La Iglesia y su Evolución

Siglos I a XVI

Jaider Jiménez
Fabián Rueda
Docente: Fray Hernan Yesid Rivera, O.P.
UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS
Facultad de Teología
 LA IGLESIA Y SU EVOLUCIÓN DE LOS SIGLOS I AL XVI
1. Principios: Comunidad Primitiva-Antigüedad Cristiana (I-VI)
1.1. La vivencia cristiana en la Iglesia pre-constantiniana
a. Los Orígenes
Los seguidores de Jesús empiezan a organizar su existencia y las percepciones del
contexto a partir de un acontecimiento particular: la Resurrección de Jesús. Éste
fue un criterio de concepción cosmológica, religiosa y vivencial que los llevó a dar
a conocer un mensaje particular, que implicaba, a su vez, una forma de vivir, de
comportarse y de hacer comunidad. Esta proclamación tenía un contenido básico:
pasión, muerte, resurrección y apariciones de Cristo, Pablo va a llamar Kerigma a
este mensaje.
En un primer momento, la situación es local: los apóstoles y quienes
habían tenido contacto directo con Jesús, empiezan a predicar. Se adicionan más
personas, con características particulares y formas de pensar distintas a las
judías: eran llamados, secta de los nazarenos. Estas personas, en sus inicios, eran
evidentemente judíos, ubicados en Palestina y sus alrededores, cercanos a las
tradiciones hebreas de las sinagogas y el Templo de Jerusalén, se denominaban
judeo-cristianos.
Sin embargo, en Jerusalén, fuente primera de la predicación apostólica,
no hay solo locales, la ciudad es altamente concurrida por judíos provenientes de
otros lugares (judíos helénicos): ciudades ribereñas del Mediterráneo, los cuales
suben al templo para cumplir con los preceptos propios de su fe en las fiestas.
Muchos de ellos, al volver a sus tierras, han escuchado la predicación apostólica
y llevan, a su vez, el Kerigma a sus familias, vecinos y cercanos en dichos lugares.
Esto son llamados cristianos procedentes de un judaísmo helénico, porque su
idioma no es el arameo de Palestina, sino el griego. Esto es muy importante,
porque las categorías bíblicas y las concepciones cristianas, empiezan a tener una
interpretación particular, atendiendo a los medios que el idioma daba, desde las
percepciones lingüísticas griegas. Nos encontramos en la puerta de expansión del
cristianismo primitivo durante el siglo I.
b. Primeras Persecuciones
Muy pronto, las diferencias se empezaron a ver: los judíos veían una divergencia
entre las concepciones de los seguidores de Jesús, por lo que, al ser expulsados
de las sinagogas, tuvieron que organizar su propia forma de celebración, de
comunión, enseñanza y de caridad. La casa familiar se convierte, entonces, en
lugar de encuentro y de anuncio kerigmático, al que muchas más personas
acudían. Sin embargo, la situación se torna difícil, la persecución se agudiza al
punto de haber una verdadera presión religiosa (se menciona el asesinato de
Esteban hacia el 34 y el de Santiago hacia el 43). Las persecuciones, en el ámbito
judío hacen que el foco cristiano palestino se disperse, contribuyendo así, a la
expansión inicial del cristianismo primitivo.
c. Fuera de Palestina-Expansión inicial
Por un lado, el testimonio de judíos helenizados que subían a Jerusalén y habían
vuelto a sus casas como cristianos y, por otro lado, las persecuciones judías,
fueron dos factores importantes que permitieron una expansión importante del
mensaje cristiano. Ahora bien, desde el punto de vista eclesial, esta realidad hace
del cristianismo primitivo una movimiento absolutamente plural: las diferentes
concepciones del mensaje de Jesús, predicado por muchas personas, apóstoles,
discípulos o intermediarios del mensaje, las vicisitudes de los contextos
geográficos, las particularidades de los idiomas (griego, arameo, incluso el latín),
permiten divisar no una Iglesia homogénea en sus inicios, sino absolutamente
plural, pero que, en lo común, se buscaba la conservación de un contenido: el
evangélico (el que se dio a partir de la predicación apostólica), cuyo mensaje
había transformado las cosmovisiones y las percepciones de religiosidad,
aplicadas a la vida diaria de estas personas.
d. Focos de desarrollo cristiano primitivo
El cristianismo, posiblemente se empezó a dar en tres focos eclesiales, ligados a
dinámicas sociales ajenas al mismo, que se pueden descubrir a partir de su
geografía, cuyos indicios se presentan principalmente en las cartas de Pablo y en
el Apocalipsis canónico. Todo esto lleva a determinar mentalidades tendencias y
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formas de percibir el hecho religioso que se empezaba a gestar en los seguidores
de Jesús de Nazaret, dichos focos son:
- Judeocristianos
Comunidades formadas en el ámbito del judaísmo que se reunían en las
sinagogas y beben de una tradición judía, cristianos que habitaban Palestina y
Siria, en donde se ve que son judaísmos pasados por filtros helénicos, es decir,
que se piensan desde el mundo griego, que aceptan los textos deuterocanónicos
de la Escritura (ejemplo: Ignacio de Antioquía) pero, como se dijo, con una
tradición semita-palestinense dentro del marco del judaísmo. Esto se verifica en
la presentación de los evangelios, los cuales tienen una gran carga judía
veterotestamentaria, pero son escritos y transmitidos en el idioma helénico. Estas
comunidades son originarias tanto de Palestina y Siria, como de Alejandría
(diáspora judía), en Macedonia y en la Península de Anatolia. La fuente
escriturística de este grupo es la literatura sinóptica y los Hechos de los Apóstoles.
- Grecorromanos convertidos al cristianismo
Simultaneas a las primeras comunidades provenientes del judaísmo, se crean
otras primarias, las llamadas primeras generaciones, hijos de la tradición
grecorromana, que acogen el cristianismo, pero no lo piensan desde la
perspectiva judaica, sino que, partiendo de las tradiciones grecorromanas,
piensan las categorías cristianas desde plataformas filosóficas plurales, en el
ámbito de la religiosidad romana, sin pasar por el filtro de la tradición hebrea. La
fuente en la escritura de este grupo son las cartas de Pablo.
- Cristianos gnósticos
Existe un tercer grupo, que tiene una concepción del mundo profundamente
espiritual, que conocen la tradición griega y además se sirven de categorías
metafísicas para explicar la divinidad. Es decir, conciben la religión como un
sistema filosófico, metafísico y espiritual. Es el cristianismo gnóstico, el que hace
pensar la doctrina desde ámbitos espirituales no judíos, con religión, filosofía y
metafísica. Estos sistemas espirituales le dieron al cristianismo gran fuerza para
explicar sus doctrinas. Se constituía en una plataforma intelectual, una
mentalidad religiosa de la época. Estas perspectivas entendían la vida como una
capacidad de interacción constante y cotidiana entre el hombre y la divinidad.
Entonces, se puede decir que, hubo elementos gnósticos que abrazaron el
cristianismo y se hicieron cristianos. Los autores gnósticos, como los judíos, crean
un concepto de cristianismo desde sus propias perspectivas. La fuente, en la
Escritura, para este grupo es el corpus joánico.
Ya en la Escritura se ve que el cristianismo tuvo diferentes formas de
entenderse, de recibirse y de comunicarse. Estos tres ámbitos no solo son
históricos, sino que presentan focos teológicos distantes, los cuales provienen de
diferentes latitudes e hicieron entender la Escritura desde perspectivas muy
diversas entre sí, con problemas, mentalidades, preguntas, concepciones
también diversas.
e. Organización de las primeras Iglesias
A partir de todo esto, las fuentes del cristianismo primitivo, permiten concebir una
estructura eclesial y una concepción de la Iglesia que va evolucionando y se va
estructurando a medida que las circunstancias lo van permitiendo. En efecto, las
diferentes comunidades empiezan a tener contacto entre sí, la acción de Pablo no
es única, es un ícono de acción de muchas personas, que buscaban comunicar
sus experiencias vitales cristianas con otras comunidades. Los textos conservados
hasta hoy dejan ver que, desde muy temprano, las comunidades empiezan a
buscar una organización que les permita sustentar su vivencia cristiana. De
manera que se percibe una serie de servicios no encuadrados dentro de una
concepción institucional aun, sino buscando responder a las necesidades locales.
En efecto, hay quienes se dedican a la organización de un culto arcaico eucarístico,
otros ven la necesidad de ayudar a quienes están en situación de pobreza, otros
son elegidos para enseñar, esto es, la puesta en común de los carismas que cada
quien ha recibido.
Ahora bien, los focos cristianos anteriormente expuestos, también
marcan un determinado modelo de organización: los cristianos procedentes
directamente de Jerusalén y Palestina, por su cercanía apostólica, centraban más
la organización de las comunidades de acuerdo a un esquema judío. Los
apóstoles son, desde el comienzo, centro de referencia directiva, a través de los
cuales, se dan las concepciones de presidencia unitaria: los obispos-los
presbíteros. Por su parte, las comunidades helenísticas cristianas, de las que da
cuenta Pablo, eran de carácter más carismático, en donde se empieza a crear la
imagen de Iglesia cuerpo de Cristo, de la que cada uno es miembro y debe darse
a entender como servidor para el bien de la misma, en cuanto que el bienestar de
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la comunidad está directamente proporcional al bienestar de cada uno de sus
miembros.
Ante la muerte de los apóstoles y el crecimiento de los miembros de las
comunidades, las situaciones organizativas se empezaron a ver urgentes. Los
cristianos ven la necesidad de reflexionar sobre el sentido de su ser Iglesia, era
necesaria la sustentación doctrinal que les daba las pautas de acción en su
quehacer diario, la vivencia de la fe, las promesas de la eternidad, etc. Es evidente
que las respuestas a estas preguntas han de ser diversas, y hay que optar por
posturas que den razón, lo más claramente posible, de las realidades eternas en
las que fundamentan su existencia e, incluso, ponen la suerte de su misma vida,
frente a situaciones de persecución y martirio.
En este sentido, la característica primaria de la iglesia antigua es su
pluralidad y multiformidad, pero desde un ambiente de unidad, en donde cada
comunidad tiene autonomía en las celebraciones y en las formas de organización,
pero que tiende siempre a la homogeneidad, entendida como misterio, es decir,
como grupo convocado por gracia de Dios, en la comunión de los dones del
Espíritu Santo, en camino hacia el Reino, evolucionando de una espera
escatológica inmediata, a la esperanza de la venida del salvador en un momento
fuera del tiempo. La Iglesia es cuerpo de Cristo, cuya cabeza es Cristo, es templo
de Dios, comunión de los santos, esposa de Cristo, mysterium lunae.

f. Evolución de la organización eclesial primitiva

Ya en el siglo II, la Iglesia tiene una organización y una doctrina que sigue
evolucionando, la presencia de divergencias interpretativas del mensaje cristiano
también están presentes, la jerarquía se empieza a ver más claramente, cada
Iglesia cuenta con la dirección de un obispo, en quien la comunidad pone su
confianza religiosa, teniendo como elemento importante la percepción de
sucesión apostólica, lo cual le da criterio de conservación de un mensaje
transmitido y que busca ser fiel a lo predicado por los apóstoles, es la convicción
de la Tradición que debe ser conservada, porque en ella se encuentra el designio
salvador y alrededor de la cual, los cristianos buscan realizar su vida, concorde a
la voluntad divina que les posibilita la salvación prometida por Cristo.

Alrededor de estos pensamientos, gira la vida cristiana, las formas de

comportarse, la realidad de un culto más estructurado. Las divergencias de
pensamiento hacen que muchos empiecen a especular y pensar la fe desde
perspectivas diversas a las de la Escritura, con el fin de explicar mejor el contenido
del cristianismo (Ireneo de Lyon).
En el siglo III, el presbítero romano Hipólito hace una explicación de los
ministerios ya bastante organizados y empieza a distinguir clero del resto de los
fieles, elaborando un sistemático ordenamiento eclesial (215). En este sentido, la
Iglesia no se ve a sí misma como un cúmulo de grupos aislados entre sí, sino como
una comunidad integral de fraternidad inter-eclesial, cuyo fermento de realidad
salvífica se encuentra presente en cada comunidad local.
g. Preocupaciones de sí misma como Iglesia
A través de la literatura cristiana que se conoce de los siglos I y II, es posible
percibir la realidad de las iglesias en textos muy cercanos a los apostólicos, con
temas particulares y preocupaciones enmarcadas dentro del contexto de un
quehacer cristiano primitivo. En efecto, las preocupaciones más destacadas
pueden ser: el cuidado de la Iglesia, la vida según el Espíritu, la obediencia a los
pastores. Se da una suerte de símbolos de fe bastante tempranos en un Dios
Padre, la divinidad del Hijo y aparece modestamente la mención del Espíritu Santo
sin un desarrollo teológico. Muestra la existencia de una Iglesia en tensión, que
está constituyéndose y necesita cerciorarse de la obediencia y vínculo de

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parentesco entre sus pastores, que fundan una auctoritas eclesiae en su
testimonio de generosidad y obediencia, lo cual robustece dicho testimonio.
Estos elementos muestran, además, una Iglesia que, desde el principio, está
jerárquicamente constituida y que insiste en la obediencia; que ya tiene usos
litúrgicos y se inserta en contextos de bastante contradicción y en tensiones
diversas (hay constante mención de falsos profetas). Empieza a aparecer la
Regula Fidei (Tradición: conceptos, costumbres y prácticas, inexpresados
directamente en la Escritura, que tienen como objeto la conservación y la
transmisión del depósito de la fe, entendida como Lex Credendi y Lex Orandi), lo
cual indica que el cristianismo no es solamente un pensamiento diferente de
temas determinados como la muerte, sino que es una forma de vivir, de expresar
y de celebrar lo que se cree. Es una prospectiva: recordar lo que Jesús hizo y
enseñó, de celebrar eso, y de esperar la plenitud prometida.
1.2. Modelo eclesial dentro del contexto del Imperio Romano
a. La expansión del cristianismo
El cristianismo, como forma de concebir la vida, la existencia, la muerte y las
perspectivas vitales cotidianas, empieza a expandirse dentro del marco
geográfico del Imperio Romano. Las comunidades se van haciendo más grandes
y, por lo demás, notorias. La Iglesia se constituía en una de tantas formas
religiosas que abundaban en el contexto imperial. Además, las realidades que
circundaban el pensamiento del momento se veían influenciadas por una
herencia filosófica fundada sobre los cimientos del pensamiento griego, que
también se vio entrelazado con circunstancias de orden místico y religioso en
contextos gnósticos.
b. Choque de culturas
La Iglesia cristiana, en expansión, se ve imbuida en todos estos ambientes
cultuales y religiosos, sus miembros ya no eran sólo judíos helenizados o
palestinenses, sino personas que provenían de un sinfín de expresiones religiosas,
lo cual marcó la visión de Iglesia y dio como resultado una multiplicidad de
concepciones con respecto al dogma cristiano, las cuales enriquecieron
abundantemente el quehacer eclesial y fueron forjando una comunidad de
creyentes muy particular, que debía situarse entre las percepciones politeístas de
las concepciones grecorromanas, las radicalidades monoteístas del judaísmo y
las espiritualizaciones extra corporales del gnosticismo. Todo esto crea rasgos
diferenciables en un cristianismo en formación y en expansión y que empieza a
forjar el quehacer eclesial de la Patrística.
Dentro de este contexto, la Iglesia en crecimiento empieza a ser notoria
para el Imperio, las prácticas cristianas eran incomprendidas para la mayoría de
autoridades y empezaban a chocar con las costumbres religiosas domésticas de
corte politeísta. Esta era una religión extraña para los nativos romanos, sus formas
de vivir no se acoplaban a las de las demás personas, sus reuniones tenían
elementos que disonaban: comer la carne y beber la sangre de su Salvador, el afán
de universalidad, la exclusividad del culto sólo a un Dios y reemplazar al César por
Jesús, un hombre que fue asesinado y que se afirma que resucitó. Estos elementos,
entre muchos otros, contrastan frontalmente con las formas de vida romanas, ya
que era absurdo anhelar la muerte para el encuentro con Dios, era contradictorio
que se presentara la abstinencia a eventos de diversión popular, como el circo o
los juegos.
A partir de esta incomprensión, la Iglesia empieza a tener focos de
persecución desde el rechazo entre familias, hasta la organización de campañas
emprendidas por mandatarios locales e Imperiales, formándose un ambiente muy
importante para la constitución y la concepción eclesial: el martirio.
En efecto, la Iglesia se ve obligada a explicar lo que celebra y lo que vive
a los no cristianos, y tiene la preocupación de hacer ver a los cristianos la forma
como deben comportarse frente a las realidades externas. La Literatura
apologética y martirial surge en estos ambientes y permite ver a una Iglesia que
se piensa a sí misma, que presenta la radicalidad de una vivencia constante de fe
que, incluso, invita a sus miembros entregar la propia vida, en lugar de contradecir
la fe que han recibido.
En este sentido, la literatura apologética propone unos retos ante el
ataque conceptual de otras formas de pensamiento en donde se busca: 1.
Deconstruir las bases intelectuales sobre las cuales se edifica la fe o la
religiosidad de la tradición clásica. 2. Defenderse de las calumnias que se le
hacían al cristianismo. 3. Explicar aquello que se cree. 4. La explicación de la
necesidad de la fe cristiana para el Imperio y de creer en un solo Dios, no en la
multiplicidad de deidades.
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 Por su parte, la literatura martirial deja ver un cristianismo
profundamente arraigado en su ser y quehacer, en donde se ve la existencia de
situaciones problemáticas y controversiales al interior mismo de la Iglesia: hay
discusiones en torno a la organización, a la formulación de la doctrina,
controversias en cuanto al comportamiento cristiano, el problema de quienes
habían ofrecido sacrificio a los dioses ante el miedo por el martirio, las
discusiones con respecto a los sacramentos, particularmente el bautismo, el
puritanismo radical de algunos sectores de la Iglesia, la existencia de hetero
interpretaciones del dogma, con el afán de dar a entender la fe con categorías
filosóficas, etc.
c. El nuevo modelo de Iglesia
No obstante, la Iglesia, desde el punto de vista de las persecuciones, no tiende a
disminuir, por el contrario, se ve más fortalecida desde lo teológico y organizativo.
Las comunidades ya tenían todo un sistema ideológico, formativo y de gobierno
desarrollado desde Hipólito y consolidado por la autoridad e intercomunicación
eclesial entre obispos. Además, las percepciones doctrinales se habían
fortalecido bastante gracias a las profundas explicaciones de las verdades
cristianas hechas por los apologistas. De manera que el fundamento eclesial
hasta el siglo III y IV estaba puesto. El Imperio se da cuenta de esto, y empieza a
ver al cristianismo no como un enemigo, sino como un aliado más, que ayudaría a
fortalecer una unión necesaria para un imperio en profunda división. De esta
forma, se presenta un momento particular en la historia eclesial: el Edicto de
Milán del 313, que, aunque haya sido una estrategia en pro de la unión del
Imperio, también constituye un momento crucial para la Iglesia, porque se da
libertad de culto, notándose una preferencia por el cristianismo.
Efectivamente, fue un momento favorable para la Iglesia, pero que le
trajo también, profundos retos que marcan su existencia y cuyas consecuencias
(no se afirman si positivas o negativas) se perciben hasta el día de hoy. Sin
embargo, sí se presenta una realidad ambigua, porque esta nueva situación de
permisibilidad y, posteriormente de obligatoriedad para el Imperio, lleva, por un
lado, a favorecer el crecimiento exterior de la Iglesia, pero por otro, las dificultades
que surgen a partir de la relación iglesia-estado no son pequeñas, llevando a
acciones que disuenan con el mismo evangelio, en temas como la imposición
ideológica de la fe, la preferencia por los poderes políticos, y la opción por la
prudencia diplomática que hace olvidar la denuncia profética.
La Iglesia oriental tendía a estar más sometida al Emperador que, desde
el siglo V, ostentaba la sede imperial en Constantinopla. Occidente, por su parte,
empieza a tomar rienda de sus decisiones, a partir de la autoridad del Papa ante
la lejanía tanto cultural como gubernamental del emperador.
Todos estos elementos van a crear un nuevo modelo de Iglesia, en donde
la realidad política e imperial permea el quehacer cristiano desde diversas
dimensiones: la división territorial (se toma el modelo imperial de organización
para crear la organización territorial de la Iglesia en patriarcados, provincias y
diócesis), la estructura jerárquica (patriarcas, obispos, los cuales tenían una
importancia tanto político-administrativa como de autoridad, basados en la
tradición de la sucesión apostólica presente en las sedes patriarcales), la
colegialidad (tanto en las constantes comunicaciones organizativas, doctrinales y
de tipo disciplinar entre obispos y patriarcas como en la existencia de los concilios
y sínodos que marcaron la vida eclesial a partir del siglo IV), el clero (compuesto
por los presbíteros y diáconos, ordenados únicamente por los obispos para su
colaboración en asuntos de fe y de administración sacramental).
A modo de conclusión, se percibe un gran cambio en la concepción de Iglesia
a partir de la cercanía con el Imperio, ya que se pasa de una visión mistérica y
carismática, a una percepción imperial, que tiene su continuidad en la cristiandad
medieval, cuya característica es la centralidad estatal en el Papa y la definición
dogmática del primado de Pedro en Roma, prevaleciendo la dimensión jurídico-
institucional, sobre la mistérico-carismática, entendiéndose a sí misma más
como sociedad que como comunidad. No hay que olvidar que hubo reacciones en
contra de esta situación, por ello se presentan formas de vida radicales que
derivan en modelos monacales, los cuales tendrán un gran impacto en la Iglesia
medieval que son garantes de conservación tradicional y de conocimiento
intelectual.
1.3. Desde la perspectiva de los Padres de la Iglesia
Los Padres de la Iglesia no elaboran un tratado de eclesiología, sin embargo, dan
pistas para la comprensión de la realidad eclesial desde dos perspectivas: la
concepción y el hecho histórico. En efecto, desde el principio, los padres
apostólicos buscaban la conservación de la herencia de los apóstoles, en donde
las iglesias locales se juntaban entre sí en un ambiente de comunión de fe, la vida
sacramental y la misión de los obispos. Es Ignacio de Antioquía el primero en
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llama al conjunto de iglesias locales bajo el apelativo de “católica” (sin olvidar las
diferencias conceptuales que el término tiene en la actualidad).
La transmisión fiel de la revelación divina, dada en las escrituras y
completada por Cristo, era un criterio de acción eclesial, esto lo entendía así
Ireneo de Lyon, en su enfrentamiento contra la gnosis pagano-cristiana. Él
identificaba la voluntad de Cristo con la predicación del mensaje cristiano, lo cual
se hace patente en la realidad de la sucesión apostólica que poseen los obispos.
Por otro lado, muchos autores cristianos apelaron a recursos tipológicos
para explicar la realidad de la Iglesia, leyendo el Antiguo Testamento mediante
una percepción espiritual y alegórica del mismo. De este modo, hay textos que
designan a la Iglesia como pueblo de la alianza, hija de Sión, esposa de Cristo,
nueva Eva, arca de la salvación, barca de Pedro, nueva grey de Dios, viña de Dios,
la Paloma del Cantar de los Cantares.
matrimonio, formando una sola realidad. Por ende, quienes pertenecen a ella son
parte, de forma misteriosa, del cuerpo del Señor, son llamados a la salvación y
son limpiados, por el Bautismo, del pecado original, consecuencia de la falta de
Adán. Se concibe la Iglesia desde dos perspectivas: santa y pecadora, que será
totalmente purificada en el juicio final, para manifestarse sin mancha y sin arruga.
De igual forma, Agustín aplica esta realidad a la determinación visible e invisible
de la Iglesia, haciendo énfasis en que la gracia dada por el Espíritu Santo es
absolutamente necesaria para posibilitar la salvación, sin ella el hombre, que es
concupiscible, no está liberado del todo de su naturaleza pecaminosa, pero que,
a lo largo de su vida, debe velar por alejarse de los deseos que lo impulsan al mal
y al pecado para obtener la salvación prometida.

Las controversias e interpretaciones heterodoxas del dogma, llevaron a

los Padres a pensar en la Iglesia desde perspectivas diversas: la acción del
cristiano frente a las realidades sociales que lo rodeaban (¿hacer o no lo que los
paganos?), la realidad salvífica fuera de la Iglesia (Cipriano de Cartago afirmaba
la acción del Espíritu sólo dentro del ámbito eclesial, permeado por el ambiente
jurídico del Imperio Romano).

Muy pronto, particularmente en Occidente, la realidad de organización

eclesial crece en importancia, los ministros ordenados son concebidos como
portadores de una gracia especial, concedida por la imposición de manos del
Obispo, lo cual les confiere la presencia, dentro de sí, del Espíritu Santo con
gracias privilegiadas. La profundización en temas sacramentales como el
bautismo, los lapsi, la radicalidad de observancia de valores cristianos, la pureza,
la idoneidad de los ministros, son temas heredados del afán de concreción que la
cercanía al derecho romano infundía en los pensadores cristianos. Para Oriente la
reflexión giraba en torno a otros puntos: concepción de la Iglesia más desde lo
espiritual que desde lo disciplinar.

Finalmente, San Agustín, haciendo una lectura del corpus paulino,

elabora una serie de reflexiones acerca de la realidad de la Iglesia y su concepción
como Cuerpo de Cristo. En efecto, Cristo y la Iglesia se han unido, como en

6
 2. Desarrollo de la Iglesia en la Edad Media (VII-XVI)
2.1. Un nuevo panorama geo-eclesial
Desde la caída de Roma hacia el 451 por Atila, a la cabeza de los hunos, y la caída
de Roma como imperio en Occidente, el panorama eclesial de la Iglesia latina
cambia radicalmente. Las vicisitudes de estos tiempos y los sucesivos, se tornan
particularmente azarosos ante una Europa completamente dividida por diversos
reinos, cada vez más independientes de Roma. Sin embargo, es un tiempo de
institución de poder eclesial, girando en torno a la figura del Papa como la
persona que ocupa la cátedra del Apóstol Pedro, vicario de Cristo en la tierra, y
provisto de una autoridad sacerdotal que, poco a poco, se va a complementar con
una potestad de orden terreno en la administración y la organización de la
civilización europea medieval, especialmente a partir del siglo IX.
2.2. Supliendo al Imperio
El alejamiento radical del poder imperial, ubicado ahora en Constantinopla,
obliga a la cabeza de la Iglesia latina a tomar el poder, en un primer momento de
facto, luego con una base jurídica real. En este sentido, se empieza a ver al Papa
más como un gobernante, que, como pastor. La concepción del papado se
empieza a ubicar dentro de los contextos particulares de los reinos europeos, la
acción islámica de oriente no permitía que el Emperador Bizantino se ocupara
totalmente de la realidad socio-político-eclesial de Occidente.
En este sentido, el Papa se torna jefe de estado, empieza a adquirir un
gran patrimonio, producto de las diversas campañas emprendidas entre reinos,
liderando procesos de negociación con los bárbaros, que se desplazaban del
norte al centro europeo y subsidiando una serie de procesos de civilización que
van dando forma a la sociedad medieval.
Hay que destacar el papel importante que tuvieron los monasterios. Éstas
instituciones eclesiales, de carácter espiritual, tuvieron sobre sí la
responsabilidad de conservar y transmitir los valores de la cultura anterior, es
decir, los conocimientos y las reflexiones greco-romanas y patrísticas, además de
un estudio profundo de las Sagradas Escrituras. Ahora bien, también los
monasterios se desarrollaron como focos de comercio y de riqueza, que dieron
paso a la fundación de ciudades, en donde había la posibilidad de intercambiar
no solo bienes materiales, sino que también, se constituyen en fuente de
intercambio cultural, intelectual, religioso, en donde la vivencia religiosa y eclesial
se fundaba alrededor de la enseñanza monacal.
2.3. Buscando la unidad
La situación del Imperio Bizantino, las divergencias de pensamiento, las
incomprensiones culturales y las vicisitudes circunstanciales, dieron paso, cada
vez de forma más marcada, a la separación entre hemisferios cristianos. La visión
eclesial que se estaba forjando en Occidente, difería radicalmente de la que
Oriente construía. La vía litúrgica y celebrativa, conservada con tanto celo entre
los cristianos orientales, no concordaba con la búsqueda de precisión conceptual
y disciplinar de la Iglesia Latina. A oriente se le llama ortodoxia, y afirman que las
variaciones en las celebraciones cultuales, especialmente en la eucaristía, eran
motivo de herejía y ofensa directa al querer de Cristo.
Los occidentales crean un sistema teológico preciso en latín, que añade la
expresión filioque al símbolo de la fe, lo cual se constituye solo en un motivo por
el que la separación se va aumentando. Ahora bien, hay que tener en cuenta que
Roma se auto consideraba criterio de interpretación y de gobierno eclesial, cosa
que oriente rechazaba, apelando a la colegialidad y la igualdad entre patriarcados,
cuya máxima instancia de decisión doctrinal y eclesial, se encontraba enmarcada
en la realidad conciliar. Roma ya no puede concebirse de esta manera en donde
el plan de unidad se fundamenta en la unión hacia sí.
2.4. Imperialización de la Iglesia
La Iglesia, al tener un prestigio importante, con respecto a su quehacer social-
civilizador, busca una posición que se asimilaba a la de los reinos circundantes,
lo cual le permitiera tener seguridad, sostenimiento económico y capacidad de
expansión, además de la organización de diaconías para apoyar cusas sociales
en cuestiones de guerra, peste, hambre, diálogos con los pueblos bárbaros, etc.
Este afán de imperialización eclesial se le llamó “Cristiandad”. Allí, la jerarquía
jugaba un papel predominante en la visión cristiana como estado teocrático, cuya
cabeza (rey) era, precisamente el Papa.
Este proyecto de imperio eclesial tiene como resultado, en muchos casos,
situaciones difíciles para la misma Iglesia. El papado y el sacerdocio en general,
se ven envueltos en intrigas, abusos de poder, usurpaciones y todo tipo de
situaciones negativas dentro del marco jerárquico eclesial (el siglo X es conocido
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como el siglo negro del pontificado y la lucha por los poderes eclesiásticos en un
ambiente de compraventa, da como resultado el tema de las investiduras, lucha
que se dio desde el mismo siglo X hasta el XIV)
2.5. Violencia al servicio de la fe
La institución de la cristiandad requería una serie de fuerzas, en pro de la defensa
de los ideales y los objetivos de conservación del propio imperio. En el caso de la
Iglesia, estos ideales y la defensa de la misma, cobraba carácter sacramental en
la institución de una serie de organismos: nace la institución de guerreros que
luchan en favor de la fe y funcionarios que buscaban la purificación de las
doctrinas internas. Son instituciones llamadas, respectivamente, Cruzadas e
Inquisición.
2.6. Civilización cristiana
La sociedad medieval evolucionaba, el modelo feudal que se dio en la alta Edad
Media decaía, la situación de la Iglesia se veía en situaciones problemáticas,
queriendo perpetuar su estatus imperial de cristiandad. La vida intelectual se
ubicaba en los monasterios desde el siglo XI, en donde se buscaba la formación
de funcionarios y clérigos competentes dentro del contexto de las diferentes
ramas del saber. Aparecen las escuelas episcopales o catedrales, alrededor de
las cuales, maestros y estudiantes se van reuniendo. Era el preámbulo de las
Universidades, en donde se buscaba la formación docente para la difusión del
conocimiento universal. Junto a ellas, en un afán de respuesta ante las
circunstancias eclesiales, nace una respuesta concreta a la forma como se
predica el evangelio, las comunidades cristianas se veían imbuidas en lo que se
consideraba errado, ante la excesiva preocupación del clero en los asuntos
estatales. Las ordenes mendicantes, que se formaban en los contextos
universitarios, buscan, desde un testimonio particular de vida y desde una
enseñanza directa y sustentada del mensaje evangélico, hacer frente a esta
carencia por parte de la jerarquía.
2.7. Organización eclesial
A partir del siglo XIII, la Iglesia se organiza en torno al Papa, en donde Roma se
hace cargo de la administración de todos los obispados, diócesis y organizaciones
afines. Los laicos eran tenidos como elementos pasivos dentro del ambiente
eclesial.
2.8. Doctrina Eclesial
La Iglesia que llega al siglo XVI presenta una fuerte contraposición entre dos
dimensiones propias de su ser: la comunión de los santos y su estructura social
visible (en cuanto a lo sacramental y jerárquico). En efecto, parece que una era la
Iglesia que concebían las personas de la sociedad, los campesinos, los
trabajadores, los obreros, etc. y otra era la visión eclesial manifestada en el poder
jerárquico de autoridad sacerdotal y poder temporal.
Se ha hablado que las órdenes mendicantes nacen para responder a esta
situación (siglo XIII), pero la distinción entre Iglesia y estado estaba cada vez más
diluida. La alusión a lo divino y el carácter espiritual de la Iglesia, parecía haber
desaparecido, y sólo era una justificación para alcanzar los estados de poder
mundano de la jerarquía.
En cuanto a la doctrina medieval sobre la Iglesia, realmente se tiene poca
reflexión teológica, más bien se hace una eclesiología de la teología,
fundamentando el hecho teológico a partir de las concepciones y las percepciones
dadas por el Papa, en el ejercicio de su gobierno. A su vez, se compone un tratado
sobre Cristo cabeza, basado en la tradición y en la doctrina agustiniana, realizado
por Pedro Lombardo. De igual forma, hay una definición sociológica de la unión
eclesial como pueblo cristiano, diferente al dado por san Pablo (Cuerpo místico
de Cristo). Finalmente, se presenta una reflexión sobre el cuestionamiento del
primado del Papa, en contraste con la concepción de colegialidad presente en la
iglesia Oriental, derivada de la tradición paleo cristiana.
Referencias
-Calvo, A. y Ruiz, A. (1986). Para leer una eclesiología elemental. Navarra: Verbo
Divino.
-Müller, G. (2009). Dogmática, teoría y práctica de la Teología. Barcelona: Herder.
2da edición.
-Sayés, J. (2003). La Iglesia de Cristo. Madrid: Pelícano.
-Bueno de la Fuente, E. (1998). Eclesiología. Madrid: BAC
-Fernández, A. (2015). Teología Dogmática II. Madrid: BAC