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FILOSOFIA POLITICA SOBRE LAS POSIBLES RELACIONES ENTRE FILOSOFIA POLITICA Y CIENCIA POLITICA’ Como filésofo del derecho y como estudioso, desde hace algunos afios, de la ciencia politica, tengo el pie en dos estribos. Quisiera aprovechar esta posicién incémoda pero en cierto aspecto privilegiada para decir algo sobre el problema de las relaciones entre la filosofia politica y la ciencia politica. En cuanto doy por sentado que ambas disciplinas tienen pleno derecho de ciudadania en el nuevo y amplio reino de nuestras facultades de ciencias politicas, aqui no pretendo detenerme en la naturaleza y fun- ciones de ésta y aquélla, sino que considero mis util tratar de delimitar sus respectivas fronteras. Estimo que una operacién de esta indole puede ser de alguna utilidad para no caminar a tientas moviéndonos ora en una direccién, ora en otra, segtin soplen los vientos. Hace cuarenta afios, en tiempos de nuestros estudios universitarios y bajo el imperio de la filosofia idealista, nadie queria oir hablar de la ciencia politica, a la que se habia con- denado al ostracismo junto con todas las demas ciencias sociales. Seria verdaderamente lamentable que hoy, en un clima filosdfico distinto, donde tanto las corrientes neoempiristas anglosajonas como las diversas inter- pretaciones antiideoldgicas del marxismo (por ultimo, la estructuralista) han favorecido el desarrollo del estudio “cientifico” de la sociedad en ge- neral y de la sociedad politica en particular, el interés renovado por la ciencia politica terminase por ensombrecer la filosofia. EI problema de las relaciones entre la filosofia politica y la ciencia politi- ca tiene muchas facetas, porque manteniendo firme el significado de uno de los dos términos, o sea, el de ‘ciencia politica’, entendiéndolo como estudio de los fenémenos politicos realizado con la metodologia de las cien- cias empiricas y utilizando todas las técnicas de investigacién de la ciencia del comportamiento, si el otro término —‘filosofia politica’-— es usado, como generalmente acontece, bajo significados muy variados, también las relaciones entre ellos se plantean inevitablemente de manera diferente. E] objetivo principal de este trabajo es mostrar que a cada acepcién de ‘filosofia politica’ corresponde una manera diferente de presentar el pro- blema de las relaciones entre filosofia politica y ciencia politica y, por tan- to, poner en guardia a todo el que crea que el problema tiene una solucién univoca. Creo que mostrar las cosas de esta manera puede servir para po- ner en evidencia una de las razones de la confusién que reina en la materia. “Dei possibili rapporti tra filosofia politica e scienza politica. Estratto dal I° Simposio di Filosofia della Politica “Tradizione e novita della Filosofia della Politica’, Facultad de Jurisprudencia, Universidad de Bari-Laterza, Bari, 1970, pp. 23-29. 55 y Og 56 RELACIONES ENTRE FILOSOFIA POLITICA Y CIENCIA POLITICA Me parece que se pueden distinguir por lo menos cuatro Significados diferentes de ‘filosofia politica’. / 1, La manera més tradicional y coherente de entender la filosofia poli, ca es concebirla como la descripcién, proyeccién y teorizacién de la Opti- ma reptblica o, si se quiere, como la construccién de un modelo ideal de Estado fundado en algunos postulados éticos ultimos, sin Preocuparnos de cuando y cémo pueda ser efectiva y totalmente realizado. Pertenecen a esta forma de pensamiento ciertas “utopias al revés” de las que ha habido ejemplos conocidos sobre todo en el ultimo siglo, que consisten en la des. cripcién no de la 6ptima, sino de la peor republica 0, si se desea, del mode. lo ideal del Estado que no debe realizarse. 2. Una segunda forma de comprender la filosofia politica es considerarla como la busqueda del fundamento ultimo del poder, que permite respon- der a las preguntas “za quién debo obedecer?” y “por qué?” Se trata del problema bastante conocido de la naturaleza y funcién de la obligacién politica. Bajo esta acepcién, la filosofia politica se resuelve en la solucién del problema de la justificacion del poder ultimo, 0, en otras palabras, en la determinacion de uno o mas criterios de legitimidad del poder. Cuando se hace referencia, por ejemplo, a la filosofia politica moderna y se men- ciona a escritores como Hobbes y Locke, Rousseau y Kant, De Maistre y Hegel, se hace referencia a teorias que, partiendo generalmente de supuestos filos6ficos sobre la naturaleza humana, de la sociedad ydela historia, tienden a esgrimir buenas razones, incluso las mejores, por las cuales el poder tiltimo debe (0 no debe en determinados casos) ser obede- cido, vale decir, a proporcionar una justificacién de la obligacién politica y a delimitar su ambito. De conformidad con esta connotacién, todas las filosofias politicas se podrian clasificar segtin los diversos criterios de legitimacién del poder que han sido en su turno adoptados, 3. Por ‘filosofia politica’ también se puede entender la determinacién del concepto general de ‘politica’, como actividad aut6noma, manera o forma del espiritu —como habria dicho un idealista— que tiene sus caracteristicas peculiares que la distinguen asi de la ética como de la economia, el de cho o la religion. De la misma manera se dice que la tarea de la filosofia del derecho es la determinacién del concepto del derecho. Tengo la impr’ OO a RELACIONES ENTRE FILOSOFIA POLITICA Y CIENCIA POLITICA 57 {a weberiana, si el hombre politico sigue la ética de la responsabi- Jade las convicciones, etcetera, 4 La difusion del interés por los problemas epistemoldgicos, légicos, de palisis del lenguaje, en general metodolégicos, ha hecho aparecer una ayarta manera de hablar de la filosofia politica: la filosofia politica como euayit.o critico, entendido sobre supuestos, condiciones de verdad, pre. diseipnes de objetividad, 0 no valoracién, de la ciencia politica. Desde esta perspectiva se puede hablar de filosofia politica como metaciencia, o sea, de un estudio de la politica a un segundo nivel, que no es el directo de la investigacion cientifica entendida como estudio empirico de los comporta- mientos politicos, sino el indirecto de la critica y la legitimacién de los procedimientos por medio de los cuales es levada a efecto la investigacién en el primer nivel. En esta perspectiva entra la orientacién de la filosofia analitica hacia la resolucién de la filosofia politica en el andlisis del Jenguaje politico. Noes dificil darse cuenta de que el problema de las relaciones entre la filosofia politica y la ciencia politica asume aspectos diferentes segtin si es tomada en consideracién una u otra acepcién de la filosoffa politica antes sefialadas. 5. Cuando por filosofia politica se entiende la teoria de la 6ptima reptiblica, la relacién con la ciencia politica es de oposicién neta. Mientras la ciencia politica tiene una funcidn esencialmente descriptiva 0 explicati- va, la filosofia como teorfa de la éptima reptiblica desempefia un papel pri- mordialmente prescriptivo: el objeto de la primera es la politica tal cual es (la “verdad efectiva”); el propdsito de la segunda es la politica como debe- tia'ser. Dicho de otra forma: se trata de dos maneras diferentes de consi- derar el problema politico, de dos puntos de vista aut6nomos uno del otro, 9, si se quiere, de dos caminos que no estan destinados a encontrarse. La Proyeccién hacia el futuro de la filosoffa como teoria de la éptima republi- 6a es la utopia; la misma proyeccién hacia el futuro de la ciencia politica asume el aspecto de “prospectiva”. El disefio utopico es el proyecto de un Estado que debe ser en el sentido moral de “debe”; la futurologia es la pre- on de un Estado que debe ser en el sentido naturalista de “debe”: el pode ttepico es deseable pero podria no realizarse; el Estado futuro ee Sambién no ser deseable pero es el que eee eer fe nee Ripsoaseen teers es cientificamente exacta. En el ee le la ps 6. Enix a cientifica, la utopia se resuelve en pene 8G losofia politica se entiends on acepci6n, de acuerdo con la cual por fi del poder, la relacion oo tina tora sobre la justificacion o legitimacién de! POTS esttecha, mite 1a filosofia politica y la ciencia politica es muro NU menos sett el problema filoséfico presupone el andlisis de fos {00 Politica, pas et Poder, que estimamos de competencia de! CNN Te esembocae ott Parte, el estudio reatista del poder no pute’ Cole ae ar en el problema —que tradicionalmente ha sido consi 58 RELACIONES ENTRE FILOSOFIA POLITICA Y CIENCIA POLITICA propio de la filosoffa— de los criterios de legitimidad, esto es, de las ra, nes tiltimas por las que un poder es y debe ser obedecido. La obra de Habba que en muchos aspectos es un analisis empirico del comportamiento Ss, litico, ha sido Hamada con razon una gramitica de la obediencia. En Filosofia del derecho de Hegel es terriblemente dificil separar el andlisi realista de la sociedad y del Estado de la ideologia politica que lo gu; is estén igualmente vinculados el momento de la explicacién de lo que acon. tece y el momento de la justificaci6n por la cual lo que acontece debe sy. ceder; o el problema de la representacion histérica y la legitimacién ideal del Estado, 0, mejor dicho, de un cierto tipo de Estado. Es superfluo agre- gar que una cosa es determinar un criterio de legitimaci6n, y otra describir las diversas pautas de legitimacion posibles o realmente aplicables en los diversos regimenes y en las diferentes épocas historicas (lo que es tarea de la ciencia politica). 7. En cuanto al tercer significado de filosofia politica —como determina- cién de la categoria ‘politica’—, la relacién con la ciencia politica es tan estre- cha que resulta dificil establecer una linea de separaci6n entre una y otray sefialar dénde termina el Area del cientifico y donde empieza la del fildsofo, Las dos investigaciones constituyen una continuidad: no se puede pensar en una pesquisa de la ciencia politica que no se plantee el problema del con- cepto ‘politica’ y, en consecuencia, de la delimitacién misma del propio campo de investigacién; pero tampoco se puede pensar en un andlisis del con- cepto de politica que no tenga en cuenta los datos recabados y los fené- menos examinados por la investigacién factica. La diferencia entre el plano de la filosofia y el de la ciencia ya no es, en este caso, de naturaleza cuanti- tativa, sino exclusivamente de orden de importancia. Hoy no existe anilisis cientifico de los fenémenos politicos que no comience con el planteamiento © con la presuposicién de una teorfa general del poder, la que deberia servir para delimitar el campo de la politica del de la economia y del derecho. Mas que de filosofia politica, aquf seria mejor hablar de “teorfa general de la politica”, bajo el mismo criterio con el que en el campo del derecho se dis- tingue la teorfa general del derecho de la ciencia jurfdica en sentido estricto. 8. Enel caso de la filosofia politica entendida como metaciencia, la dis- tincién entre filosofia y ciencia se vuelve de nuevo tajante: se trata de inves- tigaciones que tienen objetos y fines diversos. La ciencia es el discurso 0 conjunto de discursos sobre el comportamiento politico; la filosoffa es al discurso sobre el discurso del cientifico. Como tal, es una investigacion de segunda instancia. Se entiende que la diferencia no excluye un tipo muy preciso de relaci6n: la metaciencia se propone, con respecto a la investig® cién cientifica, un objetivo —como ha sido dicho en repetidas ocasiones™ terapéutico, y por tanto tiene necesidad de mantener un contacto per™* nente con la investigacién cientifica propiamente dicha. La ciencia, Po! 0 parte, se sirve de la reflexion que se refiere al método y al lenguaje pa! °°" rregir y finalmente perfeccionar el propio trabajo y controlar los resultados RELACIONES ENTRE FILOSOFTA POLITICA Y CIENCIA POLITICA 59 do de resumir las diferentes relaciones que se establecen entre la ofia politica en sus diversas acepciones y la ciencia politica, se podria filose "ye: a) en el primer caso hay una relacién de separacion y al mismo decit i divergencia; b) en el segundo caso la relacién, si bien es de seme tier» ‘al mismo tiempo es de convergencia; c) en el tercer caso hay una de continuidad y por tanto sustancialmente de indistincién (se fa, en todo caso, de una distincién convencional); y d) en el cuarto caso la Jacion es de integracion reciproca o de servicio mutuo. Observando estos rentos tipos de relacidn, se puede hacer todavia una consideracién: distreniendo firme el cardeter “avalorativo” de la ciencia politica (o la ciencia eS avalorativa 0 no es ciencia), la mayor distancia entre la filosoffa olitica y la ciencia politica se registra alli donde la filosofia politica asume un caracter fuertemente valorativo. De nuestra tipologia se des- rende que las acepciones en las que la filosoffa polftica asume un rasgo fuertemente valorativo son las primeras dos, o sea, la filosoffa politica como descripciOn de la éptima reptiblica y como determinacién de un principio de legitimidad. Y son éstos, en efecto, los casos en que la rela- cion entre filosofia y ciencia es de separacién més que de integracién. qratan' relacion RAZONES DE LA FILOSOFIA POLITICA* Era previsible que la institucionalizacién de la catedra de filosofia Politica, al crearse las nuevas facultades de ciencias politicas a finales de los afiog sesenta, provocase un debate sobre la naturaleza, contenidos y objetivog de la nueva disciplina que ganaba su puesto al lado de dos materias tradi. cionales, la historia de las doctrinas politicas y la ciencia politica, para no hablar de la todavia mas reciente sociologia politica. En realidad ese de. bate no se dio, o fue muy inferior en cuanto a intensidad y vivacidad al que habia precedido y acompajiado el nacimiento de la disciplina. Entre el 11 y el 13 de mayo de 1970 tuvo lugar en la Facultad de Derecho de Bari, gracias al profesor Dino Pasini, un congreso dedicado a la “Tradi- cién y novedad en la filosoffa politica”, en el que tocé a Alessandro Pa- sserin d’Entréves, primer titular de la materia, y a mf, que lo sustituiria dos aiios después, presentar las conferencias introductorias. No nos deja- mos seducir por la tentaci6n, tan frecuente en estos casos, de proponer nuestro particular concepto de filosoffa politica, es decir, de ceder a la pre- suncion de decir qué debe ser la filosofia politica. D’Entréves, en su ponen- cia intitulada manzonianamente “E] compartimiento asignado a los estadistas”, se plantea el siguiente problema: “;Existen caracteristicas co- munes que se encuentran en todos los pensadores generalmente cataloga- dos como politicos?” Puesto en estos términos, el asunto requeria una res- puesta basada en una pesquisa histérica consistente en una serie de juicios de hecho, por encima de los de valor, aunque presuyponia un acuerdo tacito apoyado en una convencién ampliamente compartida sobre lo que se debia entender por “pensador politico”, o, para retomar la metafora manzoniana, qué es lo que debe ser colocado en la “casilla” (en la que “destacaban” —na- turalmente— Maquiavelo, “licencioso, pero profundo”, y Botero, “recatado, pero agudo”). Los ejemplos proporcionados por d’Entraves, que iban de San Agustin a Santo Tomas, de Hobbes a Locke, de Maquiavelo a Montes- quieu, se apegaban al acuerdo. Este procedimiento para definir la filosofia politica es el tipico mecanismo empirico en cuanto a extension e inten- sin. Fijado el contenedor (extensi6n) se trataba de ver qué cosa habia dentro (intensién). También mi ponencia era descriptiva porque, presentando una clasili- cacién de los principales significados lexicales de “filosofia politica”, 2° tenfa intencién de elevar ninguno de ellos a definicion privilegiada y exclus * “Ragioni della filosofia politica”, en varios autores, Studi politici in onore di Luigi Fir?» vol. IV, Problemi, metodi, prospettive, Depto. de Estudios Politicos, Universidad de Turin-Franco Angeli, Milan, 1990, pp. 175-187. 60 ~~ RAZONES DE LA FILOSOF{A POLITICA cs ya y, por consiguiente, de dar algtin caracter estipulativo. Estos significa- dos eran los siguientes: descripci6n y propuesta de la éptima reptiblica; pusqueda del fundamento tiltimo del poder y, por tanto, del deber de obe- decer; determinaci6n del concepto general de politica, con-la consecuente distinci6n entre politica y moral, entre politica y derecho, entre politica y religion; y, finalmente, metodologia de la ciencia politica o metaciencia politica. La necesidad de esta clasificacién, que tenia un valor puramente analitico sin intencién normativa alguna, brotaba de la constatacion de que en la categoria de la filosofia politica se suelen colocar obras aparen- temente muy diferentes entre si —como la Republica de Platén, el Contrato social de Rousseau y la Filosofia del derecho de Hegel— y de que en estos uiltimos tiempos, luego del gran interés por los problemas de la filosofia de laciencia y de la sospecha de que la filosofia tradicionalmente concebida es un saber ideolégico, por “filosofia” se debe entender exclusivamente la cri- tica a la ciencia.! El debate italiano se realiz6 un afio después de una discusién semejante que tuvo efecto gracias al Instituto Internacional de Filosofia Politica, en un congreso parisino cuyas memorias vieron la luz en 1965. El Instituto, fundado por Boris Mirscine-Guetzévitch, pero encabezado desde el inicio por Georges Davy, habia inaugurado sus seminarios anuales, que conti- nuan hasta ahora, con un debate sobre el tema fundamental, el “poder”, cuyas actas fueron publicadas en dos voliimenes en 1956. El sexto congre- so fue dedicado a L’idée de philosophie politique. De las ponencias sdlo dos tocaban el tema especifico, la de Paul Bastid, “L’idée de philosophie poli- tique”, y la de Raymon Polin, “Définition et défense de la philosophie po- litique”.2 Ambas transitaban el camino opuesto al que seguirfa el debate italiano: se proponfan explicar en qué consiste la “verdadera” filosofia po- litica y, en consecuencia, tenfan un preciso objetivo propositivo. La “ver- dadera” filosofia politica era lo que ella debia ser. Bastid se habia limitado a distinguir la filosofia polftica de la filosofia de la historia, la filosoffa moral y la filosofia juridica, lo que tradicionalmente es un tema académico con el que el ensefiante de una disciplina introduce el discurso sobre la propia materia, y a concluir que ella se resuelve en la btisqueda de los pri- meros rudimentos o de los principios fundamentales de la organizaci6n social. Polin, en cambio, se proponfa declaradamente la misién de dar una definicién de filosoffa que sirviese para recouvrir y para remplacer las definiciones tradicionales. Después de haberla definido como la forma de conocimiento superior que tiene la tarea de “hacer inteligible la realidad ' Tanto la ponencia de d’Entréves como la mia se encuentran en Tradizione e novita della filosofia della politica, “Quaderni degli Annali della Facolta di Gurisprudenza della Universita di Bari", 1970, pp. 7-21 y 23-37, respectivamente. Toqué el tema también en “Considerazioni sulla filosofia politica”, en Rivista italiana di scienza politica, 1, 1971, pp. 367-379. (La ponen- cia.a la que se refiere Bobbio es el ensayo anterior, incluido en este volumen, pp. 55-59). 2En el libro L'idée de philosophie politique, eur, Parts, 1965, pp. 3-20 y 33-55, respectiva- mente. . i 62 RAZONES DE LA FILOSOFIA POLITICA politica”, explicaba que ella era insustituible en el universo de} cimiento, y tenfa una funcién “critica y normativa”, sobre todo la de en consideracién y favorecer “un futuro de libertad”. En el mismo congreso, Renato Treves ley6 un trabajo sobre la nocién dg polftica en el pensamiento italiano: constataba que eran dos las acepciones predominantes de la expresién, la que era entendida, por ung rte, como descripcién del Estado 6ptimo y, por otra, como la invest). in sobre la naturaleza y los objetivos de la actividad politica, que debe ser distinguida de otras actividades del espfritu (la referencia a la filosofig de orientacién espiritual dominante en Italia era evidente) y, sobre todo, de ctividad econémica y de la moral. Este andlisis constituyé un buen precedente de la discusi6n de Bari: en efecto, dos de los significados de filosoffa politica que enuncié correspon- s resaltados por Treves en el pensamiento italiano contempordneo, Luego él mismo declaraba su preferencia por un tercer significado, afir- mando que, a su manera de ver, la filosofia habria debido ser considerada como “metodologia de la ciencia politica, como reflexién sobre el lenguaje, sobre los limites y fines de esta ciencia”.3 Con esto Ilamaba la atencién so- a posible definicion de filosoffa polftica que no correspondia a las onales, y me sugeria uno de los cuatro significados de mi clasifica- cién. Sdlo faltaba la acepcién de filosofia politica como justificacién de la obligacién politica, 0, lo que es lo mismo, como problema de la legitimi- dad del poder. Aeste problema siempre habia sido mas sensible el pensamiento politi- co inglés, que se habja interrogado sobre los limites del poder, vistos ex parte civium, mucho mas que el pensamiento polftico en la Europa conti- nental, cuyo problema fundamental habia sido el de la raz6n de Estado, 0 sea, de la legitima ruptura de los I{mites, ex parte principis. El tema de la obligacion politica habfa sido importado a Italia por d’Entréves, quien tuvo su primera y decisiva formacién académica en Inglaterra. No por casuali- dad en su ponencia de Bari, después de haber expuesto lo que consideraba los caracteres comunes de las filosofias politicas tradicionales, concluia que estos rasgos comunes convergen en un tinico problema, que es el de “per catarse de los vinculos de dependencia que abrazan al hombre de la cuna @ la tumba”, y en definitiva de hacer posible la respuesta a la pregunta: “¢Por qué un hombre debe obedecer a otro hombre?”# Ocupandose de este proble- ma —concluia—, los grandes escritores politicos del pasado hacfan fi losoffa, “eran filésofos y no simples recopiladores y ordenadores de datos . En la discusion de Bari no se habfa podido tener en cuenta el articulo del profesor Raphael, de la Universidad de Londres, “What is Political Philosophy?”, publicado el mismo aiio en el libro Problems of Political Philo- Cono. tomar 3R. Treves, La notion de philosophie politique dans la pensée italienne, p. 108. 4 Tradizione e novita, op. cit., p. 14. RAZONES DE LA FILOSOFIA POLITICA. 63 sophy (que cito de la segunda edici6n de 1975). También Raphael seguia la otra via, la de expresar su opinion sobre lo que deberfa ser la filosoffa politica, para distinguirla ya sea de la teorfa politica perseguida por los Pocidlogos y cientificos de la politica, que se propone “explicar” el fené- meno politico, ya por la ideologia que tiene un cardcter exclusivamente normativo. El propésito de la filosoffa politica no es, segtin Raphael, la explicaci6n, sino la justificacién; su cometido no es prescriptivo como el de la ideologia, sino normativo en el sentido limitado de que ofrece buenas razones para que se acepte o rechace una proposicién. En pocas palabras, los objetivos de la investigacién filos6fica, que valen igualmente para la filosoffa politica, son, a juicio de Raphael, esencialmente dos: a) la aclara- cién de los conceptos, y b) la evaluacién critica de las creencias. Ambos propésitos son fina y claramente ilustrados por el autor. No tiene caso comentar esta y otras interpretaciones de la filosoffa politica. Tot capita tot sententiae. Tampoco hay que maravillarse de que la filosoffa politica siga la suerte de la filosofia general, que contintia interro- gandose sobre si misma desde que nacié, tanto asf que una parte conspicua del saber filoséfico consiste en un saber reflexivo, en filosofar sobre la filosofia. Aqui me interesa poner en evidencia que también la filosofia de la filosoffa, que podemos llamar metafilosofia, puede tener, a semejanza de la metaciencia, un cardcter descriptivo y prescriptivo. El debate, tal como se desarroll6é en Bari, tuvo un rasgo predominantemente descriptivo, en contraste con el debate parisino y con el articulo de Raphael, cuya pauta es fundamentalmente prescriptiva. Luego, se puede precisar que una meta- filosofia descriptiva se orienta hacia el descubrimiento y el andlisis de las definiciones lexicales que tienen en cuanto tales un derecho igual a ser tomadas en consideraci6n, mientras una metafilosofia prescriptiva desem- boca irremediablemente en una definici6n estipulativa, que tiende a ex- cluir todas las demas. A pesar de la expansién gradual de la ensefianza de la filosofia politica en nuestras universidades, las primeras discusiones sobre la naturaleza, los fines y los limites de la disciplina no tuvieron muchas repercusiones en los afios siguientes. Una oportunidad para retomarlas fue la publica- cién de la nueva revista Teoria politica, cuyo primer numero aparecié a comienzos de 1985. Al proponer la confrontaci6n entre filésofos de la polf- tica y cientfficos de la politica, al invitar a colaborar e interactuar a filéso- fos, socidlogos, historiadores, politélogos y juristas, la revista no podia dejar de provocar discusiones de naturaleza metodologica. La primera intervencién aparecié en el tercer ntimero, gracias a Danilo Zolo, quien Para desarrollar sus consideraciones partia del debate de 1970, como si en el no tan breve intervalo de 15 afios no se hubiese alzado ninguna voz digna de ser escuchada.’ Incluso los otros escritos a los que Zolo se referia, 5D. Zolo, “I possibili rapport tra filosofia politica y scienza politica. Una proposta post- empirica”, en Teoria politica, I, 1985, nim. 3, pp. 91-109. 4 RAZONES DE LA FILOSOFIA POLITICA de Sartori y Matteucci, sobre el tema de la naturaleza de la ciencia . que no podia dejar de ser examinada sin confrontarla con la fltica politica, se remontaban a esos afios. Igualmente, la ciencia politica one aoe es iacor dicho, cuando reaparecié bajo las nuevas vestimentg: de ciencia a Ja norteamericana, aproximadamente diez afios antes, a Be ciate ae ojamte, Todo discurso sobre la ciencia politica llamabe Un sco ene a politica y viceversa. En cl sexto voluren de la gran Historia de las ideas politicas, econdmicas y sociales, publicado en 1973 aaa ae Glo ax se encuentran frente a frente un ensayo de d'Entrevey sobre la filosoffa politica, con un apartado sobre la distincion entre filoso fia politica y ciencia politica, y uno de Giovanni Sartori sobre la ciencia politica, con un apartado sobre la filosoffa politica.¢ Bajo razonamientos simétricos y opuestos, en el primero la filosoffa aparece como no-ciencia, y en el segundo la ciencia se muestra como no- ilosofia. : La relacin entre filosofia politica y ciencia politica era el tema principal del articulo de Zolo de 1985, pero considerado mas desde el punto de vista de la ciencia politica, de la que criticaba la concepcién neoempirista o neopositivista, predominante en Italia y sostenida por mf, y no desde el de la filosofia politica. En referencia a esta ultima, se congratulaba de que en nuestras universidades la filosofia politica se hubiese emancipado de la filo- sofia del derecho, que tenia una larga tradicién, y que hubiese superado el complejo de inferioridad frente a la ciencia politica y la sociologfa polit Retomaba el “mapa” diseado por mi de los varios y posibles significados de filosofia politica y planteaba una tesis para profundizar, segin Ja cual la distincién entre filosofia politica y ciencia politica puede remitirse “probablemente” auna diferencia de grados, a una tendencial polarizaci6n de maneras de pensar que se traduce en una diferente seleccidn y presenta- tion de los problemas. Precisaba que “Ia forma del pensamiento filosdfico privilegia las teorfas muy generales, fuertemente inclusivas, que operan una reduccién de complejidad muy débil y por ello mismo son muy com- plejas y dificiles de controlar”,” mientras la forma del pensamiento cienti- Fico resalta las teorias de alcance més limitado, capaces de un? elevada redaceién de la complejidad y por ello fuertemente especializadas Y abstractas, gracias a un uso muy intenso de clausulas ceteris paribus. De este modo, también Zolo se orientaba hacia una metafilosoffa pres™P” tiva, proponiendo una sola acepcion plausible de “filosofia politica”, Pr ferible a todas las demds, si no incluso como la sola “probablemente ver" dadera, una acepcién que repetia, sin reconocimiento explicito, el concer cater guolia diferente sdlo cuantitativamente de la ciencia, que haPi a propio del positivismo, es decir, de la filosofia de la que el mismo Zolo hae Priticado el concepto de ciencia, sugiriendo como alternativa un enfoar" postempirico para la ciencia. Aun admitiendo que la filosofia politica P itn, 1979 Sugarcos 6 De Sartori véase también La politica. Logica e metodo in scienze sociali, 7 Art. cit., p- 104. RAZONES DE LA FILOSOFIA POLITICA 65 diese tener también la tarea de metaciencia, que era el cuarto significado que puse en evidencia, esta manera de entenderla era de cualquier forma, en referencia a los significados tradicionales, limitativa, porque tendfa a gliminar del mapa los significados derivados de la distincién entre lo des- criptivo y lo prescriptivo, entre la explicacion y la justificacién, distincién que habia aparecido repetidamente en el debate sobre la naturaleza de la disciplina. La verdad es que, de conformidad con la idea inspiradora de la nueva revista, Zolo se proponia trazar las lineas de una “teoria politica” que en cuanto tal no podia tener la misma extensién de la filosofia politica, naturalmente mucho mas amplia. La limitacién del campo de la filosofia politica dependia del hecho de que ciertamente se hablaba de filosoffa politi- ca, pero se tenia en la mira la teorfa politica, de la que se trataba de ident ficar su papel sea con respecto a la filosoffa, sea en referencia a la ciencia. Result claro del artfculo de Michelangelo Bovero, publicado dos nu- meros después en la misma revista con el titulo “Por una metateorfa de la politica. Cuasirrespuesta a Danilo Zolo”, que el verdadero objeto de la contienda era la teoria politica. E] asunto en cuestion no era tanto la filo- sofia politica como el objeto todavia misterioso de la teorfa politica, segtin se mostraba desde el titulo, en el que se hablaba de metateoria y no de me- tafilosofia. Aqui no es el lugar para detenerse en este intento de construir un modelo de teoria politica que dé cuenta de la estructura formal y del entramado de las teorfas polfticas, porque el tema sale de esta cronica, y el problema de la naturaleza de la teoria politica debera ser profundizado €n otro sitio. Lo he sefialado porque efectivamente era claro que el debate sobre lo que es la filosofia politica se estaba desplazando hacia el proble- ma de la naturaleza de la teorfa politica, que parecia menos comprometido con la lucha secular sobre el significado de “filosofia” y, en consecuencia, méas susceptible de respuestas especificas, particularmente oportunas en el momento en que se estaba introduciendo una nueva disciplina en la en- sefianza universitaria. Que la nueva disciplina se llamase filosofia politica no exclufa una redefinici6n de ella como teoria politica, que parecia mas adecuada a encontrar un mejor punto de convergencia del que estaba per- mitido a la vieja expresion filosofia politica, abierta a las mas diversas interpretaciones y criticas. Con estas observaciones no quisiera dar a entender que yo esté dis- Puesto a dar a las cuestiones de método y a las referentes al conflicto de las disciplinas mayor importancia de la que tienen en realidad. Tanto las Primeras como las segundas frecuentemente son asuntos puramente académicos, en los que a la agudeza de las distinciones y subdistinciones no corresponde siempre una importancia practica. Ello no quita la sorpre- fal constatar que la proliferacin de las catedras de filosofia politica no ‘a Sido acompaniada por una reflexion sobre el lugar de la disciplina en la ahora vasta area de las ensefianzas que tienen por objeto la politica. En un Teciente comentario de las respuestas a un cuestionario sobre los progra- a 6% RAZONES DE LA FILOSOFIA POLITICA mas de los profesores de filosoffa politica se mostr6 que el objeto preg, nante de los cursos es el comentario de obras clasicas, tanto asj ns comentarista fue constrefido a preguntarse si el objeto de la filescre polftica para los docentes italianos de la materia era la politica en cua fs tal, 0 las ideas y las teorias filos6ficas sobre la politica.’ La pregunta oa claramente retérica: es evidente que en este segundo caso la filosofia - litica no seria otra cosa que una copia de la historia de las doctrinas polit cas que es ensefiada desde hace cincuenta afios en nuestras universidades, Si alguna vez hubo un debate sobre la naturaleza de la filosofia politica éste se orient6 sobre todo a la diferenciacién de la filosofia politica de la ciencia politica y, en segunda instancia, de la filosofia moral y de la filo- sofia del derecho. Nadie se habia planteado el problema de la distincién entre filosofia politica e historia del pensamiento politico porque la dife- rencia entre una y otra era evidente. Y, en cambio, una vez mas se debe constatar —si es valido parodiar un célebre titulo kantiano— que lo que puede ser correcto en teorfa no vale para la practica. Faltaba en Italia, es verdad, una tradicién de docencia de la filosofia politica, como la habia en cambio para la filosofia del derecho, que nadie hubiese pensado confundir con la historia del pensamiento juridico, aun- que al no existir un curso de esta materia las catedras de filosofia del dere- cho en la practica frecuentemente son cursos de historia del pensamiento juridico, y los filésofos del derecho suelen distinguirse en filésofos propia- mente dicho e historiadores. Pero en el caso de la filosofia politica injert da en un tronco en el que una de las ramas frondosas era la historia del pensamiento politico, la sobreposicién y, en consecuencia, la confusion con la historia no deberian haber surgido. Es preciso agregar que, mientras existe una larga tradicion de manuales y tratados de filosofia del derecho que incluye —en honor a la supremacia del derecho sobre la politica, lo que me ocuparé un poco mas adelante— a la filosoffa politica (baste ejemplo de la Philosophie des Rechts de Hegel), no existe una tradiciéa semejante en la filosoffa politica. Asi y todo, un ejemplo de lo que habrfa podido ser la ensena! filosofia politica diferente de la historia del pensamiento politico hab! sido presentado por quien ocupé primeramente esa catedra. El ma?" que d’Entréves publicé en 1962 bajo el’ titulo en ese entonces académice mente insustituible de Doctrina del Estado, pero que luego continué sient” utilizado cuando el titulo de la catedra se volvié “Filosofia de la polit” tenfa por objeto un solo tema, el poder, que sin embargo era asumido 4 de tres puntos de vista: como fuerza, como poder legitimo y come ae dad. Cada uno de estos aspectos fue presentado mediante ejemplos t0™h . del estudio de los clasicos, que él denominaba con la feliz expresiO” de nza de! i ito de * Cito del Bolletino di filosofia politica, nim. 0, mimeografiado, que contiene un M. Bovero sobre los resultados del cuestionario(p. 5). ee RAZONES DE LA FILOSOFIA POLITICA 67 autores que cuentan”, Asf, la historia de ninguna manera quedaba excluida, pero era puesta al servicio de una propuesta teorica. El propio autor, casi como justificacin del hecho de que la cronologfa no era respetada y de que “los saltos en el tiempo son a veces tremendos”, declaraba abierta- mente: “Este libro no es una historia de las doctrinas politicas” (p. XI). En efecto, no era una historia de las doctrinas politicas porque era una obra de filosoffa politica. Como sucesor de d’Entréves en la cdtedra, no olvidé ni la orientacién del curso —la seleccion de un gran tema, para desarrollar con referencias con- tinuas a la historia de las ideas—, ni la leccién de los clasicos, o sea, de “los autores que cuentan”. Al dedicar un curso a la teoria de las formas de go- bierno en la historia del pensamiento politico, escribi en el Prélogo que “si un curso de filosoffa politica tiene una raz6n de ser, diferente a aquella de los cursos de historia de las doctrinas politicas y de ciencia polftica, es el estudio y el andlisis de los llamados ‘temas recurrentes”.? Entendia por temas recurrentes los que atraviesan la historia del pensamiento politico, desde los griegos hasta nuestros dias (comienzo por los griegos dado mi escaso conocimiento del pensamiento oriental), los que, como tales, consti- tuyen una parte de la teoria general de la politica. Explicaba que la identi- ficacién de estos temas recurrentes tenfa un doble propésito: por una parte, sirve para establecer algunas grandes categorias (comenzando por la mas amplia de la politica) que permiten fijar en conceptos generales los fenémenos que entran a formar parte del universo politico; por otra, facilita establecer entre las diversas teorias politicas, enarboladas en tiempos diversos, semejanzas y diferencias. El ultimo curso lo dediqué, partiendo del Libro V de la Politica de Aristdteles sobre los “cambios”, a uno de esos conceptos —sobre el que ahora la literatura ya es inmensa—, la revolu- cin. Para cualquiera que tenga una cierta familiaridad con los clasicos, no hay mas que tomarse la molestia de seleccionar. Las no siempre buenas relaciones, por no decir la mutua desconfianza, entre los historiadores de las doctrinas politicas y los fildsofos de la politi- ca es el efecto de las incomprensibles incomprensiones (perdonen ustedes elenredo), y si no incluso de los malentendidos. La teoria politica sin histo- ria queda vacia, la historia sin teorfa esta ciega. Estan fuera de lugar tanto los tedricos sin historia come los historiadores sin teorfa, en tanto que los te6ricos que escuchan la leccién de la historia y los historiadores que estan muy conscientes de los problemas tedricos que su investigacion presupone salen beneficiados del ayudarse mutuamente. Es probable que, mas que de incomprensién, se trate de un contraste de posiciones o de mentalidad: la que aprecia lo que es constante, propia del teérico, y la que privilegia lo que esté en mutacién permanente, propia del historiador. Nihil sub sole novi, 0 ° La teoria delle forme di governo nella storia del pensiero politico, Giappichelli, Turin, 1976, sbierno en la historia del pen- P. 1 (hay version en espafiol del Fce: La teoria de las formas de gol samiento politico, trad. de J. Fernandez Santillan, 1° ed., México, 1987.) __, 68 RAZONES DE LA FILOSOFIA POLITICA “Todo se mueve”. La permanencia o el fluir. El eterno retorno o el cambj irreversible. Nada me impide confesar que me he sentido cada vez ng atraido por el descubrimiento de lo repetido que por Ja consecucién Ae irrepetible; pero sin caer en la insidia del imperialismo disciplinario a pone a los historiadores contra los fildsofos, a los juristas contra los pal tologos, a los socidlogos contra los historiadores, y asf por el estilo. En al vasto y cada vez mas amplio universo del saber hay afortunadamente lugar para todos. No concedo mucha importancia a las cuestiones metodolégi- cas, pero ciertamente tienen alguna utilidad: la de hacer mas conscientes, a cada cual en su propio ambito, de los limites del propio territorio y del derecho de existir de otros campos lejanos y cercanos. Una cosa es narrar los hechos y otra reflexionar sobre ellos y derivar leyes, siguiendo el juicio de Maquiavelo de acuerdo con el cual “todas las cosas del mundo en cual- quier época tienen su correspondiente en los tiempos antiguos”, lo que proviene de que los hombres tienen “siempre las mismas pasiones’, de donde derivan “por necesidad” siempre los, mismos efectos, 0 para capiar de esos acontecimientos el sentido (la filosoffa de la historia), recapitulando la ensefianza de Hegel segtin la cual la historia es el teatro del progreso del espfritu del mundo en la conciencia y en Ja afirmacion de la libertad. Obviamente, hay de historias a historias. Sobre el particular, Salvadori hizo una observaci6n util: hay libros de historia, incluso grandes, que no estimulan la produccion teérica, y otros, en cambio, mucho menos grandes que proponen categorfas de interpretacién histérica que una reflexion tedrica no puede mas que tomarlas en consideracion. Entre los primeros tomaba el ejemplo del Cavour di Romeo; entre los segundos el libro de Charles Maier, La refundacion de la Europa burguesa, que introduce e" el debate historico y tedrico el concepto nuevo, por justo o errado que $°2, de corporativismo. En esta segunda categoria ubicarfa, como ejemplo tipico- el libro de Alexander Yanov, Los ortgenes de la autocracia, dirigido en bue- na medida a trazar, magistralmente, la distincién entre despotisme ¥ auto” cracia y a ilustrar el despotismo, verdadero tema recurrente de Aristoteles a Wittfogel, su historia y sus varias interpretaciones. _ No sélo hay de historias a historias, sino que hay diversas interpret ciones de lo que deberfa ser la tarea del historiador. Es muy sorprende que mientras en Italia el debate metodol6gico entre historiadores del pet samiento politico, fildsofos de la politica y cientificos de la politica hae tinuado adormilado, algunos entre los mas conocidos y originales histor dores del pensamiento politico en Inglaterra, donde estos studios 4 una tradicién mucho més antigua y renombrada que en nusestt? Pig hayan dado vida a una disputa sobre los propdsitos y el método de sus ciplinas, de los que sélo hasta ahora se ha comenzado a hablar 8 entre nosotros. Los dos mayores protagonistas de esta disputa son on ste Pocock, autor de The Machiavelian Moment (1974), del cual incluso" una traduccién italiana (II Mulino, Bolonia, 1980), y Quintin SKiN** RAZONES DE LA FILOSOFIA POLITICA 69 que se debe una de las obras de mayor resonancia en el campo de estos estudios, The Foundation of Modern Political Thought (1978). Uno de sus adversarios fue la historia de las ideas de orientacién analiti- ca, como era impulsada y ejecutada en los afios de éxito de la filosoffa analitica neoempirista y lingiifstica, cuyo propésito habfa sido examinar el texto clasico en sf mismo, en su elaboracién conceptual y coherencia inter- na, independientemente de cualquier referencia hist6rica y de cualquier interpretacin-falsificaci6n ideolégica. Personalmente considero que esta manera de estudiar a los clasicos de la filosofia y de la filosofia politica ha dado buenos frutos, especialmente para una mejor comprensién de los textos y para la reconstruccién del sistema conceptual del autor estudiado. En escritores como Hobbes ha Ilevado a resultados nuevos en la aclaracién de temas fundamentales como el estado de naturaleza, la relacion entre ley natural y ley positiva, la naturaleza del contrato de unin, la relacion entre libertad y autoridad y entre poder espiritual y temporal, la teorfa de las formas de gobierno, y asi por el estilo. No debe olvidarse que la insistencia en el estudio analitico de un texto era una natural y, a mi juicio, saludable reaccion a las extravagancias del historicismo, que, colocando ese texto en una determinada situaci6n historica, tomaba de él con frecuencia sdlo el significado polémico contingente y descuidaba la importancia de la elabo- racién y construccion doctrinarias, validas en todo tiempo y lugar, y contra los excesos de las interpretaciones ideolégicas frecuentes en la parcela de los estudios marxistas, pero no sdlo en ésta, que habia conducido al extrafio resultado de considerar a autores muy diversos, de Hobbes a Max Weber, pasando por Locke, Rousseau, Kant, Hegel, Bentham, Mill y Spencer, a pesar de la contraposicién de sus tesis, como idedlogos de la burguesia, unas veces en ascenso, otras en declive y otras mas en una crisis de transicién, 0 bien, a interpretar a Hobbes alternadamente como autoritario 0 liberal, a Rousseau como democratico 0 totalitario, a Hegel como fascista o anticipa- dor del Estado social. Mientras la interpretaci6n histérica contempla una obra politica, cualquiera que ésta sea, grande 0 pequefia, con los ojos puestos en los problemas politicos del tiempo en el que fue escrita —Hobbes yla Guerra Civil, Locke y la Revolucién gloriosa, Rousseau y la Revolucion francesa, Hegel y la Restauracién—, poniendo de esta manera en el mismo plano un gran texto como el Leviatdn y uno de los miles de panfletos de €sos mismos afios en defensa de la monarquia contra las pretensiones del parlamento, y, por consiguiente, limitando la dimension historica de ese texto, que trasciende el tiempo, la critica ideolégica la ver4 con los ojos pues- tos en la lucha de su tiempo particular, sometiéndola a juicios politicos Positivos o negativos segtin si es considerada mas 0 menos actual, mds 0 menos util a la parte a la que se pertenece, y de tal manera empobreciendo su valor teérico.'0 "© Me refiero a dos artfculos publicados casi al mismo tiempo: M. Viroli, “Revisionisti e SS 7 RAZONES DE LA FILOSOFIA POLITICA Contra estas dos concepciones del trabajo historiografico, la escuela analitica ha tenido el mérito de poner en evidencia el aparato concepty; al con el que el autor construye su sistema, de estudiar sus fuentes, de sopesar los argumentos en pro y en contra, aprestando asi los instrumentos nece. sarios para la comparacién entre los textos, independientemente de su cer. canja en el tiempo y de las posibles influencias de uno sobre otro, y para la elaboracién de una teorfa general de la politica. No hay duda de que, de los diversos métodos con que se puede tratar la historia del pensamiento politico, el que tiene una relacién mas cercana con la filosoffa politica es e] método analitico. No llegaria al extremo de afirmar, como lo han hecho algunos criticos de los “revisionistas”, que “la metodologia sugerida por Skinner disuelve los textos clasicos y deja en su lugar una polvosa erudi- cién”,!! por la conocida razén de que en cuestiones de método las exas- peraciones polémicas estan equivocadas. Cuando la “erudicién”, como en el caso del libro de Pocock sobre la suerte de Maquiavelo en Inglaterra, per- mite ilustrar aspectos del pensamiento politico inglés hasta el momento descuidados, cualquier estudioso, analitico o sintético, filosofante o historizante, “revisionista” u “ortodoxo”, debe alegrarse de ello. También puedo admitir que haya textos que se presten mas y otros menos a la metodologia analitica, como se ha dicho de los libros de historia, que no todos son iguales con respecto al subsidio que le pueden ofrecer a los teé- ricos, y entre estos textos campean las obras de Hobbes, en las cuales se ha ejercitado en gran parte la escuela analitica. Pero no me inclinarfa a acusar a los historiadores analiticos de las ideas de que “sus esfuerzos orientados a una historia continua representan intentos despreciables por mezclar las cuestiones filoséficas con los problemas sociales, politicos y religiosos’,!? y aconsiderar un error el hecho de que, queriendo mirar a los escritores del pasado desde un punto de vista privilegiado, han terminado por olvidar el sentido de la contingencia histérica. Insisto en oponer una obstinada resistencia a toda forma de Metho- denstreit, llevada hasta la exclusién reciproca. La pluralidad de los puntos de vista es una busqueda de la que los partidarios del método propio con exclusion de cualquier otro no saben sacar ventaja. E] método analitico y © histérico de ninguna manera son incompatibles. Antes bien, se integr@? mutuamente. Todo esto no quita que la filosoffa politica, mas cercana & los historiadores analiticos que a los eruditos o los historicistas, no hay encontrado atin su status, como lo ha hecho la mas antigua y académica- mente més consolidada filosofia del derecho. Para complicar las ¢oS4 agréguese que al significado tradicional de “politica”como la actividad ° 121-136 ortodossi nella storia delle idee politiche”, en Rivista di filosofia, XXVIII, 1987 ‘ * yirtiy’ ¢ “diritti "> y F. Fagiani, “La storia del ‘discorso’ politico inglese di Pre rarc ers tn Rivista di storia della losofia, XLU, 1987, pe ssLave 1 Viroli, art. cit., p. 129. 12 Art. cit., p. 124, PSLEISEL IP VELIDIH YD IIL sie wtwthialn Wut Ce Beige wating pe tien 4 yi ete. GI LANL Ae SLOANE Wt YBE SIPS DES. Sat, Ve ps Sse Oat Sue tie Hee With, WPM Babi © Hal ih, Aiaie A IS Sait be SAMBA Ait GAAS 4 eign, We Bae IPE we WME LANE, SULA Ty CAL AIGA ID 2 Tosca. YEA pag EDU LAR BES PB IA, Sunes, sepatlecdn, gue ee one LSE NGOS AIEEE. 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