pobreza y desamparo social de millones de
personas. Estos países, con apenas el 20 % de la
población total del planeta, consumen el 80 % de
todos sus recursos. Cambiar este cuadro de egoís-
mo exige de mucha conciencia y solidaridad.
Un reducido grupo de países en vías de desarrollo,
con capacidades de recursos naturales y económi-
cos, y con no poca población, están transitando por
modelos similares de crecimiento económico, con
patrones de consumo que imitan a los de los paí-
ses industrializados, provocando un reforzamien-
to o consolidación de los problemas ambientales
globales, principalmente la deforestación, la de-
sertificación, la contaminación, la pérdida de biodi-
versidad y el cambio climático. Internamente, los
problemas sociales también crecen en estos paí-
ses, aumentando la desigualdad en la distribución
de la riqueza. Su crecimiento económico y desarro-
llo social deberían ajustarse a modelos más racio-
nales de producción y consumo.
Por otra parte, el resto mayoritario de la población
humana, incluyendo a los excluidos y a los desfa-
vorecidos dentro de los países desarrollados y de
las economías emergentes, con limitados recursos
económicos, con grandes desigualdades sociales,
con pocas posibilidades de aprovechamiento ra-
cional de los recursos naturales a los que tienen
acceso, está sufriendo el desamparo y la falta de
solidaridad, siendo los más vulnerables ante los
fenómenos y las crisis globales presentes en el
planeta.
En este complejo escenario en el que se desen-
vuelve hoy en día la humanidad, sus representan-
tes políticos no encuentran un lenguaje común
para transitar hacia un desarrollo sostenible justo
y equitativo, muestra de lo cual han sido los fra-
casos para acordar un nuevo instrumento interna-
cional en el marco de las Naciones Unidas para
enfrentar los impactos del cambio climático o la
inobservancia de la Ayuda Oficial para el Desarro-
llo o el incumplimiento de los Objetivos y Metas
del Milenio.
José A. Díaz Duque y Antonio Gómez Sal
4 Críticas a una concepción
tridimensional y la evolución hacia
una concepción multidimensional
La concepción tridimensional fundamentada por
«Nuestro Futuro Común» ha transitado hacia un
enfoque multidimensional con la adición de nue-
vas pespectivas de análisis, como la institucional,
la tecnológica, la cultural o la ética, entre otras, en-
riqueciendo y a la vez complejizando el análisis y la
instrumentación práctica del desarrollo sostenible.
De hecho el hipotético equilibrio entre lo económi-
co, lo social y lo ambiental, que ha estado en la ba-
se misma de la construcción teórica de la sosteni-
bilidad, con diferentes matices e intensidades para
cada componente, derivando hacia un universo de
definiciones e interpretaciones marcadas por la
ambigüedad, ha sido una más de las causas que
han dificultado las posibilidades de su implemen-
tación práctica.
Gómez Sal (2009) propone y analiza un conjunto
de aspectos conflictivos que han frenado el avan-
ce hacia la sostenibilidad desde los propósitos del
informe Brundtland (1987), entre ellos la necesi-
dad de contar con modelos realistas que descri-
ban el funcionamiento de la sostenibilidad más
allá de meras declaraciones, así como establecer
los escenarios plausibles hacia los que se preten-
de avanzar basados en un análisis de prospectiva,
precisamente para saber si avanzamos.
Al considerar el crecimiento económico como una
dimensión equivalente a las dimensiones social y
ambiental, se le confiere de hecho la primacía y la
jerarquización, pues inevitablemente constituirá la
brújula por la cual se guiarán las dos restantes. En
realidad son las condiciones sociales y las ambien-
tales las que debieran marcar el rumbo (desarrollo
humano sostenible) y establecer las pautas para
que el crecimiento económico se convierta en una
herramienta o instrumento para alcanzar las metas
y los objetivos planteados en aras del bienestar hu-
mano, cuyo logro no estará exento de conflictos.
Construir una sociedad basada en la sostenibilidad
requiere del establecimiento de nuevos paradig-
mas, de nuevos enfoques y modelos en lo econó-
29
 III: El problema de las dimensiones del desarrollo sostenible
mico, lo político, lo social, lo ambiental, lo cultural,
lo institucional y en la gestión de todo tipo de re-
cursos. No será posible llegar al desarrollo soste-
nible mediante ajustes, retoques, modificaciones
o adaptaciones de los modelos insostenibles exis-
tentes; se necesita de una transformación radical
basada en una visión holística y en una interpre-
tación integrada de todas las dimensiones, sin
exclusiones ni jerarquías a priori, sino prioridades
marcadas por las estrategias de desarrollo estable-
cidas por la acción política, y con profundo sentido
ético en la relación sociedad-naturaleza.
El tránsito hacia una sociedad verdaderamente
sostenible pasa por alcanzar una cultura de la na-
turaleza (Núñez Jiménez, 1998) en la que el ser
humano regrese a la naturaleza como parte de la
misma y no como dueño y depredador, sino por el
contrario, como poseedor de un estilo de vida que
promueva y defienda tanto la diversidad biológica
como la cultural, mediante una cosmovisión ética
y solidaria. El nuevo modelo civilizatorio deberá im-
pregnarse de formas responsables de producción,
de distribución y de consumo, superando la visión
apropiadora, explotadora y destructora de la natu-
raleza y de la cultura, ingredientes imprescindibles
de la sostenibilidad.
Sin la consideración de la dimensión política la
sostenibilidad será inalcanzable, pues ella se cons-
truye por y para los ciudadanos, quienes deberán
tener garantizados sus derechos a la plena y cons-
ciente participación en la toma de decisiones, al
acceso a la información y al control de los órganos
estatales y de gobierno, así como a la obtención
de los beneficios derivados de su implementación.
Los derechos ciudadanos de participación y de
beneficios en la construcción de la sostenibilidad
deberán estar instrumentados mediante meca-
nismos y reglas institucionales claras y transpa-
rentes. La descentralización administrativa es un
factor imprescindible para el desarrollo sosteni-
ble, acercando las decisiones a los municipios y
las comunidades, estimulando nuevas formas de
participación ciudadana que fortalezcan el sentido
de pertenencia a la obra que se construye entre
todos, con todos y para el bien de todos, y aprove-
chando los recursos locales existentes.
30
La dimensión territorial de la sostenibilidad se
sustenta en la concepción del ordenamiento y la
planificación integrada físico-ambiental, que parte
de una desigual distribución de los recursos natu-
rales, de la población, de los conocimientos y las
tecnologías, y que debe garantizar la calidad de vi-
da de la población al mismo tiempo que evite la
destrucción de los valores naturales de cada re-
gión. Su interrelación con el resto de las dimen-
siones resulta evidente; su repercusión lograda a
través de la acción del gobierno es esencial para
el desarrollo sostenible armónico y equilibrado de
cada territorio, resaltando sus potencialidades y
atenuando sus vulnerabilidades.
La superación del actual paradigma hegemónico
de desarrollo a escala mundial, basado en la uti-
lización intensiva de los recursos naturales, con
un elevado nivel de contaminación y la generación
de graves problemas sociales como la pobreza, el
hambre, la insalubridad, la desigual distribución de
las riquezas y los conocimientos, exige de un en-
foque ético responsable. La vida en el planeta y
la supervivencia de la especie humana se encuen-
tran seriamente amenazadas a causa de un mode-
lo de civilización insostenible, caracterizado por el
egoísmo y la falta de ética.
Avanzar hacia la sostenibilidad requiere de una
nueva relación de la sociedad hacia y con la natu-
raleza, en la que primen los principios, los valores
y los comportamientos éticos. La equidad inter e
intrageneracional transita por cambios radicales en
las conductas de los ciudadanos y particularmente
de los tomadores de decisiones.
Desde el punto de vista tecnológico, la sosteni-
bilidad demanda reducir los consumos de los re-
cursos naturales y de las emisiones y desechos
contaminantes por intermedio de tecnologías
limpias y más eficientes, implementar de manera
efectiva, segura y económica las fuentes energé-
ticas alternativas de los hidrocarburos, desarrollar
tecnologías apropiadas para el incremento de la
productividad agropecuaria a escala local y diseñar
e implementar tecnologías socioeconómicas que
den respuesta efectiva a la pobreza, el hambre, la
insalubridad y el analfabetismo.

La concepción multidimensional de la sostenibi-
lidad también requiere de una clara definición de
los contenidos y alcance de cada dimensión, de
sus interrelaciones y jerarquías, de la precisión y
cuantificación del modelo o los modelos que la re-
presentan, así como la determinación objetiva de
los procedimientos para su evaluación en diferen-
tes escenarios sociales, económicos, culturales,
tecnológicos y naturales. Precisamente la incor-
poración de la dimensión tecnológica (el sistema
de producción o dimensión productiva) para la
evaluación del desarrollo, como un eslabón inter-
medio de conexión entre el componentes natural
(los recursos; los ecosistemas, el capital natural) y
el económico, con los que mantiene una relación
directa, casi física, es una de las características
esenciales del modelo para la descripción y avalua-
ción de las sostenibilidad propuesto y aplicado por
uno de los autores (Gómez Sal, 2001, 2004, 2009).
En el sistema de producción radica esencialmente
José A. Díaz Duque y Antonio Gómez Sal
el atributo de la sostenibilidad, es el que tiene que
«sostenerse», para no provocar la degradación de
los ecosistemas y su capacidad para aportar ser-
vicios. Ser coherente con los ecosistemas sobre
los que actuar. El sistema económico tendrá una
finalidad esenciamente instrumental al servicio de
estos objetivos, así como de los sociales. Las di-
mensiones requeridas para una evaluación especí-
fica de la sostenibilidad responderán así a las con-
diciones concretas de cada país o territorio y a los
fines perseguidos con dicho análisis.
La inclusión integrada de nuevos factores, que en-
riquezcan la categoría de desarrollo sostenible y
que le confieran una expresión más precisa, con
menos ambigüedades, sin exclusiones ni jerar-
quías predeterminadas, posibilitará alcanzar su ob-
jetivo principal: mejorar la calidad de vida de todos
los ciudadanos sin distinción, en el presente y en
el futuro.
31

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