Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
1 Gutiérrez de Santa Clara, Pedro: Quinquenarios o Historia de las guerras civiles del Perú
(1544-1548) y de otros sucesos de las Indias, Biblioteca de Autores Españoles, Crónicas del Perú II y
III, Madrid, 1963, libro III, cap. XXXVII, pág. 177 y ss.
Gonzalbo Aizpuru, Pilar & Ares Queija, Berta (coords.): Las mujeres en la construcción de las
sociedades iberoamericanas, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-EEHA / El Colegio
de México-CEH, Sevilla-México, 2004.
16 BERTA ARES QUEIJA
3 María estuvo casada primero con Pedro de León, por segunda vez con Blas Gómez y por
último con Sancho de Rojas, hijo mestizo del capitán Diego de Rojas. Isabel, por su parte, se casó en
Quito con Esteban Petrel (o Pretel) y luego con el mestizo Diego Gutiérrez de Medina.
18 BERTA ARES QUEIJA
María Cusiguarcay Coya, después de tener dos hijas naturales con el mes-
tizo Juan Arias Maldonado, terminó casándose con el español Juan Fer-
nández Coronel ya en la década de 1570. Bien es cierto que no todos se
casaron con indias nobles; por una carta de venta otorgada en 1560 en el
Cuzco sabemos que Juan de Villanueva estaba casado con una tal Marina,
india. Asimismo, según su testamento de 1582, el mercader español Juan
Moreno, que había llegado al Perú en 1546, estaba casado con Juana
López, india de Condesuyo, quien en el momento de casarse había aporta-
do como todo bien la ropa que llevaba puesta.
No pretendo, en absoluto, mencionar todos los casos de matrimonios
mixtos que he ido encontrando en protocolos notariales y otros documen-
tos de archivo; no por eso dejaría de ser –como antes he dicho– un puñado
de hombres, aunque posiblemente bastantes más de los que solemos tener
en mente cuando nos referimos al tema, y por supuesto muchísimos menos
de los que mantuvieron relaciones más o menos estables con indias y lle-
garon incluso a reconocer y aun a legitimar a sus hijos mestizos.
Por otra parte, no tenemos una respuesta contundente al por qué, por
ejemplo, cuando la Corona, a fin de asegurar el poblamiento de los nuevos
territorios, amenazó con la pérdida de la encomienda a los encomenderos
casados para que hicieran ir a sus esposas y a los solteros para que se casa-
ran, éstos últimos eligieron hacerlo no con aquéllas que hasta entonces
habían sido sus parejas sexuales y muchas de ellas madres de sus primeros
hijos, sino con mujeres españolas, tanto peninsulares como criollas, o con
las hijas mestizas de sus propios compañeros de armas, amigos y coterrá-
neos.4
Algunos mostraron entonces su desacuerdo ante la cédula de 1551, por
la que se les daba un plazo de tres años para casarse, y se quejaron de tener
que acordar matrimonios apresurados. Rodrigo de Esquivel, un hidalgo
sevillano y vecino del Cuzco, no se limitó a quejarse. Cuando le comuni-
caron la orden, decidió nombrar procuradores para que suplicaran en su
nombre la mencionada cédula ante la Audiencia y el Consejo de Indias y se
le eximiese de cumplirla, aduciendo entre otros el siguiente argumento:
...por ser pobre no hallará en tan breve tiempo persona con quien pueda casar hon-
radamente, conforme a la calidad de su persona y linaje, y en lugar de ser pre-
miado por sus trabajos y servicios, sería con un acelerado casamiento hacelle
caer en detrimento de su honra y de su vida.5
5 Archivo General de Indias [en adelante AGI], Lima, 118, Petición y Autos de Rodrigo de
Esquivel, vecino del Cuzco, para que se le exima de tener que casarse (Lima, 1552-3), fl. 10v. Énfasis
añadido.
6 Biblioteca Nacional del Perú [en adelante BNP], A39, Protocolos de Antonio Sánchez,
Cuzco (1575-1576), Declaración de Gonzalo de Esquivel, hijo natural del capitán Rodrigo de
Esquivel, vecino del Cuzco (Cuzco, 8 de marzo de 1575), fl. 71r.
7 “Memoria de los encomenderos solteros del Cuzco” (Cuzco, 19 de diciembre de 1552),
incluida en la Petición y Autos de Rodrigo de Esquivel..., fls. 5v-6r.
8 La información con la que de momento cuento sobre Marchena es un tanto contradictoria al
respecto: por un lado, está el testamento de doña Catalina Cusi Ocllo, natural del Cuzco, que dice haber
sido mujer de Antonio de Marchena, difunto y vecino del Cuzco, y en el que constan como sus hijos
Antonio de Figueredo Marchena, ya difunto, Gonzalo de Marchena y una hija de la que no da el nom-
bre. Su fecha es del 21 de septiembre de 1590. Por otro lado, está el testamento de Gonzalo de
Marchena, del 22 de abril de 1590, en el que dice ser hijo natural de Antonio de Marchena, difunto y
vecino del Cuzco, y de doña Catalina Cusi Ocllo, también difunta. Teniendo en cuenta que su testa-
mento está fechado cinco meses antes que el de su madre, es verdaderamente sorprendente que diga
que ella ya está muerta, aparte de que se auto-defina como hijo natural, es decir, ni legítimo ni legiti-
mado por matrimonio. Son demasiadas coincidencias para que se trate de personas homónimas, por lo
que solo cabe pensar en un posible error de fechas. Ambos testamentos se conservan en el Archivo
Departamental del Cuzco [en adelante ADC], Protocolos de Antonio Sánchez, 23, fls. 1149r-1150v el
primero, y 24, fls. 636r-v el segundo.
20 BERTA ARES QUEIJA
9 Biblioteca Nacional de Perú [en BNP]], A135, Testimonio del expediente seguido por Juan
de Pancorbo para que se le expida carta de hidalguía y ejecutoria de nobleza (Pancorbo, 4 de febrero
de 1573), 58 fls.
10 Sus hijos eran Juan, nacido poco después de la conquista de su relación con doña Ana
Condorcaua, y Martín, hijo de Francisca Camco, india de su encomienda. “Testamento del Conquis-
tador don Juan de Pancorbo” (2 de julio de 1573), Revista del Archivo Histórico del Cuzco, t. 10, 1955,
págs. 5-84.
11 Carta del virrey Toledo al rey (Cuzco, 1 de marzo de 1572). Dice que Juan de Pancorbo, que
ha servido muy lealmente desde el principio, “tiene un hijo natural de yndia y ligitimado por vuestra
magestad hombre de bien y muy inclinado a vuestro real servicio y porque este [se refiere a Juan, el
mayor] le pudiese subceder en sus yndios no siendo casado ni tiniendo hijos ligitimos por la vida segun-
da...me ofreze treze o catorze mill ducados” (Levillier, Roberto: Gobernantes del Perú. Cartas y Pape-
les, siglo XVI, Sucesores de Rivadeneyra SA, Madrid, 1921, t. III, pág. 614). Desde 1542 las leyes
prohibían que los ilegítimos y aun los legitimados por el rey (salvo que mediara habilitación expresa
para ello) pudieran heredar las encomiendas de los padres, lo cual afectaba particularmente a la prime-
ra generación de mestizos. Sin embargo, la Corona no podía impedir la transmisión cuando se trataba
de hijos naturales que habían resultado legitimados como consecuencia del matrimonio de sus proge-
nitores. Por el testamento de Pancorbo sabemos que al menos la madre de su hijo pequeño estaba toda-
vía viva en aquel momento.
12 Estos datos figuran en el Expediente de legitimación de doña Mariana de Cellorigo (1599),
nieta de Pancorbo, por ser hija natural de doña Leonor y de Juan. En AGI, Lima 134.
MANCEBAS DE ESPAÑOLES, MADRES DE MESTIZOS 21
repartimiento con que vivan y se casen honradamente, y que a otra hija de Guaynacaba, que en la dicha
ciudad estaba casada, se le diese también repartimiento con que se pudiese sustentar” (Ibídem, págs.
211-2). RC a Francisco Pizarro, gobernador, y a fray Vicente de Valverde, obispo (Fuensalida, 26 de
octubre de 1541): Que ha sido informado de que hay muchas señoras naturales en casas de españoles
“para sus propósitos y efectos...y vos el dicho Obispo y vuestros provisores lo habéis querido remediar,
no habéis podido,...y que para lo remediar convernía mandásemos que las dichas indias fuesen puestas
en poder de algunas mujeres españolas casadas donde no se pueda tener sospecha para que allí tomen
buenas costumbres y puedan salir casadas y sirvan a Dios, y que al que se casare con alguna dellas, se
les diese con que se sustentar...”; que se vea y provea lo que convenga (Ibídem, págs. 208-9).
18 RC a los alcaldes y justicias de Cubagua (Madrid, 3 de julio de 1535): Que hay relación de
que algunos casados tienen indias libres en sus casas...y las tienen por mancebas, no haciendo vida
maridable con sus esposas y a veces abandonándolas, que se les ordene que dejen a sus mancebas
(Ibídem, págs. 166-7). RC a Francisco Pizarro, gobernador, a Vaca de Castro, gobernador, y a fray
Vicente de Valverde, obispo (Fuensalida, 26 de octubre de 1541): Que ha habido relación de que hay
muchos españoles que tienen indias en sus casas para “efectuar con ellas sus malos deseos”; que se vea
que no tengan más de las que tasadamente sean menester para su cocina y servicio (Ibídem, pág. 209).
19 Para los primeros años de la colonia cfr. Ares Queija, Berta: “Mestizos, mulatos y zambai-
gos (Virreinato del Perú, siglo XVI)”, en Ares Queija, Berta y Stella, Alessandro (coords.): Negros,
Mulatos, Zambaigos. Derroteros Africanos en los mundos ibéricos, Escuela de Estudios Hispa-
noamericanos, Sevilla, 2000, págs. 75-88. Para el siglo XVII, véase Mannarelli, Emma: Pecados públi-
cos. La ilegitimidad en Lima, siglo XVII, Ediciones Flora Tristán, Lima, 1994.
MANCEBAS DE ESPAÑOLES, MADRES DE MESTIZOS 23
por la omisión total (sin que podamos saber si esto se debe a un desenten-
dimiento o indiferencia, a su muerte o a cualquier otra razón) y siguiendo
por expresiones del tipo “mi hijo/a y de una india”, “...de una india de estos
reinos”, “...de una india natural del Cuzco” u otras semejantes, donde lo
común es la anonimia que recubre a la madre; cuando sí se especifica su
identidad individual, lo más usual es que se haga mediante un simple nom-
bre de pila cristiano (“...y de Ana, india”); a veces, pocas, figura además el
–digamos– apellido (“...y de Inés Chapo, india”), mientras que en otras el
nombre va precedido del calificativo doña seguido o no de un término indí-
gena indicador de estatus social (palla, coya, ñusta), que a menudo termi-
nará haciendo también funciones de apellido. Aunque no podemos valorar
el verdadero alcance de todos estos matices, siempre cabe preguntarse si
estas diferentes formas de nombrar a la mujer con la que se tuvo (o aún se
tiene) una relación cuando menos sexual respondían a diferentes formas de
considerar dicha relación.
Además de al nombrarlas, encontramos diferencias evidentes a la hora
de la transmisión de bienes. En efecto, frente a una amplia mayoría que no
las tiene en cuenta, hay individuos (de momento no podría precisar en qué
proporción) que les dejan en herencia pequeñas sumas de dinero y/o bie-
nes; otras veces, les hacen donaciones para que puedan sustentarse, ellas y
sus hijos. Pero también aquí podemos encontrar diversas modalidades,
reflejo sin duda tanto de situaciones individuales concretas como de nor-
mas y prácticas jurídicas y mentalidad de la época. Así, Rodrigo de Esqui-
vel, de quien ya he hablado antes y que en 1552 se mostraba renuente a
casarse, dos años después (podemos pensar que tal vez coincidiendo con su
matrimonio) le hacía donación de 1.000 pesos a su hijo natural Gonzalo y
“a Isabel, india palla, su madre, de 50 cabezas de cabras y 50 puercas”,
para que ambos pudiesen tener de qué vivir.20 Por su parte, el también ya
mencionado Juan de Pancorbo estipulaba en una cláusula testamentaria la
obligación de que su hijo Martín y herederos le diesen cada año a Francisca
Camco, madre del dicho Martín, 200 pesos de plata “para su sustentación
e alimentos”.21
En bastantes casos, los legados testamentarios se justifican como retri-
bución por los servicios recibidos y/o por la crianza de los hijos. El rico mer-
cader limeño Baltasar de Torregrosa, por ejemplo, que reconoce en su
testamento a tres hijos naturales de tres mujeres distintas, se puede decir que
se mostró bastante generoso con dos de ellas (la tercera había muerto). A
Anilla, “india natural desta tierra”, mandó darle 200 pesos de oro “por el
buen servicio que me ha hecho, con tanto que no se los den ni entreguen
hasta tanto que críe al dicho mi hijo e [a] los dichos mis albaceas les pare-
ciere que lo ha criado”. A Elena, india esclava de Guatemala, a la que define
como “mi criada india, madre del dicho Dieguito, mi hijo”, decidió dejarla
...libre de todo cautiverio y servidumbre... para agora y para siempre jamás, y que
de su persona pueda hacer como persona libre lo que le pareciere...
Iten mando que le den de mis bienes...docientos pesos de buen oro por los buenos
servicios que me ha hecho, para que se pueda sustentar con ellos y casarse si le
pareciere.22
22 Torregrosa no tenía descendientes legítimos, y sin embargo no dejó a sus hijos naturales
como herederos, sino a dos hermanos suyos. Eso sí, los hijos recibieron cada uno un legado de 2.500
pesos de oro, suma bastante respetable para la época. (Cfr. Archivo General de la Nación [en adelante
AGN], Protocolos Notariales, 9, cuad. 1, Testamento de Baltasar de Torregrosa, mercader (Lima, 19
de agosto de 1548), fls. 493v-499v. La cita en fl. 495v.
23 BNP, A33, Testamento de Álvaro González Hidalgo (Lima, 3 de octubre de 1548), fl. 150r.-
152v.
MANCEBAS DE ESPAÑOLES, MADRES DE MESTIZOS 25
bienes den a cada uno de los dichos Bartolomé e Francisco, para ayuda a su sus-
tentación, cient pesos de oro de ley [perfecta].24
24 AGN, Protocolos Notariales, 154, cuad. 6, Carta de Poder para testar de Francisco
Ximénez, albañil (Lima, 27 de noviembre de 1547), fls. 887v-888r.
25 “Testamento de Alonso Martín de Don Benito” (Lima, 30 de octubre de 1540), Revista del
Archivo Nacional de Perú, t. VI, 1928, págs. 1-11.
26 En este caso no hay hijos, y deja como heredera a su alma. ADC, Protocolos Antonio
Sánchez, 24, Testamento de Alonso de Almagro (Cuzco, 29 de noviembre de 1580), fls. 889r-898r.
27 BNP, A39, Carta de donación de Francisco Martín Gallego, morador del Cuzco (Cuzco, 10
de marzo de 1575), fls. 80r.-81r.
28 BNP, A39, Testamento de Francisco García Gasca (Cuzco, 26 de julio de 1575), fls. 257r-
260v.
26 BERTA ARES QUEIJA
cipio sospecho que no. Por eso me llamó la atención un caso, el único que
he encontrado hasta ahora, en el que se decía explícitamente que se excluía
a dos madres por su condición de indias.29 Y al mismo tiempo pude com-
probar que la condición de española de Beatriz de Pinares no evitó que
quedara excluida de heredar nada de los 1.000 ducados que Rodrigo Rejón
legó a los dos hijos que tuvieron mientras él estaba casado y por tanto adul-
terinos (“quiero y es mi voluntad que la dicha su madre no herede cosa al-
guna”); en contraste, Rejón dejó 200 pesos a su manceba india Inés Chapo
y nombró herederas a las dos hijas que tuvo con ella.30
Todos estos casos, mencionados aquí a manera de ejemplos, ponen de
manifiesto la variedad de criterios y actitudes que hubo, sobre todo a la
hora de testar, respecto a las mancebas indias. Nos muestran, en definitiva,
cómo algunos individuos, distanciándose de la tendencia mayoritaria (la
del silencio), no dudaron en adoptar unas medidas que, más allá de las
repercusiones de carácter privado, entrañaban asimismo el reconocimiento
público de la existencia de un tipo de relación socialmente tolerada, pero
cada vez más condenada y reprimida por la Iglesia y el poder civil (y más
aún a partir del concilio tridentino).
29 “...y porque sus madres son indias quiero y declaro que no hayan ni hereden cosa alguna de
los bienes de los dichos hijos”. Se trata del testamento del navarro Miguel de Vidangoz, quien declara
tener una hija cuya madre era Francisca, natural de México y con la marca de su esclavitud en un brazo,
y un hijo con Catalina, natural de Charcas. Manda a cada uno de ellos 2.000 pesos de oro, pero a con-
dición de que si acaso mueren pasen de nuevo a sus herederos, esto es, a sus padres. A pesar de esto,
encarga a un amigo que cuide de ellas, al igual que de sus hijos, y que le den a cada una 50 pesos de
oro. Aclara además que ha concedido la libertad a Francisca. (AGN, Protocolos Notariales, 154, cuad.
6, Testamento de Miguel de Vidangoz, natural de Navarra (Lima, 20 de junio de 1547), fls. 757r-763r).
30 Rejón define a sus hijas mestizas como “naturales”, mientras que aclara que sus dos hijos,
que viven en España igual que su madre, los tuvo mientras estaba casado, y por lo tanto eran adulteri-
nos. Así pues, al nombrar a sus hijas como herederas no está haciendo más que seguir la norma legal:
el hijo natural tiene preferencia ante el adulterino (ADC, Protocolos Antonio Sánchez, 24, Testamento
de Rodrigo Rejón, (Cuzco, 23 de julio de 1581), fls. 681r-683r).
MANCEBAS DE ESPAÑOLES, MADRES DE MESTIZOS 27
Unos dos años más tarde, escribiendo de nuevo sobre el mismo tema,
esto es, sobre el alto número existente de mestizos y qué hacer con ellos,
vuelve el virrey a insistir de manera mucho más dilatada en los mismos
argumentos y añade además otros nuevos. Comienza atribuyendo una parte
de la responsabilidad a los españoles y a la libertad que ha habido en poder
tener sus casas llenas de mancebas, a tal punto que –a decir de los propios
indios– no tenían tantas sus antepasados, los Incas.34 Pero de inmediato
hace recaer otra parte de la responsabilidad sobre los propios indígenas,
debido a la “facilidad” de las mujeres35 y a “no tener honra sus padres ni
maridos”. Esto, unido al servicio que, “como esclavas”, realizan en las ca-
sas, contribuye a dificultar que los españoles se casen, por lo que se puede
esperar que siempre vaya a haber gran cantidad de mestizos.
Entre las varias medidas que propone el virrey para intentar atajar este
proceso, una de ellas es la de obligar a pagar tributo a todo aquél que no
sea hijo natural y de padre hidalgo y cuya madre sea india, negra, mulata o
zambaiga,
...con lo qual parece que seria poner freno tambien a la desolucion de tantos vicios
no solamente de legos pero aun de eclesiasticos y los demas y asi mismo se obia-
va con lo suso dicho lo que me an referido de las indias que respeto de quel hijo
que conciben del yndio a de ser tributario lo [sic] es mayor ocasion de ser malas
mugeres con españoles mestizos mulatos zambahigos y negros por parecerles que
los hijos destos quedan libres y con esto ocasion que los yndios que son los que
importa que multipliquen y crezcan se disminuyen para el trabajo y para los tribu-
tos y los mestizos mulatos zambahigos y negros [que] importaba que se disminu-
yesen crecen.36
34 Carta del virrey Toledo (s.l., s.f., 1574), en ibídem, t. V, pág. 339.
35 Fácil: Se llama de ordinario la muger deshonesta, porque ligeramente se mueve a la torpe-
za. Facilidad: Se toma tambien por inconstancia, ligereza y poca resistencia para executar lo que no es
bueno. (Diccionario de Autoridades, 1732).
36 Carta del virrey Toledo (s.l., s.f., 1574), en ibídem, t. V, pág. 339. Énfasis añadido. En 1574
se ordenó por una real cédula que todos los negros y negras, mulatos y mulatas, horros y libres, paga-
ran tributo. Las dudas que surgieron en las autoridades locales sobre los zambaigos se resolvieron poco
después apelando a una cédula dada a la Audiencia de Guatemala en 1572.
MANCEBAS DE ESPAÑOLES, MADRES DE MESTIZOS 29
Así pues, el fácil acceso sexual mostrado por las indias, su incitante
vestimenta y las relaciones de dominación-subordinación imperantes ac-
tuaban, cual armas diabólicas, en favor del pecado más grave y escandalo-
so que se cometía en aquellas partes, a consecuencia del cual las indias no
37 Sobre esto, véanse mis trabajos: “El papel de mediadores y la construcción de un discurso
sobre la identidad de los mestizos peruanos (siglo XVI)”, en Ares Queija, Berta y Gruzinski, Serge:
Entre dos mundos. Fronteras Culturales y Agentes Mediadores, Escuela de Estudios Hispanoame-
ricanos, Sevilla, 1997, pp. 38-48; Ares Queija: “Mestizos, mulatos y zambaigos...”.
38 Biblioteca Nacional de Madrid, Manuscritos, n.º 3198, “Memorial y relación de cosas muy
graves y muy importantes al remedio y aumento de el reino del Perú y al consuelo de la conciencia del
rey” (s. XVII, ca. 1632). El tema de los mestizos lo trata específicamente en el parágrafo sexto, titula-
do “De uno de los mayores males que hay en el Perú, que son los mestizos” (fls. 64v.-67v) y de nuevo
en una recapitulación final de las cuestiones tratadas en el memorial, puntos 5 y 6 (fls. 81v-84v).
39 Ibídem, fl. 64v. (Énfasis añadido. Lo que figura entre corchetes está tachado en el manus-
crito). Sobre la importancia que Cárdenas da al vestido en relación con los mestizos y mestizas véase
Ares Queija, Berta: “Mestizos en hábito de indios. ¿Estrategias transgresoras o identidades difusas?”,
en Loureiro, Rui M. y Gruzinski, Serge (coords.): Passar as Fronteiras, Centro de Estudos Gil Eanes,
Lagos (Portugal), 1999, págs. 133-146.
30 BERTA ARES QUEIJA
parían indios, gente útil y provechosa para el servicio del rey y para el tra-
bajo en las minas, sino mestizos, gente mala, pecadora y que no aportaba
ningún beneficio ni servicio a Dios, ni al rey ni a la sociedad. Pero tener
hijos libres de mita y tributos es lo que –según Cárdenas– pretendían las
indias, quienes además una vez que “han servido a los españoles en el peca-
do ya no se dignan de casarse con indios, ni ellos las quieren”.
El remedio debía venir, sin falta, de la mano del rey. Una de las vías era
la del castigo, condenando a todo español a pagar cien pesos para la cáma-
ra real cada vez que se le probara haber tenido contacto sexual con alguna
india. La otra y más principal era la de una ley que obligara a todo hijo de
india, que no fuera de legítimo matrimonio e independientemente de la
calidad del padre, a pagar tributo y a acudir a la mita minera y demás ser-
vicios personales. Eso en lo que concierne a los mestizos, quienes –cual si
de indios se tratara– debían ir vestidos con manta y camiseta. En cuanto a
las mestizas, que para fray Bernardino eran como la encarnación del mal y
que traían a los hombres locos,40 pues aprendían de sus madres las mismas
mañas y encima eran hermosas, debían ser separadas de éstas y entregadas
a españolas prominentes para que las criaran –vestidas, por supuesto, a la
española–, las educaran cristianamente y las utilizaran como sirvientas. De
este modo,
...las indias, viendo que su hijo si es mestiço ha de ir al cerro de Guancavelica y
pagar tributo y si es mestiça ha de entrar a servir, no serán tan promptas a darse a
los españoles como agora, que por tener una hija mestiça con quien ganar plata y
un hijo mestiço que no está sujeto a servicio personal ni a tributo son tan fáciles y
promptas a este pecado, en el cual también los españoles se fueran a la mano por
no tener hijos mitayos y tributarios ni hijas dedicadas al servicio de las señoras.41
40 Ibídem, fls. 67r. y 82v. Decía de ellas: “son...el cebo que tiene el Demonio en este reino para
que se cometan millones de pecados, porque ellas ut in plurimum son hermosas y traen con esto hábi-
to muy deshonesto, lascivo y libre, porque andan con hábito de indias, que es deshonestísimo de suyo
y más añadiéndole galas y incentivos de damascos y tamenetes y pantufos [sic] de plata y otras inven-
ciones inventadas por el Demonio; con las cuales y con la libertad que tienen, sin honra ni obligación,
traen los hombres locos y causan inumerables pecados, y las hijas que nacen de estas mestizas van cau-
sando otros muchos”.
41 Ibídem, fls. 66v-67r.
MANCEBAS DE ESPAÑOLES, MADRES DE MESTIZOS 31
primer lugar sobre las mujeres indias, a las que no duda en calificar una y
otra vez como “grandes putas”. Totalmente contrario al mestizaje, origen
de los peores males de la sociedad colonial, Guamán Poma nos ofrece en
su obra uno de los retratos más negativos de la mujer indígena de su época,
en vivo contraste con el que traza de la mujer de la época anterior a la
Conquista. Por su causa se vacían los pueblos, ya que los indios o se van o
no vuelven a ellos por no afrontar la vergüenza de ver a sus mujeres aman-
cebadas; en su ausencia,
...se hazen uellacas, putas quando ronda el tiniente de corregidor o el mismo corre-
gidor o el padre, o fiscales, sacristanes, cantores, alcaldes, alguaciles, cofrades. Le
fuerzan en ausencia de sus maridos y a las dichas solteras y biudas o quando
[e]stán borrachas lo van a buscar ellas y buscan ellas los tanbos rreales a los espa-
ñoles, mestisos, mulatos, negros, yanaconas y a los mismos corregidores, padres,
comendero, y a sus ermanos lo buscan.42
42 Guamán Poma de Ayala, Felipe: Nueva crónica y buen gobierno, edición de John V. Murra,
Rolena Adorno y Jorge L. Urioste, Historia 16, Crónicas de América, 29, 3 tomos, Madrid, 1987. La
cita se encuentra en tomo II, pág. 948. Véase Osorio, Alejandra: “Seducción y conquista: una lectura
de Guamán Poma”, Allpanchis, 35-36, vol. I, 1990, págs. 293-327; Graubart, Karen B.: “Indecent
living: indigenous women and the politics of representation in Early Colonial Peru”, Colonial Latin
American Review, vol. 9, n.º 2, 2000, págs. 213-235.
43 Ibídem, pág. 928.
32 BERTA ARES QUEIJA
Uno de aquellos hombres las oyó, y tras afearles sus palabras y contar
al resto lo que acababa de oír, se fue a su casa, hizo venir a un sacerdote y
“se casó con una india, mujer noble, en quien tenía dos hijos naturales”,
44 Cfr. Carta del P. Plaza al P. Ev. Mercuriano (Lima, enero 1578), en Egaña, Antonio:
Monumenta Peruana, t. II, pág. 332, Roma, 1958; Carta de Toledo al rey sobre asuntos diversos
(Cuzco, 1 de marzo de 1572), en Levillier: Gobernantes del Perú..., t. IV, pág 125; sobre la transmisión
por la leche cfr. Lizárraga, fray Reginaldo de: Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán,
Río de La Plata y Chile (1603-1609), Biblioteca de Autores Españoles, vol. CCXVI, págs. 101-102,
Madrid, 1968.
MANCEBAS DE ESPAÑOLES, MADRES DE MESTIZOS 33
guntada por el intérprete “si quería ser mujer de aquel hombre, ... respon-
dió en su lenguaje diciendo: “Ichach munani, ichach manamunani”, que
quiere decir quizá quiero, quizá no quiero”.48
Es difícil creer que esta historia sobre Beatriz Coya no le recordara al
cronista la de su propia madre, Isabel Chimpu Ocllo, casada también con
un hombre de mucho menor rango que su padre. Lo cierto es que siempre
la menciona con un gran respeto y es su figura la que, en última instancia,
confiere legitimidad al principal recurso retórico sobre el que hace reposar,
una y otra vez, la verdad de su obra histórica: el de saber bien la lengua por-
que la “mamó en la leche”. Por otra parte, no debemos olvidar que su ma-
dre representa esa parte de su identidad que Garcilaso, una vez en España,
quiso resaltar al pasar a autonombrarse “el Inca”, algo parecido a lo que
harán en Perú otros mestizos coetáneos suyos al añadir detrás de los ape-
llidos paternos los términos Inca o Coya.
La figura de la mujer indígena, madre de mestizos, adquiere rasgos
heroicos, cual protagonista de tragedia griega, en un pasaje en el que Garci-
laso describe unos hechos que habrían ocurrido en la ciudad del Cuzco, si
bien por otras fuentes sabemos –aunque a efectos de lo que aquí nos inte-
resa carece de importancia– que no sucedieron como los cuenta.
Según él, después de procesado el inca Tupac Amaru por orden del
virrey Toledo, éste hizo detener a todos los mestizos cuzqueños mayores de
20 años, por haber conspirado con el Inca y sus parientes para alzarse con
el reino.49 Se les acusaba de haberse puesto a su disposición, justificando
su decisión en que a ellos no les había cabido nada de lo que sus padres
48 Garcilaso de la Vega: Historia General…, vol. CXXXV, lib.VI, cap. III, págs. 11-12. Como
mencioné al principio de este trabajo, doña Beatriz Quispe Quipe Coya estuvo casada primero con el
conquistador Pedro de Bustincia y al quedarse viuda La Gasca dispuso casarla con Diego Hernández,
un soldado del que se decía que en su juventud había sido sastre. Según Garcilaso cuando ella se ente-
ró, rehusó de inmediato el casamiento “diciendo que no era justo casar la hija de Huayna Capac Inca
con un ciracamayo”; para convencerla fue necesario que intervinieran varias personas, incluido su her-
mano Paullu Inca.
49 Ibídem, lib VIII, cap. XVIII, págs. 167-171. El cronista está mezclando aquí sucesos dife-
rentes. Por un lado, está el proceso seguido por el virrey Toledo contra Tupac Amaru, la prisión y des-
tierro a Lima de parte de los detenidos en Vilcabamba, así como el proceso y posterior destierro contra
varios miembros de la nobleza incaica cuzqueña (entre ellos D. Carlos Inca), acusados de conspirar con
el Inca. Por otro lado, está el proceso seguido en 1567, durante el mandato del gobernador García de
Castro, contra un nutrido grupo de mestizos cuzqueños, acusados de tramar un levantamiento. En efec-
to, varios de los implicados fueron condenados a destierro y el supuesto cabecilla, Juan Arias
Maldonado, fue enviado a España a petición del fiscal para seguir su proceso. El que ejecutó la orden
de enviarle fue ya el virrey Toledo. Garcilaso cuenta que Arias Maldonado le visitó en su casa y le contó
lo ocurrido; por lo tanto, pudo obtener de él información de primera mano. Nunca sabremos quién fue
el que tergiversó los hechos, si Juan Arias Maldonado o el mismo Garcilaso.
MANCEBAS DE ESPAÑOLES, MADRES DE MESTIZOS 35
52 RC al arzobispo de Los Reyes sobre que no ordene a personas sin las cualidades suficientes
y especialmente a mestizos (El Pardo, 2 de diciembre de 1578), en Konetzke: Colección de documen-
tos..., vol. I, pág. 514. La ilegitimidad de la gran mayoría de los mestizos, aunque supuso una dificul-
tad, no fue impedimento para acceder al sacerdocio, debido a un Breve papal que autorizaba a los
obispos americanos a dispensarles de esta “tacha”.
53 El expediente se encuentra en AGI, Lima 126. Una copia de la carta, fechada el 1 de febre-
ro de 1583 se conserva en Archivio Segreto Vaticano, Secretaria di Stato, Spagna 30, fl. 390r-392r. Fue
publicada, aunque con algún que otro error, por el historiador jesuita Lopetegui, L.: “El Papa Gregorio
XIII y la ordenación de mestizos hispano-incaicos”, en Miscelánea Historiae Pontificiae, Roma, 1943,
vol. XII, págs. 177-203.
54 Cfr. Ares Queija: “El papel de mediadores...”, págs. 53-54.
MANCEBAS DE ESPAÑOLES, MADRES DE MESTIZOS 37
55 Carta del Virrey Toledo (¿1574?), en Levillier: Gobernantes del Perú..., t. V, pág. 338.
56 Memorial de Hernán González y Juan Ruiz, fl. 4r, en AGI, Lima 126.
57 Probanza, fl. 28v, en Ibídem.
38 BERTA ARES QUEIJA
58 Hijo de Diego Maldonado el Rico, uno de los primeros conquistadores. Su madre era, según
parece, una de las mujeres de la nobleza incaica que formaron parte del “botín” de la conquista, y que
según el testamento de Diego se llamaba doña Lucía. Posiblemente murió pronto.
59 ADC, Protocolos Antonio Sánchez, n.º 28, Testamento de Cristóbal Jurado (Cuzco, 4 de
noviembre de 1594), fls. 980r-983v; Ibídem, n.º 26, Testamento de Juan de Valdivieso (Cuzco, 21 de
junio de 1588), fls. 700r-703v. Ibídem, Testamento de María de Saldaña (Cuzco, 7 de enero de 1588),
fls. 108r-109r.
MANCEBAS DE ESPAÑOLES, MADRES DE MESTIZOS 39
60 Ibídem, n.º 24, Testamento de Francisco Martín (Cuzco, 15 de noviembre de 1581), fls.
1173r-1175r; ADC, Protocolos Juan Gómez de Ayala, n.º 111, “Cuzco, 4 de enero de 1622), fls. 322r-
324v. Énfasis añadido.